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INTRODUCCION

El siguiente trabajo tiene como objetivo, realizar un análisis crítico reflexivo frente a dos
documentos basados en la pedagogía de la investigación y el niño y la investigación, para
ello es necesario comprender a profundidad lo que significa la investigación,
principalmente la investigación pedagógica y su diferencia frente a la investigación
educativa.
Posteriormente, analizare y mencionare diversos factores, acciones y obstáculos que se
presentan dentro de la investigación pedagógica como aspecto fundamental dentro del
proceso de formación.
Profundizare, en el papel que cumple la investigación, la pedagogía y la formación en el
proceso de constitución del maestro, además de las implicaciones que surgen dentro de
la investigación pedagógica entre ellas el enfoque que debe tener hacia su objeto principal
de estudio y reflexión, que es el niño y su actitud investigativa.
A continuación, realizare una apreciación sobre estos temas relacionándolos
principalmente desde la investigación pedagógica que se manifiesta tanto en la formación
docente, como en la evolución y desarrollo del niño.
El proceso de formación y su sentido pedagógico e investigativo

La investigación es entendida como producción de conocimiento, como una forma de
pensar el contexto y como la manera de generar alternativas que afecten la realidad;
además ese proceso investigativo requiere una identificación de las situaciones que se
van a estudiar en la realidad y una disposición crítica para comprender, modificar o
transformar una situación problemática.
Todo lo anterior es cierto, pero es importante tener en cuenta que la investigación por sí
sola, es un proceso superficial que queda determinado solo por acciones, problemáticas y
posibles soluciones, si no se le da el sentido pedagógico que merece, sobre todo si hace
parte de nuestro ejercicio diario como maestras en formación.
Sin embargo; debemos tener claridad entre las diferencias de una investigación educativa
y una investigación pedagógica, ya que la primera se caracteriza por el análisis de la
educación en relación con otras prácticas sociales, porque tiene aspectos genéricos sobre
la comprensión de la sociedad y de las organizaciones, parte de la realidad escolar para
estudiar el contexto, a través de la relación con las políticas educativas y la manera en
que se apropian, se recrean o se resisten los sujetos de esas problemáticas. En cambio la
investigación pedagógica, hace énfasis en los análisis de los procesos comprometidos en
la enseñanza y el aprendizaje y en la relación de los sujetos con los saberes. No se
restringe al quehacer del maestro, considera la elaboración conceptual y epistemológica
para consolidar el saber pedagógico, consustancial al docente intelectual e investigador.
Además, La investigación pedagógica se relaciona con la formación de una actitud
científica en relación con la cotidianidad y busca reflexionar sobre las condiciones del
ejercicio docente. El maestro debe investigar sobre su práctica, su quehacer y
debe aventurarse en la búsqueda de caminos para producir conocimiento que permita la
transformación de las prácticas del aula y de las instituciones.
Actualmente, podemos notar como muchos docentes se sienten insatisfechos con lo que
están haciendo, puesto que su trabajo se está basando solo en la transmisión de saberes
que otras personas ya han establecido, igualmente utilizan estrategias o dispositivos
pedagógicos que “otros” le han facilitado; dejando de lado su saber pedagógico, se limitan
a recibir y entregar la información tal cual como la encuentran. Han abandonado el sentido
crítico y reflexivo que caracteriza la investigación pedagógica.
También, podemos notar como los docentes están utilizando de manera repetitiva los
mismos recursos, pensando que si se trata de recursos tecnológicos o nuevos, llevarlos al
aula de clase todo el tiempo, despertara el interés en sus estudiantes por la asignatura.
Esta situación, ocurre más a menudo de lo que se cree; ya que sobre la educación se ha
ejercido un enfoque exclusivo hacia la tecnología educativa y las demás ciencias de la
educación que como disciplinas sustentadas en un paradigma positivista pretendieron
resolver desde su reducido enfoque todas las problemáticas pedagógicas.
A esto se une el conductismo que se vive dentro de la educación, quien toma a ésta como
una conducta que se puede controlar y programar; obligando a los sujetos, en este caso
los estudiantes a repetir secuencias de operaciones para que de esta forma “aprenda” a
aplicar lo que ya se ha programado y planeado para ejecutar. En esas instancias, el
