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SORAYA DEL ÁNGEL MORENO
Primera edición: octubre 2015
© Derechos de edición reservados.
Editorial Círculo Rojo.
www.editorialcirculorojo.com
info@editorialcirculorojo.com
Colección Novela
© Soraya del Ángel Moreno
Edición: Editorial Círculo Rojo.
Maquetación: Juan MuñozCéspedes.
Rev: Germán Fernández Martín.
Fotografía de cubierta: © - Fotolia.es
Diseño de portada: © Óscar Gil Raya
Producido por: Editorial Círculo Rojo.
ISBN: 978-84-9115-740-3
DEPÓSITO LEGAL: AL 1295-2015
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de
cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida
en manera alguna y por ningún medio, ya sea electrónico,
químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de
fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor. Todos
los derechos reservados. Editorial Círculo Rojo no tiene
por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con
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que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o
un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y
subjetivas.
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunica-
ción pública o transformación de esta obra sólo puede ser
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ción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español
de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o esca-
near algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com;
91 702 19 70 / 93 272 04 47).»
IMPRESO EN ESPAÑA – UNIÓN EUROPEA
Dedicado a ti, querido lector,
por confiar en mí y dedicar
tu tiempo a Gruhmnion
Soraya del Ángel Moreno
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LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
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Soraya del Ángel Moreno
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PRÓLOGO
Hubo un tiempo en que hombres y criaturas mitológicas habitaron
juntos en la Tierra. Tanto hace de ello, que se ha perdido en la me-
moria.
Los niños solían adentrarse en los bosques a la caza de aventu-
ras. Sabían que allí, en lo más profundo, les esperaban todo tipo de
criaturas. En ocasiones se topaban con ninfas que jugaban alrededor
de un manantial, o bien descubrían cuevas donde los diminutos wergs
escondían sus tesoros, aunque solo los realmente afortunadospodían
ver a criaturas como Pegaso, el níveo corcel alado. Los campesinos
también vivían una época magnífica. Aliados con los magos, se ser-
vían de hechizos para hacer más fértiles sus campos. Eran trueques
excelentes, magia a cambio de trigo, huevos o leche. Por su parte los
seres acuáticos ayudaban a los marineros y pescadores a defenderse de
los ataques de bestias marinas.
La relación de cordialidad y armonía entre especies, que se creía
perpetua, duró hasta que un terrible suceso hizo cambiar el curso de
la historia.
Era el año 1350 d.C., la pandemia conocida como Peste Negra de-
vastaba Asia y Europa. Algunos opinaban que se originó por una bac-
teria, aunque la mayoría de hombres sospechaba que surgió fruto de
una maldición. Su confianza en los magos, pues, se vio mermada. La
obstinación de los hombres no les dejaba ver la realidad: ninguna cria-
–14–
LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
tura era culpable de la epidemia y, en consecuencia, el odio hacia ellas
aumentó con cada puesta de sol. Se cometieron auténticas barbarida-
des contra las criaturas y, pese a que éstas podían haberse defendido
por estar sobradamente capacitadas para aniquilar la especie humana,
no lo hicieron. Su nobleza les obligaba a afrontar con resignación
cualquiera que fuese su destino.
Los cinco siglos posteriores al origen de la epidemia fueron cono-
cidos como La Era de la Cacería. Los humanos, que ya no recordaban
el porqué de aquel odio, solo buscaban sus preciados trofeos: cabezas
de hidra del Amazonas para decorar su salón, el pie de un bigfoot colo-
cado a modo de mesita de noche, cenizas de brujas que servíancomo
cura para las quemaduras, orejas de elfo que, mezcladas confresones,
eran un estupendo afrodisíaco…
Las criaturas fueron sucumbiendo con el paso del tiempo. Desapa-
recieron clanes enteros, razas que habitaban la Tierra desde el origen
de los tiempos.
—Escóndete aquí, cariño. Y no salgas, pase lo que pase… —la
madre Dodo acarició con el pico el plumaje de su pequeño por última
vez antes de emprender el vuelo. Intentaría despistar a los cazadores.
—Mamá, ¡yo quiero ir contigo! ¡No me dejes aquí! —le recrimina-
ba la cría.
La madre salió del pequeño hueco del árbol y comenzó a hacer
piruetas aéreas mientras se alejaba de aquella zona del bosque pero no
tardaron en detectarla. La cría, asustada, perdía cada vez más plumas
al encontrarse en estado de shock. No sabía qué ocurría ni por qué su
madre había tenido que irse de su lado. De pronto, dos disparos le
dejaron sin aliento.
—Ha salido de ese árbol, debe de tener aquí el nido —gritó uno
de los cazadores mientras señalaba el orificio donde se encontraba el
pequeño Dodo.
–15–
Soraya del Ángel Moreno
—Aves parlantes…engendros del demonio —exclamó asqueado
el batidor dirigiéndose a la apertura del árbol. Extendió su brazo y
metió la mano dentro, encontrando un pico en forma de garfio y una
criatura pequeña y rechoncha cuyo plumaje escaseaba. Agarró del
cuello a la cría y la sacó de su refugio, ocasionando que laúltima ima-
gen del Dodo fuera la de su madre estrangulada a manos del cazador.
La situación era devastadora. Tras siglos de sufrimiento, las cria-
turas no podían aguantar más y pidieron auxilio a sus dioses. No lo
hicieron por temor a su propia muerte, o por miedo a la aniquilación
de las especies. Lo hicieron porque rechazaban la idea de un mundo
sin magia, un lugar triste donde sus habitantes prefiriesen la guerra a
la cordialidad. No estaban dispuestos a que los supervivientes vivieran
escondidos y atemorizados, así que oraron a los dioses implorando su
ayuda para terminar con las atrocidades que sufrían a manos de los
hombres.
Hasta entonces los dioses todopoderosos, que velaban por su
pueblo desde la bóveda celeste, decidieron no tomar partido en la
convivencia entre criaturas y humanos, ya que el favoritismo hacia
unos supondría la aniquilación de los otros. Pese a que las criaturas
conocían de su existencia, los hombres no tenían claro quiénes eran.
Inventaron tantas religiones, cada una con un supuesto dios auténtico,
que lo más probable es que la verdad hubiese supuesto una guerra
teológica mundial. A los dioses no les resultó fácil encontrar una solu-
ción que satisficiera a todos. Meditaron largo y tendido y, tras añosde
reflexión, finalmente decidieron tomar partido. Así fue como en 1893
descendieron para ayudar a losoprimidos.
Fueron súmamente cuidadosos respecto al lugar donde asentar-
se. Tomaron tierra de noche, en una zona forestal repleta de árboles
cuyas raíces destacaban en un suelo libre de vegetación; las copas de
los árboles bloqueaban la luz de la luna y eso hacía que la zona fuese
totalmente oscura, perfecta para sucometido.
–16–
LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
Las dos primeras deidades en llegar fueron Damarcus, Dios Supre-
mo y Dana, su esposa y Señora de la Vida y la Inmortalidad. Tras ellos,
descendieron los otros tres dioses: Dahlia, llamada Madre Naturaleza;
Jan, Dios de la Luz y la Oscuridad y Afi, Señor de la Vía Láctea. Antes
de comenzar su tarea aseguraron la zona, comprobando que se en-
contraban a salvo de miradas curiosas. Los dioses incluían en su plan
a los seres más poderosos que habitaban el planeta hasta entonces: los
magos.
—Llegó la hora de la congregación —anunció Damarcus.
Este dios de aspecto similar al humano, de ojos blancos y sin ve-
llo alguno en su cuerpo moreno y musculado, era capaz de contactar
mentalmente con quien quisiera y, siendo el más poderoso de todos,
podía hacerlo con millones de seres al mismotiempo.
Damarcus se preparó para la comunicación. Cerró los ojos y, de
inmediato, un halo de luz rodeó todo su cuerpo. Buscó las auras de
los magos, tarea nada fácil, ya que tenía que ubicarles entre billones de
ellas. Una vez localizadas, inició lacomunicación.
—Magos de la Tierra, os habla Damarcus, vuestro dios —la voz
retumbaba en sus mentes como lo hace el eco en la profundidad de
una cueva—. Acudimos a este mundo tras escuchar las súplicas de las
criaturas y ver las atrocidades que ha cometido el hombre —los hechi-
ceros, desconcertados aunque albergando esperanza para su pueblo,
recibieron con entusiasmo las palabras deltodopoderoso.
Damarcus les convocó en el bosque, al alba. Los cinco dioses es-
peraron pacientemente sentados en unos lechos que habían formado
agrupando las hojas caídas de los árboles.
—Ya no recordaba qué se sentía al tocar hojas —reconoció la dio-
sa Dana mientras acariciaba el lecho—, es tan agradable…
—Gracias, querida…—dijo Dahlia—. Fue difícil crear vegetación
y fauna en este planeta y, después de tanto trabajo, ¡van y se lo atri-
buyen a otro! —recriminó—. ¡Los humanos se merecen una buena
azotaina en el trasero! —dijo haciendo aspavientos con sus ramas.
–17–
Soraya del Ángel Moreno
Siempre que lo hacía tenía problemas con la corteza que envolvía su
cuerpo. Además, cuando se enfadaba, perdía parte de las hermosas
flores blancas que componían su melena.
—Ya sabessss lo influenciables que son, Madre… —apuntó Afi
siseando, como es propio en las serpientes—. Ademássss desconocen
la verdad; imagina que algún día descubriesen que yo lessss alejé de
Andrómeda… ¡el choque entre galaxiassss era ineludible! Les aturdi-
rían y sobrecogerían tantassss cosas que es mejor que sigan siendo
unos ignorantessss.
—¿Tú qué opinas, Jan? —preguntó Madre Naturaleza—. No has
abierto la boca desde que llegamos —dijo algo preocupada.
—No soy un gran orador, Dahlia —respondió el Dios de la Luz
y de la Oscuridad—. Ya conoces mi opinión… —en ese momento
batió sus alas para ponerse en pie—. Siempre te obedeceré, padre
—dijo clavando su mirada en Damarcus—, pero creo que quien debe-
ría marcharse de este planeta es el hombre, por sumaldad.
Damarcus, apoyándose en su rodilla, también se puso en pie para
caminar unos pasos y acercarse a su hijo. Puso su mano en el hombro
del ángel y se dirigió a él.
—Lo acordamos en la bóveda, hijo mío —le recordó—. Lo mejor
es que todo lo mitológico quede oculto para el hombre. No saben
convivir con la magia, lo destruyen todo. No están preparados para
lo sobrenatural ni para convivir con las bestias —dijo refiriéndose a
feroces animales colosales que también habitaban en la Tierra—. Por
eso nosotros también partiremos junto a las criaturas. Cuando vaya-
mos con ellos, todo será diferente.
Damarcus, con suavidad, colocó uno de los mechones rubios de
Jan tras su oreja.
Sin apenas darse cuenta el sol comenzó a salir y, con el resplandor
de sus primeros rayos, comenzaron a llegar los hechiceros. Los dio-
ses se pusieron en pie, preparándose para recibir a los mil doscientos
convocados.
–18–
LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
Los primeros en aparecer fueron los magos que dominaban los
encantamientos de transmutación y los que contaban con la ayuda de
las aves para trasladarse de un lugar a otro. Los que podían transmutar
siempre permanecían en su forma animal para pasar desapercibidos
a ojos del hombre, pero no era fácil dominar esta técnica, ya que se
necesitaba tener mucho poder y experiencia. Los hechiceros que lle-
gaban surcando los cielos no tardaron en unirse al grupo. Otros apa-
recieron a lomos de sus corceles y el resto sobre nubes, fuego o hielo
que iban formando ellos mismos con su poder.
Una vez los dioses tuvieron delante al gremio de magos al com-
pleto, se dieron cuenta de lo que habían evolucionado sus creaciones,
sintiéndose orgullosos.
Entre los miles de magos, distinguieron al fundador del gremio,
el venerado Viejo Cuervo, a los prestigiosos Tupak y Lenam, de as-
pecto reptil; Dahon, el más joven de ellos; Român, Liv y Skip, con
características de ave o Aiko, la hechicera cíclope. Todos se saludaban
entusiasmados. La mayoría estuvieron ocultos durante mucho y no
habían visto a otro camarada del gremio en años, así que se creó un
gran alboroto por aquel felizreencuentro.
Pronto Damarcus dio un paso adelante y extendió sus brazos para
que los convocados guardasen silencio. No había tiempo que perder.
—Magos venidos desde los confines de la Tierra, os halláis aquí
para cumplir la voluntad de vuestros dioses —Damarcus, conocedor
de todas las lenguas del mundo, se dirigía a ellos en korüm, la lengua
oficial del gremio—. Sabed que el sufrimiento de nuestro puebloaca-
bará hoy, en este momento y en este lugar.
Los magos permanecían en silencio, nadie quería interrumpir al
supremo.
—Os hemos reunido a todos para que, con vuestro poder, nos
ayudéis a crear un nuevo mundo, lejos del hombre. En él convivire-
mos como antaño, en armonía, apartados de toda barbarie.
Los magos aplaudieron enérgicamente, no podían estar más de
acuerdo. Damarcus volvió a levantar los brazos para hacerles ver que
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Soraya del Ángel Moreno
no había terminado su discurso ya que su responsabilidad era expli-
carles los detalles. Todos volvieron a guardarsilencio.
—Los dioses desplazaremos a todos al nuevo mundo cuando esté
listo, pero necesitamos de vuestra magia para obrar un portal, un paso
entre los dos mundos por donde hacer la conexión y el traslado —los
hechiceros escuchaban con atención, nadie se atrevía siquiera a mo-
verse—. Para ello, —continuó Damarcus—, los dioses canalizaremos
vuestra magia y lo construiremos. Lo más difícil será establecer el es-
pacio vacío, la nada que habrá al otro lado para después abastecerla de
todo lo necesario para la vida.
En ese momento, el dios se acercó a su esposa, le cogió la mano y
besó el dorsal tiernamente antes de seguir su discurso.
—Todos conocéis la potestad de Dana —continuó Damarcus apa-
ciguando su voz—. Nació con un poder único, el de devolver la vida
a los muertos otorgándoles la inmortalidad si lo merecen. En esta
ceremonia, como sabéis, mi esposa ofrece su propia sangre aldifunto
convirtiéndolo en ángel y pudiendo vivir como ser inmortal —Da-
marcus tomó aire antes de seguir—. Para poder abastecer la nada y
permitir a nuestro pueblo vivir en ella, Dana tendrá que hacer justo lo
inverso. Necesita del poder que contiene vuestra sangre para obtener
la fuerza suficiente para tal cometido.
Los magos comenzaron a entender que la diosa, al hacer su ritual
de forma inversa, les extraería la sangre a todos. Probablemente termi-
narían convertidos en entes incorpóreos y, por tanto, a Dana le sería
del todo imposible darles la inmortalidad como ángeles… su sacrificio
les llevaría a una muerte segura.
—Tened fe, hijos míos, esa que nunca os ha abandonado —les
pidió el todopoderoso—. No os asustéis ante la idea de la muerte,
porque nosotros estaremos a vuestro lado. Este sacrificio y vuestra
gesta acompañarán a nuestro pueblo hasta el fin de los días, permi-
tiendo que otros disfruten de una nueva vida en el mundo quenacerá
hoy… —Damarcus giró su cuerpo, dando la espalda a los magos—.
¡Aquí! —y señaló con su dedo índice hacia delante.
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LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
Del dedo de Damarcus surgió un agujero negro que iba brotando
como mana el agua de una fuente. El agujero permaneció suspendido
en el aire, y entonces gritó: —¡Aquí emergerá el portal!
Los magos, a pesar del estupor inicial, se concentraron en su mi-
sión. Conocían los detalles del plan y ahora les tocaba actuar para
ayudar a las criaturas. El primer paso era el de lanzar su hechizo más
poderoso para que los dioses lo canalizasen, dieran forma al portal y
se hiciese la nada.
Todos se prepararon, cerraron sus ojos y se concentraron. En me-
dio de aquel silencio sobrecogedor, alguien clamó Eo in Librä!!1
, el
grito de la libertad. De inmediato, todo el gremio lo repitió alzando
los puños, mostrando el honor de los magos. Mientras, los dioses se
alinearon delante del agujero negro listos para recibir el impacto de los
hechizos que iban a lanzarles los magos.
Pese al sol resplandeciente, la concentración de los magos hizo que
la zona del bosque se volviese oscura. La noche parecía haber llegado
de nuevo, quedando todo oscuro, en silencio. El tremendo poder que
estaba a punto de liberarse hizo temblar la tierra con tanta intensidad
que los árboles se desestabilizaron y comenzaron a caer, arrancados
de raíz. Trozos de montañas cercanas explotaron, haciendo saltar por
los aires rocas del tamaño de viviendas.
De pronto la oscuridad comenzó a disiparse gracias a los destellos
de colores que causaban los hechizos a medida que los magos los
lazaban. Esferas de fuego chocaban contra el pecho de Damarcus;
rayos de escarcha eran absorbidos por la diosa Dana; huracanes eran
atraídos por el cuerpo de Jan; rocas del tamaño de montañas aparecían
de la nada y eran arrojadas hacia el dios Afi; nubes tóxicas empapaban
a Madre Naturaleza… Las divinidades atraían los hechizos hacia ellos
y, de esa magia, emanó el poder para que el portal tomase forma. El
pequeño agujero negro creció rápidamente hasta formar la estructura
de un enorme pórtico. En el interior del arco, tras una pantalla acuosa,
se apreciaba una luz blanca y cegadora: era el otro lado, la nada.
1
En la lengua Korüm, utilizada por los miembros del gremio de magos, se traduce como: ¡Por la libertad!
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Soraya del Ángel Moreno
El primer paso para crear un nuevo mundo había concluido.
Damarcus percibió como muchos de los magos ya no desprendían
aura. Sus cuerpos habían ido desapareciendo a medida que perdían
su poder. Examinó a los que quedaban en pie, tal vez unos cien, y se
acercó a ellos.
—Valientes magos de la Tierra, los dioses hemos comprobado la
magnificencia de vuestro poder —admiró el supremo—. ¡Gracias a
vosotros el portal y la nada son unarealidad!
Los magos supervivientes estaban agotados. Tras desprenderse de
casi todo su poder quedaron tan extenuados que ni los propios sana-
dores pudieron curarse. Pese a todo, no suponía un problema porque
lo que la diosa necesitaba para su cometido no era la magia de los
hechiceros, sino su sangre.
Hubo un leve murmullo entre los magos cuando vieron que Dana
se aproximaba a ellos, señal de que su muerte seacercaba.
La diosa era realmente bella. Sus grandes ojos verdes destacaban
entre su cabello largo y rizado, rojo, del mismo color que sus labios.
Su cuerpo esbelto de piel lechosa brillaba, y su toga color mármol la
hacía parecer una de aquellas mujeres romanas que tanto le divertían
cuando el Imperio aún existía.
—Valerosos magos —dijo apaciblemente Dana—, aquí nos en-
contramos, ante uno de los sucesos más importante de nuestra histo-
ria. Cuando dé comienzo el ritual solo oiréis mi voz. Vendrá a vuestra
mente el momento más feliz que hayáis vivido en la Tierra y quedaréis
dormidos en un sueño bello y placentero, sin sentir ningúndolor.
La Diosa de la Vida y la Inmortalidad alzó las manos con delicade-
za. Los magos no sintieron miedo, en realidad les envolvió una sensa-
ción muy agradable antes de sentir como sus ojos se cerraban. Un leve
cosquilleo, similar a una caricia, recorrió sus espaldas y les sumió en
un sueño muy profundo. Cada mago soñaba con el momento en que
había sido más feliz. Unos pensaban en sus hijos y cónyuges, otros
en la primera vez que levitaron y los más jóvenes se acordaban de las
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LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
aventuras que vivieron junto a sus amigos más queridos. Así fue como
la diosa fue absorbiendo la sangre hasta que aquella parte del bosque
quedó plagada de los cuerpos inertes de los magos, convertidos en
sacos de piel.
Las manos de Dana obtuvieron la energía que emanaba la sangre
de mago; había quedado envuelta en un aura de color carmesí tan
intenso que toda ella parecía bañada en la misma sangre que había ab-
sorbido minutos antes. Levitó unos metros sobre el suelo y, dirigiendo
su mano hacia el portal, disparó una onda de energía hacia la nada. Así,
la luz blanca y cegadora que había en ese espacio desapareció.
Damarcus cruzó al otro lado del portal atravesando la pantalla
acuosa y, con la ayuda de las diosas, fueron transformando el blanco
en un espacio repleto de agua de la que brotaron seis vastas superficies
de diversas magnitudes. Dos islas se definieron al oeste mientras un
continente central, la más grande extensión de territorio del nuevo
mundo, surgía de las aguas junto a otra isla al noroeste; el último en
aparecer fue el continente oriental con una pequeña isla al norte. Así
es como surgieron los territorios que más tarde darían vida a los rei-
nos.
Hicieron que de la tierra seca naciera abundante vegetación, fauna,
ríos, montañas, desiertos… todo lo necesario para que las criaturas
pudiesen retomar sus vidas con notablesmejorías.
Cuando la tierra fue creada, Dana, hasta entonces envuelta en un
halo rojo, retornó a su antiguo aspecto. Agotadas, ambas diosas se
desplomaron en el suelo del bosque y el supremo se apresuró a ir en
su ayuda y comprobar que estaban bien tras perder gran parte de su
energía.
Damarcus, a continuación, ordenó a Jan y a Afi que cruzasen tam-
bién el pórtico. Afi entró primero en el nuevo mundo y, reptando, se
alejó de la entrada unos metros. Comenzó a espirar y de su aliento
nació una suave brisa que poco a poco se fue aferrando por todo
aquel espacio.
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Soraya del Ángel Moreno
El dios Jan, en plena armonía con Afi, voló y comenzó a girar
sobre sí mismo a enorme velocidad. De su cuerpo apareció una luz
intensa, dando paso al primero de los días. Como una pareja de baile
bien acompasada, Afi usó el día para crear un astro solar que guiase
a los futuros habitantes, y por su parte, Jan ondeó su cuerpo creando
así la oscuridad y dos lunas que brillasen en la noche y orientasen a
las criaturas nocturnas. También nacieron estrellas que ayudarían a los
navegantes en sus largas noches en alta mar.
Con el trabajo concluido, las dos divinidades volvieron al mundo
humano, atravesando de nuevo el portal. Afi, agotado, inclinó su cabe-
za para confirmar al supremo que su cometido se había llevado a cabo
exitosamente y Damarcus devolvió el gesto agradecido.
—Mi Señor, ¿no habría forma de usar mi poder para resucitarles?
—preguntó Dana volviendo en sí.
—Ya conoces las leyes divinas —le recordó—. Los difuntos incor-
póreos, o con el cuerpo en tan mal estado, no pueden someterse a tu
juicio. En estos momentos deben estar ya en la Ciudad de los Difun-
tos —le explicó su esposo.
