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TíTULOS      PUBLICADOS                 DE MllO          MANARA


LAS AVENTURAS ORIENTALES DE GIUSEPPE BERGMAN:                TAL VEZ SOÑAR
                            Colección     BN nQ6


 AS AVENTURAS URBANAS DE GIUSEPPE BERGMAN:                  CAMINO   OCULTO
                   Colección     Manara     Color nQll


                       CÁMARA           INDISCRETA
                    Colección Manara Color n"l

                    EL PERFUMEDEL INVISIBLE
                    Colección    Manara     Color    nf12


      El PERFUME DEL INVISIBLE 2:         DESNUDA      POR lA CIUDAD
                    Colección    Manara     Color nQ6


                                EL CLlC 1
                    Colección    Manara     Color    nQ]


                                EL CLlC 2
                    Colección Manara Color n"5


                                EL CLlC 3
                    Colección Manara Color n"4

                    EL CUCo      OBRA      COMPLETA
                         Fuera de colección


                          GULLlVERIANA
                    Colección Manara Color n"7


                                CITA FATAL
                    Colección    .Manara Color nQB


                               KAMASUTRA
                    Colección Manara Color n"9

                    LAS MUJERES DE MANARA
                   Colección     Manara     Color nQl O


                                 WWW
                   Colección     Manara     Color nQ12


                            VENUS y SALOMÉ
                         Fuera de colección


                             VERANO       INDIO
                       (Guión de Hugo Pratt)
                 Colección     Cimoc Extra Color nQ19


                               EL GAUCHO
                       (Guión de Hugo Pratt)
                Colección     Cimoc Extra Color nQ121
Era uno de esos hombres por los que        Colocó su bolsa en la repisa del equipaje y
  las mujeres se vuelven locas. y sé de qué       se sentó justo delante de mí. Sus piernas
  estoy hablando: me llamo Eva. Estoy segu-       rozaron las mías. Se disculpó con una vaga
  ra de que habréis visto fotos mías. Eva         sonrisa... y yo le devoré con los ojos. Alto,
 Lindt. La reina del cotilleo, la sultana del     delgado, pelo cano en las sienes, con la
 escándalo. Las revistas se pelean por mis        cara lo bastante marcada para indicar que
 crónicas sobre la vida sexual de las estre-      había amado mucho y sufrido mucho más.
 llas. Yo os informo de cuándo ha dejado          Pantalones blancos, camisa negra como la
 Steph de acostarse con Anthony, y de que        noche, zapatos marrones. Suspiré para lla-
,al pequeño príncipe le gustan mucho los          mar la atención sobre mi pecho. Me remo-
 hombres de pelo moreno con bigote, prefe-        ví en mi asiento. Dejé caer mi periódico...
 riblemente con aspecto de militar. "La           ipero no había manera! El hombre seguía
 Lindt", me llaman en la televisión, donde        mirando por la ventana. Sus ojos parecían
 cada viernes, a las diez, os ofrezco la ima-    fijos en las nalgas de las pasajeras que iban
 gen de mi vertiginoso escote y una serie de     subrendo al tren. Una chica bajó al andén
 anécdotas picantes que escucháis de mis         delante nuestro. Llevaba unos pantalones
 sensuales labios. En este negocio, tienes       cortísimos que se adaptaban a su silueta
que aprovechar al máximo cualquier virtud        como una segunda piel. Caminaba con un
que tengas.                                      contoneo, con sus carnosas medias lunas
      Pero volviendo a aquel tipo... Entró en    sobresaliendo justo por debajo de la fina
mi compartimento de primera clase del            franja de tejido. Mi vecino tragó saliva.
tren París-Venecia. Odio los aviones,            Comenzó a levantarse. Pensé que iba a dar
donde, al contrario de lo que os diría una       un salto hacia el andén. Pero volvió a hun-
tal Emannuelle, nunca pasa nada. Los tre-        dirse en su asiento. Sacó un pe~eño libro
nes se prestan a los encuentros. Especial-       verde del bolsillo, giró algunas páginas y
mente en los largos recorridos.                  comenzó a escribir febrilmente. Justo en
      Había cogido el tren de las 7:42. Una     ese momento arrancó el tren.
cálida niebla azul de verano envolvía la              Mientras nos dirigíamos hacia Dijon,
estación de Lyon. Llevaba una camiseta de        .los ojos de mi compañero de comparti-
cuello alto y la minifalda de ante que siem-    mento se fueron cerrando. Estaba dormi-
pre inspira a los hombres a confiar en mí.      tando, con su libro de notas en el asiento
Tengo una forma de enseñar los muslos que       que había junto a él. No pude contener mi
hace que me digan más cosas de las que          curiosidad... gajes del oficio, supongo.
deberían. Estaba sola en el asiento de la        Muy lentamente, alargué la mano y cogí el
ventana, mirando hacia delante. El hombre       libro. Lo abrí por la primera página. Mis
miró hacia los asientos vacíos sin ni siquie-   ojos se posaron sobre un título en letras
ra echar un vistazo en mi dirección.            mayúsculas: EL ARTE DEL AZOTE.
-Está todo ahí-dijo-.     Al menos, lo   homenaje a la parte más digna, más refi-
mejor que me ha pasado en toda mi vida.        nada y más generosa de la mujer: sus nal-
Por eso quería escribir un libro. "El arte     gas. ¿Sabía, Eva, que el ser humano es el
del azote", por Donatien Casanova.             único animal dotado de nalgas? jLos ani-
      -¿Es ése su verdadero nombre?            males tienen cuartos traseros! Nosotros
      -jO   lo es o debería serio! Al igual    tenemos esa arrogante y adorable redon-
que el suyo debería ser Eva...                 dez que atrae, que sobresale, que provo-
      Había tocado mi punto débil. Me          ca. En las mujeres adopta la forma de
encanta que me reconozcan. Alargó el           unas curvas deliciosas, un atractivo irre-
brazo para quitarme el libro de notas, ya      sistible para la mano. Azotar no es golpe-
pesar mío me sorprendí mirándole las           ar. Es acariciar y violar al mismo tiempo.
manos, grandes y toscas, con palmas diá-       No conozco nada más magnífico que
fanas, casi frágiles. Manos que parecían       unas nalgas que se sacuden bajo una
hechas para abofetear y golpear, para esti-    mano, se endurecen y a continuación
rar, para masajear, para seducir, para aga-    vuelven a suplicar por otro golpe. Se
rrar. Él se dio cuenta, y reprimió una son-    entregan y se rebelan en el mismo movi-
risa.                                          miento... Azotar el culo de una mujer es
    -El   azote   ha   pasado    de   moda     mejor que follársela. Eshacer el amor con
-declaró-.     jHoy en día está mucho más      ella mientras se observan sus efectos...
de moda admitir un gusto por los látigos y          Me arrancó el libro de notas de las
el cuero que por unos azotes inocentes!        manos y lo hojeó rápidamente, revelando
 Probablemente nunca la han azotado...         una serie de notas escritas en tinta negra y
     Mi primera reacción fue decir algo        diversos bocetos tan magníficos como el
estúpido como «iOh, no, por favor!» Pero       de la página del título.
aquel tal Donatien Casanova ya me gus-              -Lo   he puesto todo aquí. Todo lo
taba demasiado.      Donatien como De          que sé... porque uno no se dedica al
Sade, Casanova porque un extraño cono-         azote de cualquier manera, ni con cual-
cido en un tren que iba cruzando Europa        quier persona. Léalo, Eva. Estoy seguro de
de camino a Italia no podía llamarse de        que es lo bastante mujer como para apre-
otra forma...                                  ciarlo.
     Al final acabé respondiendo, «jNo,             De repente, sentí que mis nalgas ardí-
nunca lo han hecho! Al menos no como           an sobre el asiento de cuero. Quería
usted supone.»                                 levantarme, pero era como si un gran
     -Ya    nadie entiende lo que es el        peso me mantuviera clavada al asiento,
azote. Algunos piensan que es un castigo       que se había amoldado por debajo mío
para niños. Otros piensan que es una           como si fuera una mano. Miré por la ven-
manía ridícula. Pero es la mayor forma de      tana. Estábamos llegando a Dijon.
El tren        se había       detenido    junto    al        -Demasiado          plano, demasiado       anó-
andén. Por megafonía se informó de que                        nimo. jCuando sepa algunas cosas más
habría una parada de dos minutos. Una                         sobre el azote, comprenderá que no todas
mujer      de rasgos pálidos           y unos treinta         las mujeres se lo merecen!
años, pelirroja,        con moño,       apareció     en la         La gente que había en el andén,             los
puerta         de      nuestro       compartimento.           carros con el equipaje,       las chimeneas,     los
Llevaba de la mano a un muchacho h<;>sco                      postes telefónicos, todo comenzó a desfi-
con la cara manchada de los restos de                         lar ante nuestros ojos. Mi compañero me
una piruleta         de fresa.                                señaló     con    un dedo     su libro   de notas
     -Siéntate,   Julien -dijo.                               verde.
     -Lo siento -respondió                Casanova.                -j Bueno, léalo!        Antes yo era como
     -¿Cómo     dice? -replicó             la mujer.          usted. Vivía, amaba,         follaba, y no sabía
    -Quiero           sentarme -se       quejó Julien.        nada sobre el azote. Ni tampoco      sabía
                                                              que fuera un arte, un arte que, como cual-
dos -Todos
    -replicó         estos asientos
                      Donatien.          están <;>cupa-
                                               C
                                                              quier     otro,   requería   de   un talento    que
     -Pero          si no hay...     -tartamudeó         la   debía ser entrenado.
mujer.
     -El       resto todavía       no han llegado.     Les            »Descubrí   el azote por accidente.       En
estamos esperando. Vamos a una confe-                         gran medida,  como lo hicieran   Arquí-
rencia  en Roma.   Representamos     a la                     medes y Newton, lo hice en la bañera y
Confederación  de Dionisíacos Eróticos...                     en el huerto, respectivamente.  ¿Dónde
ConDE, seguro que ha oído hablar de                           podría haber tenido una revelación  así
nosotros.                                                     sino en el calor de una cama, en compa-
    La mujer echó una mirada aterroriza-                      ñía de alguien amado?
da en mi dirección.  Yo me levanté la                              »Tenía dieciocho  años y ya había
minifalda        un poco         más y confirmé         sus   escogido la persecución del placer como
palabras asintiendo con la cabeza.                            objetivo general de mi vida. Mis amigos
     -j Pero si no puede encontrar                     otro   eran capaces de hacer muchas cosas por
asiento, quédese! -añadí-.  Ya nos apre-                      seducir     a muchachasCjóvenes,         por sacar-
taremos un poco. Además, su hijito es real-                   les algunos besos entrecortados   y algunos
mente guapo. Podría enseñarle algunos                         sobeteos después de horas y horas de
jueguecitos que seguro que no conoce...                       películas, baile, restaurantes... Yo ya lo
     La mujer huyó del compartimento,                         había averiguado,        y me di cuenta de que
arrastrando al niño por el brazo. Mi com-                     salía más barato        pagar a alguien que se
pañero parecía ensimismado en las nubes.                      dedicara a ello profesional mente. Como
        -¿Le        gustaba      su trasero?   -le     pre-   mi ancestro, como todos los verdaderos
gunté.                                                        libertinos, no veía nada reprobable   en
pagar a las mujeres por el placer que me         "chino", en el que la mujer dobla las pier-
proporcionaban.                                  has hasta la cadera, de forma que toque
      »Gina trabajaba en casa. Conseguí su     .sus nalgas con los talones; o la "rana
dirección de mi abuelo, Giacomo, que             nadandol/, en la que se pone boca abajo
había sido el responsable de gran parte de       y envuelve con las piernas al hombre; la
mi educación. iAh, Gina! Veinté años,             I/misteriosal/, en la que se hace el amor en
pechos como cilindros a los que me aga-          una silla, con la mujer dándole la espalda
rraba para no deslizarme hacia abajo             a su amante; la I/cubanal/, en la que el
mientras me hundía en su sexo profundo,          hombre se corre entre los pechos de ella
de labios rojos, cremoso y suave, que olía       mientras ella los aprieta contra su polla...
a albaricoque y coral. Gina tenía uno de          Ningún capricho le era desconocido. Era
los derrieres más fantásticos que había           una funcionaria del amor, que adoraba las
visto jamás. Ella lo sabía, y no lo oculta-       novedades, y que incluso inventaba sus
bao Me encantaba mirarla con unos teja-           propias variaciones y las sugería a sus
nos ajustados a su piel, moldeando los            clientes, por una pequeña suma adicio-
dos generosos globos que sobresalían             nal. Pero seguía el código de honor de las
desde su cadera, balanceándose mientras           prostitutas, y Gina nunca se corría... Lo
se movía. La mayoría de las veces, para           que me hacía sentir miserable. Sus suaves
 no perder el tiempo entre cliente y clien-       palabras, sus ánimos, sus respuestas chis-
te, Gina sólo se ponía unas bragas, una           tosas... ni siquiera las obscenidades que
 sencilla tira de nilón transparente que          susurraba en el momento justo cpnseguí-
 suavizaba a la perfección aquellas esferas        an consolarme de su indiferencia.
 lechosas,     perfectamente     formadas.             »Por entonces yo era joven. No me
 ilmagínesela! Por delante, un resplandor          había dado cuenta de que una prostituta
 de vello púbico en llamas adornaba sus           que no se corre es más honesta que una
 carnosos labios, su ansiosa raja, su volup-       amante que finge hacerlo. Y, generalmen-
 tu oso valle oceánico; por detrás, sus ape-      te, damos demasiada importancia a este
 tecibles medias lunas se contoneaban una          aspecto. El placer nunca se encuentra
 después de otra como dos bailarinas en            donde los sexólogos afirman que debería
 un tango embelesador.                            estar.
       »En resumen, Gina me volvía loco, y              »Aquella tarde, Gina estaba sentada a
 yo no me arrepentía de los miles de liras         horcajadas sobre mí. 'Yo estaba tirado en
 que me gastaba en ella tres veces a la            la cama; ella guió mi sexo con las manos.
  semana. De hecho, sólo tenía un remor-           hasta su gruta escarlata. Yo entré en ella
  dimiento: Gina era una verdadera profe-          con un movimiento de vaivén, mientras
 sional. Mientras pagara el precio, cedía a        me susurraba cosas, me atraía de nuevo
  todos y cada uno de mis caprichos: el            hacia aquel trance maravilloso.
¡¡Mi cuerpo estaba arqueado, mis           habitación, los ruidos de la calle, la húme-
manos agarraban sus suaves curvas neu-           da cama, dejaron de existir. Estaba pegado
máticas, cuando de repente levanté la            a aquellas nalgas, enrojeciendo su esplen-
mirada hacia mi dulce amazona. Tenía la          dor bajo mis manos. la eternidad, descu-
expresión vacua de alguien que está pen-         brí, era aquel cu'¡o que bailaba bajo mis
sando en otra cosa. Quizás estaba deci-          palmas. Gina se retorció, suspiró, jadeó. Se
diendo qué cenaría esa noche, o recordan-        empaló en mi sexo; estaba tan abierta que
do por centésima vez la trágica relación         hasta le podría haber metido los huevos.
entre Escarlata O'Hara y Rhett Butler: "lo       Me cubrió con un flujo de lava, chillando
que el viento se llevó" era su película favo-    como una loca hasta el límite de su voz. Yo
rita. Y si en ocasiones aceptaba mis peti-       le respondí disparando mi leche en ráfagas
ciones sin que yo tuviera dinero, era por-       que parecían durar eternamente.
que había un deje irónico en mi mirada                ¡¡Cuando recuperé el sentido en la
que le recordaba a Clark Gable...                calle, volví a examinar la escena. Mis rela-
      ¡¡Al ver que estaba en otro sitio (en la   ciones normales con las mujeres parecían
cercana Atlanta, si mi intuición no me           de repente carentes de sentido. Había des-
fallaba), me enfurecí. Cobrando vida pro-        cubierto un raro placer en el azote; era
 pia, mi mano se levantó y golpeó a la           superior a mí. Sólo me arrepentía de una
 prostituta en el trasero. Nunca había azo-      cosa: había azotado el culo de Gina sin
tado antes a nadie. Nunca se me había            que yo pudiera verlo, de forma que no
ocurrido. Cuando leía escenas semejantes         pude contemplar qué aspecto tenía. Me
en las novelas eróticas, apenas me excita-       imaginé cómo sería si volviera a hacerlo,
ban.                                             pero esta vez observando el movimiento
       ¡¡El resultado fue asombroso. Gina se     de sus nalgas desde detrás, dibujando mi
 echó para adelante, y sus ojos se ilumina-      gesto como una película a cámara lenta
 ron. Inclinándose sobre mí, apretó sus          para saborearlo mejor, excitado hasta el
 labios contra los míos y metió su lengua en     punto de que casi no podía andar...
 mi boca, explorándome, electrificándome.
 Repetí la acción, dándole un azote más              levanté   la cabeza. los ojos de
 fuerte y centrado sobre sus dos nalgas. Mi      Casanova seguían centrados en mí. Sin
 amazona gimió de placer.' Tembló encima         darme cuenta, yo me había metido la
 mío, y su sexo se volvió denso como el tró-     mano entre los muslos. Mi falda de cuero
 pico... Ya no podía controlarme. Azoté ese      se había leyantado por encima de mis bra-
  culo, que cedía a mi goce ilimitado,           gas de seda. No estaba exactamente acari-
 ardiendo bajo mis palmas. Gina me acom-         ciándome, pero tenía la palma de mi mano
 pañó con feroces gemidos indistinguibles        apretada con fuerza contra mi sexo, como
 de sus gritos de placer. Estaba extasiado. la   para calmar la palpitación que había ido
creciendo     en mi interior   a medida que leía   respeto hacia la famosa Eva Lindt, ninguno
el libro.                                          de mis amantes me había azotado nunca.
    -¿Le       gusta? -preguntó   Donatien         Me habían acariciado, chupado, fallado...
Casanova-.       iPero no responda todavía!        ipero no me habían azotado! Tenían
-añadió    rápidamente-.       Yo tampoco          demasiado      miedo    de mi reacción.
comprendía   del todo la terrible atracción        Pobrecillos, si supieran cómo lo ansiaba...
del azote. Estaba dotado de un don, es                  La luz del sol entraba por la ventana.
verdad, pero había que saber utilizarlo...         Casi sentía como si sus rayos hubieran lle-
     A pesar mío, me bajé la falda de              gado hasta mi sexo abrasador, como si
nuevo, cubriéndome   todo lo que pude.             estuviera desnuda. Casanova miró su reloj.
Por primera vez, me sentí incómoda lle-                 -Déjeme invitarla a una taza de café
vando una ropa provocativa.  Aquel hom-            -dijo-.     A menos que prefiera seguir
bre, aquel extraño, me parecía tremen-             leyendo...
damente peligroso. Me había alterado en                 Yo dudé, pero ya me había imaginado
todos       los aspectos, comenzando  por el       en el lugar de Gina. Tenía que saber qué
dicho       de que uno nunca debe golpear a        ocurrió a continuación.
una mujer. «Ni siquiera con una rosa»,                  -Un poco más tarde, gracias -dije.
decía mi abuelo, «porque arruinará la flor              -Eso me parecía -repl icó Casanova.
y no mejorará a la mujer.» Pero yo habría               Aquel hombre era definitivamente
ocupado alegremente el lugar de Gina. Me           peligroso. iY condenadamente seductor!
sentía ofendida porque, por un exceso de
Gina me esperaba en la siguiente         mismo efecto en todo el mundo, fuera
página. Era un dibujo hecho a su espalda,      hombre o mujer. ¿Sabe?, incluso pensar
pero por la curva de sus caderas, el hueco     en ella hace que mi mano no se pueda
de su espalda y el pelo que caía en cas-       estar quieta.
cada sobre sus hombros, la reconocí al              No mentía. Sus muñecas y dedos se
instante. Era ella, y Donatien había tenido    agitaban com9 si fuera un enfermo de
mucho cuidado de capturar a la perfec-         Parkinson. y sólo se trataba de su recuer-
ción la excitación oculta en sus nalgas.       do de un clímax inigualable en el arte del
      Yo tampoco soy manca en ese aparta-      azote.
do. Mi culo ha tenido varios adoradores
que lo han alabado tanto con palabras                »Sólo tenía un deseo: volver a casa de
como con actos. He visto fotos en las que      Gina y darle más azotes, que estaba segu-
me estaba inclinando hacia abajo, con los      ro que le causarían tanto placer como a
codos apoyados en un taburete, ofrecien-       mí. Pero el placer aumentaba todavía más
do mi derriere al espectador. Y creedme,       con la espera. Me prohibí a mí mismo
vale la pena: es pequeño, prieto, coqueto      volver allí. Vagué por las calles toda la
 y bastante mofletudo.                         noche, y acabé entrando en una librería
      Pero el de Gina, según lo había dibu-    que no cerraba hasta tarde. Allí descubrí
 jado Casanova, rompía todos los récords.      un fino volumen que al fin echó algo de
 Si hubiera un concurso para encontrar el      luz sobre mi recién descubierta afición:
 culo más glorioso del mundo, ella se Ile-     "El elogio      del azote",     de jacques
 varía el premio de Culo Precioso. Las nal-    Serguine.
 gas de Gina eran dos hemisferios rellenos           »EI mismo libretero tenía una buena
  y flexibles; bóvedas soberbias, suaves;      provisión de libros dedicados a la "edu-
  bombones firmes, sabrosos; peras demo-        cación inglesa". Cogí unos cuantos, pero
  níacas que se fundían al tacto. El trasero    las historias de colegialas castigadas con
  de Gina era una provocación para azotar-      una fusta eran demasiado monótonas
  los, pellizcarlos, agarrarlos. Te entraban    para mí. En mi mente, el azote no debía
  ganas de abofetearlos, lamerlos, cuidar-      ser un castigo. Nunca debería adoptar esa
  los, besarlos, morderlos, fustigarlos. Las   forma, ni siquiera la de un juego. El azote
  nalgas de Gina eran deseos, caprichos,        debería ser practicado únicamente por el
  manías. Sueños que podías tocar, sopesar,     placer de los dos participantes. Cualquier
  coger entre tus manos. Un culo de fanta-      racionalización    le privaría de todo su
  sía; pero "realmente real", como diría un     secreto.
  niño.                                               »Cuando pagué por los libros, el ven-
       Donatien Casanova asintió.               dedor me miró y me comentó: «Como
       -jAh! -dijo-.    Siempre ha tenido el     usted parece ser también un aficionado al
tema, le recomiendo que visite el número       piel, imaginaba yo en mi mente, enfermi-
12 de la rue Cavour. No quedará decep-         za y lechosa.
cionado.»                                            »Ya no lo soportaba más. Entonces
     »AI día siguiente, fiel a mi decisión,    recordé la dirección que me había dado
decidí posponer de nuevo mi visita a           el librero, y fui allí. Era una casa de tres
Gina. Quería saborear las horas que me         pisos con los postigos cerrados. Cuando
separaban de mi nueva sesión. Había            llamé al timbre, me respondió rápidamen-
visionado aquel trasero único dominado         te una doncella con un vestido clásico,
bajo mis manos, temblando bajo mis gol-        negro, con un delantal blanco.
pes... No podía pensar en nada más. Entré           -¿Sí, señor? -preguntó.
en un cine. A pesar de la presencia de               »Era tal su parecido con una criada
Marcello Mastroianni y Monica Vitti, salí a    doméstica típica que llegué a pensar que
los quince minutos. Caminar por las calles     me había equivocado. Casi me fui sin
er~ peor. No podía evitar mirar los traseros   decir una sola palabra. Comprendió mis
de las mujeres que pasaban a mi lado. Los      dudas y, con la más mínima de las sonri-
había de todo tipo. Descarados, aburridos,     sas, dijo:
generosos, enfáticos, glotones, lúbricos,            -Sígame.
arrogantes, desdeñosos, reales, intoleran-            »Ella también sabía llamar la atención
tes, austeros, disfrazados, prometedores...    sobre el rasgo que más me atrae de las
Me hubiera gustado tener una de esas           mujeres. Caminaba lentamente, levantan-
máquinas mágicas con las que sueñan los        do, como si fuera una copa sagrada, cada
 niños, que te permiten ver la desnudez        protuberancia carnal que crecía desde la
oculta de las personas. Imaginaba globos       base de su pelvis. Era un movimiento grá-
de carne aprisionados en bragas de color       cil, majestuoso, como una danza sagrada.
negro o rosa. La chica a la que llevaba        Mientras la seguía por el pasillo alfombra-
mirando un rato, contoneando su trasero        do de terciopelo e iluminado por rayos de
con una falda estrecha que le llegaba          luz que entraban por cristaleras tintadas,
hasta las rodillas, tenía que llevar unas      me vi incapaz de contener una tremenda
bragas de seda transparentes que le Ilega-     erección. La doncella me llevó hasta un
ran hasta sus nalgas, cubriendo apenas su      salón. Allí, sentada sobre una gran buta-
monte de Venus. Era como ver un espec-         ca, había una mujer de unos sesenta años,
táculo erótico en el que la estrella era su    con las mejillas algo ajadas, el pelo gris
mata de vello negro. Otra chica, estoy         recogido en un moño y los brazos delga-
seguro, no llevaba nada de ropa debajo de      dos cubiertos de brazaletes de oro y plata.
su falda a cuadros de colegiala.                     -Alguien      desea verla,    Madame
     »A cada paso que daba, el áspero          -dijo     la doncella, que a continuación
material apenas se agarraba a. su frágil       salió.
»Me encontré      solo con aquella        como para esperar que venga en busca de
       matrona, que extendió una mano flácida        mujeres mayores!
       a modo de saludo.                                  »Hizo un gesto hacia una puerta que
           -Siéntase   como si estuviera en su       había justo enfrente de la butaca en la
       casa, joven. Llámeme Cordelia. Todos me       que estaba sentada y que se había abierto
       llaman Cordelia aquí.                         sin que me diera cuenta.
           -B-buenos días, Madame -tartamu-               -Venga, nos encargaremos de usted.
                                                          »Yo la obedecí. Tras avanzar por otro
             -Cordel ia -me corrigió.                pasillo con alfombra de terciopelo, entré
              »Me costó pronunciar    las sílabas,   en un pequeño dormitorio bien ilumina-
       pero al final lo conseguí.                    do. Allí me esperaba una muchacha muy
             -Cordelia.                              joven, sentada en el borde de la cama.
              »Entonces se hizo un largo silencio    Apenas tendría dieciocho años, y sólo lle-
       entre nosotros, durante el cual maldije al    vaba puesta una camisa fina de algodón
       librero y a mi propia inconsciencia, y        en la que se le marcaban los pezones. Me
       comencé a pensar en maneras de sal ir de       hizo un gesto y yo me senté junto a ella.
       allí. Sin embargo, tras haberme observado          -Aquí    soy Sophie -me dijo-.     No
       durante un rato con los ojos medio cerra-     tienes que decirme tu nombre.
       dos, Cordelia dijo:                                 »Tenía la voz aguda. Se inclinó hacia
              -Sé perfectamente lo que anda bus-      mí y me ofreció sus labios, que tenían un
       cando. iA su edad, no soy tan ingenua          gusto ácido, como bayas inglesas.




