Este documento describe el proceso de gobernanza indígena en la selva amazónica colombiana a lo largo de las últimas décadas. En la década de 1980, el gobierno colombiano reconoció los derechos territoriales de los pueblos indígenas sobre 20 millones de hectáreas. En la década siguiente, los pueblos indígenas comenzaron a establecer Asociaciones de Autoridades Tradicionales Indígenas para administrar sus territorios y desarrollar planes de educación, salud y ordenamiento territorial. A
1. Cómo gobernar en la
selva amazónica?
Vincent Brackelaire*
He sido testigo de un mundo que conocí desde 1990 en la
selva amazónica colombiana, cuando el antropólogo Martín
von Hildebrand me llevó a visitar los pueblos indígenas de
los ríos Caquetá y Mirití. Grandes transformaciones
estaban en curso en Colombia.
La Organización Nacional Indígena de Colombia
(ONIC) venía luchando por derechos en el ámbito nacional
en un contexto del recién ratificado Convenio 169 de la
OIT. Líderes indígenas amazónicos y sus pueblos querían
reafirmar su identidad y distanciarse de la mentalidad
colonialista que se manifestaba en las misiones religiosas y
soñaban con proyectos propios y con manejar sus
territorios ancestrales.
La parte colombiana de la inmensa Cuenca Amazónica era
la mejor preservada por ser la de más difícil acceso. El
boom económico de la cocaína de los años 1980, había
pasado por el oriente de la selva colombiana dejando
una ilusión de riqueza y la presencia de guerrilleros en
la región era muy incipiente. En esa época como ahora,
la frontera agrícola estaba esencialmente en el piedemonte
colombiano; había muy poca colonización, los mineros
estaban más ocupados en Brasil y Venezuela, y las
petroleras se concentraban en la Amazonia de Ecuador y
Perú.
A finales de los años 1980, el gobierno del presidente
Virgilio Barco Vargas reconoció los derechos territoriales a
2. los pueblos indígenas de la Amazonia colombiana sobre 20
millones de hectáreas, las que ya ocupaban desde antes
de la Conquista. Por aquel entonces también se estaba
formulando una nueva Constitución en Colombia, la cual se
adoptó en 1991, e incluyó además de los derechos
territoriales, el derecho de los indígenas a manejar sus
territorios como parte de la estructura político-
administrativa del Estado nacional financiados con
recursos de la nación.
De esta manera, un inmenso campo de trabajo y de
cooperación se abría en la Amazonia colombiana para
apoyar a sus 62 grupos étnicos en el ejercicio de sus
derechos y adquirir las capacidades necesarias para
articularse dentro del Estado con base en sus propios
valores. Así los indígenas se reafirmaban como los
guardianes de la Amazonia colombiana y de su
biodiversidad. Era una situación inédita en la historia del
país, y promisoria para el futuro sostenible de la región.
Este era el mensaje que Martín, como cercano colaborador
del presidente Barco Vargas para los asuntos indígenas,
esperaba que transmitiera en Europa después de mi visita.
Precisamente, estaba ayudando a la Comisión de la
Comunidad Europea en Bruselas a construir su
programa de cooperación ambiental con los otros
países del mundo, después del informe "Nuestro futuro
común", o Informe Brundtland, publicado en 1987 por la
Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo.
Nos encontrábamos a dos años de la Conferencia de Río
1992. El mundo que descubría en la Amazonia colombiana
era un tesoro natural y cultural, justo en el momento en que
se difundían las ideas de que la biodiversidad estaba en
peligro, que existían recursos naturales renovables en
peligro de desaparecer del planeta para siempre.
Con Martín recorrí aquella vez muchas malocas tanimuca,
3. letuama, yukuna, matapi, miraña,a lo largo de los ríos
Mirití y Caquetá, acompañando noches enteras las
discusiones con los capitanes o jefes de maloca, con los
chamanes, mascando su hoja sagrada, la coca,
observando cómo analizaban la situación de su selva y
comenzaban a definir el futuro que deseaban.
En aquel entonces la conservación de la Amazonia para
mí no podía tener mejor enfoque que apoyar a las
culturas indígenas por su alto potencial y gran sabiduría
para cuidar esos gigantescos territorios selváticos,
complementada por las normas del Estado y técnicas de
planificación.
