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Bolívar, rumbo a la eternidad(Segunda Parte)Por: Jorge Mier HoffmanBOLÍVAR, VISTO POR UN CORRESPONSAL EN SU VIAJE A LA ETERNIDAD.CARMELO FERNANDEZUN CORRESPONSAL DE GUERRAEN SANTA MARTAEn 1983, a los 96 años de su muerte y dentro de las conmemoraciones de los 200 años del nacimiento de Simón Bolívar, fueron trasladados al Panteón Nacional, donde reposan cercanos a los del Libertador: los restos mortales del pintor, militar y corresponsal de guerra Carmelo Fernández. Carmelo Fernández nace en Guama, Estado Yaracuy, el 30 de junio de 1810. Este corresponsal que nos ayudó a develar los hechos que se sucedieron durante los siguientes doce años después de la muerte de Bolívar, curiosamente era sobrino del General José Antonio Páez, precisamente el causante de toda la desgracia de Bolívar: Fue Páez el hombre que traicionó el juramento de lealtad al Libertador, y el que por doce años le negó su última voluntad, a oponerse a que sus restos mortales fueran trasladados desde Santa Marta a Caracas… Fue Páez el artífice de la disolución de la Gran Colombia como el líder de La Cosiata, agrupación de políticos y oligarcas antibolivarianos, que conspiraba abiertamente por destruir la obra de Bolívar… Fue Páez el que con su discurso antibolivariano, instigó a otros enemigos a asesinar al Gran Mariscal Antonio José de Sucre en Berruecos… Fue Páez el que desterró a Bolívar de su propia patria… Fue Páez el que protegió a los antibolivarianos: Santander, Obando, Carujo, Sañudo, Botero Saldarriaga, como los viles asesinos que trataron de acabar con la vida de Bolívar… Fue Páez el causante de toda la desgracia que llevó al Libertador a iniciar un viaje hacia la eternidad, y el que inconcebiblemente y a pesar de su enemistad con Bolívar, también ocupa en el Panteón Nacional un espacio al lado de la urna del Libertador. Carmelo Fernández estudió sus primeros años en Caracas, luego viajó a Estados Unidos y Europa, donde perfeccionó su arte. Entre sus obras de gran esfuerzo están el "
Atlas"
 y "
Plano de Venezuela"
 de Agustín Codazzi, e Ilustración de la "
Historia de Venezuela"
 de Baralt y Díaz… Conocedor de la personalidad de Simón Bolívar, a quien trató en Bogotá, logra popularizar su retrato, a tal punto que es el mismo rostro que está troquelado en las monedas de Venezuela. Carmelo fue designado como corresponsal de la Comisión venezolana encargada de trasladar los restos mortales del LibertadorFinalmente, y gracias a la persistencia y los esfuerzos de las hermanas de Bolívar y los partidarios que protestaban ante las puertas del Congreso, y luego de doce años, el 29 de abril de 1842 el Congreso de la República de Venezuela aprobó el Decreto para el traslado de los restos del Libertador a Caracas. Designada la Comisión, Carmelo Fernández, como corresponsal, tenía la misión de documentar el hecho histórico, dibujar las escenas dramáticas, y describir los sucesos, los cuales se reproducen en este escritoLA Guaira, 13 de noviembre de 1842 left0Ya la nave desplegó sus velas, y remecida sobre el ancla se apresta a partir… El marinero se alegra con la orden de salir del puerto, porque sus ojos acostumbrados al infinito horizonte de la mar, se fastidian pronto con la vista de la tierra: la mar  es su querida, y la Luna de sus ensueños es la Luna que nace y muere con el mar. La Constitución, nuestra nave capitana, al mando del Capitán  de fragata Juan B. Baptista, con sus velas blanquísimas, alumbradas por la Luna, iba adelante, ligera como una garza. Luego seguía nuestra embarcación, la hermosa corbeta Circe, al mando del cariñoso Sr. Jules Ricard, rompiendo las olas, majestuosa como un cisne; y a su popa, navegaba el velero bergantín El Caracas a las órdenes de Mr. Wheeler.Dice Carmelo que todavía se distinguían allá a lo lejos, bien lejos, casi perdidos, los picos más elevados de los montes del Ávila, La Silla, como un centinela sobre las costas de Venezuela, que los miraba partirÍbamos en busca de Bolívar. Íbamos a la tumba del Grande a expiar el ingrato olvido de doce largos años. Íbamos a nombre de un pueblo a cumplir un último deseo pronunciado por el amor a la patria. Dos días después, el 15 por la tarde se descubría tierra. Estaríamos a más de cien millas de distancia. Pero la noche se acercaba, y era esta la segunda vez que el comandante navegaba por los costaneros al continente sudamericano. En la cubierta de la Constitución se encontraban los Comisionados por Venezuela para recibir de la Nueva Granada los restos mortales del Libertador: son los apreciables señores doctor José María Vargas, general José María Carreño y Mariano Uztáriz. Santa Marta es una histórica ciudad del norte de Colombia, capital del departamento de Magdalena, ubicada a orillas de una profunda bahía del mar Caribe en la desembocadura del río MagdalenaLuego de tres días de navegación y sin mayor contratiempo, ya estábamos en la bahía de Santa Marta, mansa como una laguna formada en semicírculos… El Morro, gran peñón que se eleva en su centro y a distancia corta de la tierra, es el primero que llama la atención del que llega. Muy cerca descubrimos a La Constitución y El Caracas tranquilamente posados a la derecha del Morro y cerca de tierra. A su costado se balanceaban el bergantín inglés de guerra Albatros al mando del capitán Yorke, y La Venus, bergantín de guerra holandés de hermosa perspectiva. Ambos habían venido por órdenes de sus gobiernos a solemnizar con su presencia el tributo de gratitud que pagaba Venezuela a la memoria de su Libertador. Un duro golpe nos anunció que la Circe estaba fondeada. Cayó pesadamente el ancla, buscando la arena en que aferrar su diente, y la corbeta guardando su última vela, se deslizó hacia atrás, como un  caballo detenido en la mitad de su carrera. Habíamos llegado a Santa Marta, lugar que cobijó por doce años los restos mortales del Libertador. Inmediatamente se presentó a bordo un elegante militar, Capitán de Puerto, con el Secretario de la Gobernación, encargados ambos de dar la bienvenida a los Comisionados de Venezuela. Ofrecieron gentilmente sus casas para que sirviesen de habitación mientras permanecían en Santa Marta.Santa Marta desplegaba a mis ojos su larga fila de casas blancas simétricas, iguales casi; vista poco agradable por su ninguna variedad; pero hechicera para el que no había visto en tres días sino agua y cielo por todas partes… Los edificios  que elevan la frente más alta que la línea de techos que forma la generalidad, son la iglesia Catedral, el Templo de San Francisco y el edificio de aduanas.El resto es un panorama monótono y poco atractivo, a no ser por la hospitalidad de los samarios, que dejaban ver esa hermandad y esa sonrisa que con seguridad cautivó al LibertadorEra domingo el día de nuestra entrada a la bahía, y los marineros aprovechaban el permiso que les concede la ordenanza de tales días, jugando la insulsa lotería. Un centavo era el precio fijado para cada cartón, y es el máximo permitido a bordo. La ciudad de Santa Marta no tiene lo que se llama un lindo aspecto. Calles rectas y angostas encuadradas por casas pintadas, la mayor parte de blanco, sin una plaza bonita, sin un templo elegante y sin una fuente pública. En las noches las calles están desiertas, porque a esa hora la brisa es insoportable… La brisa fuerte comienza de las cuatro a las cinco de la tarde en adelante, sin que falte nunca. Eso le agrega un aspecto desolador a la ciudad, sobre todo a la caída de la tarde, cuando los faroles alumbran las calles cubiertas de arena, y una nube de polvo enturbia el ambiente sombrío que trae la noche, cuando las tertulias se forman en los corredores de las casas, para librarse del calor que es insoportable cuando no sopla la brisa.Mi viaje a Santa Marta había sido exclusivamente por Simón Bolívar. Así mi primer cuidado fue visitar los lugares en que el estuvo y conocer las personas que estuvieron a su lado en los últimos días de su vidaAntes que todo quise conocer cuanto dijo el Libertador en sus momentos del adiós, para visitar luego con más interés los sitios donde estuvo. Por eso fui a la casa del Sr. Joaquín Mier y Benítez, de nacionalidad española, domiciliado en Santa Marta, y el mejor amigo de Bolívar, porque lo fue en la desgracia.La amistad de Joaquín Mier adquiere singular importancia, porque no fue en el ápice del poder cuando la hipocresía y el interés están presentes en los aduladores, sino que fue en la miseria, cuando otros que decían ser fiel a su amistad lo traicionaron, o simplemente no se interesaron por sus necesidades en suMe hice anunciar… continúa Carmelo Fernández. Tendiéndome la mano el franco español, lleno de bondad, se la apreté con toda la efusión de mi corazón. Miré su rostro con aquella admiración respetuosa con que se contempla un hombre que vale, porque el Sr. Mier vale mucho para mí. Con su alma generosa y rebosado en desprendimiento, ofreció su casa, su dinero, su persona, su noble amistad al Libertador proscrito, al Padre maldecido, al Fundador de la Libertad Sudamericana herido en el alma por la ingratitud.Bolívar supo de Joaquín Mier, porque éste noble español le ofreció su casa para tenerlo como huésped en la convalecencia de su malestar; gesto bondadoso que Bolívar supo apreciar: “Espero que dentro de ocho días estaré un poco mejor para poder seguir a Santa Marta a tomar aires mejores y buenos baños; si allí no recibo mejoría, quién sabe lo que hago, pues no tengo un médico que me aconseje, ni una persona digna de ser oída en materia de salud… ¡..Quién sabe si yo me estoy matando por no hacer nada y siguiendo un régimen errado..! Aunque he deseado irme a Santa Marta, por gozar de todas sus conveniencias y de las bondades del señor Mier, me es imposible ejecutarlo porque mis males van empeorando y realmente no creo que pueda hacer el viaje”…Simón Bolívarleft0Cuántas cosas hubiera yo preguntado al Sr. Mier, continúa Carmelo Fernández, pero mi posición no me lo permitía. Demasiado joven, no era dado cuestionar a un respetable anciano, para mí rodeado de una atmósfera de veneración que no podía traspasar. Hablaba con los Comisionados de Venezuela, a quienes dio franca y noble hospitalidad, sobre asuntos relativos a la ceremonia fúnebre que debía tener lugar dentro de pocos días.  De la casa del Sr. Mier fui a la del doctor Próspero Reverend, actual cónsul de Francia. Es un amable señor de agradable apariencia y manera muy insinuante. El doctor Reverend fue el médico de cabecera del Libertador en su postrera y única enfermedad, y por eso me pareció un recuerdo andante. Mucho habló del Libertador y su carácter durante los últimos días. Me mostró una secreción hallada en uno de los pulmones cuando se hizo el examen del cadáver. Es de figura casi oblonga, porosa, y un poco parecida a esos huesecitos que se hallan en el espinazo de los peces. Él conserva esta memoria con sumo aprecio y por ningún respecto se desprendería de ella La mantiene envuelta en el mismo papel en que la puso cuando la autopsia. Sobre el papel se leen dos palabras: “De Bolívar”... Algo dijo de enviarla a Francia en caso de que muriese lejos de su familia… decía: “Así, todos los deseos de poseer una memoria puramente nacional, deben morir ante esa voluntad decidida. La Francia poseerá una reliquia de Bolívar, y la América, si quiere conocerla, tendrá que ir al Museo de Louvre en París”El Sr. Manuel Ujueta, bolivariano exaltado, fue el que financió la construcción de una bóveda para colocar las cenizas del Libertador, cuando en 1834 un terremoto destruyó la que los señores Díaz Granado cedieron para enterrar su cadáver en 1830, cuando no habían recursos económicos y hasta el gobierno negó la caridad que le fue solicitada. Fue un hecho reseñado por la prensa de Caracas que atendió el Sr. Ujueta, y el eterno agradecimiento de Juana Bolívar, la hermana del Libertador Gabriel Pineda, en su libro “Bolívar Frente a la Muerte”, nos dice: “Pasaban los años, y la turbulencia política desatada al calor de los más profundos enconos personales y ambiciones económicas, no permitían que se cumpliera la voluntad testamentaria del Libertador, para que sus restos fuesen llevados a Caracas, su ciudad natal, ni mucho menos que se cuidara aquella bóveda que debía ser sagrada para todos los colombianos, y que era buscada afanosamente por los enemigos de su revolución, quienes suponían se encontraba en la villa de Soledad, Provincia de Cartagena” En febrero de 1838, a menos de ocho años de la muerte de Bolívar y a cuatro años de aquel devastador terremoto, el periódico caraqueño “La Bandera Nacional” en su edición Nº 29 del 23 de febrero, publica una denuncia sobre el estado lamentable en que se encontraban los restos del Libertador sepultado en Santa Marta… Decía la nota de prensa: “En los meses finales de 1837, se había removido la bóveda donde estaba sepultado el Libertador, y algunos miserables enemigos mandaron a rellenarla de tierra, y pisarla, de forma como lo ejecutaron. Por cuanto los restos estaban en una caja de madera y una caja de plomo, la tierra ni el pisón pudieron romper la caja de plomo y sólo la magullaron; no así la de madera que ya estaba podrida”La noticia causó conmoción en Caracas, donde se encontraba Juana, hermana del Libertador, quien dirigió de inmediato una carta a don Manuel Ujueta, que según la misma nota de prensa decía: “Al enterarse de lo sucedido, el señor Ujueta limpió la bóveda sin alterar el estado en que se encontraban los sagrados restos, contando que, el esqueleto tal cual estaba así quedó, volviendo a colocar en la bóveda ya limpia, y como dijo emotivamente: regada con las lágrimas de aquel buen patriota y de muchos otros que lo acompañaron”En agradecimiento por ese gesto con su hermano y Padre de la Patria, Juana Nepomucena Bolívar le hizo llegar al Sr. Ujueta una medalla de oro, fundida en alto relieve con la efigie del Libertador, junto con las siguientes letras: “Muy apreciado Sr. Ujueta. He sabido por un periódico de esta ciudad que, habiéndose hundido la bóveda donde están depositados los restos de mi difunto hermano Simón Bolívar, usted hizo repararla a su costa, impidiendo que fuese mancillada como se intentaba. Este acto generoso me ha penetrado del más vivo reconocimiento, y obedeciendo al impulso de mis sentimientos, me dirijo a usted para presentarle el testimonio más sincero de mi gratitud”Juana Bolívarleft0Continúa Carmelo Fernández: Sobre este episodio que reseñó la prensa de Caracas y que agradeció la hermana de Bolívar, le oí una interesante relación que ojala pudiese repetir aquí integra, y con todo el colorido que le dio el Sr. Ujueta. Trataré de repetir lo que más tengo presente de la conversación: “Cuando murió el Libertador, me dijo, los samarios creímos que no debían ser inhumados sus restos en un cementerio, como los de un particular cualquiera. Pensamos en un sitio propio, y los señores Granados ofrecieron empeñadamente una bóveda de su propiedad, que verá Usted al pie del Altar de San José en la nave derecha de la iglesia Catedral. Allí se depositaron los restos del vencedor de Boyacá, San Mateo y Carabobo, en una bóveda que la admiración le ofrecía. Allí debía permanecer para siempre, según el aspecto que las cosas tenían entonces, cuando era un delito ser bolivariano, y cuando el retrato del Genio Libertador de América sólo podía tenerse oculto al respaldo de un cuadro En esas circunstancias, me vi forzado a pasar a Jamaica, temeroso de que si permanecía en mi país podía ser asaltado de un instante a otro, solamente por ser amigo de Bolívar y sólo porque mis manos cerraron sus párpados ya helados. En esa bóveda estuvieron hasta que un terremoto la arruinó… Entonces mal intencionados hicieron arrojar tierra sobre el ataúd que por entre las ruinas se veía, entapizando todo el interior con escombros y pedazos de ladrillos. Y aún concibieron el proyecto de posesionarse del cadáver para arrojarlo al mar junto al Morro, para que las profundidades que allí tienen las aguas, hiciese imposible extraerlo en ningún tiempo. Indignado por tal infancia, solicité y obtuve permiso para construir la bóveda que hoy ocupan los restos de ese Grande Hombre… Con algunas dificultades se arregló lo que hicieron esos malvados señores, y luego de recuperadas las cenizas las conduje