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LA FAMILIA Y LA EDUCACION
EN LA CULTURA DE LA VIDA
MONS. MANUEL URENA
Dicho Iac6nicamente, se trata de examinar y de contemplar la familia,
cuna del amor, santuario de la vida, cdlula basica de la sociedad e Iglesia do-
mdstica, como sujeto agente de la educaci6n para el desarrollo integral de la
persona y, en concreto, para el desarrollo de la conciencia del verdadero ser de
la vida y del valor sagrado e intangible de
La conferencia de clausura comprende tres momentos netamente dife-
renciados:
— Esencia y necesidad de la educacion.
— La familia como sujeto educativo.
— La educaci6n familiar en la verdad y en las virtudes y valores objeti-
vos de la cultura de la vida.
1. ESENCIA Y NECESIDAD DE LA EDUCACION
A diferencia del mineral, del vegetal y del animal inferior, entes cerrados
en sf mismos, ontol6gicamente concluidos a priori, incapaces de autotrascen-
dencia y de heterotrascendencia, de teleologia y de historia, el hombre, varon y
mujer, es un ser personal y, por tanto, un ser espiritual y libre, esto es, abierto
a la verdad, capaz de conocerla por sf mismo, al menos parcialmente, y llama-
do a religar su libertad, su voluntad libre, a la verdad alumbrada en su razon.
En esto radica la grandeza del hombre, su salto cualitativo respecto de los seres
de la creaci6n visible, grandeza y salto divinamente celebrados en el Salmo 8°.
Pero, aun estando situada en el vdrtice del «c6smos», la persona humana
no es un espfritu puro. Es, ciertamente, espfritu, pero espfritu realizado en un
cuerpo en evoluci6n; un espfritu en el mundo, esto es, abierto intrfnsecamente
SCRIPTA THEOLOGfCA 37 (2005/3) 875-891 875
ISSN 0036-9764
MONS. MANUEL URENIA
al otro y a los otros; y un espfritu abierto a Dios a traves de su cuerpo, del mun-
do en que vive y de la cultura creada por este mundo.
Por eso, el hombre, que trasciende ontol6gicamente a los entes del mun-
do visible, que comparte con ellos la materia y, al mismo tiempo, los supera de
modo cualitativo, es, sin embargo, el linico ser del mundo que necesita inver-
tir tiempo y ser ayudado desde fuera de sf mismo para llegar a ser lo que debe
ser, para devenir realmente aquello a lo que esta llamado desde su misma in-
manencia. En efecto, el hombre esta abierto constitutivamente a la verdad, pe-
ro no conoce &ta a priori en acto; es libre, pero tampoco actiia su libertad de
forma espontanea; es duefio de sf, pero lo es de hecho tras ardua conquista; es
locuente, pero tiene que aprender a hablar y ser ayudado a ello desde fuera de
sf mismo; esta llamado al amor y a la vida, pero, si no Ilega a tener la experien-
cia del amor, acaba en el odio y se orienta hacia la muerte. El hombre no es, en
suma, una mera potencia o una simple materia prima, pero tampoco es a prio-
ri un acto ni una forma sustancial perfecta. El hombre es un «fieri» y, por en-
de, «un faciendum». Y, como persona en proceso, como «fieri» y como «fa-
ciendumw, un alguien que puede lograrse o que puede malograrse, llegar a las
cimas mas altas o hundirse irremisiblemente en el abismo.
Dicho con rnayor explicitud, a diferencia de los demas seres, ciclos ya ce-
rrados a priori y sin posibilidad alguna de cambio, el hombre es el linico ser de
la creaci6n visible que puede hacer de sf mismo un angel bueno, un monstruo
o un demonio.
Asf las cosas, el hombre es siempre, pero de modo especial en su prime-
ros estadios evolutivos, sujeto paciente de la educacion.
Con todo, justo aquf comienza el problema. (Qu6 es la educacion? ^C6-
mo debe ser educado el hombre, particularmente el infante, el parvulo, el ado-
lescente, el joven?
El termino «educaci6n» es un sustantivo castellano que procede etimol6-
gicamente del sustantivo latino «eductio», el cual deriva, a su vez, del verbo la-
tino «e-ducere», que significa sacar u obtener algo a partir de algo preexistente,
desarrollar y hacer devenir acto lo que ya esta en potencia, despertar las laten-
cias y las tendencias del ente. Pero los tdrminos «eductio» y «educere» signifi-
can tambidn conducir, gufar, acompafiar a alguien hacia un horizonte que ^1 no
conoce y al que, en principio, no quiere ir, pero al que necesita acceder para al-
canzar la verdad, religar a ^sta su libertad y llegar a ser sf mismo.
Pues bien, a partir de esta doble acepci6n de los tdrminos latinos «educ-
tio» y «educere» han ido emergiendo a lo largo de la historia dos concepciones
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LA FAMILIA Y LA EDUCAClPN EN LA CULTURA DE LA VIDA
de la educaci6n muy distintas, aunque con frecuencia se hayan intersectado y
mutuamente corregido: la educaci6n como un mero asistir pasivo a la evoluci6n
aut6noma del sujeto en proceso de crecimiento (educacion naturalista) o como
una intervenci6n activa en el educando para hacer a ^ste autoconsciente del ser
pleno, que ya esta a priori en 6 (educaci6n may^utica); y la educaci6n como una
constante intervenci6n activa en el educando para abrir a 6ste al conocimiento
y a la asunci6n de un referente exterior al que ^1 ontol6gicamente tiende, pero
que en modo alguno esta ya en ^1 y que debe, pues, conquistar con el esfuerzo
de la raz6n y con la ayuda de la gracia, con el sudor de la voluntad libre y con
la mediaci6n de alguien, el educador, que le acompane, guie, ensene y corrija.
1.1. La educacidn naturalista y mayeutica
El primer modo de concebir la educacidn parte de un supuesto antropo-
I6gico falso: la creencia inmanentista de que el hombre, naturalista o ideista-
mente entendido, tiene ya en si todo lo que necesita para ser. Por consiguien-
te, o bien hay que dejarle que evolucione a partir de si mismo sin prestarle
ayuda alguna, sustraydndole incluso a todo tipo de influencia del exterior, co-
mo ocurre, por ejempio, en el «Emilio», de Rousseau, o bien hay que interve-
nir en A desde fuera, pero s6lo de modo may^utico, es decir, ayudandole a que
se explicite y devenga autoconsciente de la verdad plena, que ya late y estd ya
innata en su alma. No otro es el caso del ideismo de S6crates, del racionalismo
de Descartes, de todo el ideaJismo alemdn y, «mutatis mutandis», del subjeti-
vismo contemporaneo.
Recordemos el conocido paso del Dialogo «Teeteto», de Plat6n, en el que
S6crates afirma practicar el mismo arte que su madre, Fenaretes, la cual fue co-
madrona, «maia». El arte may^utico —viene a decir Socrates— coincide for-
malmente con el de las comadronas. Pero difiere de ^ste en que aqu^l hace pa-
rir a los hombres y no a las mujeres, y en que estd atento a las almas, y no a los
cuerpos, en su trabajo de parto. Lo" mejor del arte que Socrates practica estriba
en que permite saber si aquello que engendra la reflexi6n del joven es una apa-
riencia engaiiosa o un fruto verdadero'. Como se sabe, este arte consiste en lle-
var al interlocutor, que es el educando, al descubrimiento de la verdad por me-
dio de una serie de preguntas que dejan perplejo a ^ste, pues tales preguntas le
hacen ver lo muy infundado de su discurso, le obligan a retroceder y a enmen-
dar de raiz sus argumentos, y hacen que el referido interlocutor encuentre, al
fin, la verdad por si mismo y en si mismo, lo que ocurre, por ejempio, en el tan
1. Cfr. PLATON, Teeteto 149 A-151 E.
ScrTh 37 (2005/3) 877
MONS. MANUEL URENA
citado caso del «Men6n», en el que el esclavo, sometido a la mayeutica, acaba
descubriendo que ya sabia geometn'a antes de haberla aprendido.
1.2. La educacion realista
El segundo modo de concebir la educaci6n, lejos de partir del principio
de inmanencia, arranca del supuesto antropologico realista, magistralmente ex-
puesto por Aristoteles hace veinticuatro siglos, segiin el cual el alma humana es
como una tabla lisa en la cual nada hay escrito a priori. Aun estando en poten-
cia del conocimiento y teniendo en si misma las condiciones formales de posi-
bilidad exigidas para conocer y para actuar a partir de lo conocido, lo escribi-
ble en ella vendra dado a posteriori por medio de las imagenes de la realidad
captadas por los sentidos corporales y elaboradas despuds por la accion del en-
tendimiento.
Pues bien, al no estar a priori la verdad en el intelecto del educando y al
no tener a priori su libertad un referente objetivo verdadero al que asirsc y en
el que apoyarse, el educando tiene que abrirse a la verdad por medio de la ex-
periencia del mundo, de la sociedad y de la cultura, guiado, primeramente, por
sus sentidos y, en segundo lugar, por la razon, que discurre a tenor de los datos
suministrados por la experiencia empirica.
Sin embargo, las imagenes sensibles de las cosas en si, percibidas por el
educando, no se ofrecen por lo general a ^ste en estado puro, pues aparecen pe-
netradas e inficionadas por la ideologi'a. Lo mismo ocurre con los juicios de la
raz6n especulativa, de la razon practica y, no pocas veces, de la misma raz6n
cientifico-tdcnica al uso, los cuales, lejos de ser portadores de la verdad de lo
real, sesgan dsta, la tergiversan, la simulan o la disimulan, para que el ser en si
de lo real no aflore al mediodia de la conciencia y dsta no descubra el antifaz de
las convenciones culturales, puestas con frecuencia al servicio de muchos inte-
reses politicos, economicos y grupales, enemigos de la verdad y cuyas ultimida-
des mas de una vez se nos escapan.
De ahi que el educando facilmente pueda perderse en semejante selva de
falsas percepciones y de falsos juicios si no es conducido en su acceso al ser de
lo real por una mente sana y avezada, por un coraz6n bueno que le ame y por
una mano fuerte que le guie, le oriente al ser y deconstruya sus percepciones y
juicios siempre que sea necesario. Esta mente liicida, este corazon de oro y esta
mano firme y poderosa son, sin duda, el educador, que es companero de viaje
(symbainon), pedagogo recio (paidagogos) y maestro consumado (didaskalos).
878 ScrTh 37 (2005/3)
LA FAMILIA Y LA EDUCACION EN LA CULTURA DE LA VIDA
Procediendo asf, el educador no piensa nunca que el educando podri
descubrir por sf mismo la verdad ni que dsta le sera transmitida por otros. Por
eso, ama al educando, se interesa y se desvive por 61, y le exhorta, como dice
San Pablo, con toda paciencia y doctrinal Dicho con palabras de San Josema-
rfa Escrivd en el punto 56 de «Camino», a prop6sito del itinerario conducente
a la santidad, «...tener madera (de santo) no basta. Se precisa mucha obedien-
cia al Director y mucha docilidad a la gracia. Porque, si no se deja a la gracia
de Dios y al Director que hagan su obra, jamas aparecera la escultura, imagen
de Jesiis, en que se convierte el hombre santo. Y la madera de santo ... no pa-
sara de ser un lefio informe, (un leno) sin labrar, (s6lo valido) para el fuego...»'.
