4. Lusitanos y vettones
Los pueblos prerromanos en la actual
demarcación Beira Baixa – Alto Alentejo – Cáceres
memorias 9
Primitivo Javier Sanabria Marcos
(Editor)
JUNTA DE EXTREMADURA
Consejería de Cultura y Turismo
MUSEO DE CÁCERES
3
6. Lusitanos y vettones
Los pueblos prerromanos en la actual
demarcación Beira Baixa – Alto Alentejo – Cáceres
memorias 9
Primitivo Javier Sanabria Marcos
(Editor)
Martín Almagro-Gorbea, Jesús Álvarez-Sanchís, Eduardo Sánchez-Moreno, F.J. López Fraile,
D. Urbina Martínez, J. Morín de Pablos, M. Escolà Martínez, C. Fernández Calvo,
M. López Recio, C. Urquijo Álvarez de Toledo, Marcos Osório, Óscar López Jiménez,
Victoria Martínez Calvo, Cristina Charro Lobato, Teresa Chapa Brunet, Juan Pereira Sieso,
César Pacheco Jiménez, Alberto Moraleda Olivares, Ana María Martín Bravo,
Francisca Hernández Hernández, Eduardo Galán Domingo, Maria João Santos,
Sebastián Celestino Pérez, José Ángel Salgado Carmona,
Rebeca Cazorla Martín, Luís Luís, Guillermo-Sven Reher Díez.
(Textos)
5
8. Prólogo
Cuando el ejército del gobernador romano Lucio Caesio aceptó la rendición
del pueblo Seano en el año 104 a. C., y al quedar perpetuado el acto en la
placa de bronce conocida como Deditio de Alcántara, puede decirse que la
Historia daba un paso esencial hacia el final de una era y el comienzo de la
ocupación romana. Bien es cierto que los romanos ya llevaban algunas décadas
moviéndose por el actual territorio extremeño, pero a partir de esos momentos
es cuando todo parece indicar que se hallan en trance de desaparecer los
últimos restos del mundo lusitano y vettón que habían encontrado a su llegada
a lo que hoy es la provincia de Cáceres y su prolongación natural del Alto
Alentejo y Beira Baixa, ya en Portugal.
En las últimas décadas, la Arqueología ha ido contrastando la información
dada por las fuentes clásicas sobre la Etnología de esta zona peninsular,
tratando de identificar el mundo lusitano y el mundo vettón que habían
delimitado Estrabón, Plinio y Ptolomeo, y especialmente el área de contacto
de ambas comunidades, difícil de definir. Efectivamente, aunque haya
elementos –como los verracos- que vienen siendo relacionados con el mundo
vettón, no es menos cierto que el registro arqueológico sigue apreciando la
homogeneidad de ambos pueblos, lusitanos y vettones, en aspectos como el
hábitat en castros, su ocupación preferentemente ganadera o las costumbres
funerarias.
Tratando de contribuir al mejor conocimiento de ese mundo propio de
la Segunda Edad del Hierro, que desapareció bajo el empuje militar de Roma,
los museos de Cáceres y Castelo Branco organizaron a finales de 2007 unas
interesantes jornadas en las que se quiso poner al día los conocimientos que
los equipos investigadores de ambos lados de la Raya han venido suministrando
y ampliando en las últimas décadas. La ocasión sirvió no sólo para esa
actualización del estado de la cuestión, sino también para estrechar los lazos
existentes entre los dos museos y sus respectivas asociaciones de amigos,
que se encuentran entre las más activas e importantes del área fronteriza.
De hecho, las sesiones fueron itinerantes y se complementaron con visitas
guiadas a las secciones arqueológicas tanto del Museo Francisco Tavares
Proença Júnior de Castelo Branco como del Museo de Cáceres.
En aquella ocasión, especialistas españoles y portugueses pusieron sobre
la mesa aspectos esenciales de aquellos momentos finales de la Protohistoria
en nuestra zona rayana. Pudimos hacernos idea del marco general de
conocimiento de estos dos pueblos gracias a la aportación de uno de los
máximos especialistas de la Prehistoria peninsular, como es el catedrático
Martín Almagro Gorbea, y también pudimos acercarnos a la importancia del
factor orientalizante, es decir, la raigambre cultural en la Primera Edad del
Hierro, en la formación de lusitanos y vettones de la mano de Sebastián
Celestino, investigador del Instituto de Arqueología de Mérida.
7
9. Profesionales del lado español profundizaron en el universo vettón y su
identidad como pueblo frente a la interpretación que nos transmiten las fuentes
romanas, como hizo el profesor Sánchez Moreno, o nos mostraron la evolución
del hábitat a partir de las pequeñas aldeas que fueron muchos de sus castros
hasta llegar a alcanzar en algunos casos concretos un volumen homologable
con el fenómeno urbano, como pudimos comprobar en la intervención del
profesor Álvarez Sanchís. Por su parte, el equipo dirigido por la profesora
Francisca Hernández expuso el análisis global del conocido asentamiento de
Villasviejas del Tamuja (Botija), yacimiento en el que han trabajado durante
años y del que disponemos gracias a ello de una completa documentación.
El mundo lusitano fue objeto de intervenciones de investigadores del
lado portugués, como la ofrecida por al arqueólogo Marcos Osório, que se
centró en la cuenca del Alto Côa, sin que faltaran aportaciones muy interesantes
sobre el límite norte del mundo lusitano-vettón y su contacto con los astures,
tema que abordó el profesor Sande Lemos, o la fundamental presentación de
la investigadora Maria João Santos, que trató de contrastar los datos
arqueológicos con las fuentes clásicas referidas a los dos pueblos que nos
ocupan. Y esencial resultó también la intervención de Ana Mª Martín,
estudiando los castros de la cuenca del Tajo en Extremadura, que ha abordado
en su tesis doctoral y que están en el embrión de lo que habrá de ser la
provincia lusitana de los romanos.
El conjunto de estos trabajos, y de las comunicaciones que también se
presentaron, forma ahora una publicación que debe considerarse ya como
imprescindible para todos los interesados en la Protohistoria de Extremadura
y de Portugal, y en los inicios de la ocupación romana de la Península Ibérica.
Como se señaló antes, se trata de una iniciativa compartida por instituciones
extremeñas y portuguesas, y constituye un excelente ejemplo de superación
de todo tipo de limitaciones para acceder de manera conjunta a un mejor
conocimiento de un pasado común, que forma parte sin duda de ese sustrato
cultural que compartimos los pueblos peninsulares actuales
independientemente de las diferencias que, obviamente, existen entre
nosotros.
Confiamos en la utilidad de la publicación y hacemos votos para que
esta tan traída y llevada colaboración transfronteriza, en la que Extremadura
lleva empeñada más de dos décadas, siga dando frutos de tan alto interés
como el libro que el lector tiene en sus manos.
Leonor Flores Rabazo
Consejera de Cultura y Turismo de la Junta de Extremadura
8
10. Presentación
El actual territorio que hoy ocupan la provincia de Cáceres y la Beira Baixa y
Alto Alentejo, en suelo portugués, constituía hace cerca de 2.500 años una
parte fundamental de la futura área de explotación y asentamiento de unas
poblaciones que las fuentes clásicas grecolatinas nos transmitieron con el
nombre de lusitanos y vetones. Más difícil de valorar es el grado de identificación
de estas comunidades prerromanas hispanas con los pueblos citados, es decir,
el reconocimiento por parte de estos populi de un sentimiento de pertenencia
y rasgos culturales propios diferenciadores respecto a otros grupos. Por otro
lado, el etnónimo de vetones y lusitanos con el que los romanos identifican de
manera general a estas poblaciones, también ha servido para confundir y
enmarañar realidades muy distintas dentro de unas sociedades que,
irremediablemente, verán alterados sus patrones de conducta y su evolución
interna tras el dramático contacto y definitiva confrontación con el poder
imperialista romano. Abordar desde una perspectiva común el estudio de
estos dos grupos étnicos, siempre nos pareció una acertada decisión de cara
a conocer un poco más acerca de la etnogénesis, formación y posterior
desarrollo de unas sociedades con unos estrechos lazos de proximidad.
Es por ello que, continuando con esta satisfactoria labor de colaboración
transfronteriza que cada día más pone de manifiesto la estrecha relación que
siempre guardaron unos territorios que solamente una línea fronteriza separa
en la actualidad, los directores del Museo de Cáceres, D. Juan M. Valadés
Sierra, y del Museo Francisco Tavares Proença Júnior de Castelo Branco, Dª.
Aida Rechena, organizaron una reunión científica que analizara de manera
conjunta el estudio de Lusitanos y Vetones. Es de destacar la implicación de
las Asociaciones de Amigos de los dos museos, representadas en estas jornadas
en las figuras de sus respectivos presidentes, D. Demetrio González Núñez,
de la Asociación Adaegina de Amigos del Museo de Cáceres, y Dª. Benedita
Duque Vieira, de la Sociedade dos Amigos do Museu Francisco Tavares Proença
Júnior, quienes con su generosa, entusiasta y activa participación hicieron
factible el encuentro. Con el claro objetivo de hacer realidad el propósito
inicial de compartir experiencias a uno y otro lado de la «raya», las sesiones
se celebraron los días 22 y 23 de Octubre de 2007 en las sedes de los museos
de Cáceres y Castelo Branco. Con el título, Lusitanos y vetones. Los pueblos
prerromanos en la actual demarcación Beira Baixa-Alto Alentejo-Cáceres, el
trabajo que ahora presentamos es el resultado de dos intensos días de debate,
que gracias a la iniciativa del Museo de Cáceres finalmente ve la luz.
El Museo de Cáceres tuvo el honor de contar en su sesión inaugural con
la figura de uno de los más destacados especialistas de la protohistoria
peninsular, D. Martín Almagro Gorbea, quien a través de un profundo análisis
de conjunto se centró en aspectos de gran relevancia como la etnogénesis, el
substrato cultural y la definición de los territorios y límites de ambos grupos
étnicos, destacando la necesidad de avanzar en los estudios interdisciplinares
9
11. para un mejor conocimiento de las etnias prerromanas de la Hispania antigua.
