1. 22 DE FEBRERO
LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO, APÓSTOL
Una tradición de la Iglesia de Roma dedica este día a recordar al apóstol Pedro
(probablemente porque este día, en la Roma antigua, era el día propio de recuerdo de los
ancestros, de los difuntos). Al celebrarse luego solemnemente la memoria de los
apóstoles Pedro y Pablo el 29 de junio, se conservó hoy esta fiesta como exaltación de la
enseñanza –la cátedra– de Pedro, roca sobre la que se edifica y fortalece la fe de los
creyentes en Jesús, nuestro único Señor.
Pedro 5,14
Presbítero como ellos y testigo de los sufrimientos de Cristo
Queridos hermanos:
1 Exhorto a los presbíteros que están entre ustedes, siendo yo presbítero como ellos y
testigo de los sufrimientos de Cristo y copartícipe de la gloria que va a ser revelada.
2 Apacienten el Rebaño de Dios, que les ha sido confiado; velen por él, no forzada, sino
espontáneamente, como lo quiere Dios; no por un interés mezquino, sino con
abnegación;
3 no pretendiendo dominar a los que les han sido encomendados, sino siendo de corazón
ejemplo para el Rebaño.
4 Y cuando llegue el Jefe de los pastores, recibirán la corona imperecedera de gloria.
El autor de esta Carta se presenta aquí como "presbítero" , expresión griega para
identificar a un anciano de la comunidad, no tanto por ser mayor en edad, sino
también por tener experiencia para acompañar en la fe a sus hermanos de
asamblea.
Otro rasgo del autor: es ser testigo (mártyr, en griego) de la pasión de Cristo, y
además partícipe (koinonos, en griego) de la gloria.
Si nos detenemos en el primer elemento, en sentido estricto y literal, el
autor se presenta como "sympresbyteros", es decir, presbítero en conjunto
con... o si se prefiere como copresbítero, en un término específico cristiano.
Es presbítero con y como los demás presbíteros. Aunque Pedro como apóstol
y discípulo del Señor tuvo en verdad preeminencia dentro del grupo, aquí en
esta carta se insiste en su responsabilidad común y compartida de pastorear
el rebaño encomendado por el Señor y tras las huellas del único Pastor.
2. De otro lado, el autor insiste en el hecho de ser testigo de la pasión de Cristo, en
comunión con él y partícipe de la gloria.
Estas trazas de la pasión y la comunión en la gloria, revelan el sentido de
solidaridad del autor con los miembros de la comunidad (1 P 4,13; 5, 9) y con
los presbíteros de manera particular (v. 4).
Ser testigo, dado el contexto histórico de este momento, implica dar
testimonio de la pasión del Señor Jesús, pero también en comunión con los
hermanos crucificados y perseguidos en este duro período histórico, después de
la destrucción de Jerusalén (66-74 d.C.).
El autor ahora plantea otro reto a los presbíteros (en griego usa un participio):
"pastoreen", el cual en este caso busca reforzar la expresión, como si fuera un
imperativo, es decir, una orden.
Aunque no se describen aquí las funciones de esa acción, por otros pasajes del
Nuevo Testamento, sabemos de algunas de ellas: guiar, dirigir, reunir,
alimentar y protegerá las ovejas del rebaño.
La vigilancia no significa inspección, sino cuidado, atención, velar por los
hermanos.
La motivación de este servicio es la voluntad de Dios y no los criterios
personales.
Quizá dentro de las comunidades a las cuales llega esta carta, hay hostilidad,
divisiones y persecuciones.
Con estos hechos se complica la animación de las asambleas, en especial, se
afectan los líderes guías de los hermanos.
Por eso vincular este servicio a Dios, quien lo confía a quienes Él llama, llena de
esperanza a los creyentes.
Por lo tanto, en esta actividad pastoral no debe aparecer el interés
económico, pues se trata de un servicio y de una misión de Dios confiada a
algunos.
En las funciones de animación y gobierno, tanto para varones como para
mujeres, siempre será una amenaza el interés lucrativo, los negocios sucios, la
búsqueda del interés personal, hacer del servicio o cargo un instrumento de
beneficio particular, privilegio de personas e intereses.
Por eso el autor insiste en entregarse a la comunidad y en asumir este servicio
con "generosidad" desbordante, se trata de una actitud nacida en el corazón,
con la cual se abarca la persona entera y no una simple motivación pasajera.
3. El entusiasmo y la libertad son dones del mismo Dios, dados para esta misión
responsable.
Por la dignidad del pastor, porque su servicio proviene de Dios, por las
necesidades del rebaño, este ejercicio del ministerio es incompatible con el
poder despótico dentro de la Iglesia, incluso el texto griego usa la expresión
"no-tiranizar" a los hermanos.
