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La historia de Iasá
(Leyenda Cashinahua - Brasil)
   En la tribu de los Cashinahuas vivía una joven tan hermosa que todos los que la veían se
enamoraban de ella. Pero Iasá amaba solamente a Tupá, el hijo del dios supremo Tupán.
     El demonio Anhangá, enamorado también de Iasá, sentía una terrible envidia de Tupá y
decidió robarle la novia. Para lograr su maligno propósito, se apareció un día ante la madre
de Iasá y le dijo:
     -Si tu impides la boda de Iasá y Tupá y haces que tu hija se case conmigo, yo te daré
caza y pesca abundantes durante toda tu vida.
     La ambiciosa madre pensó que si obedecía a Anhangá no tendría que preocuparse más
por conseguir alimento. De inmediato le prohibió a Iasá volver a ver a Tupá y decidió fijar la
fecha del matrimonio de su hija con Anhangá.
     Al conocer la decisión de su madre Iasá se sintió desesperar. Sabía que al casarse con
Anhangá tendría que ir a vivir al infierno, en el centro de la tierra, y que jamás volvería a
ver el cielo, donde vivía su amado Tupá junto a su padre, el dios supremo Tupán. En medio de
su tristeza, quiso ver a Tupá por última vez, aunque sólo fuera de lejos, y así se lo pidió a
Anhangá.

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     El demonio decidió complacer a Iasá pero le impuso una condición:
     -Te harás una herida en un brazo para que las gotas de tu sangre marquen el camino
que te lleva al cielo, así podré seguirte.
     Conforme a lo prometido, el día señalado para la boda, poco antes de la ceremonia, Iasá
partió a visitar a Tupá por última vez. Se había hecho una herida en el brazo y a medida que
avanzaba, las gotas de sangre iban formando un arco rojo en el cielo.
      Tupá que era muy poderoso, ordenó al sol, al cielo y al mar que acompañaran a Iasá en
su camino y que para confundir a Anhangá dibujaran tres arcos más, al lado de la franja
roja. El sol, Guarací trazó un arco amarillo, el cielo Iuaca, dibujó un arco azul claro, y el mar,
Pará formó un arco azul oscuro.
     Pero Iasá no logró llegar al cielo, ni ver a Tupá, debilitándose cada vez más, fue
cayendo lentamente hacia la tierra. Su sangre se mezcló primero con la franja amarilla de
Guarací y se formó un arco anaranjado y, después, al mezclarse con el arco azul de Iuaca,
dibujó otro arco de color violeta.
      Al caer sobre la tierra, Iasá murió en una playa, bañada por el agua del mar y por los
rayos del sol. No se casó con Anhangá, ni se fue al infierno...
    De su cuerpo subió un arco verde, formado por la mezcla azul de Pará con el amarillo de
Guarací, y se convirtió en el séptimo arco que seguía la trayectoria de los otros seis.
     Así se formó el primer arco iris y ésta es la historia de por qué tiene siete colores y
aparece siempre en el cielo en forma de arco.
La leyenda de los Payachatas
En uno de los valles del Perú, convivían dos pueblos bastante cercanos. La vida transcurría
entre luchas intestinas y entre odios de las dos comunidades.
De repente apareció en escena una pareja de enamorados. Son dos jóvenes, uno de cada
comunidad. El destino hizo que se encontraran y que posteriormente naciera el amor, un
amor puro y profundo, que estaba muy por encima de las reyertas de los dos poblados.
El amor entre estos dos jóvenes era terriblemente lacerante para las dos tribus, ya que
eran cada uno Príncipe y Princesa de sus respectivos pueblos. Estos no consentían en
absoluto su amor, era imposible, totalmente irrealizable. El odio acumulado entre ambas
poblaciones no daba pie a estas circunstancias, que tal vez el destino puso en el camino para
que los dos pueblos dejaran de pelear y de enfrentarse.
Los avisos y las recomendaciones no tuvieron éxito. El amor en la pareja era cada vez mas
profundo, cuanto más se intentaba separarlos, la fuerza del destino y los lazos de cupido los
unían más. Dice la leyenda que las nubes nocturnas y la luna lloraban amargamente al ver la
complicada situación de la pareja. Añade también el llanto y el aullar de los lobos en los
valles cercanos, y clamorosas y escalofriantes tormentas, quizás aviso velado de los dioses a
ambas comunidades.


Chamanes de toda clase a instancias de los padres practicaron ritos arcanos para romper los
lazos afectivos de ambos amantes, nada consiguieron, incluso los llegados de lejanos
poblados, el amor seguía y seguía, y eso ya no preocupaba a las familias de ambos. Era
terrible, la preocupación se convirtió en pánico y después se desencadenaron los hechos. Y
estos fueron que los sacerdotes de ambas comunidades, decidieron sacrificarlos para evitar
que continuaran juntos. Ambos fueron terriblemente ajusticiados en una noche obscura, de
la que ni la luna quiso ser espectadora.
