Por qué hacemos lo que hacemos relata los diferentes testimonios de una generación de jóvenes que tomamos la decisión de participar en política. A través de las distintas ópticas desde las que se escribe este libro, bajo diversos contextos y realidades, encontramos puntos de coincidencia en la forma de ver la Argentina contemporánea y nuestra vocación de ser protagonistas en la construcción de su futuro.
Esperamos que las historias que se expresan en cada uno de los textos sean una manera de mostrar nuestras vivencias y sentimientos de esta década y, sobre todo, que puedan convertirse en una herramienta que colabore en la formación del pensamiento político de las generaciones que vienen.
Vocación de servicio, trabajo en equipo, respeto a la identidad y diversidad de ideas son puntos que se repiten en cada párrafo sin perder la identidad de los actores que por diferentes caminos decidimos involucrarnos en la actividad cívica.
“El sueño en común es cambiar, y sabemos que se puede. También sabemos que siempre es mejor en equipo y que hay que hacerlo con alegría.”
Por qué hacemos lo que hacemos explica los fines y los medios; los fondos y las formas; los objetivos y los métodos
de una Argentina que se va; pero, por sobre todas las cosas, de la Argentina que viene.
Carta de Sabrina Shorff enviada al juez Kevin Castel
Por qué hacemos lo que hacemos - Mejor en Equipo
1. Por qué
hacemos
lo que
hacemos
Prólogo de
Mauricio Macri
Por qué hacemos lo que hacemos relata los diferentes
testimonios de una generación de jóvenes que tomamos la
decisión de participar en política. A través de las distintas
ópticas desde las que se escribe este libro, bajo diversos con-
textos y realidades, encontramos puntos de coincidencia en
la forma de ver la Argentina contemporánea y nuestra voca-
ción de ser protagonistas en la construcción de su futuro.
Esperamos que las historias que se expresan en cada uno
de los textos sean una manera de mostrar nuestras viven-
cias y sentimientos de esta década y, sobre todo, que puedan
convertirse en una herramienta que colabore en la formación
del pensamiento político de las generaciones que vienen.
Vocación de servicio, trabajo en equipo, respeto a la
identidad y diversidad de ideas son puntos que se repiten en
cada párrafo sin perder la identidad de los actores que por
diferentes caminos decidimos involucrarnos en la actividad
cívica.
“El sueño en común es cambiar, y sabemos que se puede.
También sabemos que siempre es mejor en equipo y que
hay que hacerlo con alegría.”
Por qué hacemos lo que hacemos explica los fines y los
medios; los fondos y las formas; los objetivos y los métodos
de una Argentina que se va; pero, por sobre todas las cosas,
de la Argentina que viene.
Porquéhacemosloquehacemos
01. Todo lo que vemos a nuestro alrede-
dor alguna vez fue considerado imposi-
ble. 02. El pecado más grande que un
país puede cometer es obligar a sus ha-
bitantes a la resignación permanente. Lo
opuesto de la esperanza no es la resigna-
ción, es la costumbre de la resignación.
03. No estamos condenados al éxito.
Tampoco estamos condenados al fraca-
so. 04. El pueblo no es responsable de
los errores, la negligencia, la alienación,
la indolencia, la corrupción o la imperi-
cia de los dirigentes. Pero sí es responsa-
ble de cambiar a esos dirigentes con el
voto cuando descubre sus faltas. 05.
Tenemos que reconocer que estamos
solos en esto. Nadie vendrá en nuestra
ayuda. 06. Cuando hablamos del futuro
no estamos hablando de edificios, com-
putadoras o robots, estamos hablando
de nuestra propia vida de mañana y
las oportunidades que tendrán o no ten-
drán nuestros hijos ahí. 07. No hay lími-
tes. No hay nada que pueda detenernos
si nuestro objetivo es claro, ambicioso
y audaz. Controlemos nuestro rumbo
de manera sencilla: hoy mejor que ayer,
mañana mejor que hoy, el año próximo
mejor que este... Y no podremos equi-
vocarnos. 08. Estamos hartos de los
discursos. 09. Nunca un discurso pudo
arreglar ni una puerta. Con palabras no
se construye una casa, no se salva una
vida, no se llega a la luna. 10. La paz
para un país es como la salud para una
persona. No se nota cuando se la tiene y
nada es más importante que ella cuando
se la pierde.
11. Actuemos con nuestros vecinos
como actuamos con nuestros amigos
y todo será mejor. 12. Si asumimos la
parte que nos toca y confiamos en que
los otros asumirán la suya, se formará
una red. 13. Las reglas son como las
líneas de cal en una cancha de fútbol,
sin ellas no es posible jugar. 14. Justo es
dedicar todos los esfuerzos a amparar a
los que necesiten amparo y no hacerlo
con aquellos que no lo necesitan. 15.
Un gobierno que miente nos enloquece.
Gobernar es decir la verdad. 16. No hay
manera de cambiar algo con la mirada.
Ver la realidad y limitarse a opinar
sobre ella no sirve. Es la acción la que
cambia al mundo, son nuestro cuerpo y
nuestra mente actuando con un propósi-
to lo que nos hace avanzar. 17. Si nos hi-
cieran una prueba de ADN a todos los
argentinos no podría encontrarse un gen
que fuera sólo nuestro. Para bien y para
mal, somos iguales a las personas de los
demás países. Nuestro futuro no está
en los genes sino en nuestras ideas, nues-
tra voluntad, nuestra determinación.
18. Dentro de unos años sabremos qué
fuimos capaces de hacer con las muchas
oportunidades que se nos presentan hoy.
19. Hay una parte del mundo que nos
necesita personalmente para ponerse en
movimiento. 20. Si esperamos las condi-
ciones ideales para producir un cambio,
este nunca ocurrirá. El momento siem-
pre es ahora. 21. Y de repente tenemos
una revelación: somos nosotros mismos
los responsables de hacer o de no hacer
lo que hay que hacer.
sigue >>
11. 9
Emprendedores, curiosos, innovadores, apasionados, crea-
tivos, audaces, impulsivos, abiertos, inquietos, solidarios,
participativos, diversos, soñadores. Éstos son algunos de los
muchos atributos que caracterizan a los jóvenes de nuestras
provincias a lo largo y a lo ancho del país.
Pero aun así, no llegamos a describirlos por completo. Por-
que además de todas estas capacidades, los jóvenes representan
una energía que nos llena de esperanza: la que genera su enor-
me vocación por transformar la realidad. Son ellos mismos uno
de los motores de cambio más importantes de la Argentina.
Tengo el orgullo de poder decir que en nuestro equipo los
jóvenes ocupan un rol fundamental, ya que los invitamos cons-
tantemente a participar y les abrimos las puertas para que pue-
dan ocupar los lugares que se merecen.
Trabajando juntos, escuchándolos e intercambiando puntos
de vista, pude compartir con ellos su manera de ver el mundo y
conocer el enorme compromiso que tienen con el futuro de nues-
tro país. Y ese futuro, en el que van a ser protagonistas, está cada
vez más cerca, porque lo vamos haciendo realidad desde el pre-
sente con acciones concretas para mejorar la vida de los demás.
Esta publicación reúne testimonios y ejemplos de muchos jó-
venes que cuentan cómo fue apareciendo en cada uno de ellos
la vocación de servicio y de trabajar por el bien del otro. Y es
sólo una muestra de lo que se viene para nuestro país: un reen-
cuentro entre la política y la sociedad y un acercamiento que
nos permite ver todo lo que podemos lograr cuando nos uni-
mos y sumamos lo mejor de cada uno.
Espero que estas historias generen en todos ustedes el mismo em-
pujón y la misma fuerza que generan en mí, para que juntos traba-
jemos con más entusiasmo que nunca por la Argentina que viene.
15. 13
Intentando definir las razones que nos motivaron a armar este
libro, les diría que el objetivo fue plasmar la variedad de tes-
timonios personales que recopilan experiencias, emociones y
sentimientos de muchos jóvenes que, más allá de provenir de
diferentes regiones, distintas edades o profesiones, coincidimos
en dos cosas: creemos en el “hacer” para transformar y encon-
tramos en esa acción nuestra vocación de servicio.
Cuando empecé a participar en política estaba convencido
de que el conjunto de ideas en las que creía y los valores que
ellas representaban eran el combustible que motivaba mi accio-
nar. Con el paso del tiempo, esas ideas se fueron complemen-
tando con otros dos elementos: ver y escuchar. Las caminatas
y las reuniones en lugares de mucha necesidad cambiaron mi
visión sobre las cosas y en especial sobre las personas; traté de
comprender y en ese proceso es cuando entendí que si hay algo
que puede motivar la vocación de servicio es el enfocarse en lo
que le pasa al que está al lado.
Nosotros afirmamos querer solucionar los problemas de la
gente. Esa “gente” no es un número o una estadística; detrás
de ese término hay nombres, historias, familias y afectos. En el
momento en que uno entiende que la política es la que tiene el
poder de determinar si un pibe va a estar bien alimentado desde
que nace hasta que llega al jardín, que va a poder tener educa-
ción que le brinde oportunidades y le permita tener un futuro,
ese es el momento cuando uno toma conciencia de la importan-
cia de lo que hace, es el clic que te permite entender ya no la op-
ción de participar, sino la necesidad de involucrarse.
Siempre digo que en los cosas más sencillas, están las verda-
des más profundas. Si algo aprendí en estos nueve años de ejercer
política de manera activa es que no existe nada que genere más sa-
tisfacción que el hacer algo que le cambie la vida a otra persona.
Ahí aparece nuestra trascendencia, ahí hicimos la diferencia entre
mirar para otro lado o el entender que de nosotros depende que
lo que no nos gusta y nos parece injusto continúe o se transforme.
16. 14
El “hacer” es siempre difícil, el que actúa siempre comete
errores y nadie es la excepción, pero no me caben dudas de que
es mejor equivocarse por cambiar que el excusarse para dejar
todo como está.
Uno de mis autores preferidos siempre afirma que todas las
cosas se crean dos veces: una en la mente, cuando las proyec-
ta, y una segunda vez, cuando las concreta mediante acciones.
Si algo tiene que caracterizar nuestra visión y nuestro aporte a
la política es el “hacer”. Uno es lo que hace, no lo que dice. En
ese concepto, entendemos que la política tiene que convertirse
en verbo y que ese accionar cobra importancia y bondad si está
orientado en dar de uno para ayudar a otro.
Hacer política, en la mayor parte del mundo, pero sobre
todo en la Argentina de los últimos doce años, implica estar
dispuesto a soportar descalificaciones, agresiones y aprietes;
en especial porque la cultura política de nuestro país se ha
radicalizado en una visión que impone el pensamiento único
denostando la pluralidad de ideas y fomentando una lógica de
afirmar que el que piensa distinto es un enemigo a destruir.
Es importante no confundir el contenido del concepto del ha-
cer. Yo no planteo la vocación de servicio en términos de sufrir
por lo demás. Los políticos no deben convertirse en mártires;
muy por el contrario, la satisfacción de transformar es tan po-
derosa que suple cualquier sacrificio o privación que uno realice
con miras a ayudar, a generar oportunidades o a construir futuro.
Stephen Covey dice, y estoy muy de acuerdo, que “uno más
uno es más que dos”. Y si algo me entusiasma sobre esta publi-
cación es que al revisar los escritos de muchos de mis amigos y
compañeros quedé sorprendido por la coincidencia en los con-
ceptos centrales que dan respuesta a la pregunta de por qué ha-
cemos lo que hacemos.
Tengo la certeza de que muchos de ellos serán protagonistas
de la historia política de este país y espero que en momentos
17. 15
de cansancio, agotamiento o circunstancias difíciles, vuelvan a
sus propios escritos para no olvidar nunca cuáles son las ver-
daderas razones por las que cada uno decidió tener el coraje de
arriesgarse al hacer y el corazón de dedicar su vida en pos de
los demás.
Los invito a que tomen parte de su tiempo en leer las
experiencias y opiniones de muchos jóvenes que decidieron
trascender, superar el miedo al error y ratificar con sus actos
esa vocación de servicio que pone al político a favor del interés
de todos por encima del personal.
18.
