1. VIDA DE LA IGLESIA, 1 En la vida de la Iglesia , la Biblia ocupa un lugar importantísimo . Son libros inspirados que recogen la Palabra de Dios , dirigida en el tiempo presente a la Iglesia y al mundo entero . La mayor parte de los problemas (teológicos, canónicos y bíblicos) que afronta el diálogo ecuménico se relaciona con la interpreta- ción de los textos bíblicos. La exégesis bíblica está llamada a contribuir de manera eficaz en la tarea ecuménica, aunque no pretende resolver por sí sola todos los problemas. SE 68 de 73
2. VIDA DE LA IGLESIA, 2 La liturgia es el lugar privilegiado, no el único, en el que los fieles se acercan a los Libros Sagrados. Desde los comienzos de la Iglesia su lectura ha formado parte de la liturgia cristiana. En la Santa Misa , la liturgia de la Palabra comprende “los escritos de los profetas” ( AT ), “las memorias de los apóstoles” (sus cartas ) y los Evangelios . En la liturgia Cristo está “presente en su palabra, porque es Él mismo quien habla cuando las Sa- gradas Escrituras son leídas en la Iglesia ” ( Sa- crosanctum Concilium 7 ). El Salterio es el libro en el que la Palabra de Dios se convierte en oración del hombre. Li- turgia de las Horas . SE 69 de 73
3. VIDA DE LA IGLESIA, 3 El estudio científico de la Biblia no puede aislar- se de la investigación teológica, ni de la expe- riencia espiritual, ni del discernimiento de la Iglesia. La Exégesis produce sus mejores frutos cuando se hace en el contexto de la fe viva de la comunidad cristiana, orientada hacia la salvación del mundo entero. La reflexión teológica es reflexión sobre el dato revelado , que se contiene en la gran Tradición de la Iglesia ( Escritura y tradición oral) custodiada por el Magisterio . En este sentido se dice que la Sagrada Escritura es el alma de la Teología. SE 70 de 73
4. VIDA DE LA IGLESIA, 4 La Lectio divina está testimoniada como práctica en el ambiente mo- nástico desde épocas muy tempranas. Se trata de la lectura , individual o comunitaria, de un pasaje de la Escritura, que se desarrolla luego ba- jo la moción del Espíritu Santo en oración , meditación y contempla- ción. En el pueblo cristiano han surgido a lo largo de los siglos nu- merosas iniciativas para una lectura individual y comunitaria. La enseñanza y explicación de la doctrina cristiana ( catequesis ) tiene como primera fuente la Sagrada Escritura. La presentación de los Evangelios debe hacerse de modo que provoque un encuentro con Cristo , que da la clave de toda la revelación bíblica y transmite la llamada de Dios, llamada de amor a la que cada uno debe responder personalmente . SE 71 de 73
5. VIDA DE LA IGLESIA, 5 La predicación sacerdotal no debe exponer la Pala- bra de Dios sólo de modo general y abstracto, sino aplicar a las circunstancias concretas de la vida la verdad perenne del Evangelio. Se trata de iluminar las lecturas bíblicas como Palabra de Dios . La Palabra de Dios trasciende las culturas en las cuales se expresa, y tiene la capacidad de propagarse en todas ellas, de modo que pueda llegar a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. La prime- ra etapa de la inculturación es la traducción a otra lengua de la Biblia. La luz de la Palabra de Dios permite seleccionar lo que aportan las culturas, para rechazar los elementos dañinos y favorecer el de- sarrollo de los aspectos válidos. SE 72 de 73
6. VIDA DE LA IGLESIA, 6 En la vida corriente de un cristiano, la Sagrada Escritura es un re- ferente fundamental , donde encuentra de modo vivo y verdadero al Dios en quien cree, para alimentar su vida espiritual. La Iglesia ha recomendado, siempre y con insistencia, a todos los bautizados la lectura frecuente de la Biblia para que adquieran la ciencia su- prema de Jesucristo, ya que desconocer la Escritura es desconocer a Cristo. “ Al abrir el Santo Evangelio, piensa que lo que allí se narra -obras y dichos de Cristo- no sólo has de saberlo, sino que has de vivirlo . (...) Toma el Evan- gelio a diario, y léelo y vívelo como norma concre- ta . - Así han procedido los santos” ( San Josemaría, Forja 754 ). SE 73 de 73 Resumen: Compendio del Catecismo, n. 6 - 24.