deé.
-¿Te gusto?                              le estaba comenzando a crecer. La donce-
      »En realidad no me gustaba mucho,       lla le dio la vuelta para enseñarme sus
pero no podía decírselo. Murmuré una          nalgas. Eran más redondas y rellenas de lo
respuesta vaga y la acerqué hacia mí. En      que me había imaginado. En realidad,
real idad era bastante delgada. La cogí por   eran muy prometedoras...
las nalgas. Eran dos cáscaras de nuez,              »La doncella se sentó en la cama
duras y llenas. Me cabían por completo        junto a mí y me dijo:
dentro de la mano. Echaba de menos a la            -Mire.
doncella, con su voluptuoso culo. En ese            »La doncella acercó a Sophie hacia
momento, ella entró en la habitación.         ella y la hizo estirarse sobre sus rodillas.
      -Veo que ya se conocen -dijo.           Cogió mi mano y la movió por encima del
      »Alargué 1a mano hacia su tentador      culo de la chica.
trasero. Ella se apartó rápidamente, son-           -Tóquelo.     Es suave, flexible, firme.
riendo.                                       Todavía no ha sido usado. Es un regalo
      -Ah, no, monsieur. Primero tenemos       digno de un rey, monsieur, pero a partir
 que encargarnos de Sophie.                    de ahora no podrá tocarlo.
       »Cogió a la joven de la mano y la             »Comenzó a pellizcar a Sophie en el
 puso de pie. Entonces le quitó la camisa.     culo, dejándole algunas marcas rosas y
 La adolescente estaba de pie, desnuda,        blancas. La adolescente se retorcía sobre
 delante nuestro. Tenía el torso delgado y     las rodillas de la doncella como si fuera un
 el pelo del pubis rubio y muy corto, pues     pez recién sacado de la red. Mi sexo se
endureció ante la imagen de su culo inde-       doncella me animaba con una sonrisa,
fenso, sujeto a cualquier capricho que a la     m~zcla de placer y gemido. La golpeé sin
doncella se le ocurriera. Ésta continuó         misericordia, seguro de que podría sopor-
dándole unos golpecitos suaves, desde un        tar muchas más cosas. Además, estaba tan
ángulo que apenas parecía que tocaran la        excitado que no podría haberle hecho
piel, pero que acabaron haciendo aparecer       daño. Sólo los sádicos con sangre fría
 unas marcas en forma de franja. Mi polla       hacen daño a sus víctimas. Esasprácticas
 abultaba dentro de mis pantalones. Sophie      no tienen nada que ver con el arte gentil
 se dio cuenta, alargó la mano y me bajó la     y divertido del azote...
cremallera. Mi órgano salió disparado                  »Continué azotando el relleno y tem-
 hacia fuera. La joven lo acarició con una      bloroso culo de la doncella. La vi meter la
serie de besos delicados, mientras sufría el    mano entre sus muslos y comenzar a aca-
torrente de fuertes bofetones que le estaba     riciarse, rogándome, «Sí, monsieur, más
 propinando la doncella, y que acabaron         fuerte, imás fuerte!»
 por hacer aflorar lágrimas en sus ojos. La            »Mientras, Sophie no estaba ociosa.
doncella volvió a cogerme la mano.              Se deslizó debajo de su compañera para
      -Tóquelo     y verá cómo arde, mon-       colocar su raja justo en la cara de la don-
sieur.                                          cella. Ésta comenzó rápidamente a lamer-
      »Era demasiado. El espectáculo del         la, jugueteando con la lengua por la ácida
 azote me había excitado más de lo que           rendija mientras la chica me buscaba con
 podía imaginarme. Aparté a Sophie a un          la boca. Yo cooperé sin dudarlo y, sin
 lado y tumbé a la doncella sobre la cama.       parar un momento de azotar aquellas
 Le levanté la falda. Llevaba unas finas bra-    medias lunas, metí mi pene en la boca de
 gas de algodón que le cubrían el culo por       la adolescente.
completo. Se las arranqué con tanta vio-               »Estaba fascinado por aquellas nalgas
 lencia que se rompieron. Ella dejó esca-        que se tensaban, se entregaban, se recogí-
 par una sonrisa desdeñosa y susurró:            an y se adaptaban al ritmo de mis azotes.
      -A su servicio, señor.                     La doncella se puso a trabajar con su
       »Se puso de rodillas sobre la cama,       sexo, mientras sus gemidos se hacían más
 con la cabeza bajada, como lo haría un          rápidos y vehementes. Yo adapté mi ritmo
 fiel que se arrodillara para rezar en direc-    de azote al de sus jadeos. De repente, se
 ción a La Meca. Sus nalgas llenaban toda        puso rígida y chilló, «jNo!»
 mi visión, dos enormes bolas que revela-              »En mi ingenuidad de principiante,
 ban la flor violeta de su ano.                  pensé por un momento que le había
      »Rápidamente,      extendí mi mano         hecho daño. Pero rápidamente lo com-
 sobre ellas, cubriendo tanta superficie         prendí, mientras la veía retorcerse y gemir
 como me era posible.. A cada golpe, la         extasiada. En ese mismo instante, se intro-
~

                                                f1),   ~:'


                                 "'':'
                                                  (
                                                       ~




     dujo toda la vulva de Sophie en la boca,   Sophie un chorro de licor que a punto
     labios y clítoris juntos, succionando,     estuvo de asfixiarla.
     lamiendo. La chica se estremeció y se           »Entonces saboreé todo mi trunfo,
     abandonó al clímax, llenando toda la       colocando cada una de mis manos sobre
     habitación de un aroma de ámbar y          un culo diferente, pero delicioso. Mi visi~
     limón. En cuanto a mí, habría sido de      ta a la rue Cavour me había enseñado una
     mala educación prolongar mi placer por     cosa: ien el arte del azote había que olvi-
      más tiempo. Eyaculé en la garganta de     dar cualquier idea preconcebida!




Y1
'
~--IV-.-
-Billetes, por favor.                            Como si estuviera leyendo mis pensa-
      Nos acercábamos a Vallorbe, en la           mientos, Donatien Casanova interrumpió
frontera suiza. El revisor era un tipo rubio      mi ensoñación:
y alto, (:on unos modales algo torpes pero            -Un tipo atractivo. Buen culo...
encantadores. Sus ojos se posaron fugaz-              -¿Le interesa?
mente sobre mi camiseta, ya que se podí-              -No.    No tengo gusto para los tíos.
an apreciar mis pezones oscuros por               Pero podía leer su mirada como si fuera
debajo suyo. Obviamente, quedó prenda-            un cartel de metro...
do de mí. Le entregué mi billete con una              Me perturbó un poco el que leyera
sonrisa que generalmente reservo para los         mis intenciones con tanta facilidad. Pero
políticos a los que voy a entrevistar. El         continué:
tren comenzó a subir una pendiente, y él               -iEs imposible esconderle nada!
estuvo a punto de perder el equilibrio.               -Todos los aspectos de este tema me
      -Va usted a Venecia -inquirió.              interesan.   Los   hombres   proclaman   su
      -¿Y usted? -repliqué.                       amor por el trasero de las mujeres. Pero
      -Desgraciadamente,       mi turno finali-   raramente ocurre al contrario. Sin embar-
zaen Lausanne.                                    go muchas de ustedes reconocen que es
      -Qué      lástima -dije,   volviendo a      una de las primeras partes en las que se
meter el billete en mi bolso. Aproveché la        fijan en un hombre. Para un hombre es
oportunidad para moverme ligeramente,             tan importante tener un buen culo como
abriendo algo más los muslos para permi-          para una buena mujer.
tirle ver mis bragas y mi mata de vello                Tenía razón, no valía la pena discutir.
oscuro. Sin apartar los ojos del espectácu-       Reinicié mi lectura del libro verde, pre-
 lo, cogió el billete de Casanova. Entonces       guntándole:
 se giró y, a regañadientes, pasó al siguien-          -¿Volvió a ver a Gina?
te compartimento. Le seguí con la mirada.              -iPor supuesto! No podía vivir sin
 La parte baja de su espalda se movía             ella. Pero mi experiencia en la casa de
 seductoramente,       con cierta elegancia       Cordelia había tenido un efecto benefi-
torpe. Me pregunté si yo también disfruta-        cioso. Había aprendido que el placer no
 ría azotando su culo de funcionario ferro-       depende de una sola persona, por muy
viario.                                           bien dotada que esté.
Pensé en todos los hombres que había         rosímiles, y yo me corría como una pose-
conocido hasta entonces. Especialmente            sa. Evitab? los lugares tradicionales, como
en Patrick, un joven aristócrata con su pro-      la cama, el sofá, el diván, el dormitorio o
pio programa de televisión. Nos habíamos          la alfombra. A mí me parecía bien, hasta
conocido en el plató, delante de la cáma-ra.     que un día me di cuenta de que siempre
    Conocía mi reputación de devoradora           lo preparaba todo para que pudiera ver su
de hombres, y se dedicó a seducirme contodo       propio reflejo. Lo que le excitaba de todo
      su empeño. Sonrisa perfecta, aspecto       aquel asunto era que él, Patrick de
seductor, voz perfecta. Cedí ante su ata-que.    Loquefuese, se estaba acostando con la
      Me llevó a su casa. Saltó encima mío       famosa Eva Lindt. Si nos hubiera sorpren-
inmediatamente después de entrar, todavía        dido un fotógrafo, estoy segura de que por
con su gabardina Burberry puesta. La puer-ta     primera vez hubiera conseguido mante-
   del apartamento estaba abierta. Escuché       ner una erección durante más de un
cómo llamaban al ascensor desde otros            minuto. En aquel momento decidí que ya
pisos.                                           había tenido suficiente sexo narcisista...
    -No puedo esperar ni un momento              Aquella misma noche elegí a un extraño y
más -murmuró        Patrick, explorando mientrepierna. viajamos hasta el séptimo cielo,
                                                 juntos
                                                 quemando soles y lanzando estrellas que
     Su pasión extrema me excitó. Enredé         duraban mucho más que las de mi ídolo
mis piernas en torno a su cintura y meentreguételevisión.
                                                 de
           a él. Él me levantó por el culo,enrojeciendo-Todos tenemos nuestros recuerdos
                por el esfuerzo. Pero ni uno     -dijo     Casanova-.      Algunos amargos,
solo de sus pelos engominados se movióde         otros dulces. Pero al final, creo que siem-
    su sitio. Algunos segundos despuéseyaculó siento agradecimiento por cualquiera
                                                 pre
          algunas gotas de esperma que,          que me haya proporcionado              placer.
por increíble que parezca, me provocaron         Aunque sea por pocos instantes.
un orgasmo gigantesco.                                 jAhora estaba convencida de que
    Continuamos viéndonos así durantevariasaquel hombre era telépata! Tuve un impul-
        semanas. Patrick me follaba entodasso de salir del compartimento para evitar
       partes, en las posiciones más inve-       Que se adentrara demasiado en mi mente.
''-,
                                                                          ~      ~   "'é


                                                                         ---1)'




           Pero algo me retuvo... El libro verde... La                       -¿Tienes           a alguien   ahí dentro?
           necesidad de saber más... O de hacer algo                         -No.
           más...                                                            -¿Estás          esperando     a alguien?
                    ¿Gina también?                            por            -No.
                                                                             -Entonces    déjame entrar.
               -Se lo debo todo. Ya verá... Pero no                          -No     estoy segura de que                  deba
           la volveré a interrumpir.                                  hacerla.
                Encendió un Monte Cristo número 3.                               Rompí a reír y le pregunté:
           El compartimento se llenó de un humo                              -Gina,           ¿cuál es el problema?       ¿Estás
           azul aromático que flotaba por entre los                   haciendo              borrón   y cuenta    nueva?   ¿Has
           haces de luz solar. Me puse la mano entre                  decidido             entrar en un convento?
           las piernas de forma nada disimulada y                            -No...           no se trata de eso -respon-
           continué leyendo, suavemente acunada
           por el tren.                                                    Con aquella enigmática respuesta,
                                                                      decidió dejarme entrar. Pero en lugar de
                »Después de tres enloquecedores y                     Ilevarme al dormitorio como era habitual,
           deliciosos días de espera, aparecí en la                   me llevó hasta una pequeña sala de estar,
           puerta de casa de Gina. Ella parecía per-                  muy bien iluminada, amueblada con un
           turbada al verme allí. Me recibió con un                   sofá, dos butacas y una mesa de cristal de
           mohín:                                                     poca altura. Era totalmente opuesto a su
               -jAsí  que eres tú!                                    boudoir rococó. Me senté en el sofá y
                »Yo sólo tenía ojos para su perfecto                  eché un vistazo a la austera sala, limpia,
           cuerpo      moreno,    el triángulo    flamígero     de    sencilla. Estaba asombrado. Gina se arro-
           su pubis,     la redondez     de su cadera en el           dilló delante mío y me cogió una mano,
           punto    en que se convertía          en culo.    Le di    en un gesto emocional que no tenía nada
           un beso en los labios al que respondió               sin   que ver con su trabajo.
           entusiasmo.     Todavía     no había decidido         si        -iNo   lo mires todo así! Estás en mi
           iba a dejarme         entrar o no. A pesar de mi           casa. En mi verdadera casa. iNunca he
           decepción,      reaccioné    rápidamente         ante la   recibido a un cliente aquí!
           situación     y susurré:                                        »Estaba excitado. Al ver a Gina a mis




