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TENEMOS
UNA OCUPA
EN EL SALÓN
Aurora Garrigós 2015
auroragarrigos@gmail.com
Derechos de autor cedidos por dos años a:
Federación de Teatro Amateur de la Comunidad Valenciana
http://www.teatreamateur.org/
2
Sinopsis:
Severiano se ha volcado en su hija desde que era pequeña de una manera
desproporcionada, a pesar de los reproches de su mujer. Sembrando así el egoísmo en la
chica hasta límites insospechados, pues Marga, que así se llama la hija, cree que sus
padres han de mantenerla y servirla en todos los sentidos, a pesar de tener veintiséis
años y una vida económica incluso más favorable que la de sus padres.
El padre descubre su error y trata por todos los medios de remediarlo pero, ¿será
demasiado tarde? ¿Aprenderá de su error…?
Esta obra pone ante nuestros ojos las consecuencias de la sobreprotección, mientras
muestra la lucha emocional de unos padres por acaparar el amor de su hija. Con humor
nos conduce hacia situaciones que desencadenan emociones de amargura en sus
protagonistas. El argumento plasma una realidad que, amplificada sobre el escenario, es
más común de lo que cabría esperar.
La sobreprotección, antes o después pasará factura a todos. Y es que, si bien poner
límites y aportar estructura a los hijos no es fácil, lo cierto es que se convierte en una
necesidad ineludible que, sin duda, les ayudará a integrarse de una manera sana y
positiva en la sociedad.
3
REPARTO
Severiano-----------------------Padre
María---------------------------Madre
Marga----------------------------Hija
Lucía --------------------------Nieta
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PERSONAJES
Severiano: Marido de María de 50 años. Trabaja a turnos en una empresa de
instalaciones eléctricas. Se siente agobiado últimamente.
María: Esposa de Severiano de 45 años. Trabaja tres tardes a la semana como modista
en un taller arreglando ropa. Parece estar siempre en estado de alerta.
Marga: Hija del matrimonio de 26 años. Actúa como si se hubiera quedado en la
adolescencia. Su trabajo no le gusta. Su actitud es distendía, pasota y vulgar.
Lucía: (Último acto) Hija de Marga y nieta de Severiano y María. Educada y solícita.
Muy cariñosa y despierta.
5
Época actual. Derecha e izquierda,
las del espectador.
La acción transcurre en un único
decorado que reproduce el ángulo del
salón-comedor de un piso modesto y
pequeño, cuya única habitación es la
del matrimonio. A la izquierda y pegado a la pared un aparador lleno de ropa
amontonada. A continuación del aparador se encuentra la puerta de entrada al interior
del piso, donde están la cocina, la habitación, el baño etc.
En el rincón que une las dos paredes, una grande y bonita planta decora el ambiente.
Seguidamente y en la pared de enfrente del espectador, una ventana con cortinas que se
corren de un tirón, sin dificultad. La luz entra a través de la ventana y ésta cambia,
creciendo o decreciendo en intensidad conforme pasan las horas. Al lado de la ventana,
una estantería con libros y adornos. Seguidamente un pequeño recibidor que lleva a la
puerta de la calle situada a la derecha del recibidor, oculta a los ojos del espectador.
Continúa el escenario con otra planta que adorna el espacio.
Paralelamente al aparador está la mesa del comedor con un colchón encima; vestido con
sábanas y colcha de verano revueltas en la improvisada y deshecha cama. Debajo de la
mesa hay una colección de zapatos, botas, mochila, artilugios deportivos, maletas etc.
totalmente desordenados y espaciándose hacia afuera sin ton ni son.
En el centro del escenario una improvisada mesa pequeña de cuatro comensales con tres
sillas a su alrededor. Encima de las sillas y de la mesa también se pueden apreciar
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camisetas en un montón. En las sillas cuelgan un par de sujetadores y bragas, el aspecto
del salón-comedor es caótico.
A la derecha del escenario dos sillones reclinables.
Cuadros, lámparas, plantas y accesorios varios que decoran y dan al ambiente un
aspecto hogareño.
7
Acto primero
Es por la mañana y entra Severiano al salón. Se dirige hacia la puerta de la calle.
Mira a su alrededor y estirando los brazos muestra el desorden en lenguaje corporal,
mientras hace un semicírculo sobre sí mismo a un lado y a otro. Al observar
detenidamente el desorden mueve la cabeza negativamente.
Severiano – ¡Pero qué desastre! No sé si voy a poder soportar esto por mucho tiempo.
¡Otra vez aquí…! (Pensativo) ¡Y no sé qué hacer! a veces, incluso hasta me cuesta
mirarla a la cara. (Sale)
Entra María a escena desde el interior del piso.
María – ¡Jesús! ¡Menuda pocilga! Voy a ordenar todo esto, a ver si Severiano no se ha
dado cuenta y me ahorro un problema… (Se da prisa para ordenar) no creo que tarde
en subir.
Cuando ya tiene medio recogido el desorden aparece Severiano y la mujer se queda
parada, como si la hubiesen pillado en una travesura.
Severiano – ¡Oh, vamos! también vas a ordenarle tú las cosas.
María– ¡No te pongas así Severiano! La niña ha ido a trabajar. Además, me molesta ver
todo desordenado.
Severiano – Claro y de eso ella se aprovecha.
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María – No empieces otra vez, vale, si no te hubieses empeñado en vender nuestro
antiguo piso seguiría teniendo su cuarto y no pasaría esto, ahora nos toca tenerla
durmiendo aquí encima y ya te he dicho que no soporto el desorden.
Severiano – (Mirando a su alrededor) El desorden dices ¡María, esto es el caos!
María – Pobrecilla, (Sigue ordenando) si es que no tiene tiempo.
Severiano – (Cogiendo las bragas que cuelgan de la silla y levantándolas) Lo que no
tiene es vergüenza.
María– Por favor cariño, (Le arrebata las bragas de un estirón y recoge los sujetadores
con ímpetu) no tengo ganas de discutir.
María sigue ordenando el salón mientras su marido la mira y niega con la cabeza.
Severiano se dirige al público.
Severiano – Cuando Marga, nuestra hija, se independizó mi mujer se puso a llorar; sin
embargo, yo me sentí como si nos hubiera tocado la lotería. ¡Toda la casa para nosotros!
sobre todo el baño, Marga lo monopolizaba continuamente. Anda que no tuve que ir
veces a casa de la vecina a echar una meadita… por no decir otra cosa. Por eso se me
ocurrió que para evitar que volviera a instalarse en casa, lo mejor era vender aquel piso
de dos habitaciones y comprar este de una sola habitación. Así, de paso, recogíamos
algún dinerillo para la vejez, que cada día está más cerca. (Mira a la esposa pensativo)
pero está claro que me equivoqué.
Entra Marga.
Marga– (Con entusiasmo) ¡Hola padres!
María – (Sorprendida)¿Qué haces aquí? ¿Y el trabajo…?
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Marga – (Cambia su actitud con descaro) ¡Uy, es que me siento mal, estoy muy
mareada… (Tambaleándose) ¡Uy, uy! Voy a ver si me acuesto un rato que no me tengo
de pie (se tumba en su improvisada cama).
Severiano – Sí hija sí, una idea muy original para no hacer nada. Desde luego se te nota
en la cara que estás fatal, (con sarcasmo). A ver, a ver… (le pone la mano en la frente)
Gandulitis crónica, no te preocupes si le ayudas a tu madre se te pasa en un periquete.
María – ¡Seve!, pobrecilla. ¿Te sientes mal cariño? (va solicita hacia ella).
Severiano – ¡Por Dios María! si no hay más que verla para darse cuenta de que miente.
Marga – ¡¿Sí?! Pues mira, hoy en el trabajo se lo han tragado sin agua y a la primera
(muy resuelta).
María – ¡Ay Marga, eso no está bien hija!
Severiano – (Burlándose de María) Noooo y por eso te voy a dar unos azotitos en el
culito por malita. (A la hija) Pero qué desperdicio de tiempo y dinero el que hemos
derrochado en tu carrera ¡Si está claro que lo tuyo es actuar!
Marga – (Sin prestar atención a lo que dice su padre) ¡Qué quieres mamá! Yo no he
estudiado para empaquetar sillas. Soy decoradora de interiores y me encantaría trabajar
en lo que sé y me gusta. Este trabajo es un verdadero rollo.
María –Pero hija, ¡cómo puedes decir eso con la crisis que hay! Eres muy afortunada,
además, es un departamento de exportación ¡y tú no eres quien empaqueta las sillas
Marga, por favor! ¡Ganas un buen sueldo! ¿De qué te quejas, (Angustiada) y si se dan
cuenta de que les has mentido…?
Marga – Pues es posible que me despidan y que tengáis que mantenerme vosotros (ríe).
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Severiano – (Remarcando las sílabas) Ja-ja-ja, como si no lo hiciéramos ya.
Marga – (Pasando de su padre y con desparpajo) Bueno, ahora por favor, no habléis o
no podré conciliar el sueño (se acuesta encima de la mesa de comedor).
Los padres se miran, Severiano hace un movimiento hacia ella pero María lo sujeta y
contesta a su hija:
María – Pe…pero cariño, (con lástima) es que estás en nuestro salón, el centro
neurálgico de nuestra casa, es de día y nosotros tenemos que vivir.
Marga – (En tono de reproche) Y qué culpa tengo yo de que vendierais mi habitación.
¡Yo no puedo comprar una vivienda!
Severiano – No, claro, la que tú quieres desde luego que no, pero una más normalita
seguro que sí. Y si no, ¿qué tal si pruebas a alquilarla? Nosotros vivimos de alquiler
muchos años y no nos pasó nada. Además tu sueldo da para eso y para mucho más.
¡Pero si casi es mejor que nuestros dos sueldos juntos!
Marga – Sí, pero entonces me quedaría sin poder ir de vacaciones cada fin de semana, o
no podría comprarme la ropa que me dé la gana y disfrutar de la vida. Y no es eso lo
que vosotros queréis ¿No me habéis dicho siempre que disfrute de la vida?
Severiano – Pero resulta que ahora hay un pequeño problema (con rintintín) cariño. Y
es que para que tú disfrutes de la vida. Nosotros tenemos que morirnos de asco.
María – ¡Severiano!
Severiano – (Le replica de igual modo) ¡María! A ver… ¿Desde cuándo no nos hemos
ido tú y yo a un buen restaurante? Y esos trapitos que solo puedes mirar desde el
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escaparate ¿qué? Ahora todo va a parar al estómago de tu hija y a su ropero. (Mira los
bajos de la mesa-cama y el aparador) bueno, mejor sería decir trastero.
María – ¡Venga, déjalo ya Seve! No empecéis otra vez a discutir.
Marga – ¡Sí claro! pobrecitos de vosotros, pero la realidad es que soy yo la que estoy
aquí durmiendo encima de una mesa, tirada en el salón, sin intimidad, igualita que una
paria (tratando de hacerles sentir mal).
María – Severiano, ¡la niña tiene razón!
Severiano – ¡Este es el otro problema! Pero María no te das cuenta de que esto que se
nos ha apoderado del salón ya no es una niña. No te acuerdas de que se ha tirado los dos
últimos años durmiendo con un tío con bigote.
Marga – Padre desnaturalizado (con rencor).
Severiano – Y uperisado... y pasteurizado...( irónicamente) Hija, bonita, que tú a mí no
me la das con leche.
María – Con queso.
Severiano – ¿Qué?
María – Con queso, que se dice con queso hombre.
Marga – ¡Uy!, hablando de la leche y sus derivados; mamá, (con voz melosa) ¿me
traerías un vaso de leche calentita antes de que me duerma?
María se dispone a preparárselo, Severiano va corriendo a cerrarle el paso.
Severiano – (Enfadado) María no lo hagas, no lo hagas María o me voy de esta casa.
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María – Tal vez sea mejor que te dé un poco el aire Severiano.
Severiano – (Muy serio y ofendido) ¿A sí? Pues muy bien, hasta nunca (sale como alma
que lleva el diablo).
María – (Preocupada) ¡Pero hombre tampoco te pongas así! ¿A dónde vas alma de
cántaro?
Marga – Madre, la leche por fa. ¡Anda y deja que se vaya de una vez! ¡Má pesao!
Bueno, ya sabes cómo me gusta la leche, en su justa medida; ni caliente ni fría.
(Cogiendo una revista)
María – ¡Ay, ya voy! (Malhumorada) ¡Uy, perdona hija!, es que tu padre me pone de
los nervios.
Marga – Hombres, no hay quien los entienda. Haz como yo mamá, búscate una novia
(muy resuelta).
María - ¿Cómo? (sorprendida y horrorizada).
Marga – (Riendo) ¡Es broma! ¡Joder, pero qué cara has puesto! Si te hubieses visto la
cara…
María – ¡Caray! (Recoge más trastos) ¡Es que me has dado un buen susto!
Marga se queda mirándola pensativa mientras su madre le arregla la ropa de la
cama.
Marga – ¿Qué pasaría si fuera cierto? (intrigada y sorprendida)
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María – Nada hija, sólo que como es algo atípico tendría que hacerme a la idea, eso es
todo. Aunque tu padre pondría el grito en el cielo, de eso puedes estar segura. Y eso es
lo que de verdad me asustaría (sonríe).
Marga – No. Si ya sé que tú eres una madre muy enrollada que me quiere por encima
de todo. No como mi padre. ¡Pero por qué no habrás sido tú una madre soltera!
María – ¡Por Dios Marga, que es tu padre!
Marga – ¿Seguro?
María – (Escandalizada) ¡Marga!
Marga – No, si no lo digo por ti madre, era para ver si podía deshacerme de él de una
vez y para siempre.
María – ¡Ay hija!, ¡entre los dos me vais a matar a disgustos!
Marga – Pero mamá, si por él fuera seguro que me llevaría al paredón de fusilamiento
día sí, día también.
María –Bueno, eso seguro e incluso te haría ir a la pata coja. Pero no me negarás que
te ganas con creces sus recriminaciones.
Marga – Con creces no, con cruces, porque aguantarle es como llevar una cruz así de
gorda a cuestas (hace el gesto).
María – Venga, ya vale. Anda déjate de historias y descansa que voy a por tu leche (la
arropa).
Sale a prepararle la leche. Marga se incorpora y coge el móvil para llamar a una
amiga.
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Marga – Hola flor!... vale, no te enfades tía. Ya sé que tu nombre es Rosa, ¿pero acaso
una rosa no es una flor? Bueno. Empezaré de nuevo: – Hola Rosa, ¿qué hacemos hoy?
¿Cómo que no puedes salir? ¿Por qué? Tía que ya eres mayorcita para que tus padres te
manden ¿Suerte? Yo no tengo suerte yo tengo mano con mis viejos. Fíjate, me he salido
del trabajo antes de hora y ahora mi madre me está preparando un vaso de leche
caliente, porque me estoy haciendo la ñoña que es un primor. Pues tía aprende tú. Ellos
son los que nos traen al mundo ¿no? y que yo sepa no nos piden permiso. Pues que sean
responsables de sus actos; no es esa la monserga que nos repiten todos los días desde
que nacemos. Responsabilidad; pues eso, que se apliquen el cuento o que se lo hubiesen
pensado antes de meternos en esta mierda de mundo. Tú, lo que yo te digo, espabílate,
no seas gilipollas. O te comes el mundo o el mundo te come a ti. Voy a sobarla un rato...
¿Qué qué me van a decir? ¡Nada! Aquí la mandurrianta soy yo tía. Bueno, pues cuando
te rebeles me avisas ¿vale?, chao pringaaaa.
Cuelga el móvil y se acurruca en su colchón. Tras unos segundos sale la madre con
un vaso de leche. Con cariño y suavidad trata de despertar a la hija para que se la
tome. La hija refunfuña sin despertarse y la madre desiste, se mira el reloj, deja el
vaso en el aparador y de puntillas coge el bolso, sale de la casa, pero antes cierra las
cortinas, (la luz baja de intensidad) unos segundos y aparece el padre, se acerca a su
hija y la mira con cara de enfado pero poco a poco su rostro comienza a dulcificarse,
mira hacia el público y con una mezcla de melancolía y añoranza dice:
Severiano – ¡Qué felicidad! cuando te dicen: ¡vas a ser papá!¡Qué ilusión cuando, por
primera vez, tu hija te dice con esa carita tan linda, Papá (imitando a un bebé). Y
cuando sus bracitos rodean tu cuello porque tiene miedo. Que increíble sensación
cuando sientes cómo se calma al abrazarte, te das cuenta de que tú eres todo su mundo,
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lo más importante para ella y eso te llena, te llena tanto que se te olvidan las noches en
las que no te ha dejado dormir, los días en que te da la comida porque no hay manera de
que se coma la suya. O esa angustia que te entra cuando le sube la fiebre. La
preocupación de su primer día de cole, donde piensas: qué estará haciendo ahora mi
niña. Estará llorando o será feliz (Acaricia su pelo pensativo pero poco a poco comienza
a cambiar su actitud).
Pero, de pronto, y sin saber dónde empieza el problema, comienzas a discutir con ella
por cosas que no tienen ni pies ni cabeza. Porque quiere beber más Coca cola y tú no
quieres, porque quiere ponerse una minifalda y tu le dices: –¡Vale hija!, ponte una
minifalda, pero no te empeñes en hacerme creer que ese cinturón ancho que llevas es
una minifalda ¡coño, que no soy tonto! Ahora, que lo peor viene cuando tiene su
primera cita y vienen a recogerla con el coche (recalca lo del coche). Ese es uno de los
peores días en la vida de un padre. Y para colmo, ves a tu mujer emocionada, con cara
de boba, incluso ilusionada mientras tú piensas: – ¿Pero a esta qué le pasa? Y entonces
va y te dice: –Ay cariño, que nuestra pequeña se ha convertido en una mujer. ¡Joder,
pues claro!, ¿por qué te crees que estoy así?, a mí el viaje en coche que le van a dar me
tiene sin cuidado, lo que realmente me preocupa es el viaje que le endiñará la hormona
desenfrenada con patas que lo conduce... precisamente en el coche (vuelve a recalcar lo
del coche). Que uno también ha sido joven y sabe de lo que habla.
Se acerca a su hija y vuelve a acariciarle el pelo.
Severiano – Lo que yo hubiese dado por que te quedaras chiquitita para siempre
(silencio) pero no; tenías que crecer (enfadado) y, después de aquel maldito día
(angustiado) me tienes hasta las narices, habrase visto desfachatez más grande. Sabes
que te digo, que tú de mí no te ríes.
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Decidido corre las cortinas y coge una revista haciendo con ella un canuto para
simular un altavoz. Arrimándolo a la oreja de su hija le grita con todas sus fuerzas un
solo de trompeta militar. Marga grita aterrada y da un brinco sentándose en la cama.
Severiano – ¡Hora de levantarse!
Marga – ¡Pero te has vuelto loco tío!
Severiano – No, estoy más cuerdo que nunca. Es hora de trabajar (destapándola del
todo).
Marga – ¡Que estoy enferma! ¿Es que no te has enterao?, (gritándole) se lo voy a
contar a mamá. ¡MAMAAAAAÁ!
Severiano – ¡Uy que miedo! a lo peor me castiga de cara a la pared (con guasa).
Marga – Sí, tú búrlate pero de esto se va a enterar tu mujer.
Severiano – No, la que se va a enterar eres tú, y entérate ya de una vez que esta casa ha
dejado de ser un hotel para ti.
Entra María en ese momento con unos limones.
María – Pero ¿qué está pasando aquí?
Padre e hija se quedan por unos segundos mirándola y Marga corre a refugiarse
entre los brazos de su madre.
Marga – ¡Ay madre!, menos mal que estás aquí. ¡Papá se ha vuelto loco!, se ha puesto
a gritarme, ¡se le ha ido la pinza tío!, menudo susto me ha dao. (Se pone detrás de
María asustada).
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María mira desafiante a Severiano, como una leona defendiendo a su cría.
María - ¿Qué le has hecho a la niña Severiano?
Severiano – ¡Y dale con la niña! Que tiene veintiséis años María ¡por Dios!, pero cómo
va a crecer si no la dejas. Es que no ves como se comporta. Si parece que tiene quince.
¡No la dejas crecer María!
María – ¡Ah claro! que ahora la culpa la tengo yo ¿no? Como siempre.
Severiano – Pues claro, ¿quién si no la va a tener?
Marga – Tú por vender mi habitación. Nada de esto pasaría si estuviese durmiendo en
mi cama.
Severiano – (Suplicante y recalcando) María si no la consintieras tanto tú serías más
feliz…yo sería más feliz. Todos seríamos más felices.
María – Pero qué egoísta eres Severiano, ¿no querías hijos?, y eso que sólo tienes una.
No quiero ni pensar si tuvieses más. Sólo piensas en ti Severiano. (Con desprecio)¿Qué
clase de padre eres tú?
Marga desde detrás de su madre le hace burlas a su padre. Severiano se ve superado
por la situación y por los ataques de su mujer y con visible impotencia se marcha
diciendo:
Severiano – Mira…Voy a preparar la ensalada (sale hacia la cocina).
Marga – ¡Cuidao! no se te vaya la mano con el vinagre, que ya bastante agrio eres tú
(se burla).
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Severiano se gira y la mira desafiante. María se pone delante de Marga impidiendo
que la mirada de su marido fulmine a su hija. Cuando desaparece Severiano de
escena la madre se gira algo enfadada hacia su hija.
María – Por favor Margarita, no me lo pongas más difícil, es tu padre, un poco de
respeto por Dios.
Marga – ¡Pero si empieza él!, yo estaba tan ricamente durmiendo y se ha puesto a
hacerme un solo de trompeta en el oído. Hablando de oído, todavía noto un zumbido,
¿me habrá roto el tímpano? Será mejor que me pidas cita para el otorrino (como una
niña preocupada).
María – Ay hija no me digas eso (asustada le mira la oreja) sana, sana culito de rana.
