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PREGÓN DE SANTA RITA 2012

                           FABIOLA GARCÍA GONZÁLEZ.




      Excelentísimos Alcaldes de Santa María de Guía y Gáldar, señores concejales,
presidenta y miembros de la directiva de la Asociación de vecinos y la comisión de
festejos, señoras y señores, vecinos todos, buenas noches y gracias por querer
compartir este momento, tan importante para mí.
      Debo empezar agradeciendo a la directiva y a la comisión de fiestas este
honor de haber sido elegida como pregonera de mi barrio, del que tan orgullosa
me siento. * Y he de reconocer que si he llegado a algo en esta vida como para
que pensaran en mí para este momento tan importante de nuestras fiestas, es
gracias a mis padres, a los que quiero agradecer aquí su esfuerzo y dedicación por
sacar adelante a su familia, y la educación que de ellos recibí. Siempre recuerdo las
palabras de mi madre: “No te daremos dote, pero te daremos estudios”. Creo
firmemente que la apuesta fue la adecuada.
      Les diré que soy, creo, que de las pocas personas que pueden decir que
nacida y criada, pero literalmente, en nuestro querido barrio de Anzo, * pues vine
al mundo el 7 de octubre del año 68 en una cuevita, que aún existe, muy cercana a
mi casa actual, donde hoy vive Pepita Moreno Mendoza. Nací al caer la tarde, me
contaría después mi padre, que esperaba, con mi hermano Paco, fuera de la cueva
a que la partera le diera nuevas. La cueva era del matrimonio vecino, Mariquita y
Julito… y también me gustaría recordar a otros vecinos que fueron importantes en
mi primera niñez aunque no haya conseguido fotos de ellos. Recuerdo vagamente
a una mujer menuda, con pañuelo a la cabeza, Mariquita Guía y a su esposo,
Antoñito Díaz, que llevaba siempre un burro del que nunca olvidé el nombre
“Mujiquillo”… me asombraba aquel animal, y recuerdo ir a espiarlo en la gañanía
donde lo ataban. También recuerdo en las visitas a su casa, cuando Mariquita abría
el “trinchante”… ese mueble creo que ya desaparecido, pero imprescindible en las
casas de entonces, donde guardaban de todo, a modo de despensa, a mí se me
alegraba el corazón, pues significaba galleta segura, o mejor aún, ¡un poco de
chocolate!. También recordar a Adolfo, su hijo, al que recuerdo como un hombre
tranquilo, que se fue como había vivido, sin molestar a nadie. Cerca vivían también
Bartolito Díaz, hermano de Antoñito, y Sorita, que eran lo más parecido a nuestra
asistencia sanitaria: él ponía las inyecciones, ella arreglaba la barriga… pero
volvamos al día de mi nacimiento… que me lío
      Ese día, día del Rosario para más señas, se creó un conflicto, con el que he
tenido que vivir toda la vida: y es que mi madre, como muchas de la época,
guardaba desde la boda de Balduino, el rey belga, un nombre, por si tuviera una
hija, mientras que mi padre, mucho más tradicional, quería ponerme el nombre que
me “había ganado”... no hubo acuerdo... y la decisión fue salomónica, así que llevo
desde entonces el Rosario Fabiola.
      Desde el BUP. soy Fabiola a secas, pero he de reconocer que en mi primera
infancia, y debido a que en el barrio había varias Fabiolas, me fue útil y
diferenciador el primer nombre. Quiero desde aquí recordarlas con cariño, pues
Fabiola Díaz “la de Camilo” hace tiempo que no está con nosotros, y más cerca,
pero creo que por la Argentina, anda Fabiola Martínez, la de Lucía y Gabriel. Luego
vino Fabiola la de Sabas, que por aquí sigue.
      Es verdad que en el colegio era Rosario Fabiola, pero para los vecinos era la
hija de Gerardo... y ahora pasé señores a ser ¡¡la mamá de Jose!!.
      Cuando me senté ante la hoja en blanco, pensando en qué contarles de
nuevo, que los pregoneros y pregoneras anteriores no hubieran hecho o dicho ya,
me di cuenta de que seguramente lo único que puedo aportar, es mi intrahistoria,
esa que me gustaría que mi hijo conociera, por la que decidí quedarme a vivir en
este puntito del mundo.
      *Recuerdo mis primeros días de clase, en el ´Teleclub” que estaba donde
ahora están las casas de Domingo Oliva, que en paz descanse, y Pepita Díaz.
¡Miren que caritas de buenos teníamos todos!


      También me gustaría que mi hijo conociera las fiestas que yo viví de
pequeña, en las que los “mayores” engalanaban las calles* con las banderitas de
colores que lo llenaban todo y palmas traídas del barranco y con ramas de salvia
formando arcos... ver la calle, desde la Puntilla hasta la plaza así y el olor de la
salvia... me encantaba. ¡¡Seguramente si hoy hiciéramos cosa parecida nos
multaban los del SeProNa!!
