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Estudio de los bebes
Erik Erickson, prominente psicoanalista y teórico de la psicología infantil,
considera que el primer año de vida en los niños, es un periodo
crítico para el desarrollo de la confianza hacia otros.
Por lo tanto, el niño que no experimenta cordialidad, amor y
satisfacción de sus necesidades adecuadas durante este tiempo
puede no desarrollar un sentido de confianza y en consecuencia
puede no formar relaciones sociales satisfactorias en etapas ulteriores.
De manera análoga, parecen haber periodos de disposición para
aprender diversas tareas, como las de leer o andar en bicicleta. El niño
que no aprende a realizar estas tareas durante estos periodos puede
experimentar grandes dificultades para aprenderlas posteriormente.
Las experiencias de los niños en una etapa del desarrollo afectan a su
desarrollo posterior. Por ejemplo, si una mujer embarazada sufre
desnutrición grave, el niño que lleva en el vientre puede no desarrollar el
número normal de células cerebrales y, por lo tanto, puede nacer con
una deficiencia mental.
Los niños que ven pasar los primeros meses de su vida en ambientes
sumamente insulsos (deficientes en estímulos positivos) o pocos
estimulantes parecen ser deficientes en las pruebas de funcionamiento
intelectual en las etapas posteriores de la niñez.
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Por lo tanto,, el niño que recibe cordialidad, amor y atención deficiente
por parte de su madre, padre o cuidador en los primeros años de su vida,
entonces no lograra desarrollar la confianza en sí mismo y en los demás,
por lo que probamente mostrará poca estabilidad emocional y desajustes
en la adolescencia y tendrá serias dificultades para adaptarse a las
normas y leyes que se establecen en la sociedad.
En función de las necesidades de los seres humanos, es como nace el
campo de estudio científico de la psicología infantil, la cual desde
principios de la década de 1960, se ha enfocado al estudio de la infancia
y de sus características.
Varios de los principios generales del desarrollo que presentan los niños
se derivan de la investigación con bebés. El desarrollo humano depende
en gran medida del aprendizaje y la experiencia. Por lo tanto, a fin de
comprender estos procesos debemos de conocer las bases sobre las
cuales debe construirse el aprendizaje, esto es, las necesidades, las
capacidades sensorias y las capacidades de respuesta con que
comienza a vivir todo ser humano.
Desde luego, sin olvidar las necesidades básicas, biológicas, innatas,
como la necesidad de oxigeno, de alimento y bebida, de eliminación, de
regulación de la temperatura. Los antiguos estaban conscientes del
hecho de que los neonatos (los recién nacidos) poseen muchos reflejos
motores (respuestas automáticas, involuntarias) que tienen un valor de
supervivencia.
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Entre ellas se incluye la succión (reflejo de succión) para obtener leche y
los reflejos pupilares (contracción de las pupilas de los ojos como
protección en contra de las luces brillantes o los destellos instantáneos).
Algunas investigaciones nuevas demuestran que el recién nacido es un
organismo notablemente capaz y que tiene una capacidad cognoscitiva
mucho mayor de lo que se advirtió en el pasado.
Casi desde el momento del nacimiento, el niño es capaz de apreder, y
algunas capacidades perceptivas complejas y ciertas clases de
entendimientos que anteriormente se consideraban productos de la
experiencia y el aprendizaje ahora parecen estar “programadas” en el
organismo.
Necesidades del recién nacido
Muchas de las necesidades biológicas innatas del recién nacido se
satisfacen en formas autoregulativas, esto es, sin el control voluntario o
la participación activa del niño o de otros.
Por ejemplo, los mecanismos de la respiración refleja proporcionan
suficiente oxígeno para satisfacer las necesidades del recién nacido. Los
reflejos del esfínter se hacen cargo de las necesidades de eliminación
del niño y, en circunstancias ordinarias, reacciones fisiológicas
automáticas conservan su cuerpo en una temperatura relativamente
constante.
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Los equilibrios fisiológicos y químicos del cuerpo y, por lo tanto, la
energía, se mantienen por medio del sueño; a menos que los niños
estén enfermos, o sientan dolor, o tengan mucha hambre o se sientan
sumamente incómodos, dormirán todo lo que necesitan y despertarán
una vez que hayan descansado.
Dos necesidades biológicas prominentes, el hambre y la sed, no se
satisfacen automáticamente. Si nadie ayuda al niño a satisfacer estas
necesidades con prontitud, las tensiones pueden llegar a ser intensas y
dolorosas. Las relaciones sociales vinculadas con la satisfacción de
estas necesidades figuran entre las más importantes experiencias
tempranas de los niños y pueden producir efectos duraderos en su
desarrollo posterior.
Capacidades sensorias y perceptivas
Los sistemas sensorios de los niños están notablemente bien
desarrollados en el momento del nacimiento. Pueden ver, oír y oler, y
son sensibles al dolor, al tacto y al cambio de posición. Si bien su sentido
del gusto no está adecuadamente desarrollado, al principio, reaccionan
ante diferencias en las sustancias de sabor dulce o amargo en el
transcurso de las primeras semanas.
La sensibilidad al dolor, ya presente en el nacimiento, se vuelve más
aguda en el transcurso de los primeros días. La coordinación y
convergencia de los ojos necesarias para la fijación visual y la
percepción después del nacimiento se establecen entre 7 u 8 semanas.
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Piaget y la infancia
El reciente énfasis en los procesos cognoscitivos del bebé y su
participación activa en el proceso de aprendizaje puede atribuirse, en
gran medida, a la enorme influencia de las teorías de Jean Piaget,
investigador de la Universidad de Ginebra, uno de los más eminentes
psicólogos del desarrollo del siglo XX.