(Marga abre los ojos como platos mirando al público entre sorprendida y avergonzada
por la ocurrencia de su madre)Venga no será nada, seguro que dentro de un rato se te
ha pasado. Anda ayúdame a poner la mesa hija.
Marga cambia de actitud y en sus gestos se adivina la picardía, por tratar de librarse
del trabajo que le ha mandado hacer su madre. Entonces decide echarle morro.
Marga – ¡Ay, ay que mareo me ha entrao! No sé qué me pasa; debe de ser el efecto del
susto que me ha dao el bruto de tu marido, ¡ay... ay que me caigo!
La madre rápidamente la sujeta asustada.
María - Anda acuéstate otra vez que me parece que es verdad que te encuentras mal.
Descansa hija hasta que esté la comida. Yo creo que todo esto te pasa porque estás
estresada.
Marga – ¿Tú crees mamá? Entonces, (lánguida y decaída) ¿saldré de ésta?
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María – ¡Por Dios Marga!, qué cosas tienes hija.
La madre la arropa con mimo y sale de escena. Marga se incorpora y dirigiéndose al
público dice:
Marga – Que dura es la vida de los hijos. Hay que ver lo que hay que hacer para no
hacer nada. Bueno, a fin de cuentas esa es nuestra misión ¿no?, tratar de salirnos con la
nuestra a como dé lugar, desde que nacemos. Y creo que a este paso voy a conseguir
matrícula de honor. (Con sinceridad) Mi madre es una buenaza, pobrecilla, a veces me
da un poco de pena, pero es que es ¡taaan boba! Sin embargo mi padre se pasa de listo,
Severiano es como su nombre, severo y duro de roer... Se ha empeñado en dejarme sin
habitación y esa me la va a pagar. ¡No sé qué coño le habré hecho últimamente!, pero
está que no hay quien lo aguante.
Con Jesús, mi novio, me pasaba el día discutiendo. ¿Por qué? Pues porque durante dos
años intenté que me tratara como mis padres, pero no hubo manera y encima me tocaba
lavar sus calzoncillos, hacerle la comida, limpiarle la casa y, quieren que les diga algo,
pues que me cansé ¿Por qué voy a hacer esas cosas para alguien si hay alguien que las
hace para mí?
Se tumba de nuevo en la cama, sale el padre con la ensalada a poner la mesa con
cara de pocos amigos. Marga le observa. Después de colocarlo todo se sienta
enfurruñado en la mesa, a la derecha del público. Sale María con los tres platos.
María – Venga hija, a comer que se enfría.
Marga da un brinco y salta de la cama para sentarse a comer.
María – ¡Vaya, ya veo que estás mejor, me alegro!
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Marga retrocede en su actitud para disimular su mentira. El padre y la hija se sientan
uno enfrente del otro, la madre en medio de cara al público. El padre sigue enfadado,
no levanta la cabeza ni para mirarlas.
María – (Mirando a los dos de reojo trata de distender la situación) ¿Estas vacaciones
vas a algún sitio hija?
Marga – Sí, nos vamos a Grecia.
María - ¿Os vais? ¿Quiénes?
Marga – La Flor y yo, vamos a ver si nos ligamos a algún griego, que dicen que son
muy fogosos (El padre levanta un poco la cabeza para echarle una mirada fulminante,
después mira a su mujer) pero donde estén los españoles que se quiten los demás,
aunque aquel alemán que me ligué una vez no lo hacía mal del todo, la verdad.
María – (Carraspea y cambia rápidamente de tema) Hay que ver que calor más
bochornoso está haciendo. A este paso nos vamos a achicharrar.
Marga – Pues ¡que viva el despelote!, es lo mejor para el calor ¿no? (dice mirando a su
padre).
Severiano casi tiene metida la cabeza en el plato. María teme el conflicto y trata de
encontrar un tema de conversación más adecuado para evitar que la paciencia de su
marido salte por los aires.
María – Ay hija, ayer vi a Silvia tu amiga de la infancia.
Marga – Esa mema ¿y qué?, ¿te rezó el rosario?
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María – No hables así de la chica, es muy buena muchacha, me contó que está haciendo
voluntariados en un hospital.
Marga – ¿Y eso en qué consiste? (con poco interés).
María – Pues en cuidar a los enfermos, ella cuida a los que no tienen a nadie que los
cuide.
Marga – ¡Aaayy claro! (burlándose junta las manos como para rezar) Santa Silvia, se
me había olvidado. Esa chica ha sido siempre ¡taaaan buena! Anda que no nos reíamos
de ella en el colegio. Y la muy estúpida nos servía a todos como una tonta.
Severiano – (Irónicamente) ¡Qué raro! ¿Tú aprovechándote de alguien?
La madre carraspea de nuevo y azorada dice:
María – Pues mañana voy a hacer espaguetis.
La hija se ha quedado con lo que el padre le ha dicho y no tiene inconveniente en
entrarle al trapo.
Marga – A ver, dime... ¿de quién me aprovecho yo?
Severiano – Pues no sé, si quieres te hago un croquis (con guasa).
Se miran desafiantes. La madre sigue tratando de desviar la atención a como dé
lugar.
María – Ayer Luisa, la vecina del tercero, me dijo que la del cuarto se ha separado.
Marga – (Ignorando lo que dice su madre) Pues vale, hazme un croquis o deletréamelo,
porque todos no somos tan listos como tú (irónica).
22
Severiano – Tú con tal de que te hagan lo que sea ¿verdad?
Marga - (Ofendida) ¿Qué quieres decir?
La madre mira a uno y otro visiblemente preocupada, buscando desesperadamente
las palabras que consigan desviar la atención de alguno de ellos.
Severiano –El alemán no lo hacía mal del todo (haciendo burla pero cabreado).
María – Hi-hija ¿sabes qué...? (Marga no deja terminar a su madre).
Marga – ¡Ja!, te ha molestado que dijera que el alemán era un cachondo. ¿Pero qué
pasa? tengo 26 años, ¿te crees que me chupo el dedo?
Severiano – Sí, tienes 26 años y muy poca vergüenza. Ya quisiera yo que todavía te
chuparas el dedo y no otras cosas…
María – ¡Uy por Dios! Severiano ¿fu-fuiste a llevar los papeles del seguro al taller?
Ignorando las palabras de la madre.
Marga – ¿Pero ahora qué he hecho yo?
Severiano – Dirás mejor qué es lo que no haces.
María – (Desesperada y en un tono bastante elevado) Anoche me acosté con uno...
(Severiano y Marga se callan y la miran asombrados, María piensa unos segundos
cómo salir del atolladero en el que se ha metido) uuuno de los pijamas nuevos que me
he comprado… digo. Bueno... mejor dicho, un picardías.
Severiano – ¡Que te has acostado con un picardías y yo no me he enterado!
María respira algo aliviada porque ha logrado acaparar la atención de su marido.
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María – Pues no será porque no traté de llamar tu atención, pero tú roncando sin parar,
pata aquí, pata allá.
Severiano – (Con reproche e incredulidad) Tampoco insistirías mucho.
María – Pues hombre, ¡si hasta te lamí la oreja!
Marga – ¡Puaj!, ¡qué asco! cortaros un poco ¿no?, que estoy aquí.
Severiano – (Divertido) ¿A qué jode? (a su mujer) Desde luego María, mira que no
despertarme…
Entre quejas comienza a quitar la mesa y el primero que desaparece de escena es el
padre. María mira hacia donde se ha metido su marido con miedo de que pueda oírla.
María – Hija por favor, ¡no provoques así a tu padre! que me he visto negra para
sacarlo de la pelea. Ahora me va a tocar comprarme un picardías para esta noche.
La hija la mira incrédula.
Marga – Osea, ¡que era mentira!
María – Pues claro que era mentira. He tenido que tirar mano de la artillería pesada.
Marga – Ja, ja, ja. Con que la artillería pesada ¿eh? ¡Vaya sorpresa! Así que mi padre
pierde el culo por un picardías. Ha sido impresionante y ¡qué efecto madre! ¡Qué fuerte!
(como alucinada) hay que ver cómo te lo has llevado al huerto.
María – Una, que tiene recursos y todavía sabe cómo mantener a su marido interesado.
Marga – Miala, y paecia tonta (sale con platos).
María recoge el mantel. Se dirige al público con todo en la mano.
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María – La verdad es que vivir así es un suplicio y a mí me tienen entre la espada y la
pared continuamente. No sé qué puñetas le pasa a Severiano con nuestra Marga
últimamente.
Cuando Marga se independizó me sentí morir, mi polluela dejaba el nido. Qué horrible
sensación. Mi niña, mi pequeña se marchaba de mi lado. Después... fui haciéndome a la
idea. Tu hija ha crecido y comienza a caminar sola ¡eso es todo!, me decía a mí misma.
Es ley de vida, tan sólo ha empezado a ser la protagonista de su vida. ¡Alégrate María!
Pero nada, no había manera de animarme. Cuando dejó a Jesús me sentí muy mal, Jesús
es un buen muchacho, un poco chapado a la antigua pero un buenazo. Sin embargo, y a
pesar del disgusto que me llevé al saber que lo habían dejado, una lucecita se encendió
en mi corazón. Mi pequeña volvía a casa (emocionada), pensé que todo seguiría como
antes; pero lo cierto es que en esta vida nada permanece igual por mucho tiempo (con
melancolía sale de escena).
La luz de la ventana va decreciendo y todo se queda oscuro. Se oye música de fondo y
comienza a iluminarse la ventana dando a entender un cambio de día. Vuelve toda la
luz a escena y sigue sonando la música con menor intensidad. Sale María cargada
con una bolsa de utensilios de playa, deja las cosas en el suelo y comienza a arrimar
los zapatos de su hija debajo de la mesa mientras mira hacia la puerta temiendo que
la vea su marido. Coloca en la mesa pequeña, con nerviosismo y prisa, el centro de
adorno y se va. Tras unos segundos sale Severiano y la música ha ido decreciendo
paulatinamente hasta extinguirse. Anda decaído y se sienta en un sillón, tiene mala
cara, parece enfermo. Entra la hija con la bolsa de aseo en la mano.
Marga – Buenos días Padre, ¿qué te pasa tío? ¡Vaya cara de muerto tienes!
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Severiano - Estoy mareado, creo que tengo fiebre. Anda, tráeme el termómetro que está
en el baño haz el favor, me da miedo hasta caminar.
Marga se va decidida hacia su cama y cogiendo una bolsa de viaje empieza a meter
ropa dentro, mientras contesta a su padre.
Marga – Lo siento padre pero es que tengo mucha prisa. Cuando venga tu mujer se lo
pides a ella.
Severiano - ¿Mi mujer? Pero si tu madre hace un rato que se ha marchado a la playa
con tu tía y no volverá hasta la noche ¿Dónde vas con tanta prisa?
Marga – Pues este finde voy a aprovechar el puente y me voy a Palma de Mallorca con
unos ingleses que hemos conocido la Flor y yo.
Severiano – Pero hija, es que no ves que estoy enfermo. Por qué no te quedas conmigo
y me cuidas (con voz lastimosa).
Marga – ¡Anda! Pero qué corderito te has vuelto ¿no? ¿Y el lobo, dónde lo has
metido?(le levanta los brazos a su padre buscando al lobo). Te lo has comido, seguro.
Severiano – Marga, soy tu padre, estoy enfermo y te necesito.
Marga – Pero hay que ver qué egoístas os volvéis los padres con los años. No tienes
una esposa pa la salud y pa la enfermedad, (resuelta) pues llámala y dile que venga.
Severiano – Hija desnaturalizada.
Marga – Y uperisada y pasteurizada, ¡mira, como la leche! Umm… dónde habré oído
yo esa frase (con guasa). ¡Ay! pero qué mala suerte tienes, tu mujercita no está aquí
para hacerte un vaso de leche caliente, ¡qué pena! (le mira, le toca la frente) ¡Vaya, pero
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si estás ardiendo de verdad!, tú no haces cuento como yo ¿eh? Venga hombre, que no te
vas a morir por un poco de fiebre. Pero mira que sois quejicas los hombres. Bay papito
jajaja (sale).
Severiano – (Al público) ¡Dios mío, hemos creado un monstruo! ¿Y nos quejábamos de
la educación de nuestros padres? ¡Pues anda que…! (pensativo) Con tanto miramiento
lo estamos arreglando bien. (Se resiente de su malestar) (Pensativo) ¿Cuál será la
fórmula mágica con la que educar a los hijos? Esa que haga de ellos personas decentes y
como Dios manda. ¿Serán dos dosis de amor y una de disciplina o dos de disciplina y
una de amor...? (niega con la cabeza como preocupado). De todas formas creo que ni
una fórmula ni otra le hemos dado a Marga. La de la disciplina ni siquiera sabemos
aplicarla y la del amor se la hemos ido regalando con accesorios y servicios al portador.
Da muestras de sentirse mal y se deja caer hacia atrás en el sillón, cruzando los
brazos tiritando. Poco a poco la luz va bajando. Cuando hay luz tenue entra María,
cargada de nuevo con las cosas de playa. Enciende la luz y al verlo se acerca a él.
María – ¿Pero qué haces aquí con la casa a oscuras?
Severiano – Estoy enfermo.
María – ¿Y eso? ¡Podías habérmelo dicho esta mañana! ¿Y tu hija?
Severiano – Murió para mí cuando era pequeña.
María – Venga, no digas memeces.
Severiano – ¿Memeces?, se ha marchado todo el fin de semana a Mallorca con unos
ingleses, a pesar de saber que estaba enfermo. Ni siquiera fue capaz de acercarme el
termómetro. Lo que sí hizo y muy bien fue burlarse de mí.
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María – Ya será menos. Dios sabrá las barbaridades que le habrás dicho para que no te
ayudara.
Severiano – Que no María, se marchó dejándome tirado como una colilla. Cariño,
créeme, hemos creado un monstruo con tanto miramiento.
María – ¡Ya está otra vez! Y como siempre la responsable soy solo yo ¿verdad? Estoy
harta de que te escudes siempre en mí.
Severiano - ¿Qué? Pero, ¿de qué hablas?
María – ¿Que de qué hablo? ¿A ti que te parece? Hablo de que siempre me echas las
culpas de todo lo que no te gusta de tu hija ¿Quién la tuvo consentida hasta hace un par
de años?, cuando sólo tenía 24 añitos (burlona e irónica) Deja cariño, que tu madre lo
hace; tú disfruta de la vida ahora que puedes. Ya tendrás tiempo de trabajar cuando seas
(recalcando) ma-yor. ¿Eh, dime? ¿Quién le decía siempre esas cosas hasta no hace
nada? Porque yo no era. Cuántas veces critiqué tu actitud. ¡Pero no! Entonces tú decías:
(benevolente) ¡No seas exagerada, ya tendrá tiempo de crecer!
Severiano – Pero ahora ya es mayor María, ¡es que no lo ves! ¿Crees que en estos
momentos le ayuda tanto mimo?
María – A ya, que con 24 años todavía no era mayor. Pues, te recuerdo cariño que
nosotros nos casamos con esa edad. (Cambia de actitud) ¿Nunca se te ha ocurrido
pensar por qué la consiento yo ahora?
Severiano niega con la cabeza.
¡Oh vamos! Pero si parecía que yo no existía en su vida. Durante años tuve que
soportar ver cómo, la única hija que tenía, me ignoraba en cuanto su padre entraba por
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la puerta. Por más esfuerzo que hiciera, ahí estabas tú comprándole regalos y más
regalos para acaparar su atención. Sí, por eso ella siempre te ha preferido a ti. (Entre
sollozos)
Severiano – (Sorprendido y apenado) Pero María, creía que era lo que debía hacer,
¡hacerla feliz! No pensé que eso te doliera tanto, nunca me habías dicho nada.
María – ¿Para qué? Te lo hubieses tomado a guasa como todas mis cosas y me lo
hubieses restregado por las narices mil veces.
Severiano – (Ofendido) ¡Yo no me tomo a guasa tus cosas! ¿Por qué dices eso?
María – A no, y qué me dices de aquel día en que te dije que me sentía muy mal por
haber cogido tantos kilos, por culpa de aquella medicación que me dieron. Dime, ¿qué
hiciste?
Severiano – (Un poco avergonzado) Esas cosas te las decía cariñosamente.
María – Mi vaquilla guapa, mi bola requesona, mi meloncilla regordeta. Severiano,
¡tanto cariño me abruma!
Severiano – Lo siento, pensé que de esa forma te demostraba que a mí no me importaba
en absoluto que estuvieses más... (con miedo) ¿llenita?
María – Hombre, pues gracias, pero lo cierto es que esos calificativos solo me hacían
sentir peor. Y qué me dices de aquella vez que me apunté a las clases de inglés…Sí, no
pongas esa cara.
Severiano – ¿Qué es lo que hice entonces?
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María – ¿Que qué hiciste? Acaso no recuerdas la risa que te daba escucharme practicar
y cómo repetías mis errores lingüísticos delante de tus amigotes para que todos se
burlaran de mí.
Severiano – Pero, ¡qué dices mujer! ¡Solo eran bromas!
María – Bromas para ti, ¡para mí eran burlas!
Severiano – Bueno, lo siento María.
María – (Con reproche) Ahora ¿verdad? ahora lo sientes.
Severiano – Pues coño ahora, ¡cuando me he enterao que te molestaba! (Cambiando de
actitud se acerca a ella buscando su perdón y una reconciliación) Perdóname mujer,
¡anda! que estoy malito.
María se aparta de él.
(Excusándose) Pero si la culpa es tuya María, si me hubieses dicho cómo te sentías ¡yo
no soy adivino!
María – (Rabiosa) ¡Claro, tú nunca tienes la culpa de nada ¿verdad? siempre la tienen
los demás. Tal vez me equivoqué al pensar que ¡era evidente cómo me sentía! Pero
claro, lo que es evidente que no te enteras de nada.
Severiano – ¿Pero qué te pasa conmigo?
María– Que estoy harta Severiano. Harta de tener que ganarme constantemente el
cariño de mi hija y harta de ti.
Severiano– (Malhumorado) ¿Así?, pues qué bien ¿no?(Unos segundos de silencio).
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María – Estoy cansada de ver cómo he tenido siempre que competir contigo para que
mi hija, ¡mi propia hija! me preste un poco de su atención. (En tono burlón) ¿A quién
quieres más cariño, a mamá o a mí? Recuerdas la de veces que le has preguntado eso
delante de mí para que te dijera: –A ti papá– y te pudieses pavonear de lo lindo
sintiéndote el centro de su vida. Y todo por tus estúpidos celos (Resentida).
Severiano– ¿Celos yo? ¡Ja!, mira toooda para ti. Te la regalo.
María – ¡Claro!, ahora que no hay quien la soporte!
Severiano – Pues bien que le haces la rosca todo el día.
María – ¡Y cómo quieres que la trate si ahora tú la desaíras continuamente! (Se queda
mirándolo extrañada y pensativa) Pero, ¿qué ha pasado para que haya cambiado tanto
tu actitud hacia ella? Porque estás irreconocible ¿Fue porque se marchó a vivir con
Jesús? ¿Acaso fue tan duro para ti darte cuenta que tu niñita había crecido?
Severiano – (Frustrado, elude el tema) Prefiero no hablar de eso.
María – ¡Ah, ya! Como siempre Severiano eludiendo el problema.
Severiano– (Se aparta de María bruscamente y enfadado) Ya está bien María.
María– Ya está bien tú. El problema es que no puedes soportar que ahora sea yo quien
esté a su lado (reproche) Tú ya tuviste tu oportunidad, ahora déjame disfrutar a mí lo
que antes me negaste.
Severiano – Créeme, te vuelvo a repetir, ahora no es el momento para que la mimes.
María– ¿A no? ¿Y eso quien lo dice?
Severiano – María, parece mentira que no te des cuenta.
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María– Cuenta ¿de qué? De que ahora me tiene siempre que me necesita.
Severiano– ¡Por Dios mujer!¿te necesita? No seas ilusa. Tú no sabes en qué se ha
convertido tu hija…
María – ¿Y tú sí? Quieres explicarme de qué hablas Severiano.
Severiano – ¡Que de qué hablo! (pensativo) de que yo también estoy harto. Harto de
dejarme la piel por vosotras para que después me metáis una puñalada trapera por la
espalda.
María– ¡Esa sí que es buena! ¿Quién te ha metido una puñalada trapera a ti?
Severiano– Cómo crees que me siento cuando la defiendes a muerte aun a sabiendas de
que no tiene razón.
María hace un gesto de “ya será menos”.
¿Sabes cómo me hace sentir eso? Como el último mono de esta jungla en la que se ha
convertido mi casa. (Irónicamente) O vuestra casa, porque está claro que yo aquí ya no
pinto nada.
María– (Con sarcasmo) ¡Ay, pobrecito de él!
Severiano– Vale, sí, tú búrlate, pero mira a ver si no es cierto. Si no pregunta, (señala
al público) ahí tienes a los testigos, ellos lo ven todo.
María– ¿Pero qué dices Severiano? tú desvarías.
Severiano– ¡Claro! Es más fácil criticar que afrontar la realidad. Dime si no qué ocurrió
el otro día, ¡me echaste a la calle con la excusa de que me diera el aire delante de sus
narices! ¡Pisoteas mi autoridad continuamente!
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María– ¡Esa sí que es buena! (Con desprecio) Hay que ver qué melodramático te
pones. Y dices que Marga es una gran actriz, pues ya sabemos a quién le ha salido.
Severiano– Claro, ahora exagero. Tú puedes sentirte mal y expresarlo, pero yo no
¿verdad? si lo hago soy melodramático o peor aún, una nenaza. Los hombres tenemos
que tragárnoslas como puños. Pero ¿sabes qué te digo? que yo también me he cansado
de tu hija y de ti. (Sale de escena hacia el interior de la casa enfurecido)
María se queda sola en el escenario. Pensativa y angustiada se sienta en un sillón.
