1. Encuentro de Profesores de Religión
Pedro Martínez González
Madrid, 29-Noviembre-2013
Introducción
“Como sabemos, las Sagradas Escrituras son el testimonio escrito de la
Palabra de Dios, el memorial canónico que certifica el acontecimiento de la
Revelación. La Palabra de Dios, por lo tanto, precede y excede la Biblia. Es por
esta razón que nuestra fe no tiene en el centro sólo un libro, sino una historia
de salvación y, sobre todo, a una Persona, Jesucristo, Palabra de Dios hecha
carne. Precisamente porque el horizonte de la Palabra divina abraza y se
extiende más allá de la Escritura, para entenderla correctamente es necesaria
la presencia constante del Espíritu Santo, que "nos guiará a la verdad
completa" (Jn. 16,13). Hace falta colocarse en la corriente de la gran Tradición
que, con la ayuda del Espíritu Santo y la guía del Magisterio, ha reconocido los
escritos canónicos como palabra que Dios dirige a su pueblo y nunca ha dejado
de meditarlos y descubrir sus inagotables riquezas. El Concilio Vaticano II lo
reiteró con gran claridad en la Constitución dogmática Dei Verbum : "Todo lo
que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en
última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de
conservar y de interpretar la palabra de Dios1". (n. 12)”.
"En la condescendencia de su bondad, Dios, para revelarse a los
hombres, les habla en palabras humanas: "La Palabra de Dios, expresada en
lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del
eterno Padre, asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a
los hombres" (DV 13)." Esta Palabra, expresada en lenguas humanas, se
entiende de una manera nueva y distinta cuando se contextualiza en la
existencia real de aquellos que entregan y han entregado su vida en el
seguimiento de Cristo. Para ello es absolutamente necesario aludir a una de las
características presente en la vida y obra de todos los santos y santas a lo
largo de la historia: la sensibilidad.
Es esta capacidad la que les lleva a poder tener una mirada distinta
sobre la Sagrada Escritura. Su ser sensibles a la llamada de Dios les hace, a la
vez, sensibles a la comprensión de la Escritura. No ven en ella un texto
desvinculado de sus vidas, sino un marco referencial de la misma que será lo
que les constituya en modelos, en Palabra de Dios viviente.
San Vicente y Santa Luisa, por ejemplo, no se contentan con conocer la
Escritura, sino que para ellos, otra mirada es posible, la mirada del que lee
entre líneas, del que descubre un mensaje para la vida y una necesidad vital de
darlo a conocer desde la propia vivencia. Redescubrir el dinamismo existencial
de la Sagrada Escritura, no es un capricho o un sentimentalismo bíblico, es una
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Discurso del Santo Padre Francisco a los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica, 12 de abril de 2013
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necesidad en sus vidas y una obligación; pues es Él y no otro quien
habla en cada momento. Sensibles a la llamada de Dios, lo son también en el
escuchar su Palabra para el aquí y ahora de la presencia del Reino; un Reino,
el de Dios, cuyo germen y semilla se encuentra en la Palabra viva de Dios.
El creyente no puede ser nunca indiferente a la Sagrada Escritura, pues
si lo hace posiblemente ponga su mirada en algo distinto a la verdadera
Palabra que lleva a la Verdadera Vida. Así no lo testimonia la vida de los
santos y de la misma Iglesia, la cual cuando se ha apartado de la Palabra de
Dios, o ha querido usarla en beneficio propio, se ha autoprovocado verdaderos
períodos de historia negra; y solo cuando ha vuelto su mirada hacia Cristo
como guía, ha recuperado su verdadera razón de ser y ha sido luz para el
mundo.
“A través de todas las palabras de la sagrada Escritura, Dios dice sólo
una palabra, su Verbo único, en quien él se da a conocer en plenitud (cf. Hb
1,1-3): «Recordad que es una misma Palabra de Dios la que se extiende en
todas las escrituras, que es un mismo Verbo que resuena en la boca de todos
los escritores sagrados, el que, siendo al comienzo Dios junto a Dios, no
necesita sílabas porque no está sometido al tiempo (San Agustín, Enarratio in
Psalmum, 103,4,1)2”.
Dios es el autor de la Sagrada Escritura. "Las verdades reveladas por
Dios, que están contenidas y se manifiestan en la Sagrada Escritura, se
consignaron por inspiración del Espíritu Santo." Los autores de la Sagrada
Escritura, son conocidos por hagiógrafos. La Tradición apostólica hizo discernir
a la Iglesia qué escritos constituyen la lista de los Libros Santos. Esta lista
integral es llamada "Canon de las Escrituras". Canon viene de la palabra griega
"kanon" que significa "medida, regla". El Canon comprende para el Antiguo
Testamento 46 escritos, y 27 para el Nuevo. Estos son: Génesis, Éxodo,
Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Ruth, los dos libros de
Samuel, los dos libros de los Reyes, los dos libros de las Crónicas, Esdras y
Nehemías, Tobías, Judit, Ester, los dos libros de los Macabeos, Job, los
Salmos, los Proverbios, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, la Sabiduría,
el Eclesiástico, Isaías, Jeremías, las Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel,
Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías,
Ageo, Zacarías, Malaquías, para el Antiguo Testamento.
Para el Nuevo Testamento, los Evangelios de Mateo, de Marcos, de
Lucas y de Juan, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas de Pablo a los
Romanos, la primera y segunda a los Corintios, a los Gálatas, a los Efesios, a
los Filipenses, a los Colosenses, la primera y segunda a los Tesalonicenses, la
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CIC, 102
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primera y segunda a Timoteo, a Tito, a Filemón, la Epístola a los
Hebreos, la Epístola de Santiago, la primera y segunda de Pedro, las tres
Epístolas de Juan, la Epístola de Judas y el Apocalipsis.
El Catecismo de la Iglesia Católica, nos habla sobre el doble sentido de
la Sagrada Escritura (que es importante no olvidar):
“Según una antigua tradición, se pueden distinguir dos sentidos de la
Escritura: el sentido literal y el sentido espiritual; este último se subdivide en
sentido alegórico, moral y anagógico. La concordancia profunda de los cuatro
sentidos asegura toda su riqueza a la lectura viva de la Escritura en la Iglesia.
