Este documento describe los orígenes y desarrollo de la literatura argentina. Comienza con las primeras crónicas de los conquistadores españoles y continúa con obras fundacionales del siglo XIX como El matadero de Esteban Echeverría y Martín Fierro de José Hernández. También destaca Facundo de Domingo Sarmiento y la literatura gauchesca. En el siglo XX surgieron importantes autores como Leopoldo Lugones, Ricardo Güiraldes, Julio Cortázar y Jorge Luis Borges.
Literatura del naturalismo en latinoamerica (grupo dos b) (1)
Orígenes de la literatura argentina
1. Literatura Argentina
Los Orígenes
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2. Contenidos
Artículos
La literatura en Argentina 1
Literatura de Argentina 1
Echeverría y Sarmiento 8
Esteban Echeverría 8
Romanticismo 11
El matadero 20
Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas 22
Domingo Faustino Sarmiento 38
La Literatura Gauchesca 51
Literatura gauchesca 51
José Hernández 52
El Gaucho Martín Fierro 55
La vuelta de Martín Fierro 57
Gaucho 59
Referencias
Fuentes y contribuyentes del artículo 74
Fuentes de imagen, Licencias y contribuyentes 75
Licencias de artículos
Licencia 77
3. 1
La literatura en Argentina
Literatura de Argentina
La literatura argentina, es decir el conjunto de obras literarias
producidas por escritores de la República Argentina, es una de las
más prolíficas, relevantes e influyentes de América Latina, con
escritores de renombre como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar,
Leopoldo Lugones o Ernesto Sabato.
Inicios
La literatura de habla hispana en el territorio argentino, se inicia
con la conquista y colonización española.
Los conquistadores traían consigo cronistas que redactaban y
describían todos los acontecimientos importantes, aunque con ojos
españoles y para un público lector español.
Siendo Santiago del Estero la primera ciudad de la Argentina,
varios cronistas de esta población pueden ser considerados como
los iniciadores de la crónica literaria y poesía argentina. Entre ellos
destacan Luis Pardo, quien fuese alabado como poeta por Jorge Luis Borges (1899-1986).
Garcilaso de la Vega. También Matheo Rojas de Oquendo y
Bernal Díaz del Castillo.
El primer cronista del Río de La Plata fue Ulrico Schmidl, con su obra "Derrotero y viaje a España y a las Indias",
una obra muy discutida por las diferencias entre traducciones[1]
La Universidad de Córdoba, fundada en 1613, se convirtió rápidamente en un centro de cultura.
A medida que la población criolla crecía y la educación de ésta se fortalecía, surgían los primeros destellos -aunque
en forma embrionaria- de una literatura local en forma de cartas, epístolas y otros tipos de composiciones.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, aunque las autoridades españolas se empeñaban en restringir las noticias
que llegaban de Europa a América, al puerto de Buenos Aires arribaban, subrepticiamente ocultos en los barcos, todo
tipo de libros. La Revolución acabó con las restricciones, y cuando en 1812 se inauguró la primera biblioteca pública
de Buenos Aires, promovida por Mariano Moreno, en apenas un mes los habitantes de Buenos Aires donaron más de
2000 libros, lo que demuestra la avidez con que se leía en aquella época.
Las tensiones con la literatura francesa produjeron los fenómenos del criollismo, o literatura gauchesca y la
reivindicación de la literatura española. Hispanistas y gauchescos no formaron escuelas definidas ni coincidieron
siempre en el tiempo; fueron más bien manifestaciones que tácitamente rechazaban la influencia francesa. Mientras
los primeros apenas dejaron huellas en cuanto a cantidad y calidad de obras, a los segundos se los considera
fundadores de la literatura argentina moderna.
Sin embargo, el primer relato que merece para muchos críticos el nombre de «fundacional», fue escrito antes de
mediados del siglo XIX por Esteban Echeverría (1805-1851), escritor y político liberal, de tendencia romántica
perteneciente a la denominada Generación del 37.
4. Literatura de Argentina 2
Su cuento El matadero, que describe una escena brutal de tortura y asesinato en los mataderos de ganado de Buenos
Aires, es de un estilo realista infrecuente en la época.
Echeverría escribió también el poema La cautiva, de ambiente rural, pero de estilo culto y complejas resoluciones
metafóricas y sintácticas.
La literatura gauchesca comienza con la obra del oriental Bartolomé
Hidalgo. Sus Cielitos, que hablan de la peripecia patriótica, van deviniendo
después en poemas en los cuales se incorporan las primeras denuncias que
luego continuarán la voz de Los Tres Gauchos Orientales y más tarde la
voz de Martín Fierro de José Hernández.
Posteriormente ocurre la publicación de Fausto, de Estanislao del Campo
(1866), sátira en verso en la que un gaucho relata con su propio lenguaje
una representación del Fausto de Charles Gounod en la ópera de Buenos
Aires, el Teatro Colón.
El salón literario
Marcos Sastre, un librero de la ciudad de Buenos Aires, ofreció en 1837 un
salón de su "Librería Argentina" para oficiar de salón literario y que se
efectuaran allí las reuniones de los grupos de lecturas y discusión de los José Hernández.
[2]
intelectuales. La primera sesión inaugural fue en junio de 1837. Los
conceptos básicos que cohesionaron al grupo, sentados en los discursos inaugurales de Juan Bautista Alberdi,
Marcos Sastre, Juan María Gutiérrez, fueron:
• Necesidad de reflexionar sobre los acontecimientos políticos del pasado para poder actuar sobre el presente.
Como manifestara Echeverría en un discurso frente al Código: "Señores, si hemos de hacer algo por nuestra
patria, es preciso que nuestras ideas nazcan del conocimiento de la vida anterior y presente de nuestra sociedad."
• Retorno a los ideales de la Revolución de Mayo, de la que se consideraban hijos y sucesores.
• Creación de una literatura nacional, unida al medio geográfico y social, que atendiera "al fondo más que a la
forma del pensamiento, a la idea más que al estilo, a la belleza útil más que a la belleza en sí" (Alberdi); que
"armonice con la virgen y grandiosa naturaleza americana" (Echeverría). Los modelos literarios serán los
ofrecidos por el romanticismo europeo, pero con una fuerte impronta de carácter criollista.
• Propuesta de un divorcio con respecto a los modelos literarios españoles y a la tutela académica.
• Defensa de la libertad en el empleo de la lengua, aceptan las variantes regionales del español americano.
5. Literatura de Argentina 3
Martín Fierro
Martín Fierro es un poema narrativo de José Hernández, obra literaria considerada ejemplar del género gauchesco
en Argentina y Uruguay. Se publicó en 1872 con el título El Gaucho Martín Fierro, y su continuación, La vuelta de
Martín Fierro, apareció en 1879.
Narra el carácter independiente, heroico y sacrificado del gaucho. El poema es, en
parte, una protesta en contra de las tendencias europeas y modernas del presidente
argentino Domingo Faustino Sarmiento.
Leopoldo Lugones, en su obra literaria El payador calificó a este poema como "el
libro nacional de los argentinos" y reconoció al gaucho su calidad de genuino
representante del país, emblema de la argentinidad. Para Ricardo Rojas
representaba el clásico argentino por antonomasia. El gaucho dejaba de ser un
hombre "fuera de la ley" para convertirse en héroe nacional. Leopoldo Marechal,
en un ensayo titulado Simbolismos del "Martín Fierro" le buscó una clave
alegórica. José María Rosa vio en el "Martín Fierro" una interpretación de la
historia argentina.
Portada del libro. Este libro ha aparecido literalmente en cientos de ediciones y fue traducido a más
de 70 idiomas. La última fue al Quichua, tras nueve años de trabajo, por Don
Sixto Palavecino y Gabriel Conti.
La obra narra las desventuras de un gaucho, reclutado a la fuerza para la guerra contra el indio, quien a su regreso
mata a un hombre en duelo, huye y se exilia entre los salvajes.
Vuelto a la civilización, pronuncia una serie de máximas a sus hijos y reflexiones sobre las penurias de sus paisanos,
los gauchos, parias de la pampa.
Domingo F. Sarmiento, Facundo
En 1845, Domingo Faustino Sarmiento, escritor y político que llegaría a la Presidencia de la Nación, había publicado
Facundo, sobre el caudillo provincial Facundo Quiroga, a quien describe agudamente, pero a la vez pinta como
símbolo y representación de la barbarie, a la que Sarmiento oponía el progreso y la civilización. Para la crítica del
siglo XX, Facundo es también un libro inaugural de la literatura argentina.
En cuanto a la producción literaria de mujeres, destacan en el siglo XIX autoras como Juana Manuela Gorriti,
Eduarda Mansilla, Rosa Guerra y Juana Manso, que por un lado también discuten a su manera el problema nacional,
por ejemplo con el motivo de la Cautiva o el tema gauchesco, por otro lado se insertan en la incipiente discusión
feminista de la época, con problemas como la educación de la mujer.
6. Literatura de Argentina 4
Siglo XX
Normalizada la vida política después de las guerras interiores, y con el gobierno
en manos de liberales, el país entra con gran pujanza en el nuevo siglo y la
literatura se hace cosmopolita. El poeta, narrador y ensayista Leopoldo Lugones
es la figura que representa este puente entre dos épocas. Influido por la poesía
del nicaragüense Rubén Darío, escribió poemarios de elaborada retórica,
cuentos y combativos ensayos. De su anarquismo inicial derivó hacia el
nacionalismo autoritario, apoyó el primer golpe de Estado en el país (1930) y se
suicidó en una posada en el delta del río Paraná.
A la poesía suntuosa de Lugones, sigue la «sencillista», de poetas como
Baldomero Fernández Moreno y Evaristo Carriego. También a principios de
este siglo es cuando Gustavo Martínez Zuviría (Hugo Wast) da comienzo a su
gran producción de artículos y novelas varias de las cuales fueron llevadas al
cine. Se destacan entre ellas Flor de Durazno (1911) en la que hace su debut en
Leopoldo Lugones.
el cine Carlos Gardel y Valle Negro (1918) novela elogiada por Miguel de
Unamuno.
Ricardo Güiraldes publica su Don Segundo Sombra, novela rural que a diferencia de Martín Fierro no reivindica
socialmente al gaucho, sino que lo evoca como personaje legendario, en un tono elegíaco.