Los líderes de la asamblea cristiana deben cuidar al rebaño no como déspotas,
sino como modelos (typoi, en griego) para quienes les han sido confiados.
Su conducta debe ser ejemplar porque estos ministros siguen las huellas del
Pastor supremo (v. 4).
Además, el buen ejemplo es el fundamento de su autoridad.
Por lo tanto, según la Carta, los presbíteros y los servidores de la
comunidad, tienen una función pastoral, pero confiados a la mediación
única de Cristo Pastor Supremo (cf. 1 P 2, 25).
Al celebrar hoy en la liturgia "La Cátedra del apóstol Pedro", tenemos
elementos valiosos para nuestra oración.
Debemos orar por el Papa, por nuestros ministros y a la vez recordar nuestra
responsabilidad como creyentes para dar razón de nuestra fe.
Para cultivar la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:
1. ¿Cómo celebro la "Cátedra de san Pedro"?
2. ¿Qué significa para mí ser servidor o ministro en la
comunidad?
3. ¿Oro por los responsables de mi asamblea creyente?
Salmo 22, 1-6
El Señor es mi Pastor, nada me falta.
El Señor es mi Pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
El Señor es mi Pastor, nada me falta.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tu vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
4. El Señor es mi Pastor, nada me falta.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
El Señor es mi Pastor, nada me falta.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
El Señor es mi Pastor, nada me falta.
En la solicitud amorosa de Pedro, Supremo Pastor, se revela en definitiva el
amor de Dios que cuida de su pueblo.
Es este cuidado el que canta el salmo.
El Señor es nuestro Pastor por medio de sus Pastores.
Y este amor providente y solícito lo cantamos con las imágenes del salmo.
Mateo 16, 13-19
Tú eres Pedro y te daré las llaves del Reino de los cielos
13 En aquel tiempo, Jesús se fue a la región de Cesarea de Filipo. Estando allí, preguntó a
sus discípulos: «Según el parecer de la gente, ¿quién es este Hijo del Hombre?»
14 Respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista, otros que eres Elías o Jeremías,
o alguno de los profetas.»
15 Jesús les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?»
16 Pedro contestó: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo.»
17 Jesús le replicó: «Feliz eres, Simón Barjona, porque esto no te lo ha revelado la carne
ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos.
18 Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer.
19 Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en
el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.»
Nos dejamos interrogar por Jesús
Cristo fue enviado por el Padre para formar un pueblo de hermanos en que
él, corroborado por su Espíritu constituya la verdadera cabeza.
Sólo el atraído por el Padre puede aceptar esta misión de Cristo.
El Señor al enviar a los suyos al mundo quiere agruparlos en una familia
jerarquizada, donde unos, al recibir el Espíritu de carisma de gobierno
(1Corintios 12,28), “presiden en el Señor” a otros que se someten, a causa
del Señor, como hombres libres.
San Pedro será la Cabeza de esta familia, en la que, junto con los demás
Apóstoles, debe ir aplicando el Mensaje del Señor según los tiempos.
5. La celebración de la Cátedra de San Pedro en este día, da a la liturgia la
ocasión para colocarnos, en pleno camino cuaresmal, ante la Persona de
Jesús y su Misterio.
Mateo nos narra hoy la profesión de fe de Pedro con más detalles que los
otros sinópticos, en lo que se refiere a la Persona de Jesús y al discípulo
que acoge su misterio.
El lugar concreto donde Jesús es reconocido por los suyos es
precisamente Cesarea de Filipo, el lugar quizás más alejado de Jerusalén y
reconocido abiertamente como región pagana.
Hasta este momento en el Evangelio, han sido los otros quienes
continuamente se han puesto interrogantes sobre la Persona de Jesús:
“¿Quién es éste a quien el viento y la mar obedecen?” (Mateo 8,27),
“¿Quién es este que hasta perdona pecados?” (Marcos 2,7; ver Mateo 9,3).
Pero ahora es Jesús mismo quien interroga sobre sí a los discípulos, para
hacer brotar la respuesta de la fe.
La fe comienza justamente cuando dejamos de cuestionar al Señor y
permitimos que sea él quien nos cuestione, nuestra respuesta será
entonces la expresión viva de nuestra fe.
1. Entrando en el misterio del Maestro
Jesús interroga a los discípulos, pedagógicamente, en dos momentos
sucesivos.
Primera pregunta:
“¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?” (16,13).
“Hijo del hombre” es el título que más frecuentemente Jesús se aplica a sí
mismo.
Jesús prefiere siempre este título al de Mesías, porque está más relacionado
con el del “siervo de el Señor” que será rechazado y humillado, pero
finalmente triunfará.