El sentido literal. Es el sentido significado por las palabras de la Escritura y
descubierto por la exégesis que sigue las reglas de la justa
interpretación. Omnes sensus (sc. sacrae Scripturae) fundentur super unum
litteralem sensum (Santo Tomás de Aquino., S.Th., 1, q.1, a. 10, ad 1). Todos
los sentidos de la Sagrada Escritura se fundan sobre el sentido literal.
El sentido espiritual. Gracias a la unidad del designio de Dios, no
solamente el texto de la Escritura, sino también las realidades y los
acontecimientos de que habla pueden ser signos.
1. El sentido alegórico. Podemos adquirir una comprensión más profunda
de los acontecimientos reconociendo su significación en Cristo; así, el
paso del mar Rojo es un signo de la victoria de Cristo y por ello del
Bautismo (cf. 1 Cor 10, 2).
2. El sentido moral. Los acontecimientos narrados en la Escritura pueden
conducirnos a un obrar justo. Fueron escritos «para nuestra instrucción»
(1 Cor 10, 11; cf. Hb 3-4,11).
3. El sentido anagógico. Podemos ver realidades y acontecimientos en su
significación eterna, que nos conduce (en griego: «anagoge») hacia
nuestra Patria. Así, la Iglesia en la tierra es signo de la Jerusalén celeste
(cf. Ap 21,1- 22,5)3”.
ANTIGUO TESTAMENTO
Los judíos consideraban que existían dos cánones de los Libros Santos:
el Canon Breve (palestinense) y el Canon Largo (alejandrino). El Antiguo
Testamento en hebreo (Canon Breve) está formado por 39 libros y se divide en
tres partes: " La Ley", "Los Profetas" y "Los Escritos". El Antiguo Testamento en
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CIC, 115-117
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griego (Canon Largo) está formado por 46 libros. Los Apóstoles, al
llevar el Evangelio al Imperio Grecorromano, utilizaron el Canon Alejandrino.
Así, la Iglesia primitiva recibió este canon que consta de 46 libros. A partir del
año 393 diferentes concilios, primero regionales y luego ecuménicos, fueron
precisando la lista de los Libros "canónicos" para la Iglesia. Estos fueron: *
Concilio de Hipona (393) * Concilio de Cartago (397 y 419) * Concilio Florentino
(1441) * Concilio de Trento (1546)
En este último, solemnemente reunido el 8 de abril de 1546, se definió
dogmáticamente el canon de los Libros Sagrados.
San Vicente y la Biblia
La vida de los grandes santos está marcada, de una forma relevante, por
la influencia vivencial de la Sagrada Escritura. No son ajenos a ella, sino que la
conocen y testimonian con su propia vida, con su quehacer y actuar diario. No
puede desligarse la vida de fe, y la Sagrada Escritura es el nexo de unión que,
por la fuerza del Espíritu Santo, nos indica el camino y el marco referencial de
nuestra existencia.
Como veremos, la Sagrada Escritura no es un libro de historia, ni tan
siquiera de testimonios; es la plasmación del plan de Dios desde el mismo
origen y la continuación del mismo, hasta el momento culmen de la Redención
en Cristo. Cuando contemplamos el decurso de los libros bíblicos, corremos el
riesgo hacerlo con una mirada excesivamente piadosa o excesivamente
intelectual; ambos extremos nos alejan del verdadero sentido de la Palabra de
Dios. La Sagrada Escritura es un aquí y un ahora de la Historia de la Salvación,
no un acontecimiento pasado o apocalíptico por venir. Sus letras son letras
vivas y vehículo del aliento de Dios para las situaciones concretas y generales
de la creatura por parte de su creador.
Tanto San Vicente de Paúl como Santa Luisa, tuvieron muy claro cuál
habría de ser la referencia primera de la fundación y de sus propias vidas, y así
lo reflejan ellos mismos en sus escritos:
De los 73 libros de la Biblia, san Vicente citó 38 de los 46 del Antiguo
Testamento y 24 del Nuevo Testamento. Los libros no citados del Antiguo
Testamento son Crónicas I, Esdras, Ester, Macabeos I, Rut, Abdías, Habacuc,
Ageo. Los tres no utilizados del Nuevo fueron Filemón, Segunda y Tercera
Carta de Juan. Siempre que cita la Sagrada Escritura, lo hace con la fórmula
introductoria “como dice la Escritura”, “como dice Dios”, “como dice Nuestro
Señor”; es decir, no hace una “versión” de la palabra contenida, sino que la
expone, explica y contextualiza para que no quede en vanas referencias.
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Remarca mucho que no es su palabra la que dispone, sino la de Dios
la que indica el camino a seguir y el estilo propio de la obra.
En San Vicente, no encontramos una lectura que pudiésemos llamar
uniforme de la Sagrada Escritura; siempre con el mismo objetivo e
intencionalidad. Citaba la Biblia de memoria, sin preocuparse mucho con la
exactitud de las palabras, revelando con ello que no es tan importante el saber
cómo el conocer. De nada sirve saber una cita literal de memoria, si no
comprendo y conozco el mensaje. Prioriza el contenido al continente.
Él no consideraba que hubiese ninguna ruptura propiamente dicha entre
los dos Testamentos, sino una continuación progresiva en el quehacer de la
Historia de la Salvación. Además de las enseñanzas de los libros del Antiguo
Testamento, citaba los personajes de la Antigua Alianza, sacando lecciones de
sus vidas y actos, lecciones que sirven como marco de referencia para aquellos
que le escuchan y origen de una incipiente espiritualidad. De modo especial, su
atención se concentró sobre cuatro figuras: Adán, Noé, Abrahán y Moisés.
Menciona once veces la vida y la caída de Adán: diez veces a las Hijas
de la Caridad y una, a los Misioneros. SV IX, 47 / ES IX, 62; SV X, 2, 17, 55,
80, 81, 232, 448, 466, 695 / ES IX, 652, 663, 693, 713, 714, 835, 1006, 1020,
1206; SV XI, 54 / ES XI, 743. Mira sobre todo su desobediencia y las
consecuencias para el género humano: Adán había dado la muerte al cuerpo y
había causado la del alma por el pecado. SV X,2/ESIX, 652. Alude a la figura
de Moisés más de 25 veces y citó al patriarca Noé cinco veces.
