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A ello se añade que estas pruebas sólo permiten trabajar con secuencias cortas (entre
         200 y 1.000 letras genéticas), no con genomas completos (se dice que el ADN del «VIH» tiene
         9.150 letras) y mucho menos con virus enteros. Es decir, la PCR detecta y multiplica genes
         individuales, no virus y a menudo, solo fragmentos de virus. Por ello cuando detecta dos o tres
         fragmentos genéticos de una docena de genes completos, ello no es prueba de que todos los
         genes o el genoma humano completo o una partícula viral completa esté presente. Incluso una
         persona puede tener un genoma retroviral completo en sus células durante toda su vida, sin
         producir nunca un solo virus. (Maggiore, 2001:68). Quizá sea por esto que la FDA no ha
         aprobado la carga viral PCR como herramienta de diagnóstico, y el CDC reconoce que la
         especificidad y sensibilidad de la técnica son desconocidas, por lo que no se recomienda y está
         autorizada para los procesos de diagnóstico (OMS, 1999) y por lo que la Comisión Nacional de
         Hemoterapia en una reunión en febrero de 1997 haya decidido (en relación con el virus de la
         Hepatitis C, que tampoco ha sido aislado) que la PCR no cumple las condiciones exigidas por el
         Real Decreto correspondiente y no es adecuada para el cribado de las donaciones de sangre
         (Botinas, 1998)16

                  En cualquier caso, el hecho determinante es que hay que conocer previamente la
         secuencia que se va a buscar o multiplicar y puesto que el «VIH» no ha sido aislado no es
         posible preparar sondas o iniciadores específicos.


    d) Fiabilidad de las pruebas diagnóstico

         Lluis Botinas (2007)17 analiza la fiabilidad de las pruebas diagnóstico al 99,9% al 99,8% y al
         99.7%. Se adjunta a continuación el análisis al 99,9%, porcentaje que se utiliza para la
         combinación ELISA-WB.




16 Artículo publicado por Lluis Botinas: “Las «pruebas del SIDA», ¿terrorismo genético?” encontrado en al página

WEB de la Asociación COBRA, ya desaparecida y reconvertida en Plural-21.
17 Artículo disponible en la página WEB de la asociación Plural-21, disponible en: http://www.plural-

21.org/index.php?option=com_content&task=view&id=62&Itemid=



                             Silvia Giménez Rodríguez                    - 174 -
La primera respuesta que viene a la cabeza: “el error es del 0,1%”. Pero no es así. Observémoslo más
de cerca.

Se afirma oficialmente que los tests del SIDA tienen una fiabilidad del 99,9 %, y con esto tanto el
sistema sanitario como la opinión pública creen que son enormemente seguros, casi-casi-casi del 100
%. Así, cuando alguien recibe el diagnóstico de “seropositivo al VIH”, tanto la propia persona afectada
como todo su entorno dan por totalmente cierto lo que los propios médicos y técnicos también creen:
dar positivo a los “tests del SIDA” significa, de manera incuestionable, que “se está infectado por el
VIH”.

Pero la verdad es muy distinta. En realidad, la reconocida falta-de-fiabilidad (o infiabilidad) del 0,1 %
significa que el margen de error que existe al hacer un diagnóstico positivo para la gran mayoría de la
población (es decir, para quienes no forman parte de los grupos de riesgo) es, como mínimo, del 50 %.
Veámoslo.

Dando por cierta la versión oficial basadas en las tres hipótesis según las cuales: a) “el VIH existe”; b)
“el VIH es la causa del SIDA”; y c) “los tests del SIDA son fiables al 99,9 % e indican infección por
VIH”, el razonamiento siguiente demuestra que más de la mitad de los positivos diagnosticados entre
la gran mayoría de la población (es decir, heterosexuales no-drogadictos y no-hemofílicos) en realidad
son falso-positivos. La clave para entender esta aparente contradicción radica en lo que se llama
prevalencia: la frecuencia con que en la población se encuentra la enfermedad que se considera que
detecta el test utilizado. Si la prevalencia es alta, la diferencia entre la fiabilidad afirmada del test del
99,9% y el cien por cien de acierto causará poco error. Pero cuanto menor sea la prevalencia, mayor
será el error generado por la infiabilidad del 0,1 %.

Estudiémoslo en el caso del SIDA. Se dice oficialmente que la prevalencia del VIH en la población
heterosexual sin otro riesgo es del 4 por diez mil en los EE.UU. y un poco mayor en España,
aproximadamente del 5 por 10.000 personas. Claro está, la prevalencia en los grupos de riesgo es
mayor.