En la provincia de Entre Ríos, a la orilla del río Paraná, el poeta Juan L. Ortiz inicia una obra solitaria, de intensa
relación con el paisaje fluvial, pero también con sus humildes habitantes.
En la década del cuarenta aparece una nueva vanguardia de la mano de Juan-Jacobo Bajarlía junto a Gyula Kosice,
Edgar Bayley, Carmelo Arden Quin y Tomás Maldonado entre otros. Al mismo tiempo, se afirma la figura de
Borges, a la vez que es cuestionada por su presunto «cosmopolitismo». Ernesto Sabato publica su primera novela, El
túnel, elogiada y premiada en Europa. Leopoldo Marechal publica varios libros de poesía y su Adán Buenosayres
(1948).
Publican poetas como Olga Orozco y Enrique Molina y la poeta Celia Gourinski, influidos por el surrealismo
europeo; Alberto Girri, admirador de la poesía anglosajona y Edgar Bayley, cofundador del «concretismo», de mayor
gravitación en las artes plásticas que en la literatura.
Julio Cortázar edita sus primeros cuentos en los años 1950, el primero de ellos
por gestión de Borges, y se autoexilia en París.
En esa década y la siguiente, la vanguardia poética se reagrupa en la revista
Poesía Buenos Aires, dirigida por Raúl Gustavo Aguirre.
El poeta Juan Gelman aparece como la figura más destacada de una poesía de
tono coloquial, políticamente comprometida, que incluye a Juana Bignozzi y
Horacio Salas, mientras Fernando Demaría se destaca por su lirismo
íntimamente ligado a la tierra y al paisaje.
Destacan también, en poesía, Rafael Squirru, Fernando Guibert, Joaquín
Giannuzzi, Leónidas Lamborghini,Emeterio Cerro, Juan-Jacobo Bajarlía,
Alejandra Pizarnik, Abelardo Castillo, Liliana Heker, Vicente Battista, Beatriz
Guido, Bernardo Kordon, Juan José Manauta, Rodolfo Walsh, Adolfo Bioy
Casares, de muy distintas ideas estéticas, que recorren una gama de estilos que
Julio Cortázar.
va desde lo social hasta lo existencial y lo fantástico. Sobresale en el interior
argentino, Juan Bautista Zalazar, poeta y cuentista nacido en La Rioja y
afincado en Catamarca.
7. Literatura de Argentina 5
Después de la dictadura militar de la historia local (1976-1983), en la narrativa se destacan nombres como los de
Daniel Moyano, Ricardo Piglia, Manuel Puig, Antonio Di Benedetto, César Aira, Juan José Saer, Julio Carreras (h),
Antonio Dal Masetto, Alan Pauls, Ana María Shua, Rodolfo Fogwill, Alicia Steimberg, Luisa Valenzuela, Alberto
Laiseca, Osvaldo Soriano, Luisa Futoransky, Jorge Asís, Héctor Tizón, Rodrigo Fresán, Mempo Giardinelli, Alicia
Kozameh, Reina Roffé, Cristina Feijóo, Rodolfo Rabanal, Susana Szwarc, Liliana Heker, Jorge Torres Zavaleta,
Leopoldo Brizuela, Guillermo Martínez y poetas como Celia Gourinski, Arturo Carrera, Néstor Perlongher, Ricardo
Zelarrayán, Susana Thénon, Irene Gruss, Cristina Piña, Diana Bellessi, Jorge Aulicino,Ruth Mehl, Fabián Casas,
Santiago Sylvester, Horacio Castillo, María del Carmen Colombo, Rafael Roldán Auzqui.
Muchos de estos autores habían comenzado su actividad en los años anteriores a la dictadura; otros aparecen en los
ochenta y noventa para reanudar la discusión literaria. El tono paródico en algunos de ellos, la ironía, la fantasía, el
realismo y la épica, la gravedad o la liviandad, el minimalismo y la lírica intimista y feminista indican las tendencias
y tensiones del momento histórico.
La polémica Florida-Boedo
En los años veinte, surge la polémica Florida-Boedo, entre lo que se conocería como el Grupo Florida y Grupo
Boedo. Ambos grupos aglutinan a la vanguardia. El Grupo Florida tiene entre sus miembros sobre todo a personajes
de la élite económica, mientras que el Grupo Boedo se proclama como antivanguardista, más ligados a los problemas
sociales y económicos de las clases trabajadoras, influidos por el modelo realista de la literatura rusa, entre los que se
destaca Roberto Arlt, aunque nunca se proclamó como perteneciente al Grupo Boedo. La polémica Florida-Boedo no
es solamente de carácter económico, sino que refleja modos diferentes de concebir la literatura y la escritura; esto
incluye las temáticas tratadas, el lenguaje utilizado, la función social que cada grupo le asigna a la literatura y los
modelos literarios a seguir.
La hoja de divulgación del Grupo Florida se llamaría, significativamente, Martín Fierro, para algunos, un gesto
snob, para otros, la expresión del matiz criollista que quería subrayar el movimiento innovador. En ese periódico
escribe Jorge Luis Borges, quien con el tiempo sería el más conocido fuera de las fronteras del país, y otros poetas
clave, como Raúl González Tuñón y Oliverio Girondo (estos últimos, pertenecientes al Grupo Boedo).
Revistas literarias
En Argentina, las revistas literarias fueron cruciales en la difusión de nuevos escritores, intelectuales y académicos,
además de ser un punto de encuentro para el intercambio de las diferentes perspectivas sobre la literatura y los
posicionamientos políticos en relación a los modelos literarios.
Algunas de las principales revistas fueron:
• Revista Sur - 1931-1992 - 371 ejemplares
• Contra. La revista de los francotiradores - 1933-1933 - 6 ejemplares
• Contorno (revista) - 1953 - 1959 - 10 ejemplares
• Revista Punto de Vista - 1978
• Crisis - 1973-1976
• Puro Cuento - 1985-1992
9. 8
Echeverría y Sarmiento
Esteban Echeverría
Esteban Echeverría
Esteban Echeverría, según una pintura de Ernesto Charton.
Nombre completo José Esteban Antonio Echeverría Espinosa
Nacimiento 2 de septiembre de 1805
Buenos Aires, Argentina
Defunción 19 de enero de 1851 (45 años)
Montevideo, Uruguay
Ocupación Escritor y poeta.
Nacionalidad
Lengua materna Español.
Movimientos Romanticismo
Obras notables El matadero, La cautiva, Dogma Socialista.
José Esteban Antonio Echeverría Espinosa (Buenos Aires, Argentina, 2 de septiembre de 1805 - Montevideo,
Uruguay, 19 de enero de 1851) fue un escritor y poeta argentino, que introdujo el romanticismo en su país.
Perteneciente a la denominada Generación del 37, es autor de obras como Dogma Socialista, La cautiva y El
matadero, entre otras.[1]
Biografía
Era hijo de la porteña doña María Espinosa y del español vizcaíno José Domingo Echeverría.
A temprana edad perdió a su padre y fue iniciado en sus primeras letras por su madre. Comenzó la escuela primaria
en la escuela de San Telmo, pero al poco tiempo queda también huérfano de su madre, quien falleció en 1822.
Desamparado, comenzó una azarosa vida adolescente, que agravó ciertos problemas cardíacos que lo aquejaban y,
con el tiempo lo obligaron a cambiar de vida . Ingresó en el recientemente creado Departamento de Estudios
Preparatorios de la Universidad de Buenos Aires y en la Escuela de Dibujo de la misma, a la vez que, en 1823,
comenzó a trabajar como dependiente en el comercio de los hermanos Lezica, que ya por entonces tenía
representación en países de Europa y América.
10. Esteban Echeverría 9
Estudios en Francia
A los veinte años, resolvió completar su educación en Europa. Parte desde Buenos Aires el 17 de octubre de 1825 a
bordo de “La Joven Matilde” y, tras un viaje accidentado, recala en el puerto de El Havre, Francia. Años más tarde,
en El ángel caído, un poema épico con fuertes influencias de Lord Byron y José de Espronceda, Echeverría deja
testimonio de esa travesía.
La ausencia de la patria (1825-1830) le fue provechosa. En el comienzo de su viaje, en el trayecto entre el Río de la
Plata y Brasil, escribe Peregrinaje de Gualpo. Ya instalado en París, en el barrio de Saint-Jacques, desde el 6 de
marzo de 1827, estudia ciencias en el Ateneo, dibujo en una academia y economía política y derecho en La Sorbona.
Allí mismo se interesó por las tendencias literarias de la época, y estudió con afán ejemplar, logrando una sólida
educación.
Regreso a la Argentina
En junio de 1830, regresó a Buenos Aires, e introdujo en la zona del Río de la Plata el romanticismo literario. En
1831, publicó sus primeros versos breves en el periódico La Gaceta Mercantil y también los versos de La Profecía
de la Plata en el periódico El Diario de la Tarde. Al año siguiente, en 1832, editó en forma de folleto, Elvira o La
novia del Plata considerada la primera obra romántica en lengua castellana. En 1834 publicó el primer libro de
versos de la literatura argentina (Anteriormente se publicaron poemas sueltos), Los Consuelos.
Por estos años, sus reiterados problemas de salud, lo llevan a pasar un tiempo en la ciudad de Mercedes, actual
capital del departamento de Soriano, República Oriental del Uruguay.
De vuelta en Buenos Aires, participó activamente en el Salón literario que funcionaba en la trastienda de la librería
de don Marcos Sastre, inaugurado en junio de 1837. Ese mismo año se estima que escribió el cuadro de costumbres
Apología del Matambre y publicó Rimas, que incluye su obra poética más reconocida: La Cautiva.
En 1838, Juan Manuel de Rosas ordenó la clausura del Salón Literario de Marcos Sastre, y Echeverría funda y
preside la "Asociación de la Joven Generación Argentina", luego "Asociación de Mayo", inspirada en las
agrupaciones carbonarias italianas, como La Joven Italia de Giuseppe Mazzini. Fue en esta asociación donde expuso
su ideal de recuperar el espíritu de la Revolución de Mayo, redactó y leyó el Credo de esta Asociación, compuesto
por quince Palabras Simbólicas, y que servirán de base para la redacción posterior de El Dogma Socialista de 1846.
