Alumbra el camino: Homilía del 3er Domingo de Adviento
1. HOMILÍA DEL DOMINGO 3º DE ADVIENTO. CICLO B. DÍA 14 DE DICIEMBRE DEL 2014
Millones de bombillas se encendieron estos días en las calles de las ciudades y los pueblos
para indicar el comienzo de las fiestas de Navidad…
Y cuando se encienden estas bombillas en nuestras calles, el evangelio de hoy nos habla de
la luz en torno a la figura de Juan Bautista, un personaje clásico del Adviento cristiano.
“No era él la luz, sino testigo de la luz…”. Y dentro de los muchos símbolos que san Juan
aplica a Jesús, uno de los más queridos, es el de la luz.
Hay también otra imagen querida por el cuarto evangelio y que asumirá el mismo Jesús al
llamarse a sí mismo “camino”… Y por ahí van las palabras del Evangelio al señalar la misión
del Bautista: “allanad el camino al Señor”. Porque siempre hay peligro de extraviarnos del
camino, de poner obstáculos y se hace necesario allanar el camino.
Son enternecedoras las recientes confesiones de Eugéne Lonesco a sus más de 80 años.
Cuando se queja no tanto de sus dolores, sino “del vacío existencial que llena el mundo”. Y
pasa revista a su vida y da gracias a Dios por las personas que le ayudaron: “Es Dios el que
quizá me ha ayudado en mi vida y en mis esfuerzos y yo no me he dado cuenta de ello”. Y
añade: “A pesar de mis esfuerzos, a pesar de los sacerdotes, jamás he conseguido
abandonarme en los brazos de Dios. No he conseguido creer suficientemente. Yo soy como
ese hombre del que se cuenta que todas las mañanas rezaba: “Dios mío, haz que crea en Ti”.
Y se siente cerca de Juan XXIII, cuando hablaba de un enorme combate cósmico entre las
fuerzas de las tinieblas y las del bien.
Un combate entre las fuerzas de las tinieblas y las del bien, es la experiencia que todos
tenemos de este mundo que no sabemos hacia dónde camina.
Aún los organismos del 0,7% o del perdón de la deuda externa, nos siguen gritando sobre un
mundo con problemas mucho más graves que los de nuestra sociedad. Si nosotros, como
decía una pancarta, tenemos la gripe de la crisis económica, el 80% de la humanidad padece
la enfermedad mortal del hambre y la miseria.
Y, porque percibimos hoy, con especial sensibilidad, las fuerzas de las tinieblas, tenemos
necesidad de mirar hoy a la Luz, al Camino. Y el tercer domingo de Adviento nos llama a
allanar los caminos al Señor. “Si existe el mal, existe también, Dios”.
Hace unos años que se dijo en Madrid en un congreso sobre “Evangelización y hombre de
hoy”, que a nuestra Iglesia le sobran los papeles y le faltan los testigos. Casi todos los meses
nos encontramos con multitud de documentos (Vaticano, Conferencia Episcopal, Diócesis,
Parroquias…) que nos marcan caminos de cambio y conversión, pero siguen faltando
personas que caminen por esos caminos señalados.
Millones de bombillas alumbran nuestras calles y millones de cristianos asistirán este domingo
a la Eucaristía. ¿Cuántos de esos millones de creyentes vamos a intentar iluminar la vida de
los hombres? ¿Cuántos de nosotros lo vamos a hacer? Porque no sólo a Juan Bautista le
dirigían preguntas los líderes de Jerusalén; también se nos pregunta a nosotros hoy: ¿Quién
eres tú? ¿Qué dices de ti mismo? ¿Intentamos allanar, en la proximidad de la Navidad, el
camino al Señor por las vías de ese lenguaje que siempre se entiende: el de dar la buena
noticia a los que sufren, el de vendar los corazones desgarrados, el de la solidaridad, el de la
superación del materialismo y el consumismo? ¿Intentamos buscar a Dios en nuestra vida o,
al menos le dirigimos todas las mañanas la oración de aquel hombre: “Dios mío, haz que crea
en Ti? ¿Quién soy yo? ¿Qué digo de mí mismo?. Honestamente, con el corazón en la mano,
¿qué respuesta doy a estas preguntas?
De poco han de valer los millones de bombillas, si el hombre no se ilumina interiormente. Y de
poco van a valer nuestras eucaristías, si no nos llevan al que es la luz y el camino. Si no
luchamos por cambiar nuestro estilo de vida, si no intentamos vivir la vida como un camino de
lucha y esfuerzo, no sólo le sobran a nuestra Iglesia los papeles, también le sobran cristianos
que acuden a celebrar la Eucaristía.