Para San Vicente, la lectura de Sagrada Escritura debe de alejarse de
intenciones particularistas, no debe de usarse nunca para justificar o crear una
retórica más rica, pues ello implicaría un orgullo sin medida y un uso indebido
de la Palabra que va en contra mismo de la Sagrada Escritura.
Por su parte, sabemos que Santa Luisa tenía una formación en la
Sagrada Escritura muy poco usual en su época, sobre todo teniendo en cuenta
su condición de mujer. Poissy, con las hermanas dominicas, hizo que tuviese
una cultura bíblica suficiente para encarar el entendimiento y la interpretación
de la Sagrada Escritura, lo cual refleja de una manera peculiar en el
Reglamento de vida para la orden. Para ella el valor de la Biblia es
importantísimo, hasta tal punto que propone una hora de oración diaria sobre el
Evangelio de cada día (E, 7, 18). En las conferencias aparece reflejado este
celo desde sus aportaciones, insistiendo en la meditación asidua de la Palabra
de Dios. Del compendio de la Sagrada Escritura, siente especial atracción por
el Evangelio de Juan.
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El Pentateuco
Cuando hablamos del pentateuco, hacemos referencia a los cinco
primeros libros de la Biblia, lo que para el pueblo judío constituye la Torah o
ley. Estos libros son:
1)
2)
3)
4)
5)
Génesis
Éxodo (salida)
Levítico (disposiciones levíticas)
Números (censo y leyes)
Deuteronomio (la segunda ley)
La Pontificia Comisión bíblica, determinó el 27 de Junio de 1906, lo que
podríamos denominar como autoría de este bloque por parte de la tradición
Mosáica, sin que ello niegue que tal tradición haya tomado como referencia e
incluso use tradiciones ya existentes que pudieran ser incorporadas
posteriormente. Igualmente, reconoce esta comisión de expertos las posibles
variaciones que se hayan podido producir a lo largo de los siglos hasta
encontrarnos con un relato ya formado y puesto por escrito a la vez que
ampliamente aceptado por el pueblo de Israel. Fue esta misma comisión bíblica
la que tres años después estableció el carácter histórico de los tres primeros
capítulos del Génesis, sin que ello niegue o excluya otras visiones
creacionales, como después veremos.
Veamos brevemente el contenido de los cuatro últimos, dejando el libro
del Génesis para un capítulo propio.
Éxodo
Su nombre indica “salida”, es también conocido como “segundo libro”,
pues en él encontramos, fundamentalmente, la narración de la salida hacia la
tierra prometida.
Podemos establecer la división en dos bloques
fundamentales:
Un primer bloque que abarca: los precedentes del libro, la historia de
Moisés, la institución de la Pascua y el paso del Mar Rojo.
Un segundo bloque que abarca: Israel caminando por el desierto, las
hierofanías milagrosas y la organización del pueblo.
Levítico
Su etimología nos indica ya el significado y el contenido del libro, lo
referente al culto dentro del pueblo en formación. Podríamos definirlo como el
gran manual de uso que los levitas tendrías que tener en cuenta para la
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constitución y organización del culto, entendiendo por tal los sacrificios
religiosos requeridos por Yahvé por parte de su pueblo, lo que denominaríamos
una liturgia establecida. Distinguimos tres núcleos fundamentales:
A. Las leyes que establecen y regulan los sacrificios
B. La liturgia propia de la consagración de los sacerdotes
C. Las leyes que hacen referencia a la santidad y la pureza en lo que toca a
la relación con Yahvé en primer lugar y con los demás en un segundo
lugar.
Números
Aunque es uno de los libros más desconocidos en su ubicación, no lo es
en su contenido. El relato del Éxodo quedó interrumpido con la inserción del
levítico. Ahora se recupera la historia del pueblo en marcha por el desierto, que
fue interrumpida en el capítulo 19, y fija su mirada en la entrada a la tierra
prometida, junto con esto, van apareciendo intermitentemente leyes y normas.
Resulta difícil, a la vez que innecesario, establecer para este libro una
división clara en partes concretas, pues entremezcla continuamente leyes y
relatos sin orden establecido.
Deuteronomio
Recurrimos, una vez más, a la sintaxis para comprender el significado de
este último libro del Pentateuco. Deuteronomio significa “segunda ley”; no se
trata de un simple compendio de leyes sin más, sino una llamada de atención
destinada a no olvidar las exigencias planteadas por la alianza de Dios con su
pueblo, ya que este parece estar olvidándolas. Es por ello que encontramos
continuas amenazas, advertencias y reprimendas dirigidas por Moisés al
pueblo antes de que se produzca la entrada en la tierra prometida. Israel se
encuentra en este momento tentado a olvidar quien es su Dios, un riesgo
producido fundamentalmente por las influencias de los cultos cananeos y la
religión de Baal.
Su origen podríamos situarlo en el siglo VIII a.C., aunque tras su pérdida
es encontrado de nuevo en el año 622 a.C. cuando se manda la reparación del
templo por parte del rey Josías. El “libro de la Alianza” encontrado allí, fue el
marco referencial de la reforma religiosa deseada e impulsada por el rey para
completar la interpretación de la historia del pueblo de Israel.
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Su estilo es, sobre todo, peculiar, en referencia a los demás
libros, pues presenta un leguaje de estilo solemne, marcado por alusiones
directas cuyo objetivo es provocar en el pueblo una fidelidad a Yahvé
incondicional.
El libro traza todo un proyecto de vida para Israel, basado en la
predicación de los profetas, las tradiciones históricas del Pentateuco y los
escritos sapenciales. Aparece por primera vez, de forma clara y directa, la
visión de un Dios cercano a su pueblo, misericordioso y que revela la
importancia y vitalidad de la ley. Todo ello enmarcado por el amor al estilo
veterotestamentario, marcando la referencia primera del Dios amor por venir
del Nuevo Testamento.