a mi casa, conservándolas en mi poder por tres días que se emplearon en la construcción de la nueva bóveda. El Capitán Joaquín Anastasio Márquez encargó a los Estados Unidos la losa de mármol que muchos años señaló el lugar de la sepultura, y que hoy podrá ver Usted en la sacristía de la iglesia”left0Curioso quedé por saber la razón por la cual la losa que cubrió los restos mortales del Libertador estaban en una sacristía..! Era una losa que honró la tumba del Libertador, pero que ahora despreciaban por una nueva, en momentos en que los Comisionados se disponían a exhumar los restos mortales del Libertador. La esposa del Capitán Joaquín Márquez da cuenta de la lápida que ordenó su esposo right0“Cuando en circunstancias notorias a todo los hombres, sobre todos aquellos que merecieron privilegiados servicios y honores de Su Excelencia El Libertador, guardaron silencio y nada hicieron por resguardar sus cenizas del terremoto ni de quienes intentaron profanar su tumba, ni con respecto a la lápida que debiera cubrir sus cenizas, hoy han despertado de su indiferente letargo, a consecuencia del humilde tributo de una losa de mármol que mi esposo Joaquín Márquez, a sus expensas, y sólo a impulsos de su gratitud, hizo traer de los Estados Unidos, no advierten que al arrebatar esa lápida, realzan el nombre de mi esposo y ponen en claro la indiferencia que mostraron por las cenizas de Bolívar. Continúa la esposa del Capitán Márquez: Mi esposo se encuentra en desgracia, fuera del país y han tratado de despreciar su obsequio, como se acostumbra en tales casos con los abatidos por almas innobles, sin duda porque se avergüenzan de lo mal que le pagaron al Héroe de Colombia, y como si quisieran borrar un testimonio de su ingratitud, han arrancado aquella lápida sustituyéndola con otra que vino acaso destinada para una mesa… Pero que chasco..! en Venezuela, en las demás Repúblicas de América, y si no me equivoco, en el orbe entero, es muy sabido el leal procedimiento de mi marido, y esta verdad la comprueba la carta que desde su residencia se dignó dirigir a mi esposo la señora Juana Bolívar, hermana del Libertador, en la que da gracias por haber sido el único que recordó a su hermano. Lo que con miras conocidas inventaron quitar la lápida, debieron reflexionar que desde que Márquez la dedicó a la memoria de Su Excelencia el General Simón Bolívar, dejó de ser de Márquez y que la quiten o hagan con ella lo que quieran, lo hacen a una prenda que corresponde exclusivamente al sepulcro venerado del Libertador, y como tal, creo la reclamarán los Sres. Comisionados que han venido por sus restos” Lápida que hoy puede ser apreciada en el Museo Bolivariano de Caracas, ya que finalmente le fue entregada a la familia Bolívar Los Comisionados de Venezuela llevaron “La muy especial recomendación de presentar a nombre del Gobierno de Venezuela, las más solemnes gracias a los Sres. Joaquín Mier, Manuel Ujueta y Joaquín Anastasio Márquez, por sus servicios al Libertador en sus últimos días y por el respeto y celo que mostraron a sus preciosos restos”“San pedro de Alejandrino es un relicario donde la historia tejió un rosario de recuerdos. Esa casa ha pasado a tener una connotación maravillosa, porque fue allí, en esa vigilia de cenizas, fue donde acabó sus días Simón Bolívar” Amanda Picón AponteA las seis de la mañana montamos caballo para dirigirnos a San Pedro de Alejandrino. Tomamos al Este de la ciudad por un camino llano cubierto de arena que va cruzando el valle de Santa Marta, entre árboles pequeños y frondosos arbustos a pesar de estar sembrados en piso arenoso. Me contaban que el Libertador fue llevado por este camino en una berlina en la tarde del 6 de diciembre  Contaba Reverend, que el Sr. Mier iba junto al Libertador en la Berlina, y cumpliendo un deseo de su esposa, detuvo por instante el coche en su residencia de habitación – La señora quería que Bolívar bajara a conocer la casa – Imposible..! le respondió en francés el Sr. Mier: “No ves su estado. No pueda dar un paso” – Entonces Bolívar, incorporándose penosamente, saludo a la dama y dijo: “Señora, aun me quedan fuerzas para ir a besar a usted su mano” - Así lo hizo y luego subió ella también al coche para acompañar al Libertador hasta San pedro. Aproveche la travesía para conversar con el Dr. Reverend, sobre todo en cuanto al estado de salud del Libertador y las causas de su muerte Era imposible salvarlo..! me dijo. Cuando llegó a Santa Marta el 1° de diciembre de 1830, su mal estaba muy avanzado y su espíritu extremadamente decaído… El Libertador con su carácter de fuego y su alma colosal, se tornó en un niño cuando supo los sucesos en Valencia. No porque le hubiesen desconocido, sino porque le hubiesen calumniado, porque en la necesidad de combatir, serían sus hermanos sus enemigos, serían sus hijos, la mayor parte criaturas suyas, y su alma generosa fue herida vivamente. Recordemos que en Valencia un grupo de oligarcas, políticos y militares corruptos, se confabularon en una conspiración antibolivariana que Bolívar despectivamente llamó “La Cosiata”, a la cual subestimó para referirse a algo efímero, sin importancia, o sea, la “cosita”, que declaró a Bolívar enemigo de la Patria e invocó la disolución de Venezuela de Colombia. “Que no se permita de ningún modo que el General Bolívar vuelva al Venezuela. Si se verificase su aproximación se entenderá como una declaración de guerra” Decía Bolívar: “Me acusan de todos los males y me niegan todas las virtudes… Ponen en duda mi desprendimiento y el amor que siempre he profesado a la Patria. No ahorran en negaciones y bajezas… Sería preferible y menos doloroso los puñales parricidas alzados contra mi pecho” Volantes infames se repartían en las plazas y los mercados; periódicos con artículos ignominiosos se enviaban al exterior; voceros pagados repetían como un loro un texto denigrante en tabernas y plazas; caricaturas vergonzosas aparecían en las iglesias durante la misa; carteles pusilánimes cubrían las paredes de las casas; en fin, toda una campaña publicitaria tendiente a apagar la luz destellante que desbordaba la obra del Libertador. Continúa narrando Reverend: Su enfermedad, es cierto, era grande y muy grave: se presentaba con caracteres de sepulcro: nunca se hubiera salvado; pero al menos hubiera vivido mucho más tiempo. Más aquel pesar que nunca le abandonaba, aquel suplicio horroroso que lo ponía el recuerdo de los venezolanos, su pueblo predilecto y que ahora eran su enemigo… Nunca habló de política, pero su frente llena de sombras, su boca contraída con fuerza, sus involuntarios movimientos de desagrado, su mirada, todo nos decía lo que ya sabíamos: que su padecimiento eran reagravados por su malestar moral, y así lo creí yo desde el primer día que lo vi y así lo apunté en los Boletines que escribí de su enfermedad. Ciertamente, Reverend escribió en su Boletín Médico las causas fundamentales de la muerte de Bolívar: “Debe observarse a favor de esta aserción que el Libertador, cuando el mal estaba en su principio, se mostró muy indiferente a su estado, y se denegó a admitir los cuidados de un médico: Su Excelencia mismo lo ha confesado: era cabalmente en el tiempo en que sus enemigos le hartaban de disgustos, y que estaba más expuesto a los ultrajes de aquellos a que sus beneficios habían hecho ingratos. Su Excelencia llego a Santa Marta bajo auspicios mucho más favorables, con la esperanza de un porvenir mucho más provechoso para la patria, en que veía brillantes defensores que le rodeaban. La naturaleza conservadora retornó sus derechos; entonces pidió con ansia los socorros de la medicina. Pero ¡ah! ¡ya no era tiempo! El sepulcro estaba abierto aguardando la ilustre víctima, y hubiera sido necesario haber un milagro para impedirle descender a él”Pregunté: ¿y que pasó con los papeles que el Libertador mandó a quemar y que estaban en poder del Sr. Pavajeau? ¿Qué se hicieron? – No lo sé – respondió Reverend - Oí decir que no se habían encontrado. Grande interés deben presentar cuando tan cuidadosamente se han perdido. Como se recordará, en su viaje a la eternidad, Bolívar dejó a buen resguardo del su amigo Pavajeau, diez baúles que contenían veinte años de papeles personales  Hay tres versiones sobre el destino de los papeles personales que Bolívar recopiló por veinte años, y que siempre les acompañaron… Una versión cuenta que el Sr. Juan Bautista Pavageau el 15 de diciembre de 1830 había partido hacia Jamaica en su ruta a los Estados unidos, y que por ello, como albacea de los valiosos papeles del Libertador, no cumplió su voluntad testamentaria la cual desconocía: Cláusula 9° “Ordeno: que los papeles que se hallan en poder del Sr. Pavageau, se quemen” En la isla, el Sr. Pavageau los dejó a buen resguardo de su socio Juan de Francisco Martín. En mayo de 1831, el General Francisco O´Leary en su destierro llega a Jamaica, y allí sabe de los papeles de Bolívar, los cuales conviene con el Sr. Marín conservarlos, algunos de los cuales fueron utilizados por O´Leary para escribir sus invalorables Memorias. Otra versión dice que efectivamente fueron quemados; mientras otros aseguran que aún no han salido a la luz pública, ya que a la muerte del Libertador se convirtieron en recuerdos invalorables que adquirieron valor comercial como bonos valores que aún se comercializan en las casas de subasta privadas para prestigiosos coleccionistas. Llegamos a la casa y me dirigí a la habitación donde murió Bolívar… Mudo y sobrecogido en profunda meditación pisé los sitios, testigos de la muerte del Ángel de la Libertad Sudamericana. En un cuartito de siete varas terminó su gloriosa carrera el Genio de Colombia. Henchido el pecho de dolor y queriendo reventar mis ojos en lágrimas, recorría con paso lento aquella última habitación del Grande, en la que repitieron los ecos la voz del moribundo expatriado que encomendaba en su despedida la unión de sus hermanos que le habían retirado su confianza. El Dr. Reverend nos indicó el lugar donde estaba su lecho, donde estuvo su hamaca, donde meditaba bajo un tamarindo y donde se paseó alguna vezNi el lecho existe ni la hamaca… Mesa, un asistente del Libertador, los quemó el día después de su muerte, al momento que decía: “Para que los enemigos del Viejo no encontrasen nada que le hubiese pertenecido” Con el título afectuoso de “Viejo”, era como los soldados llamaban respetuosamente al General Bolívar Un hermoso busto de mármol blanco está colocado en el mismo lugar en que expiró y a su derecha y existe la librería que para uso del Libertador compró especialmente el Sr. Mier, quién sabía de su afición por la lectura. Recorrí el jardín y todos los alrededores de la casa, y me hicieron notar un caprichoso caminito, cercado por frondosos árboles frutales, donde se concentran las aves para arrullar con su canto, y que fue el predilecto del Libertador. Me contó el médico, que Bolívar murió a la una y siete minutos de la tarde del 17 de diciembre. Horas más tarde le practicó la autopsia; luego fue trasladado el cadáver a la ciudad ese mismo día por la noche, donde precariamente pudo improvisar la conservación del cadáver, ya que en la botica del pueblo no habían todos los productos para embalsamarlo; razón por lo cual, apenas se pudo velar el cadáver, y la inhumación se hizo el día 20 a las 5 de la tarde. Reverend escribió que la autopsia la realizó en la misma casa horas después que murió el Libertador: “El 17 de Diciembre de 1830 a las 4 de la tarde, en presencia de los señores Generales beneméritos Mariano Montilla y José Laurencio Silba, habiéndose hecho la inspección del cadáver en una de las salas de la habitación de San Pedro, en donde falleció Su Excelencia el General Bolívar, ofreció los caracteres siguientes: Se descubrió una concentración calcárea y regularmente angulosa del tamaño de una pequeña avellana. Abierto el resto de los pulmones con el instrumento, derramó un moco parduzco que por la presión se hizo espumoso. El corazón no ofreció nada particular, aunque bañado en un líquido ligeramente verdoso contenido en el pericardio”Me llamó poderosamente la atención una referencia del Dr. Reverend:“En toda su penosa enfermedad no se escapó de sus labios un solo acento que manifestase odio, ni siquiera mala voluntad hacia ninguna de las personas que, por decirlo así, lo impelían precipitadamente al sepulcro. Lo más que dijo con referencia a este particular, y eso en un  momento en que tenía una gran fiebre, fue: Vámonos, vámonos. Esta gente no nos quiere en su tierra. Lleven mi equipaje a bordo”left0De regreso a la ciudad, continué mi conversación con el médico Reverend: Usted cree doctor, que encontremos conservado el cadáver de Su Excelencia – Tal vez no - me respondió - porque absolutamente carecíamos de ingredientes para embalsamarlo bien. No los tenía yo ni los había en la población. En la Plaza Mayor, y un poco lejos del centro de la ciudad, se ve la Catedral: sencilla y bonita como una religiosa novicia, de aspecto agradable y risueño, que inspira respeto y cariño por el culto a que está consagrada; y orgullosa con una blanca piedra de mármol que guarda en su nave céntrica, así como la monja enseña un fragmento del Lignum-crucis prendido en su seno: una piedra blanca y sin nombre alguno, como si un nombre fuese inútil cuando un mundo repite con millones de voces ese nombre que ella revelaría tal vez incompleto; así la profesa conserva su cruz sin nombre, porque el del Salvador parece eternamente unido a la santa reliquia. En la nave derecha se ve el altar consagrado al esposo de la Madre de Dios y a sus pies la bóveda de la familia Granados, que guardó los restos de Bolívar.El templo está embaldosado con cuadros de mármol, alternativamente blanco y negro, y en sus paredes están colocadas las efigies de los canonizados de la iglesia romana. La tumba de bolívar está en la nave del centro, como antes dije, y hacia la parte superior de la nave En mi curiosidad, busqué la famosa piedra del Capitán Márquez que había sido desechada para señalar el lugar de sepulcro del Libertador… Estaba en la sacristía con el lado escrito vuelto hacia la pared y apoyada por el costado más largo, como un objeto sin valor que no había donde colocar. A las cuatro y tres cuartos de la tarde del 20 de noviembre se hallaban reunidos en la iglesia catedral, con el objeto de presenciar el acto de exhumación de los restos venerables del Libertador:  El General Joaquín Posada Gutiérrez, Gobernador de Santa Marta y Presidente de la Comisión designada por Nueva Granada  El ilustrísimo Sr. Obispo de la Diócesis, Dr. Luis J. Serrano, miembro de la Comisión  El Sr. Joaquín Mier y Benítez, miembro también de la Comisión, quien llevaba al ojal de la casaca un busto del Libertador  El Dr. José María Vargas, Presidente de la comisión nombrada por el Gobierno de Venezuela  El General José María Carreño, comisionado por Venezuela, ilustre soldado de la guerra de Independencia, que hizo toda la campaña con un brazo menos que perdió en la batalla de los Cerrito Blancos en 1813  El Sr. Mariano Uztáriz, hijo ilustre de Francisco J. Uztáriz, mártir de nuestra independencia  Manuel Cipriano Sánchez, gran Capellán de la comisión  Los señores Pablo S. Clemente y Simón Camacho, deudos del Libertador  El Teniente-Coronel José María Contreras  El comandante de La Constitución, Sr. Sebastián Boguier, Comandante del Apostadero de Puerto Cabello y Jefe marítimo de la expedición  Los comandantes de los buques de guerra extranjeros: Mr. Jules Ricard de la Corbeta Circe, Mr. J.A. Johr del Bergantín Venus, Mr. Reynold York del Bergantín Albatros y el Estado Mayor de los tres buques, colocados en orden de grado militar. Todos estos señores ocupaban el ala derecha de la nave central, colocados en el mismo orden con que los nombré En el ala izquierda se encontraban:  El Ilustre Concejo Municipal  El Estado Mayor del Batallón número 9 acantonado en la plaza  Los cónsules: inglés, norteamericano y francés  Y gran número de particulares que asistieron al acto de exhumación  La Guardia de Honor estaba al lado derecho, detrás de los comisionados. El Sol de América lanzaba sus rayos oblicuos sobre el rostro ansioso de los espectadores, brillando esplendente sobre los mármoles del templo Un silencio profundo reinaba en la concurrencia que oía sobrecogida de sentimiento religioso, el cántico que la Religión eleva entre las nubes de incienso, pidiendo al cielo el Paraíso eterno para los que fueron en la tierra. Todas las miradas estaban fijas en la losa de mármol que cubría una bóveda situada en la parte superior de la nave mayor, cerca de las gradas del presbítero, y todos los corazones latían impulsados por un mismo sentimiento. Grandioso cuadro aquel en que la sombra de los Héroes es invocada, en que las generaciones que viven, sellan con el renombre de inmortal la historia de él, que al darle un adió último, les legó un nombre que vivirá eternamente con al memoria de los siglos. El corazón latía precipitado a los golpes del trabajador que desunía la piedra del suelo que la oprimía e involuntariamente seguían los ojos sus movimientos compasados y silenciosos, porque detrás de aquellas piedras veríamos los niños del Redentor de nuestros padres: encontraría el pueblo a su Libertador y el ejército a su “Viejo”, a su Jefe y a su compañero de armas, con el que dividieron más de un  peligro, bajo cuyas órdenes ganaron más de una victoria y ciñeron cien coronas. Nuestros ojos esperaban al caudillo de la independencia. Todos estábamos ansiosos de ver a Bolívar… y en mi mente la pregunta que hice a Reverend: Encontraríamos el cuerpo de Bolívar, luego de tantas vicisitudes ocurridas en doce años: terremotos, enemigos y profanadores..? Recordando uno de esos doce años: Fue patética la presencia de Santander en la Catedral, luego que volvió de su destierro para sumir la Presidencia de Colombia. Destierro forzado por ser el autor intelectual del intento de asesinar al Libertador en Bogotá… Se dice, que entró sólo y se paró en el centro de la nave, al momento que pisó con rabia y desprecio el frío mármol para expresar al viento: “Con que aquí estás enterrado Bolívar”… y luego salió con una sonrisa entre los labios. Había visitado al Catedral para asegurarse que estaba bien muerto..!Quizás esta patética escena de traición inspiró la canción Bolivariana que en su letra dice:"