Entonces, ¿qué ocurre con los resultados positivos de estos tests presentados como casi-casi-casi
infalibles?



                   Silvia Giménez Rodríguez                    - 175 -
Supongamos que se aplican estos tests fiables al 99,9% (o, lo que es lo mismo, infiables al 0,1 %) a
una población de 100.000 heterosexuales no hemofílicos que no consumen drogas intravenosas.

Por un lado, puesto que se estima que en España la prevalencia del VIH entre estos heterosexuales es
del orden del 5 por 10.000, se supone que en este grupo de 100.000 personas hay 50 positivos
verdaderos.

Pero por el otro lado, al aplicarse unos tests que son fiables en un 99,9 %, habrá un 0,1 % de
diagnósticos erróneos. Luego en esta población de 100.000 personas los tests indicarán 100
seropositivos que en realidad darían negativo si los tests fuesen fiables al cien por cien.

Ahora pueden darse todo tipo de posibilidades dentro de las dos posiciones extremas siguientes:
1.- que los 100 que han dado positivo incorrecto incluyan a todos los 50 seropositivos verdaderos, con
lo cual “sólo” habrá 100 personas diagnosticadas positivas (50 correctamente y 50 incorrectamente), y
2.- que ninguno de los 50 seropositivos verdaderos estén contenidos entre los 100 que efectivamente
dan positivo en los tests, con lo cual 150 personas resultarán consideradas seropositivas (50
correctamente y 100 incorrectamente). En el caso primero, de 100 diagnósticos positivos, 50 son falso-
positivos; luego el error es del 50 %. En el segundo, de 150 diagnósticos positivos, 100 son falso-
positivos; luego el error es del 67 %..En consecuencia, la probabilidad de error de aplicar unos “tests
del SIDA fiables al 99,9 %” a la población general oscila entre el 50 y el 67 por ciento.

El calvario del SIDA empieza cuando la persona da positivo a unos tests que, por la forma como son
interpretados por la versión oficial dominante, implican ser diagnosticado “infectado por el VIH”. Ahora
bien, acabamos de deducir que, en la población general, más de la mitad de los resultados positivos
son falsos.

Al margen de otras importantes razones que aquí no abordo, ésta, basada en la propia versión oficial,
es suficiente para solicitar la prohibición inmediata de la aplicación de “los tests del SIDA”.

Barcelona, 17-3-2005
Lluís Botinas

Fuente: www.plural-21.org



                   Silvia Giménez Rodríguez                    - 176 -
No obstante Botinas considera que si se afirmase que la fiabilidad de un test fuera del 99,8%
        o del 99,7%, procediendo con el mismo razonamiento matemático se llega a la conclusión de que la
        probabilidad de error al aplicarlo a la población general es, respectivamente, entre el 75 y el 80 por
        ciento, y entre el 83,3 y el 84,2 por ciento.


        3.2.3. Conclusión

        La pregunta lógica que subyace a lo anteriormente mencionado es la siguiente ¿Cómo es
posible que los criterios de definición de una enfermedad se modifiquen 4 veces en once años? Esto
supone que según el año de diagnóstico una persona es o no “caso SIDA”. Ahora son 31 enfermedades
más una no enfermedad que es el recuento de T4. Los casos de SIDA sin Virus fueron redefinidos como
“Linfocitopenia idiopática de los CD4” en 1993. ¿Cómo es posible que los criterios de diagnóstico sean
distintos en occidente que en el resto del mundo? Ninguna enfermedad infecciosa tiene una definición
diferente según la parte del mundo donde se encuentre. Los criterios para diagnosticar la enfermedad en
los países empobrecidos no requieren test del SIDA, basta sólo la observación clínica. Estos criterios
están recogidos como “la definición de Bangui” (McCormick,1996:188-190) y son respaldados y
publicados por la OMS.
        ¿Qué pasa cuando se han hecho los test del SIDA? Hay estudios publicados en prestigiosas
revistas científicas que dicen que un 70% de los testados africanos diagnosticados con SIDA por el
método “Bangui” no tenían el VIH (Kashala, 1994) podría significar que solo el 29% de los casos de SIDA
publicitados en África son reales? La respuesta no es afirmativa ya que el test del SIDA da reacciones
cruzadas con la tuberculosis, hepatitis, malaria, desnutrición, enfermedades infecciosas repetidas y un
amplio abanico de enfermedades y circunstancias que van desde la lepra a la desnutrición. (Embid,
2000:131-143)


3.3. Tratamiento


        3.3.1. Prevención

        La prevención del SIDA se ha centrado en la prevención de las infecciones por VIH, pero sin
embargo el comienzo de una enfermedad por deficiencia inmunológica no ha sido por lo general tratado.