estudiante solo debe limitarse a realizar lo que se le dice, lo que se le impone, motivado
simplemente por satisfacer lo que el docente indica, llevándolo a ser un estudiante
heterónomo, sin un compromiso personal, sin un conocimiento; dependiendo siempre de
otros para hacer todo, la problemática surge cuando al educando no se ha educado, ni
formado, sino que tan solo ha sido preparado para que se desempeñe en una profesión
como el rol o papel social que se le ha asignado.
Es allí, cuando debemos cuestionarnos ¿Cuál es el tipo de formación que estamos
brindado a nuestros estudiantes?; si nuestra respuesta se refleja en lo descrito
anteriormente, tengamos la certeza de que hemos apartado de nuestra practica el sentido
pedagógico, y que además antes de haber llevado a un camino equivocado la formación
de nuestros estudiantes, fue precisamente nuestra formación pedagógica la que tomo un
rumbo equivocado, ya que nuestro ejercicio docente depende primeramente de la
formación pedagógica que hemos forzado en nosotros, dicha formación debe basarse
siempre en la transformación, ya que ese proceso de formación depende del carácter
crítico y reflexivo con el que determinemos nuestras acciones y pensamientos.
Nadie da de lo que no tiene; el sentido pedagógico debe empezar desde la persona del
maestro quien debe estar atento a complementar y basar sus conocimientos siempre
desde la investigación donde logra asumir crítica y creativamente el trabajo cotidiano,
mirando críticamente sus propias prácticas educativas. La investigación pedagógica
precisamente, le permite leer y enriquecer la rutina docente desde otras perspectivas,
manifestando una curiosidad constante que lo hace cada vez más maduro y sistemático.
Cuando en nosotros como maestros sean reflejados todos estos aspectos, será posible
infundir en nuestros estudiantes una actitud de investigación, sin embargo; está no se
logra, no se despierta, ni estimula como muchas veces se pretende, con un discurso
donde se destaquen las ventajas de la investigación, esto no es suficiente para que el
estudiante se ponga en actitud de investigación, con eso no lograremos que se
entusiasme por plantear preguntas que lo inquieten y que podrían convertirse en algún
problema de investigación, no alcanzaríamos el propósito de que el estudiante aprenda a
buscar por sí mismo, entendiendo que en él, se encuentran las posibilidades, actitudes,
aptitudes y destrezas para enriquecer su saber y empezar a constituir por si solo su
formación.
Para conseguir todo esto, es necesario reconocer los obstáculos epistemológicos que se
nos presentan y que deben ser enfrentados decidida y resueltamente si queremos trabajar
el sentido de la investigación articulada con la enseñanza, de esa forma es posible
enseñar de tal forma que se propicie y estimule la investigación, pero hay que tener claro
que no podemos pretender formar investigadores teniendo presente solamente el
reconocimiento de los obstáculos epistemológicos, es necesario despertar el deseo por la
investigación , el placer de conocerla desde otras perspectivas más profundas,
permitiéndoles vivir un proceso de formación diferente, donde no piensen, crean ni sientan
que el acceso a la investigación es algo exclusivo de los llamados “investigadores” o de
los profesores a los que se les exige investigar, sino que es un acceso para todo aquel
que dese ampliar sus conocimientos y su sentido pedagógico educativo.
Por otra parte, es indispensable entender que en los docentes y maestros en formación,
esa investigación debe estar dirigida principalmente a conocer y comprender
intensamente la persona en la que queremos despertar ese interés por descubrir, indagar
y reflexionar, quien es en primera instancia el niño.
Antes de empezar a emprender acciones para difundir ese deseo en el niño, es
trascendental entender, que el niño no es un adulto reducido en tamaño, sino una
persona, es decir, que posee una entidad autónoma, diferente del adulto, que si bien,
algún día llegara a ser y a identificarse con una personalidad adulta; tiene en sus etapas
de desarrollo autónomo toda una serie de características propias que justifican
precisamente la atención que la investigación psicológica le ha dedicado.
Se trata de mostrar como la acción es fuente no solo de aprendizaje o adquisición de
conocimientos sino fundamentalmente constitutiva de la personalidad del niño; se puede
decir que este es y se constituye básicamente a través de la acción. Los actos lúdicos del
niño, aunque no sean razonados o preparados con detalle en todos los casos, tienen una
estructura