En la Comunidad Europea, un grupo de altos funcionarios
de la Comisión entendió la importancia de las nuevas
oportunidades para los indígenas y esta región, y
entoncescomenzó un proceso de cooperación al cual se
fueron sumando algunos de los Estados europeos
como Austria, Dinamarca, Holanda y Suecia.
Los diez años que siguieron a la Conferencia de Río 92
vieron al mundo cambiar más rápido y de manera menos
positiva a lo previsto por los científicos de los años 1980.
Además de la lucha contra la pobreza, el sida, la
deforestación, las contaminaciones diversas, en
particular las urbanas, y el cambio climático eran las
grandes preocupaciones en los foros internacionales.
Pero en Colombia, los pueblos de la selva estaban
avanzando con firmeza y tomando conciencia de sus
responsabilidades para el futuro de la región amazónica.
La nueva Constitución de 1991 ya estaba vigente y abría
camino para que los indígenas administraran sus territorios-
resguardos como entidades territorales. Para ello, estos
pueblos comenzaban a demostrar al Estado un grado de
organización local compatible con la responsabilidad de
“volverse Estado”, al constituirse en AATI (Asociaciones de
4. Autoridades Tradicionales IndígenasI) reunían por los ríos a
las comunidades, los capitanes y los sabedores.
Las fundaciones colombianas que acompañaban estos
procesos, habían conformado una asociación llamada
Coama , coordinada por Martín, e iban adaptando su
apoyo en la medida en que iban evolucionando los
indígenas y sus planes de vida. Cuando diez años
después, en el año 2000, regresé al Mirití, un gran proceso
estaba en marcha con avances concretos en el camino del
gobierno propio; muchos pueblos habían ya dado pasos
significativos en el fortalecimiento de su cultura y
organización, por medio de microproyectos, y formulaban
sus planes de salud y educación.
Por esos mismos ríos, veía una evolución en las malocas,
me parecían más imponentes. El hecho que ahora los
pueblos de la región tenían un gobierno propio, con su plan
de vida para orientar su futuro, con planes propios de
educación, salud y ordenamiento territorial, no solo les
daba el derecho de recibir transferencias financieras de
la nación para la gestión autónoma de sus AATI, sino
también les hacía sentirse más seguros y valorizados en su
cultura indígena.
En la década siguiente, entre 2000 y 2010, volví varias
veces como observador externo de los procesos indígenas
y a realizar evaluaciones de los proyectos que les permitían
capacitarse y consolidar su gobierno propio, de manera que
los donantes entendieran la importancia de los procesos de
apoyo en la Amazonia colombiana, en particular la
Comisión Europea, cuya cooperación ha tenido
continuidad por más de veinte años hasta hoy día.
En compañía de las fundaciones de Coama recorrí muchos
rincones de la Amazonia colombiana, región de bosques
tropicales de aproximadamente 480.000 km2, de los cuales
la mitad se encuentra cobijada por la figura de resguardos
5. indígenas, con unos 70.000 pobladores de 62 grupos
étnicos. Conocí muchos de ellos, como los barasano del río
Pirá Paraná, los piapoco y los curripaco del río Negro, y los
tanimuka y los letuama de los ríos Wakaya y Oiyaca,
afluentes del río Miriti. Asistí al nacimiento y a la
consolidación de muchas AATI, y pude apreciar la gran
creatividad institucional de las fundaciones de Coama para
acompañar a los procesos indígenas de la parte
colombiana y por las fronteras con Brasil y Venezuela.
Diez años después que Colombia y los demás países del
mundo habían llegado a un acuerdo para encarar juntos los
cambios climáticos con la suscripción en 1997 del
Protocolo de Kioto, el planeta estaba comenzando a dar
fuertes señales de deterioro climático. Los indígenas
estaban preocupados porque observaban nuevos
fenómenos en la selva sobre el comportamiento de los
animales, en los cultivos del manioco y de la coca, y en los
periodos de lluvia, lo cual confirmaba lo que los científicos
decían.
Un calentamiento global y el cambio climático podrían
acabar rápidamente con su sustento vital. Se confundían
con las decisiones tomadas en los foros en materia de
políticas regionales y nacionales. Las AATI del Amazonas
continuaban con sus investigaciones dirigidas por los
chamanes, enfocándolas cada vez más hacia el manejo
ancestral del territorio, así como los cambios que se
estaban generando por las variaciones climáticas.