19. “Cuando los hombres honrados se van a su casa,
los pillos entran a la del gobierno.”
Domingo F. Sarmiento
Augusto Ardiles
@augustoardilesd
20.
21. 19
Mi abuelo siempre solía contarme historias acerca de su in-
fancia y su adolescencia.
Hubo una de ellas que me quedó grabada para siempre:
cuando él era chico, vivía en el campo, junto con toda su fami-
lia, “cerca” de lo que hoy es la localidad de Lezama, en la pro-
vincia de Buenos Aires, por lo cual para ir al colegio rural al
cual asistía debía hacer aproximadamente 20 km de ida y 20
km de vuelta en el caballo que le había regalado su papá.
El caballo tenía la particularidad de que no le gustaba en abso-
luto el agua, por lo que para poder cruzar uno de los arroyos que
separaba el camino entre el campo y la escuela, tenía que bajarse
del mismo y cruzarlo caminando, arrastrando el caballo a la fuerza.
Más allá de esto que comento, nada impidió que fuera el
abanderado en su escuela primaria ni el alumno que menos
inasistencias tuvo.
Esta breve historia personal que cuento no era un caso aisla-
do ni una utopía que se presentaba en aquella sociedad de épo-
ca, sino que era una virtud y característica de la misma: tenían
un sueño y una meta que lograr, unas constantes ganas de su-
perarse día a día e intentar, cada uno desde su lugar en la so-
ciedad, contribuir al desarrollo económico, social y sobre todo
cultural de nuestra nación.
Ahora, cabe hacernos la pregunta: ¿qué nos pasó como so-
ciedad a todos los argentinos?
Soy un convencido de que ser joven no es ninguna virtud,
sino simplemente un accidente cronológico que tenemos que
saber aprovechar para lograr ser realmente motores de cambio,
para que realcemos aquellos valores y virtudes que supieron ca-
racterizar y engrandecer a nuestro país, y que hoy se encuentran
tan pisoteados y bastardeados.
Por ello es que hace cuatro años decidí involucrarme en po-
lítica. Me di cuenta de que construir la Argentina de los próxi-
22. 20
mos años va a ser responsabilidad principal de muchos jóve-
nes como nosotros, que soñamos con una Argentina en donde
se realce y premie, nuevamente, la cultura del esfuerzo, de la
superación y del crecimiento; en donde se entienda que el que
piensa distinto no es un enemigo, sino un ciudadano que, des-
de otro punto de vista, también quiere lo mejor para el país; en
donde entendamos que la educación es el pilar fundamental de
toda sociedad que quiera construir y lograr un futuro mejor; en
donde la honestidad y el trabajo sean valores y virtudes que nos
guíen en nuestro accionar y tomas de decisiones; y, por último,
en donde se tienda a buscar como sociedad en todo su conjunto
el desarrollo social, productivo, cultural y económico, que solo
se puede lograr si entendemos que los otros caracteres antes
mencionados son la base para lograr esto.
Los invito a que todos seamos partícipes de la Argentina
que se viene, a que nos involucremos, que expongamos nues-
tras ideas, que discutamos aquellas en las cuales no estemos de
acuerdo, pero que logremos llegar siempre a puntos de encuen-
tro pese a nuestras diferencias.
La Argentina que viene también necesita que pasemos de las
palabras a las acciones.
La Argentina que viene la vamos a construir todos juntos, y
necesita que todos sus jóvenes se involucren para lograr realizar
una revolución y una transformación de valores.
23. “... y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla,
aunque sea un poquito, es la única manera
de probar que la realidad es transformable.”
Eduardo Galeano
Ayelén Bobbio
@AyeBobbio
24.
25. 23
De chica soñaba con ser veterinaria, médica, bióloga… Mu-
cho tiempo quise estudiar genética, estudiar sobre las enfer-
medades, encontrar la cura al sida, al cáncer. Mis maestras del
primario no veían mi fortaleza en las ciencias naturales, sino en
las sociales. Pero yo estaba decidida. En el secundario me mudé
a Carlos Paz y estaba feliz porque iba a poder elegir la orienta-
ción en Naturales, ya que en mi colegio de Buenos Aires no te-
nía esa opción. Sin embargo, antes de poder elegir me volví a
la ciudad, a mi colegio, donde sólo podía optar entre contable
y humanidades.
Creo que Dios tiene un proyecto para cada uno. Y me di
cuenta tiempo después de que todo esto tenía un motivo…
Empecé a cursar materias como sociología, humanidades,
antropología, historia, filosofía. Aunque yo estaba más entu-
siasmada con empezar física y química ¡Qué desastre era! Me
costaron mucho esas materias, no las disfrutaba. Y no me pasa-
ba lo mismo con las “otras”, las sociales. Despertaron una in-
quietud dentro de mí que creo que siempre estuvo. Sólo hacía
falta que la dejara fluir, un empujoncito.
También coincidieron esos años con un nuevo proyecto que
llegó al colegio, del entonces cardenal Bergoglio (sí, el que hoy
es papa): “Escuelas Hermanas”. Un proyecto que se trataba de
vincular las escuelas de la ciudad con otras más necesitadas del
país, no para dar, sino para compartir, para hermanarse. Nues-
tra escuela hermana fue una de Calete, en Jujuy, a la que tuve la
suerte de ir dos años seguidos, mis últimos años de secundario
¡Creo que nosotros nos llevamos más de esa experiencia que
lo que pudimos dejarles a ellos! Fueron días donde lo que más
prevalecía era el amor, el compartir hasta lo que no se tiene, la
confianza… Me acuerdo de que volvimos todos tocados de la
cabeza; no queríamos ver la tele ni ser parte del consumismo.
Ese creo que fue un momento de ruptura, donde empecé a re-
plantearme: ¿para qué la vida, mi vida? Recuerden… Dios tiene
un proyecto para cada uno…
26. 24
A su vez había otro programa en el que participaba, el Mo-
delo de Naciones Unidas (sí, yo era de las que se enganchaba
en todo lo que había). Se trataba de representar a un país, que
te tocaba por sorteo, y tenías que defender su postura sobre un
tema puntual en una asamblea donde había otros países con
otras posturas. La riqueza de este programa creo que reside en
que fomenta el diálogo, el respeto a otras maneras de pensar, en
poner lo mejor de sí para llegar a un acuerdo, porque lo impor-
tante es resolver la problemática en común y no imponer nues-
tra manera de pensar.
Un año me tocó representar a Argentina, lo que marcó otra
ruptura. O, en realidad, sumó a la ruptura de la experiencia de
Jujuy, porque fue el mismo año. Como imaginarán, fue un año
de una sacudida emocional muy grande. Me acuerdo de que no
paraba de llorar, lo que leía para el Modelo sobre Argentina, o
sobre otros temas mundiales, como la situación de Haití, ver
cómo vivían en Jujuy, todo me parecía una injusticia. Pensaba:
“¿Por qué tanta maldad? ¿Por qué tanta pobreza?”.
Y en las materias de la orientación (que no quería seguir)
nos hacían pensar constantemente en esto. En replantearnos la
sociedad, la política, en ser críticos de lo que veíamos, leíamos,
vivíamos. Caí en la cuenta de que nosotros como humanos éra-
mos responsables de todo lo malo que pasaba en el mundo (que
sigue pasando). Y eso que todavía no se bien qué es, pero que
me moviliza todo el tiempo dentro de mí, no paró de crecer.
Como una inquietud, un malestar. Y de repente, quinto año, acá
el último año de secundario. ¡A elegir la carrera! ¿Qué carrera?
¿Asistente social, Ciencia Política, Relaciones Internacionales,
Sociología…? Creo que es obvio que la genética y la biología
ya las había descartado por completo. Pero me quedé sin tiem-
po para pensar qué quería, o qué era lo mejor, lo que el país y el
mundo necesitaban de mí.
Sí… hubo otro proyecto al que me sumé ese último año (¿no
se lo esperaban?). Uno más con el que Dios me mostró el cami-
27. 25
no por el que debería andar. Desde la Vicaría Episcopal de Edu-
cación de la Ciudad (que trabaja con las escuelas católicas –está
clarísimo que fui a una de ellas, ¿no?–) invitaron a mi escuela,
entre otras, a participar a través de algunos alumnos en la crea-
ción del proyecto “Escuela de Vecinos”. Cuando me pregunta-
ron si quería participar, obviamente dije que sí; ni sabía lo que
era, pero parecía interesante. Y lo fue.
Ese año conocí a Victoria Morales Gorleri, que trabajaba
con el cardenal Bergoglio. La conocía del Modelo de Naciones
Unidas (porque también lo organizaba la Vicaría), pero nunca
más de dos palabras cruzadas con ella. Y en Escuela de Veci-
nos me di cuenta de que me estaba ofreciendo una oportuni-
dad muy grande: siendo sólo una piba de diecisiete años, estaba
siendo protagonista de algo nuevo. La idea era simple y brillan-
te: que los jóvenes del secundario debatieran e investigaran so-
bre temas que hacían a la realidad actual social y barrial, y pu-
dieran discutirlo entre jóvenes de diversas escuelas. A nosotros
nos dieron la tarea de pensarle un título, un motivo: ¿por qué
los jóvenes? Ese año, entre los convocados, decidimos llamarlo
“Futuro Hoy”, porque los jóvenes somos el futuro pero ese fu-
turo se construye desde hoy. Hoy es el momento de empezar a
cambiar la realidad que no nos gusta. No mañana, ¡no cuando
tengamos cuarenta años!
Y en toda esta linda ensalada mental que tenía, debía tomar
la decisión de la carrera a seguir. Me había politizado esos años.
Pero no dentro un partido político. Todos me parecían asque-
rosos, mentirosos, que buscaban sólo el poder y no cumplían
con lo que debían hacer: obrar para el bien común. Obtener el
poder no por el poder, sino porque te permite hacer cosas por
los demás, por la sociedad.
Supongo que todos los adolescentes idealistas en algún mo-
mento pensamos en cambiar el mundo. En lo fácil que sería sim-
plemente dar todo de uno para cambiarlo. ¡Vamos! Termino la
carrera y será todo fácil. Entonces me decidí por ciencia política,
28. 26
con la posibilidad de elegir la orientación en relaciones interna-
cionales, porque creo que desde el ámbito internacional tam-
bién se puede cambiar al mundo (influencia directa del Modelo
de Naciones Unidas).
Así me recibí de licenciada en Estudios Internacionales. Por
favor no pregunten la salida laboral ni qué se hace, porque me
cansé de responder esas preguntas (¡no lo sé!). Simplemente me
dejé llevar por las materias que me gustaban. La realidad es que
me resulta muy interesante lo que se puede generar en el ámbi-
to internacional, pero entiendo que nuestro país está todavía,
lamentablemente, lejos de aprovechar su potencial debido a la
falta de desarrollo en la temática. Por decir sólo un ejemplo,
no existe la carrera como tal en la UBA (es una orientación de
Ciencia Política). Y en la Di Tella, donde estudié, se diferencia
de Ciencia Política por sólo siete, ocho materias.
Así que sí, debería haber optado por Ciencia Política. La
vida me lo demostró a poco de recibirme, cuando Victoria Mo-
rales Gorleri, que ahora era diputada de la ciudad de Buenos
Aires, me invitó a formar parte de su equipo de asesores en la
Comisión de Educación, que hace varios años preside. Fue to-
talmente inesperado, y tampoco lo dudé. Me hacía ruido meter-
me en política, pero me creí que iba a ser de afuera, que iba a
investigar y dar mi opinión y listo.
Y con el pasar de los días fui conociendo su proyecto, sus
ideas… y sentí la misma rebeldía idealista juvenil en una madre
de cuatro hijos, en una mujer que ya vivía el mundo adulto (y
político). Me daba temor dar el paso, porque sabía que la po-
lítica era (y es en algunos casos) sucia. Que no era un trabajo
copado, que era el causante de tanto mal a la sociedad. Pero,
como vengo diciendo, Dios tiene un proyecto para cada uno…
Y estaba empecinado con que me metiera en política nomás.