… La alta burguesía va a llevarte flores al Panteón cada aniversario de tu muerte… para asegurarse de que estés bien muerto… bien muerto…"
Continúa su descripción Carmelo Fernández: La barra del operario había ya deshecho la trabazón de las losas pequeñas que cubrían los costados y ya la piedra sepulcral se removía. Los golpes continuaron y la piedra quedó separada. Veíamos la caja de madera hecha polvos, y tras ella la urna de plomo que salvó sus cenizas de la mano destructora de los enemigos profanadores La caja externa de madera estaba decaída en su tapa y en algunos puntos casi deshecha; hecha polvo de astillas por la humedad y el tiempo. La de madera forrada con hojas de plomo estaba entera aunque también algo deteriorada por el maltrato accidental de la naturaleza y criminal por los enemigos de la revolución La urna también fue levantada y Bolívar apareció: Bolívar el Grande… El Libertador… El Genio de Colombia Fue un momento difícil de describir, ante la emoción que embargó el ambiente, ante la expectativa de volver a revivir los momentos de gloria cuando el pueblo volcaba su atención para ver al Bolívar de carne y huesoEn su interior: el esqueleto, pocos restos de vestido y algunos accesorios que fueron colocados para contener las vísceras de Bolívar luego de la autopsia… Visto su contenido, el Sr. Gobernado preguntó en voz alta al Dr. Reverend, médico del Libertador, y a Manuel Ujueta, Jefe Político en 1830, si en aquel cadáver reconocían el del Libertador de Colombia… Acto seguido, los prenombrados se inclinaron a constatar los restos: El Dr. Reverend reconoció el cráneo que él aserró de manera horizontal durante la autopsia para inspeccionar el cerebro, al igual que las costillas que mostraban las marcas oblicuas de la sierra para examinar el pecho: los huesos de las piernas y pies estaban cubiertos con las botas de campaña, la derecha todavía entera, la izquierda despedazada y sólo conservaba su parte interior: pedazos de galón decaídos se hallaban a los lados de los muslos, y listas de color verde de cobre oxidado, formaban líneas paralelas a éstos huesos… al  momento que se oyó: Sí, contestaron ambos señores con voz conmovida. El señor Ujueta tenía los ojos llenos de lágrimas. Se agrega a la verificación de los restos, que desde el 20 de diciembre de 1830, y durante los siguientes doce años, no hubo otra sepultura en la Catedral Yo miraba con santa contemplación aquellas reliquias… Lloré… Un cadáver sólo quedaba… Volví el rostro y me sorprendió ver que yo no era el único… Que todos lloraban, excepto algunos sombríos en que estaba pintada la agitación del alma que no sabe llorar.… Santo silencio de respeto se respiraba en el ambiente mortuorio… Pero de pronto..! el acto solemne no pudo contener a la multitud que se volcó alrededor del féretro para disputarse pedazos de la urna de madera Todos guardamos una reliquia para la memoria del ausente padre. Testigos de un hecho grande para las otras generaciones, que no se pudo contener, y hubo esperar que cada quién disputara su impulso por llevar un recuerdo de ese memorable día… Luego que se controló a la multitud, los huesos se acuñaron con cojines de seda y una sábana cubrió los huesos para evitar que se desordenaran. Santa Marta estaba conmovida con el hecho histórico, y muchos ciudadanos manifestaban su rabia por la profanación que se hacía en la Catedral El cañón resonaba en la bahía, extendiendo sus voces hasta los confines del mar… Las campanas plañían dobles compasadas… Caían los pabellones de lo alto de sus mástiles… Las entenas de las embarcaciones se cruzaron…Se levantó un acta de la exhumación y el cadáver fue cuidadosamente colocado en la urna cineraria que la Nueva Granada consagró a las reliquias de su LibertadorEn un catafalco sencillo fue colocada la urna a la custodia de la compañía del Batallón N° 9 El sol había desaparecido bajo las ondas y sus reflejos daban un tinte purpurado a los pilares de la catedral… y a la luz de los cirios continuó la iglesia y fúnebre ceremonia hasta las ocho de la noche. Hasta las diez de la noche permanecieron abiertas las puertas del templo… Todos los habitantes de la ciudad vinieron a tributar al Padre una ofrenda filial: una lágrima..! Esa noche, el General Joaquín Posada le entregó al Dr. Vargas, una solicitud en los siguientes términos:“Solicita el permiso para conservar la urna que contenía el corazón del Libertador, pues desean que la Nueva Granada conserve algo de tan preciosos restos, y si su petición es asequible, hará que dicha urna quede colocada en el mismo sepulcro que la contenía…”La carta de fecha 20 de noviembre de 1842, tuvo respuesta el mismo día, para que la urna con el corazón de Bolívar fuese dejada en la nave central de la Catedral de Santa Marta.Cabe señalar, que precisamente el General Posada ha sido el causante de la controversia sobre la exhumación de los restos del Libertador, cuando escribió en sus Memorias: “A nosotros nos quedó una pequeña caja de plomo que contenía el corazón y las entrañas de Bolívar… Abierta la urna, sólo contenía tierra, esa tierra o polvo en que nos hemos de convertir. En la Catedral de Santa Marta quedó, y allí debe quedar. Santa Marta debe conservarlo”… Y basado en este testimonio irresponsable, de quién era el Presidente de la Comisión de Nueva Granada para el acto de exhumación, es que muchos colombianos afirman que los restos de Bolívar permanecen aún en Santa Marta, y a Venezuela enviaron los de algún familiar de la familia Díaz-Granado para no decepcionar a los caraqueños, porque ello favorecía a Páez en su decaída popularidad al final de su período presidencial, cuando le correspondía entregar el gobierno.Al amanecer del día 21, con el sol de las batallas que alumbró en Boyacá, Junín, Pichincha y Carabobo, se presentó nebuloso al comenzar el día, para presenciar la tristeza del pueblo que se preparaba a dar el adiós para siempre a su Libertador… Un sólo día más poseería Santa Marta el depósito sagrado que guardó doce años. Bolívar no dormiría por más tiempo el sueño eterno fuera de la tumba de sus mayores. Los pabellones consulares colgaban a media asta, mientras el cañón repetía sus descargas cada cinco minutos… Los mismos personajes del día anterior llenaban el templo en la misma colocación indicada. El Sr. Pbro. José María Noriega pronunció una oración fúnebre, en la que delineó ligeramente la marcha de la Libertad, bajo el sol de Colombia que sustentó Bolívar. A la una y 26 minutos del día terminó la ceremonia que la iglesia consagró a las reliquias del muerto: último deber que se impuso a la esposa de Jesucristo, mediador entre el cielo y la tierra, para consuelo de los hombres. A las cuatro y siete minutos de la tarde mostraba su luto la ciudad huérfana. Sus puertas y ventanas vestían cortinas de tela negra, y todos guardaban silencio cuando desfiló el acompañamiento por la calle mayor desde el templo hasta el embarcadero… Rodeaban la urna los comandantes, y los oficiales granadinos la conducían, alternando con los de la marina venezolana y extranjera. Seguían inmediatamente las Comisiones y luego la tropa de línea, que se iban incorporando al cortejo, con tambores a la sordina y banderas con corbatas negras… Luego venía una numerosísima concurrencia de personas de ambos sexos que quisieron acompañar las veneradas reliquias hasta el último momento. Sólo se oían los tambores del batallón en el más absoluto silencio Ya en la playa se detuvo la procesión, callaron los tambores y el Sr. General Posadas, en extremo conmovido, pronunció esta sentida despedida:“Excelentísimos Señores Comisionados de Venezuela. En este día solemne por tantos títulos, en este día de luto para la  Nueva Granada en que tiene que despojarse por su propia mano de las preciosas reliquias que hubiera querido conservar eternamente, estoy encargado por el Gobierno de mi patria y por la honorable Comisión que tengo la honra de presidir, de un deber bien penoso y triste: el de manifestaros para que lo digáis a Venezuela, para que lo sepa el mundo entero, el duelo y sentimiento con que la Nueva Granada se desprende de los restos venerados del Libertador Simón Bolívar. ¿Y podré yo cumplir con este encargo? No; no hay palabras para expresar lo que sienten los corazones… Lo que habéis visto, lo que veis, no se finge: todas las pasiones han callado: todas las pasiones han desaparecido para rendir homenaje a la sombra creciente del Gran Caudillo de los Libertadores: los recuerdos de las hazañas inmortales del glorioso ejército: el nombre mágico de Colombia… Perdonen… Pero ya no puedo continuar… Tomad, señores, el precioso tesoro que buscáis… Llevadlo a esa tierra privilegiada por el ocaso, y sabed y sepa ella, que sólo el respecto que el Gobierno y el pueblo granadino tienen a la última voluntad del Héroe, es la única fuerza capaz de hacer a la Nueva Granada resignarse al sacrificio. Y vosotros, cenizas ilustres, que habéis reposado en paz por más de una década en este suelo que no quisisteis que os sirviese de asilo eterno, admitid los votos que los granadinos todos elevan al cielo por vuestro descanso perdurable”Dos lágrimas se desprendieron de sus ojos y apenas pudo pronunciar las últimas palabras Fue colocada a bordo de la falúa venezolana la urna, y después de doce años del sueño de la tumba en las playas del extranjero, Bolívar retornaría a los suyos... El pabellón de Venezuela flameaba entre las nubes de humo de cañón sobre el último legado que le hizo al Libertador su hijo más amoroso.El Comandante de la Constitución y su segundo, recibieron el precioso depósito y de pie sobre su bordo, se despidieron de los samarios, haciendo a la tripulación la señal de partir… Así lo escribió el Dr. Vargas:“Los comandantes de los tres buques extranjeros que asistieron a la fúnebre ceremonia se uniformaron con la Goleta Nacional Constitución en el luto de los bajeles, las salvas  y demás tiros de cañón de nuestra ordenanza… Se brindaron a cargar la urna cineraria, que llevaron alternando con la guarnición de Santa Marta, ofreciendo en medio de una modesta sencillez el espectáculo más noble y sublime de respeto y consideración a los restos venerados del héroe americano… y también sus marineros a porfía cargaron la urna para colocarla en la falúa venezolana, que fue escoltada hasta la Goleta Constitución por las autoridades de Santa Marta”La Goleta “Constitución” iba escoltada por el Bergantín “Caracas”, el bergantín británico “Albatros” y la Corbeta francesa “La Circe” en una procesión de mar que tenía pactado llegar a La Guaira, para rendir culto a un aniversario más de la muerte del Padre de la Patria, a celebrarse el 17 de diciembre de 1842… Y mientras el cuerpo de Bolívar iba a Caracas, su corazón quedaba en Colombia..! La hija más hermosa de Colombia, Nueva Granada, lloraba a su padre. Sólo un recuerdo le quedaba en una caja que guardó su corazónAsí lo reseñó el General Posada luego que los restos venerables del Libertador abandonaron las costas de Santa Marta:  “En la Catedral de Santa Marta quedó y allí debe quedar. Santa Marta merece conservarlo… A nosotros nos quedó una caja pequeña de plomo que contenía el corazón y las entrañas de Bolívar” Como se recordará, en 1842, el gobierno neogranadino, presidido por el general Pedro Alcántara, decretó la exhumación y honores de quien fuera su jefe, condicionando la repatriación de los restos del Libertador a que el corazón de Bolívar quedará en Colombia. Luego de la exhumación de los restos que fueron enviados a Venezuela, el  21 de mayo de 1843, el Congreso de Colombia emitió un Decreto para tributar el Corazón de Bolívar, que en su artículo 1º señala: “En la Iglesia Catedral Metropolitana de Bogotá, se erigirá un monumento en su honor, y en el cual se depositará la urna que contiene las entrañas del Libertador Simón Bolívar” Para dar cumplimiento a la orden Presidencial, el Congreso ordenó en Italia un monumento en mármol llamado “Corazón de Bolívar”, el cual sería esculpido por el afamado artista Tenerani. Cabe señalar, que para el momento, en todas las Repúblicas Bolivarianas se respiraba un patriotismo de añoranza hacia Simón Bolívar, y había organizaciones políticas que invocaban su obra y sus enseñanzas, en franca oposición a los gobiernos de turno… Bolívar estaba nuevamente en la mente del pueblo..! Para la oligarquía y los Estados Unidos, como la nación imperialista que más se favoreció con la muerte del Padre de la Patria, la Revolución Bolivariana era un retroceso, un estorbo, y un peligro que amenazaba los intereses del imperio, quienes habían obtenido las concesiones para las explotaciones de los recursos minerales de esas repúblicas liberadas por Bolívar. Aún cuando no existen pruebas, por ahora, pero no es casual que los dos monumentos más emblemáticos e importantes del símbolo del Libertador se hundieron en el Caribe, luego de navegar las peligrosas aguas del Atlántico desde Italia; como casi le ocurre a la urna con sus restos mortales, cuando en diciembre de 1842 la embarcación encalla a la altura de la isla Gran Roque.De acuerdo a los informes oficiales, desde el 7 de diciembre en la tarde llegaron a los Roques la goleta Constitución, el bergantín Caracas, el bergantín Albatros y la corbeta francesa la Circe… Allí aguardamos hasta el día 12 por la noche al bergantín holandés Venus que aún no se incorporaba. No divisándose ésta, resolvió el convoy continuar hacia La Guaira, ya que teníamos el compromiso de entregar la urna cineraria para el aniversario de la muerte del Libertador, el 17 de diciembre. El Capitán de la Constitución dejó en manos del encargado de las Salinas, Sr. Morell, una Nota donde explica, al Comandante de la nave holandesa, las razones por lo cual no pudieron esperarlo más.En la isla Gran Roques se sucedió un accidente inexplicable, cuando la Constitución encalla, se bambolea y amenaza con hundirse en las profundidades llevando al fondo los restos de Bolívar..! casi en el mismo lugar donde se hundirá más tarde la estatua ecuestre del afamado escultor Adamo Tadolini, que en su honor, ordenó Guzmán Blanco para la Plaza Mayor de Caracas, bautizada como la Plaza Bolívarleft0En cuanto a las extrañas coincidencia que amenazan los símbolos bolivarianos, el 