El documento resume la vida de Maximiliano y Carlota, quienes nacieron en familias reales europeas pero tuvieron una vida trágica como emperadores de México. Maximiliano aceptó la corona mexicana con la esperanza de traer paz y prosperidad, pero se enfrentó a una guerra civil y división política. Finalmente fue capturado y ejecutado por las fuerzas republicanas de Benito Juárez.
2. Dos de las más poderosas casas reales de la Europa del siglo XIX, la de
los Habsburgo y la de Bélgica, habrían de ser la cuna de dos personajes,
herederos del más exquisito refinamiento, incómodos para cada una de
las familias y destinados a una vida de melancolía y tribulaciones con un
final trágico de locura y muerte.
El Archiduque Fernando
Maximiliano José María
de Habsburgo-Lorena
y la Princesa María
Carlota Amalia Augusta
Victoria Clementina
Leopoldina de Sajonia
Coburgo y Orléans
Borbón Dos Sicilias,
que el mundo conocería
simplemente como
Maximiliano y Carlota, Emperadores de México.
3. Ambos nacerían en dos suntuosos palacios.
Carlota en el magnífico palacio real de Laeken,
cerca de Bruselas, Bélgica, en 1840.
Maximiliano en el de Shönbrunn, Austria, en 1832,
considerado uno de los más bellos de Europa.
4. Ella, pariente muy cercana de las más distinguidas casas reales de
toda Europa, la inteligente y consentida hija del Rey de Bélgica,
cuyo trono lo heredaría su hermano Leopoldo, hijo mayor del primer
matrimonio de su padre.
Él, el segundo en la línea de
sucesión al trono del Imperio Austro-
Húngaro, después de su hermano
Francisco José, cuya esposa fuera
Isabel de Baviera, la famosa y
encantadora Emperatriz Sissi.
En 1857 Maximiliano y Carlota
contraen matrimonio. Un matrimonio
peligroso para ambas casa reales.
Habría que mantenerlos en un mundo
de fantasía que no representara
riesgo para nadie, sino
beneficios para todos.
5. Decidieron fincar su hogar en Italia, cerca de Trieste, en el Castillo de
Miramar, cuyos planos se aplicó Maximiliano a trazar con su propia mano.
El camino que conduce al castillo es delicioso; sigue la orilla del mar que
se redondea siempre orlado de un elegante encaje de espuma. Sus
almenadas torres, su arquitectura maciza tienen el aspecto altivo y
melancólico de una fortaleza.
Todo lo que es suficiente para la dicha,
llenaba la soledad donde Maximiliano
había realizado el ensueño moderno,
de un corazón y una bolsa. Le
agradaba rodearse de artistas, de
hombres de letras, de sabios; los
colmaba de atenciones y regalos.
Si esas Alamedas pudiesen hablar,
veríamos cuán nobles y grandes eran
sus proyectos y sus ideas.
6. Maximiliano veía en las plantas algo más que la simple tisana,
amaba sus colores, sus formas variadas, sus perfumes, las cultivaba
como hombre de gusto y como artista, y los describía como poeta.
Con profusión las esparció en derredor de Miramar, cambiando en
un oasis una roca árida y ardiente y aclimatando en esta latitud la
vegetación friolenta y radiante del oriente…
Hay allí prados de una riqueza de tonos tan brillantes que se creería
estar sembrados de piedras preciosas y bordados como casullas;
hay espaldares que se abren sobre el mar semejantes a grutas de
ninfas, fuentes estrelladas
de lotos apareciendo como
grandes espejos en el centro
de los prados y destacando
su blancura, sobre los negros
bosquecillos, algunas estatuas
mitológicas calentando
al sol su divina desnudez.
7. Quiso la vida que un sueño bucólico se convirtiera en una existencia
pletórica de tribulaciones.
Durante los primeros días de marzo de 1864, en París, Maximiliano
aceptó los compromisos que se iban a estipular en el Convenio de
Miramar. Entre otros, la renuncia a sus derechos a la corona de
Austria. Igualmente, para contar con el apoyo del ejército francés,
contrajo con Napoleón III una obligación de 500 millones de pesos
mexicanos.