María– ¿Pero qué nos está pasando? ¿Por qué es todo tan difícil?(Pensativa y
angustiada) Yo sólo quiero disfrutar de mi hija, consentirla un poco. Nunca antes se me
ha permitido ¿Qué tiene eso de malo?(Silencio)¡Pero no, claro! yo no tengo derecho a
disfrutar de ella. Y ahora resulta que es insoportable por mi culpa. Pero será hijo de su
madre…Encima va de ofendido, ¡como él lo ha hecho todo tan bien!
Sale Severiano a toda prisa con una maleta en la mano que asoma un trozo de
prenda, dando a entender la prisa con la que la ha hecho.
María– ¿Pero dónde vas Seve? ¿Se puede saber qué haces?
Severiano– ¿Que qué hago? Me largo, ¿no es eso lo que quieres? Te dejo el camino
libre con tu hijita del alma. Que la disfrutes.
María– Pero qué tonterías estás diciendo Severiano. Nadie quiere que te vayas.
Severiano– (Irónico) ¿A no? ¡Vaya pues lo finges muy bien!
María le corta el paso.
María– Severiano te estás pasando.
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Severiano– Con que eso crees ¿eh?, que me estoy pasando (La mira unos segundos muy
serio). Prefiero pasarme a vivir más en esta...(Silencio).
María– (Confusa) ¿En esta qué Severiano? ¿Pero estás tonto o qué?
Severiano– Tal vez lo que pasa es que sé cosas que ha dicho tu hija que tú ignoras, pero
ya caerás en la cuenta tú solita, porque está claro que si te las digo yo no me vas a creer.
María- Habla Severiano, por Dios, ¿qué es lo que sabes? ¿Qué es lo que ha dicho
Marga? ¿Por qué ahora estás tan lleno de rencor hacia ella?
Severiano se queda mirándola unos segundos mientras niega con la cabeza, como
dudando contárselo. Y sale sin atreverse a hacerlo.
(Grita angustiada ante su partida)¡Severiano!(y girándose hacia el público)
¡Grandísimo egoísta! ¡Vete a la mierda! Por mí como si te mueres (Se va desmoronando
emocionalmente) total para lo que me has apoyado nunca…siempre me he sentido sola
(enfadada mirando hacia la puerta) A tus ojos no he valido nunca naaadaaa! (comienza
a llorar derrumbándose en el sillón) Si no hubiese sido por mí hija te hubiese dejado
hace años (Con rabia y dolor) ¡Maldito seas!, ¿por qué no me has querido nunca como
te quiero yo? (Se echa a llorar desesperada. Tras unos segundos de llanto hace un
alarde de fortaleza) ¡Hombres! Todos son iguales. Solo las mujeres nos comprendemos
entre nosotras… (Pensativa mira el móvil) ¡Claro! (Se calma un poco y marca un
número y espera). Hola cuñado, ¿está mi hermana? ¡Vaya! Y no se ha llevado el móvil
por lo que veo. No, nada, solo quería comentarle una cosa. No te preocupes ya se lo diré
en otro momento. Hasta luego (Cuelga). (Pensativa de nuevo y con el móvil en la mano
termina decidiéndose a llamar a su hija) ¿Quién mejor…?
La conversación se oye por megafonía.
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Marga – ¿Qué pasa madre?
María – ¡Hija! Marga necesito hablar contigo.
Marga – ¿Para qué?, ahora ando bastante ocupada.
María – ¡Es muy importante!
Marga – ¿Por qué? ¿Te estás muriendo y vas a dejarme todo en tu testamento?
María – No bromees cariño, ¡me siento muy angustiada!
Marga – Otra vez mi padre, como si lo viera. Divórciate madre y verás que agusto te
quedas, ¡si es que no sé ni cómo le aguantas!
María – Pero hija yo no sé qué os pasa últimamente ¿y cómo puedes hablar así de tu
padre con todo lo que él ha hecho siempre por ti, con todo el cariño y amor que te ha
dado desde que naciste?
Marga – ¿Amor? ¡Anda ya! es un carca y tú te estás volviendo tan carca como él,
menuda suerte me ha tocado con los padres. Así que si estás angustiada te aguantas. Tú
te lo has buscado por casarte con él. O sino mejor mira: coges la tarjeta y la fundes.
Cómprate algo mujer, un picardías de esos que tanto le gustan a mi padre y verás que
pronto te lo llevas al huerto, jajajaja. ¡Ah! Por cierto, de paso, si vas de compras, me
traes esa chupa tan chula que vimos el otro día en el escaparate ¿vale? Yo no te la
podré pagar porque me estoy quedando sin un duro, jajajaja. Mejor que Dios te lo pague
con hijos que estoy muuuu sola. Jajaja.
María – (Totalmente desilusionada y sorprendida) ¡Pero hija!
Marga –¡Venga mamá!, estírate un poco que si no te vas a quedar encogía…
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María se queda sin habla.
Bueno, te dejo que este muchachote me pide marcha ¡Hiepa, espera chico que me
despida de mi progenitora! Pues eso, vive la vida madre y disfruta que son dos días
jajaja (cuelga el teléfono).
María – ¡Marga!, (Silencio) (Al borde del sollozo) ¡Dios mío! Seve tiene razón, hemos
creado un monstruo. Y yo que creí que mi hija me escucharía… y me ayudaría a pasar
este trago…
Por medio de reflexiones va moviéndose por el escenario.
Pero cómo es posible que dándoselo todo nos trate de este modo. Acaso no tiene
sentimientos, ¡no tiene corazón! Su padre y yo nos hemos desvivido por ella desde que
nació. Le hemos dado todo, ¡todo! ¿Es eso lo que hemos hecho mal?(Camina como un
león enjaulado retorciéndose las manos) Tal vez he sido una mala madre por no saber
mostrarle mi amor de otra manera. ¡Dios! (Se sienta, abatida en el sillón y llora
desconsolada). Esto me está superando, primero Severiano y ahora mi hija. ¿Qué puedo
hacer? (dice con desesperación) ¿Qué puedo hacer?(Repite) (Mira el móvil, pero se
muerde el puño y camina de nuevo por el salón hasta que se decide a marcar).
Severiano tenemos que hablar.
Se cierra el telón
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Acto segundo
Se abre el telón y aparecen Severiano y María en pijama y camisón sentados en la
mesa desayunando y haciéndose carantoñas. Toda la ropa de su hija por todos sitios
como si allí hubiera pasado un tornado. La cama que está encima de la mesa
desordenada.
Llega Marga cargada con la maleta, se queda parada y boquiabierta viendo la
escena:
Marga – ¡Vaya, le volvió a funcionar, esta madre es una crack! ¡Buenos días tortolitos!
(mirando el desorden deja las maletas en el suelo) Veo que habéis aprovechao que no
estaba, para montaros una buena (mira su cama deshecha y dice aterrada) ¿No habréis
hecho nada en mi cama?
María se ríe con picardía.
Severiano – ¡Un sitio muy inspirador! (Con picardía mira a María).
Severiano hace una carantoña a su mujer. El matrimonio va a la suya, como si la
hija no estuviera allí.
Marga – ¡Dios qué asco! Pero ¿qué os habéis tomao? (huele los vasos), ¿os habéis
echado algo en la leche?
María y Severiano se van hacia el interior. Él le da un cachete cariñoso en el culo y
María sale correteando y riendo.
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Marga – Estos deben haberse fumao un porro de buena mañana, por lo menos. ¡Por
favor! ¡Tendría que darles vergüenza! Pero qué desfachatez.
¡Y cómo han dejao esto! Está todo patas arriba. Me hubiese gustado verlos por un
agujerito. (Con asco) ¡Uy, no!, ¡qué digo! para nada (Con enfado), Me va a tocar a mí
arreglarlo todo, con lo cansá que vengo del viaje y qué viaje! (Con una pícara sonrisa.
Suena el móvil) Hola Flor qué pasa tía, es que me echas de menos ya tan pronto
¿Cómo? ¿Que si puedes venirte a dormir? Pero ¿por qué? Jajaja cómo que tus padres no
te abren la puerta. Tía te vas dos días y ya han cambiado la cerradura para que no
entres! Jajaja qué fuerte. Lo que yo digo, eres una pringá. Bueno vale te haré un
huequito en mí…
Sale su madre corriendo y su padre detrás. Marga tapa el móvil para que su amiga
no oiga el jaleo y les mira estupefacta.
María – ¡No Seve por favor, no jajajaja, que así me haces cosquillas! Jajajaja.
María, continuando con el juego vuelve a meterse en el interior del piso y Severiano
va detrás.
Marga – Espera Rosa, vas a tener que buscarte otra guarida para hoy tía. Mi madre se
acaba de poner enferma de repente y la vamos a tener que atender mi padre y yo…
¿Que qué tiene que ver eso pa que tú puedas dormir? Pues tía que no te vamos a dejar
pegar ojo seguro, bueno adiós Flor, lo siento. (Cuelga sin esperar razonamientos. Se
acerca hasta la puerta que da al interior de la casa) ¡Eh! ¡Que ya he llegao! Madre que
ya estoy en casa. (Con expectación) ¿Hace un vaso de leche calentita?
Se escucha una risa contenida y luego la voz de María:
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María – Ay Seve por tu padre sigue, sigue, no pares, ¡sigue, sigue!
Marga – Con cara de tonta mira al público y dice: ¡Anda la hostia! pero ¿qué les ha dao
a estos? (Mira a su alrededor resignada y comienza a amontonar con los pies el
desorden debajo de la mesa, mientras, de vez en cuando, se oyen risas y frases pícaras
desde el interior)
Arregla su cama y se decide a acostarse. Cierra las cortinas y baja un poco la
intensidad de la luz.
Bueno, voy a ver si la sobo un rato que estoy molía (Suena el móvil)¡Joder con la pesá
esta, ¡qué lerda es la pobre! (Pone el móvil en silencio y se mete en la cama). Ay, qué
ganas tenía de pegar el culo a la cama. Voy a dormir hasta las diez de la noche, ¡por lo
menos!
Unos segundos de silencio y vuelven a aparecer corriendo y riendo María, Severiano
va detrás con intención de darle caza.
María – ¡Severiano!, Severiano no, otra vez no (juegan al pilla, pilla entre el sillón y la
mesa donde está Marga acostada).
Marga se incorpora para ver la situación. Después de unas cuantas carreras, juegos y
gritos:
Severiano – (Cansado) Vale María, no puedo respirar, me rindo. (Se sienta en el
sillón).
Marga – Hombre ¡por fin, así podré dormir de una vez!
María – ¡Ay hija lo siento! pero es que ahora no es hora de dormir…como ves es de día
(abre las cortinas con decisión).
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Marga – (Pasmada) Pero… ¡mamá! yo estoy cansada del viaje, como cada vez que
llego de un viaje. Tú sabes que necesito dormir todas las horas que no he dormido
mientras disfrutaba de la vida. Es más, tú siempre procuras que mi padre esté en silencio
para que yo pueda dormir, porque sabes que si no al día siguiente no rendiré en el
trabajo. Y si no rindo en el trabajo pueden despedirme y tú no quieres eso ¿verdad?
María – Ay, cariño pues claro que no, pero lo siento mucho tenías que haber venido
anoche si lo que necesitabas era dormir. Hay que ser más precavida (En tono cariñoso).
Marga – (Confundida) Pero bueno, ¡qué falta de consideración! (Enfadada) ¡Pues me
voy a dormir a vuestro cuarto! (Sale enfadada).
María – Bueno cariño, pero solo un ratito ¿vale?(dice alzando la voz y acercándose a
la puerta por donde ha salido su hija, para que esta la oiga). Que ya sabes que me
gusta que la cama esté hecha antes de las doce de mediodía. (Con cara de
circunstancias mira a su marido). ¿Seguro que estamos haciendo lo correcto Severiano?
Severiano – ¿Lo correcto dices? ¡Has estado espectacular y lo del final ha sido
grandioso María! (Cogiéndola por la cintura). ¡Uy, cómo te quiero!, te comía a besos
ahora mismo.
María – (Algo angustiada) Solo espero que no me odie por esto.
Severiano – (Suelta a María y dice con pesar) Te aseguro que darle todo lo que te pida
no va a hacer que ella te quiera más. Créeme sé de lo que hablo.
María – Cuándo vas a contarme lo que te ha dicho Marga. Por favor Seve, cuéntamelo.
Te aseguro que ahora creeré todo lo que me digas sobre ella.
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Severiano – (Sentándose en el sillón) Es que me da vergüenza María. Para un padre es
horrible darse cuenta de lo poco que le quiere su hija. La he echado a perder con tanta
tontería. (Angustiado) He sido tan estúpido y presuntuoso. ¡Dios, pero qué torpe!
María – Bueno, vale, tampoco hace falta que te castigues así. Hiciste lo que sentiste y
creíste que era mejor. Todos nos equivocamos ¿no?
Severiano – Pero, ¿tanto María?
María – ¡Pues hombre, fíjate ahora en mí! ¡Desembucha anda, que me tienes en
ascuas!, seguro que si me lo cuentas te sentirás mejor.
Severiano – (Resignado) Recuerdas aquel día que nos íbamos tú y yo a ver el museo de
la aceituna a aquel pueblo de Alicante ¿cómo se llamaba…? Onil, ¿te acuerdas?
María – Sí, recuerdo que estabas entusiasmado con todo ese viaje, pero que de pronto
te convertiste en el ogro del cuento y no quisiste decirme qué era lo que te pasaba.
Severiano – Pues, lo que me pasó es que fui a dar unas últimas instrucciones a tu hija
que estaba en su habitación y me encontré la puerta entreabierta. Hablaba con su amiga
del alma y hablaban de mí.
María – ¿De ti?
Severiano – Sí, de mí, y te aseguro que lo que decía no era nada bueno.
María – (Confusa) Pero, por aquel entonces tú te deshacías en atenciones con ella desde
que era pequeña ¿Cómo es posible que hablara mal de ti?
Severiano – Pues si vieras hasta qué punto. (Enfadado) A partir de aquel día pude verla
tal cual era. Una niñata egocéntrica, presuntuosa y malagradecida.
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María – ¡Seve! (Pidiendo un poco de misericordia).
Severiano – ¡Seve! esos son calificativos muy suaves para lo que ella se merece.
María – ¡Quieres contármelo de una vez!
Severiano mira hacia la puerta del interior del piso con miedo a que Marga pueda
oírle.
Severiano – (Con pesar) Justo cuando llegué, la oí decir: – Mi padre es un pobre
desgraciao.
María – (Sorprendida)¿No me digas? Pero, ¿por qué? Me cuesta entender qué podía
motivarla a pensar así de ti en aquella época.
Severiano – ¿Sí?, pues eso fueron flores en comparación a lo que vino después, porque
continuó diciendo: –Y es el mayor calzonazos de la tierra. Le hago comer de mi mano
siempre que quiero. ¡Pobre imbécil! Ahora, que lo que peor llevo es cuando me besa.
Me repugna que me llene de babas. ¡Me da un asco tía!
María parece haberse quedado en shock
Severiano – Yo me quedé igual que tú. Si hasta me costaba respirar por la impresión.
Pero espera, que para ti también hubo…
María –(Entre la angustia y el susto) ¡¿Habló de mí?!
Severiano – Sí, aunque lo tuyo fue mucho más light.
María – ¿Qué dijo?
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Severiano – ¡Y si no mi madre! Compitiendo siempre con él para ganarse mi cariño, es
patética. (Moviendo la cabeza con pesar) No pude quedarme más tiempo escuchando y
salí disparado para el coche.
María – (Impresionada) Ahora comprendo por qué entraste al coche en aquel estado.
¡Qué fuerte Severiano! Increíble que dijera eso de ti. (Con pena) Y de mí dice que soy
patética… (Silencio) ¿Cómo has podido aguantar estos dos años sin contarme nada?
Severiano – Todavía no lo había podido digerir María, me dolía demasiado para poder
hablar abiertamente de ello.
María – Ahora comprendo tu actitud hacia ella durante los dos últimos años. ¡Yo la
hubiese matado! Al menos le pedirías explicaciones ¿no?
Severiano – No, tampoco le dije nada y al cabo de una semana fue cuando nos dijo que
se iba a vivir con aquel muchacho. Su marcha se convirtió en mi tabla de salvación, era
terrible vivir bajo el mismo techo después de escuchar todo lo que dijo. Especialmente
lo de que le daba asco.
María – (Angustiada) ¡Ay calla, ni me lo recuerdes! Por eso te empeñaste en comprar
un piso de una sola habitación.
Severiano – Sí, pero después terminó con su novio y tú la acogiste de nuevo con
entusiasmo.
María – (Con sentimiento de culpa) Lo siento, no sabía… ni siquiera podía imaginar.
Pero, entonces, ¿ella no sabe que la escuchaste?
Severiano – No, tal vez fue el mayor error que he cometido.
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María – (Haciéndole una caricia) Pobrecito mío. Tenías que habérmelo dicho y entre
los dos la hubiésemos metido en vereda. (De pronto tiene una idea y se separa de él)
Pero, ¿sabes qué te digo? que nunca es tarde si la dicha es buena (decidida). Y si es
mejor que se vaya de aquí, pues nada, que se vaya. Y yo sufriendo hace un rato por si
me odiaba en el futuro. Desde luego en algo si tiene razón tu hija, soy patética.
Severiano – No María, tú eres una buena madre, fui yo el que me metí por medio para
tratar de acaparar su cariño a como diera lugar; siempre me advertías de lo equivocado
que estaba por darle todo lo que pedía, pero ni siquiera te escuchaba.
María – Bueno, vamos a dejar de lamentarnos y sigamos con el plan cariño. Que esto
va a ir cogiendo tono. ¿Qué ficha movemos ahora?
Severiano – (Mira a su alrededor) Podemos desmontarle el tenderete. ¿Qué te parece?
María – ¿Este? (señalando la mesa, donde duerme Marga) ¿Y esta noche dónde va a
dormir?
Severiano – Pues abajo, en el cuarto de los trastos y si no quiere tendrá que volver a
montarse todo otra vez aquí. Aunque habrá que pensar en algo convincente.
María – Entiendo, no se lo vamos a poner fácil.
Severiano – Eso es.
María – Se va a poner como una fiera, lo sabes ¿verdad? (preocupada).
Severiano – Entonces, habrá que sacar el látigo (sonríe).
María – Tengo una idea. Saca una venda que hay en el segundo cajón del mueble (se
sienta acomodándose en el sillón).
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Severiano – (Coge la venda y se la lleva) ¿Para qué quieres una venda?
María – Porque me acabo de hacer un esguince tremendo y casi no puedo caminar.
Severiano – (Solícito) ¿María estás bien?
María – Claro que sí tonto, pero eso tu hija no lo sabe. Anda ayúdame. Nos ha visto
corretear y se ha acostado. Ella duerme como un tronco si está en una habitación
tranquila, así que cuando salga le diremos que ya ha venido el médico y me ha hecho la
baja por el esguince.
Severiano – ¿Y cuando tengas que ir el miércoles al trabajo?
María – Bueno, tenemos unos días para ver qué pasa ¿no?, anda, tranquilo y déjame a
mí, tú solo sígueme la corriente ¿vale? (Severiano le ayuda a colocarse la venda).
Cuando terminan María le pide a Severiano que comience a hacer ruido y éste
empieza a mover la mesa pequeña, las sillas etc. Al momento sale Marga.
Marga – (Enfadada y adormilada) Podéis dejar de hacer tanto ruido de una vez. Pero
¿qué estáis haciendo?
Severiano – Mira, ahora podemos ir más rápido. ¡Ha venido una ayudanta!
María – ¡No me digas! (tratando de disimular las negativas emociones que siente
hacia su hija en esos momentos) Qué bien, así lo bajará todo al cuarto de los trastos.
Marga – (Se espabila) ¿Qué, cómo, quién? Pero, (poniendo el grito en el cielo). ¿Y yo
dónde voy a dormir?
María – Hay cariño, es que me ha llamado una amiga y esta tarde van a venir todas a
tomar café. Como comprenderás, necesito que esto esté todo despejado.
45
Marga – Claro, y no has dudado en enviarme al cuarto de los trastos.
María – Bueno, solo serán dos semanas cielo (se le nota un poco el enojo en el gesto a
pesar del apelativo cariñoso).
Marga – ¡Dos semanas! (gritando). ¡Van a estar tomando café dos semanas!
María – ¡Uy, no tonta!, vamos a aprovechar que me ha dado la baja el médico por este
esguince que me he hecho hoy huyendo de tu padre. Para hacer el campeonato de julepe
aquí en casa este año.
Marga –¡Esguince!, ¿médico?, ¿julepe? ¿Pero de qué hablas? Yo no he visto a ningún
médico.
María – ¡Por Dios Marga!, estarías en el circo si desde nuestra habitación y durmiendo
hubieses podido ver al médico.
Marga – Bueno y entonces ¿qué pasa con lo mío?
María – ¿Qué es lo tuyo?
Marga – ¡Mamá! ¡¿Qué es lo mío?! ¡¿Dónde voy a dormir esta noche?!
María – ¡Ay hija!, siempre puedes subir del cuarto trastero todo lo tuyo, cada noche o
si no te gusta la idea, dormir en él unos días de nada.
Marga – (Alucinando) Pero ¿cómo puedes decirme eso madre? Que soy tu hija y parece
que se te ha olvidado.
María – Pues no cariño, lo recuerdo muy bien. Solo me adapto a las circunstancias y
trato de ser feliz, ¿no es eso lo que tú me aconsejaste antes de ayer por teléfono?
46
Marga – Joder, que rápida eres adquiriendo conceptos. (Piensa unos segundos) Pues ya
sabes Severiano la que te va a tocar sube, baja, baja, sube. Mete saca, saca mete. (Con
sonrisa guasona)
María – (Carraspea angustiada buscando salvar la situación) ¡Ay, hija lo siento! pero,
debido al impresionante resfriado que cogió el viernes. (Le deja caer inocentemente)
Ese en el que ni siquiera le acercaste el termómetro, ¿recuerdas? pues que se le
encharcado un poco el pulmón derecho y el médico le ha dicho que no haga ningún
esfuerzo.