El Deuteronomio se presenta como el verdadero testamento espiritual de
Moisés, donde es él mismo quien se despide del pueblo. El libro se estructura
fundamentalmente en dos partes:
I. La segunda ley
A. Discursos introductorios (1-11)
B. Código deuteronómico (12-26)
C. Discursos conclusivos (27-30)
II. Relatos concernientes al final de la vida de Moisés
A. Textos referentes a la transición
B. El cántico de Moisés
C. Bendición de las tribus
D. La muerte de Moisés
Como podemos comprobar, todo el Pentateuco va encaminado hacia la
fundamentación de la alianza establecida por Dios con su pueblo y, sobre todo,
a remarcar y dejar claro quién y por qué es el pueblo elegido. No se trata de
una elección al azar, sino de una historia progresiva que lo es por serlo de
Salvación. Desde el momento inicial, hasta el último, todo el bloque temático
nos prepara para lo que vendrá posteriormente y, desde una visión
neotestamentaria, es origen de la presencia de un Dios pedagógico que va
preparando la llegada del auténtico Mesías. Todo él será referencia necesaria
del resto de la escritura; reyes, profetas, salmistas, todos tendrán en su
pensamiento y en su boca una mirada al Pentateuco como referencia
necesaria; pues el pueblo que se sabe elegido, se sabe a la vez dichoso y
puede conocer hacia donde caminan sus pasos.
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Estructuración a modo general
Génesis
Contenido:
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•
•
•
•
•
Capítulos 1 – 3: Relatos de la creación.
Capítulos 4 – 5: Genealogía de Adán y Noé.
Capítulos 6 – 9: Diluvio.
Capítulo 10: Tabla de las naciones.
Capítulo 11, 1 – 9: Relato de Babel.
Capítulo 11, 10 – 32: Genealogía de Noé a Abraham.
Conclusiones:
1. No es un mito
2. Es un relato distinto a otras cosmologías.
3. Está realizado con gran reflexión teológica, por eso no hay emotividad en el
relato.
4. Al insertar los acontecimientos de la creación a lo largo de siete días se realiza
la separación definitiva de cualquier forma de pensamiento mítico.
5. El sujeto creador aparece en escena en cuanto es experimentable por la fe, pero
esa aparición no tiene carácter mítico.
6. Resuenan en todo el relato nociones cosmológicas típicas de todo el oriente
pero que fueron filtradas teológicamente por el autor sacerdotal de forma que
sólo se parecen algunas palabras.
Éxodo
Éxodo=nombres.
Estructura:
1. Salida de Egipto.
2. Alianza del Sinaí.
3. Marcha por el desierto.
Géneros literarios:
1. Narraciones.
2. Códigos legislativos.
Análisis por capítulos.
Números
Resalta el tema de los censos.
Compuesto de relatos y leyes.
Continuación del Éxodo. Fuente sacerdotal.
Estructura:
1. Final de la estancia en el Sinaí y últimas disposiciones.
2. Marcha desde el Sinaí a las llanuras de Moab.
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3. Preparación de la entrada en Canaán.
El pueblo:
1. Permaneció un año en el Sinaí y se puso en marcha.
2. Estancia determinada por la nube (presencia de Dios).
3. Santuario móvil en el centro donde se encuentra el Arca.
Sometimiento del pueblo a Dios:
1. Sólo Aarón y sus descendientes pueden ofrecer sacrificios. Si un
extraño se acerca al Arca muere.
El pueblo es un pueblo aparte:
1. Israel no debe tratar con ningún otro pueblo.
2. La distribución de funciones en torno al santuario es muy rígida.
Es un pueblode pecadores:
1. Rebeldes contra sus jefes y contra Dios.
2. Dios desata su cólera.
3. Pueblo en constante pecado.
4. Dios les ofrece el Kippur unido al sacrificio por el pecado.
Los responsables:
a) Moisés:
1. Reconocido como jefe.
2. Actúa por iniciativa de Dios.
3. Aparece como colérico, hombre sufrido, humilde, desanimado y
con dudas.
4. No consigue que el pueblo le obedezca.
5. Descendiente: Josué (héroe militar).
b) Aarón:
1. Aparece como un apéndice de Moisés.
2. Su importancia reside en el culto.
3. Vestimenta con connotaciones reales y ungido rey.
4. Descendiente: Eleazar (portavoz de Dios, bolsa de los dados).
Otros responsables son los jefes de las tribus, los ancianos y los cabezas de
familia.
Marcha por el desierto:
1. Canaan aparece como el límite.
2. La marcha adquiere forma de castigo.
3. Discusiones entre las tribus.
El maná y las codornices:
1. Dios quiere castigar al pueblo satisfaciéndolo.
2. Éxodo: pueblo feliz. Números: pueblo quejándose.
3. Codornices: explicación natural (emigración 2 veces al año).
Deuteronomio
Smend: es el centro del Antiguo Testamento.
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De Wette: es la obra de un autor más reciente que el resto de los libros del
Pentateuco. El único libro al que puede hacer alusión 2 Re es el Deuteronomio.
Wellhausen: tres fases:
1. Obra independiente y autónoma.
2. Obra que engancha con las tradiciones posteriores.
3. Obra que se convierte en el centro que precede a tradiciones anteriores.
Steurnagen: secciones “tú” (más antiguas) y secciones “vosotros” (añadidas).
Mendenhall: se da el mismo esquema que en el pacto de vasallaje.
Estructura:
1. Exposición histórica de los acontecimientos del Sinaí.
2. Promulgación de la Ley.
3. Obligación del pacto.
4. Bendiciones y maldiciones.
Contenido:
1. Dt 5 al 11: conquista e historia. Cuatro temas: un Dios, un pueblo, una
tierra, y una ley (elementos de nación).
2. Dt 6, 4: el Shemá.
3. Dt 7: unidad del pueblo que lo hace santo y diferente. Unido por el mandamiento
del amor.
4. Dt 8: se habla de la tierra. El amor se concreta en el cumplimiento de la ley
como centro del libro.
La ley:
12 al 16: relaciones del hombre con Dios.
17 al 18: relación con las autoridades.
19 al 25: relaciones del hombre con los hombres.
