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9. LAS PALABRAS Y LAS COSAS: EL MATERIALISMO
                                           Y EL MÉTODO EN EL ANÁLISIS FEMINISTA
                                                              CONTEMPORÁNEO1

                                                                                                                    Michèle Barrett



INTRODUCCIÓN: PRESCINDIR DE LAS "COSAS"

                                                   Lo que queremos hacer, en suma, es prescindir de las "cosas" (...).
                                                               Sustituir el enigmático tesoro de las "cosas" anterior al
                                                      discurso por la formación regular de objetos que sólo surgen en
                                                                                                           el discurso.
                                                                                                       Michel Foucault

La ambición de prescindir de las "cosas" -y dar más valor a las "palabras"- ha producido cierta perplejidad e
irritación general. Muchas feministas, en particular, tradicionalmente han tendido a ver las "cosas" -trátese de
salarios bajos, la violación o el feticidio femenino- como algo más significativo que, por ejemplo, la
construcción discursiva de la marginalidad en un texto o documento. En este ensayo quiero investigar cómo
la cuestión de la condición relativa de las cosas y las palabras se ha vuelto central en la teoría social
contemporánea y en la filosofía, y por qué las feministas tienen un interés muy particular en esta cuestión.

     ¿De dónde viene este movimiento de ideas? Un origen posible es ese grupo de pensadores y teorías a
menudo denominados "postestructuralismo". Se trata de una etiqueta poco satisfactoria en muchos sentidos,
que amontona un grupo diverso y con frecuencia contradictorio de ideas en la base especiosa de lo que las
precedió en una cronología del pensamiento parisino. Con todo, los pensadores clave del
"postestructuralismo" -Derrida, Foucault y Lacan-, en combinación e individualmente, han montado una
crítica devastadora de los supuestos principales en los que se basaba anteriormente gran parte de la teoría
social y la teoría feminista, y ha resultado ser una crítica de la que nadie ha salido ileso. En la teoría social
en general, conceptos tan inocuos como el de "estructura social", "función", "individuo" o "mercado de
trabajo" se han vuelto polémicos desde el punto de vista de lo que dan por sentado sobre una totalidad
social o infraestructura, o las características supuestas de los participantes sociales. En la teoría de la
cultura y en las humanidades, los supuestos críticos sobre los autores, los lectores y, lo más importante, el
"sujeto humano" como tal se han sometido a un análisis meticuloso y esencial. El feminismo occidental
contemporáneo, seguro durante muchos años de su "distinción entre sexo y género", de su análisis del
"patriarcado" p de la postulación de "la mirada masculina", ha visto socavarse realmente estas diversas
categorías por obra del nuevo énfasis "deconstructivo" en la fluidez y la contingencia. Estas incertidumbres
de la terminología son consecuencia de la popularización de algunos temas centrales, aunque a veces muy
distorsionados, de la obra de Derrida, Lacan y Foucault.

El postestructuralismo

Estos postestructuralistas hacen una crítica de la teoría social y la filosofía liberales dominantes
(comprendidas la psicología, las ciencias políticas y demás), pero tal vez asesten un golpe más íntimo a las
premisas de base del pensamiento marxista y radical. En particular, se han diezmado las afirmaciones del
materialismo, la doctrina que considera que la conciencia depende de la materia y su supuesto más general
de que las relaciones económicas son dominantes. La cita sobre "las palabras y las cosas" de Foucault
ilustra adecuadamente este argumento. No es que Foucault quisiera prescindir de las cosas por completo,
no estaba "negando la realidad" o alguna sandez de ese tipo. Pero Foucault puso en tela de juicio la
conocida jerarquía del valor de la perspectiva materialista, contraponiendo la "muda existencia de la
realidad" a la capacidad de los grupos de signos (discursos) para proceder como "prácticas que

1
  Le agradezco a Isabel Armstrong que me haya pedido el artículo "Feminism'sTurn to Culture", pues éste me puso en esta vía, y a
todos los demás miembros del grupo de discusión sobre postestructuralismo e historiografía feminista, del que tanto me he beneficiado.
Un agradecimiento especial para Calherine Hall, Anne Phillips y Ruthie Petrie.
sistemáticamente forman los objetos de los que hablan".2 Esta crítica de la importancia atribuida a la materia,
y la insistencia correspondiente en que la importancia del significado había pasado inadvertida, ha tenido -
donde se conoce- repercusiones de gran alcance. .

Otra tesis que vale la pena señalar es la crítica postestructuralista contra las premisas de la causalidad. El
problema de la causalidad se liga en este caso a críticas del pensamiento teleológico y a la atribución
retrospectiva de una capacidad epistemológica al pasado. De esta manera, tanto en Derrida como en
Foucault figura una amplia crítica a la búsqueda del origen, del momento fundador que ha de explicado todo.
Para el feminismo, que de cuando en cuando se ha preocupado por el asunto de los orígenes o la causa de
la opresión de las mujeres, cualquier alejamiento del asunto de la causa es al mismo tiempo importante y
polémico. También aparecen resonancias de la crítica a una causa original, fundadora, en la interpretación
contemporánea de Lacan. En lugar de buscar un "acontecimiento real" en el pasado psíquico que explique
las causas de la neurosis o patología, se busca el significado de la representación interna de la experiencia
que está vigente, y las repeticiones actuales se consideran más importantes que cualquier momento
"original".

     Un tercer elemento del "postestructuralismo" que tiene una relevancia evidente y fundamental para la
relación entre las palabras y las cosas es la aproximación al lenguaje. La premisa de base sobre el lenguaje
en la teoría social y en la feminista tendía a ser que éste era un medio para expresar ideas. Esto se ilustra
más fácilmente en el caso de la traducción. Alguien escribe un libro con diversas ideas y proposiciones, y
éste puede traducirse sin problemas como el "mismo libro" en otra lengua. Ésta es una caricatura del
inocente punto de vista prepostestructuralista; no obstante, se aplicó con frecuencia tanto en la teoría social
como en la feminista hasta fecha reciente. La revolución saussuriana ha destruido, por lo menos, esta
manera de ver el lenguaje como un mero medio de expresión, y cada vez se atribuye más al lenguaje mismo
el poder de construir y no sólo de transmitir significado. Esto se puede apreciar de muchas formas, unas
relativamente teóricas y otras más prácticas. Roland Barthes inició esta cuestión respecto a los diversos
grados de "escritoriedad" [writerliness] de los textos, y su obra ha dejado en claro que, por ejemplo, el ideal
francés de la clarté (claridad) era uno entre diversos estilos de redacción. La claridad es un estilo discursivo
más que un atributo esencial de un autor o de un texto.3 Para esta perspectiva del lenguaje es muy
importante entender que el significado se construye, en el seno de la lengua, a través de un proceso de
diferenciación. El significado no es absoluto ni está fijo en relación con un referente, sino que es arbitrario en
ese aspecto. El significado se construye por contraposición de elementos diferentes, cuya definición' yace
precisamente en la diferencia entre uno y otro.

    Las personas han aceptado, en diversos grados, que el significado se construye en el lenguaje y no que
éste lo expresa. Jacques Derrida ha adoptado un punto de vista duro según el cual, lógicamente, no puede
haber nada que se llame "resumen" o "traducción". Cada texto nuevo construirá el significado a partir de los
elementos que lo constituyen, de forma diferente, y no será un medio; no lo será ni más ni menos que
cualquier otro texto. Otro enfoque influyente ha sido el de Michel Foucault, para quien la pregunta central es
"¿Qué se puede decir?" El concepto foucaultiano de discurso nos permite pensar en la fuerza
epistemológica de los regímenes discursivos y en la importancia que tiene entender qué se puede
pronunciar y cuándo. Como lo dijo el propio Foucault: "Se trata de un problema de verbalización."4 Es
evidente que estos puntos de vista tienen repercusiones de gran alcance, Antes de discutirlos, no obstante,
quisiera indicar otro aspecto que también viene al caso en cuanto a la relación de las "palabras y las cosas",
y que corresponde al feminismo.


La vuelta propia del feminismo a la cultura

En los últimos diez años hemos visto una importante "vuelta a la cultura" en el feminismo.5 Desde el punto
de vista académico, las ciencias sociales han perdido su influencia en el feminismo y la estrella ascendente


2
    Michel Foucault. The Archaeology of Knowledge, p. 49.
3
  Es un placer reconocer mi deuda con Gayatri Spivak (Alabama. 1986) por este argumento.
4
  Michel Foucault, "The Minimalist Self". p. 8.
5
  Véase Michele Barret "Feminism's Turn to Culture".
está en las artes, las humanidades y la filosofía. En este cambio general se observa un señalado interés en
los procesos de análisis de la simbolización y la representación -el campo de la "cultura"- e intentos
orientados a desarrollar un mejor conocimiento de la subjetividad, la mente y el yo. El tipo de sociología
feminista que tiene más público, por ejemplo, se ha apartado de un modelo determinista de la "estructura
social" (llámese capitalismo, patriarcado o mercado de trabajo dividido según el género, o lo que sea), y se
ocupa de asuntos de la cultura, la sexualidad o la actividad política, contrapesos evidentes al énfasis en la
estructura social.
     Estos acontecimientos académicos forman parte de un cambio mucho más general en el seno del
feminismo, por lo menos en Gran Bretaña y en Europa en general. En el ámbito editorial, por ejemplo, la
venta de novelas se ha disparado, mientras que la de otros tipos de obras se ha desplomado. El feminismo
se vende mejor como novela, y el intento de escribir y vender versiones modernas de los best sellers
feministas que no sean novelas ha fracasado notoriamente. También es interesante que los comentarios y
los análisis culturales feministas a menudo hayan tendido a nutrirse de los placeres de la ficción: las cosas
que queremos escribir y leer son de amor, policiacas, melodrama y demás.
     Estos hechos suscitan problemas complejos, entre los que destacan la desilusión y la crítica que
presagió este nuevo rumbo. En este capítulo no voy a examinar las razones políticas ni el momento histórico
de estos cambios, aunque son asuntos de gran importancia. Quiero, en cambio, concentrarme en las
consecuencias, en lo que está en juego, en este paso de un grupo de disciplinas a otro. Para comenzar, yo
diría que no es conveniente simplemente desplazar la atención en una dirección y no en otra, ni tampoco
aplicar los instrumentos críticos de una disciplina al objeto de estudio tradicional de otra. Las cuestiones de
qué peso atribuir a estos diversos temas de estudio (lo económico o lo estético, por ejemplo) habrán de
reconsiderarse en algún momento. Mientras tanto, sin duda se puede afirmar que el equilibrio entre las
palabras y las cosas se ha trasladado de la preocupación de las ciencias sociales por las cosas, hacia una
sensibilidad más cultural a la preponderancia de las palabras,
     Por último, podríamos preguntar qué importancia tiene que el concepto posmoderno de "metanarración"
se haya vuelto tan atractivo. A muchos que en realidad no comparten los planteamientos de Jean-François
Lyotard, les gusta, pese a todo, describir los proyectos políticos e intelectuales en gran escala como
"metanarraciones" del feminismo, el democratismo y demás, El interés aquí estriba en que estamos
dispuestas a novelar estas entidades y verlas como cuentos (narración: contar un cuento, hacer un relato).
Decido no significa plantear una cruda antítesis entre "política" y "ficción", sino señalar lo útil que a muchos
les ha parecido usar algo que han hecho ficción metafóricamente como instrumento crítico para desentrañar
las pretensiones objetivistas de cosas como la racionalidad, la Ilustración e incluso el feminismo. A
continuación se analizarán algunas de las consecuencias generales de estos cambios.



¿UN CAMBIO DE PARADIGMA EN LA. TEORÍA FEMINISTA?