Marga – ¡¿Sí?!, pues yo diría que ha hecho algo más de un esfuerzo hoy ¿no?
María – ¡Uy! Qué va cariño, todo era ruido.
Severiano se sorprende y se medio ofende, pero disimula.
¿No has visto como se ahogaba de perseguirme un ratito? (Le guiña un ojo a su marido)
Se ha cansado enseguida (cargada de razón), y como comprenderás, no quiero que por
una tontería se le produzca una neumonía.
Severiano trata de disimular su sorpresa ante la pasmada mirada de Marga que le
mira mientras no da crédito a lo que oye.
Marga – ¡¿Una tontería?! Dormid vosotros abajo a ver si os parece una tontería.
María – ¡Pero es que no me has oído! No me ves postrada en el sillón con el pie en alto.
Me encantaría poder hacerlo por ti, ya sabes que adoro cuidarte pero con este esguince
que me duele horrores, imagínate subir y bajar escaleras. El médico me dijo que tuviera
el pie en alto el máximo tiempo posible y que tu padre no hiciera ningún esfuerzo.
47
(Cambiando de tema y con desparpajo) ¡Ah! Y de paso cuando termines, tienes que
hacer algunos recados. Entre ellos comprar la pomada que necesito.
Marga – ¡Que te haga qué! (sorprendida).
María – Sí tesoro, dos recados precisos. Mira vas a por el pan y te traes media docena
de huevos, una tarta de queso de esas que te gustan y unas pastas de la cajita metálica
que solemos comprar. Después necesito que me traigas de la farmacia esta pomada para
el dolor que es la que utilizaba yo cuando era joven (escribe en un papelito el nombre
de la pomada). Le dices que es para el esguince y que ha de ser esta concretamente. Le
pregunté al doctor y me dijo que aunque esta pomada es de las antiguas es una de las
más efectivas, que no necesita receta y que me curará el esguince en dos días. ¿No es
eso lo que tú quieres, para que te siga cuidando como a ti te gusta, cariño?
Marga mira a su padre, que disimula al percibir la mirada de su hija y mira a su
madre con expresión de estar a punto de explotar.
Marga – ¡Ah! Ja,ja,ja ¿dónde está la cámara oculta? me estáis gastando una broma…
(Mira hacia todos lados para ver si ve algún indicio de lo que se le acaba de ocurrir).
María – ¡Pero, cómo crees hija!, (ofendida) ¿te he tomado el pelo yo a ti alguna vez?
Marga hace un gesto de contrariedad, para darse cuenta de que no, de que su madre
nunca le ha mentido y siempre ha querido ayudarla en todo.
Marga – (Con fastidio pero decidida) Está bien, bajaré todo esto y después haré los
recados que me has pedido. Pero espero que esa pomada sea milagrosa porque yo no
pienso subir el colchón esta noche y de dormir en el trastero ni hablamos.
María y Severiano se miran y siguen disimulando.
48
María – Gracias cariño, y ha de ser todo antes de las seis ¡Ay! si no fuera por ti, en
estos momentos no sé qué íbamos a hacer.
Sale Marga frustrada y cargada con algunas de sus cosas.
Severiano –¡Estoy impresionado María!, aquí hay más de un talento para el teatro
desperdiciado. Bueno, a mí me parece alucinante la capacidad de invención que tienes,
¡qué cantidad de recursos! ¿Cómo encuentras salidas para todo?
María – Bueno, una que tiene sus mañas. Pero, (Cambiando de cara) ¿has visto que
carita de pena ha puesto mientras aceptaba hacer las cosas?
Severiano – (Con miedo) María, no te me vengas atrás.
María – ¿Tú crees que todavía llegaremos a tiempo para que haga un cambio?
Severiano – Ahora o nunca cariño.
María – Sí, tienes razón, pero se me encoge el corazón cuando la veo, así, tan perdida e
impotente. ¿Has visto cómo se ha aguantado antes de soltarme una barbaridad estilo
Marga?
Severiano – Lo cierto es que no me esperaba su reacción. Estaba convencido de que
soltaría la culebra que tiene por lengua y nos llenaría de veneno a los dos pero no, ¡se ha
contenido! Incluso daba la sensación de que se prestaba a ayudar. Eso tal vez sea un
buen augurio.
María – Quien sabe, igual su actitud es más fachada que otra cosa.
Severiano – Pues no tardaremos en saberlo, pero que no se te olvide lo que dijo sobre
mí y tampoco que a ti te llamó patética.
49
María –Es verdad (decidida). Seguiremos hasta el final, y apechugaremos con todas las
consecuencias. Está claro que lo que hemos hecho hasta ahora solo ha conseguido
estropear las cosas.
Severiano – ¡Se me está ocurriendo otra idea! (Escribe una nota y la deja encima de la
mesa, María sonríe al leerla) Vamos (María sale delante con paso firme) Por cierto,
¿qué tal va tu esguince?
María – ¡Uy, se me olvidaba! Voy a practicar un poco (sale cojeando).
Suena la música. Llega Marga con la compra y cansadísima porque ha recorrido dos
kilómetros a pie para encontrar la pomada que le ha dicho su madre. Baja el sonido
de la música poco a poco.
Marga – ¡Dios! Me ha tocado ir a la farmacia más vieja de la ciudad, que además está
en el quinto coño. Dos kilómetros me ha costado la dichosa pomada. En todas las
farmacias me decían que la pomada era buenísima pero que la habían descatalogado y
ya no les quedaba ni una. (Mira dentro de la bolsa donde están el pan y todo lo demás)
Igual hasta se han cocido los huevos. ¡Estoy famélica! ¡Mamá!, mamá ya he llegado,
¿está ya la comida? Este paseito me ha dado un hambre, (huele en el aire) aquí no huele
a comida (extrañada entra hacia dentro). Mamá (se oye llamarlos). Papá (sale) pero
¿dónde se han metido estos dos? Y por lo que se ve ni siquiera han hecho la comida.
¡Pues que ni se les ocurra decirme que la haga yo! Porque yo ya he gastado el cupo de
las buenas acciones para hoy. (Ve la nota que hay en la mesa y la lee cara al público).
“Como no queremos abusar de tu amabilidad pidiéndote que nos hagas la comida,
nos vamos a comer a un restaurante. Hazte tú lo que quieras para comer y
tranquila cariño, no sufras por nosotros, estamos bien. Un beso, papá y mamá.”
50
¡Y tan bien! ¿Pero qué pasa ahora con las escaleras madre? (Al público) ¡anda que me
han invitao!¡Esto no hay quien lo aguante!¡Yo he nacido para que me sirvan, no para
servir! (se encoje tocándose el estómago) ¡Uy qué hambre tengo! Pues, yo no pienso
hacerme la comida. (Pensativa busca una solución, coge el móvil) ¿Rosa…? Oye que
estaba yo pensando, qué tal si te invito a comer y me haces tú especialidad… ¡Ey!, no te
pongas así que solo son patatas y huevos fritos. Que me los haga yo, pues vaya una
amiga que estás hecha. A la mierda te vas tú. Encima que te invito. Que yo no te he
dejao tirá tía, que el problema es que mi padre se ha puesto enfermo. ¡Bueno vale, era
mi madre…! me he equivocao, ¿qué pasa? no me puedo equivocar. Flor, Rosa o como
te llames joder, que no te cabrees conmigo tía. ¡Oye! No te pases ¿eh? Rosa, Rosa.
(Mira al público) ¡Me ha colgao! ¡Será gilipollas! Con todo lo que yo hago por ella.
(Trata de buscar en su mente algo que haga por ella) Bueno…algo haré, digo yo ¿no?,
es mi amiga (Sigue buscando en su mente). Siempre soy yo quien la llamo por teléfono
primero. Eso seguro que le ahorra una pasta (se queda satisfecha con la reflexión).
Mira a su alrededor como un perrillo abandonado.
Marga – Comeré un mendrugo de pan y agua, como si fuera un ¡peeerro abandonao!.
(Va hacia el interior de la casa decaída).
Música suave. María y Severiano llegan y entran con mucho sigilo.
Severiano – Aquí no está, debe de estar en la cocina.
María – Mira a ver Seve. No creo que se haya ido.
Severiano cruza el escenario casi de puntillas y se introduce hacia el interior de la
casa. María espera expectante a que vuelva.
51
Severiano – Está en la cocina zampándose todo el companaje de la nevera.
María – Me hubiese gustado verla por un agujerito. Aunque lo cierto es que no lo
necesito para saber lo que habrá pasado por su mente: –Yo estoy aquí pa que me sirvan
no pa servir a nadie (Imitando a su hija).
Severiano – Sí, seguro que se ha cabreado y ha llamado a su amiga para que le haga la
comida. Me juego el cuello. Con tal de no hacer nada.
María – Bueno, ¿preparado cariño para seguir con la farsa?
Severiano – Venga ¡Acuérdate del pie María! (le dice con preocupación).
María asiente con la cabeza.
María – (En voz alta trata de que su hija la oiga) ¡Ay!, vengo molida. Qué dolor de
pie.
Severiano – (En un susurro) ¡María que es el derecho el que se supone que te duele
mujer! (Levanta la voz para que Marga le oiga) Siéntate cariño, que se te va a poner el
pie como una bota.
Sale Marga y con mucho brío se encara a sus padres.
Marga – ¡Hombre, por fiiiin!¡pero vosotros qué os habéis creído que me vais a tener de
criada, para dejarme tirada mientras os vais de comilona por ahí, sin siquiera invitarme!
Os habéis convertido en unos negreros sabéis. Quién me lo iba a decir. Nunca lo
hubiese imaginado de vosotros, explotando a vuestra hija mientras os vais a un bar a
comer. Antes el negrero era mi padre, pero veo que todo se pega (Muy enfadada).
52
María – (Muy digna) Perdóname hija pero no puedo hacer otra cosa. Tu padre tampoco,
estamos enfermos y no podemos cuidar de ti en estos momentos.
Marga – ¡Anda la hostia! Pero para iros a restaurantes estáis más que buenos ¿no?
Menudo morro le estáis echando al asunto. ¡Vaya padres me ha tocado en gracia! No
haberme traído a este mundo si tanto os iba a costar darme gusto en lo que quiero. Los
hijos son lo más importante en la vida de los padres ¿no es eso lo que siempre
cacareáis? Pues ya podéis ir olvidándoos de que tenéis una hija.
Severiano – En realidad nunca la tuvimos. Tú has sido más bien una recaudadora de
cosas.
Marga – Habló la voz de la conciencia. Tú a tu estilo metiéndola suave pero bien a
fondo ¿eh? Te conozco viejo, te haces el santito delante de tu mujer, porque sabes que si
mi madre tuviese que elegir entre tú o yo, se quedaría conmigo sin dudarlo. Y ¿sabes
qué? Que ya me he cansado de tus tonterías. (Se encara con ansia a su madre) Madre
tú sabes que tu marido me tiene manía y la verdad es que no sé porqué. ¡Yo siempre me
he portado muy bien con él! Pero mi paciencia tiene un límite y hoy ha llegado a su fin.
Siento tener que decirte esto mamá, pero creo que ha llegado el momento de que elijas.
O mi padre o yo.
Severiano no puede esconder los deseos de enfrentarse a su hija y a su desvergüenza.
María salva la situación.
María – Creo que voy a echarme un rato, me duele horrores el pie. Me ayudas cariño (A
Severiano).
Severiano – Sí vamos.
53
Marga se da cuenta de su derrota y despechada les grita:
Marga – Sí, huid cobardes, pero que sepáis que no tenéis razón (con impotencia) Hay
perros con más instinto que vosotros.
Severiano se detiene unos segundos con intención de empezar una discusión, pero
María le frena aguantándole del brazo e impidiendo que su marido se gire.
Continúan hacia adentro.
Marga, impotente, sale por la puerta de la calle. Se cierra el telón.
54
Acto tercero
Han pasado 12 años y el escenario está algo cambiado, limpio y ordenado. Sale
María a escena, visiblemente más mayor. Se queja de dolor de cabeza.
María – ¡Ay madre, qué dolor! Esta cabeza me está matando ¡Quién te ha visto y quién
te ve María! (Se dice a sí misma sentándose en el sillón en bata y con actitud
derrotada).
Entra Severiano al salón.
Severiano – Voy por el periódico cariño, ¿qué tal has pasado la noche? ¿Estás bien?
¿Viene tu hija hoy?
María – Sí, y la tuya también. ¡Qué cosas tienes!
Severiano – ¡Guau, cómo voy a disfrutar de mi nieta!
María – A ver, explícame eso. Entonces, la nieta si es tuya ¿no?
Severiano – ¡Hombreeee, mi nieta es mi niña! (sale riendo).
María se queda sola y se acerca al público.
María – ¡Ay que ver cómo pasan los años! ¡Ahora soy abuela! ¡Quién me lo iba a
decir! Mi nieta tiene once años y es un amor. ¡Y lo bien enseñada que está…¡¡Me
parece increíble! Quién nos iba a decir que su madre la iba a educar tan
maravillosamente bien. Con lo que nos ha costado meterla en vereda a ella (con
resentimiento). Si ustedes vieran ahora a mi Marga no la reconocerían, se ha convertido
55
en toda una mujer. Por suerte encontró un trabajo acorde a su profesión y las cosas
empezaron a mejorar. Aunque ser madre fue lo que la hizo crecer a marchas forzadas.
Mi nieta es preciosa. Rubia, ojos azules. Mis amigas siempre me dicen que parece una
inglesita. Si ellas supieran que en parte lo es (mueve la cabeza negativamente mientras
sonríe). Al menos algo bueno salió de aquellas locuras de juventud de nuestra hija, o de
la señorita Margarita Espinosa como se hace llamar ahora.
Lucía es hija de aquel inglés que se ligó Marga en Mallorca, en aquel viaje que cambió
nuestras vidas. Es una pena que nunca conozca a su padre, pero, ¡qué se le va a hacer!
Por aquella época mi hija estaba tan loca que ni siquiera recuerda el nombre de quien
tuvo entre las piernas. ¡Ay, juventud, juventud!
Aparece en escena Marga. Totalmente cambiada. Va vestida con un traje de
chaqueta, elegante y sofisticado.
Marga – ¡Hola mamá! ¿Qué tal tu migraña?
Marga va hacia su madre y le presta un brazo para que se apoye en él.
Marga – (La riñe) No tenías que haberte levantado hoy. Deja de hacerlo todo tú y
delega un poco en papá mujer, hazme caso. Anda siéntate y descansa. No te preocupes,
ahora estoy yo aquí, ¡pídeme lo que necesites!
María – Gracias hija, pero no necesito nada. Bueno, agua para tomarme esta pastilla, a
ver si se me pasa la puñetera migraña.
Marga – Las gracias te las tengo que dar yo a ti mamá por quedarte a Lucía las
próximas tres semanas. ¿De verdad que no os causa mucho lío?
María – ¡Tranquila cariño!, tú disfruta todo lo que puedas.
56
Marga – ¡Mamá que no me voy de crucero! Que voy a trabajar.
María – Ya lo sé cariño, pero también sé que no hay nada que te guste más que tu
trabajo. Le pones tanta pasión que te has convertido en la mejor decoradora de tu
empresa. Por algo tu jefe te quiere a ti para que decores su nuevo hotel en Italia. Hija,
¡qué orgullosa estoy de ti! Te has convertido en una mujer de los pies a la cabeza.
Marga – Te quiero mamá (se abrazan cariñosamente).
María – ¡Quita, quita que me vas a hacer llorar! Y por mi nieta ni se te ocurra
preocuparte. Anda que no vamos a disfrutar tu padre y yo con ella estas semanas de
vacaciones. ¡Tengo unas ganas de comérmela a besos! Igual cuando llegues ya no queda
niña (bromea).
Marga – Pues mujer, guardar un poquito para mí ¿vale? Bueno, me quedo más
tranquila. Sé que estará en las mejores manos.
Entra Severiano.
Severiano – ¡Hombre! Si está aquí mi hija favorita ¿Ya tienes todo preparado para el
viaje? (la besa en la frente).
Marga – Sí papá, todo a punto.
Severiano – ¿Y mi nieta?
Marga – Venía conmigo, pero se ha quedado con Marina, la hija de la vecina de abajo.
Quería enseñarle un vestido que le ha comprado su madre. No creo que tarde en subir.
Voy a traerle un poco de agua a mamá. (Sale)
57
Se oye el timbre y Severiano va a abrir. Jaleo en el recibidor y entra Severiano
llevando a Lucía a cuestas.
Severiano – He encontrado a este saco de patatas en la puerta, ¿lo echamos a la olla
para la cena?
Lucía grita jugando y Severiano la baja al suelo. La niña va hacia María.
Lucía – Hola abu, ¿Te sientes mejor?
María – Sí mi amor, solo con verte ya me duele menos.
María besa y abraza a su nieta que se sienta en sus rodillas.
María – ¿Qué tal lo has pasado hoy en tu último día de cole, has aprendido muchas
cosas?
Lucía – Algunas ¿quieres que te las cuente?
Aparece Marga que viene del interior con un vaso de agua.
María – Venga, soy toda oídos.
Marga –Lo siento, pero voy con el tiempo justo para llegar al aeropuerto.
Severiano – ¿Te llevo?
Marga – No, no hace falta. Me acaba de llamar mi jefe para decirme que está abajo y
que no tarde porque está en doble fila.
Lucía – ¿Comerás muchos espaguetis en Italia mamá?
Marga – Sí, seguro.
58
Lucía – ¡Jooo mamá! ¡Con lo que me gustan a mí!
María – No te preocupes, yo te voy a hacer espaguetis todos los días si quieres.
Marga – ¡Mamá!
María – ¡Es un decir hija!
Marga – (A Lucía) Sabes que te quiero mucho verdad cariño, y que tú eres lo más
importante para mí, ¿lo sabes a que sí?
Lucía – Sí, yo también te quiero mamá (se abrazan y la niña comienza a sollozar).
Marga – ¡No llores cariño! o estas tres semanas voy a estar muy triste en Italia ¡Te
quedas con los abuelos que te adoran!
Lucía – (Lucía sonríe y con madurez dice) No te preocupes por mí mamá, estaré muy
bien con la abuela.
Severiano – ¡Eh! ¿Y yo qué? (dice entre divertido y molesto).
Lucía va hacia su abuelo y lo abraza. Marga se despide de su madre y de su padre.
Marga – Adiós, os quiero. Cuidaros y cuidad mucho de mi niña. (Va hacia la puerta).
María – Disfruta hija y no te preocupes.
Severiano – Llámanos cuando llegues.
Marga – Sí papá, lo haré (sale).
Severiano se queda mirando a Lucía y le dice:
59
Severiano –Estaba yo pensando, como estás de vacaciones ¿quieres que vayamos tú y
yo a una tienda de juguetes para que elijas el que más te guste?
María se molesta un poco al ser excluida del plan que ha hecho su marido pero
disimula.
Lucía – ¿De juguetes? ¡Abuelo que yo ya soy mayor, (y como si fuesen muchos años
dice) pronto haré los 12 (mira a su abuela) Pero, ¿y la abuela no viene?
Severiano – A la abuela le duele mucho la cabeza y es mejor que se quede en casa a
descansar.
Lucía – (Con tristeza) Es verdad. Cuando vuelva te cuido ¿vale, abu? (le da un beso en
la frente a su abuela).
María que no se resigna a dejarse vencer, trata de contraatacar a su manera.
María – Pues es una pena, porque, (mirando a su marido) con dolor de cabeza incluido,
iba a hacer algo que te gusta mucho.
Lucía – ¿Sí? ¡¿Qué es abuelita?!
Severiano se pone nervioso.
María – Galletas de mantequilla. Es el postre para después de la cena ¿No prefieres
quedarte y ayudarme?
Lucía – ¿De verdad me dejas que te ayude? (entusiasmada).
Severiano carraspea, y trata de salvar la situación a su favor.
60
Severiano – (Condescendiente) Pero no cariño, tú no querrás que se ponga peor tu abu
¿verdad? ya haréis galletas otro día. Vamos a dejar que se recupere y seguro que otro
día podréis hacer cosas juntas.
María se indigna visiblemente aunque no dice nada. Al decir Severiano eso la niña
deja de insistir y va hacia ella cariñosa:
Lucía – Abu, es mejor que descanses para que te pongas buena. Otro día cocinamos
¿vale?
Severiano – (Tratando de cambiar de tema) Bueno, bueno, eso ya llegará. Tú disfruta
de la vida y a jugar que ya tendrás tiempo de trabajar. De momento vámonos que voy a
comprarte el juguete.
María se pone nerviosa y comienza a recoger cosas del salón mientras va levantando
la vista para taladrar a su marido con la mirada.
Lucía –Mejor un juego para la Ps3. Hay uno de diseño de moda que me encanta. Con
ese juego puedo diseñar mi propia ropa. Incluso hay concursos en los que puedo
participar por internet.
Severiano – Pues comprado. Has visto qué fácil. Tú pide por esa boquita que el abuelo
está aquí para comprarte todo lo que quieras.
María sigue manejando cosas por el salón entre enfadada y angustiada. Lucía
aprovecha la oferta del abuelo. Severiano se ha dado cuenta de la frustración de su
mujer pero la ignora descaradamente.
Lucía – (Con visible interés) Pues a mí me gusta también mucho la Wii, pero (haciendo
un poco de cuento con cara de pena) vale mucho dinero, con juegos y todo claro.
61
Aunque es un aparato muy bueno, ¡hasta para los mayores! porque se puede hacer
gimnasia, bailar y un montón de cosas más.
Severiano – ¡No me digas! ¡Aaaah!, pues eso me interesa a mí también, ¿y tú y yo
podríamos jugar juntos estas tres semanas que vas a estar aquí?
Lucía – ¡Pues claro!, (entusiasmada) podemos jugar todos los días, como tengo
vacaciones. Aunque… (cambia de actitud) mamá no me la quería comprar.