La naturaleza madre no quiso ser cómplice de tan horrendos hechos, y se desataron las
fuerzas de ella, durante tiempo y tiempo llovió y llovió, las tormentas arreciaron y los rayos
y los truenos asolaron largamente la región. Y sigue la Leyenda contando, que merced a estas
circunstancias, ambas comunidades desaparecieron y dieron lugar a la aparición de dos lagos,
hermosos refulgentes, llenos de vida, quizás una triste ironía de las vidas que aquellos
malvados habían sesgado. Y estos dos lagos son hoy en día los lagos de Chungara y de Cota-
Cotani. En donde los enamorados se pasean en pequeñas canoas o a través de sus orillas,
ensalzando silenciosamente así el amor puro de aquel Príncipe y aquella Princesa.
Continua la Leyenda relatando que la diosa naturaleza no se contentó con eso, y brindo el
último homenaje a los enamorados haciendo que en el lugar en donde fueron enterrados los
desdichados surgieran dos hermosos volcanes: El Parinacota y el Pomerame.
Quizás también queriendo expresar el amor fulgurante y encendido de los dos jóvenes, y con
su lava lamiendo aceradamente sus valles, brindando el postrer homenaje a un amor puro y
limpio, nacido en aquellos milenarios y recónditos valles.
El lago Titicaca
Hace mucho tiempo, el lago Titicaca era un valle fértil poblado de hombres que vivían felices
y tranquilos.
Nada les faltaba; la tierra era rica y les procuraba todo lo que necesitaban. Sobre esta
tierra no se conocía ni la muerte, ni el odio, ni la ambición. Los Apus, los dioses de las
montañas, protegían a los seres humanos.
No les prohibieron más que una sola cosa: nadie debía subir a la cima de las montañas donde
ardía el Fuego Sagrado.
Durante largo tiempo, los hombres no pensaron en infringir esta orden de los dioses. Pero el
diablo, espíritu maligno condenado a vivir en la oscuridad, no soportaba ver a los hombres
vivir tan tranquilamente en el valle.
Él   se    ingenia   para    dividir   a    los   hombres     sembrando     la   discordia.
Les pide probar su coraje yendo a buscar el Fuego Sagrado a la cima de las montañas.






Entonces un buen día, al alba, los hombres comenzaron a escalar a la cima de las montañas,
pero a medio camino fueron sorprendidos por los Apus.
Éstos comprendieron que los hombres habían desobedecido y decidieron exterminarlos.
Miles de pumas salieron de las cavernas y se pusieron a devorar a los hombres que
suplicaban al diablo por ayuda. Pero éste permanecía insensible a sus súplicas.
Viendo eso, Inti, el dios del Sol, se puso a llorar. Sus lágrimas eran tan abundantes que en
cuarenta días inundaron el valle.
Un hombre y una mujer solamente llegaron a salvarse sobre una barca de junco.
Cuando el sol brilló de nuevo, el hombre y la mujer no creían a sus ojos: bajo el cielo azul y
puro, estaban en medio de un lago inmenso. En medio de esas aguas flotaban los pumas que
estaban ahogados y transformados en estatuas de piedra.
Ellos llamaron entonces al lago Titicaca, el lago de los pumas de piedra.
Ñucu, el gusano
      (Cuento Chimane - Bolivia)
       Hace muchísimo, muchísimo tiempo, el cielo estaba tan cerca de la tierra que de vez
en cuando chocaba con ella matando a muchos hombres.
          En uno de los pueblos chimanes, vivía una mujer pobre y solitaria. Pasaba hambre ya
que no tenía a nadie quien le ayude en su chaco* o en cualquier trabajo para conseguir
alimento.
         Un día, entre las hojas del yucal, vio algo brillante. ¿Qué será? pensó la mujer, y se
fue a su vivienda. En la noche soñó que ese algo brillante se movía como si tuviera vida. Por la
mañana fue a buscarlo y lo recogió y envolvió en una hoja de yuca. Lo llamó Ñucu y
considerándolo desde entonces como su hijo, lo metió en un cántaro para alimentarlo.
        Ñucu parecía un gusano blanco. A la semana creció hasta llenar el cántaro. La mujer
tuvo entonces que fabricar uno más grande, y ahí puso al gusano. A la semana el cántaro
estaba otra vez lleno.
         A pesar de su pobreza, la mujer trabajaba sólo para alimentar a Ñucu que siempre
tenía hambre y comí mucho. A la tercera semana Ñucu dijo:
         -Madrecita, me voy a pescar.
