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DE JUAN JOSÉ NIETO AL PREMIO NOBEL
  (Parte 2 de 2)



 LA LITERATURA DEL CARIBE
COLOMBIANO EN LAS LETRAS
        NACIONALES

                   Por   ARIEL CASTILLO MIER
                         Universidad del Atlántico
Quisiera bobbeme gaita
y soná na má que pa ti,
pa ti solita, pa ti,
pa ti, mi negra, pa ti.

Y si fuera tamborito
currucutearía bajito,
bajito, pero bien bajito,
pa que bailaraj pa mí.      CANTO III
                            Por estos versos, madre,
Pa mí, mi negra, pa mí.     corre un río,
Pa mí na má que pa mí.      igual que por mis venas
                            corre tu sangre.
XVIII.     VIDAL ECHEVERRÍA (1920- 1998): LA
            VANGUARDIA CARIBE
AFFICHE DE LA PESCADORA
                           Agua y escamas,
Por Bocagrande,            chorrean
la última                  por sus tobillos.
pescadora viene.           El agua llora
Un pez                     el pez,
que escondido              que la pescadora
trae entre                 apretándolo
los senos,                 con sus muslos
salta que salta,           ha matado,
haciendo ecos              y la luna
de plata                   y las escamas,
en las intimidades         se escandalizan
de su corpiño.              de ver muslos
                           tan morenos.
LA LUNA CRIOLLA
La luna
                   Luna de los
se vuelve          caminos,
un montón          que contrasta         Luna
de peces           con el moreno         disimulada,
en las aguadas,    agrupado              que se tarda
las muchachas      de las                en el pentagrama
                   lavanderas            de las cercas
del vecindario,    vírgenes,             de los patios,
se hacen rizos     luna que              para mirar
copiosos           en los bebederos      a las muchachas
frente a la luna   no deja beber         orinando.
                   a los toros
de los techos.
                   negros.     De Poemas para luna y muchachas
XIX.          AMIRA DE LA ROSA (1903-1974):
                EL REGIONALISMO Y LA MUJER

 —Dios lo oiga. Toma, niña, endúrzale er café.
    La niña recibe la tacita de manos de la señora Cande, que sale a buscar los
pollos, sacudiendo el afrecho en una totuma:
    —Pito… pito… pito…pito…
    En un plato de peltre azul hay dos o tres puñados de azúcar y María Julia,
con el recazo del cuchillo, va llevándola al café poquito a poco.
    —¿Ya? ¿Ya? ¿Ya? Usté dirá, padrino.
    El padrino ha puesto los ojos sobre las manos de la doncella, su ahijada.
Las tiene limpias, morenas y nuevas. No tiene color en las uñas ni aliño
alguno. Son unas manos de mujer, comunes y corrientes; pero tiene un modo,
la niña, de volver hacia arriba la palma y de recoger los dedos, que parece que
llevara agua en el cuenco.
    María Julia se siente mirada con regalo y se azora toda:
    —Que se me derrama er café!
    —¿No te han dicho que tienes las manos lindas?
Fuera, la cometa del niño Manué runrunea suave y galana,
como un palomo sabio. Sopla viento marero y el bramante
tenso corta con una raya la montaña verde-azul. Se oyen los
gritos, las voces alborozadas...
El niño Manué es un cometero excelente. Hace de la guadua
hebras y filetes y sabe dar al arco la perfecta curva de Eros. En
su cometa las verticales tienen fuerza de flechas; y en el nudo
de encuentro, las pegaduras no se hallan. Es un trabajo fino, de
artesano maduro, pero con la ternura de las manos sin durezas
y del tacto sin hieles.
la cometa runrunea suave y galana, como un palomo sabio.
Sopla viento marero y el bramante tenso corta con una raya la
montaña verde-azul. Se oyen los gritos, las voces alborozadas.
La cometa sabe dar al arco la perfecta curva de Eros y las
verticales tienen fuerza de flechas.
Amira de la Rosa, “Marsolaire”
XX.        MEIRA DELMAR (1921):
           EL ESPLENDOR DE LA PALABRA

EL RESPLANDOR

Nunca supe su nombre.
                 Pudo
ser el amor, un poco
de alegría, o simple-
mente nada.
Pero encendió
de tal manera el día,
que todavía
dura su lumbre.
Dura.
Y quema.
REGRESOS
Quiero volver a la que un día
llamamos todos nuestra casa.
Subir las viejas escaleras,
abrir las puertas, las ventanas.   Quiero cruzar el patio tibio
                                   de sol y rosas y cigarras.
Quiero quedarme un rato, un rato
oyendo aquella misma lluvia
                                   Tocar los muros encalados,
que nunca supe a ciencia cierta    el eco ausente de las jaulas.
si era de agua o si era música.    Acaso aún estén volando
Quiero salir a los balcones        en torno suyo las palomas,
donde una niña se asomaba          y me señalen el camino
a ver llegar las golondrinas       que va borrándose en la sombra.
que con diciembre regresaban       Quiero saber si lo que busco
Tal vez la encuentre todavía       queda en el sueño o en la infancia.
fijos los ojos en el tiempo,       Que voy perdida y he de hallarme
con una llama de distancias        en otro sitio, rostro y alma.
en la pequeña frente ardiendo.
INMIGRANTES
Una tierra con cedros, con olivos,
una dulce región de frescas viñas,
dejaron junto al mar, abandonaron
por el fuego de América.
Traían en los labios
el sabor de la almáciga,
y el humo perfumado del narguile
en los ojos,
en tanto que la nave se perdía en las ondas
dejando atrás las piedras de Beritos,
el valle deleitoso al pie de los alcores,
los convites del vino en torno de la mesa
tendida en el estío
bajo el cielo alhajado.