He iniciado con una discusión del paso de las cosas a las palabras, pero no cabe duda de que esto forma
parte de un cambio mayor que se da en el seno del pensamiento social contemporáneo. El pensamiento
feminista contribuye a estos acontecimientos de mayor envergadura y a la vez recibe su influencia. Como
Anne Phillips y yo hemos comentado en la introducción de este libro, los cambios que se han dado en el
pensamiento feminista se podrían considerar una especie de "cambio de paradigma". Otra forma de pensar
en esto consiste en formular la cuestión desde el punto de vista de si cualquier problema dado se puede
replantear en el ámbito de la tcoría que uno abraza, o si -para seguir adelante- hace falta elaborar un nuevo
marco de referencia por completo. Ernesto Laclau ha escrito sobre esto preguntando si es posible, en
sentido estricto, "resolver" un problema teórico en el seno del paradigma de origen. Laclau señala que no es
posible: que si un problema es realmente "teórico" (y no un asunto de cómo se aplica una teoría, o de su
apoyo empírico), no se puede resolver y sólo queda "sustituirlo" en otra teoría nueva,6 Por supuesto, es muy
fácil indicar que la influencia del posresrrucruralismo, y la crítica fundamental a la racionalidad ilustrada y al
marxismo clásico, está estableciendo un nuevo marco de referencia que se podría describir como cambio de
orden paradigmático. Seria Benhabib, por ejemplo, se refiere de manera contundente a un “cambio de
paradigma de la filosofía contemporánea que va de la conciencia al lenguaje, de lodenotativo a lo activo, de
la proposición al acto de habla”7. Muchas feministas podrían considerar que el paso de los modelos de
feminismo basados en la "igualdad" a los que se centran en la "diferencia", que ha caracterizado el último

6
    Ernesto Laclau, Politics and ldeology in Marxist Theory. pp. 60-61.
7
    Seyla Benhabib. "Epistemologies of Postmodernism: A Rejoinder to Jean-François Lyotard", p. 125
decenio del feminismo occidental, es un cambio de ese orden; por otra parte, cabría concebir la propia
discusión entre igualdad y diferencia como un paradigma m cuyo seno cada posición se puede asumir sin
forzar indebidamente el modelo.



EL POSMODERNISMO
Indagar la cuestión de la relación entre la teoría social y la teoría feminista contemporáneas supone, desde
luego, ocuparse de .los argumentos "posmodernistas" y postestructuralistas. Aunque ahora hay menos
confusión en la aplicación de este término que cuando surgió, tal vez valga la pena recapitular los diferentes
contextos en que se utiliza. Desde el punto de vista de las estrategias estéticas y las formas culturales. el
posmodernismo hace referencia a un interés por la superficie más que por el fondo, al pastiche y la paródia,
a la referencia al pasado y a uno mismo, y dirige la atención a una pluralidad de estilos. Desde el punto de
vista de la filosofía, el posmodernismo implica el rechazo de los grandes proyectos de la Ilustración
racionalista, incluidos el marxismo y los sistemas liberales de pensamiento. Desde la perspectiva del análisis
sociológico, la posmodernidad es un fenómeno del capitalismo postindustrial, determinado de un modo
decisivo por la revolución de la microelectrónica y por la globalización de las comunicaciones y de los
sistemas de información. Pero como la gran parte de la sociología le debe mucho al racionalismo, los
sociólogos tienen que elegir entre una sociología de la posmodernidad y una sociología posmoderna.8 En las
artes y en las disciplinas humanistas críticas hay otra fuente de confusión, y es que el "modernismo"
invocado por los críticos posmodernos se parece mucho más al realismo decimonónico que a los
experimentos avant-garde o "plenamente modernistas" que solían asociarse con el término "modernismo" en
las artes. Otra complicación es'triba en las fechas, ya que, por desgracia, la "modernidad" se inicia en
momentos diferentes en las diversas disciplinas académicas. En la filosofía y en la teoría política, el
modernismo está en plenitud a finales del siglo XVIII; en las artes y las humanidades, el mundo moderno no
comienza antes de 1890 y, según Virginia Woolf, apenas en 1910. Teniendo en cuenta que el fláneur de
Baudelaire -el ocioso de las grandes ciudades de mediados del siglo XIX- es un tropo tan popular del
posmodernismo, cabe legítimamente observar que, desde el punto de vista filosófico, ese autor vivía en la
modernidad y, en el aspecto literario, fue claramente premodernista. Además, como lo indicaba la cuestión
de Janet Wolff sobre "el flaneuse invisible" en un momento inicial de esos debates, los conceptos del
posmodernismo requerían con urgencia alguna consideraci6n del género.9



Elementos de la coyuntura teórica actual

Entonces, también hay que utilizar la noción de pos modernismo con respetuosa cautela. Pese a esto y a los
problemas equivalentes relacionados con el término "postestructuralismo", estas etiquetas genéricas nos
encaminan hacia algunas tendencias generales muy importantes del pensamiento contemporáneo. Podría
resultar de provecho identificarlas en este momento, con los siguientes términos:

1) En primer lugar, se observa una crítica general al universalismo teórico. No hace falta reiterar aquí la
principal consecuencia política del reconocimiento de que el feminismo occidental de los años setenta
hablaba con una voz falsamente universalizada. La necesidad de registrar y participar en las consecuencias
de las diferencias que hay entre las mujeres ha sido objeto de muchos debates. Elizabeth Spelman ha citado
a la poetisa Gwendolyn Brooks en este contexto: "El jugo de tomate no se llama simplemente jugo. Siempre
se llama jugo de TOMATE." Spelman señala que "aun la interpretación más literal de Brooks nos debería
llevar a preguntarnos si acaso tenemos más cuidado con lo que pedimos en un restaurante que al pensar en
las mujeres como las mujeres particulares que son".10 No sé muy bien hasta qué punto se pueda llevar esta
metáfora respecto al problema de la diferencia en el feminismo. ¿Qué no hay situaciones en las que cabría

8
   Esta formulación telegráfica indica una compleja discusión para determinar hasta qué punto la sociología y las ciencias sociales en
general nacieron del “momento” modernista. En las siguientes obras se discuten estos temas: Roy Boyne y Ali Rattansi (comps.).
Postmodernism and Society; Scott Lash, Sociology of Postmodernism. cap. 5; . Bruyan Turner (comp.). Theories of Modernity and
Postmodernity; el importante estudio de David Frisby Fragments of Modernity; Zygmunt Bauman. Legislators and lnterpreters: On
Modernity, Postmodernity and Intellectuals.
9
 Janet Wolff. "The Invisible Fláneuse: Women and the Literature of Modernity".
10
   Elizabeth V. Spelman, lnessential Woman: Problems of Exclusion in Feminist Thought. p. 186.
escoger en general un "jugo", si hay que escoger entre eso y una bebida alcohólica? (¿Qué no también tiene
algo muy particular el jugo de tomate que ilustra lo que tienen en común los jugos de otras frutas?)
    Estas discusiones que se dan en el feminismo forman parte de una corriente mucho más amplia del
pensamiento contemporáneo en la que los discursos teóricos universalistas se han sometido a una crítica
constante y profunda. Los dos casos más claros son el marxismo y el psicoanálisis, de los que se puede
demostrar que funcionan de acuerdo con una modalidad muy universalista desde el punto de vista de las
explicaciones que ofrecen.11

2) En segundo lugar, se han criticado ampliamente dos aspectos importantes de lo que suele denominarse
pensamiento "ilustrado", o "liberalismo" filosófico: la doctrina del racionalismo y el concepto "cartesiano" del
sujeto humano. Las politólogas y las filósofas feministas han acumulado un conjunto de trabajos
considerable sobre el carácter masculino del "racionalismo", y estas discusiones figuran en los demás
trabajos del presente volumen.12 El llamado "sujeto cartesiano" es un tema de compleja discusión, y gran
parte de 10 que se ha escrito en el pensamiento postestructuralista y posmoderno toca esta cuestión. En el
meollo del asunto está el modelo de sujeto racional, centrado, intencionado (y en la práctica, europeo
moderno y masculino), de quien Descartes dedujo su cogito ago sumo Este modelo de subjetividad presenta
tantos problemas, que es difícil decidir por dónde empezar. Desplaza y margina a otros sujetos y otras
formas de subjetividad. También niega lo que muchos aceptarían hoy en día como una contribución central
de! psicoanálisis: que el yo se construye a partir de! conflicto y la tensión más que ser una esencia o algo
dado. Sin embargo, la crítica de este modelo de subjetividad ha acarreado un conjunto de nuevos
problemas, impecablemente captados en el título del artículo de Kate Soper "Constructa Ergo Sum?" Si se
sustituye el yo dado por un yo construido y fragmentado, no sólo se plantea e! problema político evidente de
quién es el yo que actúa y sobre qué base, sino e! acertijo más irónico de que quién es el yo que está tan
seguro de su naturaleza fragmentada y discursivamente construida.13 De ahí que la crítica al sujeto
cartesiano haya suscitado una nueva serie de cuestiones sobre la identidad y la experiencia, bien
desarrolladas en los planteamientos, por ejemplo, de Chandra Talpade Mohanty y Biddy Martin.14

3) En tercer lugar, puede hablarse de la determinación de género de la modernidad como nueva tarea
crítica. Es fácil reconocer la discusión sobre las consecuencias que tienen para el feminismo las diversas
críticas al modernismo y la modernidad. El análisis de Griselda Pollock sobre el artista, icono del proyecto
modernista, ha esclarecido con gran detalle el significado cultural de la masculinidad inscrita en esa figura.15
Sin embargo, persiste el problema de que el propio feminismo está muy en deuda con los "valores
modernistas" y con un proyecto de emancipación libera! para que pueda independizarse de la cultura y del
discurso en cuyo seno se formó. Susan Hek.rnan señala que no se puede "simplemente" indicar que "la
crítica feminista amplía la crítica posmoderna del racionalismo al revelar su carácter de género".16 Esto se
debe a que no es posible separar fácilmente los elementos que constituyen un "paquete" integrado teórico y
político. De tal suerte que es posible oponerse a los dualismos ilustrados donde lo femenino, o las mujeres,
siempre se consideran inferiores a lo masculino, a los hombres, pero muchas feministas rechazarían un
abandono verdadero y posmoderno (en la medida de lo posible) de estas estructuras binarias.

4) En cuarto lugar, se advierte una nueva crítica al materialismo en estas discusiones, y son éstas las
cuestiones a las que quiero referirme con mayor detenimiento.



La critica al materialismo
Los críticos modernos del materialismo (filosófico) han sido objeto de mucha atención y de algunas
reacciones en contra. La mayor preocupación proviene de quienes consideran que lo que denominan "teoría
del discurso" es un intento ideológicamente sospechoso de negar la realidad material, lo que,