          A la noche fue al río, y al recostarse atravesado sobre éste, su enorme cuerpo
represó las aguas y los peces comenzaron a saltar a las orillas. Al despuntar el amanecer
llegó la mujer y recogió los pescados en una canasta. Desde entonces siempre tuvo alimento,
cada noche iba con su hijo al río y correteaba por la playa agarrando pescados y metiéndolos
en su canasta.
         La gente comenzó a murmurar:


      Chaco: Terreno o campo en cultivo.




      -¿Cómo es que esta vieja tiene ahora tanto pescado, si antes se moría de hambre?- y
fueron y le preguntaron:
         -¿Cómo tienes ese pecado?
         La mujer no les respondía.
        Pasó el tiempo y la gente del lugar comenzó a pasar hambre, ya no había peces para
todos pues Ñucu los atajaba.
         Entonces un día Ñucu le pidió a su madre:
         "Madrecita, anda, diles que vengan aquí a pescar".
         La mujer fue y les dijo:
         -Allá arriba está Ñucu pescando. Vamos, él nos invitará a recoger pescados para
todos.
           De este modo la gente conoció el secreto de la viejita. Vivieron mucho tiempo sin
problemas, hasta que Ñucu creció y llegó a ser tan enorme que ya no cabía en el río. Esta vez
le dijo a la mujer:
         -Madrecita, ahora me voy. Les he ayudado bastante aquí en la tierra, tú ya no
pasaras hambre pues la gente te sabrá ayudar. Tengo que ir a sostener el cielo más arriba
para que nunca más se vuelva a caer.
  La viejita se quedó muy triste pensando en la pérdida de su hijo. Ñucu se echó entonces
de un extremo a otro de la tierra y se elevó sosteniendo el cielo, hasta la misma posición en
que está ahora. Ante el lejano cielo azul la mujer se puso a llorar. Pero en la noche, vio a su
hijo brillando allá arriba. Era la Vía Láctea, y se consoló pensando que todas las noches
podría ver a su hijo.
El robo del fuego
Hace mucho tiempo, no se conocía el fuego, y los hombres debían comer sus alimentos
crudos.
Los Tabaosimoa, los Ancianos, se reunieron y discutieron sobre la manera de obtener alguna
cosa que les procuraría el calor y les permitiría cocer sus alimentos.
Ayunaron y discutieron... y vieron pasar por encima de sus cabezas una bola de fuego que se
sumergió en el mar pero que ellos no pudieron alcanzar.
Entonces, fatigados, los Ancianos reunieron personas y animales para preguntarles si alguno
de ellos podía aportarles el fuego.
Un hombre propuso traer un rayo de sol a condición de que fueran cinco para ir al lugar
donde salía el sol. Los Tabaosimoa aprobaron la proposición y pidieron que los cinco hombres
se dirigieran hacia el oriente mientras que ellos, llenos de esperanza, continuarían
suplicando y ayunando.
Los cinco partieron y llegaron a la montaña donde nacía el fuego.
Esperaron la llegada del día y se dieron cuenta que el fuego nacía sobre otra montaña, más
alejada. Retomaron entonces su camino.
Llegados a la montaña, en un nuevo amanecer, vieron el fuego nacer sobre una tercera
montaña, aún más alejada. Prosiguieron así hasta la cuarta, después la quinta montaña donde,
desalentados, decidieron regresar, tristes y fatigados.


  Contaron esto a los Ancianos quienes pensaron que jamás podrían alcanzar el Sol. Los
Tabaosimoa les agradecieron y se volvieron a poner a reflexionar sobre lo que podrían hacer.
Es entonces que apareció Yaushu, un Tlacuache sabio, y él les relató un viaje que había
hecho hacia el oriente. Había percibido una luz lejana y quiso verificar lo que era. Se puso a
marchar durante noches y días, durmiendo y comiendo apenas.
La noche del quinto día pudo ver que en la entrada de una gruta ardía un fuego de madera de
donde se elevaban grandes llamas y un torbellino de chispas.
Sentado sobre un banco un hombre viejo miraba el fuego. Era grande y llevaba un taparrabo
de piel, los cabellos blancos y los ojos horriblemente brillantes. De tanto en tanto
alimentaba esta "rueda" de luz con leños.
El Tlacuache contó cómo él permaneció escondido detrás de un árbol y que, espantado, él
hizo marcha atrás con precaución. Se dio cuenta que se trataba de alguna cosa caliente y
peligrosa.
Cuando él hubo acabado su relato, los Tabaosimoa pidieron a Yaushu si él podía volver y
traerles un poquito. El Tlacuache aceptó, pero los Ancianos y su gente debían ayunar y orar
a los dioses haciendo ofrendas. Ellos consintieron pero le amenazaron de muerte si éste los
engañaba. Yaushu sonrió sin decir una palabra.