                            Silvia Giménez Rodríguez                 - 177 -


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  • 1. A ello se añade que estas pruebas sólo permiten trabajar con secuencias cortas (entre 200 y 1.000 letras genéticas), no con genomas completos (se dice que el ADN del «VIH» tiene 9.150 letras) y mucho menos con virus enteros. Es decir, la PCR detecta y multiplica genes individuales, no virus y a menudo, solo fragmentos de virus. Por ello cuando detecta dos o tres fragmentos genéticos de una docena de genes completos, ello no es prueba de que todos los genes o el genoma humano completo o una partícula viral completa esté presente. Incluso una persona puede tener un genoma retroviral completo en sus células durante toda su vida, sin producir nunca un solo virus. (Maggiore, 2001:68). Quizá sea por esto que la FDA no ha aprobado la carga viral PCR como herramienta de diagnóstico, y el CDC reconoce que la especificidad y sensibilidad de la técnica son desconocidas, por lo que no se recomienda y está autorizada para los procesos de diagnóstico (OMS, 1999) y por lo que la Comisión Nacional de Hemoterapia en una reunión en febrero de 1997 haya decidido (en relación con el virus de la Hepatitis C, que tampoco ha sido aislado) que la PCR no cumple las condiciones exigidas por el Real Decreto correspondiente y no es adecuada para el cribado de las donaciones de sangre (Botinas, 1998)16 En cualquier caso, el hecho determinante es que hay que conocer previamente la secuencia que se va a buscar o multiplicar y puesto que el «VIH» no ha sido aislado no es posible preparar sondas o iniciadores específicos. d) Fiabilidad de las pruebas diagnóstico Lluis Botinas (2007)17 analiza la fiabilidad de las pruebas diagnóstico al 99,9% al 99,8% y al 99.7%. Se adjunta a continuación el análisis al 99,9%, porcentaje que se utiliza para la combinación ELISA-WB. 16 Artículo publicado por Lluis Botinas: “Las «pruebas del SIDA», ¿terrorismo genético?” encontrado en al página WEB de la Asociación COBRA, ya desaparecida y reconvertida en Plural-21. 17 Artículo disponible en la página WEB de la asociación Plural-21, disponible en: http://www.plural- 21.org/index.php?option=com_content&task=view&id=62&Itemid= Silvia Giménez Rodríguez - 174 -
  • 2. La primera respuesta que viene a la cabeza: “el error es del 0,1%”. Pero no es así. Observémoslo más de cerca. Se afirma oficialmente que los tests del SIDA tienen una fiabilidad del 99,9 %, y con esto tanto el sistema sanitario como la opinión pública creen que son enormemente seguros, casi-casi-casi del 100 %. Así, cuando alguien recibe el diagnóstico de “seropositivo al VIH”, tanto la propia persona afectada como todo su entorno dan por totalmente cierto lo que los propios médicos y técnicos también creen: dar positivo a los “tests del SIDA” significa, de manera incuestionable, que “se está infectado por el VIH”. Pero la verdad es muy distinta. En realidad, la reconocida falta-de-fiabilidad (o infiabilidad) del 0,1 % significa que el margen de error que existe al hacer un diagnóstico positivo para la gran mayoría de la población (es decir, para quienes no forman parte de los grupos de riesgo) es, como mínimo, del 50 %. Veámoslo. Dando por cierta la versión oficial basadas en las tres hipótesis según las cuales: a) “el VIH existe”; b) “el VIH es la causa del SIDA”; y c) “los tests del SIDA son fiables al 99,9 % e indican infección por VIH”, el razonamiento siguiente demuestra que más de la mitad de los positivos diagnosticados entre la gran mayoría de la población (es decir, heterosexuales no-drogadictos y no-hemofílicos) en realidad son falso-positivos. La clave para entender esta aparente contradicción radica en lo que se llama prevalencia: la frecuencia con que en la población se encuentra la enfermedad que se considera que detecta el test utilizado. Si la prevalencia es alta, la diferencia entre la fiabilidad afirmada del test del 99,9% y el cien por cien de acierto causará poco error. Pero cuanto menor sea la prevalencia, mayor será el error generado por la infiabilidad del 0,1 %. Estudiémoslo en el caso del SIDA. Se dice oficialmente que la prevalencia del VIH en la población heterosexual sin otro riesgo es del 4 por diez mil en los EE.UU. y un poco mayor en España, aproximadamente del 5 por 10.000 personas. Claro está, la prevalencia en los grupos de riesgo es mayor. Entonces, ¿qué ocurre con los resultados positivos de estos tests presentados como casi-casi-casi infalibles? Silvia Giménez Rodríguez - 175 -