Así fui conociendo jóvenes que seguían el trabajo de Vicky y
nos dieron ganas de dar el paso. Si hay algo que siempre decía,
mientras recorría el camino del autoconocimiento en la secun-
29. 27
daria, era que había que comprometerse con los problemas de
la sociedad, tanto del mundo como del país, de la ciudad, del
barrio… Siempre había imaginado mi rol en una organización
civil, porque a la vista de los demás (y mía) son más honestas,
están “más limpias” de la mugre que envuelve a la política. Pen-
saba que no había lugar para los “buenos”, los que realmente
creemos que la política es servicio. Con Vicky me di cuenta de
que estaba equivocada, que había gente mala, sucia, interesa-
da sólo en el poder, pero que también estaban estos otros, los
que trabajaban y trabajan por el bien común, por una mejor
sociedad.
Fue así como nació La Macacha, la agrupación que tiene
como referente principal a Vicky y que trabaja hace años ha-
ciendo política dentro del PRO, el espacio que nos permitió
crecer, que nos dio oportunidades, que nos dijo: anímense, acá
pueden hacer lo que quieran. Nadie nunca nos dijo cómo tenía-
mos que hacer las cosas, ni qué teníamos que hacer. Nunca nos
obligaron a asistir a actos públicos ni a militar por el Jefe de
Gobierno, que era (y es) el principal referente del partido. Nada
de eso. Nos dejaron ser. Y así encontramos nuestro lugar, nos
descubrimos y crecimos en la política con la certeza de que lo
que hacemos es servicio a los demás.
Nuestro crecimiento coincidió con el crecimiento del par-
tido. Surgieron muchas agrupaciones, muchos referentes em-
pezaron a aumentar su conocimiento público. La Juventud del
PRO se vio ante grupos que representaban a diversos dirigentes,
pero todos con un mismo objetivo: aportar a un partido polí-
tico que sentíamos como propio, con lo bueno y lo malo, con
aquello en lo que estábamos de acuerdo y aquello que criticába-
mos. Porque, que quede claro, no existe espacio donde las ideas
no se discutan, donde estén todos de acuerdo, donde no haya
peleas, distanciamientos, acercamientos. De eso se trata, ¿no?
De empujar hacia donde creés que hay que empujar y ponerte
de acuerdo en la manera de hacerlo con el resto, sin perder el
objetivo final: el bien común.
30. 28
Y sin siquiera pensarlo teníamos un candidato presidencial:
Mauricio Macri. Para ser honesta, no me imaginaba el creci-
miento que iba a tener de 2011, cuando se postuló por prime-
ra vez a la presidencial, a 2015. Hoy me emociona pensar que
nuestro partido, de la mano de Mauricio Macri, tiene la posibi-
lidad real de llegar a dirigir el país y de demostrar que se puede
gobernar distinto, que existe gente capacitada (y no politizada)
para ocupar cargos públicos, que da lugar a gente que hace de
la política un instrumento para mejorar la vida de las personas.
Que logró unir distintos espacios políticos en pos del bien del
país, de recuperar el federalismo, la República.
En los últimos años me ha dolido la realidad de Argenti-
na. La realidad que yo veo, y esto con todo respeto por aque-
llos que realmente creen en el modelo kirchnerista, cristinista.
Si hay algo que me da lástima es que la política separe… y creo
que todos conocemos gente cercana que se ha distanciado por
temas políticos. ¿Desde cuándo dejamos que las ideas nos divi-
dan? Siempre vamos a estar o tener gente a favor y en contra,
incluso dentro de nuestro propio espacio, de nuestro círculo in-
terno. Sólo desde el respeto a las ideas ajenas podemos crecer en
conjunto como sociedad, como país.
Hago política porque creo firmemente que es una manera
de ofrecerse a los demás. Porque hace tiempo que parece ser
mala palabra cuando en realidad es responsabilidad de todos,
de quienes participamos y de quienes no. Los gobiernos que
hemos tenido son resultado directo de las decisiones nuestras
como sociedad, y sólo siendo una sociedad más responsable e
involucrada tendremos un Estado que gobierne para nosotros
y no para sí mismo.
31. “Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos
cuando se está enfermo, si hay ignorancia, y si no se respetan
los derechos elementales de las personas, la democracia es una
cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan parlamento.”
Nelson Mandela
Cristian Larsen
@CristianGLarsen
32.
33. 31
Durante una buena parte de mi vida, la idea de involucrarme
en política aparecía un poco lejana. Simplemente descreía
de los políticos, veía que las cosas eran siempre más o menos si-
milares y que los políticos prometían mucho y hacían poco. Si
a eso le sumamos que mi familia nunca estuvo involucrada en
ninguna actividad relacionada con la política ni con la función
pública, mi participación en esta actividad parecía algo extraña.
Más allá de eso, como muchas otras familias, siempre hablá-
bamos sobre cuestiones políticas, mirábamos programas que
trataban y en donde se debatía sobre estos temas. Y es impor-
tante, porque fue a partir de una charla con ellos en la que em-
pezamos a debatir sobre la necesidad de involucrarnos en polí-
tica para que las cosas cambien.
Ese fue el puntapié para involucrarme en este camino. A par-
tir de ahí me contacté con un amigo y me sumé al partido con
el que más me sentía identificado. Veía a Mauricio Macri como
una persona que se involucraba en política sin buscar nada a
cambio. Veía cómo una persona que tenía su vida hecha se in-
volucraba no para llevarse algo de la política sino para hacer su
aporte para tratar de torcer el rumbo de nuestro país.
A los diecisiete años terminé el secundario en Santiago del
Estero y, como muchos chicos en mi provincia, movidos por la
falta de oportunidades, me mudé a Buenos Aires en búsqueda
de una realidad diferente.
La situación que viven muchas provincias del interior es
realmente grave. Hay provincias, como Santiago, en donde el
empleo público supera ampliamente el privado, donde la gente
vive a merced de la voluntad de los gobernantes y en donde una
acción que no sea bien vista por aquéllos lleva a perder un plan
social, un empleo en el Estado o un beneficio social.
En estos lugares, la política ha dejado de estar al servicio de
la gente y ha pasado a estar al servicio de los gobernantes. Allí
los políticos se han olvidado que son servidores de los ciudada-
nos y han comenzado a actuar como dueños del Estado.
34. 32
Esta situación ha generado que muchas personas se hayan
enriquecido a costa del Estado y que muchas otras estén su-
friendo las consecuencias de aquéllos. Parafraseando a un ami-
go, cada peso que se va en corrupción es una tiza que falta en
un colegio, un remedio que falta en los hospitales o un policía
menos en la calle.
Por ello estoy convencido de que para que esa situación cam-
bie se necesita de más personas que se involucren en política. Se
necesita del compromiso de gente honesta y preparada para que
las cosas puedan empezar a cambiar. Nadie duda que el fin últi-
mo de la política debe estar orientado a disminuir la brecha en-
tre los que más tienen y los que más necesidades padecen. Creo
que la igualdad de oportunidades es el principal desafío de la
política en nuestro país.
El PRO me ha dado la posibilidad, por intermedio de las di-
ferentes actividades que se realizan, recorridas por barrios, tim-
breos y mesitas, de tener contacto directo con la gente, de hacer
política sin intermediarios y sin punteros políticos.
De todo eso tomé contacto directo con ciertas cosas desco-
nocidas hasta ese momento para mí. La realidad es que en nues-
tro país hay gente que día a día la pasa mal. En un país que pro-
duce alimentos para 200 millones de personas hay gente que
no llega a fin de mes y muchos padres que dejan muchas cosas
para que sus hijos puedan tener un plato de comida al final de
día en su mesa.
A partir de esto, creo que cambiar estas circunstancias de-
pende de generar conciencia en la mayor cantidad de personas
de que tener un país diferente es posible, y para que ello suce-
da es necesario que nos involucremos en política. Para resolver
los problemas de la gente, la política necesita ser conducida por
personas honestas y preparadas. Así, solo por poner un ejem-
plo, no es lo mismo que Aerolíneas Argentinas sea presidida por
una persona que nunca tuvo preparación aeronáutica a que sea
conducida por una persona preparada y con conocimientos ne-
35. 33
cesarios para ver cuál es la mejor forma de afrontar los proble-
mas cotidianos.
En resumen, cambiar las cosas depende de que más personas
tengan la voluntad de involucrarse y las ganas de pelear para
tener un mejor país.
Así, puedo decir que me involucré en política porque no me
resigno a vivir en esta Argentina donde las desigualdades socia-
les han marcado un profundo quiebre social. Me involucré en
este camino porque un día me miré al espejo y sentí la necesidad
de comprometerme con la realidad de mi país. Comprometerse
implica abrazarse a una causa. Y la causa es estar convencido
de que una Argentina diferente es posible.
Creo que la política debe ser concebida como una herra-
mienta para transformar la realidad en pos de la obtención del
bien común. Hacer política significa poner a las personas en
el centro de la escena. Analizar sus necesidades y realidades y
construir en razón de ello. Estoy convencido de que la política
se hace cerca de la gente, sobre la base del común denominador
del esfuerzo puesto en una única finalidad: mejorar la calidad
de vida de la gente, poniéndose en su lugar y viendo qué necesi-
ta para resolver de esta manera sus problemas.
Creo que la política como herramienta para solucionar los
problemas de los ciudadanos se resume en dos cosas básicas: 1)
velar por los intereses de los más necesitados por medio de ser-
vicios públicos de calidad, tales como la educación, seguridad,
salud y justicia; y 2) generando condiciones propicias para la
creación de trabajo genuino como forma de disminuir la brecha
entre los que más tienen y los que menos tienen.
A fin de cuentas, aquella idea es la que distingue una buena
gestión pública de una deficiente. Estos últimos años del gobier-
no nacional nos han demostrado que más allá de los aciertos
y errores, la gestión ha estado marcada por graves hechos de
corrupción porque han usado al Estado para crear una depen-
36. 34
dencia de los más necesitados para con los gobernantes. De esta
manera, no se han generado las condiciones para la creación de
empleos genuinos, no porque no hayan podido sino porque tie-
nen pleno conocimiento de que la dependencia absoluta de los
más necesitados respecto de la ayuda del Estado es lo que favo-
rece a los políticos para perpetrarse en el poder.
Lisa y llanamente, se ha jugado con la necesidad de la gen-
te malgastando los recursos del Estado para fines personales en
lugar de utilizarlos para resolver los problemas de la gente.
Esta forma de hacer política contrasta en forma radical con
la que propone el PRO. El máximo referente del PRO nos ha
demostrado en estos últimos ocho años de gestión en la ciudad
de Buenos Aires que cambiar la forma de hacer política y de ver
al Estado es posible.
Algunos hitos, como la construcción de una obra subflu-
vial, de escasa visibilidad y ajena a una finalidad política pero
que beneficia para que más de 600.000 personas no se inunden
cada vez que llueve (arroyo Maldonado), la gestación de una
nueva policía (Policía Metropolitana) o llevar a la ciudad desde
la emergencia edilicia en las escuelas a ser el único distrito en
donde la matrícula pública crece más que la privada por la ra-
dical mejora en el sistema educativo, son solo algunas muestras
de que con personas honestas y preparadas para desarrollar los
cargos públicos un Estado eficiente es posible.
Tal como ha dicho Mauricio Macri, “Gobernar es decir la
verdad”. Y creo que a partir del 10 de diciembre de 2015, con
él como presidente, vamos a tener un gobierno más transparen-
te, donde se generen más puestos de trabajo, donde se combata
el narcotráfico, donde se fomente el crecimiento de los pueblos
del interior mediante el fortalecimiento de las economías regio-
nales y, al fin y al cabo, donde se ponga énfasis en trabajar para
el verdadero desarrollo de nuestro país.
37. “Cada generación debe llegar como ola vigorosa a romperse contra
la mole del pasado para hermosear la historia con el iris de nuevos
ideales; juventud que no embiste es peso muerto para el progreso
de su pueblo.”
José Ingenieros
Damián Arabia
@DamArabia
38.
39. 37
Soy Damián Arabia, estudiante de arquitectura. Empecé a
participar en Unión PRO hace más de siete años. Aquello
era apenas un bosquejo, una mera ilusión. Como tal, esa semi-
lla germinó, creció y se convirtió en esta idea de cambio que la
Argentina tanto necesita.