      Y la gente.... de mis primeros recuerdos de infancia, *me viene la imagen de
los papagüevos de la víspera de la fiesta, como venían todos mis primos, primos
segundos, como la casa ya empezaba a ser un hervidero de gente entrando y
saliendo... y mucha, mucha gente por todas partes.
      Luego las verbenas tan multitudinarias que en una ocasión, tal vez con seis o
siete años yo, se creó tal caos y atasco que mi tía Ángela y mis primos, que habían
venido desde Guía, tuvieron que quedarse en casa, pues no había manera de que
mi padre pudiera sacar el coche para llevarlos.
      En esa época, si no se podía no se podía, y como siguiendo la fiesta, mi
madre sacó unas mantas, y en el suelo durmieron tan tranquilos, hasta el día
siguiente, día de fiesta principal.
      Fiesta... la de Santa Rita era “La fiesta”, y los preparativos empezaban a
principios de mayo, empezando el mes yo me echaba a temblar: ¡¡tocaba pintar!!
se pintaba todos los años religiosamente, para que el día señalado todo estuviera
resplandeciente. Y esa semana había zafarrancho de limpieza, se cambiaba todo, y
se sacaban las colchas de ganchillo, las mejores, igual que los manteles, y todo en
la casa se ponía de punta en blanco. También nosotros estrenábamos ropa. Pero es
que el día de la fiesta, en mi casa, como casi todas las del barrio, había jornada de
puertas abiertas. Venían todos mis tíos y tías, mis primos, los tíos de mis padres,
algunos primos segundos, amigos de toda la vida de mis padres, como Nino y
Carmela, Juan Araña y Anita, o ya en unos años más próximos en el tiempo Don
Florentino. La puerta de la calle se abría a primera hora, y no se cerraba hasta bien
caída la noche... no había oportunidad, las mujeres llegaban siempre con algún
plato o postre en la mano, y además prontito, para echarle una mano a mi madre
con la comida, los hombres iban preparando el sitio, unas veces en la cocina, y
otras, cuando éramos más, con tablones y bloques, en la azotea, y los niños,
corríamos subiendo y bajando aquellas escaleras sin protección ninguna, ¡¡y sin
matarnos!! Era el día de los dulces del panadero, de las lengüillas, de la ropa vieja,
de la carne en salsa, o de los asaderos... y de los voladores y las risas.
      Sí, la casa estaba a medio terminar, algunas habitaciones pendientes de
encalar, la escalera por años estuvo sin revestimientos ni protección, en la casa
había un sueldo, y no muy alto, y lujos no había ninguno... pero lo pasábamos
genial. Mi madre siempre ahorrando para la casa, ese día me daba 25 pesetas...
¡qué tesoro! Y yo ya mucho antes de tenerlas en las manos, sabía exactamente en
qué iba a invertirlas: en helados de Felito...¿los recuerdan? Con su carrito, y solo
helados de fresa y coco... pero ¡qué buenos estaban!. Nunca más probé yo otros
iguales... su sabor es irrepetible...
      * ¡Ays! ¡Qué recuerdos! Ya nosotros teníamos tv, disfrutábamos de los
Payasos de la Tele, de Furia, Pipi Calzas Largas, Flipper, de Lian Shan Poo, la
frontera azul, o de Comando G y Mazinger Z... y...fuimos ¡la primera generación
que vio Verano Azul y los primeros que lloramos la muerte de Chanquete!
      Que llegara el segundo canal fue un acontecimiento ... pero incluso con los
dos canales, no recuerdo que jamás prefiriera yo quedarme a ver la tele a salir a
jugar con mis amigas en la calle.
      *Recuerdo las tardes en las que nos íbamos a casa de Lolita y Gabrielito, los
abuelos de mis amigas de toda la vida, y a la larga bisabuelos de mi hijo: allí
podíamos pasarnos la tarde jugando a las cartas, o escuchando sin cansarnos
nunca, las historias que Lolita nos contaba de cuando eran jóvenes, cuando
trabajaban en los tomateros, sus bailes de carnavales y otros cuentos de misterio y
miedo que ponían a trabajar nuestra imaginación... nunca faltaban en su delantal
caramelos para todos.
       Otras veces jugábamos en lo que llamábamos el “camino de abajo”, que en
principio fue el primer acceso al barrio, pero tras la apertura de la carretera quedó
para el acceso a pie de las fincas anejas y poco más... Desde la casa de Lolita hubo
un acceso, que creo que ya no existe, ahora se puede llegar por la bajada de la
casa de Pinito, o por la entrada que está en la curva de la Escuela de las niñas... y
bueno, ya dejó de ser camino y ya es carretera de acceso por el otro lado, y llega
hasta la casa de Fidel y la de Antonio Álamo... Sin embargo para nosotras era un
lugar mágico donde dependiendo del día, podíamos hacer tartas maravillosas, con
tierra y plantitas, jugar a las casitas o buscar tesoros mágicos... cada día era
distinto y genial...
