1. EN CONSTRUCCIÓN
PÁGINA
INTRODUCCIÓN 1
SECCIÓN DE ARQUEOLOGÍA
SECCIÓN DE ETNOGRAFÍA
AGRICULTURA 5
GANADERÍA Y PASTOREO 6
CAZA Y PESCA 7
TRANSFORMACIÓN DE RECURSOS 9
OFICIOS
CARPINTERÍA 10
ORFEBRERÍA 11
MANUFACTURA TEXTIL 12
ALFARERÍA 14
INDUMENTARIA 15
AJUAR DOMÉSTICO 18
COMERCIO 19
CREENCIAS 20
MÚSICA 23
SECCIÓN DE BELLAS ARTES
ARTE DE LOS SIGLOS XII AL XIX 25
ARTE CONTEMPORÁNEO ESPAÑOL 39
2. INTRODUCCIÓN
Se aloja en dos edificios históricos del Casco Antiguo de Cáceres,
declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La Casa de las
Veletas alberga las Secciones de Arqueología y Etnografía; se trata de
un edificio cuyo aspecto tiene su origen en las obras realizadas en 1600
por su propietario Don Lorenzo de Ulloa y Torres en un solar que tal vez
pudo haber sido ocupado por el desaparecido Alcázar musulmán. De
aquella intervención data el bello patio de planta cuadrada sostenido por
ocho columnas toscanas; en el siglo XVIII, sin embargo, la Casa es
reformada por Don Jorge de Cáceres y Quiñones, que introduce las
gárgolas y los bellos remates de cerámica esmaltada de la cubierta
además de los grandes escudos de la fachada principal.
Casa de las Veletas. Fachada principal
La colección de Bellas Artes se puede contemplar en la Casa de los
Caballos, que fue una caballeriza y posteriormente vivienda hasta su
conversión en espacio museístico; tras su rehabilitación, fue abierta al
público en 1992.
Detalle de fachada. Gárgola
Aunque el primer Patronato de Museo se constituyó en 1917, la
idea de su creación surge en 1899 cuando un grupo de estudiosos de la
Historia cacereña comienza a recogerobjetos de interés arqueológico y
artístico depositándolos en el Instituto de Segunda Enseñanza. En 1931
se arrienda el Palacio de las Veletas para albergar el Museo, que tras
una intervención arquitectónica, es inaugurado el 12 de febrero de
1933. Tras la posterior adquisición del inmueble, es rehabilitado en
1971 y se reforma la exposición permanente, tarea que se repite en
1976 en la Sección de Etnografía. En 1989 el Ministerio de Cultura
transfiere la gestión del Museo a la Junta de Extremadura, conservando
Casa de las Veletas. Patio la titularidad del edificio y de parte de sus fondos.
3.
4.
5. AGRICULTURA
La agricultura y la ganadería siguen siendo, en gran medida, la base de la economía cacereña,
ocupando a la tercera parte de la población activa; las fincas agrícolas son pequeñas en las áreas montañosas
y del norte de la provincia, mientras que los grandes latifundios dominan el llano. Tradicionalmente los cultivos
dominantes han sido el olivo y el viñedo, junto a los cereales de secano, aplicando el sistema de año y vez,
dejando las tierras en barbecho en año alternos. La introducción del regadío y los abonos industriales permitió
un aprovechamiento intensivo de las nuevas especies, como el tabaco, la cereza, el pimiento pimentonero, el
arroz o el maíz.
Mención aparte merece el espacio de la dehesa, que supone una
explotación racional del bosque mediterráneo combinando la agricultura de
secano con la ganadería extensiva y el aprovechamiento forestal.
Los aperos o utensilios de la labranza se han mantenido con escasas
variaciones desde la época romana hasta la mecanización del campo. Para
remover la tierra se usaba la azada o zacho, la podadera para limpiar el
matorral, el arado de palo -posteriormente metálico- para hacer los surcos, la
hoz para segar el cereal y las zoquetas o dediles para proteger los dedos de
los segadores, quienes en gran número bajaban del norte de la Meseta cada
año para hacer su trabajo. El trillo de pedernal o de ruedas servía para
separar el grano de las espigas, rastrillos y aparvaderas se utilizaban para
separar la parva, horcas y bieldos para aventar el grano y la criba para
limpiarlo.
Trillo de pedernal
En la Sala 9, dentro de vitrina se expone
un arado de vertedera metálico, así como rejas
y otras piezas del arado tradicional, junto a otras
herramientas de las utilizadas en la agricultura,
como una podadera y varias hoces, zoquetas y
dediles, horcas, bieldos, palas y una aparvadera
para juntar el grano. Junto a estos objetos,
pueden verse otros elementos propios de la
agricultura tradicional como el trillo de pedernal
(tipo tribullum), fiambreras o un costal de lino.
Fuera de las vitrinas, puede observarse
un trillo de ruedas, de tipo plostellum,
Arado de vertedera metálico y rejas del arado tradicional
6. GANADERÍA Y PASTOREO
Extremadura tiene desde antiguo un marcado carácter ganadero; el
modelo tradicional es una ganadería extensiva en que predominan la cabaña
ovina y porcina, basada en el aprovechamiento de los pastos estacionales y
económicamente viable gracias al bajo coste de la mano de obra; sin embargo,
la mecanización del campo, la irrupción de piensos elaborados y la importación
de razas alóctonas, llevaron desde la década de 1960 a una transformación
radical de la explotación ganadera en la región. En la actualidad se ha producido
una intensificación generalizada de las explotaciones y un considerable aumento
de la cabaña vacuna y orientación hacia especies caracterizadas por su elevada
producción de leche y carne. Zurrón de cuero
Es bien conocida la abundancia de la cabaña ovicaprina cacereña, formada
por reses que pastan en los campos adehesados y en las alturas de los Valles del
Jerte, Las Hurdes, Sierra de Gata, etc. Tradicionalmente, la lana se llevaba a
lavaderos como el de Malpartida de Cáceres y se exportaba o se utilizaba en la
confección de paños y lienzos.
Carranca o collar para perro
Aún persiste una cierta proporción de ganado trashumante, que cada año baja de Castilla para pasar la
invernada en los campos de Plasencia, Cáceres o Navalmoral, arrendando para ello los pastos de las dehesas.
En muchos casos, los movimientos trashumantes todavía se realizan a pie, lo que obliga a llevar a los pastores un
precario equipaje personal y a obtener del entorno, en particular de las reses, lo necesario para sobrevivir. La
vivienda, en esas condiciones, es también precaria, predominando los chozos de diferentes tipos; sin embargo,
en los últimos decenios la incorporación de vehículos a motor permite a estas personas mantenerse en contacto
con las poblaciones y abastecerse de todo lo necesario.
Algunas comarcas cacereñas, como Las Hurdes o Las Villuercas,
destacan por la cantidad y calidad en la producción de miel. Allí aún se sigue
practicando una apicultura artesanal basada en métodos y conocimientos
tradicionales.
El corcho se utiliza para la elaboración de colmenas al menos desde
época romana, según recomienda Columela por su escasa conductividad del
calor. En Extremadura, ha venido siendo la forma predominante de
fabricación colmenera hasta la imposición de otros tipos como los sistemas
Langstroth o Dadant, que permiten extraer los panales sin destruir la
colmena. Pueden ser de una sola pieza o enterizas, de dos piezas (de dos
paños o con hija), de tres y hasta de cuatro paños.
Colmena de corcho
En la sala 9, la ganadería está representada con dos yugos (boyero y de
caballerías), una collera y otros elementos; sobre el pastoreo y apicultura se
exponen varios enseres, como el zurrón, cayado, gancho, tijeras del esquileo,
campanillos o el curioso collar de perro (carranca) y un modelo a escala de chozo
de pastor.
Tijeras del esquileo
7. CAZA Y PESCA
La colocación de cepos y lazos para conejos y liebres o de trampas para perdices, tordos y otras
aves ha sido una práctica habitual en las áreas rurales cacereñas. Al mismo tiempo, también se han
utilizado este tipo de técnicas de caza para controlar la población de alimañas o de especies dañinas para
la agricultura o el ganado. El uso de la escopeta ha estado escasamente extendido a causa del elevado
coste tanto del arma como de los cartuchos y de las dificultades para conseguir una licencia. Por otro lado,
el desigual reparto de la propiedad de la tierra ha hecho que muchas de las personas que se dedicaban a
la caza, aun ocasionalmente, fuesen furtivos a quienes no les interesaba alertar a los guardas con el ruido
de los disparos.
El cepo utilizado en nuestra provincia corresponde al tipo
llamado ibérico, formado por la traba y el rabo, siendo su plancha
de disparo en forma de tambor; especialmente concebido para la
caza del conejo, se fabricó masivamente en Don Benito (Badajoz)
según un modelo desarrollado en 1900.
Cepo ibérico
La sala 9 alberga diferentes piezas relacionadas con la caza, tanto de
pequeños animales, como ratones o páajaros, como de alimañas y
conejos. Destacan los dos cepos ibéricos, fabricados en Don Benito y los
polvorines de cuerno, ricamente decorados en un fino trabajo propio de
Polvorín de cuerno pastores.
Un modo de vida ya prácticamente desaparecido ha sido la pesca fluvial, que en nuestra provincia
tuvo sus puntos más importantes en las cuencas de los ríos Tajo y Alagón. Garrovillas, Ceclavín,
Torrejoncillo y Plasencia han sido las poblaciones donde esta actividad alcanzó mayor importancia. El tipo
de barca más utilizado en el Tajo posee una característica forma triangular y se usaba tanto para
desplazarse por el río como para lanzar las redes, recoger y trasladar las capturas.