La llamada Junta de Notables
o Regencia de México, por
unanimidad, había ofrecido
la corona a Maximiliano,
asegurándole que contaba
con el apoyo del pueblo.
Sabiendo Maximiliano que no
tenía nada qué perder y sí
mucho qué ofrecer, aceptó.
8. Cuando Maximiliano y Carlota dejaron Europa, se fueron en una
fantástica nave, La Novara, ondeando el estandarte del Imperio
Mexicano. Ellos recibieron la bendición del Papa y la reina Victoria
ordenó disparar desde el fuerte de Gibraltar saludando la nave de
Maximiliano.
9. Maximiliano llegó al puerto de Veracruz el 28 de mayo de 1864. Al
desembarcar, Maximiliano expidió una proclama que comenzaba con
estas palabras: ¡Mexicanos! Vuestra noble nación me ha designado
para velar de hoy en adelante sobre vuestros destinos.
En 2014 se conmemora
el sesquicentenario de
su llegada a tierras
mexicanas.
10. Sin embargo la travesía a la Ciudad de México le ofreció un panorama
distinto: un país herido por la guerra y profundamente dividido en sus
convicciones.
11. Al llegar a la ciudad escogió el
Castillo de Chapultepec como
residencia y mandó trazar un
camino que le conectase a la
ciudad (el actual Paseo de la
Reforma).
12. Al llegar a la ciudad escogió el
Castillo de Chapultepec como
residencia y mandó trazar un
camino que le conectase a la
ciudad (el actual Paseo de la
Reforma).
13. Al llegar a la ciudad escogió el
Castillo de Chapultepec como
residencia y mandó trazar un
camino que le conectase a la
ciudad (el actual Paseo de la
Reforma).
14. Como el emperador y la emperatriz no podían tener hijos
(Maximiliano había enfermado de sífilis en su expedición a Brasil)
decidieron adoptar a los nietos de Agustín de Iturbide, el primer
emperador mexicano.
15. Siendo como era Maximiliano, más
idealista y soñador que político, era
natural que sus planes fracasaran.
Creyó que le sería muy fácil acabar
con la guerra civil y con la división
de partidos, llamando a su lado a los
liberales que quisieran servirlo; y
creyó también que así consolidaría
en México, una era de paz y de
bienestar sin que pasaran tantos
años todavía para que se realizara
su deseo.
Así sucedió que poco a poco, fue
haciendo a un lado a los mismos
que lo habían traído al poder y se
fue a la vez rodeando de hombres,
que por sus ideas avanzadas y anti
monárquicas, no podían ser sino sus
enemigos.
16. En un corto periodo de tiempo, Maximiliano se había enamorado de
los hermosos paisajes de su nuevo país y de su gente. Mientras tanto,
las tropas francesas continuaban peleando contra las fuerzas
rebeldes. Maximiliano comenzó a construir museos y honrar la
cultura mexicana, lo cual queda como una de sus grandes
contribuciones como emperador. Mientras la emperatriz Carlota,
mediante fiestas, obtenía fondos para la Beneficencia Mexicana.
17. Cuando Maximiliano visitaba una ciudad, no sólo la veía, sino que la
“sentía” en su corazón y compartía sus apreciaciones con los
viajeros:
“¡Gentes que viajáis, queréis juzgar una ciudad antes de entrar en
ella? Si está dominada por elevados y negros campanarios, por
cúpulas relucientes, entrar y encontraréis en ella hermosos
monumentos, grandes recuerdos; pero si se presenta a vuestras
miradas sin construcciones elevadas, no vayáis porque no
encontraréis en ella más que calles y casas uniformes, no entréis si no
es que el azúcar y el algodón tienen para vosotros más importancia
que todo los demás. Si desde lejos percibís colosales chimeneas huid
de ella como el aspecto de molinos de viento, porque entre todas
las ciudades, las ciudades donde hay fábricas son las más
fastidiosas, matan el talento y el corazón y convierten a los hombres
en máquinas.”