Alejada, pues, de su mente la tentaci6n de la educacion naturalista y de
la educacidn mayeutica o trascendental, el educador se sitiia ante el educando
desde la roca firme, inconmovible, de la educacidn realista. Y, encendido de
amor por el bien del educando, forja su persona sembrando en dsta la verdad,
le inculca los principios morales objetivos y verdaderos, le hace precavido en el
proceso de captacion de lo real y le infunde el sentido de la sospecha acerca de
su propia subjetividad y acerca de lo que F. Bacon Ilam6 en su dfa «idola tri-
bus», «idola fori» e «idola theatri».
De este modo, el educando, bien avisado por el educador, avanza, segu-
ro, al encuentro del ser de lo real por medio de sucesivos actos de reducci6n fe-
nomenol6gica que acabaran en la reducci6n eiddtica o captacion del «eidos» de
lo real, como dijo en su dfa Husserl.
Esto supuesto, la estructura ontol6gica de la persona humana exige ne-
cesariamente la educacion. Y exige una educacidn realista, activa, positiva, no
una educacidn naturalista ni meramente maydutica.
2. LA FAMILfA COMO SUJETO EDUCATIVO
Contempladas la esencia y la necesidad de la educacion, que vienen exigidas
por el mismo ser del hombre, entramos en el segundo tiempo de nuestra confe-
rencia. ^Quidn o quienes deben educar? ^Cual es el sujeto educativo por excelencia?
El responsable principal de la educacidn ha sido, es y sera siempre la fa-
milia, y la familia verdadera, que es la fundada en el matrimonio biparental, he-
terosexual y monogamico, el linico matrimonio digno de este nombre.
2. Cfr. 2 Tim 4, 2.
3. SAN JOSEMARIA ESCRIVA DE BALAGUER, Camino. Edici6n critico-hist6rica prepa-
rada por Pedro Rodriguez, en Obras Completas, Ed. Rialp, Madrid 2002, I/I, 266.
ScrTh 37 (2005/3) 879
MONS. MANUEL URENA
En efecto, ^no consiste la educacion en la entrega sincera del educador
en favor de la promocion del ser del educando? Y ^no es el educador aquella
persona o personas que, urgidas por el amor, acompanan, guian y ensenan al
educando para que ^ste pueda ser persona, llegarlo a ser plenamente y, asf, vi-
vir en la verdad y en el amor?
2.1. La transmision de la vida como primer acto educativo
Pues bien, los esposos, A y ella, autodonandose mutuamente el uno al
otro en virtud de su amor y expresando su autodonacidn en los actos de la vida
conyugal, transmiten su humanidad, su misma vida, a los hijos, lo que consti-
tuye la primera accion educativa, pues la acci6n de otorgar la vida al hijo de las
propias entranas implanta a un ser humano en el acto de existir, le hace llegar a
ser, tener vida, ser persona. Por eso, dice Juan Pablo II que la educacion «es an-
te todo una dadiva de humanidad por parte de los padres» •*. Con lo cual, la pa-
ternidad y la maternidad son ya en si mismas acciones educativas, las mds im-
portantes y determinantes. Dicho en sintesis, los padres son los educadores natos
de los hijos precisamente porque son padres, porque les han dado la vida, hasta
el punto de que los hijos son, por asf decir, como una prolongacion de su ser.
2.2. La educacion plena de la persona
Pero la labor educativa de los padres con los hijos no se agota en el he-
cho de transmitirles la vida, pues, aun siendo cierto que la paternidad y la ma-
ternidad humanas estan basadas en la biologfa, al mismo tiempo, trascienden
los li'mites de &ta.
El padre y la madre son o deben ser conscientes de que el hijo concebi-
do y nacido de sus entrafias corporales es un ser no s6lo biol6gico, sino tam-
bien espiritual, esto es, dotado de alma, la cual se debe a la acci6n directa de
Dios Creador. El hijo concebido y dado a luz es, asi, una persona psicosomati-
ca, fruto de Dios, que le ha creado y ha esculpido en A su imagen y semejanza
desde el primer momento de la concepci6n en el seno materno, y fruto de los
padres humanos, que le han hecho participe de su vida, de su misma humani-
dad. Por lo tanto, en la biologfa de la generaci6n fisica esta inscrita desde el
principio la genealogia de la persona'.
4. JUAN PABLO II, Garta a las Eamilias Gratissiman sane, n. 16.
5. Cfr. Garta a las Eamilias, n. 9.
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LA FAMILIA Y LA EDUCACION EN LA CULTURA DE LA VIDA
Esto supuesto, el nuevo ser humano, que Dios, por medio de los padres bio-
I6gicos, trae a este mundo, es una persona y, como tal, esta llamado a la existencia
como persona, a la vida en la verdad y en el amor. Este nuevo ser, el hijo, esta des-
tinado a expresar plenamente su humanidad. «Ser hombre» es su vocaci6n flinda-
mental. «Ser hombre» segun el talento recibido, que es su propia humanidad. Y,
por tanto, «ser hombre» segun la esencia de su persona psicosomdtica, una en cuer-
po y en alma, inteligente y libre, llamada a conocer la verdad y a abrazarla con go-
zosa obediencia. «Ser hombre», en fin, segiin las exigencias de las tres dimensiones
inalienables de toda persona humana: la dimensi6n teologal, inscrita a priori en su
naturaleza y reafirmada y acrecida a posteriori por Jesucristo, el Redentor de los
hombres; la dimensi6n social, que le lleva a amar y a entrar en comuni6n con los
demas; y la dimensi6n individual, que le hace ser linico e irrepetible, no reducible
al ser-en-si ni a ningiin proceso, y plenamente responsable de si mismo ^
Asi las cosas, los padres, participes de la obra creadora de Dios, cuando en-
gendran en el amor y por amor a una nueva persona, que tiene en si la vocacion
al crecimiento y al desarrollo, asumen por eso mismo la obligaci6n de ayudarla efi-
cazmente a vivir una vida plenamente humana. Ellos, por amor, le han dado el ser.
Y ahora, tambidn por amor, Ia van a ayudar a que llegue un di'a a ser plenamente.
Y, para los padres cristianos, la misi6n educativa brota, ademas, de una
fuente nueva y especifica: el sacramento del matrimonio. En efecto, al hacer
participes a los esposos del mismo amor con que Cristo ama a la Iglesia, el sa-
cramento del matrimonio convierte el ser y la tarea educativa de los padres en
un verdadero y propio ministerio de la Iglesia al servicio de la edificaci6n de sus
miembros. De este modo, el padre y la madre cumplen en la familia un oficio
cuasisacerdotal, como decia Santo Tomas'. Tanto es asi, que la familia, convo-
cada como Iglesia domdstica por la Palabra y por el Sacramento del matrimo-
nio, llega a ser, a una con la Gran Iglesia, maestra y madre*.
Dicho en sintesis; derivado de la paternidad y de la maternidad, el dere-
cho-deber de los padres de educar a los hijos es esencial, pues ellos son los di-
rectamente responsables de trabajar con ahinco para Uevar a la madurez los fru-
tos de su amor. Es tambien un derecho-deber original y primario, habida
cuenta de la tan singular relaci6n de amor existente entre padres e hijos. Y es
un derecho-deber insustituible e inalienable, es decir, no plenamente delegable
ni usurpable por nadie'.
6. Ibid
7. Cfr. SANTO TOMAS DE AQUINO, Summa contra Gentiles, IV, 58.
8. Cfr. JUAN PABLO II, Eamiliaris consortio, n. 38.
9. Cfr. ibid n. 36.
ScrTh 37 (2005/3) 881
MONS. MANUEL URENA
2.3. La educacidn distintay complementaria de cada uno
de los padres
Este derecho-deber de la educacion de los hijos lo ejercen los padres dfa
tras dia, a tiempo y a destiempo, con ocasi6n y sin ella. Y cada uno de ellos lo
ejerce segiin los significados antropol6gicos propios y peculiares de su modo
distinto de realizar la humanidad.
Por eso, la educacion de los hijos, conrinuacidn de la primera dadiva de
humanidad a ^stos, exige siempre de un padre y de una madre, de un ser hu-
mano masculino y de un ser humano femenino, los dos linicos rostros verda-
deros con que se ofrece el ser del hombre, los linicos capaces de otorgar una da-
diva de humanidad, las dos personas desde las que el nino y la nina se miran y
cobran conciencia de su identidad.
Por una parte, el padre, consciente, sin duda, de su poder, como dice K.
Barth'", firme en su voluntad, orgulloso de su fuerza creadora, autonomo y so-
berano. Pero tambien, imagen visible del Padre invisible, esto es, amante de sus
hijos, dialogante dialdctico con ellos, clemente y misericordioso, aun en los mo-
mentos del «no» duro y de la correcci6n fi-aterna, lento a la ira, rico en piedad,
fuente de verdad, de bondad y de seguridad para la familia, como bien matiza
L6pez Trujillo, corrigiendo a Barth".
Y, por otra parte, la madre, igual en dignidad y en importancia al padre,
pero distinta, con significados antropologicos propios y genuinos, entre los que
descuella el valor de la acogida, derivado de su maternidad, el valor del cuida-
do esmerado de todos, la voluntad de sacrificio y de donaci6n de si hasta la
muerte por el bien de la familia'^
2.4. Contenidos de la educacidn
Pasando ahora al contenido de la educacion, los padres se esfuerzan en
educar a los hijos en las verdades esenciales de la vida humana y persiguen con-
vertir la familia en una aut^ntica comunidad educativa.
10. K. BARTH, Dogmatique, 111, 1, 180.
11. Cfr. A. LOPEZ TRUJILLO, «La paternita di Dio come modello della paternity ne-
lla famiglia», en La grande sfida. Famiglia, dignita della persona e umanizzazione, Citt^
Nuova Editrice, Roma 2004, 138-156.
12. Cfr. CONGREGACION PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta a los Obispos de la Igle-
sia Catolica sobre la colaboracidn delhombrey de la mujer en la Iglesiay en el mundo, n. 13.
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LA FAMILIA Y LA EDUCACION EN LA CULTURA DE I ^ VIDA
En la comunidad familiar, el amor del padre y de la madre a los hijos, ex-
presi6n tangible del amor de Dios a la humanidad y del amor de Cristo a su es-
posa, la Iglesia, se derrama a raudales. El don de si, que inspira el amor mutuo
de los esposos, se ofrece como modelo y como norma del don de si que debe
darse en las relaciones entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas y entre
los miembros de las distintas generaciones que conviven en el hogar. Fruto del
amor y comunidad de amor, la familia es el lugar humano en donde se culti-
van de un modo especial el valor de la verdad, la verdadera significaci6n de la
libertad, el sentido de la mas autentica justicia, que lleva al respeto de la digni-
dad personal de cada uno, el valor intangible de la vida y el sentido del verda-
dero amor, que consiste en la solicitud sincera y en el servicio desinteresado ha-
cia los demas, especialmente a los mas pobres y necesitados. Mas todavia: la
comuni6n y la participacion vividas cotidianamente en el hogar, en los mo-
mentos de alegria y de dificultad, constituyen la pedagogi'a mas concreta y efi-
caz para la insercion activa, responsable y fecunda de los hijos en el horizonte
mas amplio de la sociedad.
