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III Trimestre de 2012
                        1 y 2 de Tesalonicenses

                      Notas de Elena G. de White

                              Lección 6
                            11 de Agosto de 2012




             Amigos para siempre
            1 Tesalonicenses 2:13-3:13

Sábado 4 de agosto

    Los ojos de Jesús están sobre nosotros en cada momento. Las nu-
bes que se interponen entre nuestra alma y el Sol de justicia, son
permitidas en la providencia de Dios para fortalecer nuestra fe en la
gran esperanza y en las seguras promesas que brillan sin disiparse
frente a la oscuridad de cada tormenta. La fe crece cuando hay con-
flictos y sufrimiento. Debemos aprender individualmente a ser fuer-
tes frente a las aflicciones y no hundimos en la debilidad...

   Nuestro Padre celestial muestra su bondad al permitir que seamos
puestos en circunstancias que disminuyan las atracciones terrenales
y pongan nuestros afectos en las cosas de arriba. Frecuentemente la
pérdida de las bendiciones terrenales nos enseña más que la pose-
sión de las mismas. Si tenemos que pasar por pruebas y aflicciones,
eso no significa que Jesús ha dejado de amamos y bendecimos; por el
contrario, el Cordero de Dios se identifica con los que sufren; conoce
cada sentimiento, cada sugerencia satánica, cada duda que tortura el
alma... Ruega por los tentados, los errantes y los que dudan, y trata
de levantarlos y ponerlos en comunión con él. Su obra es santificar-
los, limpiarlos, ennoblecerlos, purificarlos y llenar sus corazones de
paz. Desea capacitarlos para la gloria, la honra y la vida eterna: una
herencia más rica y duradera que la de cualquier príncipe terrenal
(Review and Herald, 12 de agosto, 1884).


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Domingo 5 de agosto:
El ejemplo de Judea (1 Tesalonicenses 2:13- 16)

   El oyente que se asemeja al buen terreno, recibe la palabra, “no
como palabra de hombres, sino según lo es verdaderamente, la pala-
bra de Dios” (1 Tesalonicenses 2:13). Solo es un verdadero estudiante
el que recibe las Escrituras como la voz de Dios que le habla. Tiembla
ante la Palabra; porque para él es una viviente realidad. Abre su en-
tendimiento y corazón para recibirla...

   El conocimiento de la verdad depende no tanto de la fuerza inte-
lectual como de la pureza de propósito, la sencillez de una fe fervien-
te y confiada. Los ángeles de Dios se acercan a los que con humildad
de corazón buscan la dirección divina. Se les da el Espíritu Santo pa-
ra abrirles los ricos tesoros de la verdad.

  Los oyentes que son comparables a un buen terreno, habiendo oí-
do la palabra, la guardan. Satanás con todos sus agentes del mal no
puede arrebatársela.

   No es suficiente solo oír o leer la Palabra; el que desea sacar pro-
vecho de las Escrituras, debe meditar acerca de la verdad que le ha
sido presentada. Por medio de ferviente atención y del pensar im-
pregnado de oración debe aprender el significado de las palabras de
verdad, y debe beber profundamente del espíritu de los oráculos san-
tos (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 38, 39).

   La misión de Cristo no fue entendida por la gente de su tiempo. La
forma de su venida no era la que ellos esperaban. El Señor Jesús era
el fundamento de todo el sistema judaico. Su imponente ritual era
divinamente ordenado. El propósito de él era enseñar a la gente que
al tiempo prefijado vendría Aquel a quien señalaban esas ceremo-
nias. Pero los judíos habían exaltado las formas y las ceremonias, y
habían perdido de vista su objeto. Las tradiciones, las máximas y los
estatutos de los hombres ocultaron de su vista las lecciones que Dios
se proponía transmitirles. Esas máximas y tradiciones llegaron a ser
un obstáculo para la comprensión y práctica de la religión verdadera.
Y cuando vino la realidad, en la persona de Cristo, no reconocieron
en él el cumplimiento de todos sus símbolos, la sustancia de todas
sus sombras. Rechazaron a Cristo, el ser a quien representaban sus
ceremonias, y se aferraron a sus mismos símbolos e inútiles ceremo-
                         Recursos Escuela Sabática ©
nias. El hijo de Dios había venido, pero ellos continuaban pidiendo
una señal. Al mensaje: “Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha
acercado”, contestaron exigiendo un milagro. El evangelio de Cristo
era un tropezadero para ellos porque demandaban señales en vez de
un Salvador. Esperaban que el Mesías probase sus aseveraciones por
poderosos actos de conquista, para establecer su imperio sobre las
minas de los imperios terrenales. Cristo contestó a esta expectativa
con la parábola del sembrador. No por la fuerza de las armas, no por
violentas interposiciones había de prevalecer el reino de Dios, sino
por la implantación de un nuevo principio en el corazón de los hom-
bres (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 17, 18).