       Mención aparte merecen las hogueras... ¡qué días! Lo primero era amontonar
tablas, ramas, hojas de plataneras, trastos que nos hubieran dejado en casa,
cualquier cosa servía... y luego poner cara de pena a ver si las mamás nos daban
alguna papa, o alguna piña de millo. Con la tranquilidad que da la inocencia,
buscábamos cualquier verguilla que por allí hubiera, daba igual que estuviera en el
suelo... ensartábamos las papas, ¡a asarlas!....y ¡Qué buenas estaban! Y nunca me
dio ni un dolor de barriga... estoy segura de que si lo intentáramos hoy, nos venía
los siete males. Y confieso que intento mantener la tradición con mi hijo, pero por
supuesto, nada de alambres, y las papas bien limpias y protegidas por el papel
albal...
       Pasaron los años, y ley de vida, los recuerdos cambian a las primeras
verbenas en las que mi madre me dejaba estarme “hasta tarde”, que creo viene
coincidiendo con la hora en la que salen los jóvenes ahora. ¡Eso era una conquista
más importante que la de llegar el hombre a la luna!!. Las primeras salidas con mis
amigas del alma, Lely, Fátima y Maricarmen, con mi prima Rita, Loly Díaz, Rita la
del Farragu, Miguelina, María Eugenia, Agripina, Francisco Cruz, Francisco el de
Nievita, Julio el de Pepita... y demás gente de la pandilla.
       Como anécdota les contaré que casi todos los de esta pandilla nos
mantuvimos juntos en el grupo de confirmación, y como tal, hace más de 20 años
hicimos un pregón, que recuerdo que en nombre de todos leyó Miguelina, y se
retrasmitió por Radio Las Palmas.
      ¿Quién me iba a decir que tantos años después viviría esta experiencia tan
maravillosa que ahora estamos compartiendo?.


      Sí que me viene a la mente que en aquellos tiempos los jóvenes del barrio
nos movíamos, hacíamos cosas para las fiestas, y ¡de los mayores ni se duda!
¿Recuerdan aquellos magníficos scala en hifi que ensayaban con Pali y Minerva?
Llegamos a ser la sensación del norte, pues empezábamos en mayo en nuestras
fiestas y luego nos íbamos a otras asociaciones de vecinos... como se dice ahora
nos pasábamos el verano “ haciendo bolos”... recuerdo que Juanjo y Pillo, el
hermano de Cristo, eran los del sonido... y yo la ayudante accidental... pero pasaba
los mismos nervios que los que cantaban, creo yo.
      También llegamos a poner en escena obras de teatro, en alguna recuerdo
haber sido la directora, y a la cabeza de un estupendo grupo, Odón como actor
principal.
      *¿Y qué me dicen de la Romería? Si no llevo mal las cuentas, este año
rondamos los veinticuatro que la pusimos en marcha, siendo Román presidente, y
por el impulso de Manolo... Fue la primera romería en la que participé en mi
vida...¡qué jóvenes éramos!-
      Tal vez nosotros, los de mi generación, no vivimos los primeros momentos de
la fiesta de Santa Rita, no vivimos la llegada de Santa Rita al barrio, no
participamos de esos primeros esfuerzos, pero quiero desde aquí reivindicar
nuestra pequeña historia... desde nuestras posibilidades y conocimientos,
colaboramos en afianzar la fiesta, en mejorar la asociación de vecinos.* Siendo
Román presidente de la Asociación de Vecinos, fue la época más participativa para
mi, pues Juanjo también estaba en la directiva. Recuerdo que se puso piso a la
segunda planta, se arregló la escalera y el bar, se mejoró el exterior, colocando las
tejas, y seguramente lo que aún pervive de nuestra época, la romería que no sólo
se ha consolidado, si no que año a año se supera.
      ¿ Pero saben de qué me acuerdo más? Pues de que una vez al mes nos
tocaba a Juanjo y a mí hacer el bingo, él repartía los cartones y cobraba, y yo
cantaba las bolas. ¿Se acuerdan? Sábado y domingo echábamos unas partiditas,
que me parece que se cobraban a duro, y las más fuertes ¡a cinco duros!
      También desde el grupo de catequesis para la confirmación empezamos
reuniones con D. Óscar Bautista, el alcalde, para pedirle las mejoras de la plaza y
¡¡la cancha!! La plaza se mejoró, y       desde entonces la cancha ha sido una
reivindicación del barrio... próxima a conseguirse ya.
      Parafraseando al gran escritor Leopoldo Panero, diré “que en la infancia y
adolescencia se vive, luego se sobrevive” . Mi adolescencia y juventud fueron los
ochenta finales, y principios de los noventa... no era una época económica muy
boyante, nosotros, resultado del baby boom del final de los sesenta y principios de
los setenta, éramos demasiados en todos sitios (masificación en las aulas,
masificación en la Universidad, masificación y dificultades para encontrar trabajo...
no lo tuvimos nada fácil... más o menos como ahora) y sin embargo, luchábamos,
trabajábamos también para nuestra comisión de fiestas y de todo aquello no
obteníamos más que la satisfacción de los estupendos ratos pasados... pero
compensaba.