Presumiblemente, entre 1838 y 1840, mientras residía en la estancia "Los talas", cerca de Luján, Provincia de
Buenos Aires, escribe El matadero, que se publicará póstumamente.
En 1839, Echeverría, a pesar de no estar de acuerdo con la toma del poder por métodos no violentos, adhiere al
fracasado "Levantamiento de Dolores" o de los Libres del Sur contra el gobierno rosista, por el cual se dicta la "Ley
del 9 de noviembre de 1839" que, entre otras cosas, identifica a los unitarios como autores de la intentona.
Exilio en Uruguay y muerte
A finales de 1840, se autoexilia en la República Oriental del Uruguay. Primero vive en Colonia del Sacramento y en
1841 se instala en Montevideo, donde vivió dedicado a la literatura. Durante ese periodo oriental, escribe A la
juventud argentina, un poema revolucionario y redacta, además, Avellaneda, El ángel caído y La guitarra.
Esteban Echeverría falleció el 19 de enero de 1851, victima de una dolencia pulmonar. Fue el más importante poeta
del primer período romántico en el Río de la Plata e introductor de este movimiento. Impuso la temática del indio y
del desierto en la manifestación poética y es considerado por muchos teóricos como el autor del primer cuento
argentino El matadero, aunque, por carecer de una única unidad temática, una parte de la crítica señala que este
escrito, como cuento, no puede considerarse dentro de los cánones tradicionales.
11. Esteban Echeverría 10
Obras
• Elvira o la novia del Plata (1832)
• Don Juan (1833)
• Carlos
• Mangora
• La Pola o el amor y el patriotismo
• Himno del dolor (1834)
• Los consuelos (1834)
• Al corazón (1835)
• Rimas (1837, en GB)
• La cautiva
• El Matadero
• Canciones
• Peregrinaje de Gualpo
• El Dogma Socialista
• Cartas a un amigo
• El ángel caído
• Ilusiones
• La guitarra
• Avellaneda
• Mefistófeles
• Apología del matambre (1837)
• La noche
• La diamela.
Referencias
[1] El Informador. « Esteban Echeverría introdujo el romanticismo en Argentina (http:/ / www. informador. com. mx/ cultura/ 2009/ 133964/ 6/
esteban-echeverria-introdujo-el-romanticismo-en-argentina. htm)» (en español). Consultado el 5 de junio de 2010.
Biblioteca Digital Carlos Pellegrini (http://www.cpel.uba.ar/ebooks/)
12. Romanticismo 11
Romanticismo
El Romanticismo es un movimiento cultural y político originado en
Alemania y en el Reino Unido a finales del siglo XVIII como una
reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el
Clasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Su característica
fundamental es la ruptura con la tradición clasicista basada en un
conjunto de reglas estereotipadas. La libertad auténtica es su búsqueda
constante, por eso es que su rasgo revolucionario es incuestionable.
Debido a que el romanticismo es una manera de sentir y concebir la
naturaleza, la vida y al hombre mismo que se presenta de manera
distinta y particular en cada país donde se desarrolla; incluso dentro de
una misma nación se manifiestan distintas tendencias proyectándose
también en todas las artes.
Se desarrolló en la primera mitad del siglo XIX, extendiéndose desde
Inglaterra a Alemania hasta llegar a países como Francia, Italia,
Argentina, España, México, etc. Su vertiente literaria se fragmentaría Viajero frente al mar de niebla (1818), de
Friedrich.
posteriormente en diversas corrientes, como el Parnasianismo, el
Simbolismo, el Decadentismo o el Prerrafaelismo, reunidas en la
denominación general de Posromanticismo, una derivación del cual fue el llamado Modernismo hispanoamericano.
Tuvo fundamentales aportes en los campos de la literatura, la pintura y la música. Posteriormente, una de las
corrientes vanguardistas del siglo XX, el Surrealismo, llevó al extremo los postulados románticos de la exaltación
del yo.
Etimología
Si bien está clara la relación etimológica entre romántico y el término francés para novela roman, no toda la crítica
se pone de acuerdo. En todo caso parece que la primera aparición documentada del término se debe a James Boswell
a mediados del siglo XVIII, y aparece en forma adjetiva, esto es, romantic o romántico. Lo utiliza para referirse al
aspecto de Córcega. Este término hace referencia a lo inefable, aquello que no se puede expresar con palabras. Así,
en un principio, se entendería que un sentimiento romántico es aquel que requiere de un roman para ser expresado.
El texto de Boswell se tradujo a varias lenguas, llegando a alcanzar especial fuerza en alemán, con la difusión de
romantisch, en oposición a klassisch.
Según René Wellek el término sirvió en principio para denominar una forma genérica de pensar y sentir y sólo en
1819, con Friedrich Bouterwek se emplea Romantiker como denominación de la escuela literaria. La difusión del
término es irregular por países; en 1815 en España podemos encontrar romancesco junto a romántico,
estabilizándose el segundo ya en 1918.[1]
Otro origen del término muy señalado es el que relaciona «romántico» con la expresión «in lingua romana» que alude
a las lenguas romances distinguiéndolas de la antigüedad clásica representada por el latín. Se trataría por tanto de un
giro hacia la lengua propia y vernácula como representate de la propia cultura. Igualmente surge con este término
una oposición entre «romántico» y «clásico» en función de la lengua que prefirieran y, por añadidura, asociada
también al gusto creador de unos y otros.[2]
13. Romanticismo 12
Características
El Romanticismo es una reacción contra el espíritu racional y crítico de
la Ilustración y el Clasicismo, y favorecía, ante todo:
• La conciencia del Yo como entidad autónoma y, frente a la
universalidad de la razón dieciochesca, dotada de capacidades
variables e individuales como la fantasía y el sentimiento.
• La primacía del Genio creador de un Universo propio, el poeta
como demiurgo.
• Valoración de lo diferente frente a lo común lo que lleva una fuerte
tendencia nacionalista.
• El liberalismo frente al despotismo ilustrado.
• La de la originalidad frente a la tradición clasicista y la adecuación a
los cánones. Cada hombre debe mostrar lo que le hace único.
• La de la creatividad frente a la imitación de lo antiguo hacia los
dioses de Atenas.
• La de la obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra
perfecta, concluida y cerrada.
Es propio de este movimiento un gran aprecio de lo personal, un
subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al
carácter nacional o Volksgeist, frente a la universalidad y sociabilidad
de la Ilustración en el siglo XVIII; en ese sentido los héroes románticos
son, con frecuencia, prototipos de rebeldía (Don Juan, el pirata, Saturno devorando a un hijo, una de las Pinturas
negras de Goya, realizada durante el Trienio
Prometeo) y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o
Liberal (1820–1823), y que, bajo una capa
tradición cultural que ahogue su libertad, como por ejemplo las tres mitológica, alude a la famosa frase de Vergniaud
unidades aristotélicas (acción, tiempo y lugar) y la de estilo poco antes de ser guillotinado: «La Revolución
(mezclando prosa y verso y utilizando polimetría en el teatro), o devora a sus propios hijos».
revolucionando la métrica y volviendo a rimas más libres y populares
como la asonante. Igualmente, una renovación de temas y ambientes, y, por contraste al Siglo de las Luces
(Ilustración), prefieren los ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrismo);
venerando y buscando tanto las historias fantásticas como la superstición.
Un aspecto del influjo del nuevo espíritu romántico y su cultivo de lo diferencial es el auge que tomaron el estudio
de la literatura popular (romances o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes) y de las literaturas en
lenguas regionales durante este periodo: la gaélica, la escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la
vasca... Este auge de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo XVIII, de espíritu
clásico y universalista, difundida por toda Europa mediante Napoleón.
El Romanticismo se expandió también y renovó y enriqueció el limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo dando
entrada a lo exótico y lo extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o
buscando en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma, su inspiración.
Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la exaltación de lo instintivo y sentimental. «La belleza es verdad».
También representó el deseo de libertad del individuo, de las pasiones y de los instintos que presenta el «yo»,
subjetivismo e imposición del sentimiento sobre la razón. En consonancia con lo anterior, y frente a los neoclásicos,
se produjo una mayor valoración de todo lo relacionado con la Edad Media, frente a otras épocas históricas.
14. Romanticismo 13
Manifestaciones culturales
El movimiento literario Sturm und Drang (en alemán: 'Tormenta e ímpetu'), desarrollado durante la última mitad del
siglo XVIII, fue el precedente importante del Romanticismo alemán.
Los autores importantes fueron (el joven) Johann Wolfgang von Goethe, (el joven) Friedrich Schiller, Friedrich
Gottlieb Klopstock y Ludwig van Beethoven.
Romanticismo alemán
El Romanticismo alemán no fue un movimiento unitario. Por ello se
habla en las historias literarias de varias fases del Romanticismo. Una
etapa fundamental fueron los años noventa del siglo XVIII (Primer
Romanticismo), pero las últimas manifestaciones alcanzan hasta la
mitad del siglo XIX.
Los filósofos dominantes del romanticismo alemán fueron Johann
Gottlieb Fichte y Friedrich Wilhelm Joseph Schelling (los fundadores
del Idealismo alemán).
Los autores más importantes son Goethe, Novalis, Ludwig Tieck,
Friedrich Schlegel, Clemens Brentano, August Wilhelm Schlegel,
Achim von Arnim, E.T.A. Hoffmann y Friedrich Hölderlin.
Post-romántico se puede considerar a Heinrich Heine.
Friedrich Schelling.
Romanticismo francés
El Romanticismo francés tuvo su manifiesto en Alemania (1813), de Madame de Staël, aunque el gran precursor en
el siglo XVIII fue Jean-Jacques Rousseau, autor de Confesiones, Ensoñaciones de un paseante solitario, el Emilio,
Julia, o La nueva Eloísa y El contrato social, entre otras obras.
En el siglo XIX sobresalieron Charles Nodier, Víctor Hugo, Alphonse de Lamartine, Alfred Victor de Vigny, Alfred
de Musset, George Sand, Alexandre Dumas (tanto hijo como padre), entre otros; son los mayores representantes de
esta estética literaria.