Lunes 6 de agosto:
La esperanza y el gozo de Pablo (1 Tesalonicenses 2:17-20)

   Pablo, el más grande maestro humano, aceptaba tanto los deberes
más humildes como los más elevados. Reconocía la necesidad del
trabajo, tanto para las manos como para la mente, y desempeñaba un
oficio para mantenerse. Se dedicaba a la fabricación de tiendas mien-
tras predicaba diariamente el evangelio en los grandes centros civili-
zados.

   “Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y
a los que están conmigo —dijo cuando se despedía de los ancianos de
Éfeso— estas manos me han servido”.

   Al par que poseía altas dotes intelectuales, Pablo revelaba en su
vida el poder de una sabiduría aun más rara. Sus enseñanzas, ejem-
plificadas por su vida, revelan principios de la más profunda signifi-
cación, que eran ignorados por los grandes espíritus de su tiempo.
Poseía la más elevada de todas las sabidurías que da una pronta
perspicacia y simpatía, que pone al hombre en contacto con los hom-
bres, y lo capacita para despertar la naturaleza mejor de sus semejan-
tes e inspirarles a vivir una vida más elevada (La educación, p.
66).

   Estos tesoros, que Cristo considera inestimables, son “las riquezas
de la gloria de su herencia en los santos”. A los discípulos de Cristo se
los llama sus joyas, su tesoro precioso y particular. Dice él: “Como
piedras de diadema serán enaltecidos en su tierra”. “Haré más pre-
                         Recursos Escuela Sabática ©
cioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre”.
Cristo, el gran centro de quien se desprende toda gloria, considera a
su pueblo purificado y perfeccionado como la recompensa de todas
sus aflicciones, su humillación y su amor; lo estima como el comple-
mento de su gloria.

   Se nos permite unirnos con él en la gran obra de redención y par-
ticipar con él de las riquezas que ganó por las aflicciones y la muerte.
El apóstol Pablo escribió de esta manera a los cristianos tesalonicen-
ses: “¿Cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe?
¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su veni-
da? Vosotros sois nuestra gloria y gozo”. Tal es el tesoro por el cual
Cristo nos manda trabajar. El carácter es la gran cosecha de la vida.
Cada palabra y acto que mediante la gracia de Cristo encienda en al-
gún alma el impulso de elevarse hacia el cielo, cada esfuerzo que
tienda a la formación de un carácter como el de Cristo, equivale a
acumular tesoros en los cielos.

   Donde esté el tesoro, allí estará el corazón. Nos beneficiamos con
cada esfuerzo que ejercemos en pro de los demás. El que da de su di-
nero o de su trabajo para la difusión del evangelio dedica su interés y
sus oraciones a la obra y a las almas a las cuales alcanzará; sus afec-
tos se dirigen hacia otros, y se ve estimulado para consagrarse más
completamente a Dios, a fin de poder hacerles el mayor bien posible.

   En el día final, cuando desaparezcan las riquezas del mundo, el
que haya guardado tesoros en el cielo verá lo que su vida ganó. Si
hemos prestado atención a las palabras de Cristo, al congregamos al-
rededor del gran trono blanco veremos almas que se habrán salvado
como consecuencia de nuestro ministerio; sabremos que uno salvó a
otros, y éstos, a otros aun. Esta muchedumbre, traída al puerto de
descanso como fruto de nuestros esfuerzos, depositará sus coronas a
los pies de Jesús y lo alabará por los siglos interminables de la eter-
nidad. ¡Con qué alegría verá el obrero de Cristo aquellos redimidos,
participantes de la gloria del Redentor! ¡Cuán precioso será el cielo
para quienes hayan trabajado fielmente por la salvación de las almas!
(El discurso maestro de Jesucristo, pp. 77, 78).




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Martes 7 de agosto:
La visita sustitutiva de Timoteo (1 Tesalonicenses 3:1-5)

   La purificación del pueblo de Dios no puede lograrse sin que dicho
pueblo soporte padecimientos. Dios permite que los fuegos de la
aflicción consuman la escoria, separen lo inútil de lo valioso, a fin de
que el metal puro resplandezca. Nos hace pasar de un fuego a otro,
probando nuestro verdadero valor. Si no podemos soportar estas
pruebas, ¿qué haremos en el tiempo de angustia? Si la prosperidad o
la adversidad descubren falsedad, orgullo o egoísmo en nosotros,
¿qué haremos cuando Dios pruebe la obra de cada uno como por
fuego y revele los secretos de todo corazón?

   La verdadera gracia está dispuesta a ser probada; y si estamos po-
co dispuestos a ser escudriñados por el Señor, nuestra condición es
verdaderamente grave. Dios es refinador y purificador de almas; en
el calor del horno, la escoria queda para siempre separada del verda-
dero oro y plata del carácter cristiano. Jesús vigila la prueba. Él sabe
lo que es necesario para purificar el metal precioso a fin de que refle-
je el esplendor de su amor divino (Testimonios para la iglesia,
tomo 4, p. 89).