En su intervención el profesor Eduardo Sánchez-Moreno reflexiona sobre el
grado de identidad cultural y cohesión étnica de unas poblaciones identificadas
con el etnónimo de vetones, una sociedad de carácter pastoril y guerrero, con
unos determinados rasgos culturales identitarios, caso de los verracos, pero
que a su juicio la Vetonia como entidad política responde más bien a la idea
romana de reorganización de un espacio conquistado en época augustea,
más clarificador todavía, nos encontraríamos ante un caso de pars pro toto
propio de la ordenatio romana, es decir, la extensión a todo un territorio del
nombre de una de las tribus o pueblos (vetones) que lo conforma. El proceso
de cambio que transformó la sociedad vetona con el paso de la aldea hacia
los grandes centros urbanos fuertemente amurallados oppida de finales de la
Edad del Hierro, es analizado por el profesor Jesús Álvarez-Sanchís en base a
su gran conocimiento del mundo de los grandes castros abulenses. Ana Martín
Bravo explicó el papel cultural de bisagra de los castros de la cuenca extremeña
del Tajo como espacio de tránsito en las relaciones Norte Sur y Este Oeste del
Occidente peninsular durante todo el primer milenio a.C. A partir del análisis
de los enclaves y principales manifestaciones artísticas del siglo V a.C. en la
Alta Extremadura, Sebastián Celestino, José Ángel Salgado y Rebeca Cazorla
rechazan la idea de una etapa en declive y propugnan que la intensificación y
afianzamiento reconocible en aspectos demográficos, de asentamiento,
tecnológicos y de intercambio a larga distancia, deben favorecer una opinión
más real y optimista del período. No podían quedar fuera de este volumen los
últimos resultados del que, con toda probabilidad, es el más emblemático
castro de la cuenca extremeña del Tajo, el poblado y las necrópolis de
Villasviejas de Tamuja. En esta ocasión, el equipo formado por la profesora
Francisca Hernández Hernández, Eduardo Galán y Ana Martín Bravo presentan
un estudio global del asentamiento, incorporando los nuevos datos obtenidos
de la prospección del entorno inmediato del castro y la lectura de la secuencia
evolutiva de sus diferentes necrópolis. Guillermo-Sven Reher Díez aborda de
manera general las diversas estrategias de ocupación de los asentamientos
de la cuenca baja del río Tajo durante la Segunda Edad del Hierro y la época
altoimperial para, con posterioridad, limitar el ámbito de estudio al río Alagón
y la esquina Noroeste de la provincia de Cáceres.
Tres trabajos constituyen la aportación del área vetona del Occidente
de la provincia de Toledo a estas jornadas. César Pacheco Jiménez y Alberto
Moraleda Olivares nos dieron a conocer un nuevo ejemplar de verraco
procedente de Lagartera, el cual viene a sumarse a otros cinco más procedentes
todos ellos de la zona de la Campana de Oropesa. Francisco José López
Fraile, Dionisio Urbina, Jorge Morín et al., mostraron la utilidad de las
reconstrucciones 3D como una nueva herramienta metodológica más aplicable
al campo de la arqueología, el caso concreto del Cerro de la Sierra de la
Estrella sirvió de ejemplo. Cristina Charro Lobato, Teresa Chapa Brunet y
10
12. Juan Pereira Sieso dieron a conocer los resultados de las últimas campañas
de excavación en El Cerro de la Mesa.
El mundo vetón de la provincia de Salamanca se encuentra representado
con la aportación de Oscar López Jiménez y Victoria Martínez Calvo de los
trabajos de investigación que en los últimos años han venido desarrollando
en el clásico yacimiento del Cerro de El Berrueco. Fruto de este trabajo, es la
presentación por primera vez al público de los resultados de excavación de la
necrópolis de Los Tejares, una de las escasas necrópolis vetonas conocidas
de la provincia de Salamanca.
Tradicionalmente el valle superior del río Côa, territorio que hoy ocupa
prácticamente todo el municipio de Sabugal, se señala como un espacio de
frontera política y territorial entre vetones y lusitanos. En su trabajo Marcos
Osório aborda estas cuestiones siempre difíciles de establecer en arqueología.
Luis Luis presentó sus últimos trabajos sobre el arte rupestre sidérico del Bajo
Côa, un tipo de manifestación artística desconocida para muchos hasta hace
poco tiempo. La cuestión étnica entre lusitanos y vetones es analizada por
Maria João Santos confrontando los datos procedentes de la arqueología con
los que aportan las fuentes clásicas, con especial atención al mundo de la
religión.
Con esta nueva publicación el Museo de Cáceres en su empeño por
acercar su pasado más reciente a la sociedad actual, apuesta una vez más
por la necesidad de dar continuidad a la celebración periódica de encuentros
transfronterizos como el que en esta ocasión acogió las jornadas sobre lusitanos
y vetones. Estamos convencidos que la presente obra será de enorme utilidad
para cualquiera que desee conocer un poco más sobre las comunidades que
ocupaban la actual provincia de Cáceres y la Beira Baixa y Alto Alentejo antes
de la llegada de los romanos, en este sentido, creemos que el presente volumen
por las razones antes expuestas pasará a ser una obra de referencia en años
venideros.
Primitivo Javier Sanabria Marcos
11
14. Índice
Presentación ......................................................................................................................................................................... 9
ESTUDIOS
1. Lusitanos y Vettones
Martín Almagro-Gorbea ......................................................................................................................... 15
2. Antes de los Oppida. Los Vettones y la Edad del Hierro
Jesús Álvarez-Sanchís .............................................................................................................................. 45
3. Vetones y Vettonia: Etnicidad versus ordenatio romana
Eduardo Sánchez-Moreno ...................................................................................................................... 65
4. El Castro de La Sierra de La Estrella (Toledo). Las reconstrucciones 3D,
una herramienta para la investigación arqueológica
F.J. López Fraile, D. Urbina Martínez, J. Morín de Pablos, M. Escolà Martínez,
C. Fernández Calvo, M. López Recio y C. Urquijo Álvarez de Toledo ........................................ 83
5. A Idade do Ferro no Alto Côa: os dados e as problemáticas
Marcos Osório ............................................................................................................................................. 95
6. Nuevos resultados en la investigación de la Segunda Edad del Hierro en el Cerro de
El Berrueco (Salamanca): el poblado y la necrópolis prerromana de “Los Tejares”
Óscar López Jiménez, Victoria Martínez Calvo ........................................................................... 117
7. Intervenciones arqueológicas en el Cerro de la Mesa (Alcolea de Tajo, Toledo).
Campañas 2005-2007
Cristina Charro Lobato, Teresa Chapa Brunet, Juan Pereira Sieso .................................... 131
8. Un nuevo ejemplar de escultura zoomorfa en la zona vetona toledana:
El verraco de Lagartera
César Pacheco Jiménez, Alberto Moraleda Olivares ................................................................ 141
9. Los castros de la cuenca extremeña del Tajo, bisagra entre lusitanos y vettones
Ana María Martín Bravo ....................................................................................................................... 147
10. El proyecto Villasviejas de Tamuja.
Análisis global de un asentamiento prerromano
Francisca Hernández Hernández, Eduardo Galán Domingo,
Ana María Martín Bravo ....................................................................................................................... 161
11. Lusitanos y Vettones en la Beira Interior portuguesa:
La cuestión étnica en la encrucijada de la arqueología y los textos clásicos
Maria João Santos ................................................................................................................................. 181
13
15. 12. El siglo V a.C. en la Alta Extremadura
Sebastián Celestino Pérez, José Ángel Salgado Carmona,
Rebeca Cazorla Martín ......................................................................................................................... 197
13. “Per petras et per signos”. A arte rupestre do Vale do Côa
enquanto construtora do espaço na Proto-história
Luís Luís ..................................................................................................................................................... 213
14. Estrategias de asentamiento ante la romanización en la cuenca baja del Tajo
Guillermo-Sven Reher Díez ................................................................................................................ 241
14
16. Lusitanos y Vettones
Martín Almagro-Gorbea
Catedrático de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid
Los actuales estudios sobre la Hispania de J. Álvarez-Sanchís (ed.), Arqueología Vettona.
prerromana dedican creciente atención en estos La Meseta Occidental en la Edad del Hierro, Alcalá
años a renovar los análisis sobre la Paleoetnología de Henares, 2009. Estas obras han contribuido a
de la Península Ibérica, basados en una concepción que sea uno de los pueblos prerromanos mejor
más rica y dinámica de la misma (Almagro-Gorbea conocidos, junto a exposiciones como la de Celtas
y Ruiz Zapatero, eds., 1993). y Vettones, organizada en Ávila el año 2001
(Almagro-Gorbea et al., 2001) o la reciente de Los
Entre estos estudios, destaca las recientes y
Vettones (Álvarez-Sanchís, 2009), que evidencia el
valiosas síntesis dedicadas a Lusitanos y Vettones,
notable interés que despiertan entre el gran
pueblos que parecen estrechamente relacionados
público.
por sus características etno-culturales y su ubica-
ción geográfica, aunque su estudio siempre se ha
realizado por separado por causas más políticas e Territorio y límites.
historiográficas que debidas a su identidad etno-
Lusitanos y Vettones habitaban las tierras del
histórica, lo que ha hecho que pasen desapercibi-
Centro-Occidente de Hispania. Los Lusitanos habita-
das sus relaciones, de gran interés para compren-
ban la antigua Lusitania, región de límites discutidos
der los procesos de etnogénesis del Occidente de
y que ofrecería lógicas variaciones diacrónicas desde
Europa. Por ello, es de interés una visión interdis-
la Edad del Bronce hasta la Romanización, aunque se
ciplinar conjunta que contraponga la personalidad
suele confundir con la Provincia Lusitania romana, así
del origen y desarrollo histórico de Lusitanos y
como limitarse a las referencias históricas de los
Vettones, valorando su cultura material, su socie-
Lusitanos en los últimos siglos antes de la Era, lo que
dad, sus costumbres, sus creencias y su lengua,
enmascara el territorio originario.
dentro del desarrollo histórico de la Hispania Celta
o indoeuropea. La antigua Lusitania corresponde a las tierras
silíceas del Occidente de la Península Ibérica, cuyo
Los Lusitanos son uno de los pueblos más
núcleo corresponde al Centro Interior de Portugal (Vi-
famosos de Hispania por su bravo enfrentamiento a
laça, 1995, Martín Bravo, 1999), que, básicamente,
Roma y han merecido numerosos estudios, desde J.
corresponde a las Beiras y parte del Alto Alentejo y
Leite de Vasconcelos (1897, 1905, 1913) a A.
quizás de Trás-os-Montes y del Occidente de Salaman-
Mendes Correa (1924), A. Schulten (1940) y, en
ca y de la Extremadura española. Su delimitación la
fechas recientes, L. Pérez Vilatela (2000) y J. de
precisan elementos lingüísticos, como las inscripcio-
Alarcão (2001), sin olvidar que en estos años se
nes en Lusitano y antropónimos, teónimos y etnóni-
han celebrado diversas exposiciones de gran éxito
mos relacionados, además de algunos elementos de
de público, como la gran exposición De Ulisses a
cultura material que indican el territorio ocupado por
Viriato. O primeiro milènio a.C., celebrada en
los Lusitanos desde la Prehistoria.