18. Cuando Maximiliano visitaba una ciudad, no sólo la veía, sino que la
“sentía” en su corazón y compartía sus apreciaciones con los
viajeros:
“¡Gentes que viajáis, queréis juzgar una ciudad antes de entrar en
ella? Si está dominada por elevados y negros campanarios, por
cúpulas relucientes, entrar y encontraréis en ella hermosos
monumentos, grandes recuerdos; pero si se presenta a vuestras
miradas sin construcciones elevadas, no vayáis porque no
encontraréis en ella más que calles y casas uniformes, no entréis si no
es que el azúcar y el algodón tienen para vosotros más importancia
que todo los demás. Si desde lejos percibís colosales chimeneas huid
de ella como el aspecto de molinos de viento, porque entre todas
las ciudades, las ciudades donde hay fábricas son las más
fastidiosas, matan el talento y el corazón y convierten a los hombres
en máquinas.”
19. Maximiliano era ante todo un hombre de corazón. Su recuerdo se
venera aún hoy en esas provincias lombardas que administró como
amigo y como padre; y en ese México donde nunca quiso reinar
como conquistador…
20. Hacia julio de 1866 los días del imperio eran de desaliento, pues las
pugnas entre los imperialistas conservadores y los ilberales
republicanos simpatizantes de Benito Juárez, empeoraban cada día.
La emperatriz dio muestra de su gran
energía. Decidió que ella en persona
partiría e iría a tratar personalmente
con Napoleón lo relativo al
sostenimiento del imperio.
La valerosa mujer no dudaba del buen
éxito de su empresa, pues aseguraba
que a fuerza de súplicas conseguiría de
Napoleón lo que era necesario para la
salvación de la causa imperial.
Maximiliano acompañó a su ilustre
consorte, a quien jamás había de volver
a ver, hasta Ayutla, a unas siete leguas
(34 km aprox.) de la ciudad de México.
21. Desde su entrevista con Napoleón, la
emperatriz tenía las ideas más estrafalarias
y desconfiaba de todo el mundo. No cabía
duda ninguna que aquel cerebro
caminaba a grandes pasos a la locura.
Había sufrido tal sacudimiento nervioso,
que por doquiera veía acechanzas y
emboscadas.
Unos meses después, en El Vaticano, casi a
gritos Carlota implora asilo al papa Pío IX.
Se encontraba muy alterada. El médico
declaró que la emperatriz sufría un terrible
ataque de enajenación mental, e indicó
que sería conveniente que se le permitiese
quedarse unos días en el palacio y que no
viese a ninguna de las personas de quienes
desconfiaba.
¡Al día siguiente por todo Roma circulaba ya el rumor de que la
infortunada emperatriz de México había perdido la razón!
22. Mientras tanto, las bromas y el buen humor que en otros tiempos
habían caracterizado a Maxilimiano, habían desaparecido por
completo. Su cabeza, que antes siempre estaba erguida y altiva,
ahora se veía inclinada, como bajo el peso de tantas
contrariedades y tantos sufrimientos.
El emperador bien comprendía
que a costa de todos los
sacrificios, tenía que
permanecer en México,
pareciéndole poco decoroso
huir entre los equipajes del
ejército francés.
23. México, Puebla y Querétaro eran las últimas plazas en poder de
los imperialistas. El 19 de febrero de 1867, Maximiliano llega a
Querétaro donde instala la capital del país a su cargo. Cuentan
las crónicas que es entusiastamente recibido por la multitud; Se
instala en el Casino Español. La más completa tranquilidad y la
calma más absoluta reinaron en Querétaro durante los primeros
días de su permanencia en la ciudad.
24. El cuartel militar se instala en el Cerro de las Campanas,
deliberando diariamente sin que nada de importancia suceda.
Sin embargo los liberales rompen el acueducto, cortando una
buena parte del suministro de agua a la ciudad.