Finalmente, la educacion para el amor, como don de si mismo, incumbe
tambien a los padres, que estan Uamados a ofrecer a los hijos una formacion se-
xual clara y delicada, sobre todo en el contexto de nuestra cultura, que banali-
za la sexualidad humana, la autonomiza, la desvincula del ser total de la perso-
na y la relaciona linicamente con el cuerpo y con el placer egoista ".
Pasando al ambito de la educacion religiosa, los padres, mediante el ejer-
cicio de su ministerio eclesial derivado del sacramento del matrimonio, son los
primeros mensajeros del Evangelio ante los hijos. Mas aiin: rezando con los hi-
jos, dedicandose con ellos a la lectura de la Palabra de Dios e introduciendolos
en la intimidad del Cuerpo de Cristo mediante la iniciaci6n cristiana, llegan a
ser plenamente padres, esto es, progenitores no solo de la vida corporal, sino
tambidn de aquella vida que brota de la Cruz y de la Resurreccion de Cristo, y
que se derrama en nosotros por la acci6n del Espfritu'''.
2.5. Colaboradores directos en la accion educativa de los padres
En cuanto al interes educativo de la presencia en el hogar de otras per-
sonas no comprendidas en la familia nuclear, el ideal sigue siendo la perma-
nencia del anciano en la Iglesia domestica.
13. Cfr. Eamiliaris consortio, n. 37.
14. Cfr. ibid., n. 39.
ScrTh 37 (2005/3) 883
MONS. MANUEL UREfJA
La comunidad humana y cristiana de la familia puede recibir mucho de
los mayores. Pensemos, por ejempio, en la evangelizaci6n. jEn cudntas familias,
los nietos reciben de los abuelos la primera educacidn en la fe! Y, desde un pun-
to de vista mas humano, jcuantos encuentran comprensi6n y consuelo en las
personas ancianas, solas o enfermas, pero capaces de infundir animo mediante
el consejo afectuoso y el testimonio del sufrimiento acogido con paciente aban-
dono!".
Y es que los ancianos, muy expertos y maduros, «son depositarios de la
memoria colectiva. Y, por eso, son int^rpretes privilegiados del conjunto de ide-
ales y vaiores comunes que rigen y gui'an la convivencia social. Excluirlos es co-
mo rechazar el pasado, en el que hunde rai'ces el presente, en nombre de una
modernidad desnortada y sin memoria. Los ancianos, gracias a su madura ex-
periencia, estan en condiciones de ofrecer a los j6venes consejos y ensenanzas
preciosas» '^.
2.6. La extension del sujeto educativo a instancias extrafamiliares
Sin embargo, la familia, aun siendo la primera comunidad educadora, no
es la linica ni la exclusiva. La misma dimensi6n comunitaria, civil y eclesial del
hombre exige una accion educativa mas amplia y articulada '^. Por eso, los pa-
dres comparten la educacion de los hijos con otras personas e instituciones, co-
mo la Iglesia y el Estado.
Ahora bien, la extensi6n del sujeto educativo a instancias allende la fa-
milia debe realizarse mediante una aplicacidn correcta del principio de subsi-
diariedad, lo que implica, ciertamente, la prestacion de una ayuda a los padres
desde fuera de la familia, pero quedando siempre a salvo el principio de que
cualquier colaborador en el proceso educativo debe actuar en nombre de los
padres, con el consentimiento de dstos y, en cierto modo, como por encargo
suyo ".
Tales son las notas esenciales de la familia como sujeto educativo, notas
cuyo ejercicio se ve hoy bastante amenazado por la cultura en la que estamos
inmersos.
15. Cfr. JUAN PABLO II, Carta a los ancianos, n. 13.
16. Ibid, n. 9.
17. Cfr. Familiaris consortio, n. 40.
18. Cfr. ibid.,n. 16.
884 ScrTh 37 (2005/3)
LA FAMILIA Y LA EDUCACION EN LA CULTURA DE LA VIDA
2.7. Los enemigos de lafamilia como sujeto educativo
Tres frentes ideol6gicos atacan hoy a la familia como sujeto educativo: la
educaci6n naturalista, el absentismo educativo de los padres y la accion invaso-
ra cada vez mayor del Estado en el campo de la educaci6n. Los tres frentes cons-
piran a favor del absentismo educativo de los padres.
A) El primer frente, que intenta resucitar la educacion naturalista, esgri-
me la teoria de la no directividad pedag6gica, la cual propugna que los ninos
descubran todo por si mismos. Invocando, parad6jicamente, los derechos de
los hijos al ejercicio de una libertad individual sin trabas de ninguna lndole, es-
ta teoria exige la protecci6n de los infantes, parvulos y adolescentes contra el
derecho y el deber de los padres de procurar su educaci6n. Tal exaltaci6n de la
libertad de las nuevas generaciones, necesitadas obviamente de formacion, de-
berfa traducirse, en la prdctica, en el acceso a la contracepci6n, a la pfldora del
dfa siguiente y tambidn al aborto, muchas veces ya desde los diez anos y siem-
pre a cubierto del derecho de control de los padres.
Con lo cual, los ninos, perdido todo horizonte de verdad y de bondad
objetivas, se encuentran de pronto a merced de sus instintos precoces y facil-
mente acaban siendo engullidos en el torbellino del mal. Como bien explica el
profesor Dorotas Kornas-Biela ", descubriendo el mecanismo perverso de la asf
llamada doctrina de los derechos del nifio, el discurso en cuesti6n sigue las hue-
lias de la ret6rica de los derechos individuales de la mujer. Seria urgente, segiin
este discurso, proclamar el derecho de los ninos y, mas concretamente, de los
adolescentes, a poder acceder a una libertad sexual sin restricciones. En modo
alguno corresponderfa a los padres, no ya el deber, sino ni siquiera el derecho
de ejercer su responsabilidad en la formaci6n afectiva de los hijos. Hay incluso
quien insiniia que los padres son los enemigos virtuales de sus propios hijos.
Por lo tanto, habria que dejar solos a dstos y entregarlos a otros.
Pero justo aqui comienza el problema, sefiala Kornas-Biela. Porque, aun
admitiendo que este discurso, ampliamente propagado por los medios de
comunicaci6n social, persiga proteger a los nifios de toda violencia sexual, en
realidad, el efecto que se produce es el contrario. A fuerza de invocar una con-
cepci6n de los derechos del nino que no tiene en absoluto en cuenta la inma-
durez de esta edad, el discurso que nos ocupa expone al nifio a toda forma de
violencia sexual. Se llega asi a crear, en nombre de los nuevos derechos, un cam-
19. Cfr. D. KORNAS-BIELA, «Derechos del nifio, violencia y explotaci6n sexual», en
Lexicdn. TSrminos ambiguos y discutidos sobrefamilia, vida y cuestiones Sticas, Ed. Pala-
bra, Madrid 2004, 231 yss.
ScrTh 37 (2005/3) 885
MONS. MANUEL URENA
po minado en el que se mueven a placer los mercaderes de la violencia y de la
muerte.
B) El segundo frente ideologico contra la familia como sujeto educativo
deriva de algiin modo del primero. Este frente se actiia cuando los padres, de-
masiado ocupados en su profesion laboral, celosos de rebanar tiempo libre para
ejercer su libertad individual y con gran temor de entrar en colision con sus hi-
jos para no tener problemas en casa, se pliegan acriticamente a las convenciones
sociales, que, como hemos visto, les desposeen de su rol educativo y les ridiculi-
zan, y pptan por renunciar sistematicamente a educar a las nuevas generaciones.
Pero, en tal caso, ^a que queda reducido su papel de padres en la familia?
Desidentificados de su rol paterno y materno, los esposos-padres deciden bajar
a la arena para ponerse al nivel de los hijos y convertir a ^stos en sus amigos y
colegas. Hay incluso quienes, llevando esta I6gica a extremos insospechados,
pretenden que es el nifio el que educa a los padres, produci^ndose asf, como
agudamente sefiala el psiquiatra Tony Anatrella^", «un sistema de inversion de
las generaciones». Por eso, a no pocos les gusta decir que «el niiio es el padre
del hombre» o que «el nifio convierte en madre a la mujer que lo ha llevado»,
cuando, en realidad, es la madre la que revela al padre su paternidad y es el va-
ron-esposo el que, al convertirse en padre, hace salir a la madre de su estado
edipiano de hija-madre.
Ahora bien, la inversion de las generaciones, que sitiia en el mismo pia-
no al adulto y al nifio, deja a este sin referente objetivo alguno, lo que contri-
buye poderosamente a crear en su alma una atmosfera de inseguridad y de ines-
tabilidad, consecuencia de la cual es la aparicion de la violencia como
mecanismo de autodefensa y de autoaiirmacion frente a la inseguridad en que
se encuentra instalado.
No a otra cosa conduce la posicion de los adultos que son prisioneros del
temor de aparecer como malos padres o como malos educadores y tambien de
la falsa conciencia del deber de someter todo a debate, segiin la formula que se
ha vuelto famosa de «jeso hay que discutirlo!».
En realidad, procediendo asf, se obtiene justo el efecto contrario al que
se persegufa. Pues el fruto esperado de la educacion basada solamente en la re-
Iaci6n intersubjetiva de camaraderia y de amistad era el crecimiento del niiio en
autonomfa y en libertad. Y, sin embargo, los frutos realmente cosechados son
la inseguridad, generadora de violencia, y una libertad sin horizonte que no sa-
be elegir porque no ha encontrado un referente objetivo verdadero. Y no lo ha
20. Cfr. T. ANATRELLA, Revalorizar la relacidn educativa, en Lexicdn, cit., 1015 y ss.
886 ScrTh 37 (2005/3)
LA FAMILIA Y LA EDUCAClpN EN LA CULTURA DE LA VIDA
encontrado porque no se le ha ensenado. Con lo cual, el nino se ve abocado a
la experiencia nihilista.
En resumen, la ausencia del padre, fruto de la conspiracion socio-cultu-
ral contra el padre, tiene funestas consecuencias para los hijos, para la verte-
bracidn de su personalidad y para la misma experiencia de la fe. El Santo Padre
ha puesto certeramente el dedo en la Uaga cuando llama a no pocos ninos y
adolescentes «huerfanos de padres vivos»^'.
C) El tercer frente ideol6gico contra la familia como sujeto educativo es
la acci6n invasora del Estado en el area de la educaci6n.
El Estado moderno es un Estado social. Nace, en principio, para inter-
venir en la sociedad con el fin de evitar la ley de la jungla, basada en el predo-
minio del fuerte sobre el ddbil. Pero, Uevado por el dinamismo interno que le
infundieron sus creadores, acaba por invadir todos los ambitos de la vida.
El enemigo mortal del Estado moderno lo constituyen los cuerpos socia-
les intermedios, como la familia, la escuela, las asociaciones ciudadanas y, de un
modo singular, la Iglesia.
Esta forma de Estado se presenta a la sociedad como Espfritu objetivo,
como verdadera conciencia del espfritu subjetivo, el cual encuentra en aqu^l su
realidad y su verdad. Resistirse al Espfritu objetivo es quedarse anclado en la na-
da. Dejarse subsumir en dl es devenir uno realmente consciente de sf, ganar el
ser, salvar la vida. Solo el Estado social tiene el verdadero sentido del ser y de la
historia. Por lo tanto, s6lo al Estado corresponde educar a las nuevas genera-
ciones, lo que significa sustraer el derecho de la educaci6n a las familias y vol-
ver, de algiin modo, al ordenamiento jurfdico-polftico de Esparta. La propia es-
cuela se salva como instituci6n educativa en la medida en que sus ensenanzas
son inspiradas por el propio Estado. Por eso, no es el Estado el que esta al ser-
vicio de la familia, puro momento del Espfritu objetivo, sino la familia, la que
hinca sus rodillas ante aqudl y le brinda sus hijos.