Lisboa en 1996, a los que hay que añadir el interés
por sus orígenes de las obras de R. Vilaça (1995) y Se conocen cinco inscripciones lusitanas que se
A. Mª. Martín Bravo (1999). No menos importantes extienden desde Ribeira da Venda, en Arranches,
son los valiosos estudios dedicados a los Vettones, Portalegre, en el Alto Alentejo (Carneiro et al.,
desde el artículo pionero de J. M. Roldán (1968) a 2008) y Arroyo de la Luz, en Cáceres, a Cabeço das
las valiosas síntesis de Jesús Álvarez-Sanchís Fraguas y Lamas de Moledo, cerca de Viseu
(1999, 2003), Eduardo Sánchez Moreno (2000) y (Untermann, 1997), si bien también pueden incluir-
Manuel Salinas de Frías (2001), hasta la reciente se una de las inscripciones de la Fonte do Idolo de
15
17. Martín Almagro-Gorbea
Braga (Garrido et al., 2008: 23) y la de Mosteiro de Bandua, Reue y Navia (Olivares, 2002: 75-ss., 85-ss.),
Ribeira, Orense (Olivares, 2002: 94), lo que mientras que Cosus ofrece ya una distribución más
delimita una amplia zona desde el Tajo hasta más septentrional, por la Beira y la Galicia litoral y la zona
al Norte del Miño (Fig. 1). Esta zona coincide con de León (Encarnação, 1975, Olivares, 2002: 67-ss.).
los teónimos característicos de las divinidades La misma dispersión ofrecen algunos antropónimos
‘lusitanas’, que se extienden igualmente entre el característicos (Fig. 3), como Boutius, Camalus, Cami-
interfluvio Guadiana-Tajo y Galicia (Fig. 2), como ra, Caturo, Cilius, Maelo, Medamu, Pintamos, Rebu-
Figura 1. Extensión de la epigrafía lusitana desde el Tajo hasta el Miño y de los topónimos y etnónimos en P-.
Figura 2. Dispersión de las divinidades lusitanas (según, J.C. Olivares).
Figura 3. Dispersión de los antropónimos Boutius y Viriatus (según, J. Untermann y M.L. Albertos).
16
18. Lusitanos y Vettones
rrus, Talavus, Tanginus, Tongius, Vegetus y Viriatus contribuido a la diferenciación etno-cultural de Lusita-
(Untermann, 1965: 72-ss., Albertos, 1983), junto a nos y Vetones.
otros probables como Albinus y similares, Arquius,
El territorio de los Lusitanos estaba articulado en
Aturus, Avitas, Balaesus, Caeno, Lovesius (Unter-
pequeñas comarcas naturales, como los pueblos
mann, 1965: 47-50, 58-ss.), que corresponden a la
Galaicos y, también, los Vettones y Celtíberos. La
zona II de Untermann (id., 19) y reflejan la misma
inscripción del puente de Alcántara (CIL II,760) ha
cultura ‘lusitana’ que los teónimos señalados1.
permitido precisar la ubicación tribal de buena parte
Más difícil es identificar ‘fósiles guía’ de la de estos pueblos, en su mayoría enumerados siguien-
cultura material lusitana, aunque algunos elementos do la vía romana que iba desde el Tajo hacia el Duero
metalúrgicos son característicos de esa zona, como (Alarcão, 1988: 41): Igaeditani, Lancienses Oppidani,
las azuelas de tipo Monteagudo 20B, las hachas de Talori, Interannienses, Colarni, Lancienses Transcudani,
talón 31C, 34A, 35A y 35B y 36C (Monteagudo, 1977, Aravi, Meidubrigenses, Arabigensis, Banienses, Paesu-
Senna-Martínez, 1995) y los cuencos de cerámica de res.
tipo Alpiarça (Senna-Martínez, 1993b, Vilaça, 1995: l.
De los más de 20 populi conocidos, muchos
113-ss., 139, 225).
ofrecen etnónimos proto-celtas que corresponden al
En consecuencia, la Lusitania prerromana se substrato de la Edad del Bronce, como los Paesures,
extendería desde el interfluvio Guadiana-Tajo por el Pallantienses, Selium, Elbocoris, Aeminium, Sallaecus,
Sur, con su límite por el Este entre las provincias de Ammaea, Lancienseses y Tapori (Lancienses) y que
Toledo y Cáceres, hasta el Atlántico, aunque su lingüísticamente se relacionan con los teónimos y
núcleo más característico no sobrepasa hacia el antropónimos citados, mientras que otros ya ofrecen
Oriente la línea Astorga-Mérida señalada por Unter- una carácter más ‘céltico’, como los Arabrigenes,
mann (1987), que, además, corresponde básicamen- Interannienses, Meidubrigenes y, con dudas, los
te a la Vía de la Plata, cuya incidencia parece haber Seanoci (Alcántara) (Fig. 4), Transcudani, Vivemenses
Figura 4. Bronce de Alcántara con la deditio de los Seanoci.
1
Es interesante comprobar cómo los antropónimos con el sufijo -amo- parecen extenderse por la Hispania celta atlántica del
cuadrante Noroeste (Untermann, 1965: 192), frente al sufijo en -geno- (id., 194), que corresponde con exactitud al área celtibérica
y de su expansión, también documentada por los genitivos de plural de los grupos gentilicios.
17
19. Martín Almagro-Gorbea
(Penhamajor) y Araducta (c. Coimbra?), que cabe *
relacionarlos ya con teónimos como Bormanicus y
Frente a los Lusitanos, los Vettones vivían
antropónimos como Celsius y Ambatus de tipo celta.
asentados en las zonas occidentales de Hispania, a
Sin embargo, las fronteras de los Lusitanos caballo del Sistema Central, en las abruptas zonas
variaron a lo largo del tiempo con movimientos de graníticas del Suroeste de la Meseta Norte y del
expansión y contracción, que sólo estudios detenidos Occidente de la Meseta Sur y Extremadura. Estas
pueden precisar. A inicios de la Edad del Hierro, en el tierras silíceas en las que predominan dehesas y
siglo VII a.C., la colonización tartesia afectó a sus pastos de gran riqueza para la ganadería y también
áreas periféricas. En el Atlántico aparecen asentamien- ricos recursos metalúrgicos, con ocasionales relieves
tos como Tacubis y Conimbriga, nombre que supone abruptos por la erosión diferencial causada por ríos
una fundación de origen conio, mientras que Collipo y encajados, condicionaron en buena medida la orien-
los Turduli Veteres (Mela III,8; Plin. NH, IV,130) tación ganadera de la cultura vettona y le dieron su
corresponden a los tartesio-turdetanos, como Laepo y marcada personalidad (Álvarez-Sanchís, 2003, Sán-
los Turduli Barduli (Plin. NH, IV,118) en el interior, chez Moreno, 2000), en un medio ambiente que
desde la Vía de la Plata. En fechas posteriores, a partir era la continuidad del de Lusitania.
del siglo V a.C., esa presión desaparece sustituida por
la de los Célticos y Vettones desde el Este, por lo que Los Vettones vivían a caballo del Sistema
la frontera se fue desplazando sucesivamente hasta el Central, desde el Duero por el Norte hasta incluir
Almonte y después al Salor y lo mismo pudo ocurrir en las sierras de Guadalupe por el Sur, donde
Trás-os-Montes. Sin embargo, a partir del siglo II a.C. llegaron a avanzar hasta el Guadiana. Los límites
se advierte un movimiento en sentido contrario, al que ofrecen los autores clásicos en ocasiones
presionar los Lusitanos sobre Vettones y Célticos y, en resultan contradictorios, pues varían según las
especial, sobre Túrdulos y Turdetanos, como conse- distintas fuentes, que reflejan variaciones a lo
cuencia de su desarrollo demográfico y socio-cultural largo del tiempo y zonas fronterizas cuya etnici-
hacia estructuras ya urbanas por influjo de los pueblos dad sería mixta, con fenómenos de interetnicidad
aledaños. Esta presión de los Lusitanos explica su “en mosaico” que darían lugar a mestizajes con
intensa actividad guerrera en los últimos siglos antes el paso del tiempo, hechos más frecuentes de lo
de la Era, frenada por Roma, que fijó finalmente las que reflejan los datos históricos y arqueológicos
fronteras. (Fig. 5).
Figura 5. Topónimos Vettones (• = proto-
celtas, + = celtas, * = conios y tartésicos): 1)
Ocelon (Zamora?); 2) Bletissama (Ledesma);
3) Salmantica (Salamanca); 4) Obila (Ávila);
5) Ulaca (Solosancho; =Deobriga?); 6) Senti-
ce (Pedrosillo de los Aires?); 7) Polibedenses
(Huebra-Yecla?); 8) Cottaiobriga (¿junto al río
Côa?); 9) Lancia Oppidana (Sierra de Gata? o
de la Estrella?); 10) Lancia Trascudana (Valle
del Côa?); 11) Mirobriga (Ciudad Rodrigo);
12) Urunia (Fuenteguinaldo); 13) Capara
(Ventas de Cáparra); 14) Lama (El Berrocali-
llo?, Plasencia); 15) El Raso de Candelada;
16) Caesarobriga (Talavera de la Reina); 17)
Augustobriga (Talavera la Vieja); 18) Alea
(Alia, Guadalupe); 19) Turgalium (Trujillo);
20) Laconimurgi (Navalvillar de Pela); 21)
Lacipaea (N. de Medellín?).
