2. Muchos científicos marinos creen que la sobrepesca es la mayor de estas
amenazas. El Censo de Vida Marina, un estudio de la vida oceánica que se llevó a
cabo a lo largo de una década y que se completó en 2010, estimó que el 90% de los
peces grandes han desaparecido de los océanos del mundo, víctimas de la
sobrepesca, principalmente.
Cada año, durante las décadas de 1930 y 1940, fueron capturados en el Mar del
Norte decenas de miles de atunes aleta azul. Actualmente, han desaparecido de los
mares de Europa del Norte. El lenguado ha tenido un destino similar y
prácticamente desapareció del Atlántico Norte en el siglo XIX.
En algunos casos, el colapso se ha esparcido a sectores pesqueros completos. Las
redes de arrastre que quedan en el mar de Irlanda, por ejemplo, no obtienen nada
más que camarones y vieiras, de acuerdo con el biólogo marino, Callum Roberts,
de la Universidad de York en Reino Unido.
3. Más de 30 años han transcurrido desde entonces, pero la
situación de los mares no ha hecho sino empeorar. El
aumento de la población, la falta de una legislación
global estricta, clara y severa que persiga y castigue a las
empresas infractoras, el número creciente de países
industrializados, la polución de los ríos, los vertidos de los
barcos, las aguas fecales, los millones y millones de
toneladas de plásticos que lanzamos despreocupadamente
a los mares y que acaban con la vida de un sinfín de
animales o el uso y abuso de pesticidas, DDTs, dioxinas y
metales pesados son todas ellas causas de primer orden
que explican el paulatino deterior amiento de las
condiciones en los océanos.
Uno de los ejemplos más claros de las consecuencias que
están ocasionando los vertidos incontrolados en los
océanos sobre los ecosistemas marinos lo descubrió
casualmente el oceanógrafo estadounidense Charles
Moore en 1997 mientras se encontraba inmerso en una
expedición científica entre Los Ángeles y Hawái.
4. La acidificación del océano, una de las consecuencias del cambio climático,
disminuye el instinto de supervivencia de los peces y les expone a sus
depredadores, según un estudio publicado este lunes en la revista 'Nature Climate
Change'.
La investigación analizó el comportamiento de los peces en los arrecifes de coral
frente a las costas de Papúa Nueva Guinea, una zona donde el océano es
naturalmente ácido, y descubrió que su comportamiento es más arriesgado.
"Normalmente los peces evitan el olor de un depredador, es totalmente lógico. Pero
en este caso se sienten atraídos por su olor. Es increíble", ha explicado uno de los
autores del informe, el profesor Philip Munday de la universidad australiana James
Cook.
El nivel de acidificación en la zona del estudio, "un laboratorio natural" perfecto,
según Munday, es comparable al que tendrán los océanos de todo el planeta al
final de este siglo si no se toman medidas contra el cambio climático. Cerca del
30% del dióxido de carbono emitido hacia la atmósfera por la actividad humana
termina siendo absorbido por los océanos, lo que provoca que sean más ácidos.