El Génesis
Para poder comprender la intencionalidad del libro del Génesis, hemos
de partir de la comprensión del nombre propio del libro. El nombre original, en
hebreo, es Breshith, cuya traducción es “en el principio”. El nombre actual lo
tomamos de la Septuaginta en griego, cuyo significado es origen, fuente o
generación. Como tema central del libro hemos de establecer dos puntos de
vista bien diferenciados. En primer lugar, lo que podríamos denominar un punto
de vista más literario, desde aquí, el libro nos introduce en la creación
propiamente dicha partiendo de la Nada, aunque esa nada no es realmente tal,
pues en ella está la presencia sempiterna de Dios creador desde antes del
principio. Hasta tal punto queda clara esta idea, que el Génesis no muestra
ningún interés en demostrar o afianzar la existencia propia de Dios, sino que la
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da por sabida, asentada y fundamentada; por eso su objetivo es el
origen de todo y la historia propia de las generaciones primitivas, sobre lo que
se basa lo demás.
Desde un punto de vista más teológico, el Génesis nos narra el
comienzo de la redención, una redención que se inicia con la creación de quien
posteriormente será condenado y redimido, pero para poder ser redimido,
primero habrá de ser escogido un pueblo, no cualquier pueblo, sino aquel en
quien reside la presencia de su Creador y que no le ha olvidado. Por ello
podemos afirmar que el Génesis es el registro de los orígenes, desde un Adán
surgido del acto creador directamente, hasta un Moisés libertador que
encaminará la redención ansiada por el Creador. Así, solo el Génesis relata
una historia de más de 2000 años, desde el origen, lo cual llama
poderosamente la atención si tenemos en cuenta que desde el éxodo al
apocalipsis pasan 1900 años aproximadamente.
No podemos hablar de la existencia de un solo autor, sino de la
recopilación de tradiciones orales que, un pueblo ya asentado, pone por
escrito. En esta recopilación encontramos tres tradiciones fundamentales: la
yhavista, eloísta y sacerdotal. De estas las más importantes son:
El relato yahvista (Gn. 2, 4b-25); donde se presenta el relato de la
creación del hombre y el origen propio del mal que está directamente
relacionado con la responsabilidad del hombre con Dios.
El relato sacerdotal (Gn. 1, 1-2, 4ª); donde se nos presenta una
cosmogonía de la Biblia, teniendo la creación como prólogo a la vocación de
Abraham.
En cuanto a formas literarias, encontramos fundamentalmente mitos,
géneros literarios, leyendas y genealogías; lo cual no implica que estos no sean
surgidos de una experiencia real del pueblo e incluso de una tradición oral cuyo
origen está en el acontecimiento histórico.
Sin duda, podemos encontrar semejanzas literarias e interpretativas con
relatos anteriores, pero el pensamiento es muy diferente, no se trata de una
reproducción de mitos o leyendas creacionales, sino que el trasfondo es
totalmente distinto; nos encontramos con experiencias reales, vividas y
trasmitidas de forma didáctica, pero en ningún caso inventadas y sin referencia
vivencial. El Dios que aquí nos encontramos es totalmente distinto al de otras
tradiciones, se trata de un Dios presente y que toma partido por su creatura, no
se desentiende de su destino aún después de la traición sufrida.
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División básica del Génesis
I. Historia Primitiva (cap. 1-11)
A.
B.
C.
D.
E.
La creación (cap. 1-2)
La caída (cap. 3)
Civilización prediluviana (cap. 4-5)
El diluvio (cap. 6-9)
Civilización después del diluvio (cap. 10-11)
II. Historia Patriarcal (cap. 12-50)
A. Abraham (cap. 12-25)
B. Isaac y Jacob (cap. 25:19-36:43)
C. José (cap. 37-50)
En la primera parte, la historia patriarcal (cap. 1-11), se nos presenta el
origen del universo, así como del tiempo y del espacio surgido desde el primer
acto creador y que adquieren su razón de ser desde ahí. Lo que podríamos
denominar como experiencias humanas fundamentales, aparecen por primera
vez en estos capítulos: la familia, el deseo, el pecado, el juicio, la envidia, el
odio, el placer, etc.
La segunda parte, que hemos denominado historia patriarcal (cap. 1250), compone el relato mismo de la genealogía del pueblo, su ser
descendientes directos de aquellos personajes escogidos por Dios para hacer
realidad su elección, su identidad propia como pueblo y su patriarcado
abrahámico.
Aunque pudiera parecer que el libro del Génesis es un bloque que
finaliza con el patriarca José, no es así, sino que constituye, como ya dijimos, el
comienzo de una historia que no está sujeta a los simples aconteceres del
tiempo sin más, porque es verdaderamente historia de Salvación; así, resulta
curioso comprobar cómo todo el planteamiento teológico del Génesis es
completado en el libro del Apocalipsis como culmen y, una vez más, principio
de redención. Son cientos las citas que podemos encontrar a lo largo del
Nuevo Testamento de forma indirecta sobre el génesis y 60 las citas directas.
El Nuevo Testamento plasma el inicio del nuevo pueblo de Israel que encuentra
su eco primero en el pueblo surgido de la experiencia del encuentro con Dios
desde la historia primitiva a la neotestamentaria, pasando por la patriarcal
como anticipo y nexo de unión necesario.
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14. Encuentro de Profesores de Religión
Pedro Martínez González
Madrid, 29-Noviembre-2013
Narraciones del libro del Génesis sobre la Creación y el
origen del mundo.
La idea cristiana de creación es una idea precisa y bien determinada. Se
refiere al acto creador por el que Dios produce la totalidad de lo que existe. No
hablamos ahora por tanto de Creación como efecto o producto de ese acto
creativo divino. Nos ocupamos en este momento del acto creador, o creación
activa.
Noción: la Creación se puede definir como la producción del ser entero
de las cosas o la producción de las cosas según toda su sustancia. En el acto
creativo, Dios produce lo que existe en cuanto que existe. Dado que lo que
existe es tal en virtud del acto de ser, que es perfección de toda perfección en
todo individuo existente, producir lo que existe en tanto que existe significa
producirlo totalmente.
La creación activa puede definirse también como la emanación de todo
el ser, realizada por Dios. Emanación equivale aquí sencillamente a producción
u origen. Lo que emana en virtud del acto creador de todo el ser, es decir, no
este ser concreto. Si fuera así, estaríamos en presencia de una generación.