Los Tabaosimoa ayunaron durante cinco días y llenaron cinco sacos de pinole que dieron al
Tlacuache. Yaushu les anunció que estaría de regreso en otros cinco días; debían esperarlo
despiertos hasta medianoche y si él moría, les recomendó de no lamentarse por él.
Portando su pinole, él llegó al lugar donde el viejo hombre contemplaba el fuego.
Yaushu lo saludó y fue solamente a la segunda vez que él obtuvo una respuesta. El viejo le
preguntó lo que hacía tan tarde en ese lugar.
Yaushu respondió que era el emisario de Tabaosimoa y que buscaba agua sagrada para ellos.
Estaba muy fatigado y preguntó si podía dormir antes de retomar su camino la mañana
siguiente.
Debió suplicarle mucho pero al fin el viejo le permitió quedarse a condición de que no toque
nada. Yaushu se sentó cerca del fuego e invitó al viejo a compartir su pinole.
Este vertió un poco sobre el leño, tiró algunas gotas por encima de su hombro, después
bebió el resto. El viejo le agradeció y se durmió.
Mientras que Yaushu lo escuchaba roncar, pensaba la manera de robar el fuego.
Se levantó rápidamente, tomó una brasa con su cola y se alejó. Había hecho un buen pedazo
del camino cuando sintió que una borrasca venía sobre él y vio, frente a él, al viejo
encolerizado.
Él lo reprendió por tocar y robar una cosa que no le pertenecía; lo mataría.
Inmediatamente él tomó a Yaushu para quitarle el tizón pero aunque éste lo quemaba no lo
soltaba. El viejo lo pisoteaba, le trituraba los huesos, lo sacudía y lo balanceaba.
Seguro de haberlo matado, se vuelve a vigilar el fuego. Yaushu rodó, rodó y rodó... envuelto
en sangre y fuego; llegó así delante de los Tabaosimoa que estaban orando.
 Moribundo     les   dio   el   tizón.     Los     Ancianos    encendieron     los     leños.
El Tlacuache fue nombrado "héroe Yaushu".
Lo vemos aún hoy marchar penosamente por los caminos con su cola pelada.
Tlacuache: Mamífero arborícola.
Pinole: Bebida alcohólica a base de maíz.
El Dorado
      El rey de Guatavita cayó profundamente enamorado de una bonita mujer de la tribu
vecina. La hizo su esposa y tuvieron una hija.
       Pero el rey se consagró mucho a su función, dejándose ir al libertinaje, engañando y
olvidando a su esposa. Ésta sintiéndose abandonada se desesperó. Sin embargo, los dos
esposos amaban profundamente a su hija.
     Un día en una gran fiesta, la reina se enamoró de un bello y joven guerrero.
Enamorados uno del otro, comenzaron a exhibirse riéndose de la vigilancia del rey.
       Estos encuentros ilegítimos terminaron por ser conocidos por el rey, que no tardó en
sorprenderles. El guerrero fue hecho prisionero y sometido a terribles torturas: se le quitó
el corazón antes de empalarlo.
      Esa misma noche se organizó una gran fiesta en honor de la soberana. En el curso de
la comida se le ofreció un plato refinado, el corazón de un animal salvaje. La reina lo miró
con desconfianza, después se dio cuenta con horror que estaba ahí un pedazo de su amante.
De repente, el ambiente festivo se transformó en un gran silencio cuando resonó el grito de
terror de la reina. Pálida como muerta fue en busca de su hija y, sin reflexionar un solo
instante, se lanzó con ella a la laguna sagrada de Guatavita.


       Los sacerdotes se apresuraron a transmitir la noticia al monarca que, loco de dolor,
corrió a la laguna comprendiendo cuánto amaba a esa mujer y cómo ella lo había hecho feliz
antes.
      Con el corazón llenó de llanto, ordenó a los sacerdotes que recuperasen el cuerpo de
su esposa. Éstos revelaron que la reina vivía feliz en una casa submarina con una serpiente
que estaba enamorado de ella. Angustiado, el rey reclamó que le trajeran al menos a su hija.
Los sacerdotes la sacaron del agua y pudieron constatar que los ojos de la niña habían
desaparecido. Entonces el padre decidió devolverla a su madre.
       El rey, inconsolable, perdonó a su esposa prometiéndole ofrendas para que ella tuviese
en el más allá la dicha y felicidad que había conocido tan brevemente a su lado.
       Los sacerdotes, intermediarios entre los hombres y la diosa de las aguas, la antigua
reina, vivían en el borde la laguna esperando su próxima aparición, una noche de luna llena.
