2. Se llama Diosa de las serpientes a varias estatuas de loza vidriada encontradas en Cnosos. La
más famosa de ellas mide 29,5 centímetros de altura y supuestamente representa una diosa de
la civilización minoica, aunque también se ha señalado que en realidad podría representar a
una sacerdotisa. Han sido datadas aproximadamente hacia 1600 a. C. Fueron encontradas por
un equipo de arqueólogos dirigidos por Arthur Evans en 1903, en una estancia del ala oeste
del palacio de Cnosos llamada tesorería sacra, y actualmente se hallan en el Museo
Arqueológico de Heraclión (Creta).
La estatua más conocida es una figura femenina ataviada con un vestido largo, de estrecha
cintura y con un corpiño que deja el pecho al descubierto. En ambas manos sostiene sendas
serpientes y tiene encima de la cabeza un felino.
A la izquierda, la estatua que en principio fue llamada Diosa de las serpientes; en el centro, la
antiguamente denominada Adoradora sin cabeza. Museo de Heraklion. Creta.
Esta estatua en un principio era denominada Adoradora sin cabeza, por ser de menor tamaño
que otra estatua también de loza vidriada a la que denominaron Diosa de las serpientes. La
estatua había sido hallada sin la cabeza y sin el brazo izquierdo y fue reconstruida por el
equipo de Evans tomando como referencia esta otra estatua mayor. La estatua mayor tiene tres
serpientes enroscadas en la cintura y en las manos.1
La serpiente de bronce fue hecha con un propósito específico. Dice en el libro de Números
21.4-9, "Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la
tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino. Y habló el pueblo contra Dios y
contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto?
Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano. Y Jehová
envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho
pueblo de Israel. Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber
hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas
serpientes. Y Moisés oró por el pueblo. Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente
ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella vivirá.
Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna
serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce y vivía". Como vemos el
3. pueblo hebreo en su éxodo por el desierto murmuraba contra Dios. El Señor los castigó con
las serpientes venenosas, pero ante los ruegos de Moisés, Dios le ordenó hacer la serpiente de
bronce y ponerla sobre una asta; a cuya sola vista sanaba aquel que hubiera sido mordido. Ese
fue su propósito específico.
El Señor Jesús la aplicó a sí mismo como un símbolo en Juan 3.14-15. Algunos se preguntan
por qué si iba a ser un símbolo de Cristo, Dios no ordenó a Moisés hacer un cordero, pero la
razón, aunque dolorosa y triste, fue por el hecho de que la serpiente fue maldecida por Dios en
el paraíso, y Cristo en la cruz fue hecho maldición por nosotros (Gálatas 3.13). Sabemos que
es triste admitirlo, pero es la dolorosa realidad (Deuteronomio 21.23).
Ahora surge la pregunta que sirve de título a este artículo: ¿Qué se hizo la serpiente de
bronce? Después de haber servido para el propósito para el que fue hecha, ¿qué hizo el pueblo
de Dios con esta imagen de bronce? ¿La deshicieron? ¿La fundieron y luego utilizaron el
bronce para otros objetos? Bueno, no tenemos necesidad de especular; la Palabra de Dios
misma nos da la respuesta.
En el segundo libro de Reyes 18.1-4 encontramos la respuesta. "En el tercer año de Oseas
hijo de Ela, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías hijo de Acaz rey de Judá. Cuando
comenzó a reinar era de veinticinco años, y reinó en Jerusalén veintinueve años. El
nombre de su madre fue Abi hija de Zacarías. Hizo lo recto ante los ojos de Jehová,
conforme a todas las cosas que había hecho David su padre. El quitó los lugares altos, y
quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce
que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel;
y la llamó Nehustán". Con estupor y asombro vemos que el pueblo de Dios había hecho de
aquella figura de bronce un objeto de idolatría. Seguramente no atribuyeron al poder de Dios
el ser sanados de las mordeduras de las serpientes, sino al poder mágico de un fetiche de
bronce y prontamente cayeron en la idolatría. Le quemaban incienso como a un Dios, en un
acto de adoración, lo mismo que hacían con las estatuas de Asera, la diosa pagana. ¡Qué
tristeza ver al pueblo de Dios en semejante actitud!