Me pregunté muchas veces qué hacía yo, maestro mayor de
obras, estudiante de arquitectura de la UBA, involucrándome
en política. En mi familia la discusión social estaba a la orden
del día, aunque ninguno había participado nunca activamente.
Sin embargo, me enseñaron a tener una mirada crítica de la rea-
lidad, y una enorme sensibilidad social con los que más sufrían.
Siempre fui cuestionador, pero desde una posición de gran
respeto por la visión del otro. Creo profundamente en la plu-
ralidad y en la construcción en conjunto, y también en la labor
en equipo. Se me ocurre pensar, de hecho, que mientras escribo
estas líneas no soy yo solo quien las escribe, sino las diferentes
personas con las que me he cruzado en la vida. Algunos amigos
y familiares muy queridos, y otros lejanos conocidos con los
que no necesariamente estuve de acuerdo, pero de quienes siem-
pre intenté aprender lo mejor.
Elegí mi carrera, la arquitectura, después de elegir mi pasión,
la política. Para ser honesto, debería decir que yo no elegí la po-
lítica, sino que esta me eligió a mí. Cuando se despierta el irre-
frenable sentimiento de involucrarse y hacer algo por el mundo
que te rodea, deja de ser una decisión que se pueda tomar o no;
simplemente sucede. Fue en 2008, cuando algo frustrado e in-
dignado, con un país que atravesaba una profunda crisis social
y cultural, de fuertes divisiones y enfrentamientos, en un arre-
bato de locura, decidí escribir un e-mail a varios diputados na-
cionales, expresando mi dolor.
Fueron pocos los que me respondieron y, menos aún, aque-
llos que me llevaron a pensar lo que finalmente sería mi dedica-
ción: de poco sirve indignarse si uno nada hace para cambiar.
El camino no es nada fácil. Son muchas las idas y vueltas que
40. 38
se sufren. Derrotas, frustraciones, inseguridades. No es posible
pintar la política como algo maravilloso. Sin embargo, y contra
todo lo que se piensa, son las pequeñas batallas las que nos lle-
nan de satisfacciones. Esto se aprende hablando con el vecino,
estando cerca de la gente, sumando voluntades.
Desde hace más de cuatro años pertenezco a la Juventud de
Unión por la Libertad, y acompaño a Patricia Bullrich en esta
construcción colectiva que es el espacio de Cambiemos. De ella
aprendí una de las cosas más valiosas, que es nunca dejar de
trabajar, nunca dejar de luchar, nunca darse por vencido.
Nací en el seno de una familia de clase media, de esas en las
que los viejos se rompieron el alma para darnos lo mejor a mis
hermanas y a mí, muchísimas cosas que ni ellos mismos habían
tenido. Ninguno de los dos llegó a recibirse en la universidad,
pero les aseguro que son dos de las personas más brillantes que
jamás conocerán. Cursé la primaria en una escuela privada de
Martínez y la secundaria en una escuela pública de la ciudad de
Buenos Aires. Dos mundos bien distintos, de los cuales aprendí
el valor de la diferencia y la pluralidad. Ninguno era mejor que
el otro, sino que la diversidad en sí misma era un valor funda-
mental para poder comprender aquello que Pablo Picasso de-
cía: “Si la verdad fuera una sola, no se podrían pintar cien cua-
dros sobre el mismo tema”.
El ser humano es naturalmente desigual, y es probablemen-
te lo que nos hace tan infinitamente interesantes. Creo que es
en la diversidad donde nace la creatividad y las combinaciones
que resultan en cosas tan maravillosas. ¿Qué es lo que me llevó
a hacer lo que hago? La indignación de ver que hay quienes no
tienen nada. Y cuando digo esto, no me refiero únicamente a los
bienes materiales o recursos económicos, sino que hablo más
bien de aquellas cosas que el dinero no puede comprar: proyec-
tos, motivaciones y sueños. Porque la falta de posibilidades y
esperanzas no está dentro de los marcos de la desigualdad, sino
que es algo completamente inhumano. Es inmoral permitir la
41. 39
miseria y el hambre, al igual que la falta de herramientas para
generar un ascenso social, económico y cultural.
Hay una Argentina en la cual imaginar un futuro mejor está
prohibido, y eso no lo podemos tolerar.
Creo profundamente en el valor de las cifras y las estadísti-
cas, ya que nos abstraen por un momento de nuestra visión co-
tidiana y subjetiva, y nos permiten pensar desde un punto más o
menos objetivo la realidad. Al respecto, puedo decir que el 90%
de mi vida sucedió bajo gobiernos pejotistas. Digo pejotistas
porque creo que la Argentina debe ser el único país del mundo
en el que un hombre, trascendental pero hombre al fin, sigue
siendo el responsable de los aciertos y desaciertos de los gober-
nantes aún cuarenta años después de su muerte. Desde 1989 a
la fecha sucedieron veintiséis años de los cuales solamente dos
no fueron bajo la el mismo partido.
Un politólogo me retaría por inexacto en términos científi-
cos, pero podría decirse que la Argentina que yo conozco trans-
curre bajo un sistema de partido único, en donde un único sec-
tor gobernó prácticamente la totalidad de las últimas décadas.
Y en donde, además, el partido de gobierno es también el par-
tido de oposición. Los mismos que encarnaron ayer las priva-
tizaciones son hoy los grandes estatistas. El viejo sistema bi-
partidista, donde el radicalismo era una alternativa de gobier-
no y disputaba el poder, hacía competir y en ocasiones ganaba,
desaparece por completo luego de la crisis de 2001 y queda un
vacío de representación en el cual, por ejemplo, en el año 2011,
el 70% de los votos fueron a un candidato del PJ.
Muchos son los que dicen que sólo el Partido Justicialista
puede gobernar nuestro país. Sin embargo, gobernar implica
principalmente gestionar bien, y es exactamente lo contrario de
lo que han hecho. Si observamos cualquier indicador de cual-
quier tipo, realizado por cualquier firma internacional o na-
cional, pública o privada, veremos que estamos peor que hace
veinte años en todos los indicadores: salud, educación, segu-
42. 40
ridad, pobreza, desarrollo, etc. Y lo peor de todo es que no
les importa. La realidad es que solo les importa una cosa: el
poder. Concentrarlo, mantenerlo, ampliarlo y agrandarlo. He-
mos entrado los argentinos en una aceptación de que la política
solo está para servirse a sí misma. Naturalizamos por completo
la corrupción, como moneda corriente. El problema no es que
haya individuos corruptos, el problema es cuando gran parte
del sistema está corrompido. Y no es una mera cuestión ética o
moral, sino que la corrupción son miles de nenes que mueren
desnutridos; la corrupción son decenas de crímenes y asesina-
tos; la corrupción es un Estado que deja morir a inocentes.
La política argentina no responde a los objetivos del siglo
XXI. El sistema no responde a las necesidades de un mundo
posmoderno o contemporáneo, en donde los ciudadanos tene-
mos otros valores y objetivos de vida.
Cierto dirigente dijo una vez que lo emocionaba el discurso
de La Cámpora porque era el mismo que él tenía hacía cuaren-
ta y cinco años ¡Y ese es el problema: dicen lo mismo que hace
cuarenta y cinco años! Independientemente de que la agrupa-
ción juvenil se haya convertido en una farsa, porque no son ni
hacen lo que dicen, su verdadero problema radica en ser abso-
lutamente anacrónica. La Argentina está en crisis hace décadas,
porque su sistema político, que es el que ejerce el gobierno, que
a su vez administra el Estado y todas sus herramientas, es abso-
lutamente anacrónico.
Decía Albert Einstein que “en los momentos de crisis solo
la imaginación es más importante que el conocimiento”. El de-
safío que tenemos los argentinos por delante es el de imaginar,
desafiar, cuestionar, animarnos a soñar todas esas cosas que po-
demos hacer juntos. El miedo que nos tiene de rehenes, que nos
hace discutir todas las décadas sobre los mismos problemas, te-
nemos que combatirlo con las ganas y las ideas. Tenemos que
animarnos a cambiar el paradigma. Cambiar ha dejado de ser
una opción para la Argentina, y se ha convertido en una necesi-
43. 41
dad. En tanto y en cuanto no tomemos la decisión de cambiar,
social, política y culturalmente, los argentinos viviremos en un
mar de vicisitudes, rodeados de cientos de incertidumbres, y ja-
más podremos realizarnos verdaderamente ni como personas ni
como comunidad. Tenemos que poner nuestras mentes y nues-
tros corazones al servicio de la imaginación. Nuestros sueños
son y serán realizables.
Debemos empoderarnos como personas en las decisiones de
nuestras propias vidas. Esto significa tener oportunidades y po-
sibilidades para todos y, una vez con las herramientas en mano,
ser autores de nuestro propio futuro. Empoderarnos como ciu-
dadanos, como soberanos, del país y nuestros propios destinos.
Debemos ganar grados de libertad; no como una cosa abstrac-
ta, sino como la posibilidad de hacer cosas y determinar nues-
tros horizontes.
La educación, formal e informal, debe ser el punto de parti-
da de una Argentina moderna, pujante, que integre y lidere los
nuevos tiempos. El arte, la cultura, los deportes, la vida, deben
florecer por todos los rincones.
Las habilidades, la inventiva y los descubrimientos no solo
nos ayudan a realizarnos como individuos, sino que también nos
realzan el valor como sociedad. Debemos revolucionar la forma
en que vemos las cosas y la manera en que nos las proponemos.
El cambio es un renacer del ser humano como eje central, y la re-
valorización de la cosa pública en función de las necesidades rea-
les. La política deja de ser para los políticos y empieza a estar al
servicio de los millones de argentinos que día a día se levantan
para hacer, trabajar, inventar, crear y pensar. La política debe re-
cuperar la capacidad de los ciudadanos de poder cambiar las co-
sas, tanto de la sociedad como de su vida misma.
La escritora francesa Françoise Giroud dice que no se puede
transformar el mundo pero sí se pueden transformar las cosas.
En un abuso de ironía, sintetiza la capacidad que tenemos de
modificar nuestro propio pedacito de mundo.
44. 42
Es políticamente incorrecto decir que ser joven es una virtud
en sí misma, pero creo que ese estado del alma de irrefrenable
rebeldía es el combustible que requiere el motor para cambiar.
Las sociedades suelen ser reacias aunque permeables a los cam-
bios. Sólo se trata de inyectar las ganas y fuerzas para desper-
tar al gigante dormido, y la juventud constituye un factor fun-
damental y determinante en la constitución de un nuevo hori-
zonte. Cuando tantas cosas están mal, el cambio se convierte
en una virtud en sí misma. La idea del cambio es una idea muy
concreta y palpable. ¿Qué es el cambio? Es proponernos los pa-
radigmas de la nueva era. Haciendo un paralelismo con el mun-
do de la computación, podríamos decir que acaba de salir el
Windows 10 (gratuito, por cierto) y la Argentina todavía tiene
DOS o Windows 95. O acaso somos una especie de Commodo-
re. El sistema operativo argentino está obsoleto, y necesita una
urgente actualización.
Debemos rediscutir la forma en la que nos movemos; la ma-
nera en la que desechamos nuestros residuos; la calidad educa-
tiva, pero también el modo de aprender y enseñar; cuánta ener-
gía consumimos y cómo la fabricamos; el tipo de impuestos y la
forma de recaudarlos; la descentralización del poder y la fuerza
del federalismo; revolucionar en materia de obras civiles el país;
volver a confiar en que el voto es universal y secreto y, para ello,
la forma en la que lo emitimos. El acercamiento de las ideas, así
como el respeto por la opinión del otro, algo tan fundamental
pero perdido hoy en nuestra sociedad, son el punto de parti-
da hacia un camino de recuperación y reconversión, porque es
en el disenso y en el ejercicio del debate donde surgen aquellas
ideas que nunca han sido pensadas. Sólo la unidad entre los
argentinos nos permitirá avanzar en desafíos contemporáneos,
los recursos, humanos, materiales y naturales con los que con-
tamos son inmejorables. La Argentina necesita una actualiza-
ción de software que sólo es posible si tomamos la decisión de
cambiar y ese cambio lo construimos entre todos.