A
dió.
azar.
respondí
pies, con su voluptuosa boca a la altura               -Te daré dinero. Todo el que quie-
de mi sexo, con los grandes pechos que            ras. Sé que pido más que los otros. Sólo di
tantas veces me había llevado a los labios        el precio.
para chuparlos, me volví loco de deseo.                »Se dio la vuelta sobre su estómago y
Tuve una erección dolorosa. Los azotes            levantó su culo hacia mí. Estaba más
que yo había imaginado me habían hecho            firme y redondeado que nunca, rodeado
enloquecer de ansiedad. Apenas pude               por unas bragas de seda blanca que no le
contenerme para no agarrar a Gina por un          cubrían del todo, dejando todo el valle de
brazo, tumbarla sobre mis rodillas, de            la parte superior de sus nalgas al descu-
culo para arriba, y azotarla como un              bierto. Sin mirarme, Gina murmuró:
poseso.                                                        "jTonto!
    »Pero tragué saliva y le dije, con voz                   »jAquello era demasiado! Me incliné
áspera:                                                 hacia ella, y con un gesto salvaje, le quité
      -¿Por qué me has traído aquí?              ,      las bragas que, se rompieron. Agarré los
      -Estoy   segura de que ya lo sabes...             restos de seda y me los llevé a los labios.
      »Se tumbó       de espaldas        sobre la       Aspiré el enloquecedor perfume de Gina.
alfombra     de lana blanca, estirada como              La chica, tumbada de espaldas sobre laalfombra,
un gato, con la cabeza apoyada sobre una                             dejó escapar un pequeño grito
mano, ofreciéndome         el irresistible    perfil    de asombro y placer. Ahora apuntaba su
de su trasero.      Un escalofrío       febril me       culo hacia mí con toda la intensidad que
recorrió    de arriba abajo, y en un tono               podía. Estaba esperando mi próximo movi-miento,
apenas controlado,      le dije:                                  y yo no la decepcioné. Asombrado
     -iGina,     no juegues a las adivinanzasconmigo!   por mi propia ferocidad, me metí el trozo
                                                        de seda debajo de la camisa, sobre mipiel...
      Ella sonrió como una esfinge y echó                        Era como si el contacto hubiera
la cabeza hacia atrás.                                  activado algún artefacto violento, incon-trolable,
     -Los     estudiantes     siempre      quierenjugar             mientras contemplaba aquellas
        a hacer de maestro.                             nalgas arrogantes, palpitantes, como situvieran
     -Gina,     vamos al dormitorio.                              un corazón propio.
     -Aquí     estamos bien.                                 »Me levanté y le dije:
-Tienes   que obedecerme, Gina.            Sin otro contacto que las palmas de mis
    »No   me respondió,    pero   su cuerpo    manos sobre sus nalgas, me invadió un
estaba vibrando de placer.                     repentino orgasmo; una ráfaga de esper-
          -Arrodíllate   y pon la cabeza       ma cayó sobre la carpeta blanca. Agarré a
sobre el sofá -le ordené-.        jNo quiero   Gina por las caderas y le ordené:
ver nada más que tu culo! jDámelo!                  -jChúpalo!
      »Adoptó la posición que le había              »Ella se puso a cuatro patas y, con el
ordenado, con la cabeza y los hombros          culo en pompa como un felino en celo, se
sobre el cuero negro del sofá, las manos       dedicó a lamer mi simiente. Aquella ima-
en el suelo, de forma que pudiera exten-       gen me hizo recuperar de nuevo todo mivigor.
der su trasero hacia mí. Yo me arrodillé               Una fuerza primitiva me hizo sufrir
detrás suyo y manoseé los dos globos. Los      una nueva erección; habría chillado si no
pellizqué, los masajeé, los separé para        me hubiera dado miedo romper el hechizo.
revelar el orificio violeta de su ano. Los           »Mis manos volvieron a caer sobre
lamí, los mordisqueé, los inhalé.              las nalgas ardientes de Gina. Pero aquello
      »Deslicé mi lengua entre su separa-      ya no era suficiente. Lo quería todo a la
ción, y a continuación la dirigí hacia su      vez, beber de su fuente, entrar dentro de
sexo, ansioso de deseo. A continuación         su flor, penetrar su garganta y frotar todo
me retiré y, con cuidado, como acaricián-      mi cuerpo contra sus pechos. Quería ser
dola, le golpeé suavemente repetidas           uno de esos dioses de las películas, con
veces, provocando la aparición de unas         incontables     brazos. Pero necesitaría
manchitas rosadas en su delicada carne.        incontables miembros para poseerla de
      -iSí...  me gusta así! -suspiró Gina.    todas las maneras posibles a la vez... No
       »No tuvo que decírmelo dos veces.       estoy seguro de lo que hicimos a conti-
Aceleré el ritmo de los golpes, más firmes     nuación, pero algún tiempo después me
ahora, primero en una nalga y luego en la      descubrí en el suelo. Gina estaba tumba-
otra, usando ahora mi mano derecha,            da encima mío, pero en sentido invertido.
 ahora mi mano izquierda. Gina se enroje-      Mi sexo palpitaba entre sus pechos mien-
 ció, se removió, respiró entrecortadamen-     tras ella se los apretaba con las manos.
te, pero no se quejó en ningún momento.        Continué golpeándole el trasero, que se
había vuelto incandescente, salpicado de          »Cogió mis ropas y me las tiró.
franjas de color blanco y malva. Al mismo         -jLlegará pronto, así que date prisa!
tiempo, yo la iba masturbando con mi         No quiero que mis clientes se conozcan
rodilla derecha. O, más bien, ella se iba    viniendo aquí. Todos sabéis lo que soy yo,
frotando contra mí. Continuamos así, aga-    pero uno por uno, debéis ser únicos...
rrados el uno al otro, hasta que ella se            -¿Le traes aquí? -dije.    No tenía
estremeció convulsivamente. Al mismo         ninguna gana de moverme. Estaba lleno
tiempo, inundó mi pierna de un flujo         de una gratitud lánguida. Haber consegui-
abrasador mientras yo eyaculaba entre        do llevar a Gina hasta el clímax me llena-
sus pechos. Rodamos abrazándonos,            ba de una especie de orgullo necio. Una
sumidos en el abismo del éxtasis. Gina       vanidad normal a los veinte años de
fue la primera en separarse. Se arrastró     edad...
hasta el espejo y se dio la vuelta para           -Muévete, Donatien.
mirarse el culo, todavía con las marcas de        -¿Puedo quedarme?
los azotes.                                       -¿Pero quién te crees que eres? ¿Un
     -Oh, Dios mío, ¿qué dirá Hugo?          caballerete napolitano? jNo eres tan
     -¿Tienes un amante? Creía que todos     importante, caro!
eran clientes.                                     »Se encogió de hombros y dijo, más
     -¿Estás celoso?                         seriamente:
     -iSi así fuera, no estaría aquí!              -No me obligues a enfadarme. Sería
     -Tienes razón, mi joven Casanova.       terrible tener que despedirnos así.
Os soy infiel a todos con mis otros clien-         »Me puse los pantalones y me anudé
tes, varias veces al día...                  la corbata. A pesar mío, sentí un endure-
     -¿Pero este Hugo...?                    cimiento en el estómago al escuchar las
      -Sí,  Hugo. Es un caballero muy        últimas palabras de Gina.
agradable, que probablemente te triplica           -Nos despedimos... por el momen-
 en edad. No me hace muchas cosas, pero      to, ¿verdad?
 él también adora mi trasero. No de la             »Se acercó hasta mí y, con un movi-
 misma forma que tú, sino que lo respeta,    miento automático que indudablemente
 lo honra, lo saborea. Le sorprenderá ver    utilizaría con todos los buenos maridos
 estas marcas. Es un buen cliente, odiaría   que pasaban por su cama, me puso bien
perderle.                                    el cuello de la camisa.
     »Pensó durante un rato y a continua-          -No -explicó-,     no podemos vol-
ción, con una risita, decidió:               ver a vernos jamás. jSe acabó! Tú me has
     -Le diré que me caí en la ducha, que    dado placer. Yo te lo he dado a ti. Estamos
me resbalé con una pastilla de jabón...      en paz. Pero yo soy una puta. No puedo
Eso lo hará querer cuidarme.                 permitirme ese tipo de lujos.
»Me sentí desolado. Respondí, tarta-                  vía no se han visto conquistados por las
mudeando:                                                 delicias de esta práctica, y un perfeccio-
     -¿No...    no quieres volver a verme?                namiento de las habilidades del resto. El
     -Nunca      más. Ni como cliente ni                  arte del azote es ligereza, ironía, juego...
como amante. No puedo tener amantes.                      La vida como una ópera cómica... Todo
Has averiguado cómo hacer que me                          es falso, pero al menos nada duele de ver-
corra. Es demasiado peligroso para mí.                    dad. iY me habla de qué fue de ella!
      »Intenté convencerla de nuevo; tenía                Prefiero el recuerdo de Gina a cualquier
que hacerlo. Pero sabía que era inútil.                   dato biográfico. iQué me importa si se
Gina respetaba la ética de su profesión.                  casó con uno de sus clientes que era juez,
No podría hacerla cambiar de opinión.                     o si todavía se dedica a hacer la calle!
      »Antes de que me fuera por última                         No me gustan los fanáticos. He visto
vez, lancé una mirada de adiós a la sala                  a muchos en mi profesión, gente empeña-
geométrica, a aquella escasa anonimidad                   da en deshacer entuertos, nuevos filósofos
que había sido, quizás, una especie de                    defendiendo a Occidente sobre la mesa
permiso para nuestro excesos.                             de un café, reformistas de la humanidad
      »Gina me apresuró para que me                       dispuestos a meternos a todos entre rejas
fuera, dándome un pequeño cachete en                      por nuestro propio bien, o profetas inspi-
 las nalgas. Me dio un último beso en los                 rados directamente por Dios para llevar la
 labios y entonces, mientras cerraba la                   muerte al infiel. En algunas ocasiones me
 puerta, me dijo:                                         asustaban, en otras me divertían, pero
      -iAdiós!    iTe quedan muchos otros                 siempre les detestaba, por sus malas
 culos que azotar!                                         intenciones, por su ceguera, por su estu-
      »No quería dejarla por mentirosa.                   pidez elevada a la categoría de doctrina.
                                                                Devolví el libro verde a Casanova.
    -¿Y       bien?     -preguntó         Donatien              -Aquí   tiene. Me temo que no soy
Casanova.                                                  digna de leerlo.
    -¿Nunca       volvió    a ver a Gina?                       Se negó a cogerlo con un movimien-
    -Cumplí       mi palabra.       Nunca    volví    a   to de la mano. Quería disculparse, pero
su casa.                                                   no tuvo la oportunidad. Una mano se
    -Pero     seguro que debió intentar ave-               había apoderado del libro.
riguar qué había sido de ella -insistí.                       -¿Pasaporte?
     Donatien    sacudió     la cabeza,     con tris-          Era el inspector de aduanas.
teza. Luego se explicó:
     -jEn   absoluto!      El arte del azote no es
una novela.      Es un drama         de iniciación.
Una forma de transformar            a quienes toda-
El inspector de aduanas abrió el libro     varias veces, lo deletreó,   me miró y final-
    verde por la primera página, y sus ojos se     mente explotó:
    encontraron con las nalgas de Gina exten-          -jQue     me aspen! jDebería haberlareconocido!
    dida sobre Donatien. Dejó escapar un sil-                    jNunca me pierdo su progra-ma!
    bido de admiración, y a continuacrón me
    examinó de arriba abajo con la mirada.            Le di las gracias entrecerrando los
        -Felicidades -dijo.-,   pero me temo     ojos, bastante perturbada. No le prestó
    que este documento, pese a su detalle, no    atención al gesto, e hizo un movimiento
    bastará...                                   con la cabeza en dirección al libro de
         Me devolvió el libro, que yo lancé al   notas verde:
    asiento que tenía aliado. No sabía si reír-      -Por favor, discúlpeme. La verdad es
    me o gritar de furia. iDespués de todo, era que el libro me ha sorprendido un poco.
    halagador que hubiera pensado que aquel     Aunque he visto muchas cosas, en este
    maravilloso   culo era mío! Casanova        negocio... -riendo     satisfecho, añadió-:
    entregó su pasaporte al inspector, que le   ¿Bueno, tienen algo más que declarar?
    echó un vistazo rutinario. El tipo no esta-       Le eché una mirada asesina a
    ba interesado en los hombres para nada.     Casanova, que estaba contemplando la
    Yo rebusqué en mi bolso, pero no conse-     escena como si fuese un espectador entre-
    guía encontrar mi documentación.        Me  tenido. El oficial de aduanas me devolvió
    estaba comenzando a preocupar. El ins-      el pasaporte, y a continuación         salió,
    pector dejó clara su impaciencia, repi-     hablando para sí:
    tiendo:                                          -Vaya, Eva Lindt... iEsto no se me
         -¿Su pasaporte, madame?                olvidará!
         Entonces recordé que lo había dejado        Cuando hubo cerrado la puerta del
    en la maleta. Me levanté y, dándoles la     compartimento, me giré:
    espalda a mis compañeros, me puse de             -Podría     haber mantenido la com-
    puntillas para comenzar a buscar por miequipaje.
                                                postura...
                En ese momento sentí una             -¿Qué quiere decir?- me interrum-
    mano que me rozaba el trasero y que, acontinuación,
                                                pió Donatien.
                    viendo que no reacciona-         -jYa sabe de qué hablo!
    ba, me palpaba las nalgas. Al fin conseguí       -¿Al tocarle el culo?
    sacar mi pasaporte. Me giré, esperando           -j Exacto !
    descubrir a quien había perpetrado aquel         -No he sido yo. Ha sido el inspector..
    acto. Casanova estaba sentado en su sitio,       iUn empleado del gobierno! jCum-
    como de costumbre. El inspector de adua-    pliendo con su trabajo! Aquello era un
    nas tenía la mano abierta, esperando a      abuso de poder desmedido. A la gente la
    que le diera los papeles. Leyó el nombre    despiden por mucho menos que eso. Yo




~
sabía que Casanova no era de los que                      Como el suyo, mi querida
            mienten. No en estos temas... Continué         Eva... Pero lea el siguiente capítulo...
            tartamudeando:
                 -iPor supuesto que no se le olvidará!           »Algunos culos son irresistibles.
                 Casanova me ofreció un cigarrillo.        Ejercen una atracción sobre I'a mano
            Mientras lo encendía, dijo:                    semejante a la que ejerce una botella
                 -Tiene que comprenderle. Se lo dijo       sobre un borracho o una zapatilla para un
            él mismo, el dibujo le sorprendió un           fetichista. Seguiría algunos de esos culos
            poco. Y tiene usted un trasero realmente        hasta el fin del mundo. En el momento en
            magnífico. Y se lo dice un connoisseur.         que los ves, la garganta se te seca de exci-
            No quería ofenderla, sino más bien ren-        tación. Observas su ritmo, su bamboleo,
            dirle homenaje. Acéptelo como lo que es.        su juego. Te preocupas: ¿y si te niegan el
                -iPero   ese hombre es un obseso!           placer que están destinados a concederte?
            Como usted.                                     A menudo, no saben absolutamente nada
                 Casanova dejó escapar un suspiro.          al respecto. Nadie se lo ha sugerido
                 -Ya veo que todavía no ha leído            nunca. O se ha convertido en un recuer-
            suficiente. Naturalmente, soy un obseso,        do de la infancia... O quizás en un gra-
            como cualquier amante del arte. ¿Conoce         bado en una palmeta en una escuela
            algo más obsesivo que los coleccionistas,       inglesa de principios de siglo, que provo-
            sea cual sea su objeto? jA mi manera, yo        ca una sonrisa cómplice. Entonces te con-
            soy un coleccionista de culos!                  viertes en Pigmalión. El placer del azote
                  -¿Y qué me dice del resto? las men-       se ve doblado por el placer del adoctrina-
            tes, los cuerpos, la imaginación, las fanta-    miento. En tales terrenos se pueden crear
            sías que tienen las mujeres, ¿no le impor-       relaciones amorosas que duran mucho
            ta nada todo eso?                               tiempo. El azote puede sacar al placer de
                 -Usted    no sería Eva lindt si se cre-     su escondrijo.
            yera lo que acaba de decir...                         »Las nalgas no tienen que ser perfec-
                  Tenía razón, y en aquel momento, me       tas. Al contrario. Un culo es como cual-
             sentí como una idiota. Casanova, dándo-         quier otra cosa. Demasiada belleza puede
             se cuenta de que había logrado una              llegar a estropearlo. Lo admiras sin desear
             pequeña victoria, continuó:                    tocarlo. ¿Quién ha soñado en hacer el
                  -En primer lugar, no todos los trase-      amor con la Gioconda? Ni siquiera el pro-
             ros me interesan. Al igual que ciertas          pio Leonardo. iEI mohín de la Mona Lisa
             mujeres no resultan atractivas para ciertos     estaría teñido de cierto gozo impío si
             hombres. O viceversa, si usted lo prefiere.     Leonardo le hubiera levantado la falda, la
             Pero es verdad que existen culos admira-        hubiera tumbado sobre sus rodillas y le
             bles que se convierten en provocaciones         hubiera azotado el culo!




