1. Muro de Berlín
La construcción del Muro de Berlín y, especialmente su caída, han formado parte de los momentos más importantes de la historia
del siglo XX. Este muro dividió Berlín en dos partes durante 28 años, separando a familias y amigos.
Antecedentes
Restos del Muro de Berlín
Muro de Berlín en la Topografía del Terror
Al finalizar la II Guerra Mundial, tras la división de Alemania, Berlín también quedó dividida en cuatro sectores de ocupación:
soviético, estadounidense, francés e inglés. Las malas relaciones entre los comunistas y los aliados fueron creciendo hasta llegar
al punto en que surgieron dos monedas, dos ideales políticos y, finalmente, dos alemanias.
En 1949, los tres sectores occidentales (estadounidense, francés y británico) pasaron a llamarse República Federal Alemana (RFA)
y el sector oriental (soviético) se convirtió en la República Democrática Alemana (RDA).
Berlín quedó dividida y se crearon 81 puntos de paso entre las dos zonas de la ciudad.
La construcción del muro
La maltrecha economía soviética y la floreciente Berlín occidental hicieron que hasta el año 1961 casi 3 millones de personas
dejaran atrás la Alemania Oriental para adentrarse en el capitalismo.
La RDA comenzó a darse cuenta de la pérdida de población que sufría (especialmente de altos perfiles) y, la noche del 12 de
agosto de 1961, decidió levantar un muro provisional y cerrar 69 puntos de control, dejando abiertos sólo 12.
A la mañana siguiente, se había colocado una alambrada provisional de 155 kilómetros que separaba las dos partes de Berlín.
Los medios de transporte se vieron interrumpidos y ninguno podía cruzar de una parte a otra.
Durante los días siguientes, comenzó la construcción de un muro de ladrillo y las personas cuyas casas estaban en la línea de
construcción fueron desalojadas.
Con el paso de los años, hubo muchos intentos de escape, algunos con éxito, de forma que el muro fue ampliándose hasta
límites insospechados para aumentar su seguridad.
El Muro de Berlín acabó por convertirse en una pared de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura, con un interior
formado por cables de acero para aumentar su resistencia. En la parte superior colocaron una superficie semiesférica para que
nadie pudiera agarrarse a ella.
Acompañando al muro, se creó la llamada "franja de la muerte", formada por un foso, una alambrada, una carretera por la
que circulaban constantemente vehículos militares, sistemas de alarma, armas automáticas, torres de vigilancia y patrullas
acompañadas por perros las 24 horas del día. Tratar de escapar era similar a jugar a la ruleta rusa con el depósito cargado de balas.
Aun así, fueron muchos los que lo intentaron.
En 1975, 43 kilómetros del muro estaban acompañados de las medidas de seguridad de la franja de la muerte, y el resto estaba
protegido por vallas.
2. Winston Churchill
(Sir Winston Leonard Spencer Churchill; Blenheim Palace, Oxfordshire, 1874 - Londres, 1965) Político británico. A lo largo de su
brillante carrera, sir Winston Leonard Spencer Churchill fue sucesivamente el hombre más popular y el más criticado de Inglaterra,
y a veces ambas cosas al mismo tiempo. Considerado el último de los grandes estadistas, siempre será recordado por su rara
habilidad para predecir los acontecimientos futuros, lo que en ocasiones se convirtió en una pesada carga para sus compatriotas.
Durante años, Churchill fue algo así como la voz de la conciencia de su país, una voz que sacudía los espíritus y les insuflaba
grandes dosis de energía y valor. Su genio polifacético, además de llevarlo a conquistar la inmortalidad en el mundo de la política,
lo hizo destacar como historiador, biógrafo, orador, corresponsal de guerra y bebedor de coñac, y en un plano más modesto como
pintor, albañil, novelista, aviador, jugador de polo, soldado y propietario de caballerías.