Con esta pregunta indirecta Jesús da a sus discípulos la oportunidad de
expresar todo lo que han oído sobre él en el hablar común, dándole aquella
respuesta genérica que no les compromete.
“Ellos le dijeron: unos que Juan Bautista,
otros que Elías, otros que Jeremías o algunos de los profetas” (7,14).
6. Las actitudes de Jesús acompañadas por signos, sus denuncias ante las
autoridades religiosas y el rechazo a su Persona y a su mensaje, han dado
motivos suficientes para que la gente lo considere como un profeta.
Jesús que parece no prestar atención a esta respuesta, va directamente al
grano:
Segunda pregunta:
“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” (16,15).
Con estas palabras Jesús se aplica a sí mismo el título de Hijo del hombre y
los interpela directamente “Pero ustedes”, ustedes que escuchan mi
palabra, ustedes que han creído en mi, que viven conmigo, ustedes que son
mi comunidad, ¿qué dicen de mí?
Pedro, responde en nombre de todos.
“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (16).
La profesión de fe de Pedro es la profesión de nuestra fe cristiana.
Jesús es el Cristo, el único Cristo, el Hijo de Dios, el Hijo amado del Padre,
enviado al mundo para que en el tengamos la vida (ver Juan 3,16).
Pedro ha sido, en este momento, admitido a participar en el secreto de
Dios.
2. Entrando en el misterio del discípulo
Después de la respuesta de Pedro, Jesús hace caer en cuenta que ésta no
proviene de la lógica o de la comprensión humana; es una respuesta
sugerida en el corazón por el Padre:
“Dichoso tu, Simón hijo de Juan porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre,
sino mi Padre que está en los cielos” (16,17).
Pedro ha sido el primero en recibir la revelación del misterio escondido a los
sabios y a los inteligentes (11, 25-27), si bien después tendrá que
reconocer que Jesús no era el Cristo que él pensaba y tendrá que aceptar, a
pesar de su resistencia, que Él se revela como tal, justamente, en lo que el
menos el esperaba: la muerte y muerte de cruz.
En esto podemos comprender porque Jesús pidió a sus discípulos que no le
dijeran a nadie que Él era Cristo.
Esta Palabra tan cuestionante, en esta segunda semana de Cuaresma, nos
ayuda a verificar hondamente la calidad de nuestra relación con Jesús,
nuestra acogida de su Misterio y nuestra respuesta.
7. El desierto cuaresmal pide silencio del corazón, para permitir que Jesús nos
interrogue amigablemente y haga brotar de nuestro corazón una respuesta
de fe más profunda y más comprometida.
Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón.
1. ¿Cuáles son los dos momentos sucesivos en los cuales Jesús
interroga a sus discípulos?
2. ¿En el grupo al cual pertenezco cómo es considerada la figura de
Jesús? ¿Qué hacemos para conocerlo cada vez más?
3. ¿En qué forma comparto con los demás el paso de Jesús por mi
vida?
Benedicto XVI explica el significado de la
«cátedra» de Pedro
Intervención de Benedicto XVI en la audiencia general de la fiesta de la cátedra de
San Pedro.
Ciudad del Vaticano, 22 febrero 2006.
¡Queridos hermanos y hermanas!
La liturgia latina celebra hoy la fiesta de la cátedra del San Pedro.
Se trata de una tradición muy antigua, testimoniada en Roma desde finales
del siglo IV, con la que se da gracias a Dios por la misión confiada al apóstol
Pedro y a sus sucesores.
La «cátedra», literalmente, quiere decir la sede fija del obispo, colocada en la
iglesia madre de una diócesis, que por este motivo es llamada «catedral», y es
La Cátedra
el símbolo de la autoridad del obispo y, en particular, de su «magisterio», es
decir, de la enseñanza evangélica que él, en cuanto sucesor de los apóstoles,
está llamado a custodiar y transmitir a la comunidad cristiana.
Cuando el obispo toma posesión de la Iglesia particular que le ha sido
confiada, con la mitra y el báculo, se sienta en su cátedra.
Desde esa sede guiará, como maestro y pastor, el camino de los fieles, en la
fe, en la esperanza y en la caridad.
8. ¿Cuál fue, entonces, la «cátedra» de san Pedro?
Él, escogido por Cristo como «roca» sobre la cual edificar la Iglesia (Cf.
Mateo 16, 18), comenzó su ministerio en Jerusalén, después de la Ascensión
del Señor y de Pentecostés.
La primera «sede» de la Iglesia fue el Cenáculo, y es probable que en aquella
sala, donde también María, la Madre de Jesús, rezó junto a los discípulos, se
reservara un puesto especial a Simón Pedro.