   [Las pruebas] Les acontecen porque Dios los conduce. Las prue-
bas y los obstáculos son los métodos de disciplina que el Señor esco-
ge, y las condiciones que señala para el éxito. El que lee en los cora-
zones de los hombres conoce sus caracteres mejor que ellos mismos.
Él ve que algunos tienen facultades y aptitudes que, bien dirigidas,
pueden ser aprovechadas en el adelanto de la obra de Dios. Su provi-
dencia los coloca en diferentes situaciones y variadas circunstancias
para que descubran en su carácter los defectos que permanecían
ocultos a su conocimiento. Les da oportunidad para enmendar estos
defectos y prepararse para servirle. Muchas veces permite que el fue-
go de la aflicción los alcance para purificarlos.

   El hecho de que somos llamados a soportar pruebas demuestra
que el Señor Jesús ve en nosotros algo precioso que quiere desarro-
llar. Si no viera en nosotros nada con que glorificar su nombre, no
perdería tiempo en refinamos. No echa piedras inútiles en su horni-
llo. Lo que él refina es mineral precioso. El herrero coloca el hierro y
el acero en el fuego para saber de qué clase son. El Señor permite que
sus escogidos pasen por el horno de la aflicción para probar su carác-
                         Recursos Escuela Sabática ©
ter y saber si pueden ser amoldados para su obra (El ministerio de
curación, pp. 373, 374).


Miércoles 8 de agosto:
El resultado de la visita de Timoteo (1 Tesalonicenses 3:6-
10)

   No hay nada al parecer tan débil, y no obstante tan invencible,
como el alma que siente su insignificancia y confía por completo en
los méritos del Salvador. Mediante la oración, el estudio de su Pala-
bra y el creer que su presencia mora en el corazón, el más débil ser
humano puede vincularse con el Cristo vivo, quien lo tendrá de la
mano y nunca lo soltará (El ministerio de curación, pp. 136,
137).

   Si hemos de desarrollar un carácter que Dios pueda aceptar, debe-
mos formar hábitos correctos en nuestra vida religiosa. La oración
cotidiana es esencial para crecer en la gracia, y aun para la misma vi-
da espiritual, así como el alimento físico es indispensable para el bie-
nestar temporal. Debemos acostumbrarnos a elevar a menudo nues-
tros pensamientos en oración a Dios. Si la mente divaga, debemos
traerla de vuelta; mediante el esfuerzo perseverante se transformará
por fin en algo habitual. Ni por un momento podemos separarnos de
Cristo sin peligro. Podemos tener su presencia que nos ayude a cada
paso únicamente si respetamos las condiciones que él mismo ha es-
tablecido.

   La religión debe transformarse en el gran propósito de la vida.
Todo lo demás debe subordinarse a ella. Todas las facultades del al-
ma, el cuerpo y el espíritu deben empeñarse en la lucha cristiana.
Debemos confiar en Cristo para recibir fuerza y gracia, y ganaremos
la victoria tan ciertamente como Jesús la ganó por nosotros
(Exaltad a Jesús, p. 138).

   La vida de Cristo estaba destinada a demostrar que la pureza, es-
tabilidad y firmeza de principios no dependen de que la vida esté li-
bre de tribulaciones, pobreza y adversidad. Cristo soportó sin mur-
murar las pruebas y privaciones de que tantos jóvenes se quejan. Y
esta disciplina es justamente lo que necesitan los jóvenes; es lo que
les conferirá firmeza de carácter y que los asemejará a Cristo, fortale-
                         Recursos Escuela Sabática ©
ciéndoles el espíritu para resistir a la tentación. Si se apartan de la in-
fluencia de los que tratarían de extraviarlos y corromperlos, no serán
derrotados por las trampas satánicas. Mediante la oración cotidiana
recibirán sabiduría y gracia de Dios para soportar las luchas y hacer
frente a la árida realidad de la vida, y triunfar sobre todas ellas. La fi-
delidad y serenidad mental se pueden conservar solamente merced a
la oración y una actitud alerta. La vida de Cristo fue un ejemplo de
energía perseverante que no se dejaba debilitar por los insultos y el
ridículo, por las privaciones o sinsabores... Y precisamente en la me-
dida en que mantengan su integridad de carácter en medio de los de-
sengaños, aumentarán su fortaleza, estabilidad y resistencia y se for-
tificarán en espíritu (Meditaciones matinales 1952, p. 305).

   La oración es el aliento del alma, el canal de todas las bendiciones.
Cuando el pecador arrepentido, comprendiendo las necesidades de la
humanidad, y sintiendo su propia indignidad, ofrece sus oraciones,
Dios ve sus luchas, observa sus conflictos y advierte su sinceridad.
Tiene su dedo sobre su pulso, y toma nota de cada sollozo. Ningún
sentimiento lo conmueve, ninguna emoción lo agita, ninguna tristeza
lo oscurece, ningún pecado lo mancha, ningún pensamiento o propó-
sito lo mueve, de los cuales él no tenga conocimiento. Esa alma fue
comprada a un precio infinito, y es amada con una devoción que es
inalterable...