18
20. Lusitanos y Vettones
Los límites de los Vettones los precisan las quedar controlado, de forma sucesiva, por Sancho-
poblaciones citadas por Ptolomeo en el siglo II de rreja, Ulaca (Deobriga?) y, finalmente, por Obila
J.C., a las que cabe añadir algunas otras conocidas (Ávila), que marca la frontera con la zona vettona
(Roldán, 1968, Tovar, 1976, TIR K-29 y J-29, García septentrional y los territorios Vacceos del Campo
Alonso, 2003: 119-ss. y 447). Estas poblaciones de Arévalo.
son Ocelon (si es distinta de Ocelo Duri, Zamora),
Entre los Vettones meridionales cabe incluir
Cottaeobriga (¿junto al río Côa?), Salmantica
Capara, que controlaba el Alto Alagón y la
(Salamanca), Bletisa (Ledesma), Mirobriga (Ciudad
penillanura al Norte del Tajo, frente a la ya lusitana
Rodrigo), Lancia Oppidana (en las estribaciones
Cauria (Coria), que controlaría el Bajo Alagón y las
occidentales de la Sierra de Gata?), Capara (Ventas
Hurdes, Turgalium (Trujillo), cabeza de la Penilla-
de Cáparra), Turgalium (Trujillo), Cauria (Coria,
nura de Cáceres, quizás la desconocida Lama (Ptol.
que ya sería lusitana) y Manliana (¿Santibañez el
II,5,7), situada entre Baños de Montemayor y
Bajo?), en el Valle del Alagón, Lama (entre Baños
Plasencia2, y el oppidum del Raso de Candelada, de
de Montemayor y Plasencia), Augustobriga (Talave-
nombre prerromano desconocido, que controlaría
ra la Vieja), Laconimurgi (Navalvillar de Pela), Alea
la Vera, el Valle del Tiétar y los pastos veraniegos
(Alia, cerca de Guadalupe?), Deobriga (Ptol. II,5,7,
del Sistema Central, mientras Augustobriga (Tala-
quizás Ulaca?) y Obila (Ávila).
vera la Vieja) controlaría el Campo Arañuelo y
Como ocurre con los Lusitanos, los Vettones Caesarobriga (Talavera de la Reina) las mejores
ofrecen diferentes populi como unidades socio- vegas del Valle del Tajo. Alea (Alía, Guadalupe)
políticas desde la Edad del Bronce asentados en quizás fuera capital de la Sierra de Guadalupe y
las distintas comarcas histórico-naturales, contro- Lacimurgi (Navalvillar de Pela), controlaría Las
ladas por los oppida surgidos en la Edad del Villuercas y el camino del Guadiana hacia los
Hierro. El cuadro resultante permite distinguir tres oretanos pasando por Sisapo, poblaciones limítro-
grandes áreas en la Vettonia: los Vettones septen- fes que originariamente no eran vettonas. Además,
trionales al Norte del Sistema Central, eran más queda por conocer las poblaciones y nombres de
afines a los Vacceos; los meridionales, al Sur, comarcas como La Almuña y el Sayago.
resultan más próximos a los Lusitanos e incluso a
los Conios del Suroeste; una tercera zona, de En consecuencia, los Vettones quizás pene-
personalidad propia, es la conformada por las trarían por el Noroeste en Trás-os-Montes, por el
tierras abulenses. Sureste, limitarían con los Carpetanos y por el Sur
llegarían hasta el Guadiana, ocupando las tierras
Los Vettones septentrionales incluirían Miro-
occidentales de la actual provincia de Toledo a
briga (Ciudad Rodrigo) e Urunia (Irueña, en
partir de la Sierra de San Vicente. Ya en la cuenca
Fuenteguinaldo), que controlarían el valle del
del Guadiana, limitarían con los Oretanos de la
Águeda y el Campo de Argañán, quizás los
zona de Sisapo (Almadén). Por ello, sus límites
Lancienses Trascudani, en el Valle del Côa, los
llegarían hasta Lacimurgi, en Navalvillar de Pela
Lancienses Oppidani (Ptol. II,5,7), probablemente
(CIL II,5068, Tovar, 1976: 175-ss., TIR J-29: 96-
en las estribaciones occidentales de la Sierra de
ss.), población de origen probablemente conio
Gata o en la Sierra de la Estrella, ya en Portugal en
(Almagro-Gorbea et al., 2008) limítrofe entre
contacto con los Lusitanos, Sentice (quizás en
Lusitania y Beturia (Ramírez Sádaba, 1994) y entre
Dueña de Abajo, Pedrosillo de los Aires, al Sur de
la Bética y la Vettonia (Álvarez-Sanchís, 2003:
Salamanca?), Salmantica, que controlaría el Bajo
325), pues Plinio (III,14) la incluye entre las
Tormes y el Campo Charro y, quizás, La Armuña, y
celtitas de la Bética y Ptolomeo (II,5,7) la conside-
Bletissama, cabeza del llamado Campo de Ledes-
ra vettona y hasta la Mirobriga túrdula (Plin. NH.
ma, más los Polibedenses (quizás en la zona del río
III,14, Ptol. II,4,10, Tovar, 1974: 96).
Huebra y Yecla, Salamanca). La zona más oriental
ofrece su propia personalidad con los oppida de la Más difícil es trazar sus límites occidentales,
Sierra de Ávila y el Valle del Amblés, que debió pero debieron extenderse por la parte oriental de
2
Lama quizás corresponda al importante castro del Berrocalillo (Rio-Miranda e Iglesias, 2003), que controla el Valle del Jerte y el
importante nudo de comunicaciones que supone su unión con la Vía de la Plata y el paso hacia la Vera.
19
21. Martín Almagro-Gorbea
la provincia de Cáceres hasta la penillanura Alonso, 2003: 124, 293), Lancia Oppidana (García
cacereña, en la que estarían en contacto con los Alonso, 2003: 119), Ocelon (Sánchez Moreno,
Lusitanos, con una variación cultural apenas 2000: 36, García Alonso, 2003: 121), Mirobriga
perceptible, produciéndose fenómenos de interet- (TIR J-29: 74, García Alonso, 2003: 98, etc.) y
nicidad, como se constata en Arroyo de la Luz, Sentice (TIR K-30: 210, García Alonso, 2003:
donde han aparecido dos inscripciones lusitanas y 272-ss.), por lo que se relacionan con elementos
también un característico verraco vettón. Además, culturales de origen celtibérico, como el rito de
Vettones y Lusitanos debieron tener una fuerte cremación en urna, la estructura gentilicia docu-
afinidad de substrato, lo que hace más difícil mentada por los genitivos de plural, nuevas armas
trazar sus límites, que debieron cambiar con el y elementos de estatus, como las fíbulas de caballito
tiempo, pues las cerámicas a peine parecen (Almagro-Gorbea y Torres, 1999: 57-ss.) y nuevas
detenerse hacia el río Almonte (Álvarez-Sanchís, divinidades, como Vaelicus y Ataecina (Olivares,
2003: fig. 143a), mientras que los verracos llega- 2001). También el etnónimo Vettones corresponde
ron hasta el río Salor, lo que indica el control de a gentes de estirpe “celtibérica”, que debieron
toda la Penillanura Cacereña (id., fig. 86 y 143b). imponerse sobre el variado mosaico de pueblos
Además, Ptolomeo (II,5,3 y 5,7) incluye Cauria preexistente a juzgar por los populi que conforma-
(Coria), Norba Cesarea (Cáceres) y Metellinum ban la etnia vettona (Almagro-Gorbea, 2009)3.
(Medellín) en la Lusitania, lo que pudiera reflejar
Tampoco hay que olvidar que algunas pobla-
cambios ocurridos ya bajo la dominación romana.
ciones vettonas meridionales ofrecen nombres
La aguda observación de Plinio de que los conio-tartesios, como Lacimurgi o Laconimurgi
Célticos se diferenciaban por sus sacra, lengua y (García Alonso, 2003: 124, Almagro-Gorbea et al.,
nombres de sus oppida también permite distinguir 2008) y tartesios, como Lippos y Lacipaea (ibi-
en la Vettonia los elementos del substrato próximo dem), hecho que indica la expansión de los
a los Lusitanios de los llegados de la Celtiberia. De Vettones hacia áreas meridionales colonizadas por
los etnónimos Vettones, unos corresponden al tartesios en los siglos VII y VI a.C.. También
substrato originario de la Edad del Bronce, afín al existen importantes poblaciones cuyo nombre anti-
“lusitano” o “proto-celta”, al que debió añadirse guo es desconocido, como El Berrueco, que se ha
una creciente incorporación de elementos celtíbe- querido identificar con Ocelon, Sanchorreja, El
ros. Vettones de nombre proto-céltico son Bletisa o Raso de Candelada y los castros del Yeltes y el
Bletisama (TIR K-29: 32), Capara (García Alonso, Huebra, quizás pertenecientes a los citados Polibe-
2003: 123), Lama (García Alonso, 2003: 125), denses4.
Obila (García Alonso, 2003: 125), los Polibedenses
La onomástica de los Vettones ofrece un
(Tovar, 1976: 248), Salmantica o Helmantica (To-
panorama parecido al de su toponimia. Hay
var, 1976: 245-ss., García Alonso, 2003: 120),
antropónimos propios, como Pellus, Tancinus (Un-
Turgalium (Tovar, 1976: 234), Urania y Ulaca (Ruiz
termann, 1965: 146, 170-ss.), otros utilizados en la
Zapatero, 2005), que ha conservado hasta hoy su
Vettonia que son Lusitanos, pues se extienden
nombre prerromano, lo que no excluye que fuera la
hasta el Sur de la Gallaecia, como Albinus, Albura,
antigua Deobriga, de situación desconocida (Álva-
Boutius, Camalus, Vegetus, etc. (id., 47-ss., 49-ss.,
rez-Sanchís, 2003: 120, n. 97).