25 de septiembre de 1867, el barco que llevaba hacia Bogotá el monumento de mármol realizado por el artista italiano Pietro Tenerani, ordenado para contener el “corazón” de Bolívar dejado en custodia en Colombia, cayó al mar cuando la embarcación misteriosamente se hundió cerca de Trinidad. Pero este no era un simple monumento ni una obra más..! Por lo que sabemos de la escultura, Tenerani, para esta monumental obra, profundizó en desbastar el duro mármol, empleando escofina y lija de distintos calibres, para darle brillo y textura, tal cual hizo Miguel Ángel en su célebre obra La Piedad que tantos elogios causa a los admiradores en el Vaticano, creando formas fluidas y dinámicas, que le dan a la pieza un realismo de los cuerpos y los marcados pliegues del ropaje que provocan una profunda emotividad en el espectador, contrario al escultor que logra la pieza a fuerza de golpear el duro mármol… Tenerani, como los grandes artistas del renacimiento, tuvo la creatividad de crear luz y sombra sobre el frío mármol, dándole a la obra un relieve tridimensional que impactaría al espectador. La obra no tenía templete, pero estaba montada en una estructura piramidal de solemne característica… cinco personajes que lo circundan, uno por cada nación libertada, vestidos a la usanza de los personajes mitológicos, para darle realce a la estatua pedestre del Libertador que encabeza el monumental monumento, donde destaca la figura mitológica de un felino al lado de una dama; y así fue reseñado por los cronistas:“Era una escultura solemne con un Bolívar de rostro triste que mira hacia abajo, como si observara el fruto de su obra. Su cuerpo en buena parte está cubierto con una capa colocada de forma caprichosa, característica de los Bolívar de Tenerani; en su mano izquierda empuña su espada enfundada, mientras la otra sostiene su capa en suave agarre. Está ambientado en una columna romana como la del Monte Sacro, y no lleva mayores detalles artísticos, sino puro sentimiento impreso en el mármol, cuyo conjunto armonioso impactaría a los visitantes del santuario mortuorio”Se dice que Tenerani lloró al conocer del naufragio, ya que decía ser su obra más importante, donde volcó todo su arte, su creatividad, experiencia de años como escultor, pero sobre todo, el sentimiento del artista que muy pocas veces vemos en una obra, ya que ésta estaba destinada a recibir el “corazón” de ese hombre que tanto admiraba y que tantas veces esculpió: SIMÓN BOLÍVAR Tenerani intentó volver al trabajo para rehacer la obra, pero todo fue en vano… Murió a los meses, el 14 de diciembre de 1869 Quizás, algún día se logre armar una expedición submarina para rescatar la estatua de Bolívar y su monumento, como la obra más importante de Tenerani, que espera allí, en las profundidades del mar, muy cerca de Trinidad… Curiosamente, por la misma ruta por donde pasó el 15 de agosto de 1498 la invasión española que llegó a Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, cinco regiones que fueron liberadas, gracias a Simón Bolívar, el Libertador. Finalmente la “Constitución” logra arribar al puerto de La Guaira, tras superar el accidente que casi hace caer a las profundidades del mar la urna de plomo que contenía los restos del Libertador... El martes 13 de diciembre de 1842 y luego de 23 días de un accidentado navegar por aguas territoriales, las autoridades esperan en el puerto la llegada de Bolívar para dar cumplimento a su última voluntad… No obstante que la embarcación arribó el martes 13, no fue hasta el jueves 15 al amanecer, cuando se produjo el desembarco de la urna cineraria, la cual fue transportada al templo de la ciudad… Escribe el Dr. Vargas:“La Comisión de traslación, el Gran Capellán, los oficiales de marina, guardia de honor y marineros de la Constitución saltaron todos a tierra simultáneamente a ocupar sus puestos; y este acto tan esperado, tan deseado, tan anhelado por todos, produjo sin embargo una sensación que obró simultáneamente sobre todos los concurrentes. El Coronel Juan Uslar, que vino desde Valencia a rendir sus homenajes a su antiguo Caudillo, se presentó sobre el muelle con el mismo vistoso uniforme con que asistió a la batalla de Carabobo y al ver en tierra la urna cineraria, prorrumpió en un llanto tan expresivo de su dolor acerbo, que conmovió a toda la concurrencia, inspirando a un mismo tiempo gratitud por el héroe, y respeto y consideración por el antiguo veterano que bravo en el campo, es al mismo tiempo tierno y agradecido en ocasión tan solemne… El Sr. General José María Carreño, tampoco pudo contener las lágrimas de ternura y sentimiento: él asistió en Santa Marta a la inhumación del cadáver de su caudillo, asistió a la exhumación y cada nuevo acto reproduce en su alma el mismo sentimiento”En la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol se cumplieron las honras fúnebres, en una pequeña capilla al lado de la iglesia… Luego de tres días en La Guaira, el viernes 16 a las seis de la mañana, los marineros de la goleta Constitución tomaron la urna cineraria sobre sus hombros. La guardia de honor compuesta por alumnos de la Escuela Militar y dos compañías de milicia, se encargaron de su custodia… Fue un emotivo acto donde participaron la Comisión de Traslación de los restos, las autoridades del Concejo Municipal y todo el pueblo guaireño que se volcó a celebrar la llegada de Bolívar, como en sus mejores años, cuando el Libertador hacía su entrada triunfal pisando un manto de flores que desde los balcones arrojaban las jóvenes que vitoreaban al héroe de la guerra.  Seguidamente los restos mortales del Libertador son conducidos por una multitud entusiasta que se dirige por el viejo “Camino Real de los Españoles”, adoquinado en su subida por las selvas del majestuoso cerro Ávila, que une el pueblo de la costa con el valle de Caracas.Fue el camino que despidió por última vez a Bolívar, cuando vestido de civil, salió de Caracas un jueves 5 de julio de 1827 rumbo a Cartagena El tránsito hasta el pie de la cordillera estaba vistoso y elegantemente adornado, y a su paso por Maiquetía, el pueblo saludaba gozoso los restos del Libertador. No hubo choza que no fuera adornada con las encantadoras y perfumadas flores de Galipán que perfumaban el lento transitar por la húmeda selva; y ya para la cuatro de la tarde, el féretro se hallaba en la Puerta de Caracas, donde el pueblo caraqueño se dirigió a recibir a su venerado hijo: SIMÓN BOLÍVAR En hombros fue conducido hasta las puertas del Templo de la Santísima Trinidad, donde se colocó cuando el sol de las seis ocultaba sus rayos detrás del majestuoso Ávila… Esa noche fue de vigilia en capilla ardiente, mientras un nubarrón anegaba el espectáculo mortuorio.  La Catedral anunciaba con sus campanadas que ya el hijo de Caracas había regresado de Santa Marta La primera noche en Caracas estuvo el féretro frente a las ruinas de la viaja iglesia destruida por el terremoto de 1812, santuario donde la madre del Libertador suplicaba por el milagro de ese hijo que llevaba en su vientre, y que puso por nombre Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. Y sin importar la lluvia intermitente que bañaba el valle de Caracas, la gente se agrupaba en torno a los restos del Padre de la Patria con sus velas alumbrando el patético espectáculo Quince años habían transcurrido desde que Caracas decidió a su hijo más ilustre… El sábado 17 de diciembre, a las diez de la mañana, cuando se cumplían 12 años de su fallecimiento, los generales: Toro, Montilla, Silva y Alcántara, como sus antiguos compañeros de arma, conducen el carro tirado por caballos, que lleva la urna forrada en terciopelo negro… Fermín Toro nos dejó el recuerdo de ese glorioso día: “Al amanecer del 17 de diciembre, los tiros de cañón rompieron con el alba, y el día se anunció claro y sereno para hacer más brillante y bello este recibimiento triunfal. La carrera designada comenzaba en la calle Carabobo desde la Capilla de la Trinidad hasta la esquina de Sociedad y luego hasta el Templo de San Francisco, designado para los funerales. Todo este espacio estaba elegantemente adornado. Grandes estandartes de terciopelo morado con franjas de oro y en medio el busto del Libertador coronado de laureles, rodeaban la plazoleta del templo, cuya fachada colgada de negro, estaba hermosamente decorada con laureles y palmas plateadas. Entre estandarte y estandarte soberbias trípodes doradas cargando urnas ardientes, alternaban con elegantes columnas dóricas que sostenían cada una dos grandes pabellones, de un  lado el de Venezuela y del otro el de una República amiga. En medio de los dos pabellones el gorro frigio se veía levantado en una alta pica, de la cual pendían negros crespones que caían flotando sobre un escudo que llevaba en letras de oro el nombre de BOLÍVAR. No es fácil figurarse la hermosura y noble perspectiva que formaban estos emblemáticos adornos De la plazoleta a la esquina de Sociedad, las mismas trípodes con sus urnas, repetidas a corta distancia, alternaban con columnas de otra forma que llevaban trofeos marciales, con las banderas de Venezuela, Nueva Granada, Ecuador, Perú y Bolivia, flotando sobre escudos, cascos y armaduras. Todas las ventanas y puertas de la carrera estaban colgadas de cortinajes de luto. La boca-calle, los solares y muchos tejados estaban ocupados por palcos y galerías, construidos y adornados con la mayor elegancia y coronados de banderas y gallardetes… Un poco más arriba de la cabeza del puente se hallaba colocado un arco triunfal, obra elegante de la experta mano de los artistas de París. A las nueve las Corporaciones empezaron a llegar y a reunirse en derredor de la Capilla. A las diez estaban ya reunidos el Presidente de la República, todos los miembros del Poder Ejecutivo, el Arzobispo con su Alto Clero y todas las cruces de las parroquias, el Cuerpo Diplomático, todas las autoridades, funcionarios públicos, y un Cuerpo de Ciudadano, el más numeroso y bien puesto que jamás había visto Caracas. El carro de grandes dimensiones y de forma majestuosa, estaba colocado debajo del arco triunfal, esperando la urna para ponerse en movimiento."
La procesión se dirige al Templo de San Francisco, lugar histórico en la memoria del Libertador, porque es el principio y el fin de su gesta de independencia: Allí, en ese recinto religioso, Simón Bolívar fue honrado con el título de Libertador el 14 de octubre de 1813… Allí concentró a los caraqueños en la famosa migración de Oriente… Allí también fue el lugar donde se reunió la oligarquía caraqueña para nombrar a Páez como el líder del movimiento separatista conocido como La Cosiata.El martes 20 de diciembre fueron colocados los restos del Libertador en la Catedral de Caracas, en el Panteón de la Santísima Trinidad de la familia Bolívar, donde permanecerán por 34 años, hasta el 28 de octubre de 1876, día de San Simón, cuando por Decreto del General Antonio Guzmán Blanco, fueron trasladados hasta el Santuario de la Santísima Trinidad convertido en Panteón Nacional. Ese 20 de diciembre de 1842, el sarcasmo y la hipocresía de una dirigencia política que cedió a la presión del pueblo para que autorizaran el traslado de los restos mortales de Bolívar, se hizo presente ese gloriosos día, cuando la concurrencia se dirigió al Palacio del Gobierno para escuchar las palabras de José Antonio Páez, Presidente de la República de Venezuela:“Queda cumplido ya, señores, el último y tierno deseo del hijo ilustre de Venezuela, queda ejecutado así el mandato del Congreso de Venezuela y quedan satisfecho nuestros ardientes votos. Los restos venerables del Gran Bolívar han sido colocados por nuestras manos en el sepulcro de sus padres, convertido hoy, más en el altar que recibirá las ofrendas de nuestro amor, de nuestra admiración y de nuestra eterna gratitud”José Antonio PáezTerminadas las exequias, el Dr. Vargas se ocupó como Anatomista, de la preparación de los huesos para su conservación. El 30 de enero de 1843, dirige una comunicación al Secretario de Estado, exponiendo la situación de la osamenta, con las respectivas recomendaciones: “Debo informar, que aunque el esqueleto está cabal, los más de los huesos por efecto de la humedad y la muy impropia preparación de conservación inmediatamente después de la muerte, están ya negros y decaídos hasta el grado de deleznarse entre los dedos al asirlos. La operación de barnizarlos de modo que se conserven mejor, sólo puede hacerse con respecto del cráneo y los huesos largos de los miembros. Los demás serán separados de la tierra y relegados a otra caja que pueda contenerse dentro de la misma urna; y quedarán como se hallan en sus respectivas posiciones del esqueleto” Autorizado para el trabajo, junto con dos colaboradores, el Dr. Vargas empleó 14 días trabajando en una habitación dentro de la misma Catedral de Caracas En su Informe del 15 de marzo de 1843, Vargas explica el proceso cumplido conjuntamente con dos jóvenes bien instruidos en Anatomía, sus discípulos: Dr. Cosme Jiménez y el Bachiller Manuel Alvarado: “Luego de extraer los huesos, los limpiaron y lavaron con cloruro de cal. Los secaron bien y después los cubrieron con barniz preservativo. Procedieron a ensamblar los huesos para formar el esqueleto con alambres de plomo y de plata según las partes y así conexionados, han sido cubiertos de dicho barniz preservativo. El esqueleto tiene las siguientes faltas: los dedos anulares, y las segundas falanges de todos los otros dedos de la mano; excepto las de los pulgares. Algunos huesos del metatarso y todos los dedos de ambos pies. La de la última muela o la cordal izquierda de la mandíbula superior, que en la primera vez que la urna fue abierta en esta ciudad estaba movida pero no faltaba, pero que después no ha sido hallada. Todos los huesos faltantes han sido sustituidos por medio de cera de modelar. Se ha construido una urna de hoja de plomo, mucho más delgada que la hoja que tenía en santa Marta. En el centro de la nueva urna está colocado el esqueleto; y en dos cajoncillos, también de plomo, van todo el polvo y demás restos que contenía la urna. El esqueleto ha sido envuelto en tela de Damasco negro, y  de este modo y con una cuña grande de cedro bien barnizada para colocar la cabeza, ha sido acomodado en la urna de plomo que en presencia de todos los miembros de la Comisión ha sido soldada y puesta dentro de la de madera, la cual cerraron con sus dos llaves. Todo este proceso ha sido realizado dentro de la iglesia Catedral, en un aposento de la Capilla de San Nicolás y desde allí ha vuelto la urna al Panteón en que se hallaba” Así mismo presenta las facturas por el costo de la operación de restauración, donde ninguno de los médicos cobraron, sólo los gastos de material: 91,12 pesos para los costos referidos a: la caja de plomo, un pañuelo de Damasco negro, broches de plata para el cráneo, alambres de plomo y platino para ensamblar los huesos, un poco de goma y cera de modelar.En 1874 llega a Venezuela el Dr. Alejandro Próspero Reverend, aceptando una invitación que le hacía Guzmán Blanco, a quién fue el médico de cabecera del Libertador en sus últimos diecisiete días… Reverend recibe del Presidente un Diploma que le otorga el título de “Ilustre Prócer de la Independencia Sudamericana”. En agradecimiento a tantos elogios, Reverend le regala al gobierno de Venezuela, esa prenda muy estimada que guardaba celosamente, que decía que por nada del mundo se desprendería de ella; pero que sin embargo, en su humildad, comprendió que pertenecía a su tierra que lo vio nacer: “Al visitar la ciudad natal del Libertador Simón Bolívar, y hallándome en edad muy avanzada, debo desprenderme de una prenda de inestimable aprecio que poseo, para presentarla al Gobierno de esta República, única llamada a preservarla después de mis días”“Esta prenda es una concreción fosfática calcárea hallada por mí en uno de los pulmones del Libertador al verificar la autopsia de su cadáver. Esta concreción está colocada en un medallón de oro de 25 milímetros de altura, 22 de anchura y 9 de espesor” Guzmán Blanco emocionado recibe el obsequio, ordenando que él mismo sea conservado… y hoy se guarda en el Museo de la Sociedad Bolivariana de Caracas, entre los invalorables objetos que pertenecieron a Simón Bolívar en su viaje a la eternidad.