Este Estado social, secularizacion y desnaturalizaci6n del Dios verdade-
ro, es un fruto maduro del prometeismo moderno. Pero, aunque pueda resul-
tarnos paradojico, sigue en pie en las democracias contemporaneas, extremada-
mente d^biles por no estar fundadas en la verdad, sino meramente en la
voluntad de ciertas mayorfas relativas. El Leviathan de la modernidad ronda y
merodea, esta siempre al acecho. Y asoma, con frecuencia, bajo el antifaz de la
democracia, en la forma de un totalitarismo laicista dispuesto a hacer tabla ra-
21. Cfr. Carta a Us Eamilias, n. 14.
ScrTh 37 (2005/3) 887
MONS. MANUEL URENA
sa de todo, a suprimir todo cuerpo social intermedio y a constituirse, anulada
la familia, en padre y maestro de todos.
Desgraciadamente, el Estado educador, tejido con hilos invisibles y diri-
gido por instancias de poder que permanecen en la sombra, encuentra hoy un
poderoso aliado en la globalizaci6n creciente, con la no tan oculta aspiraci6n de
imponerse en todas partes. Tal es el rostro del tercer frente ideol6gico que com-
bate abiertamente en nuestros dfas contra la familia como sujeto educativo.
3. LA FAMILIA COMO SUJETO ORIGINARIO Y PRINCIPAL
DE LA EDUCACION EN LA VERDAD Y EN EL VALOR INALIENABLE
DE LA VIDA HUMANA
De todos los seres del mundo, s6lo el hombre es un ser personal y, por
tanto, s61o il es un fin en sf mismo, un ser linico e irrepetible llamado a cono-
cer la verdad y a seguir sus imperativos en orden al logro de su realizaci6n.
Tan alta dignidad, que le sitiia en el mismo v^rtice de la escala ontol6gi-
ca de los seres finitos", le viene de su condici6n de imagen y semejanza de
Dios, lo que le convierte en «la linica criatura terrestre a la que Dios am6 por
sf misma» ".
Y la grandeza del hombre llega al colmo con la llamada de Dios a la co-
muni6n fntima consigo y con el don de la encarnaci6n de su Hijo, el cual se
une asf, en cierto modo, con cada hombre" y revela el valor incomparable de
toda persona humana ^^
Fin en sf misma, linica e irrepetible, vocada a realizarse en la verdad, ima-
gen y semejanza de Dios, asumida en el ser del Verbo divino hecho carne y lla-
mada a la fntima comunion con Dios, la vida humana es un don intangible.
Es cierto que, por la acci6n del pecado, el quinto mandamiento de la ley
natural y revelada, que exige sin excepci6n el respeto de la vida humana, su pro-
tecci6n y desarrollo, viene siendo conculcado desde el comienzo mismo de la
historia. Desde las ultimas decadas, el mundo esta asistiendo a una singular no-
vedad: la emergencia de la asf llamada por el Papa «cultura de la muerte», el sur-
gimiento de un nuevo estado de conciencia que, confundiendo el bien con el
22. Cfr. CONCILIO VATICANO II, Gaudium etspes, n. 12.
23. Ibid.,n.lA.
24. Cfr. ibid., n. 22.
25. Cfr. Evangelium vitae, n. 2.
888 ScrTh 37 (2005/3)
LA FAMILIA Y LA EDUCACION EN LA CULTURA DE LA VIDA
mal, valora como buenos determinados delitos contra la vida^^ En efecto, en
no pocos sectores de la opini6n publica se intenta justificar algunos atentados
contra la vida humana, como el aborto y la eutanasia, en nombre de los dere-
chos de la libertad individual. Y, con tal pretexto, se busca prociamar su impu-
nidad moral y, lo que es mas serio todavfa, hacer que el Estado los autorice.
La gravedad de este hecho estriba en que el caracter delictivo y pecami-
noso que revestfan antes tales atentados asume de pronto las connotaciones de
un derecho que aspira abiertamente a su reconocimiento legal y a su tutela por
el Estado. De este modo, asistimos, quiza por primera vez en la historia, a una
crisis tal de la conciencia que, como dijo en su dfa Albert Camus, transforma
«a los asesinos en jueces»".
A diferencia de lo que ocurrfa en el Occidente de mediados del siglo XX,
recidn salido de la Segunda Guerra Mundial, en el que se distingufa netamente
a los buenos de los malos, a los libertadores de los criminales, el hombre del ano
2000 afirma no tener ya necesidad de gufa ni de horizonte 6tco alguno, y prac-
tica diaria y asdpticamente una masacre gigantesca de seres humanos inocentes,
masacre de la que es exculpado por los psic6logos, por los moralistas profesio-
nales de los comit^s de dtica y por los parlamentos, ya se trate de la eliminaci6n
de disminuidos psicoffsicos, de los ancianos y de la utilizacidn de embriones y
de fetos para la obtenci6n de tejidos y de organos, ya de la supresion de la vida
concebida y todavfa no nacida por la comodidad personal de la madre.
Nos encontramos, pues, como bien apunt6 Albert Camus, no ante «cri-
menes de pasi6n», sino ante «crfmenes de 16gica»^°, bien premeditados, cientf-
ficamente planificados y presentados de tal modo que el propio crimen apare-
ce vestido con el traje de la inocencia. Con lo cual, es la verdadera inocencia la
que, parad6jicamente, se ve obligada a tener que justiflcarse ante la falsa ino-
cencia para dar raz6n de sf misma y no sucumbir a la barbarie con aparente ros-
tro humano. De este modo, el embri6n se ve urgido a demostrar su derecho a
existir; el educador y el sacerdote tienen que asumir la defensa de su propia re-
putaci6n manchada por una denuncia tantas veces discutible; el disminuido
psicoffsico tiene que mostrar que sirve para algo; el anciano se ve en el trance
de tener que hacer comprender que tiene derecho a vivir y a ser curado; y el
moribundo tiene que sudar por hacer valer su derecho a afrontar responsable y
dignamente la propia muerte^'.
26. Cfr. Evangelium vitae, n. 4.
27. A. CAMUS, L'homme rivolti, Gallimard, Paris 1951, 15.
28. Ibid, 15.
29. A. LOPEZ TRUJILLO, Lafamiglia nella difesa dei valori essenziali della vita umana,
dt., 331.
ScrTh 37 (2005/3) 889
MONS. MANUEL URENA
Ante tal naufragio de la conciencia, el Papa nos urge en Evangelium vitae
a salir al paso de «la cultura de la muerte» con las armas de la «cultura de la vi-
da», una cultura que arranca el antifaz humano a la falsa inocencia, devuelve a
la inocencia su verdadero rostro y toma en serio el quinto mandamiento: «No
mataras». Tales armas no pueden ser otras que el anuncio del Evangelio de la
vida, su celebraci6n en la liturgia y en toda la existencia, y la disposicion a po-
nernos a su servicio con las diversas iniciativas y estructuras de apoyo y de pro-
mocion'".
Y en la construccion de la cultura de la vida deben intervenir todos, cre-
yentes y no creyentes, medicos y bi6logos, profesores y educadores, polfticos,
intelectuales y hombres y mujeres del mundo de la comunicacion. Se trata, en
suma, de una movilizacion general de las conciencias y de un esfuerzo ^tico de
todos, para poner en practica una gran estrategia en favor de la vida".
Ahora bien, dentro de este «pueblo de la vida y para la vida», es decisiva
la responsabilidad de ia familia, una responsabilidad que brota de su propia na-
turaleza, la de ser comunidad de vida y de amor fundada sobre el matrimonio ",
y de su mision de custodiar, revelar y comunicar el
En efecto, solo el amor al projimo es el verdadero garante de la vida. Y el
amor al projimo se da de un modo primario y singular en la familia. Primera-
mente, en los padres, fundamento inalienable de aquella. Pues el esposo y la es-
posa, impulsados por el amor, se autodonan recfprocamente de modo irrevoca-
ble e indisoluble, comprometidndose a velar el uno por el otro y a guardarse
mutua fidelidad en la salud y en la enfermedad, en la alegrfa y en la tristeza, to-
dos los dfas de su vida.
Pues bien, expertos en el amor, que les lleva a la entrega sincera y recf-
proca de sf, el esposo y la esposa, fundamento de la familia, constituyen el am-
bito en donde la vida, fruto del amor, puede ser acogida y protegida de mane-
ra adecuada contra los multiples ataques a los que esta expuesta y en donde
30. CFr. Evangelium vitae, n. 79.
31. Cfr. Evangelium vitae, n. 95.
32. Cfr. Gaudium etspes, n. 48.
33. CFr. Eamiliaris consortio, n. 17; Evangelium vitae, n. 92.
34. Cfr. A. GARCIA-GASCO VICENTE, «Pastoral y anuncio del Evangelio de la vida»,
en JUAN PABLO II, Evangelium vitae. Textos y comentarios, Edicep, Mdxico-Santo Do-
mingo-Valencia 1995, 136-144; E GIL HELLIN, Amor conyugal: Servicioy tutela de la vi-
da, cit., 155-162; E GIL HELLtN, «Matrimonio e famiglia nella cultura della vita», en
PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA, Eamiglia e questioni etiche, EDB, Bologna 2004,
43-52; C. CAFFARRA, Rapporto tra dono coniugale e ildono delfiglio: Generazione ededu-
cazione, cit., 275-282.
890 ScrTh 37 (2005/3)
LA FAMILL Y LA EDUCACION EN LA CULTURA DE LA VIDA
puede desarroUarse segiin las exigencias de un autentico crecimiento humano''.
En la familia, recibe el hombre las primeras nociones sobre la verdad y el bien;
aprende qud quiere decir amar y ser amado, y, por consiguiente, qu^ quiere de-
cir en concreto ser una persona. Por eso, la familia constituye el clima vital en
donde el nifio puede nacer y desarrollar sus potencialidades, hacerse conscien-
te de su dignidad y prepararse a afrontar su destino unico e irrepetible'^ De ahf
que la familia sea el santuario de la vida, el lugar humano verdaderamente id6-
neo para recibirla de Dios, rendirle el culto debido, custodiarla, revelarla y co-
municarla.
Y, a imitaci6n de lo que ocurre y se observa en los padres, que se aman
profundamente entre sf y se entregan de modo absoluto en favor de los hijos,
los miembros de una familia se reconocen, respetan y honran por ser personas.
Y, si hay alguno mas necesitado, la atencion a el es mas intensa y viva".
De este modo, en la familia, la vida es considerada muy especialmente
como un don precioso, fruto del amor, que hay que proteger y cuidar para que
alcance su desarrollo adecuado. Dicho en sfntesis, en la familia, cuna del amor
y santuario de la vida, se realiza de modo eminente la entrega sincera de cada
uno para el bien de los demas y se cultivan de forma especial el respeto del otro,
el sentido de la justicia, la acogida cordial, el servicio generoso, la solidaridad y
los otros valores que ayudan a vivir la vida como un don y como una mision''.
