1. El siglo de la cultura
Publicado en La VANGUARDIA, 29.11.06
La primera vez que visité la Embajada de España en Brasilia estaba en obras.
Fui a inscribirme en el censo para poder votar en las elecciones catalanas del 1
de noviembre. La segunda vez fue durante la recepción anual de la Embajada
con motivo de la celebración del 12 de octubre, día de la Hispanidad. Saludé al
Embajador y conversé con algunos miembros del personal sobre su trabajo. La
tercera vez, ayer, acudí para charlar con el Consejero Cultural y de
Cooperación de la Embajada de España en Brasil, Juan Villar Escudero.
Quería saber un poco más sobre la relación entre estos dos países. Me recibió
en una sala sobria y luminosa con la bandera española y europea de fondo.
Las Embajadas españolas están formadas por el personal de la cancillería y
por las oficinas sectoriales especializadas en ámbitos específicos como
educación, cultura, agricultura… A nivel de relaciones culturales por ejemplo el
sector cultural se ocupa de los centros del Instituto Cervantes, que serían como
el equivalente de los “Goethe” alemanes, y de los Centros Culturales de la
AECI (Agencia Española de Cooperación Internacional). Antes de llegar a
Brasil me informé sobre los Institutos Cervantes que España tenía en el país.
En Brasilia todavía no hay ninguno pero este año Brasil se convertirá en el país
con más institutos de éste tipo en el mundo, superando a Marruecos.
Carlos Drummond de Andrade escribió en 1928 el famoso Manifiesto
Antropofágico brasileño, y aventuró la idea que la cultura de este país se había
creado “alimentándose” de alguna manera de todas las demás. Brasil tiene mil
culturas y esa idea de “país integrador puede ser un valioso ejemplo y nos
puede enseñar mucho de su carácter cosmopolita” señaló Juan Villar en algún
momento de nuestra conversación. Un país que como tantos otros tiene sus
tópicos culturales como el fútbol, que sin embargo juega un papel importante
de “cohesionador” social. En todas las cuadras de Brasilia, donde Niemeyer
había previsto “espacios que favorecerían las actividades sindicales y de
discusión”, los jóvenes juegan al fútbol en el césped, en la tierra o, en los
mejores casos, sobre campos de cemento. No recuerdo si justo antes, o justo
después de las elecciones iluminaron el campo por el que paso cada día. Se
2. había organizado una fiesta hasta altas horas de la madrugada en una espiral
de partido sin final.
Brasil quiere ir más allá de sus tópicos y representa hoy en día una auténtica
fábrica de creatividad cultural. Hasta el 12 de diciembre se puede visitar la
Bienal de Arte en São Paulo, el acontecimiento más importante del continente
en artes plásticas, con importantes artistas internacionales invitados como el
español Antoni Miralda. Su obra, “Food Culture Museum” reflexiona sobra la
diversidad de la cultura gastronómica en América Latina, “otro de los elementos
característicos de Brasil con el fenómeno de los restaurantes “al kilo” donde
pagas por el peso de tu comida. Muy ilustrativo también de las paradojas de
este país que a la vez lucha contra el hambre y es uno de los mayores
productores de productos agrícolas y ganaderos del mundo” me comenta mi
interlocutor mientras intercambiamos sensaciones sobre el evento. En el mismo
momento, en la otra “capital” del país, Río de Janeiro, entre el 24 y 27 de
noviembre se ha celebrado el forum internacional de Redes Culturales, al que
la Ministra de Cultura española no asistió porque estaba participando en la
Feria del Libro de Guadalajara.
Brasil apuesta por exportar la famosa Bossa Nova o “el” Samba y cultiva un
gran abanico de músicas nacionales como el sertanejo, el forró, el Funky
Carioca, algunos de los clásicos tropicalistas. Un país que alaba y promueve la
música “ao vivo”. En Europa es poco habitual, o se considera un evento
especial tener música en directo en los restaurantes. En Brasil uno cena con
música y bebe con baile.
El sociólogo francés Alain Touraine en su último libro “Un nuevo Paradigma”
apunta que el siglo XXI será el siglo de la cultura y que los países que quieran
jugar un papel importante serán aquellos que se muevan en sus relaciones
culturales. “Brasil es uno de los promotores de la Convención de la UNESCO
de la Diversidad Cultural” me recuerda Juan Villar al tiempo que añade “en este
sentido existe una fuerte complicidad con el gobierno español”. Brasil se toma
muy en serio las políticas culturales y desde la dictadura, la música y el arte
han sido verdaderos instrumentos democráticos de reivindicación
3. enormemente politizados. Igual que “l’Estaca” de Llach no era la estaca, el
“Cálice” de Gil no era el cáliz religioso. En este sentido, la idea de nombrar a un
artista de renombre internacional como Gilberto Gil como ministro de Cultura
fue una apuesta innovadora, trasgresora – y ambiciosa - de utilizar el artista
para hacer gestión política.
Al despedirme le pregunto a mi interlocutor sobre los carnavales, a lo que me
responde “yo te recomiendo Río o Salvador. En Río es más espectacular, pero
en Salvador eres más partícipe. En el país de las desigualdades es interesante
como la cultura se vive con doble intensidad”. Una de las canciones más
conocidas – y tristes - brasileñas, de Antonio Carlos Jobim y Vinicius de
Morães, dos de los grandes mitos culturales de Brasil, dice que “la tristeza no
tiene fin, la felicidad si, (…) parece la gran ilusión del Carnaval, la gente trabaja
el año entero por un momento de sueño, por la fantasía de ser pirata la noche
entera, y todo para que se acabe un miércoles - de febrero- (…)”.