   Al cristiano se le da la invitación de llevar sus cargas a Dios me-
diante la oración, y de unirse estrechamente a Cristo mediante los
vínculos de una fe viva. El Señor nos autoriza a orar, declarando que
él escuchará las oraciones de aquellos que confían en su poder infini-
to. Él será honrado por aquellos que se acerquen a él, quienes cum-
plan fielmente su servicio. “Tú le guardarás en completa paz, cuyo
pensamiento en ti persevera, porque en ti se ha confiado” (Isaías
26:3). El brazo de la Omnipotencia está extendido para guiarnos y
conducimos hacia adelante y siempre adelante. El Señor nos dice que
avancemos, y añade: Yo comprendo el caso, y yo enviaré ayuda. Con-
tinuad orando. Tened fe en mí. Pedid para la gloria de mi nombre y
recibiréis. Yo seré honrado delante de aquellos que observan para
criticaros por vuestro fracaso. Ellos verán a la verdad triunfar glorio-
samente. “Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibi-
réis”...


                          Recursos Escuela Sabática ©
¡Cuán fuertes son la verdadera fe y la verdadera oración!
(Nuestra elevada vocación, p. 129).


Jueves 9 de agosto:
Oraciones renovadas de Pablo (1 Tesalonicenses 3:11-13)

   El Señor conoce nuestras faltas secretas; no podemos engañarlo ni
esconder nuestros caminos delante de él. Se lleva un registro de la
conducta de cada persona; de su relación con Dios y con sus próji-
mos. Cada acto de nuestra vida es conocido y será juzgado. Estamos
construyendo una estructura que estará sujeta al escrutinio del Juez
de toda la tierra; es la estructura de nuestro carácter, y cada acto —sí,
cada palabra y cada pensamiento— es una piedra en el edificio. Si ca-
da día agregamos pensamientos puros, actos nobles y palabras bon-
dadosas, no nos avergonzaremos cuando la estructura sea revisada
por el Señor Jehová, sino que será un templo que perdurará para
siempre (The Bible Echo, 1º de junio, 1887).

   “No amemos de palabra”, escribe el apóstol, “sino de obra y en
verdad”. La perfección del carácter cristiano se obtiene cuando el
impulso de ayudar y beneficiar a otros brota constantemente de su
interior. Cuando una atmósfera de tal amor rodea el alma del creyen-
te, produce un sabor de vida para vida, y permite que Dios bendiga
su trabajo.

   Un amor supremo hacia Dios y un amor abnegado hacia nuestros
semejantes, es el mejor don que nuestro Padre celestial puede confe-
rirnos. Tal amor no es un impulso, sino un principio divino, un poder
permanente. El corazón que no ha sido santificado no puede origi-
narlo ni producirlo. Únicamente se encuentra en el corazón en el cual
reina Cristo. “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”.
En el corazón que ha sido renovado por la gracia divina, el amor es el
principio dominante de acción. Modifica el carácter, gobierna los im-
pulsos, controla las pasiones, y ennoblece los afectos. Ese amor,
cuando uno lo alberga en el alma, endulza la vida, y esparce una in-
fluencia ennoblece- dora en su derredor (Los hechos de los após-
toles, p. 440).

   Cada alma convertida tiene una obra que hacer. Debemos recibir
gracia para dispensarla gratuitamente. Debemos permitir que alum-
                         Recursos Escuela Sabática ©
bre la luz que proviene de la Estrella resplandeciente de la mañana,
para que esa luz resplandezca mediante obras de abnegación y sacri-
ficio, siguiendo el ejemplo que Cristo nos ha dado mediante su pro-
pia vida y su carácter. Debemos recibir de la raíz esa savia que nos
capacitará para llevar mucho fruto. Toda alma que haya escuchado la
divina invitación debe comunicar el mensaje desde la colina hasta el
valle, diciendo a todos aquellos que se relacionan con ella: “Ven”...

   El amor de Jesús en el corazón siempre se manifestará mediante
una tierna compasión por las almas de aquellos por quienes pagó tan
alto precio: “No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en
verdad. Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguramos
nuestros corazones delante de él... Y cualquiera cosa que pidiéremos
la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hace-
mos las cosas que son agradables delante de él” (1 Juan 3:18, 19, 22).
El cristiano carente de amor no existe.