72-ss., 85-ss., 185-ss.), lo que confirma las interre-
Otros nombres pueden considerarse propia- laciones entre estas tierras del Occidente de
mente célticos, como Augustobriga (García Alon- Hispania. Otros nombres, como Doviterus, Pinta-
so, 2003: 121, 296), Caesarobriga, Cottaeobriga mos, Reburrus, Turaius, Vironus, son comunes con
(García Alonso, 2003: 119), Deobriga (García los Astures y Vacceos (id., 106-ss., 147-ss., 155-ss.,
3
Vettones es un etnónimo de muy probable etimología céltica, que se ha relacionado con la raíz *wegh-, “mover”, por lo que
significaría “Los que se mueven”, “Los nómadas”, aunque Tito Livio (XXXV,7,6) ofrece la versión Vectones, que derivaría de la raíz
*vek-ti-, *uiktâ, “lucha” y *veik-, “fuerza hostil”, “energía hostil” (Pokorny, 1958: 1128). Los nombres derivados de esta raíz son
frecuentes en la antroponimia celta, pero no en Hispania (Albertos, 1966: 244), salvo Vetto, cognomen que se concentra
precisamente en Extremadura (Abascal, 1994: 543-ss., AA.VV, 2003: 339, mapa 324, Almagro-Gorbea, 2008).
4
También existe una población de nombre romano, Manliana (¿Santibañez el Bajo?, Valle del Alagón; cf. García Alonso, 2003: 123),
indicio de la romanización de los Vettones en época de Ptolomeo.
20
22. Lusitanos y Vettones
177-ss., 191-ss.), Magilus, con los Vacceos (id., 131- jo portugués y la Baja Extremadura española, en la
ss.). Por el contrario, la elevada presencia de los segunda mitad del siglo V a.C. (Almagro-Gorbea et
antropónimos como Ambatus y Celtius confirma la al., 2008).
celtización señalada: Ambatus (id., 51-ss.) resulta
frecuente en Vettonia, pero no en Lusitania, donde
es más característico el nombre Celsius (id., 98-ss.), El substrato cultural.
que indicaría la presencia de celtas y, al mismo Los Lusitanos constituyen una de las etnias
tiempo, su distinción de los Lusitanos locales menos más interesantes de Europa Occidental, no tanto
celtizados y también son comunes con otros pueblos por su cultura material, sino por la pervivencia de
de la Meseta Ablondus, Acco, Ambatus, Amma, elementos muy arcaicos, entre ellos su lengua, en la
Capito (id., 41-ss., 43-ss., 51-ss., 53-ss., 89-ss.). ‘isla cultural’ que constituye el finis terrae de la
Con la frontera que indican los antropónimos Antigüedad que era el Occidente de Hispania. En
coinciden los genitivos de plural de los “motes” esta zona los cambios culturales y lingüísticos se
familiares gentilicios (Almagro-Gorbea, 1999), que producen de forma más espaciada, por lo que se
indican la descendencia de un antepasado común detectan mejor que en las zonas centrales, de
que identificaba a todos sus descendientes durante mayor dinamismo y evolución y cambio más
varias generaciones (González, 1986, Beltrán, 1988). complejos5. El interés de estas ‘islas culturales’ en
Los gentilicios más occidentales aparecen en Villar los estudios de Protohistoria de Europa es eviden-
de Pedroso del Campo Arañuelo, Villar de Plasencia te, aunque requieren un trabajo interdisciplinar de
y Cerezo, en el Alto Alagón (Olivares, 2001: 61), en Lingüística, Historia escrita y Etnohistoria, Antro-
la Vettonia oriental, pero no alcanzan Lusitania ni pología y Paleogenética. El arcaísmo de la lengua
Gallaecia. En consecuencia, aunque la antroponimia ‘lusitana’, apenas documentada por 5 inscripcio-
no revela directamente la lengua hablada, Vettones nes y alguna palabra suelta en inscripciones
y Lusitanos debieron hablar lenguas emparentadas latinas (Prósper, 2002, Carneiro et al., 2008), es
con el “Lusitano” (Tovar, 1985, Gorrochategui, 1987, clave para comprender el origen de las lenguas
Prosper 2002), aunque los Vettones ofrecen un indoeuropeas de Europa Occidental, dada su
proceso de celtización progresiva a partir del siglo V situación intermedia entre las lenguas celtas e
a.C.. itálicas, lo que denota su proximidad a un antiguo
estrato indoeuropeo. Este hecho lo confirman
Los límites de los Vettones se pueden confir-
referencias de Posidonios, Estrabón y otros auto-
mar con los datos que ofrece la arqueología, gracias
res clásicos sobre la ‘arcaica’ sociedad lusitana,
a la dispersión de las características esculturas zoomor-
que mantuvo tradiciones que hoy se deben
fas de “verracos” (Álvarez-Sanchís, 2003) y con sus
atribuir a la Edad del Bronce, hecho casi sin
características “cerámicas a peine” (id., 83-ss.), que
parangón en la Europa Occidental. El mismo
denotan relaciones estrechas con otros pueblos del
panorama confirma su religión, con elementos
Valle del Duero, como Vacceos e, incluso, Celtíbe-
anteriores a la religión celta de la Edad del Hierro,
ros (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís, 2002). Estos
ya que refleja un estadio arcaico de la religión
materiales indican el progresivo avance de los
indoeuropea de Europa Occidental del que arran-
Vettones hacia el Oeste y el Sur a lo largo del
can la religión celta e itálica en un proceso similar
tiempo, seguramente relacionado con la presión de
al que reflejan la lengua.
los Celtici (Berrocal, 1993), quienes, según indica
expresamente Plinio (III,13-14: Celticos a Celtibe- Esta región geográfica ofrece un substrato
ros ex Lusitania advenisse manifestum est sacris, socio-cultural del Bronce Atlántico (Ruiz-Gálvez, 1998,
lingua, oppidorum vocabulis, quae congnominibus Cunliffe, 2001), con una economía ganadera arcaica
in Betica distinguuntur…), eran originarios de la de guerreros-pastores indoeuropeos, basada en la
Celtiberia y, a través de Lusitania, llegaron a defensa de los ganados, el control de vías y zonas de
establecerse en la Beturia, situada entre el Alente- pastos y la producción metalúrgica de estaño y oro.
5
La tendencia retardataria de las áreas ocupadas por los Lusitanos no es exclusiva de la Antigüedad, pues Martín Dumiense (De
correct. rust.) indica cómo en esta ‘isla cultural’ se conservaban en la Edad Media costumbres muy arcaicas, hasta el drástico cambio
impuesto por la mecanización del campo, la televisión y la emigración, con la consiguiente apertura al exterior y ruptura cultural.
21
23. Martín Almagro-Gorbea
La secuencia cultural (Vilaça, 1995, Cardoso, 2007: 325- a medida del avance de Roma de Sur a Norte. Los
ss.) indica la perduración de elementos campaniformes Lusitanos meridionales, más próximos al mundo
a inicios del II milenio a.C., como alabardas tipo urbano por su contacto con los tartesios, ofrecen las
‘Carrapatas’ y espadas de lengüeta plana, armas primeras desigualdades sociales transmitidas por he-
documentadas en depósitos rituales en rocas, cuevas y rencia, como documentan los tesoros argénteos,
aguas y en estelas de jefes ‘heroizados’. Al desaparecer indicio de la formación de una élite plutocrática, como
las fortificaciones calcolíticas hasta el Duero (Cardoso, Astolpas, el rico suegro de Viriato (Diod. 33,7) y
2007: 266-ss.) se supone una ocupación discontinua del surgen ‘caudillos estatales’, como Cauceno o Viriato
territorio, como en otras culturas atlánticas de la Edad (vid. infra), capaces de organizar ejércitos numerosos.
del Bronce, que debió iniciarse en el Campaniforme. Pero en el Noroeste, la Gallaecia mantuvo su arcaísmo
Existen tumbas en cista de tradición campaniforme (id., hasta la Romanización en época imperial, cuando la
320-ss.), pero los ritos funerarios, mal conocidos como Cultura Castreña alcanza su auge económico y su
en otras regiones atlánticas, pudieran relacionarse con apogeo, tras generalizarse el hierro, el torno de
bronces depositados en las aguas (Torbrügger, 1971, alfarero y aparecer territorios jerarquizados en torno a
Bradley, 1990, Ruiz-Gálvez, ed., 1995: 25-ss., Vilaça, poblados centrales proto-urbanos, las citanias o cibda-
2006), hasta que, en la segunda mitad del II milenio des, equivalentes a los oppida de la Meseta (da Silva,
a.C., aparece el rito de cremación. 1986: 33-ss, Almagro-Gorbea, 1994: 41-ss.), a los que
se asocian las estatuas de guerreros ‘galaico-lusitanos’
A fines del II milenio a.C. aparecen los más
(da Silva, 1986: 291-ss., Schattner, ed., 2003) y los
antiguos ‘castros’ que indican asentamientos en
primeros santuarios domésticos (da Silva, 1986: 299,
altura para proteger viviendas familiares (Martins y
lám. 22 y 132), que documentan la llegada del sistema
Jorge, 1992, Vilaça, 1995) y controlar el territorio,
gentilicio.
reducido al valle circundante y sus vías de comunica-
ción, con una organización social simple pero jerar- A pesar de su relativo aislamiento, a inicios
quizada (Almagro-Gorbea, 1994: 20-ss.). Este cambio de la Edad del Bronce aparecen estelas antropo-
supone una ocupación más estable del territorio y morfas que monumentalizan un nuevo concepto
una creciente presión demográfica y mayor conflicti- del poder y reflejan una concepción mítica del
vidad para controlar pastos y los recursos metalúrgi- antepasado heroizado, como la de Longroiva
cos de los intercambios atlánticos (Vilaça, 1995, id., (Almagro, 1966: 109, Cardoso, 2007: fig. 260) y
2007), economía que favorecía la organización social otras de tipo atlántico, como las de Chaves y
jerarquizada que evidencian las estelas de guerreros Faiôes (Almeida y Jorge, 1980), Bouça (Sanches y
(Celestino, 2001) con objetos de prestigio, como Jorge, 1987: 80), San Joâo de Ver (Jorge y Jorge,
armas y elementos de banquete (Almagro-Gorbea, 1987), San Martinho (Ferreira, 2004: 159-166) y
1998). las de la zona del Sur de Salamanca (Almagro-
Gorbea, 1994: f. 1). Esta ideología de guerreros
A partir de la Edad del Hierro, en la primera
heroizados prosigue y dio origen a los ejemplares
mitad del I milenio a.C., desaparece la circulación de
más antiguos de las estelas de guerrero del
objetos del Bronce Atlántico y se consolida la Cultura
Suroeste, que aparecen en la Beira interior. Las
Castreña (da Silva, 2007; etc.), al mismo tiempo que
estelas de Fóios y Baraçal (Curado, 1984, id. 1986,
aumentan los contactos mediterráneos por la Vía de
Gomes, 1995), junto a la de Meimâo en la zona de
la Plata en el interior y por vía marítima atlántica,
Riba-Côa (Almagro, 1966: f. 32), indican la exten-
contactos que facilitan en áreas periféricas, como el
sión de este elemento tan representativo desde
Occidente de la Meseta, la etnogénesis de los
Lusitania hacia áreas meridionales de Extremadura
Vettones, y en las costas atlánticas y el valle del
y el Suroeste (Galán, 1993: f. 5). Las estelas más
Guadiana, habitado por los Conios, la colonización
antiguas ofrecen escudo de escotadura en V entre
tartesia (Almagro-Gorbea et al., 2008).
espada y lanza (Almagro-Gorbea, 1977: 163-ss.) y
La arqueología confirma la continuidad y aisla- la de Baraçal (Curado, 1984, Cardoso, 2007: fig.
miento relativo del hábitat lusitano castreño, que 320) está tallada en relieve, como las losas
mantuvo una lengua primitiva el ‘Lusitano’ y costum- alentejanas (Schubart, 1975), mientras que la de
bres, estructuras sociales y creencias de gran arcaísmo Fóios (Curado, 1986) ofrece una espada de un solo
recogidas por Posidonios y transmitidas por Estrabón filo y un escudo de escotadura en U que acentúa
(III,3,7), situación que cambia a partir del siglo II a.C., su personalidad.