Por eso, el papel de la familia en la construccion de la cultura de la vida es de-
terminante e insustituible, pues ella es la sede misma de esta cultura.
Mons. Manuel URENA
Arzobispo de Zaragoza
ZARAGOZA
35. JUAN PABLO II, Enci'clica Centesimus annus, n. 39; Evangelium vitae, n. 92.
36. Cfr. ibid, n. 39.
37. Cfr. Evangelium vitae, n. 92.
38. Cfr. ibid, n. 92.
ScrTh 37 (2005/3) 891
La familia y educación en la cultura de la vida.

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La familia y educación en la cultura de la vida.

  • 1. LA FAMILIA Y LA EDUCACION EN LA CULTURA DE LA VIDA MONS. MANUEL URENA Dicho Iac6nicamente, se trata de examinar y de contemplar la familia, cuna del amor, santuario de la vida, cdlula basica de la sociedad e Iglesia do- mdstica, como sujeto agente de la educaci6n para el desarrollo integral de la persona y, en concreto, para el desarrollo de la conciencia del verdadero ser de la vida y del valor sagrado e intangible de La conferencia de clausura comprende tres momentos netamente dife- renciados: — Esencia y necesidad de la educacion. — La familia como sujeto educativo. — La educaci6n familiar en la verdad y en las virtudes y valores objeti- vos de la cultura de la vida. 1. ESENCIA Y NECESIDAD DE LA EDUCACION A diferencia del mineral, del vegetal y del animal inferior, entes cerrados en sf mismos, ontol6gicamente concluidos a priori, incapaces de autotrascen- dencia y de heterotrascendencia, de teleologia y de historia, el hombre, varon y mujer, es un ser personal y, por tanto, un ser espiritual y libre, esto es, abierto a la verdad, capaz de conocerla por sf mismo, al menos parcialmente, y llama- do a religar su libertad, su voluntad libre, a la verdad alumbrada en su razon. En esto radica la grandeza del hombre, su salto cualitativo respecto de los seres de la creaci6n visible, grandeza y salto divinamente celebrados en el Salmo 8°. Pero, aun estando situada en el vdrtice del «c6smos», la persona humana no es un espfritu puro. Es, ciertamente, espfritu, pero espfritu realizado en un cuerpo en evoluci6n; un espfritu en el mundo, esto es, abierto intrfnsecamente SCRIPTA THEOLOGfCA 37 (2005/3) 875-891 875 ISSN 0036-9764
  • 2. MONS. MANUEL URENIA al otro y a los otros; y un espfritu abierto a Dios a traves de su cuerpo, del mun- do en que vive y de la cultura creada por este mundo. Por eso, el hombre, que trasciende ontol6gicamente a los entes del mun- do visible, que comparte con ellos la materia y, al mismo tiempo, los supera de modo cualitativo, es, sin embargo, el linico ser del mundo que necesita inver- tir tiempo y ser ayudado desde fuera de sf mismo para llegar a ser lo que debe ser, para devenir realmente aquello a lo que esta llamado desde su misma in- manencia. En efecto, el hombre esta abierto constitutivamente a la verdad, pe- ro no conoce &ta a priori en acto; es libre, pero tampoco actiia su libertad de forma espontanea; es duefio de sf, pero lo es de hecho tras ardua conquista; es locuente, pero tiene que aprender a hablar y ser ayudado a ello desde fuera de sf mismo; esta llamado al amor y a la vida, pero, si no Ilega a tener la experien- cia del amor, acaba en el odio y se orienta hacia la muerte. El hombre no es, en suma, una mera potencia o una simple materia prima, pero tampoco es a prio- ri un acto ni una forma sustancial perfecta. El hombre es un «fieri» y, por en- de, «un faciendum». Y, como persona en proceso, como «fieri» y como «fa- ciendumw, un alguien que puede lograrse o que puede malograrse, llegar a las cimas mas altas o hundirse irremisiblemente en el abismo. Dicho con rnayor explicitud, a diferencia de los demas seres, ciclos ya ce- rrados a priori y sin posibilidad alguna de cambio, el hombre es el linico ser de la creaci6n visible que puede hacer de sf mismo un angel bueno, un monstruo o un demonio. Asf las cosas, el hombre es siempre, pero de modo especial en su prime- ros estadios evolutivos, sujeto paciente de la educacion. Con todo, justo aquf comienza el problema. (Qu6 es la educacion? ^C6- mo debe ser educado el hombre, particularmente el infante, el parvulo, el ado- lescente, el joven? El termino «educaci6n» es un sustantivo castellano que procede etimol6- gicamente del sustantivo latino «eductio», el cual deriva, a su vez, del verbo la- tino «e-ducere», que significa sacar u obtener algo a partir de algo preexistente, desarrollar y hacer devenir acto lo que ya esta en potencia, despertar las laten- cias y las tendencias del ente. Pero los tdrminos «eductio» y «educere» signifi- can tambidn conducir, gufar, acompafiar a alguien hacia un horizonte que ^1 no conoce y al que, en principio, no quiere ir, pero al que necesita acceder para al- canzar la verdad, religar a ^sta su libertad y llegar a ser sf mismo. Pues bien, a partir de esta doble acepci6n de los tdrminos latinos «educ- tio» y «educere» han ido emergiendo a lo largo de la historia dos concepciones 876 ScrTh 37 (2005/3)
  • 3. LA FAMILIA Y LA EDUCAClPN EN LA CULTURA DE LA VIDA de la educaci6n muy distintas, aunque con frecuencia se hayan intersectado y mutuamente corregido: la educaci6n como un mero asistir pasivo a la evoluci6n aut6noma del sujeto en proceso de crecimiento (educacion naturalista) o como una intervenci6n activa en el educando para hacer a ^ste autoconsciente del ser pleno, que ya esta a priori en 6 (educaci6n may^utica); y la educaci6n como una constante intervenci6n activa en el educando para abrir a 6ste al conocimiento y a la asunci6n de un referente exterior al que ^1 ontol6gicamente tiende, pero que en modo alguno esta ya en ^1 y que debe, pues, conquistar con el esfuerzo de la raz6n y con la ayuda de la gracia, con el sudor de la voluntad libre y con la mediaci6n de alguien, el educador, que le acompane, guie, ensene y corrija. 1.1. La educacidn naturalista y mayeutica El primer modo de concebir la educacidn parte de un supuesto antropo- I6gico falso: la creencia inmanentista de que el hombre, naturalista o ideista- mente entendido, tiene ya en si todo lo que necesita para ser. Por consiguien- te, o bien hay que dejarle que evolucione a partir de si mismo sin prestarle ayuda alguna, sustraydndole incluso a todo tipo de influencia del exterior, co- mo ocurre, por ejempio, en el «Emilio», de Rousseau, o bien hay que interve- nir en A desde fuera, pero s6lo de modo may^utico, es decir, ayudandole a que se explicite y devenga autoconsciente de la verdad plena, que ya late y estd ya innata en su alma. No otro es el caso del ideismo de S6crates, del racionalismo de Descartes, de todo el ideaJismo alemdn y, «mutatis mutandis», del subjeti- vismo contemporaneo. Recordemos el conocido paso del Dialogo «Teeteto», de Plat6n, en el que S6crates afirma practicar el mismo arte que su madre, Fenaretes, la cual fue co- madrona, «maia». El arte may^utico —viene a decir Socrates— coincide for- malmente con el de las comadronas. Pero difiere de ^ste en que aqu^l hace pa- rir a los hombres y no a las mujeres, y en que estd atento a las almas, y no a los cuerpos, en su trabajo de parto. Lo" mejor del arte que Socrates practica estriba en que permite saber si aquello que engendra la reflexi6n del joven es una apa- riencia engaiiosa o un fruto verdadero'. Como se sabe, este arte consiste en lle- var al interlocutor, que es el educando, al descubrimiento de la verdad por me- dio de una serie de preguntas que dejan perplejo a ^ste, pues tales preguntas le hacen ver lo muy infundado de su discurso, le obligan a retroceder y a enmen- dar de raiz sus argumentos, y hacen que el referido interlocutor encuentre, al fin, la verdad por si mismo y en si mismo, lo que ocurre, por ejempio, en el tan 1. Cfr. PLATON, Teeteto 149 A-151 E. ScrTh 37 (2005/3) 877
  • 4. MONS. MANUEL URENA citado caso del «Men6n», en el que el esclavo, sometido a la mayeutica, acaba descubriendo que ya sabia geometn'a antes de haberla aprendido. 1.2. La educacion realista El segundo modo de concebir la educaci6n, lejos de partir del principio de inmanencia, arranca del supuesto antropologico realista, magistralmente ex- puesto por Aristoteles hace veinticuatro siglos, segiin el cual el alma humana es como una tabla lisa en la cual nada hay escrito a priori. Aun estando en poten- cia del conocimiento y teniendo en si misma las condiciones formales de posi- bilidad exigidas para conocer y para actuar a partir de lo conocido, lo escribi- ble en ella vendra dado a posteriori por medio de las imagenes de la realidad captadas por los sentidos corporales y elaboradas despuds por la accion del en- tendimiento. Pues bien, al no estar a priori la verdad en el intelecto del educando y al no tener a priori su libertad un referente objetivo verdadero al que asirsc y en el que apoyarse, el educando tiene que abrirse a la verdad por medio de la ex- periencia del mundo, de la sociedad y de la cultura, guiado, primeramente, por sus sentidos y, en segundo lugar, por la razon, que discurre a tenor de los datos suministrados por la experiencia empirica. Sin embargo, las imagenes sensibles de las cosas en si, percibidas por el educando, no se ofrecen por lo general a ^ste en estado puro, pues aparecen pe- netradas e inficionadas por la ideologi'a. Lo mismo ocurre con los juicios de la raz6n especulativa, de la razon practica y, no pocas veces, de la misma raz6n cientifico-tdcnica al uso, los cuales, lejos de ser portadores de la verdad de lo real, sesgan dsta, la tergiversan, la simulan o la disimulan, para que el ser en si de lo real no aflore al mediodia de la conciencia y dsta no descubra el antifaz de las convenciones culturales, puestas con frecuencia al servicio de muchos inte- reses politicos, economicos y grupales, enemigos de la verdad y cuyas ultimida- des mas de una vez se nos escapan. De ahi que el educando facilmente pueda perderse en semejante selva de falsas percepciones y de falsos juicios si no es conducido en su acceso al ser de lo real por una mente sana y avezada, por un coraz6n bueno que le ame y por una mano fuerte que le guie, le oriente al ser y deconstruya sus percepciones y juicios siempre que sea necesario. Esta mente liicida, este corazon de oro y esta mano firme y poderosa son, sin duda, el educador, que es companero de viaje (symbainon), pedagogo recio (paidagogos) y maestro consumado (didaskalos). 878 ScrTh 37 (2005/3)
