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                                                                                                            CLÍNICAS
                                                                                                            CL NICAS
                                                                                                            QUIRÚRGICAS
                                                                                                            QUIR RGICAS
                                                                                                            DE NORTEAM RICA
                                                                                                               NORTEAMÉRICA
                                                        Surg Clin N Am 88 (2008) 1429–1447




                          Neoplasias malignas de la vía biliar distal
                                                 Gregory Veillette, MDÃ,
                                            Carlos Fernández-del Castillo, MD
                                    Department of Surgery, Massachusetts General Hospital, 55 Fruit Street,
                                                          Boston, MA 02114, USA




                       Las neoplasias malignas de la vía biliar distal (colangiocarcinoma) aún son algo
                    poco habitual con un pronóstico desfavorable. La inmensa mayoría de estos cán-
                    ceres son adenocarcinomas que invaden preferentemente las estructuras adya-
                    centes y drenan en los ganglios linfáticos locales. Dado el pequeño diámetro del
                    colédoco, no resulta posible el reconocimiento temprano del tumor con las actuales
                    técnicas de imagen. Por eso, estos pacientes suelen acudir con síntomas, y la
                    mayoría de ellos, con un estado avanzado de la enfermedad. Estos cánceres crecen
                    en general de manera perpendicular y horizontal a lo largo del colédoco y, por eso,
                    los tumores que se detectan con las pruebas de imagen tienden a infravalorarse y
                    aparecen, a menudo, más extendidos en la exploración quirúrgica. La relación
                    anatómica entre la porción distal de la vía biliar y el páncreas, el duodeno, la vena
                    porta y la arteria hepática también puede incrementar las dificultades técnicas de la
                    extirpación tumoral.


                    Clasificación
                        El colangiocarcinoma suele clasificarse tradicionalmente como intrahepático o
                    extrahepático por su anatomía; la enfermedad extrahepática se subdivide a su vez
                    en proximal (hiliar) o distal. La publicación original por Klatskin de 1965 [1] hacía
                    referencia a un cáncer de la región perihiliar que, en la actualidad, da cuenta del 60
                    al 80% de todos los colangiocarcinomas. Posteriormente, las neoplasias malignas
                    hiliares se subclasificaron con el sistema de Bismuth-Corlette, que incluye toda la
                    enfermedad extrahepática hasta la confluencia entre el conducto cístico y el
                    hepático común [2]. El colangiocarcinoma del conducto biliar común (CBC) hasta
                    la ampolla se considera enfermedad distal y es el objeto de este artículo. En algunos
                    de los primeros estudios [3,4] se distinguía entre las lesiones del tercio medio
                    (inferiores al conducto cístico pero no intrapancreáticas) y del tercio inferior

                       T Autor para correspondencia. Department of Surgery, Massachusetts General Hospital, 15
                    Parkman Street, Wang Ambulatory Care Center Suite 460, Boston, MA 02114.
                       Dirección electrónica: gveillette@partners.org (G. Veillette).
                    r 2009. Elsevier España, S.L. Reservados todos los derechos.
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                    1430                                           VEILLETTE y CASTILLO


                    (porción intrapancreática) del colédoco. Como las neoplasias malignas del tercio
                    medio de la vía biliar extrahepática son extraordinariamente raras, en los informes
                    más recientes se privilegia la clasificación de las lesiones del tercio medio como
                    enfermedad distal [5].


                    Epidemiología
                       El colangiocarcinoma en su conjunto representa cerca del 3% de todos los
                    cánceres gastrointestinales y el cáncer de la vía biliar distal da cuenta del 20 al 30%
                    de todos los colangiocarcinomas [5,6]. La probabilidad de padecer un colangio-
                    carcinoma distal aumenta con la edad y la incidencia máxima se da en la séptima
                    década de la vida. Existe, asimismo, un ligero predominio masculino de estas
                    lesiones. La incidencia general del colangiocarcinoma extrahepático parece estar
                    descendiendo [6]. Sin embargo, las estadísticas poblacionales amplias son difíciles
                    de interpretar por dos razones. En primer lugar, los colangiocarcinomas hiliares y
                    distales se analizan conjuntamente como enfermedad extrahepática y, en segundo
                    lugar, el cáncer de la vesícula suele combinarse con el colangiocarcinoma
                    extrahepático en estas publicaciones [6,7].


                    Fisiopatología
                        Microscópicamente, la gran mayoría (95 al 97%) de las neoplasias malignas de la
                    vía biliar son adenocarcinomas (fig. 1), en general bien diferenciados, con mucina,
                    que propenden a extenderse a lo largo de los conductos biliares bajo la mucosa. Los
                    colangiocarcinomas también tienden a mostrar un estroma desmoplásico robusto,
                    a invadir el tejido perineural y, como muchos adenocarcinomas, a propagarse en
                    principio a los ganglios linfáticos regionales [8,9].
                        Macroscópicamente, las lesiones se dividen en tres tipos: esclerosante, nodular y
                    papilar. Las lesiones esclerosantes son duras y difusas, y tienden a obstruir peri-
                    metralmente la luz del conducto. El tipo nodular se manifiesta por una masa dura
                    que se proyecta hacia la luz ductal, y su base continúa en la pared del conducto. Las
                    grandes lesiones nodulares pueden, sin embargo, tener un aspecto circunferencial y
                    manifestar rasgos del tipo esclerosante (noduloesclerosante). El subtipo papilar
                    crece como una masa polipoide friable con posible esclerosis ductal concomitante,
                    si bien suele extenderse hacia las estructuras circundantes. En un artículo de vigi-
                    lancia sobre la anatomía patológica del colangiocarcinoma [8] se evaluaron
                    33 piezas macroscópicas. De ellas, 22 eran de tipo esclerosante y afectaban a los
                    conductos proximales o al hilio. Había 8 lesiones papilares, 7 de las cuales afectaban
                    a la porción distal de la vía, y 3 lesiones nodulares, 1 de la porción suprapancreática
                    del CBC y 2 de la porción intrapancreática distal.


                    Factores de riesgo
                        Como en otros carcinomas, el colangiocarcinoma se asocia a lesiones que dañan
                    directamente el epitelio de la vía biliar o producen una inflamación del mismo, con
                    el incremento compensador subsiguiente en la actividad mitótica de los colangio-
                    citos y el aumento en la probabilidad de mutación y error. Aunque la mayoría de los
                    casos son esporádicos y su causa no llega a conocerse, el epitelio biliar puede sufrir
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                                                    NEOPLASIAS MALIGNAS DE LA VÍA BILIAR DISTAL                                      1431

                       A
                            Luz del conducto biliar




                      Adenocarcinoma T2 que
                      invade la pared del                                                                      Estroma desmoplásico
                      conducto biliar
                                                      Páncreas
                                                                                                 Nidos de adenocarcinoma
                                                                                                 que invaden la pared del
                                                                                                 conducto biliar
                      B
                         Luz del conducto biliar                                                       Estroma desmoplásico




                                                        Adenocarcinoma invasivo T3 que penetra
                                                        en la pared del conducto biliar e invade el
                                                        páncreas

                    Figura 1. (A) Características histológicas de un adenocarcinoma de la vía biliar distal T-2 visua-
                    lizado a pequeño y gran aumento. El cáncer se extiende más allá de la pared del conducto, pero no
                    invade el páncreas circundante. (B) Imágenes a bajo y gran aumento de un cáncer T-3 con infil-
                    tración del páncreas. En ambos se observa un estroma desmoplásico intenso que rodea las células
                    malignas.


                    distintos grados de lesión que inician el desarrollo del colangiocarcinoma.
                    A grandes rasgos, estos patrones de lesión comprenden trastornos adquiridos
                    (colangitis esclerosante primaria [CEP], colelitiasis crónica), congénitos (quistes
                    del colédoco, enfermedad de Caroli), infecciones (Salmonella typhi, Clonorchis
                    sinensis, Opisthorchis viverrini, hepatitis C) o sustancias químicas (tabaco, Tho-
                    rotrast, dioxina).
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                    1432                                           VEILLETTE y CASTILLO



                    Colangitis esclerosante primaria
                        La CEP es una enfermedad inflamatoria autoinmunitaria crónica que determina
                    estenosis multifocales y fibrosis del árbol biliar intrahepático y extrahepático.
                    Alrededor del 80% de estos pacientes presentan una enfermedad inflamatoria
                    intestinal (generalmente, colitis ulcerosa) asociada, pero algunos con enfermedad
                    inflamatoria intestinal acaban sufriendo una CEP [10,11].
                        A pesar de la variabilidad en la historia natural de la CEP, está claro que estos
                    pacientes corren más riesgo de desarrollar un colangiocarcinoma. Pese a que la
                    colectomía en el seno de la colitis ulcerosa elimine el riesgo del cáncer de colon, no
                    modifica la incidencia ni la gravedad de la colangitis esclerosante [12,13]. El riesgo
                    total verdadero de que se desarrolle un colangiocarcinoma en la CEP resulta difícil
                    de precisar, porque un elevado número de pacientes fallecen por la enfermedad y
                    no es sometido a autopsia. Según los datos conocidos de la historia natural de la
                    enfermedad, entre el 6 y el 14% de los pacientes con CEP acaban siendo diag-
                    nosticados de un colangiocarcinoma a lo largo de su vida [10,12,14], pero la inci-
                    dencia real (incluida la diagnosticada en la autopsia) del colangiocarcinoma en esta
                    población puede ser de hasta el 30 al 40%. El colangiocarcinoma de la vía biliar
                    distal es raro en la CEP, pero sí se ha descrito. En una publicación, dio cuenta del
                    13% de todos los colangiocarcinomas asociados a la CEP [15].
                        Casi la mitad de estos colangiocarcinomas se diagnostican en el primer año
                    desde la detección inicial de la CEP, lo que hace pensar en una inflamación sub-
                    clínica y una degeneración maligna posterior, habitualmente preludiadas por dolor
                    abdominal e ictericia. Es más, dada la naturaleza multifocal de la CEP, el diag-
                    nóstico de colangiocarcinoma puede retrasarse, lo que explica el mayor porcentaje
                    de tumores irresecables [10,12,14].


                    Enfermedad quística coledociana
                       El riesgo de colangiocarcinoma entre los pacientes con quistes coledocianos está
                    perfectamente descrito y varía entre el 10 y el 15%. El desarrollo de estos quistes
                    probablemente sea consecuencia de una unión anómala entre los conductos pan-
                    creático y biliar, en la que el primero se une al colédoco en un lugar proximal al
                    complejo esfinteriano. Se piensa que esta unión anómala del conducto pancreático
                    facilita el reflujo proximal de las enzimas pancreáticas. Este reflujo no sólo daña el
                    epitelio biliar, sino que aumenta el flujo intraductal y, por tanto, la presión, lo que
                    da lugar a una dilatación (formación de quiste) de los conductos biliares. Una vez
                    formados los quistes, se produce una estasis biliar y una inflamación crónica dentro
                    del quiste [16,17]. Si se extirpa en una etapa temprana de la vida, el riesgo de
                    degeneración maligna es mínimo. Sin embargo, si se deja que persista hasta la
                    vida adulta, el riesgo de colangiocarcinoma en estos casos puede elevarse hasta el
                    30% [18].


                    Infecciones hepáticas por trematodos
                       La ingestión de pescado poco cocinado puede causar una infección por trema-
                    todos hepatobiliares O. viverrini y C. sinensis. Estos parásitos son especialmente
                    comunes en Tailandia, país con la máxima incidencia de colangiocarcinoma del
                    mundo. Los trematodos penetran en el árbol biliar a través de la ampolla de Vater y
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                                                    NEOPLASIAS MALIGNAS DE LA VÍA BILIAR DISTAL                                      1433

                    la infestación posterior ocasiona una inflamación crónica localizada que se asocia
                    poderosamente al colangiocarcinoma. La inflamación crónica no sólo causa una
                    hiperplasia ductal biliar, sino que también aumenta la producción de óxido nítrico y
                    compuestos N-nitroso que dañan el ADN [19].