      Creo que este espíritu se ha desvirtuado un poco, hoy en día hacer las cosas
porque sí, hay personas que no lo entienden, todo tiene que tener un premio
económico, o al menos material. Me gustaría animar a los vecinos, sobre todo a los
más jóvenes, a volver a ese espíritu luchador, pero alegre de los inicios, o al que
vivimos en mi época de juventud, donde muchos poníamos lo mejor que teníamos,
sin esperar nada más que unos buenos ratos...


      *
      En esta época en que parece que la palabra “crisis” lo invade todo, debemos
volver la mirada a nuestra patrona, Santa Rita, mujer entregada, trabajadora,
impasible ante la adversidad, que supo luchar para conseguir sus objetivos vitales.
Es un buen ejemplo para seguir. Les recuerdo que éste siempre fue un barrio de
gente humilde y trabajadora, que todo lo que tenemos es producto de nuestro
esfuerzo, las casas, han sido construidas con trabajo y a lo largo de años de
dedicación, las calles, durante muchísimo tiempo fueron de tierra... tan molida por
el trote continuo que parecía gofio, recuerdo vagamente cuando los hombres
quedaban después del trabajo para abrir las zanjas y poner el alcantarillado y
saneamiento, en la zona de la Puntilla,* los niños nos quedábamos hasta tardísimo
en la casa de Isidrita, que ya ella tenía un buen grupo, en el hasta hoy recordado
“Bar de Mederos”, mientras los mayores trabajaban para la mejora común.
      La basura no hace aún treinta años que se recoge, recuerdo que empezó
justo por las fiestas de Santa Rita, y durante un tiempo nos temíamos que una vez
pasadas las fiestas aquel logro se perdiera... y bueno, recuerdo de mis primeros
cursos en el Carrero Blanco, cómo íbamos y veníamos caminando ¡4 veces al día!
Pues con la jornada partida a las doce salíamos y a las dos nos volvíamos a
incorporar...(¡qué invento el transporte escolar!) y así todo, conseguido poco a
poco, con perseverancia... a ese espíritu debemos volver, el de la constancia en la
lucha y el trabajo... pero sin perder de vista que las cosas más importantes de
nuestra vida no dependen exclusivamente del dinero: la salud, la amistad, el amor,
o simplemente el pasarlo bien, poco tienen que ver con el dinero.
      Pero es que mi barrio no es sólo el de los grandes trabajo en común,
también es el de los pequeños gestos diarios, como el saber que María le echa un
vistazo al niño al coger la guagua, o el valorar que un vecino me venga a preguntar
si mi pequeño está enfermo porque hace días que no lo ve ir a clase, o de hace
unos días, que el vecino de al lado, Jose, viera a mi padre pintando, y sin
planteárselo dos veces, le quitó la brocha y acabó él de pintar… este es mi barrio,
humano, cercano, el mejor barrio para vivir, por eso, nos quedamos aquí.
      Me gustaría desde aquí animar a los vecinos, no sólo a participar en las
fiestas que ahora vivimos, también en darle impulso a este maravilloso local que
tanto esfuerzo ha costado sacar adelante. Sería fantástico poder hacer de él un
local lleno de vitalidad, de actividades diversas, en el que todos los vecinos y socios
podamos tener un lugar de referencia. Y no todo se tiene que hacer con dinero,
recuerden que durante un par de años estuvimos aquí con el chiqun, sin que a
nadie le costara un duro; lo mismo se podría hacer si pusiéramos en marcha
nuestra iniciativa y nuestra solidaridad: se me ocurre por ejemplo que podríamos
organizar mercadillos solidarios, en los que cada uno dejara aquello que ya no
necesita y pueda recoger a cambio algo que le hace falta, o un “trocadero” de
libros, “ya este me lo leí, te lo cambio por ese que me falta”... como las estampas
de los niños... ¿Y si se consiguieran algunos libros más que los que tenemos y se
pudiera abrir una pequeña biblioteca de lectura y consulta? ¿Y si alguna vecina o
algún vecino mañoso se decidiera a dar algunas clases de manualidades, pintura,
etc.? Parece difícil, pero sólo necesitamos cambiar este chip que nos entró tan
rápido de que el dinero es lo único que importa... los voluntarios sabemos que
muchas veces el trabajo bien hecho y el ayudar satisface mucho más.
      *Y desde aquí me uno a la iniciativa que ya he oído más de una vez por
parte de algunos vecinos de hacer “algo” para mantener vivo el recuerdo de
Francisco Santiago Vega nuestro querido Kiko.
      Con la seguridad de que si ya antes salimos de otras crisis, saldremos
también de ésta, y seguramente reforzados, porque ya lo dice la sabiduría popular
que “lo que no te mata te hace más fuerte”... les animo a participar de nuestras
fiestas, “Las fiestas” con mayúsculas, vamos a engalanar el barrio, a participar en
sus actos, a invitar a los familiares que hace tiempo que no vemos, para volver a
reunirnos y compartir buenos momentos, risas y bromas... y sobre todo me dirijo a
los jóvenes y niños, para que vivan estos días con ilusiones y alegrías... les digo de
corazón que al final... cuando de repente te despiertas traspasando la frontera de
los cuarenta, sólo esos sentimientos son los que te dan la sensación de que de
verdad has vivido.