Winston Churchill
Nació el 30 de noviembre de 1874 en el palacio de Blenheim, por aquel entonces propiedad de su abuelo, séptimo duque de
Marlborough. Su padre era lord Randolph Churchill y su madre una joven norteamericana de deslumbrante belleza llamada Jennie
Jerome. No hay duda de que en sus primeros años conoció la felicidad, pues en su autobiografía evoca con ternura los días pasados
bajo la sombra protectora de su madre, que además de hermosa era culta, inteligente y sensible.
Quizás por ello, al ser internado por su padre en un costoso colegio de Ascot, el niño reaccionó con rebeldía; estar lejos del hogar le
resultaba insoportable, y Winston expresó su protesta oponiéndose a todo lo que fuese estudiar. Frecuentemente fue castigado y sus
notas se contaron siempre entre las peores. Cuando en 1888 ingresó en la famosa escuela de Harrow, el futuro primer ministro fue
incluido en la clase de los alumnos más retrasados. Uno de sus maestros diría de él: "No era un muchacho fácil de manejar. Cierto
que su inteligencia era brillante, pero sólo estudiaba cuando quería y con los profesores que merecían su aprobación."
Churchill fracasó dos veces consecutivas en los exámenes de ingreso en la Academia Militar de Sandhurst. Sin embargo, una vez
entró en la institución se operó en él un cambio radical. Su proverbial testarudez, su resolución y su espíritu indomable no lo
abandonaron, pero la costumbre de disentir caprichosamente de todo comenzó a desaparecer. Trabajaba con empeño, era aplicado y
serio en las clases y muy pronto se destacó entre los alumnos de su nivel.
Poco después se incorporó al Cuarto de Húsares, regimiento de caballería reputado como uno de los mejores del ejército. Combatió
en Cuba, la India y el Sudán, y en los campos de batalla aprendió sobre el arte de la guerra todo cuanto no había encontrado en los
libros, especialmente cuestiones prácticas de estrategia que más tarde le servirían para hacer frente a los enemigos de Inglaterra.
No obstante, la vida militar no tardó en cansarlo. Renunció a ella para dedicarse a la política y se afilió al Partido Conservador en
1898, presentándose a las elecciones un año después. Al no obtener el acta de diputado por escaso margen, Churchill se trasladó a
África del Sur como corresponsal del Morning Post en la guerra de los bóers.
Allí fue hecho prisionero y trasladado a Pretoria, pero consiguió escapar y regresó a Londres convertido en un héroe popular: por
primera vez, su nombre saltó a las portadas de los periódicos, pues había recorrido en su huida más de cuatrocientos kilómetros,
afrontando un sinfín de peligros con extraordinaria sangre fría. No es de extrañar, pues, que consiguiese un escaño en las elecciones
celebradas con el cambio de siglo y que, recién cumplidos los veintiséis años, pudiese iniciar una fulgurante carrera política.
En el Parlamento, sus discursos y su buen humor pronto se hicieron famosos. Pero su espíritu independiente, reacio a someterse a
disciplinas partidarias, le granjeó importantes enemigos en la cámara, incluso entre sus propios correligionarios. Así pues, no es de
extrañar que cambiara varias veces de partido y que sus intervenciones, a la vez esperadas y temidas por todos, suscitaran siempre
tremendas polémicas.
Tras ser designado subsecretario de Colonias y ministro de Comercio en un gobierno liberal, Churchill previó con extraordinaria
exactitud los acontecimientos que desencadenaron la Primera Guerra Mundial y el curso que siguió la contienda en su primera etapa.
Sus profecías, consideradas disparatadas por los militares, se convirtieron en realidad y sorprendieron a todos por la clarividencia
con que habían sido formuladas.
3. La vida de Churchill antes de ingresar a la política
Winston nació el 30 de noviembre de 1874 en Oxfordshire, exactamente en el Palacio de Blenheim. Por sus venas corría sangre
noble inglesa y estadounidense. Su padre era Randolph Churchill, un político conservador que decidió alistar a su hijo en colegios
destinados a nobles. No fue un alumno estrella, pero sí destacó en historia, algunos idiomas y literatura.