El mar cambió de nombre
una vez, y otra, y otra
hasta llegar por fin a la candente orilla,
donde veloces ráfagas
de pájaros teñían
de colores y música repentina
                                     el instante
y el fragor de los ríos remedaba el rugido
del jaguar y del puma
ocultos en la selva.
En riberas y montes levantaron la casa
como antes la tienda en los verdes oasis
el abuelo remoto, y las viejas palabras
fueron trocando entonces
por las palabras nuevas
                            para llamar las cosas,
y el corazón supieron compartir con largueza
tal el odre del agua en la sed del desierto.
A veces cuando suena el laúd memorioso
y la primera estrella
brilla sobre la tarde,
rememoran el día
en el “bled” fue borrándose
detrás del horizonte.
XXI. JOSÉ FRANCISCO SOCARRÁS (1906 -1995)
      EL REALISMO SOCIAL


Ño Jenaro le confió la reliquia, bien resguardada en un lío de
telas mugrientas que nadie debía deshacer, so pena de que el
diablo en persona acudiera a reclamar la uña perdida.
Precisaba conservar el atadijo en el bolsillo izquierdo del
pantalón y, a la hora de un trance, apretarlo en el hueco de la
mano sin extraerlo del escondite. Ño Jenaro se alargó en
instrucciones detalladas.
J.F. Socarrás, “La uña de la gran bestia” (Socarrás, 1961: 134)
XXII.     MANUEL ZAPATA OLIVELLA ((1920 - 2004)
           LA VOZ DEL MARGEN
El pueblecito se despierta. ¡Ese
acordeón! Encalabozado a la media
noche y es ahora cuando se enteran. La
música sale de la ventana por donde
otras veces se oyó el llanto de los
flagelados. Las mujeres que regresan
del río se detienen para oírlo. Pasan
frente al hueco enrejado sin que nadie
les pida una totumada de agua. Las
notas más que los comentarios
expanden la noticia.
—¡Está preso!
M. Zapata, “Un acordeón tras la reja”
(Zapata, 1967:55)
XXIII. HÉCTOR ROJAS HERAZO (1938-1995)
   POETA DE LA MATERIALIDAD Y NARRADOR TRAS
         LA RECONQUISTA DEL PARAÍSO PERDIDO
            ALDEBARÁN (fragmentos)

            ¿Qué somos?
            Este poco de mar, estos crustáceos,
            estas islas de fósforo que llevamos dormidas.
            Somos, también, estas pedrezuelas impasibles
            y ese niño que atesora un naufragio en su memoria.
            De aquí somos y esto somos.
            Lo demás es tristeza, ruido de nadie, mundo.
            Levantamos, en cada respirar, en cada poro nuestro,
            un poco de estos grumos,
            de estas chozas con vientres olorosos a fiebre.
            Miramos un camino con un hombre cantando,
            extendemos los ojos,
vemos un árbol, ¡un árbol solamente en la playa insaciable!
y más allá los barcos, el mar de olas eternas.
Nos sentimos totales, furiosamente solos.
Solos como si nada nos doliese en la frente.
Somos de aquí, de este orbe rumoroso,
de esta arena con olas y naranjas,
de este diario morir frente a la sal,
de este podrirse con caracoles y totumos,
de estas paredes rotas,
de estos trozos de esquifes
que siguen navegando por las calles.
De este patio enlutado donde ronda la abuela,
donde mataron una casa
y aventaron sus puertas, su quicio y sus ventanas.
Esto somos no más: mar que se pudre
que camina y se pudre con nosotros.
XXV. JOSÉ FÉLIX FUENMAYOR, CUENTISTA:
           EL FUNDADOR
El doctor se reía de lo que yo hablaba, siempre se estaba burlando, qué iba yo a
hacer, tan bueno era el doctor. Y también yo lo excusaba porque él era hombre
de ciudad, no comprendía el monte, y ya no iba a aprender. Él no vino aquí ni
biche ni verde para madurar, sino maduro para pudrirse. Pudrirse digo, no para
que se le coja en el sentido malo que también lo tiene sino para dar a entender
que a la ciruela, cuando ya está colorada no le entra más sabor ni más jugo.
Vamos a ver, que no ha acabado el sol su bajada y ya está e doctor prendiendo
todas las luces adentro y hasta afuera de la casa. No, doctor, no haga eso en la
noche del monte. Deje una luz pequeña en un cuarto y sálgase afuerita en lo
oscuro a mirar y a escuchar la noche dejándosela cerquita, no se la quite de
encima espantándola con la electricidad. Para diversión nunca le faltará
cualquier cosa como luciérnagas que parecen, digo yo, reventazón de
topotoropos que no echan semillas sino candelitas; o el canto del bujío, que es
su propio nombre y lo repite cada momento porque le gusta llamarse así; o el
gritico sinvergüenza del conejo, que no le conviene hacerlo, pero lo da.
Comience por ahí, doctor, con esos juguetes mientras aprende como nosotros
a poner atención a otras cosas que son vistas y oídas con ojos y orejas de
adentro, y esto es un misterio y no se lo puedo explicar. Usted no me va
a creer, doctor: cuando hay luna, se mueven por todas partes, caminando
calladitos, los sueños que salen a repartirse entre la gente dormida y que
son de toda clase, buenos y malos, pero a uno que está allí le toca el
mejor. Y si no hay luna, entonces es un secreteo como una brisita de
palabras que refresca cualquier mal de la persona. Métase, doctor, en la
noche del monte, que usté la necesita.
De eso quería yo hablarle al doctor, pero era como consejo que se lo
pensaba decir, y cómo me iba a atrever. De su alegría y tranquila
apariencia, ahí estábamos todos para testigos; pero sus risas, yo lo tenía
visto, eran como esas campanadas que se desparraman sobre la maleza
pero no tapan toda la mala yerba de abajo. El doctor estba fallo, y eso no
se me despintaba, y la noche del monte lo podía completar.