45. “Enseñarás a volar… pero no volarán tu vuelo; enseñarás a soñar…
pero no soñarán tus sueños; enseñarás a vivir… pero no vivirán tu
vida; enseñarás a cantar… pero no cantarán tu canción; enseñarás
a pensar… pero no pensarán como tú; pero sabrás que cada vez
que ellos vuelen, sueñen, vivan, canten y piensen... Estará en ellos la
semilla del camino enseñado y aprendido!”
Madre Teresa de Calcuta
Demian Martínez Naya
@DemNaya
46.
47. 45
SoyDemianMartínezNaya,presidentedeUnión-PRODiversidad.
Reflexionando sobre las cosas que me pasaron lo veo
todo muy sencillo y claro, pero al sentarme a escribir surgen en
mi cabeza miles de situaciones buenas, malas, emotivas, tristes
y complicadas que me ha tocado atravesar a lo largo de estos
años. Para algunos, siete años de participar en política, sobre
todo en un partido que tiene doce años de vida, pueden pare-
cerles muchos años, pero en realidad no lo son.
Cuando me propusieron escribir, me puse a pensar qué men-
saje quería transmitirles y se me cruzaba por la cabeza algo que
si bien considero una de las mayores virtudes del PRO, es a la
vez totalmente opuesto a las motivaciones naturales que, a mi
entender, movilizan para involucrarse en política: la esperan-
za, la fe y el positivismo. ¿Por qué digo esto? Porque yo estoy
acá porque me enojé, me entristecí y decidí no conformarme ni
aceptar lo que estaba viendo. Si yo al terminar el secundario y
empezar a cursar en la facultad hubiera visto políticos desinte-
resados, convicciones firmes y esfuerzos hasta el agotamiento
por solucionar los problemas que tenemos como sociedad, se-
guramente hoy no estaría acá, y seguramente vos tampoco me
estarías leyendo. Te pido disculpas por la vehemencia en la for-
ma de expresarme, me nace la llama peronista en mi interior y
me cuesta contenerme. Pero sí, leíste bien: peronista, otro pe-
ronista en el PRO, y esto me lleva a contarte cómo empecé a
participar…
Hincha fanático de Boca, yo, un chico de 26 años nacido
en el barrio de Flores, ciudad de Buenos Aires, al que nunca le
gustó el fútbol aun teniendo pelota, botines y ropa deportiva a
montones por la perseverancia de mi papá (radical) y mi mamá
(peronista), pero que no lograban ningún tipo de interés en su
hijo por aquel deporte.
Año 2000. Vuelvo a casa del colegio y me entero de que mi
papá me va a llevar a la cancha de Boca a ver la final de la copa
Libertadores (algo totalmente desconocido y que no generaba
48. 46
el más mínimo interés en mí; de hecho, no quería ir, pero fui).
Para aquellos que no son hinchas del club más grande del mun-
do, además de invitarlos a replanteárselo, esa final 2-2 entre
Boca Juniors y Palmeiras fue el puntapié inicial a la década más
gloriosa de la historia del club, por aquel entonces presidido
por Mauricio Macri. De más está decir que a partir de ese día,
Boca es una de mis pasiones, pero lo que quiero que sepan es
que, a partir de ese momento, comencé a definirme como “más
macrista que Macri”; un nivel de fanatismo tal, que sólo Mau-
ricio Macri podría derrumbar años más tarde al enseñarnos la
importancia de ser críticos de nosotros mismos.
Una vez terminado el secundario allá por 2006, emergía
nuevamente la figura del por entonces diputado y presidente
de Boca Juniors, Mauricio Macri como candidato a jefe de go-
bierno porteño, en esta oportunidad acompañado por la mujer
que lo alejaba de los prejuicios que tenían muchos sobre ser un
privatizador y un empresario como imagen para denostarlo;
esa mujer era Gabriela Michetti. Como un chico “más macris-
ta que Macri” (por ese entonces seguíamos llamándolo por el
apellido), mi voto para la elección de 2007 era cantado, pero no
así mi participación política en ese entonces. Recién en 2009 y
por la mujer del socio de mi papá me acerqué decididamente al
PRO de la mano de Cristian Ritondo.
Aclaración poco relevante: desde chico siempre me intere-
só más ver un programa político o leer el diario que cualquier
otra cosa. Me llamaba la atención, me entretenía, y mi familia
colaboraba en toda cena hablando de todos los temas sin tabú
alguno.
De 2009 a 2013 mi participación política no tuvo grandes so-
bresaltos, ni creo haber aportado demasiado a tu interés: campa-
ña tradicional, eventos, redacción de proyectos propios, etc.
El 18 de abril de 2013, durante la movilización masiva con-
tra la denominada “Democratización de la Justicia” (donde se
buscaba la elección popular de jueces) impulsada por el FPV en
49. 47
el Congreso, siendo aproximadamente las 21 horas nos llega
la noticia a todos aquellos que nos encontrábamos en la Plaza
de Mayo de que el proyecto había recibido media sanción por
parte del Senado. Comenzamos a movilizarnos hacia el Con-
greso de la Nación cientos y cientos de personas. Una vez allí,
comenzó a manifestarse la bronca contenida en la sociedad por
este atropello a la democracia y que el Congreso devenido en
escribanía durante esta década y media había materializado.
Los manifestantes rompieron el candado y abrieron la reja que
imposibilitaba el acceso a la explanada del Congreso (reja que
cientos ya habían trepado para pasar) e ingresamos. Si bien sa-
bíamos que era un lugar donde no debíamos estar, todo trans-
curría con total normalidad dentro de un contexto de manifes-
tación pacífica a nivel nacional.
La tranquilidad culminó cuando observo junto a tres jóvenes
más un grupo de diez o doce violentos intentando vulnerar la
puerta de ingreso al hall del Congreso, hecho que transforma-
ría un reclamo legítimo en el mote “golpista”, “gorila” y “des-
tituyente” que trataban de imponer desde el FPV hacia quienes
pensábamos o pensamos distinto. Junto a estos tres chicos, ante
la ausencia de presencia policial, siendo yo el más corpulento y
usando una remera amarilla (no del PRO, pero con clara alu-
sión a serlo), decidimos interponer nuestros cuerpos entre la
puerta y este grupo de inadaptados. Frente a nuestra reacción,
algún manifestante gritó: “Es de La Cámpora”, y frente a un
forcejeo violento y cientos de flashes y cámaras filmando todo,
consensuo retirarme siempre y cuando se dejara de vulnerar la
puerta de ingreso a un edificio propio de la democracia que tan-
to nos costó conseguir.
Para que pueda retirarme, los manifestantes arman un
“puente chino”. Para los que desconocen, es un pasillo formado
de personas por el que caminas mientras te pegan y escupen. La
situación se torna aún más violenta, me apagan cigarrillo en el
cuerpo, corro siendo filmado por todos los medios de comuni-
cación hasta ser rociado con “gas pimienta” justo al ingresar a
50. 48
un kiosco, donde me cobijaron abriendo la reja, hecho que me
salvó la vida, que ni la propia policía que había aparecido hu-
biese podido garantizar.
En resumen, y obviando detalles, fue una noche violenta
donde hacer lo correcto por poco me cuesta la vida.
A la mañana siguiente recibo en mi celular el llamado de Pe-
dro Mouratian y Martín Fresneda, interventor del INADI y se-
cretario de DDHH de la Nación, respectivamente, para tener
una audiencia con ellos, hecho que ocurría días después. En esa
reunión se solidarizan conmigo por lo ocurrido durante la ma-
nifestación y me comentan que la Presidente de la Nación les
había encomendado reunirse conmigo y que tenía el deseo de
conocerme, si yo tenía algún problema en que eso fuera posi-
ble. Mi respuesta obviamente fue que me encantaría hacerlo, ya
que era una gran posibilidad para despejar dudas sobre la apli-
cación de determinadas políticas públicas con las que no esta-
ba de acuerdo, hecho que ocurrió y clarificó mi impresión sobre
muchos temas.
Tuvimos la posibilidad de tener una audiencia privada con
Cristina Fernández de Kirchner durante más de dos horas reloj,
con parte del gabinete nacional (Guillermo Moreno incluido)
esperando afuera de la puerta para ser atendidos.
Retomando lo importante de lo que pasó, pude entender las
falencias de mi partido, ver lo poco maduros que estábamos en
ese entonces para afrontar situaciones de relevancia, ya que mien-
tras por orden de la Presidente se comunicaban conmigo, sólo
Gabriela Michetti por intermedio de su equipo, principalmente
Walter Bouzada Martínez, Santiago Riobó y Roberto Quattro-
mano me contactaban, hecho que a los pocos días se materializa-
ría en el primer encuentro personal a solas con Mauricio.
Mauricio en esa reunión me dijo: “Seguí estudiando, for-
mándote, preparándote como lo venís haciendo. La Argenti-
na necesita de jóvenes como vos que estén a la altura de las
51. 49
circunstancias. La vocación y los valores claramente los tenés,
perfeccionate”.
Mi profundo cariño y respeto por Mauricio es, como habla-
mos en familia, pensar que una persona que podría estar dis-
frutando en alguna playa con su esposa e hijos, o en cualquier
parte sin privación alguna, deja todo para venir a ayudar a los
demás. Pienso en esto cada vez que me canso de la política y sus
bajezas. Pienso en dejar algo a los demás y ayudar a que nuestra
sociedad sea mejor, quizás y por qué no, la mejor del mundo.
Desde mi perspectiva personal, considero que Cristina Fer-
nández de Kirchner es, sin duda alguna, la mejor política que
haya tenido este país, aun a la altura del Gral. Juan Domingo
Perón. Es una mujer que dejará el poder con una imagen positi-
va superior al 40% luego de doce años de gobierno, que ha sa-
bido crear pasiones, esquivar presiones, fomentar la participa-
ción política joven, imposibilitar a los opositores y, fundamen-
talmente, es una mujer que ha logrado destruir el peronismo
desde adentro del peronismo. Este año se despide y me siento
en condiciones de asegurar que será recordada en la historia Ar-
gentina. Un halcón político que ha barrido, hasta el día de hoy,
y creo que culminará con la derrota de Daniel Scioli, a los eter-
nos nombres enquistados en el poder, debilitó el sindicalismo y
conquistó a las masas. Una mujer, una esposa, un “animal” po-
lítico a la que quizás contra todos los pronósticos le agradezca-
mos en unos años ese debilitamiento del partido populista más
grande que se haya creado en América.
Miles de veces me han dicho, y quizás lo creas vos también
al leer el párrafo anterior: “Te equivocaste de partido, vení con
nosotros”, desde el FPV, la izquierda, la UCR, etc. Ese es mi ma-
yor orgullo, el saber por qué estoy en el PRO. Estoy en el PRO
porque no pueden encasillarme. Estoy en el PRO porque la so-
lución de los conflictos supera a las ideologías como estructu-
ras rígidas. Estoy en el PRO porque me hartan el revisionismo
histórico constante y las culpas eternas. Estoy en el PRO por-
52. 50
que quien no entiende que estamos para servir y no para ser-
virnos queda excluido de la lógica partidaria. Estoy en el PRO
porque creo que a la política se llega para irse; no es una “ca-
rrera”, es una decisión de aporte a la comunidad con fecha de
caducidad para regresar a cosechar lo producido y a sufrir las
consecuencias de los errores provocados. Estoy en el PRO por-
que creo en la familia, en el compromiso real y en la buena fe,
porque no todo da lo mismo ni es igual, no lo es para mí, no lo
es para mi familia y no lo es para todo el que cree que exista
hambre o desnutrición en este país es inmoral. Estoy en el PRO
porque creo en los equipos. Estoy en el PRO porque no pienso
resignarme a la desidia, ni a transar con las mafias, porque mi
moral no tiene precio. Yo creo en vos, y creo que tampoco que-
rés las mafias, y que tampoco tu moral tiene precio. Yo creo en
vos y te propongo que juntos construyamos esa Argentina que
tanto nos merecemos.
53. “Sé el cambio que quieres ver en el mundo.”