   Cada verdadero creyente capta los rayos de la Estrella matutina, y
transmite su luz a los que se hallan en tinieblas. No solo resplande-
cen en medio de las tinieblas de su propio vecindario, sino que como
iglesia envían la luz a las regiones distantes. El Señor espera que cada
cual cumpla su deber. Todo el que se une con la iglesia debe unirse a
Cristo también para difundir los rayos de la Estrella matutina, y debe
convertirse en la luz del mundo. Cristo y su pueblo serán copartícipes
en la gran tarea de salvar a la humanidad (Cada día con Dios, p.
327).




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  • 1. III Trimestre de 2012 1 y 2 de Tesalonicenses Notas de Elena G. de White Lección 6 11 de Agosto de 2012 Amigos para siempre 1 Tesalonicenses 2:13-3:13 Sábado 4 de agosto Los ojos de Jesús están sobre nosotros en cada momento. Las nu- bes que se interponen entre nuestra alma y el Sol de justicia, son permitidas en la providencia de Dios para fortalecer nuestra fe en la gran esperanza y en las seguras promesas que brillan sin disiparse frente a la oscuridad de cada tormenta. La fe crece cuando hay con- flictos y sufrimiento. Debemos aprender individualmente a ser fuer- tes frente a las aflicciones y no hundimos en la debilidad... Nuestro Padre celestial muestra su bondad al permitir que seamos puestos en circunstancias que disminuyan las atracciones terrenales y pongan nuestros afectos en las cosas de arriba. Frecuentemente la pérdida de las bendiciones terrenales nos enseña más que la pose- sión de las mismas. Si tenemos que pasar por pruebas y aflicciones, eso no significa que Jesús ha dejado de amamos y bendecimos; por el contrario, el Cordero de Dios se identifica con los que sufren; conoce cada sentimiento, cada sugerencia satánica, cada duda que tortura el alma... Ruega por los tentados, los errantes y los que dudan, y trata de levantarlos y ponerlos en comunión con él. Su obra es santificar- los, limpiarlos, ennoblecerlos, purificarlos y llenar sus corazones de paz. Desea capacitarlos para la gloria, la honra y la vida eterna: una herencia más rica y duradera que la de cualquier príncipe terrenal (Review and Herald, 12 de agosto, 1884). Recursos Escuela Sabática ©
  • 2. Domingo 5 de agosto: El ejemplo de Judea (1 Tesalonicenses 2:13- 16) El oyente que se asemeja al buen terreno, recibe la palabra, “no como palabra de hombres, sino según lo es verdaderamente, la pala- bra de Dios” (1 Tesalonicenses 2:13). Solo es un verdadero estudiante el que recibe las Escrituras como la voz de Dios que le habla. Tiembla ante la Palabra; porque para él es una viviente realidad. Abre su en- tendimiento y corazón para recibirla... El conocimiento de la verdad depende no tanto de la fuerza inte- lectual como de la pureza de propósito, la sencillez de una fe fervien- te y confiada. Los ángeles de Dios se acercan a los que con humildad de corazón buscan la dirección divina. Se les da el Espíritu Santo pa- ra abrirles los ricos tesoros de la verdad. Los oyentes que son comparables a un buen terreno, habiendo oí- do la palabra, la guardan. Satanás con todos sus agentes del mal no puede arrebatársela. No es suficiente solo oír o leer la Palabra; el que desea sacar pro- vecho de las Escrituras, debe meditar acerca de la verdad que le ha sido presentada. Por medio de ferviente atención y del pensar im- pregnado de oración debe aprender el significado de las palabras de verdad, y debe beber profundamente del espíritu de los oráculos san- tos (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 38, 39). La misión de Cristo no fue entendida por la gente de su tiempo. La forma de su venida no era la que ellos esperaban. El Señor Jesús era el fundamento de todo el sistema judaico. Su imponente ritual era divinamente ordenado. El propósito de él era enseñar a la gente que al tiempo prefijado vendría Aquel a quien señalaban esas ceremo- nias. Pero los judíos habían exaltado las formas y las ceremonias, y habían perdido de vista su objeto. Las tradiciones, las máximas y los estatutos de los hombres ocultaron de su vista las lecciones que Dios se proponía transmitirles. Esas máximas y tradiciones llegaron a ser un obstáculo para la comprensión y práctica de la religión verdadera. Y cuando vino la realidad, en la persona de Cristo, no reconocieron en él el cumplimiento de todos sus símbolos, la sustancia de todas sus sombras. Rechazaron a Cristo, el ser a quien representaban sus ceremonias, y se aferraron a sus mismos símbolos e inútiles ceremo- Recursos Escuela Sabática ©
