1. El que ha conocido a Dios, a Abbá, sabe que Dios es un permanente perdón, una acogida inquebrantable. Es la aplicación concreta de lo que vimos el domingo pasado: me siento querido y respondo queriendo; me siento perdonado y respondo perdonando. José Enrique Galarreta Texto: Mateo 18, 21-35 // 24 Tiempo Ordinario –A- . Comentarios y presentación: Asun Gutiérrez.
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4. 23 Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. 24 Comenzaba la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. 25 Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. 26 El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: “Señor, dame un plazo y te pagaré todo”. 27 El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. La parábola es exclusiva de Mateo. En Jesús el perdón está presente no sólo en sus palabras sino –sobre todo- en sus obras, en su vida. Perdona constantemente y hace del perdón uno de los temas básicos de su predicación y de su actuación habitual. No es cuestión de números y contabilidad, sino de cambio de mentalidad. No tenemos que llevar cuenta de las ofensas que nos hacen, o que creemos que nos hacen, ni de las veces que hemos perdonado mostrándonos generosos. El perdón a los demás no es la condición para que Dios nos perdone, sino la consecuencia de sentir y disfrutar el amor y el perdón de Dios.
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6. 34 E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. 35 Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”. No se trata de que Dios se portará como nosotros nos hayamos portado: se trata de que nosotros hemos de portarnos con los demás como Dios se porta con nosotros. Dios es Amor. El amor es lo que caracteriza a los seguidores de Jesús: "En esto conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis unos a otros". Y uno de los aspectos más expresivos del amor es el perdón.
7. Sobre buenos y malos, Padre, haces salir el sol y mandas la lluvia. A todos sostienes, a todos ofreces tu regazo y susurras palabras de vida y ternura, independientemente de sus méritos, de su bondad o malicia, de su credo. Amas a todos, Amas al injusto, pero detestas la injusticia. Amas al pobre, pero aborreces la pobreza. Amas al engreído, pero te hastía el orgullo. Graba en nosotros las claves de tu corazón, y da a nuestras entrañas los ritmos de tu querer para respetar a los que son diferentes, dialogar con los disidentes, defender al débil, prestar sin esperar recompensa, saludar al caminante, y amar a todos por encima de nuestros gustos y preferencias. Enséñanos, Padre, a ser como Tú. Que todos puedan decir: “ Son hijos dignos de tal Padre”. Ulibarri, Fl Como Tú, Padre