                    Hepatolitiasis
                       Hasta el 30% de los pacientes con colangiocarcinoma presentan colelitiasis. Es
                    evidente que la colelitiasis aumenta el riesgo de adenocarcinoma de la vesícula,
                    pero la incidencia de colelitiasis entre los pacientes con colangiocarcinoma se
                    parece a la de la población general [11]. En un informe de un caso [20] se ha
                    propuesto que la colelitiasis asociada a coledocolitiasis incrementa el riesgo de
                    adenocarcinoma en la vía biliar distal; sin embargo, no se ha demostrado esta
                    asociación. En cambio, la presencia de enfermedad crónica por cálculos biliares
                    (hepatolitiasis, colangiohepatitis oriental o colangiohepatitis piógena recurrente)
                    eleva significativamente el riesgo de neoplasias malignas ductales biliares [21,22].
                    Las consecuencias de la colelitiasis son la obstrucción de los conductos intrahe-
                    páticos, las colangitis recurrentes, la formación de estenosis y la estasis biliar, y
                    todas ellas pueden contribuir a la inflamación crónica y a la posterior aparición de
                    un tumor maligno.


                    Toxinas
                       El prototipo de sustancia química asociada al colangiocarcinoma es Thorotrast.
                    Este medio de contraste radiológico se prohibió en los años cincuenta cuando se
                    creyó que era potencialmente cancerígeno. La aparición de colangiocarcinoma
                    aumentó notablemente entre los pacientes que habían recibido Thorotrast, y la
                    enfermedad maligna suele aparecer décadas (hasta 48 años en una ocasión) des-
                    pués de la exposición [23]. Otras exposiciones químicas implicadas en el colan-
                    giocarcinoma son el alcohol, la dioxina, las nitrosaminas y el tabaco [24].


                    Papilomatosis biliar
                       La papilomatosis biliar es una lesión premaligna rara, que se caracteriza por la
                    presencia de múltiples adenomas papilares distribuidos por los conductos biliares.
                    Estos tumores pueden secretar o no mucina y suelen manifestarse por episodios
                    repetidos de dolor en el hipocondrio derecho, ictericia o colangitis. En una de las
                    series más amplias que se han publicado sobre papilomatosis biliar [25] se afirma
                    que el 83% de los adenomas papilares contienen carcinoma.


                    Otros
                      Otros factores de riesgo implicados en el desarrollo del colangiocarcinoma,
                    aunque la relación de causa a efecto sea peor conocida, son la hepatitis B, la
                    hepatitis C, la cirrosis, la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana
                    (VIH) y la diabetes.
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                    1434                                           VEILLETTE y CASTILLO



                    Presentación clínica
                       La diferencia clínica entre la enfermedad intrahepática y extrahepática estriba
                    en la obstrucción biliar y en la invasión local. En general, cuanto más distal es el
                    tumor, antes aparecen síntomas clínicos compatibles con una obstrucción biliar.
                    El colangiocarcinoma intrahepático tiende a presentarse en una fase más avanzada,
                    dadas las múltiples opciones de drenaje alrededor del tumor y la atrofia del
                    parénquima hepático obstruido. A la inversa, la enfermedad extrahepática suele
                    manifestarse mucho antes por ictericia indolora, prurito, orinas colúricas, heces
                    acólicas y malabsorción de grasa por carencia de ácidos biliares. Estos pacientes
                    también pueden presentar plenitud abdominal, saciedad precoz, náuseas, molestias
                    abdominales vagas, malestar, fiebre, sudor nocturno y pérdida de peso. Ante la
                    proximidad de la vena porta, la arteria hepática, el duodeno y el páncreas, los
                    colangiocarcinomas distales invaden enseguida las estructuras locales y acaban
                    metastatizando. Rara vez, las neoplasias malignas distales se sospechan de forma
                    casual al efectuar una ecografía o una tomografía computarizada (TC) del hipo-
                    condrio por otros motivos. Los signos compatibles en este caso son la dilatación de
                    los conductos biliares, la distensión de la vesícula biliar o una pequeña masa.
                       Todos los pacientes con sospecha de colangiocarcinoma requieren las pruebas
                    habituales de laboratorio, es decir, un hemograma completo, electrólitos, química
                    hepática y pruebas de la función hepática. Aquellos con una obstrucción biliar
                    distal probablemente muestren hiperbilirrubinemia directa y elevación de la fos-
                    fatasa alcalina. En función de la duración y de la intensidad de la obstrucción, es
                    posible que otras pruebas de la función hepática (albúmina sérica, tiempo de
                    protrombina, transaminasas) resulten normales. Hay que verificar las cifras de la
                    gammaglutamiltransferasa (GGT) de todo paciente con una elevación de la fos-
                    fatasa alcalina descubierta al azar. Si la GGT se eleva cuando se produce un
                    aumento de la fosfatasa alcalina, es muy probable que exista un trastorno biliar que
                    requiera su estudio inmediato.



                    Patogenia molecular
                        La patogenia molecular de las neoplasias malignas biliares obedece a numerosas
                    alteraciones de la homeostasis normal de los colangiocitos. A pesar de que muchos
                    casos de colangiocarcinoma no obedecen a una causa claramente reconocible,
                    habitualmente se produce un daño inicial del epitelio biliar [26]. En el plano celular,
                    la transformación maligna obedece a varios mecanismos, como la disregulación del
                    ciclo celular/crecimiento autónomo (ciclina D, K-ras, interleucina [IL] 6, ciclooxi-
                    genasa 2 [COX-2]), la inactivación de genes supresores de tumores (p53, p16), el
                    refuerzo de los factores antiapoptóticos (bcl-2, Mcl-1), la angiogénesis (factor de
                    crecimiento endotelial vascular [VEGF]) y la invasión/metástasis (cadherina E,
                    catenina a) [27–29].
                        En los estados de inflamación crónica (p. ej., CEP, infección por duelas hepá-
                    ticas, hepatolitiasis), se observa una suprarregulación de la IL-6 y del óxido nítrico
                    sintasa inducible (iNOS). El incremento posterior del óxido nítrico potencia no sólo
                    el daño oxidativo del ADN, sino también el crecimiento celular al inhibir la
                    apoptosis. La inflamación biliar también induce la COX-2, que origina un creci-
                    miento y una supervivencia celular a través de la síntesis de prostaglandinas [27].
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                                                    NEOPLASIAS MALIGNAS DE LA VÍA BILIAR DISTAL                                      1435

                       El grupo del Memorial Sloan-Kettering [30] ha expuesto hace poco la expresión
                    diferencial de distintas proteínas reguladoras del ciclo celular basándose en la
                    ubicación del colangiocarcinoma. A través de micromatrices tisulares, com-
                    probaron que la expresión de p27 disminuye progresivamente desde las neoplasias
                    malignas intrahepáticas hasta las distales. Los tumores intrahepáticos tenían más
                    probabilidad de sobreexpresar la ciclina D1 y bcl-2 que los tumores hiliares, vesi-
                    culares y distales. A la inversa, los tumores distales sobreexpresaban el gen
                    supresor de tumores p53 más que las lesiones proximales.




                    Marcadores tumorales
                        Los dos marcadores séricos más utilizados para el colangiocarcinoma son el
                    antígeno carbohidrato (CA) 19-9 y el antígeno carcinoembrionario (CEA). Gran
                    parte de la literatura sobre la relación entre estos marcadores tumorales y el
                    colangiocarcinoma proviene de pacientes con una CEP de base. El CA 19-9 es un
                    anticuerpo dirigido contra glucoproteínas circulantes cubiertas de antígenos siali-
                    lados de grupos sanguíneos. La concentración depende del genotipo sanguíneo de
                    Lewis y, por tanto, no resulta aceptable para el 7% de la población [31]. Si se aplica
                    un valor de corte de 100 U/ml, la sensibilidad y la especificidad del CA 19-9 en la
                    detección del colangiocarcinoma oscilan entre el 53 y el 89% y entre el 80 y el 91%,
                    respectivamente [31–35]. La exactitud diagnóstica no mejora empleando valores de
                    corte más altos, como, por ejemplo, 180 U/ml [36]. Las cifras de CA 19-9 se elevan
                    no sólo en otras enfermedades malignas (ovario, estómago, páncreas y colon) sino
                    también en cualquier trastorno que lleve a una dilatación o inflamación a una de los
                    conductos biliares (estenosis benignas, colangitis y colestasis).
                        Los valores de CEA son aun menos exactos que los de CA 19-9 para diagnos-
                    ticar el colangiocarcinoma. El CEA es una glucoproteína oncofetal que ayuda
                    sobre todo a detectar las recidivas de los cánceres colorrectales. Asimismo, posee
                    cierta utilidad diagnóstica en el colangiocarcinoma. Si se aplica un valor de corte de
                    5ng/ml, la sensibilidad y la especificidad varían entre el 33 y el 68% y entre el 82 y el
                    95%, respectivamente [31,32,36,37]. Como el CEA suele vigilarse al mismo tiempo
                    que el CA 19-9, se ha desarrollado un sistema de puntuación (puntuación de
                    Ramage) que combina estos marcadores con el fin de incrementar la exactitud
                    diagnóstica. En el estudio original [38], una puntuación (CA19-9þ[CEA Â 40])
                    mayor de 400 comportaba una sensibilidad del 66% y una especificidad del 100%
                    entre los pacientes con CEP. En el estudio de Lindberg et al. [32], la sensibilidad y la
                    especificidad de la puntuación de Ramage para reconocer el colangiocarcinoma de
                    pacientes con estenosis confirmadas en la colangiopancreatografía retrógrada
                    endoscópica (CPRE) sólo llegó al 43 y al 89%, respectivamente. No obstante, entre
                    los pacientes con una CEP de base, la sensibilidad y la especificidad subieron hasta
                    el 71 y el 91%, respectivamente.
                        Está claro que el CA 19-9 o el CEA por sí mismos no ofrecen exactitud en el
                    diagnóstico del colangiocarcinoma. Sin embargo, en un contexto clínico adecuado y
                    si la sospecha es firme, estas pruebas pueden ayudar al diagnóstico. Es más, estos
                    marcadores se deben vigilar estrechamente entre los pacientes sometidos a
                    resección quirúrgica y, si se elevan, deberán realizarse pruebas intensivas de ima-
                    gen para buscar recidivas o metástasis.
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                    1436                                           VEILLETTE y CASTILLO


                       Otras pruebas moleculares nuevas empleadas para el diagnóstico del colan-
                    giocarcinoma son el análisis de imágenes digitalizadas (AID) y la hibridación in situ
                    con fluorescencia (FISH). Estos análisis exigen la toma por cepillado/aspirado de
                    muestras ductales biliares durante la CPRE. El AID permite un análisis compu-
                    tarizado del núcleo celular y la cuantificación del ADN [39], mientras que la FISH
                    marca el ADN de los colangiocitos para reconocer las anomalías cromosómicas
                    específicas [26]. En un estudio, la FISH con sondas de los cromosomas 3, 7, 9 y 17
                    mostró una sensibilidad mayor que la citología habitual en la detección de las
                    neoplasias malignas de pacientes con estenosis biliares [40].