  • 3. nias. El hijo de Dios había venido, pero ellos continuaban pidiendo una señal. Al mensaje: “Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado”, contestaron exigiendo un milagro. El evangelio de Cristo era un tropezadero para ellos porque demandaban señales en vez de un Salvador. Esperaban que el Mesías probase sus aseveraciones por poderosos actos de conquista, para establecer su imperio sobre las minas de los imperios terrenales. Cristo contestó a esta expectativa con la parábola del sembrador. No por la fuerza de las armas, no por violentas interposiciones había de prevalecer el reino de Dios, sino por la implantación de un nuevo principio en el corazón de los hom- bres (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 17, 18). Lunes 6 de agosto: La esperanza y el gozo de Pablo (1 Tesalonicenses 2:17-20) Pablo, el más grande maestro humano, aceptaba tanto los deberes más humildes como los más elevados. Reconocía la necesidad del trabajo, tanto para las manos como para la mente, y desempeñaba un oficio para mantenerse. Se dedicaba a la fabricación de tiendas mien- tras predicaba diariamente el evangelio en los grandes centros civili- zados. “Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo —dijo cuando se despedía de los ancianos de Éfeso— estas manos me han servido”. Al par que poseía altas dotes intelectuales, Pablo revelaba en su vida el poder de una sabiduría aun más rara. Sus enseñanzas, ejem- plificadas por su vida, revelan principios de la más profunda signifi- cación, que eran ignorados por los grandes espíritus de su tiempo. Poseía la más elevada de todas las sabidurías que da una pronta perspicacia y simpatía, que pone al hombre en contacto con los hom- bres, y lo capacita para despertar la naturaleza mejor de sus semejan- tes e inspirarles a vivir una vida más elevada (La educación, p. 66). Estos tesoros, que Cristo considera inestimables, son “las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. A los discípulos de Cristo se los llama sus joyas, su tesoro precioso y particular. Dice él: “Como piedras de diadema serán enaltecidos en su tierra”. “Haré más pre- Recursos Escuela Sabática ©
  • 4. cioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre”. Cristo, el gran centro de quien se desprende toda gloria, considera a su pueblo purificado y perfeccionado como la recompensa de todas sus aflicciones, su humillación y su amor; lo estima como el comple- mento de su gloria. Se nos permite unirnos con él en la gran obra de redención y par- ticipar con él de las riquezas que ganó por las aflicciones y la muerte. El apóstol Pablo escribió de esta manera a los cristianos tesalonicen- ses: “¿Cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su veni- da? Vosotros sois nuestra gloria y gozo”. Tal es el tesoro por el cual Cristo nos manda trabajar. El carácter es la gran cosecha de la vida. Cada palabra y acto que mediante la gracia de Cristo encienda en al- gún alma el impulso de elevarse hacia el cielo, cada esfuerzo que tienda a la formación de un carácter como el de Cristo, equivale a acumular tesoros en los cielos. Donde esté el tesoro, allí estará el corazón. Nos beneficiamos con cada esfuerzo que ejercemos en pro de los demás. El que da de su di- nero o de su trabajo para la difusión del evangelio dedica su interés y sus oraciones a la obra y a las almas a las cuales alcanzará; sus afec- tos se dirigen hacia otros, y se ve estimulado para consagrarse más completamente a Dios, a fin de poder hacerles el mayor bien posible. En el día final, cuando desaparezcan las riquezas del mundo, el que haya guardado tesoros en el cielo verá lo que su vida ganó. Si hemos prestado atención a las palabras de Cristo, al congregamos al- rededor del gran trono blanco veremos almas que se habrán salvado como consecuencia de nuestro ministerio; sabremos que uno salvó a otros, y éstos, a otros aun. Esta muchedumbre, traída al puerto de descanso como fruto de nuestros esfuerzos, depositará sus coronas a los pies de Jesús y lo alabará por los siglos interminables de la eter- nidad. ¡Con qué alegría verá el obrero de Cristo aquellos redimidos, participantes de la gloria del Redentor! ¡Cuán precioso será el cielo para quienes hayan trabajado fielmente por la salvación de las almas! (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 77, 78). Recursos Escuela Sabática ©
  • 5. Martes 7 de agosto: La visita sustitutiva de Timoteo (1 Tesalonicenses 3:1-5) La purificación del pueblo de Dios no puede lograrse sin que dicho pueblo soporte padecimientos. Dios permite que los fuegos de la aflicción consuman la escoria, separen lo inútil de lo valioso, a fin de que el metal puro resplandezca. Nos hace pasar de un fuego a otro, probando nuestro verdadero valor. Si no podemos soportar estas pruebas, ¿qué haremos en el tiempo de angustia? Si la prosperidad o la adversidad descubren falsedad, orgullo o egoísmo en nosotros, ¿qué haremos cuando Dios pruebe la obra de cada uno como por fuego y revele los secretos de todo corazón? La verdadera gracia está dispuesta a ser probada; y si estamos po- co dispuestos a ser escudriñados por el Señor, nuestra condición es verdaderamente grave. Dios es refinador y purificador de almas; en el calor del horno, la escoria queda para siempre separada del verda- dero oro