25. La tarde del 30 de marzo el emperador organizó una gran fiesta
militar en la plaza del Templo de la Cruz, donde condecoró a los
jefes, oficiales y soldados que habían lucido su valor y pericia en
los recientes combates.
El General Miramón se acercó al soberano para condecorarlo
con la medalla de cobre del valor militar concedida al soldado
raso. Maximiliano, conmovido,
abrazó a Miramón y agradeció
a los jefes y oficiales allí presentes.
Nutridos y entusiastas gritos de
¡Viva el Emperador!
atronaron el espacio.
26. La superioridad de las fuerzas republicanas y la traición provocaron
que en la madrugada del 15 de mayo, Querétaro finalmente cayera
en poder de los liberales, haciendo fuego e inundando con su gritería
las principales calles de la ciudad. Al Emperador lo despertaron para
salir de prisa. Entonces se hospedaba en el convento de La Cruz.
En las faldas del cerro de las
Campanas, rodeado por
los oficiales republicanos,
Maximiliano se vio obligado
a entregar su espada al
General Mariano
Escobedo.
Se le llevó de nuevo al
convento de a Cruz, donde
lo que fue su habitación se
convirtió en su primera
prisión.
27. El sitio de Querétaro había terminado, después de resistir durante
72 días, valientemente, 7000 imperialistas ante 40,000 sitiadores.
28. Ese mismo mes, su majestad
fue trasladado al convento
de Teresitas.
Las habitaciones que en este
convento sirvieron de prisión
al soberano y a su comitiva
fueron dos cuartos con vista a
un gran patio arbolado.
29. Posteriormente fue trasladado al convento de Capuchinas, aún a
pesar de las súplicas de la princesa de Salm-Salm por salvar la vida
del emperador, se cumplió en Maximiliano la sentencia de muerte.
30. Un silencio sepulcral reinaba, no sólo en el convento que le servía de
prisión, sino también en toda la ciudad. A los primeros rayos de la
aurora, los criados lívidos y demacrados por tanto llorar, escucharon
el redoble de los tambores republicanos que se acercaban.
El emperador vestía de negro y salió en un carruaje acompañado
de un sacerdote. Al pasar el carruaje por las calles de la ciudad, en
todas las puertas, ventanas y balcones, se veían damas y caballeros
enlutados que sofocaban sus sollozos con los pañuelos empapados
por el llanto.
31. Al bajarse del carruaje en el cerro de las Campanas, con su serena
mirada azul como el cielo, exclamó: “¡en un día tan hermoso como
éste quería yo morir!”
Algunas crónicas relatan lo que fueron las últimas palabras de un
hombre digno, justo y de alma grande:
“Perdono a todos
y pido que me perdonen,
y que mi sangre, que está
a punto de ser vertida,
se derrame para el bien
de este país.
Voy a morir por una causa justa:
la sangre de la Independencia
y la libertad de México.
Que mi sangre selle las
desgracias de mi nueva Patria.
¡Viva México!”
32.
33.
34. A la llegada de su ataúd a
Trieste jamás se vio emoción
semejante: los almacenes
se cerraron, el trabajo
quedó suspendido, por
todas partes no se veía más
que gentes vestidas de luto
y mujeres que sollozaban.
35. Cuando se piensa en la vida feliz que habrían podido llevar allí, cuando
se evoca ese pasado de horas lentas, cuando se piensa que él dio su
vida por un país al que amó y que ella murió en la amarga soledad de
su locura 60 años después, se siente una tristeza indefinible al franquear
la reja de esta residencia, no se pueden recorrer estos jardines llenos de
encantos sin colocar en ellos escenas de ventura; en esas alamedas
bañadas por una luz verde y crepuscular la imaginación cree ver
todavía una pareja enlazada que en ellas desaparece.
36. Fernando del Paso, en su magnífica obra Noticias del Imperio, resume
en una sola frase la trágica historia de Maximiliano y Carlota,
Emperadores de México:
“Ella se mexicanizó hasta la locura, él se mexicanizó hasta la muerte.”