Terminado el colegio, Churchill fue enrolado en el Ejército Británico. Esto lo llevó por una gran aventura viajando por distintos
lugares como la India, Sudán y Sudáfrica. Participó en diversas zonas de combate pero más como periodista. En efectos su pasión
por escribir le valió la popularidad de cronista, llegando a publicar varios artículos en periódicos, haciéndose muy popular. Este fue
el primer paso para acercarse a la política.
Sus primeros pasos
Todo sucedió muy rápido. Patrocinado por el partido de su padre, el conservador, Churchill ascendió desde subsecretario de las
colonias, hasta llegar al ministro del interior en escasos cinco años. Un año más tarde, 1911, es nombrado Primer Lord del
Almirantazgo, puesto que conservó iniciada la Primera Guerra Mundial. Fue él quién sugirió llevar a cabo el desembarco de
Gallípoli que buscaría la rápida eliminación de Turquía de la guerra. Ante el fracaso perdió su puesto, fue nombrado ministro de
municiones y luego de guerra y de aire. En sí, tal humillación hacía parecer que su carrera política estaba acabada.
No obstante, Churchill sabía que aquel ámbito era dinámico y hasta hipócrita. No se alejó del medio, más bien, aceptó el puesto de
ministro de hacienda que se ofreció más tarde. Empero hay que reconocer que aunque dinero y lujos no le faltaban era una figura
bastante opaca y secundaria en el mundo político inglés. Y durante los años treinta, esto pareció empeorar.
Ya nadie hablaba de Churchill y las nuevas generaciones ni lo conocían. De vez en cuando daba uno que otro discurso u opinión
acerca de la situación del mundo, sobre todo, con el preocupante fascismo y nazismo. De igual modo, condenó al comunismo de
Stalin. Si bien Churchill había viajado por innumerables lugares durante su vida, desde Cuba hasta Italia y conocido muchas
personalidades mostrándose tolerante, el acercamiento a la URSS había sido siempre hipócrita. Es más el apoyó con que se envíen
tropas al Ejército Blanco para desbaratar la Revolución Rusa de 1917, aunque también es cierto que las relaciones se normalizaron
cuando Londres reconoció el estado bolchevique.
Hasta llegada la década del treinta, se podría decir que la vida de Churchill, a excepción del incidente de Gallipoli, había dejado un
promedio satisfactorio: con más triunfos que fracasos, político conocido, distinguido, con linaje, dinero y un escritor bastante
aceptable para ejercer tal profesión sin título. Algunos de sus diarios y crónicas como la de la guerra de los Boers, sirven hasta hoy
en día como referencia para los historiadores.
A pesar de que Winston ya había sobrevivido a períodos mucho más densos y problemáticos como la Primera Guerra Mundial, y
la entonces reciente Gran Depresión, nada llamó más su atención que el nombramiento de Hitler en el poder y el rearme de
Alemania. No obstante, los recuerdos de una guerra cruenta aún estaban latentes en los corazones de muchas personas, y todos
preferían no en pensar la idea de un nuevo enfrentamiento. Sin embargo, de todos los políticos de la época, Churchill fue quizá el
de mayor visión. Mientras muchos de sus colegas de gran poder y los primeros ministros sobre todo, se dedicaban a solucionar los
problemas económicos, Alemania se rearmaba mostrándose indetenible.
Para esto Churchill ya no tenía un puesto de importancia y se sentía alejado de sus antiguos amigos políticos militares. Criticó
mucho a Chamberlain por su política pasiva frente a Hitler, pero estalló en ira cuando el primer ministro inglés volvió de Múnich
alegando haber obtenido la “paz de este siglo”. Churchill le dijo: “les dieron a elegir entre el deshonor y la guerra, elegiste el
deshonor, y además tendrás la guerra”. Luego de todas las jugarretas políticas, anexiones e invasiones por parte de Hitler y
Mussolini, la guerra estalló en 1939.