Los aparejos de pesca más frecuentes
son el trasmallo, red triple en que la
malla central tiene los rombos mucho
más pequeños que las dos exteriores o
albitranas, la traviesa, red similar al
trasmallo pero de una sola pieza, o la
tarraya, que es una red de forma
circular. Tradicionalmente se utilizaba
para la confección de redes el hilo de
torzal, si bien desde la década de 1960
se popularizó el nylon; las agujas
apuntadoras son de diferentes tamaños
según su finalidad, ya sea para coser
Barca del ríoTajo
desperfectos, montar el trasmallo o tejer
la albitrana.
8. La tarea de tejer la red fue casi siempre patrimonio de las mujeres,
mientras que los hombres se reservaban la faena de armar las redes con las
corchas de la parte superior y los plomos de la inferior. Las técnicas de pesca
con red eran variadas: de cerco, participando tres o más embarcaciones; de
rastreo, empalmando varios trasmallos a lo ancho del río, de costana en las
orillas, con tarraya, de atranque, etc. Con ellas se capturaban bogas, barbos,
carpas, tencas o lampreas entre otras especies.
Agujas
Ocupando una posición principal en la sala 10 se expone una de las últimas barcas del Tajo, con su
tradicional forma triangular, acompañada de una completa red (trasmallo) de nylon y tres agujas para su
reparación.
9. TRANSFORMACIÓN DE RECURSOS
Queso, aceite y vino
Los productos procedentes de la caza, pesca, recolección, agricultura, ganadería y actividades
extractivas, requieren un proceso de transformación para su conversión en alimentos o bienes de
consumo. Hasta la industrialización, estos procesos de manufacturado se realizaban aprovechando como
fuentes de energía la fuerza animal, humana o del agua en movimiento. Todas estas actividades de
transformación dieron lugar a la especialización en el trabajo y al surgimiento de oficios y talleres, a veces
familiares, y en otras ocasiones organizados a través de gremios y hermandades. Pero muchas de ellas
siguieron realizándose de forma casera como medio de autoabastecimiento de alimentos básicos para el
consumo familiar.
El queso, elaborado principalmente por los pastores, requería
la utilización de una sencilla tecnología pero de un complejo
conocimiento del proceso químico de fermentación láctea con cuajo
natural. La importante cabaña ovicaprina de la provincia fue siempre
una excelente materia prima para la generación de una gran variedad
de quesos artesanos que aún pervive.
El aceite de oliva continúa siendo uno de los pilares de la
alimentación humana además de otros usos presentes y pasados,
como la iluminación. Su prensado en la almazara se hacía usando
grandes capachos de esparto superpuestos. El vino casero o de
pitarra, se sigue elaborando en numerosas localidades de la Cántara de aceite
provincia, utilizando para ello la característica prensa artesanal.
La fabricación de queso se representa en la sala 10
con la mesa utilizada para ello (esprimijo) junto a cinchos de
diferentes materiales, como el esparto, la madera y la
hojalata, además de una paleta de madera. La elaboración
del aceite se ilustra con un capacho de esparto, de los
utilizados para el prensado de la aceituna en las almazaras,
un modelo a escala de una almazara propia del sur de la
península, dos cántaras para contener aceite y una medida
de las utilizadas tradicionalmente en el comercio de este
producto. Una prensa de vino, procedente de Arroyomolinos
de la Vera, y de las utilizadas en los hogares tradicionales
para la elaboración del vino de pitarra sirve para representar
la transformación de la uva en vino.
Prensa de vino
10. OFICIOS
Carpintería
A pesar de ser tan necesario, y de que ha sido practicado desde
muy antiguo, el oficio de carpintero en nuestra provincia es mucho
menos conocido que otros que han atraído la atención de los
estudiosos.
La riqueza forestal del territorio cacereño ha permitido la existencia de
una tradición de buenos artesanos de la madera, que se han empleado
tanto en tares auxiliares de la construcción, realizando vigas, marcos,
puertas y ventanas como en la confección de mobiliario y otros
elementos necesarios para la vida cotidiana, tales como carros, aperos
de labranza o utensilios domésticos de todo tipo.
Puertas de alacena
Históricamente han destacado los carpinteros de Ceclavín por su maestría en la elaboración de
sillones, escaños, arcas y arcones, mientras que es bien conocida la destreza de los artesanos de
Garrovillas en la realización de las artísticas puertas de la localidad, además de barcas y todo tipo de
muebles así como en la talla de elementos auxiliares como especieros o soportes de almirez. Más
recientemente, Hervás se ha erigido en un importante centro productor de muebles, incorporando ya
nuevos métodos industriales en la fabricación de los mismos.
Otras localidades, como Villanueva de la Vera, Ahigal o Plasenzuela se caracterizaron por la
elaboración de sillas, bien torneadas o bien con asiento de enea, mientras que la talla de pequeños
elementos de madera la podemos encontrar por toda la provincia.
Fuera de las vitrinas de la sala 10 se reserva un pequeño
espacio para presentar algunos objetos representativos de la
carpintería en la provincia, como un gran sierro metálico de los
utilizados en Brozas tanto para la tala de árboles como para la
elaboración de tablones, y las puertas de una alacena casera fabricada
Azuela
por carpinteros de Garrovillas. En una vitrina plana se exponen
diferentes herramientas de carpintero, utilizadas en las diferentes fases
de la transformación de la madera y fabricación de muebles y enseres;
entre estas piezas destacan la azuela metálica, la segureja para el
descortezado, el gramil, para confeccionar espigas o el garlopín para
hacer rebajes.
Garlopa para hacer molduras
11. OFICIOS
Orfebrería
El de orive ha sido un oficio muy arraigado en poblaciones como
Zarza la Mayor, Ceclavín y Torrejoncillo, y más recientemente Trujillo y
Cáceres. Allí, los orives o filigranantes han desarrollado su labor siempre
de forma artesanal, transmitiéndose los conocimientos de padres a hijos
mediante libros de recetas y plantillas para la confección de las joyas; los
propios artesanos salían a vender sus mercancías por los pueblos de
alrededor en las vísperas de las fiestas patronales.
Libro de modelos
Los metales trabajados han sido el oro y el cobre, imponiéndose últimamente
la plata, todos ellos en forma de hilo. Los hilos de oro se obtienen pasándolo por el
banco de estirar, donde se les da el grosor deseado tirando con el timón del hilo
sujeto por la tenaza. Existe también un torno de mano que se usa para obtener un
hilo aún más fino.
Con las pinzas se va dando forma al hilo y el volumen de la pieza se obtiene
martilleando con el vástago en la embutidera. Cuando se tienen todas las piezas
hechas, se sueldan con fuego de candil, y posteriormente se lava el oro con arena y
agua. Las piezas de cobre y plata se doran y se bruñen.
Tas o bigornia
Hay una gran variedad de joyas realizadas a base de
filigrana, pero destacan la Cruz de pebas, llamada de
Pingayo en Montehermoso, la tembladera de origen
salmantino y el galápago, de aspecto macizo. Además, se
trabajan pendientes de media luna y arracadas, gargantillas,
alfileres para el pelo y las cruces llamadas veneras.
Pendientes de cinco picos
Collar de galápago
La vitrina 40 exhibe un taller de orive prácticamente completo,
procedente de Ceclavín. Se pueden ver desde la mesa de trabajo hasta el
banco de estirar, incluyendo el tas o bigornia, crisoles para la fundición, tenazas
y martillo de fragua o el fuelle utilizado para avivar el fuego. Por su parte, la
vitrina 20 alberga algunos objetos también propios del orive, como los libros de
modelo, que pasaban de generación en generación, el barreño cerámico para el
abrillantado de las piezas y una selección de joyas tradicionales, entre las que
Fuelle de fragua destacan las cruces de Pebas o pingayo, los pendientes de penderique, etc.
12. OFICIOS
Manufactura textil
La obtención del tejido requiere una tarea previa de transformación
de las materias primas básicas, que son el lino y la lana. A finales del
siglo XVIII funcionaban en la provincia de Cáceres 229 telares de paño de
lana y 560 de lienzo de lino, destacando las poblaciones de Casatejada,
Torrejoncillo, Hervás, Torremocha y Villa del Campo entre los pañeros, y
Plasencia, Alcuéscar, Almoharín, Casar de Cáceres o Garganta la Olla Lanzadera
entre los de lienzo. También se fabricaron medias de seda en
Arroyomolinos, y cordón en Casas de Millán, pero sólo en algunos de
aquellos talleres, como Hervás o Torrejoncillo, podía hablarse de una
organización industrial del trabajo, siendo en los demás un negocio
puramente doméstico que sólo ocupaba a los miembros de la familia.
Particularmente, la fabricación de lienzo solía estar destinada al
autoconsumo familiar en forma de toallas, ropa interior, manteles, sacos y Huso
alforjas.
Tanto la fibra del lino, una vez limpia, machada y rastrillada con la
rastra, como la lana, después de esquilada, lavada, escarmenada y cardada
con las cardas, se hilan colocando el copo en la parte superior de la rueca y
arrollando una de sus hebras al huso, el cual se hace girar para ir formando el
hilo. La husada o hilo así obtenido se pasa al madejador y posteriormente se
guarda en forma de madejas que se devanarán en la devanadera o en el torno
de hilar, quedando listas para formar en el telar la urdimbre o armazón del
tejido o bien la trama del mismo.