22
24. Lusitanos y Vettones
Las innovaciones metalúrgicas ofrecen nuevas Estas gentes castreñas lusitanas (da Silva,
armas e instrumentos, como hachas y azuelas 1986: 267-ss., Almagro-Gorbea, 1993) explotaban la
(Monteagudo, 1977, Senna-Martínez, 1995) y cerámi- tierra y la ganadería según una tradición comunal
ca de tipo Alpiarça (Senna-Martínez, 1993b, Vilaça, desde la Edad del Bronce, como los Vacceos (Diod.
1995: l. 113-ss., 139, 225). A fines del II milenio a.C. V,34,3) y otras comunidades tradicionales de la
llegan estímulos proto-orientalizantes, que introducen Península Ibérica (Costa, 1981: 339-ss.), en especial
asadores articulados, fíbulas de codo y cuchillos de de las áreas occidentales, como el Campo de Aliste
hierro (Almagro-Gorbea, 1998, Vilaça, 2007), mien- (Zamora), donde los terrenos laborables se trabaja-
tras que posteriormente llegan fíbulas de doble ban comunalmente, haciendo una rozada anual
resorte y cerámicas de retícula bruñida interna (Costa, 1983: 147-ss.), en la que hombres y mujeres
(Vilaça, 1995: f. 40) y pintadas de tipo ‘Carambolo’ araban, segaban y pastoreaban, según la tradición de
(id., f. 41), aunque faltan las de tipo ‘Medellín’, que sí este antiguo substrato cultural proto-céltico (Alma-
penetran hasta la zona de Ledesma (Benet et al., gro-Gorbea, 1993: 141-ss.)6. Estas costumbres ances-
1991) siguiendo la Vía de la Plata, lo que indica el trales, basadas en la propiedad común de las tierras
aislamiento de la Lusitania entre la costa abierta a los distribuidas por sorteos periódicos (d’Arbois de Juva-
contactos atlánticos y la Meseta abierta por la Vía de inville, 1887), son comparables a las documentadas
la Plata al Golfo de Cádiz (Almagro-Gorbea, 2008, id. en otros pueblos indoeuropeos, como dorios (MacDo-
et al., 2008). well, 1986: 89-ss.), los celtas de Irlanda (Meitzen,
Los Lusitanos forman parte de un substrato 1895: 214-ss.), Escocia y Gales (id., 211), el mir de
atlántico común con los Vettones, Vacceos y Astures los eslavos (Costa, 1983: 173-174), los germanos,
de las tierras meseteñas y, en especial, con los organizados por clanes y parentelas (César, b.G.
‘Galaicos’ del Norte del Duero, considerados parte de 6,22,2: gentibus cognatibusque), sistema anterior a
la Lusitania como da a entender Estrabón (III,3,3) y los clanes gentilicios y a la propiedad privada de la
confirman la Arqueología y la Lingüística. Sin embargo, tierra.
a estas tierras lusitanas apenas llegan cerámicas de Las mujeres hacían la labor de la casa y del
Cogotas I de la Meseta (Abarquero, 2005: 203-ss. fig.
campo (Estrabón III,4,17), como entre los Cán-
89), ni de Soto de Medinilla en el Bronce Final e inicios
tabros, cuyas hijas recibían la herencia (la casa y
del Hierro (Romero Carnicero et al., 1993), ni las
el huerto), mientras los hombres, la dote (el
posteriores cerámicas a peine que alcanzan Zamora y
ganado y aperos), sistema que recuerda el de los
Salamanca (Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís, 2002), ni
Pictos, entre los que la herencia se transmitía a
los verracos, que caracterizan a los Vettones y
través de las mujeres y no de los hombres
penetran por Trás-os-Montes (Álvarez-Sanchís, 2003),
(d’Arbois de Juvainville, 1981: 173). Este contexto,
lo que indica una frontera etno-cultural entre Vacceos
erróneamente considerado como matriarcado, lo
y Lusitanos muy antigua, que se mantuvo hasta los
precisa Justino (44,3,7): feminae res domesticas
últimos siglos a.C., pues tampoco penetran las fíbulas
agrorumque administrant, ipsi armis rapinis ser-
de caballito extendidas por toda la Meseta y Extrema-
viunt (las mujeres se ocupan de la tierra y la casa
dura relacionadas con la expansión celtibérica y el
mientras que los hombres se dedican a la guerra y
desarrollo del sistema gentilicio (Almagro-Gorbea y
las razzias), lo que permite reconstruir la división
Torres, 1999). Sin embargo, los tesoros de Guiães y
de funciones entre hombre y mujer en aquella
Monsanto de Beira en el siglo II a.C. evidencian
sociedad de pastores-guerreros, en la que la
influjos de los tesoros vacceos de plata (Delibes et al.,
actividad varonil era la ganadería, la caza, la
1996), pero los tesoros de Chão de Lamas y Viseu,
guerra y las razzias de ganado, como en otras
aunque parecen vinculados al Noroeste (Raddatz,
culturas célticas arcaicas, como los fionna de los
1969: l. 93, 2), ofrecen su propia personalidad, por lo
poemas épicos irlandeses (McCone, 1986).
que constituyen un grupo de ‘argentería lusitana’ al
que cabe atribuir también la interesante fíbula de Este contexto explica la alusión al origo de los
Monsanto de Beira (Raddatz, 1969: 279, lám. 94, Lusitano-Galaicos, claramente diferenciado del mun-
Ferreira, 2004: 169, nº 82). do celtibérico y sus zonas de influencia. Untermann
6
También en Entrerríos, a orillas del Limia, el concejo de vecinos ejercía la ganadería en común por el sistema de vecera y los campos
se “distribuyen en suertes cada año entre las familias, sembrando y recolectando en común, dividiéndose el producto de cada suerte,
lo que parece ser continuidad del régimen agrario vacceo” (Costa, 1983: 151).
23
25. Martín Almagro-Gorbea
(1987) señaló una teórica línea de Mérida a Astorga primitivas curias de Roma. Apiano (Ib. 71), Diodoro
que marca una frontera: al oriente aparecen genitivos (33,21) y Estrabón (III,3,7) refieren que los guerreros
de plural (González, 1986, Beltrán, 1988) de ‘gentili- realizaban juegos gimnásticos, combates rituales y en
cios’ o epítetos de clanes familiares (Almagro-Gorbea, la guerra “cantan peanes cuando atacan” (Diod.
1994: 50), mientras que al Occidente aparece el V,34), como los lacedemonios (Tucíd. 5,69,2; 5,70),
signo), cuya interpretación más verosímil es la de los los curetes de Creta, los salios de Roma y Veyes
castella7 o castros que articulaban la sociedad y su (Aen. 7, 723-4), los guerreros de la India védica
territorio, bien documentados por la Arqueología (Brelich, 1962: 34), etc., cánticos conservados en
(Albertos, 1975, id. 1988, Pereira, 1982, Carballo, ritos de iniciación (Jeanmaire, 1939, Brelich, 1962:
1993, Almagro-Gorbea, 1994), protegidos por sus 53). Estrabón transmite su anacrónica panoplia,
propias divinidades específicas, como Aetobrigus, formada por una pequeña rodela cóncava sin
Lanobrigae o Band(ua) Araugel(ensis), representada abrazadera ni asa, corazas de lino, cascos de cuero,
como Fortuna-Tyché, por ser la divinidad de toda la puñal y dardos, haciendo explícita referencia a lanzas
colectividad (Blanco, 1959, de Hoz, 1986: 39-ss., “con puntas de bronce”, (Strab. III,3,6: tinès dè
García Fernández-Albalat, 1990: 112-ss., 123-ss.). En dórati chrôntai ‘epidoratídes dè chálkeai), que confir-
consecuencia, la citada distinción onomástica confir- ma la perduración de estas costumbres de la Edad
ma la diferente organización social del substrato del Bronce en ritos iniciáticos, como los salios de
‘proto-celta’ conservado en el Occidente respecto a Roma (Martínez Pinna, 1981: 128-ss.). La lanza sería
las poblaciones ‘celtiberizadas’ que se extendieron su arma esencial, como entre dorios (de dôry, asta),
paulatinamente por toda la Hispania indoeuropea lacedemonios (Tirteo, frag. 5,6 y 19,13 W), que sólo
desde las altas tierras del Oriente de la Meseta y el cuando ésta se rompía usaban la espada (id. 11,30
Sistema Ibérico (Almagro-Gorbea, 1992: 390-ss., y 34; Herod. 7,225,3), quirites romanos (Massa-
Almagro-Gorbea y Lorrio, 1987: 115). Pairault, 1986: 31-ss.), ióvies òstatir (iuvenes hastati
o ‘jóvenes lanceros’) de Gubio (Prosdocimi, 1984:
Estas gentes ofrecían una primitiva estructura
VIIa, 49-50, 212-213) o gaesati celtas (de gaesum,
guerrera de base pastoril, con castros fortificados y
lanza), uso que explica topónimos y etnónimos
pequeñas bandas de guerreros dedicados al pillaje.
hispanos como Lancia (Floro, Epit. II,33), Lancienses
Los conflictos serían entre poblados vecinos, resuel-
astures (Plin. IV,118) y Lancienses Oppidani y
tos por medio de emboscadas y guerrillas, junto a la
Transcudani (Alarcão, 2001: 295-ss.), derivados de
lucha de campeones que evidencian espadas como
lancea, palabra de origen celta hispano (‘lusitano’),
las de Castelo Bom, Guarda (Nunes y Rodríguez,
según indica Varrón (ll. XV,30,7).