Mahatma Gandhi
Emanuel Fernández
@EmaFernandezz
54.
55. 53
Me llamo Héctor Emanuel Fernández, tengo 22 años y
vivo en la ciudad de Comodoro Rivadavia, provincia del
Chubut. Actualmente soy estudiante de Derecho en la Universi-
dad Nacional de la Patagonia. Hace diecisiete años que vivo en
la provincia, ya que soy oriundo de Caleta Olivia, Santa Cruz.
Comodoro Rivadavia es una ciudad que se caracteriza por
ser “la capital del viento”, por ser una de las ciudades petrole-
ras más importantes del país. Por esa razón, Comodoro tam-
bién es una ciudad donde hay mucho trabajo y mucha gente
encuentra su lugar. Pero, lamentablemente, eso no significa pro-
greso ni desarrollo. Lamentablemente, la dirigencia política que
han tenido tanto Comodoro Rivadavia como Chubut nunca se
ha preocupado en serio por las necesidades de la gente. Esta es
la razón principal por la que elegí incursionar y participar en
política. Llegó el momento de “meterme” y dejar de quejarme
siempre por todo lo que se hacía mal en mí alrededor.
Siempre me interesó la política, pero fue en el año 2007,
cuando yo tenía catorce años, que empecé a leer e investigar
más sobre las elecciones presidenciales que estaban por suceder
en el país ese año. Siempre lo tomé como un “hobby” el de leer
o mirar programas políticos, pero sin participar activamente en
ella. Fue recién en el año 2013 que me decidí a formar parte,
harto de la política actual, de todo lo que pasaba, desde el clien-
telismo hasta la corrupción. Durante ese año comencé a traba-
jar en una consultora de medios en la que trabajé durante un
año y seis meses. El trabajo constituía prácticamente analizar
lo que sucedía en el ambiente político, desde lo bueno hasta las
denuncias. Fue ahí cuando, harto de escuchar las cosas que pa-
saban en la ciudad, como desde tener una municipalidad que,
como le decían los periodistas a los que escuchaba, “era má-
quina recaudadora”, todos los servicios estaban tercerizados,
la Municipalidad no gastaba casi en nada pero sí recaudaban
dinero que no se devolvía a los contribuyentes. Como ya men-
cioné, Comodoro es una ciudad muy rica y llena de oportunida-
des en el ámbito laboral, pero no se trasluce a la realidad de los
56. 54
comodorenses. Todos los veranos (sin excepción) hay cortes de
agua cada dos días y a veces duran hasta una semana entera. En
invierno, los cortes de luz son constantes, las calles de la ciudad
están totalmente destruidas, nuestra salud pública sigue por el
mismo camino tanto desde el hospital regional hasta los perifé-
ricos de salud de cada barrio. Haber trabajado en la consultora
y escuchado todo lo que pasaba en la ciudad (cosas que a veces,
en su rutina diaria, no logran percibirse con detenimiento) me
decidió a participar en política.
Me enojé, me peleé con mucha gente por las cosas que suce-
dían, pero era el momento de dejar de quejarme para poder ac-
tuar. Pero la pregunta era ¿dónde? Si bien el oficialismo actual
de nuestro país no me gustaba, sentía que formaba parte de una
era que ya viene gobernando hace mucho tiempo nuestro país.
Tampoco había una propuesta opositora que me convenciera,
ni de votarla ni de unirme a ella.
Pero la respuesta estaba muy cerca. Desde 2005 hasta 2013
había viajado muchas veces a la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, ya sea por vacaciones, cumpleaños de una sobrina o a vi-
sitar a mis amigos que fueron a estudiar a dicha ciudad. Si ha-
bía algo que me sorprendía de CABA es que siempre que iba ha-
bía algo nuevo, algo novedoso. Pero no eran cosas innecesarias,
sino cosas que les servían a todos los ciudadanos en su vida dia-
ria: desde el Metrobus (mis amigos me contaban cuánto tiem-
po se ahorraban en viajar) hasta la renovación de los subtes, el
cambio de los viejos vagones de madera por los nuevos coches
con aire acondicionado; desde diferentes programas sociales,
como “Ciudadanía Porteña”, que no era simplemente un plan
social sino que incentivaba a que las personas pudieran traba-
jar, hasta diferentes programas que educaban a las personas y
les enseñaban sobre tolerancia, como “Buenos Aires Diversa” o
“Chau Tabú”. Que innovaron en el tema de salud al crear las
“Estaciones Saludables” en todas las plazas para que la gente
pueda hacerse chequeos o realizar consultas y tener los resulta-
dos al momento. Todas esas pequeñas pero grandes cosas hicie-
57. 55
ron que me convenciera de que el PRO era mi lugar, era el parti-
do en el que yo quería formarme y ayudar a realizar el progreso
de mi ciudad, mi provincia y mi país.
Empecé a militar a finales de 2013, cuando conocí a los re-
ferentes de la ciudad. Fui el segundo joven que se sumaba al
partido, por lo que dependía de los pocos que estábamos hacer
crecer tanto al partido como a su juventud. Y así fue. Empeza-
mos a buscar avales, afiliaciones para obtener la personería ju-
rídica del partido y cada vez eran más los chicos que a través de
las redes sociales se iban sumando al partido. En cada uno de
los chicos y en mí iba creciendo la esperanza de que podíamos
estar mejor, de que el cambio que se había realizado en CABA
podría llegar al tan lejano sur. Realizamos desde sombrillas, los
clásicos timbreos, como también grandes eventos, como el rea-
lizado en diciembre de 2014, al que llamamos “Mate Show”,
un evento realizado en el gimnasio número 3 del barrio Máxi-
mo Abasolo. Mucha gente se acercó a presenciar el evento que
organizamos con varios números artísticos y cuya entrada era
un juguete para poder donar. En enero de 2015 y para la épo-
ca de Reyes Magos pudimos regalar esos juguetes a chicos que
los necesitaban. Ver la felicidad de los chicos, los pequeños mo-
mentos de alegría que podrías ocasionar en la gente fue lo que
me terminó de convencer de que la política es la herramienta
fundamental que tenemos para estar con la gente, para estar al
servicio de la sociedad.
Por eso, estoy convencido de que el PRO, y especialmente
Mauricio Macri, son los encargados de trasformar la realidad
en la que vivimos. Un país que apueste al desarrollo, que apues-
te a su gente y al trabajo de la misma.
Somos un país inmensamente rico, un país en el que no se
puede admitir que haya pobreza. Y, como siempre le oigo decir
a Mauricio: “No nos podemos resignar”. Somos muy capaces
de cambiar la realidad y cada uno desde su lugar. En mi provin-
cia en particular, el petróleo en Comodoro Rivadavia y el cam-
58. 56
po en la zona del Valle tienen que ser nuestros motores del desa-
rrollo para que la provincia pueda salir adelante. Deben ser las
garantías de que nuestra provincia sea autónoma, como lo rige
en nuestra Constitución. Un pilar fundamental del federalismo
es la autonomía de las provincias y hoy no se respeta; depende-
mos del Estado Nacional hasta para poder construir una plaza.
Necesitamos de un federalismo real y no solo formal. Eso em-
pieza en cada provincia, poniéndose de pie y fortaleciendo cada
una de sus economías regionales. ¡Chubut es muy capaz y tiene
cómo y con qué lograrlo!
Yo quiero ser parte de ese proceso. Todos debemos ser parte
de él. Debemos involucrarnos para que el futuro pueda llegar a
todo el país y a toda mi provincia, a cada pueblo, desde Rada
Tilly hasta Puerto Madryn. Que las cuarenta y ocho localidades
de la provincia puedan progresar gracias a un Estado local pre-
sente. Y hoy siento que es posible.
En toda la provincia del Chubut, la juventud es imparable,
tanto en Comodoro Rivadavia como en Trelew, Madryn, Gai-
man, Sarmiento, Esquel y cada uno de los lugares donde el PRO
está dejando su huella.
Militar no significa ser fanático de una personalidad política
o de un partido, sino que significa comprometerse por el futu-
ro de todos. En el camino se encontrarán momentos desafortu-
nados, como alguna que otra persona que pueda insultarte por
pensar distinto, y a veces eso te desanima, te genera desconfian-
za; pero todo eso pasa cuando salís a la calle y, mientras uno
puede insultarte, hay mucha gente con la misma esperanza que
vos, que te dice: “Me pone feliz ver gente nueva en política”,
gente que quizás no se compromete de manera directa pero te
da su apoyo.
Lo más importante que aprendí en política es el “diálogo”,
en el que el otro no es un enemigo. Tuve centenares de inter-
cambios de ideas con familiares, compañeros de universidad o
amigos por la política, pero eso no debe significar más que eso.
59. 57
Que sea simplemente disentir e incluso aprender de la posición
política del otro, pero que en diez minutos podamos estar rién-
donos y divirtiéndonos juntos. Siempre que puedo dialogar con
alguien de mi edad o incluso menor o mayor, les digo algo y de-
seo también poder decírselo a todas las personas que leen el li-
bro: “Comprométanse!”. Para que algo cambie, no debemos es-
perar que alguien nuevo o diferente esté en política o que otro
sea el protagonista. ¡Metete! Se vos el protagonista y comenzá a
cambiar las cosas desde tu lugar, sin importar cuál sea. La polí-
tica es la herramienta fundamental para transformar la vida de
la sociedad. Por eso mismo, debemos involucrarnos para que se
deje de ver la política como algo malo y oscuro, sino como lo
que es. Que el cambio arranque depende de todos y cada uno
de nosotros.
60.
61. “Debemos usar el tiempo sabiamente y darnos cuenta de que
siempre es el momento oportuno para hacer las cosas bien.”
Nelson Mandela
Federico Larsen
@Fede_Lar
62.
63. 61
Muchas veces, caminando por la calle, timbreando, hablan-
do con los vecinos, con amigos y conocidos, surgió varias
veces la pregunta: “¿Qué hacés en política? ¿Por qué te metiste
en política? ¿Qué te llevo a hacerlo?”.
En un principio la respuesta era fácil: un amigo de mi her-
mano me invitó mil veces a diferentes actividades y eventos del
PRO, y esporádicamente iba, pero más por acompañarlo a él
que por gusto.
Lo cierto es que entre eventos, actividades partidarias y ac-
tividades solidarias fui conociendo a muchísimas personas, las
cuales hacían que cada actividad, en vez de ser dura y tediosa,
pasara a ser compartir entre amigos.
Y así una y otra vez, hasta el año pasado, cuando Mauricio
Macri lanzó su candidatura a presidente de la República Argen-
tina. A partir de allí vi cómo todo lo que hablaba con otra gen-
te solo iba a cobrar virtualidad si me involucraba de verdad y
aportaba mi granito de arena.
Muchas de las charlas que mantenía con mis amigos y de las
quejas acerca de cómo estábamos como país fueron el motor
que hizo que me involucrara activamente para lograr el cambio
que Mauricio y todo su equipo nos proponían.
Resurgieron las esperanzas en mí de que se puede tener un
país diferente, de que hay gente que en verdad está interesada
en trabajar para cambiar la vida a los argentinos, que cree que
la política es una herramienta para hacer que las personas ten-
gan más oportunidades para vivir mejor.
Todo esto llevó a que hoy responder la pregunta sea un poco
más difícil y largo de explicar; el por qué hago política es par-
te de mi vida.
¿Por qué? Porque siento que tenía la responsabilidad de tra-
bajar para que mi país cambie. Porque siento que en cada uno
está la diferencia que puede hacer que el país cambie o no, ese
64. 62
granito de arena he decidido aportarlo. Estoy convencido de
que este equipo que hemos formado a lo largo de todo este
tiempo está preparado y dispuesto a devolverles la felicidad a
los argentinos, a hacer que podamos volver a soñar con una
país próspero y con crecimiento.
Sí, que el país cambie, avance y mejore. Nací en Santiago del
Estero y el retroceso de esa ciudad desde 1989 en que nací y
2006, cuando me fui a vivir a Buenos Aires, fue increíble. Pero
uno, inmerso en esa sociedad y en el día a día, no se da cuenta.