andantes.
»Uno no se excita porque unas curvasalcancen Hay traseros redondeados -"mofle-
                                                   más.
             un nivel de eregancia, ni por         tudos"-, que sobresalen desde unos teja-
una piel de mujer que sería la envidia de          nos ajustados. Hay culos traviesos, sin ape-
las escuelas de belleza de todo el mundo.          nas curvas, ligeramente angulares, su
Los fotógrafos de moda se especializan enesos forma encerrada en pantalones tan apreta-
       culos inmóviles, rectilíneos, que entodos   dos que se puede ver la línea de las bragas.
         los aspectos parecen tan carentesde Culos anchos y fuertes, que llaman la aten-
    sabor como de carne. Para vender bra-gas ción con autoridad, culos que te hacen
      o medias, los anuncios ofrecen al            sentir que no podrías conseguir ser su amo
público imágenes de culos más planosque jamás; culos falsamente planos que pare-
      un discurso político. Es un triunfo delaburrimiento. tener forma pero que revelan su
                                                   cen no
                  Los culos reproducidos en        suavidad secreta cuando entran en movi-
papel son probablemente perfectos parasentarse     miento; culos arrogantes cuyos propieta-
            sobre ellos o para vestirlos conropa. rios, conscientes de sus encantos, nunca
        Pero carecen del gusto del placer,de       desaprovechan una oportunidad de incli-
    la diversión.                                  narse; culos modestos ocultos bajo largas
      »EI aficionado al azote ignora los dic-tados faldas, que salen a la superficie sólo cuan-
        de la moda. Camina por las calles sinatenerseuna ráfaga de aire que sale de una reja
                                                   do
            a convenciones, abierto a cual-quier de metro los revela por un breve instante;
       forma de encuentro. Hay culos estre-        culos temperamentales, rígidos o relaja-
chos que parecen flaquear al final de pier-        dos, según su humor, ahora animados yalegres,
nas que se sienten avergonzadas de ser vis-tas;             luego amenazadores, tensos; culos
     su timidez las hace sobresalir todavía        lánguidos, que se contonean de forma hol-
gazana, que se retraen al ver acercarse la               »Mis compañeros procedían del norte,
mano; culos inocentes con curvas impeca-             aburridos soldados que bebían cerveza y
bles que se ocultan bajo bragas de algo-             se pasaban   un walkman     con   una   sola
dón; culos inteligentes, con el más mínimo           cinta: Sylvie Vartan, con su voz monótona
rasgo de asimetría, que se provocan entre            y sus monótonas nalgas. Hablaban de que
sí mientras te hipnotizan; culos falsamente          el ejército tiene sus ventajas, y de que así
delgados y realmente gordos; culos dor-              al menos no estaban en el paro. Hablaban
midos que aguardan el beso que los haga              de realistarse, preguntándose si llegarían
despertar; culos vibrantes,    incitaciones   a la   algún día a ser oficiales, dada su escasa
depravación;  culos amplios,        cuya abun-       educación. Así se encontraba Europa.
dancia ha sido comprobada          tras años de           »Estaba aburrido. Con mi cara arruga-
servicio leal; vírgenes   sonrojadas   que           da y mi abrigo, era una especie de viejo
desean más y más, tentándote a ir cada vez           para ellos. O peor, un profesor, o algo
más lejos, en un torbellino      de placer que       parecido. No era un enemigo, más bien
no tiene fin...                                      era una molestia. Fue entonces cuando
     »Es una riqueza incalculable.       En oca-     eché una mirada al pasillo y la vi. O más
siones requieren un acercamiento          discre-    bien, vi su culo, a la altura de mis ojos.
to. Otras   veces   se reconOGen      al primer      Una masa redonda lista para hacer reven-
contacto. Eso me pasó en un tren París-              tar sus pantalones cortos amarillos, tan
Marsella, una larga noche en que los                 breves que revelaban el pliegue de la piel
coches cama estaban llenos y yo acabé en             entre el muslo y la nalga, una intensa pro-
el rincón   de un vagón       de fumadores     de    mesa de intimidad. Durante largo rato
segunda clase.                                       contemplé aquel trasero cubierto que
tenía ante mis Qjos, al que los soldados,   mos dejando atrás diversos pueblos. No
paletos típicos de su condición, no le      nos movimos, pero yo adivinaba, por la
prestaban la más mínima atención. Me lo     tosca postura de su cuerpo, por la forma
imaginé ligeramente moreno por el sol,      en que colocaba su mano cuando se ajus-
con manchas de color emergente en.,su       taba los pantalones, que mi compañera
parte superior, una carne firme, suave,     de viaje estaba tan excitada como yo. Los
bronceada. Cerré los ojos y tuve una        soldados, sumidos en su Kanterbrau,
visión del impacto de mi mano sobre         pronto se quedaron dormidos. Yo me des-
aquella piel. Cuando los abrí, vi que       licé hasta el pasillo.
alguien me estaba mirando. La mujer pro-         »La mujer y yo éramos los únicos que
bablemente habría sentido la tensión de     estábamos despiertos. Era rubia, de ojos
mi mirada. Se había girado y se había       oscuros, con unos pechos generosos que
visto delante de un voyeur. Supe en aquel   asomaban por entre su camiseta rosa.
instante que había comprendido mis sue-     Intercambiamos las banalidades necesa-
ños y mis deseos.                           rias para conocernos. Sí, era alemana.
     »De hecho, se volvió a girar y recu-   No, no se iba a quedar mucho en
peró su posición anterior, con una cierta   Marsella. Iba de camino hacia Argelia.
osadía añadida. Como si, apoyando los        ¿Su nombre? Inge. No, no era una estu-
codos sobre el marco de la ventana, estu-   diante, era una profesora. ¿Azote? Se son-
viera exagerando su postura para ofrecer-   rojó y fingió que no entendía el término.
me mejor su trasero. Así dispuestos, fui-   Yo imité el gesto sobre las nalgas imagi-
narias de pequeños demonios alemanes.           contra mi sexo, a través de la ropa. Ella
        Ella explotó en carcajadas. ¿De qué esta-       meneaba el culo, acentuando desespera-
        ba hablando?   jAquel   tipo de castigo había   damente la presión contra mi pene.
        quedado desfasado       después de Freud! Yo          »Se quitó rápidamente los pantalo-
        estaba indignado.                               nes. No llevaba bragas. Sus nalgas eran tal
            -jNo   me refiero a hacerla como cas-       y como yo había soñado. Tostadas por el
                                                        sol, con textura de terciopelo, dotadas de
             »Inge asintió, casi a pesar de sí          una tensión suave, musculosa. Llevé mis
        misma. Y fue también casi a pesar mío,          labios hasta ellas. Entonces hice lo que
        que mi mano se deslizó por debajo de            había ansiado hacer. Comencé con un
        aquellos apretados pantalones cortos y          suave cachete en el centro de su cu lo.
        acariciaron los dos montes que me habí-         Inge gimió. Asintió con la cabeza, sí, ja,
        an estado distrayendo desde que salimos         mehr. Yo la golpeé más fuerte, hasta sen-
        de la estación de Sens. Sentí cómo se           tir cómo se estremecía la carne bajo mi
        ponía rígida. Me agarró por el cuello y me      mano. Inge se estiraba cada vez más, y yo
        acercó hacia ella. Nos besamos, ansiosos.       podía ver cómo su mano desaparecía en
        A continuación se separó y me susurró:          su entrepierna... La tercera vez golpeé un
             -iAquí   no!                               poco más abajo, casi junto a sus muslos.
             »La seguí por el pasillo. Todos los        Ella no había esperado aquello, y dejó
        ocupantes de los vagones estaban dor-           escapar un pequeño grito de dolor. Pero
        midos. Los inspectores se habían retirado       no mostré misericordia. La azoté con el
        a sus compartimentos. No había posibili-        dorso de mi mano, observando cada
        dad de ser descubiertos, salvo por un           impacto, sintiéndome explotar mientras
        anciano que iba de camino al lavabo:'EI          su piel se enrojecía y ella gemía de placer.
        ligero peligro aumentó nuestro deseo...               »Cuando las nalgas de Inge estuvie-
              »Inge se apretó contra mí. Yo le bajé     ron al rojo vivo, y todo su cuerpo a punto
        la camiseta, dejando libres sus pechos,         de llegar al clímax, saqué mi polla. La
        que se bambolearon por un momento. Me            metí en su interior y sentí como si hubie-
        los introduje en la boca, chupándolos y         ra sido absorbido por una máquina incan-
        mordiéndolos. Ella me apretaba fuerte-          descente. Ella se volvió loca, escupiendo
        mente contra su cuerpo, mi sexo endure-         vulgaridades     incomprensibles.    Yo me
        cido contra su raja. De repente, se giró y      corrí en su interior y ella soltó un grito
        adoptó la misma postura que tenía la pri-       que quedó disimulado por el silbato del
        mera vez que me había fijado en ella: con       tren. Llegábamos a Aviñón ya su famoso
        la cabeza hacia la ventana, parcialmente        puente.
        inclinada, con el culo en pompa hacia mí.
        Yo la agarré por la cintura y la empujé




tigo!
Donatien Casanova me examinó con                     mirándonos a todos como alguna virgen
su mirada tranquila y ligeramente acérbi-                perversa, con la sugerente voz de una
ca. Yo me desperecé como si despertara                   mujer que ha visto mucho... de todo?
de un sueño erótico, un poco decepciona-                     -Pero   es sólo un espectáculo...
da al volver a la realidad en las montañas               -protesté.
suizas, junto al reflejo metálico de un                       -El azote también es un espectáculo.
lago.                                                     Es teatro callejero, u ópera lírica, según
       -No    hay un lugar específico     para lle-      las circunstancias.
var a cabo los azotes -dijo Casanova-.                        Se levantó de repente y dijo:
He azotado los culos más hermosos en los                       -y ahora, me debe un café.
escenarios más variados.                                       Intenté darle el libro, pero protestó:
    -Incluso  en un tren -añadí,            con la            -Quédeselo.         Tiene mucho que
garganta     un poco seca.                               aprender.
     -Un      tren no es nada extraordinario.                 Se hizo a un lado para dejarme pasar,
Debería probar las cabinas telefónicas,                  por cortesía... pero no fue una muestra de
los cines, los garajes, los ascensores...                galantería desinteresada. He notado a
     -¿El deseo le invade allá donde esté?               hombres mirándome el culo antes. Al
    -Depende...          ciertos azotes requie-          subir las escaleras, incluso exageré el
ren tranquilidad,       comodidad,   paz. Otros          movimiento de mis caderas, como una
requieren rapidez, intensidad.  Con algu-                chica fácil intentando acorralar a un
nos se teme ser descubierto, mientras que                cliente. Me agradaba y me excitaba sentir
con otros se disfruta al ser contemplado.                sus miradas y su excitación.
Ése fue el caso de Inge...    Pero no me                      Pero Casanova tenía una manera
extenderé demasiado.       Después de todo,              única de fijarse en el trasero de una mujer.
usted sale en la televisión cada semana, y               No dejaba de mirarlo ni por un momento,
se la podría considerar        una exhibicionista        ni siquiera para parpadear. Lo medía, lo
profesional.                                             pesaba, estimaba el mundo de placer que
     Le respondí       diciendo   que mostrar       mi    le prometía, simplemente con sus ojos.
cara (y, lo reconozco,         algo de mi pecho)         Sentías un calor que se extendía por tu
 no se podía comparar             con enseñar el         pelvis. Contra tu voluntad, comenzabas a
culo.    Yo hablo     sobre las vidas y los amo-          acentuar la cadencia de tus curvas, a
 res de los demás, pero no me desnudo               en    sacar l,¡n poco más el culo como otras
 mi programa...                                           hacen con sus pechos. Bailabas, entrando
     -¿Está     usted        segura?   -preguntó          en armonía con esas nalgas radiantes. Te
 Casanova-.         ¿Qué cree que hacen los               reducía a nada más que dos montes de
 espectadores       cuando     usted   aparece      en    carne: firmes, flexibles, suaves. Tú y tus
 sus    casas   con     su vertiginoso     escote,        nalgas erais lo mismo...
El libro de notas, nuestros comenta-         Le vi sonreír a una joven que había a
rios, las caricias del inspector de aduanas,  unas mesas de distancia, comiendo en
todo rabía contribuido a excitarme. Al        compañía de un niño pequeño y un hom-
pasar por el resto de coches hasta llegar al  bre canoso. Llevaba un vestido negro
vagón restaurante, esa excitación alcanzó     demasiado abrigado para la época. Ella le
el clímax. Si Donatien hubiera levantado      sonrió, ligeramente sonrojada. Yo la exa-
las manos hacia mi culo, me habría apre-      miné detenidamente. Tenía treinta años y
tado contra él y le habría llevado hasta un   era muy pálida. Sus grandes ojos verdes
compartimento vacío para que pudiera          parecían ocupar toda su cara, de rasgos
tomarme allí mismo.                           suaves pero con algunas arrugas. Tenía
     Pero tenía más estilo. Follarme no era   unos pechos pequeños y, por lo que yo
suficiente para él. Quería alcanzar su obje-  podía distinguir desde mi sitio, unas cade-
tivo y sabía que yo todavía tenía reservas.   ras poco llamativas. Mientras Donatien
Ni siquiera se rozó conmigo en todo el        servía el café, le desafié:
camino hacia el vagón restaurante. Me              -¿También azota esqueletos?
sostuvo la silla de la forma más respetuosa.       Se rió tan alto que derramó su taza
Sin embargo, su mirada estaba fija en mis     sobre la mesa. El camarero acudió rápida-
nalgas, una mirada como una marca al          mente para arreglar el desaguisado.Casano
rojo, como si me hubiera arrancado la                     tuvo que levantarse, haciendovisible
ropa y me estuviera viendo desnuda.                   su excitación. Con algo de celos,
     Pedimos café, bollos y mermelada, untentempié
                                              me pregunté si era un homenaje hacia mí o
              rústico muy adecuado para el    hacia la desconocida de la mesa de aliado.
                                               ,
confort sencillo de un tren suizo.            El se dio cuenta de mi mirada y, lejos de
.
                                                                       1/('9/

                                                               "
                                                            ~~ -:




                                               (;
                                                                j


                                      ~
                                      '   'I
                                           c   t;r'i;
                                      '-"'"
                              ~
                              ~'
                                                        ~
    ocultar su estado, arqueó su cuerpo para                par de nalgas que eran poco llamativas
    hacerlo más evidente. Como yo no aparta-                pero coquetas, secas pero con una forma
    ba mis ojos, la erección creció hasta alcan-            cónica que las hacía muy apetecibles y
    zar proporciones realmente apetitosas.                  sabrosas.
          -Ya puede sentarse de nuevo, señor                     -Es Clara, naturalmente. Verá, su
    -dijo    el camarero. Casanova le puso un               historia le resultará interesante. Ahora,
    billete en la mano y volvió a sentarse. Yo              vaya presentarles mis respetos a ella y a
    me di cuenta de que seguía mirando a la                 su marido.
    desconocida. Ésta no se había perdido ni                     Me dejó y, como no quería quedarme
    un detalle de la escena, especialmente la               allí sentada como una idiota, me tragué
    parte más atractiva. Sus mejillas estaban               mi bollo en tres bocados y me sumí en la
    ardiendo.                                               lectura del libro verde.
         -Discúlpeme    -dijo    Casanova-,
    pero debo hablarle de Clara... sí, la joven                  »EI azote no es fuerza, ni obligación,
    dama inglesa que viaja con su hijo y su                 ni violencia. Quien lo utilice para castigar
    marido, un lord de no sé dónde, ya lo he                o para obligar no entiende nada de este
    olvidado.                                               arte. Aún más, hay muchas posibilidades
         -Una mujer inglesa, ¿por qué no me                 de que el acto degenere rápidamente en
    sorprende? -recalqué,    recordando varias              una serie de golpes y heridas que no tie-
    películas sobre las costumbres de las                   nen nada que ver con el azote.
    escuelas inglesas.                                           »No soy quién para condenar los gus-
         -Mire.  Está aquí, justo en esta pági-             tos de nadie, pero puedo afirmar de forma
    na... -abrió  el libro por el dibujo de un              inequívoca que el sadismo y el masoquis-




Q
~
mo me producen un horror absoluto. los         ese culo... Así que me dispuse a trabajar
      clavos, los látigos, los insultos y los abu-   para ello.
      sos son para los 'demás. Siempre preferiré           »Seducir a Clara de W. no fue muy
      a los Hardy Boys antes que cualquier libro     difícil. Pretendientes mucho menos dignos
      del Marqués de Sade.                           que yo lo habrían conseguido. ¿Es    necesa-
           »Sin embargo, en ocasiones existe         rio que lo diga? Mi apellido supone una
      cierta confusión en algunas mentes. Tal        ventaja con muchas mujeres. Las divierte,
      era el caso de Clara, la joven mujer del       las intriga, las atrae. Quieren ponerme a
      Duque de W., a quien conocí durante mi         prueba y ver si soy digno de mi ilustre
      estancia en Londres. Clara es una delgada      ancestro.. .
             "
                                                           »Pronto nos encontramos a solas en
                                                     una habitación de una de las muchas
                           ~~~ ~                     posadas que salpican la campiña inglesa.
                                    )~               Fuera había una verde pradera y un río
                                                     azul: dentro, sólo existía el papel de flores
                                                     amarillas de las paredes y una colcha de
                                                     color rojo oscuro sobre la cama. Clara me
                                                     ofreció sus labios y yo los acepté.
                                                     Entonces, como era una mujer joven y
                                                     moderna, comenzó a desabrocharse el
                          -<:11-                     vestido. Rápidamente la detuve. Ella me
                                                     preguntó, herida:
                                                         -¿No quieres?
                                                           -Sí-dije-, sí... -. y la atraje contra
      mujer de miembros frágiles, con una
      expresión de perpetuo asombro, que
      parece que nunca abandonó del todo la
      infancia. Resultaba evidente, incluso para                         ~
      una persona extraña como yo, que la
      había conocido hacía cinco minutos, que
                                                         ".., 'o     ,
      estaba aburridísima de su vida con el                        J;,
      Duque de W. Estaba buscando algo más:                                       Jt.., " :~;~;!,
                                                                                     ';,~. 'c , " 'i I
      y de mí dependía hacerle descubrir qué
      era.
           ¡¡Además, el culo de Clara tenía una                                                ~
      cierta aura, algo equívoco y provocativo,
      que me inflamaba. Tenía que conseguir                                          y.¡         p




iY)
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V"~i¡i
                                                               lo"" ':
                                                           ~.. ¡
                                                           "" :'
                                  1"' -i


                                                                      d'    1"
                                                                   :i""
                                                                   ,,;¡~ '!I'if  ~,';;t;~
                                                -~-




        mí para acariciarle las nalgas, que se              ¡¡Así que              comencé     a 1evantarle      lafalda;
        endurecían bajo mis manos.                          arrodillándome   detrás suyo, recorrí
             »Llevaba unas medias con unas             con mi lengua ágil y amorosa sus piernas
        amplias bragas debajo, del tipo que lleva-     cubiertas       de algodón.          Llegué hasta lo alto
        ría una buena esposa. Era un cambio agra-      de sus muslos,               jugueteé   con   sus nalgas,
        dable, diferente a los emperifollajes de       tocándolas, agarrándolas, dándoles forma,
        satén de las ml,Jjeres de la clase media,      ablandándolas.   No dejé de lado su sexo,
        que pensaban que tenían que vestirse           que estaba deliciosamente  pegajoso y
        como profesionales. Generalmente "-llevan      húmedo,   y que cedía bajo mis dedos
        bragas con rajas, sujetadores que dejan al     como si quisiera enc;errarlos para siempre
        descubierto los pezones y ligueros de iujo.    en lo más profundo       de su interior...
        Al tocar sus discretas bragas y sus medias     Mientras tanto, yo iba hablando. Hablaba
        pasadas de moda, me invadió una repen-         de aquellos libros absurdos de finales de
        tina ansiedad por colocar a Clara sobre        siglo que se especializaban                en lo que por
        mis rodillas y darle una azotaina fuerte y     entonces se llamaba la "educación   ingle-
        meticulosa, que estoy seguro que no había      sa", haciendo   referencia a las jóvenes
         recibido desde sus días de escuela.           colegialas que eran azotadas delante de
              »Pero habría violado mis principios el   toda la clase, a muchachos                golpeados      con
         haberle infligido tal trato. Quería que me    bastones por sus compañeros, a los profe-
         ofreciera su culo por iniciativa propia, y    sores que elegían a sus colegialas   más
         que me pidiera que 10 azotara.                atractivas          para bajarles       los pantalones      y




~
~~
~,~',
~I
»No le respondí, ocupado intentando
                                                       encender las nalgas que cedían bajo miscaricias.
                                                                 A Clara probablemente no le
                                                       habría importado si le hubiera quitado
                                                       entonces las medias y las bragas. Pero
                                                       aquello habría ido contra mis reglas. No
                                                       hay arte sin ciertas limitaciones...
                                                            -Yo tenía trece años, la edad de la
                                                       curiosidad sin límites. Había oído a mis
         enrojecer   su bonito   culo virgen.
                                                       padres susurrar una noche que el vecino
              -Eso    también    me pasó a mí -dijo
                                                       era un tipo extraño que coleccionaba


               »A continuación    cerró sus muslos
         sobre mi puño, aprisionando la mano que
         masajeaba su clítoris. Yo puse mi mejilla
         contra su esbelto trasero, y, con una voz
         ahogada por el deseo, le sugerí:
              -Cuéntamelo,    Clara.
              -Era alto y delgado... Más o menos
         como tú... Me molestaba, pero le admira-
         ba... Vivía en el campo, en la casa que
         había junto a la nuestra. Es gracioso... de
         hecho, su granja se parecía mucho a esta
         posada. No te habría sal ido mejor si lo      libros eróticos. Para mí, aquella palabra
         hubieses planeado.                            era sinónimo de "prohibido". El dicciona-
                                                       rio daba una definición más precisa. Ardía
                                                       en deseos de descubrir aquellos libros
                                                       sobre el sexo, del que, a pesar de las revis-
                                                       tas, yo no sabía casi nada.
                                                            »Recorrí con mi mano sus medias,
                                                       hasta llegar a su monte de Venus, que por
                                                       lo que palpaba, casi no debía tener pelo.
                                                       Clara estaba temblando y, con un movi-
                                                       miento de atrás para adelante casi incons-
                                                       ciente, se estimulaba frotándose contra mi




Clara.
mano mientras continuaba recordando:          embargo, dijo que merecía un duro casti-
     -Esperé hasta que mi vecino se hubo      go, y yo asentí, aceptando cualquier cosa
marchado. Tenía unos hábitos muy regu-        por asegurarme de su silencio.
lares, y salía cada tarde de dos a cinco a         »La había puesto boca abajo sobre la
dar un paseo. Como nunca cerraba la           cama, le había bajado las bragas y le
puerta, me resultó fácil entrar en su casa.   había dado una azotaina infernal, mien-
 Su colección de libros eróticos estaba en    tras frotaba contra su abdomen un miem-
el primer piso, en su dormitorio. Y era una   bro que a ella le pareció tan enorme
colección magnífica. Comencé a leer los       como los que habían dado alas a su ima-
libros, girando las páginas con ansiedad.     ginación. La golpeó con todas sus fuerzas,
 Nunca había visto órganos tan gigantes-      y le dolió mucho. Cuanto más se agitaba
cos ni tantos miembros de ambos sexos         para intentar escapar de él, más se excita-
copulando en posiciones tan inverosími-       ba su captor. Al final, él eyaculó sobre su
les. Y, a pesar de que aquellas imágenes      vientre y la soltó.
 parecían imposibles, comenzaron a exci-
tarme. Me levanté la falda, me bajé las
 bragas y comencé a juguetear con mi tlí-
toris, tan erecto como los que aparecían
en aquellos libros.
      »Yo adiviné lo que venía a continua-
ción, y la interrumpí:
      -y entonces apareció tu vecino.
     -Exacto...   Había estado mirándome
desde el principio, sin que yo lo supiera.
 Me levantó por brazos. Pensaba que me
 moría del susto. Pero rápidamente me
dijo que no le diría nada a mis padres. Sin
~
                                      ;')"j11o'¡I;~~~~,::j':'
                                                    ;.-: ~
                                                      ;':~c;
                                                           :~
                                                                    ~


                                ...
                               ¡..;..~,
                               ,~~,
                               ~,
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                               ..~