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BolíVar A La Eternidad Ii

  • 1. Bolívar, rumbo a la eternidad(Segunda Parte)Por: Jorge Mier HoffmanBOLÍVAR, VISTO POR UN CORRESPONSAL EN SU VIAJE A LA ETERNIDAD.CARMELO FERNANDEZUN CORRESPONSAL DE GUERRAEN SANTA MARTAEn 1983, a los 96 años de su muerte y dentro de las conmemoraciones de los 200 años del nacimiento de Simón Bolívar, fueron trasladados al Panteón Nacional, donde reposan cercanos a los del Libertador: los restos mortales del pintor, militar y corresponsal de guerra Carmelo Fernández. Carmelo Fernández nace en Guama, Estado Yaracuy, el 30 de junio de 1810. Este corresponsal que nos ayudó a develar los hechos que se sucedieron durante los siguientes doce años después de la muerte de Bolívar, curiosamente era sobrino del General José Antonio Páez, precisamente el causante de toda la desgracia de Bolívar: Fue Páez el hombre que traicionó el juramento de lealtad al Libertador, y el que por doce años le negó su última voluntad, a oponerse a que sus restos mortales fueran trasladados desde Santa Marta a Caracas… Fue Páez el artífice de la disolución de la Gran Colombia como el líder de La Cosiata, agrupación de políticos y oligarcas antibolivarianos, que conspiraba abiertamente por destruir la obra de Bolívar… Fue Páez el que con su discurso antibolivariano, instigó a otros enemigos a asesinar al Gran Mariscal Antonio José de Sucre en Berruecos… Fue Páez el que desterró a Bolívar de su propia patria… Fue Páez el que protegió a los antibolivarianos: Santander, Obando, Carujo, Sañudo, Botero Saldarriaga, como los viles asesinos que trataron de acabar con la vida de Bolívar… Fue Páez el causante de toda la desgracia que llevó al Libertador a iniciar un viaje hacia la eternidad, y el que inconcebiblemente y a pesar de su enemistad con Bolívar, también ocupa en el Panteón Nacional un espacio al lado de la urna del Libertador. Carmelo Fernández estudió sus primeros años en Caracas, luego viajó a Estados Unidos y Europa, donde perfeccionó su arte. Entre sus obras de gran esfuerzo están el " Atlas" y " Plano de Venezuela" de Agustín Codazzi, e Ilustración de la " Historia de Venezuela" de Baralt y Díaz… Conocedor de la personalidad de Simón Bolívar, a quien trató en Bogotá, logra popularizar su retrato, a tal punto que es el mismo rostro que está troquelado en las monedas de Venezuela. Carmelo fue designado como corresponsal de la Comisión venezolana encargada de trasladar los restos mortales del LibertadorFinalmente, y gracias a la persistencia y los esfuerzos de las hermanas de Bolívar y los partidarios que protestaban ante las puertas del Congreso, y luego de doce años, el 29 de abril de 1842 el Congreso de la República de Venezuela aprobó el Decreto para el traslado de los restos del Libertador a Caracas. Designada la Comisión, Carmelo Fernández, como corresponsal, tenía la misión de documentar el hecho histórico, dibujar las escenas dramáticas, y describir los sucesos, los cuales se reproducen en este escritoLA Guaira, 13 de noviembre de 1842 left0Ya la nave desplegó sus velas, y remecida sobre el ancla se apresta a partir… El marinero se alegra con la orden de salir del puerto, porque sus ojos acostumbrados al infinito horizonte de la mar, se fastidian pronto con la vista de la tierra: la mar es su querida, y la Luna de sus ensueños es la Luna que nace y muere con el mar. La Constitución, nuestra nave capitana, al mando del Capitán  de fragata Juan B. Baptista, con sus velas blanquísimas, alumbradas por la Luna, iba adelante, ligera como una garza. Luego seguía nuestra embarcación, la hermosa corbeta Circe, al mando del cariñoso Sr. Jules Ricard, rompiendo las olas, majestuosa como un cisne; y a su popa, navegaba el velero bergantín El Caracas a las órdenes de Mr. Wheeler.Dice Carmelo que todavía se distinguían allá a lo lejos, bien lejos, casi perdidos, los picos más elevados de los montes del Ávila, La Silla, como un centinela sobre las costas de Venezuela, que los miraba partirÍbamos en busca de Bolívar. Íbamos a la tumba del Grande a expiar el ingrato olvido de doce largos años. Íbamos a nombre de un pueblo a cumplir un último deseo pronunciado por el amor a la patria. Dos días después, el 15 por la tarde se descubría tierra. Estaríamos a más de cien millas de distancia. Pero la noche se acercaba, y era esta la segunda vez que el comandante navegaba por los costaneros al continente sudamericano. En la cubierta de la Constitución se encontraban los Comisionados por Venezuela para recibir de la Nueva Granada los restos mortales del Libertador: son los apreciables señores doctor José María Vargas, general José María Carreño y Mariano Uztáriz. Santa Marta es una histórica ciudad del norte de Colombia, capital del departamento de Magdalena, ubicada a orillas de una profunda bahía del mar Caribe en la desembocadura del río MagdalenaLuego de tres días de navegación y sin mayor contratiempo, ya estábamos en la bahía de Santa Marta, mansa como una laguna formada en semicírculos… El Morro, gran peñón que se eleva en su centro y a distancia corta de la tierra, es el primero que llama la atención del que llega. Muy cerca descubrimos a La Constitución y El Caracas tranquilamente posados a la derecha del Morro y cerca de tierra. A su costado se balanceaban el bergantín inglés de guerra Albatros al mando del capitán Yorke, y La Venus, bergantín de guerra holandés de hermosa perspectiva. Ambos habían venido por órdenes de sus gobiernos a solemnizar con su presencia el tributo de gratitud que pagaba Venezuela a la memoria de su Libertador. Un duro golpe nos anunció que la Circe estaba fondeada. Cayó pesadamente el ancla, buscando la arena en que aferrar su diente, y la corbeta guardando su última vela, se deslizó hacia atrás, como un  caballo detenido en la mitad de su carrera. Habíamos llegado a Santa Marta, lugar que cobijó por doce años los restos mortales del Libertador. Inmediatamente se presentó a bordo un elegante militar, Capitán de Puerto, con el Secretario de la Gobernación, encargados ambos de dar la bienvenida a los Comisionados de Venezuela. Ofrecieron gentilmente sus casas para que sirviesen de habitación mientras permanecían en Santa Marta.Santa Marta desplegaba a mis ojos su larga fila de casas blancas simétricas, iguales casi; vista poco agradable por su ninguna variedad; pero hechicera para el que no había visto en tres días sino agua y cielo por todas partes… Los edificios  que elevan la frente más alta que la línea de techos que forma la generalidad, son la iglesia Catedral, el Templo de San Francisco y el edificio de aduanas.El resto es un panorama monótono y poco atractivo, a no ser por la hospitalidad de los samarios, que dejaban ver esa hermandad y esa sonrisa que con seguridad cautivó al LibertadorEra domingo el día de nuestra entrada a la bahía, y los marineros aprovechaban el permiso que les concede la ordenanza de tales días, jugando la insulsa lotería. Un centavo era el precio fijado para cada cartón, y es el máximo permitido a bordo. La ciudad de Santa Marta no tiene lo que se llama un lindo aspecto. Calles rectas y angostas encuadradas por casas pintadas, la mayor parte de blanco, sin una plaza bonita, sin un templo elegante y sin una fuente pública. En las noches las calles están desiertas, porque a esa hora la brisa es insoportable… La brisa fuerte comienza de las cuatro a las cinco de la tarde en adelante, sin que falte nunca. Eso le agrega un aspecto desolador a la ciudad, sobre todo a la caída de la tarde, cuando los faroles alumbran las calles cubiertas de arena, y una nube de polvo enturbia el ambiente sombrío que trae la noche, cuando las tertulias se forman en los corredores de las casas, para librarse del calor que es insoportable cuando no sopla la brisa.Mi viaje a Santa Marta había sido exclusivamente por Simón Bolívar. Así mi primer cuidado fue visitar los lugares en que el estuvo y conocer las personas que estuvieron a su lado en los últimos días de su vidaAntes que todo quise conocer cuanto dijo el Libertador en sus momentos del adiós, para visitar luego con más interés los sitios donde estuvo. Por eso fui a la casa del Sr. Joaquín Mier y Benítez, de nacionalidad española, domiciliado en Santa Marta, y el mejor amigo de Bolívar, porque lo fue en la desgracia.La amistad de Joaquín Mier adquiere singular importancia, porque no fue en el ápice del poder cuando la hipocresía y el interés están presentes en los aduladores, sino que fue en la miseria, cuando otros que decían ser fiel a su amistad lo traicionaron, o simplemente no se interesaron por sus necesidades en suMe hice anunciar… continúa Carmelo Fernández. Tendiéndome la mano el franco español, lleno de bondad, se la apreté con toda la efusión de mi corazón. Miré su rostro con aquella admiración respetuosa con que se contempla un hombre que vale, porque el Sr. Mier vale mucho para mí. Con su alma generosa y rebosado en desprendimiento, ofreció su casa, su dinero, su persona, su noble amistad al Libertador proscrito, al Padre maldecido, al Fundador de la Libertad Sudamericana herido en el alma por la ingratitud.Bolívar supo de Joaquín Mier, porque éste noble español le ofreció su casa para tenerlo como huésped en la convalecencia de su malestar; gesto bondadoso que Bolívar supo apreciar: “Espero que dentro de ocho días estaré un poco mejor para poder seguir a Santa Marta a tomar aires mejores y buenos baños; si allí no recibo mejoría, quién sabe lo que hago, pues no tengo un médico que me aconseje, ni una persona digna de ser oída en materia de salud… ¡..Quién sabe si yo me estoy matando por no hacer nada y siguiendo un régimen errado..! Aunque he deseado irme a Santa Marta, por gozar de todas sus conveniencias y de las bondades del señor Mier, me es imposible ejecutarlo porque mis males van empeorando y realmente no creo que pueda hacer el viaje”…Simón Bolívarleft0Cuántas cosas hubiera yo preguntado al Sr. Mier, continúa Carmelo Fernández, pero mi posición no me lo permitía. Demasiado joven, no era dado cuestionar a un respetable anciano, para mí rodeado de una atmósfera de veneración que no podía traspasar. Hablaba con los Comisionados de Venezuela, a quienes dio franca y noble hospitalidad, sobre asuntos relativos a la ceremonia fúnebre que debía tener lugar dentro de pocos días.  De la casa del Sr. Mier fui a la del doctor Próspero Reverend, actual cónsul de Francia. Es un amable señor de agradable apariencia y manera muy insinuante. El doctor Reverend fue el médico de cabecera del Libertador en su postrera y única enfermedad, y por eso me pareció un recuerdo andante. Mucho habló del Libertador y su carácter durante los últimos días. Me mostró una secreción hallada en uno de los pulmones cuando se hizo el examen del cadáver. Es de figura casi oblonga, porosa, y un poco parecida a esos huesecitos que se hallan en el espinazo de los peces. Él conserva esta memoria con sumo aprecio y por ningún respecto se desprendería de ella La mantiene envuelta en el mismo papel en que la puso cuando la autopsia. Sobre el papel se leen dos palabras: “De Bolívar”... Algo dijo de enviarla a Francia en caso de que muriese lejos de su familia… decía: “Así, todos los deseos de poseer una memoria puramente nacional, deben morir ante esa voluntad decidida. La Francia poseerá una reliquia de Bolívar, y la América, si quiere conocerla, tendrá que ir al Museo de Louvre en París”El Sr. Manuel Ujueta, bolivariano exaltado, fue el que financió la construcción de una bóveda para colocar las cenizas del Libertador, cuando en 1834 un terremoto destruyó la que los señores Díaz Granado cedieron para enterrar su cadáver en 1830, cuando no habían recursos económicos y hasta el gobierno negó la caridad que le fue solicitada. Fue un hecho reseñado por la prensa de Caracas que atendió el Sr. Ujueta, y el eterno agradecimiento de Juana Bolívar, la hermana del Libertador Gabriel Pineda, en su libro “Bolívar Frente a la Muerte”, nos dice: “Pasaban los años, y la turbulencia política desatada al calor de los más profundos enconos personales y ambiciones económicas, no permitían que se cumpliera la voluntad testamentaria del Libertador, para que sus restos fuesen llevados a Caracas, su ciudad natal, ni mucho menos que se cuidara aquella bóveda que debía ser sagrada para todos los colombianos, y que era buscada afanosamente por los enemigos de su revolución, quienes suponían se encontraba en la villa de Soledad, Provincia de Cartagena” En febrero de 1838, a menos de ocho años de la muerte de Bolívar y a cuatro años de aquel devastador terremoto, el periódico caraqueño “La Bandera Nacional” en su edición Nº 29 del 23 de febrero, publica una denuncia sobre el estado lamentable en que se encontraban los restos del Libertador sepultado en Santa Marta… Decía la nota de prensa: “En los meses finales de 1837, se había removido la bóveda donde estaba sepultado el Libertador, y algunos miserables enemigos mandaron a rellenarla de tierra, y pisarla, de forma como lo ejecutaron. Por cuanto los restos estaban en una caja de madera y una caja de plomo, la tierra ni el pisón pudieron romper la caja de plomo y sólo la magullaron; no así la de madera que ya estaba podrida”La noticia causó conmoción en Caracas, donde se encontraba Juana, hermana del Libertador, quien dirigió de inmediato una carta a don Manuel Ujueta, que según la misma nota de prensa decía: “Al enterarse de lo sucedido, el señor Ujueta limpió la bóveda sin alterar el estado en que se encontraban los sagrados restos, contando que, el esqueleto tal cual estaba así quedó, volviendo a colocar en la bóveda ya limpia, y como dijo emotivamente: regada con las lágrimas de aquel buen patriota y de muchos otros que lo acompañaron”En agradecimiento por ese gesto con su hermano y Padre de la Patria, Juana Nepomucena Bolívar le hizo llegar al Sr. Ujueta una medalla de oro, fundida en alto relieve con la efigie del Libertador, junto con las siguientes letras: “Muy apreciado Sr. Ujueta. He sabido por un periódico de esta ciudad que, habiéndose hundido la bóveda donde están depositados los restos de mi difunto hermano Simón Bolívar, usted hizo repararla a su costa, impidiendo que fuese mancillada como se intentaba. Este acto generoso me ha penetrado del más vivo reconocimiento, y obedeciendo al impulso de mis sentimientos, me dirijo a usted para presentarle el testimonio más sincero de mi gratitud”Juana Bolívarleft0Continúa Carmelo Fernández: Sobre este episodio que reseñó la prensa de Caracas y que agradeció la hermana de Bolívar, le oí una interesante relación que ojala pudiese repetir aquí integra, y con todo el colorido que le dio el Sr. Ujueta. Trataré de repetir lo que más tengo presente de la conversación: “Cuando murió el Libertador, me dijo, los samarios creímos que no debían ser inhumados sus restos en un cementerio, como los de un particular cualquiera. Pensamos en un sitio propio, y los señores Granados ofrecieron empeñadamente una bóveda de su propiedad, que verá Usted al pie del Altar de San José en la nave derecha de la iglesia Catedral. Allí se depositaron los restos del vencedor de Boyacá, San Mateo y Carabobo, en una bóveda que la admiración le ofrecía. Allí debía permanecer para siempre, según el aspecto que las cosas tenían entonces, cuando era un delito ser bolivariano, y cuando el retrato del Genio Libertador de América sólo podía tenerse oculto al respaldo de un cuadro En esas circunstancias, me vi forzado a pasar a Jamaica, temeroso de que si permanecía en mi país podía ser asaltado de un instante a otro, solamente por ser amigo de Bolívar y sólo porque mis manos cerraron sus párpados ya helados. En esa bóveda estuvieron hasta que un terremoto la arruinó… Entonces mal intencionados hicieron arrojar tierra sobre el ataúd que por entre las ruinas se veía, entapizando todo el interior con escombros y pedazos de ladrillos. Y aún concibieron el proyecto de posesionarse del cadáver para arrojarlo al mar junto al Morro, para que las profundidades que allí tienen las aguas, hiciese imposible extraerlo en ningún tiempo. Indignado por tal infancia, solicité y obtuve permiso para construir la bóveda que hoy ocupan los restos de ese Grande Hombre… Con algunas dificultades se arregló lo que hicieron esos malvados señores, y luego de recuperadas