El tratado teológico de la creación es la parte de la dogmática cristiana
que se ocupa del origen del mundo y del hombre. Es ésta una cuestión que,
junto a la de Dios, resulta básica para la concepción cristiana sobre el sentido
de las cosas y la existencia humana.
La creación del mundo y del hombre por Dios es un misterio de fe. No es
el simple resultado de una deducción empírica-racional. De hecho, la reflexión
pagana clásica no se planteó jamás directamente la cuestión de la procedencia
del mundo y su razón de ser. Los griegos se adherían firmemente a la idea de
un cosmos eterno, permanente e inmutable, a un ser de períodos cíclicos.
Quien lee la Biblia sin estar prevenido, se encuentra con un gran
problema ya en la primera página: al comenzar el libro del Génesis no sólo
halla dos veces la narración de la creación del mundo, sino que además de
manera tan discrepante, que no puede menos que quedar perplejo.
Gn 1 cuenta el relato según el cual al principio de los tiempos todo era
caótico y vacío, hasta que Dios resolvió poner orden en esa confusión. Antes
de ponerse a trabajar, al igual que cualquier operario, lo primero que hizo fue
encender la luz (1, 3). Por eso en el primer día de la creación nacieron las
mañanas y las noches. Luego decidió ubicar un techo en la parte superior de la
tierra para que las aguas del cielo no la inundaran. Y creó el firmamento.
Cuando vio que el suelo era una sola mezcla barrosa, secó una porción y dejó
la otra mojada, con lo cual aparecieron los mares y la tierra firme.
Sucesivamente con su palabra poderosa fue adornando los distintos estratos
de esta obra arquitectónica con estrellas, sol, luna, plantas, aves, peces y
reptiles. Y por último, como coronación de todo, formó al hombre, lo mejor de
su creación, al que moldeó a su imagen y semejanza. Entonces decidió
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15. Encuentro de Profesores de Religión
Pedro Martínez González
Madrid, 29-Noviembre-2013
descansar. Había creado a alguien que podía continuar su tarea. Ésta
le había llevado 6 días. Y todo lo había hecho bien.
Pero cuando pasamos al capítulo 2 de Génesis viene el asombro.
Parece como si nada de lo anterior hubiera ocurrido. Estamos otra vez en un
vacío total, donde no hay plantas, ni agua, ni hombres (2, 5). Dios, nuevamente
en escena, se pone a trabajar. Pero es un Dios muy distinto al del relato
anterior. En lugar de ser solemne y majestuoso ahora adquiere rasgos mucho
más humanos. Vuelve a crear al hombre, pero esta vez no desde la distancia y
con el simple mandato de su palabra, casi sin contaminarse, sino que lo
modela con polvo del suelo, sopla sobre su nariz, y de este modo le da la vida
(2, 7). Se detalla luego, por segunda vez, la formación de plantas, árboles y
animales. Y para crear a la mujer emplea ahora un método diferente. Hace
dormir al hombre, le extrae una costilla, rellena con carne el hueco restante, y
moldea así a Eva. Entonces se la presenta y se la da por compañera ideal para
siempre.
De entrada llama la atención la diferente manera de referirse a Dios en
ambos textos. Mientras Gn 1 lo designa con el nombre hebreo de Elohim (=
Dios), en Gn 2 se lo llama Yahvé Dios.
El Dios de Gn 2 es descrito con apariencias más humanas, de un modo
más primitivo. Él no crea sino que “hace” las cosas. Sus obras no vienen de la
nada sino que las fabrica sobre una tierra vacía y árida. El Dios de Gn 1, en
cambio, es trascendente y lejano. No entra en contacto con la creación, sino
que desde lejos la hace surgir, como si todo lo creara de la nada.
De esta manera, mientras Dios en Gn 1 aparece en toda su
grandiosidad, majestuoso, donde al sonido de su voz van brotando una a una
las criaturas del universo, en Gn 2 Dios es mucho más sencillo. Como si fuera
un alfarero, moldea y forma al hombre (v. 7). Como un agricultor, siembra y
planta los árboles del paraíso (v. 8). Como un cirujano, opera al hombre para
extraer a la mujer (v. 21). Como un sastre, confecciona los primeros vestidos a
la pareja porque estaban desnudos (3, 21). Mientras en Gn 1 Dios crea el
mundo en 6 días y luego en el 7° descansa, en Gn 2 sólo le lleva un día todo el
trabajo de la creación.
En Gn 2 Yahvé crea únicamente al varón, y al caer en la cuenta de que
está solo y de que necesita una compañera adecuada, después de probar darle
los animales por compañeros, le ofrecerá la mujer. En cambio en Gn 1 Dios
desde un principio hizo existir al hombre y a la mujer simultáneamente, en
pareja,
Mientras en Gn 1 los seres van surgiendo en orden progresivo de menor
a mayor, es decir, primero las plantas, luego los animales, y finalmente los
seres humanos, en Gn 2 lo primero en crearse es el hombre (v. 7), más tarde
las plantas (v. 9), los animales (v. 19), y finalmente la mujer (v. 22).
La visión del cosmos de Gn 1 es “acuática”. Sostiene que al principio no
había más que una masa informe de aguas primordiales, y la tierra al ser
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Pedro Martínez González
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creada será un islote en medio de esas aguas. En cambio la
cosmología de Gn 2 es “terrestre”. Antes de que se creara el mundo todo era
un inmenso desierto de tierra seca y estéril (v. 5), pues no había nada de lluvia.
Al ser creada, la tierra será un oasis en medio del desierto.
Nos encontramos con dos tradiciones redaccionales dentro del relato de
la creación, por un lado la tradición yahvista (Gn. 2, 4b-25) y por otro la
tradición sacerdotal (Gn. 1, 1-2,4a). Analicemos cada una de ellas.
El relato yahvista de la Creación (Gn. 2, 4b-25).
A diferencia de la fuente sacerdotal (P), a la que debemos el primer
capítulo del Génesis (la única cosmogonía con que cuenta la Biblia), la fuente
yahvista (J), bastante más antigua, no contiene un relato de la creación del
mundo, sino del hombre.