Madejador
En la sala 11 se expone una rastra para el lino, consta de una tabla
rectangular de madera con una especie de cepillo de puntas de forma circular en el
centro, ceñido por dos aros metálicos. El orificio del extremo servía como
agarradera y para introducir el pie cuando se trabaja en el rastrillado. Cinco ruecas
de distintos tipos, instrumentos formados por una varilla larga y fina de madera que
es coronada en su parte superior por un abultamiento llamado rocador en el que se
coloca el copo de fibra; el rocador puede ser fijo, a menudo formado por la propia
vara que ha sido rajada longitudinalmente o por labor de cestería, o móvil (de
cobertura) con una pieza a modo de caperuza troncocónica realizada en cartón, tela
o fibra. La vitrina aloja también tres husos, útiles que constan de un palo cilíndrico
con una ranura en espiral en la parte superior por donde pasa el hilo, y un rodete o
tortera más ancho en la parte inferior. Uno de ellos lleva en su parte inferior un
pequeño gancho metálico destinado a trenzar una segunda hebra, ya que pertenece Rastra para el lino
a un telar mecánico que elaboraba hilo de dos hebras.
13. Fuera de vitrinas, se puede ver un madejador o
aspa cruciforme procedente de Montehermoso; el hilo
se colocaba en la parte exterior de los brazos, siendo
abatible uno de ellos para poder sacar la madeja al
finalizar el trabajo. Además, se expone una devanadera
formada por un armazón de seis varas verticales que
unen dos aspas estrelladas en los extremos; se asienta
sobre un cajón destinado a guardar los ovillos que se
iban formando. Junto a ella, podemos ver un torno
canillero, que servía para hacer canillas (ovillos de hilo
para la trama del tejido); para ello se colocaba un eje
metálico en la parte opuesta a la rueda y en él se
encajaba la canilla sobre la que se iba enrollando el hilo
con el movimiento manual de la rueda. Algunas de
estas canillas pueden verse en la cajita de madera que
se expone en la vitrina; en la misma vitrina también hay
cuatro ovillos de hilo de lino dispuestos para formar la
urdimbre, así como un rollo de lienzo de lino.
Telar manual
La pieza que reviste quizá mayor interés es el telar manual, procedente de Torrejoncillo. En él, los
hilos que formaban la urdimbre se disponían en el enjulio o rollo de la parte posterior para, pasando a través
de los lizos y peines, como los que cuelgan en la pared de la sala, ser tejidos con el hilo de la trama que el
tejedor pasaba de lado a lado mediante la lanzadera en la que se alojaba la canilla. Algunas de estas
lanzaderas pueden verse en las vitrinas, siendo la más grande procedente de un telar mecánico de Hervás, y
las restantes de Campillo de Deleitosa.
14. OFICIOS
Alfarería
En cualquier hogar cacereño hasta las primeras décadas del siglo XX, las ollas y vajillas de uso
cotidiano eran de barro, realizadas en alguno de los alfares de la provincia, como Ceclavín, Arroyo de la
Luz, Trujillo o Montehermoso o bien traídas de la provincia de Badajoz, donde sobresalió por su abundante
y afamada producción la población de Salvatierra de los Barros.
El recorrido por las vitrinas de la sala 13 se inicia con la que recoge una
representación de los trabajos alfareros del centro más importante de la región:
Salvatierra de los Barros, reflejado aquí con dos pitorros, uno de ellos de engaño,
jarritas y mariconas (especie de botijo sin asa) además de otras piezas. Junto a
Salvatierra, vemos una muestra de la alfarería de Talarrubias, también en la
provincia pacense, de donde se pueden contemplar jarras, tiestos, un macetero y
una cantarilla.
Jarro enchinado. Ceclavín
De Ceclavín son las más vistosas piezas de la siguiente vitrina, enchinadas con pequeñas piedras
de cuarzo, que se pegan cuando el barro aún está tierno; junto a ellas se exponen una cocinilla y dos
jarros bobos de Trujillo, además de dos ollas y un jarro chato de cerámica común cacereña del siglo XVII.
También a la alfarería cacereña se destina otra vitrina, poblada de
piezas de diferentes facturas originarias de los alfares de Casatejada y
Montehermoso; las primeras, vidriadas en un tono marrón oscuro, son
verdaderas creaciones artísticas que todavía hoy es posible adquirir,
mientras que las montehermoseñas pueden considerarse reliquias al
haber desaparecido este oficio en aquella población, mostrando un
antiguo ejemplo de la llamada cerámica enchinada que todavía hoy se
practica en la localidad de Ceclavín.
Botijo “Borracho””. Casatejada
Otra representación de cerámica común originaria de la región
extremeña, la encontramos en los alfares de Arroyo de la Luz (Cáceres) y
Fregenal de la Sierra (Badajoz). Los trabajos de Arroyo presentan tanto
cerámica común sin vidriar, siendo de destacar el carbotero o asador de
castañas, como vidriada en blanco, verde y amarillo, siendo muy
conocidos sus lebrillos; los de Fregenal se reconocen por su vidriado
parcial en verde sobre el barro basto.
Plato vidriado. Arroyo de la Luz
15. INDUMENTARIA
La indumentaria tradicional de la provincia de Cáceres, forma de vestir que tiene sus raíces en la
que era usual entre las clases populares en los siglos XVIII y XIX, poco a poco fue fijándose en la memoria
colectiva como el modo de vestirse propio de las diferentes localidades de la provincia. Hay que decir que
desde principios del siglo XIX este tipo de indumentaria ha venido sufriendo un largo proceso de
elaboración y sofisticación, añadiendo nuevos elementos de lujo o adornos, junto a otra transformación
tendente a homogeneizar los distintos tipos en cada población para crear en ellas el traje típico de la
localidad. En todo caso, todavía hoy se siguen vistiendo estos trajes en días muy señalados como son las
romerías, fiestas patronales, ferias, etc.
Traje femenino
Por lo que se refiere al traje de la mujer, hay una serie de prendas que
son comunes en todos los pueblos, aunque puedan llamarse de forma distinta en
cada uno de ellos. De arriba hacia abajo, los sombreros han sido de uso común
para el trabajo, generalmente hechos con paja de centeno (bálago); de ellos el
más célebre es la gorra de Montehermoso, adornada con lana de colores cuando
la usuaria es joven, pudiendo llevar un espejito en el frente para que las mozas
puedan acicalarse durante el trabajo agrícola; las más mayores llevan el mismo
tipo de gorra con adornos en negro o colores oscuros. Ha sido frecuente también
el uso de otras prendas para cubrir la cabeza, como las cobijas o mantillas, que
pueden ser incluso de terciopelo (Cáceres y Montehermoso). Las joyas con que Gorra de Montehermoso
se adornan las mujeres eran realizadas fundamentalmente en Torrejoncillo,
Zarza la Mayor, Trujillo y Ceclavín, hechas de filigrana (hilo) de plata, oro o
cobre; destacan las gargantillas, los colgantes de galápago, la cruz de pebas o
pingayo, las cruces veneras y los pendientes de herradura, de lazo, etc. El
peinado también es importante, siendo de destacar el moño de picaporte, así
llamado por la forma de recoger el pelo a los lados de la cabeza.
Faltriquera o limosnera
De entre los pañuelos y mantones hay que citar el de cien colores, muy
utilizado en toda la provincia y el de plumaje de Malpartida de Cáceres, bordado en
lana sobre verde oliva con motivos vegetales. En Montehermoso la mujer llevaba un
dengue o esclavina de color negro con bordado ribeteado en rojo. Bajo el mantón o
esclavina, la mujer cacereña solía vestir un jubón negro, de terciopelo, satén o raso,
muy ceñido y adornado con lentejuelas o encajes en las bocamangas. La falda
recibe un nombre distinto en cada lugar (refajo en Cáceres, mantilla en
Montehermoso, saya o manteo en muchas otras localidades); suele ser fruncida o
Cintas “sígueme pollo”
tableada, y de colores lisos verde, amarillo o rojo (granate en Montehermoso) a
menudo decorada con bordados en la parte baja, de color blanco, rojo o negro. En
algunas localidades, como Trujillo, se usaba la pollera, falda que no es de paño,
sino tejida en vivos colores, que se llevaba como ropa de diario para el trabajo.
Complemento frecuente son los mandiles, generalmente negros, la faltriquera o
limosnera, pequeña bolsa de lana de colores que se llevaba atada a la cintura o las
cintas sígueme pollo, bordadas y decoradas con lentejuelas que se colocaban en
diferentes sitios según la costumbre de cada pueblo.
Zapatos de montehermoseña
16. Las medias del traje de fiesta son un elemento común en el traje femenino, generalmente de lana o
de lino, labradas o caladas, suelen ser de un solo color (blanco, generalmente) a veces bordadas con otro
color en la parte delantera y laterales. En Montehermoso son siempre de color azulón. Los zapatos son de
piel negra abotinados (a veces se usa el botín); se atan con cinta de raso o cordones; más modernos son
los bordados sobre terciopelo que llevan lentejuelas.
La ropa interior era de lino o lienzo, generalmente adornada con puntilla o
bordado en las escasas zonas que quedaban a la vista, como las bocamangas
de las camisas.
