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El topo
La taza de té humeaba entre las manos de la mujer.
Es hermosa, pensó el hombre sentado frente a ella.
Lástima que tenga que morir. ¡Quién hubiera
imaginado que ella fuese el topo! Con esa cara de niña,
dulce y suave; con esa mirada cálida y apacible.
Deslizó sus ojos por el cuello femenino y admiró sus
pequeños pechos, aquellos que él había besado tantas
veces. Sorbió su té lentamente, deleitándose como lo
hacía con su boca.
La echaré de menos, asumió, en el mismo instante en
que se desplomaba muerto sobre la mesa.
Por Estrella Martín Peccis. I Premio Internacional de microrrelatos. Más
allá de la medida. Madrid: Fundación César Egido Serrano, p. 18