  • 3. Supongamos que se aplican estos tests fiables al 99,9% (o, lo que es lo mismo, infiables al 0,1 %) a una población de 100.000 heterosexuales no hemofílicos que no consumen drogas intravenosas. Por un lado, puesto que se estima que en España la prevalencia del VIH entre estos heterosexuales es del orden del 5 por 10.000, se supone que en este grupo de 100.000 personas hay 50 positivos verdaderos. Pero por el otro lado, al aplicarse unos tests que son fiables en un 99,9 %, habrá un 0,1 % de diagnósticos erróneos. Luego en esta población de 100.000 personas los tests indicarán 100 seropositivos que en realidad darían negativo si los tests fuesen fiables al cien por cien. Ahora pueden darse todo tipo de posibilidades dentro de las dos posiciones extremas siguientes: 1.- que los 100 que han dado positivo incorrecto incluyan a todos los 50 seropositivos verdaderos, con lo cual “sólo” habrá 100 personas diagnosticadas positivas (50 correctamente y 50 incorrectamente), y 2.- que ninguno de los 50 seropositivos verdaderos estén contenidos entre los 100 que efectivamente dan positivo en los tests, con lo cual 150 personas resultarán consideradas seropositivas (50 correctamente y 100 incorrectamente). En el caso primero, de 100 diagnósticos positivos, 50 son falso- positivos; luego el error es del 50 %. En el segundo, de 150 diagnósticos positivos, 100 son falso- positivos; luego el error es del 67 %..En consecuencia, la probabilidad de error de aplicar unos “tests del SIDA fiables al 99,9 %” a la población general oscila entre el 50 y el 67 por ciento. El calvario del SIDA empieza cuando la persona da positivo a unos tests que, por la forma como son interpretados por la versión oficial dominante, implican ser diagnosticado “infectado por el VIH”. Ahora bien, acabamos de deducir que, en la población general, más de la mitad de los resultados positivos son falsos. Al margen de otras importantes razones que aquí no abordo, ésta, basada en la propia versión oficial, es suficiente para solicitar la prohibición inmediata de la aplicación de “los tests del SIDA”. Barcelona, 17-3-2005 Lluís Botinas Fuente: www.plural-21.org Silvia Giménez Rodríguez - 176 -
  • 4. No obstante Botinas considera que si se afirmase que la fiabilidad de un test fuera del 99,8% o del 99,7%, procediendo con el mismo razonamiento matemático se llega a la conclusión de que la probabilidad de error al aplicarlo a la población general es, respectivamente, entre el 75 y el 80 por ciento, y entre el 83,3 y el 84,2 por ciento. 3.2.3. Conclusión La pregunta lógica que subyace a lo anteriormente mencionado es la siguiente ¿Cómo es posible que los criterios de definición de una enfermedad se modifiquen 4 veces en once años? Esto supone que según el año de diagnóstico una persona es o no “caso SIDA”. Ahora son 31 enfermedades más una no enfermedad que es el recuento de T4. Los casos de SIDA sin Virus fueron redefinidos como “Linfocitopenia idiopática de los CD4” en 1993. ¿Cómo es posible que los criterios de diagnóstico sean distintos en occidente que en el resto del mundo? Ninguna enfermedad infecciosa tiene una definición diferente según la parte del mundo donde se encuentre. Los criterios para diagnosticar la enfermedad en los países empobrecidos no requieren test del SIDA, basta sólo la observación clínica. Estos criterios están recogidos como “la definición de Bangui” (McCormick,1996:188-190) y son respaldados y publicados por la OMS. ¿Qué pasa cuando se han hecho los test del SIDA? Hay estudios publicados en prestigiosas revistas científicas que dicen que un 70% de los testados africanos diagnosticados con SIDA por el método “Bangui” no tenían el VIH (Kashala, 1994) podría significar que solo el 29% de los casos de SIDA publicitados en África son reales? La respuesta no es afirmativa ya que el test del SIDA da reacciones cruzadas con la tuberculosis, hepatitis, malaria, desnutrición, enfermedades infecciosas repetidas y un amplio abanico de enfermedades y circunstancias que van desde la lepra a la desnutrición. (Embid, 2000:131-143) 3.3. Tratamiento 3.3.1. Prevención La prevención del SIDA se ha centrado en la prevención de las infecciones por VIH, pero sin embargo el comienzo de una enfermedad por deficiencia inmunológica no ha sido por lo general tratado. Silvia Giménez Rodríguez - 177 - Anterior Inicio Siguiente