                    Estadificación
                        Las directrices de estadificación más reciente de los cánceres de los conductos
                    biliares extrahepáticos (6.a edición) del American Joint Committee on Cancer se
                                                 %
                    publicaron en 2002 y se muestran en la tabla 1 [41]. La diferencia principal con la 5.a
                    edición (publicada en 1997) reside en la clasificación tumoral (T). En la edición
                    anterior, se definía como lesión T-3 un tumor que invadiera el hígado, el páncreas,
                    la vesícula biliar, el duodeno y el estómago, mientras que, en la reciente 6.a edición,
                    las lesiones T-3 no invaden ni el duodeno, ni el estómago, ni el colon. Este cambio


                    Tabla 1
                    Directrices para la estadificación de los cánceres biliares extrahepáticos de la 6.a edición
                    del American Joint Committee on Cancer

                    Tumor primario (T)
                      T-0 Ningún signo del tumor
                      T-is Carcinoma in situ
                      T-1 Tumor confinado a los conductos biliares
                      T-2 El tumor invade más allá de la pared del conducto biliar
                      T-3 El tumor invade el hígado, la vesícula biliar, el páncreas o las ramas derecha o izquierda
                           de la vena porta o la arteria hepática
                      T-4 El tumor invade la vena porta principal o ambas ramas derecha o izquierda, la arteria
                           hepática común o las estructuras adyacentes, como el colon, el estómago, el duodeno o
                           la pared abdominal
                    Estado de los ganglios linfáticos regionales (N)
                      N-0 Sin metástasis en los ganglios linfáticos regionales
                      N-1 Metástasis en los ganglios linfáticos regionales (hiliares, celíacos, periduodenales,
                           peripancreáticos y de la arteria mesentérica superior)
                    Metástasis a distancia (M)
                      M-0 Sin metástasis a distancia
                      M-1 Metástasis a distancia
                    Estadio                           T                                         N                                 M
                    0                                 T-is                                      N-0                               M-0
                    1-A                               T-1                                       N-0                               M-0
                    1-B                               T-2                                       N-0                               M-0
                    2-A                               T-3                                       N-0                               M-0
                    2-B                               T-1 a T-3                                 N-1                               M-0
                    3                                 T4                                        Cualquier N                       M-0
                    4                                 Cualquier T                               Cualquier N                       M-1
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                                                    NEOPLASIAS MALIGNAS DE LA VÍA BILIAR DISTAL                                      1437

                    refleja el concepto de invasión local que sigue un patrón anatómico y denota que la
                    invasión duodenal augura un peor pronóstico que la invasión pancreática aislada.
                    Como estas lesiones se tratan mediante pancreatoduodenectomía, algunos han
                    cuestionado la idea de que la invasión duodenal confiera un peor pronóstico. En un
                    reciente estudio japonés se realizó una pancreatoduodenectomía de 95 pacientes
                    con colangiocarcinoma distal. No se encontraron diferencias entre la supervivencia
                    de los pacientes con lesiones T-3 (N ¼ 32) y T-4 (N ¼ 30). Se apreció, sin embargo,
                    una clara diferencia entre aquellos con cánceres T-1 o T-2 y con cánceres T-3 o T-4
                    [42]. Estos datos indican que la extensión tumoral más allá de la pared del colédoco
                    (bien al páncreas, al duodeno o ambos) es un paso clave en la evolución natural del
                    colangiocarcinoma distal. Más aún, la posibilidad de propagación ganglionar es
                    mucho mayor una vez que el tumor se ha extendido más allá de la pared del
                    colédoco, y en numerosos estudios se ha observado una supervivencia significati-
                    vamente reducida entre los pacientes con afectación ganglionar tumoral.



                    Estudio diagnóstico de imagen
                        La técnica ideal para el diagnóstico por imagen del cáncer de los conductos
                    biliares distales es una modalidad que resulte fácil de aplicar, diagnostique la
                    enfermedad en una etapa temprana, no presente complicaciones y permita detectar
                    la enfermedad metastásica. Por desgracia, ninguna de las modalidades de imagen
                    actuales cumple todos estos requisitos. A menudo, hay que combinar varias téc-
                    nicas de imagen, no sólo para efectuar el diagnóstico correcto del colangiocarci-
                    noma distal, sino también para estadificar adecuadamente al paciente.
                        La primera técnica diagnóstica para estudiar una neoplasia maligna de los
                    conductos biliares distales se basa en la presentación clínica y, en esencia, es doble.
                    En primer lugar, se encuentran los pacientes sometidos a estudio de imagen
                    abdominal por otros motivos (p. ej., apendicitis, diverticulitis), en los que se des-
                    cubre casualmente una masa o irregularidad visible o una dilatación de los con-
                    ductos biliares. El segundo grupo de pacientes, bastante más común, acude por
                    síntomas relacionados de alguna manera con el cáncer (dolor, ictericia). Se suele
                    solicitar una ecografía ante todo paciente que acude con color en hipocondrio
                    derecho e ictericia. Esta técnica ayuda a reconocer la dilatación ductal y, posi-
                    blemente, el nivel de obstrucción. Rara vez, sin embargo, visualiza el tumor. Por
                    eso, la TC resulta esencial si se sospecha una neoplasia maligna distal (figs. 2 y 3).
                    La TC sin realce del contraste permite examinar la anatomía ductal y casi toda la
                    enfermedad metastásica. Aún más importante, se separan las fases arterial y venosa
                    portal, lo que facilita un examen de la relación entre el cáncer y las estructuras
                    vasculares [43], que es fundamental para evaluar con exactitud las posibilidades de
                    resección.
                        Aunque la TC aporta mucha información, puede subestimar la propagación del
                    tumor a lo largo de los conductos y dentro del peritoneo. En general, suelen
                    efectuarse otros estudios adicionales antes de la operación. Las pruebas más útiles,
                    después de la TC, son la colangiopancreatografía por resonancia magnética
                    (CPRM) y la CPRE (fig. 4). Cada una de estas modalidades ofrece una visualiza-
                    ción precisa del árbol biliar. La CPRE (fig. 5) presenta la ventaja adicional del
                    drenaje biliar preoperatorio y de la citología por cepillado, que ayuda a confirmar el
                    diagnóstico de colangiocarcinoma. Aunque la TC y la CPRE sean fundamentales
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                    Figura 2. Imagen reconstruida de TC coronal en la que se observa un punto de transición cerca de
                    la cabeza pancreática con dilatación del conducto biliar común (A). Las imágenes axiales confirman
                    una masa con realce dentro de la pared distal del conducto biliar común (B).




                    Figura 3. Imágenes de TC a bajo (A) y gran (B) aumento, en las que se aprecia una masa en la
                    cabeza del páncreas. Se tomaron a una mujer de 75 años que acudió por ictericia indolora. Se operó
                    mediante pancreatoduodenectomía y se descubrió un colangiocarcinoma distal T-3 N-1.




                    para el estudio inicial de las neoplasias malignas de los conductos biliares distales, la
                    incorporación de la ecoendoscopia con aspiración con aguja fina se puede plantear
                    si se sigue dudando del diagnóstico (fig. 6) [44,45].



                    Tratamiento
                       La cirugía representa aún el pilar del tratamiento del colangiocarcinoma y hasta
                    el 10% de todas las pancreatoduodenectomías por cáncer se deben a neoplasias
                    malignas de los conductos biliares distales [46–48]. Por desgracia, muchos pacientes
                    acuden con una enfermedad avanzada e irresecable, en la que sólo se pueden
                    brindar medidas paliativas. Entre los que presentan una enfermedad no metastá-
                    sica, la cirugía ofrece la única posibilidad de supervivencia prolongada e incluso de
                    curación.
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                    Figura 4. CPRM coronal que muestra una leve dilatación del conducto biliar común hasta la
                    porción distal (A), con una lesión oscura T-2 a la altura del punto de transición (B). En la CPRE
                    posterior se visualizó una estenosis en la porción distal del CBC con dilatación proximal (C).



                        En 1975, el Dr. Warren [49] de la Lahey Clinic publicó sus series sobre resección
                    radical del cáncer periampular durante los 30 años anteriores. Entre 1942 y 1971
                    practicó 348 pancreatoduodenectomías, 47de ellas (13,5%) por neoplasias malig-
                    nas de los conductos biliares distales. La mortalidad quirúrgica de todas las ope-
                    raciones resultó del 15% y llegó al 21% tras aplicar la técnica de Whipple al cáncer
                    de la vía biliar distal. Esta serie fue la primera en la que se analizaron los resultados
                    a largo plazo de la resección de este tipo de cánceres. La tasa total de supervivencia
                    a los 5 años entre los pacientes operados fue del 25%, no muy distinta de la actual.
                    Es más, hubo una clara diferencia en la evolución de los pacientes con metástasis
                    ganglionares o sin ellas.
                        En los últimos 30 años han aparecido numerosos informes en la literatura
                    sobre los resultados obtenidos en el cáncer de los conductos biliares distales
                    [3,5,42,49–58]. Se puede comprobar que la cirugía sigue siendo el pilar del trata-
                    miento (tabla 2). Estos artículos ponen de manifiesto que la resección R-0 confiere
                    una ventaja para la supervivencia y que el pronóstico de los pacientes con una
                    enfermedad irresecable resulta malo. Asimismo, el estadio ganglionar es el ele-
                    mento pronóstico más importante entre los pacientes operados. Pese a que la tasa
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                    Figura 5. CPRE de un hombre de 53 años que refería náuseas, prurito y pérdida de 9 kg de peso. Al
                    principio se efectuó una TC, en la que se observó una ligera dilatación ductal. Luego, la CPRE
                    confirmó la estenosis de los conductos biliares distales. Se practicó una pancreatoduodenectomía y
                    el examen histológico definitivo reveló una lesión T-3 con invasión pancreática y perineural.




                    Figura 6. Imagen reconstruida de TC coronal que muestra un punto de transición en la porción distal
                    del CBC. (A) En la ecoendoscopia posterior se observó dilatación del CBC (B) y una masa (C).
                    La estrella indica la dilatación del CBC y la flecha apunta a la masa.
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                                                    NEOPLASIAS MALIGNAS DE LA VÍA BILIAR DISTAL                                      1441

                    media de supervivencia a los 5 años de estos alcanza el 24% (rango 0–44%), esta
                    cifra aumenta hasta el 39% (rango 22–61%) entre los sometidos a resección R-0 y
                    sin enfermedad ganglionar. A la inversa, la supervivencia media a los 5 años tras la
                    resección de un tumor con afectación ganglionar sólo llega al 8,7% (rango 0–21%)
                    y la mediana de la supervivencia de la enfermedad paliada es de meses.
                        La serie de la literatura más amplia proviene del grupo de Johns Hopkins.
                    Inicialmente comunicaron su experiencia con todos los colangiocarcinomas con-
                    firmados mediante examen histológico (N ¼ 294) entre enero de 1973 y diciembre
                    de 1995 [5]. Luego, agruparon esta experiencia con datos tomados entre enero de
                    1995 y marzo de 2004 hasta obtener un total de 564 pacientes [58]. Durante este
                    período de 31 años se describieron 239 (42%) lesiones distales. En la fase temprana,
                    el 27% (N ¼ 80) de los colangiocarcinomas eran cánceres distales, mientras que en
                    el período tardío lo era el 59% (N ¼ 159). Este alto porcentaje de lesiones distales
                    en este último período quizá se deba a los patrones de remisión. De los pacientes
                    remitidos para cirugía por un colangiocarcinoma distal se operó al 96% (91% en el
                    período inicial y el 98% en el período tardío). La supervivencia total a los 5 años
                    alcanzó el 23% para las lesiones distales, con una mediana de 18 meses los
                    pacientes con márgenes positivos o adenopatías tumorales sobrevivieron signifi-
                    cativamente menos.
                        Desde que Whipple [59] describiera la pancreatoduodenectomía en 1935, esta
                    ha continuado representando la intervención de elección para las neoplasias
                    malignas de la vía biliar distal. Actualmente, la pancreatoduodenectomía es una
                    técnica más segura, con una tasa actual de mortalidad operatoria inferior al 5%
                    (v. tabla 2). En nuestro centro, preferimos la técnica estándar de Whipple (con
                    antrectomía) y ejecutamos de forma rutinaria una pancreatoyeyunostomía termi-
                    nolateral estabilizada con una prótesis. Los resultados quirúrgicos de la técnica de
                    Whipple mejoran cuando la técnica se realiza en centros con experiencia. Pese a la
                    enorme mejora en la mortalidad operatoria total, la morbilidad sigue siendo alta.
                    La complicación más frecuente de la operación de Whipple es la formación de una
                    fístula pancreática; las tasas varían entre el 11 y el 30% según la definición [60–63].
                    Aunque la mortalidad quirúrgica total pueda bajar hasta el 1%, la mortalidad
                    asociada a la fístula pancreática secundaria a la pancreatoduodenectomía es
                    elevada. Es más, estas muertes no siempre ocurren en los 30 días siguientes a
                    la intervención ni durante el mismo ingreso. Habitualmente, la mortalidad de la
                    fístula pancreática se relaciona con seudoaneurismas sangrantes o sepsis intraab-
                    dominal [64].