Piaget, es un agudo observador de los niños, y utiliza tanto la
observación naturalista como las técnicas informales experimentales en
su investigación. Los sujetos de sus primeras observaciones fueron sus
propios hijos, pero subsecuentemente amplió grandemente la población
que observaba.
Para Piaget, la inteligencia es la capacidad de adaptarse al medio
ambiente y a situaciones nuevas, de pensar y actuar en formas
adaptivas. Además, a juicio suyo, los niños siempre desempeñan una
parte activa y creadora en su propio desarrollo cognoscitivo.
De acuerdo con la teoría de Piaget, la primera etapa del desarrollo
cognoscitivo, aquélla con la cual estamos interesados aquí, es el periodo
sensoriomotor, que va desde el nacimiento hasta aproximadamente los
18 meses o los dos años de edad.
Durante este tiempo, las percepciones no tienen representaciones
mentales ni proceso de pensamiento que dependan del lenguaje
simbólico.
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La inteligencia del niño progresa de laos reflejos simples y la percepción
vaga del medio ambiente hacia percepciones más distintas, complejas y
precisas, y hacia respuestas más sistemáticas y bien organizadas.
El periodo sensoriomotor se divide para su estudio en seis fases.
Durante el primer mes, los bebés ejercitan activamente los reflejos que
están presenten en el nacimiento (las únicas estructuras mentales en
este tiempo); como resultado devienen modificadas, elaboradas y más
eficientes.
La segunda fase, que dura aproximadamente del primer al cuarto mes,
comprende la coordinación de reflejos y respuestas. Los movimientos de
la mano se coordinan con los movimientos del ojo; se mira hacia donde
se escucha (reflejo de orientación); los niños alcanzan objetos, los cogen
y los succionan.
Si por azar un acto produce un resultado agradable y satisfactorio, el
bebé inmediatamente intenta repetir esta acción. Por ejemplo, si
encuentra que succionar su mano es algo que se disfruta, comienza a
realizar esfuerzos activos por introducir la mano en la boca.
En la tercera fase, que va aproximadamente desde los 4 a los 8 meses,
los bebés comienzan a gatear, y a manipular objetos. Muestran interés
por el medio ambiente y comienzan a anticipar las consecuencias de sus
actos, repitiendo intencionalmente las acciones que producen resultados
interesantes y agradables.
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Por ejemplo, a los 4 meses de edad un niño golpea con sus pies a fin de
columpiar un juguete suspendido sobre la cuna. Además, como ahora
está interesado en el mundo de los objetos, comienza a buscan los
objetos que ha perdido de vista.
En la cuarta fase, el niño comienza a diferenciar los medios de los fines,
y utiliza respuestas previamente aprendidas para alcanzar metas. Así, si
un juguete que desea está oculto de la vista del niño, éste activamente lo
buscará y removerá un obstáculo con el fin de llegar hasta él.
La quinta fase, que comienza a los 11 o 12 meses de edad, se
caracteriza por una experimentación activa, por una exploración en
busca de novedades, la variación y modificación del comportamiento.
Los niños parecen automáticamente interesados por las novedades y
manifiestan una gran curiosidad. Experimentan mucho, dejar caer
objetos tan sólo para verlos caer, empujan juguetes hacia ellos con
cuerdas, y utilizan bastones para empujar las cosas que hay a su
alrededor. Sus actividades devienen más deliberadas, constructivas y
originales.
Entre los 18 y los 24 meses de edad el niño, está en la fase sexta y final
del periodo sensoriomotor, que representa un progreso cognoscitivo muy
importante.
En esta fase vemos los comienzos reales de la capacidad de responder
a o de pensar acerca de objetos o acontecimientos que son
inmediatamente observables.
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Los niños comienzan a inventar nuevos medios de alcanzar metas a
través de combinaciones mentales, esto es, por medio de la
imaginación y de las ideas.
Ellos piensan en un problema antes de resolverlo, utilizan ideas e
imágenes para inventar nuevas formas de alcanzar metas. Los
objetos físicos pueden ser considerados en nuevas relaciones entre sí.
Así, un niño puede utilizar un bastón como herramienta para impulsar un
objeto hacia sí aun cuando nunca haya utilizado antes un bastón para
esta actividad.
Como puede apreciarse, la resolución de problemas por parte del niño
tales como, recordar, planificar, imaginar y pretender son todos posibles
es la etapa del periodo sensoriomotriz.
Es obvio que los bebés realizan tremendos progresos cognoscitivos
entre el nacimiento y los primeros 24 meses de edad. Su desarrollo en el
pensamiento es gradual y continuo, y no abrupto ni súbito.
A partir de un estado indiferenciado en el cual difícilmente se distinguen
a sí mismos del medio ambiente y pueden reaccionar sólo en actos
reflejos, se desplazan hacia un nivel de verdadera inteligencia
siempre y cuando se les estimule con programas apropiados, y
vivan en ambientes positivos con oportunidades de experiencias
agradables, ya que cada etapa está relacionada intrínsecamente entre
sí, es importante cuidar las actividades y las reacciones psicológicas
y sociales en cada una de ellas.
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Fuentes de consulta
Mussen, Paul. Desarrollo psicológico del niño. Segunda reimpresión.
Editorial Trillas, 1986.
RAMÓN RUIZ LIMÓN
CONSULTOR E INVESTIGADOR EN CIENCIAS DE LA SALUD, CIENCIAS
DE LA EDUCACIÓN, FILOSOFIA DE LA CIENCIA E INGENIERIA SÍSMICA
Y ESTRUCTURAL.
Euler_ruiz@hotmail.com
lkhume@hotmail.com
www.slideshare.net/euler/slideshows