15. Romanticismo 14
Romanticismo inglés
El Romanticismo comenzó en Inglaterra casi al mismo tiempo que en
Alemania; en el siglo XVIII ya habían dejado sentir un cierto apego
escapista por la Edad Media y sus valores de falsarios inventores de
heterónimos medievales como James Macpherson o Thomas
Chatterton, pero el movimiento surgió a la luz del día con los llamados
Poetas lakistas (Wordsworth, Coleridge, Southey), y su manifiesto fue
el prólogo de Wordsworth a sus Baladas líricas, aunque ya lo habían
presagiado en el siglo XVIII Young con sus Pensamientos nocturnos o
el originalísimo William Blake.
Lord Byron, Percy Bysshe Shelley y John Keats son los líricos
canónicos del Romanticismo inglés. Después vinieron el narrador
Thomas De Quincey, y los ya postrománticos Elizabeth Barrett
Browning y su marido Robert Browning, este último creador de una
forma poética fundamental en el mundo moderno, el monólogo
dramático.
En narrativa destaca Walter Scott, creador del género de novela Lord Byron vestido de albanés, obra de Thomas
histórica moderna con sus ficciones sobre la Edad Media inglesa, o las Phillips de 1813.
novelas góticas El monje de Matthew Lewis o Melmoth el Errabundo,
de Charles Maturin.
Romanticismo español
En España el movimiento romántico tuvo precedentes en los
afrancesados ilustrados españoles, como se aprecia en las Noches
lúgubres (1775) de José de Cadalso o en los poetas prerrománticos
(Nicasio Álvarez Cienfuegos, Manuel José Quintana, José Marchena,
Alberto Lista...), que reflejan una nueva ideología presente ya en
figuras disidentes del exilio, como José María Blanco White. Pero el
lenguaje romántico propiamente dicho tardó en ser asimilado, debido a
la reacción emprendida por Fernando VII tras la Guerra de la
Independencia, que impermeabilizó en buena medida la asunción del
nuevo ideario.
Durante la Década Ominosa en España (1823-1833) vuelve a
instaurarse un régimen absolutista, y quedan suspendidas todas las
publicaciones periódicas, las universidades cerradas y la mayoría de las
José de Espronceda es el prototipo de poeta principales figuras literarias y políticas en el exilio; el principal núcleo
romántico en España. Liberal exaltado, activista
cultural español se sitúa, sobre todo, en Gran Bretaña y Francia. Desde
político y lírico desbordado, su temprana muerte
a los 34 años lo convirtió en el poeta del allí, periódicos como Variedades, de Blanco White, contribuyeron a
Romanticismo español por excelencia. fomentar las ideas del Romanticismo entre los exiliados liberales, que
paulatinamente fueron abandonando la estética del Neoclasicismo.
En la segunda década del siglo XIX, el diplomático Juan Nicolás Böhl de Faber publicó en Cádiz una serie de
artículos entre 1818 y 1819 en el Diario Mercantil a favor del teatro de Calderón de la Barca contra la postura
16. Romanticismo 15
neoclásica que lo rechazaba. Estos artículos suscitaron un debate en torno a los nuevos postulados románticos y, así,
se produciría un eco en el periódico barcelonés El Europeo (1823-1824), donde Buenaventura Carlos Aribau y
Ramón López Soler defendieron el Romanticismo moderado y tradicionalista del modelo de Böhl, negando
decididamente las posturas neoclásicas. En sus páginas se hace por primera vez una exposición de la ideología
romántica, a través de un artículo de Luigi Monteggia titulado Romanticismo.
Por otro lado, algunos escritores liberales españoles, emigrados por
vicisitudes políticas, entraron en contacto con el Romanticismo
europeo, y trajeron ese lenguaje a la muerte del rey Fernando VII en
1833. La poesía del romántico exaltado está representada por la obra
de José de Espronceda, y la prosa por la figura decisiva de Mariano
José de Larra. Un romanticismo moderado encarnan José Zorrilla
(dramaturgo, autor del Don Juan Tenorio) y el Duque de Rivas, quien,
sin embargo, escribió la obra teatral que mejor representa los temas y
formas del romanticismo exaltado: Don Álvaro o la fuerza del sino.
Un Romanticismo tardío, más íntimo y poco inclinado por temas
político-sociales, es el que aparece en la segunda mitad del siglo XIX,
con la obra de Gustavo Adolfo Bécquer, la gallega Rosalía de Castro, y Larra.
Augusto Ferrán, que experimentaron el influjo directo con la lírica
germánica de Heinrich Heine y del folclore popular español, recopilado en cantares, soleás y otros moldes líricos,
que tuvo amplia difusión impresa en esta época.
17. Romanticismo 16
Romanticismo argentino
El Romanticismo tuvo su primera manifestación en la Argentina con la
aparición en 1832 del poema Elvira o la novia del Plata de Esteban
Echeverría, quien lideró el movimiento que se concentró en la llamada
Generación del 37 y tuvo uno de sus centros en el Salón Literario. El
romanticismo argentino integró la lengua tradicional española con los
dialectos locales y gauchescos, incorporó el paisaje rioplatense a la
literatura y los problemas sociales. El romanticismo argentino se
produjo íntimamente ligado con el romanticismo uruguayo. En
Hispanoamérica, el contenido nacionalista del romanticismo confluyó
con la recién terminada Guerra de Independencia (1810–1824),
convirtiéndose en una herramienta de consolidación de las nuevas
naciones independientes, recurriendo al costumbrismo como una
herramienta de autonomía cultural.
Entre las obras más importantes del movimiento se destacan «La
cautiva» y «El matadero», ambas de Echeverría,[3] [4] el Martín Fierro
obra maestra de José Hernández, Amalia de José Mármol, Facundo de Esteban Echeverría, figura destacada del
Domingo F. Sarmiento y el folletín y obra dramática Juan Moreira de romanticismo argentino, escribió «La cautiva» y
«El matadero».
Eduardo Gutiérrez, considerado fundador del teatro rioplatense.
19. Romanticismo 18
, por Emilia
El espíritu romántico
El estilo vital de los autores románticos despreciaba el materialismo
burgués y preconizaba el amor libre y el liberalismo en política,
aunque hubo también un Romanticismo reaccionario, representado por
Chateaubriand, que preconizaba la vuelta a los valores cristianos de la Edad Media. El idealismo extremo y
exagerado que se buscaba en todo el Romanticismo encontraba con frecuencia un violento choque con la realidad
miserable y materialista, lo que causaba con frecuencia que el romántico acabara con su propia vida mediante el
suicidio. La mayoría de los románticos murieron jóvenes. Los románticos amaban la naturaleza frente a la
civilización como símbolo de todo lo verdadero y genuino.
20. Romanticismo 19
Véase también
• Pintura romántica
• Poesía romántica
• Postromanticismo
• Prerromanticismo
• Ballet romántico
Referencias
[1] Visedo Order, Isabel. Introducción al Romanticismo español, pag 165
[2] Dieter Borchmeyer: Zur Typologie des Klassischen und Romantischen. In: Walter Hinderer (Hg.): Goethe und das Zeitalter der Romantik.
Würzburg 2002 (Stiftung für Romantikforschung; 21), S. 19-29, hier S. 19 f.
[3] Weinberg, Félix (1980). «La época de Rosas. El Romantiscismo», en Historia de la literatura argentina, Tomo I, Buenos Aires, Centro Editor
de América Latina. págs. 217–240.
[4] Jitrik, Noé (1980). «El Romanticismo: Esteban Echeverría», en Historia de la literatura argentina, Tomo I, Buenos Aires, Centro Editor de
América Latina. págs. 241–263.
Bibliografía
• Abrams, M. H. (1975). El espejo y la lámpara. Barcelona: Barral. ISBN 978-84-211-0331-9.
• Berlín, Isaiah & Hardy, Henry (editor) (2000). Las raíces del romanticismo. Madrid: Taurus. ISBN
978-84-306-0369-5.
• De Paz, Alfredo (1986). La revolución romántica; poéticas, estéticas, ideologías. Traducción de María García
Lozano. Madrid: Editorial Tecnos. ISBN 978-84-309-3960-2.
• VV.AA. (1994). Fragmentos para una teoría romántica del arte. Antología y edición de Javier Arnaldo. Madrid:
Editorial Tecnos. ISBN 978-84-309-1388-6.
• Ward, Thomas (2004). La teoría literaria: Romanticismo, krausismo y modernismo ante la globalización
industrial. University, Miss.: Romance Monographs. ISBN 978-1-889441-14-6.
Enlaces externos
• Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Romanticismo. Commons
• Wikiquote alberga frases célebres de o sobre Romanticismo. Wikiquote
• El Romanticismo (http://roble.pntic.mec.es/~msanto1/lengua/2romanti.htm)
• El Romanticismo español (http://www.artehistoria.jcyl.es/genios/estilos/16.htm)
• Romanticismo (literatura) (http://es.encarta.msn.com/encyclopedia_761573164/Romanticismo_(literatura).
html)
• España artística y monumental (http://www.codicesmedievales.com/espanya-artistica-monumental/index.
htm) — facsímil
• Ciencia y Romancicismo (http://www.gobiernodecanarias.org/educacion/3/Usrn/fundoro/web_fcohc/
005_publicaciones/actas_congresos/romanticismo.htm) Libro electrónico.
21. El matadero 20
El matadero
El Matadero
Autor Esteban Echeverría
Idioma Castellano, español
Título original El Matadero
País Argentina
Fecha de publicación 1871
Formato Libro
Páginas 29
El Matadero es un texto literario romántico del autor argentino Esteban Echeverría, quien lo escribió entre 1838 y
1840. Es considerado el primer cuento realista del Río de la Plata, además de ser una de las obras más célebres de
este trascendente escritor. Fue publicado en 1871 en la Revista del Río de la Plata. Más tarde, Juan María Gutiérrez
lo incorpora a su edición de las Obras completas de Echeverría (1870-1874). El cuento actualmente se lo considera
unos de los pilares de la literatura hispanoamericana, por la forma en que se plantea el ambiente del matadero como
una metáfora de la época del gobernador Juan Manuel de Rosas, período donde los que ejercían el poder solían
asesinar a los que no comulgaban con sus políticas.