Traje masculino
Ofrece una menor variedad, al no haber quedado sujeto a tanta
Sombrero de “queso”
innovación o adulteración como el femenino. El sombrero era de paja
para el trabajo, y de fieltro negro para el traje festivo, el más
generalizado es el llamado de queso por parecerse a un cincho su copa
revestida de terciopelo. Además de las capas de Torrejoncillo o de Aliste
que se usaban, se solía llevar una chaqueta negra y corta, de paño,
terciopelo o astracán, como en Cáceres, y un chaleco del mismo tejido y
de doble botonadura, a veces ésta de plata. En Montehermoso, la
solapa era ricamente adornada con bordado y lentejuelas. Para ir a
trabajar se llevaba la chambra o blusa amplia con bolsillos de ojal,
siendo de destacar la de Malpartida de Plasencia, de cuadros blancos y Chambra
negros.
Para la cintura se llevaba una faja de algodón o lana,
roja o negra bordada en diferentes colores, y el pantalón
(calzón de alzapón) era negro, de pana, paño o terciopelo,
llegando hasta por debajo de la rodilla, donde se abrocha.
Era general el uso de medias blancas de lana o lino, más
ricas que las de las mujeres, se solían fijar con ligas o con
chías (machos) atadas y acabadas en borlones de lana de
colores. Los zapatos eran de piel negra o cuero al natural,
Chaleco de doble botonadura aunque en lugares como Malpartida de Plasencia se llevaban
botas de media caña adornadas con pieles y pespuntes de
colores sobre el cuero natural; en algunos puntos se usaban
polainas de cuero natural abrochadas por el lateral y calzas
de paño negro también abotonadas lateralmente. La ropa
interior masculina era fundamentalmente de lino, los
calzoncillos llegaban a media pierna y se ataban con botones
o cordón, mientras que las camisas eran ricamente
adornadas con bordados y encaje especialmente en la
pechera y puños, que solían quedar á la vista.
Botas de media caña
17. La sala 12 aloja un total de catorce trajes típicos de diferentes localidades de la provincia,
empezando por el de Cáceres, representado por una pareja en que él lleva la típica chaqueta de astracán
y el sombrero de queso, y ella el pañuelo de cien colores y el refajo (falda) amarillo; otros dos maniquíes
muestran los refajos rojo y verde. Junto a ellos, una pareja de chinatos (de Malpartida de Plasencia) en
que el hombre lleva la típica chambra de trabajo y la mujer, que se peina con el moño de picaporte, lleva
también el vistoso calzado de la localidad. El traje femenino de Trujillo se caracteriza por la falda tejida y
adornada con motivos florales y faunísticos en colores, mientras que del traje de Malpartida de Cáceres
destaca el típico pañuelo de plumas. En una vitrina contigua vemos una pareja del municipio norteño de
Cabezabellosa, cuya forma de vestir está muy influenciada por la indumentaria de la provincia de
Salamanca, como puede observarse en detalles del traje de hombre como el sombrero charro, la
botonadura del chaleco, etc. mientras que en frente pueden contemplar tres trajes femeninos y uno
masculino de Montehermoso, siendo los de la izquierda el de moza y de anciana y el de más a la derecha
el de boda, aun cuando lleve en el brazo la gorra, que no era utilizada en esas ceremonias.
En el centro de la sala se observa una
curiosa mantilla que podía usarse con el luto y con
el medio luto o de alivio, mientras que las vitrinas
que la flanquean muestran dos típicos pañuelos de
cien colores.
Pañuelo de cien colores
En las paredes se pueden ver toallas con las iniciales de sus dueñas, paños de afeitar de
Malpartida de Plasencia, paños velatorios de boda y un juego de puños y cuellos de camisa. Al fondo
varias vitrinas muestran algunos ejemplos de ropa interior masculina y femenina de Malpartida de
Plasencia y Campillo de Deleitosa.
18. AJUAR DOMÉSTICO
Además de las ollas y vajillas de barro para uso cotidiano, los hogares
cacereños se equipaban con lozas de mayor calidad y fama que las locales; las
familias más pudientes conservaban con esmero antiguas vajillas de Talavera,
Puente del Arzobispo, Manises o Triana, que usaban en las grandes ocasiones.
Los cántaros del Puente decorados con el nombre de su dueña o la fecha de su Jarra de Manises
boda se transmitían de madres a hijas y eran una de las más queridas piezas
del ajuar familiar. Platos, jarras y fuentes de Manises procedentes de las
fábricas de “Arenes” y “Aviñó” pueden contemplarse en varias vitrinas de la sala
13, junto a los platos, escudillas y jarras de cerámica de Puente del Arzobispo
fechables en el siglo XIX.
Plato de Talavera de la Reina
Los grandes calderos para calentar el agua y cocinar, así como los
cazos, sartenes, escalfadores, chocolateras, etc. eran fabricados con
plancha de cobre en Guadalupe, donde un floreciente gremio de caldereros,
nacido al calor del monasterio jerónimo todavía hoy sigue vendiendo sus
productos. En la sala 13, objetos expuestos en el interior de una vitrina nos
recuerdan el buen oficio y la justa fama adquirida por los caldereros de
Guadalupe desde la Baja Edad Media; pueden verse un especiero de
madera y un almirez de bronce junto a un guarda onzas, tres ollas, una
palmatoria, una chocolatera, una cantarilla, un pote, una escalfadora, una
pieza de alambique y un aguamanil de cobre. Sobre la pared se exhibe una
amplia colección de objetos de uso doméstico realizados por los afamados
caldereros de Guadalupe: potes, escalzaores, cántaros, sartenes y cazos,
Alambique espumaderas, etc.
En la sala están también representadas algunas
actividades caseras de transformación, como la
elaboración de aguardiente mediante el uso de
alambiques hechos de cobre. Se exponen además,
cuatro morteros, tres moldes para dulces, varias
cucharas y un cucharero de madera, junto a un par de
cuernos para el aceite y el vinagre, colodras (recipientes
para líquidos) de cuerno y una curiosa colección de diez
sellos de pan fabricados en madera, que permitían
distinguir el pan de cada familia en el horno comunal en
que se cocía. Sellos de pan
Repartidos por toda la sala pueden admirarse otros enseres domésticos presentes en las casas
tradicionales; además de los ya citados se encuentran la consabida cantarera que proporcionaba el
suministro de agua al hogar y los numerosos cuencos de madera de encina que se utilizaban para la
preparación del gazpacho y, sobre todo, para amasar las morcillas en la matanza del cerdo, un verdadero
rito familiar que todavía hoy se sigue practicando en la provincia.
19. COMERCIO
Tanto los objetos propios del ajuar doméstico como otras
muchas mercancías eran vendidas de pueblo en pueblo por los
arrieros que utilizaban en sus viajes carros de mulas como el que
se expone en el centro de la sala 13, procedente de la localidad de
Zorita; a menudo estos comerciantes se servían de pesos y
medidas tradicionales tales como la libra o la onza para el peso; la
cántara, la arroba o el cuartillo para el aceite o el vino, y la fanega
o el celemín para el grano. Celemín
En la misma sala se puede observar una
representativa colección de pesos y medidas
tradicionales procedentes de diversas poblaciones
de la provincia de Cáceres . Los materiales en que
se fabrican van desde la madera de la arroba (25
libras) y el celemín (4 cuartillos), medidas para
áridos y grano, al latón, la hojalata y el cobre con
que se confeccionaban las medidas de leche, las
cántaras (8 azumbres) para el aceite o los cuartillos
de aceite o vino (4 copas).
Cuartillo de aceite o vino Medida de leche
Muchas de estas medidas se utilizaban contrapesándolas en las balanzas de dos platos como las
que se exponen con las pesas de hierro (onzas) o bien pesándolas simplemente en una romana como las
que aún se ven en puestos callejeros.
Carro de mulas
20. CREENCIAS
La Sala 14 está dedicada a las creencias y a la música. En el primer apartado se ha querido dar
una visión amplia del mundo de las creencias en lo inmaterial dentro de la cultura tradicional;
obviamente, la religiosidad católica ocupa un lugar preeminente en este ámbito, pero también se
presentan elementos vinculados a otras ideas y creencias que, bien pueden tener un origen anterior al
cristianismo, o bien responden a una ideología paralela a éste; se trataría, pues, de creencias en
fuerzas sobrenaturales no aceptadas por la doctrina católica, pero firmemente arraigadas durante siglos
en la mentalidad popular.
Así pues, la sala se inicia con una vitrina que muestra varios objetos
ligados a la práctica religiosa católica, si bien en su vertiente de experiencia
ordinaria o más bien conocida como “religiosidad popular”. Así, la muerte se
hace presente en la lámpara de cementerio y las lamparillas que la mantienen
con lumbre, especialmente el Día de Difuntos. La oración, como práctica
religiosa habitual, se representa en el rosario de pasta, muestra de una
tradición compartida con otras religiones como el Islam. Rosario
Otras piezas de la vitrina responden a diferentes prácticas vinculadas a
las creencias religiosas, como la pililla de agua bendita, que solían estar
expuestas en las casas particulares, y de la que las personas tomaban agua
para santiguarse al entrar o salir de casa. Similar función, aunque con un
marcado carácter protector, tienen los evangeliarios que también se exponen;
son en realidad relicarios que contienen estampas de advocaciones religiosas
(San Antonio, la Virgen del Carmen) y, en pequeño tamaño, el texto de inicio de
los Evangelios, que se supone protegen a quien los porta contra las desgracias
y el mal de ojo. La cruz de madera decorada con los atributos de la Pasión de
Cristo es también, probablemente, un elemento que se llevaba colgado al cuello
en momentos particulares del ciclo litúrgico, como es la Semana Santa.