Cuando conocí la ciudad de Buenos Aires y fui viendo día a
día cómo avanzaba, desde aquel 2006 a la fecha, pude darme
cuenta la diferencia de una gestión que se preocupa por avan-
zar, por mejorar y solucionar los pequeños problemas que tie-
nen los vecinos y así resolver los grandes problemas de la so-
ciedad. Me di cuenta de que una Argentina distinta es posible.
Esta no ha sido la única demostración de que las cosas se
pueden hacer bien. Como hincha de Boca, no puedo olvidar la
gestión que nuestro futuro Presidente hizo en el club que tanto
quiero. Fue una muestra de que haciendo las cosas bien se llega
a buen puerto. Así pasamos de tener un club casi en quiebra a
ser la institución modelo a nivel mundial, más allá de los títulos
ganados en ese período.
Después de todo esto, hoy tengo la convicción de que tra-
bajamos en el #EquipoDelCambio. Al igual que muchos ar-
gentinos, estoy esperanzado con que Mauricio sea presiden-
te. Y si eso es lo que quiero, ¿cómo no voy a estar ayudando,
para mejorar mi familia, mi provincia, mi país, con la educa-
ción totalmente venida abajo aprovechada por unos inescru-
pulosos que juegan con la ignorancia y se adueñan de la co-
rrupción en la cara de toda la sociedad, provocando aulas sin
útiles, maestros sin esperanzas, hospitales sin insumos, enfer-
meros sin oportunidades y un sinnúmero de servicios que bri-
llan por su ausencia?
65. 63
Todo esto me alienta a salir día a día a la calle, a contarle a
la gente que el cambio es posible ¡y que está muy cerca! Que
Mauricio Macri, con la gestión que ha hecho desde su llegada
a la política, su gran equipo y sus grandes capacidades para re-
solver problemas a los vecinos (con aciertos y errores), pueden
mejorar la calidad de vida de los todos los argentinos.
66.
67. “Tengo un sueño, un solo sueño, seguir soñando.
Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad
y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas.”
Martin Luther King
Federico Rossano
@ffico
68.
69. 67
Soy Federico Rossano, me dicen Fico, tengo 23 años, nací y
vivo en Quilmes. Estudio marketing y soy hincha de River.
Entiendo la política como la herramienta para poder trans-
formar la vida de la gente. Decidí participar porque creo que
no podemos seguir depositando nuestro futuro en manos de los
mismos de siempre.
Me sumé al PRO a fines de 2012, en un contexto donde el
rumor de la re-re era fuerte. Sentía que no podía permitirlo, que
no podía quedarme de brazos cruzados y, de alguna manera, te-
nía que aportar mi granito de arena.
¿Por qué el PRO? Porque vi una nueva forma de hacer polí-
tica: poniéndonos al servicio de los vecinos para brindarles res-
puestas concretas a sus problemas y alejándonos del viejo dis-
curso que se basa en armar un relato lejos de atender las nece-
sidades de la gente.
Entendí que cuando hay compromiso, decisión, voluntad,
ganas, trabajo y equipo se pueden lograr muchas cosas.
Vi en Mauricio Macri una persona capaz, que sabe gestionar
y armar buenos equipos que pueden lograr un verdadero cam-
bio. Lo hizo con las inundaciones, cuando parecía que la ciu-
dad estaba condenada a inundarse ante cada tormenta. Lo hizo
con la educación, donde logró una revolución educativa que le
puso fin a la emergencia edilicia, a los paros y a las tomas de
alumnos.
Pero no lo hizo solo. Lo logró sabiendo armar un gran equi-
po para cada problema. Y eso para mí es muy importante. No
existen lo líderes mesiánicos, ni las almas iluminadas. Todo se
hace mejor en equipo.
Otro motivo por el cual elegí estar en el PRO es por la cerca-
nía como valor. Siento que es muy importante estar cerca de la
gente, escucharla, tomar nota de lo que quiere, sus sueños, sus
problemas y poder hacer algo.
70. 68
La política está para servir y no para servirnos de ella. No
tengo dudas de que desde el PRO podemos aportar frescu-
ra a la sociedad y brindarle las herramientas necesarias para
desarrollarse.
Desde la juventud venimos a romper con los viejos paradig-
mas y ocupar un rol fundamental para el cambio que queremos
lograr. Y para eso es importante que nos animemos a partici-
par todos.
71. “Nuestra gloria más grande no consiste en no haberse caído
nunca, sino en haberse levantado después de cada caída.”
Confucio
Jorge Roldan
@JorgeBRoldan
72.
73. 71
Cuando uno hace un repaso de por qué se metió en política,
se da cuenta de que hay hechos concretos que cambiaron el
rumbo de su vida. Estando en la ciudad de Paraná por el año
2009 viví una experiencia que le toca pasar a todo joven en esta
ciudad: ¿qué hago una vez que termine de estudiar?
Dentro de mi grupo de cinco amigos, tres eran estudiantes
de Agronomía y dos nos volcamos a las Ciencias Sociales. En
ese momento me di cuenta de que en Paraná, y también en En-
tre Ríos, había poca salida laboral: tener un comercio, vivir del
campo o tratar ser empleado estatal. Cuando entrás en ese mo-
mento incierto de tu vida, al igual que la mayoría de tus amigos,
tenés que tomar una importante decisión. La mía fue dejar mi
ciudad y probar suerte en donde dicen que Dios siempre atien-
de: la ciudad de Buenos Aires.
Recuerdo que mi vieja no quería saber nada, me decía con
lágrimas en los ojos que era una ciudad insegura y que me iban
a robar. En cambio, mi viejo, un hombre más duro, me dijo que
aprovechara mi oportunidad.
Gracias a una persona, que es el principal responsable de
que hiciera mis primeros pasos en la política, mi tío Gus, que
me presentó a una gran mujer, con valores y principios extraor-
dinarios que me incentivaron a realizar lo que siempre me gustó
y no supe cómo exteriorizarlo, que es ayudar a los demás. Gra-
cias a la diputada Cornelia Schmidt-Liermann, mi segunda ma-
dre adoptiva, me fui interesando en la política y en cómo trans-
formarla en una herramienta para cambiar la vida de las per-
sonas. Lo que nunca imaginé fue que ese comienzo me llevaría
a conocer a varios jóvenes con las mismas preocupaciones de
uno; y que junto a ellos podría replicar en distintos puntos del
país que un cambio es posible.
Dentro de esos jóvenes apareció un gran amigo, también pa-
ranaense y con muchas ganas de cambiar la vida de las perso-
nas de nuestra ciudad. Con Emanuel fui aprendiendo muchas
cosas de la política. Él llevaba un par de años en esto más que
74. 72
yo, pero compartíamos las mismas ganas de trabajar duro para
conseguir ese anhelado cambio.
De las variadas recorridas y actividades que fuimos haciendo
me quedaron increíbles recuerdos, pero siempre hay uno que te
marca y te deja anonadado. Recuerdo que habíamos consegui-
do que el Polo Circo de la CABA fuera al Teatro Rex de Para-
ná e invitamos a todos los chicos de dos barrios muy humildes,
Bajada Grande y Barrio San Martín, llamado popularmente el
Volcadero, donde se tiran todos los residuos de la ciudad y la
gente vive de esa basura. Esa tarde hicimos una vaquita con to-
dos los chicos de la Juventud Pro Paraná y compramos más de
setenta bolsas de pochoclos (acá le decimos así… ja, ja) para re-
partirles a los chicos mientras gritaban con cada truco del circo.
Mientras todos se entretenían con el espectáculo, me acer-
co a Isabel, responsable mayor de los chicos del Volcadero y
mamá de cuatro de ellos, y le digo qué hermoso recuerdo les
va a quedar a los chicos. Ella, con lágrimas en los ojos, me dice
que nunca va a olvidar lo que hacemos por su barrio y por cada
gesto que teníamos, pero que tenía un miedo: que hiciéramos
como hicieron todos los políticos, que porque se venía la época
de campaña nos aprovecháramos de la situación de vulnerabi-
lidad de ese barrio y una vez finalizado todo nos olvidáramos
de ella como habían hecho todos los políticos. En ese momen-
to se me estremeció el corazón; un terrible nudo en la garganta,
que no sabía cómo expresarle que era lo que más repudiaba de
esos, que se dicen llamar políticos y solo se preocupan por sus
intereses personales.
No me canso de decir en cada lugar que recorro que nos
pueden llamar como quieran: los chicos chetos, los de derecha,
los de plata y otras grandes chicanas. Lo cierto es que dejamos
todo en cada barrio que visitamos y demostramos que somos
todo lo contrario. De a poco se está evidenciando que somos el
gran cambio que necesita nuestra sociedad. Y que en cada lugar
que recorremos, nadie nunca me preguntó si para solucionarle
75. 73
sus problemas iba a utilizar teorías de izquierda o de “nuestra”
derecha. Es más, siempre me pregunto, y les pregunto: ¿qué es
ser de derecha? Es tan trillado ese ataque, que varios los repiten
sin tener idea de su significado.
Cansado de tantas chicanas y de poco compromiso de los
políticos, decidí aportar mi granito de arena y dejar una huella
en la historia. Para ello, elegí el PRO y a Mauricio.
Estoy convencido de que él es el mejor candidato para que la
Argentina cambie de una vez por todas. Y no solo lo digo por
su persona y por los ideales que representa, sino también por
su gran equipo de trabajo. Existe un excelente grupo humano
que está integrado por varios jóvenes que tienen como objeti-
vo primordial la búsqueda del bienestar del otro, sin intereses
personales, y acompañados con valores como la honestidad, la
sinceridad y el respeto.
Y si ese anhelo que tenemos todos de que gobernemos este
país solo es un sueño y no se puede alcanzar en este 2015, estoy
convencido de que este equipo nunca bajará los brazos y siem-
pre irá por más.
76.
77. “El triunfo político es la suma del sentido común
y la capacidad de liderazgo.”
Enrique Tierno Galván
Josías Mescher
@JosiasMescher
78.
79. 77
Me llamo Josías Eduardo Mescher, nací en Posadas, Mi-
siones. Mi papá es técnico en periodismo y mi mama es
maestra jardinera.
Tuve la oportunidad de crecer en un hogar en el cual las
charlas, los mates y el compartir eran algo cotidiano. Mi familia
se completa con mis dos hermanas, Melody y Ruth.
Me tocó vivir de manera consciente, siendo adolescente, la
crisis de los años 2000. Recuerdo como si fuera hoy los cacero-
lazos y las marchas para que “Se vayan todos”.
En lo personal, eso me ayudó a crecer, porque fue en la épo-
ca en que tuve que aprender a cocinar, ya que mis padres traba-
jaban todo el día.
Luego de esa experiencia, por el año 2003, viviendo como
hoy, en la ciudad de Leandro N. Alem, Misiones, comencé a
participar en política colaborando con mi papá, quien junto a
mi tío comenzó a militar activamente en el Partido MID (Movi-
miento de Integración y Desarrollo), y fui creciendo, apasiona-
do principalmente por las ideas del desarrollismo, encarnado en
figuras como Rogelio Frigerio y Arturo Frondizi.
Desde temprana edad salí a visitar a los vecinos con folletería e
instructivos relacionados con las ideas que proponíamos para lo-
grar el apoyo a nuestros candidatos desarrollistas, entre otros mis
propios padres, entendiendo el valor de la cercanía con la gente.
Con el correr del tiempo fui descubriendo una vocación po-
lítica que me llevó a estudiar la carrera de abogacía y a poder
tener mejores herramientas para desarrollarme en este ámbito.
Después de participar en distintos espacios políticos tuve la
oportunidad de conocer a gente que me impulsó, que me motivó
a sumarme a su equipo abriéndome puertas, y hoy me encuen-
tro trabajando activamente en el PRO de la provincia de Mi-
siones, siendo privilegiado por el apoyo de la juventud, gracias
al cual sirvo y milito como presidente de Jóvenes Pro Misiones.
80. 78
¿Cuáles fueron las motivaciones que me llevaron a partici-
par en el PRO?