las cenizas las conduje a mi casa, conservándolas en mi poder por tres días que se emplearon en la construcción de la nueva bóveda. El Capitán Joaquín Anastasio Márquez encargó a los Estados Unidos la losa de mármol que muchos años señaló el lugar de la sepultura, y que hoy podrá ver Usted en la sacristía de la iglesia”left0Curioso quedé por saber la razón por la cual la losa que cubrió los restos mortales del Libertador estaban en una sacristía..! Era una losa que honró la tumba del Libertador, pero que ahora despreciaban por una nueva, en momentos en que los Comisionados se disponían a exhumar los restos mortales del Libertador. La esposa del Capitán Joaquín Márquez da cuenta de la lápida que ordenó su esposo right0“Cuando en circunstancias notorias a todo los hombres, sobre todos aquellos que merecieron privilegiados servicios y honores de Su Excelencia El Libertador, guardaron silencio y nada hicieron por resguardar sus cenizas del terremoto ni de quienes intentaron profanar su tumba, ni con respecto a la lápida que debiera cubrir sus cenizas, hoy han despertado de su indiferente letargo, a consecuencia del humilde tributo de una losa de mármol que mi esposo Joaquín Márquez, a sus expensas, y sólo a impulsos de su gratitud, hizo traer de los Estados Unidos, no advierten que al arrebatar esa lápida, realzan el nombre de mi esposo y ponen en claro la indiferencia que mostraron por las cenizas de Bolívar. Continúa la esposa del Capitán Márquez: Mi esposo se encuentra en desgracia, fuera del país y han tratado de despreciar su obsequio, como se acostumbra en tales casos con los abatidos por almas innobles, sin duda porque se avergüenzan de lo mal que le pagaron al Héroe de Colombia, y como si quisieran borrar un testimonio de su ingratitud, han arrancado aquella lápida sustituyéndola con otra que vino acaso destinada para una mesa… Pero que chasco..! en Venezuela, en las demás Repúblicas de América, y si no me equivoco, en el orbe entero, es muy sabido el leal procedimiento de mi marido, y esta verdad la comprueba la carta que desde su residencia se dignó dirigir a mi esposo la señora Juana Bolívar, hermana del Libertador, en la que da gracias por haber sido el único que recordó a su hermano. Lo que con miras conocidas inventaron quitar la lápida, debieron reflexionar que desde que Márquez la dedicó a la memoria de Su Excelencia el General Simón Bolívar, dejó de ser de Márquez y que la quiten o hagan con ella lo que quieran, lo hacen a una prenda que corresponde exclusivamente al sepulcro venerado del Libertador, y como tal, creo la reclamarán los Sres. Comisionados que han venido por sus restos” Lápida que hoy puede ser apreciada en el Museo Bolivariano de Caracas, ya que finalmente le fue entregada a la familia Bolívar Los Comisionados de Venezuela llevaron “La muy especial recomendación de presentar a nombre del Gobierno de Venezuela, las más solemnes gracias a los Sres. Joaquín Mier, Manuel Ujueta y Joaquín Anastasio Márquez, por sus servicios al Libertador en sus últimos días y por el respeto y celo que mostraron a sus preciosos restos”“San pedro de Alejandrino es un relicario donde la historia tejió un rosario de recuerdos. Esa casa ha pasado a tener una connotación maravillosa, porque fue allí, en esa vigilia de cenizas, fue donde acabó sus días Simón Bolívar” Amanda Picón AponteA las seis de la mañana montamos caballo para dirigirnos a San Pedro de Alejandrino. Tomamos al Este de la ciudad por un camino llano cubierto de arena que va cruzando el valle de Santa Marta, entre árboles pequeños y frondosos arbustos a pesar de estar sembrados en piso arenoso. Me contaban que el Libertador fue llevado por este camino en una berlina en la tarde del 6 de diciembre  Contaba Reverend, que el Sr. Mier iba junto al Libertador en la Berlina, y cumpliendo un deseo de su esposa, detuvo por instante el coche en su residencia de habitación – La señora quería que Bolívar bajara a conocer la casa – Imposible..! le respondió en francés el Sr. Mier: “No ves su estado. No pueda dar un paso” – Entonces Bolívar, incorporándose penosamente, saludo a la dama y dijo: “Señora, aun me quedan fuerzas para ir a besar a usted su mano” - Así lo hizo y luego subió ella también al coche para acompañar al Libertador hasta San pedro. Aproveche la travesía para conversar con el Dr. Reverend, sobre todo en cuanto al estado de salud del Libertador y las causas de su muerte Era imposible salvarlo..! me dijo. Cuando llegó a Santa Marta el 1° de diciembre de 1830, su mal estaba muy avanzado y su espíritu extremadamente decaído… El Libertador con su carácter de fuego y su alma colosal, se tornó en un niño cuando supo los sucesos en Valencia. No porque le hubiesen desconocido, sino porque le hubiesen calumniado, porque en la necesidad de combatir, serían sus hermanos sus enemigos, serían sus hijos, la mayor parte criaturas suyas, y su alma generosa fue herida vivamente. Recordemos que en Valencia un grupo de oligarcas, políticos y militares corruptos, se confabularon en una conspiración antibolivariana que Bolívar despectivamente llamó “La Cosiata”, a la cual subestimó para referirse a algo efímero, sin importancia, o sea, la “cosita”, que declaró a Bolívar enemigo de la Patria e invocó la disolución de Venezuela de Colombia. “Que no se permita de ningún modo que el General Bolívar vuelva al Venezuela. Si se verificase su aproximación se entenderá como una declaración de guerra” Decía Bolívar: “Me acusan de todos los males y me niegan todas las virtudes… Ponen en duda mi desprendimiento y el amor que siempre he profesado a la Patria. No ahorran en negaciones y bajezas… Sería preferible y menos doloroso los puñales parricidas alzados contra mi pecho” Volantes infames se repartían en las plazas y los mercados; periódicos con artículos ignominiosos se enviaban al exterior; voceros pagados repetían como un loro un texto denigrante en tabernas y plazas; caricaturas vergonzosas aparecían en las iglesias durante la misa; carteles pusilánimes cubrían las paredes de las casas; en fin, toda una campaña publicitaria tendiente a apagar la luz destellante que desbordaba la obra del Libertador. Continúa narrando Reverend: Su enfermedad, es cierto, era grande y muy grave: se presentaba con caracteres de sepulcro: nunca se hubiera salvado; pero al menos hubiera vivido mucho más tiempo. Más aquel pesar que nunca le abandonaba, aquel suplicio horroroso que lo ponía el recuerdo de los venezolanos, su pueblo predilecto y que ahora eran su enemigo… Nunca habló de política, pero su frente llena de sombras, su boca contraída con fuerza, sus involuntarios movimientos de desagrado, su mirada, todo nos decía lo que ya sabíamos: que su padecimiento eran reagravados por su malestar moral, y así lo creí yo desde el primer día que lo vi y así lo apunté en los Boletines que escribí de su enfermedad. Ciertamente, Reverend escribió en su Boletín Médico las causas fundamentales de la muerte de Bolívar: “Debe observarse a favor de esta aserción que el Libertador, cuando el mal estaba en su principio, se mostró muy indiferente a su estado, y se denegó a admitir los cuidados de un médico: Su Excelencia mismo lo ha confesado: era cabalmente en el tiempo en que sus enemigos le hartaban de disgustos, y que estaba más expuesto a los ultrajes de aquellos a que sus beneficios habían hecho ingratos. Su Excelencia llego a Santa Marta bajo auspicios mucho más favorables, con la esperanza de un porvenir mucho más provechoso para la patria, en que veía brillantes defensores que le rodeaban. La naturaleza conservadora retornó sus derechos; entonces pidió con ansia los socorros de la medicina. Pero ¡ah! ¡ya no era tiempo! El sepulcro estaba abierto aguardando la ilustre víctima, y hubiera sido necesario haber un milagro para impedirle descender a él”Pregunté: ¿y que pasó con los papeles que el Libertador mandó a quemar y que estaban en poder del Sr. Pavajeau? ¿Qué se hicieron? – No lo sé – respondió Reverend - Oí decir que no se habían encontrado. Grande interés deben presentar cuando tan cuidadosamente se han perdido. Como se recordará, en su viaje a la eternidad, Bolívar dejó a buen resguardo del su amigo Pavajeau, diez baúles que contenían veinte años de papeles personales  Hay tres versiones sobre el destino de los papeles personales que Bolívar recopiló por veinte años, y que siempre les acompañaron… Una versión cuenta que el Sr. Juan Bautista Pavageau el 15 de diciembre de 1830 había partido hacia Jamaica en su ruta a los Estados unidos, y que por ello, como albacea de los valiosos papeles del Libertador, no cumplió su voluntad testamentaria la cual desconocía: Cláusula 9° “Ordeno: que los papeles que se hallan en poder del Sr. Pavageau, se quemen” En la isla, el Sr. Pavageau los dejó a buen resguardo de su socio Juan de Francisco Martín. En mayo de 1831, el General Francisco O´Leary en su destierro llega a Jamaica, y allí sabe de los papeles de Bolívar, los cuales conviene con el Sr. Marín conservarlos, algunos de los cuales fueron utilizados por O´Leary para escribir sus invalorables Memorias. Otra versión dice que efectivamente fueron quemados; mientras otros aseguran que aún no han salido a la luz pública, ya que a la muerte del Libertador se convirtieron en recuerdos invalorables que adquirieron valor comercial como bonos valores que aún se comercializan en las casas de subasta privadas para prestigiosos coleccionistas. Llegamos a la casa y me dirigí a la habitación donde murió Bolívar… Mudo y sobrecogido en profunda meditación pisé los sitios, testigos de la muerte del Ángel de la Libertad Sudamericana. En un cuartito de siete varas terminó su gloriosa carrera el Genio de Colombia. Henchido el pecho de dolor y queriendo reventar mis ojos en lágrimas, recorría con paso lento aquella última habitación del Grande, en la que repitieron los ecos la voz del moribundo expatriado que encomendaba en su despedida la unión de sus hermanos que le habían retirado su confianza. El Dr. Reverend nos indicó el lugar donde estaba su lecho, donde estuvo su hamaca, donde meditaba bajo un tamarindo y donde se paseó alguna vezNi el lecho existe ni la hamaca… Mesa, un asistente del Libertador, los quemó el día después de su muerte, al momento que decía: “Para que los enemigos del Viejo no encontrasen nada que le hubiese pertenecido” Con el título afectuoso de “Viejo”, era como los soldados llamaban respetuosamente al General Bolívar Un hermoso busto de mármol blanco está colocado en el mismo lugar en que expiró y a su derecha y existe la librería que para uso del Libertador compró especialmente el Sr. Mier, quién sabía de su afición por la lectura. Recorrí el jardín y todos los alrededores de la casa, y me hicieron notar un caprichoso caminito, cercado por frondosos árboles frutales, donde se concentran las aves para arrullar con su canto, y que fue el predilecto del Libertador. Me contó el médico, que Bolívar murió a la una y siete minutos de la tarde del 17 de diciembre. Horas más tarde le practicó la autopsia; luego fue trasladado el cadáver a la ciudad ese mismo día por la noche, donde precariamente pudo improvisar la conservación del cadáver, ya que en la botica del pueblo no habían todos los productos para embalsamarlo; razón por lo cual, apenas se pudo velar el cadáver, y la inhumación se hizo el día 20 a las 5 de la tarde. Reverend escribió que la autopsia la realizó en la misma casa horas después que murió el Libertador: “El 17 de Diciembre de 1830 a las 4 de la tarde, en presencia de los señores Generales beneméritos Mariano Montilla y José Laurencio Silba, habiéndose hecho la inspección del cadáver en una de las salas de la habitación de San Pedro, en donde falleció Su Excelencia el General Bolívar, ofreció los caracteres siguientes: Se descubrió una concentración calcárea y regularmente angulosa del tamaño de una pequeña avellana. Abierto el resto de los pulmones con el instrumento, derramó un moco parduzco que por la presión se hizo espumoso. El corazón no ofreció nada particular, aunque bañado en un líquido ligeramente verdoso contenido en el pericardio”Me llamó poderosamente la atención una referencia del Dr. Reverend:“En toda su penosa enfermedad no se escapó de sus labios un solo acento que manifestase odio, ni siquiera mala voluntad hacia ninguna de las personas que, por decirlo así, lo impelían precipitadamente al sepulcro. Lo más que dijo con referencia a este particular, y eso en un momento en que tenía una gran fiebre, fue: Vámonos, vámonos. Esta gente no nos quiere en su tierra. Lleven mi equipaje a bordo”left0De regreso a la ciudad, continué mi conversación con el médico Reverend: Usted cree doctor, que encontremos conservado el cadáver de Su Excelencia – Tal vez no - me respondió - porque absolutamente carecíamos de ingredientes para embalsamarlo bien. No los tenía yo ni los había en la población. En la Plaza Mayor, y un poco lejos del centro de la ciudad, se ve la Catedral: sencilla y bonita como una religiosa novicia, de aspecto agradable y risueño, que inspira respeto y cariño por el culto a que está consagrada; y orgullosa con una blanca piedra de mármol que guarda en su nave céntrica, así como la monja enseña un fragmento del Lignum-crucis prendido en su seno: una piedra blanca y sin nombre alguno, como si un nombre fuese inútil cuando un mundo repite con millones de voces ese nombre que ella revelaría tal vez incompleto; así la profesa conserva su cruz sin nombre, porque el del Salvador parece eternamente unido a la santa reliquia. En la nave derecha se ve el altar consagrado al esposo de la Madre de Dios y a sus pies la bóveda de la familia Granados, que guardó los restos de Bolívar.El templo está embaldosado con cuadros de mármol, alternativamente blanco y negro, y en sus paredes están colocadas las efigies de los canonizados de la iglesia romana. La tumba de bolívar está en la nave del centro, como antes dije, y hacia la parte superior de la nave En mi curiosidad, busqué la famosa piedra del Capitán Márquez que había sido desechada para señalar el lugar de sepulcro del Libertador… Estaba en la sacristía con el lado escrito vuelto hacia la pared y apoyada por el costado más largo, como un objeto sin valor que no había donde colocar. A las cuatro y tres cuartos de la tarde del 20 de noviembre se hallaban reunidos en la iglesia catedral, con el objeto de presenciar el acto de exhumación de los restos venerables del Libertador:  El General Joaquín Posada Gutiérrez, Gobernador de Santa Marta y Presidente de la Comisión designada por Nueva Granada  El ilustrísimo Sr. Obispo de la Diócesis, Dr. Luis J. Serrano, miembro de la Comisión  El Sr. Joaquín Mier y Benítez, miembro también de la Comisión, quien llevaba al ojal de la casaca un busto del Libertador  El Dr. José María Vargas, Presidente de la comisión nombrada por el Gobierno de Venezuela  El General José María Carreño, comisionado por Venezuela, ilustre soldado de la guerra de Independencia, que hizo toda la campaña con un brazo menos que perdió en la batalla de los Cerrito Blancos en 1813  El Sr. Mariano Uztáriz, hijo ilustre de Francisco J. Uztáriz, mártir de nuestra independencia  Manuel Cipriano Sánchez, gran Capellán de la comisión  Los señores Pablo S. Clemente y Simón Camacho, deudos del Libertador  El Teniente-Coronel José María Contreras  El comandante de La Constitución, Sr. Sebastián Boguier, Comandante del Apostadero de Puerto Cabello y Jefe marítimo de la expedición  Los comandantes de los buques de guerra extranjeros: Mr. Jules Ricard de la Corbeta Circe, Mr. J.A. Johr del Bergantín Venus, Mr. Reynold York del Bergantín Albatros y el Estado Mayor de los tres buques, colocados en orden de grado militar. Todos estos señores ocupaban el ala derecha de la nave central, colocados en el mismo orden con que los nombré En el ala izquierda se encontraban:  El Ilustre Concejo Municipal  El Estado Mayor del Batallón número 9 acantonado en la plaza  Los cónsules: inglés, norteamericano y francés  Y gran número de particulares que asistieron al acto de exhumación  La Guardia de Honor estaba al lado derecho, detrás de los comisionados. El Sol de América lanzaba sus rayos oblicuos sobre el rostro ansioso de los espectadores, brillando esplendente sobre los mármoles del templo Un silencio profundo reinaba en