                    Paliación
                        Por desgracia, no todos los pacientes que sufren una neoplasia maligna de la vía
                    biliar distal acuden cuando aún se encuentra en un estadio en que es resecable. Las
                    tasas de resecabilidad notificadas oscilan entre el 22 y el 89% [3,50–53,57]. Como no
                    hay ninguna prueba firme que respalde el uso de la quimioterapia o de la radio-
                    terapia, se ofrecerán medidas paliativas. Los objetivos del tratamiento paliativo del
                    colangiocarcinoma distal son triples. En primer lugar, hay que aliviar la obstrucción
                    biliar mediante cirugía (hepatoyeyunostomía o coledocoyeyunostomía) o endos-
                    copia (colocación de una prótesis plástica o metálica). Nuestro enfoque general es
                    colocar una prótesis de plástico con la CPRE si está clínicamente indicado
Tabla 2
Series publicadas disponibles sobre el colangiocarcinoma distal

                                                                                                                                                       Mortalidad
                                                                                                                                                       operatoria de
                                                            No de                                                                                      la resección    Mortalidad
                                            No total de     resecciones por                                                                            de un cáncer    operatoria
                                            cánceres de     cáncer de los                                                                              de los          en todas las
                                            los conductos   conductos       Supervivencia,             Supervivencia,          Supervivencia,          conductos       operaciones
                                            biliares        biliares        total de                   sin afectación          con afectación          biliares        de Whipple
Referencia           Institución        Año distales        distales (%)    resecciones (%)            tumoral (%)             tumoral (%)             distales (%)    (%)

                                                                           1 año 3 años 5 años Mediana 1 año   3 años 5 años 1 año     3 años 5 años
                                                                                               (meses)
Warren et al. [49]   Lahey Clinic       1975 —              47             76,3 32,3    25     —       75,7    35,4     27,5   80       0        0     21              15
Nakase et al. [50]   Kyoto University   1977 309            161 (52)       38    8       5     —       —       —        —      —       —        —      22,3            20.8
                       (Japón)
Tompkins             UCLA               1981   18           12 (67)        63    28      28   21       —       —        —      —       —        —       8               8
  et al. [3]
Lerut et al. [51]    University of      1984 —              5              40    20       0   —        —       —        —      —       —        —      —               10.6
                       Louvain
                       (Bélgica)
Fong et al. [52]     Memorial-Sloan     1996 104            45 (43)        79    46      27   33       —       —        54     —       —        0      4,4             —
                       Kettering
Nakeeb et al. [5]    Johns Hopkins      1996 —              73             70    31      28   22       89      38       30     50a      8a       8a     0              —
Wade et al. [53]     VA Medical         1997 156            34 (22)        69a   18a     14   15a      —       —        22     —        0        0     11              —
                       Center,
                       St. Louis
Bortolasi et al.    Mayo Clinic         2000 —             15         —    —    20   21     —     —     33    —     —      0     0    —
  [54]
Yoshida et al.      Nakatsu Municipal   2002 —             27         65   37   37   20,5   91    61    61    47    20    20    3,7   —
  [55]                Hospital
                      (Japón)
Murakami et al.     Hiroshima           2007 —             43         72   53   44   26     94a   76a   58    40a   21a   21     0    —
 [56]                 University
                      (Japón)
Ebata et al. [42]   Nagoya University   2007 —             100        75   47   35   30     86    60    46    57    25    19     5    —
                      (Japón)
Cheng et al. [57]   Second Military     2007 131           116 (89)   86   51   25   35,5   94    62    30    56    12     4    3,4   —
                      Medical
                      University
                      (China)
DeOliveira et al.   Johns Hopkins       2007 —             229        —    —    23   18     —     —     30a   —     —     15a    3    —
  [58]

    a
        Calculado a partir de la curva de supervivencia.
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                    (obstrucción completa con hiperbilirrubinemia intensa) o si se piensa retrasar la
                    operación. Como casi todas las pancreatoduodenectomías se realizan en grandes
                    centros académicos, es frecuente que a los pacientes se les coloque una prótesis en
                    otro centro sanitario para dar así tiempo al traslado y al estudio pertinente en el
                    centro terciario. Las prótesis metálicas se colocan cuando queda claro que un
                    paciente sufre una enfermedad irresecable o si se ha colocado una prótesis inicial de
                    plástico pero se comprueba, más tarde, el carácter irresecable de la enfermedad.
                       El segundo objetivo de los cuidados paliativos es aliviar la obstrucción duodenal.
                    Aunque esta representa un estado premórbido, la obstrucción del duodeno ha de
                    tratarse de forma que se minimice la estancia hospitalaria. La colocación endos-
                    cópica de una prótesis duodenal constituye un método relativamente sencillo para
                    ligar la obstrucción y comporta un riesgo mínimo de complicaciones posteriores.
                       Por último, hay que proporcionar una adecuada analgesia a todos los pacientes.
                    Algunos tumores pueden cursar con dolor, ya que tienden a invadir el tejido
                    perineural. Si el dolor no responde a los opiáceos por vía oral, hay que proporcionar
                    medidas paliativas basadas en opiáceos por vía intravenosa, en antieméticos o en
                    otros medicamentos.



                    Otras neoplasias malignas biliares
                        Aparte del colangiocarcinoma, algunas neoplasias malignas de los conductos
                    biliares distales son los tumores carcinoides, otros tumores neuroendocrinos, los
                    linfomas, los carcinomas epidermoides y los tumores indiferenciados. Sin embargo,
                    se trata de neoplasias malignas que representan menos del 3 al 5% de los tumores
                    de esta localización [11,58] y cuya descripción se realiza mayoritariamente en
                    informes de casos [65–67].



                    Resumen
                       El cáncer de los conductos biliares distales sigue constituyendo un diagnóstico
                    con un pronóstico malo. A pesar de los enormes avances en las técnicas diagnós-
                    ticas de imagen, la patogenia molecular y los resultados quirúrgicos, la supervi-
                    vencia total a los 5 años resulta aún escasa. La pancreatoduodenectomía con una
                    resección R-0 ofrece al paciente la máxima probabilidad de una supervivencia
                    duradera.