      El pueblo chibcha hizo de la laguna Guatavita, formando un círculo casi perfecto, un
lugar de culto donde se le hacía ofrendas de figuras de oro y esmeraldas a la diosa de las
aguas. Ella, en forma de serpiente, surgía de las aguas para recordar al pueblo la promesa de
tesoros que se le había hecho. Las ofrendas se hicieron más y más numerosas a fin de
calmar el dolor del rey.

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Leyendas lati

  • 1. La historia de Iasá (Leyenda Cashinahua - Brasil) En la tribu de los Cashinahuas vivía una joven tan hermosa que todos los que la veían se enamoraban de ella. Pero Iasá amaba solamente a Tupá, el hijo del dios supremo Tupán. El demonio Anhangá, enamorado también de Iasá, sentía una terrible envidia de Tupá y decidió robarle la novia. Para lograr su maligno propósito, se apareció un día ante la madre de Iasá y le dijo: -Si tu impides la boda de Iasá y Tupá y haces que tu hija se case conmigo, yo te daré caza y pesca abundantes durante toda tu vida. La ambiciosa madre pensó que si obedecía a Anhangá no tendría que preocuparse más por conseguir alimento. De inmediato le prohibió a Iasá volver a ver a Tupá y decidió fijar la fecha del matrimonio de su hija con Anhangá. Al conocer la decisión de su madre Iasá se sintió desesperar. Sabía que al casarse con Anhangá tendría que ir a vivir al infierno, en el centro de la tierra, y que jamás volvería a ver el cielo, donde vivía su amado Tupá junto a su padre, el dios supremo Tupán. En medio de su tristeza, quiso ver a Tupá por última vez, aunque sólo fuera de lejos, y así se lo pidió a Anhangá.   El demonio decidió complacer a Iasá pero le impuso una condición: -Te harás una herida en un brazo para que las gotas de tu sangre marquen el camino que te lleva al cielo, así podré seguirte. Conforme a lo prometido, el día señalado para la boda, poco antes de la ceremonia, Iasá partió a visitar a Tupá por última vez. Se había hecho una herida en el brazo y a medida que avanzaba, las gotas de sangre iban formando un arco rojo en el cielo. Tupá que era muy poderoso, ordenó al sol, al cielo y al mar que acompañaran a Iasá en su camino y que para confundir a Anhangá dibujaran tres arcos más, al lado de la franja roja. El sol, Guarací trazó un arco amarillo, el cielo Iuaca, dibujó un arco azul claro, y el mar, Pará formó un arco azul oscuro. Pero Iasá no logró llegar al cielo, ni ver a Tupá, debilitándose cada vez más, fue cayendo lentamente hacia la tierra. Su sangre se mezcló primero con la franja amarilla de Guarací y se formó un arco anaranjado y, después, al mezclarse con el arco azul de Iuaca, dibujó otro arco de color violeta. Al caer sobre la tierra, Iasá murió en una playa, bañada por el agua del mar y por los rayos del sol. No se casó con Anhangá, ni se fue al infierno... De su cuerpo subió un arco verde, formado por la mezcla azul de Pará con el amarillo de Guarací, y se convirtió en el séptimo arco que seguía la trayectoria de los otros seis. Así se formó el primer arco iris y ésta es la historia de por qué tiene siete colores y aparece siempre en el cielo en forma de arco.
  • 2. La leyenda de los Payachatas En uno de los valles del Perú, convivían dos pueblos bastante cercanos. La vida transcurría entre luchas intestinas y entre odios de las dos comunidades. De repente apareció en escena una pareja de enamorados. Son dos jóvenes, uno de cada comunidad. El destino hizo que se encontraran y que posteriormente naciera el amor, un amor puro y profundo, que estaba muy por encima de las reyertas de los dos poblados. El amor entre estos dos jóvenes era terriblemente lacerante para las dos tribus, ya que eran cada uno Príncipe y Princesa de sus respectivos pueblos. Estos no consentían en absoluto su amor, era imposible, totalmente irrealizable. El odio acumulado entre ambas poblaciones no daba pie a estas circunstancias, que tal vez el destino puso en el camino para que los dos pueblos dejaran de pelear y de enfrentarse. Los avisos y las recomendaciones no tuvieron éxito. El amor en la pareja era cada vez mas profundo, cuanto más se intentaba separarlos, la fuerza del destino y los lazos de cupido los unían más. Dice la leyenda que las nubes nocturnas y la luna lloraban amargamente al ver la complicada situación de la pareja. Añade también el llanto y el aullar de los lobos en los valles cercanos, y clamorosas y escalofriantes tormentas, quizás aviso velado de los dioses a ambas comunidades.   