Severiano – No te preocupes(Con pícara sonrisa) ahora mamá no está ¿Y cuánto dices
que vale?
Lucía – 300€ o más y eso sin contar con los juegos (expectante).
María – (Sin poder aguantarse más) Severiano creo que si su madre…
Severiano – (Si dejar terminar a su mujer) Lo que haga falta cariño. ¡Ves cuánto te
quiere el abuelo! Te compro cosas para que seas feliz. A ver cuánto quieres al abuelo.
Lucía le abraza feliz y le estampa un sonoro beso en la mejilla.
Lucía – Mucho, mucho, mucho.
Severiano – Uy, sí, ya veo que me quieres mucho. (Coge a la niña de la mano y van
hacia la puerta) Pero, ¿cuánto me quieres? ¿Más que a la abuela?
María, al escuchar a Severiano, hace un gesto de sorpresa exagerado mirando hacia
el público. Música. Se cierra el telón.
FIN
62

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Sobreprotección y consecuencias

  • 1. TENEMOS UNA OCUPA EN EL SALÓN Aurora Garrigós 2015 auroragarrigos@gmail.com Derechos de autor cedidos por dos años a: Federación de Teatro Amateur de la Comunidad Valenciana http://www.teatreamateur.org/
  • 2. 2 Sinopsis: Severiano se ha volcado en su hija desde que era pequeña de una manera desproporcionada, a pesar de los reproches de su mujer. Sembrando así el egoísmo en la chica hasta límites insospechados, pues Marga, que así se llama la hija, cree que sus padres han de mantenerla y servirla en todos los sentidos, a pesar de tener veintiséis años y una vida económica incluso más favorable que la de sus padres. El padre descubre su error y trata por todos los medios de remediarlo pero, ¿será demasiado tarde? ¿Aprenderá de su error…? Esta obra pone ante nuestros ojos las consecuencias de la sobreprotección, mientras muestra la lucha emocional de unos padres por acaparar el amor de su hija. Con humor nos conduce hacia situaciones que desencadenan emociones de amargura en sus protagonistas. El argumento plasma una realidad que, amplificada sobre el escenario, es más común de lo que cabría esperar. La sobreprotección, antes o después pasará factura a todos. Y es que, si bien poner límites y aportar estructura a los hijos no es fácil, lo cierto es que se convierte en una necesidad ineludible que, sin duda, les ayudará a integrarse de una manera sana y positiva en la sociedad.
  • 4. 4 PERSONAJES Severiano: Marido de María de 50 años. Trabaja a turnos en una empresa de instalaciones eléctricas. Se siente agobiado últimamente. María: Esposa de Severiano de 45 años. Trabaja tres tardes a la semana como modista en un taller arreglando ropa. Parece estar siempre en estado de alerta. Marga: Hija del matrimonio de 26 años. Actúa como si se hubiera quedado en la adolescencia. Su trabajo no le gusta. Su actitud es distendía, pasota y vulgar. Lucía: (Último acto) Hija de Marga y nieta de Severiano y María. Educada y solícita. Muy cariñosa y despierta.
  • 5. 5 Época actual. Derecha e izquierda, las del espectador. La acción transcurre en un único decorado que reproduce el ángulo del salón-comedor de un piso modesto y pequeño, cuya única habitación es la del matrimonio. A la izquierda y pegado a la pared un aparador lleno de ropa amontonada. A continuación del aparador se encuentra la puerta de entrada al interior del piso, donde están la cocina, la habitación, el baño etc. En el rincón que une las dos paredes, una grande y bonita planta decora el ambiente. Seguidamente y en la pared de enfrente del espectador, una ventana con cortinas que se corren de un tirón, sin dificultad. La luz entra a través de la ventana y ésta cambia, creciendo o decreciendo en intensidad conforme pasan las horas. Al lado de la ventana, una estantería con libros y adornos. Seguidamente un pequeño recibidor que lleva a la puerta de la calle situada a la derecha del recibidor, oculta a los ojos del espectador. Continúa el escenario con otra planta que adorna el espacio. Paralelamente al aparador está la mesa del comedor con un colchón encima; vestido con sábanas y colcha de verano revueltas en la improvisada y deshecha cama. Debajo de la mesa hay una colección de zapatos, botas, mochila, artilugios deportivos, maletas etc. totalmente desordenados y espaciándose hacia afuera sin ton ni son. En el centro del escenario una improvisada mesa pequeña de cuatro comensales con tres sillas a su alrededor. Encima de las sillas y de la mesa también se pueden apreciar
  • 6. 6 camisetas en un montón. En las sillas cuelgan un par de sujetadores y bragas, el aspecto del salón-comedor es caótico. A la derecha del escenario dos sillones reclinables. Cuadros, lámparas, plantas y accesorios varios que decoran y dan al ambiente un aspecto hogareño.
  • 7. 7 Acto primero Es por la mañana y entra Severiano al salón. Se dirige hacia la puerta de la calle. Mira a su alrededor y estirando los brazos muestra el desorden en lenguaje corporal, mientras hace un semicírculo sobre sí mismo a un lado y a otro. Al observar detenidamente el desorden mueve la cabeza negativamente. Severiano – ¡Pero qué desastre! No sé si voy a poder soportar esto por mucho tiempo. ¡Otra vez aquí…! (Pensativo) ¡Y no sé qué hacer! a veces, incluso hasta me cuesta mirarla a la cara. (Sale) Entra María a escena desde el interior del piso. María – ¡Jesús! ¡Menuda pocilga! Voy a ordenar todo esto, a ver si Severiano no se ha dado cuenta y me ahorro un problema… (Se da prisa para ordenar) no creo que tarde en subir. Cuando ya tiene medio recogido el desorden aparece Severiano y la mujer se queda parada, como si la hubiesen pillado en una travesura. Severiano – ¡Oh, vamos! también vas a ordenarle tú las cosas. María– ¡No te pongas así Severiano! La niña ha ido a trabajar. Además, me molesta ver todo desordenado. Severiano – Claro y de eso ella se aprovecha.
  • 8. 8 María – No empieces otra vez, vale, si no te hubieses empeñado en vender nuestro antiguo piso seguiría teniendo su cuarto y no pasaría esto, ahora nos toca tenerla durmiendo aquí encima y ya te he dicho que no soporto el desorden. Severiano – (Mirando a su alrededor) El desorden dices ¡María, esto es el caos! María – Pobrecilla, (Sigue ordenando) si es que no tiene tiempo. Severiano – (Cogiendo las bragas que cuelgan de la silla y levantándolas) Lo que no tiene es vergüenza. María– Por favor cariño, (Le arrebata las bragas de un estirón y recoge los sujetadores con ímpetu) no tengo ganas de discutir. María sigue ordenando el salón mientras su marido la mira y niega con la cabeza. Severiano se dirige al público. Severiano – Cuando Marga, nuestra hija, se independizó mi mujer se puso a llorar; sin embargo, yo me sentí como si nos hubiera tocado la lotería. ¡Toda la casa para nosotros! sobre todo el baño, Marga lo monopolizaba continuamente. Anda que no tuve que ir veces a casa de la vecina a echar una meadita… por no decir otra cosa. Por eso se me ocurrió que para evitar que volviera a instalarse en casa, lo mejor era vender aquel piso de dos habitaciones y comprar este de una sola habitación. Así, de paso, recogíamos algún dinerillo para la vejez, que cada día está más cerca. (Mira a la esposa pensativo) pero está claro que me equivoqué. Entra Marga. Marga– (Con entusiasmo) ¡Hola padres! María – (Sorprendida)¿Qué haces aquí? ¿Y el trabajo…?
  • 9. 9 Marga – (Cambia su actitud con descaro) ¡Uy, es que me siento mal, estoy muy mareada… (Tambaleándose) ¡Uy, uy! Voy a ver si me acuesto un rato que no me tengo de pie (se tumba en su improvisada cama). Severiano – Sí hija sí, una idea muy original para no hacer nada. Desde luego se te nota en la cara que estás fatal, (con sarcasmo). A ver, a ver… (le pone la mano en la frente) Gandulitis crónica, no te preocupes si le ayudas a tu madre se te pasa en un periquete. María – ¡Seve!, pobrecilla. ¿Te sientes mal cariño? (va solicita hacia ella). Severiano – ¡Por Dios María! si no hay más que verla para darse cuenta de que miente. Marga – ¡¿Sí?! Pues mira, hoy en el trabajo se lo han tragado sin agua y a la primera (muy resuelta). María – ¡Ay Marga, eso no está bien hija! Severiano – (Burlándose de María) Noooo y por eso te voy a dar unos azotitos en el culito por malita. (A la hija) Pero qué desperdicio de tiempo y dinero el que hemos derrochado en tu carrera ¡Si está claro que lo tuyo es actuar! Marga – (Sin prestar atención a lo que dice su padre) ¡Qué quieres mamá! Yo no he estudiado para empaquetar sillas. Soy decoradora de interiores y me encantaría trabajar en lo que sé y me gusta. Este trabajo es un verdadero rollo. María –Pero hija, ¡cómo puedes decir eso con la crisis que hay! Eres muy afortunada, además, es un departamento de exportación ¡y tú no eres quien empaqueta las sillas Marga, por favor! ¡Ganas un buen sueldo! ¿De qué te quejas, (Angustiada) y si se dan cuenta de que les has mentido…? Marga – Pues es posible que me despidan y que tengáis que mantenerme vosotros (ríe).
  • 10. 10 Severiano – (Remarcando las sílabas) Ja-ja-ja, como si no lo hiciéramos ya. Marga – (Pasando de su padre y con desparpajo) Bueno, ahora por favor, no habléis o no podré conciliar el sueño (se acuesta encima de la mesa de comedor). Los padres se miran, Severiano hace un movimiento hacia ella pero María lo sujeta y contesta a su hija: María – Pe…pero cariño, (con lástima) es que estás en nuestro salón, el centro neurálgico de nuestra casa, es de día y nosotros tenemos que vivir. Marga – (En tono de reproche) Y qué culpa tengo yo de que vendierais mi habitación. ¡Yo no puedo comprar una vivienda! Severiano – No, claro, la que tú quieres desde luego que no, pero una más normalita seguro que sí. Y si no, ¿qué tal si pruebas a alquilarla? Nosotros vivimos de alquiler muchos años y no nos pasó nada. Además tu sueldo da para eso y para mucho más. ¡Pero si casi es mejor que nuestros dos sueldos juntos! Marga – Sí, pero entonces me quedaría sin poder ir de vacaciones cada fin de semana, o no podría comprarme la ropa que me dé la gana y disfrutar de la vida. Y no es eso lo que vosotros queréis ¿No me habéis dicho siempre que disfrute de la vida? Severiano – Pero resulta que ahora hay un pequeño problema (con rintintín) cariño. Y es que para que tú disfrutes de la vida. Nosotros tenemos que morirnos de asco. María – ¡Severiano! Severiano – (Le replica de igual modo) ¡María! A ver… ¿Desde cuándo no nos hemos ido tú y yo a un buen restaurante? Y esos trapitos que solo puedes mirar desde el
  • 11. 11 escaparate ¿qué? Ahora todo va a parar al estómago de tu hija y a su ropero. (Mira los bajos de la mesa-cama y el aparador) bueno, mejor sería decir trastero. María – ¡Venga, déjalo ya Seve! No empecéis otra vez a discutir. Marga – ¡Sí claro! pobrecitos de vosotros, pero la realidad es que soy yo la que estoy aquí durmiendo encima de una mesa, tirada en el salón, sin intimidad, igualita que una paria (tratando de hacerles sentir mal). María – Severiano, ¡la niña tiene razón! Severiano – ¡Este es el otro problema! Pero María no te das cuenta de que esto que se nos ha apoderado del salón ya no es una niña. No te acuerdas de que se ha tirado los dos últimos años durmiendo con un tío con bigote. Marga – Padre desnaturalizado (con rencor). Severiano – Y uperisado... y pasteurizado...( irónicamente) Hija, bonita, que tú a mí no me la das con leche. María – Con queso. Severiano – ¿Qué? María – Con queso, que se dice con queso hombre. Marga – ¡Uy!, hablando de la leche y sus derivados; mamá, (con voz melosa) ¿me traerías un vaso de leche calentita antes de que me duerma? María se dispone a preparárselo, Severiano va corriendo a cerrarle el paso. Severiano – (Enfadado) María no lo hagas, no lo hagas María o me voy de esta casa.
  • 12. 12 María – Tal vez sea mejor que te dé un poco el aire Severiano. Severiano – (Muy serio y ofendido) ¿A sí? Pues muy bien, hasta nunca (sale como alma que lleva el diablo). María – (Preocupada) ¡Pero hombre tampoco te pongas así! ¿A dónde vas alma de cántaro? Marga – Madre, la leche por fa. ¡Anda y deja que se vaya de una vez! ¡Má pesao! Bueno, ya sabes cómo me gusta la leche, en su justa medida; ni caliente ni fría. (Cogiendo una revista) María – ¡Ay, ya voy! (Malhumorada) ¡Uy, perdona hija!, es que tu padre me pone de los nervios. Marga – Hombres, no hay quien los entienda. Haz como yo mamá, búscate una novia (muy resuelta). María - ¿Cómo? (sorprendida y horrorizada). Marga – (Riendo) ¡Es broma! ¡Joder, pero qué cara has puesto! Si te hubieses visto la cara… María – ¡Caray! (Recoge más trastos) ¡Es que me has dado un buen susto! Marga se queda mirándola pensativa mientras su madre le arregla la ropa de la cama. Marga – ¿Qué pasaría si fuera cierto? (intrigada y sorprendida)
  • 13. 13 María – Nada hija, sólo que como es algo atípico tendría que hacerme a la idea, eso es todo. Aunque tu padre pondría el grito en el cielo, de eso puedes estar segura. Y eso es lo que de verdad me asustaría (sonríe). Marga – No. Si ya sé que tú eres una madre muy enrollada que me quiere por encima de todo. No como mi padre. ¡Pero por qué no habrás sido tú una madre soltera! María – ¡Por Dios Marga, que es tu padre! Marga – ¿Seguro? María – (Escandalizada) ¡Marga! Marga – No, si no lo digo por ti madre, era para ver si podía deshacerme de él de una vez y para siempre. María – ¡Ay hija!, ¡entre los dos me vais a matar a disgustos! Marga – Pero mamá, si por él fuera seguro que me llevaría al paredón de fusilamiento día sí, día también. María –Bueno, eso seguro e incluso te haría ir a la pata coja. Pero no me negarás que te ganas con creces sus recriminaciones. Marga – Con creces no, con cruces, porque aguantarle es como llevar una cruz así de gorda a cuestas (hace el gesto). María – Venga, ya vale. Anda déjate de historias y descansa que voy a por tu leche (la arropa). Sale a prepararle la leche. Marga se incorpora y coge el móvil para llamar a una amiga.
  • 14. 14 Marga – Hola flor!... vale, no te enfades tía. Ya sé que tu nombre es Rosa, ¿pero acaso una rosa no es una flor? Bueno. Empezaré de nuevo: – Hola Rosa, ¿qué hacemos hoy? ¿Cómo que no puedes salir? ¿Por qué? Tía que ya eres mayorcita para que tus padres te manden ¿Suerte? Yo no tengo suerte yo tengo mano con mis viejos. Fíjate, me he salido del trabajo antes de hora y ahora mi madre me está preparando un vaso de leche caliente, porque me estoy haciendo la ñoña que es un primor. Pues tía aprende tú. Ellos son los que nos traen al mundo ¿no? y que yo sepa no nos piden permiso. Pues que sean responsables de sus actos; no es esa la monserga que nos repiten todos los días desde que nacemos. Responsabilidad; pues eso, que se apliquen el cuento o que se lo hubiesen pensado antes de meternos en esta mierda de mundo. Tú, lo que yo te digo, espabílate, no seas gilipollas. O te comes el mundo o el mundo te come a ti. Voy a sobarla un rato... ¿Qué qué me van a decir? ¡Nada! Aquí la mandurrianta soy yo tía. Bueno, pues cuando te rebeles me avisas ¿vale?, chao pringaaaa. Cuelga el móvil y se acurruca en su colchón. Tras unos segundos sale la madre con un vaso de leche. Con cariño y suavidad trata de despertar a la hija para que se la tome. La hija refunfuña sin despertarse y la madre desiste, se mira el reloj, deja el vaso en el aparador y de puntillas coge el bolso, sale de la casa, pero antes cierra las cortinas, (la luz baja de intensidad) unos segundos y aparece el padre, se acerca a su hija y la mira con cara de enfado pero poco a poco su rostro comienza a dulcificarse, mira hacia el público y con una mezcla de melancolía y añoranza dice: Severiano – ¡Qué felicidad! cuando te dicen: ¡vas a ser papá!¡Qué ilusión cuando, por primera vez, tu hija te dice con esa carita tan linda, Papá (imitando a un bebé). Y cuando sus bracitos rodean tu cuello porque tiene miedo. Que increíble sensación cuando sientes cómo se calma al abrazarte, te das cuenta de que tú eres todo su mundo,
  • 15. 15 lo más importante para ella y eso te llena, te llena tanto que se te olvidan las noches en las que no te ha dejado dormir, los días en que te da la comida porque no hay manera de que se coma la suya. O esa angustia que te entra cuando le sube la fiebre. La preocupación de su primer día de cole, donde piensas: qué estará haciendo ahora mi niña. Estará llorando o será feliz (Acaricia su pelo pensativo pero poco a poco comienza a cambiar su actitud). Pero, de pronto, y sin saber dónde empieza el problema, comienzas a discutir con ella por cosas que no tienen ni pies ni cabeza. Porque quiere beber más Coca cola y tú no quieres, porque quiere ponerse una minifalda y tu le dices: –¡Vale hija!, ponte una minifalda, pero no te empeñes en hacerme creer que ese cinturón ancho que llevas es una minifalda ¡coño, que no soy tonto! Ahora, que lo peor viene cuando tiene su primera cita y vienen a recogerla con el coche (recalca lo del coche). Ese es uno de los peores días en la vida de un padre. Y para colmo, ves a tu mujer emocionada, con cara de boba, incluso ilusionada mientras tú piensas: – ¿Pero a esta qué le pasa? Y entonces va y te dice: –Ay cariño, que nuestra pequeña se ha convertido en una mujer. ¡Joder, pues claro!, ¿por qué te crees que estoy así?, a mí el viaje en coche que le van a dar me tiene sin cuidado, lo que realmente me preocupa es el viaje que le endiñará la hormona desenfrenada con patas que lo conduce... precisamente en el coche (vuelve a recalcar lo del coche). Que uno también ha sido joven y sabe de lo que habla. Se acerca a su hija y vuelve a acariciarle el pelo. Severiano – Lo que yo hubiese dado por que te quedaras chiquitita para siempre (silencio) pero no; tenías que crecer (enfadado) y, después de aquel maldito día (angustiado) me tienes hasta las narices, habrase visto desfachatez más grande. Sabes que te digo, que tú de mí no te ríes.
  • 16. 16 Decidido corre las cortinas y coge una revista haciendo con ella un canuto para simular un altavoz. Arrimándolo a la oreja de su hija le grita con todas sus fuerzas un solo de trompeta militar. Marga grita aterrada y da un brinco sentándose en la cama. Severiano – ¡Hora de levantarse! Marga – ¡Pero te has vuelto loco tío! Severiano – No, estoy más cuerdo que nunca. Es hora de trabajar (destapándola del todo). Marga – ¡Que estoy enferma! ¿Es que no te has enterao?, (gritándole) se lo voy a contar a mamá. ¡MAMAAAAAÁ! Severiano – ¡Uy que miedo! a lo peor me castiga de cara a la pared (con guasa). Marga – Sí, tú búrlate pero de esto se va a enterar tu mujer. Severiano – No, la que se va a enterar eres tú, y entérate ya de una vez que esta casa ha dejado de ser un hotel para ti. Entra María en ese momento con unos limones. María – Pero ¿qué está pasando aquí? Padre e hija se quedan por unos segundos mirándola y Marga corre a refugiarse entre los brazos de su madre. Marga – ¡Ay madre!, menos mal que estás aquí. ¡Papá se ha vuelto loco!, se ha puesto a gritarme, ¡se le ha ido la pinza tío!, menudo susto me ha dao. (Se pone detrás de María asustada).
  • 17. 17 María mira desafiante a Severiano, como una leona defendiendo a su cría. María - ¿Qué le has hecho a la niña Severiano? Severiano – ¡Y dale con la niña! Que tiene veintiséis años María ¡por Dios!, pero cómo va a crecer si no la dejas. Es que no ves como se comporta. Si parece que tiene quince. ¡No la dejas crecer María! María – ¡Ah claro! que ahora la culpa la tengo yo ¿no? Como siempre. Severiano – Pues claro, ¿quién si no la va a tener? Marga – Tú por vender mi habitación. Nada de esto pasaría si estuviese durmiendo en mi cama. Severiano – (Suplicante y recalcando) María si no la consintieras tanto tú serías más feliz…yo sería más feliz. Todos seríamos más felices. María – Pero qué egoísta eres Severiano, ¿no querías hijos?, y eso que sólo tienes una. No quiero ni pensar si tuvieses más. Sólo piensas en ti Severiano. (Con desprecio)¿Qué clase de padre eres tú? Marga desde detrás de su madre le hace burlas a su padre. Severiano se ve superado por la situación y por los ataques de su mujer y con visible impotencia se marcha diciendo: Severiano – Mira…Voy a preparar la ensalada (sale hacia la cocina). Marga – ¡Cuidao! no se te vaya la mano con el vinagre, que ya bastante agrio eres tú (se burla).