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  • 1. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o CLÍNICAS CL NICAS QUIRÚRGICAS QUIR RGICAS DE NORTEAM RICA NORTEAMÉRICA Surg Clin N Am 88 (2008) 1429–1447 Neoplasias malignas de la vía biliar distal Gregory Veillette, MDÃ, Carlos Fernández-del Castillo, MD Department of Surgery, Massachusetts General Hospital, 55 Fruit Street, Boston, MA 02114, USA Las neoplasias malignas de la vía biliar distal (colangiocarcinoma) aún son algo poco habitual con un pronóstico desfavorable. La inmensa mayoría de estos cán- ceres son adenocarcinomas que invaden preferentemente las estructuras adya- centes y drenan en los ganglios linfáticos locales. Dado el pequeño diámetro del colédoco, no resulta posible el reconocimiento temprano del tumor con las actuales técnicas de imagen. Por eso, estos pacientes suelen acudir con síntomas, y la mayoría de ellos, con un estado avanzado de la enfermedad. Estos cánceres crecen en general de manera perpendicular y horizontal a lo largo del colédoco y, por eso, los tumores que se detectan con las pruebas de imagen tienden a infravalorarse y aparecen, a menudo, más extendidos en la exploración quirúrgica. La relación anatómica entre la porción distal de la vía biliar y el páncreas, el duodeno, la vena porta y la arteria hepática también puede incrementar las dificultades técnicas de la extirpación tumoral. Clasificación El colangiocarcinoma suele clasificarse tradicionalmente como intrahepático o extrahepático por su anatomía; la enfermedad extrahepática se subdivide a su vez en proximal (hiliar) o distal. La publicación original por Klatskin de 1965 [1] hacía referencia a un cáncer de la región perihiliar que, en la actualidad, da cuenta del 60 al 80% de todos los colangiocarcinomas. Posteriormente, las neoplasias malignas hiliares se subclasificaron con el sistema de Bismuth-Corlette, que incluye toda la enfermedad extrahepática hasta la confluencia entre el conducto cístico y el hepático común [2]. El colangiocarcinoma del conducto biliar común (CBC) hasta la ampolla se considera enfermedad distal y es el objeto de este artículo. En algunos de los primeros estudios [3,4] se distinguía entre las lesiones del tercio medio (inferiores al conducto cístico pero no intrapancreáticas) y del tercio inferior T Autor para correspondencia. Department of Surgery, Massachusetts General Hospital, 15 Parkman Street, Wang Ambulatory Care Center Suite 460, Boston, MA 02114. Dirección electrónica: gveillette@partners.org (G. Veillette). r 2009. Elsevier España, S.L. Reservados todos los derechos.
  • 2. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o 1430 VEILLETTE y CASTILLO (porción intrapancreática) del colédoco. Como las neoplasias malignas del tercio medio de la vía biliar extrahepática son extraordinariamente raras, en los informes más recientes se privilegia la clasificación de las lesiones del tercio medio como enfermedad distal [5]. Epidemiología El colangiocarcinoma en su conjunto representa cerca del 3% de todos los cánceres gastrointestinales y el cáncer de la vía biliar distal da cuenta del 20 al 30% de todos los colangiocarcinomas [5,6]. La probabilidad de padecer un colangio- carcinoma distal aumenta con la edad y la incidencia máxima se da en la séptima década de la vida. Existe, asimismo, un ligero predominio masculino de estas lesiones. La incidencia general del colangiocarcinoma extrahepático parece estar descendiendo [6]. Sin embargo, las estadísticas poblacionales amplias son difíciles de interpretar por dos razones. En primer lugar, los colangiocarcinomas hiliares y distales se analizan conjuntamente como enfermedad extrahepática y, en segundo lugar, el cáncer de la vesícula suele combinarse con el colangiocarcinoma extrahepático en estas publicaciones [6,7]. Fisiopatología Microscópicamente, la gran mayoría (95 al 97%) de las neoplasias malignas de la vía biliar son adenocarcinomas (fig. 1), en general bien diferenciados, con mucina, que propenden a extenderse a lo largo de los conductos biliares bajo la mucosa. Los colangiocarcinomas también tienden a mostrar un estroma desmoplásico robusto, a invadir el tejido perineural y, como muchos adenocarcinomas, a propagarse en principio a los ganglios linfáticos regionales [8,9]. Macroscópicamente, las lesiones se dividen en tres tipos: esclerosante, nodular y papilar. Las lesiones esclerosantes son duras y difusas, y tienden a obstruir peri- metralmente la luz del conducto. El tipo nodular se manifiesta por una masa dura que se proyecta hacia la luz ductal, y su base continúa en la pared del conducto. Las grandes lesiones nodulares pueden, sin embargo, tener un aspecto circunferencial y manifestar rasgos del tipo esclerosante (noduloesclerosante). El subtipo papilar crece como una masa polipoide friable con posible esclerosis ductal concomitante, si bien suele extenderse hacia las estructuras circundantes. En un artículo de vigi- lancia sobre la anatomía patológica del colangiocarcinoma [8] se evaluaron 33 piezas macroscópicas. De ellas, 22 eran de tipo esclerosante y afectaban a los conductos proximales o al hilio. Había 8 lesiones papilares, 7 de las cuales afectaban a la porción distal de la vía, y 3 lesiones nodulares, 1 de la porción suprapancreática del CBC y 2 de la porción intrapancreática distal. Factores de riesgo Como en otros carcinomas, el colangiocarcinoma se asocia a lesiones que dañan directamente el epitelio de la vía biliar o producen una inflamación del mismo, con el incremento compensador subsiguiente en la actividad mitótica de los colangio- citos y el aumento en la probabilidad de mutación y error. Aunque la mayoría de los casos son esporádicos y su causa no llega a conocerse, el epitelio biliar puede sufrir
  • 3. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o NEOPLASIAS MALIGNAS DE LA VÍA BILIAR DISTAL 1431 A Luz del conducto biliar Adenocarcinoma T2 que invade la pared del Estroma desmoplásico conducto biliar Páncreas Nidos de adenocarcinoma que invaden la pared del conducto biliar B Luz del conducto biliar Estroma desmoplásico Adenocarcinoma invasivo T3 que penetra en la pared del conducto biliar e invade el páncreas Figura 1. (A) Características histológicas de un adenocarcinoma de la vía biliar distal T-2 visua- lizado a pequeño y gran aumento. El cáncer se extiende más allá de la pared del conducto, pero no invade el páncreas circundante. (B) Imágenes a bajo y gran aumento de un cáncer T-3 con infil- tración del páncreas. En ambos se observa un estroma desmoplásico intenso que rodea las células malignas. distintos grados de lesión que inician el desarrollo del colangiocarcinoma. A grandes rasgos, estos patrones de lesión comprenden trastornos adquiridos (colangitis esclerosante primaria [CEP], colelitiasis crónica), congénitos (quistes del colédoco, enfermedad de Caroli), infecciones (Salmonella typhi, Clonorchis sinensis, Opisthorchis viverrini, hepatitis C) o sustancias químicas (tabaco, Tho- rotrast, dioxina).
  • 4. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o 1432 VEILLETTE y CASTILLO Colangitis esclerosante primaria La CEP es una enfermedad inflamatoria autoinmunitaria crónica que determina estenosis multifocales y fibrosis del árbol biliar intrahepático y extrahepático. Alrededor del 80% de estos pacientes presentan una enfermedad inflamatoria intestinal (generalmente, colitis ulcerosa) asociada, pero algunos con enfermedad inflamatoria intestinal acaban sufriendo una CEP [10,11]. A pesar de la variabilidad en la historia natural de la CEP, está claro que estos pacientes corren más riesgo de desarrollar un colangiocarcinoma. Pese a que la colectomía en el seno de la colitis ulcerosa elimine el riesgo del cáncer de colon, no modifica la incidencia ni la gravedad de la colangitis esclerosante [12,13]. El riesgo total verdadero de que se desarrolle un colangiocarcinoma en la CEP resulta difícil de precisar, porque un elevado número de pacientes fallecen por la enfermedad y no es sometido a autopsia. Según los datos conocidos de la historia natural de la enfermedad, entre el 6 y el 14% de los pacientes con CEP acaban siendo diag- nosticados de un colangiocarcinoma a lo largo de su vida [10,12,14], pero la inci- dencia real (incluida la diagnosticada en la autopsia) del colangiocarcinoma en esta población puede ser de hasta el 30 al 40%. El colangiocarcinoma de la vía biliar distal es raro en la CEP, pero sí se ha descrito. En una publicación, dio cuenta del 13% de todos los colangiocarcinomas asociados a la CEP [15]. Casi la mitad de estos colangiocarcinomas se diagnostican en el primer año desde la detección inicial de la CEP, lo que hace pensar en una inflamación sub- clínica y una degeneración maligna posterior, habitualmente preludiadas por dolor abdominal e ictericia. Es más, dada la naturaleza multifocal de la CEP, el diag- nóstico de colangiocarcinoma puede retrasarse, lo que explica el mayor porcentaje de tumores irresecables [10,12,14]. Enfermedad quística coledociana El riesgo de colangiocarcinoma entre los pacientes con quistes coledocianos está perfectamente descrito y varía entre el 10 y el 15%. El desarrollo de estos quistes probablemente sea consecuencia de una unión anómala entre los conductos pan- creático y biliar, en la que el primero se une al colédoco en un lugar proximal al complejo esfinteriano. Se piensa que esta unión anómala del conducto pancreático facilita el reflujo proximal de las enzimas pancreáticas. Este reflujo no sólo daña el epitelio biliar, sino que aumenta el flujo intraductal y, por tanto, la presión, lo que da lugar a una dilatación (formación de quiste) de los conductos biliares. Una vez formados los quistes, se produce una estasis biliar y una inflamación crónica dentro del quiste [16,17]. Si se extirpa en una etapa temprana de la vida, el riesgo de degeneración maligna es mínimo. Sin embargo, si se deja que persista hasta la vida adulta, el riesgo de colangiocarcinoma en estos casos puede elevarse hasta el 30% [18]. Infecciones hepáticas por trematodos La ingestión de pescado poco cocinado puede causar una infección por trema- todos hepatobiliares O. viverrini y C. sinensis. Estos parásitos son especialmente comunes en Tailandia, país con la máxima incidencia de colangiocarcinoma del mundo. Los trematodos penetran en el árbol biliar a través de la ampolla de Vater y
  • 5. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o NEOPLASIAS MALIGNAS DE LA VÍA BILIAR DISTAL 1433 la infestación posterior ocasiona una inflamación crónica localizada que se asocia poderosamente al colangiocarcinoma. La inflamación crónica no sólo causa una hiperplasia ductal biliar, sino que también aumenta la producción de óxido nítrico y compuestos N-nitroso que dañan el ADN [19]. Hepatolitiasis Hasta el 30% de los pacientes con colangiocarcinoma presentan colelitiasis. Es evidente que la colelitiasis aumenta el riesgo de adenocarcinoma de la vesícula, pero la incidencia de colelitiasis entre los pacientes con colangiocarcinoma se parece a la de la población general [11]. En un informe de un caso [20] se ha propuesto que la colelitiasis asociada a coledocolitiasis incrementa el riesgo de adenocarcinoma en la vía biliar distal; sin embargo, no se ha demostrado esta asociación. En cambio, la presencia de enfermedad crónica por cálculos biliares (hepatolitiasis, colangiohepatitis oriental o colangiohepatitis piógena recurrente) eleva significativamente el riesgo de neoplasias malignas ductales biliares [21,22]. Las consecuencias de la colelitiasis son la obstrucción de los conductos intrahe- páticos, las colangitis recurrentes, la formación de estenosis y la estasis biliar, y todas ellas pueden contribuir a la inflamación crónica y a la posterior aparición de un tumor maligno. Toxinas El prototipo de sustancia química asociada al colangiocarcinoma es Thorotrast. Este medio de contraste radiológico se prohibió en los años cincuenta cuando se creyó que era potencialmente cancerígeno. La aparición de colangiocarcinoma aumentó notablemente entre los pacientes que habían recibido Thorotrast, y la enfermedad maligna suele aparecer décadas (hasta 48 años en una ocasión) des- pués de la exposición [23]. Otras exposiciones químicas implicadas en el colan- giocarcinoma son el alcohol, la dioxina, las nitrosaminas y el tabaco [24]. Papilomatosis biliar La papilomatosis biliar es una lesión premaligna rara, que se caracteriza por la presencia de múltiples adenomas papilares distribuidos por los conductos biliares. Estos tumores pueden secretar o no mucina y suelen manifestarse por episodios repetidos de dolor en el hipocondrio derecho, ictericia o colangitis. En una de las series más amplias que se han publicado sobre papilomatosis biliar [25] se afirma que el 83% de los adenomas papilares contienen carcinoma. Otros Otros factores de riesgo implicados en el desarrollo del colangiocarcinoma, aunque la relación de causa a efecto sea peor conocida, son la hepatitis B, la hepatitis C, la cirrosis, la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y la diabetes.