1957) o Vila Mayor, Sabugal (Coffyn, 1985: f. 11,1),
que indican que el combate individual estaba gene- Los jóvenes en edad militar, la iuventus,
ralizado al inicio del Bronce Final. formaban grupos dedicados a la caza, la razzia y la
guerra (Diodoro V,34,6) en territorios alejados de su
Esta sociedad guerrera conservaría costumbres poblado para probar su valor antes de ser admitidos
ancestrales, como estar organizada en clases de en la sociedad, además de servir para regular el
edad y en fratrías, estructura social que implicaba excedente demográfico y permitir el enriquecimiento
también la diferenciación de roles por sexos y explica personal con el botín, generalmente ganado. Estas
que conservara tradiciones rituales de origen indoeu- fratrías guerreras (García Fernández-Albalat, 1990,
ropeo, como las ‘saunas’ y ritos vinculados a peñas y Ciprés, 1990, Peralta, 1991), practicaban una vida de
depósitos de armas procedentes del substrato cultu- latrones, con ritos iniciáticos y costumbres como el
ral atlántico. ver sacrum y las razzias, como Rómulo y Remo y
Su ideología y vida guerrera la compara Caeculus en el antiguo Lacio, forma de vida propia de
Estrabón (III,3,6) con la de los lacedemonios, pues sociedades pastoriles-guerreras preurbanas. Diodoro
comían por orden de edad y timé o prestigio (Str. (V,34,6) precisa que “los que en edad viril carecen de
III,3,7), como los galos (Ateneo 4,152), rito de fortuna y destacan por su fuerza física y valor ... con
convivialidad que trasluce clases de edad, como los las armas se reúnen en las montañas y forman
dorios en Grecia (MacDowell, 1986: 113-ss.) y las ejércitos, recorren Iberia y amontonan riquezas por
7
Este signo) también se ha considerado alusión a las cognationes o syngéneia, grupos de parentesco matrilineales documentados por
Estrabón (III,3,7 y III,4,17.18) y por inscripciones (da Silva, 1986: 267-ss., Pereira 1993, Rodríguez Colmenero, 1997: 181-ss.).
24
26. Lusitanos y Vettones
medio del robo” y Estrabón (III,3,5) señala que “en El Lusitano es una lengua indoeuropea
la región entre el Tajo y el país de los Ártabros occidental antigua, diferente de las lenguas
(Lusitania) habitan unas treinta tribus... la mayor célticas conocidas y más próxima a las itálicas.
parte de éstas han renunciado a vivir de la tierra y Conserva la p- inicial, procedente de *p- indoeu-
se dedican al pillaje, luchando constantemente entre ropea, que la diferencia de las lenguas celtas s.e.
sí y cruzando el Tajo para atacar a pueblos vecinos”, por ser un arcaísmo anterior a la pérdida de la
siendo su zona de correrías las regiones occidentales, /p/ inicial e intervocálica en las lenguas celtas, p-
Beturia, Vettonia y Gallaecia (Ap. Ib. 56-57, 67-70; inicial que subsiste en el topónimo páramo (Unter-
Orosio 5,5,12), hasta que Roma acabó con su género mann, 1997a, Ballester, 2004), en hidrónimos como
de vida. Su carácter primitivo explica su resistencia al Palantia o Pisoraca, en etnónimos como los Paesuri
mundo más civilizado, aunque las áreas rurales y Pallantienses Lusitanos, los Praestamarici Galai-
mantuvieron su cultura más allá del Imperio Romano, cos, los Polibedenses y Bletissama entre los
como evidencia el testimonio de San Martín de Braga Vettones, los Pelendones entre los Celtíberos y en
(De correc. rust.), pues algunas formas de vida han antropónimos como Pintius-Pintamus o Pissoracus
perdurado desde época medieval hasta nuestros días, (Untermann, 1965: 19, Albertos, 1983: 867-ss.,
como lo testimonian los ritos en determinadas peñas Villar, 1994) y en el teónimo lusitano Pala (id.,
originarios del mundo proto-celta mantenidos hasta 1995, Prósper, 2002: 43-ss.). Además, el Lusitano
la actualidad (vid. infra). ha perdido la semivocal w > Ø ante vocal (*owila
> *ovila > *ofila > *ohila > oila ‘oveja’) como el
Este tipo de organización guerrera pregentilicia es
antiguo Irlandés, lo que no ocurre en Celtibérico
comparable a las fratrías de otros pueblos indoeuropeos
y lo aproxima al mundo atlántico. Además, el
(Benveniste, 1969, 1: 222-ss., McCone, 1986, id. 1987)
Lusitano se relaciona con lenguas itálicas por la
originarias de la Edad del Bronce y anteriores a la orga-
etimología de teónimos y vocablos como Cossue
nización urbana, cuya tradición pervivió en el campo ri-
(Consus latín), Segia (Seia latín), Iovea(i) (Iovia
tual e iniciático (Almagro-Gorbea y Álvarez-Sanchís,
en marrucino), Pala (Pales latina), comaiam
1993). Guerreros de este tipo eran los Harii germanos
(gomia, umbro), porcom (cerdo, en latín por-
(Tac. Germ. 43) y la épica celta describe bandas de gue-
cum), taurom (toro, en latín taurum), oila<*owila
rreros infernales, como los sihsluagh, dependientes de
(oveja, en latín ovis, ovicula), además del
Lug y de Ogmios, divinidades relacionadas con el Más
ablativo en -id y la copulativa arcaica inde (Villar,
Allá y los fianna del Ciclo de Finn, el más antiguo de la
1995, Prosper, 2002: 355-ss.).
épica irlandesa, anterior a la realeza (McCone, 1986,
García Fernández-Albalat, 1990: 207-ss.). Estas fratrías Por ello, la clasificación del Lusitano es contro-
o bandas estarían dirigidas por un jefe carismático o dux vertida. Unos lingüistas la excluyen de las lenguas
(id., 1990: 109-ss.), el individuo más poderoso, dotado celtas al considerar que Lusitano y Celta serían
de propiedades heroicas sobrenaturales como los gue- lenguas indoeuropeas próximas y hermanas (Tovar,
rreros representados en las estelas lusitanas y el mismo 1960: 112-ss., id. 1985, Schmidt, 1985, de Hoz, 1983,
Fionn, jefe de los fionna, héroe de infancia extraordina- Gorrochategui, 1987, Villar, 1991, Prósper, 2002, de
ria relacionado con el sidh o Más Allá, desposado con la Bernardo, 2002). Pero otros autores la consideran
Tierra y dotado de fuerzas mágicas. Al dux se unían por céltica (Untermann, 1987: 67-ss., id., 1997a, Prosdoci-
la devotio (Ap., Ib. 71; Livio 25,17,4; id. 38,21), docu- mi, 1989, Ballester, 2004), lo que avala la etimología
mentada entre los Vettones (Ap., Ib. 56-57, 67-69), tra- de los antropónimos, topónimos y teónimos y el
dición característica de este substrato que perdura hasta carácter celta de los pueblos indoeuropeos de
Viriato (García Fernández-Albalat, 1990: 238-ss.) y Ser- Occidente. Además, este substrato lingüístico se
torio (Etienne, 1974). extiende por un amplio cuadrante NW de Hispania en
coincidencia con otros elementos culturales como
La personalidad de la Lusitania la confirman
depósitos de bronces en ríos y peñas rituales, lo que
los datos lingüísticos. El ‘Lusitano’, acertado nombre
indica un mismo sistema cultural ya establecido en la
dado a su lengua, se documenta en cinco inscripcio-
Edad del Bronce, que cabe considerar como ‘protocélti-
nes en alfabeto latino de época romana halladas en
co’.
Arranches, Arroyo de la Luz, Cabeço das Fraguas y
Lamas de Moledo, más otros raros testimonios, La personalidad de los Lusitanos la confirman
como las de Fonte do Idolo de Braga y Monsanto de sus antropónimos (vid. supra), pero, además, los
Ribeira (vid. supra). nombres extendidos desde Celtiberia a la Vettonia
25
27. Martín Almagro-Gorbea
apenas penetran en Lusitania, como Ambatus, Calae- Pala, Trebaruna, etc,. La inscripción de Cabeço das
tus, Segontius o Tritius (Untermann, 1965, Albertos, Fráguas9 recoge un antiguo ritual ancestral muy
1973, id. 1983, Abascal, 1994, AAVV, 2003), lo que arcaico, comparable al suoevetaurilium romano y al
refleja la misma frontera que marca la ausencia en sautramani indio, inscripción situada en la cumbre de
Lusitania de los genitivos de plural (González, 1986, un castro amurallado en un elevado cerro granítico
Almagro-Gorbea, 1993: f. 6B) y las fíbulas de caballito con una cueva para ritos iniciáticos (Pires, 1995: 92-
(Almagro-Gorbea y Torres, 1999) de las élites gentili- 93), que recuerda el caso de Ulaca entre los Vettones
cias celtibéricas. (Álvarez-Sanchís, 2003).