J.F.Fuenmayor, “Con el doctor afuera” (Fuenmayor , 1967:21)
XXVI.         ALVARO CEPEDA SAMUDIO (1926 – 1972):
                  RENOVADOR DEL CUENTO Y LA NOVELA
Hoy decidí vestirme de payaso. Me he puesto unos
grandes zapatones de caucho y me he pintado la
cara de rojo y de blanco. Cuando atravesé el
estrecho corredor de arena la sentí rebotar debajo
de mis zapatones y tuve la agradable sensación de
sentirme payaso. Todos estaban en el redondel
cuando entré y no me han mirado siquiera. Estaban
esperando que yo llegara para comenzar, pero no
me han dicho nada. Cuando fui a ocupar mi puesto
he pasado frente al domador que está todavía
tratando de pegar una melena de papel amarillo a
sus leones de cartón. Y ahora estoy entre los demás
payasos, los payasos de verdad, y yo que sólo estoy
vestido de payaso, me confundo entre ellos y nadie
podría decir cuál de nosotros es el menos verdadero.
La marcha comenzó a sonar y con un movimiento
lleno de gracia y soltura salió el director quitándose
el sombrero y haciendo malabares con un bastón
negro.
Todos hemos comenzado a movernos
                           alrededor de la pista. Nosotros salimos
                           corriendo y nos mezclamos con los demás
                           como estorbándolos. Parece que yo me he
                           excedido porque al tirarle la cola a uno de
                           los leones se me ha quedado en las manos
                           una borla suave de lana amarilla. El
                           domador me amenazó con el látigo y los
                           payasos me han mirado con asombro por
                           debajo de sus máscaras de colores
                           Todos están serios pero a medida
                           que se van acercando a las
                           primeras silletas, las sonrisas
                           comienzan a aparecer hasta que
                           están completas en los rostros,
                           como si fueran un trozo más de
                           pintura blanca y roja.
“Hoy decidí vestirme de payaso”. De Todos estábamos a la espera
— Yo no he montado nunca en tren. ¿Y tú?
— Yo sí.
— ¿Muchas veces?
— Sí.
— ¿Te gusta montar en tren?
— Me gusta más verlo pasar.
— Yo sí los he visto pasar pero no he montado nunca.
— Vivimos un tiempo cerca de una parada.
— ¿Cómo ésta?
— No, ésta es una estación. Allá no paraba siempre,
sino cuando había pasajeros. Íbamos todos los días a
vender higos. Cuando no paraba nos comíamos los
higos por la noche.
                                            — Entonces era mejor que no parara.
                                            — No, porque cuando paraba podíamos
                                            vender algunos higos y sabíamos que
                                            tomaríamos café dos o tres mañanas.
                                            — A mí me gustan más los higos que el café.
                                            ¿A ti no?
                                            — No sé: hace tanto tiempo que no como
                                            higos y había tantas mañanas cuando no
                                            teníamos café que he olvidado la diferencia.
                                            — ¿Cómo eran los higos?
— Grandes y morados y estaban llenos de
bolitas por dentro.
— ¿Cómo eran los trenes?
— Largos y alegres, y cuando no paraban la
gente saludaba desde los vagones: eso era lo
mejor.
— El único tren que yo he visto es el de Puerto
Colombia, pero es chiquito y no lo he visto
andando. Cuando está parado la gente no
saluda, ¿verdad?
No, no saluda: mira nada más.
Estaban sentados sobre el techo del vagón. Yo me acerqué. Uno bajó los brazos. No sé
si iba a saltar. Cuando alcé el fusil el cañón casi le tocaba la barriga. No sé si iba a
saltar pero yo lo vi bajar los brazos. Con el cañón casi tocándole la barriga disparé.
Quedó colgado en el aire como un cometa. Enganchado en la punta de mi fusil. Se
cayó de pronto. Oí el disparo. Se desenganchó de la punta del fusil y me cayó sobre la
cara, sobre los hombros, sobre mis botas. Y entonces comenzó el olor. Olía a mierda.
Y el olor me ha cubierto como una manta gruesa y pegajosa. He olido el cañón de mi
fusil, me he olido las mangas y el pecho de la camisa, me he olido los pantalones y las
botas: y no es sangre; no estoy cubierto de sangre sino de mierda.
No es culpa tuya, tenías que hacerlo.
No, no tenía que hacerlo.
Dieron la orden de disparar.
Sí.
Dieron la orden de disparar y tuviste que hacerlo.
No tenía que matarlo, no tenía que matar a un hombre que no conocía.
Dieron la orden, todos dispararon, tú también tenías que disparar: no te preocupes
tanto.
Pude alzar el fusil, nada más alzar el fusil pero no disparar.
— Sí, se verdad.
— Pero no lo hice.
— Es por la costumbre: dieron la orden y disparaste. Tú no tienes la culpa
— ¿Quién tiene la culpa entonces?
— No sé: es la costumbre de obedecer.
— Alguien tiene que tener la culpa.
— Alguien no: todos: la culpa es de todos.
— Maldita sea, maldita sea.
— No te preocupes tanto. ¿Tú crees que se acuerden de mí?
— En este pueblo se acordarán siempre, somos nosotros los que olvidaremos.
Sí, es verdad: se acordarán.
                                                                  De La casa grande
XXVII. GABRIEL GARCÍA MARQUEZ: PREMIO NOBEL
                        Antes de ponerse los botines de
                        charol raspó el barro incrustado
                        en la costura. Su esposa lo vio
                        en ese instante, vestido como el
                        día de su matrimonio. Sólo
                        entonces advirtió cuánto había
                        envejecido su esposo.
                        — Estás como para un
                        acontecimiento —dijo.