  • 6. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o 1434 VEILLETTE y CASTILLO Presentación clínica La diferencia clínica entre la enfermedad intrahepática y extrahepática estriba en la obstrucción biliar y en la invasión local. En general, cuanto más distal es el tumor, antes aparecen síntomas clínicos compatibles con una obstrucción biliar. El colangiocarcinoma intrahepático tiende a presentarse en una fase más avanzada, dadas las múltiples opciones de drenaje alrededor del tumor y la atrofia del parénquima hepático obstruido. A la inversa, la enfermedad extrahepática suele manifestarse mucho antes por ictericia indolora, prurito, orinas colúricas, heces acólicas y malabsorción de grasa por carencia de ácidos biliares. Estos pacientes también pueden presentar plenitud abdominal, saciedad precoz, náuseas, molestias abdominales vagas, malestar, fiebre, sudor nocturno y pérdida de peso. Ante la proximidad de la vena porta, la arteria hepática, el duodeno y el páncreas, los colangiocarcinomas distales invaden enseguida las estructuras locales y acaban metastatizando. Rara vez, las neoplasias malignas distales se sospechan de forma casual al efectuar una ecografía o una tomografía computarizada (TC) del hipo- condrio por otros motivos. Los signos compatibles en este caso son la dilatación de los conductos biliares, la distensión de la vesícula biliar o una pequeña masa. Todos los pacientes con sospecha de colangiocarcinoma requieren las pruebas habituales de laboratorio, es decir, un hemograma completo, electrólitos, química hepática y pruebas de la función hepática. Aquellos con una obstrucción biliar distal probablemente muestren hiperbilirrubinemia directa y elevación de la fos- fatasa alcalina. En función de la duración y de la intensidad de la obstrucción, es posible que otras pruebas de la función hepática (albúmina sérica, tiempo de protrombina, transaminasas) resulten normales. Hay que verificar las cifras de la gammaglutamiltransferasa (GGT) de todo paciente con una elevación de la fos- fatasa alcalina descubierta al azar. Si la GGT se eleva cuando se produce un aumento de la fosfatasa alcalina, es muy probable que exista un trastorno biliar que requiera su estudio inmediato. Patogenia molecular La patogenia molecular de las neoplasias malignas biliares obedece a numerosas alteraciones de la homeostasis normal de los colangiocitos. A pesar de que muchos casos de colangiocarcinoma no obedecen a una causa claramente reconocible, habitualmente se produce un daño inicial del epitelio biliar [26]. En el plano celular, la transformación maligna obedece a varios mecanismos, como la disregulación del ciclo celular/crecimiento autónomo (ciclina D, K-ras, interleucina [IL] 6, ciclooxi- genasa 2 [COX-2]), la inactivación de genes supresores de tumores (p53, p16), el refuerzo de los factores antiapoptóticos (bcl-2, Mcl-1), la angiogénesis (factor de crecimiento endotelial vascular [VEGF]) y la invasión/metástasis (cadherina E, catenina a) [27–29]. En los estados de inflamación crónica (p. ej., CEP, infección por duelas hepá- ticas, hepatolitiasis), se observa una suprarregulación de la IL-6 y del óxido nítrico sintasa inducible (iNOS). El incremento posterior del óxido nítrico potencia no sólo el daño oxidativo del ADN, sino también el crecimiento celular al inhibir la apoptosis. La inflamación biliar también induce la COX-2, que origina un creci- miento y una supervivencia celular a través de la síntesis de prostaglandinas [27].
  • 7. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o NEOPLASIAS MALIGNAS DE LA VÍA BILIAR DISTAL 1435 El grupo del Memorial Sloan-Kettering [30] ha expuesto hace poco la expresión diferencial de distintas proteínas reguladoras del ciclo celular basándose en la ubicación del colangiocarcinoma. A través de micromatrices tisulares, com- probaron que la expresión de p27 disminuye progresivamente desde las neoplasias malignas intrahepáticas hasta las distales. Los tumores intrahepáticos tenían más probabilidad de sobreexpresar la ciclina D1 y bcl-2 que los tumores hiliares, vesi- culares y distales. A la inversa, los tumores distales sobreexpresaban el gen supresor de tumores p53 más que las lesiones proximales. Marcadores tumorales Los dos marcadores séricos más utilizados para el colangiocarcinoma son el antígeno carbohidrato (CA) 19-9 y el antígeno carcinoembrionario (CEA). Gran parte de la literatura sobre la relación entre estos marcadores tumorales y el colangiocarcinoma proviene de pacientes con una CEP de base. El CA 19-9 es un anticuerpo dirigido contra glucoproteínas circulantes cubiertas de antígenos siali- lados de grupos sanguíneos. La concentración depende del genotipo sanguíneo de Lewis y, por tanto, no resulta aceptable para el 7% de la población [31]. Si se aplica un valor de corte de 100 U/ml, la sensibilidad y la especificidad del CA 19-9 en la detección del colangiocarcinoma oscilan entre el 53 y el 89% y entre el 80 y el 91%, respectivamente [31–35]. La exactitud diagnóstica no mejora empleando valores de corte más altos, como, por ejemplo, 180 U/ml [36]. Las cifras de CA 19-9 se elevan no sólo en otras enfermedades malignas (ovario, estómago, páncreas y colon) sino también en cualquier trastorno que lleve a una dilatación o inflamación a una de los conductos biliares (estenosis benignas, colangitis y colestasis). Los valores de CEA son aun menos exactos que los de CA 19-9 para diagnos- ticar el colangiocarcinoma. El CEA es una glucoproteína oncofetal que ayuda sobre todo a detectar las recidivas de los cánceres colorrectales. Asimismo, posee cierta utilidad diagnóstica en el colangiocarcinoma. Si se aplica un valor de corte de 5ng/ml, la sensibilidad y la especificidad varían entre el 33 y el 68% y entre el 82 y el 95%, respectivamente [31,32,36,37]. Como el CEA suele vigilarse al mismo tiempo que el CA 19-9, se ha desarrollado un sistema de puntuación (puntuación de Ramage) que combina estos marcadores con el fin de incrementar la exactitud diagnóstica. En el estudio original [38], una puntuación (CA19-9þ[CEA Â 40]) mayor de 400 comportaba una sensibilidad del 66% y una especificidad del 100% entre los pacientes con CEP. En el estudio de Lindberg et al. [32], la sensibilidad y la especificidad de la puntuación de Ramage para reconocer el colangiocarcinoma de pacientes con estenosis confirmadas en la colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE) sólo llegó al 43 y al 89%, respectivamente. No obstante, entre los pacientes con una CEP de base, la sensibilidad y la especificidad subieron hasta el 71 y el 91%, respectivamente. Está claro que el CA 19-9 o el CEA por sí mismos no ofrecen exactitud en el diagnóstico del colangiocarcinoma. Sin embargo, en un contexto clínico adecuado y si la sospecha es firme, estas pruebas pueden ayudar al diagnóstico. Es más, estos marcadores se deben vigilar estrechamente entre los pacientes sometidos a resección quirúrgica y, si se elevan, deberán realizarse pruebas intensivas de ima- gen para buscar recidivas o metástasis.
  • 8. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o 1436 VEILLETTE y CASTILLO Otras pruebas moleculares nuevas empleadas para el diagnóstico del colan- giocarcinoma son el análisis de imágenes digitalizadas (AID) y la hibridación in situ con fluorescencia (FISH). Estos análisis exigen la toma por cepillado/aspirado de muestras ductales biliares durante la CPRE. El AID permite un análisis compu- tarizado del núcleo celular y la cuantificación del ADN [39], mientras que la FISH marca el ADN de los colangiocitos para reconocer las anomalías cromosómicas específicas [26]. En un estudio, la FISH con sondas de los cromosomas 3, 7, 9 y 17 mostró una sensibilidad mayor que la citología habitual en la detección de las neoplasias malignas de pacientes con estenosis biliares [40]. Estadificación Las directrices de estadificación más reciente de los cánceres de los conductos biliares extrahepáticos (6.a edición) del American Joint Committee on Cancer se % publicaron en 2002 y se muestran en la tabla 1 [41]. La diferencia principal con la 5.a edición (publicada en 1997) reside en la clasificación tumoral (T). En la edición anterior, se definía como lesión T-3 un tumor que invadiera el hígado, el páncreas, la vesícula biliar, el duodeno y el estómago, mientras que, en la reciente 6.a edición, las lesiones T-3 no invaden ni el duodeno, ni el estómago, ni el colon. Este cambio Tabla 1 Directrices para la estadificación de los cánceres biliares extrahepáticos de la 6.a edición del American Joint Committee on Cancer Tumor primario (T) T-0 Ningún signo del tumor T-is Carcinoma in situ T-1 Tumor confinado a los conductos biliares T-2 El tumor invade más allá de la pared del conducto biliar T-3 El tumor invade el hígado, la vesícula biliar, el páncreas o las ramas derecha o izquierda de la vena porta o la arteria hepática T-4 El tumor invade la vena porta principal o ambas ramas derecha o izquierda, la arteria hepática común o las estructuras adyacentes, como el colon, el estómago, el duodeno o la pared abdominal Estado de los ganglios linfáticos regionales (N) N-0 Sin metástasis en los ganglios linfáticos regionales N-1 Metástasis en los ganglios linfáticos regionales (hiliares, celíacos, periduodenales, peripancreáticos y de la arteria mesentérica superior) Metástasis a distancia (M) M-0 Sin metástasis a distancia M-1 Metástasis a distancia Estadio T N M 0 T-is N-0 M-0 1-A T-1 N-0 M-0 1-B T-2 N-0 M-0 2-A T-3 N-0 M-0 2-B T-1 a T-3 N-1 M-0 3 T4 Cualquier N M-0 4 Cualquier T Cualquier N M-1