Trama
Los hechos relatados tienen lugar años después la Revolución de Mayo, durante el período en que Juan Manuel de
Rosas gobernó la provincia de Buenos Aires, en Argentina. Más concretamente, el marco temporal se ubica en algún
momento de la década de 1830, luego de la muerte de la esposa de Rosas, doña Encarnación Ezcurra, y durante la
época de la cuaresma católica. La acción se desarrolla en un matadero vacuno localizado en un sector marginal de la
ciudad de Buenos Aires, la cual en aquél tiempo integraba con la provincia del mismo nombre una misma
jurisdicción política y administrativa.
El relato, que hace una descripción de la sociedad y la situación política de la época, comienza dando cuenta de un
gran diluvio, después del cual el pueblo estuvo 15 días sin carne de res y afectó la economía del país. Se produjo una
crisis en la provisión de alimentos, dado que por la imposibilidad de movilizar la hacienda hasta el matadero durante
ese período, hubo falta de carne. Esta carencia, que por otra parte venía a coincidir fortuitamente con los mandatos
cuaresmales de la iglesia, en lo referido a la abstinencia de carne, produjo un aumento en los precios de otros
productos tales como aves, pescados y rosquillas, y la muerte de mucha gente. Sin embargo, aunque la institución
religiosa se cuidó de advertir que no se debía comer carne por constituír ello pecado, no fue igual de rígida con los
gobernantes y el cuerpo religioso, lo que dejó en evidencia la hipocresía del gobierno y del clero.
Echeverría narra que ante la crisis, Rosas -"el Restaurador"- envía una reducida cantidad de novillos al matadero.
Estos animales son recibidos con algarabía por la gente más marginada de la zona.
Sucede que las vísceras, llamadas "achuras" y lógicamente mucho menos apreciadas que la carne, eran usualmente
desechadas. Estas personas, en su afán de conseguir comida, acostumbraban a asistir a las matanzas de reses y se
apropiaban de dichas partes, habitualmente protagonizando fuertes disputas. Como es de suponer, en este caso en
que la escasez de alimentos estaba haciendo estragos la expectativa era aún mayor que la habitual.
El último de los animales que queda vivo de aquella tropa resulta ser un toro, que ofrece feroz resistencia a los
faenadores que intentan reducirlo. Luego de una violenta contienda la bestia se escapa. Echeverría cuenta que por
esta refriega se produce indirectamente la muerte de un niño, decapitado por el chicotazo de un lazo al romperse. No
obstante, esta tragedia es rápidamente olvidada por los asistentes, obsesionados por que se dé muerte al animal. El
22. El matadero 21
brioso ejemplar es perseguido por varios jinetes, que al final de una tenaz y accidentada persecución logran atraparlo
y matarlo.
Luego del episodio del toro tiene lugar la parte culminante del relato. Acierta a pasar cabalgando por el lugar un
joven, al que la muchedumbre identifica rápidamente como unitario, por no llevar luto -por la muerte de la esposa de
Rosas- ni la divisa punzó y por su apariencia en general. El mozo es atrapado y llevado a la casilla del «Juez del
Matadero» (especie de comandante del lugar), donde es interrogado y torturado por varios de los personajes de esta
historia, todos ellos simpatizantes del partido federal.
El joven unitario (personificación de Echeverría en el relato de ficción) se resiste en todo momento durante este
injustificado calvario, manteniendo una actitud digna y desafiante ante las crueldades de los federales. Finalmente,
en un momento en el que pensaban continuar torturándolo, el joven literalmente estalla de rabia, muriendo
heroicamente sin haber sido desmoralizado por la tortura, y luego de haber expresado abiertamente sus pensamientos
acerca del régimen gobernante.
Características
• Ejemplo del romanticismo rioplatense.
• Tiene un fuerte color local, con descripciones y personajes típicamente porteños.
• Refleja el habla de la clase popular argentina, recogiendo americanismos como el voseo.
• Hay una fuerte presencia de los sentimientos por sobre la razón. Es un cuento muy intenso con personajes muy
pasionales y brutos, locos
• Tiene un estilo libre, no sigue una estructura determinada.
• Hace principal referencia al poder político de Rosas, que se muestra como una fidelidad incondicional por parte
de las clases más bajas. Es una situacion de caudillismo y adoración al líder.
Enlaces externos
• Wikisource contiene obras originales de o sobre El matadero.Wikisource
• El matadero de Echeverría. Confrontación de lenguas y literatura nacional [1]
• El Matadero en historieta [2]
Referencias
[1] http:/ / www. corodebabel. com. ar/ Literatura-Argentina/ el-matadero-de-echeverria-confrontacion-de-lenguas-y-literatura-nacional. html
[2] http:/ / cinosargo. bligoo. com/ content/ view/ 215892/ El-Matadero-de-Esteban-Echeverria-en-Comic. html
23. Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas 22
Facundo o civilización y barbarie en las pampas
argentinas
Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas
Portada de la primera edición.
Autor Domingo Faustino Sarmiento
Género Biografía, ensayo
Tema(s) Geografía, historia, sociología
Idioma Español
Título original Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga. Aspecto físico, costumbres y ámbitos de la República Argentina.
Editorial El Progreso de Chile (primera edición en español).
País Chile
Fecha de publicación 1845
Serie
Mi defensa (1843) Facundo o civilización y barbarie en las pampas Vida de Aldao (1845)
argentinas
Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas es un libro escrito en 1845 por el político y educador
argentino Domingo Faustino Sarmiento, durante su segundo exilio en Chile. Es uno de los principales exponentes de
la literatura hispanoamericana: además de su valor literario, la obra proveyó un análisis del desarrollo político,
económico y social de Sudamérica, de su modernización, su potencial y su cultura. Como lo indica su título,
Facundo analiza los conflictos que se abrieron en la Argentina inmediatamente después de la Independencia
declarada en 1816, a partir de la oposición entre civilización y barbarie. El investigador cubano-estadounidense
Roberto González Echevarría describió a la obra como el «libro más importante que haya sido escrito por un
latinoamericano en cualquier disciplina o género».[1]
Facundo describe la vida de Juan Facundo Quiroga, un militar y político gaucho del Partido Federal, que se
desempeñó como gobernador y caudillo de la Provincia de La Rioja durante las guerras civiles argentinas, en las
décadas de 1820 y 1830. El historiador Felipe Pigna afirma en el documental Algo habrán hecho por la historia
argentina que «El Facundo fue mucho más que un libro, fue un panfleto contra Rosas, ahí Sarmiento describe al
caudillo y propone eliminarlo».[2] El federal Juan Manuel de Rosas gobernó la provincia de Buenos Aires entre 1829
y 1832 y nuevamente de 1835 hasta 1852; en el curso de los enfrentamientos entre unitarios y federales, Sarmiento,
miembro del bando unitario, se exilió en dos oportunidades en Chile (1831 y 1840), y en la segunda oportunidad
escribió el Facundo. Sarmiento ve a Rosas como un heredero de Facundo: ambos son caudillos y, según Sarmiento,
24. Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas 23
representan la barbarie que deriva de la naturaleza y la falta de civilización presente en el campo argentino.[2] [3]
Como explica Pigna, «Facundo, a quien odia y admira a la vez, es la excusa para hablar del gaucho, del caudillo, del
desierto interminable, en fin, de todos los elementos que representan para él el atraso y con los que hay que
terminar».[4]
A lo largo del texto, Sarmiento explora la dicotomía entre la civilización y la barbarie. Como observa Kimberly Ball,
«la civilización se manifiesta mediante Europa, Norteamérica, las ciudades, los unitarios, el general Paz y
Rivadavia»,[5] mientras que «la barbarie se identifica con América Latina, España, Asia, Oriente Medio, el campo,
los federales, Facundo y Rosas».[5] Es por esta razón que Facundo tuvo una influencia tan profunda. Según González
Echevarría: «al proponer el diálogo entre la civilización y la barbarie como el conflicto central en la cultura
latinoamericana, Facundo le dio forma a una polémica que comenzó en el periodo colonial y que continúa hasta el
presente».[6]
La primera edición de Facundo fue publicada en 1845. Sarmiento eliminó los últimos dos capítulos para la segunda
edición (1851), pero los volvió a incluir en 1874, decidiendo que eran importantes para el desarrollo del libro. La
primera edición dio lugar a varios libros cuyo objetivo es analizar o criticar Facundo, siendo el principal Muerte y
resurrección de Facundo de Noé Jitrik, en el cual el autor explora desde su clasificación literaria hasta su relevancia
histórica.[7]
Contexto histórico
Domingo F. Sarmiento escribió Facundo en 1845, durante su segundo exilio en Chile, como un ataque contra Juan
Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires en la época. El libro fue un análisis crítico de la cultura argentina
bajo el punto de vista del escritor, representada en hombres como Rosas y el líder regional Juan Facundo Quiroga,
principalmente en San Juan. Tanto Rosas como Quiroga eran caudillos, es decir, jefes de masas populares en armas
que para Sarmiento eran expresión de una forma de gobierno bárbara.[8]
El libro de Sarmiento es una crítica y un síntoma de los conflictos culturales de Argentina abiertos a partir de la
Independencia. En 1810, la Argentina había comenzado el proceso de independencia de España, pero tres décadas
después Sarmiento protestaba por el atraso en que aún permanecían las instituciones y la organización económica del
país. La división política del país se debatía entre la ideología de los unitarios (apoyados por Sarmiento), quienes
querían un gobierno centralizado, contra los federales, quienes creían que las regiones debían ser autónomas. El
conflicto entre unitarios y federales estaba íntimamente ligado al poder que la Ciudad de Buenos Aires pretendía
ejercer sobre el país, así como el control del comercio internacional y la apropiación de las rentas de la aduana. En
aquel entonces, la Ciudad de Buenos Aires integraba la Provincia de Buenos Aires, y era la ciudad más grande y más
rica del país debido a su cercanía con el Río de la Plata y al océano Atlántico. Buenos Aires no sólo tenía acceso al
comercio, sino también a las ideas y a la cultura europea. Estas diferencias económicas y culturales causaron una
tensión creciente entre las provincias.[9] Pese a su ideología unitaria, Sarmiento era oriundo de la ciudad de San Juan,
ubicada en el oeste de la Argentina, en la región de Cuyo, cerca del límite con Chile.[10]
Conflicto entre unitarios y federales
El conflicto entre unitarios y federales comenzó a mediados de la década de 1810, con el enfrentamiento entre
porteños y la Liga Federal, liderada por José Artigas. El conflicto se generalizó a partir de 1819, cuando el Congreso
Constituyente aprobó una constitución unitaria que fue rechazada por las provincias, las que a su vez derrocaron al