que nos permiten reconocerles una objetividad propia y un sentido

comprendido a partir de la forma como el niño constituye e imagina su mundo real.
Es importante conocer como la investigación hace parte de las acciones del niño;
precisamente la psicología infantil contemporánea ha intentado estudiar la actitud
investigativa como rasgo primordial de la actividad psíquica del niño y ha descubierto y
analizado los principios y contenidos generales del pensamiento y conocimiento infantil.
Ha establecido, la necesidad del conocimiento científico del niño, y en ese sentido, el
papel que tiene la inteligencia comprendida en y a partir de la acción.
Podemos afirmar que la actividad básica infantil se fundamenta en la investigación, por
ejemplo, aunque muchas veces no lo concebimos como una actitud investigativa en el
niño, desde sus primeras etapas de la constitución de su pensamiento, emplea las
preguntas para comprender a partir de las orientaciones de los adultos, los fenómenos y
situaciones que percibe a su alrededor.
El empleo de técnicas nuevas de enseñanza posee una acción de retorno sobre la misma
teoría psicológica del aprendizaje, es decir, sobre la investigación en este campo, la que a
su vez puede incidir en la transformación de la práctica pedagógica. Esto sucede debido a
que a medida que en la práctica se van aplicando los conocimientos científicos que se
tienen sobre el niño, sobre sus procesos mentales, la articulación de sus procesos
evolutivos entorno al desarrollo de su capacidad de entendimiento y de aprendizaje, se va
generando el planteo de nuevos problemas cada vez más complejos sobre dichos
procesos, cuya interpretación exige, si no cambiar inmediatamente el ejercicio pedagógico
rutinario, por lo menos permiten su cuestionamiento, orientándose hacia su posible
transformación.
Es necesario realizar esa transformación, porque a través de la experiencia en la que se
de esta aplicabilidad, se genera la reflexión frente a estos conocimientos que se tiene
frente al niño. Esa reflexión es la que nos permite definir los procesos, acciones,
metodologías, herramientas y didácticas con las que debemos trabajar en los niños para
aumentar su actitud y espíritu investigativo.
En el plano de la educación, para lograr esto es indispensable definir las situaciones a las
que hay que someter el sujeto (niño) para que pueda, en función de las asociaciones
constituidas, extraer las informaciones que permitirán las respuestas; establecer las
motivaciones que son susceptibles de provocar la acción más eficaz y las sanciones que
permitirán discriminar las buenas respuestas de las malas; construir secuencias de
aprendizaje de modo que la generalización de una respuesta segura y eficaz.
Encontramos en la enseñanza programada un ejemplo de lo que puede aportar esta
teoría. El sujeto no recibe una demostración ya resuelta, sino que por el contrario con su
actividad sabe construir el mismo su respuesta, estimulado a su vez por el deseo de saber
y por el placer de superar el obstáculo; porque “cada situación nueva en la que se sitúa al
niño le hace concebir un nuevo deseo: el de resolver el problema ante el cual se halla. El
deseo de hablar bien no tiene solo como fin el adaptar al niño a otro, sino también de
dominar un vocabulario complicado, de jugar bien con él”.
El aprender no se debe considerar como una conducta que sería simplemente una
reacción consistente en una cadena de estímulos y respuestas, cuyo funcionamiento no
estaría bajo el control de quien ejecuta las acciones o recibe los estímulos de la realidad
externa.
Por otra parte, la labor del adulto-padre, maestro se apoya muchas veces en una
concepción estática, institucional e ideológica del mundo: añora o mira con nostalgia
aquellas épocas que les tocó vivir incluso en calidad de sujeto paciente, en que se miraba
como algo intocable e incuestionable toda relación basada en el principio de autoridad. El