                     ¡¡Viva Santa Rita... viva nuestras fiestas!!

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Pregón de anzo 2012

  • 1. PREGÓN DE SANTA RITA 2012 FABIOLA GARCÍA GONZÁLEZ. Excelentísimos Alcaldes de Santa María de Guía y Gáldar, señores concejales, presidenta y miembros de la directiva de la Asociación de vecinos y la comisión de festejos, señoras y señores, vecinos todos, buenas noches y gracias por querer compartir este momento, tan importante para mí. Debo empezar agradeciendo a la directiva y a la comisión de fiestas este honor de haber sido elegida como pregonera de mi barrio, del que tan orgullosa me siento. * Y he de reconocer que si he llegado a algo en esta vida como para que pensaran en mí para este momento tan importante de nuestras fiestas, es gracias a mis padres, a los que quiero agradecer aquí su esfuerzo y dedicación por sacar adelante a su familia, y la educación que de ellos recibí. Siempre recuerdo las palabras de mi madre: “No te daremos dote, pero te daremos estudios”. Creo firmemente que la apuesta fue la adecuada. Les diré que soy, creo, que de las pocas personas que pueden decir que nacida y criada, pero literalmente, en nuestro querido barrio de Anzo, * pues vine al mundo el 7 de octubre del año 68 en una cuevita, que aún existe, muy cercana a mi casa actual, donde hoy vive Pepita Moreno Mendoza. Nací al caer la tarde, me contaría después mi padre, que esperaba, con mi hermano Paco, fuera de la cueva a que la partera le diera nuevas. La cueva era del matrimonio vecino, Mariquita y
  • 2. Julito… y también me gustaría recordar a otros vecinos que fueron importantes en mi primera niñez aunque no haya conseguido fotos de ellos. Recuerdo vagamente a una mujer menuda, con pañuelo a la cabeza, Mariquita Guía y a su esposo, Antoñito Díaz, que llevaba siempre un burro del que nunca olvidé el nombre “Mujiquillo”… me asombraba aquel animal, y recuerdo ir a espiarlo en la gañanía donde lo ataban. También recuerdo en las visitas a su casa, cuando Mariquita abría el “trinchante”… ese mueble creo que ya desaparecido, pero imprescindible en las casas de entonces, donde guardaban de todo, a modo de despensa, a mí se me alegraba el corazón, pues significaba galleta segura, o mejor aún, ¡un poco de chocolate!. También recordar a Adolfo, su hijo, al que recuerdo como un hombre tranquilo, que se fue como había vivido, sin molestar a nadie. Cerca vivían también Bartolito Díaz, hermano de Antoñito, y Sorita, que eran lo más parecido a nuestra asistencia sanitaria: él ponía las inyecciones, ella arreglaba la barriga… pero volvamos al día de mi nacimiento… que me lío Ese día, día del Rosario para más señas, se creó un conflicto, con el que he tenido que vivir toda la vida: y es que mi madre, como muchas de la época, guardaba desde la boda de Balduino, el rey belga, un nombre, por si tuviera una hija, mientras que mi padre, mucho más tradicional, quería ponerme el nombre que me “había ganado”... no hubo acuerdo... y la decisión fue salomónica, así que llevo desde entonces el Rosario Fabiola. Desde el BUP. soy Fabiola a secas, pero he de reconocer que en mi primera infancia, y debido a que en el barrio había varias Fabiolas, me fue útil y diferenciador el primer nombre. Quiero desde aquí recordarlas con cariño, pues Fabiola Díaz “la de Camilo” hace tiempo que no está con nosotros, y más cerca, pero creo que por la Argentina, anda Fabiola Martínez, la de Lucía y Gabriel. Luego vino Fabiola la de Sabas, que por aquí sigue. Es verdad que en el colegio era Rosario Fabiola, pero para los vecinos era la hija de Gerardo... y ahora pasé señores a ser ¡¡la mamá de Jose!!. Cuando me senté ante la hoja en blanco, pensando en qué contarles de nuevo, que los pregoneros y pregoneras anteriores no hubieran hecho o dicho ya, me di cuenta de que seguramente lo único que puedo aportar, es mi intrahistoria,
  • 3. esa que me gustaría que mi hijo conociera, por la que decidí quedarme a vivir en este puntito del mundo. *Recuerdo mis primeros días de clase, en el ´Teleclub” que estaba donde ahora están las casas de Domingo Oliva, que en paz descanse, y Pepita Díaz. ¡Miren que caritas de buenos teníamos todos! También me gustaría que mi hijo conociera las fiestas que yo viví de pequeña, en las que los “mayores” engalanaban las calles* con las banderitas de colores que lo llenaban todo y palmas traídas del barranco y con ramas de salvia formando arcos... ver la calle, desde la Puntilla hasta la plaza así y el olor de la salvia... me encantaba. ¡¡Seguramente si hoy hiciéramos cosa parecida nos multaban los del SeProNa!! Y la gente.... de mis primeros recuerdos de infancia, *me viene la imagen de los papagüevos de la víspera de la fiesta, como venían