  • 18. 18 Severiano se gira y la mira desafiante. María se pone delante de Marga impidiendo que la mirada de su marido fulmine a su hija. Cuando desaparece Severiano de escena la madre se gira algo enfadada hacia su hija. María – Por favor Margarita, no me lo pongas más difícil, es tu padre, un poco de respeto por Dios. Marga – ¡Pero si empieza él!, yo estaba tan ricamente durmiendo y se ha puesto a hacerme un solo de trompeta en el oído. Hablando de oído, todavía noto un zumbido, ¿me habrá roto el tímpano? Será mejor que me pidas cita para el otorrino (como una niña preocupada). María – Ay hija no me digas eso (asustada le mira la oreja) sana, sana culito de rana. (Marga abre los ojos como platos mirando al público entre sorprendida y avergonzada por la ocurrencia de su madre)Venga no será nada, seguro que dentro de un rato se te ha pasado. Anda ayúdame a poner la mesa hija. Marga cambia de actitud y en sus gestos se adivina la picardía, por tratar de librarse del trabajo que le ha mandado hacer su madre. Entonces decide echarle morro. Marga – ¡Ay, ay que mareo me ha entrao! No sé qué me pasa; debe de ser el efecto del susto que me ha dao el bruto de tu marido, ¡ay... ay que me caigo! La madre rápidamente la sujeta asustada. María - Anda acuéstate otra vez que me parece que es verdad que te encuentras mal. Descansa hija hasta que esté la comida. Yo creo que todo esto te pasa porque estás estresada. Marga – ¿Tú crees mamá? Entonces, (lánguida y decaída) ¿saldré de ésta?
  • 19. 19 María – ¡Por Dios Marga!, qué cosas tienes hija. La madre la arropa con mimo y sale de escena. Marga se incorpora y dirigiéndose al público dice: Marga – Que dura es la vida de los hijos. Hay que ver lo que hay que hacer para no hacer nada. Bueno, a fin de cuentas esa es nuestra misión ¿no?, tratar de salirnos con la nuestra a como dé lugar, desde que nacemos. Y creo que a este paso voy a conseguir matrícula de honor. (Con sinceridad) Mi madre es una buenaza, pobrecilla, a veces me da un poco de pena, pero es que es ¡taaan boba! Sin embargo mi padre se pasa de listo, Severiano es como su nombre, severo y duro de roer... Se ha empeñado en dejarme sin habitación y esa me la va a pagar. ¡No sé qué coño le habré hecho últimamente!, pero está que no hay quien lo aguante. Con Jesús, mi novio, me pasaba el día discutiendo. ¿Por qué? Pues porque durante dos años intenté que me tratara como mis padres, pero no hubo manera y encima me tocaba lavar sus calzoncillos, hacerle la comida, limpiarle la casa y, quieren que les diga algo, pues que me cansé ¿Por qué voy a hacer esas cosas para alguien si hay alguien que las hace para mí? Se tumba de nuevo en la cama, sale el padre con la ensalada a poner la mesa con cara de pocos amigos. Marga le observa. Después de colocarlo todo se sienta enfurruñado en la mesa, a la derecha del público. Sale María con los tres platos. María – Venga hija, a comer que se enfría. Marga da un brinco y salta de la cama para sentarse a comer. María – ¡Vaya, ya veo que estás mejor, me alegro!
  • 20. 20 Marga retrocede en su actitud para disimular su mentira. El padre y la hija se sientan uno enfrente del otro, la madre en medio de cara al público. El padre sigue enfadado, no levanta la cabeza ni para mirarlas. María – (Mirando a los dos de reojo trata de distender la situación) ¿Estas vacaciones vas a algún sitio hija? Marga – Sí, nos vamos a Grecia. María - ¿Os vais? ¿Quiénes? Marga – La Flor y yo, vamos a ver si nos ligamos a algún griego, que dicen que son muy fogosos (El padre levanta un poco la cabeza para echarle una mirada fulminante, después mira a su mujer) pero donde estén los españoles que se quiten los demás, aunque aquel alemán que me ligué una vez no lo hacía mal del todo, la verdad. María – (Carraspea y cambia rápidamente de tema) Hay que ver que calor más bochornoso está haciendo. A este paso nos vamos a achicharrar. Marga – Pues ¡que viva el despelote!, es lo mejor para el calor ¿no? (dice mirando a su padre). Severiano casi tiene metida la cabeza en el plato. María teme el conflicto y trata de encontrar un tema de conversación más adecuado para evitar que la paciencia de su marido salte por los aires. María – Ay hija, ayer vi a Silvia tu amiga de la infancia. Marga – Esa mema ¿y qué?, ¿te rezó el rosario?
  • 21. 21 María – No hables así de la chica, es muy buena muchacha, me contó que está haciendo voluntariados en un hospital. Marga – ¿Y eso en qué consiste? (con poco interés). María – Pues en cuidar a los enfermos, ella cuida a los que no tienen a nadie que los cuide. Marga – ¡Aaayy claro! (burlándose junta las manos como para rezar) Santa Silvia, se me había olvidado. Esa chica ha sido siempre ¡taaaan buena! Anda que no nos reíamos de ella en el colegio. Y la muy estúpida nos servía a todos como una tonta. Severiano – (Irónicamente) ¡Qué raro! ¿Tú aprovechándote de alguien? La madre carraspea de nuevo y azorada dice: María – Pues mañana voy a hacer espaguetis. La hija se ha quedado con lo que el padre le ha dicho y no tiene inconveniente en entrarle al trapo. Marga – A ver, dime... ¿de quién me aprovecho yo? Severiano – Pues no sé, si quieres te hago un croquis (con guasa). Se miran desafiantes. La madre sigue tratando de desviar la atención a como dé lugar. María – Ayer Luisa, la vecina del tercero, me dijo que la del cuarto se ha separado. Marga – (Ignorando lo que dice su madre) Pues vale, hazme un croquis o deletréamelo, porque todos no somos tan listos como tú (irónica).
  • 22. 22 Severiano – Tú con tal de que te hagan lo que sea ¿verdad? Marga - (Ofendida) ¿Qué quieres decir? La madre mira a uno y otro visiblemente preocupada, buscando desesperadamente las palabras que consigan desviar la atención de alguno de ellos. Severiano –El alemán no lo hacía mal del todo (haciendo burla pero cabreado). María – Hi-hija ¿sabes qué...? (Marga no deja terminar a su madre). Marga – ¡Ja!, te ha molestado que dijera que el alemán era un cachondo. ¿Pero qué pasa? tengo 26 años, ¿te crees que me chupo el dedo? Severiano – Sí, tienes 26 años y muy poca vergüenza. Ya quisiera yo que todavía te chuparas el dedo y no otras cosas… María – ¡Uy por Dios! Severiano ¿fu-fuiste a llevar los papeles del seguro al taller? Ignorando las palabras de la madre. Marga – ¿Pero ahora qué he hecho yo? Severiano – Dirás mejor qué es lo que no haces. María – (Desesperada y en un tono bastante elevado) Anoche me acosté con uno... (Severiano y Marga se callan y la miran asombrados, María piensa unos segundos cómo salir del atolladero en el que se ha metido) uuuno de los pijamas nuevos que me he comprado… digo. Bueno... mejor dicho, un picardías. Severiano – ¡Que te has acostado con un picardías y yo no me he enterado! María respira algo aliviada porque ha logrado acaparar la atención de su marido.
  • 23. 23 María – Pues no será porque no traté de llamar tu atención, pero tú roncando sin parar, pata aquí, pata allá. Severiano – (Con reproche e incredulidad) Tampoco insistirías mucho. María – Pues hombre, ¡si hasta te lamí la oreja! Marga – ¡Puaj!, ¡qué asco! cortaros un poco ¿no?, que estoy aquí. Severiano – (Divertido) ¿A qué jode? (a su mujer) Desde luego María, mira que no despertarme… Entre quejas comienza a quitar la mesa y el primero que desaparece de escena es el padre. María mira hacia donde se ha metido su marido con miedo de que pueda oírla. María – Hija por favor, ¡no provoques así a tu padre! que me he visto negra para sacarlo de la pelea. Ahora me va a tocar comprarme un picardías para esta noche. La hija la mira incrédula. Marga – Osea, ¡que era mentira! María – Pues claro que era mentira. He tenido que tirar mano de la artillería pesada. Marga – Ja, ja, ja. Con que la artillería pesada ¿eh? ¡Vaya sorpresa! Así que mi padre pierde el culo por un picardías. Ha sido impresionante y ¡qué efecto madre! ¡Qué fuerte! (como alucinada) hay que ver cómo te lo has llevado al huerto. María – Una, que tiene recursos y todavía sabe cómo mantener a su marido interesado. Marga – Miala, y paecia tonta (sale con platos). María recoge el mantel. Se dirige al público con todo en la mano.
  • 24. 24 María – La verdad es que vivir así es un suplicio y a mí me tienen entre la espada y la pared continuamente. No sé qué puñetas le pasa a Severiano con nuestra Marga últimamente. Cuando Marga se independizó me sentí morir, mi polluela dejaba el nido. Qué horrible sensación. Mi niña, mi pequeña se marchaba de mi lado. Después... fui haciéndome a la idea. Tu hija ha crecido y comienza a caminar sola ¡eso es todo!, me decía a mí misma. Es ley de vida, tan sólo ha empezado a ser la protagonista de su vida. ¡Alégrate María! Pero nada, no había manera de animarme. Cuando dejó a Jesús me sentí muy mal, Jesús es un buen muchacho, un poco chapado a la antigua pero un buenazo. Sin embargo, y a pesar del disgusto que me llevé al saber que lo habían dejado, una lucecita se encendió en mi corazón. Mi pequeña volvía a casa (emocionada), pensé que todo seguiría como antes; pero lo cierto es que en esta vida nada permanece igual por mucho tiempo (con melancolía sale de escena). La luz de la ventana va decreciendo y todo se queda oscuro. Se oye música de fondo y comienza a iluminarse la ventana dando a entender un cambio de día. Vuelve toda la luz a escena y sigue sonando la música con menor intensidad. Sale María cargada con una bolsa de utensilios de playa, deja las cosas en el suelo y comienza a arrimar los zapatos de su hija debajo de la mesa mientras mira hacia la puerta temiendo que la vea su marido. Coloca en la mesa pequeña, con nerviosismo y prisa, el centro de adorno y se va. Tras unos segundos sale Severiano y la música ha ido decreciendo paulatinamente hasta extinguirse. Anda decaído y se sienta en un sillón, tiene mala cara, parece enfermo. Entra la hija con la bolsa de aseo en la mano. Marga – Buenos días Padre, ¿qué te pasa tío? ¡Vaya cara de muerto tienes!
  • 25. 25 Severiano - Estoy mareado, creo que tengo fiebre. Anda, tráeme el termómetro que está en el baño haz el favor, me da miedo hasta caminar. Marga se va decidida hacia su cama y cogiendo una bolsa de viaje empieza a meter ropa dentro, mientras contesta a su padre. Marga – Lo siento padre pero es que tengo mucha prisa. Cuando venga tu mujer se lo pides a ella. Severiano - ¿Mi mujer? Pero si tu madre hace un rato que se ha marchado a la playa con tu tía y no volverá hasta la noche ¿Dónde vas con tanta prisa? Marga – Pues este finde voy a aprovechar el puente y me voy a Palma de Mallorca con unos ingleses que hemos conocido la Flor y yo. Severiano – Pero hija, es que no ves que estoy enfermo. Por qué no te quedas conmigo y me cuidas (con voz lastimosa). Marga – ¡Anda! Pero qué corderito te has vuelto ¿no? ¿Y el lobo, dónde lo has metido?(le levanta los brazos a su padre buscando al lobo). Te lo has comido, seguro. Severiano – Marga, soy tu padre, estoy enfermo y te necesito. Marga – Pero hay que ver qué egoístas os volvéis los padres con los años. No tienes una esposa pa la salud y pa la enfermedad, (resuelta) pues llámala y dile que venga. Severiano – Hija desnaturalizada. Marga – Y uperisada y pasteurizada, ¡mira, como la leche! Umm… dónde habré oído yo esa frase (con guasa). ¡Ay! pero qué mala suerte tienes, tu mujercita no está aquí para hacerte un vaso de leche caliente, ¡qué pena! (le mira, le toca la frente) ¡Vaya, pero
  • 26. 26 si estás ardiendo de verdad!, tú no haces cuento como yo ¿eh? Venga hombre, que no te vas a morir por un poco de fiebre. Pero mira que sois quejicas los hombres. Bay papito jajaja (sale). Severiano – (Al público) ¡Dios mío, hemos creado un monstruo! ¿Y nos quejábamos de la educación de nuestros padres? ¡Pues anda que…! (pensativo) Con tanto miramiento lo estamos arreglando bien. (Se resiente de su malestar) (Pensativo) ¿Cuál será la fórmula mágica con la que educar a los hijos? Esa que haga de ellos personas decentes y como Dios manda. ¿Serán dos dosis de amor y una de disciplina o dos de disciplina y una de amor...? (niega con la cabeza como preocupado). De todas formas creo que ni una fórmula ni otra le hemos dado a Marga. La de la disciplina ni siquiera sabemos aplicarla y la del amor se la hemos ido regalando con accesorios y servicios al portador. Da muestras de sentirse mal y se deja caer hacia atrás en el sillón, cruzando los brazos tiritando. Poco a poco la luz va bajando. Cuando hay luz tenue entra María, cargada de nuevo con las cosas de playa. Enciende la luz y al verlo se acerca a él. María – ¿Pero qué haces aquí con la casa a oscuras? Severiano – Estoy enfermo. María – ¿Y eso? ¡Podías habérmelo dicho esta mañana! ¿Y tu hija? Severiano – Murió para mí cuando era pequeña. María – Venga, no digas memeces. Severiano – ¿Memeces?, se ha marchado todo el fin de semana a Mallorca con unos ingleses, a pesar de saber que estaba enfermo. Ni siquiera fue capaz de acercarme el termómetro. Lo que sí hizo y muy bien fue burlarse de mí.
  • 27. 27 María – Ya será menos. Dios sabrá las barbaridades que le habrás dicho para que no te ayudara. Severiano – Que no María, se marchó dejándome tirado como una colilla. Cariño, créeme, hemos creado un monstruo con tanto miramiento. María – ¡Ya está otra vez! Y como siempre la responsable soy solo yo ¿verdad? Estoy harta de que te escudes siempre en mí. Severiano - ¿Qué? Pero, ¿de qué hablas? María – ¿Que de qué hablo? ¿A ti que te parece? Hablo de que siempre me echas las culpas de todo lo que no te gusta de tu hija ¿Quién la tuvo consentida hasta hace un par de años?, cuando sólo tenía 24 añitos (burlona e irónica) Deja cariño, que tu madre lo hace; tú disfruta de la vida ahora que puedes. Ya tendrás tiempo de trabajar cuando seas (recalcando) ma-yor. ¿Eh, dime? ¿Quién le decía siempre esas cosas hasta no hace nada? Porque yo no era. Cuántas veces critiqué tu actitud. ¡Pero no! Entonces tú decías: (benevolente) ¡No seas exagerada, ya tendrá tiempo de crecer! Severiano – Pero ahora ya es mayor María, ¡es que no lo ves! ¿Crees que en estos momentos le ayuda tanto mimo? María – A ya, que con 24 años todavía no era mayor. Pues, te recuerdo cariño que nosotros nos casamos con esa edad. (Cambia de actitud) ¿Nunca se te ha ocurrido pensar por qué la consiento yo ahora? Severiano niega con la cabeza. ¡Oh vamos! Pero si parecía que yo no existía en su vida. Durante años tuve que soportar ver cómo, la única hija que tenía, me ignoraba en cuanto su padre entraba por
  • 28. 28 la puerta. Por más esfuerzo que hiciera, ahí estabas tú comprándole regalos y más regalos para acaparar su atención. Sí, por eso ella siempre te ha preferido a ti. (Entre sollozos) Severiano – (Sorprendido y apenado) Pero María, creía que era lo que debía hacer, ¡hacerla feliz! No pensé que eso te doliera tanto, nunca me habías dicho nada. María – ¿Para qué? Te lo hubieses tomado a guasa como todas mis cosas y me lo hubieses restregado por las narices mil veces. Severiano – (Ofendido) ¡Yo no me tomo a guasa tus cosas! ¿Por qué dices eso? María – A no, y qué me dices de aquel día en que te dije que me sentía muy mal por haber cogido tantos kilos, por culpa de aquella medicación que me dieron. Dime, ¿qué hiciste? Severiano – (Un poco avergonzado) Esas cosas te las decía cariñosamente. María – Mi vaquilla guapa, mi bola requesona, mi meloncilla regordeta. Severiano, ¡tanto cariño me abruma! Severiano – Lo siento, pensé que de esa forma te demostraba que a mí no me importaba en absoluto que estuvieses más... (con miedo) ¿llenita? María – Hombre, pues gracias, pero lo cierto es que esos calificativos solo me hacían sentir peor. Y qué me dices de aquella vez que me apunté a las clases de inglés…Sí, no pongas esa cara. Severiano – ¿Qué es lo que hice entonces?
  • 29. 29 María – ¿Que qué hiciste? Acaso no recuerdas la risa que te daba escucharme practicar y cómo repetías mis errores lingüísticos delante de tus amigotes para que todos se burlaran de mí. Severiano – Pero, ¡qué dices mujer! ¡Solo eran bromas! María – Bromas para ti, ¡para mí eran burlas! Severiano – Bueno, lo siento María. María – (Con reproche) Ahora ¿verdad? ahora lo sientes. Severiano – Pues coño ahora, ¡cuando me he enterao que te molestaba! (Cambiando de actitud se acerca a ella buscando su perdón y una reconciliación) Perdóname mujer, ¡anda! que estoy malito. María se aparta de él. (Excusándose) Pero si la culpa es tuya María, si me hubieses dicho cómo te sentías ¡yo no soy adivino! María – (Rabiosa) ¡Claro, tú nunca tienes la culpa de nada ¿verdad? siempre la tienen los demás. Tal vez me equivoqué al pensar que ¡era evidente cómo me sentía! Pero claro, lo que es evidente que no te enteras de nada. Severiano – ¿Pero qué te pasa conmigo? María– Que estoy harta Severiano. Harta de tener que ganarme constantemente el cariño de mi hija y harta de ti. Severiano– (Malhumorado) ¿Así?, pues qué bien ¿no?(Unos segundos de silencio).
  • 30. 30 María – Estoy cansada de ver cómo he tenido siempre que competir contigo para que mi hija, ¡mi propia hija! me preste un poco de su atención. (En tono burlón) ¿A quién quieres más cariño, a mamá o a mí? Recuerdas la de veces que le has preguntado eso delante de mí para que te dijera: –A ti papá– y te pudieses pavonear de lo lindo sintiéndote el centro de su vida. Y todo por tus estúpidos celos (Resentida). Severiano– ¿Celos yo? ¡Ja!, mira toooda para ti. Te la regalo. María – ¡Claro!, ahora que no hay quien la soporte! Severiano – Pues bien que le haces la rosca todo el día. María – ¡Y cómo quieres que la trate si ahora tú la desaíras continuamente! (Se queda mirándolo extrañada y pensativa) Pero, ¿qué ha pasado para que haya cambiado tanto tu actitud hacia ella? Porque estás irreconocible ¿Fue porque se marchó a vivir con Jesús? ¿Acaso fue tan duro para ti darte cuenta que tu niñita había crecido? Severiano – (Frustrado, elude el tema) Prefiero no hablar de eso. María – ¡Ah, ya! Como siempre Severiano eludiendo el problema. Severiano– (Se aparta de María bruscamente y enfadado) Ya está bien María. María– Ya está bien tú. El problema es que no puedes soportar que ahora sea yo quien esté a su lado (reproche) Tú ya tuviste tu oportunidad, ahora déjame disfrutar a mí lo que antes me negaste. Severiano – Créeme, te vuelvo a repetir, ahora no es el momento para que la mimes. María– ¿A no? ¿Y eso quien lo dice? Severiano – María, parece mentira que no te des cuenta.
  • 31. 31 María– Cuenta ¿de qué? De que ahora me tiene siempre que me necesita. Severiano– ¡Por Dios mujer!¿te necesita? No seas ilusa. Tú no sabes en qué se ha convertido tu hija… María – ¿Y tú sí? Quieres explicarme de qué hablas Severiano. Severiano – ¡Que de qué hablo! (pensativo) de que yo también estoy harto. Harto de dejarme la piel por vosotras para que después me metáis una puñalada trapera por la espalda. María– ¡Esa sí que es buena! ¿Quién te ha metido una puñalada trapera a ti? Severiano– Cómo crees que me siento cuando la defiendes a muerte aun a sabiendas de que no tiene razón. María hace un gesto de “ya será menos”. ¿Sabes cómo me hace sentir eso? Como el último mono de esta jungla en la que se ha convertido mi casa. (Irónicamente) O vuestra casa, porque está claro que yo aquí ya no pinto nada. María– (Con sarcasmo) ¡Ay, pobrecito de él! Severiano– Vale, sí, tú búrlate, pero mira a ver si no es cierto. Si no pregunta, (señala al público) ahí tienes a los testigos, ellos lo ven todo. María– ¿Pero qué dices Severiano? tú desvarías. Severiano– ¡Claro! Es más fácil criticar que afrontar la realidad. Dime si no qué ocurrió el otro día, ¡me echaste a la calle con la excusa de que me diera el aire delante de sus narices! ¡Pisoteas mi autoridad continuamente!