Pililla de agua bendita
En la vitrina pueden verse también piezas que nos hablan de la
presencia del mundo religioso en todos los ámbitos de la vida cotidiana en la
sociedad tradicional. Es evidente que estos motivos decorativos se escogen
sobre todo para favorecer la protección del mundo sobrenatural sobre la
persona que posee los objetos; así, encontramos la representación de San
Antonio (que ayuda a las solteras a encontrar novio) en un pendiente; el
Cordero Místico en un aplique de hilo de plata y la Cruz de Cristo, acompañada
del Sagrado Corazón, en la hoja de un cuchillo, como una forma de
encomendar la defensa de quien lo porta a la divinidad. Los candiles decorados
con la cruz son también un elemento destinado a ahuyentar a los malos
espíritus que pueblan la oscuridad.
Hoja de cuchillo
21. La siguiente vitrina se dedica a mostrar la representación material
del mundo de las creencias heterodoxas, algunas de ellas todavía muy
ligadas a la religiosidad cristiana, y otras que decididamente podrían
encuadrarse en un ámbito pagano. Entre las primeras, vemos la rosca
de pan de San Blas, reminiscencia de las “caridades” que se repartían
antaño en numerosas romerías y fiestas religiosas destinadas a aliviar la
necesidad de los más pobres; en este caso, es evidente la relación que
existe entre la forma de circunferencia de la rosca y el papel que se le
atribuye a San Blas como protector contra los males de la garganta. Rosca de San Blas
En este mundo de práctica religiosa popular se encuadra también el Semanario de Cuaresma, de
caña, que servía para llevar la cuenta de las semanas previas a la Semana Santa, en que no se podía
consumir carne. Cada viernes, se cortaba uno de los hilos dando por terminada una semana.
A caballo entre lo religioso y lo profano están diferentes elementos de
la naturaleza a los que se confiere un poder protector. El ave, representado en
el plato de loza, es un elemento ligado a la iconografía católica (paloma del
Espíritu Santo, representación del alma) pero también presente en el
“Piedra del rayo” imaginario popular (hay aves de buen y de mal agüero, presagian desgracias
o hechos felices, etc.). Y entran claramente en lo que se ha venido llamando
“supersticiones” los restantes elementos de la vitrina, como son la “Piedra del
rayo”, que en realidad es una herramienta neolítica y que los pastores
recogían del suelo en la creencia de que eran la marca dejada por un rayo y
que tenía poder protector sobre los ganados y las personas; también la media
luna que vemos representada en los amuletos de plata y en los candiles es un
símbolo destinado a proteger a las personas que los poseen contra el
“alunamiento”, un temible mal que podía llevar a la muerte o a la locura.
Plato con representación de un ave
La permeabilidad entre este mundo de creencias paganas y el
cristianismo es continua y evidente, y así, el poder de la luna sobre el ser
humano y especialmente sobre la mujer, se ve reflejado en elementos de la
iconografía cristiana como la representación de la Inmaculada Concepción
pisando los cuernos de la luna (véase la pililla de agua bendita en la vitrina
anterior).
Amuleto
22. Las referencias a la religiosidad en una compleja
relación de sincretismo con creencias anteriores al
cristianismo se completan con las figuras de la Carantoña
de Acehúche y el Jarramplas de Piornal. Ambas son
máscaras del ciclo festivo de invierno, que salen por la
fiesta de San Sebastián, y coinciden en su función de
asustar. Jarramplas es una personificación del santo, que
murió asaeteado, aunque aquí las flechas se sustituyen por
nabos. La Carantoña es una figura grotesca propia de una
sociedad pastoril, como las que se encuentran por toda
Europa vinculadas a esta forma de vida. En ambos casos,
permanece latente el hecho de la expulsión del mal; las dos
figuras representan el mal, el frío y la escasez del invierno;
por ello son expulsadas simbólicamente de la comunidad,
para favorecer el resurgimiento de los campos y los
ganados en la incipiente primavera que se avecina.
Jarramplas
23. MÚSICA
Dos vitrinas de la sala 14 están dedicadas a la música popular en
la provincia. Ésta se representa a partir de los instrumentos de uso y
fabricación tradicional; así, la gaita extremeña (en realidad una flauta de
pico que se maneja con una sola mano) y el tamboril han sido desde muy
antiguo casi la única instrumentación de los bailes populares en nuestra
provincia. Otros instrumentos, preferentemente de percusión, han servido
también para animar las danzas populares; entre ellos hay que mencionar
el almirez (a menudo fabricado expresamente para su uso musical), las
hueseras, flautas y cañas de percusión, las sonajas, que incorporan
platillos de metal, y sobre todo las castañuelas, así llamadas por su forma
de castaña, también conocidas como crótalos o palillos, usadas
generalmente para marcar el ritmo del baile, tanto por hombres como por
mujeres.
Tamboril
Gaita extremeña Huesera
Mención especial merece el rabel, el instrumento de cuerda pastoril
por excelencia. De uso muy extendido por casi toda España, generalmente
se ha fabricado de madera, con una caja de resonancia cubierta por una piel
de gato, aunque también los hay de calabaza, que alcanzan menor
sonoridad. Se tañe con un arco equipado con crines de caballo.
Rabel
24.
25. ARTE DE LOS SIGLOS XIII AL XIX
En la sala 17 están instalados los fondos de Arte Medieval y Moderno, que abarcan desde el siglo
XIII hasta el XIX. Las obras se agrupan principalmente en pintura y escultura, junto a un conjunto de
piezas de orfebrería. A pesar de la pluralidad estilística y temporal hay un elemento común en la mayoría
de las obras, pues abundan sobre todo las de temática religiosa, aunque no faltan obras de otros géneros
como el costumbrismo, el paisaje o el retrato.
La colección está formada por fondos del Museo de Cáceres, depósitos del Museo de Prado y
algunas piezas del conjunto de orfebrería extremeña que corresponden a depósitos del Obispado Coria-
Cáceres.
La pieza más antigua de la sala es la “Cruz procesional”, de bronce
con esmaltes, que procede de la parroquia de San Martín de Trebejo y
perteneciente a la Diócesis Coria-Cáceres.
La cruz presenta la estructura flordelisada característica del estilo
gótico. Por el anverso se representa a Cristo crucificado en altorrelieve
hueco, con cuatro clavos, coronado y con un largo perizoma que le cubre las
rodillas. La anatomía es bastante sintética y poco expresiva, denotándose
ciertos arcaísmos tardorrománicos.
En los brazos de la cruz se pueden apreciar cabujones, que en la
actualidad aparecen vacíos pero que debieron albergar piedras o esmaltes.
También hay ornamentación de tipo gótico, como hojas y estrellas que
probablemente estarían esmaltadas. Algunos restos de esmaltes sí se
conservan en el ángel grabado que hay bajo los pies del Crucificado. Cruz procesional
Por el reverso tiene grabados, en los extremos de los brazos, los símbolos de los cuatro
evangelistas y en centro el Cordero Místico. Todo ello está rodeado de decoración grabada y punteada a
partir de zig-zags y ondulaciones. Por esta parte conserva restos del sobredorado que tuvo la cruz.
Por su estilo es fechable entre finales del siglo XIII y principios del XIV. Carece de marcas de autor
por ser obra de metalistería, pero podría ser de talleres mirobrigenses, ya que San Martín de Trebejo
perteneció a la jurisdicción de la Diócesis de Ciudad Rodrigo.
Es una obra destacada por la escasez de ejemplos bajomedievales de este tipo.
En la vitrina anexa a la Cruz procesional se expone uno de los dos marfiles filipinos del museo, el
“Ángel de la Guarda”, obra del siglo XVII. Debía ser una de esas imágenes devocionales, a veces para
oratorios y de fácil trasporte, de factura delicada y policromada. Parece que le faltan las alas que
posiblemente fueran de plata sobredorada. Como testimonio de éstas quedan dos incisiones en la
espalda.
Es una talla de bulto redondo que representa al ángel de la guarda en actitud
protectora conduciendo a un niño con la mano izquierda. Con la mano derecha
levantada simboliza la acción de apartar los peligros. El ángel inclina su cabeza y dirige
la mirada hacia el niño. Su pelo está tallado a tirabuzones y decorado con pan de oro.
Sobre el marfil hay aplicaciones doradas en la bocamanga, cuello, cintura, y otras partes
del vestido del ángel. Asimismo, presentan restos de policromía los ojos, boca y cejas
de ambas figuras.
Excepto el brazo alzado del ángel, el conjunto es de una sola pieza, destacando
la suavidad de la talla, la delicadeza de los pliegues y la leve curvatura propia de la
Ángel de la Guarda inclinación del colmillo del elefante con que está hecha.
26. Siguiendo el itinerario podemos ver un “Crucifijo” de marfil filipino. Es una pieza de 62 cm. de alto
con una marcada curvatura que, como en la pieza precitada, se debe al material con que se realizó. Es
pieza de gran calidad plástica, logrando captar el dramatismo de la expiración de Cristo, siguiendo los
cánones del naturalismo barroco español, donde prima la expresividad y el sentimiento religioso.
La obra está compuesta por tres piezas: cabeza, tronco y piernas en un solo bloque y cada brazo
otra pieza. Adaptándose al material y a favor de una expresividad más pronunciada el artista no se ajusta
a las proporciones clásicas, sino que hace un cuerpo más estilizado y le imprime un cierto dinamismo
casi contenido.