padre y el maestro eran básicamente los que mandaban sobre el niño y a quienes la
sociedad había delegado la función de su formación religiosa y ética y de su educación,
por lo tanto el poder de vigilar y hacer cumplir la realización en el mismo de un tipo de
hombre que correspondiera con dicha sociedad.
Por eso el estudio actual de la infancia exige como condición y requisito pasar por la
desmitificación de dichas concepciones que aún subsisten en nuestro medio y aparecen
en la práctica docente y en general en toda la relación del niño-adulto. No se puede
concebir al niño como un sujeto al que hay que controlar y mucho menos condicionar para
que de la respuesta que pretendemos, pues por cada nueva experiencia el niño genera
más expectativas y deseos por descubrir, por lo cual es importante guiarlos pero a la vez
darles la libertad de que expresen sus pensamientos y actitudes frente a lo que
experimentan.
El niño investiga, según Dewey, pero lo hace en un sentido instrumental, es decir, como
parte de su acción utilitaria en relación con los objetos y como condición insustituible para
estimular el pensamiento. Además, en dicha acción investigativa, el niño debe o está
orientado de hecho por un objetivo pragmático, por una finalidad específica, que debe
estar planeada para que no sea un mero ejercicio que se haga por sí mismo. O sea, se
debe motivar una actitud investigativa en el niño o integrarla en la docencia, pero no
buscando esencialmente el desarrollo de la aptitud reflexiva o la formación del
pensamiento teórico o abstracto, sino solo como ejercicio práctico para que aprenda o se
habitué a emplear el pensamiento en la resolución de problemas prácticos que la vida le
planteara más tarde. El pensamiento es un instrumento y el niño debe aprender a
emplearlo: esta es la tesis central de Dewey. Con este objetivo es que hay que plantea
problemas de investigación al niño: que el mismo identifique como tales en su misma
actividad como condición para estimular su reflexión o la aplicación del pensamiento.
La primera tarea que se le presenta al niño es el descubrimiento de su propio cuerpo a
través de un proceso de identificación y de reconocimiento de su propia imagen. Es acá
donde se puede decir, en un sentido profundo, que el niño realiza todo un proceso de
investigación vital en el cual está cifrada su constitución como sujeto.
La tendencia y finalidad de todo este proceder investigativo infantil se concentra en el
logro de un objetivo del que depende la eficacia del sujeto en cuanto sujeto: el
conocimiento de sí mismo. Este depende inicialmente y pasa por el conocimiento de los
otros. El niño solo adquiere la experiencia de su existencia en tanto sujeto solo por la
identificación que pueda hacer con el otro. Así se percibe primero así mismo como parte o
igual al cuerpo de su propia madre, pero también como distinto a él. En este modelo
conformado por la imagen del otro se apoyara el conocimiento de si mismo que el niño
intenta lograr en esta etapa.
El proceso de formación tanto en el niño como en el maestro, es un proceso que hay que
darle tiempo, es decir no se puede acelerar o precipitar para que rinda sus frutos cuanto
antes. Cuando se intenta hacer esto el que está en el proceso se siente obligado,
violentado, angustiado, porque se le presiona y no puede madurar antes de que
naturalmente pueda hacerlo. “No se le puede obligar a que corra más rápido mediante la
nota que le espera el fin, como si fuera esta la única meta u objetivo del esfuerzo
emprendido, porque se perdería el encanto, la gratuidad que debe tener todo proceso
intelectual para que pueda ser disfrutado y vivido como una fiesta a la que uno se entrega
con el ánimo lo más relajado posible, porque no hay allí verdugos ni coordinadores o
perfectos de disciplina con el reglamento en la mano amenazándonos o recordándonos lo
que no se puede hacer, es decir con la ley”.
CONCLUSION