Parecía que el mundo giraba de repente más rápido; los
líderes indígenas y las AATI recibían siempre más
invitaciones para participar en grandes foros colombianos e
internacionales sobre derechos indígenas, conservación,
parques naturales, cambio climático, para los cuales
habían aprendido a debatir con los otros ciudadanos del
país y del planeta, en la búsqueda de nuevos paradigmas
de desarrollo y conservación.
6. Pero al mismo tiempo crecía la confusión y la ilusión de
varios con respecto a que las soluciones traerían mucho
dinero a corto plazo. Los congresos internacionales, las
COP, elForo Permanente para los Derechos de los
Pueblos Indígenas de la ONU en Nueva
York, comenzaban a hacer parte de la vida de los líderes
indígenas para presentar los intereses y proyectos de sus
pueblos, y montar nuevas estrategias globales, como la de
REDD+, en las que los indígenas reclamaban el derecho a
ser actores en un sistema planetario que busca la
reducción de emisiones por deforestación y degradación de
los bosques.
Sin embargo, en 2012, después de más de veinte años de
intenso proceso de manejo y consolidación de los
resguardos de la Amazonia colombiana por parte de los
pueblos indígenas, aparecen nuevas amenazas en las
vísperas de la reunión de Río+20, y en primer lugar
predominan los descomunales intereses mineros.
En efecto, en los últimos años, las solicitudes de permisos
para la explotación minera llegaron a cubrir casi toda el
área oriental de la Amazonia colombiana, sin que los
resguardos constituyesen barreras para tales demandas,
ya que el subsuelo es del Estado. Se trata de una prueba
de fuego para la gobernabilidad indígena. Después de
mucha capacitación y de un largo camino recorrido de
aprendizaje sobre cómo funcionan las esferas estatales en
Colombia y las instituciones internacionales, Acaipi, Acima
y las demás AATI, se enfrentan a nuevos peligros que
ponen a prueba el proyecto indígena construido para la
sostenibilidad de esta región.
Los pueblos indígenas de la Amazonia colombiana saben
que no pueden en ningún momento bajar la guardia pues
viven rodeados de peligros. En comparación con años
anteriores, el panorama político e institucional en Colombia
7. y en los países vecinos es hoy mucho más claro y en
proceso de consolidación, y los pueblos indígenas ya
tienen un lugar y un papel oficialmente reconocidos.
Pero también han aprendido que los procesos son frágiles,
en particular con relación a los asuntos de tierra y
gobernabilidad, siempre expuestos a altibajos.
He acompañado a Martín en la elaboración de esta
publicación en solidaridad con estos pueblos, para mostrar
al mundo que después de siglos de explotación y maltrato,
los indigenas tienen hoy grandes procesos de organización
y la capacidad para manejar su parte del planeta que les
corresponde de manera sostenible.
Los inmensos resguardos indígenas son regiones lejanas
de los “centros de poder”, pero tienen hoy un gran peso y
significado para Colombia y para este momento en que se
evalúa la situación de nuestro planeta y de implementar
acciones para evitar desastres globales.
Cómo lo muestra este texto, después de siglos al borde de
la extinción, los pueblos indígenas han encontrado en
las últimas décadas amigos y aliados de diversos tipos
y orígenes que les han ayudado a revalorizar sus
culturas y saberes en beneficio del planeta; justo en
momentos en que necesitaban ese apoyo, pero también
cuando el planeta requiere de su sabiduría y sus
conocimientos para enfocar nuevos rumbos.
El estado de la Amazonia es un indicador del estado del
planeta. Y la Amazonia va muy mal, como lo demuestran
los estudios y las publicaciones de los últimos años. Bien
sabemos que su paulatina destrucción es una amenaza
dramática para el planeta y la humanidad, pero también
que las causas de sus males están por todo el planeta y
son responsabilidad de todos nosotros.
Pero a pesar de los problemas, el gran ejercicio de
8. cooperación con los pueblos indígenas que he
observado en la Amazonia colombiana en el transcurso
de veinte años y los avances reales y concretos que se
están logrando, me dejan sinceramente admirado y con
la esperanza de que la Amazonia continúe siendo el
corazón de energía del planeta por muchas generaciones.
*Consultor socioambiental. Bruselas-Río de Janeiro. Autor
junto a Martin von Hildebrand del libro Guardianes de la
Selva que será presentado en Brasil durante la Cumbre
Río+20.