El interés del yahvista no versa tanto sobre el origen del mundo cuanto
sobre el origen del mal: ¿Cómo explicar la existencia del mal en una realidad
procedente y dependiente de un Dios bueno? Para responder a esta cuestión,
el autor va a articular su relato en dos partes bien diferenciadas; en la primera
(cap. 2) nos presenta a los protagonistas del drama que se desarrollará en la
segunda (cap. 3) y los sitúa en un mundo idealizado. En el texto, tal y como ha
llegado hasta nosotros, confluyen relatos que preexistieron separadamente en
la tradición oral de Israel. De todos modos, la narración de J en su forma actual
presenta una unidad de pensamiento que no debe ser ignorada y que subrayan
todos los comentaristas. En él, crear al hombre no es sólo dar vida a un ser
humano, es también establecer su entorno físico, asignarle una tarea como ser
activo (v. 15), recordarle su responsabilidad frente a Dios (vv. 16-17), situarlo
en un campo de relaciones con los demás seres (vv. 19-20) y, sobre todo, con
su tú más próximo, la mujer (vv. 21-24). Sólo entonces el hombre está
completo, la obra de su creación finaliza y es celebrada con un himno jubiloso
que sirve de epílogo triunfal a todo el relato (v. 23).
El yahvista consigue dar razón del complejo fenómeno que el hombre
es, recogiendo en una visión integradora la pluralidad de sus dimensiones. La
contribución del yahvista estriba en haber dado cima a este proceso de
unificación. Es en esta subordinación del cap. 2 al cap. 3 donde el yahvista ha
dejado su más personal impronta; la respuesta al problema que le preocupa
está ya disponible: el origen del mal tiene que ver con la responsabilidad
personal del ser humano creado por Dios, que, a la vez, procede y depende de
su creador tiene capacidad para afirmarse autónomamente frente a Él.
El relato sacerdotal de la Creación (Gn. 1, 1-2, 4a)
Este relato pertenece la fuente sacerdotal. En él la creación interesa,
más que en sí misma, en cuanto punto de arranque de una corriente histórica
que lleva a la vocación de Abraham, es decir, si lo leemos retrospectivamente
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17. Encuentro de Profesores de Religión
Pedro Martínez González
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es desde el hecho Abraham desde donde ha surgido todo lo creado. Y
otro detalle a tener en cuenta es la reducción de los días de la creación a 6
para así apuntar al sábado como signo de la Alianza.
Pero en este relato nos encontramos ante un problema de crítica
literaria, pues no sabemos si es obra íntegra de un sacerdote judío de tiempos
del exilio o si es una cosmogonía popular mucho más antigua. W.H. Schmidt, y
con él la opinión mayoritaria de la exégesis contemporánea se inclina por la
segunda alternativa. En Gn. 1 nos encontramos con una tradición mítica
teológicamente irrelevante y, una interpretación profética que es la que tiene
importancia religiosa.
Según esta hipótesis hay confluencia en este texto de una doble
impronta y esto se ve en una serie de irregularidades como: repeticiones,
desfase entre número de obras y número de días, contradicción entre los
versículos 1 y 2. De los versículos propios de este relato se deduce:
a) Que Dios creó (verbo bará), acción que tiene siempre y exclusivamente
a Dios por sujeto y que no se ejerce sobre materia preexistente.
b) Que Dios creó cielos y tierra, esto es: TODO.
c) Que Dios creó en el principio (beresit), por lo que se concibe la creación
como acción temporal.
d) Al crear por la palabra se da carácter dialógico a la relación Creadorcriatura.
e) Aparece una fórmula de aprobación: lo creado “está bien”. Es un juicio
ontológico.
f) El texto sigue un esquema constante: creación por la acción, imposición
de nombre, fórmula de aprobación.
g) La acción creadora de Dios llega a su culmen con la creación del
hombre “imago Dei”. Pero por muy grande que llegue a ser, siempre es
creatura suya.
Síntesis de los dos relatos.
1er. Relato de la creación
Gn 1, 1-2, 4a
2º Relato de la creación
Gn 2, 4b-25
Relato Sacerdotal (P)
El amanecer y anochecer está
marcado por la ausencia o
presencia de luz, luz que proviene
de Dios.
“Hagamos”: plural mayestático u
origen en un relato de la creación
Mesopotámica.
Relato Yavista
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18. Encuentro de Profesores de Religión
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Las aguas son siempre grandes
Las aguas son pormenorizadas
extensiones. Su presencia es
(ríos, manantiales). El peligro de
amenazante, su ausencia posibilita muerte viene dado por la ausencia
la vida.
de agua. Lo que hace que surja la
vida es el agua.
Menor diversidad de acciones
Mayor diversidad de acciones
Desarrollo esquemático
Se trata de un desarrollo de lo que
se narra en el primero
El ser humano nunca aparece
El ser humano aparece hablando
hablando
La creación surge como efecto de
la palabra de Dios
Se parte de unidades mayores
indiferenciadas para llegar a
unidades menores diferenciadas
Adán aparece sin artículo, se trata Ya aparece una diferenciación con
de un discurso directo de dios
el nombre propio de ambos
La palabra creadora de Dios crea
autonomía
“Qará”: verbo que indica el
“Qará”: el sujeto no será sólo Dios
resultado de distintos momentos
sino también el ser humano
creadores
No hay espacio, va emergiendo de
Espacio tridimensional. El árbol
las diferenciaciones de la palabra
indica la noción de centro
de Dios. Espacio bidimensional. En
la horizontalidad es donde Dios
crea vida
Ritmo sucesivo de días
No hay ritmo de días
A Dios se le llama Elohim
A Dios se le llama Yaveh Elohim
Se resalta el decir, el hablar y el
Dios aparece como un personaje
hacer de dios
más rico que se pasea...
La serpiente no es un personaje
La serpiente aparece hablando
narrativo
con la mujer
Los dos relatos están articulados entre sí de tal forma que hay que
entender la mano final de un sacerdote.