todos mis primos, primos segundos, como la casa ya empezaba a ser un hervidero de gente entrando y saliendo... y mucha, mucha gente por todas partes. Luego las verbenas tan multitudinarias que en una ocasión, tal vez con seis o siete años yo, se creó tal caos y atasco que mi tía Ángela y mis primos, que habían venido desde Guía, tuvieron que quedarse en casa, pues no había manera de que mi padre pudiera sacar el coche para llevarlos. En esa época, si no se podía no se podía, y como siguiendo la fiesta, mi madre sacó unas mantas, y en el suelo durmieron tan tranquilos, hasta el día siguiente, día de fiesta principal. Fiesta... la de Santa Rita era “La fiesta”, y los preparativos empezaban a principios de mayo, empezando el mes yo me echaba a temblar: ¡¡tocaba pintar!! se pintaba todos los años religiosamente, para que el día señalado todo estuviera resplandeciente. Y esa semana había zafarrancho de limpieza, se cambiaba todo, y se sacaban las colchas de ganchillo, las mejores, igual que los manteles, y todo en la casa se ponía de punta en blanco. También nosotros estrenábamos ropa. Pero es que el día de la fiesta, en mi casa, como casi todas las del barrio, había jornada de puertas abiertas. Venían todos mis tíos y tías, mis primos, los tíos de mis padres,
  • 4. algunos primos segundos, amigos de toda la vida de mis padres, como Nino y Carmela, Juan Araña y Anita, o ya en unos años más próximos en el tiempo Don Florentino. La puerta de la calle se abría a primera hora, y no se cerraba hasta bien caída la noche... no había oportunidad, las mujeres llegaban siempre con algún plato o postre en la mano, y además prontito, para echarle una mano a mi madre con la comida, los hombres iban preparando el sitio, unas veces en la cocina, y otras, cuando éramos más, con tablones y bloques, en la azotea, y los niños, corríamos subiendo y bajando aquellas escaleras sin protección ninguna, ¡¡y sin matarnos!! Era el día de los dulces del panadero, de las lengüillas, de la ropa vieja, de la carne en salsa, o de los asaderos... y de los voladores y las risas. Sí, la casa estaba a medio terminar, algunas habitaciones pendientes de encalar, la escalera por años estuvo sin revestimientos ni protección, en la casa había un sueldo, y no muy alto, y lujos no había ninguno... pero lo pasábamos genial. Mi madre siempre ahorrando para la casa, ese día me daba 25 pesetas... ¡qué tesoro! Y yo ya mucho antes de tenerlas en las manos, sabía exactamente en qué iba a invertirlas: en helados de Felito...¿los recuerdan? Con su carrito, y solo helados de fresa y coco... pero ¡qué buenos estaban!. Nunca más probé yo otros iguales... su sabor es irrepetible... * ¡Ays! ¡Qué recuerdos! Ya nosotros teníamos tv, disfrutábamos de los Payasos de la Tele, de Furia, Pipi Calzas Largas, Flipper, de Lian Shan Poo, la frontera azul, o de Comando G y Mazinger Z... y...fuimos ¡la primera generación que vio Verano Azul y los primeros que lloramos la muerte de Chanquete! Que llegara el segundo canal fue un acontecimiento ... pero incluso con los dos canales, no recuerdo que jamás prefiriera yo quedarme a ver la tele a salir a jugar con mis amigas en la calle. *Recuerdo las tardes en las que nos íbamos a casa de Lolita y Gabrielito, los abuelos de mis amigas de toda la vida, y a la larga bisabuelos de mi hijo: allí podíamos pasarnos la tarde jugando a las cartas, o escuchando sin cansarnos nunca, las historias que Lolita nos contaba de cuando eran jóvenes, cuando trabajaban en los tomateros, sus bailes de carnavales y otros cuentos de misterio y miedo que ponían a trabajar nuestra imaginación... nunca faltaban en su delantal
  • 5. caramelos para todos. Otras veces jugábamos en lo que llamábamos el “camino de abajo”, que en principio fue el primer acceso al barrio, pero tras la apertura de la carretera quedó para el acceso a pie de las fincas anejas y poco más... Desde la casa de Lolita hubo un acceso, que creo que ya no existe, ahora se puede llegar por la bajada de la casa de Pinito, o por la entrada que está en la curva de la Escuela de las niñas... y bueno, ya dejó de ser camino y ya es carretera de acceso por el otro lado, y llega hasta la casa de Fidel y la de Antonio Álamo... Sin embargo para nosotras era un lugar mágico donde dependiendo del día, podíamos hacer tartas maravillosas, con tierra y plantitas, jugar a las casitas o buscar tesoros mágicos... cada día era distinto y genial... Mención aparte merecen las hogueras... ¡qué días! Lo primero era amontonar tablas, ramas, hojas de plataneras, trastos que nos hubieran dejado en casa, cualquier cosa servía... y luego poner cara de pena a ver si las mamás nos daban alguna papa, o alguna piña de millo. Con la tranquilidad que da la inocencia, buscábamos