                        Este entierro es un
                        acontecimiento —dijo el
                        coronel—. Es el primer muerto
                        de
                        muerte natural que tenemos en
                        muchos años.
                    De El coronel no tiene quien le escriba
XXVIII. FANNY BUITRAGO: (1940)
        LA COTIDIANEIDAD DE LA MUJER
XXVIII. FANNY BUITRAGO: (1940)
        LA COTIDIANEIDAD DE LA MUJER
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XXIX.   GERMÁN ESPINOSA: (1938 – 2007)
        EL COMPLEJO BARROCO DE INDIAS
XXIX.   GERMÁN ESPINOSA: (1938 – 2007)
        EL COMPLEJO BARROCO DE INDIAS
XXX. JAIRO MERCADO: (1938 - 2003)
     CUENTISTA DE TIEMPO COMPLETO
XXX. JAIRO MERCADO: (1938 - 2003)
     CUENTISTA DE TIEMPO COMPLETO
XXXI. ROBERTO BURGOS CANTOR (1948):
      LA RESISTENCIA DE LA MEMORIA
XXXI. ROBERTO BURGOS CANTOR (1948):
      LA RESISTENCIA DE LA MEMORIA
XXXII. MARVEL MORENO (1939 -1995): (1945):
   LA BURGUESÍA BARRANQUILLERA EN LA PICOTA
XXXII. MARVEL MORENO (1939 -1995): (1945):
   LA BURGUESÍA BARRANQUILLERA EN LA PICOTA
Porque casi todo parecía tener un doble fondo: una muñeca
encerraba otra, un dado se repetía siete veces dentro de él
mismo, un joyero revelaba casillas invisibles presionando
botones ocultos entre arabescos. Tía Oriane le había dado a
entender que debía descubrir las claves por sí sola pero la
observaba sonriendo mientras ella escudriñaba sus gavetas y
de pronto, con un gesto casi imperceptible, le sugería que
había elegido la llave indicada o la hacía volver sobre un
objeto que había dejado de lado para buscarle su artificio. A
veces María descubría dibujos y retratos de su tía, una
insólita Tía Oriane de cabellos sueltos y vestidos
transparentes que corría descalza por la playa. Y figuras de
cobre: grandes pájaros cuyas alas se abrían sobre mujeres
desnudas.
M. Moreno, “Oriane, tía Oriane” (Moreno, 1980: 22-23)
XXXIII. RAMÓN ILLÁN BACCA (1938).
        ENTRE LO BARROCO Y LO CHÉVERE
XXXIV.    GIOVANNI QUESSEP (1939) :
          LA FÁBULA DEL EXTRANJERO
LA ALONDRA Y LOS ALACRANES

Acuérdate muchacha
Que estás en un lugar de Suramérica
No estamos en Verona
No sentirás el canto de la alondra
Los inventos de Shakespeare
No son para Mauricio Babilonia
Cumple tu historia suramericana
Espérame desnuda
Entre los alacranes
Y olvídate y no olvides
Que el tiempo colecciona mariposas
XXXV.   ALVARO MIRANDA (1945):
        LA SIMULACIÓN DE UN REINO


DECIRES DE ÉL, EL GUÁRICO CAMIONERO,
DECENTE HABLADOR, HACEDOR DE VERSOS
Y DE ELLA, LA PRINGAMOZA PARRANDERA,
LA VEZ QUE EN JUEGO DE COMPARSA Y DE
CONVERSA SE FUERON RUMBO AL
CARNAVAL Y EN ESAS SE LES PRESENTÓ LA
MUERTE, MUY DANZANTE, PARA ESPANTAR
EL CONGO GOLERO. CLARO ESTÁ QUE HUBO
SUSTO, PERO NADIE SUPO EN QUÉ
MOMENTO LES ENREDÓ LOS PASOS.
XXXV.            ALVARO MIRANDA (1945):
                  LA SIMULACIÓN DE UN REINO
Él:
      Detén tu voz:                        Él:
      Tus manos sobre el cielo ya se             Ah muerte, ah muerte:
      crispan. ¿No será acaso la vida el         todo un destino entre nosotros
      lugar de la espera?                         crece.
                                                 Paso a paso he roto los rosales
                                                 para quedar por fin
Ella:                                            con una rosa entre mis manos.
   Atarantado huevón,
   hombre de nube y vientos,               Ella:
   la pringamoza es moza                       Marica la vida de este príncipe:
   por sus nalgas,                             bebe mi ron, la butifarra come,
   sus henchidos senos                         llena tu panza, el mondongo
   y el candente agite de su pelvis.           embute.
   Vida sabrosona y la guaracha.               Anda mi camionero, mete tu
   Bulla, bulla,                               cloche
   la macanuda danza y los zapatos             que sin fuerza no hay rumba
    rojos.                                     y sin rumba no hay desquite.
XXXVII. RAÚL GÓMEZ JATTIN (1945 - 1997):
        EL DESEO Y LA LOCURA
                       TE QUIERO BURRITA

                       porque no hablas
                       ni te quejas
                       ni pides plata
                       ni lloras
                       ni me quitas un lugar en la hamaca
                       ni te enterneces
                       ni suspiras cuando me vengo
                       ni te frunces ni me agarras.

                       Te quiero
                       ahí sola
                       como yo
                       sin pretender estar conmigo
                       compartiendo tu crica
                       con mis amigos
                       sin hacerme quedar mal con ellos
                       y sin pedirme un beso.