Directorio en 1820 y se declararon autónomas, dejando al país sin un gobierno nacional en una serie de hechos
conocidos como la anarquía del Año XX. En 1826 Bernardino Rivadavia nacionalizó la Ciudad de Buenos Aires, su
aduana y su ejército, en tanto que un nuevo Congreso Constituyente aprobó otra constitución unitaria, que fue
rechazada por todas las provincias. Los acontecimientos de 1826 desembocaron en una serie de enfrentamientos
armados entre unitarios y federales en todo el país. En ese momento se produjo la Primera guerra entre unitarios y
federales en el interior (1825-1827), en la que se destacaron el federal Juan Facundo Quiroga y el unitario Gregorio
25. Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas 24
Lamadrid, y la Segunda guerra entre unitarios y federales en el interior (1829-1831), durante la cual Juan Manuel de
Rosas asumió por primera vez como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y que tuvo su punto de mayor
tensión con el enfrentamiento entre la unitaria Liga del Interior -comandada por José María Paz y en la que se alistó
Sarmiento como oficial-, y el Pacto Federal.[11] Los unitarios apoyaron la presidencia de Rivadavia (1826-1827), en
tanto los federales se opusieron. Sin embargo, bajo este gobierno, bajaron los salarios de los trabajadores,[12] y los
gauchos fueron encarcelados u obligados a trabajar sin recibir una paga.[13] [12]
Desde 1828, se instalaron y se fueron reemplazando distintos gobernadores de Buenos Aires, comenzando con el
federalista Manuel Dorrego.[14] Sin embargo, el gobierno de Dorrego duró muy poco tiempo y fue fusilado por el
unitario Juan Lavalle, el cual tomó el poder.[15] Lavalle fue a su vez derrotado por una milicia de gauchos liderados
por Rosas. A finales de 1829, la legislatura designó a Rosas como el gobernador de Buenos Aires.[16] Rosas gobernó
durante dos períodos, 1829-1831 y 1835-1852. Durante buena parte del período histórico descripto, un gran número
de intelectuales, de unitarios y federales en situaciones políticas adversas para sus posiciones (tanto bonaerenses
como de las demás provincias de la Confederación Argentina) emigró a otros países, principalmente a Chile y a
Uruguay.[17] Sarmiento, oriundo de la provincia de San Juan, se exilió dos veces antes de escribir esta obra: la
primera vez fue debido a la derrota militar de la Liga del Interior, de la que era oficial, en 1831; la segunda, en 1840,
fue durante el gobierno de Nazario Benavídez luego de ser encarcelado por este acusado de sedicioso.[18]
Facundo Quiroga
Juan Facundo Quiroga, conocido como "El tigre de los llanos", fue un
caudillo proveniente de la provincia de La Rioja. Se opuso al gobierno
de Bernardino Rivadavia al asumir como presidente de la Nación
(1826-1827), quien lo enfrentó con sus efectivos al mando de Gregorio
Aráoz de La Madrid, a quien venció en las batallas de El Tala (1826) y
Rincón de Valladares (1827). Para 1828 era muy poderoso en las
provincias desde Catamarca hasta Mendoza. Se unió a otros caudillos
con el propósito de impulsar el federalismo. Fue derrotado por el
general José María Paz en la Batalla de La Tablada y la Batalla de
Oncativo, tras lo cual se dirigió a la provincia de Tucumán. Allí
derrotó a Lamadrid en la Batalla de La Ciudadela (1831), desbaratando
Facundo Quiroga, según una litografía de César
a la Liga Unitaria, luego de que Juan Manuel de Rosas derrotara a Juan
Bacle. Lavalle en Buenos Aires en la Batalla de Puente de Márquez (1829).
Era partidario de redactar una Constitución regida por el federalismo,
pero tales iniciativas contaban con la férrea oposición de Rosas, quien consideraba que la organización nacional era
aún prematura.[19]
Rosas envió a Quiroga en una misión diplomática al norte, a recomponer las relaciones entre Salta y Tucumán. A su
regreso fue asesinado el 16 de febrero de 1835 en Barranca Yaco (Córdoba), por una partida al mando de Santos
Pérez que emboscó su carruaje. Existen controversias sobre la autoría intelectual del asesinato, habiendo teorías que
la atribuyen a Rosas, a Estanislao López o a los hermanos Reinafé. Tres hermanos Reinafé (José Antonio, José
Vicente y Guillermo) y Santos Pérez fueron condenados y -los tres últimos- ejecutados en 1836.[19]
26. Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas 25
Juan Manuel de Rosas
Juan Manuel de Rosas fue un gobernador de la provincia de Buenos
Aires que recibe tratamientos altamente polarizados entre los
historiadores. La corriente historiográfica fundada por Bartolomé
Mitre, a la cual subscribe Sarmiento, considera a Rosas un dictador o
tirano sanguinario y es pronunciadamente crítica con su gestión. El
revisionismo histórico en Argentina es una corriente que, en oposición
a la escuela mitrista, defiende a Rosas y lo considera un férreo defensor
de la soberanía nacional ante las pretensiones de las potencias
europeas.
Rosas nació en una familia adinerada de un alto nivel social (sus
orígenes eran de la más rancia nobleza española, un abuelo suyo Ortiz
de Rozas fue capitán general de Chile), pero la estricta educación que
recibió lo influenció psicológicamente de manera muy profunda.[20]
Sarmiento afirma que debido a la madre de Rosas, «el espectáculo de la
autoridad y la servidumbre deben haberle causado impresiones muy Juan Manuel de Rosas, gobernador de la
[21] Provincia de Buenos Aires entre 1829 y 1831 y
duraderas». Poco después de llegar a la pubertad, Rosas fue enviado
entre 1835 y 1852.
a una estancia y permaneció allí durante treinta años. En ese tiempo,
aprendió a manejar el lugar y, de acuerdo a Manuel Bilbao en Historia
de Rosas, pobló sus campos con gente que le fuera adicta, incluyendo a desertores y fugados, que al recibir la
protección de Rosas dejaban de ser buscados por las autoridades.[22] En el poder, Rosas encarceló a los residentes
por razones desconocidas, lo cual Sarmiento define como actos similares al tratamiento que Rosas le daba al ganado.
Sarmiento argumenta que con este método lograba que los ciudadanos conformasen «el ganado más manso y
ordenado que existiese».[23]
El primer período de Juan Manuel de Rosas como gobernador duró sólo tres años. Su gobierno, asistido por Juan
Facundo Quiroga y Estanislao López, gobernadores de La Rioja y Santa Fe, respectivamente, fue respetado y Rosas
fue halagado por su habilidad de mantener la armonía entre Buenos Aires y las zonas rurales.[24] El país cayó en el
caos luego de la dimisión de Rosas en 1832, y en 1835 fue convocado nuevamente para gobernar la provincia. En
esta ocasión, regresó con un gobierno más autoritario, obligando a todos los ciudadanos a apoyar su gobierno,
utilizando el eslogan "¡¡Viva la Santa Federación, mueran los salvajes unitarios!!".[25] Según Nicolas Shumway,
Rosas «obligó a los ciudadanos a usar la insignia roja de los federales, y su imagen apareció en todos los lugares
públicos... los enemigos de Rosas, reales e imaginarios, fueron encarcelados, asesinados o llevados al exilio por la
mazorca, una banda de espías y matones supervisados personalmente por Rosas. La publicación fue censurada, y los
periódicos porteños se vieron obligados a defender el régimen».[26]
27. Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas 26
Domingo Faustino Sarmiento
En Facundo, Sarmiento es tanto el narrador como uno de los protagonistas.
El libro contiene elementos autobiográficos de la vida de Sarmiento,
además de la vida de los argentinos en general. También expresa y analiza
su propia opinión y relata algunos eventos históricos. Dentro de la
dicotomía del libro entre la civilización y la barbarie, el personaje de
Sarmiento representa a la civilización, identificada con las ideas europeas y
norteamericanas; apoya la educación y el desarrollo, y se opone a Rosas y a
Facundo, quienes simbolizan la barbarie.
Sarmiento fue un militar, periodista, político y educador que se adhirió al
movimiento unitario. Durante el conflicto entre unitarios y federales, peleó
contra Facundo en varias ocasiones, y en España se convirtió en miembro
de la Sociedad Literaria de Profesores.[27] Sarmiento regresaría de su exilio
en Chile, en donde comenzó a escribir Facundo, como político. Pasó a ser
miembro del Senado luego de la caída de Rosas, y en 1862 asumió como
gobernador de San Juan, cargo al que debió renunciar por la oposición
popular en 1864.[28] Bajo su gestión fue asesinado el popular caudillo
Domingo Sarmiento, autor de Facundo. federal y general Ángel Vicente Peñaloza, luego de lo cual su cabeza fue
cortada y puesta en exhibición clavada en una lanza en la plaza de la ciudad
de Olta.[29]
Fue presidente de Argentina durante seis años (1868–1874). Durante su presidencia, Sarmiento se concentró en la
inmigración, la ciencia y la cultura. Sus ideas se basaron en la civilización europea; para él, el desarrollo de un país
debía basarse en la educación. En los primeros años de su presidencia, finalizó la Guerra de la Triple Alianza contra
el Paraguay (1864-1870), iniciada durante el gobierno de Bartolomé Mitre, la cual diezmó la población paraguaya y
arrasó completamente su territorio.[30] En 1871, se desató en Argentina una grave epidemia de fiebre amarilla, por la
cual murieron catorce mil personas, provocada por las malas condiciones de higiene y saneamiento derivadas, en
gran parte, de la Guerra contra el Paraguay.[31] Sobre el final de su gobierno, Sarmiento fundó los primeros colegios
militares y navales de Argentina.[32]
Sarmiento no sólo fue un personaje reconocido por sus méritos, sino también por las polémicas que desató. Tenía
una postura muy clara a favor del exterminio de los aborígenes y de los gauchos: «¿Lograremos exterminar los
indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más
que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios
piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los
debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado».[33] [34]
28. Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas 27
Sinopsis
Luego de una extensa introducción, los quince capítulos de
Facundo se dividen simbólicamente, según la crítica
literaria, en tres secciones: los primeros cuatro capítulos
describen la geografía, antropología e historia argentina; los
capítulos del quinto al decimocuarto relatan la vida de Juan
Facundo Quiroga; y el último capítulo expone la visión de
Sarmiento de un futuro argentino bajo un gobierno
unitario.[35] Según Sarmiento, la razón por la que describe
el contexto argentino y utiliza a Facundo Quiroga para
condenar la dictadura de Rosas es porque «en Facundo Las pampas argentinas. Para Sarmiento, esta geografía
Quiroga no sólo se ve a un caudillo, sino también una inhóspita fue un factor clave en la carencia de civilización en el
país.
manifestación de la vida argentina, consecuencia de la
colonización y de las peculiaridades del terreno».[36]
Introducción
Facundo empieza con una advertencia del autor, en la cual aclara que los hechos en el libro no tienen precisión
histórica y en la cual narra un suceso que había tenido lugar al haber cruzado los Andes camino a Chile. En medio de
las montañas, había escrito con carbonilla una frase en francés, On ne tue point les idées (Las ideas no se matan).
