Crónica de la ordenación de Carlos Orellana Ovidio Abrego Orellana, periodista.
1. Carlos Orellana, a los 33 años como Jesús
ra mañana aquel 1 de febrero de 2009. El sol vestía tan radiante en los cerros, con arbustos
marchitos. Quizás estaban alegres, algo bueno estaba por suceder.E
Muchos carros subían en la carretera que se
conduce al pueblo de Arcatao en
Chalatenango. Algunos eran pick up con cajón,
otros polarizados y camiones repletos de gente de
los cantones de Nueva Trinidad. Daba la sensación
de un evento importante.
Uno de los camiones era el carro de la comunidad
de Carasque. Se conducía con no menos de
unas 80 personas, entre ellos jóvenes, adultos y
niños. En sus rostros había alegría, sonrisas blancas y palabras emotivas. No importaba la
incomodidad de viajar sobre la carretera polvosa, y con a menudos baches ocasionando golpes de
espaldas.
Llegando al pueblo de Arcatao, muchos carros parqueados y gente en los alrededores de los
pavimentos que circundan la iglesia. Había decoraciones, comercio y mucho movimiento. Las
puertas del templo estaban abiertas, la conectaba con el convento un camino de hojas de pinos,
una alfombra. Una cerca de bambú en sus lados decorada con flores de distintos colores.
En este instante se acercaba una procesión. Más de una veintena de personas caminaban hacia a
la iglesia. La nieve se había adueñado de sus vestuarios. Eran sacerdotes, entre ellos jesuitas.
En medio de cuerpos robustos, delgados, altos,
bajos, y rostros se acumulaba una larga vida. Ahí, se
vislumbró, Carlos Orellana Córdova. La alegría del
alma invadía su sonrisa. Un día antes había
bromeado ante un grupo de becarios, “Me encuentro
desordenado porque mañana seré ordenado”.
Centenares de feligreses le esperaban en el interior
de la casa del señor, le hacían camino. Un canto
resonaba “vienen con alegría señor, cantando vienen
con alegría señor, los que caminan por la vida señor sembrando tu paz y amor….” Ya eran las
10 de la mañana, una misa empezaba para la ordenación sacerdotal del joven Orellana de 33 años
de edad: que, en agosto del 2008 se había diaconado en el Externado San José, San Salvador.
2. Justamente esta edad tenía Jesús cuando entregó su vida por el pueblo. Pero la coincidencia
resulta porque Jesús resucita a los mismos 33 años, y a esta edad, Carlos vuelve a nacer, entra a
otra etapa, i iluminada con la vida y resurrección, del hijo del padre.
Sería el “primer Sacerdote jesuita de esta zona, y el tercer
sacerdote católico, confirmó el padre Miguel Vásquez, párroco de
Arcatao.
El joven ordenado es hijo de Julia Córdova y de Juan Orellana
Ayala. Nació el 10 de diciembre de 1975, siendo el cuarto hijo
de una familia campesina. Su padre falleció en 1982, durante el
conflicto armado salvadoreño, en una masacre en Nueva Trinidad.
En Febrero de 1982, Carlos y su familia, abandonaron la
comunidad y emigraron a Nueva Trinidad, donde después de
ocho meses, se trasladan a la cabecera departamental de
Chalatenango, viviendo en casa de su tío Miguel Córdova durante cuatro años.
Ahí estudió de 1° a 3° grado. En Febrero de 1986, Carlos, su madre, hermanos y abuelo,
retornaron a la comunidad de Los Pozos, a rehacer sus vidas, para poder trabajar, aún en medio
del conflicto. Estudió de 4° a 6° grado en la comunidad de Carasque, Nueva Trinidad.
Después de haber finalizado 6° grado, le expresó al P. Miguel que quería continuar
estudiando, fue así como en 1988 se trasladó a vivir al convento de Arcatao y estudió en la
escuela del mismo municipio. Al mismo tiempo que recibía clases en la escuela, el P. Nicolás
Alvarenga le ayudaba en el reforzamiento en algunas materias. Fue catequista por tres años
en la comunidad de Los Pozos, al mismo tiempo que apoyaba el grupo juvenil. También fue
maestro popular durante cuatro años, tres de ellos en Los Pozos y uno en Arcatao. Esto lo
realizó con lo poco que había aprendido.