Damarcus guardó silencio. Abrazaba a su esposa con fuerzamien-
tras observaba el bosque cuando, de pronto, algo llamó su atención;
detectó movimiento. Dejó a las diosas recostadas mientras los demás
permanecían inmóviles, contemplando como el supremo se dirigía
hacia los despojos. Apartó varios sacos de piel y vio con claridad la
garra escamada de Lenam. Cerró sus ojos y se concentró, logrando
detectar nueve auras, ¡nueve supervivientes!
—Dioses, ¡aquí! —atendieron a los nueve magos que sobrevivie-
ron al enorme desgaste de poder.
Los supervivientes estaban muy desmejorados. Habían perdido
mucho peso, parecían esqueletos; aun así la fortuna quiso que el dios
los encontrase con vida. Usó su poder para sanarles pero el desgaste
sufrido había sido tan tremendo que los magos seguían inconscientes.
–24–
LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
Quedaban pocas horas para anochecer y Damarcus, aprovechando
que los magos dormían, decidió honrar a los fallecidos con un ritual
del propio gremio. Las demás divinidades lo observaron con atención
mientras descansaban, no tenían fuerza ni poder suficiente como para
unirse al supremo.
—Hoy dejará de existir la magia en el mundo del hombre…
—dijo—. Huirá cualquier ápice de magia, ilusión y fantasía de sus
corazones. Lo que tanto amamos una vez lo ha destrozado en su in-
mensa crueldad. Finaliza la Era en la que hombre, criatura y bestia
conviven juntos —apenado, comenzó elritual.
Sus ojos blancos apuntaron al cielo y los cuerpos ascendieron hasta
las estrellas. En ellas arderían, transformándose en parte del cosmos y
cerrándose así un ciclo.
Ya había amanecido y los magos despertaron. Se sentían confu-
sos, extraños y muy cansados. Aun así, no tardaron en recordar todo
lo sucedido el día anterior. Parecía mentira que, en solo unas horas,
la vida les hubiera cambiado tanto. Damarcus, viéndoles abatidos, se
acercó a ellos.
—Sabemos que ha sido duro, hijos míos. Pero lo habéis logra-
do. Ya solo queda abandonar este mundo. El momento de la travesía
ha llegado —les anunció—. Los dioses queremos proclamaros, a los
nueve, nuestros portavoces. Seréis conocidos como Altos Magos en
el nuevo mundo y os encargaréis de que nuestras leyes se respeten
en los ocho reinos. La maldad del hombre no traspasará este portal.
Todo está listo para la travesía de nuestro pueblo… —expuso—,…
les ubicaré muy lejos del pórtico para que nunca, nadie sepa dóndese
encuentra, salvo nosotros.
Ambos mundos estarían conectados durante el tiempo que durase
la travesía y, como había anunciado Damarcus, el paradero del portal
permanecería oculto. Una vez estuviesen todos al otro lado, se cerraría
para siempre.
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Soraya del Ángel Moreno
Damarcus ordenó a los Altos Magos ser los primeros en cruzar
por el pórtico; todos salvo el mago Lenam. Los dioses le pidieron que
se quedara para ayudarles a sellar el portal por ambos extremos ya que
ellos también habían perdido gran parte de su poder durante la crea-
ción. Con todos los cabos atados, el momento de anunciar la travesía
a las criaturas había llegado.
Damarcus usó una vez más la telepatía, tal y como había hecho
para convocar a los magos. Su poder era de tal magnitud que, pese
a estar también exhausto, hizo que cada criatura le escuchase en su
propia lengua, siendo una comunicación multilingüe.
—Criaturas de la Tierra, os habla vuestro dios Damarcus. Hemos
oído vuestras súplicas y me hallo junto al resto de deidades ante un
nuevo mundo creado para vosotros. Los magos de la Tierra os han
dado un hogar y una nueva vida aunque, lamentablemente, solo nueve
han sobrevivido; los nueve que os guiarán en esta nuevaera.
Las criaturas escuchaban al dios desde sus escondites y sintieron
consuelo por primera vez en muchotiempo.
—Usaremos nuestro poder para transportaros lejos del hombre
y de su persecución. Os acompañaremos y volveremos a observaros
desde los cielos. Al acabar de pronunciar estas palabras sentiréis frío
y un leve mareo causado por la teletransportación.Dormiréis durante
el viaje y, cuando despertéis, lo haréis en el nuevo mundo: ¡Gruhmnion!
Las palabras de Damarcus fueron como un bálsamo para los opri-
midos y el supremo lo percibió.
Los dioses formaron un círculo, unieron sus manos y el éxodo
de las criaturas dio comienzo. Paulatinamente cada ser fue desvane-
ciéndose para, más tarde, volver a emerger al otro lado del portal en
el lugar elegido por las divinidades. Esta localización era enorme, del
tamaño de media Europa, ya que serían decenas de millones las cria-
turas situadas allí. Reunieron a las feroces bestias en el oeste para que
no hubiese problemas con ellas durante el periodo de adaptación. Una
vez en Gruhmnion, los Altos Magos les ayudarían a encontrar a cada
cual su lugar idóneo o bien localizar a sus familiares.
–26–
LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
Damarcus terminó su cometido habiendo perdido su poder, ape-
nas le quedaban fuerzas para mantenerse en pie pero no importaba.
Era su turno para cruzar el portal y allí, en el nuevo mundo, recupe-
rarían sus fuerzas.
Mientras, en Gruhmnion, los Altos Magos aguardaban junto al
pórtico a que aparecieran el resto de creadores. Escucharon un es-
truendo, sin duda se trataba del cierre del otro lado del portal. De
inmediato avistaron una silueta que salía de la capa acuosa. La figura,
de unos dos metros de altura, vestía una túnica de un blanco inmacu-
lado, con una capucha del mismo color. La túnica, que cubría casi por
completo su cuerpo y sus facciones, apenas dejaba visibles los cuatro
dedos escamados que tenía en cada garra, de colores marrón grisáceo.
Al alzar un poco la cabeza, pudieron verse los dos destellos amarillos
que proyectaban sus ojos y, a medida que se acercaba más, despuntaba
una larga lengua cobriza que sacaba repetidamente de su boca. No
había duda, era el mago Lenam, que sujetaba con ambas garras un
bastón hecho de madera, cuyo mango negro representaba una cabeza
de unicornio. Nadie le seguía.
Los magos intercambiaron miradas de estupefacción, no espera-
ban verle aparecer solo.
El saurio se dispuso a cerrar el portal sin prestar atención a sus ca-
maradas. Cogió el bastón con una garra y comenzó un encantamiento
pronunciado en la lengua del gremio, desconocido por todos hasta ese
momento:
Daeh Maestre in sumestra
Vitala ye aös relat in maxium Oda
Sa lönmuro a vu, paso
Carub til layo clepsidra
Daeh sa gurjor2
2
En la lengua Korüm se traduce como: “Yo, maestro de la magia, bendecido con el poder del Dios
Supremo, te ordeno a ti, puerta, cerrarte hasta el fin de los tiempos. Yo te lo ordeno.”
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Soraya del Ángel Moreno
Lenam pronunció la última palabra y del bastón surgió un remo-
lino de viento que lo envolvió completamente y le hizo quedar en el
centro del ciclón. Agarró fuertemente la vara de madera y con ella
apuntó hacia el pórtico,recitando:
—Por la autoridad que me han otorgado los grandes dioses de la
Tierra y de Gruhmnion, yo, Lenam, ¡cierro este pasaje eternamente!
Tras una breve sacudida, el remolino le liberó, creándose un fuerte
tifón que salió disparado hacia el portal. Apareció entonces una luz
brillante y cegadora que obligó a todos los presentes a cerrar los ojos.
Para cuando consiguieron abrirlos, el enorme pórtico era una simple
construcción arqueada, hueca.
—Hermanos… —dijo Lenam acercándose a los demás—, ya no
debemos temer, el portal ya está sellado —la lengua amarillenta salía
de sus fauces a toda velocidad. Sabía que sus compañeros estaban
deseosos de saber qué había ocurrido durante su ausencia, así que no
les hizo esperar—. Los dioses, tras meditarlo una vez más, han deci-
dido permanecer en el otro mundo y velar por el hombre. Albergan
la esperanza de advertir cambios en él —explicó apenado—. Me han
dado esta vara con parte de su poder para sellar el portal desde este
extremo.
Los magos comenzaron a bisbisear, pero Lenam aún no había ter-
minado.
—Entiendo vuestra sorpresa —declaró el mago acercándose aún
más a sus camaradas—, pero debemos respetar su voluntad. Este bas-
tón representa la confianza que han depositado en nosotros paradiri-
gir Gruhmnion en su nombre. No podemos fallarles.
—Pero ¿qué sucederá en un mundo sin dioses, Lenam? —le inte-
rrumpió Dahon, el más joven de los magos y de aspecto humano—.
Me preocupa que no estemos preparados para esta tarea. Solo hace
unas horas que somos Altos Magos, ¡por los dioses! ¿A vosotros os
han dado instrucciones? —preguntó nervioso mirando a cada uno de
sus compañeros—, porque a mí no.
–28–
LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
—Tranquilízate, Dahon —Lenam posó su garra en la cabeza lam-
piña del joven—,…y déjame terminar —le regañó—. No os lo he
contado todo. Al haber perdido tanta sangre, se nos ha arrebatado
gran parte de nuestro poder. Dana me lo confesó antes de despedir-
nos.
Los magos estaban confusos tras escuchar las palabras de Lenam,
y más cuando el saurio les propuso ocultar el paradero de los dioses
con el fin de evitar que los devotos más radicales entrasen en estado
de pánico.
—Por último —dijo Lenam—, debemos concluir la importante
tarea que nos ha sido encomendada por Damarcus. Pitia, ¿tienes el
pergamino de los dioses?
—Aquí está —respondió.
—Nos han entregado este manuscrito… —apoyó el bastón en una
roca para desplegar el rollo de papel—,…cuyo asunto marcará el futu-
ro de toda criatura viviente. Aquí están los nombres de los monarcas
designados para ocupar los tronos de los reinos de Gruhmnion.
Una vez corroborado por todos, lo enrolló de nuevo y lo guardó
en su túnica.
Era el momento de comenzar a ayudar a los recién llegados. Como
portavoces, los Altos Magos ampararon a las criaturas y les ayudaron
a buscar las localizaciones que mejor se adaptaban a la naturaleza de
cada uno de ellos, tal y como los todopoderosos habían querido.Con
el paso de los años, los habitantes de Gruhmnion fueron encontrando
su lugar y a sus familias, indagando en los reinos, construyendo sus
ciudades y aldeas, elaborando caminos y medios de transporte hasta
quedar cada cual en su espacio predilecto.
…Y al otro lado del portal, los humanos fueron perdiendo el rastro
de las especies legendarias que habían convivido desde el origen de
los tiempos junto a ellos: hadas, ninfas, unicornios y dragones, entre
muchas otras.
La Era Gruhmniana daba comienzo.
–29–
E
CAPÍTULO UNO
l primer rayo de luz dio paso al amanecer y la claridad de la ma-
ñana fue bañando Gruhmnion desde el reino Decódeon, situado
al oeste, hasta el oriental reino de Nodral.
Era la primera vez que se celebraba una festividad ecuménica. Los
habitantes organizaban, excitados, los preparativos de esta fiesta en
todos los reinos; no era para menos ya que en unos días se conmemo-
raría algo muy especial: el Centenario de la Creación de Gruhmnion.
La Edad de la Transición, como la llamaban los propios gruhmnianos,
estaba siendo una época pacífica, de adaptación y, agradecidos a sus
dioses, las criaturas les rendían homenaje con lafestividad.
Al margen de los preparativos, los Altos Magos tenían responsabi-
lidades que atender. Cada dos estaciones se reunían en el reino Bosque
Colossus para debatir sobre la conducta de los gruhmnianos. Com-
probaban que prevaleciera el orden en los reinos y se cercioraban de
que todos viviesen acorde a las expectativas generadas por los dioses;
al fin y al cabo ellos eran sus portavoces. En aquella ocasión, además,
coincidía con su cometido de tribunal en La Academia, la escuela de
magos más importante de los ocho reinos, donde su función era la de
evaluar a los alumnos que aspiraban a MaestreMago.
El Bosque Colossus estaba dividido en distintos sectores con ve-
getación y clima independientes, que permitían la formación de miles
–30–
LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
de ecosistemas distintos dentro del mismo reino. Millones de árboles
poblaban aquel espacio verde tan precioso, tan perfecto. Dentro del
descomunal territorio, solo existía una pequeña zona donde la natura-
leza no era tan copiosa: el Castillo de Edicto, lugar en el que se cele-
braban las asambleas del gremio de magos y donde se encontraba La
Academia. Cuando Gruhmnion fue creado, los aspirantes a los tronos
aceptaron sus nombramientos en este castillo y decretaron, junto a los
Altos Magos, las leyes de los reinos. Así quedó plasmado en el primer
manuscrito de esta Edad, El Real Pergamino Blanco:
Preámbulo:
Los líderes de Gruhmnion en el presente pacto,
Considerando que se tendrá por base el reconocimiento de la dignidad
inherente a todos los habitantes de Gruhmnion y de sus derechos iguales e
inalienables dentro del Bosque Colossus,
Reconociendo que estos derechos se derivan de la honorabilidad de todas
las razas existentes,
Considerando que el Real Pergamino Blanco impone a los reinos la
obligación de promover el respeto de las libertades dentro de Gruhmnion en
su totalidad,
Comprendiendo que está prohibida la magia dentro del Bosque Colos-
sus y/o acciones cuyos fines sean maléficos y perjudiciales para el resto de
seres presentes en el sagrado reino,
Concediendo a Lenam, el mago, el privilegio de poder utilizar lamagia
dentro del Bosque Colossus por su cargo de líder de los Altos Magos,
Concediendo a La Academia, el privilegio de ser el único lugar en el
Bosque Colossus donde se podrá hacer uso de la magia, siempre y cuando
sea para instruir y se realice Bajo la supervisión de sus profesores, o Altos
Magos,
Asignando a Odaka como vigía, defensor y ejecutor de las leyes aquí
expuestas,
Convienen en los artículos siguientes:
–31–
Soraya del Ángel Moreno
PRIMERO: Se respetará la libertad de todo ser que pise tierra del
Bosque Colossus, a excepción de aquellos quienes incumplan los mandatos
expuestos en el Real Pergamino Blanco
SEGUNDO: Siempre que se requiera de una asamblea para tratar
temas que afecten a cualquiera de los reinos, ésta será dirigida por los Altos
Magos y se llevará a cabo en el Castillo de Edicto
TERCERO: En una asamblea con temas globales a tratar, se elegirá a
un representante de cada reino implicado, que ejercerá de portavoz. Todos tienen
derecho a parlamentar por turnos que establecerá el líder de los Altos Magos
CUARTO: Los habitantes de Gruhmnion respetarán lo que se dic-
tamine en cada asamblea aunque se pueden presentar objeciones que serán
estudiadas por los Altos Magos
QUINTO: El objetivo de la creación de Gruhmnion y del Bosque
Colossus es salvaguardar al mundo de cualquier acción que incite a la
destrucción de la paz
SEXTO: Cada reino de Gruhmnion tendrá sus propias leyes y man-
datos, siempre supervisados por su rey o reina y/o una asamblea real.
El Real Pergamino Blanco reflejaba lo que habían decidido los dio-
ses, un reino neutral, donde no existiera violencia y todas las criaturas
respetasen. Por esto, los gruhmnianos se referían a este reino como el
reino sagrado.
En esta ocasión, la reunión que pretendían celebrar los magos al
llegar al Castillo de Edicto no era como las anteriores. Rumores apun-
taban a que se estaban produciendo una serie de altercados al oeste,
en el reino de Decódeon, y los Altos Magos debían debatir sobre qué
hacer. Lenam, líder del gremio y gobernante de uno de los reinos,
propuso al resto citarse al amanecer en la entrada sur del Bosque Co-
lossus. Como siempre ocurría, llegó el primero.
El mago nació durante la Era Humana, en Indonesia. Sus padres,
igual que él, eran reptors, una raza descendiente de los saurios que evo-
lucionó formando seres con aspecto humanoide, pero con rasgos de
–32–
LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
reptil. Esta raza aglomeraba gran cantidad de subespecies: los había
con aspecto de salamandra, otros tenían un semblante camaleónico,
existían reptors con cara de serpiente y entre otros tantos, estaban los
de semblante de dragón de Komodo, como Lenam y sus padres.
No tuvo demasiados problemas para ocultarse de los humanos du-
rante su vida en la Tierra, ya que su hábitat no había sido descubierto
por los bárbaros. Su hogar permanecía virgen, intacto. La única com-
pañía que tenía su familia era la de tres dragones de Komodo que,
quizá por similitud, se acercaban de vez en cuando al lecho del río
donde construyeron su morada. Rehivo, el padre de Lenam, le regaló
un libro de alquimia cuando éste era solo una cría: Recital mágico para
principiantes, libro que se convirtió en una pieza clave en la educación
del pequeño. A medida que fue creciendo, comenzó a darse cuenta
que aquella satisfacción que alcanzaba cada vez que conseguía domi-
nar un encantamiento era plena y eso le incitaba a seguir estudiando
más sobre aquella disciplina. Recital mágico para principiantes le permitió
comprender el siguiente volumen, La ciencia oculta en la oración, lo que
dio paso a multitud de lecturas más. En ocasiones Lenam pasaba se-
manas sin comer, solamente leía, practicaba, aprendía. Así fue como,
con el paso del tiempo, el reptor acabó convirtiéndose en un profun-
do conocedor de la magia, centrándose especialmente en la blanca,
cuyos hechizos curativos dominaba a la perfección y le proporciona-
ron los conocimientos para poder entrar en el gremio de magos a la
temprana edad de quince años.
Dado que en la Era Humana todas las criaturas intentaban ocultar-
se del hombre, no había una escuela o un espacio donde recibir lec-
ciones con un maestro, así que los primeros sabios, líderes del gremio,
viajaban por todos los rincones del mundo buscando nuevos adeptos.
Uno de los más importantes, conocido como Viejo Cuervo, llegó a
Indonesia. Buscó al joven Lenam, de quien ya había oído hablar, y
pasó junto a él y su familia varias estaciones, mostrándole así el arte de
la magia. Lenam aprendió rápido de su maestro y, cuando consiguió
la destreza suficiente para dominar la magia blanca, viajó tal y como
hacían los grandes magos de la Tierra, mostrando sus conocimientos
y alcanzando nuevos retos.
–33–
Soraya del Ángel Moreno
Los años pasaron y el mago se convirtió en uno de los más sabios.
Ciento veinte años dedicó al estudio de las diversas formas de vida
del planeta, incluyendo a los seres humanos, de los que se hizo un
analista experto. A sus cuatrocientos treinta y nueve años logró al
fin lo que tanto anhelaba: elaborar el hechizo de la creación de vida.
Este nuevo encantamiento aportó al gremio el poder de crear vida a
través de entes inanimados, tales como piedras, barro, agua o fuego.
Aunque no todos los magos disponían del poder suficiente para do-
minar esta técnica, este gran acontecimiento proporcionó al reptor
una gran popularidad entre los no humanos y posibilitó el nacimiento
de las criaturas llamadas interplanares así como de las gárgolas. Por
este gran descubrimiento, el saurio recibió el anillo que le consagraba
como Maestre Mago.
Según lo acordado, al amanecer, los nueve hechiceros estaban lis-
tos para entrar en el Bosque Colossus. Los dos guardianes de la en-
trada les dejaron pasar sin impedimento, ¡se trataba de los creadores!
Entraron e, impresionados, contemplaron aquel lugar majestuoso.
Por muchas veces que se adentraran, el reino no les dejaba de sorpren-
der. Unos tenues rayos de luz penetraban por el follaje de las altísimas
sequoias rojas que los rodeaban. En su viaje les acompañaba un aire
húmedo que no apreciaron hasta llevar varias horas caminando y es
que aquel bosque parecía no tener fin. El grupo distinguió una zona
despejada a pocos metros y se dirigió a ella para descansar unos minu-
tos. Desde allí Lenam vio a unos diez metros una charca embarrada y,
sin pensarlo dos veces, decidió acercarse a lavar sus escamas sucias de
polvo y tierra seca. Al agacharse y contemplar su reflejo, su gesto se
tornó pensativo. Recogió con ambas garras un puñado de barro, cerró
sus ojos amarillentos y, siendo el único que podía utilizar la magia en
aquel territorio, recitó:
Fangöe prehstir tsona convertor3
En ese momento el barro se licuó y, a los pocos segundos, se con-
centró de nuevo transformándose en una preciosa vasija de loza, con
3 En lengua Korüm se traduce como: “Barro, convierte en utensilio tu forma.”
–34–
LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
un asa a cada lado. La llenó del agua de la charca y, tras pasar su garra
por la abertura del recipiente, el agua se convirtió en rica aguamiel. La
compartió con el resto del grupo, que le vitorearon alegremente. Una
vez descansados retomaron la marcha.
Viajaron por el bosque de sequoias durante cinco horas más hasta
llegar a orillas del río Péenor, de aguas cristalinas y corriente impetuo-
sa que separaba dos sectores del reino: el bosque y la gran selva. Solo
podían llegar a la jungla cruzando por el puente de madera de roble
que se alzaba ante ellos.
—Si pudiera usar la magia, cruzaría volando —refunfuñó Frost,
especializado en hechizos gélidos y último de loselfos.
—Ya conoces las leyes, refrigerador andante —bromeó Dahon, el
más joven de los Altos Magos—. Nada de magia en el reino sagrado…
—Nadie ha pedido tu opinión, ¡calvorotas! —respondió Frost,
mofándose.
Lenam se rascó las escamas de su cabeza mientras su lengua salía
despedida en todas direcciones; ya no sabía qué hacer con aquellos
dos y lo único que se le ocurrió fue invitarles a seguir adelante. Lle-
garon a la orilla de la selva, donde se quedaron boquiabiertos por el
brusco cambio climático que sintieron sus cuerpos. Pese a seguir en
un ambiente húmedo, notaron el calor aplastante que brotaba a su
alrededor, ni siquiera sofocado por las pequeñas gotas de lluvia que
comenzaban a caer.
—La Selva del Pacto… nunca me acostumbro a estos cambios de
clima —reconoció Lenam moderando el ritmo de su paso.
Continuaron la marcha cada vez más fatigados por la humedad y la
lluvia, que comenzó a caer a borbotones. El diluvio les obligó a dete-
nerse de nuevo ya que era imposible avanzar. Por experiencia, sabían
que el monzón no duraría demasiado, pero aun así corrían el peligro
de ser arrollados por la lluvia y el viento y, sin su magia, no podrían
hacer gran cosa en esa situación. Buscaron refugio en la planicie de
una de las cumbres cercanas y allí esperaron pacientemente a que ce-
–35–
Soraya del Ángel Moreno
sara la lluvia. Los magos, empapados, miraban con resignación a su
camarada Valdo, el único de ellos incorpóreo; un espíritu que al tacto
parecía vaporoso y que, al parecer, se lo estaba pasando en grande.