Es una talla minuciosa, en la que resaltan los pliegues del
perizoma, con decoración vegetal pintada, con gran detallismo en el rostro
e incluso marcando las venas de piernas y brazos a cuyo verismo ayudan
las vetas del marfil. La mirada casi perdida adquiere gran realismo con el
empleo de policromía. Al sentido trágico de la obra también contribuyen
los regueros de sangre que corren por el cuerpo del Crucificado.
El Cristo está adosado a una cruz de ébano, sobre tres clavos. El
rótulo de la leyenda es, igualmente, de marfil y en él se inscriben las
siglas INRI (Iesus Nazareno Rex Iudieorum).
La obra está fechada en el siglo XVII y procede del Legado
Paredes Guillén de Plasencia. Crucifijo
Siguiendo la tipología iconográfica de en la sala se expone otro “Cristo crucificado”, aunque éste
de mayor tamaño y anterior cronología. Se trata de una talla en madera policromada, datada en la
segunda mitad del siglo XIV. Pertenece al gótico tardío con reflejo de la corriente naturalista procedente
de Europa. La zona de Extremadura, por su situación geográfica, se nutre de los talleres castellanos y
andaluces. Parece que esta escultura tiene semejanzas con la escuela castellana de Burgos, siguiendo
el modelo de Cristo de tres clavos, que muestra la muerte de forma expresiva y realista, con detalles del
peinado, boca abierta y dentadura, para aumentar el verismo.
La obra es depósito de la Diócesis Coria-Cáceres. Dentro de esta
tipología de Crucificado cabe destacar en Extremadura la presencia de
otros ejemplos como el “Cristo del amparo” de Alburquerque, el
“Crucificado de los Dolores” de Trujillo, o el “Cristo de los Doctores” de
Plasencia, entre otros.
Hay que apuntar que a pesar del naturalismo de la escultura el
efecto final es de cierta serenidad. El tratamiento de la obra presenta a su
vez ciertos arcaísmos medievales, como la talla geométrica de los
mechones de la barba, la disposición simétrica de las ondas del cabello o
la rigidez de los brazos y manos. La superposición de una pierna sobre la
otra y los pliegues del paño de pureza dan a la escultura mayor volumen.
El Cristo conserva bastante bien los restos de diferentes
policromías en el cuerpo, pelo, corona y perizoma.
Cristo Crucificado
El verdadero desarrollo de la escultura española tendrá su arranque ya en el siglo XVI, con el
empleo de técnicas y materiales nuevos, influencias foráneas y una temática marcadamente religiosa,
acentuada tras el Concilio de Trento.
Habrá una clara renovación estilística, sobretodo con la influencia de las corrientes renacentistas
italianas, que unidas al sentimiento dramático y expresivista español darán lugar a obras de una notable
originalidad.
27. A esto hay que sumar el desarrollo de la creación de arte mueble para decorar las iglesias, dentro
del cual adquiere un papel relevante el retablo, con un desarrollo de nuevos programas iconográficos,
con intenciones dogmáticas y de gran riqueza visual.
Dentro de este marco histórico-artístico habría que ubicar a las tres esculturas de bulto redondo
que se exponen al principio de la sala, que representan a una Santa Mujer, a María Magdalena y a San
Pablo.
Las tres esculturas, de madera policromada, pertenecen a un programa icnográfico de un conjunto
escultórico, probablemente retablístico.
La denominada “Santa Mujer”, cuya identidad
desconocemos por la escasez de atributos, es una talla de Virgen
o Santa, que sujeta con el brazo izquierdo un libro a la altura de la
cadera. El brazo derecho, en posición un tanto escorzada debía
tener otro atributo que la identificase iconográficamente pero se ha
perdido.
Destaca el tratamiento de pliegues angulosos del manto que
imprimen cierto movimiento a la obra, a pesar de su serenidad y
estatismo.
Se conservan restos de policromía azul y roja, y sobretodo
destaca el dorado. El rostro, algo deteriorado, conserva aun las
carnaciones, colores de ojos y otros detalles. Es destacable la
dulzura y delicadeza del rostro, en contraste con los claroscuros
que proyectan los pliegues del hábito.
La escultura está datada en el siglo XVI, y se atribuye a la
escuela del escultor Sebastián de Almonacid, que trabajó en la
catedral toledana, difundiendo las influencias francoborgoñonas.
Santa Mujer
La otra talla, anónima, se identifica con “María Magdalena”, y
es también del siglo XVI. Participa de las características de la anterior
escultura, siendo también talla en madera con policromía de rojos,
azules, grises y dorados.
Es destacable la belleza del rostro por su serenidad. Su
cabello cae en bucle sobre el hombro izquierdo. Tiene el brazo
izquierdo pegado a la cintura y en la mano una pequeña peana o
base de bote. En la mano derecha, más alta, porta la tapadera del
recipiente que no está completo en la otra mano.
Por sus características algunos autores han pensado en la
posibilidad de que perteneciera a la escuela o taller del maestro
Copín de Holanda, autor que trabajo en la alta Extremadura, con
obras como el sepulcro del prelado Ximénez de Préxamo de la
catedral de Coria.
María Magdalena
28. La escultura de “San Pablo”, de la cual se desconoce también a su
autor, formaba parte del retablo de la parroquia de Hinojal, y es depósito de
la diócesis Coria-Cáceres.
Por su factura parece de la escuela castellana, del siglo XVI.
Está representado en actitud pensativa, con una anatomía no muy
lograda, con tratamiento rudo de algunas partes, como los mechones de la
barba. Por ello parece obra de un taller poco experimentado, posiblemente
rural.
Conserva policromía, algo desvaída, con tonos rojos y marrones
predominantes. Se aprecia en los pliegues del manto la tela que recubre la
madera y sobre la que se sitúa la pintura.
La parte más esmerada de la obra es la cabeza, aunque, no
obstante, su tratamiento no es del todo afortunado.
Probablemente el lugar que ocuparía en el retablo favorecería su
visión al no estar muy próximo al espectador, cumpliendo, eso sí, su
función icnográfica.
San Pablo
La pieza clave de la colección de esta sala es “El Salvador”, de Domenico Theotocopuli (1541-1614),
más conocido como El Greco.
Es una obra de medianas proporciones que fue concebida para formar parte de un apostolado, de los
que el artista realizó tres, en el que también intervinieron otras manos de discípulos de su taller. Las mejores
series de apostolados fueron realizadas por El Greco a principios del siglo XVII (en torno a 1605-1610), al
final de su etapa, siendo la más celebre la que se conserva en la catedral de Toledo, cuyo Salvador, que
preside la serie, comparte muchas similitudes con la obra del Museo de Cáceres.
También hay dos obras similares más, una en el Museo de El
Greco de Toledo y otra, de fechas más tempranas, en
National Gallery of Scotland.
Las series de los apostolados responden a todo un
programa iconográfico que se inicia con las imágenes de los
cuatro evangelistas, profetas, doctores o padres de la Iglesia
y concluyen con una selección de apóstoles. La más
completa es la que se conserva en la catedral toledana; el
resto está diseminado por numerosos museos y colecciones.
El modelo temático era bastante habitual en Italia, pero
suponía una novedad en la España del siglo XVI.
La obra de El Greco está cargada de originalidad, pues en
ella se unen su formación italiana, tanto pictórica como
cultural, concretamente de su formación en Venecia y Roma,
que le confieren el colorismo y su canon manierista, además
de su interés intelectual por la filosofía de Aristóteles y Platón
y el conocimiento del mundo humanista, que a su vez se
enriquece en España imprimiendo en sus obras el carácter
“El Salvador” religioso y expresivista que adquiere en su etapa toledana.
29. Su obra es un encuentro equilibrado entre el mundo clásico, la armonía a partir del color y la
religiosidad de carácter místico.
Esta obra de El Salvador procede del convento de las Agustinas Recoletas del Cristo de la Victoria
de Serradilla. Una vez adquirida por el Museo de Cáceres fue robada en 1979 y devuelta poco después.
La pintura participa de las características propias de las obras de El Greco. La pincelada viva y
certera confiere a la obra calidades de diferentes texturas en el rostro, manos, hábito o en la esfera. El
artista sacrifica la proporción clásica en favor de una expresión más dramática, acentuada por el fondo
negro neutro que hace destacar la figura iluminada por su aureola. La luz tamiza suavemente a El Salvador
que en contraste con la oscuridad donde se sitúa casi anticipa el tenebrismo barroco.
La manera de representar a Cristo en actitud de bendecir, y de medio cuerpo, recuerda a la
iconografía de los iconos bizantinos que sin duda quedaron en el autor un poso en su primera época.
La siguiente obra en el recorrido es
el “Tríptico de la Pasión”, importante
anónimo flamenco del siglo XVI. La obra
responde a la plástica propia de Flandes, de
composiciones naturalistas y coloridas,
donde prima el detallismo.
El modelo de composiciones
complejas, colores vivos y carácter
dramático sigue los estereotipos que
marcaron los maestros Van Eyck y Van der
Weyden, entre otros, y que influyeron en le
panorama pictórico español.
“Tríptico de la Pasión”
El pintor se detiene en la representación del paisaje y las
arquitecturas, propio de la pintura de Países Bajos, y composiciones
abigarradas muy monumentales.