A partir de lo planteado podemos deducir que la pedagogía e investigación son
inseparables. La investigación es la única manera como la pedagogía puede llegar a
convertirse

en

un

proceso

educativo

humano

que

tiene

que

cualificarse

permanentemente. Es evidente que la investigación educativa tiene como esencia la
construcción de nuevos conocimientos desde la cohesión y coherencia, al significar que
no se trata de investigar desde el parecer del investigador, sino desde el consenso en el
aula, en la búsqueda de un desarrollo sistemático y articulado que trascienda los
conceptos, los enfoques y esquemas, redefiniendo así, la percepción e interpretación de
los fenómenos educativos.

Sólo desde esta perspectiva de la investigación educativa, se decantan las limitaciones y
deficiencias del sistema educativo, que han de servir como punto de partida de procesos
de

renovación,

para

proponer

materiales

didácticos,

enfoques

curriculares

o

procedimientos de evaluación, por ejemplo, enmarcados en las realidades y tendencias
que la pos-modernidad reclama. En ese sentido la investigación es pedagógica porque
tiene unos aspectos específicos que la diferencian de lo que se entiende por investigación
en general.

No vamos a poder agotar el conocimiento educativo; por esto, la pedagogía es una
investigación permanente. No quiere decir que nuestros alumnos se vuelvan conejillos de
indias o que nuestro trabajo caiga en la incertidumbre permanente. Más bien se trata de
volver la práctica docente un ejercicio de investigación cotidiano: en un modo distinto de ir
al aula y de relacionarse con los alumnos y sus procesos de formación.
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  • 1. INTRODUCCION El siguiente trabajo tiene como objetivo, realizar un análisis crítico reflexivo frente a dos documentos basados en la pedagogía de la investigación y el niño y la investigación, para ello es necesario comprender a profundidad lo que significa la investigación, principalmente la investigación pedagógica y su diferencia frente a la investigación educativa. Posteriormente, analizare y mencionare diversos factores, acciones y obstáculos que se presentan dentro de la investigación pedagógica como aspecto fundamental dentro del proceso de formación. Profundizare, en el papel que cumple la investigación, la pedagogía y la formación en el proceso de constitución del maestro, además de las implicaciones que surgen dentro de la investigación pedagógica entre ellas el enfoque que debe tener hacia su objeto principal de estudio y reflexión, que es el niño y su actitud investigativa. A continuación, realizare una apreciación sobre estos temas relacionándolos principalmente desde la investigación pedagógica que se manifiesta tanto en la formación docente, como en la evolución y desarrollo del niño.
  • 2. El proceso de formación y su sentido pedagógico e investigativo La investigación es entendida como producción de conocimiento, como una forma de pensar el contexto y como la manera de generar alternativas que afecten la realidad; además ese proceso investigativo requiere una identificación de las situaciones que se van a estudiar en la realidad y una disposición crítica para comprender, modificar o transformar una situación problemática. Todo lo anterior es cierto, pero es importante tener en cuenta que la investigación por sí sola, es un proceso superficial que queda determinado solo por acciones, problemáticas y posibles soluciones, si no se le da el sentido pedagógico que merece, sobre todo si hace parte de nuestro ejercicio diario como maestras en formación. Sin embargo; debemos tener claridad entre las diferencias de una investigación educativa y una investigación pedagógica, ya que la primera se caracteriza por el análisis de la educación en relación con otras prácticas sociales, porque tiene aspectos genéricos sobre la comprensión de la sociedad y de las organizaciones, parte de la realidad escolar para estudiar el contexto, a través de la relación con las políticas educativas y la manera en que se apropian, se recrean o se resisten los sujetos de esas problemáticas. En cambio la investigación pedagógica, hace énfasis en los análisis de los procesos comprometidos en la enseñanza y el aprendizaje y en la relación de los sujetos con los saberes. No se restringe al quehacer del maestro, considera la elaboración conceptual y epistemológica para consolidar el saber pedagógico, consustancial al docente intelectual e investigador. Además, La investigación pedagógica se relaciona con la formación de una actitud científica en relación con la cotidianidad y busca reflexionar sobre las condiciones del ejercicio docente. El maestro debe investigar sobre su práctica, su quehacer y debe aventurarse en la búsqueda de caminos para producir conocimiento que permita la transformación de las prácticas del aula y de las instituciones. Actualmente, podemos notar como muchos docentes se sienten insatisfechos con lo que están haciendo, puesto que su trabajo se está basando solo en la transmisión de saberes que otras personas ya han establecido, igualmente utilizan estrategias o dispositivos