  • 32. 32 María– ¡Esa sí que es buena! (Con desprecio) Hay que ver qué melodramático te pones. Y dices que Marga es una gran actriz, pues ya sabemos a quién le ha salido. Severiano– Claro, ahora exagero. Tú puedes sentirte mal y expresarlo, pero yo no ¿verdad? si lo hago soy melodramático o peor aún, una nenaza. Los hombres tenemos que tragárnoslas como puños. Pero ¿sabes qué te digo? que yo también me he cansado de tu hija y de ti. (Sale de escena hacia el interior de la casa enfurecido) María se queda sola en el escenario. Pensativa y angustiada se sienta en un sillón. María– ¿Pero qué nos está pasando? ¿Por qué es todo tan difícil?(Pensativa y angustiada) Yo sólo quiero disfrutar de mi hija, consentirla un poco. Nunca antes se me ha permitido ¿Qué tiene eso de malo?(Silencio)¡Pero no, claro! yo no tengo derecho a disfrutar de ella. Y ahora resulta que es insoportable por mi culpa. Pero será hijo de su madre…Encima va de ofendido, ¡como él lo ha hecho todo tan bien! Sale Severiano a toda prisa con una maleta en la mano que asoma un trozo de prenda, dando a entender la prisa con la que la ha hecho. María– ¿Pero dónde vas Seve? ¿Se puede saber qué haces? Severiano– ¿Que qué hago? Me largo, ¿no es eso lo que quieres? Te dejo el camino libre con tu hijita del alma. Que la disfrutes. María– Pero qué tonterías estás diciendo Severiano. Nadie quiere que te vayas. Severiano– (Irónico) ¿A no? ¡Vaya pues lo finges muy bien! María le corta el paso. María– Severiano te estás pasando.
  • 33. 33 Severiano– Con que eso crees ¿eh?, que me estoy pasando (La mira unos segundos muy serio). Prefiero pasarme a vivir más en esta...(Silencio). María– (Confusa) ¿En esta qué Severiano? ¿Pero estás tonto o qué? Severiano– Tal vez lo que pasa es que sé cosas que ha dicho tu hija que tú ignoras, pero ya caerás en la cuenta tú solita, porque está claro que si te las digo yo no me vas a creer. María- Habla Severiano, por Dios, ¿qué es lo que sabes? ¿Qué es lo que ha dicho Marga? ¿Por qué ahora estás tan lleno de rencor hacia ella? Severiano se queda mirándola unos segundos mientras niega con la cabeza, como dudando contárselo. Y sale sin atreverse a hacerlo. (Grita angustiada ante su partida)¡Severiano!(y girándose hacia el público) ¡Grandísimo egoísta! ¡Vete a la mierda! Por mí como si te mueres (Se va desmoronando emocionalmente) total para lo que me has apoyado nunca…siempre me he sentido sola (enfadada mirando hacia la puerta) A tus ojos no he valido nunca naaadaaa! (comienza a llorar derrumbándose en el sillón) Si no hubiese sido por mí hija te hubiese dejado hace años (Con rabia y dolor) ¡Maldito seas!, ¿por qué no me has querido nunca como te quiero yo? (Se echa a llorar desesperada. Tras unos segundos de llanto hace un alarde de fortaleza) ¡Hombres! Todos son iguales. Solo las mujeres nos comprendemos entre nosotras… (Pensativa mira el móvil) ¡Claro! (Se calma un poco y marca un número y espera). Hola cuñado, ¿está mi hermana? ¡Vaya! Y no se ha llevado el móvil por lo que veo. No, nada, solo quería comentarle una cosa. No te preocupes ya se lo diré en otro momento. Hasta luego (Cuelga). (Pensativa de nuevo y con el móvil en la mano termina decidiéndose a llamar a su hija) ¿Quién mejor…? La conversación se oye por megafonía.
  • 34. 34 Marga – ¿Qué pasa madre? María – ¡Hija! Marga necesito hablar contigo. Marga – ¿Para qué?, ahora ando bastante ocupada. María – ¡Es muy importante! Marga – ¿Por qué? ¿Te estás muriendo y vas a dejarme todo en tu testamento? María – No bromees cariño, ¡me siento muy angustiada! Marga – Otra vez mi padre, como si lo viera. Divórciate madre y verás que agusto te quedas, ¡si es que no sé ni cómo le aguantas! María – Pero hija yo no sé qué os pasa últimamente ¿y cómo puedes hablar así de tu padre con todo lo que él ha hecho siempre por ti, con todo el cariño y amor que te ha dado desde que naciste? Marga – ¿Amor? ¡Anda ya! es un carca y tú te estás volviendo tan carca como él, menuda suerte me ha tocado con los padres. Así que si estás angustiada te aguantas. Tú te lo has buscado por casarte con él. O sino mejor mira: coges la tarjeta y la fundes. Cómprate algo mujer, un picardías de esos que tanto le gustan a mi padre y verás que pronto te lo llevas al huerto, jajajaja. ¡Ah! Por cierto, de paso, si vas de compras, me traes esa chupa tan chula que vimos el otro día en el escaparate ¿vale? Yo no te la podré pagar porque me estoy quedando sin un duro, jajajaja. Mejor que Dios te lo pague con hijos que estoy muuuu sola. Jajaja. María – (Totalmente desilusionada y sorprendida) ¡Pero hija! Marga –¡Venga mamá!, estírate un poco que si no te vas a quedar encogía…
  • 35. 35 María se queda sin habla. Bueno, te dejo que este muchachote me pide marcha ¡Hiepa, espera chico que me despida de mi progenitora! Pues eso, vive la vida madre y disfruta que son dos días jajaja (cuelga el teléfono). María – ¡Marga!, (Silencio) (Al borde del sollozo) ¡Dios mío! Seve tiene razón, hemos creado un monstruo. Y yo que creí que mi hija me escucharía… y me ayudaría a pasar este trago… Por medio de reflexiones va moviéndose por el escenario. Pero cómo es posible que dándoselo todo nos trate de este modo. Acaso no tiene sentimientos, ¡no tiene corazón! Su padre y yo nos hemos desvivido por ella desde que nació. Le hemos dado todo, ¡todo! ¿Es eso lo que hemos hecho mal?(Camina como un león enjaulado retorciéndose las manos) Tal vez he sido una mala madre por no saber mostrarle mi amor de otra manera. ¡Dios! (Se sienta, abatida en el sillón y llora desconsolada). Esto me está superando, primero Severiano y ahora mi hija. ¿Qué puedo hacer? (dice con desesperación) ¿Qué puedo hacer?(Repite) (Mira el móvil, pero se muerde el puño y camina de nuevo por el salón hasta que se decide a marcar). Severiano tenemos que hablar. Se cierra el telón
  • 36. 36 Acto segundo Se abre el telón y aparecen Severiano y María en pijama y camisón sentados en la mesa desayunando y haciéndose carantoñas. Toda la ropa de su hija por todos sitios como si allí hubiera pasado un tornado. La cama que está encima de la mesa desordenada. Llega Marga cargada con la maleta, se queda parada y boquiabierta viendo la escena: Marga – ¡Vaya, le volvió a funcionar, esta madre es una crack! ¡Buenos días tortolitos! (mirando el desorden deja las maletas en el suelo) Veo que habéis aprovechao que no estaba, para montaros una buena (mira su cama deshecha y dice aterrada) ¿No habréis hecho nada en mi cama? María se ríe con picardía. Severiano – ¡Un sitio muy inspirador! (Con picardía mira a María). Severiano hace una carantoña a su mujer. El matrimonio va a la suya, como si la hija no estuviera allí. Marga – ¡Dios qué asco! Pero ¿qué os habéis tomao? (huele los vasos), ¿os habéis echado algo en la leche? María y Severiano se van hacia el interior. Él le da un cachete cariñoso en el culo y María sale correteando y riendo.
  • 37. 37 Marga – Estos deben haberse fumao un porro de buena mañana, por lo menos. ¡Por favor! ¡Tendría que darles vergüenza! Pero qué desfachatez. ¡Y cómo han dejao esto! Está todo patas arriba. Me hubiese gustado verlos por un agujerito. (Con asco) ¡Uy, no!, ¡qué digo! para nada (Con enfado), Me va a tocar a mí arreglarlo todo, con lo cansá que vengo del viaje y qué viaje! (Con una pícara sonrisa. Suena el móvil) Hola Flor qué pasa tía, es que me echas de menos ya tan pronto ¿Cómo? ¿Que si puedes venirte a dormir? Pero ¿por qué? Jajaja cómo que tus padres no te abren la puerta. Tía te vas dos días y ya han cambiado la cerradura para que no entres! Jajaja qué fuerte. Lo que yo digo, eres una pringá. Bueno vale te haré un huequito en mí… Sale su madre corriendo y su padre detrás. Marga tapa el móvil para que su amiga no oiga el jaleo y les mira estupefacta. María – ¡No Seve por favor, no jajajaja, que así me haces cosquillas! Jajajaja. María, continuando con el juego vuelve a meterse en el interior del piso y Severiano va detrás. Marga – Espera Rosa, vas a tener que buscarte otra guarida para hoy tía. Mi madre se acaba de poner enferma de repente y la vamos a tener que atender mi padre y yo… ¿Que qué tiene que ver eso pa que tú puedas dormir? Pues tía que no te vamos a dejar pegar ojo seguro, bueno adiós Flor, lo siento. (Cuelga sin esperar razonamientos. Se acerca hasta la puerta que da al interior de la casa) ¡Eh! ¡Que ya he llegao! Madre que ya estoy en casa. (Con expectación) ¿Hace un vaso de leche calentita? Se escucha una risa contenida y luego la voz de María:
  • 38. 38 María – Ay Seve por tu padre sigue, sigue, no pares, ¡sigue, sigue! Marga – Con cara de tonta mira al público y dice: ¡Anda la hostia! pero ¿qué les ha dao a estos? (Mira a su alrededor resignada y comienza a amontonar con los pies el desorden debajo de la mesa, mientras, de vez en cuando, se oyen risas y frases pícaras desde el interior) Arregla su cama y se decide a acostarse. Cierra las cortinas y baja un poco la intensidad de la luz. Bueno, voy a ver si la sobo un rato que estoy molía (Suena el móvil)¡Joder con la pesá esta, ¡qué lerda es la pobre! (Pone el móvil en silencio y se mete en la cama). Ay, qué ganas tenía de pegar el culo a la cama. Voy a dormir hasta las diez de la noche, ¡por lo menos! Unos segundos de silencio y vuelven a aparecer corriendo y riendo María, Severiano va detrás con intención de darle caza. María – ¡Severiano!, Severiano no, otra vez no (juegan al pilla, pilla entre el sillón y la mesa donde está Marga acostada). Marga se incorpora para ver la situación. Después de unas cuantas carreras, juegos y gritos: Severiano – (Cansado) Vale María, no puedo respirar, me rindo. (Se sienta en el sillón). Marga – Hombre ¡por fin, así podré dormir de una vez! María – ¡Ay hija lo siento! pero es que ahora no es hora de dormir…como ves es de día (abre las cortinas con decisión).
  • 39. 39 Marga – (Pasmada) Pero… ¡mamá! yo estoy cansada del viaje, como cada vez que llego de un viaje. Tú sabes que necesito dormir todas las horas que no he dormido mientras disfrutaba de la vida. Es más, tú siempre procuras que mi padre esté en silencio para que yo pueda dormir, porque sabes que si no al día siguiente no rendiré en el trabajo. Y si no rindo en el trabajo pueden despedirme y tú no quieres eso ¿verdad? María – Ay, cariño pues claro que no, pero lo siento mucho tenías que haber venido anoche si lo que necesitabas era dormir. Hay que ser más precavida (En tono cariñoso). Marga – (Confundida) Pero bueno, ¡qué falta de consideración! (Enfadada) ¡Pues me voy a dormir a vuestro cuarto! (Sale enfadada). María – Bueno cariño, pero solo un ratito ¿vale?(dice alzando la voz y acercándose a la puerta por donde ha salido su hija, para que esta la oiga). Que ya sabes que me gusta que la cama esté hecha antes de las doce de mediodía. (Con cara de circunstancias mira a su marido). ¿Seguro que estamos haciendo lo correcto Severiano? Severiano – ¿Lo correcto dices? ¡Has estado espectacular y lo del final ha sido grandioso María! (Cogiéndola por la cintura). ¡Uy, cómo te quiero!, te comía a besos ahora mismo. María – (Algo angustiada) Solo espero que no me odie por esto. Severiano – (Suelta a María y dice con pesar) Te aseguro que darle todo lo que te pida no va a hacer que ella te quiera más. Créeme sé de lo que hablo. María – Cuándo vas a contarme lo que te ha dicho Marga. Por favor Seve, cuéntamelo. Te aseguro que ahora creeré todo lo que me digas sobre ella.
  • 40. 40 Severiano – (Sentándose en el sillón) Es que me da vergüenza María. Para un padre es horrible darse cuenta de lo poco que le quiere su hija. La he echado a perder con tanta tontería. (Angustiado) He sido tan estúpido y presuntuoso. ¡Dios, pero qué torpe! María – Bueno, vale, tampoco hace falta que te castigues así. Hiciste lo que sentiste y creíste que era mejor. Todos nos equivocamos ¿no? Severiano – Pero, ¿tanto María? María – ¡Pues hombre, fíjate ahora en mí! ¡Desembucha anda, que me tienes en ascuas!, seguro que si me lo cuentas te sentirás mejor. Severiano – (Resignado) Recuerdas aquel día que nos íbamos tú y yo a ver el museo de la aceituna a aquel pueblo de Alicante ¿cómo se llamaba…? Onil, ¿te acuerdas? María – Sí, recuerdo que estabas entusiasmado con todo ese viaje, pero que de pronto te convertiste en el ogro del cuento y no quisiste decirme qué era lo que te pasaba. Severiano – Pues, lo que me pasó es que fui a dar unas últimas instrucciones a tu hija que estaba en su habitación y me encontré la puerta entreabierta. Hablaba con su amiga del alma y hablaban de mí. María – ¿De ti? Severiano – Sí, de mí, y te aseguro que lo que decía no era nada bueno. María – (Confusa) Pero, por aquel entonces tú te deshacías en atenciones con ella desde que era pequeña ¿Cómo es posible que hablara mal de ti? Severiano – Pues si vieras hasta qué punto. (Enfadado) A partir de aquel día pude verla tal cual era. Una niñata egocéntrica, presuntuosa y malagradecida.
  • 41. 41 María – ¡Seve! (Pidiendo un poco de misericordia). Severiano – ¡Seve! esos son calificativos muy suaves para lo que ella se merece. María – ¡Quieres contármelo de una vez! Severiano mira hacia la puerta del interior del piso con miedo a que Marga pueda oírle. Severiano – (Con pesar) Justo cuando llegué, la oí decir: – Mi padre es un pobre desgraciao. María – (Sorprendida)¿No me digas? Pero, ¿por qué? Me cuesta entender qué podía motivarla a pensar así de ti en aquella época. Severiano – ¿Sí?, pues eso fueron flores en comparación a lo que vino después, porque continuó diciendo: –Y es el mayor calzonazos de la tierra. Le hago comer de mi mano siempre que quiero. ¡Pobre imbécil! Ahora, que lo que peor llevo es cuando me besa. Me repugna que me llene de babas. ¡Me da un asco tía! María parece haberse quedado en shock Severiano – Yo me quedé igual que tú. Si hasta me costaba respirar por la impresión. Pero espera, que para ti también hubo… María –(Entre la angustia y el susto) ¡¿Habló de mí?! Severiano – Sí, aunque lo tuyo fue mucho más light. María – ¿Qué dijo?
  • 42. 42 Severiano – ¡Y si no mi madre! Compitiendo siempre con él para ganarse mi cariño, es patética. (Moviendo la cabeza con pesar) No pude quedarme más tiempo escuchando y salí disparado para el coche. María – (Impresionada) Ahora comprendo por qué entraste al coche en aquel estado. ¡Qué fuerte Severiano! Increíble que dijera eso de ti. (Con pena) Y de mí dice que soy patética… (Silencio) ¿Cómo has podido aguantar estos dos años sin contarme nada? Severiano – Todavía no lo había podido digerir María, me dolía demasiado para poder hablar abiertamente de ello. María – Ahora comprendo tu actitud hacia ella durante los dos últimos años. ¡Yo la hubiese matado! Al menos le pedirías explicaciones ¿no? Severiano – No, tampoco le dije nada y al cabo de una semana fue cuando nos dijo que se iba a vivir con aquel muchacho. Su marcha se convirtió en mi tabla de salvación, era terrible vivir bajo el mismo techo después de escuchar todo lo que dijo. Especialmente lo de que le daba asco. María – (Angustiada) ¡Ay calla, ni me lo recuerdes! Por eso te empeñaste en comprar un piso de una sola habitación. Severiano – Sí, pero después terminó con su novio y tú la acogiste de nuevo con entusiasmo. María – (Con sentimiento de culpa) Lo siento, no sabía… ni siquiera podía imaginar. Pero, entonces, ¿ella no sabe que la escuchaste? Severiano – No, tal vez fue el mayor error que he cometido.
  • 43. 43 María – (Haciéndole una caricia) Pobrecito mío. Tenías que habérmelo dicho y entre los dos la hubiésemos metido en vereda. (De pronto tiene una idea y se separa de él) Pero, ¿sabes qué te digo? que nunca es tarde si la dicha es buena (decidida). Y si es mejor que se vaya de aquí, pues nada, que se vaya. Y yo sufriendo hace un rato por si me odiaba en el futuro. Desde luego en algo si tiene razón tu hija, soy patética. Severiano – No María, tú eres una buena madre, fui yo el que me metí por medio para tratar de acaparar su cariño a como diera lugar; siempre me advertías de lo equivocado que estaba por darle todo lo que pedía, pero ni siquiera te escuchaba. María – Bueno, vamos a dejar de lamentarnos y sigamos con el plan cariño. Que esto va a ir cogiendo tono. ¿Qué ficha movemos ahora? Severiano – (Mira a su alrededor) Podemos desmontarle el tenderete. ¿Qué te parece? María – ¿Este? (señalando la mesa, donde duerme Marga) ¿Y esta noche dónde va a dormir? Severiano – Pues abajo, en el cuarto de los trastos y si no quiere tendrá que volver a montarse todo otra vez aquí. Aunque habrá que pensar en algo convincente. María – Entiendo, no se lo vamos a poner fácil. Severiano – Eso es. María – Se va a poner como una fiera, lo sabes ¿verdad? (preocupada). Severiano – Entonces, habrá que sacar el látigo (sonríe). María – Tengo una idea. Saca una venda que hay en el segundo cajón del mueble (se sienta acomodándose en el sillón).
  • 44. 44 Severiano – (Coge la venda y se la lleva) ¿Para qué quieres una venda? María – Porque me acabo de hacer un esguince tremendo y casi no puedo caminar. Severiano – (Solícito) ¿María estás bien? María – Claro que sí tonto, pero eso tu hija no lo sabe. Anda ayúdame. Nos ha visto corretear y se ha acostado. Ella duerme como un tronco si está en una habitación tranquila, así que cuando salga le diremos que ya ha venido el médico y me ha hecho la baja por el esguince. Severiano – ¿Y cuando tengas que ir el miércoles al trabajo? María – Bueno, tenemos unos días para ver qué pasa ¿no?, anda, tranquilo y déjame a mí, tú solo sígueme la corriente ¿vale? (Severiano le ayuda a colocarse la venda). Cuando terminan María le pide a Severiano que comience a hacer ruido y éste empieza a mover la mesa pequeña, las sillas etc. Al momento sale Marga. Marga – (Enfadada y adormilada) Podéis dejar de hacer tanto ruido de una vez. Pero ¿qué estáis haciendo? Severiano – Mira, ahora podemos ir más rápido. ¡Ha venido una ayudanta! María – ¡No me digas! (tratando de disimular las negativas emociones que siente hacia su hija en esos momentos) Qué bien, así lo bajará todo al cuarto de los trastos. Marga – (Se espabila) ¿Qué, cómo, quién? Pero, (poniendo el grito en el cielo). ¿Y yo dónde voy a dormir? María – Hay cariño, es que me ha llamado una amiga y esta tarde van a venir todas a tomar café. Como comprenderás, necesito que esto esté todo despejado.
  • 45. 45 Marga – Claro, y no has dudado en enviarme al cuarto de los trastos. María – Bueno, solo serán dos semanas cielo (se le nota un poco el enojo en el gesto a pesar del apelativo cariñoso). Marga – ¡Dos semanas! (gritando). ¡Van a estar tomando café dos semanas! María – ¡Uy, no tonta!, vamos a aprovechar que me ha dado la baja el médico por este esguince que me he hecho hoy huyendo de tu padre. Para hacer el campeonato de julepe aquí en casa este año. Marga –¡Esguince!, ¿médico?, ¿julepe? ¿Pero de qué hablas? Yo no he visto a ningún médico. María – ¡Por Dios Marga!, estarías en el circo si desde nuestra habitación y durmiendo hubieses podido ver al médico. Marga – Bueno y entonces ¿qué pasa con lo mío? María – ¿Qué es lo tuyo? Marga – ¡Mamá! ¡¿Qué es lo mío?! ¡¿Dónde voy a dormir esta noche?! María – ¡Ay hija!, siempre puedes subir del cuarto trastero todo lo tuyo, cada noche o si no te gusta la idea, dormir en él unos días de nada. Marga – (Alucinando) Pero ¿cómo puedes decirme eso madre? Que soy tu hija y parece que se te ha olvidado. María – Pues no cariño, lo recuerdo muy bien. Solo me adapto a las circunstancias y trato de ser feliz, ¿no es eso lo que tú me aconsejaste antes de ayer por teléfono?
  • 46. 46 Marga – Joder, que rápida eres adquiriendo conceptos. (Piensa unos segundos) Pues ya sabes Severiano la que te va a tocar sube, baja, baja, sube. Mete saca, saca mete. (Con sonrisa guasona) María – (Carraspea angustiada buscando salvar la situación) ¡Ay, hija lo siento! pero, debido al impresionante resfriado que cogió el viernes. (Le deja caer inocentemente) Ese en el que ni siquiera le acercaste el termómetro, ¿recuerdas? pues que se le encharcado un poco el pulmón derecho y el médico le ha dicho que no haga ningún esfuerzo. Marga – ¡¿Sí?!, pues yo diría que ha hecho algo más de un esfuerzo hoy ¿no? María – ¡Uy! Qué va cariño, todo era ruido. Severiano se sorprende y se medio ofende, pero disimula. ¿No has visto como se ahogaba de perseguirme un ratito? (Le guiña un ojo a su marido) Se ha cansado enseguida (cargada de razón), y como comprenderás, no quiero que por una tontería se le produzca una neumonía. Severiano trata de disimular su sorpresa ante la pasmada mirada de Marga que le mira mientras no da crédito a lo que oye. Marga – ¡¿Una tontería?! Dormid vosotros abajo a ver si os parece una tontería. María – ¡Pero es que no me has oído! No me ves postrada en el sillón con el pie en alto. Me encantaría poder hacerlo por ti, ya sabes que adoro cuidarte pero con este esguince que me duele horrores, imagínate subir y bajar escaleras. El médico me dijo que tuviera el pie en alto el máximo tiempo posible y que tu padre no hiciera ningún esfuerzo.