           »Como yo no me movía, añadió:                         y frotó su culo contra mi polla erecta.
          -¿Qué tengo que hacer?                                      »Yo la coloqué entre mis piernas y le
           -Esto -dije, quitándole las medias.                   comencé a dar una serie de cachetes fuer-
           »Ella me separó un poco, dándose la                   tes. Ella gimió de placer y, sin interrumpir
      vuelta, deslizando con elegancia sus                       la azotaina, consiguió empalarse en mi
      medias   a lo largo   de sus caderas            y sus      miembro. Mis cachetes parecían seguir el
      muslos. Fue un gesto sencillo, pero me                     ritmo de nuestra copulación.
      desarmó tan completamente como si me                            »Aquella cabalgata no podía durar
      hubiera sorprendido en un momento ínti-                    mucho. Yo alcancé el clímax mientras ella
      mo; Mi deseo creció de forma desmedi-                      se dejaba caer hacia delante, sacudida
      da; pensaba que no podría contenerlo.                      por espasmos. Yo acababa de descubrir a
      Pero logré controlarme y esperé a que                      la más dotada de mis discípulas.
      Clara se quitara las bragas. Se inclinó
      para enseñarme su derriere. Sin que yo se                      Acababa de finalizar este capítulo
      lo pidiera, separó sus nalgas y reveló su                  cuando Donatien me hizo señales para
      ano. Se echó hacia atrás en mi dirección                   que me uniera a él en la mesa con el




,,'
Duque de W. y Clara. Me levanté a rega-           -¿Sabías, querida Clara, que nuestra
         ñadientes y fui hasta allí.                   amiga Eva también está interesada en el
              -Seguro que reconocéis a Eva lindt       arte?
         -dijo Casanova. El duque y su mujer afir-             ¿Le gusta   recibir?   -me    preguntó
         maron que me habían reconocido en el
         acto. Su hijo, un piojo malcriado, aprove-        -Aún    no -replicó        Casanova   en mi
         chó para pedirme un autógrafo. Yo gara-       lugar-.  Está descubriéndolo.       Pero estoy
         bateé algo ilegible en una servilleta de      seguro de que se convertirá       en toda unaespecialista.
         papel.
             -Nos    acercamos a Milán -dijo     elduque-. Clara me examinó de la cabeza a los
                    Deberíamos volver a nuestro        pies ya continuación   dijo, sonriendo:
         comparti mento.                                    -jSí, yo también estoy segura, espe-
             -jMi marido está preocupado por sus       cialmente si recibe las lecciones de ti!
         maletas de piel de cerdo! -nos dijo Clara.
             Mientras se levantaban, Casanova
         cogió la mano de la joven y le dijo:




Clara.
VII
Regresamos a nuestro compartimen-        páginas, me enseñó una serie de dibujos.
             to. Yo intenté dormir un poco cuando salí-     El primero mostraba la espalda de una
             amos de Milán, pero estaba demasiado           joven muchacha; se estaba quitando unos
             caliente. y Casanova era perfectamente         tejanos, y no llevaba nada debajo. Sus
             consciente de mi estado. Me sentía como        nalgas adolescentes, plagadas de curvas,
             si fuese su presa, y como si estuviera         sobresalían como si hubieran estado ocul-
             esperando el momento idóneo para lan-          tas durante mucho tiempo y estuvieran
             zarse sobre mí y someterme a sus capri-        ansiosas por liberarse.
             chos. Pero así no es como yo hago las                 El segundo dibujo mostraba a una
             cosas. Yo, Eva Lindt, elijo al hombre y        mujer desnuda, tumbada boca abajo. Era
             elijo el momento.                               rolliza como una modelo de Renoir, con
                   Como no podía dormir, decidí atacar       la piel lechosa, según se podía adivinar.
              al heredero del gran seductor. De repente      Se estaba quitando lentamente una pren-
              le solté:                                     da de ropa interior. Casanova había repro-
                   -No   debería confundirme con otra        ducido con particular detalle su motivo
              joven ama de casa inglesa, señor              floral.
              Casanova. Aunque tengo recuerdos de mi            En el tercer dibujo aparecía una ado-
              infancia, no los compartiría con usted.       lescente con nalgas como avellanas.
                   -Ni yo se lo estoy pidiendo -res-        Estaba realmente bien formada, y se
              pondió-.    De todas formas, la historia de   encontraba de pie, con las piernas sepa-
              Clara no tiene nada que ver con esas acti-    radas. Otra chica, completamente desnu-
              vidades juveniles.                            da, estaba acuclillada a sus pies, ayudán-
                   Golpeó levemente la tapa del libro de    dola a quitarse las bragas. Me pareció
              notas verde y, buscando por entre sus         reconocer a Clara en sus rasgos.




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Milo Manara El Arte Del Azote