11
   Estos temas se discuten con más detalle en mi obra The Politics of Truth: From Marx to Foucault.
12
   Véase también, por ejemplo, la antología de Carole Pateman y Elizaberh Gross, Feminist Challenges: Social and Political Theory.
13
   " Kate Soper, "Constructa Ergo Sum?"
14
    Véase Biddy Martin y Chandra Talpade Mohanty, "Feminist Politics: What's Home Got to Do with It?", además de sus ensayos
incluidos en la presente antología.
15
   Véase d trabajo de Griselda Pollock que aparece en este volumen; también de Pollock, Vision and Difference: Femininity, Feminism
and the Histories of Art, y "Feminism and Modernism".
16
   Susan Hekman, Gender and Knowledge: Elements ola Postmodern Feminism, p. 5.
supuestamente, sería una empresa por completo fútil si la perspectiva materialista misma es correcta. En la
medida en que tienen fuerza las ideas, el materialismo mecánico está errado. Sin embargo, no cabe duda de
que estas reacciones se deben a la provocación intelectual de los enunciados "representativos" [perfomative]
como e! célebre de Derrida "Il n'y a pas d'hors texte" [No hay nada fuera del texto]. Este enunciado no
significa literalmente que los ferrocarriles no existan más allá de las cifras que figuran en los horarios, sino
que todo conocimiento se adquiere discursivamente. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe han explicado el
argumento general con mucha claridad en una respuesta a sus críticos, ofreciendo el ejemplo prosaico de un
balón de fútbol. El objeto esférico existe, pero carece de significado importante fuera de los sistemas de
reglas y las convenciones (discurso) que lo constituyen en balón de fútbol.17
     Los argumentos sobre el materialismo tienen un valor muy diferente en los distintos temas académicos.
Las premisas materialistas, marxistas o no, son comunes en las ciencias sociales y florecen particularmente
en la noción de una "estructura social" determinante en la que descansan la cultura y las creencias, así
como la subjetividad y la acción. Con todo, desde hace mucho tiempo existe lo que podría denominarse otra
tradición en la teoría social, que destaca la experiencia y trata de entender la sociedad sin recurrir a un
modelo de la estructura social. La fenomenología es un ejemplo evidente de este caso, como la obra de
Simmel. En los últimos años ha aumentado el interés en diversas tradiciones de la teoría social -la
fenomenología, la hermenéutica, la sociología subjetivista y demás-, antes relativamente soslayadas. El
modelo materialista de mayor fuerza epistemológica es el paradigma del marxismo clásico, influencia
formativa en la teoría social europea.
     Del otro lado de la línea divisoria entre ciencias sociales y arte, el problema del materialismo no ha
tenido repercusiones excesivas en las disciplinas que han tomado el texto como algo que, por definición,
constituye el objeto de estudio. En la historia, sin embargo, las ramificaciones de una crítica contra las
premisas materialistas han sido abundantes. La ambigua posición de la historia ha descansado en el hecho
de que lo que se buscaba tradicionalmente era reconstituir o reconstruir la "realidad social", pero basándose
necesariamente, desde un punto de vista metodológico, en una interpretación de una evidencia textual. De
esta manera, la cuestión de cómo se adapta la historiografía a la reconsideración del equilibrio entre texto y
realidad es en particular importante.
     Las implicaciones del postestructuralismo para la historiografía feminista se han discutido mucho. La
incorporación de la obra de Foucault ya había,arraigado (por ejemplo, en la obra de Judith Walkowitz y
Jeffrey Weeks sobre la sexualidad), y la orientación metodológica de las interpretaciones de Mary Poovey
tiene clara influencia de Derrida. Joan Scott ha tomado la iniciativa al explicar la nueva tendencia, y ha
señalado que las ideas de Derrida podrían conducir hacia una historiografía feminista que "socave los
reclamos de autoridad basados en explicaciones totalizantes, en categorías esencialistas de análisis (sean la
naturaleza humana, la raza, la clase, el sexo o "los oprimidos"), o en narrativas sintéticas que den por
sentada la unidad inherente del pasado".18
     En este contexto, las ideas dei Derrida se pueden utilizar para reforzar una crítica ya de por sí de gran
alcance contra la historiografía convencional, elaborada por Michel Foucault. Como se explica en las
secciones iniciales de La arqueologta del saber, el propósito de Foucault era sustituir la vieja historia lineal y
releológica con un enfoque que buscaba toda la sistematicidad que fuera posible encontrar en un contexto
general de dispersión y particularidad.19
     Resulta discutible determinar en qué medida se pueden aceptar los rechazos teóricos característicos del
postestructuralismo al llevar a cabo las investigaciones específicas. Sin ofender a nadie podemos hacemos
una idea al respecto si ponemos atención a un planteamiento que aparece en la cuarta de forros de un libro
sobre Foucault. Dice así: "En el sentido más obvio, los análisis foucaultianos sobre el nacimiento de la
clínica, los asilos y la prisión son de carácter histórico y plantean problemas de interpretación histórica. Pero
Foucault no intenta reconstituir el pasado históricamente y con exactitud."20 Señalar que la relación de
Foucault con la historia era "excéntrica" es una leve exageración del punto de vista de los autores del libro,
pero ilustra lo que se está discutiendo. ¿Cómo puede la historia prescindir de la historicidad y la precisión?
Por supuesto, pese a las negativas de que exista algo a lo que se pueda llamar la verdad, y que sólo se


17
   Ernésto Laclau y Chantal Mouffe, "Post-Marxism Without Apologies", p. 100.
18
   Joan Wallach Scott, Gender and the. Politics of History. pp, 7-8; Mary Poovey, Uneven Developments: The ldeological Work of
Gender in Mid- Victorian England.
19
   Foucault. The Archaeology of Knowledge. pp, 3-39. Foucault declaró posteriormente que se había quedado "boquiabierto" cuando se
lo describió unilateralmenre como filósofo de la discontinuidad y para su cátedra en el College de France adoptó el título de "profesor de
Historia de los Sistemas de Pensamiento",
20
   Mark Cousins y Athar Hussain. Michael Foucault (solapa),
pueden obtener efectos de la verdad discursivamente, los análisis sustantivos mismos de Foucault proponen
una mejor explicación de la historia de la enfermedad mental, el castigo o la sexualidad que las historias
anteriores, y en, este sentido están cargadas de afirmaciones epistemológicas.

     Entre los postestructuralistas, Derrida, en particular, se había concentrado en la imposibilidad de eludir
los límites intelectuales a los que podamos oponemos. Por lo tanto, señalar la reintroducción encubierta de
la metafísica o el idealismo en su obra no lo sorprendería. No obstante, existe tensión entre la perspectiva
muy particularista y relativista del conocimiento adoptada en el postestructuralismo y las afirmaciones
epistemológicas que se hacen por fuerza en casos sustantivos. Esto es más claro en el dominio de la
historia, donde la realidad social siempre está en juego, pero también es un problema de las discusiones
más filosóficas que, pese a todo, siempre están situadas históricamente. Sin embargo, en estos autores
aparece un titubeo evasivo en cuanto a realmente pone de fecha a algo.21
     Esta desazón es síntoma de una inseguridad más general sobre las implicaciones de la crítica
postestructuralista al materialismo. Semejante crítica ha adoptado diversas formas: surge en discusiones
sobre el lugar de los datos, los textos y los archivos en la investigación histórica; en discusiones sobre la
estructura social o los "intereses" como elementos determinantes del comportamiento, etc. Una crítica a los
supuestos mecánicos del materialismo está en la base de la constante "vuelta a la cultura" del feminismo,
como prueba de un interés que se inclina más por la representación y la simbolización que por los enfoques
más clásicamente sociológicos. En este contexto tal vez quepa añadir que la discusión sobre el significado
cultural es tan importante como otros proyectos feministas. El análisis de Foucault sobre las exclusiones y
prohibiciones del discurso es en extremo pertinente para un feminismo que ha sido precursor en la
interpretación del poder de nombrar y de la eficacia del lenguaje.22



Consideraciones sobre las disciplinas

Las discusiones que se dan en los ámbitos de la filosofía y la teoría social, así como otras paralelas que
surgen en las humanidades, se llevan a cabo en un contexto institucional. A continuación quiero llamar la
atención sobre algunos aspectos de estas discusiones relacionados con las disciplinas. En primer lugar,
cabe señalar que el feminismo académico siempre ha aspirado a trascender las fronteras de las disciplinas.
Como el marxismo, ha tendido a vedas como producto de un sistema no ilustrado que más vale hacer a un
lado. La filosofía de los "estudios de la mujer" parte a todas luces de que es así. Sin embargo, en la práctica
trabajar bajo la rúbrica de "estudios de la mujer" tiene dos limitaciones ampliamente reconocidas: que deja la
definición establecida de las materias académicas sin discutir y aun despojada de académicas feministas (un
aspecto de la "guetización"), y que va en contra del desarrollo de un campo de conocimiento de los hombres,
la masculinidad y la interacción de los sexos (tema de la otra rúbrica del "género"). No me interesa analizar
aquí estos asuntos, por importantes que sean. En cambio quiero llamar la atención sobre algunos de los
problemas que se presentan en relación con los intereses feministas y las disciplinas académicas -fuera de
los estudios sobre la mujer- desde un punto de vista más general.
      No resulta demasiado banal señalar que casi todas las académicas feministas se han formado dentro de
las convenciones de una u otra de las disciplinas académicas de los campos de las artes y las ciencias
sociales. Las marcas de esas formaciones específicas suelen ser indelebles; y afloran, sobre todo, en el
trabajo feminista, ya que, una tras otra, todas las disciplinas han conquistado históricamente cierta
"influencia" en el feminismo contemporáneo. Esto a menudo surge cuando se lanzan acusaciones por utilizar
cierta "jerga", que suele significar el uso de la terminología aceptada de otra disciplina: no se suele percibir el
vocabulario de la propia disciplina como Jerga.
     Las diferentes disciplinas no sólo producen una jerga, pese a todo; se erigen sobre premisas y
convenciones distintivas en lo que se refiere a su objeto de estudio y a los métodos adecuados para
estudiado. La discusión académica se puede reducir, en ocasiones, a un simple intercambio de premisas
que atraviesa las fronteras que separan a las disciplinas. Foucault desarrolló algunas ideas sobre aparatos
disciplinarios y vigilancia del discurso para describir las prácticas que regulan lo que se puede decir en el
seno de una disciplina, y ha mostrado cómo es posible aplicar la idea de Canguilhem de que el conocimiento

21
   Véase, por ejemplo, el ensayo de Derrida "Structure. Sign and Play in the Discourse of the Human Sciences", que en algún momento
muestra el "cuándo y dónde" de una tesis central al elegir los nombres ("como meras indicaciones") de Nietzsche, Freud y Heidegger, lo
que nos permite situarlo a fines del siglo XIX o principios del XX en Europa: Jacques Derrida, Writing and Difference.. p. 280.
22
   Michel Foucault, "The order of Discourse". Sobre el feminismo y el poder de nombrar, véase Adrienne Rich, On Lies. Secrets and
Silence.
está "en la verdad". "Dentro de sus propios límites, cada disciplina reconoce las proposiciones falsas y las
verdaderas; pero extiende toda una teratología del conocimiento más allá de sus márgenes." De modo que a
menos que una proposición esté "dentro de la verdad" de esos requisitos en ese momento, no se puede
aceptar como verdadera. Foucault ofrece el ejemplo de Mendel, cuyas teorías fueron rechazadas en el siglo
XIX, porque hablaba de objetos y utilizaba métodos ajenos a la biología de su época. Foucault llega a la
conclusión (para asombro de los que insisten en considerado un relativista total) de que "Mendel decía la
verdad, pero no estaba "en la verdad" del discurso biológico de su época".23
     Hablar "en la verdad" de una disciplina en particular es hablar en el ámbito de una compleja red de
inclusiones y exclusiones. Las diferencias de tiempo y espacio son definitivas para entender estos requisitos
en contextos específicos. En la teoría feminista occidental contemporánea existen convenciones de
referencia claramente diferentes entre, por así decido, las feministas australianas, las europeas y las
estadounidenses; la percepción de lo que hace falta saber para estar al día en el campo de cada quien es
muy diferente.24 De igual manera, por ejemplo, existen diferencias significativas entre las distintas disciplinas
en cuanto a lo conveniente o necesario de la interdisciplinariedad, y diferencias significativas entre el
desarrollo nacional y regional de temas disciplinarios en diversas partes del mundo. Para entender la
complejidad de estas pautas haría falta un vasto conocimiento y, de igual importancia, comprender bien los
aspectos educativos que atañen a la colonización en el pasado y las consecuencias de ellos en la
distribución actual del poder académico.
     Otra forma de pensar en la noción foucaultiana de las fronteras de las disciplinas particulares podría ser
considerar una licencia para no ocuparse de algunos temas. Existe, se puede decir, una división informal del
trabajo en la que ciertos asuntos se atribuyen a una materia y, por lo tanto, otra puede desentenderse de
ellos legítimamente. En particular, creo que esto se puede apreciar en el proceso de la división informal del
trabajo entre las disciplinas críticas de las artes y las humanidades, por un lado, y las ciencias sociales, por
el otro. Una consecuencia de lo que he llamado aquí cambio de las "cosas" a las "palabras" es la
desestabilización de esta división informal del trabajo que hay entre las disciplinas. Con todo, me parece que
la forma que esto ha adoptado ha consistido en abrir nuevos e importantes sectores o temas de estudio para
los académicos de disciplinas que antes las habían considerado fuera del alcance de lo que podía
estudiarse. La tarea más ambiciosa de replantear los métodos adecuados de estudio, y desarrollar formas
para trabajar auténticamente entre las disciplinas, se ha quedado a la zaga. Los tipos de ejemplo que aquí
pueden ofrecerse son sin duda discutibles, y trataré de presentados con espíritu constructivo.
     El "tema poscolonial", por ejemplo, se conoce mejor como fenómeno del archivo o la psique que como
un agente en la migración de trabajadores o como víctima de las estrategias administrativas globalizantes.25
Las razones de esto son complejas. Las economistas y las sociólogas feministas se han ocupado de estos
temas pero la comunicación entre ellas y los lectores y especialistas de literatura son deficientes desde el
punto de vista institucional.26 También ha habido un evidente vacío en la ciencia social feminista respecto a
estos temas, a mi juicio porque el modelo estructural social ha resultado particularmente difícil de manejar
frente a una triple interacción de desventaja. Idealmente, podríamos complementar el conocimiento del
poscolonialismo procedente de textos y archivos y que a menudo se concentra en cuestiones subjetivas y
simbólicas con un tratamiento social, económico y político más rico de este tema histórico. Estos diversos
aspectos del tema no compiten entre sí, y no se debería conceder, en abstracto, mayor importancia
epistemológica a ninguno de ellos. Pero exigen una diversidad de aptitudes, formaciones y conocimientos.
     En la práctica, el cambio reciente de las definiciones disciplinarias de las materias de estudio apropiadas
ha significado a menudo exportar métodos y técnicas. La redefinición de la "crítica literaria" es un ejemplo
muy importante al respecto. Sin duda se puede decir que el enfoque tradicional de la "carne de cañón" se ha
desestabilizado, aunque con complejas consecuencias. Barbara Christian, por ejemplo, indudablemente
pone el dedo en la llaga al proponer la búsqueda de la teoría por sí misma en el estudio literario y el
abandono consiguiente de la lectura de textos sobre los sentimientos así como sobre el pensamiento.27
Quiero llamar aquí la atención sobre un aspecto diferente de esta desestabilización: la relación entre el