  • 3. pedagógicos que “otros” le han facilitado; dejando de lado su saber pedagógico, se limitan a recibir y entregar la información tal cual como la encuentran. Han abandonado el sentido crítico y reflexivo que caracteriza la investigación pedagógica. También, podemos notar como los docentes están utilizando de manera repetitiva los mismos recursos, pensando que si se trata de recursos tecnológicos o nuevos, llevarlos al aula de clase todo el tiempo, despertara el interés en sus estudiantes por la asignatura. Esta situación, ocurre más a menudo de lo que se cree; ya que sobre la educación se ha ejercido un enfoque exclusivo hacia la tecnología educativa y las demás ciencias de la educación que como disciplinas sustentadas en un paradigma positivista pretendieron resolver desde su reducido enfoque todas las problemáticas pedagógicas. A esto se une el conductismo que se vive dentro de la educación, quien toma a ésta como una conducta que se puede controlar y programar; obligando a los sujetos, en este caso los estudiantes a repetir secuencias de operaciones para que de esta forma “aprenda” a aplicar lo que ya se ha programado y planeado para ejecutar. En esas instancias, el estudiante solo debe limitarse a realizar lo que se le dice, lo que se le impone, motivado simplemente por satisfacer lo que el docente indica, llevándolo a ser un estudiante heterónomo, sin un compromiso personal, sin un conocimiento; dependiendo siempre de otros para hacer todo, la problemática surge cuando al educando no se ha educado, ni formado, sino que tan solo ha sido preparado para que se desempeñe en una profesión como el rol o papel social que se le ha asignado. Es allí, cuando debemos cuestionarnos ¿Cuál es el tipo de formación que estamos brindado a nuestros estudiantes?; si nuestra respuesta se refleja en lo descrito anteriormente, tengamos la certeza de que hemos apartado de nuestra practica el sentido pedagógico, y que además antes de haber llevado a un camino equivocado la formación de nuestros estudiantes, fue precisamente nuestra formación pedagógica la que tomo un rumbo equivocado, ya que nuestro ejercicio docente depende primeramente de la formación pedagógica que hemos forzado en nosotros, dicha formación debe basarse siempre en la transformación, ya que ese proceso de formación depende del carácter crítico y reflexivo con el que determinemos nuestras acciones y pensamientos.
  • 4. Nadie da de lo que no tiene; el sentido pedagógico debe empezar desde la persona del maestro quien debe estar atento a complementar y basar sus conocimientos siempre desde la investigación donde logra asumir crítica y creativamente el trabajo cotidiano, mirando críticamente sus propias prácticas educativas. La investigación pedagógica precisamente, le permite leer y enriquecer la rutina docente desde otras perspectivas, manifestando una curiosidad constante que lo hace cada vez más maduro y sistemático. Cuando en nosotros como maestros sean reflejados todos estos aspectos, será posible infundir en nuestros estudiantes una actitud de investigación, sin embargo; está no se logra, no se despierta, ni estimula como muchas veces se pretende, con un discurso donde se destaquen las ventajas de la investigación, esto no es suficiente para que el estudiante se ponga en actitud de investigación, con eso no lograremos que se entusiasme por plantear preguntas que lo inquieten y que podrían convertirse en algún problema de investigación, no alcanzaríamos el propósito de que el estudiante aprenda a buscar por sí mismo, entendiendo que en él, se encuentran las posibilidades, actitudes, aptitudes y destrezas para enriquecer su saber y empezar a constituir por si solo su formación. Para conseguir todo esto, es necesario reconocer los obstáculos epistemológicos que se nos presentan y que deben ser enfrentados decidida y resueltamente si queremos trabajar el sentido de la investigación articulada con la enseñanza, de esa forma es posible enseñar de tal forma que se propicie y estimule la investigación, pero hay que tener claro que no podemos pretender formar investigadores teniendo presente solamente el reconocimiento de los obstáculos epistemológicos, es necesario despertar el deseo por la investigación , el placer de conocerla desde otras perspectivas más profundas, permitiéndoles vivir un proceso de formación diferente, donde no piensen, crean ni sientan que el acceso a la investigación es algo exclusivo de los llamados “investigadores” o de los profesores a los que se les exige investigar, sino que es un acceso para todo aquel que dese ampliar sus conocimientos y su sentido pedagógico educativo. Por otra parte, es indispensable entender que en los docentes y maestros en formación, esa investigación debe estar dirigida principalmente a conocer y comprender