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  • 3. TíTULOS PUBLICADOS DE MllO MANARA LAS AVENTURAS ORIENTALES DE GIUSEPPE BERGMAN: TAL VEZ SOÑAR Colección BN nQ6 AS AVENTURAS URBANAS DE GIUSEPPE BERGMAN: CAMINO OCULTO Colección Manara Color nQll CÁMARA INDISCRETA Colección Manara Color n"l EL PERFUMEDEL INVISIBLE Colección Manara Color nf12 El PERFUME DEL INVISIBLE 2: DESNUDA POR lA CIUDAD Colección Manara Color nQ6 EL CLlC 1 Colección Manara Color nQ] EL CLlC 2 Colección Manara Color n"5 EL CLlC 3 Colección Manara Color n"4 EL CUCo OBRA COMPLETA Fuera de colección GULLlVERIANA Colección Manara Color n"7 CITA FATAL Colección .Manara Color nQB KAMASUTRA Colección Manara Color n"9 LAS MUJERES DE MANARA Colección Manara Color nQl O WWW Colección Manara Color nQ12 VENUS y SALOMÉ Fuera de colección VERANO INDIO (Guión de Hugo Pratt) Colección Cimoc Extra Color nQ19 EL GAUCHO (Guión de Hugo Pratt) Colección Cimoc Extra Color nQ121
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  • 7. Era uno de esos hombres por los que Colocó su bolsa en la repisa del equipaje y las mujeres se vuelven locas. y sé de qué se sentó justo delante de mí. Sus piernas estoy hablando: me llamo Eva. Estoy segu- rozaron las mías. Se disculpó con una vaga ra de que habréis visto fotos mías. Eva sonrisa... y yo le devoré con los ojos. Alto, Lindt. La reina del cotilleo, la sultana del delgado, pelo cano en las sienes, con la escándalo. Las revistas se pelean por mis cara lo bastante marcada para indicar que crónicas sobre la vida sexual de las estre- había amado mucho y sufrido mucho más. llas. Yo os informo de cuándo ha dejado Pantalones blancos, camisa negra como la Steph de acostarse con Anthony, y de que noche, zapatos marrones. Suspiré para lla- ,al pequeño príncipe le gustan mucho los mar la atención sobre mi pecho. Me remo- hombres de pelo moreno con bigote, prefe- ví en mi asiento. Dejé caer mi periódico... riblemente con aspecto de militar. "La ipero no había manera! El hombre seguía Lindt", me llaman en la televisión, donde mirando por la ventana. Sus ojos parecían cada viernes, a las diez, os ofrezco la ima- fijos en las nalgas de las pasajeras que iban gen de mi vertiginoso escote y una serie de subrendo al tren. Una chica bajó al andén anécdotas picantes que escucháis de mis delante nuestro. Llevaba unos pantalones sensuales labios. En este negocio, tienes cortísimos que se adaptaban a su silueta que aprovechar al máximo cualquier virtud como una segunda piel. Caminaba con un que tengas. contoneo, con sus carnosas medias lunas Pero volviendo a aquel tipo... Entró en sobresaliendo justo por debajo de la fina mi compartimento de primera clase del franja de tejido. Mi vecino tragó saliva. tren París-Venecia. Odio los aviones, Comenzó a levantarse. Pensé que iba a dar donde, al contrario de lo que os diría una un salto hacia el andén. Pero volvió a hun- tal Emannuelle, nunca pasa nada. Los tre- dirse en su asiento. Sacó un pe~eño libro nes se prestan a los encuentros. Especial- verde del bolsillo, giró algunas páginas y mente en los largos recorridos. comenzó a escribir febrilmente. Justo en Había cogido el tren de las 7:42. Una ese momento arrancó el tren. cálida niebla azul de verano envolvía la Mientras nos dirigíamos hacia Dijon, estación de Lyon. Llevaba una camiseta de .los ojos de mi compañero de comparti- cuello alto y la minifalda de ante que siem- mento se fueron cerrando. Estaba dormi- pre inspira a los hombres a confiar en mí. tando, con su libro de notas en el asiento Tengo una forma de enseñar los muslos que que había junto a él. No pude contener mi hace que me digan más cosas de las que curiosidad... gajes del oficio, supongo. deberían. Estaba sola en el asiento de la Muy lentamente, alargué la mano y cogí el ventana, mirando hacia delante. El hombre libro. Lo abrí por la primera página. Mis miró hacia los asientos vacíos sin ni siquie- ojos se posaron sobre un título en letras ra echar un vistazo en mi dirección. mayúsculas: EL ARTE DEL AZOTE.
  • 8. -Está todo ahí-dijo-. Al menos, lo homenaje a la parte más digna, más refi- mejor que me ha pasado en toda mi vida. nada y más generosa de la mujer: sus nal- Por eso quería escribir un libro. "El arte gas. ¿Sabía, Eva, que el ser humano es el del azote", por Donatien Casanova. único animal dotado de nalgas? jLos ani- -¿Es ése su verdadero nombre? males tienen cuartos traseros! Nosotros -jO lo es o debería serio! Al igual tenemos esa arrogante y adorable redon- que el suyo debería ser Eva... dez que atrae, que sobresale, que provo- Había tocado mi punto débil. Me ca. En las mujeres adopta la forma de encanta que me reconozcan. Alargó el unas curvas deliciosas, un atractivo irre- brazo para quitarme el libro de notas, ya sistible para la mano. Azotar no es golpe- pesar mío me sorprendí mirándole las ar. Es acariciar y violar al mismo tiempo. manos, grandes y toscas, con palmas diá- No conozco nada más magnífico que fanas, casi frágiles. Manos que parecían unas nalgas que se sacuden bajo una hechas para abofetear y golpear, para esti- mano, se endurecen y a continuación rar, para masajear, para seducir, para aga- vuelven a suplicar por otro golpe. Se rrar. Él se dio cuenta, y reprimió una son- entregan y se rebelan en el mismo movi- risa. miento... Azotar el culo de una mujer es -El azote ha pasado de moda mejor que follársela. Eshacer el amor con -declaró-. jHoy en día está mucho más ella mientras se observan sus efectos... de moda admitir un gusto por los látigos y Me arrancó el libro de notas de las el cuero que por unos azotes inocentes! manos y lo hojeó rápidamente, revelando Probablemente nunca la han azotado... una serie de notas escritas en tinta negra y Mi primera reacción fue decir algo diversos bocetos tan magníficos como el estúpido como «iOh, no, por favor!» Pero de la página del título. aquel tal Donatien Casanova ya me gus- -Lo he puesto todo aquí. Todo lo taba demasiado. Donatien como De que sé... porque uno no se dedica al Sade, Casanova porque un extraño cono- azote de cualquier manera, ni con cual- cido en un tren que iba cruzando Europa quier persona. Léalo, Eva. Estoy seguro de de camino a Italia no podía llamarse de que es lo bastante mujer como para apre- otra forma... ciarlo. Al final acabé respondiendo, «jNo, De repente, sentí que mis nalgas ardí- nunca lo han hecho! Al menos no como an sobre el asiento de cuero. Quería usted supone.» levantarme, pero era como si un gran -Ya nadie entiende lo que es el peso me mantuviera clavada al asiento, azote. Algunos piensan que es un castigo que se había amoldado por debajo mío para niños. Otros piensan que es una como si fuera una mano. Miré por la ven- manía ridícula. Pero es la mayor forma de tana. Estábamos llegando a Dijon.
  • 9.
  • 10. El tren se había detenido junto al -Demasiado plano, demasiado anó- andén. Por megafonía se informó de que nimo. jCuando sepa algunas cosas más habría una parada de dos minutos. Una sobre el azote, comprenderá que no todas mujer de rasgos pálidos y unos treinta las mujeres se lo merecen! años, pelirroja, con moño, apareció en la La gente que había en el andén, los puerta de nuestro compartimento. carros con el equipaje, las chimeneas, los Llevaba de la mano a un muchacho h<;>sco postes telefónicos, todo comenzó a desfi- con la cara manchada de los restos de lar ante nuestros ojos. Mi compañero me una piruleta de fresa. señaló con un dedo su libro de notas -Siéntate, Julien -dijo. verde. -Lo siento -respondió Casanova. -j Bueno, léalo! Antes yo era como -¿Cómo dice? -replicó la mujer. usted. Vivía, amaba, follaba, y no sabía -Quiero sentarme -se quejó Julien. nada sobre el azote. Ni tampoco sabía que fuera un arte, un arte que, como cual- dos -Todos -replicó estos asientos Donatien. están <;>cupa- C quier otro, requería de un talento que -Pero si no hay... -tartamudeó la debía ser entrenado. mujer. -El resto todavía no han llegado. Les »Descubrí el azote por accidente. En estamos esperando. Vamos a una confe- gran medida, como lo hicieran Arquí- rencia en Roma. Representamos a la medes y Newton, lo hice en la bañera y Confederación de Dionisíacos Eróticos... en el huerto, respectivamente. ¿Dónde ConDE, seguro que ha oído hablar de podría haber tenido una revelación así nosotros. sino en el calor de una cama, en compa- La mujer echó una mirada aterroriza- ñía de alguien amado? da en mi dirección. Yo me levanté la »Tenía dieciocho años y ya había minifalda un poco más y confirmé sus escogido la persecución del placer como palabras asintiendo con la cabeza. objetivo general de mi vida. Mis amigos -j Pero si no puede encontrar otro eran capaces de hacer muchas cosas por asiento, quédese! -añadí-. Ya nos apre- seducir a muchachasCjóvenes, por sacar- taremos un poco. Además, su hijito es real- les algunos besos entrecortados y algunos mente guapo. Podría enseñarle algunos sobeteos después de horas y horas de jueguecitos que seguro que no conoce... películas, baile, restaurantes... Yo ya lo La mujer huyó del compartimento, había averiguado, y me di cuenta de que arrastrando al niño por el brazo. Mi com- salía más barato pagar a alguien que se pañero parecía ensimismado en las nubes. dedicara a ello profesional mente. Como -¿Le gustaba su trasero? -le pre- mi ancestro, como todos los verdaderos gunté. libertinos, no veía nada reprobable en
  • 11.
  • 12. pagar a las mujeres por el placer que me "chino", en el que la mujer dobla las pier- proporcionaban. has hasta la cadera, de forma que toque »Gina trabajaba en casa. Conseguí su .sus nalgas con los talones; o la "rana dirección de mi abuelo, Giacomo, que nadandol/, en la que se pone boca abajo había sido el responsable de gran parte de y envuelve con las piernas al hombre; la mi educación. iAh, Gina! Veinté años, I/misteriosal/, en la que se hace el amor en pechos como cilindros a los que me aga- una silla, con la mujer dándole la espalda rraba para no deslizarme hacia abajo a su amante; la I/cubanal/, en la que el mientras me hundía en su sexo profundo, hombre se corre entre los pechos de ella de labios rojos, cremoso y suave, que olía mientras ella los aprieta contra su polla... a albaricoque y coral. Gina tenía uno de Ningún capricho le era desconocido. Era los derrieres más fantásticos que había una funcionaria del amor, que adoraba las visto jamás. Ella lo sabía, y no lo oculta- novedades, y que incluso inventaba sus bao Me encantaba mirarla con unos teja- propias variaciones y las sugería a sus nos ajustados a su piel, moldeando los clientes, por una pequeña suma adicio- dos generosos globos que sobresalían nal. Pero seguía el código de honor de las desde su cadera, balanceándose mientras prostitutas, y Gina nunca se corría... Lo se movía. La mayoría de las veces, para que me hacía sentir miserable. Sus suaves no perder el tiempo entre cliente y clien- palabras, sus ánimos, sus respuestas chis- te, Gina sólo se ponía unas bragas, una tosas... ni siquiera las obscenidades que sencilla tira de nilón transparente que susurraba en el momento justo cpnseguí- suavizaba a la perfección aquellas esferas an consolarme de su indiferencia. lechosas, perfectamente formadas. »Por entonces yo era joven. No me ilmagínesela! Por delante, un resplandor había dado cuenta de que una prostituta de vello púbico en llamas adornaba sus que no se corre es más honesta que una carnosos labios, su ansiosa raja, su volup- amante que finge hacerlo. Y, generalmen- tu oso valle oceánico; por detrás, sus ape- te, damos demasiada importancia a este tecibles medias lunas se contoneaban una aspecto. El placer nunca se encuentra después de otra como dos bailarinas en donde los sexólogos afirman que debería un tango embelesador. estar. »En resumen, Gina me volvía loco, y »Aquella tarde, Gina estaba sentada a yo no me arrepentía de los miles de liras horcajadas sobre mí. 'Yo estaba tirado en que me gastaba en ella tres veces a la la cama; ella guió mi sexo con las manos. semana. De hecho, sólo tenía un remor- hasta su gruta escarlata. Yo entré en ella dimiento: Gina era una verdadera profe- con un movimiento de vaivén, mientras sional. Mientras pagara el precio, cedía a me susurraba cosas, me atraía de nuevo todos y cada uno de mis caprichos: el hacia aquel trance maravilloso.
  • 13.
  • 14. ¡¡Mi cuerpo estaba arqueado, mis habitación, los ruidos de la calle, la húme- manos agarraban sus suaves curvas neu- da cama, dejaron de existir. Estaba pegado máticas, cuando de repente levanté la a aquellas nalgas, enrojeciendo su esplen- mirada hacia mi dulce amazona. Tenía la dor bajo mis manos. la eternidad, descu- expresión vacua de alguien que está pen- brí, era aquel cu'¡o que bailaba bajo mis sando en otra cosa. Quizás estaba deci- palmas. Gina se retorció, suspiró, jadeó. Se diendo qué cenaría esa noche, o recordan- empaló en mi sexo; estaba tan abierta que do por centésima vez la trágica relación hasta le podría haber metido los huevos. entre Escarlata O'Hara y Rhett Butler: "lo Me cubrió con un flujo de lava, chillando que el viento se llevó" era su película favo- como una loca hasta el límite de su voz. Yo rita. Y si en ocasiones aceptaba mis peti- le respondí disparando mi leche en ráfagas ciones sin que yo tuviera dinero, era por- que parecían durar eternamente. que había un deje irónico en mi mirada ¡¡Cuando recuperé el sentido en la que le recordaba a Clark Gable... calle, volví a examinar la escena. Mis rela- ¡¡Al ver que estaba en otro sitio (en la ciones normales con las mujeres parecían cercana Atlanta, si mi intuición no me de repente carentes de sentido. Había des- fallaba), me enfurecí. Cobrando vida pro- cubierto un raro placer en el azote; era pia, mi mano se levantó y golpeó a la superior a mí. Sólo me arrepentía de una prostituta en el trasero. Nunca había azo- cosa: había azotado el culo de Gina sin tado antes a nadie. Nunca se me había que yo pudiera verlo, de forma que no ocurrido. Cuando leía escenas semejantes pude contemplar qué aspecto tenía. Me en las novelas eróticas, apenas me excita- imaginé cómo sería si volviera a hacerlo, ban. pero esta vez observando el movimiento ¡¡El resultado fue asombroso. Gina se de sus nalgas desde detrás, dibujando mi echó para adelante, y sus ojos se ilumina- gesto como una película a cámara lenta ron. Inclinándose sobre mí, apretó sus para saborearlo mejor, excitado hasta el labios contra los míos y metió su lengua en punto de que casi no podía andar... mi boca, explorándome, electrificándome. Repetí la acción, dándole un azote más levanté la cabeza. los ojos de fuerte y centrado sobre sus dos nalgas. Mi Casanova seguían centrados en mí. Sin amazona gimió de placer.' Tembló encima darme cuenta, yo me había metido la mío, y su sexo se volvió denso como el tró- mano entre los muslos. Mi falda de cuero pico... Ya no podía controlarme. Azoté ese se había leyantado por encima de mis bra- culo, que cedía a mi goce ilimitado, gas de seda. No estaba exactamente acari- ardiendo bajo mis palmas. Gina me acom- ciándome, pero tenía la palma de mi mano pañó con feroces gemidos indistinguibles apretada con fuerza contra mi sexo, como de sus gritos de placer. Estaba extasiado. la para calmar la palpitación que había ido
  • 15. creciendo en mi interior a medida que leía respeto hacia la famosa Eva Lindt, ninguno el libro. de mis amantes me había azotado nunca. -¿Le gusta? -preguntó Donatien Me habían acariciado, chupado, fallado... Casanova-. iPero no responda todavía! ipero no me habían azotado! Tenían -añadió rápidamente-. Yo tampoco demasiado miedo de mi reacción. comprendía del todo la terrible atracción Pobrecillos, si supieran cómo lo ansiaba... del azote. Estaba dotado de un don, es La luz del sol entraba por la ventana. verdad, pero había que saber utilizarlo... Casi sentía como si sus rayos hubieran lle- A pesar mío, me bajé la falda de gado hasta mi sexo abrasador, como si nuevo, cubriéndome todo lo que pude. estuviera desnuda. Casanova miró su reloj. Por primera vez, me sentí incómoda lle- -Déjeme invitarla a una taza de café vando una ropa provocativa. Aquel hom- -dijo-. A menos que prefiera seguir bre, aquel extraño, me parecía tremen- leyendo... damente peligroso. Me había alterado en Yo dudé, pero ya me había imaginado todos los aspectos, comenzando por el en el lugar de Gina. Tenía que saber qué dicho de que uno nunca debe golpear a ocurrió a continuación. una mujer. «Ni siquiera con una rosa», -Un poco más tarde, gracias -dije. decía mi abuelo, «porque arruinará la flor -Eso me parecía -repl icó Casanova. y no mejorará a la mujer.» Pero yo habría Aquel hombre era definitivamente ocupado alegremente el lugar de Gina. Me peligroso. iY condenadamente seductor! sentía ofendida porque, por un exceso de
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  • 17. Gina me esperaba en la siguiente mismo efecto en todo el mundo, fuera página. Era un dibujo hecho a su espalda, hombre o mujer. ¿Sabe?, incluso pensar pero por la curva de sus caderas, el hueco en ella hace que mi mano no se pueda de su espalda y el pelo que caía en cas- estar quieta. cada sobre sus hombros, la reconocí al No mentía. Sus muñecas y dedos se instante. Era ella, y Donatien había tenido agitaban com9 si fuera un enfermo de mucho cuidado de capturar a la perfec- Parkinson. y sólo se trataba de su recuer- ción la excitación oculta en sus nalgas. do de un clímax inigualable en el arte del Yo tampoco soy manca en ese aparta- azote. do. Mi culo ha tenido varios adoradores que lo han alabado tanto con palabras »Sólo tenía un deseo: volver a casa de como con actos. He visto fotos en las que Gina y darle más azotes, que estaba segu- me estaba inclinando hacia abajo, con los ro que le causarían tanto placer como a codos apoyados en un taburete, ofrecien- mí. Pero el placer aumentaba todavía más do mi derriere al espectador. Y creedme, con la espera. Me prohibí a mí mismo vale la pena: es pequeño, prieto, coqueto volver allí. Vagué por las calles toda la y bastante mofletudo. noche, y acabé entrando en una librería Pero el de Gina, según lo había dibu- que no cerraba hasta tarde. Allí descubrí jado Casanova, rompía todos los récords. un fino volumen que al fin echó algo de Si hubiera un concurso para encontrar el luz sobre mi recién descubierta afición: culo más glorioso del mundo, ella se Ile- "El elogio del azote", de jacques varía el premio de Culo Precioso. Las nal- Serguine. gas de Gina eran dos hemisferios rellenos »EI mismo libretero tenía una buena y flexibles; bóvedas soberbias, suaves; provisión de libros dedicados a la "edu- bombones firmes, sabrosos; peras demo- cación inglesa". Cogí unos cuantos, pero níacas que se fundían al tacto. El trasero las historias de colegialas castigadas con de Gina era una provocación para azotar- una fusta eran demasiado monótonas los, pellizcarlos, agarrarlos. Te entraban para mí. En mi mente, el azote no debía ganas de abofetearlos, lamerlos, cuidar- ser un castigo. Nunca debería adoptar esa los, besarlos, morderlos, fustigarlos. Las forma, ni siquiera la de un juego. El azote nalgas de Gina eran deseos, caprichos, debería ser practicado únicamente por el manías. Sueños que podías tocar, sopesar, placer de los dos participantes. Cualquier coger entre tus manos. Un culo de fanta- racionalización le privaría de todo su sía; pero "realmente real", como diría un secreto. niño. »Cuando pagué por los libros, el ven- Donatien Casanova asintió. dedor me miró y me comentó: «Como -jAh! -dijo-. Siempre ha tenido el usted parece ser también un aficionado al
  • 18. tema, le recomiendo que visite el número piel, imaginaba yo en mi mente, enfermi- 12 de la rue Cavour. No quedará decep- za y lechosa. cionado.» »Ya no lo soportaba más. Entonces »AI día siguiente, fiel a mi decisión, recordé la dirección que me había dado decidí posponer de nuevo mi visita a el librero, y fui allí. Era una casa de tres Gina. Quería saborear las horas que me pisos con los postigos cerrados. Cuando separaban de mi nueva sesión. Había llamé al timbre, me respondió rápidamen- visionado aquel trasero único dominado te una doncella con un vestido clásico, bajo mis manos, temblando bajo mis gol- negro, con un delantal blanco. pes... No podía pensar en nada más. Entré -¿Sí, señor? -preguntó. en un cine. A pesar de la presencia de »Era tal su parecido con una criada Marcello Mastroianni y Monica Vitti, salí a doméstica típica que llegué a pensar que los quince minutos. Caminar por las calles me había equivocado. Casi me fui sin er~ peor. No podía evitar mirar los traseros decir una sola palabra. Comprendió mis de las mujeres que pasaban a mi lado. Los dudas y, con la más mínima de las sonri- había de todo tipo. Descarados, aburridos, sas, dijo: generosos, enfáticos, glotones, lúbricos, -Sígame. arrogantes, desdeñosos, reales, intoleran- »Ella también sabía llamar la atención tes, austeros, disfrazados, prometedores... sobre el rasgo que más me atrae de las Me hubiera gustado tener una de esas mujeres. Caminaba lentamente, levantan- máquinas mágicas con las que sueñan los do, como si fuera una copa sagrada, cada niños, que te permiten ver la desnudez protuberancia carnal que crecía desde la oculta de las personas. Imaginaba globos base de su pelvis. Era un movimiento grá- de carne aprisionados en bragas de color cil, majestuoso, como una danza sagrada. negro o rosa. La chica a la que llevaba Mientras la seguía por el pasillo alfombra- mirando un rato, contoneando su trasero do de terciopelo e iluminado por rayos de con una falda estrecha que le llegaba luz que entraban por cristaleras tintadas, hasta las rodillas, tenía que llevar unas me vi incapaz de contener una tremenda bragas de seda transparentes que le Ilega- erección. La doncella me llevó hasta un ran hasta sus nalgas, cubriendo apenas su salón. Allí, sentada sobre una gran buta- monte de Venus. Era como ver un espec- ca, había una mujer de unos sesenta años, táculo erótico en el que la estrella era su con las mejillas algo ajadas, el pelo gris mata de vello negro. Otra chica, estoy recogido en un moño y los brazos delga- seguro, no llevaba nada de ropa debajo de dos cubiertos de brazaletes de oro y plata. su falda a cuadros de colegiala. -Alguien desea verla, Madame »A cada paso que daba, el áspero -dijo la doncella, que a continuación material apenas se agarraba a. su frágil salió.
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  • 21. »Me encontré solo con aquella como para esperar que venga en busca de matrona, que extendió una mano flácida mujeres mayores! a modo de saludo. »Hizo un gesto hacia una puerta que -Siéntase como si estuviera en su había justo enfrente de la butaca en la casa, joven. Llámeme Cordelia. Todos me que estaba sentada y que se había abierto llaman Cordelia aquí. sin que me diera cuenta. -B-buenos días, Madame -tartamu- -Venga, nos encargaremos de usted. »Yo la obedecí. Tras avanzar por otro -Cordel ia -me corrigió. pasillo con alfombra de terciopelo, entré »Me costó pronunciar las sílabas, en un pequeño dormitorio bien ilumina- pero al final lo conseguí. do. Allí me esperaba una muchacha muy -Cordelia. joven, sentada en el borde de la cama. »Entonces se hizo un largo silencio Apenas tendría dieciocho años, y sólo lle- entre nosotros, durante el cual maldije al vaba puesta una camisa fina de algodón librero y a mi propia inconsciencia, y en la que se le marcaban los pezones. Me comencé a pensar en maneras de sal ir de hizo un gesto y yo me senté junto a ella. allí. Sin embargo, tras haberme observado -Aquí soy Sophie -me dijo-. No durante un rato con los ojos medio cerra- tienes que decirme tu nombre. dos, Cordelia dijo: »Tenía la voz aguda. Se inclinó hacia -Sé perfectamente lo que anda bus- mí y me ofreció sus labios, que tenían un cando. iA su edad, no soy tan ingenua gusto ácido, como bayas inglesas. deé.
  • 22. -¿Te gusto? le estaba comenzando a crecer. La donce- »En realidad no me gustaba mucho, lla le dio la vuelta para enseñarme sus pero no podía decírselo. Murmuré una nalgas. Eran más redondas y rellenas de lo respuesta vaga y la acerqué hacia mí. En que me había imaginado. En realidad, real idad era bastante delgada. La cogí por eran muy prometedoras... las nalgas. Eran dos cáscaras de nuez, »La doncella se sentó en la cama duras y llenas. Me cabían por completo junto a mí y me dijo: dentro de la mano. Echaba de menos a la -Mire. doncella, con su voluptuoso culo. En ese »La doncella acercó a Sophie hacia momento, ella entró en la habitación. ella y la hizo estirarse sobre sus rodillas. -Veo que ya se conocen -dijo. Cogió mi mano y la movió por encima del »Alargué 1a mano hacia su tentador culo de la chica. trasero. Ella se apartó rápidamente, son- -Tóquelo. Es suave, flexible, firme. riendo. Todavía no ha sido usado. Es un regalo -Ah, no, monsieur. Primero tenemos digno de un rey, monsieur, pero a partir que encargarnos de Sophie. de ahora no podrá tocarlo. »Cogió a la joven de la mano y la »Comenzó a pellizcar a Sophie en el puso de pie. Entonces le quitó la camisa. culo, dejándole algunas marcas rosas y La adolescente estaba de pie, desnuda, blancas. La adolescente se retorcía sobre delante nuestro. Tenía el torso delgado y las rodillas de la doncella como si fuera un el pelo del pubis rubio y muy corto, pues pez recién sacado de la red. Mi sexo se
