La cirrosis hepática afecta el tejido hepático como resultado final de enfermedades crónicas como la hepatitis viral o el consumo excesivo de alcohol, y puede diagnosticarse mediante exámenes físicos, análisis de sangre, estudios radiográficos, endoscopia o biopsia hepática. El tratamiento para la cirrosis depende de su causa subyacente y puede incluir abstinencia del alcohol, medicamentos para combatir virus hepáticos o corticosteroides para hepatitis autoinmune.