Chamanes de toda clase a instancias de los padres practicaron ritos arcanos para romper los lazos afectivos de ambos amantes, nada consiguieron, incluso los llegados de lejanos poblados, el amor seguía y seguía, y eso ya no preocupaba a las familias de ambos. Era terrible, la preocupación se convirtió en pánico y después se desencadenaron los hechos. Y estos fueron que los sacerdotes de ambas comunidades, decidieron sacrificarlos para evitar que continuaran juntos. Ambos fueron terriblemente ajusticiados en una noche obscura, de la que ni la luna quiso ser espectadora. La naturaleza madre no quiso ser cómplice de tan horrendos hechos, y se desataron las fuerzas de ella, durante tiempo y tiempo llovió y llovió, las tormentas arreciaron y los rayos y los truenos asolaron largamente la región. Y sigue la Leyenda contando, que merced a estas circunstancias, ambas comunidades desaparecieron y dieron lugar a la aparición de dos lagos, hermosos refulgentes, llenos de vida, quizás una triste ironía de las vidas que aquellos malvados habían sesgado. Y estos dos lagos son hoy en día los lagos de Chungara y de Cota- Cotani. En donde los enamorados se pasean en pequeñas canoas o a través de sus orillas, ensalzando silenciosamente así el amor puro de aquel Príncipe y aquella Princesa. Continua la Leyenda relatando que la diosa naturaleza no se contentó con eso, y brindo el último homenaje a los enamorados haciendo que en el lugar en donde fueron enterrados los desdichados surgieran dos hermosos volcanes: El Parinacota y el Pomerame. Quizás también queriendo expresar el amor fulgurante y encendido de los dos jóvenes, y con su lava lamiendo aceradamente sus valles, brindando el postrer homenaje a un amor puro y limpio, nacido en aquellos milenarios y recónditos valles.
  • 3. El lago Titicaca Hace mucho tiempo, el lago Titicaca era un valle fértil poblado de hombres que vivían felices y tranquilos. Nada les faltaba; la tierra era rica y les procuraba todo lo que necesitaban. Sobre esta tierra no se conocía ni la muerte, ni el odio, ni la ambición. Los Apus, los dioses de las montañas, protegían a los seres humanos. No les prohibieron más que una sola cosa: nadie debía subir a la cima de las montañas donde ardía el Fuego Sagrado. Durante largo tiempo, los hombres no pensaron en infringir esta orden de los dioses. Pero el diablo, espíritu maligno condenado a vivir en la oscuridad, no soportaba ver a los hombres vivir tan tranquilamente en el valle. Él se ingenia para dividir a los hombres sembrando la discordia. Les pide probar su coraje yendo a buscar el Fuego Sagrado a la cima de las montañas.   Entonces un buen día, al alba, los hombres comenzaron a escalar a la cima de las montañas, pero a medio camino fueron sorprendidos por los Apus. Éstos comprendieron que los hombres habían desobedecido y decidieron exterminarlos. Miles de pumas salieron de las cavernas y se pusieron a devorar a los hombres que suplicaban al diablo por ayuda. Pero éste permanecía insensible a sus súplicas. Viendo eso, Inti, el dios del Sol, se puso a llorar. Sus lágrimas eran tan abundantes que en cuarenta días inundaron el valle. Un hombre y una mujer solamente llegaron a salvarse sobre una barca de junco. Cuando el sol brilló de nuevo, el hombre y la mujer no creían a sus ojos: bajo el cielo azul y puro, estaban en medio de un lago inmenso. En medio de esas aguas flotaban los pumas que estaban ahogados y transformados en estatuas de piedra. Ellos llamaron entonces al lago Titicaca, el lago de los pumas de piedra.