La obra representa tres momentos de la Pasión de Cristo,
temática muy habitual en la época. En la tabla central se representa la
Crucifixión, con un gran número de personajes, además de los
tradicionales San Juan, María y María Magdalena. Las tablas laterales
reproducen escenas complementarias, como la Subida al Calvario y la
Resurrección. Se ordenan secuencialmente según los evangelios
conformando una obra dogmática.
Los trípticos eran utilizados como pequeños retablos en
oratorios religiosos de palacios o iglesias.
La claridad compositiva y el empleo de perspectivas bien
logradas denotan también la influencia de la corriente renacentista,
además de la precitada flamenca. “Detalle del Tríptico de la Pasión”
La obra fue robada en 1985 y recuperada con posterioridad.
De la pintura barroca del siglo XVII hay también una buena representación en la sala, tanto de
Países Bajos, como de Italia y España. Hay escenas cotidianas, paisajes holandeses y temática religiosa
italiana y española.
30. Obra flamenca del siglo XVI es “La traición de Dalila” de
Martín de Vos (1532-1603), pintor de Países Bajos pero de
influencia italiana. La obra es de técnica depurada y minuciosa,
con gran importancia del fondo arquitectónico.
La pintura denota influencias de Rafael y el manierismo.
Temáticamente se representa a Sansón en brazos de Dalila
con el cabello cortado por los filisteos. La composición es diagonal,
centrándose las luces en los personajes principales.
“La traición de Dalila”
Es un lienzo de pequeño formato (0’52 x 0’34 m.), al óleo. Perteneció a la colección del rey Carlos II y
se salvó del incendio que sufrió el Alcázar de Madrid en 1734. La obra es depósito del Museo del Prado.
Junto a este cuadro se expone “La idolatría de
Salomón”, anónimo italiano del siglo XVI, de pequeño
formato (0’40 x 0’52 m.), óleo sobre cobre.
La temática es poco habitual en la época pero
sirve para desarrollar una composición de numerosos
personajes, sobretodo figuras femeninas. El pintor se
detiene en el detalle de telas, arquitecturas, paisajes y
rostros. Es una pintura minuciosa y detallista.
Salomón aparece de rodillas ante una escultura
femenina. Una mujer porta un incensario y otra un
recipiente de donde una tercera extrae su contenido. Hay
una amplia gama de colores y tonalidades, posiblemente
de influencia veneciana. Hay también un claro
“La idolatría de Salomón”
amaneramiento en gestos y posturas.
Del mismo panel expositivo de los cuadros antes explicados
pende un relieve de “San Lucas”, anónimo de la escuela castellana, del
siglo XVI y de madera policromada y estofada. La obra está
descontextualizada, pues su destino sería el de estar adosada a la
superficie plana de un retablo.
El santo sostiene en su mano izquierda el evangelio y con la
derecha escribe en el mismo, para lo cual se apoya sobre la rodilla
derecha, mientras que la pierna izquierda está en escorzo hacia el
espectador. Entre sus piernas surge la cabeza de un toro, símbolo del
este evangelista.
Destaca por la fuerza expresiva y el dinamismo que proyectan los
pliegues de las vestiduras.
“San Lucas”
La obra de fines del siglo XVI es de clara influencia italiana y reflejo miguelangelesco.
De nuevo el arte se dejó influir por el sentimiento religioso y el expresivismo, cuyos máximos exponentes
en escultura barroca del siglo XVI fueron Alonso de Berruguete y Juan de Juni, cuya originalidad compositiva y
su ruptura con lo clásico a favor del manierismo son su sello de identidad
Esta pieza por su dinamismo, agilidad y canon alargado se puede enmarcar en esta línea del autor
castellano.
31. La plástica pictórica extremeña del siglo XVI está representada por un autor de renombre nacional,
Luis de Morales. En el siglo XVI español se suceden diversas influencias culturales de países como Italia,
Flandes o Francia, favorecidos por la expansión de los territorios de las monarquías españolas y por el
tránsito de artistas. En la pintura, la fuerte importancia del Renacimiento italiano, tendrá su reflejo directo en
España en este siglo, sobretodo en un principio en el área de la costa mediterránea y posteriormente, en el
resto del territorio. Las escuelas sienesas, florentina y romana unidas a la influencia flamenca y al peso
autóctono hispano confieren a nuestra pintura una gran originalidad. A esto hay que sumar el varias veces
citado sentimiento religioso y el carácter devocional de la mayoría de las obras, no existiendo casi el género
mitológico tan desarrollado en países como Italia. Surgen a su vez menos centros artísticos con
características particulares, como la escuela valenciana, la escuela castellana o la escuela andaluza.
A partir de la segunda mitad del siglo adquiere más fuerza el influjo
manierista, y en este contexto se encuentra Luis de Morales. Obra suya o de su
taller es el cuadro “Las lágrimas de San Pedro”, con gran misticismo propio
del autor, de colores fríos, fondo neutro que pronunciará el dramatismo y con
gran espiritualidad. La obra representa a San Pedro llorando ante Cristo
flagelado, que resaltan sobre el fondo negro, donde el cuerpo de Cristo parece
proyectar luz propia resaltando su importancia. Los rostros tienen gestos
dolorosos, sobretodo en la expresión de las miradas. Se detiene en detalles de
cabellos, barbas, incluso pestañas, así como en las lágrimas de San Pedro, que
dan título a la pintura. Del conocido maestro extremeño hay varias obras en la
región, como los cuadros que alberga la catedral de Badajoz, o sus importantes
obras retablísticas de San Martín de Plasencia y, sobretodo, de Arroyo de la “Las lágrimas de San Pedro”
Luz.
De la misma época es “San Jerónimo Penitente”, anónimo
hispano-flamenco, como reflejan los paisajes de fondo y el tratamiento de
la figura, que recuerda a autores como Hans Memling. La obra se ajusta
al gusto de la época, donde la pintura flamenca, a principios del XVI, tenía
gran éxito en España, un gusto quizá impuesto por los Reyes Católicos,
en especial por Isabel, que iniciará una gran colección de obras
flamencas ya en el siglo XV. En el cuadro se representa a San Jerónimo
arrodillado frente a su crucifijo, iconografía típica del santo. En su mano
derecha lleva una piedra para golpearse. Tras él, el león símbolo suyo. Al
fondo se representa un paisaje urbano. El tratamiento es minucioso y
detallista, con capas de pintura de finas veladuras. Hay una posible
influencia de la escuela sevillana de Alejo Fernández, por su expresión
típica de obras germanas y nórdicas. Destaca el sentido de profundidad
con la consecución de planos.
“San Jerónimo Penitente”
De pintura de paisaje contamos en el museo con un ejemplo, el “Paisaje”, de Joos de Momper. La
pintura paisajista en España se inicia de manera más acentuada en el siglo XIX con los pintores románticos.
Se empieza a reclamar el género de paisaje como autónomo, pues la crítica aún lo consideraba pintura
académica para principiantes. Un buen antecedente del paisaje suponía la figura de Velásquez, mostrando
en sus cuadros con gran protagonismo de los mismos como luego continuará Goya. En este ambiente se
enmarca la obra de Carlos de Haes, que identifica el paisaje con la realidad. Aunque nació en Bruselas se
formó en el taller malagueño de Luis de la Cruz, pasando luego a Bélgica y Francia.
32. Con el paisaje realista de Haes se marcará una nueva pauta
académica respecto a esta temática, sobretodo a través de su
discurso “De la pintura de paisaje antigua y moderna”, sobre el
espacio y el concepto de imitación de la naturaleza. De su obra se
generarán varios discípulos españoles continuadores de esta
temática. No obstante, fuera de nuestro país el paisaje había cobrado
fuerza como género ya en tiempos anteriores, como muestra la obra
“Paisaje”, de Joos de Momper, que se expone en la sala. Este óleo
sobre tabla representa un paisaje con carros y gente a caballo en
primer término vadeando un río. Las figuras recuerdan a Peter
Brueghel el joven. Es una obra detallista, elegante en el tratamiento
de las figuras. Destaca la maestría y soltura en la construcción del
paisaje. Una obra de gran calidad.
“Paisaje”
El siglo XVII está representado en la sala por obras españolas e italianas, donde de nuevo predomina
la temática religiosa. Son obras de gran realismo, naturalismo y tenebrismo, propias de la sombra que el gran
autor Caravaggio proyectó en la pintura de este siglo. Se rompe con el manierismo y se resuelven los temas
con sobriedad, donde usando escasos medios y composiciones de pocos personajes se consigue un
lenguaje profundo. En España se desarrollará la pintura cortesana y la pintura religiosa, sobretodo con dos
centros destacados, como son la escuela madrileña y la escuela sevillana, que además exportaba obras a
América. A esto hay que sumar otros núcleos como Valencia, Valladolid o Toledo. El artista empieza a ser
valorado como individuo y adquiere cierto reconocimiento social, aunque en la mayor parte de las ocasiones
su libertad expresiva se verá coartada por la imposición de los clientes.