  • 9. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o NEOPLASIAS MALIGNAS DE LA VÍA BILIAR DISTAL 1437 refleja el concepto de invasión local que sigue un patrón anatómico y denota que la invasión duodenal augura un peor pronóstico que la invasión pancreática aislada. Como estas lesiones se tratan mediante pancreatoduodenectomía, algunos han cuestionado la idea de que la invasión duodenal confiera un peor pronóstico. En un reciente estudio japonés se realizó una pancreatoduodenectomía de 95 pacientes con colangiocarcinoma distal. No se encontraron diferencias entre la supervivencia de los pacientes con lesiones T-3 (N ¼ 32) y T-4 (N ¼ 30). Se apreció, sin embargo, una clara diferencia entre aquellos con cánceres T-1 o T-2 y con cánceres T-3 o T-4 [42]. Estos datos indican que la extensión tumoral más allá de la pared del colédoco (bien al páncreas, al duodeno o ambos) es un paso clave en la evolución natural del colangiocarcinoma distal. Más aún, la posibilidad de propagación ganglionar es mucho mayor una vez que el tumor se ha extendido más allá de la pared del colédoco, y en numerosos estudios se ha observado una supervivencia significati- vamente reducida entre los pacientes con afectación ganglionar tumoral. Estudio diagnóstico de imagen La técnica ideal para el diagnóstico por imagen del cáncer de los conductos biliares distales es una modalidad que resulte fácil de aplicar, diagnostique la enfermedad en una etapa temprana, no presente complicaciones y permita detectar la enfermedad metastásica. Por desgracia, ninguna de las modalidades de imagen actuales cumple todos estos requisitos. A menudo, hay que combinar varias téc- nicas de imagen, no sólo para efectuar el diagnóstico correcto del colangiocarci- noma distal, sino también para estadificar adecuadamente al paciente. La primera técnica diagnóstica para estudiar una neoplasia maligna de los conductos biliares distales se basa en la presentación clínica y, en esencia, es doble. En primer lugar, se encuentran los pacientes sometidos a estudio de imagen abdominal por otros motivos (p. ej., apendicitis, diverticulitis), en los que se des- cubre casualmente una masa o irregularidad visible o una dilatación de los con- ductos biliares. El segundo grupo de pacientes, bastante más común, acude por síntomas relacionados de alguna manera con el cáncer (dolor, ictericia). Se suele solicitar una ecografía ante todo paciente que acude con color en hipocondrio derecho e ictericia. Esta técnica ayuda a reconocer la dilatación ductal y, posi- blemente, el nivel de obstrucción. Rara vez, sin embargo, visualiza el tumor. Por eso, la TC resulta esencial si se sospecha una neoplasia maligna distal (figs. 2 y 3). La TC sin realce del contraste permite examinar la anatomía ductal y casi toda la enfermedad metastásica. Aún más importante, se separan las fases arterial y venosa portal, lo que facilita un examen de la relación entre el cáncer y las estructuras vasculares [43], que es fundamental para evaluar con exactitud las posibilidades de resección. Aunque la TC aporta mucha información, puede subestimar la propagación del tumor a lo largo de los conductos y dentro del peritoneo. En general, suelen efectuarse otros estudios adicionales antes de la operación. Las pruebas más útiles, después de la TC, son la colangiopancreatografía por resonancia magnética (CPRM) y la CPRE (fig. 4). Cada una de estas modalidades ofrece una visualiza- ción precisa del árbol biliar. La CPRE (fig. 5) presenta la ventaja adicional del drenaje biliar preoperatorio y de la citología por cepillado, que ayuda a confirmar el diagnóstico de colangiocarcinoma. Aunque la TC y la CPRE sean fundamentales
  • 10. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o 1438 VEILLETTE y CASTILLO Figura 2. Imagen reconstruida de TC coronal en la que se observa un punto de transición cerca de la cabeza pancreática con dilatación del conducto biliar común (A). Las imágenes axiales confirman una masa con realce dentro de la pared distal del conducto biliar común (B). Figura 3. Imágenes de TC a bajo (A) y gran (B) aumento, en las que se aprecia una masa en la cabeza del páncreas. Se tomaron a una mujer de 75 años que acudió por ictericia indolora. Se operó mediante pancreatoduodenectomía y se descubrió un colangiocarcinoma distal T-3 N-1. para el estudio inicial de las neoplasias malignas de los conductos biliares distales, la incorporación de la ecoendoscopia con aspiración con aguja fina se puede plantear si se sigue dudando del diagnóstico (fig. 6) [44,45]. Tratamiento La cirugía representa aún el pilar del tratamiento del colangiocarcinoma y hasta el 10% de todas las pancreatoduodenectomías por cáncer se deben a neoplasias malignas de los conductos biliares distales [46–48]. Por desgracia, muchos pacientes acuden con una enfermedad avanzada e irresecable, en la que sólo se pueden brindar medidas paliativas. Entre los que presentan una enfermedad no metastá- sica, la cirugía ofrece la única posibilidad de supervivencia prolongada e incluso de curación.
  • 11. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o NEOPLASIAS MALIGNAS DE LA VÍA BILIAR DISTAL 1439 Figura 4. CPRM coronal que muestra una leve dilatación del conducto biliar común hasta la porción distal (A), con una lesión oscura T-2 a la altura del punto de transición (B). En la CPRE posterior se visualizó una estenosis en la porción distal del CBC con dilatación proximal (C). En 1975, el Dr. Warren [49] de la Lahey Clinic publicó sus series sobre resección radical del cáncer periampular durante los 30 años anteriores. Entre 1942 y 1971 practicó 348 pancreatoduodenectomías, 47de ellas (13,5%) por neoplasias malig- nas de los conductos biliares distales. La mortalidad quirúrgica de todas las ope- raciones resultó del 15% y llegó al 21% tras aplicar la técnica de Whipple al cáncer de la vía biliar distal. Esta serie fue la primera en la que se analizaron los resultados a largo plazo de la resección de este tipo de cánceres. La tasa total de supervivencia a los 5 años entre los pacientes operados fue del 25%, no muy distinta de la actual. Es más, hubo una clara diferencia en la evolución de los pacientes con metástasis ganglionares o sin ellas. En los últimos 30 años han aparecido numerosos informes en la literatura sobre los resultados obtenidos en el cáncer de los conductos biliares distales [3,5,42,49–58]. Se puede comprobar que la cirugía sigue siendo el pilar del trata- miento (tabla 2). Estos artículos ponen de manifiesto que la resección R-0 confiere una ventaja para la supervivencia y que el pronóstico de los pacientes con una enfermedad irresecable resulta malo. Asimismo, el estadio ganglionar es el ele- mento pronóstico más importante entre los pacientes operados. Pese a que la tasa
  • 12. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o 1440 VEILLETTE y CASTILLO Figura 5. CPRE de un hombre de 53 años que refería náuseas, prurito y pérdida de 9 kg de peso. Al principio se efectuó una TC, en la que se observó una ligera dilatación ductal. Luego, la CPRE confirmó la estenosis de los conductos biliares distales. Se practicó una pancreatoduodenectomía y el examen histológico definitivo reveló una lesión T-3 con invasión pancreática y perineural. Figura 6. Imagen reconstruida de TC coronal que muestra un punto de transición en la porción distal del CBC. (A) En la ecoendoscopia posterior se observó dilatación del CBC (B) y una masa (C). La estrella indica la dilatación del CBC y la flecha apunta a la masa.
  • 13. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o NEOPLASIAS MALIGNAS DE LA VÍA BILIAR DISTAL 1441 media de supervivencia a los 5 años de estos alcanza el 24% (rango 0–44%), esta cifra aumenta hasta el 39% (rango 22–61%) entre los sometidos a resección R-0 y sin enfermedad ganglionar. A la inversa, la supervivencia media a los 5 años tras la resección de un tumor con afectación ganglionar sólo llega al 8,7% (rango 0–21%) y la mediana de la supervivencia de la enfermedad paliada es de meses. La serie de la literatura más amplia proviene del grupo de Johns Hopkins. Inicialmente comunicaron su experiencia con todos los colangiocarcinomas con- firmados mediante examen histológico (N ¼ 294) entre enero de 1973 y diciembre de 1995 [5]. Luego, agruparon esta experiencia con datos tomados entre enero de 1995 y marzo de 2004 hasta obtener un total de 564 pacientes [58]. Durante este período de 31 años se describieron 239 (42%) lesiones distales. En la fase temprana, el 27% (N ¼ 80) de los colangiocarcinomas eran cánceres distales, mientras que en el período tardío lo era el 59% (N ¼ 159). Este alto porcentaje de lesiones distales en este último período quizá se deba a los patrones de remisión. De los pacientes remitidos para cirugía por un colangiocarcinoma distal se operó al 96% (91% en el período inicial y el 98% en el período tardío). La supervivencia total a los 5 años alcanzó el 23% para las lesiones distales, con una mediana de 18 meses los pacientes con márgenes positivos o adenopatías tumorales sobrevivieron signifi- cativamente menos. Desde que Whipple [59] describiera la pancreatoduodenectomía en 1935, esta ha continuado representando la intervención de elección para las neoplasias malignas de la vía biliar distal. Actualmente, la pancreatoduodenectomía es una técnica más segura, con una tasa actual de mortalidad operatoria inferior al 5% (v. tabla 2). En nuestro centro, preferimos la técnica estándar de Whipple (con antrectomía) y ejecutamos de forma rutinaria una pancreatoyeyunostomía termi- nolateral estabilizada con una prótesis. Los resultados quirúrgicos de la técnica de Whipple mejoran cuando la técnica se realiza en centros con experiencia. Pese a la enorme mejora en la mortalidad operatoria total, la morbilidad sigue siendo alta. La complicación más frecuente de la operación de Whipple es la formación de una fístula pancreática; las tasas varían entre el 11 y el 30% según la definición [60–63]. Aunque la mortalidad quirúrgica total pueda bajar hasta el 1%, la mortalidad asociada a la fístula pancreática secundaria a la pancreatoduodenectomía es elevada. Es más, estas muertes no siempre ocurren en los 30 días siguientes a la intervención ni durante el mismo ingreso. Habitualmente, la mortalidad de la fístula pancreática se relaciona con seudoaneurismas sangrantes o sepsis intraab- dominal [64]. Paliación Por desgracia, no todos los pacientes que sufren una neoplasia maligna de la vía biliar distal acuden cuando aún se encuentra en un estadio en que es resecable. Las tasas de resecabilidad notificadas oscilan entre el 22 y el 89% [3,50–53,57]. Como no hay ninguna prueba firme que respalde el uso de la quimioterapia o de la radio- terapia, se ofrecerán medidas paliativas. Los objetivos del tratamiento paliativo del colangiocarcinoma distal son triples. En primer lugar, hay que aliviar la obstrucción biliar mediante cirugía (hepatoyeyunostomía o coledocoyeyunostomía) o endos- copia (colocación de una prótesis plástica o metálica). Nuestro enfoque general es colocar una prótesis de plástico con la CPRE si está clínicamente indicado
  • 14. Tabla 2 Series publicadas disponibles sobre el colangiocarcinoma distal Mortalidad operatoria de No de la resección Mortalidad No total de resecciones por de un cáncer operatoria cánceres de cáncer de los de los en todas las los conductos conductos Supervivencia, Supervivencia, Supervivencia, conductos operaciones biliares biliares total de sin afectación con afectación biliares de Whipple Referencia Institución Año distales distales (%) resecciones (%) tumoral (%) tumoral (%) distales (%) (%) 1 año 3 años 5 años Mediana 1 año 3 años 5 años 1 año 3 años 5 años (meses) Warren et al. [49] Lahey Clinic 1975 — 47 76,3 32,3 25 — 75,7 35,4 27,5 80 0 0 21 15 Nakase et al. [50] Kyoto University 1977 309 161 (52) 38 8 5 — — — — — — — 22,3 20.8 (Japón) Tompkins UCLA 1981 18 12 (67) 63 28 28 21 — — — — — — 8 8 et al. [3] Lerut et al. [51] University of 1984 — 5 40 20 0 — — — — — — — — 10.6 Louvain (Bélgica) Fong et al. [52] Memorial-Sloan 1996 104 45 (43) 79 46 27 33 — — 54 — — 0 4,4 — Kettering Nakeeb et al. [5] Johns Hopkins 1996 — 73 70 31 28 22 89 38 30 50a 8a 8a 0 — Wade et al. [53] VA Medical 1997 156 34 (22) 69a 18a 14 15a — — 22 — 0 0 11 — Center, St. Louis
  • 15. Bortolasi et al. Mayo Clinic 2000 — 15 — — 20 21 — — 33 — — 0 0 — [54] Yoshida et al. Nakatsu Municipal 2002 — 27 65 37 37 20,5 91 61 61 47 20 20 3,7 — [55] Hospital (Japón) Murakami et al. Hiroshima 2007 — 43 72 53 44 26 94a 76a 58 40a 21a 21 0 — [56] University (Japón) Ebata et al. [42] Nagoya University 2007 — 100 75 47 35 30 86 60 46 57 25 19 5 — (Japón) Cheng et al. [57] Second Military 2007 131 116 (89) 86 51 25 35,5 94 62 30 56 12 4 3,4 — Medical University (China) DeOliveira et al. Johns Hopkins 2007 — 229 — — 23 18 — — 30a — — 15a 3 — [58] a Calculado a partir de la curva de supervivencia.