Según Sarmiento, Rosas había enviado una comitiva especial para que leyesen la frase, y al descifrarla no habían
comprendido su significado.[37]
Después de esta primera advertencia se incluye una introducción, la cual está precedida por una cita en francés de
Villemain:
Je demande à l'historien l'amour de l'humanité ou de la liberté; sa justice impartiale ne doit pas être impassible. Il
faut, au contraire, qu'il souhaite, qu'il espère, qu'il souffre, ou soit heureux de ce qu'il raconte.
Villemain, en Cours de littérature.[38]
Esta cita puede traducirse al español como «Exijo al historiador el amor a la humanidad o a la libertad; su justicia
imparcial no debe ser impasible. Por el contrario, es necesario que desee, que espere, que sufra o que disfrute por lo
que cuenta».
El texto propio de la introducción comienza con una invocación al hombre que le da título a la obra, el Brigadier
General Juan Facundo Quiroga:
¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te
levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! Tú
posees el secreto: ¡revélanoslo![38]
Según Noé Jitrik en Muerte y resurrección de Facundo, la exclamación en esta frase indica la urgencia que quiere
transmitir Sarmiento al lector, haciendo hincapié principalmente en los adjetivos, como «ensangrentado» y «terrible».
También traza, ya desde el primer momento, una imagen de Quiroga, para entender después la causa de sus actos y
de su personalidad.[39]
A lo largo de la introducción, el autor habla de Juan Manuel de Rosas, caracterizándolo como «tirano» y dando a
entender que uno de los objetivos del texto es estudiar prolijamente la fuente de todos los conflictos internos del país,
personificados principalmente por Rosas y por Quiroga.[38] Sarmiento también insinúa que él mismo es capaz de
resolver la situación «dando a la Tebas del Plata, el rango elevado que le toca entre las naciones del Nuevo
Mundo».[40] Sarmiento traza paralelismos y analogías entre Quiroga y Rosas, considerando a este último un
continuador del primero.
29. Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas 28
Facundo, provinciano, bárbaro, valiente, audaz, fue reemplazado por Rosas, hijo de la culta Buenos Aires, sin serlo
él; por Rosas, falso, corazón helado, espíritu calculador, que hace el mal sin pasión, y organiza lentamente el
despotismo con toda la inteligencia de un Maquiavelo.[38]
Avanzando en el texto, el autor explica su idea de que el progreso se obtiene tomándolo de Europa, en especial de las
naciones que, siempre según Sarmiento, son civilizadas, como es el caso de Francia.[41] Como contraposición
describe a España, «esa rezagada a Europa, que, echada entre el Mediterráneo y el Océano, entre la Edad Media y el
siglo XIX, unida a la Europa culta por un ancho istmo y separada del África bárbara por un angosto estrecho», y al
Paraguay, al cual critica por haberse negado a recibir inmigrantes civilizados.[41]
Primera parte: contexto demográfico y geográfico argentino
El primer capítulo de Facundo, titulado «Aspecto de la República Argentina y
caracteres, hábitos e ideas que engendra», comienza con una descripción
geográfica de Argentina, desde los Andes en el oeste hasta la costa atlántica del
este, en donde dos ríos confluyen en la frontera entre Argentina y Uruguay. Uno
de estos ríos, el Plata, marca la ubicación de Buenos Aires, la capital. Mediante
esta descripción de la geografía de Argentina, Sarmiento resalta las ventajas de
Buenos Aires; los ríos son arterias que comunican a la ciudad con el resto del
mundo, permitiendo el comercio y ayudando a formar una sociedad civilizada.
Buenos Aires no había logrado llevar civilización a las áreas rurales y, como
Sudamérica, mostrando la consecuencia, gran parte de Argentina se había visto condenada a la barbarie.
ubicación de las pampas en Sarmiento también argumenta que las pampas, las amplias y vacías llanuras del
Argentina, Uruguay y Río Grande
país, «no les ofrecen escapatoria o escondite a las personas para defenderse e
del Sur.
impide la civilización en la mayor parte de la Argentina».[42]
En este capítulo, Sarmiento hace varias comparaciones entre lo que considera como la civilización y la barbarie. En
primer lugar realiza un análisis racial de la población argentina, comparando a los españoles, a los indígenas y a los
negros con los alemanes y los escoceses. De los primeros dice que «se distinguen por su amor a la ociosidad e
incapacidad industrial; se muestran incapaces para dedicarse a un trabajo duro y seguido».[43] Después describe los
hogares de los escoceses y alemanes de una manera muy favorable («las casitas son pintadas; el frente de la casa,
siempre aseado, adornado de flores y arbustillos graciosos; el amueblado, sencillo, pero completo»[44] ) mientras que
de las razas americanas dice que «sus niños van sucios y cubiertos de harapos, viven con una jauría de perros;
hombres tendidos por el suelo, en la más completa inacción; el desaseo y la pobreza por todas partes».[44] Estas
comparaciones son muy frecuentes a lo largo del texto y hacen hincapié principalmente en el gaucho, al cual lo
describe como un ser sin inteligencia, sin instrucción, «feliz en medio de su pobreza y sus privaciones, que no son
tales para quien nunca conoció mayores goces», que no trabaja y que jamás podría mejorar su situación.[45] Como
contraposición al gaucho aparece el hombre de la ciudad, el cual «vive de la vida civilizada; allí están las ideas de
progreso, los medios de instrucción, alguna organización, el gobierno municipal, etc», y quien es, según Sarmiento,
quien podría llevar al país a la civilización.[46] La comparación entre la campaña y la ciudad es la más significativa
del libro para caracterizar a la civilización y a la barbarie.
Pese a las barreras de civilización causadas por la geografía del país, Sarmiento explica, en el segundo capítulo,
titulado «Originalidad y caracteres argentinos», que gran parte de los problemas del país habían sido causados por
gauchos como Juan Manuel de Rosas, quienes eran bárbaros, incultos, ignorantes y arrogantes; gracias a ellos la
sociedad argentina no había logrado progresar hacia la civilización.[47] Sarmiento luego describe los cuatro tipos
principales de gauchos: el baqueano, el cantor, el gaucho malo y el rastreador, y la forma de reconocerlos para
entender a los líderes argentinos, como Juan Manuel de Rosas.[48] Según el autor, sin una comprensión de los tipos
de gauchos argentinos, «es imposible comprender nuestros personajes políticos, ni el carácter primordial y americano
de la sangrienta lucha que despedaza a la República Argentina».[49]
30. Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas 29
En el tercer capítulo («Asociación. La pulpería») Sarmiento luego hace hincapié en los campesinos argentinos,
quienes son «independientes de toda necesidad, libres de toda sujeción, sin ideas de gobierno, porque todo orden
regular y sistemado se hace de todo punto imposible».[50] Los campesinos se reúnen en pulperías, en donde pasan el
tiempo bebiendo y jugando. Evidencian su entusiasmo de demostrar su fortaleza física mediante la doma de caballos
y las peleas con cuchillos. Raramente estas peleas llevan a la muerte, a la cual denominan desgracia, y Sarmiento
resalta que la residencia de Rosas era utilizada en ocasiones como refugio de los criminales, antes de que comenzase
a adquirir poder político.[48]
Según el relato de Sarmiento en el cuarto capítulo del libro, «Revolución de 1810», estos elementos son cruciales
para comprender la Revolución Argentina, en la cual el país se independizó de España. Aunque si bien la guerra de
la independencia fue provocada por la influencia de las ideas europeas, Buenos Aires era la única ciudad que podía
tener civilización. Los campesinos participaron en la guerra más para demostrar su fortaleza física que para civilizar
el país. Al final, la revolución fue un fracaso debido al comportamiento bárbaro de la población rural, que llevó a la
deshonra de la ciudad civilizada, Buenos Aires.[51]
Segunda parte: vida de Juan Facundo Quiroga
La segunda parte de Facundo comienza en el quinto capítulo del libro,
titulado «Vida de Juan Facundo Quiroga», y en ésta explora la vida del
personaje que le da el título, Juan Facundo Quiroga—el «Tigre de los
Llanos».[52] Esta sección contiene múltiples errores e imprecisiones
históricas, reconocidas por el mismo autor en su advertencia preliminar
y confirmadas por varios historiadores y especialistas a lo largo de los
años.[53]
Pese a haber nacido en una familia adinerada, Facundo recibió sólo una
educación básica en lectura y escritura.[54] Tenía debilidad por los
juegos de azar,[55] al punto que Sarmiento lo describe con «una pasión
feroz, ardiente, que le reseca las entrañas» por el juego.[56] En su
juventud Facundo fue antisocial y rebelde, negándose a mezclarse con
otros niños,[54] y estas características se fueron pronunciando cada vez
más a medida que fue creciendo. Sarmiento describe un incidente en el
cual Facundo había matado a un hombre, escribiendo que este tipo de Juan Facundo Quiroga. Como personaje principal
de Facundo, representa a la barbarie, la antítesis
comportamiento «marcó su paso por el mundo».[56]
de la civilización.