Valdo volaba por encima de los demás, revoloteaba como una mari-
posa en busca de alimento. Cada vez que caía un relámpago, el mago
etéreo transformaba su cuerpo nebuloso en distintas formas geomé-
tricas para diversión del resto; ahora un círculo, ahora un cuadrado...
Al fin dejó de llover y pudieron descender del monte hacia la orilla
del río, que había crecido tras el monzón. Continuaron su camino
acompañados por el olor a tierra mojada, por el crujir de las cortezas
de los árboles, por el ruido de las hojas meciéndose a su alrededor y
por la calma que queda tras la tempestad.
Siguieron el río y pronto escucharon la pequeña cascada quelleva-
ba directamente a la senda que conducía al castillo. Los magos cono-
cían una forma de bajar por el acantilado y evitar dar un rodeo así que,
con cautela, se acercaron al borde del precipicio para situarse sobre
unos escalones ocultos que formaban las rocas. Con cuidado de no
resbalar, fueron bajando por las rocas hasta llegar a la caída de la cata-
rata, en la que se formaba un enorme lago; de paso aprovecharon para
reponer fuerzas y saciar su sed bebiendo del agua pura y cristalina.
—Ya falta poco, hermanos —intentó animar Lenam mientras ca-
minaba apoyándose en su bastón.
Continuaron, dejando atrás el enorme lago, y muy pronto notaron
en sus cuerpos el frío gélido de la nueva zona del reino, que se hacía
más intenso con cada paso. Estaban muy cerca del Castillo deEdicto.
El joven Dahon se adelantó al grupo para ser el primero en disfrutar
de las vistas, apartó con su mano unas ramas de cedro que impedían
ver lo que ocultaban y, al hacerlo, el mago quedó boquiabierto. Lo ha-
bía visto muchas veces, pero la belleza del lugar era impactante. Desde
su posición podía ver el Castillo, las montañas nevadas y, a lo lejos, el
pico Minrid, donde estaba la cueva de Odaka, el guardián del reino.
Millones de abetos nevados rodeaban la fortaleza. La nieve se pre-
cipitaba sin cesar, cubriendo con un manto blanco todo lo que toca-
–36–
LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
ba, lo que hacía difícil ver la senda que conducía hacia la entrada del
castillo. El viento era fuerte aunque no llegaba a crear vendavales. En
otras circunstancias Frost habría podido controlar la nieve y les habría
despejado el paso pero allí, en el lugar donde la magia estaba prohibi-
da, no hubo más remedio que seguir caminando.
—Podrías aprender alguno de mis hechizos gélidos, Lenam —ani-
mó al saurio.
—Ya soy un poco mayor para cambiar mi magia, ¿no crees? —res-
pondió—. Si es por usarla en este reino, tendría que aprender todos
los tipos de magia que existen para contentaros a todos —Lenam
puso su garra sobre el hombro de Frost y siguieron adelante.
Avanzaron entre los abetos hasta encontrar la senda, por suerte co-
nocían el camino de memoria… El castillo había sido construido con
piedra caliza blanca. Destacaba el azul de los tejados cónicos de las to-
rres y las bellas atalayas que abrazaban el enorme edificio situado en el
extremo posterior de la fortaleza. Los magos se apresuraron a cruzar
el puente de tres arcos que les conducía a la barbacana del castillo para
así entrar en el patio exterior del recinto. Miraron hacia arriba, más allá
de la muralla que tenían frente a sus ojos, y vieron el gran torreón con
Oleandro, el viejo guarda, saludándoles desde la almena.
Oleandro hizo una señal con su pata derecha y, de inmediato, la
puerta principal comenzó a abrirse. El pórtico en arco era precioso;
a cada lado de la entrada estaban colocados los estandartes del reino,
cuyo símbolo era un cerezo en flor rosa. El vigía pidió a uno de los
guardas que cubrieran su puesto. Descendió por las escaleras circula-
res del torreón a toda prisa para saludar a los magos, que ya habían
entrado al patio principal.
Oleandro era de raza ursus, humanoides con aspecto de oso y, en
su caso, perteneciente al clan de los panda. Apareció sonriente. Su
cara achatada, redonda y con marcas de pelo negro en sus orejas y
alrededor de los ojos le delataba; no podía negarse de qué especie
era. Abrió sus brazos y agarró a Lenam fuertemente levantándole del
suelo en un abrazo brutal.
–37–
Soraya del Ángel Moreno
—¡Lenam! ¡Al fin has vuelto! —gritó Oleandro entusiasmado—.
¡Me aburría mucho sin ti! Además, dejamos nuestra partida a medias,
¿lo recuerdas?
El mago le miraba con cariño, ya que se conocieron un siglo atrás,
en el año uno de la Edad de la Transición y se había forjado una amis-
tad inquebrantable entre ellos.
—Suéltame, panda, o me partirás por la mitad… —dijo Lenam
mientras la lengua amarillenta hacía de las suyas—. Retomaremos la
partida. Te lo prometo, amigo mío, pero antes los magos debemos
atender unos asuntos.
—Entiendo —dijo el ursus—, pero los exámenes no son hasta
mañana, así que no hay excusas para no cenar todos juntos y reírnos
un rato.
Al nombrar la cena, los magos miraron al cielo; ni se habían perca-
tado de que estaba anocheciendo. Desde el patio del castillo, donde se
encontraban, admiraron el enorme edificio que les quedaba enfrente,
La Academia. En esta construcción de ocho plantas se instruía a los
jóvenes que querían ser magos, ya que por muy longevos que fuesen
Lenam y el resto, solo los ángeles eran inmortales. El gremio debía
seguir creciendo, por ello magos y reyes de Gruhmnion decretaron en
el Real Pergamino Blanco que La Academia fuese el único lugar del
reino sagrado donde poder practicar la magia, siempre y cuando fuese
para instruir y los estudiantes estuviesen bajo la supervisión de los
Maestres asignados, uno para cada disciplina. Así crecería el número
de aprendices de hechicero a la vez que permanecían a salvo dentro
del bosque.
—Luego saludaremos a los estudiantes —dijo Lenam—. Ahora
descansemos un poco. Mañana nos espera el bloque negro.
Todos miraron hacia la izquierda, donde se hallaba un extraño edi-
ficio, un bloque negro, carente de ventanas y de puerta de entrada,
hecho de un cristal muy resistente llamado polium que brillaba bajo
la luz del sol.
–38–
LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
Los magos, guiados por Oleandro, entraron a otro edificio, situado
a la derecha del patio. En él se albergaban las dependencias reales y
las habitaciones de los magos. La planta baja estaba destinada a invi-
tados y a los trabajadores del castillo, como era el caso del vigía. En la
primera planta se encontraban las habitaciones de los magos: nueve
estancias individuales, cada una hecha a conformidad de su huésped
y, finalmente, la última planta estaba destinada a acoger a los reyes y
reinas que visitaban periódicamente el Castillo de Edicto.
—Cuando estéis listos, id al mesón de La Academia. Creo que el
bueno de Gordon ha preparado delicias de abejorro y pudin de man-
zana —Oleandro se relamió—. Yo iré a asearme un poco, ¡creo que
tengo nieve hasta en el pandero! —dijo intentando meter su garra en
una apertura de la armadura.
Al cabo de una hora todos se encontraron en El Mesón del Erudi-
to, la enorme taberna donde se servían las comidas del castillo. Era un
lugar divertido; los cientos de estudiantes se sentaban con sus amigos,
intercambiaban experiencias y los expertos narraban historias a los
principiantes para ver susreacciones.
Oleandro entró y todos le saludaron cordialmente, era muy queri-
do allí. Vio al final de la taberna la mesa donde se habían sentado los
Altos Magos acompañados por los profesores, y se puso enmarcha.
—¿Aprendiste ya a convertirte en buey? —preguntó el panda aun
alumno de tercer curso—. Y tú, ¿ya podrías defenderte de un ataque
de grado tres? —le dijo a otro de segundo.
Oleandro quería mucho a “sus muchachos”, como solía llamar a
todos los estudiantes.
—Son buenos chicos —dijo al llegar a la mesa.
El vigía se sentó al lado de su amigo dragón de komodo y levantó
su gran y peludo brazo para hacer un gesto de agradecimiento al me-
tre, que había preparado aquella mesa con especialesmero.
—¡Desde luego Gordon se ha portado esta vez! —dijo Dahon, al
ver los manjares que había preparado el cocinero. Si hubiese sidopor
–39–
Soraya del Ángel Moreno
él, ya estaría comiendo como si no existiera el mañana, pero debía
comportarse lo mejor posible y más teniendo a la encantadora Pitia a
su lado, así que cogió un buñuelo y lo comenzó a masticar intentando
no hacer ruido.
—¿Te apetecen unos buñuelos de salmón? —preguntó Dahon con
la boca llena mientras le acercaba el plato a la hechicera—. ¡Están muy
buenos!
—Gracias Dahon, probaré uno —respondió Pitia, sonriente—.
¡Mmm! ¡Delicioso!
Dahon, que no se había tragado la bola de comida, la miraba em-
belesado. Se conocieron un siglo atrás, el día de la creación de Gruhm-
nion. El mago se enamoró de ella en el mismo instante en que la vio,
pero nunca le había dicho nada por temor al rechazo y porque eran
los Altos Magos, figuras que debían hacer siempre lo correcto, como
velar por los gruhmnianos y dejarse de amoríos.
—¿Cuándo vas a lanzarte a por Pitia, Dahon? —el joven Dahon,
avergonzado, se puso a temblar al pensar que todo el mundo lo había
escuchado. Para su tranquilidad, se percató de que era Fyodor, el úni-
co de los magos que podía comunicarse mentalmente.
—Aquí sí podemos usar nuestros poderes, estamos dentro de La
Academia…—le recordó el magotelequinésico.
—Déjame en paz, lobo, ya sabes la vergüenza que me da hablar de
estas cosas… —Dahon se puso del color de las cerezas maduras, se
acaloraba por momentos y eso que, pese a la chimenea, las estancias
del castillo eran más bien frías ya que allí nunca paraba de nevar.
La cena siguió en un ambiente agradable. A medida queoscurecía,
el metre fue encendiendo las luces de baj de la estancia, llamadas así
por su inventor, el señor Larry Baj, creador de un hechizo capaz de
ser utilizado por cualquier gruhmniano, conocedor o no del arte de
la magia. Así, cualquier habitante de cualquier reino disponía de luz
siempre que quisiera con solo con un chasquido de dedos.
–40–
LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
Los profesores explicaban anécdotas divertidas para entretener a
los magos, la mayoría sobre disparates de los alumnos. Las más gra-
ciosas provocaban las carcajadas de Oleandro, que se escuchaban
hasta en el torreón cercano a la entrada. Comieron y bebieron hasta
tarde, no pararon hasta quedar saciados. No se dieron cuenta de que
los estudiantes ya hacía rato que habían marchado a sus habitaciones,
sabían que el descanso era muy importante para su concentración en
las distintas materias, más siendo el día siguiente tan importante.
—Creo que es hora de que nosotros también vayamos a descansar
—dijo Lenam—. Ya no tenemos tanto aguante como antes y mañana
hay que examinar a los alumnos que han pasado al quinto curso, ade-
más de debatir sobre los altercados del reino Decódeon. —¿Cuántos
estudiantes han logrado acceder al examen este año, profesor Galvan?
—preguntó el saurio.
—Este año hemos batido récord, Lenam. Serán tres los que se
examinen para la titulación de Maestre —contestó el profesor de la
disciplina de Dominio de los Elementos y Fuerzas Naturales.
—Estupendo, espero que tengamos tiempo para examinarles y
para celebrar nuestra asamblea el mismo día —Lenam se levantó de la
mesa, siendo el primero en salir del Mesón del Erudito. Poco después,
lo hicieron los demás con la excepción del profesor de Magia Negra,
Anubis, y el mago Elger.
—Creo que esta vez lo lograrán, Elger —dijo Anubis esperanzado.
—¿Crees que por fin tendremos otro Maestre en Magia Oscura?
Me complacería tener un discípulo. Espero que esta vez lo hayamos
encontrado —respondió Elger, escondido en una túnica negra cuya
capucha ocultaba su rostro. Su particular voz grave y algo distorsiona-
da era temida por los niños gruhmnianos.
Ambos se despidieron y se retiraron a sus habitaciones, dejando la
mesa llena de platos y copas vacías tras ellos.
–41–
L
CAPÍTULO DOS
a nieve caía sin cesar sobre el Castillo de Edicto, formando el
mismo manto blanco que cubría toda aquella zona del reino. Los
estudiantes que se examinaban habían pasado la noche en vela, y no
era para menos. Había demasiado en juego, tener el rango más alto del
gremio o seguir siendo magos... expertos, sí, pero magos comunes al
fin y al cabo.
Aquel año tres alumnos habían logrado acceder al examen a Maes-
tre, todo un acontecimiento, ya que en todo ese siglo solo dos alum-
nos habían conseguido la titulación.
La Academia era un edificio de ocho pisos. La planta más baja al-
bergaba la recepción, donde la señora Twinkles atendía a los alumnos
desde su mostrador, una mesa semicircular violeta. La adorable recep-
cionista era una âmphios, criaturas que evolucionaron de losanfibios,
del tamaño de un humano y, como ocurría con otras razas, también
agrupados en subespecies. La señora Twinkles, por ejemplo, era de
tipo rana. En su juventud había gozado de una piel espléndida y llama-
tiva color amarillo chillón, pero con el paso de los siglos, su amarillo
se había apagado. Siempre llevaba unas gafas rojas cuadradas y una
rebeca para resguardar su cuerpo del frío delcastillo.
Tras el mostrador, un pasillo conducía a dos grandes salas: a la
izquierda estaba el despacho de Anne Bernadette, directora del cen-
–42–
LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
tro, y a la derecha la sala de profesores. En el extremo izquierdo de
la estancia unas escaleras subían a la primera planta del edificio. Los
escalones, hechos con vidrio azul celeste, eran flotantes y aunque sus-
pendidos, permanecían inmóviles al pisarlos, ni siquiera un huracán
podría haberlos movido. Para que las escaleras no fueran una zona de
paso sin ningún encanto, su pared era en realidad un recinto acuático
donde vivían miles de especies que fueron rescatadas de la Era Huma-
na: ballenas azules, tiburones cebra, baijis, rayas marinas, telescopios
negros… peces de agua dulce, salada, cálida y fría nadaban en armonía
en aquel espacio mágico e infinito.
Cada sala de La Academia estaba reforzada con hechizos de mutis-
mo y blindaje. Con ello se aseguraban de que quedasen insonorizadas
y protegidas ante ataques o explosiones causados por hechizos de los
alumnos en prácticas.
En la primera planta estaban las aulas de Alquimia, Pociones y Ar-
tilugios, asignaturas que se empezaban a impartir en el primer curso.
En el segundo piso se encontraban las aulas de Teoría de la Herbolo-
gía, Ilusionismo y Predicción, y en la tercera se hallaba la sala donde
los alumnos de cursos avanzados practicaban exclusivamente hechi-
zos de magia negra, siempre bajo la supervisión del profesor Anubis.
La cuarta planta abarcaba el escenario en el que se examinaba a los
alumnos que aspiraban a convertirse en Maestres y que habían supera-
do los cuatro cursos anteriores. La quinta planta del edificio albergaba
la descomunal biblioteca, un espacio repleto de sabiduría gruhmnia-
na e incluso con reproducciones de libros de la Era Humana. En la
planta seis estaban las instalaciones deportivas y la piscina y, en lo más
alto del edificio, se encontraba el Mesón del Erudito, lugar en el que
se servían las comidas en el castillo y también donde se celebraban
divertidas fiestas de estudiantes cada vez que terminaban un curso,
como ocurriría al día siguiente. Finalmente, a las afueras del castillo
se encontraba el Jardín Botánico en el que se realizaban las prácticas
de la disciplina de Herbología, así como la construcción de una enor-
me arena de combate en la que se practicaban las especialidades de
–43–
Soraya del Ángel Moreno
Transmutación y de Dominio de los Elementos y Fuerzas Naturales
(DEFN), ya que se necesitaba un espacio abierto para ejecutar este
tipo de magia.
Las normas de La Academia fueron regladas por los Altos Magos
durante las primeras semanas de la Era de la Transición. Fueron ase-
sorados por Anne Bernadette, conocida por todos gracias a su erudi-
ción en asuntos de enseñanza de artes mágicas en jóvenes yadultos.
La directora era una misifuz, humanoides de aspecto gatuno. Su
morro y sus orejas blancas destacaban entre su suave pelaje atigrado
color naranja. Su ojo derecho era azul celeste mientras que el izquierdo
era verde oliva, lo que le otorgaba una mirada cuanto menos inquie-
tante. Esta especie evolucionó de los gatos y con ello sus sentidosdel
olfato y oído, motivo por el que la directora era tan buena en su tra-
bajo. Escuchaba desde su despacho los bisbiseos de alumnos que, en
el Mesón del Erudito, planeaban intercambiarse apuntes durante los
exámenes. Siempre los cazaba. Vestía elegante y colorida; combinaba
a la perfección los accesorios con sus vestidos e incluso con la carpeta
que siempre llevaba consigo, cogida por una garra, en la que estaban
planificados los horarios de las clases, las aulas correspondientes ylos
alumnos que estudiaban cada disciplina. Los Altos Magos confiaron
en Anne Bernadette para dirigir La Academia y no era para menos, el
mismísimo dios Damarcus la recomendó para el puesto.
Anne organizó La Academia en cinco cursos. En el Primer Curso
de Principiantes se enseñaban cinco disciplinas en sus semblantes más
básicos: Alquimia, Pociones, Herbología, Artilugios y Dominio delos
Elementos y Fuerzas Naturales (DEFN). Los estudiantes que aproba-
sen los exámenes de estas materias, ascendían al Segundo Curso de Prin-
cipiantes, con las mismas disciplinas en modo avanzado a excepción de
Artilugios que se cambiaba por Magia de Guerra en un nivel básico.
Los cursos de modalidad principiante tenían una duración de un año
cada uno y los exámenes eran, en mayor parte, teóricos con alguna
práctica de carácter simple. Los aprobados pasaban al tercer curso,
el Curso de Aprendiz, de tres años de duración. En él se incorporaban
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LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
a las disciplinas anteriores las clases de Ilusionismo y Control Men-
tal, Predicción y Futurología, Transmutación Básica y Magia Negra.
Este tercer curso se consideraba el más duro, ya que combinaba ma-
gia avanzada con los hechizos más complicados de entender: Trans-
mutación y Magia Negra. Muchos estudiantes no lograban superar
este curso aunque, por norma de La Academia, un estudiante podía
acceder al examen a Maestre teniendo, como máximo, una asignatura
suspendida. A pesar de la dificultad había algunos que lograban llegar
al cuarto curso: Curso de Mago Experto, de un año de permanencia, en
el que se daban todas las disciplinas estudiadas hasta el momento a un
nivel superior. Pocos magos habían logrado pasar al quinto, el Curso
de Maestre, que consistía únicamente en la realización del examen de
la modalidad escogida para convertirse en Maestre. Solo dos magos
habían superado el examen en toda la historia de La Academia. Tres
se examinaban aquel día, algo fuera de lo común que generaba una
altísima expectación por parte de todos; incluso profesores y los Altos
Magos estaban entusiasmados porque llegasen las pruebas.
Faltaban solo un par de horas para el inicio de los exámenescuan-
do el tribunal ascendió por las escaleras flotantes del edificio, piso por
piso, hasta llegar al cuarto, donde estaba la Sala delReconocimiento.
El primero en entrar fue Lenam, que abrió las enormes puertas
de mármol negro y entró en la sala. Las luces de baj se encendían a
medida que el mago iba descendiendo por el hueco existente entre las
gradas. La claridad exhibía la bella estancia circular con un enorme
escenario en medio que permitía a los asistentes poder contemplar el
espectáculo desde todos los ángulos. Cual anfiteatro romano, la sala
permitía la entrada de público, por si los familiares de los magos que-
rían asistir a sus pruebas. El escenario tocaba la zona inferior de los
graderíos, sector prohibido para el público por riesgo a sufrir heridas
graves durante los ejercicios. La sala también incluía cinco palcos si-
tuados alrededor de la estancia para contemplar desde las alturas a los
examinados.
Lenam y los demás magos bajaron por el anfiteatro hasta el esce-
nario. Al llegar, se colocaron en el centro de la arena y se alinearon
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Soraya del Ángel Moreno
mirando hacia las gradas que daban a la puerta de entrada, lugar desde
el que hablarían al público.
El suelo del escenario se componía de pequeñas teselas de cerá-
mica que formaban un mosaico con el árbol de cerezo en flor rosa
dibujado, símbolo del reino. De él aparecieron nueve estrados, emer-
giendo del suelo como lo haría una flor de loto en medio del fango.
Cada mago disponía de su propio asiento independiente; les servirían
para elevarse y permitirles moverse libremente por el gran escenario
durante el examen. Planearon con sus estrados hasta colocarse en la
gradería inferior, de cara al escenario. El examen comenzaría ensegui-
da y querían estar listos para cuando comenzase a entrar el público.
Cuando les fue permitido, los asistentes entraron y ocuparon to-
dos los asientos de las gradas medias y altas, así como los palcos. De
pronto, las luces de baj bajaron de intensidad, solo las que enfocaban
al escenario continuaban con su máxima potencia, señal inequívoca de
que las pruebas estaban a punto de comenzar.
La Sala del Reconocimiento quedó llena de familiares y amigos
de los estudiantes, que vitoreaban los nombres para darles ánimos.
Pronto aparecieron en el escenario dos seres y en aquel instante todo
el público guardó silencio.
—Profesor Wade —dijo Lenam—, por favor, presente a su can-
didato.
El profesor se adelantó unos pasos en el escenario y se acercó al
borde para presentar a su aspirante. Wade era un crock, humanoide
con rostro de caimán, corpulento y muy fuerte. Hacía medio siglo que
aceptó formar parte del claustro de profesores de La Academia y era
experto en la disciplina de Magia de Guerra, la que había elegido el
primer examinado.
—Os presento a Ronnie, procedente de Arsaryen, capital del reino
de Adronis —expuso—. El aspirante a Maestre en Magia de Guerra
tiene la nota más alta de los tres candidatos, por ello será examinado
en primer lugar. Como todos los que han pasado por este escenario
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LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
hasta el momento, la única disciplina no superada es la de Magia Ne-
gra —Wade inclinó la cabeza en señal de despedida y se retiró del
escenario, dejando al aspirante ensimismado escuchando losaplausos
del auditorio.