23
   Foucault. “The order of Discourse”. pp. 60-61.
24
   La queja común es que las feministas de Estados Unidos tienen mucho menos necesidad de leer lo que escriben las feministas
británicas y australianas (mientras no le interese a un editor de ese país) que al contrario.
25
   Gayatri Spivak, cuya obra ha sido decisiva para desarrollar una interpreraci6n del poscolonialismo. es una excepción a esta
observación general porque su interés y sus conocimientos incluyen temas de tecnología, economía y demás. "No podemos pedirles a
los economistas ni a los sociólogos que hagan caso de nuestras especulaciones sobre la constitución de la mujer como sujeto en el
neocolonialismo posmoderno si lo hacemos como encantadoras primitivistas". Gayatri Chakravorry Spivak. "The Political Economy of
Women as Seen by a Literary Critic, p. 228. Véase también de Spivak, "Scattered Speculations on The Question of Value".
26
   Dos ejemplos son: Maria Mies. Patriarchy and Accumulation on a World Scale; Haleh Afshar (comp.). Women, Work and Ideology in
the Third World.
27
   Barbara Christian, "The Race of Theory".
método crítico de lectura y el texto u objeto de estudio.
     Un acontecimiento de la "crisis" intelectual de la crítica literaria ha consistido en dirigir la atención crítica
a textos muy ajenos al ámbito "literario" anteriormente aceptado. La escuela de pensamiento conocida como
"nuevo historicismo" tomó la iniciativa en la lectura de documentos sociales, médicos, jurídicos y políticos
aparte de los textos literarios; las técnicas derridianas de lectura han intervenido de forma importante en
esto. De manera más general, en cualquier reunión crítico-literaria que esté al día (el tipo ideal es el de la
Modern Language Association) pueden escucharse numerosas presentaciones en las que se descifran las
fuentes más mundanamente sociales, se deconstruyen y "leen" con los pertrechos críticos de la
interpretación moderna de los textos. Con todo, cabe preguntar si estos ejercicios son algo más que un
método del que ya se han aburrido en su terreno de aplicación habitual. ¿Cómo, en particular, interactúa el
conocimiento que se obtiene de estas interpretaciones con lo que sabemos de la historia social, o de la
sociología, sobre las alcantarillas victorianas o sobre las prácticas de travestismo del decenio de 1950?
     Si todo esto es para decir que ha habido una tendencia a aplicar las técnicas de la crítica literaria a
documentos y archivos sociales e históricos, leídos como "textos", otra tendencia importante ha consistido
en mantener el canon de los textos literarios clásicos pero "leerlos" con un sistema de interpretación por
completo distinto. El ejemplo más influyente en la actualidad es la aplicación de los conceptos
psicoanalíticos como método de crítica literaria. Esto también plantea problemas importantes. Dado que el
psicoanálisis tiene en su historia legendarios antecedentes de ser una de las perspectivas más
"reduccionistas", por la contundencia de sus explicaciones, la exclusión de otros factores y su incipiente
universalismo teórico, acaso sea una ironía que (desde el punto de vista de quienes lo practican) en este
proceso se vea radicalmente modificada su condición epistemológica. Cada vez es más evidente que las
premisas fundamentales de quienes utilizan los conceptos psicoanalíticos como método de lectura de textos
divergen totalmente de los supuestos de quienes practican el psicoanálisis en un contexto clínico. Aunque
hay comunicación entre uno y otro, de todas formas existe cierta distancia y a veces un conflicto abierto
entre el análisis cultural libre y la institución clínica. Se puede plantear esto como una brecha entre el
"psicoanálisis", en el que algunas de sus premisas tienen validez para las distintas escuelas -freudianas,
kIeinianas, lacanianas y otras-, y un pospsicoandlisis cuyo objeto es exclusivamente simbólico.28
    El psicoanálisis está situado en una conjunción compleja de "las palabras y las cosas"; algunas de sus
variantes se orientan exclusivamente al ámbito simbólico del lenguaje y la representación, mientras que
otras (aunque no están lejos de la mentalidad que defiende el "acontecimiento real") suscribirían
planteamientos de que la experiencia psíquica lleva cierto tipo de fuerza causal en una historia subjetiva.
     Referirse a estas diferencias de método y epistemología es preguntar cómo se constituyen los objetos
de estudio en el seno de las distintas disciplinas. No prestar atención a esta pregunta equivale a trabajar en
un ámbito muy estrecho. Puede haber cierto temor de que hacer esta pregunta sea promover o suponer la
búsqueda de una "teoría general" o "perspectiva integrada", pero no creo que sea la consecuencia probable.
Por el contrario, ocuparse de las "verdades" específicas de las diferentes disciplinas es descubrir no el
modernismo controlador de una teoría general plenamente integrada del conocimiento, sino precisamente lo
contrario: la inconmensurabilidad de los saberes que invita a una interesante reflexión.



EN CONCLUSIÓN
Creo que sería de provecho considerar más a fondo las implicaciones de lo que en vena foucaultiana
podrían considerarse los "aparatos de la verdad de las disciplinas". En los ejemplos que he propuesto, he
procurado llamar la atención sobre asuntos en los que tengo cierta experiencia (la sociología y los estudios
literarios), y esto es inevitable porque no es posible hablar completamente fuera de estas convenciones. Sin
embargo, cabe señalar que estos aparatos disciplinarios no son meras reliquias de las viejas y malas
disciplinas, sino desarrollos vigorosos y vivos que también se encuentran en las nuevas y buenas. Los
"estudios de la mujer", los "estudios culturales", los "estudios lésbicos y homosexuales" han perdido
velozmente su apertura inicial de perspectiva y han elaborado premisas y convenciones muy distintivas
(paradigmas disciplinarios), con las que cada uno de ellos opera. En los estudios feministas, la ambivalencia
sobre el privilegio académico puede haber marginado estos problemas.
Quizá, sin embargo, podríamos estar en mejor posición política si el contexto institucional de los saberes
particulares y las fuerzas .variables que los acompañan se abordaran más abiertamente.
     En cuanto a la cuestión del materialismo, es probable que pase mucho tiempo antes de que se registren,

28
     Barret, The Politics of Truth, cap. 5; véase también Richard Feldstein y Henry Sussman (comps.), Psychoanalysis and…, pp. 1-8.
todavía mejor elaboradas, la influencia y las consecuencias de gran alcance de las dicotomías entre
estructura y cultura, y base y superestructura. Esto vale sin duda para las feministas que trabajan con las
bases disciplinarias de las ciencias sociales y la historia. En las artes y las humanidades, las repercusiones
del postestructuralismo, por discutibles que sean, han sido mucho mayores. La teoría feminista ha podido
ocuparse de una cantidad de asuntos ajenos a la perspectiva "materialista" clásica: en particular, el análisis
de la corporalidad y de la mente. Las teorías "postestructuralistas", sobre todo la interpretación derridiana
deconstructiva, el psicoanálisis lacaniano y el énfasis de Foucault en el cuerpo material y en los discursos
del poder, han tenido mucha importancia en esto. Las feministas se han apropiado de estas teorías más que
otros por buenas razones: estos teóricos se ocupan de cuestiones de sexualidad, subjetividad y textualidad a
las que las feministas han dado prioridad en sus programas. Al tomar en consideración las discusiones que
hoy se ramifican en torno al feminismo y el postestructuralismo, queda claro que caoa vez es más difícil
aplicar con provecho las premisas materialistas clásicas.
     Afirmado, sin embargo, no significa promover una conversión general al "postestructuralismo", Las
múltiples críticas postestructuralistas y posmodernistas al pensamiento liberal y al marxista han puesto de
manifiesto decisivamente las deficiencias fundamentales de esas primeras teorías, No obstante, es mucho
más difícil determinar si logran ofrecer una opción de mayor provecho, Mientras tanto, se pierden cosas al
abandonar por completo los sectores de estudio tradicionalmente denotados por las disciplinas académicas
de la sociología, la economía política, la economía y la política.
     Hay otro aspecto, paradójico, del despliegue feminista moderno de la condición históricamente atribuida
a la materialidad desde un punto de vista económico. Si bien la clase social en definitiva es non grata como
tema, puede hablarse con credibilidad de "proletarización" o de "explotación" en el contexto del capitalismo
mundial y de las desventajas de origen racial (más bien como la discriminación legal de clase que se
mantiene en Gran Bretaña, en materia de vivienda o de instrucción, por ejemplo, donde casos análogos de
discriminación por razones de sexo o de raza correrían el riesgo de ser objeto de acción jurídica). Sin duda
es una anomalía en cierto modo, aunque tenga explicación política.
     Por último, quiero concluir con un argumento sobre la cuestión del materialismo y los "fundamentos"
teóricos de la práctica política. En las discusiones en torno al feminismo y el posmodernismo, algunos han
defendido una concepción "modernista" de racionalismo, igualitarismo y autonomía como base de una
práctica emancipadora, en el feminismo y en cualquier otro ámbito. En este modelo, podría considerarse que
la obra de Habermas y la teoría crítica, por ejemplo, rescatan el feminismo del irracionalismo y de las
limitaciones políticas de las perspectivas posmodernas. Queda claro que esta discusión forma parte de otra
discusión más amplia respecto a si el feminismo es "esencialmente" una tarea modernista o posmodernista.
Hay buenos motivos para sostener cualquiera de las dos posiciones y, en realidad, otra tercera de que el
feminismo está entre ambas y de hecho desestabiliza la división binaria entre modernismo y
posmodernismo.29 Con todo, me parece que no necesariamente hacen falta más y mejores teorías que
legitimen o justifiquen la práctica política feminista. Esa necesidad parte de la premisa de que los valores
políticos se producen mediante el análisis científico (el ejemplo es la definición "científica" clásica en
oposición a la utópica del marxismo). Este "cientifismo", llevado al extremo, le quita valores a la política, y
esto también se ha debido a la fachada de antihumanismo que ha caracterizado al postestructuralismo y a
ciertas escuelas de pensamiento feminista. Las discusiones sobre ideología y subjetividad han mostrado que
hace falta entender el factor de la agencia y la identidad mejor de como lo han entendido el pensamiento
postestructuralista (antihumanista) o sus antecedentes modernistas (humanistas). Bien puede ser que para
elaborar una mejor explicación de la motivación política subjetiva haga falta abrir de nuevo la cuestión, con
imaginación y de manera innovadora, del humanismo, Mientras tanto, tal vez sea importante afirmar que los
objetivos políticos se constituyen en buena medida a partir de valores y principios, que no pueden fundarse
en el análisis social científico, sino que surgen de las aspiraciones más que de las demostraciones.