cualquier verguilla que por allí hubiera, daba igual que estuviera en el suelo... ensartábamos las papas, ¡a asarlas!....y ¡Qué buenas estaban! Y nunca me dio ni un dolor de barriga... estoy segura de que si lo intentáramos hoy, nos venía los siete males. Y confieso que intento mantener la tradición con mi hijo, pero por supuesto, nada de alambres, y las papas bien limpias y protegidas por el papel albal... Pasaron los años, y ley de vida, los recuerdos cambian a las primeras verbenas en las que mi madre me dejaba estarme “hasta tarde”, que creo viene coincidiendo con la hora en la que salen los jóvenes ahora. ¡Eso era una conquista más importante que la de llegar el hombre a la luna!!. Las primeras salidas con mis amigas del alma, Lely, Fátima y Maricarmen, con mi prima Rita, Loly Díaz, Rita la del Farragu, Miguelina, María Eugenia, Agripina, Francisco Cruz, Francisco el de Nievita, Julio el de Pepita... y demás gente de la pandilla. Como anécdota les contaré que casi todos los de esta pandilla nos mantuvimos juntos en el grupo de confirmación, y como tal, hace más de 20 años hicimos un pregón, que recuerdo que en nombre de todos leyó Miguelina, y se
  • 6. retrasmitió por Radio Las Palmas. ¿Quién me iba a decir que tantos años después viviría esta experiencia tan maravillosa que ahora estamos compartiendo?. Sí que me viene a la mente que en aquellos tiempos los jóvenes del barrio nos movíamos, hacíamos cosas para las fiestas, y ¡de los mayores ni se duda! ¿Recuerdan aquellos magníficos scala en hifi que ensayaban con Pali y Minerva? Llegamos a ser la sensación del norte, pues empezábamos en mayo en nuestras fiestas y luego nos íbamos a otras asociaciones de vecinos... como se dice ahora nos pasábamos el verano “ haciendo bolos”... recuerdo que Juanjo y Pillo, el hermano de Cristo, eran los del sonido... y yo la ayudante accidental... pero pasaba los mismos nervios que los que cantaban, creo yo. También llegamos a poner en escena obras de teatro, en alguna recuerdo haber sido la directora, y a la cabeza de un estupendo grupo, Odón como actor principal. *¿Y qué me dicen de la Romería? Si no llevo mal las cuentas, este año rondamos los veinticuatro que la pusimos en marcha, siendo Román presidente, y por el impulso de Manolo... Fue la primera romería en la que participé en mi vida...¡qué jóvenes éramos!- Tal vez nosotros, los de mi generación, no vivimos los primeros momentos de la fiesta de Santa Rita, no vivimos la llegada de Santa Rita al barrio, no participamos de esos primeros esfuerzos, pero quiero desde aquí reivindicar nuestra pequeña historia... desde nuestras posibilidades y conocimientos, colaboramos en afianzar la fiesta, en mejorar la asociación de vecinos.* Siendo Román presidente de la Asociación de Vecinos, fue la época más participativa para mi, pues Juanjo también estaba en la directiva. Recuerdo que se puso piso a la segunda planta, se arregló la escalera y el bar, se mejoró el exterior, colocando las tejas, y seguramente lo que aún pervive de nuestra época, la romería que no sólo se ha consolidado, si no que año a año se supera. ¿ Pero saben de qué me acuerdo más? Pues de que una vez al mes nos tocaba a Juanjo y a mí hacer el bingo, él repartía los cartones y cobraba, y yo
  • 7. cantaba las bolas. ¿Se acuerdan? Sábado y domingo echábamos unas partiditas, que me parece que se cobraban a duro, y las más fuertes ¡a cinco duros! También desde el grupo de catequesis para la confirmación empezamos reuniones con D. Óscar Bautista, el alcalde, para pedirle las mejoras de la plaza y ¡¡la cancha!! La plaza se mejoró, y desde entonces la cancha ha sido una reivindicación del barrio... próxima a conseguirse ya. Parafraseando al gran escritor Leopoldo Panero, diré “que en la infancia y adolescencia se vive, luego se sobrevive” . Mi adolescencia y juventud fueron los ochenta finales, y principios de los noventa... no era una época económica muy boyante, nosotros, resultado del baby boom del final de los sesenta y principios de los setenta, éramos demasiados en todos sitios (masificación en las aulas, masificación en la Universidad, masificación y dificultades para encontrar trabajo... no lo tuvimos nada fácil... más o menos como ahora) y sin embargo, luchábamos, trabajábamos también para nuestra comisión de fiestas y de todo aquello no obteníamos más que la satisfacción de los estupendos ratos pasados... pero compensaba. Creo que este espíritu se ha desvirtuado un poco, hoy en día hacer las cosas porque sí, hay personas que no lo entienden, todo tiene que tener un premio económico, o al menos material. Me gustaría animar a los vecinos, sobre todo a los más jóvenes, a volver a ese espíritu luchador, pero alegre de los inicios, o al que vivimos en mi época de juventud, donde muchos poníamos lo mejor que teníamos, sin esperar nada más que unos buenos ratos... * En esta época en que parece que la palabra “crisis” lo invade todo, debemos volver la mirada a nuestra patrona, Santa Rita, mujer entregada, trabajadora, impasible ante la adversidad, que supo luchar para conseguir sus objetivos vitales. Es un buen ejemplo para seguir. Les recuerdo que éste siempre fue un barrio de gente humilde y trabajadora, que todo lo que tenemos es producto de nuestro esfuerzo, las casas, han sido construidas con trabajo y a lo largo de años de dedicación, las calles, durante muchísimo tiempo fueron de tierra... tan molida por