XXXVIII. JAIME MANRIQUE (1949):
        COMO UN PINTOR NOCTURNO
XXXVIII. JAIME MANRIQUE (1949):
         COMO UN PINTOR NOCTURNO
MAMBO

Contra un cielo topacio
y ventanales estrellados
con delirantes trinitarias
y rojas sensuales cayenas:
el fragante céfiro vespertino
oloroso de almendros y azahar de la India;
sobre las baldosas de diseños moriscos,
con zapatillas de tacón aguja,
vestidos descotados y amplias polleras;
sus largas, obsidianas cabelleras
a la usanza de la época;
perfumadas, trigueñas, risueñas,
mis tías bailaban el mambo
canturreando,“Doctor, mañana
no me saca ud. la muela,
aunque me muera del dolor”.
Aquellas tardes en mi infancia
cuando mis tías eran muchachas y me pertenecían,
y yo bailaba cobijado entre sus polleras,
nuestras vidas eran un mambo feliz
que no se olvida.
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  • 1. DE JUAN JOSÉ NIETO AL PREMIO NOBEL (Parte 2 de 2) LA LITERATURA DEL CARIBE COLOMBIANO EN LAS LETRAS NACIONALES Por ARIEL CASTILLO MIER Universidad del Atlántico
  • 2. Quisiera bobbeme gaita y soná na má que pa ti, pa ti solita, pa ti, pa ti, mi negra, pa ti. Y si fuera tamborito currucutearía bajito, bajito, pero bien bajito, pa que bailaraj pa mí. CANTO III Por estos versos, madre, Pa mí, mi negra, pa mí. corre un río, Pa mí na má que pa mí. igual que por mis venas corre tu sangre.
  • 3. XVIII. VIDAL ECHEVERRÍA (1920- 1998): LA VANGUARDIA CARIBE AFFICHE DE LA PESCADORA Agua y escamas, Por Bocagrande, chorrean la última por sus tobillos. pescadora viene. El agua llora Un pez el pez, que escondido que la pescadora trae entre apretándolo los senos, con sus muslos salta que salta, ha matado, haciendo ecos y la luna de plata y las escamas, en las intimidades se escandalizan de su corpiño. de ver muslos tan morenos.
  • 4. LA LUNA CRIOLLA La luna Luna de los se vuelve caminos, un montón que contrasta Luna de peces con el moreno disimulada, en las aguadas, agrupado que se tarda las muchachas de las en el pentagrama lavanderas de las cercas del vecindario, vírgenes, de los patios, se hacen rizos luna que para mirar copiosos en los bebederos a las muchachas frente a la luna no deja beber orinando. a los toros de los techos. negros. De Poemas para luna y muchachas
  • 5. XIX. AMIRA DE LA ROSA (1903-1974): EL REGIONALISMO Y LA MUJER —Dios lo oiga. Toma, niña, endúrzale er café. La niña recibe la tacita de manos de la señora Cande, que sale a buscar los pollos, sacudiendo el afrecho en una totuma: —Pito… pito… pito…pito… En un plato de peltre azul hay dos o tres puñados de azúcar y María Julia, con el recazo del cuchillo, va llevándola al café poquito a poco. —¿Ya? ¿Ya? ¿Ya? Usté dirá, padrino. El padrino ha puesto los ojos sobre las manos de la doncella, su ahijada. Las tiene limpias, morenas y nuevas. No tiene color en las uñas ni aliño alguno. Son unas manos de mujer, comunes y corrientes; pero tiene un modo, la niña, de volver hacia arriba la palma y de recoger los dedos, que parece que llevara agua en el cuenco. María Julia se siente mirada con regalo y se azora toda: —Que se me derrama er café! —¿No te han dicho que tienes las manos lindas?
  • 6. Fuera, la cometa del niño Manué runrunea suave y galana, como un palomo sabio. Sopla viento marero y el bramante tenso corta con una raya la montaña verde-azul. Se oyen los gritos, las voces alborozadas... El niño Manué es un cometero excelente. Hace de la guadua hebras y filetes y sabe dar al arco la perfecta curva de Eros. En su cometa las verticales tienen fuerza de flechas; y en el nudo de encuentro, las pegaduras no se hallan. Es un trabajo fino, de artesano maduro, pero con la ternura de las manos sin durezas y del tacto sin hieles. la cometa runrunea suave y galana, como un palomo sabio. Sopla viento marero y el bramante tenso corta con una raya la montaña verde-azul. Se oyen los gritos, las voces alborozadas. La cometa sabe dar al arco la perfecta curva de Eros y las verticales tienen fuerza de flechas. Amira de la Rosa, “Marsolaire”
  • 7. XX. MEIRA DELMAR (1921): EL ESPLENDOR DE LA PALABRA EL RESPLANDOR Nunca supe su nombre. Pudo ser el amor, un poco de alegría, o simple- mente nada. Pero encendió de tal manera el día, que todavía dura su lumbre. Dura. Y quema.
  • 8. REGRESOS Quiero volver a la que un día llamamos todos nuestra casa. Subir las viejas escaleras, abrir las puertas, las ventanas. Quiero cruzar el patio tibio de sol y rosas y cigarras. Quiero quedarme un rato, un rato oyendo aquella misma lluvia Tocar los muros encalados, que nunca supe a ciencia cierta el eco ausente de las jaulas. si era de agua o si era música. Acaso aún estén volando Quiero salir a los balcones en torno suyo las palomas, donde una niña se asomaba y me señalen el camino a ver llegar las golondrinas que va borrándose en la sombra. que con diciembre regresaban Quiero saber si lo que busco Tal vez la encuentre todavía queda en el sueño o en la infancia. fijos los ojos en el tiempo, Que voy perdida y he de hallarme con una llama de distancias en otro sitio, rostro y alma. en la pequeña frente ardiendo.