la concurrencia que oía sobrecogida de sentimiento religioso, el cántico que la Religión eleva entre las nubes de incienso, pidiendo al cielo el Paraíso eterno para los que fueron en la tierra. Todas las miradas estaban fijas en la losa de mármol que cubría una bóveda situada en la parte superior de la nave mayor, cerca de las gradas del presbítero, y todos los corazones latían impulsados por un mismo sentimiento. Grandioso cuadro aquel en que la sombra de los Héroes es invocada, en que las generaciones que viven, sellan con el renombre de inmortal la historia de él, que al darle un adió último, les legó un nombre que vivirá eternamente con al memoria de los siglos. El corazón latía precipitado a los golpes del trabajador que desunía la piedra del suelo que la oprimía e involuntariamente seguían los ojos sus movimientos compasados y silenciosos, porque detrás de aquellas piedras veríamos los niños del Redentor de nuestros padres: encontraría el pueblo a su Libertador y el ejército a su “Viejo”, a su Jefe y a su compañero de armas, con el que dividieron más de un  peligro, bajo cuyas órdenes ganaron más de una victoria y ciñeron cien coronas. Nuestros ojos esperaban al caudillo de la independencia. Todos estábamos ansiosos de ver a Bolívar… y en mi mente la pregunta que hice a Reverend: Encontraríamos el cuerpo de Bolívar, luego de tantas vicisitudes ocurridas en doce años: terremotos, enemigos y profanadores..? Recordando uno de esos doce años: Fue patética la presencia de Santander en la Catedral, luego que volvió de su destierro para sumir la Presidencia de Colombia. Destierro forzado por ser el autor intelectual del intento de asesinar al Libertador en Bogotá… Se dice, que entró sólo y se paró en el centro de la nave, al momento que pisó con rabia y desprecio el frío mármol para expresar al viento: “Con que aquí estás enterrado Bolívar”… y luego salió con una sonrisa entre los labios. Había visitado al Catedral para asegurarse que estaba bien muerto..!Quizás esta patética escena de traición inspiró la canción Bolivariana que en su letra dice:" … La alta burguesía va a llevarte flores al Panteón cada aniversario de tu muerte… para asegurarse de que estés bien muerto… bien muerto…" Continúa su descripción Carmelo Fernández: La barra del operario había ya deshecho la trabazón de las losas pequeñas que cubrían los costados y ya la piedra sepulcral se removía. Los golpes continuaron y la piedra quedó separada. Veíamos la caja de madera hecha polvos, y tras ella la urna de plomo que salvó sus cenizas de la mano destructora de los enemigos profanadores La caja externa de madera estaba decaída en su tapa y en algunos puntos casi deshecha; hecha polvo de astillas por la humedad y el tiempo. La de madera forrada con hojas de plomo estaba entera aunque también algo deteriorada por el maltrato accidental de la naturaleza y criminal por los enemigos de la revolución La urna también fue levantada y Bolívar apareció: Bolívar el Grande… El Libertador… El Genio de Colombia Fue un momento difícil de describir, ante la emoción que embargó el ambiente, ante la expectativa de volver a revivir los momentos de gloria cuando el pueblo volcaba su atención para ver al Bolívar de carne y huesoEn su interior: el esqueleto, pocos restos de vestido y algunos accesorios que fueron colocados para contener las vísceras de Bolívar luego de la autopsia… Visto su contenido, el Sr. Gobernado preguntó en voz alta al Dr. Reverend, médico del Libertador, y a Manuel Ujueta, Jefe Político en 1830, si en aquel cadáver reconocían el del Libertador de Colombia… Acto seguido, los prenombrados se inclinaron a constatar los restos: El Dr. Reverend reconoció el cráneo que él aserró de manera horizontal durante la autopsia para inspeccionar el cerebro, al igual que las costillas que mostraban las marcas oblicuas de la sierra para examinar el pecho: los huesos de las piernas y pies estaban cubiertos con las botas de campaña, la derecha todavía entera, la izquierda despedazada y sólo conservaba su parte interior: pedazos de galón decaídos se hallaban a los lados de los muslos, y listas de color verde de cobre oxidado, formaban líneas paralelas a éstos huesos… al  momento que se oyó: Sí, contestaron ambos señores con voz conmovida. El señor Ujueta tenía los ojos llenos de lágrimas. Se agrega a la verificación de los restos, que desde el 20 de diciembre de 1830, y durante los siguientes doce años, no hubo otra sepultura en la Catedral Yo miraba con santa contemplación aquellas reliquias… Lloré… Un cadáver sólo quedaba… Volví el rostro y me sorprendió ver que yo no era el único… Que todos lloraban, excepto algunos sombríos en que estaba pintada la agitación del alma que no sabe llorar.… Santo silencio de respeto se respiraba en el ambiente mortuorio… Pero de pronto..! el acto solemne no pudo contener a la multitud que se volcó alrededor del féretro para disputarse pedazos de la urna de madera Todos guardamos una reliquia para la memoria del ausente padre. Testigos de un hecho grande para las otras generaciones, que no se pudo contener, y hubo esperar que cada quién disputara su impulso por llevar un recuerdo de ese memorable día… Luego que se controló a la multitud, los huesos se acuñaron con cojines de seda y una sábana cubrió los huesos para evitar que se desordenaran. Santa Marta estaba conmovida con el hecho histórico, y muchos ciudadanos manifestaban su rabia por la profanación que se hacía en la Catedral El cañón resonaba en la bahía, extendiendo sus voces hasta los confines del mar… Las campanas plañían dobles compasadas… Caían los pabellones de lo alto de sus mástiles… Las entenas de las embarcaciones se cruzaron…Se levantó un acta de la exhumación y el cadáver fue cuidadosamente colocado en la urna cineraria que la Nueva Granada consagró a las reliquias de su LibertadorEn un catafalco sencillo fue colocada la urna a la custodia de la compañía del Batallón N° 9 El sol había desaparecido bajo las ondas y sus reflejos daban un tinte purpurado a los pilares de la catedral… y a la luz de los cirios continuó la iglesia y fúnebre ceremonia hasta las ocho de la noche. Hasta las diez de la noche permanecieron abiertas las puertas del templo… Todos los habitantes de la ciudad vinieron a tributar al Padre una ofrenda filial: una lágrima..! Esa noche, el General Joaquín Posada le entregó al Dr. Vargas, una solicitud en los siguientes términos:“Solicita el permiso para conservar la urna que contenía el corazón del Libertador, pues desean que la Nueva Granada conserve algo de tan preciosos restos, y si su petición es asequible, hará que dicha urna quede colocada en el mismo sepulcro que la contenía…”La carta de fecha 20 de noviembre de 1842, tuvo respuesta el mismo día, para que la urna con el corazón de Bolívar fuese dejada en la nave central de la Catedral de Santa Marta.Cabe señalar, que precisamente el General Posada ha sido el causante de la controversia sobre la exhumación de los restos del Libertador, cuando escribió en sus Memorias: “A nosotros nos quedó una pequeña caja de plomo que contenía el corazón y las entrañas de Bolívar… Abierta la urna, sólo contenía tierra, esa tierra o polvo en que nos hemos de convertir. En la Catedral de Santa Marta quedó, y allí debe quedar. Santa Marta debe conservarlo”… Y basado en este testimonio irresponsable, de quién era el Presidente de la Comisión de Nueva Granada para el acto de exhumación, es que muchos colombianos afirman que los restos de Bolívar permanecen aún en Santa Marta, y a Venezuela enviaron los de algún familiar de la familia Díaz-Granado para no decepcionar a los caraqueños, porque ello favorecía a Páez en su decaída popularidad al final de su período presidencial, cuando le correspondía entregar el gobierno.Al amanecer del día 21, con el sol de las batallas que alumbró en Boyacá, Junín, Pichincha y Carabobo, se presentó nebuloso al comenzar el día, para presenciar la tristeza del pueblo que se preparaba a dar el adiós para siempre a su Libertador… Un sólo día más poseería Santa Marta el depósito sagrado que guardó doce años. Bolívar no dormiría por más tiempo el sueño eterno fuera de la tumba de sus mayores. Los pabellones consulares colgaban a media asta, mientras el cañón repetía sus descargas cada cinco minutos… Los mismos personajes del día anterior llenaban el templo en la misma colocación indicada. El Sr. Pbro. José María Noriega pronunció una oración fúnebre, en la que delineó ligeramente la marcha de la Libertad, bajo el sol de Colombia que sustentó Bolívar. A la una y 26 minutos del día terminó la ceremonia que la iglesia consagró a las reliquias del muerto: último deber que se impuso a la esposa de Jesucristo, mediador entre el cielo y la tierra, para consuelo de los hombres. A las cuatro y siete minutos de la tarde mostraba su luto la ciudad huérfana. Sus puertas y ventanas vestían cortinas de tela negra, y todos guardaban silencio cuando desfiló el acompañamiento por la calle mayor desde el templo hasta el embarcadero… Rodeaban la urna los comandantes, y los oficiales granadinos la conducían, alternando con los de la marina venezolana y extranjera. Seguían inmediatamente las Comisiones y luego la tropa de línea, que se iban incorporando al cortejo, con tambores a la sordina y banderas con corbatas negras… Luego venía una numerosísima concurrencia de personas de ambos sexos que quisieron acompañar las veneradas reliquias hasta el último momento. Sólo se oían los tambores del batallón en el más absoluto silencio Ya en la playa se detuvo la procesión, callaron los tambores y el Sr. General Posadas, en extremo conmovido, pronunció esta sentida despedida:“Excelentísimos Señores Comisionados de Venezuela. En este día solemne por tantos títulos, en este día de luto para la  Nueva Granada en que tiene que despojarse por su propia mano de las preciosas reliquias que hubiera querido conservar eternamente, estoy encargado por el Gobierno de mi patria y por la honorable Comisión que tengo la honra de presidir, de un deber bien penoso y triste: el de manifestaros para que lo digáis a Venezuela, para que lo sepa el mundo entero, el duelo y sentimiento con que la Nueva Granada se desprende de los restos venerados del Libertador Simón Bolívar. ¿Y podré yo cumplir con este encargo? No; no hay palabras para expresar lo que sienten los corazones… Lo que habéis visto, lo que veis, no se finge: todas las pasiones han callado: todas las pasiones han desaparecido para rendir homenaje a la sombra creciente del Gran Caudillo de los Libertadores: los recuerdos de las hazañas inmortales del glorioso ejército: el nombre mágico de Colombia… Perdonen… Pero ya no puedo continuar… Tomad, señores, el precioso tesoro que buscáis… Llevadlo a esa tierra privilegiada por el ocaso, y sabed y sepa ella, que sólo el respecto que el Gobierno y el pueblo granadino tienen a la última voluntad del Héroe, es la única fuerza capaz de hacer a la Nueva Granada resignarse al sacrificio. Y vosotros, cenizas ilustres, que habéis reposado en paz por más de una década en este suelo que no quisisteis que os sirviese de asilo eterno, admitid los votos que los granadinos todos elevan al cielo por vuestro descanso perdurable”Dos lágrimas se desprendieron de sus ojos y apenas pudo pronunciar las últimas palabras Fue colocada a bordo de la falúa venezolana la urna, y después de doce años del sueño de la tumba en las playas del extranjero, Bolívar retornaría a los suyos... El pabellón de Venezuela flameaba entre las nubes de humo de cañón sobre el último legado que le hizo al Libertador su hijo más amoroso.El Comandante de la Constitución y su segundo, recibieron el precioso depósito y de pie sobre su bordo, se despidieron de los samarios, haciendo a la tripulación la señal de partir… Así lo escribió el Dr. Vargas:“Los comandantes de los tres buques extranjeros que asistieron a la fúnebre ceremonia se uniformaron con la Goleta Nacional Constitución en el luto de los bajeles, las salvas  y demás tiros de cañón de nuestra ordenanza… Se brindaron a cargar la urna cineraria, que llevaron alternando con la guarnición de Santa Marta, ofreciendo en medio de una modesta sencillez el espectáculo más noble y sublime de respeto y consideración a los restos venerados del héroe americano… y también sus marineros a porfía cargaron la urna para colocarla en la falúa venezolana, que fue escoltada hasta la Goleta Constitución por las autoridades de Santa Marta”La Goleta “Constitución” iba escoltada por el Bergantín “Caracas”, el bergantín británico “Albatros” y la Corbeta francesa “La Circe” en una procesión de mar que tenía pactado llegar a La Guaira, para rendir culto a un aniversario más de la muerte del Padre de la Patria, a celebrarse el 17 de diciembre de 1842… Y mientras el cuerpo de Bolívar iba a Caracas, su corazón quedaba en Colombia..! La hija más hermosa de Colombia, Nueva Granada, lloraba a su padre. Sólo un recuerdo le quedaba en una caja que guardó su corazónAsí lo reseñó el General Posada luego que los restos venerables del Libertador abandonaron las costas de Santa Marta:  “En la Catedral de Santa Marta quedó y allí debe quedar. Santa Marta merece conservarlo… A nosotros nos quedó una caja pequeña de plomo que contenía el corazón y las entrañas de Bolívar” Como se recordará, en 1842, el gobierno neogranadino, presidido por el general Pedro Alcántara, decretó la exhumación y honores de quien fuera su jefe, condicionando la repatriación de los restos del Libertador a que el corazón de Bolívar quedará en Colombia. Luego de la exhumación de los restos que fueron enviados a Venezuela, el  21 de mayo de 1843, el Congreso de Colombia emitió un Decreto para tributar el Corazón de Bolívar, que en su artículo 1º señala: “En la Iglesia Catedral Metropolitana de Bogotá, se erigirá un monumento en su honor, y en el cual se depositará la urna que contiene las entrañas del Libertador Simón Bolívar” Para dar cumplimiento a la orden Presidencial, el Congreso ordenó en Italia un monumento en mármol llamado “Corazón de Bolívar”, el cual sería esculpido por el afamado artista Tenerani. Cabe señalar, que para el momento, en todas las Repúblicas Bolivarianas se respiraba un patriotismo de añoranza hacia Simón Bolívar, y había organizaciones políticas que invocaban su obra y sus enseñanzas, en franca oposición a los gobiernos de turno… Bolívar estaba nuevamente en la mente del pueblo..! Para la oligarquía y los Estados Unidos, como la nación imperialista que más se favoreció con la muerte del Padre de la Patria, la Revolución Bolivariana era un retroceso, un estorbo, y un peligro que amenazaba los intereses del imperio, quienes habían obtenido las concesiones para las explotaciones de los recursos minerales de esas repúblicas liberadas por Bolívar. Aún cuando no existen pruebas, por ahora, pero no es casual que los dos monumentos más emblemáticos e importantes del símbolo del Libertador se hundieron en el Caribe, luego de navegar las peligrosas aguas del Atlántico desde Italia; como casi le ocurre a la urna con sus restos mortales, cuando en diciembre de 1842 la embarcación encalla a la altura de la isla Gran Roque.De acuerdo a los informes oficiales, desde el 7 de diciembre en la tarde llegaron a los Roques la goleta Constitución, el bergantín Caracas, el bergantín Albatros y la corbeta francesa la Circe… Allí aguardamos hasta el día 12 por la noche al bergantín holandés Venus que aún no se incorporaba. No divisándose ésta, resolvió el convoy continuar hacia La Guaira, ya que teníamos el compromiso de entregar la urna cineraria para el aniversario de la muerte del Libertador, el 17 de diciembre. El Capitán de la Constitución dejó en manos del encargado de las Salinas, Sr. Morell, una Nota donde explica, al Comandante de la nave holandesa, las razones por lo cual no pudieron esperarlo más.En la isla Gran Roques se sucedió un accidente inexplicable, cuando la Constitución encalla, se bambolea y amenaza con hundirse en las profundidades llevando al fondo los restos de Bolívar..! casi en el mismo lugar donde se hundirá más tarde la estatua ecuestre del afamado escultor Adamo Tadolini, que en su honor, ordenó Guzmán Blanco para la Plaza Mayor de Caracas, bautizada como la Plaza Bolívarleft0En cuanto a las extrañas coincidencia que amenazan los símbolos