Lázaro narra su segundo día junto a su amo ciego. Trata de hacerle sufrir llevándolo por caminos difíciles, pero el ciego se da cuenta y lo golpea. Más tarde, el ciego engaña a Lázaro para que coma más uvas de las que le corresponden. Lázaro luego se cansa del maltrato y abandona a su amo, pasando a vivir con un clérigo avaro al que termina robando el pan.
1. Diario de Lázaro.
Mi segundo día junto a mi amo.
“Lo que te enfermó ahora te da salud”
A partir de ese momento quise mal al ciego y él empezó a maltratarme. Me daba
coscorrones y tironeaba del pelo, y si alguno le preguntaba por qué me trataba mal,
le contaba la historia del jarro. Los que lo oían decían: ¿Quién pensara tal ruindad
de un muchacho tan pequeño?, ¡Castíguelo, castíguelo!
Desde ese momento procuraba llevarlo por los peores caminos con los que me
encontraba, con tal de que él sufriera, a mí no me importaba sufrirlos también.
Si había piedras, por ellas, si había lodo, por lo más hondo.
Sin embargo, el ciego se daba cuenta de mi malicia y me golpeaba con su bastón.
Mi amo era muy ingenioso.
Cuando íbamos llegando a una ciudad llamada Almorox, un señor le dio como
limosna un racimo de uvas. En ese momento mi amo decidió comerlas ahí mismo y
convidarme para contentarme, pues aquel día me había dado muchos rodillazos y
golpes.
Nos sentamos en la cerca, y acordamos tomar una a la vez de manera que ninguno
comiera más que el otro.
Apenas habíamos comenzado, cuando él empezó a tomar de dos en dos, yo por no
quedarme atrás empecé a tomar de tres en tres.
Después, mi amo cayó en cuenta de que lo había engañado. Me reí para mis
adentros, pues había notado la sagacidad de mi amo.
Después…estábamos hospedados en un mesón de Escalona, a mi amo le dieron un
pedazo de longaniza, pocos minutos después me envió a que fuese por vino a la
taberna, sin pensar en las consecuencias tomé el pedazo de longaniza y lo cambié
por un pedazo de nabo.
2. Cuando regresé mi amo tenía el nabo entre dos pedazos de pan.
Me cansé de tanto maltrato, lo abandoné.
Comencé a vivir con un clérigo que la primera noche me ofreció cebollas, este en
cambio era muy avaro.
Se guardaba el pan de misa para luego guardarlo en un baúl y después comérselo él
solo.
Me canse de que eso y comencé a robarle el pan del baúl.