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  • 25. endureció ante la imagen de su culo inde- doncella me animaba con una sonrisa, fenso, sujeto a cualquier capricho que a la m~zcla de placer y gemido. La golpeé sin doncella se le ocurriera. Ésta continuó misericordia, seguro de que podría sopor- dándole unos golpecitos suaves, desde un tar muchas más cosas. Además, estaba tan ángulo que apenas parecía que tocaran la excitado que no podría haberle hecho piel, pero que acabaron haciendo aparecer daño. Sólo los sádicos con sangre fría unas marcas en forma de franja. Mi polla hacen daño a sus víctimas. Esasprácticas abultaba dentro de mis pantalones. Sophie no tienen nada que ver con el arte gentil se dio cuenta, alargó la mano y me bajó la y divertido del azote... cremallera. Mi órgano salió disparado »Continué azotando el relleno y tem- hacia fuera. La joven lo acarició con una bloroso culo de la doncella. La vi meter la serie de besos delicados, mientras sufría el mano entre sus muslos y comenzar a aca- torrente de fuertes bofetones que le estaba riciarse, rogándome, «Sí, monsieur, más propinando la doncella, y que acabaron fuerte, imás fuerte!» por hacer aflorar lágrimas en sus ojos. La »Mientras, Sophie no estaba ociosa. doncella volvió a cogerme la mano. Se deslizó debajo de su compañera para -Tóquelo y verá cómo arde, mon- colocar su raja justo en la cara de la don- sieur. cella. Ésta comenzó rápidamente a lamer- »Era demasiado. El espectáculo del la, jugueteando con la lengua por la ácida azote me había excitado más de lo que rendija mientras la chica me buscaba con podía imaginarme. Aparté a Sophie a un la boca. Yo cooperé sin dudarlo y, sin lado y tumbé a la doncella sobre la cama. parar un momento de azotar aquellas Le levanté la falda. Llevaba unas finas bra- medias lunas, metí mi pene en la boca de gas de algodón que le cubrían el culo por la adolescente. completo. Se las arranqué con tanta vio- »Estaba fascinado por aquellas nalgas lencia que se rompieron. Ella dejó esca- que se tensaban, se entregaban, se recogí- par una sonrisa desdeñosa y susurró: an y se adaptaban al ritmo de mis azotes. -A su servicio, señor. La doncella se puso a trabajar con su »Se puso de rodillas sobre la cama, sexo, mientras sus gemidos se hacían más con la cabeza bajada, como lo haría un rápidos y vehementes. Yo adapté mi ritmo fiel que se arrodillara para rezar en direc- de azote al de sus jadeos. De repente, se ción a La Meca. Sus nalgas llenaban toda puso rígida y chilló, «jNo!» mi visión, dos enormes bolas que revela- »En mi ingenuidad de principiante, ban la flor violeta de su ano. pensé por un momento que le había »Rápidamente, extendí mi mano hecho daño. Pero rápidamente lo com- sobre ellas, cubriendo tanta superficie prendí, mientras la veía retorcerse y gemir como me era posible.. A cada golpe, la extasiada. En ese mismo instante, se intro-
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  • 30. ~ f1), ~:' "'':' ( ~ dujo toda la vulva de Sophie en la boca, Sophie un chorro de licor que a punto labios y clítoris juntos, succionando, estuvo de asfixiarla. lamiendo. La chica se estremeció y se »Entonces saboreé todo mi trunfo, abandonó al clímax, llenando toda la colocando cada una de mis manos sobre habitación de un aroma de ámbar y un culo diferente, pero delicioso. Mi visi~ limón. En cuanto a mí, habría sido de ta a la rue Cavour me había enseñado una mala educación prolongar mi placer por cosa: ien el arte del azote había que olvi- más tiempo. Eyaculé en la garganta de dar cualquier idea preconcebida! Y1 '
  • 32. -Billetes, por favor. Como si estuviera leyendo mis pensa- Nos acercábamos a Vallorbe, en la mientos, Donatien Casanova interrumpió frontera suiza. El revisor era un tipo rubio mi ensoñación: y alto, (:on unos modales algo torpes pero -Un tipo atractivo. Buen culo... encantadores. Sus ojos se posaron fugaz- -¿Le interesa? mente sobre mi camiseta, ya que se podí- -No. No tengo gusto para los tíos. an apreciar mis pezones oscuros por Pero podía leer su mirada como si fuera debajo suyo. Obviamente, quedó prenda- un cartel de metro... do de mí. Le entregué mi billete con una Me perturbó un poco el que leyera sonrisa que generalmente reservo para los mis intenciones con tanta facilidad. Pero políticos a los que voy a entrevistar. El continué: tren comenzó a subir una pendiente, y él -iEs imposible esconderle nada! estuvo a punto de perder el equilibrio. -Todos los aspectos de este tema me -Va usted a Venecia -inquirió. interesan. Los hombres proclaman su -¿Y usted? -repliqué. amor por el trasero de las mujeres. Pero -Desgraciadamente, mi turno finali- raramente ocurre al contrario. Sin embar- zaen Lausanne. go muchas de ustedes reconocen que es -Qué lástima -dije, volviendo a una de las primeras partes en las que se meter el billete en mi bolso. Aproveché la fijan en un hombre. Para un hombre es oportunidad para moverme ligeramente, tan importante tener un buen culo como abriendo algo más los muslos para permi- para una buena mujer. tirle ver mis bragas y mi mata de vello Tenía razón, no valía la pena discutir. oscuro. Sin apartar los ojos del espectácu- Reinicié mi lectura del libro verde, pre- lo, cogió el billete de Casanova. Entonces guntándole: se giró y, a regañadientes, pasó al siguien- -¿Volvió a ver a Gina? te compartimento. Le seguí con la mirada. -iPor supuesto! No podía vivir sin La parte baja de su espalda se movía ella. Pero mi experiencia en la casa de seductoramente, con cierta elegancia Cordelia había tenido un efecto benefi- torpe. Me pregunté si yo también disfruta- cioso. Había aprendido que el placer no ría azotando su culo de funcionario ferro- depende de una sola persona, por muy viario. bien dotada que esté.
  • 33. Pensé en todos los hombres que había rosímiles, y yo me corría como una pose- conocido hasta entonces. Especialmente sa. Evitab? los lugares tradicionales, como en Patrick, un joven aristócrata con su pro- la cama, el sofá, el diván, el dormitorio o pio programa de televisión. Nos habíamos la alfombra. A mí me parecía bien, hasta conocido en el plató, delante de la cáma-ra. que un día me di cuenta de que siempre Conocía mi reputación de devoradora lo preparaba todo para que pudiera ver su de hombres, y se dedicó a seducirme contodo propio reflejo. Lo que le excitaba de todo su empeño. Sonrisa perfecta, aspecto aquel asunto era que él, Patrick de seductor, voz perfecta. Cedí ante su ata-que. Loquefuese, se estaba acostando con la Me llevó a su casa. Saltó encima mío famosa Eva Lindt. Si nos hubiera sorpren- inmediatamente después de entrar, todavía dido un fotógrafo, estoy segura de que por con su gabardina Burberry puesta. La puer-ta primera vez hubiera conseguido mante- del apartamento estaba abierta. Escuché ner una erección durante más de un cómo llamaban al ascensor desde otros minuto. En aquel momento decidí que ya pisos. había tenido suficiente sexo narcisista... -No puedo esperar ni un momento Aquella misma noche elegí a un extraño y más -murmuró Patrick, explorando mientrepierna. viajamos hasta el séptimo cielo, juntos quemando soles y lanzando estrellas que Su pasión extrema me excitó. Enredé duraban mucho más que las de mi ídolo mis piernas en torno a su cintura y meentreguételevisión. de a él. Él me levantó por el culo,enrojeciendo-Todos tenemos nuestros recuerdos por el esfuerzo. Pero ni uno -dijo Casanova-. Algunos amargos, solo de sus pelos engominados se movióde otros dulces. Pero al final, creo que siem- su sitio. Algunos segundos despuéseyaculó siento agradecimiento por cualquiera pre algunas gotas de esperma que, que me haya proporcionado placer. por increíble que parezca, me provocaron Aunque sea por pocos instantes. un orgasmo gigantesco. jAhora estaba convencida de que Continuamos viéndonos así durantevariasaquel hombre era telépata! Tuve un impul- semanas. Patrick me follaba entodasso de salir del compartimento para evitar partes, en las posiciones más inve- Que se adentrara demasiado en mi mente.
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  • 35. ''-, ~ ~ "'é ---1)' Pero algo me retuvo... El libro verde... La -¿Tienes a alguien ahí dentro? necesidad de saber más... O de hacer algo -No. más... -¿Estás esperando a alguien? ¿Gina también? por -No. -Entonces déjame entrar. -Se lo debo todo. Ya verá... Pero no -No estoy segura de que deba la volveré a interrumpir. hacerla. Encendió un Monte Cristo número 3. Rompí a reír y le pregunté: El compartimento se llenó de un humo -Gina, ¿cuál es el problema? ¿Estás azul aromático que flotaba por entre los haciendo borrón y cuenta nueva? ¿Has haces de luz solar. Me puse la mano entre decidido entrar en un convento? las piernas de forma nada disimulada y -No... no se trata de eso -respon- continué leyendo, suavemente acunada por el tren. Con aquella enigmática respuesta, decidió dejarme entrar. Pero en lugar de »Después de tres enloquecedores y Ilevarme al dormitorio como era habitual, deliciosos días de espera, aparecí en la me llevó hasta una pequeña sala de estar, puerta de casa de Gina. Ella parecía per- muy bien iluminada, amueblada con un turbada al verme allí. Me recibió con un sofá, dos butacas y una mesa de cristal de mohín: poca altura. Era totalmente opuesto a su -jAsí que eres tú! boudoir rococó. Me senté en el sofá y »Yo sólo tenía ojos para su perfecto eché un vistazo a la austera sala, limpia, cuerpo moreno, el triángulo flamígero de sencilla. Estaba asombrado. Gina se arro- su pubis, la redondez de su cadera en el dilló delante mío y me cogió una mano, punto en que se convertía en culo. Le di en un gesto emocional que no tenía nada un beso en los labios al que respondió sin que ver con su trabajo. entusiasmo. Todavía no había decidido si -iNo lo mires todo así! Estás en mi iba a dejarme entrar o no. A pesar de mi casa. En mi verdadera casa. iNunca he decepción, reaccioné rápidamente ante la recibido a un cliente aquí! situación y susurré: »Estaba excitado. Al ver a Gina a mis A dió. azar. respondí
  • 36. pies, con su voluptuosa boca a la altura -Te daré dinero. Todo el que quie- de mi sexo, con los grandes pechos que ras. Sé que pido más que los otros. Sólo di tantas veces me había llevado a los labios el precio. para chuparlos, me volví loco de deseo. »Se dio la vuelta sobre su estómago y Tuve una erección dolorosa. Los azotes levantó su culo hacia mí. Estaba más que yo había imaginado me habían hecho firme y redondeado que nunca, rodeado enloquecer de ansiedad. Apenas pude por unas bragas de seda blanca que no le contenerme para no agarrar a Gina por un cubrían del todo, dejando todo el valle de brazo, tumbarla sobre mis rodillas, de la parte superior de sus nalgas al descu- culo para arriba, y azotarla como un bierto. Sin mirarme, Gina murmuró: poseso. "jTonto! »Pero tragué saliva y le dije, con voz »jAquello era demasiado! Me incliné áspera: hacia ella, y con un gesto salvaje, le quité -¿Por qué me has traído aquí? , las bragas que, se rompieron. Agarré los -Estoy segura de que ya lo sabes... restos de seda y me los llevé a los labios. »Se tumbó de espaldas sobre la Aspiré el enloquecedor perfume de Gina. alfombra de lana blanca, estirada como La chica, tumbada de espaldas sobre laalfombra, un gato, con la cabeza apoyada sobre una dejó escapar un pequeño grito mano, ofreciéndome el irresistible perfil de asombro y placer. Ahora apuntaba su de su trasero. Un escalofrío febril me culo hacia mí con toda la intensidad que recorrió de arriba abajo, y en un tono podía. Estaba esperando mi próximo movi-miento, apenas controlado, le dije: y yo no la decepcioné. Asombrado -iGina, no juegues a las adivinanzasconmigo! por mi propia ferocidad, me metí el trozo de seda debajo de la camisa, sobre mipiel... Ella sonrió como una esfinge y echó Era como si el contacto hubiera la cabeza hacia atrás. activado algún artefacto violento, incon-trolable, -Los estudiantes siempre quierenjugar mientras contemplaba aquellas a hacer de maestro. nalgas arrogantes, palpitantes, como situvieran -Gina, vamos al dormitorio. un corazón propio. -Aquí estamos bien. »Me levanté y le dije:
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  • 38. -Tienes que obedecerme, Gina. Sin otro contacto que las palmas de mis »No me respondió, pero su cuerpo manos sobre sus nalgas, me invadió un estaba vibrando de placer. repentino orgasmo; una ráfaga de esper- -Arrodíllate y pon la cabeza ma cayó sobre la carpeta blanca. Agarré a sobre el sofá -le ordené-. jNo quiero Gina por las caderas y le ordené: ver nada más que tu culo! jDámelo! -jChúpalo! »Adoptó la posición que le había »Ella se puso a cuatro patas y, con el ordenado, con la cabeza y los hombros culo en pompa como un felino en celo, se sobre el cuero negro del sofá, las manos dedicó a lamer mi simiente. Aquella ima- en el suelo, de forma que pudiera exten- gen me hizo recuperar de nuevo todo mivigor. der su trasero hacia mí. Yo me arrodillé Una fuerza primitiva me hizo sufrir detrás suyo y manoseé los dos globos. Los una nueva erección; habría chillado si no pellizqué, los masajeé, los separé para me hubiera dado miedo romper el hechizo. revelar el orificio violeta de su ano. Los »Mis manos volvieron a caer sobre lamí, los mordisqueé, los inhalé. las nalgas ardientes de Gina. Pero aquello »Deslicé mi lengua entre su separa- ya no era suficiente. Lo quería todo a la ción, y a continuación la dirigí hacia su vez, beber de su fuente, entrar dentro de sexo, ansioso de deseo. A continuación su flor, penetrar su garganta y frotar todo me retiré y, con cuidado, como acaricián- mi cuerpo contra sus pechos. Quería ser dola, le golpeé suavemente repetidas uno de esos dioses de las películas, con veces, provocando la aparición de unas incontables brazos. Pero necesitaría manchitas rosadas en su delicada carne. incontables miembros para poseerla de -iSí... me gusta así! -suspiró Gina. todas las maneras posibles a la vez... No »No tuvo que decírmelo dos veces. estoy seguro de lo que hicimos a conti- Aceleré el ritmo de los golpes, más firmes nuación, pero algún tiempo después me ahora, primero en una nalga y luego en la descubrí en el suelo. Gina estaba tumba- otra, usando ahora mi mano derecha, da encima mío, pero en sentido invertido. ahora mi mano izquierda. Gina se enroje- Mi sexo palpitaba entre sus pechos mien- ció, se removió, respiró entrecortadamen- tras ella se los apretaba con las manos. te, pero no se quejó en ningún momento. Continué golpeándole el trasero, que se
  • 39.
  • 40. había vuelto incandescente, salpicado de »Cogió mis ropas y me las tiró. franjas de color blanco y malva. Al mismo -jLlegará pronto, así que date prisa! tiempo, yo la iba masturbando con mi No quiero que mis clientes se conozcan rodilla derecha. O, más bien, ella se iba viniendo aquí. Todos sabéis lo que soy yo, frotando contra mí. Continuamos así, aga- pero uno por uno, debéis ser únicos... rrados el uno al otro, hasta que ella se -¿Le traes aquí? -dije. No tenía estremeció convulsivamente. Al mismo ninguna gana de moverme. Estaba lleno tiempo, inundó mi pierna de un flujo de una gratitud lánguida. Haber consegui- abrasador mientras yo eyaculaba entre do llevar a Gina hasta el clímax me llena- sus pechos. Rodamos abrazándonos, ba de una especie de orgullo necio. Una sumidos en el abismo del éxtasis. Gina vanidad normal a los veinte años de fue la primera en separarse. Se arrastró edad... hasta el espejo y se dio la vuelta para -Muévete, Donatien. mirarse el culo, todavía con las marcas de -¿Puedo quedarme? los azotes. -¿Pero quién te crees que eres? ¿Un -Oh, Dios mío, ¿qué dirá Hugo? caballerete napolitano? jNo eres tan -¿Tienes un amante? Creía que todos importante, caro! eran clientes. »Se encogió de hombros y dijo, más -¿Estás celoso? seriamente: -iSi así fuera, no estaría aquí! -No me obligues a enfadarme. Sería -Tienes razón, mi joven Casanova. terrible tener que despedirnos así. Os soy infiel a todos con mis otros clien- »Me puse los pantalones y me anudé tes, varias veces al día... la corbata. A pesar mío, sentí un endure- -¿Pero este Hugo...? cimiento en el estómago al escuchar las -Sí, Hugo. Es un caballero muy últimas palabras de Gina. agradable, que probablemente te triplica -Nos despedimos... por el momen- en edad. No me hace muchas cosas, pero to, ¿verdad? él también adora mi trasero. No de la »Se acercó hasta mí y, con un movi- misma forma que tú, sino que lo respeta, miento automático que indudablemente lo honra, lo saborea. Le sorprenderá ver utilizaría con todos los buenos maridos estas marcas. Es un buen cliente, odiaría que pasaban por su cama, me puso bien perderle. el cuello de la camisa. »Pensó durante un rato y a continua- -No -explicó-, no podemos vol- ción, con una risita, decidió: ver a vernos jamás. jSe acabó! Tú me has -Le diré que me caí en la ducha, que dado placer. Yo te lo he dado a ti. Estamos me resbalé con una pastilla de jabón... en paz. Pero yo soy una puta. No puedo Eso lo hará querer cuidarme. permitirme ese tipo de lujos.
  • 41. »Me sentí desolado. Respondí, tarta- vía no se han visto conquistados por las mudeando: delicias de esta práctica, y un perfeccio- -¿No... no quieres volver a verme? namiento de las habilidades del resto. El -Nunca más. Ni como cliente ni arte del azote es ligereza, ironía, juego... como amante. No puedo tener amantes. La vida como una ópera cómica... Todo Has averiguado cómo hacer que me es falso, pero al menos nada duele de ver- corra. Es demasiado peligroso para mí. dad. iY me habla de qué fue de ella! »Intenté convencerla de nuevo; tenía Prefiero el recuerdo de Gina a cualquier que hacerlo. Pero sabía que era inútil. dato biográfico. iQué me importa si se Gina respetaba la ética de su profesión. casó con uno de sus clientes que era juez, No podría hacerla cambiar de opinión. o si todavía se dedica a hacer la calle! »Antes de que me fuera por última No me gustan los fanáticos. He visto vez, lancé una mirada de adiós a la sala a muchos en mi profesión, gente empeña- geométrica, a aquella escasa anonimidad da en deshacer entuertos, nuevos filósofos que había sido, quizás, una especie de defendiendo a Occidente sobre la mesa permiso para nuestro excesos. de un café, reformistas de la humanidad »Gina me apresuró para que me dispuestos a meternos a todos entre rejas fuera, dándome un pequeño cachete en por nuestro propio bien, o profetas inspi- las nalgas. Me dio un último beso en los rados directamente por Dios para llevar la labios y entonces, mientras cerraba la muerte al infiel. En algunas ocasiones me puerta, me dijo: asustaban, en otras me divertían, pero -iAdiós! iTe quedan muchos otros siempre les detestaba, por sus malas culos que azotar! intenciones, por su ceguera, por su estu- »No quería dejarla por mentirosa. pidez elevada a la categoría de doctrina. Devolví el libro verde a Casanova. -¿Y bien? -preguntó Donatien -Aquí tiene. Me temo que no soy Casanova. digna de leerlo. -¿Nunca volvió a ver a Gina? Se negó a cogerlo con un movimien- -Cumplí mi palabra. Nunca volví a to de la mano. Quería disculparse, pero su casa. no tuvo la oportunidad. Una mano se -Pero seguro que debió intentar ave- había apoderado del libro. riguar qué había sido de ella -insistí. -¿Pasaporte? Donatien sacudió la cabeza, con tris- Era el inspector de aduanas. teza. Luego se explicó: -jEn absoluto! El arte del azote no es una novela. Es un drama de iniciación. Una forma de transformar a quienes toda-
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  • 43. El inspector de aduanas abrió el libro varias veces, lo deletreó, me miró y final- verde por la primera página, y sus ojos se mente explotó: encontraron con las nalgas de Gina exten- -jQue me aspen! jDebería haberlareconocido! dida sobre Donatien. Dejó escapar un sil- jNunca me pierdo su progra-ma! bido de admiración, y a continuacrón me examinó de arriba abajo con la mirada. Le di las gracias entrecerrando los -Felicidades -dijo.-, pero me temo ojos, bastante perturbada. No le prestó que este documento, pese a su detalle, no atención al gesto, e hizo un movimiento bastará... con la cabeza en dirección al libro de Me devolvió el libro, que yo lancé al notas verde: asiento que tenía aliado. No sabía si reír- -Por favor, discúlpeme. La verdad es me o gritar de furia. iDespués de todo, era que el libro me ha sorprendido un poco. halagador que hubiera pensado que aquel Aunque he visto muchas cosas, en este maravilloso culo era mío! Casanova negocio... -riendo satisfecho, añadió-: entregó su pasaporte al inspector, que le ¿Bueno, tienen algo más que declarar? echó un vistazo rutinario. El tipo no esta- Le eché una mirada asesina a ba interesado en los hombres para nada. Casanova, que estaba contemplando la Yo rebusqué en mi bolso, pero no conse- escena como si fuese un espectador entre- guía encontrar mi documentación. Me tenido. El oficial de aduanas me devolvió estaba comenzando a preocupar. El ins- el pasaporte, y a continuación salió, pector dejó clara su impaciencia, repi- hablando para sí: tiendo: -Vaya, Eva Lindt... iEsto no se me -¿Su pasaporte, madame? olvidará! Entonces recordé que lo había dejado Cuando hubo cerrado la puerta del en la maleta. Me levanté y, dándoles la compartimento, me giré: espalda a mis compañeros, me puse de -Podría haber mantenido la com- puntillas para comenzar a buscar por miequipaje. postura... En ese momento sentí una -¿Qué quiere decir?- me interrum- mano que me rozaba el trasero y que, acontinuación, pió Donatien. viendo que no reacciona- -jYa sabe de qué hablo! ba, me palpaba las nalgas. Al fin conseguí -¿Al tocarle el culo? sacar mi pasaporte. Me giré, esperando -j Exacto ! descubrir a quien había perpetrado aquel -No he sido yo. Ha sido el inspector.. acto. Casanova estaba sentado en su sitio, iUn empleado del gobierno! jCum- como de costumbre. El inspector de adua- pliendo con su trabajo! Aquello era un nas tenía la mano abierta, esperando a abuso de poder desmedido. A la gente la que le diera los papeles. Leyó el nombre despiden por mucho menos que eso. Yo ~
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  • 45. sabía que Casanova no era de los que Como el suyo, mi querida mienten. No en estos temas... Continué Eva... Pero lea el siguiente capítulo... tartamudeando: -iPor supuesto que no se le olvidará! »Algunos culos son irresistibles. Casanova me ofreció un cigarrillo. Ejercen una atracción sobre I'a mano Mientras lo encendía, dijo: semejante a la que ejerce una botella -Tiene que comprenderle. Se lo dijo sobre un borracho o una zapatilla para un él mismo, el dibujo le sorprendió un fetichista. Seguiría algunos de esos culos poco. Y tiene usted un trasero realmente hasta el fin del mundo. En el momento en magnífico. Y se lo dice un connoisseur. que los ves, la garganta se te seca de exci- No quería ofenderla, sino más bien ren- tación. Observas su ritmo, su bamboleo, dirle homenaje. Acéptelo como lo que es. su juego. Te preocupas: ¿y si te niegan el -iPero ese hombre es un obseso! placer que están destinados a concederte? Como usted. A menudo, no saben absolutamente nada Casanova dejó escapar un suspiro. al respecto. Nadie se lo ha sugerido -Ya veo que todavía no ha leído nunca. O se ha convertido en un recuer- suficiente. Naturalmente, soy un obseso, do de la infancia... O quizás en un gra- como cualquier amante del arte. ¿Conoce bado en una palmeta en una escuela algo más obsesivo que los coleccionistas, inglesa de principios de siglo, que provo- sea cual sea su objeto? jA mi manera, yo ca una sonrisa cómplice. Entonces te con- soy un coleccionista de culos! viertes en Pigmalión. El placer del azote -¿Y qué me dice del resto? las men- se ve doblado por el placer del adoctrina- tes, los cuerpos, la imaginación, las fanta- miento. En tales terrenos se pueden crear sías que tienen las mujeres, ¿no le impor- relaciones amorosas que duran mucho ta nada todo eso? tiempo. El azote puede sacar al placer de -Usted no sería Eva lindt si se cre- su escondrijo. yera lo que acaba de decir... »Las nalgas no tienen que ser perfec- Tenía razón, y en aquel momento, me tas. Al contrario. Un culo es como cual- sentí como una idiota. Casanova, dándo- quier otra cosa. Demasiada belleza puede se cuenta de que había logrado una llegar a estropearlo. Lo admiras sin desear pequeña victoria, continuó: tocarlo. ¿Quién ha soñado en hacer el -En primer lugar, no todos los trase- amor con la Gioconda? Ni siquiera el pro- ros me interesan. Al igual que ciertas pio Leonardo. iEI mohín de la Mona Lisa mujeres no resultan atractivas para ciertos estaría teñido de cierto gozo impío si hombres. O viceversa, si usted lo prefiere. Leonardo le hubiera levantado la falda, la Pero es verdad que existen culos admira- hubiera tumbado sobre sus rodillas y le bles que se convierten en provocaciones hubiera azotado el culo! andantes.