  • 4. Ñucu, el gusano (Cuento Chimane - Bolivia) Hace muchísimo, muchísimo tiempo, el cielo estaba tan cerca de la tierra que de vez en cuando chocaba con ella matando a muchos hombres. En uno de los pueblos chimanes, vivía una mujer pobre y solitaria. Pasaba hambre ya que no tenía a nadie quien le ayude en su chaco* o en cualquier trabajo para conseguir alimento. Un día, entre las hojas del yucal, vio algo brillante. ¿Qué será? pensó la mujer, y se fue a su vivienda. En la noche soñó que ese algo brillante se movía como si tuviera vida. Por la mañana fue a buscarlo y lo recogió y envolvió en una hoja de yuca. Lo llamó Ñucu y considerándolo desde entonces como su hijo, lo metió en un cántaro para alimentarlo. Ñucu parecía un gusano blanco. A la semana creció hasta llenar el cántaro. La mujer tuvo entonces que fabricar uno más grande, y ahí puso al gusano. A la semana el cántaro estaba otra vez lleno. A pesar de su pobreza, la mujer trabajaba sólo para alimentar a Ñucu que siempre tenía hambre y comí mucho. A la tercera semana Ñucu dijo: -Madrecita, me voy a pescar. A la noche fue al río, y al recostarse atravesado sobre éste, su enorme cuerpo represó las aguas y los peces comenzaron a saltar a las orillas. Al despuntar el amanecer llegó la mujer y recogió los pescados en una canasta. Desde entonces siempre tuvo alimento, cada noche iba con su hijo al río y correteaba por la playa agarrando pescados y metiéndolos en su canasta. La gente comenzó a murmurar: Chaco: Terreno o campo en cultivo.   -¿Cómo es que esta vieja tiene ahora tanto pescado, si antes se moría de hambre?- y fueron y le preguntaron: -¿Cómo tienes ese pecado? La mujer no les respondía. Pasó el tiempo y la gente del lugar comenzó a pasar hambre, ya no había peces para todos pues Ñucu los atajaba. Entonces un día Ñucu le pidió a su madre: "Madrecita, anda, diles que vengan aquí a pescar". La mujer fue y les dijo: -Allá arriba está Ñucu pescando. Vamos, él nos invitará a recoger pescados para
  • 5. todos. De este modo la gente conoció el secreto de la viejita. Vivieron mucho tiempo sin problemas, hasta que Ñucu creció y llegó a ser tan enorme que ya no cabía en el río. Esta vez le dijo a la mujer: -Madrecita, ahora me voy. Les he ayudado bastante aquí en la tierra, tú ya no pasaras hambre pues la gente te sabrá ayudar. Tengo que ir a sostener el cielo más arriba para que nunca más se vuelva a caer. La viejita se quedó muy triste pensando en la pérdida de su hijo. Ñucu se echó entonces de un extremo a otro de la tierra y se elevó sosteniendo el cielo, hasta la misma posición en que está ahora. Ante el lejano cielo azul la mujer se puso a llorar. Pero en la noche, vio a su hijo brillando allá arriba. Era la Vía Láctea, y se consoló pensando que todas las noches podría ver a su hijo.
  • 6. El robo del fuego Hace mucho tiempo, no se conocía el fuego, y los hombres debían comer sus alimentos crudos. Los Tabaosimoa, los Ancianos, se reunieron y discutieron sobre la manera de obtener alguna cosa que les procuraría el calor y les permitiría cocer sus alimentos. Ayunaron y discutieron... y vieron pasar por encima de sus cabezas una bola de fuego que se sumergió en el mar pero que ellos no pudieron alcanzar. Entonces, fatigados, los Ancianos reunieron personas y animales para preguntarles si alguno de ellos podía aportarles el fuego. Un hombre propuso traer un rayo de sol a condición de que fueran cinco para ir al lugar donde salía el sol. Los Tabaosimoa aprobaron la proposición y pidieron que los cinco hombres se dirigieran hacia el oriente mientras que ellos, llenos de esperanza, continuarían suplicando y ayunando. Los cinco partieron y llegaron a la montaña donde nacía el fuego. Esperaron la llegada del día y se dieron cuenta que el fuego nacía sobre otra montaña, más alejada. Retomaron entonces su camino. Llegados a la montaña, en un nuevo amanecer, vieron el fuego nacer sobre una tercera montaña, aún más alejada. Prosiguieron así hasta la cuarta, después la quinta montaña donde, desalentados, decidieron regresar, tristes y fatigados.   Contaron esto a los Ancianos quienes pensaron que jamás podrían alcanzar el Sol. Los Tabaosimoa les agradecieron y se volvieron a poner a reflexionar sobre lo que podrían hacer. Es entonces que apareció Yaushu, un Tlacuache sabio, y él les relató un viaje que había hecho hacia el oriente. Había percibido una luz lejana y quiso verificar lo que era. Se puso a marchar durante noches y días, durmiendo y comiendo apenas. La noche del quinto día pudo ver que en la entrada de una gruta ardía un fuego de madera de donde se elevaban grandes llamas y un torbellino de chispas. Sentado sobre un banco un hombre viejo miraba el fuego. Era grande y llevaba un taparrabo de piel, los cabellos blancos y los ojos horriblemente brillantes. De tanto en tanto alimentaba esta "rueda" de luz con leños. El Tlacuache contó cómo él permaneció escondido detrás de un árbol y que, espantado, él hizo marcha atrás con precaución. Se dio cuenta que se trataba de alguna cosa caliente y peligrosa. Cuando él hubo acabado su relato, los Tabaosimoa pidieron a Yaushu si él podía volver y traerles un poquito. El Tlacuache aceptó, pero los Ancianos y su gente debían ayunar y orar a los dioses haciendo ofrendas. Ellos consintieron pero le amenazaron de muerte si éste los engañaba. Yaushu sonrió sin decir una palabra. 