La pequeña figura antes escondida tras el profesor Wade, fuehacia
adelante y levantó sus cortos brazos para provocar vítores aún más
fuertes. Todos gritaban su nombre, Ronnie se sentía tan motivado que
se creía capaz de todo en aquel momento. Este kaeru, un joven con
aspecto de caracol, del tamaño de un bebé y cuya concha era tan dura
como el diamante, tenía un aspecto algo cómico, por sus ojos tenta-
culares y por el hecho tener unas piernas y brazos tan pequeños que
costaba verlos. Pero como dicen los gruhmnianos, nunca te fíes de la
apariencia de un kaeru…
Aiko, una de las hechiceras, hizo girar su estrado mientras el resto
permanecía inmóvil, quedando cara al público y mirándoles atenta-
mente con su ojo de cíclope. Levantó los dedos pulgar, índice y cora-
zón de su mano derecha y comenzó a moverlos haciendo un espiral
que dio vida a una brisa aromática e hizo que un olor a pasto recién
cortado se dirigiera a todos los espectadores. Lo que Aiko hacía era
crear un hechizo de protección que impidiera salir del escenario a
cualquier ser u objeto no deseado por la maga, algo muy necesario
cuando alguien se examinaba de Magia de Guerra; nunca se sabía lo
que podía ocurrir… Aiko volvió a su posición original, quedando de
nuevo alineada con los demás miembros del tribunal.
El pequeño kaeru aguardaba el inicio de su prueba, al fin había
llegado el momento. Su respiración se aceleraba por segundos y sus
ojos se movían nerviosos de un lado a otro en busca de cualquier mo-
vimiento sobre el escenario.
El estrado de otra de las magas, Siara, se colocó en el centro de
la hilera, quedando junto a Lenam y todos los asientos se elevaron al
mismo tiempo para que el tribunal quedase sobre el escenario. Siara
era la única hechicera de raza acuática de entre los Altos Magos. Los
branquirios eran una de las especies más respetadas en todos los reinos
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Soraya del Ángel Moreno
de Gruhmnion ya que era un pueblo amable y bondadoso con todas
las criaturas. Su piel azul celeste, suave y escurridiza al tacto permane-
cía siempre húmeda gracias a la capa de agua que siempre la rodeaba
cuando permanecía fuera del mar. Disponía de arcos branquiales a
cada lado de su cuello y aletas naranjas en su cabeza, en los antebrazos
y en los muslos de sus piernas. Junto a Lenam era la única en poder
crear vida a través de entes inanimados tales como barro, piedras o
gotas de lluvia.
Siara y Lenam cerraron sus ojos y pronto todo el anfiteatro co-
menzó a temblar. El mosaico del suelo del escenario se transformó
en arena de la que emergió lentamente una enorme estatua de pie-
dra con forma de ganesh, raza de bestias con cuerpo tremendamente
musculado y cabeza de elefante, cuya fuerza hacía estremecer a toda
criatura viviente. Para desgracia de Ronnie, además de fuertes, los ga-
nesh lanzaban chorros de agua a tal presión que podían agujerear las
superficies más sólidas.
Lenam juntó la palma de su garra izquierda con la mano derecha
de Siara, que aún permanecía en el estrado de su lado. Ambos unieron
sus poderes para dar vida a la estatua del ganesh bajo la atenta mirada
del público y por supuesto, del pequeño kaeru Ronnie.
Los pétreos ojos de la estatua comenzaron a resquebrajarse dejan-
do al descubierto unos intimidantes ojos color ocre. La piedra que
envolvía la trompa del paquidermo cayó al suelo formando un gran
estruendo y dejándola libre para comenzar a moverse de un lado a
otro, cada vez más rápido, con mayor brutalidad. El torso desnudo del
ganesh también se liberó de la piedra y, en un abrir y cerrar de ojos,
lo que antes era una figura de roca ahora era un ser animado, con sus
instintos bestiales innatos y deseosos de atacar al diminuto kaeru que
tenía delante.
—¡Que empiece el combate! —gritó Lenam y, de inmediato, el
ganesh escarbó la tierra con su pata trasera y tomó impulso para salir
disparado hacia el pequeño caracol que, inmóvil, parecía esperar la
inminente colisión.
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LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
Mientras corría, el ganesh fue formando un puño con sus manos
para lanzarle un gancho tremendo. El pequeño caracol, que ya había
intuido el movimiento de su adversario, se escondió rápidamente en
su concha para protegerse. El choque del puño contra el caparazón
sonó como si un trueno hubiera caído en la sala e hizo vibrar todo el
anfiteatro. Una nube de tierra cubrió por unos momentos el escenario
debido a la onda expansiva del golpe; gracias al hechizo protector de
Aiko esta nube de polvo no llegó a los espectadores, que observaban
boquiabiertos aquel inicio tan espectacular. Temían por el aspirante a
Maestre.
El elefante se preparaba para su segunda embestida. Comenzó a
caminar rápidamente hacia Ronnie, que sacaba los ojos de su concha
para ver la posición de la bestia. El ganesh atacó de nuevo con otro
duro golpe en el caparazón del caracol. Esta vez, la sacudida hizo
desplazar varios metros hacia el borde del escenario a Ronnie, que
seguía oculto dentro de su coraza. Sabía que no podría seguir así por
mucho tiempo; pese a lo resistente de su armadura, los golpes la esta-
ban empezando a agrietar. Los Altos Magos se acercaron con sus es-
trados, repartiéndose en el escenario para poder ver el combate desde
distintos ángulos. A lo lejos continuaban escuchándose los gritos del
público, que no paraba de animar al kaeru.
El paquidermo se preparaba para asestar el tercer golpe. Ronnie sa-
lió veloz de su concha al ver que corría hacia él y, dirigiendo las palmas
de sus manos hacia su enemigo, creó un muro gris de luz sólida en el
que el ganesh chocó sin remedio. Era el momento de atacar. Ronnie
continuó con su hechizo aprovechando que la bestia estaba aturdida.
Creó un martillo gigante del tamaño del propio elefante, también he-
cho de luz sólida, y comenzó a atizarle en la cabeza tal repertorio de
golpes que parecía imposible que el ganesh sobreviviera. Por si fuera
poco, y para asegurarse la victoria, Ronnie hizo levitar al paquidermo
y le comprimió con todas sus fuerzas, como si le envolviera una ana-
conda gigante. La bestia quedó inconsciente.
El pequeño kaeru, levantó sus tentáculos para mirar a los Altos
Magos y sonrió tras la victoria. No pudo evitar emocionarse al acer-
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Soraya del Ángel Moreno
carse hacia las gradas y escuchar su nombre en boca de los especta-
dores. ¡Lo había logrado! ¡Era el tercero en la historia en conseguirlo!
—¡Roooonie! ¡Roooonie! —gritaba un públicoentregado.
Ronnie se inclinó para agradecer la alabanza pero, al hacerlo, algo
le golpeó con tanta fuerza que perforó su caparazón, haciendo que un
terrible dolor llegase a su espalda. Sin poder evitarlo, fue propulsado
hacia las gradas y chocó con la barrera invisible del hechizo de Aiko,
lo que evitó que cayese encima del público. Ronnie se giró con las po-
cas fuerzas que le quedaban y, al ver de nuevo erguido al paquidermo,
pensó en lo estúpido que había sido…
“He olvidado su cañón de agua... qué mal…”, pensó. Unos segundos de
risa histérica dieron paso al desmayo del pequeñocaracol.
El ganesh se preparaba para lanzar de nuevo otro chorro pero la
hechicera Siara le detuvo.
—¡Prehstir Convertor4
! —gritó Siara e, ipso facto, el ganesh volvió a
recuperar su forma de piedra.
Lenam acercó su estrado a Ronnie, que yacía inconsciente. Puso su
garra en la pequeña frente y el kaeru volvió en sí. El saurio se apartó
y dirigiéndose al público exclamó:
—¡Fin de la prueba! Resultado: no apto.
El público, aunque apenado, aplaudió al joven mago puesto que
enfrentarse a un ganesh no era nada fácil, y menos aún a uno creado
por Lenam y Siara. Los magos también reconocieron el mérito del
caracol y le desearon suerte para la próxima vez ya que no dudaban
del poder de Ronnie.
El escenario volvió a su forma original, dejando ver de nuevo el
precioso mosaico del pavimento.
Los Altos Magos volvieron a alinearse en la gradería inferior, fren-
te al escenario, para dar la bienvenida al siguientealumno.
—Profesor Anubis —llamó Lenam—, por favor, presente a su
candidato.
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En lengua Körum se traduce como “Recupera tu forma”
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LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
Anubis era el profesor encargado de enseñar la Magia Negra, dis-
ciplina que había escogido el siguiente candidato para examinarse.
Quienes dominaban los hechizos de este tipo de magia podían lanzar
embrujos ideados para causar mal de ojo, enfermedades o malestar a
sus víctimas aunque, sin duda, el poder más anhelado por los adep-
tos a esta disciplina era el arte de la resurrección. Lamentablemente
ningún gruhmniano había llegado a dominarla, ni siquiera el mago
Elger o el profesor Anubis. Ellos eran Maestres ya que dominaban el
control de los espíritus, un requisito necesario para alcanzar el rango
en esta especialidad. Todos los alumnos que habían accedido a hacer
el examen de quinto curso llegaban sin superar la asignatura de Magia
Negra, precisamente porque no habían logrado controlar a los espí-
ritus.
En la Era Humana, cuando una criatura fallecía, su alma era atraí-
da hacia la Ciudad de los Difuntos. La ciudad fue conocida durante
mucho tiempo como El Limbo, un lugar donde las almas aguardaban
el veredicto de la diosa Dana, que otorgaba la forma de ángel y la
inmortalidad a las criaturas que lo merecieran. Las almas no merece-
doras de la vida eterna iban directas al mundo de los muertos, donde
permanecerían hasta el fin de los tiempos.
Anpu, vigía de la Ciudad de los Difuntos y ayudante de la diosa,
guiaba a las almas en su viaje a través del más allá hasta la llegada del
juicio de Dana. Con cabeza de chacal de pelaje negro y cuerpo huma-
no, fue representado como dios en algunas civilizaciones y, en cierto
modo, podría verse como tal ya que Dana le otorgó la inmortalidad
manteniendo su forma original, sin convertirlo en ángel. El chacal
acompañaba a las almas hasta el Templo del Retorno, asentado en la
misma Ciudad de los Difuntos. Allí la Diosa sopesaba las accionesde
la criatura cuando estaba con vida, siempre que su cuerpo no hubiese
quedado destruido al morir o se tratase de una criatura incorpórea.
Del cuerpo etéreo surgía un corazón que la deidad colocaba en su
balanza para ver hacia donde se inclinaba el peso de sus actos. Si la ba-
lanza se inclinaba a favor de los actos bondadosos, la diosa estudiaba
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Soraya del Ángel Moreno
por último sus proezas, no bastaba con ser bondadoso paraconvertir
en inmortal a una criatura…
Cuando Gruhmnion fue creado, los dioses decidieron quedarseen
el mundo humano a pesar de su voluntad inicial; dieron instrucciones
a Lenam para que no quedasen cabos sueltos en el nuevo mundo y,
una de las más importantes, fue la de informar a Anpu sobre este im-
portante cambio.
Además de cambiar su nombre por el de Anubis, tal y como lella-
maban los humanos, se instaló en el Castillo de Edicto para instruir a
los aprendices en el arte de la magia. Sabiendo que la diosa no estaría
en gruhmnion, debía buscar a un aprendiz para ayudarle a controlar
el nuevo más allá. Sin Dana en el Templo del Resurgimiento, no exis-
tirían juicios ni la posibilidad de la conversión a ángel. Por ello, lo que
más anhelaba aprender Anubis era el hechizo de la resurrección y po-
der continuar con la labor de su diosa. Aun así, y a pesar de su estudio
y práctica de la magia negra, ni siquiera con la ayuda del mago Elger
consiguió acercarse.
En el escenario, Anubis se adelantó unos pasos para presentar su
candidato ante los Altos Magos:
—Este es Absalon, procedente de Terabath, pueblo del sureño rei-
no de Yebon —el público aplaudió y Lenam hizo una mueca de son-
risa ya que el candidato era del reino que él gobernaba—. El aspirante
a Maestre en Magia Negra —continuó el profesor—, es el primero en
la historia de La Academia en presentarse al examen de esta disciplina.
Los aplausos se mezclaron con gritos de euforia de los especta-
dores. Jamás se había visto una prueba de magia negra y eso excitaba
a las criaturas de las gradas. Incluso la directora Bernadette asistió a
los exámenes, sin duda para estar presente ante la prueba que daría
comienzo enseguida.
—Como todos los examinados, la única disciplina no superada, es
precisamente de la que se examina el candidato: la de Magia Negra
—tras un murmullo de asombro del público, el profesor suspiró. De-
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LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
seaba con todas sus fuerzas que alguien más se uniera a su búsqueda
de sabiduría y veía en el joven Absalon muchísimo potencial.
El profesor inclinó la cabeza, tal y como dictaba el protocolo, y
se retiró del escenario. Absalon cerró sus ojos e intentó concentrarse
para la prueba, quedándose totalmente aislado, sin prestar atención a
las gradas. Solo se concentró en el escenario.
El segundo examinado era un katzer, seres altos y fuertes con cuer-
po humano y rostro felino, en su caso, del clan pantera. Todo su cuer-
po estaba cubierto por pelaje negro y su mirada verde tan penetrante
e intensa hacía perder la noción del tiempo. Normalmente esta raza
solo se vestía con pantalones, pero como en esa zona del reinosagra-
do siempre nevaba, Absalon vestía siempre con la túnica marrón de
estudiante que le cubría todo su cuerpo.
De pronto el estrado del mago Elger viró y, clavando su mirada en
los espectadores, advirtió:
—Apreciado público... La siguiente prueba puede causar cierta
conmoción. Sugerimos a los más sensibles que abandonen la Sala del
Reconocimiento.
Mientras algunos espectadores, siguiendo las recomendaciones, sa-
lían temporalmente de la sala, el estrado de Elger volvió a girarse y
abandonó la hilera del tribunal para ir hacia la gradería más cercana al
escenario, en la que Anubis le esperaba.
Elger vestía cubierto en su totalidad por una túnica negra cuya
capucha no dejaba ver su rostro, solo se veían sus rasgos semblantes a
los humanos: boca y manos. Nadie conocía su procedencia, ni siquiera
Lenam, su maestro, que le encontró y enseñó todo lo que sabía so-
bre magia blanca. Sin embargo, él escogió el estudio de hechizos más
mortíferos.
El asiento de Elger se posó en el suelo de la grada. Salió de su es-
trado para colocarse al lado del profesor Anubis; si algo salía mal en la
prueba, ellos deberían actuar rápidamente. Todos los presentes guar-
daron silencio, un silencio sobrecogedor. Una sensación perturbadora
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Soraya del Ángel Moreno
recorrió la sala, como si todos intuyeran que algo malo estaba a punto
de ocurrir. Tal y como marcaba el protocolo, los miembros del tribu-
nal, a excepción de Elger, ascendieron en sus estrados, quedando de
nuevo encima delescenario.
—Tu misión es la de traer ante nosotros un espíritu de la Ciudad
de los Difuntos, en el mundo de los muertos, controlarlo a tu voluntad
y hacerle regresar al más allá —expuso Lenam con decisión—. ¡Que
comience la prueba!
Absalon había suspendido la asignatura de Magia Negra por no
controlar bien a los espíritus, aun así había logrado moverlos, cosa
que ningún estudiante más podía decir. Estaba decidido a dominar el
hechizo supremo, la resurrección, ya que perdió a su familia en la Era
Humana y no quería que otros pasasen por su misma situación.
El katzer sabía que lo primero que tenía que hacer para traer un
espíritu del más allá era recitar el sortilegio sagrado del Libro de los
Muertos que les enseñó Anubis durante las lecciones. Para que el he-
chizo tuviese efecto, el conjurador debía tener un poder enorme,tan-
to mágico como mental. Su alma debía adentrarse en los confines del
otro mundo, buscar un espíritu y recitar la oración para llevarlo con-
sigo al mundo de los vivos, y más concretamente, al escenario donde
se encontraba.
De pronto, Absalon rompió el silencio de la sala al comenzar la
oración:
—¡Oh, corazón de mi madre! Ven hacia mí, ese es tu destino. Le-
vántate de la tierra oscura puesto que yo soy el león que viene avan-
zando, soy el ojo abierto de Horus y te digo que has alcanzado el rio,
ven en paz.
Del escenario surgieron grandes nubes oscuras acompañadas por
vientos huracanados y relámpagos que caían sobre el preciosomosai-
co del árbol de cerezo en flor. Absalon permanecía inmóvil, concen-
trado. Todos los músculos de su cuerpo estaban relajados, sin tensión,
mientras recitaba una y otra vez el hechizo. Un huracán se abrió paso
–54–
LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
y, de no ser por el conjuro de Aiko, la sala hubiese quedado totalmente
destruida. Elger seguía junto a Anubis, ambos muy atentos a los actos
del prometedor aspirante a Maestre.
Del examinado surgió una onda apenas visible, sutil y vaporosa, y
el mago entró en trance. Levitó varios metros y los terribles vientos
que azotaban el escenario se comprimieron arrancando de lo más pro-
fundo de sus entrañas una esencia incorpórea, un alma venida desde
el mundo de los muertos, un gas colocado en la sala, sin capacidad
de entender, sin posibilidad alguna de sentir. Elger y Anubis inter-
cambiaron miradas de aprobación, expectantes de que el katser, aquel
alumno, lograse superar el examen.
Absalon, aún en trance, hizo que la tormenta huracanada se apa-
ciguase y volviera la calma al escenario. Una calma tenebrosa, con
forma de bola de gas que permanecía inmóvil en medio del escenario.
El katzer abrió sus ojos. El primer ejercicio del examen estaba
superado, pero el felino sabía que aún quedaba lo más duro. Había
suspendido la disciplina, aunque había dedicado un año de perfeccio-
namiento del control de los espíritus, había estado entrenado mucho
para ese día y se sentía preparado para superar la prueba.
—Procedo a controlar al espíritu —anunció Absalon para que el
auditorio supiera qué es lo que pretendía hacer con el espectro—. Lo
dirigiré hacia el borde del escenario, lo alzaré hasta los estrados del
tribunal y después le haré venir hacia mí para devolverlo de nuevo al
más allá.
Absalon miró fijamente a la forma gaseosa que había en la arena.
Se concentró en ella, en su esencia. No sabía quién era, ni pretendía
saberlo, solo era vapor. El katzer comenzó a notar que su visión se
nublaba. Todo a su alrededor parecía empequeñecerse y el espíritu
asemejaba acercarse cada vez más a él aunque en realidad no se había
movido un milímetro de su posición. En aquel momento Absalon
perdió la noción del tiempo; se encontró en un espacio distinto, don-
de el tiempo no existía, donde el aire podía verse y en el que el espíritu
gaseoso ya no era tal. Lo veía, veía como el vapor del espectro setor-
–55–
Soraya del Ángel Moreno
naba piel, como los poros se abrían y brotaba vello. De las cuencas de
los ojos aparecieron dos esferas blancas que, de inmediato, quedaron
manchadas con el negro del iris. Absalon estaba viendo a un ser des-
nudo, una criatura frágil de mirada perdida, mientras que en la Sala del
Reconocimiento los espectadores continuaban viendo al espíritu en su
forma gaseosa. Absalon de pronto alzó un poco su hocico. Olfatea-
ba aromas desconocidos para él hasta entonces. No lograba descifrar
los primeros olores, pero enseguida le vinieron a la mente imágenes
de bizcochos de limón recién hechos, olor de libro nuevo, de cerillas
recién apagadas, aroma a grano de café y a vainilla… no podía tratarse
de otra cosa, aquel espíritu era de un humano.
Volvió en sí y se sobresaltó al advertir los ojos negros del espíritu
clavados en él, mirándole con malicia. El espíritu sonreíapérfidamen-
te, quizá sabía que no estaba en el mundo de los muertos o quizá
murió con aquel gesto y lo recuperó al volver su forma corpórea. El
katzer intentó tranquilizarse y recuperar la calma. No era momento de
hacer el tonto, ¡no más despistes!
“Como no te centres, lo fastidiarás todo… ”, se decía el felino.
El auditorio continuaba en silencio, a la espera de que el examinado
hiciese mover la forma gaseosa del escenario. Hacía pocos segundos
que Absalon había explicado los pasos que daría, y todos prestaban
gran atención.
Absalon, que continuaba viendo al espíritu del humano, se preparó
para usar todo su poder y dar las órdenes demovimiento.
Ante la expectación del público, y bajo la atenta supervisión de El-
ger y Anubis, el espíritu incorpóreo se movió. Tal y como anunció la
pantera, primero se dirigió al borde del escenario, lentamente. A conti-
nuación levitó hasta quedar a la altura de los estrados del tribunal, que
no lograba salir de su asombro.
Absalon, desde su posición, continuaba percibiendo la mirada per-
turbadora del espíritu que, incluso estando elevado, seguía mirándole
con ojos diabólicos. El resto del público continuaba viendo la bola de
gas, todos excepto Anubis.
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LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión
El espíritu descendió según lo previsto y, muy despacio, Absalon
lo fue atrayendo hacia él. Los Altos Magos también hicieron bajar sus
estrados para apreciar mejor el poder del estudiante.
El espíritu estaba ya a pocos centímetros del katzer, que seguía
concentrado en su labor. “Un poco más, un poco más…”, pensaba. Detu-
vo al espíritu y, por primera vez, dejó de mirarle a los ojos. Ahora toca-
ba lo más complicado, devolverlo al lugar de donde procedía. Absalon
comenzó a canalizar su poder y, cuando volvió a dirigir su mirada al
espíritu, no estaba. Un terrible sentimiento de pavor le dejó inmóvil.
No sabía qué hacer.
Vio a Anubis encima del escenario, agarrando por el cuello al es-
píritu humano, que se movía como lo hizo en vida. El profesor lo
aturdía para intentar inmovilizarlo, pero el espíritu no se lo ponía fá-
cil. La escena resultó tan desconcertante para Absalon que dejó el
espacio donde su percepción era más potente, sintiendo como todo
a su alrededor se movía, giraba y mezclaba sus colores. Así fue como
recuperó de nuevo la noción del tiempo y la realidad. Miró de nuevo el
escenario, a los magos y a Anubis sujetando sin saber cómo a la forma
gaseosa. Ya no veía su cuerpo, ni sus ojos, ni percibía al espíritu, lo
veía como los demás espectadores.
Del cuerpo del profesor surgieron llamas que se desprendieron de
él como si tuviesen vida propia. Las ascuas formaron un círculo per-
fecto en el suelo, a pocos metros de distancia, ante la atenta mirada de
Absalon. El círculo de llamas le serviría como fuente de invocación
para su sortilegio.
