Ponencia de David González-Raga en lasVI Jornadas Integrales, celebradas en octubre de 2008.
Para la difusión de la Visión Integral de Ken Wilber y otros.
Abrimos los ojos y vemos el mundo. La vieja metafísica asume que la realidad está ahí, aguardando a que nuestros sentidos la registren y que el conocimiento consiste en la representación adecuada de un mundo externo preestablecido.
Pero ésta es una visión dualista que se origina en la premisa de la división entre sujeto y objeto, al tiempo que la perpetúa y nos bifurca en dos direcciones antagónicas. (...)
Estrategia de prompts, primeras ideas para su construcción
Descripción e interpretación
1. ¡Intelijencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
…Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Intelijencia dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
Eternidades, Juan Ramón Jiménez
Abrimos los ojos y vemos el mundo. La vieja metafísica asume que
la realidad está ahí, aguardando a que nuestros sentidos la registren y que el
conocimiento consiste en la representación adecuada de un mundo externo
preestablecido.
Pero ésta es una visión dualista que se origina en la premisa de la
división entre sujeto y objeto, al tiempo que la perpetúa y nos bifurca en
dos direcciones antagónicas.
Por un lado, se encuentra la visión llamada por Francisco Varela
“posición de la gallina”, que afirma que el mundo externo se atiene a leyes
fijas y nos precede y que nuestra tarea consiste en representarlo
adecuadamente. Pero, por más que se trate de una hermosa y productiva
metáfora, ni nuestros ojos son ventanas ni persianas nuestros párpados y
nada se presenta —y mucho menos se representa— a nuestra conciencia sin
intermediación.
Por el otro camino llegamos a la “posición del huevo”, según la cual,
el sistema cognitivo crea su propio mundo y su aparente solidez sólo
refleja las leyes internas del organismo. Desde este punto de vista, sin
embargo, el exterior acaba convirtiéndose en una mera proyección de
nuestras representaciones internas.
En el mundo objetivo, sin embargo, no hay percepciones, sino tan
sólo perspectivas. El sujeto que percibe se halla ya inmerso en una relación
de primera, segunda o tercera persona con lo percibido...
Pasar de las percepciones a las perspectivas es un primer paso
necesario en el camino que conduce de la metafísica a la postmetafísica.
Hablar de “un sujeto que percibe objetos” no es, pues, un dato, sino una
2. abstracción que desgarra —en ocasiones, de manera difícilmente reparable
— el tejido del Kosmos.
Desde la postmetafísica wilberiana, sin embargo, el huevo no
precede a la gallina ni viceversa, sino que ambos —como sujeto y
objeto, conciencia y mundo, etcétera— son correlativos y se definen
mutuamente.
Si queremos trascender las visiones moderna y postmoderna sin
perder, por ello, de vista sus importantes verdades, deberemos ir con sumo
cuidado para no naufragar en los escollos de la Escila del realismo ingenuo
(el mito de lo dado) y la Caribdis del relativismo extremo (que Popper
llamó mito del marco de referencia).
Y es que, aunque toda percepción sea una perspectiva y jamás
podamos llegar a percibir las cosas como realmente son, existe una
gradación de perspectivas de mayor o menor fidelidad, según el grado de
realidad que aprehenden.
El dualismo cartesiano y la postmetafísica corresponden a dos
momentos evolutivos (tanto a nivel cultural como a nivel individual)
diferentes y no es posible pasar de uno a otro sin experimentar el
correspondiente desarrollo. ¿Cómo avanzar cuando el lastre de la visión
prevalente impregna todos los poros de nuestro discurso externo e interno?
El proceso de desarrollo no tiene lugar a martillazos ni cambiando
mágicamente una creencia por otra en un taller de fin de semana. ¿Creen
que basta con pensar que sujeto y objeto no son dos para que esa
perspectiva acabe encarnándose en nuestra experiencia?