29
  La antología más útil para esta discusión es la de Linda Nicholson, Feminism Postmodernism. Para el caso de feministas que critican
con benevolencia la "Teoría crítica", véase Seyla Benhabib y Drucilla Corrnell (comps.), Feminism as Critique, véase también Nancy
Fraser, Unruly Practices: Power, Discourse and Gender in Contemporary Social Theory. El libro de Susan Hekman Gender- and
Knowledge ofrece una excelente explicación desde una posición afín al posmodemismo. Véase también Rita Felski, Beyond Feminist
Aesthetics, cap. 2.
BIBLIOGRAFIA.

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-Barrett, Michele, "Feminism's T urn to Culture", Woman: A Cultural Review, 1, 1990, pp. 22-24. -, The Politics of Truth:
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  • 1. 9. LAS PALABRAS Y LAS COSAS: EL MATERIALISMO Y EL MÉTODO EN EL ANÁLISIS FEMINISTA CONTEMPORÁNEO1 Michèle Barrett INTRODUCCIÓN: PRESCINDIR DE LAS "COSAS" Lo que queremos hacer, en suma, es prescindir de las "cosas" (...). Sustituir el enigmático tesoro de las "cosas" anterior al discurso por la formación regular de objetos que sólo surgen en el discurso. Michel Foucault La ambición de prescindir de las "cosas" -y dar más valor a las "palabras"- ha producido cierta perplejidad e irritación general. Muchas feministas, en particular, tradicionalmente han tendido a ver las "cosas" -trátese de salarios bajos, la violación o el feticidio femenino- como algo más significativo que, por ejemplo, la construcción discursiva de la marginalidad en un texto o documento. En este ensayo quiero investigar cómo la cuestión de la condición relativa de las cosas y las palabras se ha vuelto central en la teoría social contemporánea y en la filosofía, y por qué las feministas tienen un interés muy particular en esta cuestión. ¿De dónde viene este movimiento de ideas? Un origen posible es ese grupo de pensadores y teorías a menudo denominados "postestructuralismo". Se trata de una etiqueta poco satisfactoria en muchos sentidos, que amontona un grupo diverso y con frecuencia contradictorio de ideas en la base especiosa de lo que las precedió en una cronología del pensamiento parisino. Con todo, los pensadores clave del "postestructuralismo" -Derrida, Foucault y Lacan-, en combinación e individualmente, han montado una crítica devastadora de los supuestos principales en los que se basaba anteriormente gran parte de la teoría social y la teoría feminista, y ha resultado ser una crítica de la que nadie ha salido ileso. En la teoría social en general, conceptos tan inocuos como el de "estructura social", "función", "individuo" o "mercado de trabajo" se han vuelto polémicos desde el punto de vista de lo que dan por sentado sobre una totalidad social o infraestructura, o las características supuestas de los participantes sociales. En la teoría de la cultura y en las humanidades, los supuestos críticos sobre los autores, los lectores y, lo más importante, el "sujeto humano" como tal se han sometido a un análisis meticuloso y esencial. El feminismo occidental contemporáneo, seguro durante muchos años de su "distinción entre sexo y género", de su análisis del "patriarcado" p de la postulación de "la mirada masculina", ha visto socavarse realmente estas diversas categorías por obra del nuevo énfasis "deconstructivo" en la fluidez y la contingencia. Estas incertidumbres de la terminología son consecuencia de la popularización de algunos temas centrales, aunque a veces muy distorsionados, de la obra de Derrida, Lacan y Foucault. El postestructuralismo Estos postestructuralistas hacen una crítica de la teoría social y la filosofía liberales dominantes (comprendidas la psicología, las ciencias políticas y demás), pero tal vez asesten un golpe más íntimo a las premisas de base del pensamiento marxista y radical. En particular, se han diezmado las afirmaciones del materialismo, la doctrina que considera que la conciencia depende de la materia y su supuesto más general de que las relaciones económicas son dominantes. La cita sobre "las palabras y las cosas" de Foucault ilustra adecuadamente este argumento. No es que Foucault quisiera prescindir de las cosas por completo, no estaba "negando la realidad" o alguna sandez de ese tipo. Pero Foucault puso en tela de juicio la conocida jerarquía del valor de la perspectiva materialista, contraponiendo la "muda existencia de la realidad" a la capacidad de los grupos de signos (discursos) para proceder como "prácticas que 1 Le agradezco a Isabel Armstrong que me haya pedido el artículo "Feminism'sTurn to Culture", pues éste me puso en esta vía, y a todos los demás miembros del grupo de discusión sobre postestructuralismo e historiografía feminista, del que tanto me he beneficiado. Un agradecimiento especial para Calherine Hall, Anne Phillips y Ruthie Petrie.
  • 2. sistemáticamente forman los objetos de los que hablan".2 Esta crítica de la importancia atribuida a la materia, y la insistencia correspondiente en que la importancia del significado había pasado inadvertida, ha tenido - donde se conoce- repercusiones de gran alcance. . Otra tesis que vale la pena señalar es la crítica postestructuralista contra las premisas de la causalidad. El problema de la causalidad se liga en este caso a críticas del pensamiento teleológico y a la atribución retrospectiva de una capacidad epistemológica al pasado. De esta manera, tanto en Derrida como en Foucault figura una amplia crítica a la búsqueda del origen, del momento fundador que ha de explicado todo. Para el feminismo, que de cuando en cuando se ha preocupado por el asunto de los orígenes o la causa de la opresión de las mujeres, cualquier alejamiento del asunto de la causa es al mismo tiempo importante y polémico. También aparecen resonancias de la crítica a una causa original, fundadora, en la interpretación contemporánea de Lacan. En lugar de buscar un "acontecimiento real" en el pasado psíquico que explique las causas de la neurosis o patología, se busca el significado de la representación interna de la experiencia que está vigente, y las repeticiones actuales se consideran más importantes que cualquier momento "original". Un tercer elemento del "postestructuralismo" que tiene una relevancia evidente y fundamental para la relación entre las palabras y las cosas es la aproximación al lenguaje. La premisa de base sobre el lenguaje en la teoría social y en la feminista tendía a ser que éste era un medio para expresar ideas. Esto se ilustra más fácilmente en el caso de la traducción. Alguien escribe un libro con diversas ideas y proposiciones, y éste puede traducirse sin problemas como el "mismo libro" en otra lengua. Ésta es una caricatura del inocente punto de vista prepostestructuralista; no obstante, se aplicó con frecuencia tanto en la teoría social como en la feminista hasta fecha reciente. La revolución saussuriana ha destruido, por lo menos, esta manera de ver el lenguaje como un mero medio de expresión, y cada vez se atribuye más al lenguaje mismo el poder de construir y no sólo de transmitir significado. Esto se puede apreciar de muchas formas, unas relativamente teóricas y otras más prácticas. Roland Barthes inició esta cuestión respecto a los diversos grados de "escritoriedad" [writerliness] de los textos, y su obra ha dejado en claro que, por ejemplo, el ideal francés de la clarté (claridad) era uno entre diversos estilos de redacción. La claridad es un estilo discursivo más que un atributo esencial de un autor o de un texto.3 Para esta perspectiva del lenguaje es muy importante entender que el significado se construye, en el seno de la lengua, a través de un proceso de diferenciación. El significado no es absoluto ni está fijo en relación con un referente, sino que es arbitrario en ese aspecto. El significado se construye por contraposición de elementos diferentes, cuya definición' yace precisamente en la diferencia entre uno y otro. Las personas han aceptado, en diversos grados, que el significado se construye en el lenguaje y no que éste lo expresa. Jacques Derrida ha adoptado un punto de vista duro según el cual, lógicamente, no puede haber nada que se llame "resumen" o "traducción". Cada texto nuevo construirá el significado a partir de los elementos que lo constituyen, de forma diferente, y no será un medio; no lo será ni más ni menos que cualquier otro texto. Otro enfoque influyente ha sido el de Michel Foucault, para quien la pregunta central es "¿Qué se puede decir?" El concepto foucaultiano de discurso nos permite pensar en la fuerza epistemológica de los regímenes discursivos y en la importancia que tiene entender qué se puede pronunciar y cuándo. Como lo dijo el propio Foucault: "Se trata de un problema de verbalización."4 Es evidente que estos puntos de vista tienen repercusiones de gran alcance, Antes de discutirlos, no obstante, quisiera indicar otro aspecto que también viene al caso en cuanto a la relación de las "palabras y las cosas", y que corresponde al feminismo. La vuelta propia del feminismo a la cultura En los últimos diez años hemos visto una importante "vuelta a la cultura" en el feminismo.5 Desde el punto de vista académico, las ciencias sociales han perdido su influencia en el feminismo y la estrella ascendente 2 Michel Foucault. The Archaeology of Knowledge, p. 49. 3 Es un placer reconocer mi deuda con Gayatri Spivak (Alabama. 1986) por este argumento. 4 Michel Foucault, "The Minimalist Self". p. 8. 5 Véase Michele Barret "Feminism's Turn to Culture".
  • 3. está en las artes, las humanidades y la filosofía. En este cambio general se observa un señalado interés en los procesos de análisis de la simbolización y la representación -el campo de la "cultura"- e intentos orientados a desarrollar un mejor conocimiento de la subjetividad, la mente y el yo. El tipo de sociología feminista que tiene más público, por ejemplo, se ha apartado de un modelo determinista de la "estructura social" (llámese capitalismo, patriarcado o mercado de trabajo dividido según el género, o lo que sea), y se ocupa de asuntos de la cultura, la sexualidad o la actividad política, contrapesos evidentes al énfasis en la estructura social. Estos acontecimientos académicos forman parte de un cambio mucho más general en el seno del feminismo, por lo menos en Gran Bretaña y en Europa en general. En el ámbito editorial, por ejemplo, la venta de novelas se ha disparado, mientras que la de otros tipos de obras se ha desplomado. El feminismo se vende mejor como novela, y el intento de escribir y vender versiones modernas de los best sellers feministas que no sean novelas ha fracasado notoriamente. También es interesante que los comentarios y los análisis culturales feministas a menudo hayan tendido a nutrirse de los placeres de la ficción: las cosas que queremos escribir y leer son de amor, policiacas, melodrama y demás. Estos hechos suscitan problemas complejos, entre los que destacan la desilusión y la crítica que presagió este nuevo rumbo. En este capítulo no voy a examinar las razones políticas ni el momento histórico de estos cambios, aunque son asuntos de gran importancia. Quiero, en cambio, concentrarme en las consecuencias, en lo que está en juego, en este paso de un grupo de disciplinas a otro. Para comenzar, yo diría que no es conveniente simplemente desplazar la atención en una dirección y no en otra, ni tampoco aplicar los instrumentos críticos de una disciplina al objeto de estudio tradicional de otra. Las cuestiones de qué peso atribuir a estos diversos temas de estudio (lo económico o lo estético, por ejemplo) habrán de reconsiderarse en algún momento. Mientras tanto, sin duda se puede afirmar que el equilibrio entre las palabras y las cosas se ha trasladado de la preocupación de las ciencias sociales por las cosas, hacia una sensibilidad más cultural a la preponderancia de las palabras, Por último, podríamos preguntar qué importancia tiene que el concepto posmoderno de "metanarración" se haya vuelto tan atractivo. A muchos que en realidad no comparten los planteamientos de Jean-François Lyotard, les gusta, pese a todo, describir los proyectos políticos e intelectuales en gran escala como "metanarraciones" del feminismo, el democratismo y demás, El interés aquí estriba en que estamos dispuestas a novelar estas entidades y verlas como cuentos (narración: contar un cuento, hacer un relato). Decido no significa plantear una cruda antítesis entre "política" y "ficción", sino señalar lo útil que a muchos les ha parecido usar algo que han hecho ficción metafóricamente como instrumento crítico para desentrañar las pretensiones objetivistas de cosas como la racionalidad, la Ilustración e incluso el feminismo. A continuación se analizarán algunas de las consecuencias generales de estos cambios. ¿UN CAMBIO DE PARADIGMA EN LA. TEORÍA FEMINISTA? He iniciado con una discusión del paso de las cosas a las palabras, pero no cabe duda de que esto forma parte de un cambio mayor que se da en el seno del pensamiento social contemporáneo. El pensamiento feminista contribuye a estos acontecimientos de mayor envergadura y a la vez recibe su influencia. Como Anne Phillips y yo hemos comentado en la introducción de este libro, los cambios que se han dado en el pensamiento feminista se podrían considerar una especie de "cambio de paradigma". Otra forma de pensar en esto consiste en formular la cuestión desde el punto de vista de si cualquier problema dado se puede replantear en el ámbito de la tcoría que uno abraza, o si -para seguir adelante- hace falta elaborar un nuevo marco de referencia por completo. Ernesto Laclau ha escrito sobre esto preguntando si es posible, en sentido estricto, "resolver" un problema teórico en el seno del paradigma de origen. Laclau señala que no es posible: que si un problema es realmente "teórico" (y no un asunto de cómo se aplica una teoría, o de su apoyo empírico), no se puede resolver y sólo queda "sustituirlo" en otra teoría nueva,6 Por supuesto, es muy fácil indicar que la influencia del posresrrucruralismo, y la crítica fundamental a la racionalidad ilustrada y al marxismo clásico, está estableciendo un nuevo marco de referencia que se podría describir como cambio de orden paradigmático. Seria Benhabib, por ejemplo, se refiere de manera contundente a un “cambio de paradigma de la filosofía contemporánea que va de la conciencia al lenguaje, de lodenotativo a lo activo, de la proposición al acto de habla”7. Muchas feministas podrían considerar que el paso de los modelos de feminismo basados en la "igualdad" a los que se centran en la "diferencia", que ha caracterizado el último 6 Ernesto Laclau, Politics and ldeology in Marxist Theory. pp. 60-61. 7 Seyla Benhabib. "Epistemologies of Postmodernism: A Rejoinder to Jean-François Lyotard", p. 125