y plata del carácter cristiano. Jesús vigila la prueba. Él sabe lo que es necesario para purificar el metal precioso a fin de que refle- je el esplendor de su amor divino (Testimonios para la iglesia, tomo 4, p. 89). [Las pruebas] Les acontecen porque Dios los conduce. Las prue- bas y los obstáculos son los métodos de disciplina que el Señor esco- ge, y las condiciones que señala para el éxito. El que lee en los cora- zones de los hombres conoce sus caracteres mejor que ellos mismos. Él ve que algunos tienen facultades y aptitudes que, bien dirigidas, pueden ser aprovechadas en el adelanto de la obra de Dios. Su provi- dencia los coloca en diferentes situaciones y variadas circunstancias para que descubran en su carácter los defectos que permanecían ocultos a su conocimiento. Les da oportunidad para enmendar estos defectos y prepararse para servirle. Muchas veces permite que el fue- go de la aflicción los alcance para purificarlos. El hecho de que somos llamados a soportar pruebas demuestra que el Señor Jesús ve en nosotros algo precioso que quiere desarro- llar. Si no viera en nosotros nada con que glorificar su nombre, no perdería tiempo en refinamos. No echa piedras inútiles en su horni- llo. Lo que él refina es mineral precioso. El herrero coloca el hierro y el acero en el fuego para saber de qué clase son. El Señor permite que sus escogidos pasen por el horno de la aflicción para probar su carác- Recursos Escuela Sabática ©
  • 6. ter y saber si pueden ser amoldados para su obra (El ministerio de curación, pp. 373, 374). Miércoles 8 de agosto: El resultado de la visita de Timoteo (1 Tesalonicenses 3:6- 10) No hay nada al parecer tan débil, y no obstante tan invencible, como el alma que siente su insignificancia y confía por completo en los méritos del Salvador. Mediante la oración, el estudio de su Pala- bra y el creer que su presencia mora en el corazón, el más débil ser humano puede vincularse con el Cristo vivo, quien lo tendrá de la mano y nunca lo soltará (El ministerio de curación, pp. 136, 137). Si hemos de desarrollar un carácter que Dios pueda aceptar, debe- mos formar hábitos correctos en nuestra vida religiosa. La oración cotidiana es esencial para crecer en la gracia, y aun para la misma vi- da espiritual, así como el alimento físico es indispensable para el bie- nestar temporal. Debemos acostumbrarnos a elevar a menudo nues- tros pensamientos en oración a Dios. Si la mente divaga, debemos traerla de vuelta; mediante el esfuerzo perseverante se transformará por fin en algo habitual. Ni por un momento podemos separarnos de Cristo sin peligro. Podemos tener su presencia que nos ayude a cada paso únicamente si respetamos las condiciones que él mismo ha es- tablecido. La religión debe transformarse en el gran propósito de la vida. Todo lo demás debe subordinarse a ella. Todas las facultades del al- ma, el cuerpo y el espíritu deben empeñarse en la lucha cristiana. Debemos confiar en Cristo para recibir fuerza y gracia, y ganaremos la victoria tan ciertamente como Jesús la ganó por nosotros (Exaltad a Jesús, p. 138). La vida de Cristo estaba destinada a demostrar que la pureza, es- tabilidad y firmeza de principios no dependen de que la vida esté li- bre de tribulaciones, pobreza y adversidad. Cristo soportó sin mur- murar las pruebas y privaciones de que tantos jóvenes se quejan. Y esta disciplina es justamente lo que necesitan los jóvenes; es lo que les conferirá firmeza de carácter y que los asemejará a Cristo, fortale- Recursos Escuela Sabática ©
  • 7. ciéndoles el espíritu para resistir a la tentación. Si se apartan de la in- fluencia de los que tratarían de extraviarlos y corromperlos, no serán derrotados por las trampas satánicas. Mediante la oración cotidiana recibirán sabiduría y gracia de Dios para soportar las luchas y hacer frente a la árida realidad de la vida, y triunfar sobre todas ellas. La fi- delidad y serenidad mental se pueden conservar solamente merced a la oración y una actitud alerta. La vida de Cristo fue un ejemplo de energía perseverante que no se dejaba debilitar por los insultos y el ridículo, por las privaciones o sinsabores... Y precisamente en la me- dida en que mantengan su integridad de carácter en medio de los de- sengaños, aumentarán su fortaleza, estabilidad y resistencia y se for- tificarán en espíritu (Meditaciones matinales 1952, p. 305). La oración es el aliento del alma, el canal de todas las bendiciones. Cuando el pecador arrepentido, comprendiendo las necesidades de la humanidad, y sintiendo su propia indignidad, ofrece sus oraciones, Dios ve sus luchas, observa sus conflictos y advierte su sinceridad. Tiene su dedo sobre su pulso, y toma nota de cada sollozo. Ningún sentimiento lo conmueve, ninguna emoción lo agita, ninguna tristeza lo oscurece, ningún pecado lo mancha, ningún pensamiento o propó- sito lo mueve, de los cuales él no tenga conocimiento. Esa alma fue comprada a un