  • 5. intensamente la persona en la que queremos despertar ese interés por descubrir, indagar y reflexionar, quien es en primera instancia el niño. Antes de empezar a emprender acciones para difundir ese deseo en el niño, es trascendental entender, que el niño no es un adulto reducido en tamaño, sino una persona, es decir, que posee una entidad autónoma, diferente del adulto, que si bien, algún día llegara a ser y a identificarse con una personalidad adulta; tiene en sus etapas de desarrollo autónomo toda una serie de características propias que justifican precisamente la atención que la investigación psicológica le ha dedicado. Se trata de mostrar como la acción es fuente no solo de aprendizaje o adquisición de conocimientos sino fundamentalmente constitutiva de la personalidad del niño; se puede decir que este es y se constituye básicamente a través de la acción. Los actos lúdicos del niño, aunque no sean razonados o preparados con detalle en todos los casos, tienen una estructura que nos permiten reconocerles una objetividad propia y un sentido comprendido a partir de la forma como el niño constituye e imagina su mundo real. Es importante conocer como la investigación hace parte de las acciones del niño; precisamente la psicología infantil contemporánea ha intentado estudiar la actitud investigativa como rasgo primordial de la actividad psíquica del niño y ha descubierto y analizado los principios y contenidos generales del pensamiento y conocimiento infantil. Ha establecido, la necesidad del conocimiento científico del niño, y en ese sentido, el papel que tiene la inteligencia comprendida en y a partir de la acción. Podemos afirmar que la actividad básica infantil se fundamenta en la investigación, por ejemplo, aunque muchas veces no lo concebimos como una actitud investigativa en el niño, desde sus primeras etapas de la constitución de su pensamiento, emplea las preguntas para comprender a partir de las orientaciones de los adultos, los fenómenos y situaciones que percibe a su alrededor. El empleo de técnicas nuevas de enseñanza posee una acción de retorno sobre la misma teoría psicológica del aprendizaje, es decir, sobre la investigación en este campo, la que a su vez puede incidir en la transformación de la práctica pedagógica. Esto sucede debido a que a medida que en la práctica se van aplicando los conocimientos científicos que se
  • 6. tienen sobre el niño, sobre sus procesos mentales, la articulación de sus procesos evolutivos entorno al desarrollo de su capacidad de entendimiento y de aprendizaje, se va generando el planteo de nuevos problemas cada vez más complejos sobre dichos procesos, cuya interpretación exige, si no cambiar inmediatamente el ejercicio pedagógico rutinario, por lo menos permiten su cuestionamiento, orientándose hacia su posible transformación. Es necesario realizar esa transformación, porque a través de la experiencia en la que se de esta aplicabilidad, se genera la reflexión frente a estos conocimientos que se tiene frente al niño. Esa reflexión es la que nos permite definir los procesos, acciones, metodologías, herramientas y didácticas con las que debemos trabajar en los niños para aumentar su actitud y espíritu investigativo. En el plano de la educación, para lograr esto es indispensable definir las situaciones a las que hay que someter el sujeto (niño) para que pueda, en función de las asociaciones constituidas, extraer las informaciones que permitirán las respuestas; establecer las motivaciones que son susceptibles de provocar la acción más eficaz y las sanciones que permitirán discriminar las buenas respuestas de las malas; construir secuencias de aprendizaje de modo que la generalización de una respuesta segura y eficaz. Encontramos en la enseñanza programada un ejemplo de lo que puede aportar esta teoría. El sujeto no recibe una demostración ya resuelta, sino que por el contrario con su actividad sabe construir el mismo su respuesta, estimulado a su vez por el deseo de saber y por el placer de superar el obstáculo; porque “cada situación nueva en la que se sitúa al niño le hace concebir un nuevo deseo: el de resolver el problema ante el cual se halla. El deseo de hablar bien no tiene solo como fin el adaptar al niño a otro, sino también de dominar un vocabulario complicado, de jugar bien con él”. El aprender no se debe considerar como una conducta que sería simplemente una reacción consistente en una cadena de estímulos y respuestas, cuyo funcionamiento no estaría bajo el control de quien ejecuta las acciones o recibe los estímulos de la realidad externa.
  • 7. Por otra parte, la labor del adulto-padre, maestro se apoya muchas veces en una concepción estática, institucional e ideológica del mundo: añora o mira con nostalgia aquellas épocas que les tocó vivir incluso en calidad de sujeto paciente, en que se miraba como algo intocable e incuestionable toda relación basada en el principio de autoridad. El padre y el maestro eran básicamente los que mandaban sobre el niño y a quienes la sociedad había delegado la función de su formación religiosa y ética y de su educación, por lo tanto el poder de vigilar y hacer cumplir la realización en el mismo de un tipo de hombre que correspondiera con dicha sociedad. Por eso el estudio actual de la infancia exige como condición y requisito pasar por la desmitificación de dichas concepciones que aún subsisten