El documento describe las prácticas de las compañías farmacéuticas que ponen sus intereses económicos por encima de la salud pública. No comercializan medicamentos en países pobres cuando no son rentables, y presionan a gobiernos y agencias reguladoras para acelerar la aprobación de nuevos fármacos y maximizar sus ganancias, a veces sin una evaluación adecuada de su seguridad y eficacia. También influyen en políticas a través de grandes donaciones a campañas y grupos de presión.
1. estrategia de miedo globalizada7 (Jürgenson, 2002:98-102), hace que estos países no cuestionen la
hipótesis vírica del SIDA, solo quieren entrar a consumir lo mismo que los países enriquecidos. Sin
embargo, con la diferencia de que los precios del tratamiento del SIDA en un país empobrecido necesitan
el salario de veinte años de un afectado para hacer frente su pago, de doce meses de tratamiento. El
tratamiento de un paciente de SIDA durante un año cuesta 24 veces la renta anual de Zimbabwe. Las
farmacéuticas no rebajan los precios de sus medicamentos y aún cuando así lo parece al alcanzarse
acuerdos puntuales, Médicos sin Fronteras denuncia la publicidad engañosa que Merck y Roche hacen
de esas rebajas que bien por las divisas o por la falta de disponibilidad del producto, nunca se llegan a
producir (Jara, 2007:.253). Es por ello un hecho el que las compañías farmacéuticas dejan de
comercializar productos eficientes para la salud sin no son rentables a sus intereses, como en el caso del
tratamiento para la enfermedad del sueño transmitida por la mosca Tse-tsé. Esta enfermedad mata unas
150.000 al año en África, pero el tratamiento es muy caro para estos países, por ello su producción y
comercialización fue abandonada. Los derechos del medicamento fueron cedidos a la OMS, que tampoco
encontró la manera de comercializarlo de nuevo. (Jara, 2007:286). Este dato hace pensar y cuestionar si
es la preocupación de la salud de los habitantes del mundo la gran prioridad de la Organización Mundial
de la Salud.
También ocurre que productos comercializados en el resto del mundo no lo estén en los países
empobrecidos, es el caso del fármaco antirretroviral Kaletra de la casa Abbott, en su versión actualizada
que no necesita refrigeración. Sería de gran utilidad desde el punto de vista de la hipótesis vírica, para el
continente africano, debido a las elevadas temperaturas, y a la interrupción sistemática del suministro
eléctrico donde lo hay. Sin embargo, la compañía se ha negado a comercializarlo en este continente, la
lógica obedece a apuntar por falta de rentabilidad. (Forcades, 2006: 12)
7 El caso de la “gripe aviar” y el negocio del Tamiflu viene a colación, si bien este medicamento nunca se comprobó
como específico para el tratamiento de esta gripe, se publicitó como tal y la generación de alarma social
internacional consiguió que sus ventas se dispararan. Intereses más allá de los puramente sanitarios y humanitarios
parecen deducirse de la estrategia. Cabe recordar que Bush se encargó de esparcir el miedo a la población mundial,
a través de su secretaria de Estado Condolezza Rice y el Director General de la OMS. Recordar que Donald
Rumsfeld fue el máximo responsable de Golead Sciences, la original propietaria de Tamiflu, hasta ser nombrado por
Bush Secretario de Defensa., siendo en la actualidad uno de los mayores accionistas de la compañía. Las acciones
de Golead pasaron de valer 7 dólares a valer 60. ¿Interés económico o casualidad? Véase: “La gripe aviaria, el
Tamiflu y el negocio del miedo” Discovery Salud, nº82, abril 2006.
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2. La importancia de las multinacionales farmacéuticas excede el beneficio puramente económico,
para consolidarse como grupo de presión y poder activo en política. Son fundamentales en la erección de
los gobiernos al ser responsables financiadoras de sus campañas electorales. En 2002, el partido
republicano candidato a las presidenciales de Estados Unidos, recibió más de 30.000.000 dólares
provenientes de esta industria, especialmente de Lully Bristol_Myers, Squibb, Pfizer y GlaxoSmithKline.