  • 4. decenio del feminismo occidental, es un cambio de ese orden; por otra parte, cabría concebir la propia discusión entre igualdad y diferencia como un paradigma m cuyo seno cada posición se puede asumir sin forzar indebidamente el modelo. EL POSMODERNISMO Indagar la cuestión de la relación entre la teoría social y la teoría feminista contemporáneas supone, desde luego, ocuparse de .los argumentos "posmodernistas" y postestructuralistas. Aunque ahora hay menos confusión en la aplicación de este término que cuando surgió, tal vez valga la pena recapitular los diferentes contextos en que se utiliza. Desde el punto de vista de las estrategias estéticas y las formas culturales. el posmodernismo hace referencia a un interés por la superficie más que por el fondo, al pastiche y la paródia, a la referencia al pasado y a uno mismo, y dirige la atención a una pluralidad de estilos. Desde el punto de vista de la filosofía, el posmodernismo implica el rechazo de los grandes proyectos de la Ilustración racionalista, incluidos el marxismo y los sistemas liberales de pensamiento. Desde la perspectiva del análisis sociológico, la posmodernidad es un fenómeno del capitalismo postindustrial, determinado de un modo decisivo por la revolución de la microelectrónica y por la globalización de las comunicaciones y de los sistemas de información. Pero como la gran parte de la sociología le debe mucho al racionalismo, los sociólogos tienen que elegir entre una sociología de la posmodernidad y una sociología posmoderna.8 En las artes y en las disciplinas humanistas críticas hay otra fuente de confusión, y es que el "modernismo" invocado por los críticos posmodernos se parece mucho más al realismo decimonónico que a los experimentos avant-garde o "plenamente modernistas" que solían asociarse con el término "modernismo" en las artes. Otra complicación es'triba en las fechas, ya que, por desgracia, la "modernidad" se inicia en momentos diferentes en las diversas disciplinas académicas. En la filosofía y en la teoría política, el modernismo está en plenitud a finales del siglo XVIII; en las artes y las humanidades, el mundo moderno no comienza antes de 1890 y, según Virginia Woolf, apenas en 1910. Teniendo en cuenta que el fláneur de Baudelaire -el ocioso de las grandes ciudades de mediados del siglo XIX- es un tropo tan popular del posmodernismo, cabe legítimamente observar que, desde el punto de vista filosófico, ese autor vivía en la modernidad y, en el aspecto literario, fue claramente premodernista. Además, como lo indicaba la cuestión de Janet Wolff sobre "el flaneuse invisible" en un momento inicial de esos debates, los conceptos del posmodernismo requerían con urgencia alguna consideraci6n del género.9 Elementos de la coyuntura teórica actual Entonces, también hay que utilizar la noción de pos modernismo con respetuosa cautela. Pese a esto y a los problemas equivalentes relacionados con el término "postestructuralismo", estas etiquetas genéricas nos encaminan hacia algunas tendencias generales muy importantes del pensamiento contemporáneo. Podría resultar de provecho identificarlas en este momento, con los siguientes términos: 1) En primer lugar, se observa una crítica general al universalismo teórico. No hace falta reiterar aquí la principal consecuencia política del reconocimiento de que el feminismo occidental de los años setenta hablaba con una voz falsamente universalizada. La necesidad de registrar y participar en las consecuencias de las diferencias que hay entre las mujeres ha sido objeto de muchos debates. Elizabeth Spelman ha citado a la poetisa Gwendolyn Brooks en este contexto: "El jugo de tomate no se llama simplemente jugo. Siempre se llama jugo de TOMATE." Spelman señala que "aun la interpretación más literal de Brooks nos debería llevar a preguntarnos si acaso tenemos más cuidado con lo que pedimos en un restaurante que al pensar en las mujeres como las mujeres particulares que son".10 No sé muy bien hasta qué punto se pueda llevar esta metáfora respecto al problema de la diferencia en el feminismo. ¿Qué no hay situaciones en las que cabría 8 Esta formulación telegráfica indica una compleja discusión para determinar hasta qué punto la sociología y las ciencias sociales en general nacieron del “momento” modernista. En las siguientes obras se discuten estos temas: Roy Boyne y Ali Rattansi (comps.). Postmodernism and Society; Scott Lash, Sociology of Postmodernism. cap. 5; . Bruyan Turner (comp.). Theories of Modernity and Postmodernity; el importante estudio de David Frisby Fragments of Modernity; Zygmunt Bauman. Legislators and lnterpreters: On Modernity, Postmodernity and Intellectuals. 9 Janet Wolff. "The Invisible Fláneuse: Women and the Literature of Modernity". 10 Elizabeth V. Spelman, lnessential Woman: Problems of Exclusion in Feminist Thought. p. 186.
  • 5. escoger en general un "jugo", si hay que escoger entre eso y una bebida alcohólica? (¿Qué no también tiene algo muy particular el jugo de tomate que ilustra lo que tienen en común los jugos de otras frutas?) Estas discusiones que se dan en el feminismo forman parte de una corriente mucho más amplia del pensamiento contemporáneo en la que los discursos teóricos universalistas se han sometido a una crítica constante y profunda. Los dos casos más claros son el marxismo y el psicoanálisis, de los que se puede demostrar que funcionan de acuerdo con una modalidad muy universalista desde el punto de vista de las explicaciones que ofrecen.11 2) En segundo lugar, se han criticado ampliamente dos aspectos importantes de lo que suele denominarse pensamiento "ilustrado", o "liberalismo" filosófico: la doctrina del racionalismo y el concepto "cartesiano" del sujeto humano. Las politólogas y las filósofas feministas han acumulado un conjunto de trabajos considerable sobre el carácter masculino del "racionalismo", y estas discusiones figuran en los demás trabajos del presente volumen.12 El llamado "sujeto cartesiano" es un tema de compleja discusión, y gran parte de 10 que se ha escrito en el pensamiento postestructuralista y posmoderno toca esta cuestión. En el meollo del asunto está el modelo de sujeto racional, centrado, intencionado (y en la práctica, europeo moderno y masculino), de quien Descartes dedujo su cogito ago sumo Este modelo de subjetividad presenta tantos problemas, que es difícil decidir por dónde empezar. Desplaza y margina a otros sujetos y otras formas de subjetividad. También niega lo que muchos aceptarían hoy en día como una contribución central de! psicoanálisis: que el yo se construye a partir de! conflicto y la tensión más que ser una esencia o algo dado. Sin embargo, la crítica de este modelo de subjetividad ha acarreado un conjunto de nuevos problemas, impecablemente captados en el título del artículo de Kate Soper "Constructa Ergo Sum?" Si se sustituye el yo dado por un yo construido y fragmentado, no sólo se plantea e! problema político evidente de quién es el yo que actúa y sobre qué base, sino e! acertijo más irónico de que quién es el yo que está tan seguro de su naturaleza fragmentada y discursivamente construida.13 De ahí que la crítica al sujeto cartesiano haya suscitado una nueva serie de cuestiones sobre la identidad y la experiencia, bien desarrolladas en los planteamientos, por ejemplo, de Chandra Talpade Mohanty y Biddy Martin.14 3) En tercer lugar, puede hablarse de la determinación de género de la modernidad como nueva tarea crítica. Es fácil reconocer la discusión sobre las consecuencias que tienen para el feminismo las diversas críticas al modernismo y la modernidad. El análisis de Griselda Pollock sobre el artista, icono del proyecto modernista, ha esclarecido con gran detalle el significado cultural de la masculinidad inscrita en esa figura.15 Sin embargo, persiste el problema de que el propio feminismo está muy en deuda con los "valores modernistas" y con un proyecto de emancipación libera! para que pueda independizarse de la cultura y del discurso en cuyo seno se formó. Susan Hek.rnan señala que no se puede "simplemente" indicar que "la crítica feminista amplía la crítica posmoderna del racionalismo al revelar su carácter de género".16 Esto se debe a que no es posible separar fácilmente los elementos que constituyen un "paquete" integrado teórico y político. De tal suerte que es posible oponerse a los dualismos ilustrados donde lo femenino, o las mujeres, siempre se consideran inferiores a lo masculino, a los hombres, pero muchas feministas rechazarían un abandono verdadero y posmoderno (en la medida de lo posible) de estas estructuras binarias. 4) En cuarto lugar, se advierte una nueva crítica al materialismo en estas discusiones, y son éstas las cuestiones a las que quiero referirme con mayor detenimiento. La critica al materialismo Los críticos modernos del materialismo (filosófico) han sido objeto de mucha atención y de algunas reacciones en contra. La mayor preocupación proviene de quienes consideran que lo que denominan "teoría del discurso" es un intento ideológicamente sospechoso de negar la realidad material, lo que, 11 Estos temas se discuten con más detalle en mi obra The Politics of Truth: From Marx to Foucault. 12 Véase también, por ejemplo, la antología de Carole Pateman y Elizaberh Gross, Feminist Challenges: Social and Political Theory. 13 " Kate Soper, "Constructa Ergo Sum?" 14 Véase Biddy Martin y Chandra Talpade Mohanty, "Feminist Politics: What's Home Got to Do with It?", además de sus ensayos incluidos en la presente antología. 15 Véase d trabajo de Griselda Pollock que aparece en este volumen; también de Pollock, Vision and Difference: Femininity, Feminism and the Histories of Art, y "Feminism and Modernism". 16 Susan Hekman, Gender and Knowledge: Elements ola Postmodern Feminism, p. 5.