A pesar de las diferencias señaladas, podemos decir que hay en los dos
relatos de creación del hombre una notable coincidencia en lo tocante a la
concepción teológica, cuyos puntos más destacados son los siguientes:
a) El hombre es creatura de Dios, en cuanto tal, depende absolutamente
del creador, como el barro depende del alfarero (J) o como la imagen
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19. Encuentro de Profesores de Religión
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depende de lo imaginado (P). El comienzo mismo del ser no se
da sino como relación a Dios. Y esta afirmación antropológica básica no
se limita a la humanidad original o al primer hombre; la Biblia la extiende
a todos y cada uno de los seres humanos. Allí donde surge una
existencia personal humana, vuelve a producirse el milagro de la primera
creación.
b) Esta relación de dependencia se resuelve en el fundamento mismo de la
superioridad humana sobre el resto de la creación. Adán es la
coronación de la obra creativa divina, las demás criaturas son para él,
con la misma verdad con que él es para Dios.
c) Junto a la relación a Dios y la relación al mundo, de inferioridad y
superioridad respectivamente, el hombre es relación al tú, socialidad
como relación de igualdad.
d) El hombre aparece en los dos relatos como realidad unitaria. Frente a
las antropologías dualistas.
e) Ninguno de los dos relatos de creación pretende informar sobre los
aspectos científicos del origen del hombre. Tanto P como J emplean los
esquemas representativos y los materiales culturales que el momento
les ofrece, remodelándolos en función de sus respectivos interese
teológicos.
f) Pero el silencio de los relatos bíblicos sobre la fenomenología del origen
del hombre no es el único. Dichos relatos tampoco se proponen
responder a la pregunta ontológica con una definición. Lo que en estos
textos se aproxima más a un planteamiento ontológico es
llamativamente modesto:
1. El hombre es unidad.
2. El hombre, criatura de Dios, es un ser contingente.
3. El hombre es un ser en relación.
A pesar de todo, podemos llegar a una conclusión definitiva emanada de
la conexión de ambos relatos: el hombre es el valor más alto de la creación.
Para una antropología cristiana el punto de partida no es la ontología, sino la
axiología.
"En el principio, Dios creó el cielo y la tierra" (Gn 1,1). Con estas
palabras solemnes comienza la sagrada Escritura. El Símbolo de la fe las
recoge confesando a Dios Padre Todopoderoso como "el Creador del cielo y de
la tierra", "de todo lo visible y lo invisible". Hablaremos, pues, primero del
Creador, luego de su creación, finalmente de la caída del pecado de la que
Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a levantarnos.
La creación es el fundamento de "todos los designios salvíficos de Dios",
"el comienzo de la historia de la salvación" (DCG 51), que culmina en Cristo.
Inversamente, el Misterio de Cristo es la luz decisiva sobre el Misterio de la
creación; revela el fin en vista del cual, "al principio, Dios creó el cielo y la
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tierra" (Gn 1,1): desde el principio Dios preveía la gloria de la nueva
creación en Cristo (cf. Rm 8,18-23)” (CIC 279-280).
Los relatos de la creación no buscan explicar el cómo del origen del ser
humano, sino el por qué y el para qué. Es importante no olvidar que hasta el
día de hoy, la ciencia no ha conseguido explicar con certeza el origen del ser
humano, sus planteamientos siguen siendo hipótesis certeras, pero hipótesis
que en ningún caso entran en conflicto con el planteamiento bíblico. Las
posturas creacionistas o evolucionistas ya no se oponen entre sí, realmente
nunca lo han estado, sino que busca lazos de unión para poder conciliar lo
meramente científico con lo cultural y religioso. No se trata pues de una
imposición de conceptos, sino de una comprensión de los mismos. El Dios
creador del Génesis, no se opone en ningún momento a una evolución
temporal del ser humano, sino que marca su inicio y su desarrollo. Adán y Eva,
más allá de ser un mero género literario, son también un punto clave e histórico
de la acción creadora. La búsqueda del cómo, no excluye el por qué y el para
qué.
“La creación es el fundamento de "todos los designios salvíficos de
Dios", "el comienzo de la historia de la salvación" (DCG 51), que culmina en
Cristo. Inversamente, el Misterio de Cristo es la luz decisiva sobre el Misterio
de la creación; revela el fin en vista del cual, "al principio, Dios creó el cielo y la
tierra" (Gn 1,1): desde el principio Dios preveía la gloria de la nueva creación
en Cristo (cf. Rm 8,18-23)4”.
Repetidamente el magisterio de la Iglesia ha afirmado que la verdad no
puede contradecir a la verdad (León XIII, Pablo VI, Juan Pablo II)5. La Iglesia
acepta un evolucionismo que base su explicación científica de la naturaleza, sin
entrar en la hipótesis de la creación del alma, dado que esta pertenece al
ámbito metafísico y no al científico, recordando igualmente el carácter de
hipótesis de las teorías evolucionistas.
“La cuestión sobre los orígenes del mundo y del hombre es objeto de
numerosas investigaciones científicas que han enriquecido magníficamente
nuestros conocimientos sobre la edad y las dimensiones del cosmos, el devenir
de las formas vivientes, la aparición del hombre. Estos descubrimientos nos
invitan a admirar más la grandeza del Creador, a darle gracias por todas sus
obras y por la inteligencia y la sabiduría que da a los sabios e investigadores.
4
CIC, 280
El Papa Juan Pablo II en una de sus Catequesis semanales tocó el tema de la Evolución, indicando que
ésta es “sólo una probabilidad, no una certeza científica”. Recordó que “la doctrina de fe afirma que el
alma espiritual humana es creada directamente por Dios. De acuerdo a la hipótesis mencionada (la
evolución), es posible que el cuerpo humano, siguiendo la orden imprimida por el Creador sobre las
energías de la vida, pudiera haber sido preparado gradualmente en formas de seres vivientes
antecedentes. Pero el alma humana, de la cual depende definitivamente la humanidad del hombre, no
puede provenir de la materia, debido a su naturaleza espiritual”. (JP II, 16-abril-1986)
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Con Salomón, éstos pueden decir: "Fue él quien me concedió el
conocimiento verdadero de cuanto existe, quien me dio a conocer la estructura
del mundo y las propiedades de los elementos [...] porque la que todo lo hizo, la
Sabiduría, me lo enseñó" (Sb 7,17-21)6”.
6
CIC, 283
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