El avance discurre a oleadas cuando las viejas formas dejan de
mostrarse útiles y no queda más remedio que ascender a un nivel de ser
más global e inclusivo. Recordemos, siguiendo a Wilber en el Capítulo 10
de El proyecto Atman, titulado “La forma del desarrollo” que, en cada uno
de los distintos estadios del crecimiento psicológico:
1) una nueva estructura de orden superior empieza a emerger en la
conciencia
2) el yo se identifica con la nueva estructura superior
3) la estructura supraordenada acaba por emerger completamente
4) el yo se desidentifica de la estructura inferior y desplaza su
identidad esencial a la estructura superior
5) la conciencia trasciende la estructura inferior
6) con lo que es capaz de operar sobre la estructura inferior desde el
nivel supraordenado
7) todos los niveles anteriores pueden entonces integrarse en la
conciencia
Me centraré pues, a la vista de lo anterior, en unos pocos pasos que
me parecen imprescindibles para alentar el desarrollo hasta el umbral de las
dimensiones transpersonales. Y hay que señalar que, cuanto menos integral
es ese desarrollo, más problemático resulta. Si quieren que les diga la
verdad, cada vez que escucho hablar a la ligera de lo no-dual, me agarro
3. fuertemente al zafu… que, como muchos de ustedes saben, es el cojín de
meditación.
Convendría, para empezar, dándonos cuenta de las muchas gafas que
interfieren en nuestra percepción del mundo. Y, como no todas son tan
transparentes como las que ahora llevo puestas, no estaría de más empezar
a atisbar, en el mundo percibido, nuestras propias huellas y el troquel
dejado por los instrumentos y la metodología empleada (lo que, en este
orden de cosas, se denomina “artefactos”).
Nuestros sentidos, por otra parte, sólo registran aquellas variaciones
sensoriales que ocurren dentro del rango del espectro de “lo perceptible”.
Pero los sentidos tampoco se limitan a registrar pasivamente la
información objetiva que llega hasta ellos. No duermen ni cuando estamos
dormidos, sino que permanecen, por así decirlo, en stand by, dispuestos a
activarse —y movilizarnos— ante la aparición de cualquier estímulo que
tenga valor de supervivencia ya sea a nivel cultural, social o personal.
A nivel personal, por ejemplo, descartamos la inmensa mayoría de
los estímulos que habitualmente nos bombardean y sólo registramos
aquellos que llaman nuestra atención, que nos gustan, que coinciden con
nuestras expectativas, que confirman nuestra visión de las cosas y que no
activan nuestros mecanismos de defensa.
No vemos, pues, las cosas tal cual son, sino tal como somos. Lo
queramos o no, nuestra visión está sesgada y superpone a la realidad
reflejos en los que puede advertirse el guiño cómplice de nuestra impronta.
Pero esa aparente flaqueza (que nos aboca a la distorsión) constituye
también, desde otro punto de vista, nuestra mayor riqueza porque, al
abrirnos las puertas de la prisión de la inmediatez, nos invita
simultáneamente a asumir el papel que, lo queramos o no, estamos
desempeñando ya en la cocreación del mundo.
Hay dos formas de aproximación a la realidad que me parece
necesario diferenciar claramente, la descripción y la interpretación.
La descripción, que responde a la pregunta cómo se nos presentan las
cosas o los procesos y cumple con propósitos básicamente informativos,
expresivos y argumentativos.
La interpretación, por su parte —que responde a la pregunta por qué
— cumple con una función comprensiva y explicativa, que siempre tiene
lugar desde un determinado contexto que actúa de marco de referencia.
Describir consiste en recrear, por medio del lenguaje, una
representación que evoque lo más fielmente posible, en uno mismo o en los
demás, la impresión sensorial provocada por el estímulo original.
Para describir adecuadamente, hay que colocar provisionalmente
entre paréntesis todo intento de comprensión, dejando las explicaciones
para más adelante.
Damos por sentada, con demasiada frecuencia, la sencillez de la
observación y la adecuación, por tanto, de los datos así recopilados. Pero,
lo cierto es que, si no cuestionamos nuestra mirada ingenua, dejaremos
4. abiertas sin más de par en par las puertas para que el teñido implícito de
nuestra mirada acabe imponiéndose —y distorsionando inadvertidamente
— lo que vemos.