—¡Todo me pertenece! ¡Todo me ha sido dado! —gritaba Anubis
mientras sujetaba al espectro vaporoso—. Entré como un halcón y
salgo como un Fénix. Astro de la mañana, ¡abre de nuevo el camino
para que pueda entrar en paz! Despéjale el camino para que así pueda
adorar a Dana, ¡Señora de la Vida y la Inmortalidad!
El espíritu fue absorbido por el círculo en llamas y desapareció del
escenario sin más.
–57–
Soraya del Ángel Moreno
—¡Fin de la prueba! Resultado: no apto —anunció Lenam.
Absalon quedó decepcionado. Todo había ocurrido tan deprisa
que apenas entendía que había ocurrido. El mago Elger subió al esce-
nario por las escaleras laterales y se acercó al alumno.
—Lo has hecho muy bien —dijo Elger con su peculiar voz grave y
tenebrosa—. Realmente bien…
—Pero Maestre, no he sido capaz de devolverlo al más allá…
—respondió el katzer afligido.
—Yo te enseñaré cómo. He oído que mañana partes hacia a Tera-
bath; retomaremos esta conversación más adelante, ¿te parece bien?
—Será un honor, señor.
Absalon y Anubis bajaron a las gradas mientras el público les ova-
cionaba. Elger se dirigió a su estrado y volvió a elevarse, colocándose
de nuevo en la hilera del tribunal, frente al escenario. Dos vigías abrie-
ron las puertas para dejar entrar al público que había abandonado
anteriormente la sala y el escenario volvió a la normalidad. Ya solo
quedaba una prueba…
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Primeros capítulos "Los reinos de Gruhmnion. Las llamas de la rebelión"

  • 1.
  • 3. Primera edición: octubre 2015 © Derechos de edición reservados. Editorial Círculo Rojo. www.editorialcirculorojo.com info@editorialcirculorojo.com Colección Novela © Soraya del Ángel Moreno Edición: Editorial Círculo Rojo. Maquetación: Juan MuñozCéspedes. Rev: Germán Fernández Martín. Fotografía de cubierta: © - Fotolia.es Diseño de portada: © Óscar Gil Raya Producido por: Editorial Círculo Rojo. ISBN: 978-84-9115-740-3 DEPÓSITO LEGAL: AL 1295-2015 Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna y por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor. Todos los derechos reservados. Editorial Círculo Rojo no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas. «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunica- ción pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excep- ción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o esca- near algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).» IMPRESO EN ESPAÑA – UNIÓN EUROPEA
  • 4. Dedicado a ti, querido lector, por confiar en mí y dedicar tu tiempo a Gruhmnion
  • 5. Soraya del Ángel Moreno –9–
  • 7. Soraya del Ángel Moreno –11–
  • 8. –13– PRÓLOGO Hubo un tiempo en que hombres y criaturas mitológicas habitaron juntos en la Tierra. Tanto hace de ello, que se ha perdido en la me- moria. Los niños solían adentrarse en los bosques a la caza de aventu- ras. Sabían que allí, en lo más profundo, les esperaban todo tipo de criaturas. En ocasiones se topaban con ninfas que jugaban alrededor de un manantial, o bien descubrían cuevas donde los diminutos wergs escondían sus tesoros, aunque solo los realmente afortunadospodían ver a criaturas como Pegaso, el níveo corcel alado. Los campesinos también vivían una época magnífica. Aliados con los magos, se ser- vían de hechizos para hacer más fértiles sus campos. Eran trueques excelentes, magia a cambio de trigo, huevos o leche. Por su parte los seres acuáticos ayudaban a los marineros y pescadores a defenderse de los ataques de bestias marinas. La relación de cordialidad y armonía entre especies, que se creía perpetua, duró hasta que un terrible suceso hizo cambiar el curso de la historia. Era el año 1350 d.C., la pandemia conocida como Peste Negra de- vastaba Asia y Europa. Algunos opinaban que se originó por una bac- teria, aunque la mayoría de hombres sospechaba que surgió fruto de una maldición. Su confianza en los magos, pues, se vio mermada. La obstinación de los hombres no les dejaba ver la realidad: ninguna cria-
  • 9. –14– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión tura era culpable de la epidemia y, en consecuencia, el odio hacia ellas aumentó con cada puesta de sol. Se cometieron auténticas barbarida- des contra las criaturas y, pese a que éstas podían haberse defendido por estar sobradamente capacitadas para aniquilar la especie humana, no lo hicieron. Su nobleza les obligaba a afrontar con resignación cualquiera que fuese su destino. Los cinco siglos posteriores al origen de la epidemia fueron cono- cidos como La Era de la Cacería. Los humanos, que ya no recordaban el porqué de aquel odio, solo buscaban sus preciados trofeos: cabezas de hidra del Amazonas para decorar su salón, el pie de un bigfoot colo- cado a modo de mesita de noche, cenizas de brujas que servíancomo cura para las quemaduras, orejas de elfo que, mezcladas confresones, eran un estupendo afrodisíaco… Las criaturas fueron sucumbiendo con el paso del tiempo. Desapa- recieron clanes enteros, razas que habitaban la Tierra desde el origen de los tiempos. —Escóndete aquí, cariño. Y no salgas, pase lo que pase… —la madre Dodo acarició con el pico el plumaje de su pequeño por última vez antes de emprender el vuelo. Intentaría despistar a los cazadores. —Mamá, ¡yo quiero ir contigo! ¡No me dejes aquí! —le recrimina- ba la cría. La madre salió del pequeño hueco del árbol y comenzó a hacer piruetas aéreas mientras se alejaba de aquella zona del bosque pero no tardaron en detectarla. La cría, asustada, perdía cada vez más plumas al encontrarse en estado de shock. No sabía qué ocurría ni por qué su madre había tenido que irse de su lado. De pronto, dos disparos le dejaron sin aliento. —Ha salido de ese árbol, debe de tener aquí el nido —gritó uno de los cazadores mientras señalaba el orificio donde se encontraba el pequeño Dodo.
  • 10. –15– Soraya del Ángel Moreno —Aves parlantes…engendros del demonio —exclamó asqueado el batidor dirigiéndose a la apertura del árbol. Extendió su brazo y metió la mano dentro, encontrando un pico en forma de garfio y una criatura pequeña y rechoncha cuyo plumaje escaseaba. Agarró del cuello a la cría y la sacó de su refugio, ocasionando que laúltima ima- gen del Dodo fuera la de su madre estrangulada a manos del cazador. La situación era devastadora. Tras siglos de sufrimiento, las cria- turas no podían aguantar más y pidieron auxilio a sus dioses. No lo hicieron por temor a su propia muerte, o por miedo a la aniquilación de las especies. Lo hicieron porque rechazaban la idea de un mundo sin magia, un lugar triste donde sus habitantes prefiriesen la guerra a la cordialidad. No estaban dispuestos a que los supervivientes vivieran escondidos y atemorizados, así que oraron a los dioses implorando su ayuda para terminar con las atrocidades que sufrían a manos de los hombres. Hasta entonces los dioses todopoderosos, que velaban por su pueblo desde la bóveda celeste, decidieron no tomar partido en la convivencia entre criaturas y humanos, ya que el favoritismo hacia unos supondría la aniquilación de los otros. Pese a que las criaturas conocían de su existencia, los hombres no tenían claro quiénes eran. Inventaron tantas religiones, cada una con un supuesto dios auténtico, que lo más probable es que la verdad hubiese supuesto una guerra teológica mundial. A los dioses no les resultó fácil encontrar una solu- ción que satisficiera a todos. Meditaron largo y tendido y, tras añosde reflexión, finalmente decidieron tomar partido. Así fue como en 1893 descendieron para ayudar a losoprimidos. Fueron súmamente cuidadosos respecto al lugar donde asentar- se. Tomaron tierra de noche, en una zona forestal repleta de árboles cuyas raíces destacaban en un suelo libre de vegetación; las copas de los árboles bloqueaban la luz de la luna y eso hacía que la zona fuese totalmente oscura, perfecta para sucometido.
  • 11. –16– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión Las dos primeras deidades en llegar fueron Damarcus, Dios Supre- mo y Dana, su esposa y Señora de la Vida y la Inmortalidad. Tras ellos, descendieron los otros tres dioses: Dahlia, llamada Madre Naturaleza; Jan, Dios de la Luz y la Oscuridad y Afi, Señor de la Vía Láctea. Antes de comenzar su tarea aseguraron la zona, comprobando que se en- contraban a salvo de miradas curiosas. Los dioses incluían en su plan a los seres más poderosos que habitaban el planeta hasta entonces: los magos. —Llegó la hora de la congregación —anunció Damarcus. Este dios de aspecto similar al humano, de ojos blancos y sin ve- llo alguno en su cuerpo moreno y musculado, era capaz de contactar mentalmente con quien quisiera y, siendo el más poderoso de todos, podía hacerlo con millones de seres al mismotiempo. Damarcus se preparó para la comunicación. Cerró los ojos y, de inmediato, un halo de luz rodeó todo su cuerpo. Buscó las auras de los magos, tarea nada fácil, ya que tenía que ubicarles entre billones de ellas. Una vez localizadas, inició lacomunicación. —Magos de la Tierra, os habla Damarcus, vuestro dios —la voz retumbaba en sus mentes como lo hace el eco en la profundidad de una cueva—. Acudimos a este mundo tras escuchar las súplicas de las criaturas y ver las atrocidades que ha cometido el hombre —los hechi- ceros, desconcertados aunque albergando esperanza para su pueblo, recibieron con entusiasmo las palabras deltodopoderoso. Damarcus les convocó en el bosque, al alba. Los cinco dioses es- peraron pacientemente sentados en unos lechos que habían formado agrupando las hojas caídas de los árboles. —Ya no recordaba qué se sentía al tocar hojas —reconoció la dio- sa Dana mientras acariciaba el lecho—, es tan agradable… —Gracias, querida…—dijo Dahlia—. Fue difícil crear vegetación y fauna en este planeta y, después de tanto trabajo, ¡van y se lo atri- buyen a otro! —recriminó—. ¡Los humanos se merecen una buena azotaina en el trasero! —dijo haciendo aspavientos con sus ramas.
  • 12. –17– Soraya del Ángel Moreno Siempre que lo hacía tenía problemas con la corteza que envolvía su cuerpo. Además, cuando se enfadaba, perdía parte de las hermosas flores blancas que componían su melena. —Ya sabessss lo influenciables que son, Madre… —apuntó Afi siseando, como es propio en las serpientes—. Ademássss desconocen la verdad; imagina que algún día descubriesen que yo lessss alejé de Andrómeda… ¡el choque entre galaxiassss era ineludible! Les aturdi- rían y sobrecogerían tantassss cosas que es mejor que sigan siendo unos ignorantessss. —¿Tú qué opinas, Jan? —preguntó Madre Naturaleza—. No has abierto la boca desde que llegamos —dijo algo preocupada. —No soy un gran orador, Dahlia —respondió el Dios de la Luz y de la Oscuridad—. Ya conoces mi opinión… —en ese momento batió sus alas para ponerse en pie—. Siempre te obedeceré, padre —dijo clavando su mirada en Damarcus—, pero creo que quien debe- ría marcharse de este planeta es el hombre, por sumaldad. Damarcus, apoyándose en su rodilla, también se puso en pie para caminar unos pasos y acercarse a su hijo. Puso su mano en el hombro del ángel y se dirigió a él. —Lo acordamos en la bóveda, hijo mío —le recordó—. Lo mejor es que todo lo mitológico quede oculto para el hombre. No saben convivir con la magia, lo destruyen todo. No están preparados para lo sobrenatural ni para convivir con las bestias —dijo refiriéndose a feroces animales colosales que también habitaban en la Tierra—. Por eso nosotros también partiremos junto a las criaturas. Cuando vaya- mos con ellos, todo será diferente. Damarcus, con suavidad, colocó uno de los mechones rubios de Jan tras su oreja. Sin apenas darse cuenta el sol comenzó a salir y, con el resplandor de sus primeros rayos, comenzaron a llegar los hechiceros. Los dio- ses se pusieron en pie, preparándose para recibir a los mil doscientos convocados.
  • 13. –18– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión Los primeros en aparecer fueron los magos que dominaban los encantamientos de transmutación y los que contaban con la ayuda de las aves para trasladarse de un lugar a otro. Los que podían transmutar siempre permanecían en su forma animal para pasar desapercibidos a ojos del hombre, pero no era fácil dominar esta técnica, ya que se necesitaba tener mucho poder y experiencia. Los hechiceros que lle- gaban surcando los cielos no tardaron en unirse al grupo. Otros apa- recieron a lomos de sus corceles y el resto sobre nubes, fuego o hielo que iban formando ellos mismos con su poder. Una vez los dioses tuvieron delante al gremio de magos al com- pleto, se dieron cuenta de lo que habían evolucionado sus creaciones, sintiéndose orgullosos. Entre los miles de magos, distinguieron al fundador del gremio, el venerado Viejo Cuervo, a los prestigiosos Tupak y Lenam, de as- pecto reptil; Dahon, el más joven de ellos; Român, Liv y Skip, con características de ave o Aiko, la hechicera cíclope. Todos se saludaban entusiasmados. La mayoría estuvieron ocultos durante mucho y no habían visto a otro camarada del gremio en años, así que se creó un gran alboroto por aquel felizreencuentro. Pronto Damarcus dio un paso adelante y extendió sus brazos para que los convocados guardasen silencio. No había tiempo que perder. —Magos venidos desde los confines de la Tierra, os halláis aquí para cumplir la voluntad de vuestros dioses —Damarcus, conocedor de todas las lenguas del mundo, se dirigía a ellos en korüm, la lengua oficial del gremio—. Sabed que el sufrimiento de nuestro puebloaca- bará hoy, en este momento y en este lugar. Los magos permanecían en silencio, nadie quería interrumpir al supremo. —Os hemos reunido a todos para que, con vuestro poder, nos ayudéis a crear un nuevo mundo, lejos del hombre. En él convivire- mos como antaño, en armonía, apartados de toda barbarie. Los magos aplaudieron enérgicamente, no podían estar más de acuerdo. Damarcus volvió a levantar los brazos para hacerles ver que
  • 14. –19– Soraya del Ángel Moreno no había terminado su discurso ya que su responsabilidad era expli- carles los detalles. Todos volvieron a guardarsilencio. —Los dioses desplazaremos a todos al nuevo mundo cuando esté listo, pero necesitamos de vuestra magia para obrar un portal, un paso entre los dos mundos por donde hacer la conexión y el traslado —los hechiceros escuchaban con atención, nadie se atrevía siquiera a mo- verse—. Para ello, —continuó Damarcus—, los dioses canalizaremos vuestra magia y lo construiremos. Lo más difícil será establecer el es- pacio vacío, la nada que habrá al otro lado para después abastecerla de todo lo necesario para la vida. En ese momento, el dios se acercó a su esposa, le cogió la mano y besó el dorsal tiernamente antes de seguir su discurso. —Todos conocéis la potestad de Dana —continuó Damarcus apa- ciguando su voz—. Nació con un poder único, el de devolver la vida a los muertos otorgándoles la inmortalidad si lo merecen. En esta ceremonia, como sabéis, mi esposa ofrece su propia sangre aldifunto convirtiéndolo en ángel y pudiendo vivir como ser inmortal —Da- marcus tomó aire antes de seguir—. Para poder abastecer la nada y permitir a nuestro pueblo vivir en ella, Dana tendrá que hacer justo lo inverso. Necesita del poder que contiene vuestra sangre para obtener la fuerza suficiente para tal cometido. Los magos comenzaron a entender que la diosa, al hacer su ritual de forma inversa, les extraería la sangre a todos. Probablemente termi- narían convertidos en entes incorpóreos y, por tanto, a Dana le sería del todo imposible darles la inmortalidad como ángeles… su sacrificio les llevaría a una muerte segura. —Tened fe, hijos míos, esa que nunca os ha abandonado —les pidió el todopoderoso—. No os asustéis ante la idea de la muerte, porque nosotros estaremos a vuestro lado. Este sacrificio y vuestra gesta acompañarán a nuestro pueblo hasta el fin de los días, permi- tiendo que otros disfruten de una nueva vida en el mundo quenacerá hoy… —Damarcus giró su cuerpo, dando la espalda a los magos—. ¡Aquí! —y señaló con su dedo índice hacia delante.
  • 15. –20– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión Del dedo de Damarcus surgió un agujero negro que iba brotando como mana el agua de una fuente. El agujero permaneció suspendido en el aire, y entonces gritó: —¡Aquí emergerá el portal! Los magos, a pesar del estupor inicial, se concentraron en su mi- sión. Conocían los detalles del plan y ahora les tocaba actuar para ayudar a las criaturas. El primer paso era el de lanzar su hechizo más poderoso para que los dioses lo canalizasen, dieran forma al portal y se hiciese la nada. Todos se prepararon, cerraron sus ojos y se concentraron. En me- dio de aquel silencio sobrecogedor, alguien clamó Eo in Librä!!1 , el grito de la libertad. De inmediato, todo el gremio lo repitió alzando los puños, mostrando el honor de los magos. Mientras, los dioses se alinearon delante del agujero negro listos para recibir el impacto de los hechizos que iban a lanzarles los magos. Pese al sol resplandeciente, la concentración de los magos hizo que la zona del bosque se volviese oscura. La noche parecía haber llegado de nuevo, quedando todo oscuro, en silencio. El tremendo poder que estaba a punto de liberarse hizo temblar la tierra con tanta intensidad que los árboles se desestabilizaron y comenzaron a caer, arrancados de raíz. Trozos de montañas cercanas explotaron, haciendo saltar por los aires rocas del tamaño de viviendas. De pronto la oscuridad comenzó a disiparse gracias a los destellos de colores que causaban los hechizos a medida que los magos los lazaban. Esferas de fuego chocaban contra el pecho de Damarcus; rayos de escarcha eran absorbidos por la diosa Dana; huracanes eran atraídos por el cuerpo de Jan; rocas del tamaño de montañas aparecían de la nada y eran arrojadas hacia el dios Afi; nubes tóxicas empapaban a Madre Naturaleza… Las divinidades atraían los hechizos hacia ellos y, de esa magia, emanó el poder para que el portal tomase forma. El pequeño agujero negro creció rápidamente hasta formar la estructura de un enorme pórtico. En el interior del arco, tras una pantalla acuosa, se apreciaba una luz blanca y cegadora: era el otro lado, la nada. 1 En la lengua Korüm, utilizada por los miembros del gremio de magos, se traduce como: ¡Por la libertad!
  • 16. –21– Soraya del Ángel Moreno El primer paso para crear un nuevo mundo había concluido. Damarcus percibió como muchos de los magos ya no desprendían aura. Sus cuerpos habían ido desapareciendo a medida que perdían su poder. Examinó a los que quedaban en pie, tal vez unos cien, y se acercó a ellos. —Valientes magos de la Tierra, los dioses hemos comprobado la magnificencia de vuestro poder —admiró el supremo—. ¡Gracias a vosotros el portal y la nada son unarealidad! Los magos supervivientes estaban agotados. Tras desprenderse de casi todo su poder quedaron tan extenuados que ni los propios sana- dores pudieron curarse. Pese a todo, no suponía un problema porque lo que la diosa necesitaba para su cometido no era la magia de los hechiceros, sino su sangre. Hubo un leve murmullo entre los magos cuando vieron que Dana se aproximaba a ellos, señal de que su muerte seacercaba. La diosa era realmente bella. Sus grandes ojos verdes destacaban entre su cabello largo y rizado, rojo, del mismo color que sus labios. Su cuerpo esbelto de piel lechosa brillaba, y su toga color mármol la hacía parecer una de aquellas mujeres romanas que tanto le divertían cuando el Imperio aún existía. —Valerosos magos —dijo apaciblemente Dana—, aquí nos en- contramos, ante uno de los sucesos más importante de nuestra histo- ria. Cuando dé comienzo el ritual solo oiréis mi voz. Vendrá a vuestra mente el momento más feliz que hayáis vivido en la Tierra y quedaréis dormidos en un sueño bello y placentero, sin sentir ningúndolor. La Diosa de la Vida y la Inmortalidad alzó las manos con delicade- za. Los magos no sintieron miedo, en realidad les envolvió una sensa- ción muy agradable antes de sentir como sus ojos se cerraban. Un leve cosquilleo, similar a una caricia, recorrió sus espaldas y les sumió en un sueño muy profundo. Cada mago soñaba con el momento en que había sido más feliz. Unos pensaban en sus hijos y cónyuges, otros en la primera vez que levitaron y los más jóvenes se acordaban de las
  • 17. –22– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión aventuras que vivieron junto a sus amigos más queridos. Así fue como la diosa fue absorbiendo la sangre hasta que aquella parte del bosque quedó plagada de los cuerpos inertes de los magos, convertidos en sacos de piel. Las manos de Dana obtuvieron la energía que emanaba la sangre de mago; había quedado envuelta en un aura de color carmesí tan intenso que toda ella parecía bañada en la misma sangre que había ab- sorbido minutos antes. Levitó unos metros sobre el suelo y, dirigiendo su mano hacia el portal, disparó una onda de energía hacia la nada. Así, la luz blanca y cegadora que había en ese espacio desapareció. Damarcus cruzó al otro lado del portal atravesando la pantalla acuosa y, con la ayuda de las diosas, fueron transformando el blanco en un espacio repleto de agua de la que brotaron seis vastas superficies de diversas magnitudes. Dos islas se definieron al oeste mientras un continente central, la más grande extensión de territorio del nuevo mundo, surgía de las aguas junto a otra isla al noroeste; el último en aparecer fue el continente oriental con una pequeña isla al norte. Así es como surgieron los territorios que más tarde darían vida a los rei- nos. Hicieron que de la tierra seca naciera abundante vegetación, fauna, ríos, montañas, desiertos… todo lo necesario para que las criaturas pudiesen retomar sus vidas con notablesmejorías. Cuando la tierra fue creada, Dana, hasta entonces envuelta en un halo rojo, retornó a su antiguo aspecto. Agotadas, ambas diosas se desplomaron en el suelo del bosque y el supremo se apresuró a ir en su ayuda y comprobar que estaban bien tras perder gran parte de su energía. Damarcus, a continuación, ordenó a Jan y a Afi que cruzasen tam- bién el pórtico. Afi entró primero en el nuevo mundo y, reptando, se alejó de la entrada unos metros. Comenzó a espirar y de su aliento nació una suave brisa que poco a poco se fue aferrando por todo aquel espacio.