Sucesivamente, la sede de Pedro fue Antioquía, ciudad situada en el río
Oronte, en Siria, hoy en Turquía, en aquellos tiempos la tercera ciudad del
imperio romano después de Roma y de Alejandría de Egipto.
De aquella ciudad, evangelizada por Bernabé y Pablo, en la que «por primera
En las tres vez, los discípulos recibieron el nombre de "cristianos"» (Hechos 11, 26),
Cátedras de Pedro fue el primer obispo.
Pedro
De hecho, el Martirologio Romano, antes de la reforma del calendario,
preveía también una celebración específica de la Cátedra de Pedro en
Antioquía. Desde allí la Providencia llevó a Pedro a Roma.
Por tanto, nos encontramos con el camino que va de Jerusalén, Iglesia
naciente, a Antioquía, primer centro de la Iglesia, que agrupaba a paganos, y
todavía unida también a la Iglesia proveniente de los judíos.
Después, Pedro se dirigió a Roma, centro del Imperio, símbolo del «Orbis» –
la «Urbs» que expresa el «Orbis», la tierra– donde concluyó con el martirio
su carrera al servicio del Evangelio.
Por este motivo, la sede de Roma, que había recibido el mayor honor, recibió
también la tarea confiada por Cristo a Pedro de estar al servicio de todas las
Iglesias particulares para la edificación y la unidad de todo el Pueblo de Dios.
La sede de Roma, después de estas migraciones de san Pedro, fue reconocida
como la del sucesor de Pedro, y la «cátedra» de su obispo representó la del
apóstol encargado por Cristo de apacentar a todo su rebaño.
Lo atestiguan los más antiguos Padres de la Iglesia, como por ejemplo, san
Ireneo, obispo de Lyón, pero que era originario de Asia Menor, quien en su
tratado «Contra las herejías» describe a la Iglesia de Roma como la «más
grande y más antigua conocida por todos;… fundada y constituida en Roma
por los dos gloriosos apóstoles Pedro y Pablo» y añade: «Con esta Iglesia, por
Para toda la
su eximia superioridad, debe estar en acuerdo la Iglesia universal, es decir,
Iglesias
los fieles que están por doquier» (III, 3, 2-3).
Poco después, Tertuliano, por su parte, afirma: «¡Esta Iglesia de Roma es
bienaventurada! Los apóstoles le derramaron, con su sangre, toda la doctrina»
(«Prescripciones contra todas las herejías», 36).
La cátedra del obispo de Roma representa, por tanto, no sólo su servicio a la
comunidad romana, sino también su misión de guía de todo el Pueblo de
Dios.
Celebrar la «cátedra» de Pedro, como hoy lo hacemos, significa, por tanto,
atribuir a ésta un fuerte significado espiritual y reconocer en ella un signo
la Cátedra y
privilegiado del amor de Dios, Pastor bueno y eterno, que quiere reunir a toda
la verdad
su Iglesia y guiarla por el camino de la salvación.
9. Entre los numerosos testimonios de los Padres, quisiera ofrecer el de san
Jerónimo, tomado de una carta suya escrita al obispo de Roma,
particularmente interesante porque menciona explícitamente la «cátedra» de
Pedro, presentándola como puerto seguro de verdad y de paz.
Así escribe Jerónimo: «He decidido consultar a la cátedra de Pedro, donde se
encuentra esa fe que la boca de un apóstol ha ensalzado; vengo ahora a pedir
alimento para mi alma allí, donde recibí el vestido de Cristo. No sigo otro
primado sino el de Cristo; por esto me pongo en comunión con tu beatitud, es
decir, con la cátedra de Pedro. Sé que sobre esta piedra está edificada la
Iglesia» («Las cartas» I, 15, 1-2).
Queridos hermanos y hermanas, en el ábside de la basílica de san Pedro,
como sabéis, se encuentra el monumento a la cátedra del apóstol, obra de
Bernini en su madurez, realizada en forma de gran trono de bronce, sostenida
por las estatuas de cuatro doctores de la Iglesia, dos de occidente, san Agustín
y san Ambrosio, y dos de oriente, san Juan Crisóstomo y san Atanasio.
Os invito a deteneros ante esta obra sugerente, que hoy es posible admirar,
rezar por el
adornada con velas, y a rezar particularmente por el ministerio que Dios me
Papa
ha confiado.
Al elevar la mirada ante el vitral de alabastro que se encuentra precisamente
ante la cátedra, invocad al Espíritu Santo para que sostenga siempre con su
luz y su fuerza mi servicio cotidiano a toda la Iglesia.
Por esto y por vuestra deferente atención, os doy las gracias de corazón.