  • 7.  Los Tabaosimoa ayunaron durante cinco días y llenaron cinco sacos de pinole que dieron al Tlacuache. Yaushu les anunció que estaría de regreso en otros cinco días; debían esperarlo despiertos hasta medianoche y si él moría, les recomendó de no lamentarse por él. Portando su pinole, él llegó al lugar donde el viejo hombre contemplaba el fuego. Yaushu lo saludó y fue solamente a la segunda vez que él obtuvo una respuesta. El viejo le preguntó lo que hacía tan tarde en ese lugar. Yaushu respondió que era el emisario de Tabaosimoa y que buscaba agua sagrada para ellos. Estaba muy fatigado y preguntó si podía dormir antes de retomar su camino la mañana siguiente. Debió suplicarle mucho pero al fin el viejo le permitió quedarse a condición de que no toque nada. Yaushu se sentó cerca del fuego e invitó al viejo a compartir su pinole. Este vertió un poco sobre el leño, tiró algunas gotas por encima de su hombro, después bebió el resto. El viejo le agradeció y se durmió. Mientras que Yaushu lo escuchaba roncar, pensaba la manera de robar el fuego. Se levantó rápidamente, tomó una brasa con su cola y se alejó. Había hecho un buen pedazo del camino cuando sintió que una borrasca venía sobre él y vio, frente a él, al viejo encolerizado. Él lo reprendió por tocar y robar una cosa que no le pertenecía; lo mataría. Inmediatamente él tomó a Yaushu para quitarle el tizón pero aunque éste lo quemaba no lo soltaba. El viejo lo pisoteaba, le trituraba los huesos, lo sacudía y lo balanceaba. Seguro de haberlo matado, se vuelve a vigilar el fuego. Yaushu rodó, rodó y rodó... envuelto en sangre y fuego; llegó así delante de los Tabaosimoa que estaban orando. Moribundo les dio el tizón. Los Ancianos encendieron los leños. El Tlacuache fue nombrado "héroe Yaushu". Lo vemos aún hoy marchar penosamente por los caminos con su cola pelada. Tlacuache: Mamífero arborícola. Pinole: Bebida alcohólica a base de maíz.
  • 8. El Dorado El rey de Guatavita cayó profundamente enamorado de una bonita mujer de la tribu vecina. La hizo su esposa y tuvieron una hija. Pero el rey se consagró mucho a su función, dejándose ir al libertinaje, engañando y olvidando a su esposa. Ésta sintiéndose abandonada se desesperó. Sin embargo, los dos esposos amaban profundamente a su hija. Un día en una gran fiesta, la reina se enamoró de un bello y joven guerrero. Enamorados uno del otro, comenzaron a exhibirse riéndose de la vigilancia del rey. Estos encuentros ilegítimos terminaron por ser conocidos por el rey, que no tardó en sorprenderles. El guerrero fue hecho prisionero y sometido a terribles torturas: se le quitó el corazón antes de empalarlo. Esa misma noche se organizó una gran fiesta en honor de la soberana. En el curso de la comida se le ofreció un plato refinado, el corazón de un animal salvaje. La reina lo miró con desconfianza, después se dio cuenta con horror que estaba ahí un pedazo de su amante. De repente, el ambiente festivo se transformó en un gran silencio cuando resonó el grito de terror de la reina. Pálida como muerta fue en busca de su hija y, sin reflexionar un solo instante, se lanzó con ella a la laguna sagrada de Guatavita.   Los sacerdotes se apresuraron a transmitir la noticia al monarca que, loco de dolor, corrió a la laguna comprendiendo cuánto amaba a esa mujer y cómo ella lo había hecho feliz antes. Con el corazón llenó de llanto, ordenó a los sacerdotes que recuperasen el cuerpo de su esposa. Éstos revelaron que la reina vivía feliz en una casa submarina con una serpiente que estaba enamorado de ella. Angustiado, el rey reclamó que le trajeran al menos a su hija. Los sacerdotes la sacaron del agua y pudieron constatar que los ojos de la niña habían desaparecido. Entonces el padre decidió devolverla a su madre. El rey, inconsolable, perdonó a su esposa prometiéndole ofrendas para que ella tuviese en el más allá la dicha y felicidad que había conocido tan brevemente a su lado. Los sacerdotes, intermediarios entre los hombres y la diosa de las aguas, la antigua reina, vivían en el borde la laguna esperando su próxima aparición, una noche de luna llena. El pueblo chibcha hizo de la laguna Guatavita, formando un círculo casi perfecto, un lugar de culto donde se le hacía ofrendas de figuras de oro y esmeraldas a la diosa de las aguas. Ella, en forma de serpiente, surgía de las aguas para recordar al pueblo la promesa de tesoros que se le había hecho. Las ofrendas se hicieron más y más numerosas a fin de calmar el dolor del rey.