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  • 47. »Uno no se excita porque unas curvasalcancen Hay traseros redondeados -"mofle- más. un nivel de eregancia, ni por tudos"-, que sobresalen desde unos teja- una piel de mujer que sería la envidia de nos ajustados. Hay culos traviesos, sin ape- las escuelas de belleza de todo el mundo. nas curvas, ligeramente angulares, su Los fotógrafos de moda se especializan enesos forma encerrada en pantalones tan apreta- culos inmóviles, rectilíneos, que entodos dos que se puede ver la línea de las bragas. los aspectos parecen tan carentesde Culos anchos y fuertes, que llaman la aten- sabor como de carne. Para vender bra-gas ción con autoridad, culos que te hacen o medias, los anuncios ofrecen al sentir que no podrías conseguir ser su amo público imágenes de culos más planosque jamás; culos falsamente planos que pare- un discurso político. Es un triunfo delaburrimiento. tener forma pero que revelan su cen no Los culos reproducidos en suavidad secreta cuando entran en movi- papel son probablemente perfectos parasentarse miento; culos arrogantes cuyos propieta- sobre ellos o para vestirlos conropa. rios, conscientes de sus encantos, nunca Pero carecen del gusto del placer,de desaprovechan una oportunidad de incli- la diversión. narse; culos modestos ocultos bajo largas »EI aficionado al azote ignora los dic-tados faldas, que salen a la superficie sólo cuan- de la moda. Camina por las calles sinatenerseuna ráfaga de aire que sale de una reja do a convenciones, abierto a cual-quier de metro los revela por un breve instante; forma de encuentro. Hay culos estre- culos temperamentales, rígidos o relaja- chos que parecen flaquear al final de pier- dos, según su humor, ahora animados yalegres, nas que se sienten avergonzadas de ser vis-tas; luego amenazadores, tensos; culos su timidez las hace sobresalir todavía lánguidos, que se contonean de forma hol-
  • 48. gazana, que se retraen al ver acercarse la »Mis compañeros procedían del norte, mano; culos inocentes con curvas impeca- aburridos soldados que bebían cerveza y bles que se ocultan bajo bragas de algo- se pasaban un walkman con una sola dón; culos inteligentes, con el más mínimo cinta: Sylvie Vartan, con su voz monótona rasgo de asimetría, que se provocan entre y sus monótonas nalgas. Hablaban de que sí mientras te hipnotizan; culos falsamente el ejército tiene sus ventajas, y de que así delgados y realmente gordos; culos dor- al menos no estaban en el paro. Hablaban midos que aguardan el beso que los haga de realistarse, preguntándose si llegarían despertar; culos vibrantes, incitaciones a la algún día a ser oficiales, dada su escasa depravación; culos amplios, cuya abun- educación. Así se encontraba Europa. dancia ha sido comprobada tras años de »Estaba aburrido. Con mi cara arruga- servicio leal; vírgenes sonrojadas que da y mi abrigo, era una especie de viejo desean más y más, tentándote a ir cada vez para ellos. O peor, un profesor, o algo más lejos, en un torbellino de placer que parecido. No era un enemigo, más bien no tiene fin... era una molestia. Fue entonces cuando »Es una riqueza incalculable. En oca- eché una mirada al pasillo y la vi. O más siones requieren un acercamiento discre- bien, vi su culo, a la altura de mis ojos. to. Otras veces se reconOGen al primer Una masa redonda lista para hacer reven- contacto. Eso me pasó en un tren París- tar sus pantalones cortos amarillos, tan Marsella, una larga noche en que los breves que revelaban el pliegue de la piel coches cama estaban llenos y yo acabé en entre el muslo y la nalga, una intensa pro- el rincón de un vagón de fumadores de mesa de intimidad. Durante largo rato segunda clase. contemplé aquel trasero cubierto que
  • 49. tenía ante mis Qjos, al que los soldados, mos dejando atrás diversos pueblos. No paletos típicos de su condición, no le nos movimos, pero yo adivinaba, por la prestaban la más mínima atención. Me lo tosca postura de su cuerpo, por la forma imaginé ligeramente moreno por el sol, en que colocaba su mano cuando se ajus- con manchas de color emergente en.,su taba los pantalones, que mi compañera parte superior, una carne firme, suave, de viaje estaba tan excitada como yo. Los bronceada. Cerré los ojos y tuve una soldados, sumidos en su Kanterbrau, visión del impacto de mi mano sobre pronto se quedaron dormidos. Yo me des- aquella piel. Cuando los abrí, vi que licé hasta el pasillo. alguien me estaba mirando. La mujer pro- »La mujer y yo éramos los únicos que bablemente habría sentido la tensión de estábamos despiertos. Era rubia, de ojos mi mirada. Se había girado y se había oscuros, con unos pechos generosos que visto delante de un voyeur. Supe en aquel asomaban por entre su camiseta rosa. instante que había comprendido mis sue- Intercambiamos las banalidades necesa- ños y mis deseos. rias para conocernos. Sí, era alemana. »De hecho, se volvió a girar y recu- No, no se iba a quedar mucho en peró su posición anterior, con una cierta Marsella. Iba de camino hacia Argelia. osadía añadida. Como si, apoyando los ¿Su nombre? Inge. No, no era una estu- codos sobre el marco de la ventana, estu- diante, era una profesora. ¿Azote? Se son- viera exagerando su postura para ofrecer- rojó y fingió que no entendía el término. me mejor su trasero. Así dispuestos, fui- Yo imité el gesto sobre las nalgas imagi-
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  • 51. narias de pequeños demonios alemanes. contra mi sexo, a través de la ropa. Ella Ella explotó en carcajadas. ¿De qué esta- meneaba el culo, acentuando desespera- ba hablando? jAquel tipo de castigo había damente la presión contra mi pene. quedado desfasado después de Freud! Yo »Se quitó rápidamente los pantalo- estaba indignado. nes. No llevaba bragas. Sus nalgas eran tal -jNo me refiero a hacerla como cas- y como yo había soñado. Tostadas por el sol, con textura de terciopelo, dotadas de »Inge asintió, casi a pesar de sí una tensión suave, musculosa. Llevé mis misma. Y fue también casi a pesar mío, labios hasta ellas. Entonces hice lo que que mi mano se deslizó por debajo de había ansiado hacer. Comencé con un aquellos apretados pantalones cortos y suave cachete en el centro de su cu lo. acariciaron los dos montes que me habí- Inge gimió. Asintió con la cabeza, sí, ja, an estado distrayendo desde que salimos mehr. Yo la golpeé más fuerte, hasta sen- de la estación de Sens. Sentí cómo se tir cómo se estremecía la carne bajo mi ponía rígida. Me agarró por el cuello y me mano. Inge se estiraba cada vez más, y yo acercó hacia ella. Nos besamos, ansiosos. podía ver cómo su mano desaparecía en A continuación se separó y me susurró: su entrepierna... La tercera vez golpeé un -iAquí no! poco más abajo, casi junto a sus muslos. »La seguí por el pasillo. Todos los Ella no había esperado aquello, y dejó ocupantes de los vagones estaban dor- escapar un pequeño grito de dolor. Pero midos. Los inspectores se habían retirado no mostré misericordia. La azoté con el a sus compartimentos. No había posibili- dorso de mi mano, observando cada dad de ser descubiertos, salvo por un impacto, sintiéndome explotar mientras anciano que iba de camino al lavabo:'EI su piel se enrojecía y ella gemía de placer. ligero peligro aumentó nuestro deseo... »Cuando las nalgas de Inge estuvie- »Inge se apretó contra mí. Yo le bajé ron al rojo vivo, y todo su cuerpo a punto la camiseta, dejando libres sus pechos, de llegar al clímax, saqué mi polla. La que se bambolearon por un momento. Me metí en su interior y sentí como si hubie- los introduje en la boca, chupándolos y ra sido absorbido por una máquina incan- mordiéndolos. Ella me apretaba fuerte- descente. Ella se volvió loca, escupiendo mente contra su cuerpo, mi sexo endure- vulgaridades incomprensibles. Yo me cido contra su raja. De repente, se giró y corrí en su interior y ella soltó un grito adoptó la misma postura que tenía la pri- que quedó disimulado por el silbato del mera vez que me había fijado en ella: con tren. Llegábamos a Aviñón ya su famoso la cabeza hacia la ventana, parcialmente puente. inclinada, con el culo en pompa hacia mí. Yo la agarré por la cintura y la empujé tigo!
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  • 53. Donatien Casanova me examinó con mirándonos a todos como alguna virgen su mirada tranquila y ligeramente acérbi- perversa, con la sugerente voz de una ca. Yo me desperecé como si despertara mujer que ha visto mucho... de todo? de un sueño erótico, un poco decepciona- -Pero es sólo un espectáculo... da al volver a la realidad en las montañas -protesté. suizas, junto al reflejo metálico de un -El azote también es un espectáculo. lago. Es teatro callejero, u ópera lírica, según -No hay un lugar específico para lle- las circunstancias. var a cabo los azotes -dijo Casanova-. Se levantó de repente y dijo: He azotado los culos más hermosos en los -y ahora, me debe un café. escenarios más variados. Intenté darle el libro, pero protestó: -Incluso en un tren -añadí, con la -Quédeselo. Tiene mucho que garganta un poco seca. aprender. -Un tren no es nada extraordinario. Se hizo a un lado para dejarme pasar, Debería probar las cabinas telefónicas, por cortesía... pero no fue una muestra de los cines, los garajes, los ascensores... galantería desinteresada. He notado a -¿El deseo le invade allá donde esté? hombres mirándome el culo antes. Al -Depende... ciertos azotes requie- subir las escaleras, incluso exageré el ren tranquilidad, comodidad, paz. Otros movimiento de mis caderas, como una requieren rapidez, intensidad. Con algu- chica fácil intentando acorralar a un nos se teme ser descubierto, mientras que cliente. Me agradaba y me excitaba sentir con otros se disfruta al ser contemplado. sus miradas y su excitación. Ése fue el caso de Inge... Pero no me Pero Casanova tenía una manera extenderé demasiado. Después de todo, única de fijarse en el trasero de una mujer. usted sale en la televisión cada semana, y No dejaba de mirarlo ni por un momento, se la podría considerar una exhibicionista ni siquiera para parpadear. Lo medía, lo profesional. pesaba, estimaba el mundo de placer que Le respondí diciendo que mostrar mi le prometía, simplemente con sus ojos. cara (y, lo reconozco, algo de mi pecho) Sentías un calor que se extendía por tu no se podía comparar con enseñar el pelvis. Contra tu voluntad, comenzabas a culo. Yo hablo sobre las vidas y los amo- acentuar la cadencia de tus curvas, a res de los demás, pero no me desnudo en sacar l,¡n poco más el culo como otras mi programa... hacen con sus pechos. Bailabas, entrando -¿Está usted segura? -preguntó en armonía con esas nalgas radiantes. Te Casanova-. ¿Qué cree que hacen los reducía a nada más que dos montes de espectadores cuando usted aparece en carne: firmes, flexibles, suaves. Tú y tus sus casas con su vertiginoso escote, nalgas erais lo mismo...
  • 54. El libro de notas, nuestros comenta- Le vi sonreír a una joven que había a rios, las caricias del inspector de aduanas, unas mesas de distancia, comiendo en todo rabía contribuido a excitarme. Al compañía de un niño pequeño y un hom- pasar por el resto de coches hasta llegar al bre canoso. Llevaba un vestido negro vagón restaurante, esa excitación alcanzó demasiado abrigado para la época. Ella le el clímax. Si Donatien hubiera levantado sonrió, ligeramente sonrojada. Yo la exa- las manos hacia mi culo, me habría apre- miné detenidamente. Tenía treinta años y tado contra él y le habría llevado hasta un era muy pálida. Sus grandes ojos verdes compartimento vacío para que pudiera parecían ocupar toda su cara, de rasgos tomarme allí mismo. suaves pero con algunas arrugas. Tenía Pero tenía más estilo. Follarme no era unos pechos pequeños y, por lo que yo suficiente para él. Quería alcanzar su obje- podía distinguir desde mi sitio, unas cade- tivo y sabía que yo todavía tenía reservas. ras poco llamativas. Mientras Donatien Ni siquiera se rozó conmigo en todo el servía el café, le desafié: camino hacia el vagón restaurante. Me -¿También azota esqueletos? sostuvo la silla de la forma más respetuosa. Se rió tan alto que derramó su taza Sin embargo, su mirada estaba fija en mis sobre la mesa. El camarero acudió rápida- nalgas, una mirada como una marca al mente para arreglar el desaguisado.Casano rojo, como si me hubiera arrancado la tuvo que levantarse, haciendovisible ropa y me estuviera viendo desnuda. su excitación. Con algo de celos, Pedimos café, bollos y mermelada, untentempié me pregunté si era un homenaje hacia mí o rústico muy adecuado para el hacia la desconocida de la mesa de aliado. , confort sencillo de un tren suizo. El se dio cuenta de mi mirada y, lejos de
  • 55.
  • 56. . 1/('9/ " ~~ -: (; j ~ ' 'I c t;r'i; '-"'" ~ ~' ~ ocultar su estado, arqueó su cuerpo para par de nalgas que eran poco llamativas hacerlo más evidente. Como yo no aparta- pero coquetas, secas pero con una forma ba mis ojos, la erección creció hasta alcan- cónica que las hacía muy apetecibles y zar proporciones realmente apetitosas. sabrosas. -Ya puede sentarse de nuevo, señor -Es Clara, naturalmente. Verá, su -dijo el camarero. Casanova le puso un historia le resultará interesante. Ahora, billete en la mano y volvió a sentarse. Yo vaya presentarles mis respetos a ella y a me di cuenta de que seguía mirando a la su marido. desconocida. Ésta no se había perdido ni Me dejó y, como no quería quedarme un detalle de la escena, especialmente la allí sentada como una idiota, me tragué parte más atractiva. Sus mejillas estaban mi bollo en tres bocados y me sumí en la ardiendo. lectura del libro verde. -Discúlpeme -dijo Casanova-, pero debo hablarle de Clara... sí, la joven »EI azote no es fuerza, ni obligación, dama inglesa que viaja con su hijo y su ni violencia. Quien lo utilice para castigar marido, un lord de no sé dónde, ya lo he o para obligar no entiende nada de este olvidado. arte. Aún más, hay muchas posibilidades -Una mujer inglesa, ¿por qué no me de que el acto degenere rápidamente en sorprende? -recalqué, recordando varias una serie de golpes y heridas que no tie- películas sobre las costumbres de las nen nada que ver con el azote. escuelas inglesas. »No soy quién para condenar los gus- -Mire. Está aquí, justo en esta pági- tos de nadie, pero puedo afirmar de forma na... -abrió el libro por el dibujo de un inequívoca que el sadismo y el masoquis- Q ~
  • 57. mo me producen un horror absoluto. los ese culo... Así que me dispuse a trabajar clavos, los látigos, los insultos y los abu- para ello. sos son para los 'demás. Siempre preferiré »Seducir a Clara de W. no fue muy a los Hardy Boys antes que cualquier libro difícil. Pretendientes mucho menos dignos del Marqués de Sade. que yo lo habrían conseguido. ¿Es necesa- »Sin embargo, en ocasiones existe rio que lo diga? Mi apellido supone una cierta confusión en algunas mentes. Tal ventaja con muchas mujeres. Las divierte, era el caso de Clara, la joven mujer del las intriga, las atrae. Quieren ponerme a Duque de W., a quien conocí durante mi prueba y ver si soy digno de mi ilustre estancia en Londres. Clara es una delgada ancestro.. . " »Pronto nos encontramos a solas en una habitación de una de las muchas ~~~ ~ posadas que salpican la campiña inglesa. )~ Fuera había una verde pradera y un río azul: dentro, sólo existía el papel de flores amarillas de las paredes y una colcha de color rojo oscuro sobre la cama. Clara me ofreció sus labios y yo los acepté. Entonces, como era una mujer joven y moderna, comenzó a desabrocharse el -<:11- vestido. Rápidamente la detuve. Ella me preguntó, herida: -¿No quieres? -Sí-dije-, sí... -. y la atraje contra mujer de miembros frágiles, con una expresión de perpetuo asombro, que parece que nunca abandonó del todo la infancia. Resultaba evidente, incluso para ~ una persona extraña como yo, que la había conocido hacía cinco minutos, que ".., 'o , estaba aburridísima de su vida con el J;, Duque de W. Estaba buscando algo más: Jt.., " :~;~;!, ';,~. 'c , " 'i I y de mí dependía hacerle descubrir qué era. ¡¡Además, el culo de Clara tenía una ~ cierta aura, algo equívoco y provocativo, que me inflamaba. Tenía que conseguir y.¡ p iY) "
  • 58. V"~i¡i lo"" ': ~.. ¡ "" :' 1"' -i d' 1" :i"" ,,;¡~ '!I'if ~,';;t;~ -~- mí para acariciarle las nalgas, que se ¡¡Así que comencé a 1evantarle lafalda; endurecían bajo mis manos. arrodillándome detrás suyo, recorrí »Llevaba unas medias con unas con mi lengua ágil y amorosa sus piernas amplias bragas debajo, del tipo que lleva- cubiertas de algodón. Llegué hasta lo alto ría una buena esposa. Era un cambio agra- de sus muslos, jugueteé con sus nalgas, dable, diferente a los emperifollajes de tocándolas, agarrándolas, dándoles forma, satén de las ml,Jjeres de la clase media, ablandándolas. No dejé de lado su sexo, que pensaban que tenían que vestirse que estaba deliciosamente pegajoso y como profesionales. Generalmente "-llevan húmedo, y que cedía bajo mis dedos bragas con rajas, sujetadores que dejan al como si quisiera enc;errarlos para siempre descubierto los pezones y ligueros de iujo. en lo más profundo de su interior... Al tocar sus discretas bragas y sus medias Mientras tanto, yo iba hablando. Hablaba pasadas de moda, me invadió una repen- de aquellos libros absurdos de finales de tina ansiedad por colocar a Clara sobre siglo que se especializaban en lo que por mis rodillas y darle una azotaina fuerte y entonces se llamaba la "educación ingle- meticulosa, que estoy seguro que no había sa", haciendo referencia a las jóvenes recibido desde sus días de escuela. colegialas que eran azotadas delante de »Pero habría violado mis principios el toda la clase, a muchachos golpeados con haberle infligido tal trato. Quería que me bastones por sus compañeros, a los profe- ofreciera su culo por iniciativa propia, y sores que elegían a sus colegialas más que me pidiera que 10 azotara. atractivas para bajarles los pantalones y ~ ~~ ~,~', ~I
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  • 60.
  • 61. »No le respondí, ocupado intentando encender las nalgas que cedían bajo miscaricias. A Clara probablemente no le habría importado si le hubiera quitado entonces las medias y las bragas. Pero aquello habría ido contra mis reglas. No hay arte sin ciertas limitaciones... -Yo tenía trece años, la edad de la curiosidad sin límites. Había oído a mis enrojecer su bonito culo virgen. padres susurrar una noche que el vecino -Eso también me pasó a mí -dijo era un tipo extraño que coleccionaba »A continuación cerró sus muslos sobre mi puño, aprisionando la mano que masajeaba su clítoris. Yo puse mi mejilla contra su esbelto trasero, y, con una voz ahogada por el deseo, le sugerí: -Cuéntamelo, Clara. -Era alto y delgado... Más o menos como tú... Me molestaba, pero le admira- ba... Vivía en el campo, en la casa que había junto a la nuestra. Es gracioso... de hecho, su granja se parecía mucho a esta posada. No te habría sal ido mejor si lo libros eróticos. Para mí, aquella palabra hubieses planeado. era sinónimo de "prohibido". El dicciona- rio daba una definición más precisa. Ardía en deseos de descubrir aquellos libros sobre el sexo, del que, a pesar de las revis- tas, yo no sabía casi nada. »Recorrí con mi mano sus medias, hasta llegar a su monte de Venus, que por lo que palpaba, casi no debía tener pelo. Clara estaba temblando y, con un movi- miento de atrás para adelante casi incons- ciente, se estimulaba frotándose contra mi Clara.
  • 62. mano mientras continuaba recordando: embargo, dijo que merecía un duro casti- -Esperé hasta que mi vecino se hubo go, y yo asentí, aceptando cualquier cosa marchado. Tenía unos hábitos muy regu- por asegurarme de su silencio. lares, y salía cada tarde de dos a cinco a »La había puesto boca abajo sobre la dar un paseo. Como nunca cerraba la cama, le había bajado las bragas y le puerta, me resultó fácil entrar en su casa. había dado una azotaina infernal, mien- Su colección de libros eróticos estaba en tras frotaba contra su abdomen un miem- el primer piso, en su dormitorio. Y era una bro que a ella le pareció tan enorme colección magnífica. Comencé a leer los como los que habían dado alas a su ima- libros, girando las páginas con ansiedad. ginación. La golpeó con todas sus fuerzas, Nunca había visto órganos tan gigantes- y le dolió mucho. Cuanto más se agitaba cos ni tantos miembros de ambos sexos para intentar escapar de él, más se excita- copulando en posiciones tan inverosími- ba su captor. Al final, él eyaculó sobre su les. Y, a pesar de que aquellas imágenes vientre y la soltó. parecían imposibles, comenzaron a exci- tarme. Me levanté la falda, me bajé las bragas y comencé a juguetear con mi tlí- toris, tan erecto como los que aparecían en aquellos libros. »Yo adiviné lo que venía a continua- ción, y la interrumpí: -y entonces apareció tu vecino. -Exacto... Había estado mirándome desde el principio, sin que yo lo supiera. Me levantó por brazos. Pensaba que me moría del susto. Pero rápidamente me dijo que no le diría nada a mis padres. Sin
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  • 65. ~ ;')"j11o'¡I;~~~~,::j':' ;.-: ~ ;':~c; :~ ~ ... ¡..;..~, ,~~, ~, J ..~ »Como yo no me movía, añadió: y frotó su culo contra mi polla erecta. -¿Qué tengo que hacer? »Yo la coloqué entre mis piernas y le -Esto -dije, quitándole las medias. comencé a dar una serie de cachetes fuer- »Ella me separó un poco, dándose la tes. Ella gimió de placer y, sin interrumpir vuelta, deslizando con elegancia sus la azotaina, consiguió empalarse en mi medias a lo largo de sus caderas y sus miembro. Mis cachetes parecían seguir el muslos. Fue un gesto sencillo, pero me ritmo de nuestra copulación. desarmó tan completamente como si me »Aquella cabalgata no podía durar hubiera sorprendido en un momento ínti- mucho. Yo alcancé el clímax mientras ella mo; Mi deseo creció de forma desmedi- se dejaba caer hacia delante, sacudida da; pensaba que no podría contenerlo. por espasmos. Yo acababa de descubrir a Pero logré controlarme y esperé a que la más dotada de mis discípulas. Clara se quitara las bragas. Se inclinó para enseñarme su derriere. Sin que yo se Acababa de finalizar este capítulo lo pidiera, separó sus nalgas y reveló su cuando Donatien me hizo señales para ano. Se echó hacia atrás en mi dirección que me uniera a él en la mesa con el ,,'
  • 66. Duque de W. y Clara. Me levanté a rega- -¿Sabías, querida Clara, que nuestra ñadientes y fui hasta allí. amiga Eva también está interesada en el -Seguro que reconocéis a Eva lindt arte? -dijo Casanova. El duque y su mujer afir- ¿Le gusta recibir? -me preguntó maron que me habían reconocido en el acto. Su hijo, un piojo malcriado, aprove- -Aún no -replicó Casanova en mi chó para pedirme un autógrafo. Yo gara- lugar-. Está descubriéndolo. Pero estoy bateé algo ilegible en una servilleta de seguro de que se convertirá en toda unaespecialista. papel. -Nos acercamos a Milán -dijo elduque-. Clara me examinó de la cabeza a los Deberíamos volver a nuestro pies ya continuación dijo, sonriendo: comparti mento. -jSí, yo también estoy segura, espe- -jMi marido está preocupado por sus cialmente si recibe las lecciones de ti! maletas de piel de cerdo! -nos dijo Clara. Mientras se levantaban, Casanova cogió la mano de la joven y le dijo: Clara.
  • 67. VII
  • 68. Regresamos a nuestro compartimen- páginas, me enseñó una serie de dibujos. to. Yo intenté dormir un poco cuando salí- El primero mostraba la espalda de una amos de Milán, pero estaba demasiado joven muchacha; se estaba quitando unos caliente. y Casanova era perfectamente tejanos, y no llevaba nada debajo. Sus consciente de mi estado. Me sentía como nalgas adolescentes, plagadas de curvas, si fuese su presa, y como si estuviera sobresalían como si hubieran estado ocul- esperando el momento idóneo para lan- tas durante mucho tiempo y estuvieran zarse sobre mí y someterme a sus capri- ansiosas por liberarse. chos. Pero así no es como yo hago las El segundo dibujo mostraba a una cosas. Yo, Eva Lindt, elijo al hombre y mujer desnuda, tumbada boca abajo. Era elijo el momento. rolliza como una modelo de Renoir, con Como no podía dormir, decidí atacar la piel lechosa, según se podía adivinar. al heredero del gran seductor. De repente Se estaba quitando lentamente una pren- le solté: da de ropa interior. Casanova había repro- -No debería confundirme con otra ducido con particular detalle su motivo joven ama de casa inglesa, señor floral. Casanova. Aunque tengo recuerdos de mi En el tercer dibujo aparecía una ado- infancia, no los compartiría con usted. lescente con nalgas como avellanas. -Ni yo se lo estoy pidiendo -res- Estaba realmente bien formada, y se pondió-. De todas formas, la historia de encontraba de pie, con las piernas sepa- Clara no tiene nada que ver con esas acti- radas. Otra chica, completamente desnu- vidades juveniles. da, estaba acuclillada a sus pies, ayudán- Golpeó levemente la tapa del libro de dola a quitarse las bragas. Me pareció notas verde y, buscando por entre sus reconocer a Clara en sus rasgos. ~ ~ ":C::::~