Para ver algo, tendremos que hacer o dejar de hacer algo. Así, para
saber si llueve deberemos mirar, para ver una ameba tendremos que utilizar
un microscopio y, si queremos entender de qué hablan los maestros zen,
tendremos que aprender a dejar de hacer, es decir, a meditar… y, para
describir adecuadamente lo que vemos, deberemos desarrollar una mirada
justa y referirnos luego a ello empleando una palabra justa.
No estaría de más dedicar el tiempo necesario a aprender a mirar,
con una mirada lo más limpia posible y que no pretenda otra cosa más que
ver. Y la mirada fundamental del cuadrante superior-derecho es una mirada
distante y objetiva, una mirada en tercera persona, una mirada que no se
compromete con su objeto.
Descripción e interpretación son también dos pasos secuencialmente
diferentes de cualquier investigación. Y es que, para poder interpretar, es
preciso contar antes con los datos necesarios. ¿No se han preguntado
muchas veces por qué antes de tiempo? ¿No se han descubierto, por
ejemplo, empeñándose en desvelar prematuramente el significado de algo
de lo que todavía no tenían la suficiente información?
Tememos las dudas y nos aferramos a las certezas como tabla de
salvación. Pero, si no nos familiarizamos con las dudas y aprendemos a
nadar en ellas, correremos el riesgo de quedarnos anclados en las certezas
o de naufragar en las dudas. Hay un tiempo para la comprensión, otro para
la ignorancia y aun otro, como decía Watts, para la sabiduría implícita en la
inseguridad. No estaría de más que nos acostumbrásemos a morar en la
incertidumbre, porque quizás ése sea el umbral de la auténtica certeza.
También estamos tan sedientos de explicaciones y conclusiones que
no solemos prestar la necesaria atención a la descripción y pasamos
galopando sobre ella prestos a llegar cuanto antes a conclusiones y
explicaciones, sin preocuparnos mucho por el precio de nuestra
precipitación.
¿No han hecho nunca el intento de aparcar todo intento de
comprensión hasta el momento en que dispongan de los datos necesarios?
Porque eso, en el fondo, es lo que pretendo en esta charla, subrayar la
necesidad de respetar los tempos y no empeñarnos prematuramente en
entender porque, de otro modo, acabaremos forzando todo tipo de
interpretaciones.
Son muchas las ocasiones en que la mera descripción adecuada de
los hechos revela su significado sin necesidad de realizar el menor esfuerzo
interpretativo.
Es evidente, por las razones mencionadas al comienzo, que toda
descripción conlleva ya una suerte de interpretación (lo que no es de
extrañar, porque la descripción es uno de los polos del continuo de la
5. interpretación) y que no existe descripción absolutamente fiel y despojada
de todo rastro interpretativo.
Además, la descripción mantiene con la realidad una relación
asintótica de modo que, por más exhaustiva que pretenda ser, jamás
coincidirá plenamente con ella. O, dicho de otro modo, siempre habrá un
grado de deriva entre territorio y mapa.
No conviene confundir descripción con interpretación porque, como
corroborará cualquier cartógrafo, el grado de correspondencia entre el
territorio y el mapa (es decir, entre el mundo y nuestra representación de él)
varía considerablemente en función de la fidelidad de la descripción. Hay
descripciones más a caballo de los datos y otras que parecen impacientes y
más que deseosas, por razones muy diversas, de alejarse de ellos en todas
direcciones.
Porque, si acabamos equiparando descripción a interpretación,
corremos el riesgo de convertir a la revolución copernicana implícita en el
giro postmoderno en el tobogán de una involución ptolemaica que nos lleve
una y otra vez, en un interminable juego de la oca, al mismo punto de
partida.
El desarrollo de la mirada justa y de la palabra justa requiere de una
adecuada ascesis o disciplina. Y ése, como todos, es un músculo que sólo
se desarrolla ejercitándolo.
Nada más. Muchas gracias por su atención.
David González Raga. Traductor de Ken Wilber y otros autores
6. En el marco de las VI JORNADAS INTEGRALES para la
difusión de la Visión Integral de Ken Wilber y otros.
Barcelona, octubre de 2008.
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