  • 6. supuestamente, sería una empresa por completo fútil si la perspectiva materialista misma es correcta. En la medida en que tienen fuerza las ideas, el materialismo mecánico está errado. Sin embargo, no cabe duda de que estas reacciones se deben a la provocación intelectual de los enunciados "representativos" [perfomative] como e! célebre de Derrida "Il n'y a pas d'hors texte" [No hay nada fuera del texto]. Este enunciado no significa literalmente que los ferrocarriles no existan más allá de las cifras que figuran en los horarios, sino que todo conocimiento se adquiere discursivamente. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe han explicado el argumento general con mucha claridad en una respuesta a sus críticos, ofreciendo el ejemplo prosaico de un balón de fútbol. El objeto esférico existe, pero carece de significado importante fuera de los sistemas de reglas y las convenciones (discurso) que lo constituyen en balón de fútbol.17 Los argumentos sobre el materialismo tienen un valor muy diferente en los distintos temas académicos. Las premisas materialistas, marxistas o no, son comunes en las ciencias sociales y florecen particularmente en la noción de una "estructura social" determinante en la que descansan la cultura y las creencias, así como la subjetividad y la acción. Con todo, desde hace mucho tiempo existe lo que podría denominarse otra tradición en la teoría social, que destaca la experiencia y trata de entender la sociedad sin recurrir a un modelo de la estructura social. La fenomenología es un ejemplo evidente de este caso, como la obra de Simmel. En los últimos años ha aumentado el interés en diversas tradiciones de la teoría social -la fenomenología, la hermenéutica, la sociología subjetivista y demás-, antes relativamente soslayadas. El modelo materialista de mayor fuerza epistemológica es el paradigma del marxismo clásico, influencia formativa en la teoría social europea. Del otro lado de la línea divisoria entre ciencias sociales y arte, el problema del materialismo no ha tenido repercusiones excesivas en las disciplinas que han tomado el texto como algo que, por definición, constituye el objeto de estudio. En la historia, sin embargo, las ramificaciones de una crítica contra las premisas materialistas han sido abundantes. La ambigua posición de la historia ha descansado en el hecho de que lo que se buscaba tradicionalmente era reconstituir o reconstruir la "realidad social", pero basándose necesariamente, desde un punto de vista metodológico, en una interpretación de una evidencia textual. De esta manera, la cuestión de cómo se adapta la historiografía a la reconsideración del equilibrio entre texto y realidad es en particular importante. Las implicaciones del postestructuralismo para la historiografía feminista se han discutido mucho. La incorporación de la obra de Foucault ya había,arraigado (por ejemplo, en la obra de Judith Walkowitz y Jeffrey Weeks sobre la sexualidad), y la orientación metodológica de las interpretaciones de Mary Poovey tiene clara influencia de Derrida. Joan Scott ha tomado la iniciativa al explicar la nueva tendencia, y ha señalado que las ideas de Derrida podrían conducir hacia una historiografía feminista que "socave los reclamos de autoridad basados en explicaciones totalizantes, en categorías esencialistas de análisis (sean la naturaleza humana, la raza, la clase, el sexo o "los oprimidos"), o en narrativas sintéticas que den por sentada la unidad inherente del pasado".18 En este contexto, las ideas dei Derrida se pueden utilizar para reforzar una crítica ya de por sí de gran alcance contra la historiografía convencional, elaborada por Michel Foucault. Como se explica en las secciones iniciales de La arqueologta del saber, el propósito de Foucault era sustituir la vieja historia lineal y releológica con un enfoque que buscaba toda la sistematicidad que fuera posible encontrar en un contexto general de dispersión y particularidad.19 Resulta discutible determinar en qué medida se pueden aceptar los rechazos teóricos característicos del postestructuralismo al llevar a cabo las investigaciones específicas. Sin ofender a nadie podemos hacemos una idea al respecto si ponemos atención a un planteamiento que aparece en la cuarta de forros de un libro sobre Foucault. Dice así: "En el sentido más obvio, los análisis foucaultianos sobre el nacimiento de la clínica, los asilos y la prisión son de carácter histórico y plantean problemas de interpretación histórica. Pero Foucault no intenta reconstituir el pasado históricamente y con exactitud."20 Señalar que la relación de Foucault con la historia era "excéntrica" es una leve exageración del punto de vista de los autores del libro, pero ilustra lo que se está discutiendo. ¿Cómo puede la historia prescindir de la historicidad y la precisión? Por supuesto, pese a las negativas de que exista algo a lo que se pueda llamar la verdad, y que sólo se 17 Ernésto Laclau y Chantal Mouffe, "Post-Marxism Without Apologies", p. 100. 18 Joan Wallach Scott, Gender and the. Politics of History. pp, 7-8; Mary Poovey, Uneven Developments: The ldeological Work of Gender in Mid- Victorian England. 19 Foucault. The Archaeology of Knowledge. pp, 3-39. Foucault declaró posteriormente que se había quedado "boquiabierto" cuando se lo describió unilateralmenre como filósofo de la discontinuidad y para su cátedra en el College de France adoptó el título de "profesor de Historia de los Sistemas de Pensamiento", 20 Mark Cousins y Athar Hussain. Michael Foucault (solapa),
  • 7. pueden obtener efectos de la verdad discursivamente, los análisis sustantivos mismos de Foucault proponen una mejor explicación de la historia de la enfermedad mental, el castigo o la sexualidad que las historias anteriores, y en, este sentido están cargadas de afirmaciones epistemológicas. Entre los postestructuralistas, Derrida, en particular, se había concentrado en la imposibilidad de eludir los límites intelectuales a los que podamos oponemos. Por lo tanto, señalar la reintroducción encubierta de la metafísica o el idealismo en su obra no lo sorprendería. No obstante, existe tensión entre la perspectiva muy particularista y relativista del conocimiento adoptada en el postestructuralismo y las afirmaciones epistemológicas que se hacen por fuerza en casos sustantivos. Esto es más claro en el dominio de la historia, donde la realidad social siempre está en juego, pero también es un problema de las discusiones más filosóficas que, pese a todo, siempre están situadas históricamente. Sin embargo, en estos autores aparece un titubeo evasivo en cuanto a realmente pone de fecha a algo.21 Esta desazón es síntoma de una inseguridad más general sobre las implicaciones de la crítica postestructuralista al materialismo. Semejante crítica ha adoptado diversas formas: surge en discusiones sobre el lugar de los datos, los textos y los archivos en la investigación histórica; en discusiones sobre la estructura social o los "intereses" como elementos determinantes del comportamiento, etc. Una crítica a los supuestos mecánicos del materialismo está en la base de la constante "vuelta a la cultura" del feminismo, como prueba de un interés que se inclina más por la representación y la simbolización que por los enfoques más clásicamente sociológicos. En este contexto tal vez quepa añadir que la discusión sobre el significado cultural es tan importante como otros proyectos feministas. El análisis de Foucault sobre las exclusiones y prohibiciones del discurso es en extremo pertinente para un feminismo que ha sido precursor en la interpretación del poder de nombrar y de la eficacia del lenguaje.22 Consideraciones sobre las disciplinas Las discusiones que se dan en los ámbitos de la filosofía y la teoría social, así como otras paralelas que surgen en las humanidades, se llevan a cabo en un contexto institucional. A continuación quiero llamar la atención sobre algunos aspectos de estas discusiones relacionados con las disciplinas. En primer lugar, cabe señalar que el feminismo académico siempre ha aspirado a trascender las fronteras de las disciplinas. Como el marxismo, ha tendido a vedas como producto de un sistema no ilustrado que más vale hacer a un lado. La filosofía de los "estudios de la mujer" parte a todas luces de que es así. Sin embargo, en la práctica trabajar bajo la rúbrica de "estudios de la mujer" tiene dos limitaciones ampliamente reconocidas: que deja la definición establecida de las materias académicas sin discutir y aun despojada de académicas feministas (un aspecto de la "guetización"), y que va en contra del desarrollo de un campo de conocimiento de los hombres, la masculinidad y la interacción de los sexos (tema de la otra rúbrica del "género"). No me interesa analizar aquí estos asuntos, por importantes que sean. En cambio quiero llamar la atención sobre algunos de los problemas que se presentan en relación con los intereses feministas y las disciplinas académicas -fuera de los estudios sobre la mujer- desde un punto de vista más general. No resulta demasiado banal señalar que casi todas las académicas feministas se han formado dentro de las convenciones de una u otra de las disciplinas académicas de los campos de las artes y las ciencias sociales. Las marcas de esas formaciones específicas suelen ser indelebles; y afloran, sobre todo, en el trabajo feminista, ya que, una tras otra, todas las disciplinas han conquistado históricamente cierta "influencia" en el feminismo contemporáneo. Esto a menudo surge cuando se lanzan acusaciones por utilizar cierta "jerga", que suele significar el uso de la terminología aceptada de otra disciplina: no se suele percibir el vocabulario de la propia disciplina como Jerga. Las diferentes disciplinas no sólo producen una jerga, pese a todo; se erigen sobre premisas y convenciones distintivas en lo que se refiere a su objeto de estudio y a los métodos adecuados para estudiado. La discusión académica se puede reducir, en ocasiones, a un simple intercambio de premisas que atraviesa las fronteras que separan a las disciplinas. Foucault desarrolló algunas ideas sobre aparatos disciplinarios y vigilancia del discurso para describir las prácticas que regulan lo que se puede decir en el seno de una disciplina, y ha mostrado cómo es posible aplicar la idea de Canguilhem de que el conocimiento 21 Véase, por ejemplo, el ensayo de Derrida "Structure. Sign and Play in the Discourse of the Human Sciences", que en algún momento muestra el "cuándo y dónde" de una tesis central al elegir los nombres ("como meras indicaciones") de Nietzsche, Freud y Heidegger, lo que nos permite situarlo a fines del siglo XIX o principios del XX en Europa: Jacques Derrida, Writing and Difference.. p. 280. 22 Michel Foucault, "The order of Discourse". Sobre el feminismo y el poder de nombrar, véase Adrienne Rich, On Lies. Secrets and Silence.
  • 8. está "en la verdad". "Dentro de sus propios límites, cada disciplina reconoce las proposiciones falsas y las verdaderas; pero extiende toda una teratología del conocimiento más allá de sus márgenes." De modo que a menos que una proposición esté "dentro de la verdad" de esos requisitos en ese momento, no se puede aceptar como verdadera. Foucault ofrece el ejemplo de Mendel, cuyas teorías fueron rechazadas en el siglo XIX, porque hablaba de objetos y utilizaba métodos ajenos a la biología de su época. Foucault llega a la conclusión (para asombro de los que insisten en considerado un relativista total) de que "Mendel decía la verdad, pero no estaba "en la verdad" del discurso biológico de su época".23 Hablar "en la verdad" de una disciplina en particular es hablar en el ámbito de una compleja red de inclusiones y exclusiones. Las diferencias de tiempo y espacio son definitivas para entender estos requisitos en contextos específicos. En la teoría feminista occidental contemporánea existen convenciones de referencia claramente diferentes entre, por así decido, las feministas australianas, las europeas y las estadounidenses; la percepción de lo que hace falta saber para estar al día en el campo de cada quien es muy diferente.24 De igual manera, por ejemplo, existen diferencias significativas entre las distintas disciplinas en cuanto a lo conveniente o necesario de la interdisciplinariedad, y diferencias significativas entre el desarrollo nacional y regional de temas disciplinarios en diversas partes del mundo. Para entender la complejidad de estas pautas haría falta un vasto conocimiento y, de igual importancia, comprender bien los aspectos educativos que atañen a la colonización en el pasado y las consecuencias de ellos en la distribución actual del poder académico. Otra forma de pensar en la noción foucaultiana de las fronteras de las disciplinas particulares podría ser considerar una licencia para no ocuparse de algunos temas. Existe, se puede decir, una división informal del trabajo en la que ciertos asuntos se atribuyen a una materia y, por lo tanto, otra puede desentenderse de ellos legítimamente. En particular, creo que esto se puede apreciar en el proceso de la división informal del trabajo entre las disciplinas críticas de las artes y las humanidades, por un lado, y las ciencias sociales, por el otro. Una consecuencia de lo que he llamado aquí cambio de las "cosas" a las "palabras" es la desestabilización de esta división informal del trabajo que hay entre las disciplinas. Con todo, me parece que la forma que esto ha adoptado ha consistido en abrir nuevos e importantes sectores o temas de estudio para los académicos de disciplinas que antes las habían considerado fuera del alcance de lo que podía estudiarse. La tarea más ambiciosa de replantear los métodos adecuados de estudio, y desarrollar formas para trabajar auténticamente entre las disciplinas, se ha quedado a la zaga. Los tipos de ejemplo que aquí pueden ofrecerse son sin duda discutibles, y trataré de presentados con espíritu constructivo. El "tema poscolonial", por ejemplo, se conoce mejor como fenómeno del archivo o la psique que como un agente en la migración de trabajadores o como víctima de las estrategias administrativas globalizantes.25 Las razones de esto son complejas. Las economistas y las sociólogas feministas se han ocupado de estos temas pero la comunicación entre ellas y los lectores y especialistas de literatura son deficientes desde el punto de vista institucional.26 También ha habido un evidente vacío en la ciencia social feminista respecto a estos temas, a mi juicio porque el modelo estructural social ha resultado particularmente difícil de manejar frente a una triple interacción de desventaja. Idealmente, podríamos complementar el conocimiento del poscolonialismo procedente de textos y archivos y que a menudo se concentra en cuestiones subjetivas y simbólicas con un tratamiento social, económico y político más rico de este tema histórico. Estos diversos aspectos del tema no compiten entre sí, y no se debería conceder, en abstracto, mayor importancia epistemológica a ninguno de ellos. Pero exigen una diversidad de aptitudes, formaciones y conocimientos. En la práctica, el cambio reciente de las definiciones disciplinarias de las materias de estudio apropiadas ha significado a menudo exportar métodos y técnicas. La redefinición de la "crítica literaria" es un ejemplo muy importante al respecto. Sin duda se puede decir que el enfoque tradicional de la "carne de cañón" se ha desestabilizado, aunque con complejas consecuencias. Barbara Christian, por ejemplo, indudablemente pone el dedo en la llaga al proponer la búsqueda de la teoría por sí misma en el estudio literario y el abandono consiguiente de la lectura de textos sobre los sentimientos así como sobre el pensamiento.27 Quiero llamar aquí la atención sobre un aspecto diferente de esta desestabilización: la relación entre el 23 Foucault. “The order of Discourse”. pp. 60-61. 