  • 16. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o 1444 VEILLETTE y CASTILLO (obstrucción completa con hiperbilirrubinemia intensa) o si se piensa retrasar la operación. Como casi todas las pancreatoduodenectomías se realizan en grandes centros académicos, es frecuente que a los pacientes se les coloque una prótesis en otro centro sanitario para dar así tiempo al traslado y al estudio pertinente en el centro terciario. Las prótesis metálicas se colocan cuando queda claro que un paciente sufre una enfermedad irresecable o si se ha colocado una prótesis inicial de plástico pero se comprueba, más tarde, el carácter irresecable de la enfermedad. El segundo objetivo de los cuidados paliativos es aliviar la obstrucción duodenal. Aunque esta representa un estado premórbido, la obstrucción del duodeno ha de tratarse de forma que se minimice la estancia hospitalaria. La colocación endos- cópica de una prótesis duodenal constituye un método relativamente sencillo para ligar la obstrucción y comporta un riesgo mínimo de complicaciones posteriores. Por último, hay que proporcionar una adecuada analgesia a todos los pacientes. Algunos tumores pueden cursar con dolor, ya que tienden a invadir el tejido perineural. Si el dolor no responde a los opiáceos por vía oral, hay que proporcionar medidas paliativas basadas en opiáceos por vía intravenosa, en antieméticos o en otros medicamentos. Otras neoplasias malignas biliares Aparte del colangiocarcinoma, algunas neoplasias malignas de los conductos biliares distales son los tumores carcinoides, otros tumores neuroendocrinos, los linfomas, los carcinomas epidermoides y los tumores indiferenciados. Sin embargo, se trata de neoplasias malignas que representan menos del 3 al 5% de los tumores de esta localización [11,58] y cuya descripción se realiza mayoritariamente en informes de casos [65–67]. Resumen El cáncer de los conductos biliares distales sigue constituyendo un diagnóstico con un pronóstico malo. A pesar de los enormes avances en las técnicas diagnós- ticas de imagen, la patogenia molecular y los resultados quirúrgicos, la supervi- vencia total a los 5 años resulta aún escasa. La pancreatoduodenectomía con una resección R-0 ofrece al paciente la máxima probabilidad de una supervivencia duradera. Bibliografía [1] Klatskin G. Adenocarcinoma of the hepatic duct at its bifurcation within the porta hepatis. An unusual tumor with distinctive clinical and pathological features. Am J Med 1965; 38:241–56. [2] Bismuth H, Nakache R, Diomond T. Management strategies in resection for hilar cho- langiocarcinoma. Ann Surg 1992;215(1):31–8. [3] Tompkins RK, Thomas D, Wile A, et al. Prognostic factors in bile duct carcinoma. Analysis of 96 cases. Ann Surg 1981;194:447–57.
  • 17. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o NEOPLASIAS MALIGNAS DE LA VÍA BILIAR DISTAL 1445 [4] Reding R, Buard JL, Lebeau G, et al. Surgical management of 552 carcinomas of the extrahepatic bile ducts (gallbladder and periampullary tumors excluded): results of the French Surgical Association survey. Ann Surg 1991;213(3):236–41. [5] Nakeeb A, Pitt HA, Sohn TA, et al. Cholangiocarcinoma: a spectrum of intrahepatic, perihilar, and distal tumors. Ann Surg 1996;224:463–73 [discussion: 473–5]. [6] Shaib Y, El-Serag HB. The epidemiology of cholangiocarcinoma. Semin Liver Dis 2004;24:115–25. [7] Khan SA, Taylor-Robinson SD, Toledano MB, et al. Changing international trends in mor- tality rates for liver, biliary and pancreatic tumors. J Hepatol 2002;37:806–13. [8] Weinbren K, Mutum SS. Pathological aspects of cholangiocarcinoma. J Pathol 1983;139: 217–38. [9] Kozuka S, Tsubone M, Hachisuka K. Evolution of carcinoma in the extrahepatic bile ducts. Cancer 1984;54:65–72. [10] Fevery J, Verslype C, Lai G, et al. Incidence, diagnosis, and therapy of cholangiocarcinoma in patients with primary sclerosing cholangitis. Dig Dis Sci 2007;52:3123–35. [11] Ahrendt SA, Nakeeb A, Pitt HA. Cholangiocarcinoma. Clin Liver Dis 2001;5(1):191–218. [12] Broome U, Olsson R, Loof L, et al. Natural history and prognostic factors in 305 Swedish patients with primary sclerosing cholangitis. Gut 1996;38(4):610–5. [13] Jarnagin WR. Cholangiocarcinoma of the extrahepatic bile ducts. Semin Surg Oncol 2000;19:156–76. [14] Bergquist A, Ekbom A, Olsson R, et al. Hepatic and extrahepatic malignancies in primary sclerosing cholangitis. J Hepatol 2002;36:321–7. [15] Rosen CB, Nagorney DM, Wiesner RH, et al. Cholangiocarcinoma complicating primary sclerosing cholangitis. Ann Surg 1991;213(1):21–5. [16] Iwai N, Yanagihara J, Tokiwa K, et al. Congenital choledochal dilatation with emphasis on pathophysiology of the biliary tract. Ann Surg 1992;215(1):27–30. [17] Stain SC, Guthrie CR, Yellin AE, et al. Choledochal cyst in the adult. Ann Surg 1995; 222(2):128–33. [18] Liu CL, Fan ST, Lo CM, et al. Choledochal cysts in adults. Arch Surg 2002;137:465–8. [19] Watanapa P, Watanapa WB. Liver fluke-associated cholangiocarcinoma. Br J Surg 2002; 89:962–70. [20] Nishimura M, Naka S, Hanazawa K, et al. Cholangiocarcinoma in the distal bile duct: a probable etiologic association with choledocholithiasis. Dig Dis Sci 2005;50(11):2153–8. [21] Sheen-Chen SM, Chou FF, Eng HL. Intrahepatic cholangiocarcinoma in hepatolithiasis: a frequently overlooked disease. J Surg Oncol 1991;47(2):131–5. [22] Chen PH, Lo HW, Wang CS, et al. Cholangiocarcinoma in hepatolithiasis. J Clin Gas- troenterol 1984;6(6):539–47. [23] Sahani D, Prasad SR, Tanabe KK, et al. Thorotrast-induced cholangiocarcinoma: case report. Abdom Imaging 2003;28:72–4. [24] Khan SA, Thomas HC, Davidson BR, et al. Cholangiocarcinoma. Lancet 2005;366: 1303–14. [25] Lee SS, Kim MH, Lee SK, et al. Clinicopathologic review of 58 patients with biliary papi- llomatosis. Cancer 2004;100(4):783–93. [26] Lazaridis KN, Gores GJ. Cholangiocarcinoma. Gastroenterology 2005;128:1655–67. [27] Sirica AE. Cholangiocarcinoma: molecular targeting strategies for chemoprevention and therapy. Hepatology 2005;41(1):5–15. [28] Malhi H, Gores GJ. Cholangiocarcinoma: modern advances in understanding a deadly old disease. J Hepatol 2006;45:856–67. [29] Berthiaume EP, Wands J. The molecular pathogenesis of cholangiocarcinoma. Semin Liver Dis 2004;24(2):127–37. [30] Jarnagin WR, Klimstra DS, Hezel M, et al. Differential cell cycle-regulatory protein expression in biliary tract adenocarcinoma: correlation with anatomic site, pathologic varia- bles, and clinical outcome. J Clin Oncol 2006;24(7):1152–60.
  • 18. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o 1446 VEILLETTE y CASTILLO [31] Nehls O, Gregor M, Klump B. Serum and bile markers for cholangiocarcinoma. Semin Liver Dis 2004;24(2):139–54. [32] Lindberg B, Arnelo U, Bergquist A, et al. Diagnosis of biliary strictures in conjunction with endoscopic retrograde cholangiopancreatography, with special reference to patients with primary sclerosing cholangitis. Endoscopy 2002;34:909–16. [33] Chalasani N, Baluyut A, Ismail A, et al. Cholangiocarcinoma in patients with primary scle- rosing cholangitis: a multicenter case-control study. Hepatology 2000;31(1):7–11. [34] Nichols JC, Gores GJ, LaRusso NF, et al. Diagnostic role of serum CA 19-9 for cholangio- carcinoma in patients with primary sclerosing cholangitis. Mayo Clin Proc 1993;68(9):874–9. [35] Patel AH, Harnois DM, Klee GG, et al. The utility of CA 19-9 in the diagnosis of cho- langiocarcinoma in patients without primary sclerosing cholangitis. Am J Gastroenterol 2000;95(1):204–7. [36] Siqueira E, Schoen R, Silverman W, et al. Detecting cholangiocarcinoma in patients with primary sclerosing cholangitis. Gastrointest Endosc 2002;56(1):40–7. [37] Bjornsson E, Kilander A, Olsson R. CA 19-9 and CEA are unreliable markers for cho- langiocarcinoma in patients with primary sclerosing cholangitis. Liver 1999;19(6):501–8. [38] Ramage JK, Donaghy A, Farrant JM, et al. Serum tumor markers for the diagnosis of cho- langiocarcinoma in primary sclerosing cholangitis. Gastroenterology 1995;108:865–9. [39] Rumalla A, Baron TH, Leontovich O, et al. Improved diagnostic yield of endoscopic biliary brush cytology by digital image analysis. Mayo Clin Proc 2001;76(1):29–33. [40] Kipp BR, Stadheim LM, Halling SA, et al. A comparison of routine cytology and fluorescence in situ hybridization for the detection of malignant bile duct strictures. Am J Gastroenterol 2004;99:1675–81. [41] American Joint Committee on Cancer. AJCC cancer staging. New York: Springer-Verlag; 2005. p. 1–150. [42] Ebata T, Nagino M, Nishio H, et al. Pancreatic and duodenal invasion in distal bile duct cancer: paradox in the tumor classification of the American joint committee on cancer. World J Surg 2007;31:2008–15. [43] Slattery JM, Sahani DV. What is the current state-of-the-art imaging for detection and staging of cholangiocarcinoma? Oncologist 2006;11:913–22. [44] Walsh RM, Connelly M, Baker M. Imaging for the diagnosis and staging of periampullary carcinomas. Surg Endosc 2003;17:1514–20. [45] Eloubeidi MA, Chen VK, Jhala NC, et al. Endoscopic ultrasound-guided fine needle aspi- ration biopsy of suspected cholangiocarcinoma. Clin Gastroenterol Hepatol 2004;2:209–13. [46] Aranha GV, Aaron JM, Shoup M, et al. Current management of pancreatic fistula after pancreaticoduodenectomy. Surgery 2006;140:561–9. [47] Muscari F, Suc B, Kirzin S, et al. Risk factors for mortality and intra-abdominal complications after pancreaticoduodenectomy: multivariate analysis in 300 patients. Surgery 2005;139: 591–8. [48] Yeo CJ, Cameron JL, Sohn TA, et al. Six hundred fifty consecutive pancreaticoduodenectomies in the 1990s: pathology, complications, and outcomes. Ann Surg 1997;226:248–57. [49] Warren KW, Choe DS, Plaza J, et al. Results of radical resection for periampullary cancer. Ann Surg 1975;181:534–40. [50] Nakase A, Matsumoto Y, Uchida K, et al. Surgical treatment of cancer of the pancreas and the periampullary region: cumulative results in 57 institutions in Japan. Ann Surg 1977;185:52–7. [51] Lerut JP, Gianello PR, Otte JB, et al. Pancreaticoduodenal resection. Surgical experience and evaluation of risk factors in 103 patients. Ann Surg 1984;199:432–7. [52] Fong Y, Blumgart LH, Lin E, et al. Outcome of treatment for distal bile duct cancer. Br J Surg 1996;83(12):1712–5. [53] Wade TP, Prasad CN, Virgo KS, et al. Experience with distal bile duct cancers in U.S. veterans affairs hospitals: 1987–1991. J Surg Oncol 1997;64:242–5. [54] Bortolasi L, Burgart LJ, Tsiotos GG, et al. Adenocarcinoma of the distal bile duct: a clini- copathologic outcome analysis after curative resection. Dig Surg 2000;17:36–41.
  • 19. nto descargado de http://www.elsevierinsituciones.com el 16/12/2009. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o NEOPLASIAS MALIGNAS DE LA VÍA BILIAR DISTAL 1447 [55] Yoshida T, Matsumoto T, Sasaki A, et al. Prognostic factors after pancreaticoduodenectomy with extended lymphadenectomy for distal bile duct cancer. Arch Surg 2002;137:69–73. [56] Murakami Y, Uemura K, Hayashidani Y, et al. Prognostic significance of lymph node metastasis and surgical margin status for distal cholangiocarcinoma. J Surg Oncol 2007;95:207–12. [57] Cheng Q, Luo X, Zhang B, et al. Distal bile duct carcinoma: prognostic factors after curative surgery. A series of 112 cases. Ann Surg Oncol 2007;14(3):1212–9. [58] DeOliveira ML, Cunningham SC, Cameron JL, et al. Cholangiocarcinoma: thirty-one year experience with 564 patients at a single institution. Ann Surg 2007;245(5):755–62. [59] Whipple AO, Parsons WB, Mullins CR. Treatment of carcinoma of the ampulla of Vater. Ann Surg 1935;102(4):763–79. [60] Balcom JH, Rattner DW, Warshaw AL, et al. Ten-year experience with 733 pancreatic resections: changing indications, older patients, and decreasing length of hospitalization. Arch Surg 2001;136:391–8. [61] Yeo CJ, Cameron JL, Maher MM, et al. A prospective randomized trial of pancreaticogas- trostomy versus pancreaticojejunostomy after pancreaticoduodenectomy. Ann Surg 1995; 222:580–8. [62] Pratt WB, Maithel SK, Vanounou T, et al. Clinical and economic validation of the Interna- tional Study Group of Pancreatic Fistula (ISGPF) classification scheme. Ann Surg 2007;245:443–51. [63] Kazanjian KK, Hines OJ, Eibl G, et al. Management of pancreatic fistulas after pan- creaticoduodenectomy: results in 437 consecutive patients. Arch Surg 2005;140:849–55. [64] Veillette GR, Dominguez I, Ferrone C, et al. Implications and management of pancreatic fistulas following pancreaticoduodenectomy: the MGH experience. Arch Surg 2008; 143(5):476–81. [65] Sewkani A, Kapoor S, Sharma S, et al. Squamous cell carcinoma of the distal common bile duct. JOP 2005;6(2):162–5. [66] Podnos YD, Jimenez JC, Zainabadi K, et al. Carcinoid tumors of the common bile duct: report of two cases. Surg Today 2003;33(7):553–5. [67] Nagai E, Shinohara M, Yonemasu H, et al. Undifferentiated carcinoma of the common bile duct: case report and review of the literature. J Hepatobiliary Pancreat Surg 2002;9:627–31.