1. Cada hombre
es filósofo
Todo ser humano, tarde o temprano, se
plantea el por qué y el para qué de su
existencia, se pregunta de dónde viene y a
dónde va, quién es y lo que podría hacer de
su vida. En esto se distingue de los
animales.
Influencias negativas sobre
la capacidad filosófica
Actitudes básicas
para la filosofía
Nos encontramos frente al peligro de no
vivir la vida, sino de "dejarse llevar"
Salir del esquema que dice que debo
rendir, funcionar, competir, hacer
cosas. Darse cuenta que no todo es
producir. El filosofar “no sirve para
lo que el mundo cree útil”.
El ajetreo contínuo que a veces
llega al estrés al que el hombre
está sometido y que le impide
detenerse a considerar lo
verdaderamente importante.
El dejarse absorber por el
materialismo y el
sensualismo, que embota y
ciega para a lo espiritual.
Cultivar la “admiración” o sea el
deseo de saber por el saber
mismo, sin ningún otro interés que
conocer la realidad más profunda
del mundo que nos circunda.
Dejar de lado todo prejuicio, el
filósofo debe estar “abierto a
todo”, aunque no lo pueda
abarcar todo, no hay realidad que
quede fuera de su reflexión.
Si una persona no se plantea las
preguntas fundamentales de la vida y
solamente vive de un día para otro
(de una comida a la otra, de un
telediario al otro), habrá "fracasado"
en su existencia.
Normalmente se puede filosofar cuando las necesidades básicas
de la vida están al menos mínimamente colmadas, pero aunque
esto se dé, en occidente observamos una cierta "apatía", una
cierta "abstención de pensar", lo cual indica “renuncia” a la
humanidad, porque no se despliega aquello que nos hace humanos:
El intelecto.
El exceso de información que nos llega
ejerce tal presión sobre nosotros, que nos
lleva a pensar como los medios quieren que
pensemos y no a tener “mi propia visión de
la realidad”.
Distanciarse de las
interpretaciones comunes, de la
opinión pública y atreverse a
pensar lo que no todos piensan.
Adquirir humildad intelectual,
filosofar es la búsqueda de la
sabiduría, ser consciente de la
permanente ignorancia de las
cosas, “sólo sé que no sé nada”.