Las relaciones de Facundo con su familia finalmente se rompieron, y,
tomando la vida de un gaucho, se unió a los caudillos en la provincia de Entre Ríos.[57] En el sexto capítulo, llamado
«La Rioja», Sarmiento cuenta como los gauchos comenzaron a reconocer a Facundo como un héroe después de su
asesinato de dos españoles luego de una fuga de prisión, y como reubicándose en La Rioja, Facundo tomó una
posición de líder en la Milicia de los Llanos. Construyó su reputación y ganó el respeto de sus compañeros mediante
sus feroces acciones en los campos de batalla, pero odió y trató de destruir a aquellos que eran diferentes a él por ser
civilizados y educados.[58]
En 1825, el Gobierno de Buenos Aires organizó un Congreso con los representantes de todas las provincias de
Argentina. A lo largo del séptimo y del octavo capítulo del libro, titulados «Sociabilidad» y «Ensayos»,
respectivamente, el autor narra cuando Facundo se presentó como el representante de La Rioja y las consecuencias
de este suceso.[59] En el mismo capítulo explora las diferencias entre las provincias de Córdoba y Buenos Aires,
caracterizando a la primera como bárbara por estar organizada de manera anticuada y propia de la época
prehispánica, y a la segunda como civilizada, principalmente por la influencia de Bernardino Rivadavia y por su
cultura.[60] Después de establecer esta comparación, Sarmiento da una descripción física de Facundo, el hombre que
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considera que personifica al caudillo: «era de estatura baja y fornida; sus anchas espaldas sostenían sobre un cuello
corto, una cabeza bien formada, cubierta de pelo espesísimo, negro y ensortijado», con «ojos negros llenos de
fuego».[52] Rivadavia pronto fue desplazado, y Manuel Dorrego pasó a ser el nuevo gobernador. Sarmiento aclara
que Dorrego, como federalista, no estaba interesado en el progreso social ni en terminar con el comportamiento
bárbaro en Argentina mejorando el nivel de civilización y educación de los habitantes de las zonas rurales. En el
noveno capítulo del libro («Guerra social») se narra como en el desorden que caracterizó la política argentina del
momento, Dorrego fue asesinado por los unitarios y Facundo fue derrotado por el general unitario José María
Paz.[61] Facundo escapó a Buenos Aires y se unió al gobierno federalista de Juan Manuel de Rosas. Durante el
conflicto entre ambas ideologías, Facundo conquistó las provincias de San Luis, Rio Quinto y Mendoza.[62]
En el decimotercer capítulo del libro, «¡¡¡Barranca-Yaco!!!» (que utiliza tres signos de exclamación para indicar un
mayor énfasis en la exclamación[63] ), se cuenta el asesinato de Facundo Quiroga en dicha ciudad cordobesa. Todo
había comenzado cuando, en el regreso a su hogar de San Juan, la cual Sarmiento dice que Facundo gobernó
«únicamente con su nombre aterrador»,[64] se dio cuenta de que su gobierno carecía de apoyo por parte de Rosas. Fue
a Buenos Aires a enfrentarlo, pero Rosas lo envió a realizar otra misión. En el camino Facundo fue asesinado.[65]
Tercera parte: presente y porvenir de un gobierno unitario
En los dos últimos capítulos del libro, titulados «Gobierno unitario» y «Presente y porvenir», Sarmiento explora las
consecuencias de la muerte de Facundo para la historia y la política de la República Argentina.[66] También analiza
el gobierno y la personalidad de Rosas, comentando sobre la dictadura, la tiranía, el papel del apoyo popular, y el uso
de la fuerza para mantener el orden. El autor critica a Rosas utilizando las propias palabras del gobernador, haciendo
observaciones sarcásticas sobre las acciones de Rosas, y describiendo el «terror» establecido durante la dictadura, las
contradicciones del gobierno, y la situación en las provincias que fueron lideradas por Facundo. Sarmiento escribe:
«La cinta colorada es la materialización del terror que acompaña a todos lados, en las calles, en el pecho de la
familia; debe pensarse en él al vestirse, al desvestirse, y las ideas siempre se nos graban por asociación».[67]
Sarmiento incluye a la población negra de Argentina entre los sectores sociales que habrían sido sostén de Rosas.
Los describe como "dóciles, fieles y adictos al amo o al que los ocupa". Según Sarmiento, Manuela Rosas, hija del
gobernador, tendría a su cargo la tarea de ganar el favor de dicho sector de la población. La utilidad estratégica de
dicha acción estaría dada en que la mayoría de los esclavos y sirvientes eran afroamericanos, y que de dicha forma el
gobierno obtenía espías en la mayor parte de las familias.
Sarmiento también critica el juicio realizado por el asesinato de Quiroga, sosteniendo que los hermanos Reinafé no
eran unitarios como se sostuvo. Sarmiento plantea que Rosas habría sido el autor intelectual del crimen, con el
propósito de desacreditar a los unitarios atribuyéndoles el crimen y que el repudio resultante facilitaría la cesión de la
suma del poder público que le realizó poco después.
No bien se recibe Rosas del Gobierno en 1835, cuando declara por una proclamación que los IMPIOS UNITARIOS
han asesinado alevosamente al ilustre general Quiroga, y que él se propone castigar atentado tan espantoso, que ha
privado a la Federación de su columna más poderosa. ¡Qué!... decían abriendo un palmo de boca los pobres unitarios
al leer la proclama. ¡Qué!... ¿los Reinafés son unitarios? ¿No son hechura de López, no entraron en Córdoba
persiguiendo el ejército de Paz, no están en activa y amigable correspondencia con Rosas? ¿No salió de Buenos
Aires Quiroga por solicitud de Rosas? ¿No iba un chasque delante de él, que anunciaba a los Reinafés su próxima
llegada? ¿No tenían los Reinafés preparada de antemano la partida que debía asesinarlo?... Nada; los impíos unitarios
han sido los asesinos; ¡y desgraciado el que dude de ello!...
Finalmente, Sarmiento examina el legado del gobierno de Rosas atacándolo y ensanchando la dicotomía entre la
civilización y la barbarie. Enfrentando a Francia y a Argentina—representando la civilización y la barbarie,
respectivamente—Sarmiento contrasta la cultura y la crueldad:
El bloqueo de Francia duraba dos años, y el Gobierno americano animado del espíritu americano, hacía frente a la
Francia, el principio europeo, a las pretensiones europeas. El bloqueo francés, empero, había sido fecundo en
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resultados sociales para la República Argentina, y servía a manifestar en toda su desnudez, la situación de los
espíritus y los nuevos elementos de la lucha que debían encender la guerra encarnizada, que sólo puede terminar con
la caída de aquel Gobierno monstruoso.[68]
Género y estilo
El crítico y filósofo español Miguel de Unamuno comentó sobre el libro: «Nunca tomé Facundo de Sarmiento como
una obra histórica, ni creo que pueda ser evaluada en esos términos. Siempre la consideré una obra literaria, una
novela histórica».[69] Sin embargo, Facundo no puede clasificarse como novela o en un género literario específico.
Según González Echevarría, el libro es «un ensayo, una biografía, una autobiografía, una novela, una epopeya, una
memoria, una confesión, un panfleto político, una diatriba, un tratado científico y una guía».[6] El estilo de Sarmiento
y su exploración de la vida de Facundo unifican las tres partes en que se divide la obra. Incluso la primera sección,
que describe la geografía de Argentina, sigue este patrón, ya que Sarmiento declara que Facundo es un producto
natural de su entorno.[70]
El libro también es en parte ficticio: Sarmiento utiliza su imaginación además del rigor histórico para describir a
Rosas. En Facundo, el autor incluye su opinión de que la dictadura de Rosas es la causa principal de los problemas
de Argentina. Los temas como la barbarie y la crueldad que se desarrollan a lo largo del libro son, para Sarmiento,
meras consecuencias del gobierno ejercido por Rosas.[71] Para respaldar sus opiniones, Sarmiento utiliza estrategias
propias de la literatura.
Temáticas
Civilización y barbarie
Facundo no es sólo una crítica al gobierno de Rosas, sino también una
extensa investigación sobre la historia y la cultura argentina, a la cual
Sarmiento muestra mediante el controvertido gobierno, y la caída de
Juan Facundo Quiroga, un arquetípico caudillo argentino. Sarmiento
resume el mensaje del libro en la frase «Esa es la cuestión: ser o no ser
salvajes».[72] La dicotomía entra la civilización y la barbarie es la idea
central del libro; Facundo es retratado como salvaje y opuesto al
progreso real mediante su rechazo hacia los ideales culturales europeos,
visibles en la sociedad metropolitana de Buenos Aires.[73] En Facundo, Sarmiento describe a los gauchos
como representantes de la barbarie.
El conflicto entre la civilización y la barbarie refleja las dificultades de
América Latina en la era posterior a su independencia. El crítico
literario Sorensen Goodrich argumenta que aunque si bien Sarmiento no fue el primero en articular esta dicotomía, la
convirtió en un tema prominente y poderoso que podría impactar la literatura latinoamericana.[74] Explora el
problema de la civilización contra los groseros aspectos de la cultura de un caudillo, la cual se basa en la brutalidad y
el poder absoluto. Facundo ofrece un mensaje oposicionista que, con el tiempo, otorgaría una alternativa beneficiosa
para la sociedad. Aunque Sarmiento solicita varios cambios, como funcionarios honestos que entendiesen las ideas
de la Ilustración europea, siempre considera a la educación como el tema principal. Los caudillos como Facundo
Quiroga, al principio del libro, son vistos como la antítesis de la educación, la cultura y la estabilidad civil; la
barbarie es como una eterna letanía de males de la sociedad.[75] Son los agentes de la inestabilidad y del caos,
destruyendo sociedades mediante su descarada indiferencia hacia la humanidad y hacia el progreso social.[76]
Si Sarmiento se ve a sí mismo como una persona civilizada, Rosas es bárbaro. El historiador David Rock explica que
«los opositores contemporáneos recrudecieron a Rosas como un tirano sanguinario y un símbolo de la barbarie».[77]
Sarmiento ataca a Rosas mediante su libro promoviendo la educación y la civilización, mientras que Rosas utiliza el