  • 5. LA FAMILIA Y LA EDUCACION EN LA CULTURA DE LA VIDA Procediendo asf, el educador no piensa nunca que el educando podri descubrir por sf mismo la verdad ni que dsta le sera transmitida por otros. Por eso, ama al educando, se interesa y se desvive por 61, y le exhorta, como dice San Pablo, con toda paciencia y doctrinal Dicho con palabras de San Josema- rfa Escrivd en el punto 56 de «Camino», a prop6sito del itinerario conducente a la santidad, «...tener madera (de santo) no basta. Se precisa mucha obedien- cia al Director y mucha docilidad a la gracia. Porque, si no se deja a la gracia de Dios y al Director que hagan su obra, jamas aparecera la escultura, imagen de Jesiis, en que se convierte el hombre santo. Y la madera de santo ... no pa- sara de ser un lefio informe, (un leno) sin labrar, (s6lo valido) para el fuego...»'. Alejada, pues, de su mente la tentaci6n de la educacion naturalista y de la educacidn mayeutica o trascendental, el educador se sitiia ante el educando desde la roca firme, inconmovible, de la educacidn realista. Y, encendido de amor por el bien del educando, forja su persona sembrando en dsta la verdad, le inculca los principios morales objetivos y verdaderos, le hace precavido en el proceso de captacion de lo real y le infunde el sentido de la sospecha acerca de su propia subjetividad y acerca de lo que F. Bacon Ilam6 en su dfa «idola tri- bus», «idola fori» e «idola theatri». De este modo, el educando, bien avisado por el educador, avanza, segu- ro, al encuentro del ser de lo real por medio de sucesivos actos de reducci6n fe- nomenol6gica que acabaran en la reducci6n eiddtica o captacion del «eidos» de lo real, como dijo en su dfa Husserl. Esto supuesto, la estructura ontol6gica de la persona humana exige ne- cesariamente la educacion. Y exige una educacidn realista, activa, positiva, no una educacidn naturalista ni meramente maydutica. 2. LA FAMILfA COMO SUJETO EDUCATIVO Contempladas la esencia y la necesidad de la educacion, que vienen exigidas por el mismo ser del hombre, entramos en el segundo tiempo de nuestra confe- rencia. ^Quidn o quienes deben educar? ^Cual es el sujeto educativo por excelencia? El responsable principal de la educacidn ha sido, es y sera siempre la fa- milia, y la familia verdadera, que es la fundada en el matrimonio biparental, he- terosexual y monogamico, el linico matrimonio digno de este nombre. 2. Cfr. 2 Tim 4, 2. 3. SAN JOSEMARIA ESCRIVA DE BALAGUER, Camino. Edici6n critico-hist6rica prepa- rada por Pedro Rodriguez, en Obras Completas, Ed. Rialp, Madrid 2002, I/I, 266. ScrTh 37 (2005/3) 879
  • 6. MONS. MANUEL URENA En efecto, ^no consiste la educacion en la entrega sincera del educador en favor de la promocion del ser del educando? Y ^no es el educador aquella persona o personas que, urgidas por el amor, acompanan, guian y ensenan al educando para que ^ste pueda ser persona, llegarlo a ser plenamente y, asf, vi- vir en la verdad y en el amor? 2.1. La transmision de la vida como primer acto educativo Pues bien, los esposos, A y ella, autodonandose mutuamente el uno al otro en virtud de su amor y expresando su autodonacidn en los actos de la vida conyugal, transmiten su humanidad, su misma vida, a los hijos, lo que consti- tuye la primera accion educativa, pues la acci6n de otorgar la vida al hijo de las propias entranas implanta a un ser humano en el acto de existir, le hace llegar a ser, tener vida, ser persona. Por eso, dice Juan Pablo II que la educacion «es an- te todo una dadiva de humanidad por parte de los padres» •*. Con lo cual, la pa- ternidad y la maternidad son ya en si mismas acciones educativas, las mds im- portantes y determinantes. Dicho en sintesis, los padres son los educadores natos de los hijos precisamente porque son padres, porque les han dado la vida, hasta el punto de que los hijos son, por asf decir, como una prolongacion de su ser. 2.2. La educacion plena de la persona Pero la labor educativa de los padres con los hijos no se agota en el he- cho de transmitirles la vida, pues, aun siendo cierto que la paternidad y la ma- ternidad humanas estan basadas en la biologfa, al mismo tiempo, trascienden los li'mites de &ta. El padre y la madre son o deben ser conscientes de que el hijo concebi- do y nacido de sus entrafias corporales es un ser no s6lo biol6gico, sino tam- bien espiritual, esto es, dotado de alma, la cual se debe a la acci6n directa de Dios Creador. El hijo concebido y dado a luz es, asi, una persona psicosomati- ca, fruto de Dios, que le ha creado y ha esculpido en A su imagen y semejanza desde el primer momento de la concepci6n en el seno materno, y fruto de los padres humanos, que le han hecho participe de su vida, de su misma humani- dad. Por lo tanto, en la biologfa de la generaci6n fisica esta inscrita desde el principio la genealogia de la persona'. 4. JUAN PABLO II, Garta a las Eamilias Gratissiman sane, n. 16. 5. Cfr. Garta a las Eamilias, n. 9. 880 ScrTh 37 (2005/3)
  • 7. LA FAMILIA Y LA EDUCACION EN LA CULTURA DE LA VIDA Esto supuesto, el nuevo ser humano, que Dios, por medio de los padres bio- I6gicos, trae a este mundo, es una persona y, como tal, esta llamado a la existencia como persona, a la vida en la verdad y en el amor. Este nuevo ser, el hijo, esta des- tinado a expresar plenamente su humanidad. «Ser hombre» es su vocaci6n flinda- mental. «Ser hombre» segun el talento recibido, que es su propia humanidad. Y, por tanto, «ser hombre» segun la esencia de su persona psicosomdtica, una en cuer- po y en alma, inteligente y libre, llamada a conocer la verdad y a abrazarla con go- zosa obediencia. «Ser hombre», en fin, segiin las exigencias de las tres dimensiones inalienables de toda persona humana: la dimensi6n teologal, inscrita a priori en su naturaleza y reafirmada y acrecida a posteriori por Jesucristo, el Redentor de los hombres; la dimensi6n social, que le lleva a amar y a entrar en comuni6n con los demas; y la dimensi6n individual, que le hace ser linico e irrepetible, no reducible al ser-en-si ni a ningiin proceso, y plenamente responsable de si mismo ^ Asi las cosas, los padres, participes de la obra creadora de Dios, cuando en- gendran en el amor y por amor a una nueva persona, que tiene en si la vocacion al crecimiento y al desarrollo, asumen por eso mismo la obligaci6n de ayudarla efi- cazmente a vivir una vida plenamente humana. Ellos, por amor, le han dado el ser. Y ahora, tambidn por amor, Ia van a ayudar a que llegue un di'a a ser plenamente. Y, para los padres cristianos, la misi6n educativa brota, ademas, de una fuente nueva y especifica: el sacramento del matrimonio. En efecto, al hacer participes a los esposos del mismo amor con que Cristo ama a la Iglesia, el sa- cramento del matrimonio convierte el ser y la tarea educativa de los padres en un verdadero y propio ministerio de la Iglesia al servicio de la edificaci6n de sus miembros. De este modo, el padre y la madre cumplen en la familia un oficio cuasisacerdotal, como decia Santo Tomas'. Tanto es asi, que la familia, convo- cada como Iglesia domdstica por la Palabra y por el Sacramento del matrimo- nio, llega a ser, a una con la Gran Iglesia, maestra y madre*. Dicho en sintesis; derivado de la paternidad y de la maternidad, el dere- cho-deber de los padres de educar a los hijos es esencial, pues ellos son los di- rectamente responsables de trabajar con ahinco para Uevar a la madurez los fru- tos de su amor. Es tambien un derecho-deber original y primario, habida cuenta de la tan singular relaci6n de amor existente entre padres e hijos. Y es un derecho-deber insustituible e inalienable, es decir, no plenamente delegable ni usurpable por nadie'. 6. Ibid 7. Cfr. SANTO TOMAS DE AQUINO, Summa contra Gentiles, IV, 58. 8. Cfr. JUAN PABLO II, Eamiliaris consortio, n. 38. 9. Cfr. ibid n. 36. ScrTh 37 (2005/3) 881
  • 8. MONS. MANUEL URENA 2.3. La educacidn distintay complementaria de cada uno de los padres Este derecho-deber de la educacion de los hijos lo ejercen los padres dfa tras dia, a tiempo y a destiempo, con ocasi6n y sin ella. Y cada uno de ellos lo ejerce segiin los significados antropol6gicos propios y peculiares de su modo distinto de realizar la humanidad. Por eso, la educacion de los hijos, conrinuacidn de la primera dadiva de humanidad a ^stos, exige siempre de un padre y de una madre, de un ser hu- mano masculino y de un ser humano femenino, los dos linicos rostros verda- deros con que se ofrece el ser del hombre, los linicos capaces de otorgar una da- diva de humanidad, las dos personas desde las que el nino y la nina se miran y cobran conciencia de su identidad. Por una parte, el padre, consciente, sin duda, de su poder, como dice K. Barth'", firme en su voluntad, orgulloso de su fuerza creadora, autonomo y so- berano. Pero tambien, imagen visible del Padre invisible, esto es, amante de sus hijos, dialogante dialdctico con ellos, clemente y misericordioso, aun en los mo- mentos del «no» duro y de la correcci6n fi-aterna, lento a la ira, rico en piedad, fuente de verdad, de bondad y de seguridad para la familia, como bien matiza L6pez Trujillo, corrigiendo a Barth". Y, por otra parte, la madre, igual en dignidad y en importancia al padre, pero distinta, con significados antropologicos propios y genuinos, entre los que descuella el valor de la acogida, derivado de su maternidad, el valor del cuida- do esmerado de todos, la voluntad de sacrificio y de donaci6n de si hasta la muerte por el bien de la familia'^ 2.4. Contenidos de la educacidn Pasando ahora al contenido de la educacion, los padres se esfuerzan en educar a los hijos en las verdades esenciales de la vida humana y persiguen con- vertir la familia en una aut^ntica comunidad educativa. 10. K. BARTH, Dogmatique, 111, 1, 180. 11. Cfr. A. LOPEZ TRUJILLO, «La paternita di Dio come modello della paternity ne- lla famiglia», en La grande sfida. Famiglia, dignita della persona e umanizzazione, Citt^ Nuova Editrice, Roma 2004, 138-156. 12. Cfr. CONGREGACION PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta a los Obispos de la Igle- sia Catolica sobre la colaboracidn delhombrey de la mujer en la Iglesiay en el mundo, n. 13. 882 ScrTh 37 (2005/3)