El Churchill de la Segunda Guerra Mundial
Cuando inició el conflicto, Chamberlain invitó a Churchill a formar parte de su gobierno, siendo nombrando Primer Lord del
Almirantazgo. Su función estuvo en evitar el abastecimiento alemán por mar y además de formar parte de la organización en la
lucha contra la Kriegsmarine. En sí se podría decir que en la primera parte del conflicto, Churchill se hallaba al frente de la batalla
del Atlántico. Al ser invadida Noruega, Chamberlain presenta su dimisión.
Era la oportunidad de su vida, como bien dijo Churchill en algún momento posterior. Nombrado primer ministro dirigió la batalla de
Francia sin éxito. Luego vino su primer y gran reto: la batalla de Inglaterra. Negándose a la rendición condicional con Alemania,
Churchill alentó a sus muchachos a defender los cielos ingleses y a pesar de que Londres llegó a ser bombardeada más de 50 noches
consecutivas así como muchas otras urbes de la isla, la Luftwaffe se ve obligada a admitir la derrota. Churchill diría: “en el campo
del combate nunca antes tantos debieron tanto a tan pocos”.
Después de esto, el primer ministro concentró sus defensas en el norte de África y también en Birmania y Malasia, antes de la
invasión nipona. Además recibió ayuda a través de la ley de préstamos y arriendos de Estados Unidos. También trató de convencer a
los soviéticos de unirse a la lucha contra Alemania. Tras el ataque a Rusia y Pearl Harbor en 1941 por parte de Alemania y Japón,
eso ya no fue necesario. Churchill llegó a decir: “la suerte de Hitler está echada, ganaremos la guerra”. Cuando la guerra estuvo a
punto de acabar, Churchill se percató que Gran Bretaña había quedado atrás como gran potencia para ceder a Estados Unidos y la
URSS. Finalmente en 1945 la guerra terminó y el Eje fue derrotado dejando a una Inglaterra totalmente debilitada. No obstante ya
era un hombre conocido en todo el mundo y su popularidad opacó bastante algunos defectos suyos como el ser un bebedor
empedernido y el haber permitido la hambruna en la India que dejó millones de muertos.
4. Últimos años y muerte
Poco antes de terminada la guerra, perdió las elecciones y Clement Attlee del partido laborista, ganó su lugar. Sin embargo, su fama
e influencia poco antes de dejar el cargo le valieron un reconocimiento para que Francia obtenga una parte de Alemania en el
reparto. Cuando la Guerra Fría dio comienzo fue él quien mencionó la popular la frase “ha caído un telón de hierro”, para hacer
referencia al mundo bipolar repartido entre la URSS y Estados Unidos.
Volvió a presentarse para elecciones como primer ministro en 1951 y las ganó haciendo triunfar otra vez al partido conservador.
Gobernó hasta 1955 cuando dimitió, por motivos de salud. Durante su tercer mandato se acercó mucho a los Estados Unidos,
llegando realizar hasta cuatro viajes. Apoyó a Washington en todos los acontecimientos de la Guerra Fría mientras estuvo vivo, así
como a Israel en su lucha contra los árabes.
También tuvo que hacer frente a asuntos de índole nacional, como la rebelión del Mau Mau y la guerra de independencia en Malasia
y Singapur, aunque este último asunto no se terminó bajo su mandato. Entre las buenas noticias tenemos que en 1953 Estocolmo le
concedió el Premio Nobel de Literatura, por la contribución de sus obras históricas. Además claro está recibió muchos otros títulos
de la corona inglesa.
En sus últimos años para librarse de la depresión, decidió salir por el Mediterráneo en numerosos cruceros para entretenerse.
Finalmente el 15 de enero de 1965 sufre un ataque cardíaco y nueve días después fallece, con 90 años de edad. El funeral fue con
toda la pompa, como si de un noble se tratase, donde asistieron representantes de casi 100 países. Sin duda alguna, una de las figuras
más relevantes de todo el siglo XX y de la historia mundial.
Escrito por: Joaquín Toledo, especialista en historia del mundo, historia antigua y con amplia experiencia en investigaciones
sobre conflictos bélicos.