bolivarianos, el 25 de septiembre de 1867, el barco que llevaba hacia Bogotá el monumento de mármol realizado por el artista italiano Pietro Tenerani, ordenado para contener el “corazón” de Bolívar dejado en custodia en Colombia, cayó al mar cuando la embarcación misteriosamente se hundió cerca de Trinidad. Pero este no era un simple monumento ni una obra más..! Por lo que sabemos de la escultura, Tenerani, para esta monumental obra, profundizó en desbastar el duro mármol, empleando escofina y lija de distintos calibres, para darle brillo y textura, tal cual hizo Miguel Ángel en su célebre obra La Piedad que tantos elogios causa a los admiradores en el Vaticano, creando formas fluidas y dinámicas, que le dan a la pieza un realismo de los cuerpos y los marcados pliegues del ropaje que provocan una profunda emotividad en el espectador, contrario al escultor que logra la pieza a fuerza de golpear el duro mármol… Tenerani, como los grandes artistas del renacimiento, tuvo la creatividad de crear luz y sombra sobre el frío mármol, dándole a la obra un relieve tridimensional que impactaría al espectador. La obra no tenía templete, pero estaba montada en una estructura piramidal de solemne característica… cinco personajes que lo circundan, uno por cada nación libertada, vestidos a la usanza de los personajes mitológicos, para darle realce a la estatua pedestre del Libertador que encabeza el monumental monumento, donde destaca la figura mitológica de un felino al lado de una dama; y así fue reseñado por los cronistas:“Era una escultura solemne con un Bolívar de rostro triste que mira hacia abajo, como si observara el fruto de su obra. Su cuerpo en buena parte está cubierto con una capa colocada de forma caprichosa, característica de los Bolívar de Tenerani; en su mano izquierda empuña su espada enfundada, mientras la otra sostiene su capa en suave agarre. Está ambientado en una columna romana como la del Monte Sacro, y no lleva mayores detalles artísticos, sino puro sentimiento impreso en el mármol, cuyo conjunto armonioso impactaría a los visitantes del santuario mortuorio”Se dice que Tenerani lloró al conocer del naufragio, ya que decía ser su obra más importante, donde volcó todo su arte, su creatividad, experiencia de años como escultor, pero sobre todo, el sentimiento del artista que muy pocas veces vemos en una obra, ya que ésta estaba destinada a recibir el “corazón” de ese hombre que tanto admiraba y que tantas veces esculpió: SIMÓN BOLÍVAR Tenerani intentó volver al trabajo para rehacer la obra, pero todo fue en vano… Murió a los meses, el 14 de diciembre de 1869 Quizás, algún día se logre armar una expedición submarina para rescatar la estatua de Bolívar y su monumento, como la obra más importante de Tenerani, que espera allí, en las profundidades del mar, muy cerca de Trinidad… Curiosamente, por la misma ruta por donde pasó el 15 de agosto de 1498 la invasión española que llegó a Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, cinco regiones que fueron liberadas, gracias a Simón Bolívar, el Libertador. Finalmente la “Constitución” logra arribar al puerto de La Guaira, tras superar el accidente que casi hace caer a las profundidades del mar la urna de plomo que contenía los restos del Libertador... El martes 13 de diciembre de 1842 y luego de 23 días de un accidentado navegar por aguas territoriales, las autoridades esperan en el puerto la llegada de Bolívar para dar cumplimento a su última voluntad… No obstante que la embarcación arribó el martes 13, no fue hasta el jueves 15 al amanecer, cuando se produjo el desembarco de la urna cineraria, la cual fue transportada al templo de la ciudad… Escribe el Dr. Vargas:“La Comisión de traslación, el Gran Capellán, los oficiales de marina, guardia de honor y marineros de la Constitución saltaron todos a tierra simultáneamente a ocupar sus puestos; y este acto tan esperado, tan deseado, tan anhelado por todos, produjo sin embargo una sensación que obró simultáneamente sobre todos los concurrentes. El Coronel Juan Uslar, que vino desde Valencia a rendir sus homenajes a su antiguo Caudillo, se presentó sobre el muelle con el mismo vistoso uniforme con que asistió a la batalla de Carabobo y al ver en tierra la urna cineraria, prorrumpió en un llanto tan expresivo de su dolor acerbo, que conmovió a toda la concurrencia, inspirando a un mismo tiempo gratitud por el héroe, y respeto y consideración por el antiguo veterano que bravo en el campo, es al mismo tiempo tierno y agradecido en ocasión tan solemne… El Sr. General José María Carreño, tampoco pudo contener las lágrimas de ternura y sentimiento: él asistió en Santa Marta a la inhumación del cadáver de su caudillo, asistió a la exhumación y cada nuevo acto reproduce en su alma el mismo sentimiento”En la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol se cumplieron las honras fúnebres, en una pequeña capilla al lado de la iglesia… Luego de tres días en La Guaira, el viernes 16 a las seis de la mañana, los marineros de la goleta Constitución tomaron la urna cineraria sobre sus hombros. La guardia de honor compuesta por alumnos de la Escuela Militar y dos compañías de milicia, se encargaron de su custodia… Fue un emotivo acto donde participaron la Comisión de Traslación de los restos, las autoridades del Concejo Municipal y todo el pueblo guaireño que se volcó a celebrar la llegada de Bolívar, como en sus mejores años, cuando el Libertador hacía su entrada triunfal pisando un manto de flores que desde los balcones arrojaban las jóvenes que vitoreaban al héroe de la guerra.  Seguidamente los restos mortales del Libertador son conducidos por una multitud entusiasta que se dirige por el viejo “Camino Real de los Españoles”, adoquinado en su subida por las selvas del majestuoso cerro Ávila, que une el pueblo de la costa con el valle de Caracas.Fue el camino que despidió por última vez a Bolívar, cuando vestido de civil, salió de Caracas un jueves 5 de julio de 1827 rumbo a Cartagena El tránsito hasta el pie de la cordillera estaba vistoso y elegantemente adornado, y a su paso por Maiquetía, el pueblo saludaba gozoso los restos del Libertador. No hubo choza que no fuera adornada con las encantadoras y perfumadas flores de Galipán que perfumaban el lento transitar por la húmeda selva; y ya para la cuatro de la tarde, el féretro se hallaba en la Puerta de Caracas, donde el pueblo caraqueño se dirigió a recibir a su venerado hijo: SIMÓN BOLÍVAR En hombros fue conducido hasta las puertas del Templo de la Santísima Trinidad, donde se colocó cuando el sol de las seis ocultaba sus rayos detrás del majestuoso Ávila… Esa noche fue de vigilia en capilla ardiente, mientras un nubarrón anegaba el espectáculo mortuorio.  La Catedral anunciaba con sus campanadas que ya el hijo de Caracas había regresado de Santa Marta La primera noche en Caracas estuvo el féretro frente a las ruinas de la viaja iglesia destruida por el terremoto de 1812, santuario donde la madre del Libertador suplicaba por el milagro de ese hijo que llevaba en su vientre, y que puso por nombre Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. Y sin importar la lluvia intermitente que bañaba el valle de Caracas, la gente se agrupaba en torno a los restos del Padre de la Patria con sus velas alumbrando el patético espectáculo Quince años habían transcurrido desde que Caracas decidió a su hijo más ilustre… El sábado 17 de diciembre, a las diez de la mañana, cuando se cumplían 12 años de su fallecimiento, los generales: Toro, Montilla, Silva y Alcántara, como sus antiguos compañeros de arma, conducen el carro tirado por caballos, que lleva la urna forrada en terciopelo negro… Fermín Toro nos dejó el recuerdo de ese glorioso día: “Al amanecer del 17 de diciembre, los tiros de cañón rompieron con el alba, y el día se anunció claro y sereno para hacer más brillante y bello este recibimiento triunfal. La carrera designada comenzaba en la calle Carabobo desde la Capilla de la Trinidad hasta la esquina de Sociedad y luego hasta el Templo de San Francisco, designado para los funerales. Todo este espacio estaba elegantemente adornado. Grandes estandartes de terciopelo morado con franjas de oro y en medio el busto del Libertador coronado de laureles, rodeaban la plazoleta del templo, cuya fachada colgada de negro, estaba hermosamente decorada con laureles y palmas plateadas. Entre estandarte y estandarte soberbias trípodes doradas cargando urnas ardientes, alternaban con elegantes columnas dóricas que sostenían cada una dos grandes pabellones, de un  lado el de Venezuela y del otro el de una República amiga. En medio de los dos pabellones el gorro frigio se veía levantado en una alta pica, de la cual pendían negros crespones que caían flotando sobre un escudo que llevaba en letras de oro el nombre de BOLÍVAR. No es fácil figurarse la hermosura y noble perspectiva que formaban estos emblemáticos adornos De la plazoleta a la esquina de Sociedad, las mismas trípodes con sus urnas, repetidas a corta distancia, alternaban con columnas de otra forma que llevaban trofeos marciales, con las banderas de Venezuela, Nueva Granada, Ecuador, Perú y Bolivia, flotando sobre escudos, cascos y armaduras. Todas las ventanas y puertas de la carrera estaban colgadas de cortinajes de luto. La boca-calle, los solares y muchos tejados estaban ocupados por palcos y galerías, construidos y adornados con la mayor elegancia y coronados de banderas y gallardetes… Un poco más arriba de la cabeza del puente se hallaba colocado un arco triunfal, obra elegante de la experta mano de los artistas de París. A las nueve las Corporaciones empezaron a llegar y a reunirse en derredor de la Capilla. A las diez estaban ya reunidos el Presidente de la República, todos los miembros del Poder Ejecutivo, el Arzobispo con su Alto Clero y todas las cruces de las parroquias, el Cuerpo Diplomático, todas las autoridades, funcionarios públicos, y un Cuerpo de Ciudadano, el más numeroso y bien puesto que jamás había visto Caracas. El carro de grandes dimensiones y de forma majestuosa, estaba colocado debajo del arco triunfal, esperando la urna para ponerse en movimiento." La procesión se dirige al Templo de San Francisco, lugar histórico en la memoria del Libertador, porque es el principio y el fin de su gesta de independencia: Allí, en ese recinto religioso, Simón Bolívar fue honrado con el título de Libertador el 14 de octubre de 1813… Allí concentró a los caraqueños en la famosa migración de Oriente… Allí también fue el lugar donde se reunió la oligarquía caraqueña para nombrar a Páez como el líder del movimiento separatista conocido como La Cosiata.El martes 20 de diciembre fueron colocados los restos del Libertador en la Catedral de Caracas, en el Panteón de la Santísima Trinidad de la familia Bolívar, donde permanecerán por 34 años, hasta el 28 de octubre de 1876, día de San Simón, cuando por Decreto del General Antonio Guzmán Blanco, fueron trasladados hasta el Santuario de la Santísima Trinidad convertido en Panteón Nacional. Ese 20 de diciembre de 1842, el sarcasmo y la hipocresía de una dirigencia política que cedió a la presión del pueblo para que autorizaran el traslado de los restos mortales de Bolívar, se hizo presente ese gloriosos día, cuando la concurrencia se dirigió al Palacio del Gobierno para escuchar las palabras de José Antonio Páez, Presidente de la República de Venezuela:“Queda cumplido ya, señores, el último y tierno deseo del hijo ilustre de Venezuela, queda ejecutado así el mandato del Congreso de Venezuela y quedan satisfecho nuestros ardientes votos. Los restos venerables del Gran Bolívar han sido colocados por nuestras manos en el sepulcro de sus padres, convertido hoy, más en el altar que recibirá las ofrendas de nuestro amor, de nuestra admiración y de nuestra eterna gratitud”José Antonio PáezTerminadas las exequias, el Dr. Vargas se ocupó como Anatomista, de la preparación de los huesos para su conservación. El 30 de enero de 1843, dirige una comunicación al Secretario de Estado, exponiendo la situación de la osamenta, con las respectivas recomendaciones: “Debo informar, que aunque el esqueleto está cabal, los más de los huesos por efecto de la humedad y la muy impropia preparación de conservación inmediatamente después de la muerte, están ya negros y decaídos hasta el grado de deleznarse entre los dedos al asirlos. La operación de barnizarlos de modo que se conserven mejor, sólo puede hacerse con respecto del cráneo y los huesos largos de los miembros. Los demás serán separados de la tierra y relegados a otra caja que pueda contenerse dentro de la misma urna; y quedarán como se hallan en sus respectivas posiciones del esqueleto” Autorizado para el trabajo, junto con dos colaboradores, el Dr. Vargas empleó 14 días trabajando en una habitación dentro de la misma Catedral de Caracas En su Informe del 15 de marzo de 1843, Vargas explica el proceso cumplido conjuntamente con dos jóvenes bien instruidos en Anatomía, sus discípulos: Dr. Cosme Jiménez y el Bachiller Manuel Alvarado: “Luego de extraer los huesos, los limpiaron y lavaron con cloruro de cal. Los secaron bien y después los cubrieron con barniz preservativo. Procedieron a ensamblar los huesos para formar el esqueleto con alambres de plomo y de plata según las partes y así conexionados, han sido cubiertos de dicho barniz preservativo. El esqueleto tiene las siguientes faltas: los dedos anulares, y las segundas falanges de todos los otros dedos de la mano; excepto las de los pulgares. Algunos huesos del metatarso y todos los dedos de ambos pies. La de la última muela o la cordal izquierda de la mandíbula superior, que en la primera vez que la urna fue abierta en esta ciudad estaba movida pero no faltaba, pero que después no ha sido hallada. Todos los huesos faltantes han sido sustituidos por medio de cera de modelar. Se ha construido una urna de hoja de plomo, mucho más delgada que la hoja que tenía en santa Marta. En el centro de la nueva urna está colocado el esqueleto; y en dos cajoncillos, también de plomo, van todo el polvo y demás restos que contenía la urna. El esqueleto ha sido envuelto en tela de Damasco negro, y  de este modo y con una cuña grande de cedro bien barnizada para colocar la cabeza, ha sido acomodado en la urna de plomo que en presencia de todos los miembros de la Comisión ha sido soldada y puesta dentro de la de madera, la cual cerraron con sus dos llaves. Todo este proceso ha sido realizado dentro de la iglesia Catedral, en un aposento de la Capilla de San Nicolás y desde allí ha vuelto la urna al Panteón en que se hallaba” Así mismo presenta las facturas por el costo de la operación de restauración, donde ninguno de los médicos cobraron, sólo los gastos de material: 91,12 pesos para los costos referidos a: la caja de plomo, un pañuelo de Damasco negro, broches de plata para el cráneo, alambres de plomo y platino para ensamblar los huesos, un poco de goma y cera de modelar.En 1874 llega a Venezuela el Dr. Alejandro Próspero Reverend, aceptando una invitación que le hacía Guzmán Blanco, a quién fue el médico de cabecera del Libertador en sus últimos diecisiete días… Reverend recibe del Presidente un Diploma que le otorga el título de “Ilustre Prócer de la Independencia Sudamericana”. En agradecimiento a tantos elogios, Reverend le regala al gobierno de Venezuela, esa prenda muy estimada que guardaba celosamente, que decía que por nada del mundo se desprendería de ella; pero que sin embargo, en su humildad, comprendió que pertenecía a su tierra que lo vio nacer: “Al visitar la ciudad natal del Libertador Simón Bolívar, y hallándome en edad muy avanzada, debo desprenderme de una prenda de inestimable aprecio que poseo, para presentarla al Gobierno de esta República, única llamada a preservarla después de mis días”“Esta prenda es una concreción fosfática calcárea hallada por mí en uno de los pulmones del Libertador al verificar la autopsia de su cadáver. Esta concreción está colocada en un medallón de oro de 25 milímetros de altura, 22 de anchura y 9 de espesor” Guzmán Blanco emocionado recibe el obsequio, ordenando que él mismo sea conservado… y hoy se guarda en el Museo de la Sociedad Bolivariana de Caracas, entre los invalorables objetos que pertenecieron a Simón Bolívar en su viaje a la eternidad.