Descubrí que este espacio representaba los valores e ideas
que me identificaban, pero por sobre todo la búsqueda de for-
mar equipos, entendiendo una nueva manera de hacer política:
la unidad de los argentinos, la recuperación de la verdadera de-
mocracia y entender que la política tiene que estar al servicio
de la gente, sin agresiones, con diálogo, con oportunidades para
los que de verdad aman a este país y quieren progresar, sin pre-
bendas y con ganas de trabajar; la oportunidad de volver a co-
nectarnos con el mundo, a través de intercambios de tecnología,
comercio, culturas, etc.
¿Cuál es mi objetivo como persona y como dirigente juvenil?
Mi objetivo es lograr, con el apoyo de los jóvenes del PRO en
Misiones, formar y consolidar equipos de trabajo en cada uno
de los setenta y cinco municipios de la provincia. La preocu-
pación es tener un nuevo modelo de provincia y de país. Creo
que en este sentido, los jóvenes pueden ser protagonistas de este
cambio.
Quiero trabajar por una Argentina mejor, en la que valga la
pena vivir, no solamente pensando en las futuras generaciones,
sino en el hoy, en el día a día.
Estoy convencido de que la única manera de cambiar las co-
sas es involucrándome. Y creo que la política es la herramienta
que permite construir y desarrollar todas aquellas ideas que de
otro modo no serían posibles.
Como persona, como joven, me involucré porque quiero
aportar a mi provincia, poder contagiar el entusiasmo y las ga-
nas de tener un país mejor, entender que no alcanza con lo que
tenemos hoy, que podemos mejorar nuestra realidad.
Pero eso solo se logra si nos ponemos de acuerdo y trabaja-
mos juntos, enfocados en lo que tenemos que hacer, comenzan-
81. 79
do desde la casa, rescatando los valores que se fueron perdien-
do, comprendiendo la importancia que debería tener la familia
dentro de nuestra sociedad.
Estoy convencido de que estamos viviendo un fin de ciclo,
así como el retorno de la democracia en el año 1983, como
cuando colapsó nuestro país en 2001, hoy tenemos la oportu-
nidad de tener un nuevo comienzo, y es el momento de ser pro-
tagonistas, si cada uno de nosotros, convencidos de que pode-
mos estar mejor, transmite un mensaje de esperanza, de futuro,
y pasamos de la mera opinión a la acción. Como dijera una vez
Martin Luther King, la pregunta más urgente y persistente en la
vida es: ¿qué estás haciendo por los demás?
Esa es mi motivación: ayudar al prójimo, trabajar por un
futuro y también por un presente con verdaderas posibilidades
para todos. Pero eso no lo voy a lograr solo, por eso te invito a
que te involucres, a que participes, en la escuela, en el club del
barrio, con tus vecinos, y que te sumes a esta causa si de verdad
creés que las cosas se pueden cambiar y que podemos construir
la Argentina que soñamos, para que juntos, en equipo, luche-
mos día a día con la convicción de que si hacemos lo mejor, al
finalizar, estaremos satisfechos de haber colaborado con nues-
tro granito de arena para lograr ese país que queremos.
82.
83. “No esperes resultados distintos
si haces siempre las mismas cosas.”
Albert Einstein
Juan Gowland
@JuanGowland
84.
85. 83
Mi nombre es Juan Gowland. Me gusta pensar que la voca-
ción política es una forma de ver y vivir la vida. Es apa-
sionante, desgastante, frustrante e increíblemente gratificante.
Ser joven y político es aceptar que uno es y será una minoría; es
sentarse a tomar una cerveza en un grupo de diez amigos y ha-
blar de lo que nadie quiere escuchar. Así fue que fui el único de
mi año (aproximadamente egresamos ochenta) que decidió es-
tudiar ciencia política.
Empecé como voluntario en distintas ONG y actividades so-
ciales, siempre relacionadas con el catolicismo: misiones en ciu-
dades de distintas partes del país, caminatas a la noche dándo-
le de comer a gente en situación de calle, talleres de arte en la
Fundación Cosechando Alegría, hacer la tarea con chicos en el
hogar Albisetti, etc. Si bien me gustaba sentir que estaba ayu-
dando a construir una mejor comunidad, sentía que me faltaba
algo. Algo más, más profundo y estructural. Como a casi todos
los que pasamos de la actividad social a la política, creo que
lo que nos mueve al cambio es el impacto. La política permite
poder impactar en la vida de miles de personas. Por eso es tan
importante.
Mi primer acercamiento a la política partidaria fue justa-
mente en una campaña. Mi hermano se presentó en 2007 como
candidato a diputado nacional y, sin entender mucho, lo empe-
cé a ayudar repartiendo folletos en las esquinas, acompañán-
dolo en las actividades. Era justo el año en que yo empezaba a
estudiar ciencia política. Pensé que estudiarla me haría ser po-
lítico, pero nada más alejado de la realidad. Me tocaron cuatro
años de mucho estudio en una universidad (San Andrés) donde
se cursaba doble turno, justamente para evitar que uno trabaja-
se. Estaba pensada para que uno pusiera el 100% de la atención
en sus estudios. Fue una etapa que disfruté mucho. Me permi-
tió desarrollar muchas capacidades que (ahora que lo analizo
con algo de perspectiva) hoy son impensadas, dada la exigencia
de tiempo que nos requiere este trabajo. Pero también acumulé
mucha ansiedad por meterme a militar. Fue así que en 2010 mi
86. 84
hermano decide abrir un local partidario y me ofrecí a convo-
car a distintos jóvenes a ser parte del PRO.
Fue así que empezamos a crear nuestro grupo (PRO LIBER-
TAD), que se nutrió de jóvenes con una increíble vocación de
servicio. Siempre digo que en ese año en el local teníamos un
grupo de diez/quince personas, de las cuales ninguna trabajaba
en el Estado. Todos nos acercamos a la política porque quería-
mos aportar. Sentíamos que teníamos que dar nuestro tiempo
para cambiar la realidad de nuestro país. También digo con or-
gullo que la mayoría de nosotros decidió manifestar su voca-
ción en la acción, trabajando en el Gobierno de la Ciudad. De-
cidimos ser parte de lo que hoy es el mejor gobierno que tuvo la
ciudad de Buenos Aires y cada uno aportó su granito de arena.
Volviendo a mí, me tocó ser parte de la comisión de la con-
ducción de Jóvenes Pro Capital. También estoy actualmente es-
toy en la comisión directiva de un increíble grupo político que
es La Generación y soy secretario de formación política de Jó-
venes Pro a nivel nacional. Si bien tuve siempre roles de lideraz-
go, me tocó aprender muchísimo de muchos jóvenes que deja-
ron su huella en este partido. Ese es el éxito de toda organiza-
ción: la capacidad de transmitir valores que trasciendan a las
personas.
Entiendo la política como un servicio que tiene que estar
orientado a transformar la realidad, y sobre todo la de los sec-
tores más excluidos. La pregunta de este libro es la clave para
cualquier cosa que uno emprenda: si uno lo hace sin un sentido,
la vida se nos torna vacía; se automatiza. Siempre que me toca
conversar con alguien que recién se suma, lo primero que le pre-
gunto es por qué se decidió a participar. La respuesta a por qué
decidimos ser parte es lo que nunca tenemos que olvidar y es lo
primero a recordar en los momentos difíciles.
Uno de los principales desafíos que emprendimos con un
gran equipo de jóvenes PRO fue trabajar en la identidad. Nos
propusimos debatir con todos los jóvenes del PRO del país
87. 85
el para qué estamos en política y cuáles son nuestros valores,
nuestras ideas, nuestras propuestas y cómo las vamos a llevar a
cabo. Nos propusimos trabajar nuestra identidad de forma co-
lectiva porque entendemos que la política también se construye
de forma horizontal. Nos propusimos ser la generación del me-
jor candidato a presidente de la historia de este país.
Hoy somos miles los jóvenes que creemos que se puede ha-
cer política de otra manera y que no estamos condenados a vi-
vir en un país con dirigentes que hacen de la mentira una polí-
tica de Estado. Queremos un Estado que esté al servicio de la
gente con dirigentes que sepan dialogar y den oportunidades
para que los argentinos podamos desarrollar nuestro potencial.
Mi agradecimiento a todos aquellos que me enseñan día a
día y a este gran partido que busca transformar este gran país.
Ojalá seamos cada día más. Depende de todos.
88.
89. “El mundo no será destruido por las personas que hacen el mal.
Sino por las que se sientan a ver lo que pasa.”
Albert Einstein
Juan Manuel Fernández
@juanmafad
90.
91. 89
Mi nombre es Juan Manuel Fernández Alves Dacunha, ten-
go 28 años y me gradué de abogado en la Facultad de De-
recho de la Universidad de Buenos Aires con especialización en
Derecho Administrativo. Trabajo en la Legislatura de la Ciu-
dad Autónoma de Buenos Aires hace ocho años en proyectos
relativos a la cultura, la educación y la vivienda.
Sin ánimo de convertir este relato en autobiográfico, me gus-
taría compartir con el lector aquellas características personales
que creo mejor me describen, a los efectos de entablar, aun des-
de estas palabras, un vínculo directo entre ambos.
Provengo de una familia de clase media, en la cual hombres
y mujeres eran el sostén del hogar, lo cual me ha impregnado un
profundo respeto y reconocimiento hacia el rol de la mujer en
la sociedad en perfecta igualdad con los hombres.
Mis abuelos llegaron desde diversos puntos del viejo con-
tinente buscando un país seguro y próspero en donde formar
y hacer crecer a su familia. Mis padres, por su parte, han sido
los primeros profesionales de la familia, logro alcanzado luego
de muchísimo sacrificio pero siempre con la mirada puesta en
darles a sus dos hijos las mejores posibilidades para crecer y
progresar. Las dos generaciones, en contextos muy diferentes,
mantenían un mismo faro, el construirse un mejor futuro para
su familia.
Seguramente algo de esa convicción haya hecho mella en mí,
pero he llegado a la conclusión de que ese progreso familiar de
mis abuelos y mis padres que yo pretendo ofrecerles a mis hijos
no voy a encontrarlo mirándome el ombligo, porque hoy ese fu-
turo no solo está amenazado por poder competir en las mejores
condiciones en el mundo del trabajo, sino por un contexto so-
cial y cultural propio de nuestra realidad argentina que amena-
za a diario ese futuro.
Una realidad jaqueada por la inseguridad, la marginalidad,
el narcotráfico, la corrupción, el constante deterioro de los va-
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lores culturales y donde la educación ha dejado de ser un fac-
tor de equidad e igualdad de oportunidades y ha pasado a ser
un proceso de profundización de la brecha entre aquellos que
tienen más y quienes tienen menores oportunidades de progre-
so. En nuestro país, y con profunda tristeza lo afirmo, muchos
argentinos están condenados desde antes de nacer a una vida
sin futuro.
Desde muy chico me involucré en diversos programas de
Asociación Conciencia, una organización de la sociedad civil
orientada hacia el fortalecimiento de la sociedad civil, la in-
clusión y equidad educativa. Allí me enseñaron que había que
echar por tierra aquella frase trillada de que “los jóvenes son el
futuro” y comenzar a reemplazarla por otra que diga que “los
jóvenes son actores y protagonistas del presente”.
De esta forma entendí, luego de una profunda crisis voca-
cional al terminar mi escuela secundaria en un colegio indus-
trial, que debía comprometerme en transformar esa realidad
que amenazaba mi futuro. Y la única forma de lograrlo era en-
tendiendo que los cambios debían producirse desde adentro,
metiéndose en el barro.
Así se inicia un camino que vengo recorriendo hace ocho
años en el sector público y la militancia partidaria dentro del
PRO, que ha sido y sigue siendo el espacio en donde todos los
días se ponen en jaque las lógicas con las que la política tradi-
cional viene administrando los destinos de nuestro país. Difícil-
mente podamos lograr algo distinto con las recetas de siempre.
El PRO no es el partido perfecto. Tiene sus discusiones, pro-
cesos internos y sus crisis como toda organización política y so-
cial. Pero más allá de eso, ha logrado derribar todos los prejui-
cios que yo tenía sobre la política al momento de abrir la puer-
ta y entrar.
Recuerdo que cuando comencé a trabajar en la Legislatu-
ra Porteña, muchos nos señalaban con el dedo tildándonos de