2. Cuenta la leyenda que en la época de la Colonia vivía un indio
llamado Cantuña, quien fue contratado por los frailes
franciscanos para la construcción del atrio del convento de San
Francisco.
3. El indígena comenzó los trabajos, pero el tiempo que
disponía era muy corto. Pasaron los días y comenzó a
desesperarse. Faltaba tan solo un día para la entrega de
la obra. Cantuña fue amenazado con ir a la cárcel si no
terminaba el atrio a tiempo.
4. En esos momentos se apareció Satanás, quien
exclamó: ¡Cantuña!. Aquí estoy para ayudarte.
Conozco tu angustia. Te ayudaré a construir el atrio
antes que salga el sol, pero a cambio, me entregarás tu
alma.
El indígena aceptó el trato, y puso como condición,
que sean colocadas absolutamente todas las piedras y
el diablo aceptó.
5. Inmediatamente los “diablillos” a empezaron a trabajar y con el
pasar de las horas, la monumental obra arquitectónica estaba
concluida antes de la medianoche. Fue el momento indicado para
cobrar el precio por la construcción: el alma de Cantuña.
6. Cuando el diablo estaba a punto de llevarse el alma del
indígena, este lo detuvo al afirmar: ¡Un momento! Me
ofreciste colocar hasta la última piedra de la
construcción y no fue así. Falta una piedra. ¡El trato ha
sido incumplido! En ese momento Cantuña sacó,
debajo de su poncho, una roca que la había escondido
muy sigilosamente
7. Satanás sorprendido reconoció que un simple mortal le
había engañado y de esta manera, Cantuña salvó su alma,
y el diablo tuvo que retirarse sin recibir su paga.