Sin embargo, por escandalizador que nos parezca este hecho y por mucho que critiquemos a
aquellos israelitas idólatras no podemos negar que en la actualidad muchos que se llaman a sí
mismos cristianos han caído en idolatría semejante. Por ejemplo: ¿Qué del llamado "Santo
Sudario de Turín" que los católicos aseguran que fue la mortaja que envolvió el cuerpo de
4. Jesús en la tumba y en el que, según ellos quedó "impresa" la figura del Señor? ¿Lo han vuelto
objeto de idolatría también estos lienzos y los veneran y los adoran, aun sus reproducciones
fotográficas? ¿Y la cruz que unos arqueólogos encontraron en unas excavaciones en Israel y
que aseguran que es la de Cristo? ¿Y el llamado "Lienzo de la Santa Faz", que aseguran tiene
el rostro de Cristo pintado con su mismo sudor pues fue el paño con que limpió su cara la
"Verónica", una mujer imaginaria sacada de un pseudo evangelio? ¿Y qué de todos esos
objetos populares idolatrados por millones de equivocadamente llamados cristianos, como
cruces, crucifijos, medallas y amuletos que cuelgan de cuellos y de cabeceras?
Muchos cristianos, por ignorancia, se involucran en esta clase de fetichismo e idolatría.
Personalmente he visto a hermanos nuestros llevando "patas de conejo" y "símbolos de la
paz". También hermanas luciendo aretes en forma de cruces, cadenas con "dijes" o medallones
y otros objetos a los que la superstición les da poderes milagrosos.
Para finalizar diremos que con asombro hemos visto cómo se adora e idolatra, no a la
Palabra de Dios, sino al libro hecho de materia muerta que la contiene. Muchos hermanos
tienen sus Biblias como un objeto sagrado, aunque nunca la lean, y hasta la besan antes de
abrirla. ¡Con razón en los diccionarios de la lengua castellana modernos la aparece una nueva
palabra: "Bibliolatría", que se define como "adoración a la Biblia".
6. La Victoria alada de Samotracia, también conocida como Victoria de Samotracia y Niké de
Samotracia, es una escultura exenta de bulto redondo perteneciente a la escuela rodia del periodo
helenístico. Se encuentra en el Museo del Louvre, París. En griego la estatua se denomina Níke
tes Samothrákes (Νίκη της Σαμοθράκης).
Tiene una altura de 245 cm y se elaboró en mármol hacia el 190 a. C. Procede del santuario de
los Cabiros en Samotracia. Algunos expertos la atribuyen con cierta probabilidad a Pithókritos de
Rodas. Fue descubierta en 1863 en la isla de Samotracia (Samothraki, en griego) por el cónsul
francés Charles Champoiseau, un arqueólogo aficionado.
Aunque cuando se descubrió se pensó que fue mandada esculpir por Demetrio Poliorcetes para
conmemorar su triunfo naval en Salamina sobre la flota de Ptolomeo Sóter en el año 306 a. C.,
porque figuraba en las monedas emitidas del 294 al 288 a. C., la datación de la escultura hacia
comienzos del siglo II antes de Cristo hace más lógico pensar que en realidad se labró para
celebrar las victorias sobre Antíoco III Megas.
La figura femenina de la Victoria con alas se posa sobre la proa de un navío, que actúa de
pedestal de la figura femenina, cuyo cuerpo presenta una leve y graciosa torsión. Va envuelta en
un fino chitón y un manto, ropajes que se adhieren al cuerpo dejando traslucir su anatomía,
tratamiento éste que recuerda a la denominada técnica de «paños mojados» atribuida a las obras
de Fidias. El manto forma un rollo sobre el muslo derecho para caer luego entre las piernas,
dando lugar a una composición muy característica en otras figuras femeninas de la misma época.
Las ropas agitadas por el viento configuran el dramatismo, esta vez gozoso, tan característico de
la escuela escultórica rodia, una de las más barrocas del helenismo.
Marinetti, en el manifiesto futurista publicado en Le Figaro en 1909, utilizó esta obra para
condensar su ataque a la estatuaria y, por extensión, al arte tradicional de tipo clasicista, en
beneficio de un nuevo arte que rindiese culto a los progresos técnicos de la industrialización,
connotados por la velocidad y las máquinas. Así, puede leerse que «un automóvil de carreras es
más hermoso que la Victoria de Samotracia».
Hay que precisar que una de sus alas, al menos en parte, no es original sino
producto de una restauración.