En la familia fue obediente y paciente. Practicaba desde pequeño, los valores morales y
religiosos. Aprendió el rosario y todos los días lo rezaba con su abuelo, que lo educó como a un
hijo, al cual, Carlos quiso como su padre, se entendían
de maravilla.
Estas características le acompañaban en el inicio de
la primera parte de la ordenación. El joven fue
llamado ante al Obispo y la comunidad cristiana, para
que se le concedieran las órdenes al presbiterado.
Pero, antes de ser aceptado, presentes que le han
conocido desde su infancia, dieron su testimonio. A
partir de las pruebas testimoniales Monseñor daría
una respuesta.
3. Carlos Orellana recibe felicitaciones de los
feligreses, al final de la misa.
“Carlos, desde temprana edad aprendió a trabajar en la agricultura. Hacía labor social,
manteniendo comunicación con su familia y personas mayores”, afirmó Elvira Córdova, su
prima y residente de Los Pozos.
Entre chiste y buen humor Monseñor Luis Morao continúo
la celebración de la eucaristía, en donde realizó bromas al
ordenado. “Estamos en un partido de fútbol del espíritu
santo….y con nuestra atención a las lecturas de la palabra
de Dios, podemos meterle muchos muchos goles al
diablo”. También dijo unas palabras a la madre de
Orellana. “Julia Córdova, quizá sino hubiera sido sus
oraciones, sacrificio y entrega total y constante este
“bicho” o joven, no hubiera sido sacerdote.”, la gente
carcajeó.
Así también Morao señaló: “Dios tenga en su gloria al
padre, diácono todavía, no te adelantes aún. Y que Dios
bendiga a esta madre generosa cristiana y católica que
supo desprenderse desde hace mucho tiempo, regalándonos
este hijo para la ordenación Jesuita y la iglesia católica”.
Al final de la ordenación, Monseñor Morao reconoció a Carlos como un nuevo sacerdote de la
iglesia católica. La feligresía no dudó en romper el silencio del templo con un aplauso de varios
segundos. Posteriormente se sumó a los jesuitas que residían junto al altar. Antes se encontraba
en la parte baja del sagrario. “¡Ve si ya tiene carita de sacerdote!”, exclamó el obispo. La
feligresía no tardó en reír.
Al terminar la eucaristía era el momento de Carlos para dirigirse a su pueblo, que esperaba con
ansias sus palabras. “Doy gracias a Dios por el
don de la vida, y el don de la vocación, que es una
llamada que exige una respuesta. Y pido a Dios
que me acompañe y me de fuerza en este
caminar.” De igual manera, rindió
agradecimientos a su familia, al coro, a los de la
logística, y a la comunidad cristiana por la
participación en el evento.
El padre José María Tojeira, rector de la UCA,
señaló que Orellana es una persona espléndida de
buen carácter, entregado a la vida comunitaria y
muy cercana a los pobres. Recuerda al abuelo del
recién ordenado Jesuita como una persona generosa. “Cuando celebraba semana santa en la
4. comunidad de Los Pozos y Carasque, siempre iba a darle la comunión a Isidro. Y, me regalaba
Cien colones para los pobres. Entonces dije, de esta tradición fuerte de fe y amor a Dios y de
respeto a la iglesia, viene la vocación a Carlitos”
Según el presbítero, le inspiraron a esta vocación: los jesuitas Manolo Makeira, Nicolás
Alvarenga, y Miguel Vásquez, religiosos que han trabajado como párrocos del pueblo de Arcatao
y Nueva Trinidad. Asimismo, Monseñor Romero, los mártires de la UCA y el P. Rutilio Grande.
“Me acuerdo de Carlitos por dos cosas: una porque era un niño tranquilo, callado, pero muy
colaborador, y dos, porque siempre caminaba junto con el Padre Miguel a las comunidades para
ayudarlo en la parte pastoral”, afirmó María Carmen Cruz, cátedra de la UCA.
El nuevo sacerdote está destinado para ir trabajar a la parroquia de Lloro, Honduras, junto a
cuatro sacerdotes más. Viajará a este lugar la primera semana de marzo. “estoy animado y
contento y con ganas de comenzar ya la misión, aunque sé que es un reto. Hoy comienza mi
trabajo porque lo que había hecho era solo estudiar”, afirmó.
REPORTEROS:
• Ovidio Ábrego Orellana
• Flor de Guadalupe
Orellana Franco