  • 18. –23– Soraya del Ángel Moreno El dios Jan, en plena armonía con Afi, voló y comenzó a girar sobre sí mismo a enorme velocidad. De su cuerpo apareció una luz intensa, dando paso al primero de los días. Como una pareja de baile bien acompasada, Afi usó el día para crear un astro solar que guiase a los futuros habitantes, y por su parte, Jan ondeó su cuerpo creando así la oscuridad y dos lunas que brillasen en la noche y orientasen a las criaturas nocturnas. También nacieron estrellas que ayudarían a los navegantes en sus largas noches en alta mar. Con el trabajo concluido, las dos divinidades volvieron al mundo humano, atravesando de nuevo el portal. Afi, agotado, inclinó su cabe- za para confirmar al supremo que su cometido se había llevado a cabo exitosamente y Damarcus devolvió el gesto agradecido. —Mi Señor, ¿no habría forma de usar mi poder para resucitarles? —preguntó Dana volviendo en sí. —Ya conoces las leyes divinas —le recordó—. Los difuntos incor- póreos, o con el cuerpo en tan mal estado, no pueden someterse a tu juicio. En estos momentos deben estar ya en la Ciudad de los Difun- tos —le explicó su esposo. Damarcus guardó silencio. Abrazaba a su esposa con fuerzamien- tras observaba el bosque cuando, de pronto, algo llamó su atención; detectó movimiento. Dejó a las diosas recostadas mientras los demás permanecían inmóviles, contemplando como el supremo se dirigía hacia los despojos. Apartó varios sacos de piel y vio con claridad la garra escamada de Lenam. Cerró sus ojos y se concentró, logrando detectar nueve auras, ¡nueve supervivientes! —Dioses, ¡aquí! —atendieron a los nueve magos que sobrevivie- ron al enorme desgaste de poder. Los supervivientes estaban muy desmejorados. Habían perdido mucho peso, parecían esqueletos; aun así la fortuna quiso que el dios los encontrase con vida. Usó su poder para sanarles pero el desgaste sufrido había sido tan tremendo que los magos seguían inconscientes.
  • 19. –24– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión Quedaban pocas horas para anochecer y Damarcus, aprovechando que los magos dormían, decidió honrar a los fallecidos con un ritual del propio gremio. Las demás divinidades lo observaron con atención mientras descansaban, no tenían fuerza ni poder suficiente como para unirse al supremo. —Hoy dejará de existir la magia en el mundo del hombre… —dijo—. Huirá cualquier ápice de magia, ilusión y fantasía de sus corazones. Lo que tanto amamos una vez lo ha destrozado en su in- mensa crueldad. Finaliza la Era en la que hombre, criatura y bestia conviven juntos —apenado, comenzó elritual. Sus ojos blancos apuntaron al cielo y los cuerpos ascendieron hasta las estrellas. En ellas arderían, transformándose en parte del cosmos y cerrándose así un ciclo. Ya había amanecido y los magos despertaron. Se sentían confu- sos, extraños y muy cansados. Aun así, no tardaron en recordar todo lo sucedido el día anterior. Parecía mentira que, en solo unas horas, la vida les hubiera cambiado tanto. Damarcus, viéndoles abatidos, se acercó a ellos. —Sabemos que ha sido duro, hijos míos. Pero lo habéis logra- do. Ya solo queda abandonar este mundo. El momento de la travesía ha llegado —les anunció—. Los dioses queremos proclamaros, a los nueve, nuestros portavoces. Seréis conocidos como Altos Magos en el nuevo mundo y os encargaréis de que nuestras leyes se respeten en los ocho reinos. La maldad del hombre no traspasará este portal. Todo está listo para la travesía de nuestro pueblo… —expuso—,… les ubicaré muy lejos del pórtico para que nunca, nadie sepa dóndese encuentra, salvo nosotros. Ambos mundos estarían conectados durante el tiempo que durase la travesía y, como había anunciado Damarcus, el paradero del portal permanecería oculto. Una vez estuviesen todos al otro lado, se cerraría para siempre.
  • 20. –25– Soraya del Ángel Moreno Damarcus ordenó a los Altos Magos ser los primeros en cruzar por el pórtico; todos salvo el mago Lenam. Los dioses le pidieron que se quedara para ayudarles a sellar el portal por ambos extremos ya que ellos también habían perdido gran parte de su poder durante la crea- ción. Con todos los cabos atados, el momento de anunciar la travesía a las criaturas había llegado. Damarcus usó una vez más la telepatía, tal y como había hecho para convocar a los magos. Su poder era de tal magnitud que, pese a estar también exhausto, hizo que cada criatura le escuchase en su propia lengua, siendo una comunicación multilingüe. —Criaturas de la Tierra, os habla vuestro dios Damarcus. Hemos oído vuestras súplicas y me hallo junto al resto de deidades ante un nuevo mundo creado para vosotros. Los magos de la Tierra os han dado un hogar y una nueva vida aunque, lamentablemente, solo nueve han sobrevivido; los nueve que os guiarán en esta nuevaera. Las criaturas escuchaban al dios desde sus escondites y sintieron consuelo por primera vez en muchotiempo. —Usaremos nuestro poder para transportaros lejos del hombre y de su persecución. Os acompañaremos y volveremos a observaros desde los cielos. Al acabar de pronunciar estas palabras sentiréis frío y un leve mareo causado por la teletransportación.Dormiréis durante el viaje y, cuando despertéis, lo haréis en el nuevo mundo: ¡Gruhmnion! Las palabras de Damarcus fueron como un bálsamo para los opri- midos y el supremo lo percibió. Los dioses formaron un círculo, unieron sus manos y el éxodo de las criaturas dio comienzo. Paulatinamente cada ser fue desvane- ciéndose para, más tarde, volver a emerger al otro lado del portal en el lugar elegido por las divinidades. Esta localización era enorme, del tamaño de media Europa, ya que serían decenas de millones las cria- turas situadas allí. Reunieron a las feroces bestias en el oeste para que no hubiese problemas con ellas durante el periodo de adaptación. Una vez en Gruhmnion, los Altos Magos les ayudarían a encontrar a cada cual su lugar idóneo o bien localizar a sus familiares.
  • 21. –26– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión Damarcus terminó su cometido habiendo perdido su poder, ape- nas le quedaban fuerzas para mantenerse en pie pero no importaba. Era su turno para cruzar el portal y allí, en el nuevo mundo, recupe- rarían sus fuerzas. Mientras, en Gruhmnion, los Altos Magos aguardaban junto al pórtico a que aparecieran el resto de creadores. Escucharon un es- truendo, sin duda se trataba del cierre del otro lado del portal. De inmediato avistaron una silueta que salía de la capa acuosa. La figura, de unos dos metros de altura, vestía una túnica de un blanco inmacu- lado, con una capucha del mismo color. La túnica, que cubría casi por completo su cuerpo y sus facciones, apenas dejaba visibles los cuatro dedos escamados que tenía en cada garra, de colores marrón grisáceo. Al alzar un poco la cabeza, pudieron verse los dos destellos amarillos que proyectaban sus ojos y, a medida que se acercaba más, despuntaba una larga lengua cobriza que sacaba repetidamente de su boca. No había duda, era el mago Lenam, que sujetaba con ambas garras un bastón hecho de madera, cuyo mango negro representaba una cabeza de unicornio. Nadie le seguía. Los magos intercambiaron miradas de estupefacción, no espera- ban verle aparecer solo. El saurio se dispuso a cerrar el portal sin prestar atención a sus ca- maradas. Cogió el bastón con una garra y comenzó un encantamiento pronunciado en la lengua del gremio, desconocido por todos hasta ese momento: Daeh Maestre in sumestra Vitala ye aös relat in maxium Oda Sa lönmuro a vu, paso Carub til layo clepsidra Daeh sa gurjor2 2 En la lengua Korüm se traduce como: “Yo, maestro de la magia, bendecido con el poder del Dios Supremo, te ordeno a ti, puerta, cerrarte hasta el fin de los tiempos. Yo te lo ordeno.”
  • 22. –27– Soraya del Ángel Moreno Lenam pronunció la última palabra y del bastón surgió un remo- lino de viento que lo envolvió completamente y le hizo quedar en el centro del ciclón. Agarró fuertemente la vara de madera y con ella apuntó hacia el pórtico,recitando: —Por la autoridad que me han otorgado los grandes dioses de la Tierra y de Gruhmnion, yo, Lenam, ¡cierro este pasaje eternamente! Tras una breve sacudida, el remolino le liberó, creándose un fuerte tifón que salió disparado hacia el portal. Apareció entonces una luz brillante y cegadora que obligó a todos los presentes a cerrar los ojos. Para cuando consiguieron abrirlos, el enorme pórtico era una simple construcción arqueada, hueca. —Hermanos… —dijo Lenam acercándose a los demás—, ya no debemos temer, el portal ya está sellado —la lengua amarillenta salía de sus fauces a toda velocidad. Sabía que sus compañeros estaban deseosos de saber qué había ocurrido durante su ausencia, así que no les hizo esperar—. Los dioses, tras meditarlo una vez más, han deci- dido permanecer en el otro mundo y velar por el hombre. Albergan la esperanza de advertir cambios en él —explicó apenado—. Me han dado esta vara con parte de su poder para sellar el portal desde este extremo. Los magos comenzaron a bisbisear, pero Lenam aún no había ter- minado. —Entiendo vuestra sorpresa —declaró el mago acercándose aún más a sus camaradas—, pero debemos respetar su voluntad. Este bas- tón representa la confianza que han depositado en nosotros paradiri- gir Gruhmnion en su nombre. No podemos fallarles. —Pero ¿qué sucederá en un mundo sin dioses, Lenam? —le inte- rrumpió Dahon, el más joven de los magos y de aspecto humano—. Me preocupa que no estemos preparados para esta tarea. Solo hace unas horas que somos Altos Magos, ¡por los dioses! ¿A vosotros os han dado instrucciones? —preguntó nervioso mirando a cada uno de sus compañeros—, porque a mí no.
  • 23. –28– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión —Tranquilízate, Dahon —Lenam posó su garra en la cabeza lam- piña del joven—,…y déjame terminar —le regañó—. No os lo he contado todo. Al haber perdido tanta sangre, se nos ha arrebatado gran parte de nuestro poder. Dana me lo confesó antes de despedir- nos. Los magos estaban confusos tras escuchar las palabras de Lenam, y más cuando el saurio les propuso ocultar el paradero de los dioses con el fin de evitar que los devotos más radicales entrasen en estado de pánico. —Por último —dijo Lenam—, debemos concluir la importante tarea que nos ha sido encomendada por Damarcus. Pitia, ¿tienes el pergamino de los dioses? —Aquí está —respondió. —Nos han entregado este manuscrito… —apoyó el bastón en una roca para desplegar el rollo de papel—,…cuyo asunto marcará el futu- ro de toda criatura viviente. Aquí están los nombres de los monarcas designados para ocupar los tronos de los reinos de Gruhmnion. Una vez corroborado por todos, lo enrolló de nuevo y lo guardó en su túnica. Era el momento de comenzar a ayudar a los recién llegados. Como portavoces, los Altos Magos ampararon a las criaturas y les ayudaron a buscar las localizaciones que mejor se adaptaban a la naturaleza de cada uno de ellos, tal y como los todopoderosos habían querido.Con el paso de los años, los habitantes de Gruhmnion fueron encontrando su lugar y a sus familias, indagando en los reinos, construyendo sus ciudades y aldeas, elaborando caminos y medios de transporte hasta quedar cada cual en su espacio predilecto. …Y al otro lado del portal, los humanos fueron perdiendo el rastro de las especies legendarias que habían convivido desde el origen de los tiempos junto a ellos: hadas, ninfas, unicornios y dragones, entre muchas otras. La Era Gruhmniana daba comienzo.
  • 24. –29– E CAPÍTULO UNO l primer rayo de luz dio paso al amanecer y la claridad de la ma- ñana fue bañando Gruhmnion desde el reino Decódeon, situado al oeste, hasta el oriental reino de Nodral. Era la primera vez que se celebraba una festividad ecuménica. Los habitantes organizaban, excitados, los preparativos de esta fiesta en todos los reinos; no era para menos ya que en unos días se conmemo- raría algo muy especial: el Centenario de la Creación de Gruhmnion. La Edad de la Transición, como la llamaban los propios gruhmnianos, estaba siendo una época pacífica, de adaptación y, agradecidos a sus dioses, las criaturas les rendían homenaje con lafestividad. Al margen de los preparativos, los Altos Magos tenían responsabi- lidades que atender. Cada dos estaciones se reunían en el reino Bosque Colossus para debatir sobre la conducta de los gruhmnianos. Com- probaban que prevaleciera el orden en los reinos y se cercioraban de que todos viviesen acorde a las expectativas generadas por los dioses; al fin y al cabo ellos eran sus portavoces. En aquella ocasión, además, coincidía con su cometido de tribunal en La Academia, la escuela de magos más importante de los ocho reinos, donde su función era la de evaluar a los alumnos que aspiraban a MaestreMago. El Bosque Colossus estaba dividido en distintos sectores con ve- getación y clima independientes, que permitían la formación de miles
  • 25. –30– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión de ecosistemas distintos dentro del mismo reino. Millones de árboles poblaban aquel espacio verde tan precioso, tan perfecto. Dentro del descomunal territorio, solo existía una pequeña zona donde la natura- leza no era tan copiosa: el Castillo de Edicto, lugar en el que se cele- braban las asambleas del gremio de magos y donde se encontraba La Academia. Cuando Gruhmnion fue creado, los aspirantes a los tronos aceptaron sus nombramientos en este castillo y decretaron, junto a los Altos Magos, las leyes de los reinos. Así quedó plasmado en el primer manuscrito de esta Edad, El Real Pergamino Blanco: Preámbulo: Los líderes de Gruhmnion en el presente pacto, Considerando que se tendrá por base el reconocimiento de la dignidad inherente a todos los habitantes de Gruhmnion y de sus derechos iguales e inalienables dentro del Bosque Colossus, Reconociendo que estos derechos se derivan de la honorabilidad de todas las razas existentes, Considerando que el Real Pergamino Blanco impone a los reinos la obligación de promover el respeto de las libertades dentro de Gruhmnion en su totalidad, Comprendiendo que está prohibida la magia dentro del Bosque Colos- sus y/o acciones cuyos fines sean maléficos y perjudiciales para el resto de seres presentes en el sagrado reino, Concediendo a Lenam, el mago, el privilegio de poder utilizar lamagia dentro del Bosque Colossus por su cargo de líder de los Altos Magos, Concediendo a La Academia, el privilegio de ser el único lugar en el Bosque Colossus donde se podrá hacer uso de la magia, siempre y cuando sea para instruir y se realice Bajo la supervisión de sus profesores, o Altos Magos, Asignando a Odaka como vigía, defensor y ejecutor de las leyes aquí expuestas, Convienen en los artículos siguientes:
  • 26. –31– Soraya del Ángel Moreno PRIMERO: Se respetará la libertad de todo ser que pise tierra del Bosque Colossus, a excepción de aquellos quienes incumplan los mandatos expuestos en el Real Pergamino Blanco SEGUNDO: Siempre que se requiera de una asamblea para tratar temas que afecten a cualquiera de los reinos, ésta será dirigida por los Altos Magos y se llevará a cabo en el Castillo de Edicto TERCERO: En una asamblea con temas globales a tratar, se elegirá a un representante de cada reino implicado, que ejercerá de portavoz. Todos tienen derecho a parlamentar por turnos que establecerá el líder de los Altos Magos CUARTO: Los habitantes de Gruhmnion respetarán lo que se dic- tamine en cada asamblea aunque se pueden presentar objeciones que serán estudiadas por los Altos Magos QUINTO: El objetivo de la creación de Gruhmnion y del Bosque Colossus es salvaguardar al mundo de cualquier acción que incite a la destrucción de la paz SEXTO: Cada reino de Gruhmnion tendrá sus propias leyes y man- datos, siempre supervisados por su rey o reina y/o una asamblea real. El Real Pergamino Blanco reflejaba lo que habían decidido los dio- ses, un reino neutral, donde no existiera violencia y todas las criaturas respetasen. Por esto, los gruhmnianos se referían a este reino como el reino sagrado. En esta ocasión, la reunión que pretendían celebrar los magos al llegar al Castillo de Edicto no era como las anteriores. Rumores apun- taban a que se estaban produciendo una serie de altercados al oeste, en el reino de Decódeon, y los Altos Magos debían debatir sobre qué hacer. Lenam, líder del gremio y gobernante de uno de los reinos, propuso al resto citarse al amanecer en la entrada sur del Bosque Co- lossus. Como siempre ocurría, llegó el primero. El mago nació durante la Era Humana, en Indonesia. Sus padres, igual que él, eran reptors, una raza descendiente de los saurios que evo- lucionó formando seres con aspecto humanoide, pero con rasgos de
  • 27. –32– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión reptil. Esta raza aglomeraba gran cantidad de subespecies: los había con aspecto de salamandra, otros tenían un semblante camaleónico, existían reptors con cara de serpiente y entre otros tantos, estaban los de semblante de dragón de Komodo, como Lenam y sus padres. No tuvo demasiados problemas para ocultarse de los humanos du- rante su vida en la Tierra, ya que su hábitat no había sido descubierto por los bárbaros. Su hogar permanecía virgen, intacto. La única com- pañía que tenía su familia era la de tres dragones de Komodo que, quizá por similitud, se acercaban de vez en cuando al lecho del río donde construyeron su morada. Rehivo, el padre de Lenam, le regaló un libro de alquimia cuando éste era solo una cría: Recital mágico para principiantes, libro que se convirtió en una pieza clave en la educación del pequeño. A medida que fue creciendo, comenzó a darse cuenta que aquella satisfacción que alcanzaba cada vez que conseguía domi- nar un encantamiento era plena y eso le incitaba a seguir estudiando más sobre aquella disciplina. Recital mágico para principiantes le permitió comprender el siguiente volumen, La ciencia oculta en la oración, lo que dio paso a multitud de lecturas más. En ocasiones Lenam pasaba se- manas sin comer, solamente leía, practicaba, aprendía. Así fue como, con el paso del tiempo, el reptor acabó convirtiéndose en un profun- do conocedor de la magia, centrándose especialmente en la blanca, cuyos hechizos curativos dominaba a la perfección y le proporciona- ron los conocimientos para poder entrar en el gremio de magos a la temprana edad de quince años. Dado que en la Era Humana todas las criaturas intentaban ocultar- se del hombre, no había una escuela o un espacio donde recibir lec- ciones con un maestro, así que los primeros sabios, líderes del gremio, viajaban por todos los rincones del mundo buscando nuevos adeptos. Uno de los más importantes, conocido como Viejo Cuervo, llegó a Indonesia. Buscó al joven Lenam, de quien ya había oído hablar, y pasó junto a él y su familia varias estaciones, mostrándole así el arte de la magia. Lenam aprendió rápido de su maestro y, cuando consiguió la destreza suficiente para dominar la magia blanca, viajó tal y como hacían los grandes magos de la Tierra, mostrando sus conocimientos y alcanzando nuevos retos.
  • 28. –33– Soraya del Ángel Moreno Los años pasaron y el mago se convirtió en uno de los más sabios. Ciento veinte años dedicó al estudio de las diversas formas de vida del planeta, incluyendo a los seres humanos, de los que se hizo un analista experto. A sus cuatrocientos treinta y nueve años logró al fin lo que tanto anhelaba: elaborar el hechizo de la creación de vida. Este nuevo encantamiento aportó al gremio el poder de crear vida a través de entes inanimados, tales como piedras, barro, agua o fuego. Aunque no todos los magos disponían del poder suficiente para do- minar esta técnica, este gran acontecimiento proporcionó al reptor una gran popularidad entre los no humanos y posibilitó el nacimiento de las criaturas llamadas interplanares así como de las gárgolas. Por este gran descubrimiento, el saurio recibió el anillo que le consagraba como Maestre Mago. Según lo acordado, al amanecer, los nueve hechiceros estaban lis- tos para entrar en el Bosque Colossus. Los dos guardianes de la en- trada les dejaron pasar sin impedimento, ¡se trataba de los creadores! Entraron e, impresionados, contemplaron aquel lugar majestuoso. Por muchas veces que se adentraran, el reino no les dejaba de sorpren- der. Unos tenues rayos de luz penetraban por el follaje de las altísimas sequoias rojas que los rodeaban. En su viaje les acompañaba un aire húmedo que no apreciaron hasta llevar varias horas caminando y es que aquel bosque parecía no tener fin. El grupo distinguió una zona despejada a pocos metros y se dirigió a ella para descansar unos minu- tos. Desde allí Lenam vio a unos diez metros una charca embarrada y, sin pensarlo dos veces, decidió acercarse a lavar sus escamas sucias de polvo y tierra seca. Al agacharse y contemplar su reflejo, su gesto se tornó pensativo. Recogió con ambas garras un puñado de barro, cerró sus ojos amarillentos y, siendo el único que podía utilizar la magia en aquel territorio, recitó: Fangöe prehstir tsona convertor3 En ese momento el barro se licuó y, a los pocos segundos, se con- centró de nuevo transformándose en una preciosa vasija de loza, con 3 En lengua Korüm se traduce como: “Barro, convierte en utensilio tu forma.”