  • 9. INMIGRANTES Una tierra con cedros, con olivos, una dulce región de frescas viñas, dejaron junto al mar, abandonaron por el fuego de América. Traían en los labios el sabor de la almáciga, y el humo perfumado del narguile en los ojos, en tanto que la nave se perdía en las ondas dejando atrás las piedras de Beritos, el valle deleitoso al pie de los alcores, los convites del vino en torno de la mesa tendida en el estío bajo el cielo alhajado. El mar cambió de nombre una vez, y otra, y otra hasta llegar por fin a la candente orilla, donde veloces ráfagas de pájaros teñían
  • 10. de colores y música repentina el instante y el fragor de los ríos remedaba el rugido del jaguar y del puma ocultos en la selva. En riberas y montes levantaron la casa como antes la tienda en los verdes oasis el abuelo remoto, y las viejas palabras fueron trocando entonces por las palabras nuevas para llamar las cosas, y el corazón supieron compartir con largueza tal el odre del agua en la sed del desierto. A veces cuando suena el laúd memorioso y la primera estrella brilla sobre la tarde, rememoran el día en el “bled” fue borrándose detrás del horizonte.
  • 11. XXI. JOSÉ FRANCISCO SOCARRÁS (1906 -1995) EL REALISMO SOCIAL Ño Jenaro le confió la reliquia, bien resguardada en un lío de telas mugrientas que nadie debía deshacer, so pena de que el diablo en persona acudiera a reclamar la uña perdida. Precisaba conservar el atadijo en el bolsillo izquierdo del pantalón y, a la hora de un trance, apretarlo en el hueco de la mano sin extraerlo del escondite. Ño Jenaro se alargó en instrucciones detalladas. J.F. Socarrás, “La uña de la gran bestia” (Socarrás, 1961: 134)
  • 12. XXII. MANUEL ZAPATA OLIVELLA ((1920 - 2004) LA VOZ DEL MARGEN El pueblecito se despierta. ¡Ese acordeón! Encalabozado a la media noche y es ahora cuando se enteran. La música sale de la ventana por donde otras veces se oyó el llanto de los flagelados. Las mujeres que regresan del río se detienen para oírlo. Pasan frente al hueco enrejado sin que nadie les pida una totumada de agua. Las notas más que los comentarios expanden la noticia. —¡Está preso! M. Zapata, “Un acordeón tras la reja” (Zapata, 1967:55)
  • 13. XXIII. HÉCTOR ROJAS HERAZO (1938-1995) POETA DE LA MATERIALIDAD Y NARRADOR TRAS LA RECONQUISTA DEL PARAÍSO PERDIDO ALDEBARÁN (fragmentos) ¿Qué somos? Este poco de mar, estos crustáceos, estas islas de fósforo que llevamos dormidas. Somos, también, estas pedrezuelas impasibles y ese niño que atesora un naufragio en su memoria. De aquí somos y esto somos. Lo demás es tristeza, ruido de nadie, mundo. Levantamos, en cada respirar, en cada poro nuestro, un poco de estos grumos, de estas chozas con vientres olorosos a fiebre. Miramos un camino con un hombre cantando, extendemos los ojos,
  • 14. vemos un árbol, ¡un árbol solamente en la playa insaciable! y más allá los barcos, el mar de olas eternas. Nos sentimos totales, furiosamente solos. Solos como si nada nos doliese en la frente. Somos de aquí, de este orbe rumoroso, de esta arena con olas y naranjas, de este diario morir frente a la sal, de este podrirse con caracoles y totumos, de estas paredes rotas, de estos trozos de esquifes que siguen navegando por las calles. De este patio enlutado donde ronda la abuela, donde mataron una casa y aventaron sus puertas, su quicio y sus ventanas. Esto somos no más: mar que se pudre que camina y se pudre con nosotros.
  • 15. XXV. JOSÉ FÉLIX FUENMAYOR, CUENTISTA: EL FUNDADOR El doctor se reía de lo que yo hablaba, siempre se estaba burlando, qué iba yo a hacer, tan bueno era el doctor. Y también yo lo excusaba porque él era hombre de ciudad, no comprendía el monte, y ya no iba a aprender. Él no vino aquí ni biche ni verde para madurar, sino maduro para pudrirse. Pudrirse digo, no para que se le coja en el sentido malo que también lo tiene sino para dar a entender que a la ciruela, cuando ya está colorada no le entra más sabor ni más jugo. Vamos a ver, que no ha acabado el sol su bajada y ya está e doctor prendiendo todas las luces adentro y hasta afuera de la casa. No, doctor, no haga eso en la noche del monte. Deje una luz pequeña en un cuarto y sálgase afuerita en lo oscuro a mirar y a escuchar la noche dejándosela cerquita, no se la quite de encima espantándola con la electricidad. Para diversión nunca le faltará cualquier cosa como luciérnagas que parecen, digo yo, reventazón de topotoropos que no echan semillas sino candelitas; o el canto del bujío, que es su propio nombre y lo repite cada momento porque le gusta llamarse así; o el gritico sinvergüenza del conejo, que no le conviene hacerlo, pero lo da. Comience por ahí, doctor, con esos juguetes mientras aprende como nosotros
  • 16. a poner atención a otras cosas que son vistas y oídas con ojos y orejas de adentro, y esto es un misterio y no se lo puedo explicar. Usted no me va a creer, doctor: cuando hay luna, se mueven por todas partes, caminando calladitos, los sueños que salen a repartirse entre la gente dormida y que son de toda clase, buenos y malos, pero a uno que está allí le toca el mejor. Y si no hay luna, entonces es un secreteo como una brisita de palabras que refresca cualquier mal de la persona. Métase, doctor, en la noche del monte, que usté la necesita. De eso quería yo hablarle al doctor, pero era como consejo que se lo pensaba decir, y cómo me iba a atrever. De su alegría y tranquila apariencia, ahí estábamos todos para testigos; pero sus risas, yo lo tenía visto, eran como esas campanadas que se desparraman sobre la maleza pero no tapan toda la mala yerba de abajo. El doctor estba fallo, y eso no se me despintaba, y la noche del monte lo podía completar. J.F.Fuenmayor, “Con el doctor afuera” (Fuenmayor , 1967:21)
  • 17. XXVI. ALVARO CEPEDA SAMUDIO (1926 – 1972): RENOVADOR DEL CUENTO Y LA NOVELA Hoy decidí vestirme de payaso. Me he puesto unos grandes zapatones de caucho y me he pintado la cara de rojo y de blanco. Cuando atravesé el estrecho corredor de arena la sentí rebotar debajo de mis zapatones y tuve la agradable sensación de sentirme payaso. Todos estaban en el redondel cuando entré y no me han mirado siquiera. Estaban esperando que yo llegara para comenzar, pero no me han dicho nada. Cuando fui a ocupar mi puesto he pasado frente al domador que está todavía tratando de pegar una melena de papel amarillo a sus leones de cartón. Y ahora estoy entre los demás payasos, los payasos de verdad, y yo que sólo estoy vestido de payaso, me confundo entre ellos y nadie podría decir cuál de nosotros es el menos verdadero. La marcha comenzó a sonar y con un movimiento lleno de gracia y soltura salió el director quitándose el sombrero y haciendo malabares con un bastón negro.
