1. Es cierto que todos somos hábiles lectores a partir de unos artefactos y lo somos menos
con otros. Los que no somos nativos digitales con frecuencia tenemos problemas para
adaptar nuestra forma de lectura tradicional a los nuevos dispositivos y modelos de lectura .
Estamos descubriendo realidades interesantes como la concisión, la claridad, la rapidez,
más aún que la fuerza de la imagen, para comunicar; la facilidad y la inmediatez para
acceder a cualquier conocimiento; el inagotable fondo de páginas a las que podemos
dirigirnos para saciar nuestra necesidad de conocimiento.
2. Sin embargo, con frecuencia, todas estas posibilidades que parecen tan amplias, acaban
convirtiéndose en limitadoras. Estas páginas digitales son geniales para el intercambio y la
recogida de información directa, inmediata y funcional. A mis alumnos suele costarles
menos que a mí hallar la información concreta clave de un servicio: inmediatamente saben
cuánto cuesta, qué beneficios ofrece en puntos, megas o gratuidad, dónde localizar el
servicio o cómo contratar.
3. Pero cuando de lo que se trata es de textos que requieren análisis de la conducta humana,
interpretaciones del mundo, del hombre, o del yo, entonces se invierten los términos,
obviamente porque los viejos llevamos toda una vida de experiencia lectora no solo en el
papel sino también en el mundo, pero también, y eso es lo importante, porque tenemos
altas capacidades lectoras en estos modelos textuales.Desarrollar esas capacidades en los
alumnos es fundamental, y aunque entiendo la importancia de que se desenvuelvan bien en
los nuevos modelos textuales, no lo es menos que adquieran las mismas capacidades en
los textos literarios, en tanto que textos reflexivos sobre la condición humana, con la que
tendrán que convivir en una sociedad -aunque esta sea también, de bienes y servicios.
4. Disiento de Cassany en relación a su visión de la falta de respeto de la escuela por lo
vernáculo que leen nuestros alumnos; los profesores apreciamos profundamente a todos
aquellos alumnos que son capaces de leer por sí mismos independientemente de las
prescripciones escolares (tal vez porque en mi entorno educativo sea una práctica con un
índice de frecuencia muy bajo) y no sólo no prejuzgamos sus modelos lectores, sino que
angustiados por conseguir que lean algo, (ya que leer es verbo transitivo) hemos dejado de
lado los textos académicoss y estamos dando amplia cabida a los textos que nuestros
alumnos nos proponen. Es decir, no solo no ignoramos sus lecturas, sino que en muchos
casos hemos sustituido las nuestras por las suyas.
5. Este es un grave problema, pues lo adolescentes, muy a menudo, en lectura como en todo,
están dispuestos a consumir hasta hartarse aquello que les gusta y a hacer ascos, remilgos
y desprecios ante todo aquello que es nuevo o desconocido.
El eterno problema para los profesores es el encontrar unas lecturas en las que se combine
la amenidad, el gancho y el tirón para atrapar a los alumnos, con la calidad, la complejidad y
la riqueza literaria. Aún hoy, me comentaba una compañera jovencísima, que ha aceptado
que una alumna de 12 años expusiera en clase Cincuenta sombras de Grey como lectura
voluntaria.
Tal vez deberíamos tener en cuenta que la sensibilidad literaria, como todas las demás
sensibilidades, se educa y se constituye en función de lo que consumimos, si abusamos de
las lecturas que aportan grasa mental, muy probablemente, cuando necesitamos que
tengan una mente ágil y sensible para leer obras superiores, no lo habremos constituido.
6. Es importante considerar que los alumnos, como cualquier ser humano normal, rechazarán
todas aquellas lecturas que les supongan un gran esfuerzo y una débil recompensa, por eso
el papel fundamental del profesor y de los departamentos de lengua, es ir constituyendo un
plan lector del centro, un corpus de lecturas que además de ser gratas, esté bien calibrado,
de forma que ni supere las capacidades del alumno ni las minusvalore y que le vayan
preparando para ir alcanzando niveles lectores de mayor complejidad. En suma, un plan
que permita a los alumnos leer acorde con los intereses de su edad, y no varios estratos por
debajo, pues su edad lectora está muy por debajo de su edad vital.
Cuando esto se alcanza y oímos en la escuela, después de una lectura obligatoria aquello
de: “¡Ay! La he disfrutado muchísimo y eso que pensaba que iba a ser muy aburrida”, los
profesores tenemos la sensación de plenitud: alguien más ha descubierto la posibilidad del
placer artístico e intelectual. Misión cumplida.
7. Es importante considerar que los alumnos, como cualquier ser humano normal, rechazarán
todas aquellas lecturas que les supongan un gran esfuerzo y una débil recompensa, por eso
el papel fundamental del profesor y de los departamentos de lengua, es ir constituyendo un
plan lector del centro, un corpus de lecturas que además de ser gratas, esté bien calibrado,
de forma que ni supere las capacidades del alumno ni las minusvalore y que le vayan
preparando para ir alcanzando niveles lectores de mayor complejidad. En suma, un plan
que permita a los alumnos leer acorde con los intereses de su edad, y no varios estratos por
debajo, pues su edad lectora está muy por debajo de su edad vital.
Cuando esto se alcanza y oímos en la escuela, después de una lectura obligatoria aquello
de: “¡Ay! La he disfrutado muchísimo y eso que pensaba que iba a ser muy aburrida”, los
profesores tenemos la sensación de plenitud: alguien más ha descubierto la posibilidad del
placer artístico e intelectual. Misión cumplida.