  • 9. LA FAMILIA Y LA EDUCACION EN LA CULTURA DE I ^ VIDA En la comunidad familiar, el amor del padre y de la madre a los hijos, ex- presi6n tangible del amor de Dios a la humanidad y del amor de Cristo a su es- posa, la Iglesia, se derrama a raudales. El don de si, que inspira el amor mutuo de los esposos, se ofrece como modelo y como norma del don de si que debe darse en las relaciones entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas y entre los miembros de las distintas generaciones que conviven en el hogar. Fruto del amor y comunidad de amor, la familia es el lugar humano en donde se culti- van de un modo especial el valor de la verdad, la verdadera significaci6n de la libertad, el sentido de la mas autentica justicia, que lleva al respeto de la digni- dad personal de cada uno, el valor intangible de la vida y el sentido del verda- dero amor, que consiste en la solicitud sincera y en el servicio desinteresado ha- cia los demas, especialmente a los mas pobres y necesitados. Mas todavia: la comuni6n y la participacion vividas cotidianamente en el hogar, en los mo- mentos de alegria y de dificultad, constituyen la pedagogi'a mas concreta y efi- caz para la insercion activa, responsable y fecunda de los hijos en el horizonte mas amplio de la sociedad. Finalmente, la educacion para el amor, como don de si mismo, incumbe tambien a los padres, que estan Uamados a ofrecer a los hijos una formacion se- xual clara y delicada, sobre todo en el contexto de nuestra cultura, que banali- za la sexualidad humana, la autonomiza, la desvincula del ser total de la perso- na y la relaciona linicamente con el cuerpo y con el placer egoista ". Pasando al ambito de la educacion religiosa, los padres, mediante el ejer- cicio de su ministerio eclesial derivado del sacramento del matrimonio, son los primeros mensajeros del Evangelio ante los hijos. Mas aiin: rezando con los hi- jos, dedicandose con ellos a la lectura de la Palabra de Dios e introduciendolos en la intimidad del Cuerpo de Cristo mediante la iniciaci6n cristiana, llegan a ser plenamente padres, esto es, progenitores no solo de la vida corporal, sino tambidn de aquella vida que brota de la Cruz y de la Resurreccion de Cristo, y que se derrama en nosotros por la acci6n del Espfritu'''. 2.5. Colaboradores directos en la accion educativa de los padres En cuanto al interes educativo de la presencia en el hogar de otras per- sonas no comprendidas en la familia nuclear, el ideal sigue siendo la perma- nencia del anciano en la Iglesia domestica. 13. Cfr. Eamiliaris consortio, n. 37. 14. Cfr. ibid., n. 39. ScrTh 37 (2005/3) 883
  • 10. MONS. MANUEL UREfJA La comunidad humana y cristiana de la familia puede recibir mucho de los mayores. Pensemos, por ejempio, en la evangelizaci6n. jEn cudntas familias, los nietos reciben de los abuelos la primera educacidn en la fe! Y, desde un pun- to de vista mas humano, jcuantos encuentran comprensi6n y consuelo en las personas ancianas, solas o enfermas, pero capaces de infundir animo mediante el consejo afectuoso y el testimonio del sufrimiento acogido con paciente aban- dono!". Y es que los ancianos, muy expertos y maduros, «son depositarios de la memoria colectiva. Y, por eso, son int^rpretes privilegiados del conjunto de ide- ales y vaiores comunes que rigen y gui'an la convivencia social. Excluirlos es co- mo rechazar el pasado, en el que hunde rai'ces el presente, en nombre de una modernidad desnortada y sin memoria. Los ancianos, gracias a su madura ex- periencia, estan en condiciones de ofrecer a los j6venes consejos y ensenanzas preciosas» '^. 2.6. La extension del sujeto educativo a instancias extrafamiliares Sin embargo, la familia, aun siendo la primera comunidad educadora, no es la linica ni la exclusiva. La misma dimensi6n comunitaria, civil y eclesial del hombre exige una accion educativa mas amplia y articulada '^. Por eso, los pa- dres comparten la educacion de los hijos con otras personas e instituciones, co- mo la Iglesia y el Estado. Ahora bien, la extensi6n del sujeto educativo a instancias allende la fa- milia debe realizarse mediante una aplicacidn correcta del principio de subsi- diariedad, lo que implica, ciertamente, la prestacion de una ayuda a los padres desde fuera de la familia, pero quedando siempre a salvo el principio de que cualquier colaborador en el proceso educativo debe actuar en nombre de los padres, con el consentimiento de dstos y, en cierto modo, como por encargo suyo ". Tales son las notas esenciales de la familia como sujeto educativo, notas cuyo ejercicio se ve hoy bastante amenazado por la cultura en la que estamos inmersos. 15. Cfr. JUAN PABLO II, Carta a los ancianos, n. 13. 16. Ibid, n. 9. 17. Cfr. Familiaris consortio, n. 40. 18. Cfr. ibid.,n. 16. 884 ScrTh 37 (2005/3)
  • 11. LA FAMILIA Y LA EDUCACION EN LA CULTURA DE LA VIDA 2.7. Los enemigos de lafamilia como sujeto educativo Tres frentes ideol6gicos atacan hoy a la familia como sujeto educativo: la educaci6n naturalista, el absentismo educativo de los padres y la accion invaso- ra cada vez mayor del Estado en el campo de la educaci6n. Los tres frentes cons- piran a favor del absentismo educativo de los padres. A) El primer frente, que intenta resucitar la educacion naturalista, esgri- me la teoria de la no directividad pedag6gica, la cual propugna que los ninos descubran todo por si mismos. Invocando, parad6jicamente, los derechos de los hijos al ejercicio de una libertad individual sin trabas de ninguna lndole, es- ta teoria exige la protecci6n de los infantes, parvulos y adolescentes contra el derecho y el deber de los padres de procurar su educaci6n. Tal exaltaci6n de la libertad de las nuevas generaciones, necesitadas obviamente de formacion, de- berfa traducirse, en la prdctica, en el acceso a la contracepci6n, a la pfldora del dfa siguiente y tambidn al aborto, muchas veces ya desde los diez anos y siem- pre a cubierto del derecho de control de los padres. Con lo cual, los ninos, perdido todo horizonte de verdad y de bondad objetivas, se encuentran de pronto a merced de sus instintos precoces y facil- mente acaban siendo engullidos en el torbellino del mal. Como bien explica el profesor Dorotas Kornas-Biela ", descubriendo el mecanismo perverso de la asf llamada doctrina de los derechos del nifio, el discurso en cuesti6n sigue las hue- lias de la ret6rica de los derechos individuales de la mujer. Seria urgente, segiin este discurso, proclamar el derecho de los ninos y, mas concretamente, de los adolescentes, a poder acceder a una libertad sexual sin restricciones. En modo alguno corresponderfa a los padres, no ya el deber, sino ni siquiera el derecho de ejercer su responsabilidad en la formaci6n afectiva de los hijos. Hay incluso quien insiniia que los padres son los enemigos virtuales de sus propios hijos. Por lo tanto, habria que dejar solos a dstos y entregarlos a otros. Pero justo aqui comienza el problema, sefiala Kornas-Biela. Porque, aun admitiendo que este discurso, ampliamente propagado por los medios de comunicaci6n social, persiga proteger a los nifios de toda violencia sexual, en realidad, el efecto que se produce es el contrario. A fuerza de invocar una con- cepci6n de los derechos del nino que no tiene en absoluto en cuenta la inma- durez de esta edad, el discurso que nos ocupa expone al nifio a toda forma de violencia sexual. Se llega asi a crear, en nombre de los nuevos derechos, un cam- 19. Cfr. D. KORNAS-BIELA, «Derechos del nifio, violencia y explotaci6n sexual», en Lexicdn. TSrminos ambiguos y discutidos sobrefamilia, vida y cuestiones Sticas, Ed. Pala- bra, Madrid 2004, 231 yss. ScrTh 37 (2005/3) 885
  • 12. MONS. MANUEL URENA po minado en el que se mueven a placer los mercaderes de la violencia y de la muerte. B) El segundo frente ideologico contra la familia como sujeto educativo deriva de algiin modo del primero. Este frente se actiia cuando los padres, de- masiado ocupados en su profesion laboral, celosos de rebanar tiempo libre para ejercer su libertad individual y con gran temor de entrar en colision con sus hi- jos para no tener problemas en casa, se pliegan acriticamente a las convenciones sociales, que, como hemos visto, les desposeen de su rol educativo y les ridiculi- zan, y pptan por renunciar sistematicamente a educar a las nuevas generaciones. Pero, en tal caso, ^a que queda reducido su papel de padres en la familia? Desidentificados de su rol paterno y materno, los esposos-padres deciden bajar a la arena para ponerse al nivel de los hijos y convertir a ^stos en sus amigos y colegas. Hay incluso quienes, llevando esta I6gica a extremos insospechados, pretenden que es el nifio el que educa a los padres, produci^ndose asf, como agudamente sefiala el psiquiatra Tony Anatrella^", «un sistema de inversion de las generaciones». Por eso, a no pocos les gusta decir que «el niiio es el padre del hombre» o que «el nifio convierte en madre a la mujer que lo ha llevado», cuando, en realidad, es la madre la que revela al padre su paternidad y es el va- ron-esposo el que, al convertirse en padre, hace salir a la madre de su estado edipiano de hija-madre. Ahora bien, la inversion de las generaciones, que sitiia en el mismo pia- no al adulto y al nifio, deja a este sin referente objetivo alguno, lo que contri- buye poderosamente a crear en su alma una atmosfera de inseguridad y de ines- tabilidad, consecuencia de la cual es la aparicion de la violencia como mecanismo de autodefensa y de autoaiirmacion frente a la inseguridad en que se encuentra instalado. No a otra cosa conduce la posicion de los adultos que son prisioneros del temor de aparecer como malos padres o como malos educadores y tambien de la falsa conciencia del deber de someter todo a debate, segiin la formula que se ha vuelto famosa de «jeso hay que discutirlo!». En realidad, procediendo asf, se obtiene justo el efecto contrario al que se persegufa. Pues el fruto esperado de la educacion basada solamente en la re- Iaci6n intersubjetiva de camaraderia y de amistad era el crecimiento del niiio en autonomfa y en libertad. Y, sin embargo, los frutos realmente cosechados son la inseguridad, generadora de violencia, y una libertad sin horizonte que no sa- be elegir porque no ha encontrado un referente objetivo verdadero. Y no lo ha 20. Cfr. T. ANATRELLA, Revalorizar la relacidn educativa, en Lexicdn, cit., 1015 y ss. 886 ScrTh 37 (2005/3)
  • 13. LA FAMILIA Y LA EDUCAClpN EN LA CULTURA DE LA VIDA encontrado porque no se le ha ensenado. Con lo cual, el nino se ve abocado a la experiencia nihilista. En resumen, la ausencia del padre, fruto de la conspiracion socio-cultu- ral contra el padre, tiene funestas consecuencias para los hijos, para la verte- bracidn de su personalidad y para la misma experiencia de la fe. El Santo Padre ha puesto certeramente el dedo en la Uaga cuando llama a no pocos ninos y adolescentes «huerfanos de padres vivos»^'. C) El tercer frente ideol6gico contra la familia como sujeto educativo es la acci6n invasora del Estado en el area de la educaci6n. El Estado moderno es un Estado social. Nace, en principio, para inter- venir en la sociedad con el fin de evitar la ley de la jungla, basada en el predo- minio del fuerte sobre el ddbil. Pero, Uevado por el dinamismo interno que le infundieron sus creadores, acaba por invadir todos los ambitos de la vida. El enemigo mortal del Estado moderno lo constituyen los cuerpos socia- les intermedios, como la familia, la escuela, las asociaciones ciudadanas y, de un modo singular, la Iglesia. Esta forma de Estado se presenta a la sociedad como Espfritu objetivo, como verdadera conciencia del espfritu subjetivo, el cual encuentra en aqu^l su realidad y su verdad. Resistirse al Espfritu objetivo es quedarse anclado en la na- da. Dejarse subsumir en dl es devenir uno realmente consciente de sf, ganar el ser, salvar la vida. Solo el Estado social tiene el verdadero sentido del ser y de la historia. Por lo tanto, s6lo al Estado corresponde educar a las nuevas genera- ciones, lo que significa sustraer el derecho de la educaci6n a las familias y vol- ver, de algiin modo, al ordenamiento jurfdico-polftico de Esparta. La propia es- cuela se salva como instituci6n educativa en la medida en que sus ensenanzas son inspiradas por el propio Estado. Por eso, no es el Estado el que esta al ser- vicio de la familia, puro momento del Espfritu objetivo, sino la familia, la que hinca sus rodillas ante aqudl y le brinda sus hijos. Este Estado social, secularizacion y desnaturalizaci6n del Dios verdade- ro, es un fruto maduro del prometeismo moderno. Pero, aunque pueda resul- tarnos paradojico, sigue en pie en las democracias contemporaneas, extremada- mente d^biles por no estar fundadas en la verdad, sino meramente en la voluntad de ciertas mayorfas relativas. El Leviathan de la modernidad ronda y merodea, esta siempre al acecho. Y asoma, con frecuencia, bajo el antifaz de la democracia, en la forma de un totalitarismo laicista dispuesto a hacer tabla ra- 21. Cfr. Carta a Us Eamilias, n. 14. ScrTh 37 (2005/3) 887