  • 18. Todos hemos comenzado a movernos alrededor de la pista. Nosotros salimos corriendo y nos mezclamos con los demás como estorbándolos. Parece que yo me he excedido porque al tirarle la cola a uno de los leones se me ha quedado en las manos una borla suave de lana amarilla. El domador me amenazó con el látigo y los payasos me han mirado con asombro por debajo de sus máscaras de colores Todos están serios pero a medida que se van acercando a las primeras silletas, las sonrisas comienzan a aparecer hasta que están completas en los rostros, como si fueran un trozo más de pintura blanca y roja. “Hoy decidí vestirme de payaso”. De Todos estábamos a la espera
  • 19. — Yo no he montado nunca en tren. ¿Y tú? — Yo sí. — ¿Muchas veces? — Sí. — ¿Te gusta montar en tren? — Me gusta más verlo pasar. — Yo sí los he visto pasar pero no he montado nunca. — Vivimos un tiempo cerca de una parada. — ¿Cómo ésta? — No, ésta es una estación. Allá no paraba siempre, sino cuando había pasajeros. Íbamos todos los días a vender higos. Cuando no paraba nos comíamos los higos por la noche. — Entonces era mejor que no parara. — No, porque cuando paraba podíamos vender algunos higos y sabíamos que tomaríamos café dos o tres mañanas. — A mí me gustan más los higos que el café. ¿A ti no? — No sé: hace tanto tiempo que no como higos y había tantas mañanas cuando no teníamos café que he olvidado la diferencia. — ¿Cómo eran los higos?
  • 20. — Grandes y morados y estaban llenos de bolitas por dentro. — ¿Cómo eran los trenes? — Largos y alegres, y cuando no paraban la gente saludaba desde los vagones: eso era lo mejor. — El único tren que yo he visto es el de Puerto Colombia, pero es chiquito y no lo he visto andando. Cuando está parado la gente no saluda, ¿verdad? No, no saluda: mira nada más.
  • 21. Estaban sentados sobre el techo del vagón. Yo me acerqué. Uno bajó los brazos. No sé si iba a saltar. Cuando alcé el fusil el cañón casi le tocaba la barriga. No sé si iba a saltar pero yo lo vi bajar los brazos. Con el cañón casi tocándole la barriga disparé. Quedó colgado en el aire como un cometa. Enganchado en la punta de mi fusil. Se cayó de pronto. Oí el disparo. Se desenganchó de la punta del fusil y me cayó sobre la cara, sobre los hombros, sobre mis botas. Y entonces comenzó el olor. Olía a mierda. Y el olor me ha cubierto como una manta gruesa y pegajosa. He olido el cañón de mi fusil, me he olido las mangas y el pecho de la camisa, me he olido los pantalones y las botas: y no es sangre; no estoy cubierto de sangre sino de mierda.
  • 22. No es culpa tuya, tenías que hacerlo. No, no tenía que hacerlo. Dieron la orden de disparar. Sí. Dieron la orden de disparar y tuviste que hacerlo. No tenía que matarlo, no tenía que matar a un hombre que no conocía. Dieron la orden, todos dispararon, tú también tenías que disparar: no te preocupes tanto. Pude alzar el fusil, nada más alzar el fusil pero no disparar. — Sí, se verdad. — Pero no lo hice. — Es por la costumbre: dieron la orden y disparaste. Tú no tienes la culpa — ¿Quién tiene la culpa entonces? — No sé: es la costumbre de obedecer. — Alguien tiene que tener la culpa. — Alguien no: todos: la culpa es de todos. — Maldita sea, maldita sea. — No te preocupes tanto. ¿Tú crees que se acuerden de mí? — En este pueblo se acordarán siempre, somos nosotros los que olvidaremos. Sí, es verdad: se acordarán. De La casa grande
  • 23. XXVII. GABRIEL GARCÍA MARQUEZ: PREMIO NOBEL Antes de ponerse los botines de charol raspó el barro incrustado en la costura. Su esposa lo vio en ese instante, vestido como el día de su matrimonio. Sólo entonces advirtió cuánto había envejecido su esposo. — Estás como para un acontecimiento —dijo. Este entierro es un acontecimiento —dijo el coronel—. Es el primer muerto de muerte natural que tenemos en muchos años. De El coronel no tiene quien le escriba
  • 24. XXVIII. FANNY BUITRAGO: (1940) LA COTIDIANEIDAD DE LA MUJER
  • 25. XXVIII. FANNY BUITRAGO: (1940) LA COTIDIANEIDAD DE LA MUJER
  • 26. XXVIII. FANNY BUITRAGO: (1940) LA COTIDIANEIDAD DE LA MUJER
  • 27. XXIX. GERMÁN ESPINOSA: (1938 – 2007) EL COMPLEJO BARROCO DE INDIAS