  • 29. –34– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión un asa a cada lado. La llenó del agua de la charca y, tras pasar su garra por la abertura del recipiente, el agua se convirtió en rica aguamiel. La compartió con el resto del grupo, que le vitorearon alegremente. Una vez descansados retomaron la marcha. Viajaron por el bosque de sequoias durante cinco horas más hasta llegar a orillas del río Péenor, de aguas cristalinas y corriente impetuo- sa que separaba dos sectores del reino: el bosque y la gran selva. Solo podían llegar a la jungla cruzando por el puente de madera de roble que se alzaba ante ellos. —Si pudiera usar la magia, cruzaría volando —refunfuñó Frost, especializado en hechizos gélidos y último de loselfos. —Ya conoces las leyes, refrigerador andante —bromeó Dahon, el más joven de los Altos Magos—. Nada de magia en el reino sagrado… —Nadie ha pedido tu opinión, ¡calvorotas! —respondió Frost, mofándose. Lenam se rascó las escamas de su cabeza mientras su lengua salía despedida en todas direcciones; ya no sabía qué hacer con aquellos dos y lo único que se le ocurrió fue invitarles a seguir adelante. Lle- garon a la orilla de la selva, donde se quedaron boquiabiertos por el brusco cambio climático que sintieron sus cuerpos. Pese a seguir en un ambiente húmedo, notaron el calor aplastante que brotaba a su alrededor, ni siquiera sofocado por las pequeñas gotas de lluvia que comenzaban a caer. —La Selva del Pacto… nunca me acostumbro a estos cambios de clima —reconoció Lenam moderando el ritmo de su paso. Continuaron la marcha cada vez más fatigados por la humedad y la lluvia, que comenzó a caer a borbotones. El diluvio les obligó a dete- nerse de nuevo ya que era imposible avanzar. Por experiencia, sabían que el monzón no duraría demasiado, pero aun así corrían el peligro de ser arrollados por la lluvia y el viento y, sin su magia, no podrían hacer gran cosa en esa situación. Buscaron refugio en la planicie de una de las cumbres cercanas y allí esperaron pacientemente a que ce-
  • 30. –35– Soraya del Ángel Moreno sara la lluvia. Los magos, empapados, miraban con resignación a su camarada Valdo, el único de ellos incorpóreo; un espíritu que al tacto parecía vaporoso y que, al parecer, se lo estaba pasando en grande. Valdo volaba por encima de los demás, revoloteaba como una mari- posa en busca de alimento. Cada vez que caía un relámpago, el mago etéreo transformaba su cuerpo nebuloso en distintas formas geomé- tricas para diversión del resto; ahora un círculo, ahora un cuadrado... Al fin dejó de llover y pudieron descender del monte hacia la orilla del río, que había crecido tras el monzón. Continuaron su camino acompañados por el olor a tierra mojada, por el crujir de las cortezas de los árboles, por el ruido de las hojas meciéndose a su alrededor y por la calma que queda tras la tempestad. Siguieron el río y pronto escucharon la pequeña cascada quelleva- ba directamente a la senda que conducía al castillo. Los magos cono- cían una forma de bajar por el acantilado y evitar dar un rodeo así que, con cautela, se acercaron al borde del precipicio para situarse sobre unos escalones ocultos que formaban las rocas. Con cuidado de no resbalar, fueron bajando por las rocas hasta llegar a la caída de la cata- rata, en la que se formaba un enorme lago; de paso aprovecharon para reponer fuerzas y saciar su sed bebiendo del agua pura y cristalina. —Ya falta poco, hermanos —intentó animar Lenam mientras ca- minaba apoyándose en su bastón. Continuaron, dejando atrás el enorme lago, y muy pronto notaron en sus cuerpos el frío gélido de la nueva zona del reino, que se hacía más intenso con cada paso. Estaban muy cerca del Castillo deEdicto. El joven Dahon se adelantó al grupo para ser el primero en disfrutar de las vistas, apartó con su mano unas ramas de cedro que impedían ver lo que ocultaban y, al hacerlo, el mago quedó boquiabierto. Lo ha- bía visto muchas veces, pero la belleza del lugar era impactante. Desde su posición podía ver el Castillo, las montañas nevadas y, a lo lejos, el pico Minrid, donde estaba la cueva de Odaka, el guardián del reino. Millones de abetos nevados rodeaban la fortaleza. La nieve se pre- cipitaba sin cesar, cubriendo con un manto blanco todo lo que toca-
  • 31. –36– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión ba, lo que hacía difícil ver la senda que conducía hacia la entrada del castillo. El viento era fuerte aunque no llegaba a crear vendavales. En otras circunstancias Frost habría podido controlar la nieve y les habría despejado el paso pero allí, en el lugar donde la magia estaba prohibi- da, no hubo más remedio que seguir caminando. —Podrías aprender alguno de mis hechizos gélidos, Lenam —ani- mó al saurio. —Ya soy un poco mayor para cambiar mi magia, ¿no crees? —res- pondió—. Si es por usarla en este reino, tendría que aprender todos los tipos de magia que existen para contentaros a todos —Lenam puso su garra sobre el hombro de Frost y siguieron adelante. Avanzaron entre los abetos hasta encontrar la senda, por suerte co- nocían el camino de memoria… El castillo había sido construido con piedra caliza blanca. Destacaba el azul de los tejados cónicos de las to- rres y las bellas atalayas que abrazaban el enorme edificio situado en el extremo posterior de la fortaleza. Los magos se apresuraron a cruzar el puente de tres arcos que les conducía a la barbacana del castillo para así entrar en el patio exterior del recinto. Miraron hacia arriba, más allá de la muralla que tenían frente a sus ojos, y vieron el gran torreón con Oleandro, el viejo guarda, saludándoles desde la almena. Oleandro hizo una señal con su pata derecha y, de inmediato, la puerta principal comenzó a abrirse. El pórtico en arco era precioso; a cada lado de la entrada estaban colocados los estandartes del reino, cuyo símbolo era un cerezo en flor rosa. El vigía pidió a uno de los guardas que cubrieran su puesto. Descendió por las escaleras circula- res del torreón a toda prisa para saludar a los magos, que ya habían entrado al patio principal. Oleandro era de raza ursus, humanoides con aspecto de oso y, en su caso, perteneciente al clan de los panda. Apareció sonriente. Su cara achatada, redonda y con marcas de pelo negro en sus orejas y alrededor de los ojos le delataba; no podía negarse de qué especie era. Abrió sus brazos y agarró a Lenam fuertemente levantándole del suelo en un abrazo brutal.
  • 32. –37– Soraya del Ángel Moreno —¡Lenam! ¡Al fin has vuelto! —gritó Oleandro entusiasmado—. ¡Me aburría mucho sin ti! Además, dejamos nuestra partida a medias, ¿lo recuerdas? El mago le miraba con cariño, ya que se conocieron un siglo atrás, en el año uno de la Edad de la Transición y se había forjado una amis- tad inquebrantable entre ellos. —Suéltame, panda, o me partirás por la mitad… —dijo Lenam mientras la lengua amarillenta hacía de las suyas—. Retomaremos la partida. Te lo prometo, amigo mío, pero antes los magos debemos atender unos asuntos. —Entiendo —dijo el ursus—, pero los exámenes no son hasta mañana, así que no hay excusas para no cenar todos juntos y reírnos un rato. Al nombrar la cena, los magos miraron al cielo; ni se habían perca- tado de que estaba anocheciendo. Desde el patio del castillo, donde se encontraban, admiraron el enorme edificio que les quedaba enfrente, La Academia. En esta construcción de ocho plantas se instruía a los jóvenes que querían ser magos, ya que por muy longevos que fuesen Lenam y el resto, solo los ángeles eran inmortales. El gremio debía seguir creciendo, por ello magos y reyes de Gruhmnion decretaron en el Real Pergamino Blanco que La Academia fuese el único lugar del reino sagrado donde poder practicar la magia, siempre y cuando fuese para instruir y los estudiantes estuviesen bajo la supervisión de los Maestres asignados, uno para cada disciplina. Así crecería el número de aprendices de hechicero a la vez que permanecían a salvo dentro del bosque. —Luego saludaremos a los estudiantes —dijo Lenam—. Ahora descansemos un poco. Mañana nos espera el bloque negro. Todos miraron hacia la izquierda, donde se hallaba un extraño edi- ficio, un bloque negro, carente de ventanas y de puerta de entrada, hecho de un cristal muy resistente llamado polium que brillaba bajo la luz del sol.
  • 33. –38– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión Los magos, guiados por Oleandro, entraron a otro edificio, situado a la derecha del patio. En él se albergaban las dependencias reales y las habitaciones de los magos. La planta baja estaba destinada a invi- tados y a los trabajadores del castillo, como era el caso del vigía. En la primera planta se encontraban las habitaciones de los magos: nueve estancias individuales, cada una hecha a conformidad de su huésped y, finalmente, la última planta estaba destinada a acoger a los reyes y reinas que visitaban periódicamente el Castillo de Edicto. —Cuando estéis listos, id al mesón de La Academia. Creo que el bueno de Gordon ha preparado delicias de abejorro y pudin de man- zana —Oleandro se relamió—. Yo iré a asearme un poco, ¡creo que tengo nieve hasta en el pandero! —dijo intentando meter su garra en una apertura de la armadura. Al cabo de una hora todos se encontraron en El Mesón del Erudi- to, la enorme taberna donde se servían las comidas del castillo. Era un lugar divertido; los cientos de estudiantes se sentaban con sus amigos, intercambiaban experiencias y los expertos narraban historias a los principiantes para ver susreacciones. Oleandro entró y todos le saludaron cordialmente, era muy queri- do allí. Vio al final de la taberna la mesa donde se habían sentado los Altos Magos acompañados por los profesores, y se puso enmarcha. —¿Aprendiste ya a convertirte en buey? —preguntó el panda aun alumno de tercer curso—. Y tú, ¿ya podrías defenderte de un ataque de grado tres? —le dijo a otro de segundo. Oleandro quería mucho a “sus muchachos”, como solía llamar a todos los estudiantes. —Son buenos chicos —dijo al llegar a la mesa. El vigía se sentó al lado de su amigo dragón de komodo y levantó su gran y peludo brazo para hacer un gesto de agradecimiento al me- tre, que había preparado aquella mesa con especialesmero. —¡Desde luego Gordon se ha portado esta vez! —dijo Dahon, al ver los manjares que había preparado el cocinero. Si hubiese sidopor
  • 34. –39– Soraya del Ángel Moreno él, ya estaría comiendo como si no existiera el mañana, pero debía comportarse lo mejor posible y más teniendo a la encantadora Pitia a su lado, así que cogió un buñuelo y lo comenzó a masticar intentando no hacer ruido. —¿Te apetecen unos buñuelos de salmón? —preguntó Dahon con la boca llena mientras le acercaba el plato a la hechicera—. ¡Están muy buenos! —Gracias Dahon, probaré uno —respondió Pitia, sonriente—. ¡Mmm! ¡Delicioso! Dahon, que no se había tragado la bola de comida, la miraba em- belesado. Se conocieron un siglo atrás, el día de la creación de Gruhm- nion. El mago se enamoró de ella en el mismo instante en que la vio, pero nunca le había dicho nada por temor al rechazo y porque eran los Altos Magos, figuras que debían hacer siempre lo correcto, como velar por los gruhmnianos y dejarse de amoríos. —¿Cuándo vas a lanzarte a por Pitia, Dahon? —el joven Dahon, avergonzado, se puso a temblar al pensar que todo el mundo lo había escuchado. Para su tranquilidad, se percató de que era Fyodor, el úni- co de los magos que podía comunicarse mentalmente. —Aquí sí podemos usar nuestros poderes, estamos dentro de La Academia…—le recordó el magotelequinésico. —Déjame en paz, lobo, ya sabes la vergüenza que me da hablar de estas cosas… —Dahon se puso del color de las cerezas maduras, se acaloraba por momentos y eso que, pese a la chimenea, las estancias del castillo eran más bien frías ya que allí nunca paraba de nevar. La cena siguió en un ambiente agradable. A medida queoscurecía, el metre fue encendiendo las luces de baj de la estancia, llamadas así por su inventor, el señor Larry Baj, creador de un hechizo capaz de ser utilizado por cualquier gruhmniano, conocedor o no del arte de la magia. Así, cualquier habitante de cualquier reino disponía de luz siempre que quisiera con solo con un chasquido de dedos.
  • 35. –40– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión Los profesores explicaban anécdotas divertidas para entretener a los magos, la mayoría sobre disparates de los alumnos. Las más gra- ciosas provocaban las carcajadas de Oleandro, que se escuchaban hasta en el torreón cercano a la entrada. Comieron y bebieron hasta tarde, no pararon hasta quedar saciados. No se dieron cuenta de que los estudiantes ya hacía rato que habían marchado a sus habitaciones, sabían que el descanso era muy importante para su concentración en las distintas materias, más siendo el día siguiente tan importante. —Creo que es hora de que nosotros también vayamos a descansar —dijo Lenam—. Ya no tenemos tanto aguante como antes y mañana hay que examinar a los alumnos que han pasado al quinto curso, ade- más de debatir sobre los altercados del reino Decódeon. —¿Cuántos estudiantes han logrado acceder al examen este año, profesor Galvan? —preguntó el saurio. —Este año hemos batido récord, Lenam. Serán tres los que se examinen para la titulación de Maestre —contestó el profesor de la disciplina de Dominio de los Elementos y Fuerzas Naturales. —Estupendo, espero que tengamos tiempo para examinarles y para celebrar nuestra asamblea el mismo día —Lenam se levantó de la mesa, siendo el primero en salir del Mesón del Erudito. Poco después, lo hicieron los demás con la excepción del profesor de Magia Negra, Anubis, y el mago Elger. —Creo que esta vez lo lograrán, Elger —dijo Anubis esperanzado. —¿Crees que por fin tendremos otro Maestre en Magia Oscura? Me complacería tener un discípulo. Espero que esta vez lo hayamos encontrado —respondió Elger, escondido en una túnica negra cuya capucha ocultaba su rostro. Su particular voz grave y algo distorsiona- da era temida por los niños gruhmnianos. Ambos se despidieron y se retiraron a sus habitaciones, dejando la mesa llena de platos y copas vacías tras ellos.
  • 36. –41– L CAPÍTULO DOS a nieve caía sin cesar sobre el Castillo de Edicto, formando el mismo manto blanco que cubría toda aquella zona del reino. Los estudiantes que se examinaban habían pasado la noche en vela, y no era para menos. Había demasiado en juego, tener el rango más alto del gremio o seguir siendo magos... expertos, sí, pero magos comunes al fin y al cabo. Aquel año tres alumnos habían logrado acceder al examen a Maes- tre, todo un acontecimiento, ya que en todo ese siglo solo dos alum- nos habían conseguido la titulación. La Academia era un edificio de ocho pisos. La planta más baja al- bergaba la recepción, donde la señora Twinkles atendía a los alumnos desde su mostrador, una mesa semicircular violeta. La adorable recep- cionista era una âmphios, criaturas que evolucionaron de losanfibios, del tamaño de un humano y, como ocurría con otras razas, también agrupados en subespecies. La señora Twinkles, por ejemplo, era de tipo rana. En su juventud había gozado de una piel espléndida y llama- tiva color amarillo chillón, pero con el paso de los siglos, su amarillo se había apagado. Siempre llevaba unas gafas rojas cuadradas y una rebeca para resguardar su cuerpo del frío delcastillo. Tras el mostrador, un pasillo conducía a dos grandes salas: a la izquierda estaba el despacho de Anne Bernadette, directora del cen-
  • 37. –42– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión tro, y a la derecha la sala de profesores. En el extremo izquierdo de la estancia unas escaleras subían a la primera planta del edificio. Los escalones, hechos con vidrio azul celeste, eran flotantes y aunque sus- pendidos, permanecían inmóviles al pisarlos, ni siquiera un huracán podría haberlos movido. Para que las escaleras no fueran una zona de paso sin ningún encanto, su pared era en realidad un recinto acuático donde vivían miles de especies que fueron rescatadas de la Era Huma- na: ballenas azules, tiburones cebra, baijis, rayas marinas, telescopios negros… peces de agua dulce, salada, cálida y fría nadaban en armonía en aquel espacio mágico e infinito. Cada sala de La Academia estaba reforzada con hechizos de mutis- mo y blindaje. Con ello se aseguraban de que quedasen insonorizadas y protegidas ante ataques o explosiones causados por hechizos de los alumnos en prácticas. En la primera planta estaban las aulas de Alquimia, Pociones y Ar- tilugios, asignaturas que se empezaban a impartir en el primer curso. En el segundo piso se encontraban las aulas de Teoría de la Herbolo- gía, Ilusionismo y Predicción, y en la tercera se hallaba la sala donde los alumnos de cursos avanzados practicaban exclusivamente hechi- zos de magia negra, siempre bajo la supervisión del profesor Anubis. La cuarta planta abarcaba el escenario en el que se examinaba a los alumnos que aspiraban a convertirse en Maestres y que habían supera- do los cuatro cursos anteriores. La quinta planta del edificio albergaba la descomunal biblioteca, un espacio repleto de sabiduría gruhmnia- na e incluso con reproducciones de libros de la Era Humana. En la planta seis estaban las instalaciones deportivas y la piscina y, en lo más alto del edificio, se encontraba el Mesón del Erudito, lugar en el que se servían las comidas en el castillo y también donde se celebraban divertidas fiestas de estudiantes cada vez que terminaban un curso, como ocurriría al día siguiente. Finalmente, a las afueras del castillo se encontraba el Jardín Botánico en el que se realizaban las prácticas de la disciplina de Herbología, así como la construcción de una enor- me arena de combate en la que se practicaban las especialidades de
  • 38. –43– Soraya del Ángel Moreno Transmutación y de Dominio de los Elementos y Fuerzas Naturales (DEFN), ya que se necesitaba un espacio abierto para ejecutar este tipo de magia. Las normas de La Academia fueron regladas por los Altos Magos durante las primeras semanas de la Era de la Transición. Fueron ase- sorados por Anne Bernadette, conocida por todos gracias a su erudi- ción en asuntos de enseñanza de artes mágicas en jóvenes yadultos. La directora era una misifuz, humanoides de aspecto gatuno. Su morro y sus orejas blancas destacaban entre su suave pelaje atigrado color naranja. Su ojo derecho era azul celeste mientras que el izquierdo era verde oliva, lo que le otorgaba una mirada cuanto menos inquie- tante. Esta especie evolucionó de los gatos y con ello sus sentidosdel olfato y oído, motivo por el que la directora era tan buena en su tra- bajo. Escuchaba desde su despacho los bisbiseos de alumnos que, en el Mesón del Erudito, planeaban intercambiarse apuntes durante los exámenes. Siempre los cazaba. Vestía elegante y colorida; combinaba a la perfección los accesorios con sus vestidos e incluso con la carpeta que siempre llevaba consigo, cogida por una garra, en la que estaban planificados los horarios de las clases, las aulas correspondientes ylos alumnos que estudiaban cada disciplina. Los Altos Magos confiaron en Anne Bernadette para dirigir La Academia y no era para menos, el mismísimo dios Damarcus la recomendó para el puesto. Anne organizó La Academia en cinco cursos. En el Primer Curso de Principiantes se enseñaban cinco disciplinas en sus semblantes más básicos: Alquimia, Pociones, Herbología, Artilugios y Dominio delos Elementos y Fuerzas Naturales (DEFN). Los estudiantes que aproba- sen los exámenes de estas materias, ascendían al Segundo Curso de Prin- cipiantes, con las mismas disciplinas en modo avanzado a excepción de Artilugios que se cambiaba por Magia de Guerra en un nivel básico. Los cursos de modalidad principiante tenían una duración de un año cada uno y los exámenes eran, en mayor parte, teóricos con alguna práctica de carácter simple. Los aprobados pasaban al tercer curso, el Curso de Aprendiz, de tres años de duración. En él se incorporaban
  • 39. –44– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión a las disciplinas anteriores las clases de Ilusionismo y Control Men- tal, Predicción y Futurología, Transmutación Básica y Magia Negra. Este tercer curso se consideraba el más duro, ya que combinaba ma- gia avanzada con los hechizos más complicados de entender: Trans- mutación y Magia Negra. Muchos estudiantes no lograban superar este curso aunque, por norma de La Academia, un estudiante podía acceder al examen a Maestre teniendo, como máximo, una asignatura suspendida. A pesar de la dificultad había algunos que lograban llegar al cuarto curso: Curso de Mago Experto, de un año de permanencia, en el que se daban todas las disciplinas estudiadas hasta el momento a un nivel superior. Pocos magos habían logrado pasar al quinto, el Curso de Maestre, que consistía únicamente en la realización del examen de la modalidad escogida para convertirse en Maestre. Solo dos magos habían superado el examen en toda la historia de La Academia. Tres se examinaban aquel día, algo fuera de lo común que generaba una altísima expectación por parte de todos; incluso profesores y los Altos Magos estaban entusiasmados porque llegasen las pruebas. Faltaban solo un par de horas para el inicio de los exámenescuan- do el tribunal ascendió por las escaleras flotantes del edificio, piso por piso, hasta llegar al cuarto, donde estaba la Sala delReconocimiento. El primero en entrar fue Lenam, que abrió las enormes puertas de mármol negro y entró en la sala. Las luces de baj se encendían a medida que el mago iba descendiendo por el hueco existente entre las gradas. La claridad exhibía la bella estancia circular con un enorme escenario en medio que permitía a los asistentes poder contemplar el espectáculo desde todos los ángulos. Cual anfiteatro romano, la sala permitía la entrada de público, por si los familiares de los magos que- rían asistir a sus pruebas. El escenario tocaba la zona inferior de los graderíos, sector prohibido para el público por riesgo a sufrir heridas graves durante los ejercicios. La sala también incluía cinco palcos si- tuados alrededor de la estancia para contemplar desde las alturas a los examinados. Lenam y los demás magos bajaron por el anfiteatro hasta el esce- nario. Al llegar, se colocaron en el centro de la arena y se alinearon
  • 40. –45– Soraya del Ángel Moreno mirando hacia las gradas que daban a la puerta de entrada, lugar desde el que hablarían al público. El suelo del escenario se componía de pequeñas teselas de cerá- mica que formaban un mosaico con el árbol de cerezo en flor rosa dibujado, símbolo del reino. De él aparecieron nueve estrados, emer- giendo del suelo como lo haría una flor de loto en medio del fango. Cada mago disponía de su propio asiento independiente; les servirían para elevarse y permitirles moverse libremente por el gran escenario durante el examen. Planearon con sus estrados hasta colocarse en la gradería inferior, de cara al escenario. El examen comenzaría ensegui- da y querían estar listos para cuando comenzase a entrar el público. Cuando les fue permitido, los asistentes entraron y ocuparon to- dos los asientos de las gradas medias y altas, así como los palcos. De pronto, las luces de baj bajaron de intensidad, solo las que enfocaban al escenario continuaban con su máxima potencia, señal inequívoca de que las pruebas estaban a punto de comenzar. La Sala del Reconocimiento quedó llena de familiares y amigos de los estudiantes, que vitoreaban los nombres para darles ánimos. Pronto aparecieron en el escenario dos seres y en aquel instante todo el público guardó silencio. —Profesor Wade —dijo Lenam—, por favor, presente a su can- didato. El profesor se adelantó unos pasos en el escenario y se acercó al borde para presentar a su aspirante. Wade era un crock, humanoide con rostro de caimán, corpulento y muy fuerte. Hacía medio siglo que aceptó formar parte del claustro de profesores de La Academia y era experto en la disciplina de Magia de Guerra, la que había elegido el primer examinado. —Os presento a Ronnie, procedente de Arsaryen, capital del reino de Adronis —expuso—. El aspirante a Maestre en Magia de Guerra tiene la nota más alta de los tres candidatos, por ello será examinado en primer lugar. Como todos los que han pasado por este escenario
  • 41. –46– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión hasta el momento, la única disciplina no superada es la de Magia Ne- gra —Wade inclinó la cabeza en señal de despedida y se retiró del escenario, dejando al aspirante ensimismado escuchando losaplausos del auditorio. La pequeña figura antes escondida tras el profesor Wade, fuehacia adelante y levantó sus cortos brazos para provocar vítores aún más fuertes. Todos gritaban su nombre, Ronnie se sentía tan motivado que se creía capaz de todo en aquel momento. Este kaeru, un joven con aspecto de caracol, del tamaño de un bebé y cuya concha era tan dura como el diamante, tenía un aspecto algo cómico, por sus ojos tenta- culares y por el hecho tener unas piernas y brazos tan pequeños que costaba verlos. Pero como dicen los gruhmnianos, nunca te fíes de la apariencia de un kaeru… Aiko, una de las hechiceras, hizo girar su estrado mientras el resto permanecía inmóvil, quedando cara al público y mirándoles atenta- mente con su ojo de cíclope. Levantó los dedos pulgar, índice y cora- zón de su mano derecha y comenzó a moverlos haciendo un espiral que dio vida a una brisa aromática e hizo que un olor a pasto recién cortado se dirigiera a todos los espectadores. Lo que Aiko hacía era crear un hechizo de protección que impidiera salir del escenario a cualquier ser u objeto no deseado por la maga, algo muy necesario cuando alguien se examinaba de Magia de Guerra; nunca se sabía lo que podía ocurrir… Aiko volvió a su posición original, quedando de nuevo alineada con los demás miembros del tribunal. El pequeño kaeru aguardaba el inicio de su prueba, al fin había llegado el momento. Su respiración se aceleraba por segundos y sus ojos se movían nerviosos de un lado a otro en busca de cualquier mo- vimiento sobre el escenario. El estrado de otra de las magas, Siara, se colocó en el centro de la hilera, quedando junto a Lenam y todos los asientos se elevaron al mismo tiempo para que el tribunal quedase sobre el escenario. Siara era la única hechicera de raza acuática de entre los Altos Magos. Los branquirios eran una de las especies más respetadas en todos los reinos
  • 42. –47– Soraya del Ángel Moreno de Gruhmnion ya que era un pueblo amable y bondadoso con todas las criaturas. Su piel azul celeste, suave y escurridiza al tacto permane- cía siempre húmeda gracias a la capa de agua que siempre la rodeaba cuando permanecía fuera del mar. Disponía de arcos branquiales a cada lado de su cuello y aletas naranjas en su cabeza, en los antebrazos y en los muslos de sus piernas. Junto a Lenam era la única en poder crear vida a través de entes inanimados tales como barro, piedras o gotas de lluvia. Siara y Lenam cerraron sus ojos y pronto todo el anfiteatro co- menzó a temblar. El mosaico del suelo del escenario se transformó en arena de la que emergió lentamente una enorme estatua de pie- dra con forma de ganesh, raza de bestias con cuerpo tremendamente musculado y cabeza de elefante, cuya fuerza hacía estremecer a toda criatura viviente. Para desgracia de Ronnie, además de fuertes, los ga- nesh lanzaban chorros de agua a tal presión que podían agujerear las superficies más sólidas. Lenam juntó la palma de su garra izquierda con la mano derecha de Siara, que aún permanecía en el estrado de su lado. Ambos unieron sus poderes para dar vida a la estatua del ganesh bajo la atenta mirada del público y por supuesto, del pequeño kaeru Ronnie. Los pétreos ojos de la estatua comenzaron a resquebrajarse dejan- do al descubierto unos intimidantes ojos color ocre. La piedra que envolvía la trompa del paquidermo cayó al suelo formando un gran estruendo y dejándola libre para comenzar a moverse de un lado a otro, cada vez más rápido, con mayor brutalidad. El torso desnudo del ganesh también se liberó de la piedra y, en un abrir y cerrar de ojos, lo que antes era una figura de roca ahora era un ser animado, con sus instintos bestiales innatos y deseosos de atacar al diminuto kaeru que tenía delante. —¡Que empiece el combate! —gritó Lenam y, de inmediato, el ganesh escarbó la tierra con su pata trasera y tomó impulso para salir disparado hacia el pequeño caracol que, inmóvil, parecía esperar la inminente colisión.