  • 14. MONS. MANUEL URENA sa de todo, a suprimir todo cuerpo social intermedio y a constituirse, anulada la familia, en padre y maestro de todos. Desgraciadamente, el Estado educador, tejido con hilos invisibles y diri- gido por instancias de poder que permanecen en la sombra, encuentra hoy un poderoso aliado en la globalizaci6n creciente, con la no tan oculta aspiraci6n de imponerse en todas partes. Tal es el rostro del tercer frente ideol6gico que com- bate abiertamente en nuestros dfas contra la familia como sujeto educativo. 3. LA FAMILIA COMO SUJETO ORIGINARIO Y PRINCIPAL DE LA EDUCACION EN LA VERDAD Y EN EL VALOR INALIENABLE DE LA VIDA HUMANA De todos los seres del mundo, s6lo el hombre es un ser personal y, por tanto, s61o il es un fin en sf mismo, un ser linico e irrepetible llamado a cono- cer la verdad y a seguir sus imperativos en orden al logro de su realizaci6n. Tan alta dignidad, que le sitiia en el mismo v^rtice de la escala ontol6gi- ca de los seres finitos", le viene de su condici6n de imagen y semejanza de Dios, lo que le convierte en «la linica criatura terrestre a la que Dios am6 por sf misma» ". Y la grandeza del hombre llega al colmo con la llamada de Dios a la co- muni6n fntima consigo y con el don de la encarnaci6n de su Hijo, el cual se une asf, en cierto modo, con cada hombre" y revela el valor incomparable de toda persona humana ^^ Fin en sf misma, linica e irrepetible, vocada a realizarse en la verdad, ima- gen y semejanza de Dios, asumida en el ser del Verbo divino hecho carne y lla- mada a la fntima comunion con Dios, la vida humana es un don intangible. Es cierto que, por la acci6n del pecado, el quinto mandamiento de la ley natural y revelada, que exige sin excepci6n el respeto de la vida humana, su pro- tecci6n y desarrollo, viene siendo conculcado desde el comienzo mismo de la historia. Desde las ultimas decadas, el mundo esta asistiendo a una singular no- vedad: la emergencia de la asf llamada por el Papa «cultura de la muerte», el sur- gimiento de un nuevo estado de conciencia que, confundiendo el bien con el 22. Cfr. CONCILIO VATICANO II, Gaudium etspes, n. 12. 23. Ibid.,n.lA. 24. Cfr. ibid., n. 22. 25. Cfr. Evangelium vitae, n. 2. 888 ScrTh 37 (2005/3)
  • 15. LA FAMILIA Y LA EDUCACION EN LA CULTURA DE LA VIDA mal, valora como buenos determinados delitos contra la vida^^ En efecto, en no pocos sectores de la opini6n publica se intenta justificar algunos atentados contra la vida humana, como el aborto y la eutanasia, en nombre de los dere- chos de la libertad individual. Y, con tal pretexto, se busca prociamar su impu- nidad moral y, lo que es mas serio todavfa, hacer que el Estado los autorice. La gravedad de este hecho estriba en que el caracter delictivo y pecami- noso que revestfan antes tales atentados asume de pronto las connotaciones de un derecho que aspira abiertamente a su reconocimiento legal y a su tutela por el Estado. De este modo, asistimos, quiza por primera vez en la historia, a una crisis tal de la conciencia que, como dijo en su dfa Albert Camus, transforma «a los asesinos en jueces»". A diferencia de lo que ocurrfa en el Occidente de mediados del siglo XX, recidn salido de la Segunda Guerra Mundial, en el que se distingufa netamente a los buenos de los malos, a los libertadores de los criminales, el hombre del ano 2000 afirma no tener ya necesidad de gufa ni de horizonte 6tco alguno, y prac- tica diaria y asdpticamente una masacre gigantesca de seres humanos inocentes, masacre de la que es exculpado por los psic6logos, por los moralistas profesio- nales de los comit^s de dtica y por los parlamentos, ya se trate de la eliminaci6n de disminuidos psicoffsicos, de los ancianos y de la utilizacidn de embriones y de fetos para la obtenci6n de tejidos y de organos, ya de la supresion de la vida concebida y todavfa no nacida por la comodidad personal de la madre. Nos encontramos, pues, como bien apunt6 Albert Camus, no ante «cri- menes de pasi6n», sino ante «crfmenes de 16gica»^°, bien premeditados, cientf- ficamente planificados y presentados de tal modo que el propio crimen apare- ce vestido con el traje de la inocencia. Con lo cual, es la verdadera inocencia la que, parad6jicamente, se ve obligada a tener que justiflcarse ante la falsa ino- cencia para dar raz6n de sf misma y no sucumbir a la barbarie con aparente ros- tro humano. De este modo, el embri6n se ve urgido a demostrar su derecho a existir; el educador y el sacerdote tienen que asumir la defensa de su propia re- putaci6n manchada por una denuncia tantas veces discutible; el disminuido psicoffsico tiene que mostrar que sirve para algo; el anciano se ve en el trance de tener que hacer comprender que tiene derecho a vivir y a ser curado; y el moribundo tiene que sudar por hacer valer su derecho a afrontar responsable y dignamente la propia muerte^'. 26. Cfr. Evangelium vitae, n. 4. 27. A. CAMUS, L'homme rivolti, Gallimard, Paris 1951, 15. 28. Ibid, 15. 29. A. LOPEZ TRUJILLO, Lafamiglia nella difesa dei valori essenziali della vita umana, dt., 331. ScrTh 37 (2005/3) 889
  • 16. MONS. MANUEL URENA Ante tal naufragio de la conciencia, el Papa nos urge en Evangelium vitae a salir al paso de «la cultura de la muerte» con las armas de la «cultura de la vi- da», una cultura que arranca el antifaz humano a la falsa inocencia, devuelve a la inocencia su verdadero rostro y toma en serio el quinto mandamiento: «No mataras». Tales armas no pueden ser otras que el anuncio del Evangelio de la vida, su celebraci6n en la liturgia y en toda la existencia, y la disposicion a po- nernos a su servicio con las diversas iniciativas y estructuras de apoyo y de pro- mocion'". Y en la construccion de la cultura de la vida deben intervenir todos, cre- yentes y no creyentes, medicos y bi6logos, profesores y educadores, polfticos, intelectuales y hombres y mujeres del mundo de la comunicacion. Se trata, en suma, de una movilizacion general de las conciencias y de un esfuerzo ^tico de todos, para poner en practica una gran estrategia en favor de la vida". Ahora bien, dentro de este «pueblo de la vida y para la vida», es decisiva la responsabilidad de ia familia, una responsabilidad que brota de su propia na- turaleza, la de ser comunidad de vida y de amor fundada sobre el matrimonio ", y de su mision de custodiar, revelar y comunicar el En efecto, solo el amor al projimo es el verdadero garante de la vida. Y el amor al projimo se da de un modo primario y singular en la familia. Primera- mente, en los padres, fundamento inalienable de aquella. Pues el esposo y la es- posa, impulsados por el amor, se autodonan recfprocamente de modo irrevoca- ble e indisoluble, comprometidndose a velar el uno por el otro y a guardarse mutua fidelidad en la salud y en la enfermedad, en la alegrfa y en la tristeza, to- dos los dfas de su vida. Pues bien, expertos en el amor, que les lleva a la entrega sincera y recf- proca de sf, el esposo y la esposa, fundamento de la familia, constituyen el am- bito en donde la vida, fruto del amor, puede ser acogida y protegida de mane- ra adecuada contra los multiples ataques a los que esta expuesta y en donde 30. CFr. Evangelium vitae, n. 79. 31. Cfr. Evangelium vitae, n. 95. 32. Cfr. Gaudium etspes, n. 48. 33. CFr. Eamiliaris consortio, n. 17; Evangelium vitae, n. 92. 34. Cfr. A. GARCIA-GASCO VICENTE, «Pastoral y anuncio del Evangelio de la vida», en JUAN PABLO II, Evangelium vitae. Textos y comentarios, Edicep, Mdxico-Santo Do- mingo-Valencia 1995, 136-144; E GIL HELLIN, Amor conyugal: Servicioy tutela de la vi- da, cit., 155-162; E GIL HELLtN, «Matrimonio e famiglia nella cultura della vita», en PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA, Eamiglia e questioni etiche, EDB, Bologna 2004, 43-52; C. CAFFARRA, Rapporto tra dono coniugale e ildono delfiglio: Generazione ededu- cazione, cit., 275-282. 890 ScrTh 37 (2005/3)
  • 17. LA FAMILL Y LA EDUCACION EN LA CULTURA DE LA VIDA puede desarroUarse segiin las exigencias de un autentico crecimiento humano''. En la familia, recibe el hombre las primeras nociones sobre la verdad y el bien; aprende qud quiere decir amar y ser amado, y, por consiguiente, qu^ quiere de- cir en concreto ser una persona. Por eso, la familia constituye el clima vital en donde el nifio puede nacer y desarrollar sus potencialidades, hacerse conscien- te de su dignidad y prepararse a afrontar su destino unico e irrepetible'^ De ahf que la familia sea el santuario de la vida, el lugar humano verdaderamente id6- neo para recibirla de Dios, rendirle el culto debido, custodiarla, revelarla y co- municarla. Y, a imitaci6n de lo que ocurre y se observa en los padres, que se aman profundamente entre sf y se entregan de modo absoluto en favor de los hijos, los miembros de una familia se reconocen, respetan y honran por ser personas. Y, si hay alguno mas necesitado, la atencion a el es mas intensa y viva". De este modo, en la familia, la vida es considerada muy especialmente como un don precioso, fruto del amor, que hay que proteger y cuidar para que alcance su desarrollo adecuado. Dicho en sfntesis, en la familia, cuna del amor y santuario de la vida, se realiza de modo eminente la entrega sincera de cada uno para el bien de los demas y se cultivan de forma especial el respeto del otro, el sentido de la justicia, la acogida cordial, el servicio generoso, la solidaridad y los otros valores que ayudan a vivir la vida como un don y como una mision''. Por eso, el papel de la familia en la construccion de la cultura de la vida es de- terminante e insustituible, pues ella es la sede misma de esta cultura. Mons. Manuel URENA Arzobispo de Zaragoza ZARAGOZA 35. JUAN PABLO II, Enci'clica Centesimus annus, n. 39; Evangelium vitae, n. 92. 36. Cfr. ibid, n. 39. 37. Cfr. Evangelium vitae, n. 92. 38. Cfr. ibid, n. 92. ScrTh 37 (2005/3) 891