Estas empresas deseaban hacer frente a la supuesta bajada del precio de medicamentos dispensados
con receta que se planteaba llevar a cabo.. El partido Republicano ganó las elecciones y en el Boletín
Fármacos, volumen 6, número 1 de enero de 2003 apareció “el resultado de las elecciones de noviembre
le da más poder a la industria”. Existe una simbiosis, necesidad y apoyos mutuos entre la política y la
industria para la defensa de los intereses de cada uno. Lo cierto es que en la lista Fortune 500 que
registra cada año las empresas y personas más ricas del mundo, la industria farmacéutica suele aparecer
a la cabeza. Si en los últimos años los beneficios de las empresas de esta lista han disminuido en un
50%, para los diez líderes de farmaindustria las ganancias han seguido aumentando más del 30%.
La FDA se comprometió a la aceleración del proceso de aprobación de nuevos medicamentos.
Desde 1993 la industria farmacéutica paga unas cuotas para acortar el tiempo e aprobación, aunque aún
se tarda un año. Los pagos de las compañías suponen unos 332.000.000 dólares, la mitad de lo que
cuesta el proceso de aprobación. (Jara, 2007:283). Albert Figueras profesional del Departamento de
Farmacología Clínica de la Universidad Autónoma de Barcelona afirma:
“Algunas agencias, por ejemplo la peruana, se comprometieron a dar el resultado en 15
días o menos. Naturalmente, este país se ha convertido en un colador de fármacos,
porque además, el sistema se basa en el silencio administrativo: no respuesta es igual a
autorización. No hace falta tener mucha imaginación para entender cómo está el
mercado peruano de fármacos sin eficacia, medicamentos con una aptitud poco
probada y productos nuevos o de yo también. Todas las moléculas que son el último
grito las tiene Perú: el antihipertensivo más moderno o el hipolipemiante de recién
creación. Estos medicamentos no son los que más falta hacen en ese país.” (Jara,
2007:284)
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3. 4.3.2.2. La recámara de las compañías farmacéuticas. Ejemplo de la Wellcome
Martin Walker en su libro Dirty Medicine (Medicina sucia) narra los avatares de la industria
farmacéutica, se recoge a continuación la parte relacionada con la compañía Wellcome a modo de
ejemplo. (Manero, 94:139-144)
Las inversiones de Rockefeller en la investigación y educación médicas en Gran Bretaña se
remontan a los años 20, tras las recomendaciones de Abraham Flexner a la Haldane Commision de la
Universidad de Londres, el dinero de Rockefeller se fue extendiendo hacia el Colegio Universitario de
Londres, la Universidad de Gales y la Universidad de Cambridge. En 1921 creó una nueva escuela de
medicina tropical e higiene en la Universidad de Londres. Desde entonces se organizó entre Rockefeller,
La universidad y el gobierno británico toda una red de hospitales en Londres. Se siguió el modelo
estadounidense que combinaba enseñanza, investigación y clínica. Así, a finales de la Segunda Guerra
Mundial, la red de hospitales británica estaba financiada por capital estadounidense, quedando influidas
por la percepción de la investigación médica de Rockefeller quien en 1950 financiaba becas de formación
en 31 cátedras en los colegios médicos británicos. También se puso en marcha la Medical Research
Council que velaba por la vigilancia de los métodos de investigación.
Hasta los años 30, las fundaciones privadas británicas no estaban interesadas en la medicina. El
Wellcome Trust británico cubrió este vacío en 1936. La Wellcome y Rockefeller eran dos empresas
americanas se empezaron a asociar en políticas comunes en educación e investigación médica, por lo
que en los años 50 sus cuadros técnicos se solapan.
