More than Just Lines on a Map: Best Practices for U.S Bike Routes
• En Contra. Carteras. Titinger
1. en contra Daniel Titinger
DETESTO LAS CARTERAS
Detesto las carteras por su figura engañosa: tienen forma de candado, pero siempre se
las roban. Alerta en la calle: una mujer con cartera deja de ser sólo una mujer: es una
presa fácil. Ellas lo saben, pero no les importa. Total, su cartera es el objetivo del
ladrón, pero siempre serán sus acompañantes los idiotas que tendrán que correr tras el
bolso (o no correr, lo cual lo volvería aún más idiota). Al ladrón, en este caso, no se
le dice ladrón, sino carterista. Advertencia: no detesto a una mujer con cartera, sólo
odio a las carteras que cuelgan de una mujer, como si fueran un tumor en la axila. Los
organizadores de un concierto sinfónico en Lima advierten: no llevar carteras. Una
guía de turismo de Barcelona: «Es preciso que tenga especial cuidado con su
cartera». Un manual argentino de seguridad: «Cuando camine en la calle, hágalo
cerca de la pared; si lleva cartera, llévela de ese lado». ¿Por qué las mujeres se
empeñan en usar carteras si son un estorbo? El hombre carga un par de tonterías en
los bolsillos de sus pantalones. Si se los quita, quedará casi desnudo. La mujer lleva
mamarrachos «importantísimos» en su cartera. Si se la quita, nadie aplaude. No sólo
odio las carteras porque no desvisten, sino porque ocultan demasiado. Y como
siempre, demasiado es muy poco: un espejo roto, un par de billetes arrugados, la
indispensable envoltura pegajosa de un caramelo y una veintena de recibos del mes
que pasó (artilugios de papel que les dan a las carteras su forma abultada). Usted no
se deje engañar: no hay nada tan extraño adentro de una cartera. Salvo que esté vacía,
y en ese caso el misterio es otro: ¿qué tiene esta mujer en la cabeza para emplear una
utilería tan inservible? Un pedazo de cuero diseñado sólo para llamar la atención (o
para mimetizarse con el vestido, lo cual es aun peor). Las carteras son tan odiosas
como el lenguaje pomposo, que mejor no se utiliza porque siempre sobra. A veces
tienen formas de frutas y colores psicodélicos y huelen a melón y llevan nombres
como Jelly Kelly y el mundo parece feliz bajo el sobaco de una quinceañera rubia sin
nada en la cartera (ni en la cabeza). No me gustan las carteras porque deforman el
cuerpo de una mujer, y así las usen con etiquetas de Louis Vuitton, Longchamp o