  • 8. el trote continuo que parecía gofio, recuerdo vagamente cuando los hombres quedaban después del trabajo para abrir las zanjas y poner el alcantarillado y saneamiento, en la zona de la Puntilla,* los niños nos quedábamos hasta tardísimo en la casa de Isidrita, que ya ella tenía un buen grupo, en el hasta hoy recordado “Bar de Mederos”, mientras los mayores trabajaban para la mejora común. La basura no hace aún treinta años que se recoge, recuerdo que empezó justo por las fiestas de Santa Rita, y durante un tiempo nos temíamos que una vez pasadas las fiestas aquel logro se perdiera... y bueno, recuerdo de mis primeros cursos en el Carrero Blanco, cómo íbamos y veníamos caminando ¡4 veces al día! Pues con la jornada partida a las doce salíamos y a las dos nos volvíamos a incorporar...(¡qué invento el transporte escolar!) y así todo, conseguido poco a poco, con perseverancia... a ese espíritu debemos volver, el de la constancia en la lucha y el trabajo... pero sin perder de vista que las cosas más importantes de nuestra vida no dependen exclusivamente del dinero: la salud, la amistad, el amor, o simplemente el pasarlo bien, poco tienen que ver con el dinero. Pero es que mi barrio no es sólo el de los grandes trabajo en común, también es el de los pequeños gestos diarios, como el saber que María le echa un vistazo al niño al coger la guagua, o el valorar que un vecino me venga a preguntar si mi pequeño está enfermo porque hace días que no lo ve ir a clase, o de hace unos días, que el vecino de al lado, Jose, viera a mi padre pintando, y sin planteárselo dos veces, le quitó la brocha y acabó él de pintar… este es mi barrio, humano, cercano, el mejor barrio para vivir, por eso, nos quedamos aquí. Me gustaría desde aquí animar a los vecinos, no sólo a participar en las fiestas que ahora vivimos, también en darle impulso a este maravilloso local que tanto esfuerzo ha costado sacar adelante. Sería fantástico poder hacer de él un local lleno de vitalidad, de actividades diversas, en el que todos los vecinos y socios podamos tener un lugar de referencia. Y no todo se tiene que hacer con dinero, recuerden que durante un par de años estuvimos aquí con el chiqun, sin que a nadie le costara un duro; lo mismo se podría hacer si pusiéramos en marcha nuestra iniciativa y nuestra solidaridad: se me ocurre por ejemplo que podríamos organizar mercadillos solidarios, en los que cada uno dejara aquello que ya no
  • 9. necesita y pueda recoger a cambio algo que le hace falta, o un “trocadero” de libros, “ya este me lo leí, te lo cambio por ese que me falta”... como las estampas de los niños... ¿Y si se consiguieran algunos libros más que los que tenemos y se pudiera abrir una pequeña biblioteca de lectura y consulta? ¿Y si alguna vecina o algún vecino mañoso se decidiera a dar algunas clases de manualidades, pintura, etc.? Parece difícil, pero sólo necesitamos cambiar este chip que nos entró tan rápido de que el dinero es lo único que importa... los voluntarios sabemos que muchas veces el trabajo bien hecho y el ayudar satisface mucho más. *Y desde aquí me uno a la iniciativa que ya he oído más de una vez por parte de algunos vecinos de hacer “algo” para mantener vivo el recuerdo de Francisco Santiago Vega nuestro querido Kiko. Con la seguridad de que si ya antes salimos de otras crisis, saldremos también de ésta, y seguramente reforzados, porque ya lo dice la sabiduría popular que “lo que no te mata te hace más fuerte”... les animo a participar de nuestras fiestas, “Las fiestas” con mayúsculas, vamos a engalanar el barrio, a participar en sus actos, a invitar a los familiares que hace tiempo que no vemos, para volver a reunirnos y compartir buenos momentos, risas y bromas... y sobre todo me dirijo a los jóvenes y niños, para que vivan estos días con ilusiones y alegrías... les digo de corazón que al final... cuando de repente te despiertas traspasando la frontera de los cuarenta, sólo esos sentimientos son los que te dan la sensación de que de verdad has vivido. ¡¡Viva Santa Rita... viva nuestras fiestas!!