Dentro de la corriente naturalista barroca, destacada en escuelas
como la valenciana, gracias a la influencia de Ribera, que viajó a
Italia y desarrolló su obra bajo el influjo caravaggesco, en el
museo tenemos el ejemplo de Esteban March (1610-1668), con
su obra “San Onofre”. Pertenece a la segunda mitad del siglo
XVII , y se caracteriza por exaltar la religiosidad y emotividad de
las figuras religiosas. Trabajó la pintura mística, pero también las
escenas de batalla. En su obra se aprecian los contrastes de
luces con el empleo de claroscuros y una gran precisión y
detallismo anatómico, como refleja esta obra y cuya factura
guarda muchas similitudes con el realismo de Ribera. En el
cuadro se representa a San Onofre apoyado sobre un palo y con
un rosario en la mano derecha. Es una figura de medio cuerpo,
pero a tamaño natural. El detallismo del cuerpo es muy acusado,
pero sobretodo del rostro. Esta obra formó parte de la colección
de Felipe IV y es depósito del Museo del Prado.
“San Onofre”
33. Otra obra barroca muy representativa de la sala es la
de “Judit con la cabeza de Holofernes”, un lienzo
anónimo italiano de clara influencia caravaggiesca, con
un acentuado naturalismo y representación de figuras
humildes con un gran realismo. El tema es muy
recurrente en este siglo, sobretodo en Italia, pues
simboliza el valor y la fe frente al pecado y la muerte.
Hay de nuevo un contraste de luces y sombras y
exaltación del valor espiritual. Se aproxima a la escuela
napolitana por su factura y apreciación de tonos en su
composición, así como su misticismo. Es un óleo sobre
madera y pertenece al Museo del Prado.
“Judit con la cabeza de Holofernes”
Dentro de la línea religiosa de gran pureza está Vicente
Carducho (1576-1638), que desarrolló una pintura
naturalista y simbólica, usando como modelo para muchos
de sus cuadros libros de estampas. “La Degollación de
San Juan Bautista”, muestra un eclecticismo entre el
colorido y lo tenebrista caravaggiesco. Carducho era
italiano, pero afincado en España. Fue pintor del rey y
representa la parte academicista barroca.
“La Degollación de San Juan Bautista”
La siguiente pieza en orden de visita de la sala es la escultura de la
“Santísima Trinidad”, imagen del siglo XV. La iconografía surge en los
evangelios medievales y procede de la pintura de mosaicos bizantina,
como las miniaturas del misal de Campray o del Evangeliario de Perpiñán.
Es una imagen dogmática y simbólica. Algunos autores consideran que
sobre la corona del Padre Eterno iría una esfera, símbolo del dominio
universal. La disposición entronizada procede del prototipo de emperador
del mundo, modelo de origen en el imperio sacro germánico, como ocurro
con algunas representaciones de Carlomagno.
La pieza pertenece a la diócesis Coria-Cáceres, procedente de la
parroquia de Herrera de Alcántara. Es de mármol y conserva restos de
policromía en algunas partes. La composición se completa con tres
figuras, el Padre Eterno, coronado; la paloma, símbolo del Espíritu Santo;
y Cristo, en este caso crucificado. La pieza guarda una gran simetría entre
las partes y la composición es bastante cerrada.
“Santísima Trinidad”
34. Continuando el recorrido encontramos la obra de Lucas
Giordano (1634-1705) “San Andrés”. Aunque al autor se le
conoce más quizás por su faceta como pintor de frescos, fue
también un destacado pintor de caballete, con gran maestría y
originalidad. Se instaló en España a finales del siglo XVII. Sus
obras de frescos decoran El Escorial y El Casón del Buen Retiro.
Su obra sobre lienzo abandona el naturalismo de Ribera y el
tenebrismo de Caravaggio y se acerca más a otros pintores como
Pietro da Cortona. Su aportación en España en pintura religiosa
fue fundamentalmente la de introducir nuevos modelos
iconográficos. Es el caso de este “San Andrés”, que se salta los
cánones de representación más habituales para representarlo
casi como imagen profana, como un filósofo pensativo, dando a
su vez al santo un aspecto de erudito. Es una pintura muy alejada
de las escenas dramáticas y realistas que veíamos en las obras
de Carducho y Esteban March. Esta obra responde a la técnica
“San Andrés”
que emplea en su última etapa, con fuertes contrastes,
preocupación por las texturas, matices, etc.
Junto al “San Andrés” se expone un cuadro
de temática entre lo costumbrista y lo paisajístico,
“Aldeanos conversando”, de David Teniers el
Viejo (1582-1648). El autor se detiene en el
entorno rural, retratando una de las clases
sociales de la época, y cuyo marco le sirve de
excusa para desarrollar el género del paisaje, que
tiene un claro fin decorativista y complementario a
la escena de los aldeanos. Teniers muestra el
lado curioso, tosco, burlesco, jocoso del ser
humano, siguiendo la línea de autores
precedentes como Brueghel o El Bosco. Hay que
destacar también de él el empleo de luces y el
detallismo de las figuras y elementos naturales,
“Aldeanos conversando”
deteniéndose en elementos anecdóticos como el
perro o el hombre entrando en su casa.
La siguiente obra es un relieve de alabastro, “Madonna con
el niño y ángeles”, que posiblemente formara parte de la
decoración de algún elemento arquitectónico. Sigue el modelo de
medallón o “tondo”, popularizado ya en el Quattrocento por autores
como Luca della Robbia o Desiderio de Settignano. Es una obra
delicada y a la vez con una gran carga expresiva que guarda las
proporciones y el equilibrio propio de cánones italianos y donde con
la composición de las figuras se juega con las luces y las sombras,
para conferir los volúmenes.
“Madonna con el niño y ángeles”
35. En el mismo panel se encuentra la “Crucifixión”, obra en mármol,
relieve del siglo XVI, que muestra un calvario cuyo fondo de paisaje es
Jerusalén y cuya composición se cierra con una representación del sol y la
luna, en la parte superior. El relieve muestra de dependencia iconográfica de
algunas estampas de las escuelas europeas o de artistas como Alberto
Durero. Su función sería la de adornar alguna estancia u oratorio como objeto
de culto. Además de Cristo crucificado se representa a San Juan y María bajo
la cruz, los tres el altorrelieve. El fondo es un bajorrelieve muy sinuoso, rico en
detalles arquitectónicos, de plantas, etc.
“Crucifixión”
La sala XVII cierra su visita con una muestra de pintura del siglo XIX, un siglo de gran diversidad
plástica influenciado por los hechos históricos acontecidos en España y por la gran proyección de la obra de
Goya. La tradición académica todavía resiste, hasta que el movimiento romántico fuera rompiendo algunos
moldes. Poco a poco la temática y el estilo se irán liberando de las formas impuestas por lo ortodoxo y
académico. El artista va adquiriendo mayor libertad e iniciativa de renovación.
La primera obra que vemos es “La Pereza”
de José Alcázar Tejedor (1850-1912), discípulo de
Palmaroli y pintor de la escuela parisina. Su obra
recibió muy buenas críticas y mantuvo un equilibrio
entre la forma y el color. Su pintura es sobre todo
costumbrista, muy del gusto de la época,
deteniéndose en la anécdota, en lo cotidiano de la
escena y en la sensibilidad del dibujo. En “La
Pereza” queda patente el buen dominio del dibujo y
el rico cromatismo de la obra. Representa una
escena de interior, con una joven sobre un “La Pereza”
balancín, con un vestido blanco y en la mano un abanico oriental. En el suelo y junto al balancín aparece una
partitura de música con el título “La Pereza”, y tras ella un biombo, y al fondo a la izquierda un piano. El
artista se detiene en detalles anecdóticos del mobiliario y la indumentaria. La pincelada suelta la aleja del
academicismo.
La siguiente obra es de Antonio María Esquivel, de 1852, el “Retrato
de un abogado”. Representa a un personaje con toga negra, en la que
resalta el blanco del cuello y la camisa. El rostro es quizá la parte de mayor
calidad en acabados, destacando las carnaciones. Tras el personaje
aparece una columna de fuste acanalado. Esquivel fue un destacado pintor
sevillano del S. XIX, continuador de la célebre escuela que fundara el pintor
Bartolomé Esteban Murillo.
“Retrato de un abogado”
36. La obra que cierra la sala es “María Picón y Pardiñas, con capota blanca”, de 1882, obra del pintor Emilio
Sala Francés (1850-1910). En este óleo sobre lienzo, el pintor retrata el busto de una niña, con gesto serio y
de mirada observadora hacia el espectador. Aparece ataviada con abrigo y capota blanca sobre la cabeza
anudada al cuello con un gran lazo. La calidad de las telas, que el pintor refleja con la pincelada, indican la
posición social acomodada de la joven, así como sus pendientes dorados con grandes piedras azules. La
pincelada es rápida y suelta, sólo detenida en el rostro para acentuar los detalles. El pintor usa sólo algunos
tonos de verdes, azules, rosas y blancos. En la parte izquierda, tras la niña, aparece representado un dibujo
de trazo infantil y con gran ingenuidad, haciendo alusión su condición pueril. El pintor deja ver incluso el lápiz
preparatorio del cuadro tras las pinceladas, es una obra que refleja espontaneidad y frescura, con un aspecto
abocetado. La niña retratada es la hija del ilustre caballero Jacinto O. Picón y Bouchet, de ideas liberales y
crítico de arte, además de biógrafo de Velázquez, novelista y académico de la Real Academia Española y de
la de Bellas Artes, y representante del patronato del Museo del Prado. Emilio Sala era, por tanto, amigo del
padre de la niña, y se piensa que el cuadro fue un regalo. Sala hizo más retratos dedicados a esta familia. El
cuadro es del Museo de Arte Moderno, donado por Jacinto Octavio Picón, y está en depósito en el Museo de
Cáceres.
“María Picón y Pardiñas, con capota blanca”