La relación entre todos estos elementos cultu- Sin embargo, los ritos funerarios lusitanos
rales indica que los Lusitanos proceden de un arcaico apenas se conocen (Cardoso, 2007: 383-ss.), como
substrato indoeuropeo común a celtas e itálicos que es característico en este substrato ideológico, frente
debió diferenciarse en fecha muy antigua, probable- a la cremación de los Campos de Urnas y las culturas
mente en el III milenio a.C., antes de la formación de celtibéricas (Lorrio, 2005), aunque en Occidente se
las restantes lenguas célticas, lo que explicaría los documentan algunos casos anteriores (Cruz, 1997,
elementos celtas e itálicos comunes que ofrece y su Cardoso, 2007: 388-ss.). Dichos ritos funerarios se
carácter indoeuropeo arcaico, conservado hasta la podrían relacionar con divinidades acuáticas y depó-
romanización en las aisladas regiones occidentales de sitos de armas en las aguas (Ruiz-Gálvez, 1995: 25-
Hispania, sin llegar a ser eliminada por la expansión ss., Almagro-Gorbea, 1996), propias del substrato
de la Cultura Celtibérica8. atlántico (Torbrügge, 1971, Bradley, 1990), que
A este substrato corresponde también una perduraron hasta época romana (Suetonio, Galba,
religión indoeuropea muy arcaica, cuyos elementos 7,12), pues el agua era el acceso al Más Allá
se relacionan con la religión celta y algunos teónimos (Almagro-Gorbea y Gran Aymerich, 1991: 219-ss.,
y ritos, con la itálica. Sus divinidades eran muy Green, 1992: 223-ss.), lo que explica mitos como el
primitivas, pues parecen numeres bi- o asexuados río del Olvido (Limia), considerado el paso al Infierno
que suponen una concepción pre-antropomorfa ca- (Strab. III,3,5; Sil.It. 1,236; id. 16,476-7; Liv. Per. 55;
racterística de los dioses celtas (Kruta, 2000: 575). Floro, 1,33,12; Ap. Ib. 74; Plut. Quest. Rom. 34; Plin.
N.H. 4,115; etc.).
Sus testimonios epigráficos, en ocasiones en
santuarios rupestres, aparecen al Occidente de la También son característicos de dicho substrato
línea Astorga-Mérida (Untermann, 1985, id. 1987, religioso ritos relacionados con peñas, como ‘altares’ de
Olivares, 2002, Prósper, 2002) y entre ellos cabe tipo Ulaca (Almagro-Gorbea y Jiménez, 2000) (Fig. 6),
señalar a Bandua, Cossus, Navia, Coronus, Reve, ‘saunas’ (Fig. 7), que confirman la referencia de
Figura 6. Altares rupestres de Rocha da Mina (Redondo, Évora) y de Ulaca (Ávila).
8
Esta hipótesis explicaría la perduración en la Meseta de algunos elementos de dicho substrato, como ritos en peñas, saunas,
topónimos, etnónimos y antropónimos en P-, etc., y permite comprender las afinidades de los pueblos del centro de Hispania,
incluidos los Celtíberos, Carpetanos, Vacceos, Turmogos, Vettones, Pelendones y Berones con los del Occidente, Lusitanos y Galaicos
y con los del Norte, Astures, Cántabros, Autrigones, Caristios y Bárdulos (Almagro-Gorbea, 1993).
9
oilam Trebopala inde porcom Laebo comaiam iccona Loiminna oilam usseam Trebarune indi taurom ifadem Reue (Tovar, 1985, Prósper,
2002: 41-ss.).
26
28. Lusitanos y Vettones
Estrabón (III,3,6) a los ritos iniciáticos guerreros de Las fratrías de los Lusitanos conservaban los
dichas gentes (Almagro-Gorbea y Álvarez-Sanchís, ritos de iniciación propios de su sociedad guerrera.
1993) y ‘piedras de responsos’ (Fig. 8), relacionadas Estrabón (III,3,6) alude a comidas frugales, como en
con los Lares Viales, característicos de la Hispania las curias romanas (D.H. II,23,2) y a baños secos de
celta, que ilustran sus creencias en el Más Allá sudor con piedras candentes seguidos de inmersión
(Almagro-Gorbea, 2006) y que se extienden por todo en agua fría y de unciones de grasa10, identificados
el cuadrante Noroeste (id., 1996), hasta Axtroki en con las ‘pedras formosas’ de la Gallaecia, que llegan
Guipúzcoa (id., 1974: 87) y Peñalba de Villastar en el hasta Ulaca en la Vettonia (Almagro-Gorbea y
Sistema Ibérico (Marco, 1986: 746, lám. 1-4) lo que Álvarez-Sanchís, 1993). Estos pastores-guerreros tam-
coincide con los elementos culturales y lingüísticos bién practicaban sacrificios sangrientos. Estrabón
señalados. (III,3,7) narra que hacían hecatombes y sacrificaban
Figura 7. Saunas rupestres de Tongobriga y de Ulaca.
Figura 8. Peñas onfálicas de ‘Rocha das Enamorados’ (Reguengos) y del ‘Canto de los Responsos’ (Ulaca).
10
Estas prácticas iniciáticas hacían invencible al joven guerrero, como Aquiles al ser bañado por Tetis (Dumézil, 1977: 575) o Cuchúlain,
tras su baño iniciático, pues estos baños otorgaban la invulnerabilidad y el furor guerrero, rito que ofrece amplios paralelos en pueblos
del Norte y Este de Europa, así como entre itálicos y celtas (Almagro-Gorbea y Álvarez-Sanchís, 1993).
27
29. Martín Almagro-Gorbea
chivos, prisioneros y caballos a una divinidad guerrera vida ancestrales refractarias al mundo civilizado de la
que identifica con Ares y que aparece como Marte en Antigüedad un substrato ‘protocéltico’ que es común
la epigrafía romana asociado a las divinidades a Lusitanos, Galaicos, Vacceos, Vettones, Cántabros,
ancestrales Cossus, Reve, etc. (Encarnaçao, 1975, Astures, Turmogos y Pelendones (Almagro-Gorbea,
Olivares, 2002). Estos sacrificios, en ocasiones de 1992, 1996). La investigación actual de dicho substra-
prisioneros (Estrabón III,3,6; Plut., Quest.Rom. 88), to obliga a interpretar conjuntamente datos arqueo-
permitían adivinar el porvenir (Dumiense, De correct. lógicos, lingüísticos, religiosos y las referencias histó-
rust. 8), y en Bletisama, Ledesma, se sacrificaba a un ricas y etno-arqueológicas, pues sólo en conjunto se
hombre y un caballo para firmar la paz (Livio, per. 48; comprende su sistema cultural y su etnogénesis. La
cf. de Hoz, 1986: 48). cultura material de dicho substrato refleja tradiciones
del Bronce Atlántico y elementos lingüísticos y
Este fondo religioso tan primitivo ofrece parale-
religiosos de tipo indoeuropeo muy arcaicos, caracte-
los en el mundo céltico (García Fernández-Albalat,
rísticos de la Edad del Bronce, a lo que deben su gran
1990: 236, 339, 403) e itálico (Prósper, 2002), como
personalidad, aunque perdurarán hasta la Edad del
confirma su etimología, pero los principales teónimos
Hierro, en algún caso con paralelos en el mundo
identificados, como Bandua, Cosus, Navia son de tipo
céltico más evolucionado (Almagro-Gorbea, 1992).
céltico (Unterman, 1985, Olivares, 2002), aunque
próximos al fondo religioso indoeuropeo y más La secuencia arqueológica del cuadrante No-
arcaicos que los dioses conocidos de los celtas, como roeste de Hispania no ofrece indicios de discontinui-
Bormanicus, mientras que Toudadicoe (Olivares, dad atribuibles a la llegada de nuevas gentes antes
2002: 77-ss. y 94) es un epíteto que se identifica con de los Campos de Urnas del Noreste, por lo que los
Teutates, la divinidad suprema de los celtas, asociada elementos indoeuropeos señalados deben considerar-
a Crougiai¸ que ya Schmoll (1959: 40) interpretó se anteriores a dicha cultura, como confirma la
como ‘altar’ por su semejanza con el irlandés crúach. relación de su substrato con el Bronce Atlántico. Este
hecho descarta movimientos humanos masivos, no
documentados en el registro arqueológico, pues
Etnogénesis de Lusitanos y Vettones. apenas se perciben cambios culturales notables a lo
largo de la Edad del Bronce. Esta continuidad parece
El análisis comparado de los teóricos procesos
coherente con la pervivencia del substrato indoeuro-
de etnogénesis que diferenciaron a Lusitanos de
peo arcaico ‘protocéltico’ en la organización social, la
Vettones desde un substrato etno-cultural bastante
lengua y la religión desde la Edad del Bronce.
similar permite plantear interesantes hipótesis sobre
su origen. Las características señaladas se relacionan El culto a las peñas se documenta ya desde el
con un mismo sistema cultural, que caracteriza a los Campaniforme en Peñatú y en Fraga da Pena (Valera,
Lusitanos, pero hay que avanzar en el problema de 2007: lám. 5,2-3), en el Bronce Final en Axtroki y en
su origen y de cuándo y cómo se han indoeuropei- la Edad del Hierro en Ulaca y Peñalba de Villastar,
zado las regiones atlánticas y, en general, la antigua siempre asociado al culto solar (Almagro-Gorbea,
Hispania. 1996a) y también los depósitos de armas en cuevas
y peñas aparecen ya en el Bronce Atlántico Antiguo
Arqueología y Lingüística documentan las inte-
y Medio y prosiguen hasta el Bronce Final en las
resantes características etno-culturales de los pueblos
aguas (Almagro-Gorbea, 1996a, Vilaça, 2006), por lo
del Occidente (da Silva, 1986, Martins, 1990, Alarcâo,
que su origen se remonta igualmente al Campanifor-
1992, Martins y Jorge, 1992, Vilaça, 1995), que ya
me, como confirman los depósitos con armas
atrajeron en la Antigüedad la atención de Posidonios
campaniformes evolucionadas, como alabardas de
y Estrabón (III,3), quienes consideraron dichas
tipo ‘Carrapatas’, puñales, espadas cortas y puntas de
poblaciones las más primitivas de Hispania, hecho
Palmela (Harrison, 1974, Almagro-Gorbea, 1976). La
mal interpretado como un tópico (Bermejo, 1983),
misma continuidad y origen ofrecen las estelas de
pues reflejan restos ancestrales de enorme interés
guerrero, cuyos ejemplares más antiguos son del
para los estudios protohistóricos.
Campaniforme evolucionado, como la de Longroiva
Los Lusitano-Galaicos que habitaban las regio- (Almagro, 1966: 108, lám. 30, Cardoso, 2007: 337),
nes occidentales y otros pueblos del Norte de aunque prosigan a lo largo de toda la Edad del
Hispania, alejados de las corrientes civilizadoras del Bronce, en la que documentan la continuidad y
Mediterráneo, mantuvieron gracias a sus formas de evolución de las élites guerreras (Vilaça, 1995: 402-
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