  • 28. XXIX. GERMÁN ESPINOSA: (1938 – 2007) EL COMPLEJO BARROCO DE INDIAS
  • 29. XXX. JAIRO MERCADO: (1938 - 2003) CUENTISTA DE TIEMPO COMPLETO
  • 30. XXX. JAIRO MERCADO: (1938 - 2003) CUENTISTA DE TIEMPO COMPLETO
  • 31. XXXI. ROBERTO BURGOS CANTOR (1948): LA RESISTENCIA DE LA MEMORIA
  • 32. XXXI. ROBERTO BURGOS CANTOR (1948): LA RESISTENCIA DE LA MEMORIA
  • 33. XXXII. MARVEL MORENO (1939 -1995): (1945): LA BURGUESÍA BARRANQUILLERA EN LA PICOTA
  • 34. XXXII. MARVEL MORENO (1939 -1995): (1945): LA BURGUESÍA BARRANQUILLERA EN LA PICOTA
  • 35. Porque casi todo parecía tener un doble fondo: una muñeca encerraba otra, un dado se repetía siete veces dentro de él mismo, un joyero revelaba casillas invisibles presionando botones ocultos entre arabescos. Tía Oriane le había dado a entender que debía descubrir las claves por sí sola pero la observaba sonriendo mientras ella escudriñaba sus gavetas y de pronto, con un gesto casi imperceptible, le sugería que había elegido la llave indicada o la hacía volver sobre un objeto que había dejado de lado para buscarle su artificio. A veces María descubría dibujos y retratos de su tía, una insólita Tía Oriane de cabellos sueltos y vestidos transparentes que corría descalza por la playa. Y figuras de cobre: grandes pájaros cuyas alas se abrían sobre mujeres desnudas. M. Moreno, “Oriane, tía Oriane” (Moreno, 1980: 22-23)
  • 36. XXXIII. RAMÓN ILLÁN BACCA (1938). ENTRE LO BARROCO Y LO CHÉVERE
  • 37. XXXIV. GIOVANNI QUESSEP (1939) : LA FÁBULA DEL EXTRANJERO LA ALONDRA Y LOS ALACRANES Acuérdate muchacha Que estás en un lugar de Suramérica No estamos en Verona No sentirás el canto de la alondra Los inventos de Shakespeare No son para Mauricio Babilonia Cumple tu historia suramericana Espérame desnuda Entre los alacranes Y olvídate y no olvides Que el tiempo colecciona mariposas
  • 38. XXXV. ALVARO MIRANDA (1945): LA SIMULACIÓN DE UN REINO DECIRES DE ÉL, EL GUÁRICO CAMIONERO, DECENTE HABLADOR, HACEDOR DE VERSOS Y DE ELLA, LA PRINGAMOZA PARRANDERA, LA VEZ QUE EN JUEGO DE COMPARSA Y DE CONVERSA SE FUERON RUMBO AL CARNAVAL Y EN ESAS SE LES PRESENTÓ LA MUERTE, MUY DANZANTE, PARA ESPANTAR EL CONGO GOLERO. CLARO ESTÁ QUE HUBO SUSTO, PERO NADIE SUPO EN QUÉ MOMENTO LES ENREDÓ LOS PASOS.
  • 39. XXXV. ALVARO MIRANDA (1945): LA SIMULACIÓN DE UN REINO Él: Detén tu voz: Él: Tus manos sobre el cielo ya se Ah muerte, ah muerte: crispan. ¿No será acaso la vida el todo un destino entre nosotros lugar de la espera? crece. Paso a paso he roto los rosales para quedar por fin Ella: con una rosa entre mis manos. Atarantado huevón, hombre de nube y vientos, Ella: la pringamoza es moza Marica la vida de este príncipe: por sus nalgas, bebe mi ron, la butifarra come, sus henchidos senos llena tu panza, el mondongo y el candente agite de su pelvis. embute. Vida sabrosona y la guaracha. Anda mi camionero, mete tu Bulla, bulla, cloche la macanuda danza y los zapatos que sin fuerza no hay rumba rojos. y sin rumba no hay desquite.
  • 40. XXXVII. RAÚL GÓMEZ JATTIN (1945 - 1997): EL DESEO Y LA LOCURA TE QUIERO BURRITA porque no hablas ni te quejas ni pides plata ni lloras ni me quitas un lugar en la hamaca ni te enterneces ni suspiras cuando me vengo ni te frunces ni me agarras. Te quiero ahí sola como yo sin pretender estar conmigo compartiendo tu crica con mis amigos sin hacerme quedar mal con ellos y sin pedirme un beso.
  • 41. XXXVIII. JAIME MANRIQUE (1949): COMO UN PINTOR NOCTURNO
  • 42. XXXVIII. JAIME MANRIQUE (1949): COMO UN PINTOR NOCTURNO MAMBO Contra un cielo topacio y ventanales estrellados con delirantes trinitarias y rojas sensuales cayenas: el fragante céfiro vespertino oloroso de almendros y azahar de la India; sobre las baldosas de diseños moriscos, con zapatillas de tacón aguja, vestidos descotados y amplias polleras; sus largas, obsidianas cabelleras a la usanza de la época; perfumadas, trigueñas, risueñas, mis tías bailaban el mambo canturreando,“Doctor, mañana no me saca ud. la muela, aunque me muera del dolor”.
  • 43. Aquellas tardes en mi infancia cuando mis tías eran muchachas y me pertenecían, y yo bailaba cobijado entre sus polleras, nuestras vidas eran un mambo feliz que no se olvida.