en nuestro medio y aparecen en la práctica docente y en general en toda la relación del niño-adulto. No se puede concebir al niño como un sujeto al que hay que controlar y mucho menos condicionar para que de la respuesta que pretendemos, pues por cada nueva experiencia el niño genera más expectativas y deseos por descubrir, por lo cual es importante guiarlos pero a la vez darles la libertad de que expresen sus pensamientos y actitudes frente a lo que experimentan. El niño investiga, según Dewey, pero lo hace en un sentido instrumental, es decir, como parte de su acción utilitaria en relación con los objetos y como condición insustituible para estimular el pensamiento. Además, en dicha acción investigativa, el niño debe o está orientado de hecho por un objetivo pragmático, por una finalidad específica, que debe estar planeada para que no sea un mero ejercicio que se haga por sí mismo. O sea, se debe motivar una actitud investigativa en el niño o integrarla en la docencia, pero no buscando esencialmente el desarrollo de la aptitud reflexiva o la formación del pensamiento teórico o abstracto, sino solo como ejercicio práctico para que aprenda o se habitué a emplear el pensamiento en la resolución de problemas prácticos que la vida le planteara más tarde. El pensamiento es un instrumento y el niño debe aprender a emplearlo: esta es la tesis central de Dewey. Con este objetivo es que hay que plantea problemas de investigación al niño: que el mismo identifique como tales en su misma actividad como condición para estimular su reflexión o la aplicación del pensamiento.
  • 8. La primera tarea que se le presenta al niño es el descubrimiento de su propio cuerpo a través de un proceso de identificación y de reconocimiento de su propia imagen. Es acá donde se puede decir, en un sentido profundo, que el niño realiza todo un proceso de investigación vital en el cual está cifrada su constitución como sujeto. La tendencia y finalidad de todo este proceder investigativo infantil se concentra en el logro de un objetivo del que depende la eficacia del sujeto en cuanto sujeto: el conocimiento de sí mismo. Este depende inicialmente y pasa por el conocimiento de los otros. El niño solo adquiere la experiencia de su existencia en tanto sujeto solo por la identificación que pueda hacer con el otro. Así se percibe primero así mismo como parte o igual al cuerpo de su propia madre, pero también como distinto a él. En este modelo conformado por la imagen del otro se apoyara el conocimiento de si mismo que el niño intenta lograr en esta etapa. El proceso de formación tanto en el niño como en el maestro, es un proceso que hay que darle tiempo, es decir no se puede acelerar o precipitar para que rinda sus frutos cuanto antes. Cuando se intenta hacer esto el que está en el proceso se siente obligado, violentado, angustiado, porque se le presiona y no puede madurar antes de que naturalmente pueda hacerlo. “No se le puede obligar a que corra más rápido mediante la nota que le espera el fin, como si fuera esta la única meta u objetivo del esfuerzo emprendido, porque se perdería el encanto, la gratuidad que debe tener todo proceso intelectual para que pueda ser disfrutado y vivido como una fiesta a la que uno se entrega con el ánimo lo más relajado posible, porque no hay allí verdugos ni coordinadores o perfectos de disciplina con el reglamento en la mano amenazándonos o recordándonos lo que no se puede hacer, es decir con la ley”.
  • 9. CONCLUSION A partir de lo planteado podemos deducir que la pedagogía e investigación son inseparables. La investigación es la única manera como la pedagogía puede llegar a convertirse en un proceso educativo humano que tiene que cualificarse permanentemente. Es evidente que la investigación educativa tiene como esencia la construcción de nuevos conocimientos desde la cohesión y coherencia, al significar que no se trata de investigar desde el parecer del investigador, sino desde el consenso en el aula, en la búsqueda de un desarrollo sistemático y articulado que trascienda los conceptos, los enfoques y esquemas, redefiniendo así, la percepción e interpretación de los fenómenos educativos. Sólo desde esta perspectiva de la investigación educativa, se decantan las limitaciones y deficiencias del sistema educativo, que han de servir como punto de partida de procesos de renovación, para proponer materiales didácticos, enfoques curriculares o procedimientos de evaluación, por ejemplo, enmarcados en las realidades y tendencias que la pos-modernidad reclama. En ese sentido la investigación es pedagógica porque tiene unos aspectos específicos que la diferencian de lo que se entiende por investigación en general. No vamos a poder agotar el conocimiento educativo; por esto, la pedagogía es una investigación permanente. No quiere decir que nuestros alumnos se vuelvan conejillos de indias o que nuestro trabajo caiga en la incertidumbre permanente. Más bien se trata de volver la práctica docente un ejercicio de investigación cotidiano: en un modo distinto de ir al aula y de relacionarse con los alumnos y sus procesos de formación.