2. Tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan,
subió con ellos solos a una montaña alta y se
transfiguró ante ellos. Sus vestidos se volvieron de
un blanco deslumbrador… Se les aparecieron Elías y
Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro
tomó la palabra y dijo: Maestro, ¡qué bien se está
aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra
para Moisés y otra para Elías… Se formó una nube
que los cubrió y salió de la nube una voz que decía:
Este es mi Hijo amado, escuchadlo.
Mc 1, 12-15.
3. Jesús sube al monte
con sus tres discípulos
más amados. Allí, solos
en la intimidad, les
revela su auténtica
naturaleza: les muestra
el rostro de Dios, las
entrañas de su persona
y su relación con el
Padre.
4. Los discípulos quedan deslumbrados. Saborean
el cielo allí, en lo alto del Tabor. ¡Hagamos tres
tiendas!, exclama Pedro, entusiasmado.
Quisieran eternizar el momento… ¡Se está tan
bien junto al corazón de Dios?
5. Testigos de la manifestación de Jesús son
Moisés, que simboliza la Ley, y Elías, que
representa los profetas. Los dos pilares de la fe
de Israel se resumen y llegan a su cima en
Jesús.
6. Después de ver resplandecer su gloria, Jesús
anuncia a sus amigos su destino: Jerusalén,
donde irá a entregar su vida y morirá. Gloria y
cruz son la cara y el envés de su misión…
7. Jesús les pide que no digan nada a nadie.
El Tabor ha sido un anticipo de la resurrección.
Pero antes el hijo del hombre ha de morir ... La
experiencia vivida marcará a los discípulos y su
recuerdo será el norte que guíe sus vidas.
8. El camino a Jerusalén
tiene una meta: la entrega
de Jesús pasará por una
larga agonía y una muerte
dolorosa. También hoy los
cristianos vivimos con la
certeza de la resurrección,
pero debemos afrontar
nuestras cruces de cada
día.
9. Podemos leer este
pasaje profundizando
en su significado: el
hombre viejo ha de
morir, soltando sus
lastres, para renacer
como hombre nuevo,
libre y colmado del
amor de Dios.
10. El tiempo de Cuaresma nos invita a subir al
monte alto: a saborear el cielo en momentos de
oración íntima con el Padre. Después,
podremos descender renovados y fortalecidos
para retomar el camino hacia nuestra Jerusalén.
11. Como Pedro, Santiago y
Juan, cada domingo, en
la eucaristía, revivimos el
esplendor del Tabor.
Jesús renueva su entrega,
su muerte y su
resurrección. Tomando
su cuerpo nos decidimos
a seguir sus pasos.