  • 47. 47 (Cambiando de tema y con desparpajo) ¡Ah! Y de paso cuando termines, tienes que hacer algunos recados. Entre ellos comprar la pomada que necesito. Marga – ¡Que te haga qué! (sorprendida). María – Sí tesoro, dos recados precisos. Mira vas a por el pan y te traes media docena de huevos, una tarta de queso de esas que te gustan y unas pastas de la cajita metálica que solemos comprar. Después necesito que me traigas de la farmacia esta pomada para el dolor que es la que utilizaba yo cuando era joven (escribe en un papelito el nombre de la pomada). Le dices que es para el esguince y que ha de ser esta concretamente. Le pregunté al doctor y me dijo que aunque esta pomada es de las antiguas es una de las más efectivas, que no necesita receta y que me curará el esguince en dos días. ¿No es eso lo que tú quieres, para que te siga cuidando como a ti te gusta, cariño? Marga mira a su padre, que disimula al percibir la mirada de su hija y mira a su madre con expresión de estar a punto de explotar. Marga – ¡Ah! Ja,ja,ja ¿dónde está la cámara oculta? me estáis gastando una broma… (Mira hacia todos lados para ver si ve algún indicio de lo que se le acaba de ocurrir). María – ¡Pero, cómo crees hija!, (ofendida) ¿te he tomado el pelo yo a ti alguna vez? Marga hace un gesto de contrariedad, para darse cuenta de que no, de que su madre nunca le ha mentido y siempre ha querido ayudarla en todo. Marga – (Con fastidio pero decidida) Está bien, bajaré todo esto y después haré los recados que me has pedido. Pero espero que esa pomada sea milagrosa porque yo no pienso subir el colchón esta noche y de dormir en el trastero ni hablamos. María y Severiano se miran y siguen disimulando.
  • 48. 48 María – Gracias cariño, y ha de ser todo antes de las seis ¡Ay! si no fuera por ti, en estos momentos no sé qué íbamos a hacer. Sale Marga frustrada y cargada con algunas de sus cosas. Severiano –¡Estoy impresionado María!, aquí hay más de un talento para el teatro desperdiciado. Bueno, a mí me parece alucinante la capacidad de invención que tienes, ¡qué cantidad de recursos! ¿Cómo encuentras salidas para todo? María – Bueno, una que tiene sus mañas. Pero, (Cambiando de cara) ¿has visto que carita de pena ha puesto mientras aceptaba hacer las cosas? Severiano – (Con miedo) María, no te me vengas atrás. María – ¿Tú crees que todavía llegaremos a tiempo para que haga un cambio? Severiano – Ahora o nunca cariño. María – Sí, tienes razón, pero se me encoge el corazón cuando la veo, así, tan perdida e impotente. ¿Has visto cómo se ha aguantado antes de soltarme una barbaridad estilo Marga? Severiano – Lo cierto es que no me esperaba su reacción. Estaba convencido de que soltaría la culebra que tiene por lengua y nos llenaría de veneno a los dos pero no, ¡se ha contenido! Incluso daba la sensación de que se prestaba a ayudar. Eso tal vez sea un buen augurio. María – Quien sabe, igual su actitud es más fachada que otra cosa. Severiano – Pues no tardaremos en saberlo, pero que no se te olvide lo que dijo sobre mí y tampoco que a ti te llamó patética.
  • 49. 49 María –Es verdad (decidida). Seguiremos hasta el final, y apechugaremos con todas las consecuencias. Está claro que lo que hemos hecho hasta ahora solo ha conseguido estropear las cosas. Severiano – ¡Se me está ocurriendo otra idea! (Escribe una nota y la deja encima de la mesa, María sonríe al leerla) Vamos (María sale delante con paso firme) Por cierto, ¿qué tal va tu esguince? María – ¡Uy, se me olvidaba! Voy a practicar un poco (sale cojeando). Suena la música. Llega Marga con la compra y cansadísima porque ha recorrido dos kilómetros a pie para encontrar la pomada que le ha dicho su madre. Baja el sonido de la música poco a poco. Marga – ¡Dios! Me ha tocado ir a la farmacia más vieja de la ciudad, que además está en el quinto coño. Dos kilómetros me ha costado la dichosa pomada. En todas las farmacias me decían que la pomada era buenísima pero que la habían descatalogado y ya no les quedaba ni una. (Mira dentro de la bolsa donde están el pan y todo lo demás) Igual hasta se han cocido los huevos. ¡Estoy famélica! ¡Mamá!, mamá ya he llegado, ¿está ya la comida? Este paseito me ha dado un hambre, (huele en el aire) aquí no huele a comida (extrañada entra hacia dentro). Mamá (se oye llamarlos). Papá (sale) pero ¿dónde se han metido estos dos? Y por lo que se ve ni siquiera han hecho la comida. ¡Pues que ni se les ocurra decirme que la haga yo! Porque yo ya he gastado el cupo de las buenas acciones para hoy. (Ve la nota que hay en la mesa y la lee cara al público). “Como no queremos abusar de tu amabilidad pidiéndote que nos hagas la comida, nos vamos a comer a un restaurante. Hazte tú lo que quieras para comer y tranquila cariño, no sufras por nosotros, estamos bien. Un beso, papá y mamá.”
  • 50. 50 ¡Y tan bien! ¿Pero qué pasa ahora con las escaleras madre? (Al público) ¡anda que me han invitao!¡Esto no hay quien lo aguante!¡Yo he nacido para que me sirvan, no para servir! (se encoje tocándose el estómago) ¡Uy qué hambre tengo! Pues, yo no pienso hacerme la comida. (Pensativa busca una solución, coge el móvil) ¿Rosa…? Oye que estaba yo pensando, qué tal si te invito a comer y me haces tú especialidad… ¡Ey!, no te pongas así que solo son patatas y huevos fritos. Que me los haga yo, pues vaya una amiga que estás hecha. A la mierda te vas tú. Encima que te invito. Que yo no te he dejao tirá tía, que el problema es que mi padre se ha puesto enfermo. ¡Bueno vale, era mi madre…! me he equivocao, ¿qué pasa? no me puedo equivocar. Flor, Rosa o como te llames joder, que no te cabrees conmigo tía. ¡Oye! No te pases ¿eh? Rosa, Rosa. (Mira al público) ¡Me ha colgao! ¡Será gilipollas! Con todo lo que yo hago por ella. (Trata de buscar en su mente algo que haga por ella) Bueno…algo haré, digo yo ¿no?, es mi amiga (Sigue buscando en su mente). Siempre soy yo quien la llamo por teléfono primero. Eso seguro que le ahorra una pasta (se queda satisfecha con la reflexión). Mira a su alrededor como un perrillo abandonado. Marga – Comeré un mendrugo de pan y agua, como si fuera un ¡peeerro abandonao!. (Va hacia el interior de la casa decaída). Música suave. María y Severiano llegan y entran con mucho sigilo. Severiano – Aquí no está, debe de estar en la cocina. María – Mira a ver Seve. No creo que se haya ido. Severiano cruza el escenario casi de puntillas y se introduce hacia el interior de la casa. María espera expectante a que vuelva.
  • 51. 51 Severiano – Está en la cocina zampándose todo el companaje de la nevera. María – Me hubiese gustado verla por un agujerito. Aunque lo cierto es que no lo necesito para saber lo que habrá pasado por su mente: –Yo estoy aquí pa que me sirvan no pa servir a nadie (Imitando a su hija). Severiano – Sí, seguro que se ha cabreado y ha llamado a su amiga para que le haga la comida. Me juego el cuello. Con tal de no hacer nada. María – Bueno, ¿preparado cariño para seguir con la farsa? Severiano – Venga ¡Acuérdate del pie María! (le dice con preocupación). María asiente con la cabeza. María – (En voz alta trata de que su hija la oiga) ¡Ay!, vengo molida. Qué dolor de pie. Severiano – (En un susurro) ¡María que es el derecho el que se supone que te duele mujer! (Levanta la voz para que Marga le oiga) Siéntate cariño, que se te va a poner el pie como una bota. Sale Marga y con mucho brío se encara a sus padres. Marga – ¡Hombre, por fiiiin!¡pero vosotros qué os habéis creído que me vais a tener de criada, para dejarme tirada mientras os vais de comilona por ahí, sin siquiera invitarme! Os habéis convertido en unos negreros sabéis. Quién me lo iba a decir. Nunca lo hubiese imaginado de vosotros, explotando a vuestra hija mientras os vais a un bar a comer. Antes el negrero era mi padre, pero veo que todo se pega (Muy enfadada).
  • 52. 52 María – (Muy digna) Perdóname hija pero no puedo hacer otra cosa. Tu padre tampoco, estamos enfermos y no podemos cuidar de ti en estos momentos. Marga – ¡Anda la hostia! Pero para iros a restaurantes estáis más que buenos ¿no? Menudo morro le estáis echando al asunto. ¡Vaya padres me ha tocado en gracia! No haberme traído a este mundo si tanto os iba a costar darme gusto en lo que quiero. Los hijos son lo más importante en la vida de los padres ¿no es eso lo que siempre cacareáis? Pues ya podéis ir olvidándoos de que tenéis una hija. Severiano – En realidad nunca la tuvimos. Tú has sido más bien una recaudadora de cosas. Marga – Habló la voz de la conciencia. Tú a tu estilo metiéndola suave pero bien a fondo ¿eh? Te conozco viejo, te haces el santito delante de tu mujer, porque sabes que si mi madre tuviese que elegir entre tú o yo, se quedaría conmigo sin dudarlo. Y ¿sabes qué? Que ya me he cansado de tus tonterías. (Se encara con ansia a su madre) Madre tú sabes que tu marido me tiene manía y la verdad es que no sé porqué. ¡Yo siempre me he portado muy bien con él! Pero mi paciencia tiene un límite y hoy ha llegado a su fin. Siento tener que decirte esto mamá, pero creo que ha llegado el momento de que elijas. O mi padre o yo. Severiano no puede esconder los deseos de enfrentarse a su hija y a su desvergüenza. María salva la situación. María – Creo que voy a echarme un rato, me duele horrores el pie. Me ayudas cariño (A Severiano). Severiano – Sí vamos.
  • 53. 53 Marga se da cuenta de su derrota y despechada les grita: Marga – Sí, huid cobardes, pero que sepáis que no tenéis razón (con impotencia) Hay perros con más instinto que vosotros. Severiano se detiene unos segundos con intención de empezar una discusión, pero María le frena aguantándole del brazo e impidiendo que su marido se gire. Continúan hacia adentro. Marga, impotente, sale por la puerta de la calle. Se cierra el telón.
  • 54. 54 Acto tercero Han pasado 12 años y el escenario está algo cambiado, limpio y ordenado. Sale María a escena, visiblemente más mayor. Se queja de dolor de cabeza. María – ¡Ay madre, qué dolor! Esta cabeza me está matando ¡Quién te ha visto y quién te ve María! (Se dice a sí misma sentándose en el sillón en bata y con actitud derrotada). Entra Severiano al salón. Severiano – Voy por el periódico cariño, ¿qué tal has pasado la noche? ¿Estás bien? ¿Viene tu hija hoy? María – Sí, y la tuya también. ¡Qué cosas tienes! Severiano – ¡Guau, cómo voy a disfrutar de mi nieta! María – A ver, explícame eso. Entonces, la nieta si es tuya ¿no? Severiano – ¡Hombreeee, mi nieta es mi niña! (sale riendo). María se queda sola y se acerca al público. María – ¡Ay que ver cómo pasan los años! ¡Ahora soy abuela! ¡Quién me lo iba a decir! Mi nieta tiene once años y es un amor. ¡Y lo bien enseñada que está…¡¡Me parece increíble! Quién nos iba a decir que su madre la iba a educar tan maravillosamente bien. Con lo que nos ha costado meterla en vereda a ella (con resentimiento). Si ustedes vieran ahora a mi Marga no la reconocerían, se ha convertido
  • 55. 55 en toda una mujer. Por suerte encontró un trabajo acorde a su profesión y las cosas empezaron a mejorar. Aunque ser madre fue lo que la hizo crecer a marchas forzadas. Mi nieta es preciosa. Rubia, ojos azules. Mis amigas siempre me dicen que parece una inglesita. Si ellas supieran que en parte lo es (mueve la cabeza negativamente mientras sonríe). Al menos algo bueno salió de aquellas locuras de juventud de nuestra hija, o de la señorita Margarita Espinosa como se hace llamar ahora. Lucía es hija de aquel inglés que se ligó Marga en Mallorca, en aquel viaje que cambió nuestras vidas. Es una pena que nunca conozca a su padre, pero, ¡qué se le va a hacer! Por aquella época mi hija estaba tan loca que ni siquiera recuerda el nombre de quien tuvo entre las piernas. ¡Ay, juventud, juventud! Aparece en escena Marga. Totalmente cambiada. Va vestida con un traje de chaqueta, elegante y sofisticado. Marga – ¡Hola mamá! ¿Qué tal tu migraña? Marga va hacia su madre y le presta un brazo para que se apoye en él. Marga – (La riñe) No tenías que haberte levantado hoy. Deja de hacerlo todo tú y delega un poco en papá mujer, hazme caso. Anda siéntate y descansa. No te preocupes, ahora estoy yo aquí, ¡pídeme lo que necesites! María – Gracias hija, pero no necesito nada. Bueno, agua para tomarme esta pastilla, a ver si se me pasa la puñetera migraña. Marga – Las gracias te las tengo que dar yo a ti mamá por quedarte a Lucía las próximas tres semanas. ¿De verdad que no os causa mucho lío? María – ¡Tranquila cariño!, tú disfruta todo lo que puedas.
  • 56. 56 Marga – ¡Mamá que no me voy de crucero! Que voy a trabajar. María – Ya lo sé cariño, pero también sé que no hay nada que te guste más que tu trabajo. Le pones tanta pasión que te has convertido en la mejor decoradora de tu empresa. Por algo tu jefe te quiere a ti para que decores su nuevo hotel en Italia. Hija, ¡qué orgullosa estoy de ti! Te has convertido en una mujer de los pies a la cabeza. Marga – Te quiero mamá (se abrazan cariñosamente). María – ¡Quita, quita que me vas a hacer llorar! Y por mi nieta ni se te ocurra preocuparte. Anda que no vamos a disfrutar tu padre y yo con ella estas semanas de vacaciones. ¡Tengo unas ganas de comérmela a besos! Igual cuando llegues ya no queda niña (bromea). Marga – Pues mujer, guardar un poquito para mí ¿vale? Bueno, me quedo más tranquila. Sé que estará en las mejores manos. Entra Severiano. Severiano – ¡Hombre! Si está aquí mi hija favorita ¿Ya tienes todo preparado para el viaje? (la besa en la frente). Marga – Sí papá, todo a punto. Severiano – ¿Y mi nieta? Marga – Venía conmigo, pero se ha quedado con Marina, la hija de la vecina de abajo. Quería enseñarle un vestido que le ha comprado su madre. No creo que tarde en subir. Voy a traerle un poco de agua a mamá. (Sale)
  • 57. 57 Se oye el timbre y Severiano va a abrir. Jaleo en el recibidor y entra Severiano llevando a Lucía a cuestas. Severiano – He encontrado a este saco de patatas en la puerta, ¿lo echamos a la olla para la cena? Lucía grita jugando y Severiano la baja al suelo. La niña va hacia María. Lucía – Hola abu, ¿Te sientes mejor? María – Sí mi amor, solo con verte ya me duele menos. María besa y abraza a su nieta que se sienta en sus rodillas. María – ¿Qué tal lo has pasado hoy en tu último día de cole, has aprendido muchas cosas? Lucía – Algunas ¿quieres que te las cuente? Aparece Marga que viene del interior con un vaso de agua. María – Venga, soy toda oídos. Marga –Lo siento, pero voy con el tiempo justo para llegar al aeropuerto. Severiano – ¿Te llevo? Marga – No, no hace falta. Me acaba de llamar mi jefe para decirme que está abajo y que no tarde porque está en doble fila. Lucía – ¿Comerás muchos espaguetis en Italia mamá? Marga – Sí, seguro.
  • 58. 58 Lucía – ¡Jooo mamá! ¡Con lo que me gustan a mí! María – No te preocupes, yo te voy a hacer espaguetis todos los días si quieres. Marga – ¡Mamá! María – ¡Es un decir hija! Marga – (A Lucía) Sabes que te quiero mucho verdad cariño, y que tú eres lo más importante para mí, ¿lo sabes a que sí? Lucía – Sí, yo también te quiero mamá (se abrazan y la niña comienza a sollozar). Marga – ¡No llores cariño! o estas tres semanas voy a estar muy triste en Italia ¡Te quedas con los abuelos que te adoran! Lucía – (Lucía sonríe y con madurez dice) No te preocupes por mí mamá, estaré muy bien con la abuela. Severiano – ¡Eh! ¿Y yo qué? (dice entre divertido y molesto). Lucía va hacia su abuelo y lo abraza. Marga se despide de su madre y de su padre. Marga – Adiós, os quiero. Cuidaros y cuidad mucho de mi niña. (Va hacia la puerta). María – Disfruta hija y no te preocupes. Severiano – Llámanos cuando llegues. Marga – Sí papá, lo haré (sale). Severiano se queda mirando a Lucía y le dice:
  • 59. 59 Severiano –Estaba yo pensando, como estás de vacaciones ¿quieres que vayamos tú y yo a una tienda de juguetes para que elijas el que más te guste? María se molesta un poco al ser excluida del plan que ha hecho su marido pero disimula. Lucía – ¿De juguetes? ¡Abuelo que yo ya soy mayor, (y como si fuesen muchos años dice) pronto haré los 12 (mira a su abuela) Pero, ¿y la abuela no viene? Severiano – A la abuela le duele mucho la cabeza y es mejor que se quede en casa a descansar. Lucía – (Con tristeza) Es verdad. Cuando vuelva te cuido ¿vale, abu? (le da un beso en la frente a su abuela). María que no se resigna a dejarse vencer, trata de contraatacar a su manera. María – Pues es una pena, porque, (mirando a su marido) con dolor de cabeza incluido, iba a hacer algo que te gusta mucho. Lucía – ¿Sí? ¡¿Qué es abuelita?! Severiano se pone nervioso. María – Galletas de mantequilla. Es el postre para después de la cena ¿No prefieres quedarte y ayudarme? Lucía – ¿De verdad me dejas que te ayude? (entusiasmada). Severiano carraspea, y trata de salvar la situación a su favor.
  • 60. 60 Severiano – (Condescendiente) Pero no cariño, tú no querrás que se ponga peor tu abu ¿verdad? ya haréis galletas otro día. Vamos a dejar que se recupere y seguro que otro día podréis hacer cosas juntas. María se indigna visiblemente aunque no dice nada. Al decir Severiano eso la niña deja de insistir y va hacia ella cariñosa: Lucía – Abu, es mejor que descanses para que te pongas buena. Otro día cocinamos ¿vale? Severiano – (Tratando de cambiar de tema) Bueno, bueno, eso ya llegará. Tú disfruta de la vida y a jugar que ya tendrás tiempo de trabajar. De momento vámonos que voy a comprarte el juguete. María se pone nerviosa y comienza a recoger cosas del salón mientras va levantando la vista para taladrar a su marido con la mirada. Lucía –Mejor un juego para la Ps3. Hay uno de diseño de moda que me encanta. Con ese juego puedo diseñar mi propia ropa. Incluso hay concursos en los que puedo participar por internet. Severiano – Pues comprado. Has visto qué fácil. Tú pide por esa boquita que el abuelo está aquí para comprarte todo lo que quieras. María sigue manejando cosas por el salón entre enfadada y angustiada. Lucía aprovecha la oferta del abuelo. Severiano se ha dado cuenta de la frustración de su mujer pero la ignora descaradamente. Lucía – (Con visible interés) Pues a mí me gusta también mucho la Wii, pero (haciendo un poco de cuento con cara de pena) vale mucho dinero, con juegos y todo claro.
  • 61. 61 Aunque es un aparato muy bueno, ¡hasta para los mayores! porque se puede hacer gimnasia, bailar y un montón de cosas más. Severiano – ¡No me digas! ¡Aaaah!, pues eso me interesa a mí también, ¿y tú y yo podríamos jugar juntos estas tres semanas que vas a estar aquí? Lucía – ¡Pues claro!, (entusiasmada) podemos jugar todos los días, como tengo vacaciones. Aunque… (cambia de actitud) mamá no me la quería comprar. Severiano – No te preocupes(Con pícara sonrisa) ahora mamá no está ¿Y cuánto dices que vale? Lucía – 300€ o más y eso sin contar con los juegos (expectante). María – (Sin poder aguantarse más) Severiano creo que si su madre… Severiano – (Si dejar terminar a su mujer) Lo que haga falta cariño. ¡Ves cuánto te quiere el abuelo! Te compro cosas para que seas feliz. A ver cuánto quieres al abuelo. Lucía le abraza feliz y le estampa un sonoro beso en la mejilla. Lucía – Mucho, mucho, mucho. Severiano – Uy, sí, ya veo que me quieres mucho. (Coge a la niña de la mano y van hacia la puerta) Pero, ¿cuánto me quieres? ¿Más que a la abuela? María, al escuchar a Severiano, hace un gesto de sorpresa exagerado mirando hacia el público. Música. Se cierra el telón. FIN
  • 62. 62