precio infinito, y es amada con una devoción que es inalterable... Al cristiano se le da la invitación de llevar sus cargas a Dios me- diante la oración, y de unirse estrechamente a Cristo mediante los vínculos de una fe viva. El Señor nos autoriza a orar, declarando que él escuchará las oraciones de aquellos que confían en su poder infini- to. Él será honrado por aquellos que se acerquen a él, quienes cum- plan fielmente su servicio. “Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti se ha confiado” (Isaías 26:3). El brazo de la Omnipotencia está extendido para guiarnos y conducimos hacia adelante y siempre adelante. El Señor nos dice que avancemos, y añade: Yo comprendo el caso, y yo enviaré ayuda. Con- tinuad orando. Tened fe en mí. Pedid para la gloria de mi nombre y recibiréis. Yo seré honrado delante de aquellos que observan para criticaros por vuestro fracaso. Ellos verán a la verdad triunfar glorio- samente. “Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibi- réis”... Recursos Escuela Sabática ©
  • 8. ¡Cuán fuertes son la verdadera fe y la verdadera oración! (Nuestra elevada vocación, p. 129). Jueves 9 de agosto: Oraciones renovadas de Pablo (1 Tesalonicenses 3:11-13) El Señor conoce nuestras faltas secretas; no podemos engañarlo ni esconder nuestros caminos delante de él. Se lleva un registro de la conducta de cada persona; de su relación con Dios y con sus próji- mos. Cada acto de nuestra vida es conocido y será juzgado. Estamos construyendo una estructura que estará sujeta al escrutinio del Juez de toda la tierra; es la estructura de nuestro carácter, y cada acto —sí, cada palabra y cada pensamiento— es una piedra en el edificio. Si ca- da día agregamos pensamientos puros, actos nobles y palabras bon- dadosas, no nos avergonzaremos cuando la estructura sea revisada por el Señor Jehová, sino que será un templo que perdurará para siempre (The Bible Echo, 1º de junio, 1887). “No amemos de palabra”, escribe el apóstol, “sino de obra y en verdad”. La perfección del carácter cristiano se obtiene cuando el impulso de ayudar y beneficiar a otros brota constantemente de su interior. Cuando una atmósfera de tal amor rodea el alma del creyen- te, produce un sabor de vida para vida, y permite que Dios bendiga su trabajo. Un amor supremo hacia Dios y un amor abnegado hacia nuestros semejantes, es el mejor don que nuestro Padre celestial puede confe- rirnos. Tal amor no es un impulso, sino un principio divino, un poder permanente. El corazón que no ha sido santificado no puede origi- narlo ni producirlo. Únicamente se encuentra en el corazón en el cual reina Cristo. “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”. En el corazón que ha sido renovado por la gracia divina, el amor es el principio dominante de acción. Modifica el carácter, gobierna los im- pulsos, controla las pasiones, y ennoblece los afectos. Ese amor, cuando uno lo alberga en el alma, endulza la vida, y esparce una in- fluencia ennoblece- dora en su derredor (Los hechos de los após- toles, p. 440). Cada alma convertida tiene una obra que hacer. Debemos recibir gracia para dispensarla gratuitamente. Debemos permitir que alum- Recursos Escuela Sabática ©
  • 9. bre la luz que proviene de la Estrella resplandeciente de la mañana, para que esa luz resplandezca mediante obras de abnegación y sacri- ficio, siguiendo el ejemplo que Cristo nos ha dado mediante su pro- pia vida y su carácter. Debemos recibir de la raíz esa savia que nos capacitará para llevar mucho fruto. Toda alma que haya escuchado la divina invitación debe comunicar el mensaje desde la colina hasta el valle, diciendo a todos aquellos que se relacionan con ella: “Ven”... El amor de Jesús en el corazón siempre se manifestará mediante una tierna compasión por las almas de aquellos por quienes pagó tan alto precio: “No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguramos nuestros corazones delante de él... Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hace- mos las cosas que son agradables delante de él” (1 Juan 3:18, 19, 22). El cristiano carente de amor no existe. Cada verdadero creyente capta los rayos de la Estrella matutina, y transmite su luz a los que se hallan en tinieblas. No solo resplande- cen en medio de las tinieblas de su propio vecindario, sino que como iglesia envían la luz a las regiones distantes. El Señor espera que cada cual cumpla su deber. Todo el que se une con la iglesia debe unirse a Cristo también para difundir los rayos de la Estrella matutina, y debe convertirse en la luz del mundo. Cristo y su pueblo serán copartícipes en la gran tarea de salvar a la humanidad (Cada día con Dios, p. 327). Material facilitado por RECURSOS ESCUELA SABATICA © http://ar.groups.yahoo.com/group/Comentarios_EscuelaSabatica http://groups.google.com.ar/group/escuela-sabatica?hl=es Suscríbase para recibir gratuitamente recursos para la Escuela Sabática Recursos Escuela Sabática ©