24 La queja común es que las feministas de Estados Unidos tienen mucho menos necesidad de leer lo que escriben las feministas británicas y australianas (mientras no le interese a un editor de ese país) que al contrario. 25 Gayatri Spivak, cuya obra ha sido decisiva para desarrollar una interpreraci6n del poscolonialismo. es una excepción a esta observación general porque su interés y sus conocimientos incluyen temas de tecnología, economía y demás. "No podemos pedirles a los economistas ni a los sociólogos que hagan caso de nuestras especulaciones sobre la constitución de la mujer como sujeto en el neocolonialismo posmoderno si lo hacemos como encantadoras primitivistas". Gayatri Chakravorry Spivak. "The Political Economy of Women as Seen by a Literary Critic, p. 228. Véase también de Spivak, "Scattered Speculations on The Question of Value". 26 Dos ejemplos son: Maria Mies. Patriarchy and Accumulation on a World Scale; Haleh Afshar (comp.). Women, Work and Ideology in the Third World. 27 Barbara Christian, "The Race of Theory".
  • 9. método crítico de lectura y el texto u objeto de estudio. Un acontecimiento de la "crisis" intelectual de la crítica literaria ha consistido en dirigir la atención crítica a textos muy ajenos al ámbito "literario" anteriormente aceptado. La escuela de pensamiento conocida como "nuevo historicismo" tomó la iniciativa en la lectura de documentos sociales, médicos, jurídicos y políticos aparte de los textos literarios; las técnicas derridianas de lectura han intervenido de forma importante en esto. De manera más general, en cualquier reunión crítico-literaria que esté al día (el tipo ideal es el de la Modern Language Association) pueden escucharse numerosas presentaciones en las que se descifran las fuentes más mundanamente sociales, se deconstruyen y "leen" con los pertrechos críticos de la interpretación moderna de los textos. Con todo, cabe preguntar si estos ejercicios son algo más que un método del que ya se han aburrido en su terreno de aplicación habitual. ¿Cómo, en particular, interactúa el conocimiento que se obtiene de estas interpretaciones con lo que sabemos de la historia social, o de la sociología, sobre las alcantarillas victorianas o sobre las prácticas de travestismo del decenio de 1950? Si todo esto es para decir que ha habido una tendencia a aplicar las técnicas de la crítica literaria a documentos y archivos sociales e históricos, leídos como "textos", otra tendencia importante ha consistido en mantener el canon de los textos literarios clásicos pero "leerlos" con un sistema de interpretación por completo distinto. El ejemplo más influyente en la actualidad es la aplicación de los conceptos psicoanalíticos como método de crítica literaria. Esto también plantea problemas importantes. Dado que el psicoanálisis tiene en su historia legendarios antecedentes de ser una de las perspectivas más "reduccionistas", por la contundencia de sus explicaciones, la exclusión de otros factores y su incipiente universalismo teórico, acaso sea una ironía que (desde el punto de vista de quienes lo practican) en este proceso se vea radicalmente modificada su condición epistemológica. Cada vez es más evidente que las premisas fundamentales de quienes utilizan los conceptos psicoanalíticos como método de lectura de textos divergen totalmente de los supuestos de quienes practican el psicoanálisis en un contexto clínico. Aunque hay comunicación entre uno y otro, de todas formas existe cierta distancia y a veces un conflicto abierto entre el análisis cultural libre y la institución clínica. Se puede plantear esto como una brecha entre el "psicoanálisis", en el que algunas de sus premisas tienen validez para las distintas escuelas -freudianas, kIeinianas, lacanianas y otras-, y un pospsicoandlisis cuyo objeto es exclusivamente simbólico.28 El psicoanálisis está situado en una conjunción compleja de "las palabras y las cosas"; algunas de sus variantes se orientan exclusivamente al ámbito simbólico del lenguaje y la representación, mientras que otras (aunque no están lejos de la mentalidad que defiende el "acontecimiento real") suscribirían planteamientos de que la experiencia psíquica lleva cierto tipo de fuerza causal en una historia subjetiva. Referirse a estas diferencias de método y epistemología es preguntar cómo se constituyen los objetos de estudio en el seno de las distintas disciplinas. No prestar atención a esta pregunta equivale a trabajar en un ámbito muy estrecho. Puede haber cierto temor de que hacer esta pregunta sea promover o suponer la búsqueda de una "teoría general" o "perspectiva integrada", pero no creo que sea la consecuencia probable. Por el contrario, ocuparse de las "verdades" específicas de las diferentes disciplinas es descubrir no el modernismo controlador de una teoría general plenamente integrada del conocimiento, sino precisamente lo contrario: la inconmensurabilidad de los saberes que invita a una interesante reflexión. EN CONCLUSIÓN Creo que sería de provecho considerar más a fondo las implicaciones de lo que en vena foucaultiana podrían considerarse los "aparatos de la verdad de las disciplinas". En los ejemplos que he propuesto, he procurado llamar la atención sobre asuntos en los que tengo cierta experiencia (la sociología y los estudios literarios), y esto es inevitable porque no es posible hablar completamente fuera de estas convenciones. Sin embargo, cabe señalar que estos aparatos disciplinarios no son meras reliquias de las viejas y malas disciplinas, sino desarrollos vigorosos y vivos que también se encuentran en las nuevas y buenas. Los "estudios de la mujer", los "estudios culturales", los "estudios lésbicos y homosexuales" han perdido velozmente su apertura inicial de perspectiva y han elaborado premisas y convenciones muy distintivas (paradigmas disciplinarios), con las que cada uno de ellos opera. En los estudios feministas, la ambivalencia sobre el privilegio académico puede haber marginado estos problemas. Quizá, sin embargo, podríamos estar en mejor posición política si el contexto institucional de los saberes particulares y las fuerzas .variables que los acompañan se abordaran más abiertamente. En cuanto a la cuestión del materialismo, es probable que pase mucho tiempo antes de que se registren, 28 Barret, The Politics of Truth, cap. 5; véase también Richard Feldstein y Henry Sussman (comps.), Psychoanalysis and…, pp. 1-8.
  • 10. todavía mejor elaboradas, la influencia y las consecuencias de gran alcance de las dicotomías entre estructura y cultura, y base y superestructura. Esto vale sin duda para las feministas que trabajan con las bases disciplinarias de las ciencias sociales y la historia. En las artes y las humanidades, las repercusiones del postestructuralismo, por discutibles que sean, han sido mucho mayores. La teoría feminista ha podido ocuparse de una cantidad de asuntos ajenos a la perspectiva "materialista" clásica: en particular, el análisis de la corporalidad y de la mente. Las teorías "postestructuralistas", sobre todo la interpretación derridiana deconstructiva, el psicoanálisis lacaniano y el énfasis de Foucault en el cuerpo material y en los discursos del poder, han tenido mucha importancia en esto. Las feministas se han apropiado de estas teorías más que otros por buenas razones: estos teóricos se ocupan de cuestiones de sexualidad, subjetividad y textualidad a las que las feministas han dado prioridad en sus programas. Al tomar en consideración las discusiones que hoy se ramifican en torno al feminismo y el postestructuralismo, queda claro que caoa vez es más difícil aplicar con provecho las premisas materialistas clásicas. Afirmado, sin embargo, no significa promover una conversión general al "postestructuralismo", Las múltiples críticas postestructuralistas y posmodernistas al pensamiento liberal y al marxista han puesto de manifiesto decisivamente las deficiencias fundamentales de esas primeras teorías, No obstante, es mucho más difícil determinar si logran ofrecer una opción de mayor provecho, Mientras tanto, se pierden cosas al abandonar por completo los sectores de estudio tradicionalmente denotados por las disciplinas académicas de la sociología, la economía política, la economía y la política. Hay otro aspecto, paradójico, del despliegue feminista moderno de la condición históricamente atribuida a la materialidad desde un punto de vista económico. Si bien la clase social en definitiva es non grata como tema, puede hablarse con credibilidad de "proletarización" o de "explotación" en el contexto del capitalismo mundial y de las desventajas de origen racial (más bien como la discriminación legal de clase que se mantiene en Gran Bretaña, en materia de vivienda o de instrucción, por ejemplo, donde casos análogos de discriminación por razones de sexo o de raza correrían el riesgo de ser objeto de acción jurídica). Sin duda es una anomalía en cierto modo, aunque tenga explicación política. Por último, quiero concluir con un argumento sobre la cuestión del materialismo y los "fundamentos" teóricos de la práctica política. En las discusiones en torno al feminismo y el posmodernismo, algunos han defendido una concepción "modernista" de racionalismo, igualitarismo y autonomía como base de una práctica emancipadora, en el feminismo y en cualquier otro ámbito. En este modelo, podría considerarse que la obra de Habermas y la teoría crítica, por ejemplo, rescatan el feminismo del irracionalismo y de las limitaciones políticas de las perspectivas posmodernas. Queda claro que esta discusión forma parte de otra discusión más amplia respecto a si el feminismo es "esencialmente" una tarea modernista o posmodernista. Hay buenos motivos para sostener cualquiera de las dos posiciones y, en realidad, otra tercera de que el feminismo está entre ambas y de hecho desestabiliza la división binaria entre modernismo y posmodernismo.29 Con todo, me parece que no necesariamente hacen falta más y mejores teorías que legitimen o justifiquen la práctica política feminista. Esa necesidad parte de la premisa de que los valores políticos se producen mediante el análisis científico (el ejemplo es la definición "científica" clásica en oposición a la utópica del marxismo). Este "cientifismo", llevado al extremo, le quita valores a la política, y esto también se ha debido a la fachada de antihumanismo que ha caracterizado al postestructuralismo y a ciertas escuelas de pensamiento feminista. Las discusiones sobre ideología y subjetividad han mostrado que hace falta entender el factor de la agencia y la identidad mejor de como lo han entendido el pensamiento postestructuralista (antihumanista) o sus antecedentes modernistas (humanistas). Bien puede ser que para elaborar una mejor explicación de la motivación política subjetiva haga falta abrir de nuevo la cuestión, con imaginación y de manera innovadora, del humanismo, Mientras tanto, tal vez sea importante afirmar que los objetivos políticos se constituyen en buena medida a partir de valores y principios, que no pueden fundarse en el análisis social científico, sino que surgen de las aspiraciones más que de las demostraciones. 29 La antología más útil para esta discusión es la de Linda Nicholson, Feminism Postmodernism. Para el caso de feministas que critican con benevolencia la "Teoría crítica", véase Seyla Benhabib y Drucilla Corrnell (comps.), Feminism as Critique, véase también Nancy Fraser, Unruly Practices: Power, Discourse and Gender in Contemporary Social Theory. El libro de Susan Hekman Gender- and Knowledge ofrece una excelente explicación desde una posición afín al posmodemismo. Véase también Rita Felski, Beyond Feminist Aesthetics, cap. 2.
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