La companía Wellcome fue fundada en 1880 por dos farmacéuticos norteamericanos, Henry
Wellcome y Silas Borroughs. Cuenta con un eje angloamericano, sus asuntos legales fueron llevados en
los años 30 por la firma Sullivan y Cromwell, una de las firmas de abogados más influyentes de Nueva
York y uno de los pilares de Rockefeller, sus abogados John Foster y Allen Dulles terminaron siendo
Secretario de Estado en la guerra fría y director de la CIA respectivamente. Su estructura incluye la
manufactura de medicamentos (Wellcome Foundation), funciones administrativas (Unicorn House) y
centro de operaciones financieras (Wellcome Trust). Hasta 1986 el trust controlaba el 100% de las
acciones de la compañía productora de medicamentos, entonces vendió el 25% de Wellcome plc., y la
compañía productora pasó a llamarse Wellcome Foundation. En julio de 1992 el trust redujo su
participación en la fundación un 40%. La Wellcome cotizaba en bolsa cada vez más fuerte, de forma que
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4. su beneficio por acción pasó de ser de 7,8 peniques en 1986 a 36,3 1992. Las ventas de medicamentos
para humanos se duplicaron en este período de tiempo, abandonando el mercado animal. En los 80 los
productos que comercializaban eran preparados para la tos y constipado, seguidos de los
antihistamínicos y esteroides. A principio de los 90 el mercado dio un vuelco importante. Tras la crisis de
los 80 en la que hubo restricciones por parte del gobierno británico en la compra de medicamentos, el
mercado cae, pero surge otra división en 1982, Wellcome Biotechnology que irá teniendo cada vez más
importancia. En 1990 el mercado se nutre ante todo con la investigación y producción de antivirales,
especializados en el virus del Herpes y en el VIH, pasando estos medicamentos a ser líderes en
producción, ventas y marketing (Zovirax y Retrovir (AZT)) .
En 1990 un nuevo director John Robb dejó clara su prioridad por los medicamentos rentables
que por la opción científica. Se generó un emergente desarrollo comercial gracias a los gobiernos
británico y estadounidense que obedece a los interesases políticos y económicos de Rockefeller. Es
curioso como Sir Alistair France pasara de director de Río-Tinto-Zinc (empresa de armamento) a
presidente de la Wellcome Trust en 1985. La Comisión Trilateral es una institución creada a principios de
los años 70 por David Rockefeller, formada por industriales, académicos y políticos expertos en
relaciones internacionales. En los 80 comenzó su expansión a los países de Europa Oriental y Japón.
En 1973 la Wellcome estuvo involucrada en conflictos de mercado debido a su antibacteriano
Septrin, que fue criticado por algunos científicos al no resultar muy seguro. En los 80 crearon una vacuna
contra el constipado por la que sufrieron denuncias por los efectos colaterales de la misma, al no resultar
una vacuna segura. Kenneth Best, un niño de 23 años con edad mental de 12 meses fue indemnizado
con 2,75 millones de libras. El Retrovir (AZT) ha recibido el mismo tipo de críticas.
Asimismo, el grupo de trabajo All-Party Parliamentary Group on AIDS, un cuerpo influyente
formado por 150 parlamentarios, cuyo objetivo es promover una vigilancia equilibrada y efectiva sobre el
VIH/SIDA, entre 1985 y 1990, ha recibido 65.000 libras de la Wellcome Foundation. En el en cuentro de
1991 del grupo parlamentario organizado conjuntamente con la Medical Research Council, cuatro de los 6
colaboradores estaban vinculados a la Wellcome. Otro recepctor de dinero de la Wellcome Foundation es
la British Medical Association Foundation for AIDS, que recibió una donación de 144.444 libras en 1988.
El polémico libro de Martin Walker ha sido boicoteado y criticado, en especial por Duncan
Campbell, activista político y articulista especializado en prácticas médicas quien tras enfrentarse
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