  • 43. –48– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión Mientras corría, el ganesh fue formando un puño con sus manos para lanzarle un gancho tremendo. El pequeño caracol, que ya había intuido el movimiento de su adversario, se escondió rápidamente en su concha para protegerse. El choque del puño contra el caparazón sonó como si un trueno hubiera caído en la sala e hizo vibrar todo el anfiteatro. Una nube de tierra cubrió por unos momentos el escenario debido a la onda expansiva del golpe; gracias al hechizo protector de Aiko esta nube de polvo no llegó a los espectadores, que observaban boquiabiertos aquel inicio tan espectacular. Temían por el aspirante a Maestre. El elefante se preparaba para su segunda embestida. Comenzó a caminar rápidamente hacia Ronnie, que sacaba los ojos de su concha para ver la posición de la bestia. El ganesh atacó de nuevo con otro duro golpe en el caparazón del caracol. Esta vez, la sacudida hizo desplazar varios metros hacia el borde del escenario a Ronnie, que seguía oculto dentro de su coraza. Sabía que no podría seguir así por mucho tiempo; pese a lo resistente de su armadura, los golpes la esta- ban empezando a agrietar. Los Altos Magos se acercaron con sus es- trados, repartiéndose en el escenario para poder ver el combate desde distintos ángulos. A lo lejos continuaban escuchándose los gritos del público, que no paraba de animar al kaeru. El paquidermo se preparaba para asestar el tercer golpe. Ronnie sa- lió veloz de su concha al ver que corría hacia él y, dirigiendo las palmas de sus manos hacia su enemigo, creó un muro gris de luz sólida en el que el ganesh chocó sin remedio. Era el momento de atacar. Ronnie continuó con su hechizo aprovechando que la bestia estaba aturdida. Creó un martillo gigante del tamaño del propio elefante, también he- cho de luz sólida, y comenzó a atizarle en la cabeza tal repertorio de golpes que parecía imposible que el ganesh sobreviviera. Por si fuera poco, y para asegurarse la victoria, Ronnie hizo levitar al paquidermo y le comprimió con todas sus fuerzas, como si le envolviera una ana- conda gigante. La bestia quedó inconsciente. El pequeño kaeru, levantó sus tentáculos para mirar a los Altos Magos y sonrió tras la victoria. No pudo evitar emocionarse al acer-
  • 44. –49– Soraya del Ángel Moreno carse hacia las gradas y escuchar su nombre en boca de los especta- dores. ¡Lo había logrado! ¡Era el tercero en la historia en conseguirlo! —¡Roooonie! ¡Roooonie! —gritaba un públicoentregado. Ronnie se inclinó para agradecer la alabanza pero, al hacerlo, algo le golpeó con tanta fuerza que perforó su caparazón, haciendo que un terrible dolor llegase a su espalda. Sin poder evitarlo, fue propulsado hacia las gradas y chocó con la barrera invisible del hechizo de Aiko, lo que evitó que cayese encima del público. Ronnie se giró con las po- cas fuerzas que le quedaban y, al ver de nuevo erguido al paquidermo, pensó en lo estúpido que había sido… “He olvidado su cañón de agua... qué mal…”, pensó. Unos segundos de risa histérica dieron paso al desmayo del pequeñocaracol. El ganesh se preparaba para lanzar de nuevo otro chorro pero la hechicera Siara le detuvo. —¡Prehstir Convertor4 ! —gritó Siara e, ipso facto, el ganesh volvió a recuperar su forma de piedra. Lenam acercó su estrado a Ronnie, que yacía inconsciente. Puso su garra en la pequeña frente y el kaeru volvió en sí. El saurio se apartó y dirigiéndose al público exclamó: —¡Fin de la prueba! Resultado: no apto. El público, aunque apenado, aplaudió al joven mago puesto que enfrentarse a un ganesh no era nada fácil, y menos aún a uno creado por Lenam y Siara. Los magos también reconocieron el mérito del caracol y le desearon suerte para la próxima vez ya que no dudaban del poder de Ronnie. El escenario volvió a su forma original, dejando ver de nuevo el precioso mosaico del pavimento. Los Altos Magos volvieron a alinearse en la gradería inferior, fren- te al escenario, para dar la bienvenida al siguientealumno. —Profesor Anubis —llamó Lenam—, por favor, presente a su candidato. 4 En lengua Körum se traduce como “Recupera tu forma”
  • 45. –50– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión Anubis era el profesor encargado de enseñar la Magia Negra, dis- ciplina que había escogido el siguiente candidato para examinarse. Quienes dominaban los hechizos de este tipo de magia podían lanzar embrujos ideados para causar mal de ojo, enfermedades o malestar a sus víctimas aunque, sin duda, el poder más anhelado por los adep- tos a esta disciplina era el arte de la resurrección. Lamentablemente ningún gruhmniano había llegado a dominarla, ni siquiera el mago Elger o el profesor Anubis. Ellos eran Maestres ya que dominaban el control de los espíritus, un requisito necesario para alcanzar el rango en esta especialidad. Todos los alumnos que habían accedido a hacer el examen de quinto curso llegaban sin superar la asignatura de Magia Negra, precisamente porque no habían logrado controlar a los espí- ritus. En la Era Humana, cuando una criatura fallecía, su alma era atraí- da hacia la Ciudad de los Difuntos. La ciudad fue conocida durante mucho tiempo como El Limbo, un lugar donde las almas aguardaban el veredicto de la diosa Dana, que otorgaba la forma de ángel y la inmortalidad a las criaturas que lo merecieran. Las almas no merece- doras de la vida eterna iban directas al mundo de los muertos, donde permanecerían hasta el fin de los tiempos. Anpu, vigía de la Ciudad de los Difuntos y ayudante de la diosa, guiaba a las almas en su viaje a través del más allá hasta la llegada del juicio de Dana. Con cabeza de chacal de pelaje negro y cuerpo huma- no, fue representado como dios en algunas civilizaciones y, en cierto modo, podría verse como tal ya que Dana le otorgó la inmortalidad manteniendo su forma original, sin convertirlo en ángel. El chacal acompañaba a las almas hasta el Templo del Retorno, asentado en la misma Ciudad de los Difuntos. Allí la Diosa sopesaba las accionesde la criatura cuando estaba con vida, siempre que su cuerpo no hubiese quedado destruido al morir o se tratase de una criatura incorpórea. Del cuerpo etéreo surgía un corazón que la deidad colocaba en su balanza para ver hacia donde se inclinaba el peso de sus actos. Si la ba- lanza se inclinaba a favor de los actos bondadosos, la diosa estudiaba
  • 46. –51– Soraya del Ángel Moreno por último sus proezas, no bastaba con ser bondadoso paraconvertir en inmortal a una criatura… Cuando Gruhmnion fue creado, los dioses decidieron quedarseen el mundo humano a pesar de su voluntad inicial; dieron instrucciones a Lenam para que no quedasen cabos sueltos en el nuevo mundo y, una de las más importantes, fue la de informar a Anpu sobre este im- portante cambio. Además de cambiar su nombre por el de Anubis, tal y como lella- maban los humanos, se instaló en el Castillo de Edicto para instruir a los aprendices en el arte de la magia. Sabiendo que la diosa no estaría en gruhmnion, debía buscar a un aprendiz para ayudarle a controlar el nuevo más allá. Sin Dana en el Templo del Resurgimiento, no exis- tirían juicios ni la posibilidad de la conversión a ángel. Por ello, lo que más anhelaba aprender Anubis era el hechizo de la resurrección y po- der continuar con la labor de su diosa. Aun así, y a pesar de su estudio y práctica de la magia negra, ni siquiera con la ayuda del mago Elger consiguió acercarse. En el escenario, Anubis se adelantó unos pasos para presentar su candidato ante los Altos Magos: —Este es Absalon, procedente de Terabath, pueblo del sureño rei- no de Yebon —el público aplaudió y Lenam hizo una mueca de son- risa ya que el candidato era del reino que él gobernaba—. El aspirante a Maestre en Magia Negra —continuó el profesor—, es el primero en la historia de La Academia en presentarse al examen de esta disciplina. Los aplausos se mezclaron con gritos de euforia de los especta- dores. Jamás se había visto una prueba de magia negra y eso excitaba a las criaturas de las gradas. Incluso la directora Bernadette asistió a los exámenes, sin duda para estar presente ante la prueba que daría comienzo enseguida. —Como todos los examinados, la única disciplina no superada, es precisamente de la que se examina el candidato: la de Magia Negra —tras un murmullo de asombro del público, el profesor suspiró. De-
  • 47. –52– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión seaba con todas sus fuerzas que alguien más se uniera a su búsqueda de sabiduría y veía en el joven Absalon muchísimo potencial. El profesor inclinó la cabeza, tal y como dictaba el protocolo, y se retiró del escenario. Absalon cerró sus ojos e intentó concentrarse para la prueba, quedándose totalmente aislado, sin prestar atención a las gradas. Solo se concentró en el escenario. El segundo examinado era un katzer, seres altos y fuertes con cuer- po humano y rostro felino, en su caso, del clan pantera. Todo su cuer- po estaba cubierto por pelaje negro y su mirada verde tan penetrante e intensa hacía perder la noción del tiempo. Normalmente esta raza solo se vestía con pantalones, pero como en esa zona del reinosagra- do siempre nevaba, Absalon vestía siempre con la túnica marrón de estudiante que le cubría todo su cuerpo. De pronto el estrado del mago Elger viró y, clavando su mirada en los espectadores, advirtió: —Apreciado público... La siguiente prueba puede causar cierta conmoción. Sugerimos a los más sensibles que abandonen la Sala del Reconocimiento. Mientras algunos espectadores, siguiendo las recomendaciones, sa- lían temporalmente de la sala, el estrado de Elger volvió a girarse y abandonó la hilera del tribunal para ir hacia la gradería más cercana al escenario, en la que Anubis le esperaba. Elger vestía cubierto en su totalidad por una túnica negra cuya capucha no dejaba ver su rostro, solo se veían sus rasgos semblantes a los humanos: boca y manos. Nadie conocía su procedencia, ni siquiera Lenam, su maestro, que le encontró y enseñó todo lo que sabía so- bre magia blanca. Sin embargo, él escogió el estudio de hechizos más mortíferos. El asiento de Elger se posó en el suelo de la grada. Salió de su es- trado para colocarse al lado del profesor Anubis; si algo salía mal en la prueba, ellos deberían actuar rápidamente. Todos los presentes guar- daron silencio, un silencio sobrecogedor. Una sensación perturbadora
  • 48. –53– Soraya del Ángel Moreno recorrió la sala, como si todos intuyeran que algo malo estaba a punto de ocurrir. Tal y como marcaba el protocolo, los miembros del tribu- nal, a excepción de Elger, ascendieron en sus estrados, quedando de nuevo encima delescenario. —Tu misión es la de traer ante nosotros un espíritu de la Ciudad de los Difuntos, en el mundo de los muertos, controlarlo a tu voluntad y hacerle regresar al más allá —expuso Lenam con decisión—. ¡Que comience la prueba! Absalon había suspendido la asignatura de Magia Negra por no controlar bien a los espíritus, aun así había logrado moverlos, cosa que ningún estudiante más podía decir. Estaba decidido a dominar el hechizo supremo, la resurrección, ya que perdió a su familia en la Era Humana y no quería que otros pasasen por su misma situación. El katzer sabía que lo primero que tenía que hacer para traer un espíritu del más allá era recitar el sortilegio sagrado del Libro de los Muertos que les enseñó Anubis durante las lecciones. Para que el he- chizo tuviese efecto, el conjurador debía tener un poder enorme,tan- to mágico como mental. Su alma debía adentrarse en los confines del otro mundo, buscar un espíritu y recitar la oración para llevarlo con- sigo al mundo de los vivos, y más concretamente, al escenario donde se encontraba. De pronto, Absalon rompió el silencio de la sala al comenzar la oración: —¡Oh, corazón de mi madre! Ven hacia mí, ese es tu destino. Le- vántate de la tierra oscura puesto que yo soy el león que viene avan- zando, soy el ojo abierto de Horus y te digo que has alcanzado el rio, ven en paz. Del escenario surgieron grandes nubes oscuras acompañadas por vientos huracanados y relámpagos que caían sobre el preciosomosai- co del árbol de cerezo en flor. Absalon permanecía inmóvil, concen- trado. Todos los músculos de su cuerpo estaban relajados, sin tensión, mientras recitaba una y otra vez el hechizo. Un huracán se abrió paso
  • 49. –54– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión y, de no ser por el conjuro de Aiko, la sala hubiese quedado totalmente destruida. Elger seguía junto a Anubis, ambos muy atentos a los actos del prometedor aspirante a Maestre. Del examinado surgió una onda apenas visible, sutil y vaporosa, y el mago entró en trance. Levitó varios metros y los terribles vientos que azotaban el escenario se comprimieron arrancando de lo más pro- fundo de sus entrañas una esencia incorpórea, un alma venida desde el mundo de los muertos, un gas colocado en la sala, sin capacidad de entender, sin posibilidad alguna de sentir. Elger y Anubis inter- cambiaron miradas de aprobación, expectantes de que el katser, aquel alumno, lograse superar el examen. Absalon, aún en trance, hizo que la tormenta huracanada se apa- ciguase y volviera la calma al escenario. Una calma tenebrosa, con forma de bola de gas que permanecía inmóvil en medio del escenario. El katzer abrió sus ojos. El primer ejercicio del examen estaba superado, pero el felino sabía que aún quedaba lo más duro. Había suspendido la disciplina, aunque había dedicado un año de perfeccio- namiento del control de los espíritus, había estado entrenado mucho para ese día y se sentía preparado para superar la prueba. —Procedo a controlar al espíritu —anunció Absalon para que el auditorio supiera qué es lo que pretendía hacer con el espectro—. Lo dirigiré hacia el borde del escenario, lo alzaré hasta los estrados del tribunal y después le haré venir hacia mí para devolverlo de nuevo al más allá. Absalon miró fijamente a la forma gaseosa que había en la arena. Se concentró en ella, en su esencia. No sabía quién era, ni pretendía saberlo, solo era vapor. El katzer comenzó a notar que su visión se nublaba. Todo a su alrededor parecía empequeñecerse y el espíritu asemejaba acercarse cada vez más a él aunque en realidad no se había movido un milímetro de su posición. En aquel momento Absalon perdió la noción del tiempo; se encontró en un espacio distinto, don- de el tiempo no existía, donde el aire podía verse y en el que el espíritu gaseoso ya no era tal. Lo veía, veía como el vapor del espectro setor-
  • 50. –55– Soraya del Ángel Moreno naba piel, como los poros se abrían y brotaba vello. De las cuencas de los ojos aparecieron dos esferas blancas que, de inmediato, quedaron manchadas con el negro del iris. Absalon estaba viendo a un ser des- nudo, una criatura frágil de mirada perdida, mientras que en la Sala del Reconocimiento los espectadores continuaban viendo al espíritu en su forma gaseosa. Absalon de pronto alzó un poco su hocico. Olfatea- ba aromas desconocidos para él hasta entonces. No lograba descifrar los primeros olores, pero enseguida le vinieron a la mente imágenes de bizcochos de limón recién hechos, olor de libro nuevo, de cerillas recién apagadas, aroma a grano de café y a vainilla… no podía tratarse de otra cosa, aquel espíritu era de un humano. Volvió en sí y se sobresaltó al advertir los ojos negros del espíritu clavados en él, mirándole con malicia. El espíritu sonreíapérfidamen- te, quizá sabía que no estaba en el mundo de los muertos o quizá murió con aquel gesto y lo recuperó al volver su forma corpórea. El katzer intentó tranquilizarse y recuperar la calma. No era momento de hacer el tonto, ¡no más despistes! “Como no te centres, lo fastidiarás todo… ”, se decía el felino. El auditorio continuaba en silencio, a la espera de que el examinado hiciese mover la forma gaseosa del escenario. Hacía pocos segundos que Absalon había explicado los pasos que daría, y todos prestaban gran atención. Absalon, que continuaba viendo al espíritu del humano, se preparó para usar todo su poder y dar las órdenes demovimiento. Ante la expectación del público, y bajo la atenta supervisión de El- ger y Anubis, el espíritu incorpóreo se movió. Tal y como anunció la pantera, primero se dirigió al borde del escenario, lentamente. A conti- nuación levitó hasta quedar a la altura de los estrados del tribunal, que no lograba salir de su asombro. Absalon, desde su posición, continuaba percibiendo la mirada per- turbadora del espíritu que, incluso estando elevado, seguía mirándole con ojos diabólicos. El resto del público continuaba viendo la bola de gas, todos excepto Anubis.
  • 51. –56– LosreinosdeGruhmnion.Lasllamasdelarebelión El espíritu descendió según lo previsto y, muy despacio, Absalon lo fue atrayendo hacia él. Los Altos Magos también hicieron bajar sus estrados para apreciar mejor el poder del estudiante. El espíritu estaba ya a pocos centímetros del katzer, que seguía concentrado en su labor. “Un poco más, un poco más…”, pensaba. Detu- vo al espíritu y, por primera vez, dejó de mirarle a los ojos. Ahora toca- ba lo más complicado, devolverlo al lugar de donde procedía. Absalon comenzó a canalizar su poder y, cuando volvió a dirigir su mirada al espíritu, no estaba. Un terrible sentimiento de pavor le dejó inmóvil. No sabía qué hacer. Vio a Anubis encima del escenario, agarrando por el cuello al es- píritu humano, que se movía como lo hizo en vida. El profesor lo aturdía para intentar inmovilizarlo, pero el espíritu no se lo ponía fá- cil. La escena resultó tan desconcertante para Absalon que dejó el espacio donde su percepción era más potente, sintiendo como todo a su alrededor se movía, giraba y mezclaba sus colores. Así fue como recuperó de nuevo la noción del tiempo y la realidad. Miró de nuevo el escenario, a los magos y a Anubis sujetando sin saber cómo a la forma gaseosa. Ya no veía su cuerpo, ni sus ojos, ni percibía al espíritu, lo veía como los demás espectadores. Del cuerpo del profesor surgieron llamas que se desprendieron de él como si tuviesen vida propia. Las ascuas formaron un círculo per- fecto en el suelo, a pocos metros de distancia, ante la atenta mirada de Absalon. El círculo de llamas le serviría como fuente de invocación para su sortilegio. —¡Todo me pertenece! ¡Todo me ha sido dado! —gritaba Anubis mientras sujetaba al espectro vaporoso—. Entré como un halcón y salgo como un Fénix. Astro de la mañana, ¡abre de nuevo el camino para que pueda entrar en paz! Despéjale el camino para que así pueda adorar a Dana, ¡Señora de la Vida y la Inmortalidad! El espíritu fue absorbido por el círculo en llamas y desapareció del escenario sin más.
  • 52. –57– Soraya del Ángel Moreno —¡Fin de la prueba! Resultado: no apto —anunció Lenam. Absalon quedó decepcionado. Todo había ocurrido tan deprisa que apenas entendía que había ocurrido. El mago Elger subió al esce- nario por las escaleras laterales y se acercó al alumno. —Lo has hecho muy bien —dijo Elger con su peculiar voz grave y tenebrosa—. Realmente bien… —Pero Maestre, no he sido capaz de devolverlo al más allá… —respondió el katzer afligido. —Yo te enseñaré cómo. He oído que mañana partes hacia a Tera- bath; retomaremos esta conversación más adelante, ¿te parece bien? —Será un honor, señor. Absalon y Anubis bajaron a las gradas mientras el público les ova- cionaba. Elger se dirigió a su estrado y volvió a elevarse, colocándose de nuevo en la hilera del tribunal, frente al escenario. Dos vigías abrie- ron las puertas para dejar entrar al público que había abandonado anteriormente la sala y el escenario volvió a la normalidad. Ya solo quedaba una prueba…